Motivacion para el aprendizaje, la perspectiva de los alumnos
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FORO EDUCACIONAL N 07
Motivación para el aprendizaje: La perspectiva de los alumnos
Dr, Jesús Alonso Tapia*
RESUMEN
El artículo analiza e interpreta los resultados de varias investigaciones sobre el tema de la motivación de los alumnos y de cómo dicha motivación influye en su perspectiva sobre el modo de actuación de los profesores de educación secundaria y universitaria. Al final queda el desafío de cómo actuar para motivar a los alumnos, en un sistema que favorece resultados de exámenes, más que el deseo de aprender. Posiblemente sea necesario darles información precisa que les permita superar sus dificultades, como también estrategias facilitadoras del aprendizaje, ofrecer programas pertinentes, incluso en algunos casos adoptar la diversificación curricular, en todo caso, el tema queda abierto para ulterior investigación.
Palabras claves: educación/motivación/ pautas de actuación docente
ABSTRACT
This article analises and interprets results from I several studies related to students'motivation and the infiuence of such a factor upon their perspective about secondary and university teachers' educational actions.
At the end, the challenge related to how to act in order to motivate students -in a system which stresses results- more than fostering the wish to learn, rennains. Possibly, it may be necessary to give students precise information about how to overcome learning difficulties, learning strategies, to offer pertinent programs, even in certain cases to adopt curricular diversification. In any case the issue remains open for further research.
Keywords: education/motivation/teaching patterns
*Doctor Profesor Facultad de Psicología, Universidad Autónoma de Madrid. E-Mail: [email protected]
Un problema básico.
Uno de los factores principales que condicionan el aprendizaje es la motivación con que éste
se afronta. Por ello, para facilitar el que los alumnos se interesen y se esfuercen por comprender y
aprender, diferentes investigadores han estudiado los factores de que depende tal motivación y
han desarrollado modelos instruccionales en base a los que crear entornos de aprendizaje que
faciliten que éste se afronte con la motivación adecuada (Alonso Tapia, 1997a; De Corte, 1995; De
Corte y otros, 2003; Pintrich y Schunk, 2002). Sin embargo, la evidencia empírica sobre la efectividad de
las intervenciones basadas en estos modelos no es suficiente. ¿Tienen los distintos componentes de tales
modelos instruccionales los efectos esperados? Teniendo en cuenta la diversidad de alumnos existente, ¿de qué modo afectan a la motivación
de cada uno de ellos? ¿Atribuyen Los alumnos a las distintas pautas de actuación docente que
configuran los diferentes entornos de aprendizaje el mismo valor motivador que les a t r ibuyen
los modelos teóricos? ¿En qué grado la diferente orientación motivacional de los
alumnos previa a la instrucción determina el grado en que ésta, cuando se diseña en
base a los modelos descritos, mejora el interés y la motivación por aprender? Responder
estas cuestiones es impor tan te para poder mejorar la eficiencia motivacional
de los entornos de aprendizaje y ajustarlos a las distintas clases de alumnos. Con
este f in hemos puesto en marcha un programa de investigación, programa cuyos
fundamentos, resultados e implicaciones prácticas se resumen a continuación.
El punto de partida: la motivación de los alumnos, Para poder entender tanto las propuestas de actuación que desde la investigación se
hacen a los profesores como el planteamiento de las investigaciones mediante las que
hemos tratado de dar respuesta a las cuestiones planteadas es preciso, en primer
lugar, conocer qué factores personales condicionan la motivación de los alumnos a la
hora de enfrentarse con las tareas académicas. Sólo conociendo tales factores y sus efectos
es posible determinar qué modos de actuación del profesor pueden crear contextos
máximamente favorecedores de la motivación por aprender.
Como hemos puesto de manifiesto en otros trabajos (Alonso Tapia, 1992a, 1997a, en
prensa a y b) y como señalan otros autores (Covington, 2000; Eccles, Wigfield, 2002;
Eccles, Wigfield y Schiefele ,1998), los alumnos afrontan su trabajo con más o menos
interés y esfuerzo debido a tres tipos de factores:
• El significado que para ellos tiene conseguir aprender lo que se les propone, significado
que depende de los tipos de metas u objetivos a cuya consecución conceden más
importancia.
• Las posibilidades que consideran que tienen de superar las dificultades que conlleva el
lograr los aprendizajes propuestos por los profesores, consideración que depende en
gran medida de la experiencia de saber o no cómo afrontar las dificultades específicas
que se encuentran.
• El costo, en términos de t iempo y es fuerzo, que presienten que les va a llevar
lograr los aprendizajes perseguidos, incluso considerándose capaces de superar las
dificultades y lograr los aprendizajes.
¿Cómo influye en la motivación el significado de la actividad?
Las actividades académicas tienen siempre más de un significado puesto que, como
veremos, contribuyen a La consecución de diferentes metas. Sin embargo, no todas las
metas tienen la misma importancia para cada uno de los alumnos. Esta importancia varía
tanto en función de la orientación personal de éstos como de las distintas situaciones que
afrontan a lo largo de su vida académica. Por este motivo, teniendo en cuenta que las
distintas metas a menudo tienen efectos opuestos sobre el esfuerzo con que los alumnos
afrontan el aprendizaje, parece importante conocer cuáles son tales efectos para así saber
sobre qué metas tratar de influir y cómo hacerlo.
El significado básico que toda situación de aprendizaje debería tener para los alumnos es el
de que posibilita incrementar sus capacidades, haciéndoles más competentes, y haciendo que
disfruten con el uso de las mismas (Dweck y Elliot, 1983; Alonso Tapia, 1997a). Cuando
esto ocurre se dice que el alumno trabaja intrínsecamente motivado (Deci y Ryan, 1985),
siendo capaz de quedarse absorto en su trabajo, superando el aburrimiento y la ansiedad
(Ciskcentmihalyi, 1975), buscando información espontáneamente y pidiendo ayuda si es
realmente necesaria para resolver los problemas que encuentra (Jagacinsky, 1992),
llegando a autorregular su proceso de aprendizaje que, de un modo u otro, llega a
plantearse como el logro de un proyecto personal. Parece, pues, que conseguir que los
alumnos afronten el aprendizaje atribuyéndole el significado señalado tiene efectos
máximamente positivos, lo que plantea la cuestión de saber qué característica debe reunir el
modo en que el profesor plantea la enseñanza para que los alumnos la afronten del
modo indicado. El aprendizaje se realiza, sin embargo, en un contexto social que contribuye a atribuirle
otros significados. El significado más patente es el instrumental. Por ello, esforzarse
por aprender puede ser más o menos interesante dependiendo del significado funcional de
lo que se aprende. Se busca aprender algo útil, si bien la utilidad es relativa: comprender un
principio, resolver un problema, facilitar nuevos aprendizajes, facilitar aprendizajes que
posibilitan el acceso a distintos estudios, al mundo profesional en general y a puestos
específicos de trabajo en particular, etc. Si no se percibe la utilidad de lo que se ha de
aprender, el interés y el esfuerzo tiende a disminuir en la medida en que el alumno se
plantee la cuestión de la utilidad. Por el contrario, en la medida en que se perciban las
múltiples utilidades -a corto y a largo plazo- que puede tener aprender algo, aumenta la
probabilidad de que el interés y el esfuerzo se acreciente (Alonso Tapia, en prensa a y b).
La utilidad del aprendizaje puede ser algo intrínseco al mismo. Así, estudiar facilita la
comprensión de conceptos o procedimientos que, a su vez, facilitan la
comprensión y el aprendizaje de otros más complejos que, por su parte, contribuyen a la
adquisición de capacidades más generales. El esfuerzo y el aprendizaje, sin embargo,
pueden percibirse como útiles porque posibilitan la consecución de incentivos externos al
mismo -recompensas materiales o sociales-. La ausencia de incentivos externos puede ser,
en consecuencia, una causa de la falta de motivación, por lo que en tales situaciones -
cuando el atractivo de una actividad sólo se puede comprobar después de llevar
realizándola cierto tiempo o cuando es preciso alcanzar cierto nivel de destreza
con ella para disfrutar de su realización- su uso parece aconsejable (Eisenberg y
Cameron, 1996; Leeper, Greene y Nisbet, 1973). Sin embargo, el hecho de que para un
sujeto su motivación primaria para aprender dependa de incentivos externos no siempre
tiene efectos positivos (Leeper, Keavney y Drake, 1996; Leeper, 1998). A menudo
contribuye a hacer desaparecer el interés intrínseco que puede tener la realización de
una tarea, haciendo que los alumnos se esfuercen sólo cuando consideran que su
realización les va a aportar algún beneficio externo a la misma.
Las actividades académicas pueden tener, además, otros significados. En los
contextos académicos, tanto la actividad de los alumnos al tratar de aprender como la
consecución o no de los logros perseguidos es objeto de evaluación. Conseguir
calificaciones positivas da seguridad, una seguridad que es básica, razón por la que los
alumnos estudian sobre todo para aprobar (Elton, 1996). La amenaza de notas desfavorables
tiende a hacer que aumente el número de tareas terminadas, pero suele favorecer el
aprendizaje mecánico y memorístico frente a la elaboración de la información que posibilita
un aprendizaje significativo. La amenaza de una evaluación adversa puede que
aumente ciertos rendimientos, pero cualitativamente su efecto sobre el aprendizaje es
negativo.
Ligado a menudo al hecho de la evaluación, la actividad académica cobra significado
favorable en la medida en que los resultados contribuyen a preservar o aumentar la autoes-
tima, y significado desfavorable en caso contrario. No obstante, el hecho de que los
alumnos afronten su trabajo académico atendiendo sobre todo a la posibilidad
mencionada tiende a inhibir actividades como preguntar, participar, etc., que podrían
contribuir a facilitar el aprendizaje, así como a inducir La adopción de estrategias que
garanticen su consecución en vez de otras que podrían facilitar un aprendizaje significativo.
Este efecto se produce tanto más cuanto mayor es el miedo a fracasar, y lleva a los
alumnos a tratar de evitar las situaciones de aprendizaje (Alonso Tapia y Sánchez
Ferrer, 1992; Elliot y Harackiewicz, 1996; Elliot, 1999; Elliot y Covington, 2001).
La actividad académica cobra aún otros significados que pueden influir en el interés y esfuerzo
que los alumnos ponen en aprender. Nos referimos, por un lado, a que sea percibida como algo
que uno elige o acepta de buena gana, no por imposición, o por el contrario, a que sea
percibida como una imposición sin valor personal. Como ya puso de manifiesto de Charms
(1976), trabajar sin sentirse obligado, a ser posible en torno a proyectos de desarrollo
personal que uno elige, o dicho de otro modo, sentir que se actúa de forma autónoma,
controlando la propia conducta, es positivo y facilita la autorregulación, al contrario
de lo que ocurre cuando uno se siente marioneta en manos de las personas que le obligan a
estar en clase. Si un alumno se siente así, obligado, desaparece el esfuerzo y el interés y
aumentan sobre todo Las conductas orientadas a salir como sea de la situación.
Por otro lado, la actividad académica no se realiza de forma impersonal, sino en
un contexto social en que las relaciones entre profesores y alumnos pueden afectar al
grado de aceptación personal y afecto que éstos experimentan de parte de aquellos.
Todo alumno busca sentirse aceptado como es. Por ello, si por la razón que sea un alumno
experimenta rechazo por parte del profesor o, simplemente, que éste prefiere y trata de
favorecer a los demás más que a él mismo, si puede procurará evitar la situación y, si no pue-
de, se sentirá obligado, lo que no favorece en modo alguno su motivación por aprender (Alo-
nso Tapia, 1992-b; en prensa a y b).
El conjunto de consecuencias que se derivan del distinto significado que la actividad
académica puede tener para los alumnos ha llevado a analizar las consecuencias
potenciales que se derivan de sus modos de actuación del profesor en relación con
las distintas metas que persiguen los alumnos para crear entornos de aprendizaje que
estimulen el interés y el esfuerzo de éstos por aprender (Alonso Tapia, 1991,
1997a; Ames, 1992) . No obstante , como señalábamos al comienzo, la motivación
depende no sólo del significado de la actividad, sino también de saber cómo afrontar
las tareas de aprendizaje y, en particular, las di ficultades con que se
encuentran.
¿Cómo influye en la motivación el modo de afrontar la actividad?
A veces no es que los alumnos no aprendan porque no estén motivados, sino
que no están mot ivados porque no aprenden, y no aprenden porque su modo de
pensar al afrontar las tareas es inadecuado, impidiendo la experiencia satisfactoria que
supone sentir que se progresa, experiencia que activa la motivación. El hecho de
que esto ocurra se ve producido de acuerdo con Dweck y Elliot (1983), si el
alumno, al afrontar una tarea, se fija sobre todo en la posibilidad de fracasar en lugar
de aceptarla como un desafío y de preguntarse cómo puede hacerla, se centra en los
resultados más que en el proceso que le permite alcanzarlos y considera los errores
como fracasos y no como ocasiones de las que es posible aprender.
Los dos modos de pensar frente a las tareas que acabamos de describir se aprenden dependiendo, en buena medida, del grado en que los profesores centran su enseñanza no tanto en la evaluación de los resultados conseguidos por los a lumnos cuento en hacerles conscientes de los procesos a seguir para realizar las distintas actividades, algo que depende en buena medida de que modelen los procesos a seguir, de que identifiquen el origen de las dificultades de los alumnos y de que ajusten sus ayudas a las mismas, moldeando progresivamente el aprendizaje mediante una adecuada retroalimentación (Pardo y Alonso Tapia, 1990). Si los profesores actúan de este modo, lo que no parece frecuente de acuerdo con tos datos de Smith (1984) , los alumnos terminan aprendiendo que a pensar se aprende y que con esfuerzo se puede mejorar la propia inteligencia, lo que contribuye a reforzar el modo de a f ront amiento que han aprendido. Por el contrario, la ausencia de una retroalimentación adecuada da lugar a que los alumnos experimenten como insalvables muchas dificultades de las que a menudo no son responsables, con lo que terminan creyendo que el tipo de tareas o estudios en cuestión no son para ellos, creencia que contribuye a mantener el patrón de afrontamiento anteriormente descrito. ¿Cómo influye en
la motivación la percepción del esfuerzo que se ha de hacer?
No hay estudios que aborden sistemáticamente el efecto de la percepción del
esfuerzo a realizar sobre la motivación. Cabe pensar que, dado que el esforzarse conlleva un
componente aversivo -la fatiga, la renuncia a dedicarse a actividades más placenteras, etc.-, a
mayor esfuerzo, menor será la disposición a implicarse. No obstante, también cabe pensar que el
influjo del aspecto negativo del esfuerzo puede reducirse en la medida en que se modifique la
percepción del mismo, algo que puede conseguirse enseñando a los alumnos a dividir las
tareas en pasos y a centrarse en cada uno de ellos, a orientar su atención a los logros que
van consiguiendo más que en el cansancio que se genera, etc. En consecuencia, cabe esperar que
en la medida en que los profesores, mediante las instrucciones, los guiones de trabajo y los
mensajes a sus alumnos contribuyan a modificar la percepción señalada, ayudarán a mejorar la
motivación por aprender.
Papel del contexto instruccional.
Teniendo presentes las implicaciones que se deducen de los hechos descritos, en trabajos
previos (Alonso Tapia, 1991, 1995, 1997a), tras el análisis de la evidencia existente,
hemos propuesto un modelo para el análisis y modificación, en caso necesario, de las pautas
de actuación de los profesores que constituyen los factores contextuales inmediatos que
supuestamente influyen en la motivación de los alumnos por aprender. Los patrones
de actuación a que nos referimos se recogen en el Cuadro 1. Como puede comprobarse,
nuestro modelo estructura los patrones a que debería ajustarse la enseñanza para motivar a
los alumnos en tres momentos a lo largo de la secuencia de aprendizaje:
a) Al comienzo de las actividades de aprendizaje, momento en que los profesores deben activar la
intención de aprender, y en el que es especialmente importante despertar la curiosidad por lo
que se va a enseñar, ayudar a los alumnos a que relacionen el problema a trabajar y los
contenidos a aprender con lo que ya saben y mostrarles para qué puede servir aprenderlo,
generando así el interés por conseguir metas que comportan un desafío favorecedor del
desarrollo personal. Durante las actividades de aprendizaje, presenciales-en clase- o no presenciales -en
casa- momento en que los profesores deben conseguir que la atención de los
alumnos se mantenga focalizada en el proceso y progreso del aprendizaje, más que en
los resultados, para lo que cuentan con las numerosos estrategias aludidas en el
cuadro citado y descritas e ilustradas con más amplitud en uno de nuestros trabajos
(Alonso Tapia, 1997a).
c) A lo largo del proceso de enseñanza-aprendizaje o al fin del mismo, en los momentos
en que se evalúan los logros de los alumnos. Dado el enorme impacto de las situaciones de
evaluación en la motivación y en el modo de afrontar los alumnos en el trabajo
académico, para evitar que tenga impacto negativo se debe tratar de conseguir que su
contexto y diseño reúna las características señaladas, algo a lo que puede contribuir trabajar
de acuerdo con los modelos que hemos expuesto en otro de nuestros trabajos (Alonso
Tapia, 1997b).
Cuadro 1: Pautas de acción docente con repercusiones motivacionales
(Alonso Tapia, 1997a).
Exis ten numerosos apoyos parciales que sugieren que actuar de acuerdo con el
modelo señalado puede ser particularmente efectivo, si bien estos apoyos proceden
en su mayoría de estudios realizados con alumnos de Enseñanza Secundaria (Alonso
Tapia, 1997a). Sin embargo, hay dos aspectos del mismo que son totalmente desconocidos:
• No se conoce la perspectiva de los propios alumnos respecto al valor motivacional de
las diferentes pautas de actuación en que, paso a paso, se traduce la actividad docente. ¿Qué
pautas consideran que influyen positivamente en su motivación por aprender y no sólo por
aprobar?
• Tratar de dar respuesta a la pregunta anterior puede dar lugar a resultados engañosos si no se
tienen en cuenta las diferentes metas con que los alumnos afrontan el trabajo escolar, metas que
pueden hacer que lo que es estimulante para unos, no lo sea para otros. Así pues, ¿de qué modo
las características motivacionales de los alumnos modulan el efecto motivacional de las
pautas de actuación de los profesores?
El punto de vista de los alumnos
Para responder a las cuestiones mencionadas, el modelo recogido en el Cuadro 1 se ha
utilizado como base para el desarrollo de un cuestionario que ha permitido identificar el
grado de interés y de motivación por comprender y aprender -y no sólo por aprobar- que,
de acuerdo con el punto de vista de los alumnos, las distintas pautas de acción docente
despiertan en ellos. Este cuestionario se ha utilizado en varios estudios realizados hasta
ahora dentro del proyecto (Alonso Tapia y López Luengo, 1999; Alonso Tapia, 1999, en
prensa a; Alonso Tapia y Ve lis, 2003; Alonso Tapia y Silva, 2004). En las páginas que siguen
nos referiremos pr inc ipalmente a los dos mencionados en primer lugar, el primero con
441 alumnos de Secundaria y Bachillerato), y el segundo con 1445 alumnos de distintas
facultades y escuelas universitarias, si bien los resultados de los restantes, realizados en
España yen Chile y con alumnos tanto de Secundaria y Bachillerato como de nivel
universitario, han sido semejantes.
Por o t ra par te , en cada estudio los alumnos completaron un segundo cuestionario que
permitía evaluar su orientación motivacional. Con Los alumnos de Secundaria y Bachillerato
se ha utilizado el cuestionario MAPE-2 (Montero y Alonso Tapia, 1992 a, b, c y d) y
con universitarios, el MAPE-3 (Alonso Tapia, Montero y Huertas, 1994). La elección de
estos cuestionarios se hizo porque, aunque no permiten evaluar el grado en que los
alumnos se enfrentan a la actividad escolar preocupados por todas las metas
anteriormente mencionadas, sí proporcionan información sobre las más importantes,
además de proporcionar indicadores de la actitud del sujeto frente a los medios a
poner para alcanzarlas -el esfuerzo- y sobre su respuesta a la presión externa. El
Cuadro 2 recoge la composición de ambos cuestionarios. Aunque no son
idént icos , son muy semejantes, por lo que se han dispuesto en paralelo los aspectos
evaluados para facilitar su comparación.
Para responder a la primera de las cuestiones planteadas se calculó en relación con
cada pauta de actuación la media de las valoraciones realizadas por los alumnos,
media que según el sistema de puntuación utilizado mostraba si la pauta no motivaba
nada (1), si motivaba un poco (2), lo suficiente (3), bastante (4) o mucho (5).
Después, para ver de qué modo las características motivacionales de los alumnos
modulaban el valor motivacional atribuido a las distintas pautas de actuación, se
realizó un estudio de regresión para cada pauta, utilizando éstas como cri terio y
las características motivacionales como predictores.
Cuadro 2: Características motivacionales evaluadas por los cuestionarios
MAPE-2 y MAPE-3.
Cuestionario Mape 2
(Montero y Alonso Tapia,
1992 a, b, c y d)
Cuestionario Mape 3
(Alonso Tapia, Montero y Huertas,
1994)
• Motivación intrínseca.- Moti-
vación a hacer actividades que
satisfacen por sus características
internas -por su naturaleza, por- que
proporcionan comprensión y saber,
etc.-.
• Motivación por aprender.- Interés por
experiencia que se deriva de las
propiedades de la tarea, de
aprendizaje -su novedad, o de las
habilidades y destrezas que
adquirimos al realizarlas-.
• Ambición.- Deseo de l legar
lejos, consiguiendo prestigio,
etc., lo que favorece conseguir la
valoración positiva de los de- más.
No importa tanto el "saber" como el
"logro público",
• Deseo de conseguir el éxito y su
reconocimiento.- Grado en que
experimentamos emociones
positivas tras el éxito público,
experiencia que lleva a buscar
lograrlo, lo que favorece la au-
toestima.
• Miedo al fracaso.- Tendencia a
evitar las situaciones que pueden
dar lugar a una evaluación nega-
tiva de la propia competencia.
Refleja preocupación por posi-
bilidad de perder autoestima.
• Miedo al fracaso.- Tendencia a evitar
las situaciones que pueden dar lugar
a una evaluación negativa de la
propia competencia. Refleja
preocupación por posibilidad de
perder autoestima.
• Motivación externa.- Grado en
que se trabaja o estudia funda-
mentalmente para conseguir un fin
externo a las mismas -notas,
dinero, posición social, etc.-.
• Disposición al esfuerzo.- Ten- dencia
a asumir habitualmente gran cantidad de trabajo, con independencia de la
meta que esté en juego. Modula el
• Disposición al esfuerzo.- Ten-
dencia a asumir habitualmente
gran cantidad de trabajo, con
independencia de la meta que esté • Vagancia.- Tendencia a hacer las cosas sin profundizar en ellas,
frecuentemente sin llegar a ter-
minarlas, tendencia que conlleva
• Desinterés por el trabajo y rechazo
del mismo.- Tendencia a abordar
el trabajo con la sensación de que
va a ser pesado y aburrido por lo • Ansiedad facilitadora del rendi-
miento.- Tendencia a superarse ligada
a la tensión que producen situaciones como preparar un examen o entregar
• Ansiedad facilitadora del rendi-
miento.- Tendencia a superarse
ligada a la tensión que producen
situaciones como preparar un
Valor motivacional de las pautas relacionadas con el comienzo de clases y actividades.
La Figura 1 (más abajo) muestra el conjunto de pautas de actuación que los profesores
pueden utilizar al comienzo de las clases, pautas en relación con las cuales se pidió a
los alumnos que señalasen el grado en que contribuían a estimularles por aprender y no
sólo por aprobar. En todos los casos se esperaba que el impacto fuese positivo, pues
contribuyen a despertar la curiosidad, a mostrar la relevancia de conseguir el aprendizaje
propuesto o a facilitar la comprensión y, con ello, la experiencia de aprendizaje.
Los resultados de los dos estudios realizados pusieron de manifiesto que el que los
profesores o profesoras creen situaciones que sorprenden, planteen problemas que
resulten relevantes , el que señalen expl íc i tamente las metas y objetivos -
generales o específicos- a conseguir con la clase o actividad a realizar o el que
presenten esquemas previos que permitan organizar La información que se va a recibir,
tiene un efecto positivo. Esta tendencia, sin embargo, es más acusada en el caso de Los
universitarios que en el de los alumnos de Secundaria y Bachillerato.
El hecho descrito sugiere que los profesores deberían usar las pautas de actuación indicadas
pues contribuyen positivamente a despertar el interés y la motivación de los alumnos, tal y
como cabía esperar. No obstante, el empleo de las estrategias mencionadas no parece que
tenga el mismo efecto en todos los alumnos, como se deduce de la relación encontrada
entre las características motivacionales de éstos y el valor motivador atribuido a Las pautas
mencionadas. En los dos estudios, a mayor "motivación intrínseca" o "motivación por
aprender", mayor valor positivo se ha atribuido a las características que aparecen en el
gráfico. Igualmente, aunque sólo a nivel universitario, cuanto mayor es el "deseo de
conseguir el éxito y su reconocimiento", mayor es el valor motivacional atribuido al
hecho de plantear situaciones novedosas y problemas capaces de despertar la curiosidad, y el
de señalar las metas y objetivos a conseguir. Por otra parte, a mayor "vagancia" en Secunda-
ria, y mayor "desinterés por el trabajo" y mayor "motivación externa" en los universitarios,
menor valor se atribuye, en general, a las pautas referidas. Y lo mismo ha ocurrido,
pero sólo en la universidad, con el "miedo al fracaso".
En cuanto a los mensajes re lat ivos al valor de trabajar unos determinados
contenidos o realizar unas actividades concretas -mensajes que se dan a menudo antes de
que éstas comiencen- pueden ser de distintos tipos, como se muestra en la Figura 2. Los
resultados encontrados han puesto de manifiesto que el hecho de señalar la
relevancia de la actividad s iempre s e p e r c i b e c o mo p o s i t i v o para la
motivación, tanto en Secundaria como en la universidad, y aproximadamente en
e l mismo grado, s i endo el mensaje más valorado el que hace referencia a que la
actividad a realizar permitirá una mejor comprensión de los conceptos,
pr incipios o teorías a aprender.
S in embargo, como ocurría con las pautas recogidas en la Figura 1, también aquí
las características personales de los alumnos modulan el valor atribuido a los
mensajes de los profesores. En general , a mayor motivación por aprender, mayor
valoración positiva de todos los mensajes excepto los relativos al valor de la
actividad para pasar un examen. Y a mayor vagancia o desinterés y rechazo de la
tarea, menor es la valoración en todos los casos excepto cuando se refieren a los
exámenes. Además, en una universidad, donde también se evaluó la motivación
externa de los alumnos, encontramos que, a medida que ésta aumenta, también lo hace
el valor atribuido a los mensajes relativos al valor de la tarea para pasar un examen o
para conseguir un trabajo, al tiempo que disminuye la valoración de los mensajes
que hacen re fe renc ia a l a posibil idad de incrementar alguna capacidad. Se
trata, como puede deducirse , de resultados que cabía esperar, dada la naturaleza de
las metas consideradas y el contenido de los propios mensajes. En principio, pues,
dado que la mayoría de los mensajes tienen un impacto positivo, conviene
emplearlos todos. Sin embargo, en la conclusión general comentaremos el hecho
de que los mensajes que supuestamente deberían favorecer más la motivación por
aprender tienen un efecto tanto más opuesto al deseado cuanto mayor es el desinterés del
alumno por la tarea.
Valor motivacional de las pautas relacionadas con el desarrollo de las clases.
Durante el desarrollo de las clases son varias las características de la
actividad docente que pueden tener un impacto motivacional, como puede verse en
la Figura 3. Ante todo está la organización y claridad expositiva, clave para que los
alumnos no se queden bloqueados por no entender. A continuación intervienen otras
variables facilitando o dificultando la claridad de la exposición. Primero, el tipo de
vocabulario utilizado, que puede ser más o menos técnico y preciso. Después, el uso de
imágenes y ejemplos, para ilustrar y aclarar los contenidos más abstractos y difíciles de
comprender. Finalmente, el hecho de relacionar los contenidos pertenecientes a
distintos temas así como el de sugerir lecturas complementarias puede contribuir a
una mayor elaboración e integración de los conocimientos, aunque también exige un
mayor esfuerzo por parte de los alumnos.
Los resultados relativos al valor atribuido a las características mencionadas fueron
prácticamente iguales en todos los niveles educativos analizados. Como era de esperar,
el hecho de que el profesor explique de forma clara y organizada y de que utilice imáge-
nes y ejemplos para facilitar la comprensión de lo que explica es considerado por la
mayoría de los alumnos como un factor que contribuye positivamente a su motivación por
aprender. La misma tendencia se observa, pero en este caso sólo de modo claro en
alumnos universitarios, al valorar el hecho de que el profesor relacione unos temas con
otros. Por el contrario, contra lo que habíamos supuesto, el uso de vocabulario técnico -
supuestamente más preciso- es considerado como algo desmotivador. Lo mismo ocurre
con la sugerencia de lecturas complementarias, si bien la valoración de esta característica
sólo es negativa entre los alumnos de Secundaria y Bachiller, siendo neutro su impacto
entre los universitarios.
Es posible que los resultados no esperados correspondientes a las últimas variables
mencionadas se deban a que, aunque pueden posibilitar un mejor y mayor aprendizaje,
conllevan la necesidad de un mayor esfuerzo por parte de los alumnos. En
consecuencia, es posible que en un contexto marcada por la necesidad de superar
evaluaciones a menudo difíciles, la atención de muchos alumnos se oriente hacia el esfuerzo
necesario más que hacia la posibilidad de aprender, orientación que explicaría el resultado
observado.
En cuanto al grado en que las características de los alumnos modulan la valoración que hacen
de las pautas señaladas, a medida que aumenta la "motivación intrínseca" o "motivación por
aprender", tiende a aumentar también la valoración positiva del uso de imágenes y
ejemplos, de la sugerencia de lecturas complementarias y, en el caso de los alumnos de
Secundaria, del uso de vocabulario técnico. La valoración positiva de esta variable también
aumenta a medida en que lo hace la "ansiedad facilitadora del rendimiento". Por el contrario,
a mayor "vagancia" en los alumnos de Secundaria y mayor "motivación externa" en los
universitarios, menor es el valor motivador que se atribuye al hecho de que las explicaciones
estén bien organizadas y sean claras, al uso de imágenes y ejemplos y, en el caso de los
universitarios, a la sugerencia de lecturas complementarias. En los universitarios, además, el
efecto de la variable "desinterés por el trabajo" tiene en la mayoría de los casos efectos
similares a la motivación externa. Finalmente, a medida en que aumenta el "miedo al
fracaso" disminuye el valor motivacional atribuido al uso de vocabulario técnico y a la
sugerencia de lecturas complementarias. Esto ocurre, posiblemente, porque contribuyen a que
las tareas se perciban como más difíciles, lo que incrementa la probabilidad de evaluaciones
negativas. En conjunto, pues, el efecto de las variables motivacionales tiende a ser el que
cabía esperar.
Valor motivacional del estímulo a la participación en clase.
El estímulo a la participación constituye una característica del desarrollo de la clase
cuyo impacto hemos analizado por separado debido a que puede darse bajo diferentes
condiciones, como puede verse en la Figura 4, que pueden afectar a su valor
motivacional. Dado que si el alumno participa se le pueden aclarar dudas,
confirmándole o ayudándole a descartar las ideas que se va haciendo, la participación
puede tener un efecto positivo. Sin embargo, si el profesor "obliga a participar"
preguntando directamente y pidiendo a los alumnos que expongan sus trabajos en clase,
podría desmotivar a los alumnos más tímidos.
Efecto motivacional previsible de la participación y sus distintas modalidades.
En este caso, los resultados difieren en el valor motivador atribuido al fomento de la
participación según se trate de universitarios o de alumnos de niveles educativos inferiores.
Los primeros, tomados en conjunto, consideran claramente desmotivador que el profesor
fomente la participación. La misma tendencia, aunque menos acentuada, se da en
relación con las distintas condiciones que pueden dar lugar a la participación,
exceptuándose el hecho de que el profesor deje intervenir a quien lo desee, que no se
valora ni como positivo ni como negativo. En los alumnos de Secundaria y Bachillerato,
por el contrario, el efecto atribuido tanto al fomento de la participación en su
conjunto como al de las distintas condiciones evaluadas tiende a ser nulo.
Por el contrario, se da un paralelismo prácticamente total en cuanto al efecto modulador
que las características motivacionales de los alumnos tienen en la valoración del
fomento de la participación y de las diferentes condiciones en que ésta puede darse. A
mayor "motivación intrínseca" o "motivación por aprender", más se valora en todos
los casos como factor positivamente motivador del aprendizaje, mientras que a mayor
"miedo al fracaso", ocurre lo contrario. Entre los alumnos universitarios, además, a mayor
"ansiedad facilitadora del rendimiento", mayor valor motivador se atribuye tanto a que
el profesor pida exponer en público como al fomento de la participación en su conjunto.
Por el contrario, esta valoración tiende a ser menor cuanto mayor es la "motivación
externa".
Efecto del planteamiento de clases prácticas y de las características de las mismas.
En clase es frecuente que los alumnos tengan que trabajar resolviendo problemas o
haciendo tareas. En la medida en que esto ocurre, La clase pasa a ser una clase práctica.
Además, una estrategia docente que los profesores emplean con alguna frecuencia es pedir a
los alumnos que preparen una clase de cuyo desarrollo se han de responsabilizar ante sus
compañeros. Como se ilustra en la Figura 5, Las clases prácticas pueden tener diferentes
características que influyen en la motivación de los alumnos. Normalmente estas clases,
que por su desarrollo son también clases prácticas, plantean problemas nuevos a los
alumnos, por lo que suelen constituir un reto que puede llevar al desarrollo de nuevas
competencias. Además, pueden prepararse en grupo, lo que supone en principio la
posibilidad de contrastar puntos de vista y, en consecuencia, de un mejor aprendizaje, si
bien la posibilidad de crítica puede afectar negativamente a la autoestima. También suelen
tener un carácter más informal -menos estructurado, con más participación- que las clases
llevadas directamente por el profesor, y en ellas el trabajo de los alumnos puede ser
valorado y criticado públicamente a lo largo de las mismas por sus compañeros, lo que
puede ayudarle a corregir errores. Por todo ello, en la medida en que todas estas
características contribuyen a facilitar el aprendizaje, cabía esperar que los alumnos
percibiesen el planteamiento de clases prácticas como algo que favorece su interés y su
motivación por aprender. No obstante, este efecto podría verse disminuido por la
posibilidad de crítica a La que antes hemos aludido, razón por la que no era posible
predecir cuál sería el efecto global del planteamiento de clases prácticas sobre la
motivación por aprender. Las suposiciones anteriores no se vieron apoyadas por los datos
en ninguno de los niveles estudiados. Los resultados, tanto en Secundaria como en
La Universidad, han sido casi iguales. Consideradas en conjunto, las clases prácticas son
percibidas motivacionalmente como algo neutro. Por otra parte, si se consideran sus
principales características por separado, los problemas que en ellas se plantean y,
en menor medida, su carácter a menudo más informal que el de las clases teóricas y el
hecho de recibir ayuda del profesor para su preparación tienen un efecto ligeramente
positivo, si bien la última característica solo lo tiene antes de llegar a la universidad. El
resto de las características muestran apreciaciones negativas, como el planteamiento
de las clases práct icas en grupo, o neutras, como ocurre con la posibilidad de que el
propio trabajo sea discutido y criticado en público por los compañeros.
Figura 5:
Efecto potencial del planteamiento de clases prácticas y de sus características sobre la
motivación por aprender
Sin embargo, la percepción del valor motivador de estas clases se halla fuer-
temente mediatizado por las características motivacionales de los alumnos, siendo bastante
parecido el valor modulador de estas variables en los dos niveles analizados. Como en
casos anteriores y como cabía esperar, a mayor "motivación intrínseca" o "motivación por
aprender", se atribuye mayor valor motivador a este tipo de clases tanto en conjunto como
en relación con sus distintas características. El efecto opuesto se da a medida que
aumenta la "motivación externa", la "vagancia" y el "rechazo de la tarea", si bien en este
caso, el efecto no se observa en relación con características como la ayuda el profesor, la
crítica de los compañeros o la mayor informalidad de éstas clases. Por otra parte, a mayor
"miedo al fracaso", menos valor motivador se concede a estas clases y al conjunto de
sus características, aunque sólo entre los alumnos universitarios. La relación, sin
embargo, es positiva cuando lo que se valora es la ayuda del profesor. Entre los alum-
nos de Secundaria, el "miedo al fracaso" contribuye a una valoración negativa y signifi-
cativa de la posibilidad de ser criticado por los compañeros en estas clases, valoración
que, aunque sea bueno para el aprendizaje, cabía esperar.
Efecto del planteamiento de trabajos prácticos y de sus características.
N o e s i n f r e c u e n t e que los profesores pidan a Los alumnos la realización
de trabajos prácticos fuera de Las clases como medio para facilitar la comprensión y el
aprendizaje de los contenidos que han de aprender. Al asignar estos trabajos, los profesores
pueden dar la opción de elegir entre varios trabajos posibles; pueden plantear su realización
en grupo para facilitar la complementariedad de esfuerzos y capacidades y pueden acom-
pañar la propuesta de trabajo de un guión más o menos específico que evite que los
alumnos se queden atascados durante la realización de aquél. Los trabajos prácticos,
especialmente si se realizan en las condiciones señaladas, favorecen el aprendizaje, por
lo que cabe esperar que su propuesta sea percibida por los alumnos como positivamente
mot ivadora . No obs tante , como se muestra en la Figura 6, algunas características que
puede l levar aparejado su planteamiento pueden tener un efecto negativo, lo que pue-
de afectar a la valoración final de su efecto motivacional.
Figura 6:
Efecto motivacional previsto del planteamiento de trabajos
prácticos y de las condiciones del mismo.
Los resultados han respondido sólo parcialmente a nuestras expectativas. La valoración
global del planteamiento de los mismos y de sus características ha sido muy semejante en los
dos niveles analizados. Los alumnos valoran positivamente la realización de trabajos
prácticos, como lo muestran sus respuestas a la pregunta planteada en la primera
parte del cuestionario Sin embargo, las respuestas a Las cuestiones planteadas en La
segunda parte del mismo muestran que esta preferencia no parece deberse al hecho de que
ayuden a aprender o de que faciliten la comprensión de las clases teóricas. También
muestran que el hecho de que los profesores permitan elegir trabajo no es percibido como
algo especialmente motivador entre los universitarios, aunque esta valoración es
l igeramente positiva entre los alumnos de Secundaria y Bachillerato. Finalmente, han
puesto de manifiesto que resulta muy desmotivador el que los trabajos prácticos se planteen
sólo como actividad de aprendizaje sin valor para la nota. En cuanto al hecho de disponer de
un guión abierto, es algo claramente rechazado: los alumnos prefieren un guión detallado.
Este resultado debe considerarse como apoyo a nuestras expectativas iniciales -motivan las
actuaciones que generan la experiencia de progreso o que incrementan las expectativas de
lograrlo-, dado que un guión abierto puede conllevar una delimitación insuficiente de lo que
hay que hacer, y que esta insuficiencia puede dar lugar a que los alumnos se pierdan y no
sepan cómo seguir.
En cuanto al papel modulador de las características motivacionales de los alumnos,
varía ligeramente según sea universitarios o no. En los alumnos de Secundaria y
bachillerato, el grado de "motivación intrínseca" no influye en la valoración que hacen
del hecho de que el profesor plantee trabajos prácticos, aunque si influye en el gusto
por los mismos porque ayudan a aprender y a comprender la teoría, en la preferencia por
guiones abiertos y en que el que no tengan validez para la nota no se considere des-
motivador. Entre los universitarios, a mayor "motivación por aprender", más se valora el
planteamiento de estos trabajos y mayor es el gusto por los mismos, no influyendo la
característica señalada en el resto de las valoraciones. Por otra parte, la "vagancia" en
los alumnos de Secundaria y Bachillerato, y la "motivación externa", el "miedo al
fracaso" y el "rechazo de la tarea" en los universitarios, influyen negativamente en la
valoración motivacional que hacen del planteamiento de trabajos prácticos por
parte de los profesores, así como de la mayoría de las potenciales características de los
mismos incluidas en el estudio. En general, estos efectos responden a lo que cabía esperar.
La valoración claramente negativa del hecho de que los trabajos prácticos no cuenten
para la nota puede que se explique por el gran peso que tiene la evaluación como
condición definitoria de los sistemas educativos. Este peso es particularmente claro en el
nivel universitario, nivel en que también puede que el resultado referido se explique por
las condiciones en que han de realizar los trabajos prácticos, condiciones que
pueden diferir mucho entre facultades y asignaturas. Los alumnos pueden tener que
hacer los trabajos prácticos en un laboratorio, en condiciones y horarios definidos, o
pueden tener que reunirse en momentos y lugares que ellos mismos deben acordar. Esto suele
crear problemas de coordinación. Puede haber, así mismo, problemas de
desplazamiento si Los trabajos han de realizarse fuera del recinto universitario, o
problemas de acceso a La información, como cuando la realización del trabajo depende
de la colaboración de instituciones o personas ajenas a la propia universidad, etc.- Todos
estos factores, unidos al hecho de que toda la actividad universitaria pasa por el filtro de la
evaluación, pueden estar condicionando la apreciación del valor de los trabajos prácticos
para aprender y, en consecuencia, su valoración como elemento motivador.
Efecto de la ayuda del profesor dentro y fuera de clase.
Una de las variables que más positivamente ha sido valorada por tos alumnos por su
efecto positivo sobre la motivación por aprender ha sido el hecho de que tos profesores Les
presten atención dentro y fuera de clase, ayudándoles a superar sus dificultades. Tal vez
este hecho se deba a que la ayuda conlleva tanto la aceptación del alumno -experiencia social
que resulta motivadora-como la facilitación del aprendizaje y el progreso, logros que tienen un
peso motivacional positivo.
Efecto de las pautas de evaluación y del uso de los resultados de la misma.
La Figura 7 recoge algunas de las características de la evaluación que pueden afectar de modo
negativo o positivo a la motivación de los alumnos por aprender, razón por la que se pidió a
los alumnos que valorasen tal efecto. ¿Cómo cabe esperar en concreto que estas
características afecten a La motivación de los alumnos?
En pr incip io , cabe pensar que el hecho mismo de La evaluación, en cuanto
que puede dar lugar a un éxito o a un fracaso, tiene siempre repercusiones
motivacionales tanto por las consecuencias externas del resultado -tener que volver a
estudiar, etc.- como por las implicaciones del mismo para la autoestima. Pero,
además, el modo de plantar las evaluaciones y de dar los resultados, también puede
influir en la motivación, dependiendo de que favorezca el poder aprender de los
errores o, por el contrario, de que subraye las limitaciones de los alumnos, lo que
influiría negativamente en su autoestima. Así, la cantidad de ejercicios de evaluación
-desde un examen único a la evaluación continua- modifica las probabilidades tanto de
aprender a partir de la propia evaluación como de experimentar el éxito o el fracaso
ligado al resultado.
En cuanto al contenido, pensamos que el hecho de que las preguntas o tareas exijan
pensar o de que, por el contrario, puedan resolverse con haber memorizado los temas
o haber aprendido unos algoritmos tampoco es indiferente para la motivación. El uso
de tareas que exigen pensar plantea un desafío interesante del que incluso se puede
ap rende r , pe ro i nc r eme n ta la posibil idad de fracaso, al contrario de lo que
ocurre con el segundo t ipo de tareas. Y lo mismo ocurre según que los profesores
planteen exámenes mixtos -que incluyen distinto tipo de tareas y formatos de evaluación-
o exámenes de un único tipo. Los primeros dan más posibilidades de expresar lo que
uno sabe, pero en caso de fracaso disminuye la posibilidad de disculpa o autojustifi-
cación, al contrario de lo que ocurre en los segundos.
Figura 7:
Efecto motivacional atribuido a las distintas condiciones de la evaluación.
Así mismo, por lo que se refiere al tiempo, el disponer de mayor o menor tiempo
para elaborar la contestación puede tener repercusiones distintas: a mayor tiempo,
más posibilidades de elaboración y autocorrección de la respuesta, pero también de distraerse,
de que surjan dudas y de equivocarse.
Por otra parte, cuando se hacen trabajos en grupo, no es lo mismo considerarlos sólo
como actividad de aprendizaje que, además, calificarles y de que la calificación cuente
para La evaluación final. Cuando cuenta, el impacto motivacional probablemente
sea diferente en función de que la calificación sea buena o mala y del nivel de
competencia de los alumnos, lo que se refleja en que los más competentes reaccionan
rechazando estas prácticas en caso de calificaciones negativas (Johnson y Johnson,
1985).
Finalmente, no parece indiferente dar la nota en público o en privado y que Los
alumnos puedan revisar los exámenes o no. Lo primero porque, dependiendo del
resultado, puede afectar a la imagen pública del alumno, lo que tendría repercusio-
nes sobre su autoestima; lo segundo, porque la revisión proporciona una ocasión para
aprender. En consecuencia, a la luz de los efectos potenciales de todas las condiciones
anteriores que rodean la evaluación, cabe pensar que su repercusión motivacional será
positiva sólo en la medida en que las condiciones presentes maximicen la oportunidad
de aprender y minimicen las consecuencias negativas del fracaso.
Los resultados han sido bastante semejantes en los dos niveles estudiados. La única
excepción es el hecho de que el que la evaluación se realice mediante un único examen es
considerado claramente des-motivador por los universitarios, mientras que es valorado de
forma ligeramente positiva por los alumnos de Secundaria y Bachillerato. Por el contra-
rio, en los dos niveles estudiados, las mismas variables de La evaluación son percibidas
como más desmotivadoras, a saber, la limitación de tiempo en los exámenes, pese a que
la tensión que dicha limitación genera podría facilitar la concentración y el hecho de que el
profesor plantee preguntas que se salgan de lo expuesto en clase y que exijan pensar
porque es difícil anticiparlas. Por otra parte, los alumnos valoran de forma sólo
ligeramente positiva la posibilidad de revisar exámenes, especialmente -si son
universitarios- si la evaluación se realiza en privado de modo que puedan hacerse
preguntas y pedir aclaraciones. En cuanto al hecho de que el planteamiento de
exámenes mixtos -exámenes que incluyen distintos tipos de preguntas o tareas-,
cuando se examinan los resultados del grupo de alumnos en conjunto, no es valorado
ni positiva ni negativamente.
En conjunto, estos resultados ponen de manifiesto que los alumnos t ienden a
rechazar las condiciones de evaluación que minimizan la posibilidad de aprender y
maximizan la de fracasar , lo cual parece lógico.
Finalmente, por lo que al va lor modulador que las características
motivacionales de los alumnos ejercen en la percepción del valor motivador de las
diferentes condiciones y características de la evaluación, los resultados en el nivel de
Secundaria y en la Universidad son bastante semejantes, aunque hay algunas
diferencias que es preciso destacar. En los dos niveles, el rechazo de l examen
ún ico aumen ta en a med ida que aumentan la "motivación intrínseca" o
"motivación por aprender" y el deseo de evaluación positiva. Así mismo, a
medida que aumenta la "motivación por aprender" , se concede más valor
motivacional al planteamiento de exámenes mixtos y a la posibilidad de revisar los
exámenes para aprender. Y a medida que aumenta el "miedo al f racaso" , menor
valor motivacional se concede a que el profesor, con el propósito de hacer pensar,
pregunte sobre aspectos no vistos en clase, que ha sido necesario prepararse de
modo individual.
A medida que aumenta la "vagancia" en los alumnos de Secundar ia , menor va lor
motivador se atribuye al planteamiento de exámenes mixtos y al deseo de revisar los
exámenes para aprender. Este mismo efecto se observa entre los alumnos universitarios
a medida que aumenta su "motivación externa". En cuanto a la evaluación de los
trabajos realizados en grupo, su valoración como elemento motivador aumenta, en los
alumnos de Secundaria, a media en que lo hace el "miedo al fracaso", y disminuye, en los
universitarios, a medida que aumenta el "rechazo de la tarea", la "disposición al
esfuerzo" y la "ansiedad facilitadora del rendimiento".
Implicaciones prácticas Al comienzo de este trabajo nos planteábamos dos preguntas. Primero, si alumnos y
alumnas consideraban que las diferentes pautas de actuación docente propuestas a su consi-
deración favorecían su interés y su motivación por aprender; y, segundo, si el efecto de
las pautas de actuación aludidas estaba mediatizado por las características
motivacionales con que los propios alumnos afrontaban las clases y la actividad
académica. Ambas han recibido una respuesta que apoya, en general, nuestras
expectativas iniciales, si bien es necesario hacer algunas precisiones.
En primer lugar, los resultados han puesto de manifiesto que hay una serie de
características de la acción docente que resultan motivadoras para la mayoría de Los
alumnos de los dos niveles estudiados, con independencia de sus motivaciones personales. Se
incluyen en esta categoría: el uso de situaciones que estimulan la curiosidad; el señalar las
metas y objetivos a conseguir; los mensajes que subrayan la relevancia de la tarea bien
para comprender algún fenómeno, concepto o principio o para adquirir alguna capacidad, así
como para competir en el mundo laboral; el uso de imágenes y ejemplos, el relacionar unos
temas con otros y la ayuda del profesor fuera de clase. Así mismo, merece la pena
destacar por su efecto positivo sobre la motivación el hecho de que el profesor muestre la
utilidad de aprender el contenido, la organización y claridad expositivas y la posibilidad de
revisar la nota en privado para aprender. El uso generalizado de las pautas mencionadas
favorecerá, pues, probablemente, la motivación por aprender de la mayoría de los alumnos.
Los resultados han puesto también de manifiesto que, tanto en Secundaria como en la
Universidad, hay una serie de pautas que el conjunto de los alumnos percibe como
claramente desmotivadoras. Entre éstas pautas cabe destacar el planteamiento de retos, algo
probablemente percibido más como amenaza que como desafío en un contexto marcado por
la evaluación; el uso de vocabulario técnico, probablemente porque se percibe como
vocabulario difícil de comprender, más que como vocabulario preciso y claro; la sugerencia de
lecturas complementarias -quizá porque son percibidas más como un incremento de los
contenidos a asimilar para la evaluación que como una ayuda para la mejora de la
comprensión de aquellos ya explicados; el que los guiones para los trabajos prácticos sean
abiertos y el que estos trabajos no cuenten para la nota; el tiempo limitado en los exámenes,
el que las evaluaciones incluyan tareas que exigen estudiar cosas no vistas en clase y, en los
universitarios, el que haya un único examen, características que hacen que el contexto
académico no se oriente tanto a desarrollar competencias como a superar una situación de
evaluación plagada de dificultades.
El rechazo de las pautas mencionadas sugiere, en principio, que si tales pautas se evitan en la
medida de lo posible, los alumnos se sentirán menos a disgusto, lo que contribuirá a que
pueda aumentar su motivación por aprender. No obstante, en muchos casos es imposible
prescindir de algunas de ellas -el uso en cierta medida de vocabulario técnico y, en la
Universidad, la realización de lecturas complementarias, por ejemplo-. Esto no
significa, sin embargo, que no pueda modificarse su impacto negativo sobre la
motivación. Así, si la actividad docente en su conjunto se orientase en menor medida
a la evaluación y más a facil itar la adquisición de competencias, tal vez algunas de
estas prácticas podrían ser percibidas como positivamente motivadoras. Esta orientación
podría conseguirse modif icando las condiciones de la evaluación para que
resulte menos amenazante , dando tiempo suficiente en los exámenes, evitando
el examen único, ajustando la cantidad de contenidos a lo que razonablemente un
alumno medio puede asimilar dada la carga docente genera l , e tc . En cua lquier caso,
esta posibilidad es una cuestión por investigar.
En tercer lugar, los resultados han puesto de manifiesto dos hechos que merecen
especial consideración. Por un lado, el efecto motivador de l a práct ica
to ta l idad de las pautas de acción docente estudiadas aumenta a medida que alumnos y
alumnas buscan inicialmente aprender más que quedar bien, conseguir aprobar o, en los
universitarios, conseguir metas externas al propio aprendizaje. Este resultado es lógico,
pues las pautas docentes estudiadas están pensadas justamente para estimular este tipo de
motivación, y sugiere que, en tanto que la misma se halla presente en los alumnos en
alguna medida, tales pautas deben utilizarse si se desea est imular el deseo de éstos
por aprender, para lo que pueden ser útiles las directrices que hemos expuesto en
uno de nuestros trabajos (Alonso Tapia, 1997a) y que hemos recogido en el
Cuadro 1.
Por otro lado, pensábamos inicialmente que las pautas de actuación descritas
podrían contrarrestar la influencia de la inconstancia y desinterés de los alumnos
en su aprendizaje porque considerábamos probable que estas características se debieran a
que no veían la relevancia de lo que habían de estudiar y a la falta de experiencia de
progreso necesaria para disfrutar del aprendizaje, algo que las pautas mencionadas
tratan de evitar. Sin embargo, los resultados han puesto de manifiesto que tales pautas
parecen asociadas al efecto contrario. Esto es, a medida que aumenta la "vagancia" en los
alumnos de Secundaria, o la "motivación externa" o el "rechazo de la tarea" en los
universitarios, menos motivador ven el que los profesores actúen creando condiciones
orientadas a facilitar el aprendizaje. Creemos que este resultado tiene implicaciones
distintas según el nivel de los alumnos, por lo que las comentamos por separado.
Implicaciones para los alumnos de Secundaria y Bachillerato.- El hecho que aca-
bamos de referir plantea dos problemas importantes, tanto para la comprensión de los
procesos motivacionales como para la actuación práctica en el aula. Primero, averiguar
de qué depende que numerosos alumnos y alumnas -particularmente los primeros- sean
notablemente inconstantes y vagos al llegar a la Enseñanza Secundaria, y cómo
conseguir -s i es posible- que l leguen a esta etapa escolar con el menor grado
posible de desinterés por el aprendizaje. El segundo problema es más de índole
práctica. Si un alumno llega con un nivel muy bajo de motivación por aprender y, al
mismo tiempo, es vago en el sentido de que tiende a hacer las cosas sin profundizar en
ellas, frecuentemente sin llegar a terminarlas, ¿qué hacer para que se interese por
aprender y para que ponga el esfuerzo necesario para ello?
Para afrontar el primero de los problemas descritos puede ser útil tener en cuenta los
resultados de los estudios sobre la evolución de la motivación de logro revisados por
Veroff (1969) y Stipek (1984).
Estos autores han puesto de manifiesto la existencia de ciertos cambios evolutivos en las
características de la motivación con que los alumnos afrontan las tareas escolares. Entre
estos cambios cabe señalar el que, a medida que los niños se hacen mayores, la aparición
de manifestaciones derrotistas aumenta. Cuando los niños entran en la escuela, tienden a
afrontar las situaciones de aprendizaje con avidez y confianza; el fracaso no suele causarles
problemas emocionales; no parecen preocuparse por la evaluación externa y parecen estar
centrados en el proceso de realización de la tarea. En primero de Primaria, pese a que el
ambiente es más estructurado, el único problema que los alumnos parecen tener es cómo
trabajar independientemente en un entorno estructurado, estando su actividad determinada
más bien por el deseo de contacto con el profesor. El cambio parece tener un momento
crítico que gira en torno a segundo curso de Primaria. Con posterioridad aumentan las
conductas tendientes a la evitación del fracaso, las que definen lo que se conoce como
"desesperanza aprendida", etc. Por ejemplo, aumentan los niños que nunca se ofrecen
voluntarios para responder, que ponen poco esfuerzo en la realización de las tareas o que, si
tienen que escoger entre diferentes tareas, buscan las más fáciles o las más difíciles,
comportamientos que se acentúan al llegar a la adolescencia.
Así mismo, los autores mencionados han puesto de manifiesto que se dan cambios
sistemáticos a medida que los niños crecen en la frecuencia con que los profesores les
dan distintos tipos de información acerca de las tareas que realizan. A medida que
avanza la escolaridad, es mucho más frecuente que profesores y profesoras informen
objetivamente sobre el resultado -está bien o mal- que sobre cómo corregir algo.
Además, los alumnos comprenden mejor las implicaciones normativas de las
calificaciones y se fijan más en ellas, a lo que contribuye la comparación de sus notas con
las de sus compañeros. Cuando esto ocurre, si el sujeto obtiene malos resultados, al
principio suele esforzarse por evitarlos, como ha mostrado Kuhl (1987). Pero si se
repiten, el alumno tiende a centrar su atención en el esfuerzo y agobio que le supone
estar afrontando una tarea que se siente incapaz de resolver, lo que suele hacer que
abandone, si bien esto parece depender de que conozca otros modos de afrontar la tarea o
no. Este hecho, unido al descenso en la atención individualizada que posibilita razonar
con el alumno y corregirle en el proceso que sigue (los niños más pequeños reciben
mucha más información sobre cómo hacer las cosas -"se les lleva de la mano"-,
información que va disminuyendo a medida que avanza la escolaridad), hace que la
experiencia de progreso y las expectativas de aprendizaje de muchos alumnos
disminuyan, disminución que puede estar a la base de las diferencias en la incons-
tancia y profundidad con que se afronta el trabajo escolar. En consecuencia, parece
que una manera de prevenir que los alumnos se conviertan en sujetos inconstantes y
superficiales a la hora de trabajar y que lleguen a autoconceptualizarse como vagos -
lo que conlleva una autoestima generalmente baja- es prestarles mucha más atención
durante el proceso de aprendizaje, de forma que sea posible darles información precisa
que les permita superar sus dificultades y aprender a centrar la atención no en el
esfuerzo que supone la tarea, sino en el proceso que siguen y en tos progresos que van
experimentando.
En cuanto al segundo de los problemas que mencionábamos -qué hacer para motivar a
alumnos de Secundaria que carecen de todo interés por aprender y que afrontan la
actividad escolar con desgana y deseando acabar-, cabe pensar en tres vías de
actuación que probablemente deban coordinarse. Primero, dado que si un alumno o
una alumna no saben como resolver las tareas que se les proponen, su motivación no
aumentará -a veces no es que no se aprenda porque no se está motivado, sino que no se está
motivado porque no se aprende al no saber cómo actuar-, parece necesaria una atención
mucho más individualizada que permita darles las ayudas precisas para afrontar las
dificultades con que se encuentran, moldeando sus modos de pensar, de resolver
problemas, etc. Sin tal ayuda parece difícil asegurar la experiencia de progreso
necesaria para que el alumno inconstante se interese por las actividades escolares. Sin
embargo, a medida que la desidia e inconstancia aumenta, proporcionar ayuda sin más puede
ser percibido como una forma de "forzar" a hacer algo que no se quiere hacer.
Debido al hecho anterior, probablemente sea preciso, en segundo lugar, echar mano de
incentivos externos al propio aprendizaje. De hecho, los principales defensores de tratar de
facilitar el desarrollo de la motivación intrínseca como medio de estimular el aprendizaje
(Leeper, Greene y Nisbett, 1973; Leeper, Keavney y Drake, 1996), tras revisar numerosos
estudios sobre el uso de recompensas han puesto de manifiesto que hay tres situaciones en
las que éstas constituyen el único medio de incentivar al alumno: cuando el interés inicial es
muy bajo, cuando el atractivo de la actividad sólo se puede comprobar después de llevar
realizándola cierto tiempo o cuando es preciso alcanzar cierto nivel de destreza en
ella para poder disfrutar con su realización. No obstante, puede que el uso de refuerzos
externos -por ejemplo, la aplicación de programas de economía de fichas- no sea viable en
estos niveles escolares. Por un lado, su uso generalizado podría minar la motivación
intrínseca. Y, si sólo se usase con estos sujetos, podría ser percibido por los demás como
una práctica discriminatoria.
Por todo ello, puede que sea necesaria una tercera vía de actuación: crear un contexto de
aprendizaje distinto al habitual, que tenga para ellos un significado diferente, más
relevante. Guichard (1993) ha puesto de manifiesto que los alumnos que acumulan una
experiencia de fracaso, no sólo se perciben como incompetentes para la mayoría de los
aprendizajes escolares sino que, además, valoran la escuela como algo inútil y consideran
que la verdadera formación se aprende trabajando, a partir de la experiencia de cada
día. Por ello, puede que sea necesario algo que actualmente se está intentado hacer en
nuestras escuelas: en un primer momento, situar al alumno en un programa de
diversificación curricular más adaptado a él y si esto no es suficiente, en un segundo mo-
mento acogerle en un programa de lo que se conoce como "garantía social", en el que
recibe prioritariamente una formación profesional ligada a la consecución de un
empleo del modo más inmediato posible. En cualquier caso, el problema de cómo motivar a
estos alumnos requiere, como es obvio, ulteriores investigaciones, dado que la clave del
éxito de estos programas está en que se estructuren de modo que los aprendizajes propues-
tos tengan sentido para los alumnos.
Implicaciones para los alumnos universitarios.- En el caso de los universitarios, el
hecho que acabamos de señalar resulta especialmente problemático en aquellos casos en
que los alumnos afrontan los estudios con una motivación básicamente extrínseca y sin
ningún deseo de adquirir las competencias propias de los estudios en que se han matriculado.
Al parecer, tos profesores nos encontramos en un dilema, pues si hacemos lo que parece que
puede favorecer tanto el aprendizaje en profundidad como l a mot ivac ión hac i a el
mismo, éstos alumnos se desmotivan. Es posible pensar que, en este caso, lo mejor es
estimular la motivación por aprender y dejar de lado a aquellos alumnos que se
muevan exclusivamente por metas externas. Sin embargo, en algunos estudios este tipo
de alumnos puede representar un porcentaje alto e incluso mayoritario. Si esta fuese la
situación, ¿habría que adaptar las pautas de enseñanza a lo que, de acuerdo con nuestro
resultados, parece favorecer más la motivación de éstos alumnos, a saber, facilitar la
percepción de que pueden superar fácilmente las evaluaciones con un mínimo de
esfuerzo?
La respuesta a la cuestión anterior es obviamente "no", puesto que nuestra res-
ponsabilidad como profesores al calificar es hacerlo en función del grado de competencias
efectivas adquiridas por los alumnos. En este caso, dado que lo que el alumno busca es
una calificación positiva, deberíamos hacer que ésta sólo pudiera conseguirse demos-
trando un aprendizaje efectivo, algo que probablemente exija que revisemos nuestras
prácticas de evaluación. Si comenzásemos por aquí, cabría la posibilidad de que los alumnos
valorasen positivamente la adquisición de competencias y las prácticas facilitadoras de la
misma, aun cuando lo hicieran no por las competencias en sí, sino por las consecuencias que
no poseerlas supondría para sus metas externas.
Por otra parte, hemos de tener en cuenta que el hecho que estamos comentando -cuanto
más motivación externa, menos motiva hacia el aprendizaje el que el profesor actúe
empleando estrategias facilitadoras del mismo- se ha obtenido en un contexto en el que
los profesores utilizan poco las estrategias docentes a que nos referimos y en que Lo
que cuenta es superar los exámenes. Quizás si, como ya hemos comentado, la actuación
de los profesores se caracterizase por reflejar las pautas docentes referidas, podría
cambiar la valoración de las mismas en los alumnos cuyas metas son inicialmente
externas al propio aprendizaje. Tal vez podría incluso cambiar la propia orientación
motivacional, llegando los alumnos a actuar por el deseo de aprender y adquirir compe-
tencias más que por superar un examen. Sin embargo, como es obvio, esto son sólo hipótesis
que sería bueno intentar poner a prueba, lo que queda para otra ocasión.
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