Mujer Desnuda Leyendo y La Modernidad Reveroniana
-
Upload
marina-reyes -
Category
Documents
-
view
233 -
download
5
description
Transcript of Mujer Desnuda Leyendo y La Modernidad Reveroniana
Mujer Desnuda Leyendo y la Modernidad Reveroniana
Marina Reyes FrancoLic. Historia del Arte
Becaria LIPAC Rojas-UBA, 2010
Ante la riqueza de trabajo y colorido en la sala de la colección permanente en el Museo de
Arte Latinoamericano de Buenos Aires, el trabajo de Armando Reverón puede pasar desapercibido,
pero no habría mayor error que éste. La pintura Mujer Desnuda Leyendo, un óleo sobre tela
completamente desnuda, es decir, sin enyesar, es parte de la producción de dicho pintor venezolano,
hoy en día reconocido internacionalmente cada vez más como un artista moderno de primera
categoría. La obra, un óleo sobre tela fechado alrededor de 1932, pertenece a la serie emblemática
de pinturas blancas realizadas por Reverón en los años 20 y 30. El óleo, podemos presumir que
presenta una escena al interior del Castillete. La pintura, de 78 x 116 cm de dimensión, presenta a
una mujer desnuda recostada de lado en una cama que cruza el lienzo diagonalmente. La mujer
apoya su cabeza sobre su mano para facilitar su lectura de un libro. El título de la pintura, Mujer
Desnuda Leyendo, es completamente descriptivo y lo más probable es que el cuadro obtuvo su
título y fecha una vez éste entró a una colección particular. La pintura es completamente blanca,
salvo por las “sombras” representadas por la tela cruda sobre la que Reverón pintaba. Y es que
Reverón no sólo pintaba en negativo, aplicando blanco en aquellas áreas en que más el sol
iluminaba, sino que éste es el artista moderno del sol de la costa del Mar Caribe. En este desnudo,
como en otras pinturas, Reverón busca plasmar su deslumbramiento por la luz que encontró en
Macuto. Despegando del academicismo, Reverón pudo, en este pueblo en la costa del Mar Caribe,
crear un mundo propio y un método de pintar, basándose en la síntesis de todos los colores de la
luz: el blanco.
Armando Julio Reverón nació el 10 de mayo de 1889 en Caracas, Venezuela, hijo de Julio
Reverón y Dolores Travieso Montilla. Tras el fracaso del matrimonio de sus padres, Reverón es
dejado al cuidado del matrimonio Rodríguez Zocca en Valencia, en el estado de Carabobo. Es allí
donde el joven cursa sus primeros años de estudio y, bajo la influencia de su tío, Ricardo Montilla,
comienza a pintar. Durante su estadía en Valencia, ya entre los 12 y 13 años, es que Reverón sufre
de fiebre tifoidea, sospechosa principal de los problemas mentales que el artista sufrirá más adelante
en su vida.
En 1904 regresa a Caracas con su madre e ingresó a la Escuela de Bellas Artes; es ahí
cuando inicia su contacto con pintores y artistas. En 1911 egresa de la Escuela de Bellas Artes,
obteniendo un grado sobresaliente en el concurso de fin de año, y realiza su primera exhibición,
junto a Rafael Monasterio. Gracias a la intervención de su profesor Antonio Herrera, Reverón
obtiene una beca de la Municipalidad de Caracas para irse a estudiar a Barcelona, donde se inscribe
en la Escuela de Artes y Oficios. Al año siguiente regresa brevemente a Caracas, para luego irse de
nuevo a España, esta vez a la Academia de San Fernando en Madrid. Durante este periodo en
Europa, dice el curador y coleccionista, Alfredo Boulton, “lo que ya conocía, lo que ya había visto,
muy superficialmente, lo que había discutido con sus compañeros en Caracas, se le presentaba de
pronto al alcance de la mirada. Entró en contacto directo con los primitivos flamencos del Prado,
estudió los renacentistas, pero quienes realmente lo deslumbraron fueron Velázquez y Goya.”1 En
1914, durante la Primera Guerra Mundial, viaja a París y Chantilly. Permanece en Francia más de
seis meses conociendo a otros artistas, haciendo dibujos de turistas, pintando al aire libre y
sobreviviendo con trabajo comisionado. El propio Reverón proporciona testimonios encontrados
sobre esta época, ya que en un documento dice que vio a los impresionistas en el museo
Luxemburgo2 y en una entrevista con su psiquiatra en 1953 dice que mientras estuvo en París todos
los museos estaban cerrados3. Si esto es cierto, entonces Reverón solo conoció el impresionismo a
través de reproducciones y colegas, no viendo en persona a los grandes maestros. Más adelante la
guerra obliga a Reverón y otros artistas venezolanos, como Tito Salas y Carlos Otero, a regresar a
España y, eventualmente, a mediados de 1915, Reverón se establece nuevamente en Caracas.
Una vez en la capital venezolana, Reverón se une al ya formado, desde 1912, Círculo de
Bellas Artes, caracterizado por su anti academicismo, y participa de las sesiones de trabajo con
modelo, además de las discusiones sobre arte y literatura. En 1916 llegan a Venezuela los pintores
Nicolás Ferdinandov, y Samys Mutzner, ruso y rumano respectivamente, quienes ejercerían una
gran influencia en la obra pictórica de Reverón y otros artistas del Círculo de Bellas Artes. En
cuadros hechos hacia 1922 se observa la forma de colocar la pasta, especialmente el óleo, muy
característico de los impresionistas franceses de que les hablaba el Mutzner. A esto hay que agregar
la llegada a Venezuela de Emilio Boggio, pintor venezolano que había vivido en Francia durante
muchos años y que traía también su mensaje impresionista. Dicha agrupación quedaría desbandada
en 1917, víctima de la represión gubernamental en el país. Ese mismo año, Reverón sufre su primer
trastorno mental y es diagnosticado con esquizofrenia.4
1 Boulton, Alfredo, “Comentarios en torno a Armando Reverón”, Armando Reverón, La magia solar – Venezuela en México, catálogo de exhibición, Museo Rufino Tamayo, INBA SEP, Museo de Monterrey, septiembre, 1988 – enero, 1989.2 Reverón, Armando, “Testimonio Autobiográfico, c. 1949”, Archivo Boulton, Fundación Alberto Vollmer, Inc. Caracas3 Báez Finol, J.M., Dr. & Reverón, Armando, “Visto por sí mismo”, El Nacional, 16 de marzo, 19534 En otras biografías fechan la primera crisis nerviosa de Reverón en 1933.
Armando Reverón, La magia solar – Venezuela en México, catálogo de exhibición, Museo Rufino Tamayo, INBA SEP, Museo de Monterrey, septiembre, 1988 – enero, 1989.
En 1918, durante el carnaval, Reverón conoce de la será su fiel compañera de vida, Juanita
Ríos5, a quien luego pinta desnuda en varias ocasiones. La conducta de Reverón en los años
siguientes, mudándose de casa en casa y a distintos pueblos, es resultado, en parte de la represión,
pero también es reflejo de su inestabilidad mental. Los tonos azules de las pinturas de esta época
reflejarán la influencia simbolista de Ferdinandov. Mientras tanto, independientemente de los
colores, ya Reverón tenía establecido en su obra sus dos tendencias temáticas: los paisajes marinos
pintados al aire libre y, por otro lado, sus temas figurativos, particularmente el desnudo feminino,
del cual es ejemplo, aunque ya en una época pictórica más madura, Mujer Desnuda Leyendo. El
comienzo del quiebre con la influencia de su colega y mentor ocurre en 1921, cuando Reverón y
Juanita se establecen en Macuto, en el litoral caribeño.
Paulatinamente, la producción pictórica de Reverón se vió cada vez más influenciada por
Macuto y el deslumbrante sol del litoral caribeño. La obra del pintor se inclina a la luminosidad y
las figuras dan paso al paisaje de Macuto. En un lapso de meses se le vio pasar de “La Cueva”, casi
completamente azul, y “La Procesión de la Virgen en el Valle”, pintado en El Valle (Caracas) en
1919, a creaciones – ya en Macuto – como “El bosque de la Manguita”, “Figura bajo un uvero”,
“Los cocoteros”; un grupo de cuadros en que ya estaba planteado el cambio de la paleta. Este
cambio rompe con un estado emocional para entrar en otro en el cual la luminosidad del nuevo
ambiente afecta y modifica totalmente su visión. Después de habitar en varios ranchos, se instaló
definitivamente en uno pequeño, de techo de paja, muy bien aireado y con magnífica luz, en un
sector conocido como Las Quince Letras, por un bar de dicho nombre. Junto a él va también su
modelo, Juanita, una cotorra, dos monos y un perro.6 Allí construyó lo que luego se conocería
popularmente como El Castillete, la residencia y taller del artista hasta su muerte. A lo largo de los
años, Reverón recibió muchas visitas en su casa pues Macuto también tenía un sector donde se
alojaban visitantes de clase alta y el pintor creó fama de ser un talentoso excéntrico y, por lo tanto,
se convirtió en una atracción turística. Reverón se podía ver en El Castillete, con poca ropa, si
acaso alguna, pintando con brochas hechas de pelos, tela y huesos.7 Ese tiempo del blanco se
prolonga durante casi diez años, a partir de 1925-26.
Las notas biográficas de esta época hasta su muerte son a veces contradictorias, a causa de
fechas encontradas en diferentes fuentes bibliográficas. En los años treinta también pierde la
5 El nombre de Juanita aparece en algunas fuentes bibliográficas como Juanita Mota. 6 Pulido, José, “Reverón: El genio humilde de aquel solazo”, BCV Cultural, Año 2, No. 4, 2000. Diccionario de Historia de Venezuela, Fundación Polar, 2da. Edición, 1997.7 Cotter, Holland, Modernist in Loincloth and Feathers, 9 febrero 2007, New York Times
costumbre de fechar las obras, y aunque a veces las pinturas tienen fecha de un día en específico, lo
más probable es que ese sea el día en que se realizó la venta. Sin embargo, sabemos que la
producción de trabajos figurativos incrementó dramáticamente en los años 30, periodo que incluye
la pintura en cuestión, Mujer Desnuda Leyendo. Algo que afecta la producción de Reverón es el
establecimiento, en 1928, de El Miramar, el primer hotel de lujo del área, atrayendo a periodistas y
turistas al Castillete, haciendo que el pintor se convirtiera en la primera atracción turística de
Macuto.8 También, de 1927 al 1933, hace una breve incursión en temas de carácter indigenista
donde retrata a mujeres y posiblemente a sí mismo con plumas. Poco después de esta serie de
pinturas, alrededor de 1932, es que realiza la pintura Mujer Desnuda Leyendo. En este punto en su
práctica, Reverón utilizó a Juanita Ríos y a mujeres locales como sujetos para sus pinturas. En
estos retratos, hechos al interior del Castillete, ya no vemos la misma luz de los paisajes anteriores,
sino que es una luz que se cuela al estudio de Reverón y es esa luz la que circumscribe el acceso
visual a las modelos en sus pinturas, y éste es el caso de Mujer Desnuda Leyendo.
Esta pintura se encuentra en la sala de la colección permanente del MALBA, en el sección
correspondiente a los artistas de las primeras modernidades latinoamericana. La pintura es blanca,
con más intensidad en aquellos lugares del cuerpo, la cama y el libro que reciben con más fuerza la
luz que ilumina la escena desde la izquierda de la figura. Hay que pensar estas pinturas como
negativos de fotografías, con la luz determinando por completo la manera en que serán reveladas
ante nuestros ojos. La mujer, probablemente alguna joven de Macuto, se encuentra acostada con las
piernas recogidas, con una mano sobre el libro que se encuentra a su lado izquierdo, y la otra mano
sostiene su cabeza mientras lee, formando una s. Las pinceladas delatan el dibujo inicial que dio
comienzo a la pintura. Dice Reverón, “para comenzar un dibujo, primero marco los límites de mi
sujeto casi geométricamente, y luego dibujo y dibujo hasta que el sujeto emerge.”9 En Mujer
Desnuda Leyendo, se pueden observar las líneas del dibujo como, por ejemplo, dos semicírculos
que forman la espalda y cadera y nalga de la mujer. También hay varias formas triangulares que
define el contorno de la figura, como el del muslo y pierna superior. Dos más, uno pequeño interior
entre la cabeza y el brazo, y otro exterior, definen la “sombra” del brazo izquierdo de la mujer.
Acercarse a esta pintura es observar una escena de erótica domesticidad. El peso del cuerpo
sobre la cama hace que ésta se hunda, y la posición del cuerpo y la cabeza dan una sensación de
comodidad, suavidad y relajación. Ya que la mujer se encuentra sumida en su lectura, ella no nos
8 Picón-Salas, “Armando Reverón”, Esta luz como para magos, Caracas, Fundación Museo Armando Reverón, 19929 Reverón, Armando, “Untitled Statements”, Readings in Latin American Modern Art, Frank, Patrick, ed., New Haven
y Londres, Yale University Press, 2004, originalmente publicado como “Reverón y su Palabra”, periódico El Nacional, reimpreso en Imágen no. 52, Septiembre 1944. La traducción es mía.
devuelve la mirada, y no está al tanto del voyeur-pintor. De hecho, el punto central y de mayor
brillantez en la pintura es el muslo y nalga de la mujer, enfatizando la sensualidad, mientras que la
cara es una sombra. Reverón pinta a la mujer desde un ángulo inclinado hacia abajo, teniendo
como resultado un sujeto sin sospecha de que está siendo mirado. Sin embargo, no hay nada
siniestro en la mirada, por el contrario, se siente un aire de familiaridad en la pintura, como si se
tratase de un momento en la mirada de alguien que habita el mismo espacio, pasó junto a la cama
mientras la mujer leía. Esta sensación tiene ecos del artículo “Visual Pleasure and Narrative
Cinema”, de Laura Mulvey, que señala que, en el arte, los hombres miran atentamente, mientras que
las mujeres son para ser miradas.10
Sobre el blanco, Reverón decía que “en la paleta, lo único que necesitas es el blanco.” Hay
dos teorías que explican como los colores interactuan unos con otros: la teoría de luz, o aditiva, que
trabaja con la luz filtrada e irradiada, y la teoría de pigmentos, o substracción, que se preocupa por
como la luz blanca es absorbida y reflejada en superficies de color. La teoría aditiva parte del
negro, o la ausencia de luz. Cuando todas las frecuencias de luz visible se irradian en conjunto, el
resultado es luz blanca, como la luz del sol. Esta interacción de color puede ser diagramada con una
rueda de color que incluya los tres colores que los conos, o células fotoreceptoras, del ojo captan:
rojo, verde y azul. Este elemento cromático - el blanco – es una representación luminosa y síntesis
atmosférica. El artista traduce su visión enceguecida de las formas en una sistemática anulación de
los colores hasta llegar a la monocromía que, en el caso del blanco, es la síntesis de todos los
colores, la representación pictórica de su sobrecogimiento ante la luz.
Según Boulton, Reverón,
“en su investigación del efecto de la luz sobre la materia...alcanzó a formular la
observación científica que todo color concluye en el blanco, el cual viene a ser la
suma de todos ellos y más aún en el tórrido sol del litoral de Macuto, donde las
diferentes tonalidades cromáticas pierden, a cierta hora del día -el sol en su zenit-
gran parte de sus valoraciones, llegando a un extremo tal como no se conocía en
pintura su aplicación efectiva y teórica, con el resultado que conocemos y que
Reverón llevó a cabo en diversas etapas de su obra.”
La forma de la pintura dice mucho sobre la transformación de Reverón en estas pinturas
blancas. El material utilizado, la tela o coleto, en su estado natural, es reflejo de la filosofía del
10 Mulvey, Laura, “Visual Pleasure and Narrative Cinema”, Visual and Other Pleasures, Bloomington, University of Indiana Press, 1989
pintor en Macuto y los nuevos rituales que Reverón incorpora en su proceso creativo. En 1944, el
propio Reverón explica porque utiliza la tela de esta manera, diciendo: “cómo tú estás aquí, no me
puedo quitar la ropa. Yo soy la tela, y la tela debe estar desnuda. Yo no acepto la imprimación de la
tela. La tela tiene que estar en su estado natural porque, si se hace la imprimación, toda la intención
se pierde. Una vez preparas la tela, ya la haz pintado.”11 Reverón también incorpora rituales para
antes y durante el momento de la pintura. Edward Lucie-Smith cita, en Latin American Artists of
the 20th Century, a José Nucete Sardi, un amigo de Reverón, que afirma que el pintor se ponía un
cinturón muy apretado a la cintura para prevenir que los impulsos de esa mitad baja de su cuerpo, lo
que él denominaba “zona inferior”, pasaran y llegaran a su tórax y cabeza.
José Nucete Sardi describe el ritual de Reverón así:
“Si no siente ganas de hacer nada, él se soba los brazos con un paño áspero hasta
sangrar. Entonces sale a calentar su vista, llevándola al éxtasis con los colores
brillantes del paisaje soleado que lo rodea Esto es seguido por un baile de colores en
el cual él necesita sentir los colores sintiéndolos, tocando las pinturas antes de
usarlas. El trabaja casi desnudo para prevenir que los colores de la ropa intervengan
entre el trabajo y sus ojos. A veces se amarra sus extremidades para que los
movimientos de reflejo no vayan a sacudir su mano.”12
Según Lucie-Smith, estos ritos han sido comparados con los de tribus indígenas, que tienen
como fin la alteración de la consciencia, e incluso se comenta que Juanita pudo haber sido la fuente
de los rituales, pero estas hipótesis continúan sin probarse.13
La tela, desnuda y sepia, proporciona otra coloración al cuadro y permite una emisión de
calor muy especial, deseando el tacto. No hay violencia en el pincel de Reverón sobre el cuerpo de
la mujer, pero la evidencia de la pincelada hace evidente la mano del pintor y hace pensar en una
persona, cualquiera, que observaba a la mujer. Las pinceladas que definen la figura son mucho más
suaves que las de las paredes de la choza, las páginas del libro, o del acojinado de la cama, donde la
luz se refleja con más fuerza. Para Reverón, el carácter de la pincelada es correlativo a la intensidad
de la luz y sobre qué material se estaba reflejando en la vida real. En ella, el esfumado de la
11 Frank, Patrick, ed., “Untitled Statements”, Readings in Latin American Modern Art, New Haven y Londres, Yale University Press, 2004, originalmente publicado como “Reverón y su Palabra”, periódico El Nacional, reimpreso en Imágen no. 52, Septiembre 1944. La traducción es mía.
12 Lucie-Smith, Edward, “Forerunners and Independents”, Latin American Art in the 20th Century, Londres, Thames & Hudson, 1993, p. 33
13 Lucie-Smith, Edward, “Forerunners and Independents”, Latin American Art in the 20th Century, Londres, Thames & Hudson, 1993, p. 34
pincelada es tal, que la sensualidad de la carne prevalece. La utilización del óleo para realizar esta
pintura contribuye, porque las pinceladas se fusionan, a la luz atmosférica de la escena. Además, en
algunas áreas, finas capas de óleo permiten reflejar el fondo sepia del coleto, produciendo un suave
y radiante efecto. La figura parece disolverse en la atmósfera que la rodea, casi como si tuviera un
velo que en cualquier momento podemos entreabrir para tocarla.
Reverón pintaba al aire libre o, en el caso de la pintura en discusión, dentro de su estudio,
donde la luz se filtraba entre la paja y ventanas. El artista también exhibía sus pinturas al aire libre,
sobre soportes de madera que había construido para ese propósito. En todo caso, la luz bajo la que
se observa hoy en día la pintura de Reverón en el MALBA no guarda relación con la luz en que la
pintura fue concebida originalmente. Aunque la luz blanca natural sería la mejor para observar esta
pintura, los curadores y conservadores en la institución deben evitar el deterioro de la pieza y ese
tipo de iluminación no es permitida. Lo más probable es que la iluminación del MALBA sea con
luces incandescentes, que protegen la obra, pero tienden a favorecer los colores calientes,
resaltándolos. Las luces de halógeno, aunque aún no han sido aceptadas como que no afectan las
pinturas u obras en papel, sería más apropiada para esta pintura, pues le proporcionaría una gran
luminosidad. Si esta pintura se realizó partiendo del deslumbramiento del artista ante sus
alrededores en la costa venezolana, el museo debería trasmitirnos un sentimiento análogo.
Poco después de la realización de esta pintura, en 1933, Reverón sufre una crisis nerviosa.
Continúa pintando al óleo, pero también favorece el papel con pintura en base a cola en la que
disolvía pigmentos industriales o colores de tierra. La coloración lumínica en estas pinturas rápidas
pasa a segundo plano porque el color blanco del papel ocupa el lugar de la pintura blanca que antes
utilizaba sobre la tela en sus pinturas anteriores. Los retratos de visitantes a su Castillete, como
Alfredo Boulton o la coleccionista Luisa Phelps, y otras mujeres de la localidad continúa. En 1940
sufre una nueva crisis mental y comienzan a hacerse más frecuentes los paisajes del puerto de La
Guaira, que revelan el desarrollo de Venezuela como una futura potencia petrolera. Esto marca un
regreso a la utilización del coleto y un énfasis en los marrones, razón por la cual Boulton lo
denominó su periodo sepia. Durante estos años exhibe en París, Chile, la Feria Mundial en Nueva
York, el Ateneo de Caracas, Edgar Anzola hace la primera película sobre Reverón, de la cual habrán
varias, por diferentes personas. Durante este tiempo Reverón continúa la construcción de la muralla
alrededor del Castillete, aislándose más del público. A partir de 1939 incorpora las muñecas y
demás objetos que fue creando, a su vida diaria y a sus pinturas. Los objetos, maravillosos por sí
mismos, pero nunca exhibidos, vendido ni considerados por el propio Reverón como piezas de arte,
eran parte del escenario de las muñecas, a quienes les dedicó su propio edificio dentro del complejo
arquitectónico del Castillete, llamado el Bar de las Muñecas. En 1942 muere su madre, lo cual lo
sume en una depresión de la que emerge construyéndose un mundo alterno en su hogar. En 1945 es
hospitalizado por su condición mental y ya para finales de los años cuarenta, luego de una
efervescencia de autorretratos, la producción de Reverón va decreciendo a la vez que su condición
mental decae. Las muñecas, a quienes Reverón vestía, nombraba e incluso participaban en obras
de teatro, también fueron incorporadas a los autorretratos de la última etapa, llamada expresionista,
de Reverón. De 1948 a 1951 pinta autorretratos en que se observan las muñecas detrás de la figura
del artista, como siempre presentes en su consciencia. En 1953 sufre otro colapso para que debe
recibir tratamiento y regresa a la pintura, ganando el Premio Nacional de Pintura por el Gran
Desnudo Acostado. Al año siguiente, un 18 de septiembre, Reverón muere, víctima de una embolia
arterial. Reverón luego sería sujeto de monografías, reportajes en Venezuela y fuera del país,
inmediatamente coronándolo como el modernista original de Venezuela.
Actualmente, Mujer Desnuda Leyenda pertenece a la colección de Alba de Revenga, quien
la tiene en comodato al MALBA desde el 2006. Este préstamo coincide con el anuncio del Museum
of Modern Art de Nueva York sobre la apertura de una exhibición retrospectiva de la obra de
Reverón. La colección de la Fundación Constantini es una colección privada editada de tal manera
que sea museable, e incluye las estrellas del arte latinoamericano, aunque con notables lagunas y un
claro interés el arte de los artistas del área del Río de La Plata. La pintura discutida se encuentra en
diálogo con otras pinturas representativas de artistas de las modernidades latinoamericanas
tempranas como Tarsila do Amaral, Joaquín Torres-García, Emilio Pettoruti, Rafael Barradas, y Xul
Solar, por nombrar algunos. Reverón es un artista muy conocido en Venezuela, y ha sido incluido
en libros sobre arte latinoamericano publicados en Estados Unidos e Inglaterra, pero cabe señalar
que en dichos textos siempre se comenta que el artista es poco reconocido fuera de su país de
origen. La inclusión de Reverón dentro de los primeros modernos latinoamericanos responde a
varios elementos, incluyendo su participación en el Círculo de Bellas Artes. Según Boulton, los
principios de esta agrupación fueron la base de todo el arte antiacadémico producido en Venezuela.
A pesar de esto, debemos recordar que mientras sus compañeros se rebelaron contra la Academia en
1909, él no se unió a la huelga estudiantil que causó que muchos fueran expulsados de ella. Por el
contrario, gozó de una beca para ir a Europa y estudió con maestros conservadores. Luis Camnitzer
sostiene que el rol y posicionamiento de Reverón dentro del modernismo venezolano no responde a
eventos europeos. En la opinión de Luis Pérez Oramas, curador de una retrospectiva Armando
Reverón: El Lugar de Los Objetos, en la Galería de Arte Nacional en Caracas en el 2001, el
modernismo en Europa cerraba la historia de las tradiciones locales, mientras que Reverón, como
otros artistas latinoamericanos, usó el modernismo para abrirlas. La exhibición de Pérez-Oramas,
para Camnitzer,14 fue memorable porque revelaba un Reverón que escapa las limitaciones de la
historia del arte y la presentación usual de trabajo, que pretendía acomodarlo en ella. Esto, por
supuesto, se refiere a la inclusión de las muñecas y demás objetos del mundo Reveroniano en la
exhibición. El crítico Alfredo Boulton ha clasificado la obra de Reverón en 3 etapas, modelándolas
en los periódos de Picasso, y los nombró periodo azul, blanco y sepia, presentándolos por primera
vez en 1955 en el catálogo de la primera retrospectiva realizada a Reverón en el Museo de Bellas
Artes de Caracas. Otros, incluyendo al historiador Edward Lucie-Smith15, o Juan Calzadilla,
prefieren clasificar las obras temáticamente en desnudos y paisajes. Despés de todo, el llamado
“periodo blanco” también incluye tonos de azul, gris, o incluso amarillo y anaranjado. La pintura
en cuestión, Mujer Desnuda Leyendo, es clasificada por Boulton como parte del periodo blanco de
Reverón. Para Camnitzer, como Pérez-Oramas, estas consideraciones tradicionales catalogan a
Reverón como un post-impresionista, preocupado con la luz y que, dado las fechas en que produjo
sus pinturas, fue un pionero en América Latina.
En años recientes, gracias a la exhibición de Pérez-Orama que destacó los objetos del artista,
y su inclusión en la exhibición Heterotopías, de Mari Carmen Ramírez y Héctor Olea en el Museo
Reina Sofía en Madrid, las razones que hay para considerar a Reverón como un artista moderno se
han expandido. En el caso de Mujer Desnuda Leyendo, pero aún más allá de ella, abarcando todo la
obra de Reverón, el artista recreó la enceguecedora luz de la costa del Caribe, capturando las efectos
desdibujadores de la luz del trópico, simplificando de manera sorprendente la técnica y el uso de las
materias, así como simplificó su vida, y se inserta en las discusiones modernas de la época sobre el
conflicto del hombre y la vida urbana, ofreciendo su solución en la Arcadia privada del Castillete.
14 Camnitzer, Luis, “Martín Ramírez – Armando Reverón”, Art Nexus 6 No. 6 S/N 200715 Lucie-Smith, Edward, Latin American Art of the 20th Century, 1993, Thames & Hudson, Londres
IMAGEN DE REFERENCIA
Fig 1 Armando Reverón, “Mujer desnuda leyendo”, c. 1932, óleo sobre tela, 78 x 116 cm, colección Alba de Revenga, en comodato al Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires