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La ley, la violencia y la interpretaciónEnsayo.

AutorAldo Morello

Resumen Este trabajo aborda las intrincadas relaciones entre ley, justicia, creencia, fuerzay violencia, intentando dar cuenta de cómo opera la interpretación en relación alo real y a la justicia. Pensar y considerar la ley, no como pura forma, sino apartir de su propia inconsistencia y de la falta que también le es inherente. Comoconsecuencia de esto, reflexionar acerca de la interpretación de la ley, a partirdel Psicoanálisis, sopesando el orden de las razones en el juego de relaciones delos conceptos mencionados.

Hay una intrincada relación entre ley, justicia, creencia, fuerza, violencia,que me interesa comentar del texto de Jacques Derrida “Fuerza de Ley”. En unprincipio Derrida analiza algunos fragmentos de Pascal de sus célebres“Pensamientos”, dice Pascal: “Justicia, fuerza. - Es justo que lo que es justo seaseguido, es necesario que lo que es más fuerte sea seguido” “La justicia sin lafuerza es impotente (dicho de otra manera: la justicia no es la justicia, no serealiza, sino tiene la fuerza de ser aplicada; una justicia impotente no es justiciaen el sentido del derecho); la fuerza sin la justicia es tiránica. La justicia sin fuerzaes contradicha porque siempre hay malvados; la fuerza sin la justicia, es acusada.Por tanto, hay que poner juntas la justicia y la fuerza.; y ello para ser que lo quees justo sea fuerte o lo que es fuerte sea justo”. Dice Derrida: “alegando que Pascallas había escrito bajo la influencia de una lectura de Montaigne según la cual lasleyes no son justas en sí mismas, sino que lo son por ser leyes. Es cierto queMontaigne había utilizado una expresión interesante que Pascal retoma para sí yque yo también querría reinterpretar y sustraer a su lectura más convencional. Laexpresión es fundamento místico de la autoridad . Dice Montaigne: _ Ahora bien,las leyes mantienen su crédito no porque sean justas sino porque son leyes. Es elfundamento místico de su autoridad, no tienen otro. El que las obedece porque sonjustas, no las obedece justamente por lo que debe obedecerlas- . Las leyes no sonjustas en tanto que leyes, sigue diciendo Derrida, no se obedecen porque seanjustas sino porque tienen autoridad. La palabra crédito soporta todo el peso de laproposición y justifica la alusión al carácter místico de la autoridad”.

En otro fragmento: “El surgimiento mismo de la justicia y del derecho, elmomento instituyente, fundador y justificador del derecho implica una fuerzarealizativa, es decir implica siempre una fuerza interpretativa y una llamada a lacreencia. La operación que consiste en fundar, inaugurar, justificar el derecho,hacer la ley, consistiría en un golpe de fuerza, en una violencia realizativa y portanto interpretativa”.

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Lo que Derrida plantea es que la fuerza va junto con la justicia, peroacaso ¿la fuerza no contamina la justicia? ¿ Este golpe de fuerza realizativo acasoes puro? Y si es puro, Derrida ¿no termina sosteniendo una dimensión idealistade la justicia? O sea, esta violencia realizativa no se sabe en qué modo deexistencia está prendida, anudada, no se sabe a qué nivel de lo traumático seconcretiza, se modaliza cuando se hace la ley . Pero la ley es inconsistente, de allíla dimensión traumática que podemos pensar desde el psicoanálisis.

Sigue Derrida: “El discurso encuentra ahí su límite, en sí mismo, en su poderrealizativo mismo. Es lo que propongo denominar lo místico. Hay un silencioencerrado en la estructura violenta del acto fundador. Encerrado, emparedado,porque este silencio no es exterior al lenguaje” .

El límite no sólo es su poder realizativo mismo. Hay una zona gris dondeeste silencio no es un silencio limpio, para decirlo de algún modo. Hay unaviolencia fundadora que no elimina cierto resto inasimilable. Tal vez a ese restopodemos llamarlo “injusticia”, que es el punto donde la fuerza contamina a lajusticia. No se trata de que el deseo de justicia desborda a la ley, tal como loplantea Derrida, y ese imposible (la justicia) va haciendo avanzar el derecho.Pensarlo así es pensar la justicia como ideal, o como alteridad absoluta, sindeclinación del Otro.

Derrida ubica a la justicia como excepción al derecho, como por fuera desu economía administrativa y jurídica, observando la lógica del don. Justiciafuera del derecho, no como lo contrario a éste, sino como aquello que el derechoen sus operaciones no reducirá del todo. Pero a esta lógica del don, él la entiendemás allá de todo intercambio, fuera de toda reciprocidad, enfatiza el don comopuro corte, el principio de pérdida pura opuesto al principio de utilidad. Se tratade una crítica al intercambio y reciprocidad que postula el estructuralismo deLévi Strauss. Pero al acercarse al don como pura pérdida, recostándose sobre estelímite, nos lleva a una idea de lo indecidible que se parece más a lo inefable. Porejemplo, dice “…la justicia incalculable ordena calcular”, “… indecidible es laexperiencia de lo que siendo extranjero, heterogéneo respecto del orden de localculable de la regla, debe, sin embargo, entregarse a la decisión imposible,teniendo en cuenta el derecho y la regla”. Entonces, así planteado, la justiciaaparece como algo extranjero, como una exterioridad inefable, que de algunamanera (pero no se sabe cuál) llega a tener efectos en el orden de lo calculable.De este modo escamotea la dimensión del sujeto implicado.

Desde el psicoanálisis podemos pensar que por que se produce unacercamiento inquietante a un nucleo de goce, que surge la ley, en su aspectosubjetivante, como límite, como acto que implica un pasaje de lo real a losimbólico .Tal vez sea el acercamiento a las puertas del infierno, lo que haceposible a la ley y no la justicia en si misma.

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Derrida pone, en el orden de las razones, primero la justicia y luego lasinterpretaciones o los acontecimientos, que se acercan porque están tensionadospor la justicia. Pero ¿no será que primero hay interpretaciones o decisiones queluego reubican el horizonte de la justicia?

Creo que frente a la insistencia de lo real, hay acontecimientos o decisionesque darán forma o cristalizarán cierta fantasmática donde lo justo o lo injustotendrán su lugar. Por lo tanto, la justicia queda siempre relegada a poder serpensada desde una posición fantasmática. Hay antes una dimensión de ladecisión o del acontecimiento que muerde en lo real, como exterioridad - interna,y no simplemente tensionado por la justicia como alteridad absoluta. El salto dela decisión implica pensar en qué punto, también, estamos amarados. Dice M.Heidegger, en “Identidad y Diferencia”: “Extraño salto es el que nos hace ver queno nos detenemos lo suficiente en donde en realidad ya estamos” , no se trata dellugar ideal al cual queremos llegar, sino poder pensar dónde ya nos encontramos.

El vínculo de la ley con lo real se modaliza en cada acto de decisión quepone en juego lo justo y lo injusto desde lo ficcional, pero lo real, en tanto tal, vamás allá de la ley, va a ser causa de acontecimiento, aunque este no sea ideal yalgo del orden del poder permanezca en su seno como un núcleo oscuro, ajeno ala interpretación.

Derrida está pensando en un más allá de las leyes (este exceso de la justiciasobre el derecho y el cálculo), olvidándose del más acá que tiene que ver con elpoder. Es porque la ley es insuficiente que la dimensión del poder esineliminable, y por ello trauma y poder pueden ser articulados. La relación entreBando soberano y Homo sacer tal como lo plantea Agamben en su libro “Homosacer. El poder soberano y la nuda vida” muestra cómo el poder se presenta de lamanera más traumática como un puro exceso donde el sujeto no puede hacernada con ello, dejándolo en una posición de deshecho. Por otra parte lainterpretación de la ley, implica un límite respecto al poder, descompleta al Otroy da lugar al sujeto. l relato de Kafka “Ante la ley” también y a la vez podríallamarse “Ante el poder”.

La violencia del poder, en tanto conservadora de derecho, me arriesgaría adecir, que es el núcleo traumático de la ley, pero a su vez, justamente porque laley es inconsistente es posible que otra violencia aparezca como momentoinstituyente, implique una fuerza realizativa, una fuerza interpretativa, forjadorade derecho. Me estoy refiriendo a lo que Benjamin plantea como la relación entreviolencia fundadora y conservadora de derecho en “Para una crítica de laviolencia”, mostrando de alguna manera cómo el derecho, la ley se concretiza enalgún modo de existencia de goce. La ley no es pura forma, siempre arrastra unaimpureza que la torna otra cosa. Dice Benjamin que “hay algo podrido en el corazón mismo del derecho”, dice quehay una mezcla espectral de dos violencias heterogéneas y va a mostrar que estamezcla se hace patente en la violencia policial. Esta contaminación entrefundación y conservación es algo innoble, es la ignominia de la policía. La

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violencia policial, la policía moderna es estructuralmente repugnante, inmundapor esencia dada su hipocresía constitutiva, su falta de límites. La policía no secontenta, ya hoy en día, con aplicar la ley por la fuerza y así conservarla, sino quela inventa, publica ordenanzas, interviene cada vez que una situación jurídica noes clara para garantizar la seguridad. Es la fuerza de ley. La policía es innobleporque bajo su autoridad se suspende la distinción entre violencia fundadora dederecho y la violencia conservadora. Producto de cierto resto que no se dejaasimilar por la fundación y la conservación, la policía aparece hoy en día encalidad de síntoma. Hay algo de la violencia que es incontorneable, incontrolable.Dice Derrida, refiriéndose a Benjamin: “Por definición la policía está presente oestá representada allí donde haya fuerza de ley. Está presente invisible, a veces,pero siempre eficaz allí donde hay conservación del orden social…el mal de lapolicía es que ella es una figura sin figura, una violencia sin forma. No esaprehensible como tal, en ninguna parte. En los estados llamados civilizados elespectro de su aparición fantasmática se extiende por todas partes”.

Esta violencia fantasmal, esta violencia sin forma es la que está presente enlas novelas de Kafka. No es una violencia que aparezca en estado puro, ya quetoda violencia está mediada por la ley o es una corrupción de la mediación de laley. Pero si el sujeto kafkiano es interpelado por una misteriosa entidadburocrática (Ley o castillo), esta interpelación tiene un aspecto algo extraño, esuna interpelación sin identificación, no nos ofrece una causa con la queidentificarnos (es imposible conocer el objeto de la ley) es el sujeto que buscadesesperadamente un rasgo con el que identificarse. Si no entiende el significadode la llamada del Otro es por que esta violencia fantasmal le impide unainterpretación de la ley. La ley aparece como meramente necesaria, su autoridad,entonces carece de verdad. En cuanto la ley no se funda en la verdad, estáimpregnada de goce.De ese carácter constitutivamente absurdo de la ley, sedesprende que hemos de obedecerla, no porque sea justa o buena, sinosimplemente porque es la ley: esta tautología articula el círculo vicioso de suautoridad. También podría decirse que hay un fundamento fantasmático de suautoridad.

Sólo a partir de la declinación del Otro, en el sentido de su castración, sepuede ir más allá de este fantasma e implica cierta ruptura con esta creencia: laley es la ley, que hace a su modo particular de fuerza de ley.

La ley puede ser interpretada, en tanto el sujeto está forzado a interpretarla ley, no es sólo objeto de la ley. En el forzamiento hay un acto de violencia.Pondría en juego una violencia fundadora que no terminaría de eliminar ladimensión traumática alrededor de la cual el acto de interpretación tiene lugar.

El carácter lacunario de la ley, consecuencia de la declinación del Otro,coloca al sujeto frente a una arbitrariedad que es constitutiva. La interpretaciónimplica un salto que es correlativo de este margen de arbitrariedad y de lavacilación propia del sujeto.

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¿Qué es un salto?. Un salto, tal como lo pensamos en psicoanálisis, es unaapuesta, pero con la siguiente característica: se apuesta entre algo determinado yalgo quizás más valioso, pero totalmente indeterminado. No se trata de unaapuesta entre dos elementos claramente determinados de antemano. Pensar elsalto desde esta perspectiva , es pensar desde una concepción de la libertad queno es la del pensamiento clásico, donde el sujeto está tomado en una lógicabinaria de determinaciones precisadas de antemano, y que para entrar debe optarentre una u otra determinación, donde ambas son simétricas inversas, como elbien y el mal, el cero y el uno, lo negativo y lo positivo. Se advierte que este modode oposición es totalmente especular y conduce a un pensamiento de latotalidad.

La libertad no es ajena a la coacción, a la contricción. Toda elección es, eneste sentido, elección forzada y precisa del salto.

En el caso del relato de Kafka “Ante la ley”, la posición del campesino es lade rehusarse a hacerse cargo de su destinación singular, tal como le dice al finalel guardián: “nadie más podía entrar aquí, porque esta entrada era sólo para ti.Ahora mismo la cierro.” El campesino a lo largo de su vida “no quiso”, “no pudo”dar ese “extraño salto” que implicaría entrar allí dónde uno ya estaba. Se trata detomar posición, de apropiarse singularmente, de interpretar la ley. Lainterpretación de la ley supone poder dar ese extraño para, propiamente, pensardónde ya nos encontramos. No hay el sujeto y la ley enfrente. El campo es de laley y el lugar complicado es la relación entre ésta y el objeto. El objeto es elpunto enigmático de la ley, el punto opaco de ésta. Esa opacidad en últimainstancia es indescifrable, sin embargo, fuerza el descifrado, fuerza alainterpretación.

La distinción entre causa y ley puede dar razón del término “libertad”. Lacausa como objeto es factor de libertad porque la causa tiene la peculiaridadconstrictiva de imponer una “exigencia de trabajo” –en términos freudianos - , endirecciones, en principio indeterminadas. La causa aparece como un factor ajenoa la determinación, comporta algo de lo no fundado, de la excepción a la ley.Entonces el objeto está por un lado dentro de la ley, es el agujero negro de la ley,y al mismo tiempo fuera de ella, sin poder contenerla. Sin embargo no hay objetosin ley. El objeto está situado en exterioridad interna, es a la vez núcleo de la leyy al mismo tiempo la trasciende.

Cuando está en juego el objeto y no “la pura exposición” (no presencia delsujeto) frente al bando soberano, es porque algo del imperativo ha declinado eimplica un llamado performativo, en el sentido de que el objeto pulsa y convocaa un sujeto a dar ese “extraño salto”.

Si hablamos de estructura heterogénea de la ley es porque el objeto, comodijimos, está situado en relación de exterioridad interna. Ubicar la ley desde

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cierta homogeneidad en términos de bando soberano, como plantea G. Agamben,es desconocer esta dimensión del objeto. Así mismo toma la noción de nuda vidacomo pura vida desnuda. El problema es que la vida como pura vida nunca estámás allá del significante. El significante mata, mortifica, nos introduce en lo realde la muerte. Por ello no hay vida desnuda. Desde el momento en que hay unaopción, la vida está marcada por la muerte. Lo puramente biológico estáatravesado por el horizonte de la muerte si es que hay sujeto en juego. Elsignificante ligado a lo real es inconsistente y eso hace a la vacilación propia delsujeto. El sujeto siempre está más acá y más allá del límite, siempre transitandode un lado al otro, sin poder instalarse en él. La vacilación es una debilidad ( yaque la autonomía del sujeto es una ilusión) pero es el único punto en el quealguien puede elegir en el sentido del salto.

Tal vez sea la dimensión de heterogeneidad propia de la ley, lo queinterrumpe todas las teleologías, y hace que no nos situemos, ni en, ni fuera de laley, sino como en el cuento de Kafka, ante la ley . Si pensáramos desde ciertahomogeneidad de la ley, el significante se daría su propia ley. Por lo tanto habríaun predominio del significante sobre lo real, y ahí entraríamos en lasinterpretaciones idealistas que suelen hacerse.

Kant decía que actuar moralmente es actuar “por deber” y no solamente“conforme al deber o a la ley”. La ley moral kantiana compele a obrar conforme auna universalidad que no es determinada de antemano por la ley, sino por cadacual en tanto legislador. No hay un objeto o un bien en primera instancia quesostenga o dé contenido a la ley. En este sentido el sujeto queda confrontado consu propio vacío en tanto debe actuar como legislador universal. Será moral todaacción cuya máxima pueda ser pensada sin contradicción como universal. Así laley se define como pura forma de universalidad. Esto nos conduce al imperativocategórico. La puesta en juego de la ley, como pura forma de ley, pone a cuentadel sujeto una tarea tan vasta y tan pesada que prácticamente lo destruye. Si enKant el sujeto debe hacerse cargo de algo, a título “universal”, la consecuencia esque esa tarea lo impotentiza al máximo. La dimensión sacrificial del síntoma sepuede pensar por esta vía.

Si bien Kant de algún modo preserva el objeto como incógnita, en lamedida en que no le da contenido, éste queda en relación de pura exterioridadrespecto del sujeto, como cosa en sí inaccesible, y no como objeto causa enrelación de extimidad que posibilitaría una apropiación singular del lado delsujeto. Esta apropiación implica que algo se asimila del lado de lo simbólico, peroalgo del orden de lo inasimilable, queda, a pesar del salto. Kant querría que todoquede asimilado desde lo universal y este es un punto de contacto con laperversión. El fantasma perverso supone poder ir mas allá de los límites y en estesentido lograr una completa asimilación del objeto.

BibliografíaFuerza de Ley. Jacques Derrida.

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Para una crítica de la violencia. Walter Benjamin.Deseo de Ley. Primer coloquio internacional.Obras completas. Franz Kafka Identidad y Diferencia. Martín Heidegger.