Narrativa pedagógica

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No tengo cuaderno; pero, tengo muchas ganas de aprender Mi nombre es Nelly soy maestra de educación secundaria, el pasado 4 de octubre cumplí 23 años de servicio en la labor docente, estos años me traen a la memoria innumerables y grandes recuerdos cuando inicié mi carrera como profesora, hoy día después de casi la mitad de mi vida en el trabajo pedagógico, puedo contarles lo maravilloso que es ser docente, el estar día a día en contacto con los estudiantes te dejan grandes aprendizajes para ser mejor profesional y lo más importante, ser mejor persona. De las muchas experiencias recogidas he decidido compartir con ustedes una de ellas, la que más me impactó y que estoy segura cambió el rumbo de mi perspectiva de cómo veía la educación y principalmente la enseñanza de la matemática en educación secundaria. Ahí, por el año 1995 cuando recién iniciaba mi carrera como docente nombrada, tuve a mi cargo el dictado del área de matemática para estudiantes del tercer grado de educación secundaria, como todo docente de esos años, a parte de las evaluaciones escritas, prácticas y otros criterios de evaluación que aplicaba, era muy exigente en la presentación del cuaderno, quería que todos los estudiantes tengan un cuaderno bien ordenado, al día con las tareas desarrolladas y bien presentable. Eso para mí significaba la preocupación y dedicación del estudiante por aprender y constituían puntos a favor para aprobar el curso, porque así me habían enseñado en el colegio y en el instituto que me formé como docente; hasta ese momento, todo me había funcionado bien, el estudiante que tenía el cuaderno con esos requisitos, tenía una buena calificación y el que no contaba con él su nota era desaprobatoria; pero, llegó el día - más temprano, que tarde - mi paradigma se rompió. En uno de esos días de revisión de cuadernospara promediar la calificación del primer bimestre, llamé al estudiante de apellido Trancaa mi pupitre para la presentación del cuaderno, él se acercó y con un poco de agresividad me dijo que no tenía cuaderno porque no tenía tiempo para ponerlo al día y que solo escribía en hojas sueltas o cuadernos ya usados de los años anteriores y no podía ponerse al día y tenerlo muy bonito como los demás, con lo cual quedé totalmente sorprendida e inmediatamente le pregunté por qué no tenía tiempo, me respondió con ironía que tenía muchas cosas que hacer; que no tenía cuaderno, pero sí muchas ganas de aprender. En ese momento,

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No tengo cuaderno…; pero, tengo muchas ganas de aprender

Mi nombre es Nelly soy maestra de educación secundaria, el pasado 4 de

octubre cumplí 23 años de servicio en la labor docente, estos años me traen a la

memoria innumerables y grandes recuerdos cuando inicié mi carrera como

profesora, hoy día después de casi la mitad de mi vida en el trabajo pedagógico,

puedo contarles lo maravilloso que es ser docente, el estar día a día en contacto

con los estudiantes te dejan grandes aprendizajes para ser mejor profesional y

lo más importante, ser mejor persona.

De las muchas experiencias recogidas he decidido compartir con ustedes una

de ellas, la que más me impactó y que estoy segura cambió el rumbo de mi

perspectiva de cómo veía la educación y principalmente la enseñanza de la

matemática en educación secundaria.

Ahí, por el año 1995 cuando recién iniciaba mi carrera como docente nombrada,

tuve a mi cargo el dictado del área de matemática para estudiantes del tercer

grado de educación secundaria, como todo docente de esos años, a parte de las

evaluaciones escritas, prácticas y otros criterios de evaluación que aplicaba, era

muy exigente en la presentación del cuaderno, quería que todos los estudiantes

tengan un cuaderno bien ordenado, al día con las tareas desarrolladas y bien

presentable. Eso para mí significaba la preocupación y dedicación del estudiante

por aprender y constituían puntos a favor para aprobar el curso, porque así me

habían enseñado en el colegio y en el instituto que me formé como docente;

hasta ese momento, todo me había funcionado bien, el estudiante que tenía el

cuaderno con esos requisitos, tenía una buena calificación y el que no contaba

con él su nota era desaprobatoria; pero, llegó el día - más temprano, que tarde -

mi paradigma se rompió. En uno de esos días de “revisión de cuadernos” para

promediar la calificación del primer bimestre, llamé al estudiante de apellido

“Tranca” a mi pupitre para la presentación del cuaderno, él se acercó y con un

poco de agresividad me dijo que no tenía cuaderno porque no tenía tiempo para

ponerlo al día y que solo escribía en hojas sueltas o cuadernos ya usados de los

años anteriores y no podía ponerse al día y tenerlo “muy bonito como los demás”,

con lo cual quedé totalmente sorprendida e inmediatamente le pregunté por qué

no tenía tiempo, me respondió con ironía que tenía muchas cosas que hacer;

que no tenía cuaderno, pero sí muchas ganas de aprender. En ese momento,

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pensé dos cosas: si lo hacía por salir del apuro o realmente era cierto lo que

decía, no supe que responder y simplemente lo mandé a sentarse. Al salir del

colegio, ya en el carro mientras viajaba para volver a casa, pensaba cuál sería

el verdadero motivo de esas expresiones, de esa actitud desafiante hacia mí; por

el momento, decidí seguirle el juego y acercarme un poco a él, a la siguiente

clase lo llamé al pupitre y le hice una propuesta, le dije que sí, estaba de acuerdo

que no tenga cuaderno y las tareas las resuelva en hojas o cuadernos que

disponía, pero que cumpliera en los plazos previstos, a lo cual respondió: ¡Ya

profesora!, acompañada de una sonrisa pícara y artera. A la clase siguiente al

revisar la tarea lo hice primero con él ¡oh… Sorpresa!, había hecho la tarea, ¡qué

bueno! Y donde está le pregunté, corrió a su carpeta y sacó una serie de papeles

de bolsa de azúcar, todos ajados y con restos de pequeñas gotas de sangre, ahí

había resuelto los problemas y ejercicios propuestos. Me pregunté ¿y las gotas

de sangre? pasaron mil cosas por mi cabeza, con un poco de temor y pensando

que intentaba burlarse o amedrentarme, comencé a revisar; pero, grande fue mi

sorpresa, constaté que había hecho correctamente toda la tarea, los ensayos

previos y cálculos adicionales estaban a los costados y los resultados, aunque

entre arrugas del papel eran los esperados. Entonces me pregunté ¿En qué anda

este joven?, a partir de ese día decidí dedicarle más tiempo y prestarle mayor

atención; por otro lado, indagué con los docentes que eran del lugar, si sabían

algo sobre el joven; a través de ellos, me enteré que tenía una familia muy

numerosa donde todos los hermanos debían trabajar para mantenerse y

estudiar, en la mañana vendían pollo en el mercado y en la tarde después de

salir del colegio, atendían en la pollería de la hermana mayor. Entonces mientras

no había clientes en la compra del pollo en las mañanas, ellos aprovechaban

para avanzar las tareas, principalmente las de matemáticas porque era lo que

más les llamaba la atención, por ello el tipo de papel que usaban y los restos de

sangre. En ese momento tuve sentimientos encontrados, primero sentí un gran

alivio, porque entendí que no andaba en malas cosas y segundo, me sentí mal

conmigo misma, porque hasta ese instante había enseñado matemática

estrictamente enfocada a desarrollar o explotar el aspecto cognitivo de los

estudiantes y no había reparado en el aspecto emocional, social y económico de

ellos, que muchas veces día a día pasan por dificultades, problemas,

frustraciones y asumen responsabilidades mayores a su corta edad, que muchas

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veces los docentes ignoramos y seguimos exigiendo sin conocer las

necesidades, intereses y características de los estudiantes. A partir de esa

experiencia entendí que, si quiero ser una mejor docente, debo conocer a mis

estudiantes, darles ese apoyo emocional, mostrarles mucho afecto,

principalmente a los adolescentes que presentan comportamientos agresivos, de

timidez o están aislados, no quieren participar en los trabajos en equipo y en

muchos casos refleja en forma negativa en su rendimiento académico. Ahora,

me interesa saber por lo que están pasando, conocer a su familia, conversar de

sus problemas y dificultades, darles confianza, de esa manera sientan que los

docentes nos preocupamos y queremos lo mejor para ellos. Aprendí que la

enseñanza que se realiza con cariño y afecto es la más significativa y duradera.

Todo ello me motivó hacer una maestría en psicología educativa. En la

actualidad si observo ese tipo de comportamientos trato de entender a los

estudiantes, los motivo a involucrarse en los procesos pedagógicos. Asimismo,

voy insertando como temas de estudio los relacionados a la recolección,

procesamiento y análisis de información referentes a autoestima, desarrollo

socioemocional, habilidades sociales, música, moda, entre otros; puedo

asegurar que para los adolescentes son temas de interés, los mismos que se

sienten identificados y a gusto con estas propuestas que son muy importantes

para desenvolverse en el mundo real en su vida cotidiana.

Retomando mi experiencia, culmino este relato con gran entusiasmo,

contándoles que Joel el estudiante que no tenía cuaderno, pero sí, muchas

ganas de aprender, llegó a participar en muchos concursos de matemática,

obteniendo siempre los primeros lugares. En la actualidad es un importante

ingeniero en su ciudad natal Caraz. Con emoción puedo decir que la labor

docente es una tarea que nos da grandes satisfacciones y aprendizajes para la

vida; con conocimiento de causa puedo opinar que en nuestro país existen

personas que tienen muchas carencias socio afectivas, problemas familiares y

necesidades económicas; pero ello, no debe quitarles esas ganas de triunfar.

Para lo cual, la escuela, la familia y la comunidad debemos hacer frente a esos

retos; de lo contrario, nuestra tarea como docentes no tiene sentido.

Esta experiencia me demostró que los maestros somos las personas elegidas

para guiar el camino hacia el logro de los objetivos de los estudiantes, se alcanza

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con afecto, comprensión, entusiasmo y confianza en ellos, no con estrictos

parámetros que a veces nos establecemos, para parecer profesores del área de

matemática muy estrictos y a veces demasiado formales, con esa actitud, solo

logramos intimidar y desmotivar a los estudiantes en el aprendizaje de la

matemática y alejarlos cada vez más de los logros de aprendizaje esperados.

Concluyo esta narración dejando este pequeño mensaje:

“Ser maestro es un privilegio, se enseña y se aprende todos los días, esa es la

mayor riqueza”.

Gracias.

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GALERÍA DE FOTOS – COMPETENCIA ACTÚA Y PIENSA

MATEMÁTICAMENTE EN GESTIÓN DE DATOS E INCERTIDUMBRE

CONOCIENDO LAS MARCAS DE PREFERENCIA DEL PANTALÓN JEAN

Aplicación de la encuesta a estudiantes

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Procesamiento de los datos recogidos

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Cálculo de frecuencias

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Elaboración de gráficos

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Interpretación de los resultados

Trabajo de los estudiantes en el cuaderno

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Trabajo en equipo

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