Monasticismo 11

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  • JOAQUIM DE ARRUDA ZAMITH, OSB

    RECONCILIACIN Y VIDA MONSTICA

    No se puede hablar hoy de reconciliacin sin recordar inmediatamente a la comunidad deTaiz. No se trata de la simple acentuacin de un aspecto doctrinal, del valor de la reconciliacin enla vida cristiana y comunitaria de Taiz tal como aparece tan fuertemente expresada en la Regla devida de la Comunidad.

    Aime ton prochain quel que soit son horizon religieux ou idologique. Ne prends jamaiston parti du scandale de la sparation des chrtiens confessant tous si facilement l'amourdu prochain mais demeurant diviss. Aie la passion de l'unit du Corps du Christ (LaRgle de Taiz, Les Presses de Taiz, 1962, p. 15).

    Comme la paix avec le Christ implique la paix avec ton prochain, reconcilie-toi, rpare cequi peut l'tre. Pardonne ton frere jusqu' soixante-dix fois sept fois (b., p. 43).

    Desde el principio, los hermanos reconocern siempre en su vocacin monstica unllamado igualmente fuerte a la reconciliacin con Dios y con los hombres, de manera bien definiday concreta.

    Hoy, lo que ms nos llama la atencin es el acontecimiento de Taiz, es decir, unacomunidad de monjes que, permaneciendo firmemente fieles a las exigencias de su vida monstica-de oracin comunitaria, contemplacin y trabajo en el monasterio- se hace el centro y el punto deconvergencia de miles de hombres y sobre todo de jvenes, de todas las razas, edades y religiones.Todos sienten que Taiz representa una esperanza nueva de entendimiento y unin, de paz entre loshombres, a travs de la reconciliacin fraterna.

    No es sin razn que la misma iglesia de la Reconciliacin -que abriga diariamente a milesde personas y cuya fachada debi ser demolida en Pascua del ao pasado para poder acoger a mayormultitud an- no es sin razn que esta iglesia fuera construida simultneamente por jvenesfranceses y alemanes que aunaron sus esfuerzos para dar un signo al mundo de posguerra de que lareconciliacin entre pueblos enemigos no slo era posible, sino, ms an, era la nica esperanza.

    Pero aun reconociendo el carisma especial de Taiz, no se debe pensar que haya sido laprimera o la nica comunidad monstica que vivi y dio testimonio del misterio de lareconciliacin.

    El Monasterio de Chevetogne, en Blgica, desde su fundacin en 1926, vive concretamenteeste ideal, en una bsqueda constante de comprensin y entendimiento con los hermanos de lasIglesias orientales.

    El Monasterio de Niederaltaich, en Alemania, tambin se hizo conocer por sus actividadesecumnicas junto a los hermanos evanglicos, mucho antes de que el ecumenismo se tornase unmovimiento o actividad oficial de la Iglesia catlica.

    Podemos afirmar asimismo que los primeros intentos y manifestaciones de actividadesecumnicas -tanto con los orientales como con los evanglicos- fueron asumidos o realizadosprincipalmente por comunidades monsticas benedictinas. Ntese adems que, desde 1923, el

  • Monasterio benedictino de Jundia (San Pablo - Brasil) es la sede de Catholica Unio en Brasil, yuno de sus monjes es el secretario nacional.

    Igualmente es interesante constatar cmo los primeros ejemplos de actitudes ecumnicas -otambin testimonios concretos de reconciliacin con la Iglesia de Roma entre los hermanosevanglicos- se realizaron en comunidades monsticas.

    Fue muy famoso, en ese sentido, el Monasterio de Caldey, perteneciente a la IglesiaAnglicana, cuya comunidad, en 1913, pidi su unin con la Catlica Romana.

    Los mismos monjes de Taiz han procurado realizar experiencias ecumnicas de vidamonstica, agregando pequeas comunidades con monjes catlicos. As, por ejemplo, durantevarios aos vivieron juntos, en Olinda, cuatro hermanos de Taiz y tres monjes benedictinos delMonasterio de Olinda. La misma experiencia ya fue realizada, creo, en Austria.

    Ante tantos y tan significativos hechos, es el caso de preguntarse: habr alguna razn,algn motivo para explicar esta predisposicin de las comunidades monsticas al ideal dereconciliacin?

    Aseguramos que la respuesta es afirmativa, como lo declara tambin el cardenalWillebrands, Presidente del Secretariado para la unin de los cristianos, en una conferencia a losabades benedictinos: Ms claramente, ms naturalmente que en los institutos religiosos modernosque han sido creados con miras a una obra o a una actividad especficas, la vida religiosa manifiestaen el monaquismo como el desarrollo de la gracia bautismal, de la vida nueva en Cristo, como unavida evanglica. Esta comunin mstica es de un gran valor ecumnico para la Iglesia universal(Cf. La Doc. Catholique, n. 1589, p. 622).

    Trataremos, a continuacin, de mostrar algunos aspectos fundamentales de la vidamonstica benedictina que, en su conjunto, pueden revelar muy bien la existencia de una teologadel misterio de reconciliacin, vivida concretamente, en lo cotidiano, en actitudes simples pero queson como races profundas, llenas de una savia que vivifica y que se expande.

    1. Vida monstica: Conversin y Obediencia

    No se encuentra, en las Reglas Monsticas, una frecuente y explcita mencin del tema dela reconciliacin. Esencialmente paulino, el concepto de reconciliacin fue casi siempre oscurecidopor los conceptos ms amplios y profundos de redencin, salvacin, etc.

    Ahora bien, aunque no se utilice el trmino, la idea de reconciliacin est muy presente entoda la tradicin monstica. Ante todo, en el modo de considerar la vocacin del monje como unaconversin, una vuelta hacia Dios, una reconciliacin con el Padre.

    En este sentido, el Prlogo de la RM y el de la RB son profundamente significativos alpresentar la vocacin del monje como un llamado (de Dios) a volver, a travs de la obediencia, alDios de quien se haba apartado por la desidia de la desobediencia (RB, Prlogo).

    Toda la vida del monje est as concebida como una respuesta al llamado de Dios para vivir,desde ya, por la obediencia, la condicin de hijo, fruto de la reconciliacin del pecador arrepentidocon el Padre (Cf. RM, Thema 5-6: ut... illum redeat in paradisum generatio nostra per gratiam,unde cum libero arbitrio ceciderat per offensam).

  • Esa respuesta a Dios debe ser dada por el monje diariamente, por medio de sus actitudes,sus actos concretos, en todo momento.

    El Seor espera que nosotros hemos de responder cada da con hechos a sus santos avisos.Que por eso se nos dan de tregua los das de esta vida, para la enmienda de nuestros males,segn dice el Apstol: 'Ignoras t que la paciencia de Dios te estimula a penitencia?'. Enefecto, el piadoso Seor dice: 'No quiero la muerte del pecador, sino que se convierta yviva' (RB, Prl. 35. 36. 37. 38).

    El monje, en toda su vida, debe perseverar en este propsito, en esta disposicin inicial

    apartarse del mal y hacer el bien (Prl. 17) buscar la paz y seguirla (Prl. 17).

    Si es esta su actitud, si su arrepentimiento es verdadero, si su conversin es eficaz, entoncesser acogido por el amor del Seor su Dios, aquel amor que se abre al pecador arrepentido y seanticipa a buscarlo, como en la parbola del hijo prdigo el Padre se anticipa al encuentro del hijo yen el abrazo de unin amorosa se realiza todo el misterio de reconciliacin (Lc. 15,20-24).

    Las palabras del Prlogo parecen sugerir este mismo misterio de amor misericordioso:

    Y cuando esto hiciereis, pondr mis ojos sobre vosotros y mis odos atendern a vuestrosruegos, y antes de que me invoquis os dir: 'Aqu me tenis'. Qu cosa ms dulce paranosotros, hermanos carsimos, que esta voz del Seor que nos invita? Ved cmo en supiedad nos muestra el Seor el camino de la vida (Prl. 18-20).

    La vida del monje, vida de conversin, de vuelta a Dios, de obediencia a la voz del Seorque llama y de fidelidad a sus exigencias concretas en lo que se llama la conversatio monstica, estavida es un verdadero camino de vida -de la vida eterna y definitiva -va tabernaculi (Prl. 24)-camino de luz (Prl. 43) -porque es camino de reconciliacin, camino de salvacin (Prl. 48).

    Porque ste es el camino de los mandamientos del Seor (Prl. 49), slo es posiblerecorrerlo por la obediencia -pronta e inmediata, valiente, llena de entusiasmo, alegre, generosa ycapaz de una total entrega de s- porque es por la obediencia que el monje revive la parbola delhijo prdigo y realiza en su vida el misterio de reconciliacin con el Padre, que Cristo vivi en suobediencia hasta la muerte.

    Por eso se comprende qu exigente es san Benito en su Regla con relacin a esta actitud deobediencia y la coloca como la primera manifestacin de la actitud verdadera del monje (humildad):la obediencia sin demora (c. 5). Ella es propia de aquellos que nada tienen en ms estima que aCristo.

    La perfeccin de esta actitud de rapidez, de disponibilidad, de desapego, necesaria paraabrazar la palabra del que manda, slo es posible a aquellos que son animados

    por el deseo de caminar hacia la vida eterna; por eso toman el camino estrecho, del cualdice el Seor: 'Angosta es la senda que conduce a la vida' (RB, c. 5, 10-11).

    Por eso, no viviendo a su antojo ni obedeciendo a sus deseos y apetitos, sino caminandosegn el juicio e imperio de otro, viviendo en los monasterios, desean que les presida un

  • abad.

    Sin duda estos tales imitan aquella sentencia del Seor, que dice: 'No vine a hacer mivoluntad, sino la de Aquel que me envi' (b., 13).

    Este aspecto de imitacin de Cristo a travs de la actitud de obediencia nos lleva a otro aspecto delmisterio.

    2. La Reconciliacin por la Obediencia de Cristo

    La teologa paulina de la Epstola a los Romanos y de 2 Corintios nos presenta el misteriode la Reconciliacin como el misterio de amor de Dios para con nosotros. Hasta tal punto nos aml, que siendo nosotros todava pecadores nos dio a su Hijo, que muri por nuestra salvacin (Cf.Rom. 5,8).

    Es por medio de Cristo -y slo por medio de l- que se realiza la reconciliacin, lajustificacin, que se obtiene la verdadera paz con Dios.

    Habiendo, pues, recibido de la fe nuestra justificacin, estamos en paz con Dios, pornuestro Seor Jesucristo (Rom. 5, 1.21; 2 Cor. 5,18).

    Y ms precisamente, es por su muerte que Cristo nos salva y nos reconcilia con el Padre (Rom.5,10).

    Ahora bien, la muerte de Cristo en la cruz es fruto de toda su actitud de obediencia aldesignio del Padre, obediencia que, oponindose a la desobediencia del primer hombre -autor delpecado y de la muerte- realiza la justificacin (Rom 5,18-19).

    Imitar la obediencia de Cristo hasta la cruz y la muerte es participar de su vida, es recibir elfruto de la reconciliacin con el Padre. Para san Benito es justamente ste el fin de la vocacin delmonje

    ... no apartndonos jams de su magisterio, perseverando en su doctrina hasta la muerte enel monasterio, participemos de los sufrimientos de Cristo por la paciencia, y merezcamostambin acompaarle en su reino (Prl. 50).

    La obediencia del monje, retornando en cada situacin la actitud de Cristo, realiza, para l,el misterio de reconciliacin (Cf. RB 7, 31-33):

    El segundo grado de humildad es si no amando el monje la propia voluntad, no secomplace en satisfacer sus deseos; antes bien, imita con hechos aquella palabra del Seor,que dice: 'No vine a hacer mi voluntad, sino la de Aquel que me envi'. Y tambin dice laEscritura: 'El placer merece pena y la necesidad engendra la corona'.

    Esta es la corona de gloria, pero gloria de mrtires, que, por la imitacin perfecta de Cristoobediente hasta la muerte, dieron tambin su sangre y, por eso, son coronados, justificados de todoslos pecados y regenerados por la sangre del Cordero (Cf. Rom. 5,8.9).

    3. El Abad - sacramento de Reconciliacin

  • Comprendindose el significado profundo de la obediencia tal como aparece en la RB, secomprende tambin cmo ser de importante y significativa la persona del abad dentro de lacomunidad benedictina.

    El designio de Dios -expresado por los mandamientos y por su Palabra, de modo general-necesita de una concrecin ms viva y actual para la vida del monje, a travs de la persona de aqulque hace las veces de Cristo, que se torna, por lo tanto, signo operante del misterio de laobediencia a la Palabra.

    De ah se comprende la importancia dada por san Benito al abad, dentro de su concepcinde vida monstica.

    No se trata tanto de una caracterstica de su espritu romano, en que el paterfamilias gozabade autoridad absoluta, sino mucho ms, de una comprensin de la doctrina de la tradicin monsticaanterior sobre el padre espiritual, enriquecida todava por la teologa paulina de Cristo, instrumentonico de nuestra reconciliacin con el Padre 1 .

    En la RB, la actitud del abad para con los hermanos que cometen faltas, revela con muchaclaridad la funcin propia del abad como pastor del rebao de Cristo -instrumente, de salvacin paratodas las ovejas- que como el propio Cristo, como Buen Pastor las conduce al Padre.

    En el captulo 27, san Benito exhorta al abad para que

    no pierda ninguna de las ovejas a l confiadas (27, 5). Imite el piadoso ejemplo del Buen Pastor (27, 8).

    El cdigo penitencial (caps. 23-30) est enteramente marcado no por el tono de autoridad opreocupacin meramente penal, sino por la prudencia y el discernimiento del padre y pastor, quedebe saber encontrar los medios adecuados para conducir al hermano culpable a la actitud dearrepentimiento y reconciliacin:

    Debe, pues, el abad desplegar la mayor solicitud y procurar, con toda sagacidad y destreza,no perder ninguna de las ovejas a l confiadas (27, 5).

    Debe usar de todos los medios cual sabio mdico, enviando sempectas, esto es, monjesancianos y prudentes que como en secreto consuelen al hermano inducindole a unahumilde satisfaccin (27, 2-3).

    Igualmente es caracterstica de la misin reconciliadora del abad, como otro Cristo, su funcinde determinar concretamente el modo y la medida de la satisfaccin oportuna para que loshermanos que cometen faltas, los que llegan tarde, los negligentes o excomulgados, puedan sernuevamente integrados en la paz y en la comunidad fraterna.

    En todos esos pequeos ritos y sus diversas fases, es al abad a quien compete determinar elmomento oportuno de la satisfaccin suficiente:

    ... no presuma asociarse al coro de los que cantan hasta que haya dado satisfaccin, a no,ser que el abad le autorice para ello con su venia (Cf. 43, 11).

    En el captulo 44 -Cmo han de satisfacer los excomulgados- siete veces se menciona al abad

  • como aquel que debe formular la norma o medida de satisfaccin:

    ... y esto hgalo hasta que el abad juzgare haber satisfecho lo bastante.

    Cuando el abad le mande comparecer, se arrojar a sus plantas y luego a las de todos losmonjes, para que rueguen por l.

    Y entonces, si el abad lo ordenare, sea admitido en el coro segn el orden que el abaddetermine; de suerte, sin embargo, que no presuma entonar en el oratorio salmo, leccin ocualquier otra cosa, s el abad no se lo manda de nuevo.

    ... y as satisfaga hasta que le mande de nuevo el abad que cese ya en esta satisfaccin....

    Mas los que por culpas leves son excomulgados slo de la mesa, satisfagan en el oratorio,hasta recibir orden del abad; y hagan esto hasta tanto que les bendiga y diga que basta.(RB, 44, 3. 4. 5. 6. 8. 9. 10).

    Este papel del abad como responsable de la actitud oportuna de la norma o medida que,aunque diversa, debo unir a todos los hermanos, aparece adems en otros captulos:

    -49, 8: aceptando las buenas obras espontneas que los hermanos harn en Cuaresma:

    Mas eso mismo que cada uno ofrece, sugiralo a su abad y hgase con su oracin ybeneplcito, pues lo que se hace sin permisin del padre espiritual ser atribuido apresuncin y vanagloria, no a recompensa. Hganse, pues, todas las cosas segn la voluntaddel abad.

    -54, 1: Respecto de los regalos recibidos:

    En modo alguno le sea lcito al monje recibir o dar cartas, eulogias o cualesquiera regalos,ni de sus parientes, ni de cualquier otra persona, ni entre s, sin licencia de su abad.

    -55, 1: Respecto del dar o distribuir las cosas a cada uno:

    Dense a los monjes los vestidos segn la naturaleza de los lugares donde habitan otemplanza de los aires, pues en las regiones fras se necesita ms, y menos en las clidas.Esta apreciacin est en manos del abad.

    -55, 17:

    Y si a alguien se le encontrare algo que no haya recibido del abad, somtasele a ungravsimo castigo. Y para cortar de raz este vicio de la propiedad, d el abad todo cuantosea necesario.

    -63, 1. 2: En relacin al orden de la comunidad:

    Conserven sus puestos en el monasterio, con arreglo al tiempo de su vida monstica, osegn lo determine el mrito de su vida, o como lo haya dispuesto el abad... Por tanto,segn el orden que l asignare, o el que los mismos monjes tuvieren, as llguense a la paz,a la Comunin, a entonar salmos y a colocarse en el coro.

  • -65, 11. 12. 16: En relacin a la organizacin del monasterio:

    Por eso nos hemos percatado de que, para la guarda de la paz y de la caridad, conviene quedependa del arbitrio del abad la organizacin de su monasterio. Y, a ser posible, provase,por medio de los decanos, como ya dispusimos, a todas las necesidades del monasterio,segn haya determinado el abad... Pero si el lugar lo exige o la comunidad lo solicitarazonablemente con humildad, y el abad juzgare que conviene, l mismo instityase comoprepsito al que hubiere elegido con el consejo de monjes temerosos de Dios. Mas esteprepsito cumpla con reverencia lo que el abad le mandare, no haciendo nada contra lavoluntad o disposicin del abad....

    -70 y 71: En relacin al uso de la autoridad:

    ... establecemos que a nadie le sea lcito excomulgar o pegar a ninguno de sus hermanos,excepto a aquel que haya recibido para ello orden del abad (70, 2).

    ... dando, pues, la preferencia a los mandatos del abad y de los prepsitos por lconstituidos, a los cuales no permitimos que se antepongan otros mandamientosparticulares (71, 3).

    4. La reconciliacin entre los hermanos

    Cristo es el instrumento de nuestra reconciliacin con Dios. Es tambin l quien establecela paz -fruto de la reconciliacin- entre los hombres.

    La Epstola a los Efesios 2, 13-16, afirma que Cristo es nuestra paz, porque derrib losmuros de separacin entre judos y griegos y aboli la Ley. De griegos y judos hizo surgir unnuevo hombre reconciliado con Dios en un solo cuerpo. La cruz hizo cesar la hostilidad y Cristotrajo la paz a los hombres (Cf. FIZMAYER, F. SJ, Linhas fundamentais da teologia paulina, Ed.Paulinas, 1970, p. 82).

    San Benito se refiere a la caridad y a la unin fraterna especialmente en el captulo 72,cuando habla del buen celo que deben tener los monjes. Fundamentndose en la doctrina paulina,exhorta a los monjes a que vivan en la unin de la caridad y en la paz del amor fraterno,anticipndose con signos y actitudes concretas.

    Ejerciten, pues, los monjes este celo con la ms acendrada caridad; es decir, 'anticpense ahonrarse unos a otros'. Tolrense con suma paciencia sus flaquezas as fsicas comomorales; prstense obediencia a porfa mutuamente; nadie busque lo que juzgue til para si,sino ms bien para los dems; practiquen la caridad fraterna castamente; teman a Dios conamor; amen a su abad con sincera y humilde dileccin y nada absolutamente antepongan aCristo, el cual nos lleve a todos a la vida eterna.

    La realizacin de la unin fraterna en una verdadera comunidad de hermanos debedepender, para san Benito, de una actitud an ms importante y fundamental: la obediencia mutua.As como era la obediencia a la Palabra de Dios la actitud que permita al monje vivir el misterio dela reconciliacin con el Padre, as san Benito desea que este bien de la obediencia (bonumobedientiae) lo realicen los hermanos entre s.

    La virtud de la obediencia no slo debe tributarse por todos al abad, sino que tambin

  • deben los monjes obedecerse mutuamente, en la seguridad de que por este camino de laobediencia irn a Dios (71, 1-2).

    Una exigencia aparentemente casual en la disposicin de los Oficios de la maana v de latarde, nos revela ms an el modo de ver realista de san Benito y su firmeza en apuntar al nicoremedio para el mantenimiento de la caridad y de la paz. Dice l que, en esos Oficios, debe serrezada por el superior -por entero y de modo que todos oigan- la oracin dominical. Esto a causade las espinas de los escndalos que suelen nacer. Realismo prctico y concreto, que sabeperfectamente que, en el convivir diario de los hermanos, las diferencias de carcter, detemperamento, de mentalidad, harn surgir siempre ocasiones de choques, de tensiones, incluso deconflictos en los que la divisin y la discordia amenazan la unin y la paz.

    San Benito quiere que los hermanos, oyendo las palabras de la oracin del Seor, se sientancomo interpelados, esto es, oficialmente citados por la promesa de la propia oracin: perdnanosas como nosotros perdonamos (13, 12-13).

    Por la reconciliacin con el Padre -cada da pedida con humildad- encontrar cada uno lafuerza de reconciliarse tambin con los hermanos, sabiendo que, sin esta reconciliacin, noobtendr l la que espera de Dios.

    La misma exigencia aparece en 4, 73: Reconciliarse antes del ocaso con quien se hayatenido alguna discordia.

    Percibimos aqu como el eco de la doctrina del Apstol (2 Cor. 5,18): Todo proviene deDios, que nos reconcili consigo por Cristo y nos confi el ministerio de la reconciliacin.

    Cada hermano es, pues, responsable de la unidad, de la paz de la comunidad, en la medidaen que l se hace ministro de la reconciliacin de Cristo.

    Si nous voulons appeler l'unit visible tous les chrtiens, commenons par nous-mmes,ralisons quotidiennement l'unit en nous et entre nous.Chaque frre est porteur de la mission d'unit, il entrane sur cette voie ceux qu'il rencontreou les retient en arrire (Rgle de Taiz, p. 107).

    5. La alegra de la Reconciliacin

    As como la paz es fruto de la reconciliacin que Cristo nos trajo -siendo l mismo nuestrapaz- la alegra es fruto de esta paz que debe reinar constantemente en el corazn de los monjes.

    Con frecuencia es falsa y errnea la idea que los hombres tienen del monje. Lo imaginansiempre silencioso, agobiado, triste. Muy distinta es la actitud que san Benito quiere de sus monjes.Puesto que deben vivir en paz, no debe haber lugar para la amargura y la tristeza en sus corazones.Es impresionante en san Benito esta exigencia de transfiguracin en tantos captulos de su Regla.

    Refirindose a la actitud de la obediencia -al formular sus cualidades, para que seaverdadera- subraya tambin la alegra pues dice Dios ama a quien da con alegra (cap. 5).

    Al establecer las tareas y funciones de los hermanos en la comunidad, san Benito sepreocupa con frecuencia de que el servicio no sea excesivamente pesado o difcil hasta el punto dequitarles la paz y la alegra.

  • El mayordomo, que tendr mayores ocupaciones con las cosas materiales, deber recibirauxiliares para que cumpla su oficio con nimo sereno (aequo animo, 31, 17). A su vez, l mismo,en sus rdenes y disposiciones para con los dems hermanos, debe preocuparse para no contristar asus hermanos (31, 6). Y si alguno de ellos le pide alguna cosa fuera de lugar, no lo contristemenosprecindole, antes niguela razonablemente y con humildad (31, 7).

    En todas sus disposiciones acerca del orden del Monasterio, san Benito quiere que todo sehaga en horas convenientes, a fin de que nadie se contriste en la casa de Dios (31, 19).

    Con respecto a lo que cada uno debe recibir, el abad debe cuidar de que cada uno tenga loque le es necesario as todos los miembros estarn en paz (34, 5). En todos los trabajos, cudesetambin de que los hermanos dbiles reciban auxiliares, para que no lo hagan con tristeza (35, 3).

    Aun en tiempo de Cuaresma, el trabajo ms intenso de los hermanos, en espritu depenitencia, no los debe oprimir o desanimar:

    A los monjes enfermos o delicados encomindeseles una ocupacin u oficio tal, que niestn ociosos, ni el peso del trabajo les oprima y se vean precisados a abandonarlo. Tenga elabad consideracin a la flaqueza de los tales (48, 24-25).

    Los mismos hermanos, aun cuando necesiten del auxilio de otros, no deben ser exigentes ycaprichosos, hasta el punto de que contristen con sus impertinencias a los hermanos que lesasisten (36, 4).

    Vemos, pues, con qu delicadeza el santo legislador quiere conservar en sus comunidadesun ambiente no slo de paz, sino tambin de serenidad y alegra. No ser este tambin untestimonio vivo del misterio de reconciliacin?

    ... pues Dios tuvo a bien hacer residir en l toda la Plenitud, y reconciliar por l y para ltodas las cosas, pacificando, mediante la sangre de su cruz, lo que hay en la tierra y en loscielos (Col 1, 19-20).

    Mosteiro de Sa BentoSan Pablo - Brasil

    Tradujo: Hna. Ma. Vernica Zavalla, osbAbada de Santa Escolstica