Monsieur François Coty - Mujeres: su gloria y su ruina

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NOVIEMBRE 2013 PLAYBOY 31 30 PLAYBOY NOVIEMBRE 2013 Por SAGRARIO SARAID > Ilustración de EDUARDO BARRAZA A finales del siglo XIX, vivió un socialité y perfumista francés que se valió de sus talentos para que todas las mujeres que deseó se rindieran a sus pies. Sin embargo, sus excesos en la cama le cobraron una factura muy cara aunque terminó creando un imperio que existe hasta hoy: un emporio que distribuye, por cierto, las fragancias Playboy. Monsieur FRANÇOIS COTY su gloria y su ruina NOVIEMBRE 2013 PLAYBOY 31

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noviembre 2013 Playboy 3130 Playboy noviembre 2013

Por Sagrario Saraid > Ilustración de eduardo barraza

A finales del siglo xix, vivió un socialité y perfumista francés que se valió de sus talentos para que todas las mujeres que

deseó se rindieran a sus pies. Sin embargo, sus excesos en la cama le cobraron una

factura muy cara aunque terminó creando un imperio que existe hasta hoy:

un emporio que distribuye, por cierto,las fragancias Playboy.

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na nariz ProfeSional El primer indicio de lo que más tarde se converti-ría en el Imperio Coty sucedió una tarde que an-dando por la calle Monte-Piquet, François visitó a un amigo farmacéutico llamado Raimond Goery, quien casualmente se encontraba creando su pro-

pia agua de colonia. François se entrometió en el proceso para con-cluir que el resultado de Goery no era de su agrado. En un tono de ca-maradería, Raimond retó a Coty a hacerlo mejor que él, propuesta que François aceptó inmediatamente.

Unos días después, François Coty presentó su propuesta a su ami-go. Goery quedó estupefacto por el extraordinario resultado, recomen-dándole inmediatamente que aprendiera el oficio de perfumero en la ca-sa máxima de fragancias, Grasse. Contagiado por el entusiasmo de su amigo y la ilusión de fundar un negocio propio en el cual siguiera satisfa-ciendo el gusto de las mujeres, a las que ya consideraba como una mina de oro, se enlistó en Grasse, donde al cabo de un año se convirtió en un experto. Una nariz profesional.

Ya en 1904 montó su propio laboratorio en su pequeño departa-mento parisino. Entre mezclas y experimentos nació su máxima crea-ción, La Rose Jacqueminot. No obstante él sabía de una manera intui-tiva, sin conocer los términos de mercadotecnia que podemos manejar hoy día, que su fragancia tenía que venderse incluso por la aspiración de poseer una hermosa botella. Así, nada más y nada menos, Baccarat fue el recipiente que contuvo el que se convertiría en el líquido más co-diciado por todas las mujeres de Francia y, más tarde, del mundo. Tam-bién se alió con René Lalique quien creó, además de las escultóricas botellas de sus nuevos perfumes, las etiquetas en un claro art nouveau que definiría su estilo entre letras doradas y texturas florales.

François ya había conseguido colarse entre los personajes desta-cados de Francia, una joven promesa para la perfumería que no le ha-cía mucha gracia a los puristas y perfumeros de tradición. Se cuenta que un día, instalado en los almacenes de Louvre, uno de los lugares más prestigiados y emblemáticos de la época, se hallaba harto de los obstáculos que sus colegas le interponían. Se tomó unos segundos, meditó y de repente lleno de indignación y en un tono de rabieta arrojó los frascos contra el piso rompiéndolos en pedazos provocando que el aroma del perfume se esparciera por todo el almacén, haciendo así que todas las clientas alborotadas y escandalosas comenzaran a pre-guntar qué era esa sofisticada, insólita y deliciosa fragancia. Sonriente François Coty, con su batalla ganada, respondía: Rose de Jacqueminot. La alevosía y ventaja nuevamente brillaban por su presencia.

Sereno, se dejaba halagar por los adornados adjetivos que recibía sobre sus creaciones. Él nunca tuvo que ir a las mujeres, ellas siempre se abarrotaron para llegar a él.

l Primero en ofrecer mueStraS gratiS El “nuevo rico” incomodó a todos los perfumeros de la región, pues su innovadora visión de hacer negocios obligó a todos a moverse de su zona de confort para inmiscuirse en la nueva manera de vender. Coty no sólo innovó en aromas, frascos y

etiquetas; también de él fue la idea de crear paquetes que contuvie-ran crema, perfume y jabón con el mismo aroma de la fragancia en cuestión. Él inició la costumbre de regalar muestras a sus clientas, hi-zo anuncios, carteles, catálogos y revistas. También, aventurado pa-ra su época, fue el primero en dedicar por primera vez un escaparate completo a un solo producto. Un mercadólogo adelantado a su época que se hizo notar incluso desde el momento en que cambió su nombre.

La buena pinta, su labia ya probada, el éxito y el dinero lo convirtie-ron en el hombre más requerido entre las mujeres. Pronto se dejó ver con algunas de sus clientas y no eran secretos los amoríos que tenía con las jovencitas que trabajaban para él en los puntos de venta de las

levoso y ventajoso pueden ser dos de las primeras palabras que de-finen a este caballero de la socialité francesa de finales del siglo XIX y principios del XX. Descendiente de Napoleón Bonaparte, Joseph Marie François Spoturno redujo su nombre, siendo muy joven, a François Co-ty, haciendo uso del apellido de soltera de su madre, a quien él vene-raba tras haberla perdido a temprana edad, y quien lo escribía Coti. Él lo sofisticó aún más convirtiendo la i en y. Coty con Y era más francés, decía él.

Dejó su natal Ajaccio, en Córcega, al reencontrarse con un viejo amigo que había conocido mientras hizo su servicio militar, Emmanuel Arène, un político y escritor que vio en él potencial, visión y sobre todo mucha ambición. Este personaje se convertiría para Coty en un modelo a seguir, involucrándolo en un mundo de poder, diplomacia, negocios y las consabidas amantes que venían por añadidura en el mundo de la política.

El abolengo, los buenos modales y un apellido desvanecido fueron las anclas para el gran personaje que François se construiría sobre sí mismo. Sin embargo, ninguna de estas características le rendían un tributo económico. Deslumbrado por el mundo que Arène le mostraba, Coty se las ingenió para obtener de forma sencilla el dinero inmediato que necesitaba.

De visión aguda supo que las mujeres siempre serían presa fácil pa-ra venderles algún novedoso producto que las hiciera lucir más bellas. Así, mientras trabajaba como secretario de Emmanuel Arène, se daba tiempo de vender accesorios femeninos para las damas de la alta socie-dad francesa, pretexto que le bastó para comenzar a relacionarse con mujeres abandonadas por sus ocupados maridos y a quienes, él, gus-toso y con ánimo de venta, les escuchaba pacientemente para en breve convertirse en su paño de lágrimas y en algunas otras ocasiones en algo más. Pronto era ya el vendedor más recomendado y solicitado entre las señoras parisinas.

Ávido por pertenecer y recuperar el lugar que su familia había ocu-pado en la sociedad francesa, Coty comenzó a codearse con la crema y nata de su país. Pronto tuvo necesidad de fundar su propia familia para adaptarse al protocolo social. A los 26 años, se casó con Yvonne Alexan-drine Le Baron, con quien tuvo dos hijos, Roland y Christiane. Ella era una joven de familia que sin duda cumpliría cabalmente con los deberes que a una dama de la época correspondían. Bonita, joven y de figura estili-zada, Yvonne sería el nombre de la mujer que él pronunciaría hasta los últimos días de su vida. sigue en página 34

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fragancias Coty. Dimes y diretes sobre sus aventu-ras fueron y vinieron. No había mujer que no lo ase-diara para pedir que creara una fragancia exclusiva para ella. Era perseguido y solicitado por un sinfín de damas de todas las edades, tamaños y figuras, que lo buscaban con desesperación. Todas querían ser la nueva musa de Monsieur Coty. Él sólo se daba el lujo de escoger.

Así se erigió el imperio más importante de fra-gancias que haya existido.

Convertido en un magnate, comenzó a despil-farrar su fortuna en propiedades, mujeres y excen-tricidades. Cínico, se regodeaba en ser bien conoci-do por su fama de mujeriego. Sus numerosos amo-ríos, los cuales eran exhibidos públicamente en los diarios liberales con el objetivo de afectar su ima-gen, no hicieron mella en él, sino todo lo contrario. Ellas voluntariamente acudían al llamado aromáti-co de su flautista de Hamelín.

n caStilloPara cada amanteTambién era bien sabido que él hospedaba a sus amantes en el Hotel Astoria de París. Pe-ro entre tantas mujeres, Hen-

riette Daude, una jovencita que fue su empleada en una de las perfumerías y que vivió con todos los lu-jos que mereciera una amante de esa envergadura, fue la consorte principal de Monsieur Coty, además de ser, según se cuenta, la verdadera dueña de su corazón. Henriette le dio cinco hijos a quienes Coty nunca otorgó su apellido.

La fortuna crecía y, Coty, decidido a pasar la historia, se involucró en un nuevo negocio adquiriendo el periódico Le Figaro, un medio de comunicación importante que él sabía que lo colocaría en los cuernos de la luna y mediante el cual podría compartir su visión y filosofía van-guardista para hacer negocios, construir grandes imperios y permear su tendencia política.

Controvertido y anticomunista, se vinculó y participó activamente en la extrema-derecha de Francia. Mostró sus preferencias por movi-mientos nacionalistas y también fascistas. No dudo en hacer pública su admiración por Mussolini. Y en definitiva, su voz, poder y dinero lo colocaron en el ojo del huracán para relacionarse con mandatarios, di-plomáticos, millonarios y los líderes de opinión de la época. Asunto que le fascinaba y le provocaba convertirse en un gran anfitrión.

Hasta entonces, Coty había mostrado que tenía otra debilidad, ade-más de las mujeres y la política, una por la cual también fue objeto de burla entre sus detractores; la adquisición de inmuebles, en su mayo-ría castillos, los cuales remodelaba y temporalmente habitaba o daba, aleatoria y transitoriamente, a sus amantes. Su primera compra impor-tante fue el Château de Longchamp, cerca del Bois de Boulogne. El Lon-gchamp renovado incluía una cúpula de cristal de Lalique y una torre de piedra diseñada por Gustave Eiffel. También, compró el Château d' Ar-tigny, cerca de Tours, y se dedicó a reconstruirlo y a recibir en él a sus filas de nuevos poderosos amigos y a sus amantes en donde, se cuen-ta, organizaron bacanales históricas que duraron días y noches enteras. Vino, comida, mujeres, música, negocios y política reunidos en un solo lugar crearon el mito de las grandes fiestas que daba Monsieur Coty, las cuales cobraron fama y el deseo de muchos por participar en alguna de ellas. Todas las habitaciones del castillo eran ocupadas cuando se da-ban estos festejos. D' Artigny fue su propiedad favorita y en la que pasó los mejores momentos de su vida. Prueba de ello es el gran fresco que

mandó pintar en el que se representa a sí mismo, a sus amigos, sus amantes y, claro, su esposa e hijos legítimos a quien debía darle su lugar en un mural público. También fue propietario de una mansión en la Avenida Rafael, en el Bois de Boulogne. Igualmen-te adquirió El Pabellón de Louveciennes cerca de Saint-Germain. Fue dueño del Château Saint- Hé-lène en Niza, de la Villa Namouna en Beaulieu- Sur-Mer, y Le Scudo en Ajaccio, Córcega.

l derrumbe del imPerioSin embargo, ser alevoso y ventajoso no hacen de un vi-sionario un hombre virtuo-so para preservar un negocio y eso fue el inicio del declive

de las empresas de François Coty. Malas decisio-nes y la confianza en una vida resuelta económi-camente mermaron el olfato que caracterizaba al magnate ante grandes oportunidades de nego-cio. Además su mala administración adquiriendo mansiones palaciegas y majestuosas propieda-des, dando fiestas infinitas, regalos excéntricos a mandatarios, líderes de opinión y amantes fueron disminuyendo los ceros de su fortuna. Generoso, cada mes mandaba un cheque en blanco a toda amante con la que hubiera tenido un hijo ilegítimo para que ésta se despachara personalmente de la cuenta de Monsieur Coty. El tiraje de Le Figaro había pasado de 700 mil ejemplares a apenas 10 mil. La fortuna había disminuido, pero el negocio

de los perfumes aún andaba bien y estaba lejos de llamarse pobre. Los productos Coty habían conseguido internacionalizarse y habían llegado a más 36 millones de mujeres alrededor del mundo.

Pero pese a ello, varios golpes venideros atestaron su ruina. El pri-mero fue la crisis de los años 20. Luego, el sinfín de escándalos que de-bió enfrentar legalmente por haber financiado movimientos fascistas. Denuncias de judíos que lo llamaron antisemita, la manutención de muchas mujeres e hijos ilegítimos, el mantenimiento de sus ostento-sas casas y por último, el golpe letal que provino de su sigilosa y amada Yvonne cuando le pidió el divorcio.

Como él lo había previsto, Yvonne calló recatadamente ante todos los escándalos políticos y líos de faldas en que se vio envuelto. Jamás le molestó en sus tiempos de gloria. Pero antes de llegar a la quiebra, Yvonne, quien bien había aprendido de él, tomó ventaja y pidió el divor-cio. Ella sabía que ganaría más separándose de él que contemplando cómo François Coty acababa con lo que había construido.

Su acuerdo de separación señalaba que Monsieur Coty debería pagar a su ex esposa cuantiosas cantidades de millones de fran-cos que se liquidarían en tres cuotas, sin embargo en 1931 Coty no cumplió con el acuerdo omitiendo el último pago alegando dificul-tades financieras. En un pleito legal, frontal y exhibido a la opinión pública, los tribunales fallaron a favor de Yvonne otorgándole las majestuosas propiedades de François Coty, entre ellas el Castillo d’Artigny, la más querida de sus posesiones y por supuesto la em-presa de perfumería Coty Inc.

Yvonne, la mujer de su vida por el número de años compartidos, se ca-só con Leon Cotnareanu, un hombre más joven que Coty, con quien soste-nía una relación de amantes desde diez años antes del divorcio.

A causa de una neumonía y complicaciones después de un aneu-risma, a sus 60 años, Monsieur François Coty murió solo en 1934 entre escándalos, demandas, traiciones y abandonos.

En 1963, Yvonne vendió Coty Inc.

En México, Coty tam-bién distribuye pro-ductos para hombres como las Fragancias Playboy. La línea la conforman fragancias Playboy ViP, Playboy London, Playboy nue-va york, Playboy Ho-llywood, Playboy ibi-za. Están disponibles en eau de toilette, shower gel, desodoran-te y aftershave, de-pendiendo del produc-to. Cada uno está ins-pirado en un concepto de exclusividad, esti-lo de vida, glamour y personalidad cosmpoli-ta.En resumen, la mez-cla perfecta entre la personalidad de Mon-sieur Coty y el coneji-to sexy de Playboy.

El legadodel maestro