Narrativas burguesas con(di)vergentes: las ... · Literatura y Comunicación La ... tanto teóricas...
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Actas – V Congreso Internacional Latina de Comunicación
Social – V CILCS – Universidad de La Laguna, diciembre 2013
ISBN-13: 978-84-15698-29-6 / D.L.: TF-715-2013 Página 1
Actas on-line: http://www.revistalatinacs.org/13SLCS/2013_actas.html
Narrativas burguesas con(di)vergentes: las
representaciones de la masculinidad, el honor y el recurso a la violencia en piezas
de la literatura latinoamericana Víctor Hugo Valencia Giraldo - Pontificia Universidad Javeriana Cali -
Resumen: Si la Comunicación como disciplina que interpreta la vida social se
enfoca en los procesos de significación (mismos que están presentes en todos
los actos humanos), es necesario que como campo disciplinar convergente1
aborde las distintas formas de representación que se escenifican en la ciudad,
más aun en un espacio imaginario como lo es Latinoamérica; pletórico de
geografías e historias que han sido registradas por las ciencias sociales (desde
discursos académicos, en el mejor de los casos), o por la prensa (desde el
minutero del acontecimiento, o a veces sólo desde el segundero del suceso).
Sin embargo, han sido pocos los estudios comunicológicos que abordan otras
formas de representar y de narrar… otros discursos que se presentan en
formatos de índole estético/artístico; pero que al igual que lo hace cualquier
plataforma informativa popular o científica, manifiestan situaciones de
significación de hechos y relatos que constituyen representaciones y que
enuncian identidades: la literatura es uno de esos formatos que pueden arrojar
pistas sobre cómo se han presentado, han tomado forma, o se suceden en la
actualidad las representaciones de la masculinidad, el honor, y la violencia
1 Dice Geertz (En: Reynoso, 2008: 63) que dentro de las “verdades” sobre las disciplinas sociales que hoy parecen autoevidentes, está el hecho de que en la actualidad muchos científicos sociales se apartaron de un ideal de explicación de leyes-y-ejemplos (la lógica deductiva de las ciencias, que validaba un tipo de inferencia caracterizada por querer demostrar que algo debe comportarse de una forma determinada), y retomaron (pues a decir de Ginzburg, 2000; el modelo conjetural es anterior a la Modernidad) un ideal de casos-e-interpretaciones (denominado lógica abductiva, y que también fue llamada por Pierce “retroducción” o “hipótesis”); lo que ha traído consigo un giro cultural que Geertz llama la refiguración del pensamiento social.
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juvenil en las ciudades latinoamericanas. Sobre 2 piezas de la literatura
Latinoamérica (con el trasfondo la Buenos Aires de los '20s y la Cali de los
70's) tratará esta ponencia.
Palabras clave: Juventud, Masculinidad, Honor, Representaciones
1. Introducción
Vale decir que el tema del Honor ha sido abordado en la literatura
Latinoamérica mediante la narración de biografías heroicas de aquellos
personajes que actuaban regidos por tácitos acuerdos, que desde la aparición
de la ley como espacio aceptado para dirimir los conflictos empezaron a
languidecer ante el imperial mandato del derecho. Sin embargo, estas eran las
historias que circulaban entre una clase letrada, acogida a la idea de la “cultura
culta” que implanta la modernidad, que tenía entre su principal público
destinatario las élites burguesas habitantes de las nacientes metrópolis
latinoamericanas.
Pero al mismo tiempo, la historia y la sociología (como ciencias sociales
fronterizas), así como la “posmoderna” antropología urbana y los estudios
culturales; han usado el honor como categoría para entender las maneras de
apropiación social de los espacios públicos en las grandes ciudades, desde su
época de masificación y/o densificación [Romero, 1999], pasando por sus
nuevas formas de organización juvenil [Urrea y Quintin; 2000]; e incluso
aportando al análisis de los códigos de honor que esgrimen hoy algunas
organizaciones llamadas sugerentemente culturas juveniles, como por ejemplo
los barristas del fútbol [Garriga-Zucal; 2006]; así como otros tipos de
agrupación (emocional o racional… estable o efímera) [Cerbino; 2006]
[Reguillo; 2000] que casi siempre encuentran sus caracteres identitarios en la
música, el tiempo libre, y en la facticidad de su condición etaria. Casi siempre la
conclusión de este tipo de estudios pasa por explicar cómo la migración
voluntaria (o como en el caso Colombiano, el desplazamiento interno forzado)
ha propiciado encuentros – o desencuentros – culturales en los perímetros de
los grandes centros urbanos del subcontinente, que conducen al
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alinderamiento de facciones que dirimen sus conflictos mediante el uso de la
violencia (en espacios metropolitanos caracterizados por la ausencia de
Estado, y por la preminencia de por lo menos 2 aspectos propios de la tensión
premodernidad/modernidad: 1) la sociedad patriarcal, y 2) la “carencia” –en el
entendido moderno- de instituciones de socialización, como son la educación,
el trabajo y la familia nuclear).
Es la literatura una de las disciplinas que más han contribuido en el
posicionamiento de la Heroicidad popular, encontrándose obras de diverso tipo
inspiradas en personajes de leyenda, como el Evaristo Carriego, o El Sur, Juan
Muraña, El Hombre de la Esquina Rosada, El compadrito, entre otros, de Jorge
Luís Borges2; o El Gaviota, de José Díez-Canseco; o en la poesía de Nicolás
Guillén. Igualmente, el cine ha hecho su parte utilizando intertextualmente las
historias narradas en la literatura o la música popular, o erigiendo nuevos
personajes que se turnan el papel de héroes o villanos de la cinematografía
latinoamericana: desde “El Jaibo” de Los Olvidados de Luís Buñuel (1950),
hasta “Zé pequeño” de la Cidade de Deus, de Fernando Meirelles (2002); se
han recreado las vidas de aquellos que la cultura hegemónica denomina
antihéroes, pero que en las barriadas gozan de estatus y admiración.
Se puede incluso decir que aparece en las letras del cancionero popular, en los
roles importantes de las producciones literarias, cinematográficas y televisivas,
y en otras piezas culturales masivas una distinción importante del concepto de
Honor: entre hombres se lucha por ganarlo o recuperarlo si ha sido maculado…
pero en el caso femenino, es la Honra, no el honor, el motivo de disputa. Como
en Crónica de una muerte anunciada es el varón del hogar el encargado de
lavar la mancillada honra femenina3, logrando al mismo tiempo salvar su propio
2 Es importante aquí decir que Borges no solamente relaciona el honor con los hombres, sino también con la mujer: ejemplo de ello es Emma Zunz, de 1949, quien tiene como móvil de sus actos la venganza por la muerte de su padre. 3 “Bayardo San Román, al devolver a Ángela Vicario la noche de bodas, hace pública la deshonra. A partir de entonces los personajes de la obra actúan bajo el dominio fatal del código de honor. El código establecía que la honra se equiparaba a la vida, y a la menor merma de la misma, seguía la reparación inmediata; determinaba, además, que la reparación tenía que ser desarrollada solamente por aquellos que tenían honra; esto es, los nobles. Había también que matar al agresor fuera quien fuera, salvo que se tratara del rey, en cuyo caso el interés nacional estaba por encima del honor particular”. En: MENDEZ R., H. (1990)
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honor… de ese tipo de historias están llenas las narrativas literarias
latinoamericanas.
Buscará, entonces, esta ponencia hacer un estudio comparativo para dos
ciudades/épocas (Buenos Aires y Cali) desde las representaciones que
propician las narrativas literarias burguesas con(di)vergentes (en los relatos “El
Hombre de la Esquina Rosada”, de J. L. Borges; y “El Atravesado” de A.
Caicedo Estela). La idea, entonces, pasa por estudiar distintos fenómenos que
se entroncan, pero que son clivajes culturales que actúan como factores
direccionadores de las nuevas sociedades que hoy habitan a las dos ciudades
en cuestión: 1) el fenómeno de “plebeyización” de la cultura [Alabarces y
Garriga-Zucal, 2008], entendida a veces como la degradación de la cultura
culta; 2) el de los ethos construidos y defendidos por los jóvenes
marginalizados; 3) el de los textos o lenguajes (poéticos y políticos)
emergentes basados en el ritmo, la prosa, la consonancia y la rima; 4) el de las
vanguardias de significación (reclamadas desde hace décadas por U. Eco,
cuando pedía a gritos guerrillas semiológicas); y 5) el de las inserciones y
reinvenciones de las clases populares en las sociedades normalizadas (sin que
por ello “lo popular” pierda su capacidad impugnadora).
2. Literatura y Comunicación
La producciones literarias como objetos de estudio comunicológico estarían
dentro de lo que Marta Rizo García (2005) llama la dimensión expresiva de los
abordajes de estudio sobre la ciudad que dicha autora propone; mismo que
enfatiza en cómo se presentan, configuran y se transforman las cualidades
estéticas del entorno urbano, pues ellas son asumidas como sistemas de
información que construyen diversas representaciones sociales. A decir de
Rizo García, son del interés de este tipo de investigaciones: las modificaciones
formales y expresivas en el espacio de la ciudad, las manifestaciones artísticas,
el lenguaje coloquial en los diversos mosaicos urbanos, entre otros (p. 199).
Como eje de análisis comunicológico sobre la ciudad, dicha dimensión
expresiva posa su interés en los discursos sociales, aunque también en los
procesos de interacción social que generan las producciones discursivas,
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fusionando la expresión con la interacción, al pretender vincular usos,
apropiaciones y manifestaciones comunicativas de la cultura. (p. 204)
Mucho antes de que apareciera siquiera la idea de una “comunicología”; la
sociología crítica-cultural y los estudios culturales británicos que vieron su luz
durante la segunda mitad del siglo XX, lograron influir y consolidarse en
América Latina, con mayor fuerza en la década de los noventa. Una de las
preocupaciones básicas de los estudios culturales (en adelante, EC) radicó en
establecer relaciones, tanto teóricas como empíricas, entre la cultura y la
comunicación; siendo entonces uno de sus principales aportes al campo de la
comunicación el enfoque cultural del fenómeno comunicativo, que ha dado
lugar a trabajos sobre consumo cultural, identidades culturales, culturas
populares, globalización y desigualdad, entre otros temas. Los EC toman la
ciudad, y en particular “lo urbano”, como escenario de prácticas culturales y
comunicativas, como lugar de encuentros y desencuentros, como construcción
social —y por tanto también mediática—, y como contenedor de luchas
sociales y desigualdad, entre otras.
Son clásicos modernos estudios como el de T. Eagleton (1976) que traza todo
un corolario entre teoría literaria y crítica marxista; la fundacional obra de R.
Williams que propone un Materialismo Cultural (hallado por él en las
producciones de la cultura) para reflexionar acerca de la ideología y su acción
sobre el individuo4; las vertientes anglosajonas de los estudios culturales (más
cercanos, inicialmente, a la crítica literaria que al entendimiento pleno de los
fenómenos del contexto asociado a la producción artística… hoy cada vez más
proactivos en la creación de campo emergentes como la Economía cultural5); o
los recientes intentos por crear epistemes propias, buscando con ello generar
la descolonización de los paradigmas conceptuales eurocentristas, y darle al
tiempo un estatuto científico (a pesar que esa mención también es
4 Juan José Hernández Arregui (2005) le ha dado continuidad a esta idea sobre la base – debatible, pero firme – de un “Imperialismo cultural” en la literatura Latinoamericana y, principalmente, argentina. 5 Ver: Grossberg, Lawrence (2012). Estudios culturales en tiempo futuro: cómo es el trabajo intelectual que requiere el mundo hoy. Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores.
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hegemonizante) a los saberes ancestrales de las comunidades locales
tradicionalmente excluidas en la relación centro-periferia6.
Por esa misma razón, y en el intento de trazar distintos puntos de encuentro, se
hace una propuesta que refiere la necesidad de entroncar a la cultura “culta”
burguesa (la literaria e ilustrada) con la cultura “popular” masiva7: ambas como
formas narrativas que discurren por las orillas de las ciudades, que utilizan un
narrador testigo, un lenguaje de la cotidianidad del arrabal, unas referencias
geográficas divisables, que crean o recrean símbolos trascendentales pero que
se transforman o adaptan a las nuevas realidades urbanas8. Los libros que
narran a Buenos Aires y a Cali, o aquellos que tienen a dichas ciudades como
su inspiración, posicionan a la cultura – cualquiera de ellas9 – como categoría y
como dominio, con consecuencias reales para los modos en que las personas
viven y producen su “modernidad” [Grossberg, 2012].
Por las razones antes expresadas, no son casuales los periodos escogidos
para la selección criteriosa de las distintas fuentes secundarias de este estudio,
6 Ver: Lander, Edgardo (1993). La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales - Perspectivas Latinoamericanas. ISBN 950-9231-51-7. Buenos Aires, CLACSO. 7 Dicha cultura popular no solamente está referida a la presencia de unos medios industriales, como la televisión, la radio o la prensa popular; sino que encuentra sus discursos en otras formas culturales (también industriales, aunque no siempre masivas) productoras de identidades que subyacen a su época y se vuelven representativas del lugar que las origina o las apropia. La literatura es ahora la excusa de este estudio, pero en Buenos Aires el Tango, y en Cali la Salsa (o lo que será muy pronto la cumbia villera en Argentina y la música urbana en Colombia – principalmente rap y reguetón) son manifestaciones reales de estas “emergencias” de la plebeyización cultural que caracteriza hoy a los centros urbanos en Latinoamérica. En futuros estudios se espera abordar dichas manifestaciones. 8 Tiempo y tinta han pasado entre el compadrito borgeano, o el Juan Nadie (1954), de Miguel D. Etchebarne; quien alcanzó a advertir que la novelesca citadina es – cuando recrea con propiedad un ambiente - una “fuente viva de conocimiento de épocas y tipos”. Antes que Etchebarne, B. Gonzalez Arrili había opinado en la prolepsis de su Calle Corrientes – entre Esmeralda y Suipacha : “Se equivoca, de todos modos, quien pretende: - conocer mi ciudad con una guía de calles, - interpretarla de manera erudita, con reflexiones asentadas en el conocimiento mediato o inmediato de otras ciudades, - valorar a sus hombres por el cómputo proporcionado por los textos de historia… Porque – ni las calles nacen y mueren donde las guías lo indican, - ni Buenos Aires tiene cosa que ver con otras ciudades, como no sea casualmente, - ni los hombres de ahora tienen mayor punto de contacto con los hombres de antes, no pareciéndose en casi nada” (p. 7). Después que ambos, Ernesto Goldar – entre muchos más - en su Mala Vida (Centro Editorial de América Latina, 1971) describe muy bien cómo operaba el prostibulario bonaerense a finales de siglo XIX y comienzos del XX, el cual era recurso expedito de efectivo entre rufianes, malevos y/o caftens (p. 20). 9 Don Mitchell (citado por Grossberg, 2012) afirma que “no hay nada que [desde el punto de vista ontológico] podamos llamar cultura” (p. 206).
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coinciden10 con la época considerada como el inicio de la Modernidad en cada
caso: una modernidad a todas luces ambivalente pues mientras que las
vanguardias literarias (tanto las de Borges, en las primeras décadas del Siglo
XX, como la de Caicedo, a comienzos de los ’70) veían una ciudad que luego
narraban en sus producciones artísticas, al tiempo (y esto sí es un hito que se
sucede de forma paralela, en la espacialidad y la temporalidad de la Cali de las
3 décadas subsiguientes; y en la Buenos Aires del ‘20 al ‘50) se sucedían otras
narraciones simultáneas asociadas más cercanamente al latir de corazones del
vulgo, como lo han sido el Tango y la Salsa; pero también objeto de encanto y
admiración por los escritores burgueses aquí propuestos – o, por lo menos,
presentes en las piezas que integran el corpus a analizar. Sin embargo, la
Salsa en Cali y el Tango en Buenos Aires serán objetos de futuros estudios
bajo esta misma perspectiva de reconocer las representaciones de ciudad que
defienden las narrativas consignadas en piezas o productos culturales.
El registro de “lo urbano” es otra consideración a anotar: tanto Caicedo como
Borges encuentran como lugar de inspiración a la Ciudad; crisol de culturas y
referente de identidad que va unido al crecimiento demográfico, pero también a
la simbiosis caótica de los paradigmas explicativos: no hay disciplina científica
que pueda dar cuenta de la ciudad como totalidad. Todos los estudios, todas
las investigaciones, siempre que hablan de la ciudad como entidad, dejan
algún descuido… acotan un campo o una ciencia para perdonarse que dicha
escogencia les deja intencionalmente fuera de sus antiparras la compleja vida
que trascurre pletórica de significado y a sus anchas fuera de su “universo”
muestral11. De ninguna manera se intenta – entonces – aquí decir que este
esbozo de investigación sí lo hace; al contrario, se declara abiertamente que se
10 Es claro que dicha coincidencia no está respaldada por una historicidad temporal, pero sí está marcada por acontecimientos que podrían asociarse a una historicidad cultural que permite la comparación (o por lo menos, la utilización de moldes críticos usados por primera vez, para este caso, en Buenos Aires) entre las 2 ciudades. 11 Al respecto, E. Morín (1990) afirma: “...yo navego entre ciencia y no en ciencia. ¿Cuáles son mis fundamentos? la ausencia de fundamentos, es decir, la conciencia de la destrucción de los fundamentos de la certidumbre. Esta destrucción de los fundamentos, propia de nuestro siglo, ha llegado al conocimiento científico mismo. ¿En que creo? Creo en la tentativa de desarrollar un pensamiento lo menos mutilante posible y lo más racional posible. Lo que me interesa es respetar los requisitos para la investigación y la verificación propios del conocimiento científico, y los requisitos para la reflexión, propuestos por el conocimiento filosófico” (p.140).
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observa aquí un fenómeno hasta ahora poco estudiado en Cali (no así en
Buenos Aires), y que serán las obras y reflexiones conexas a los objetos de
estudio aquí propuestos sobre esta última ciudad, fuente importante para las
iluminaciones necesarias que permitirán hablar a los caleños con tanta
propiedad de su ciudad, como los bonaerenses hablan de la suya.
3. Prensa y Honor en Cali, Colombia
En lo que respecta a avances particulares, hasta la fecha el asunto de las
representaciones de la juventud en Cali ha sido de gran interés para la línea de
Comunicación y Ciudad del grupo Procesos y Medios de Comunicación (al cual
está adscrita esta investigación). Durante los meses de Enero 2010 a
Diciembre 2012, a través de los proyectos “La Juventud y el Honor:
representaciones mediáticas de jóvenes populares en Cali, Colombia” y
“Juventud, Honor y Prensa Escrita”12, se revisaron y sistematizaron 25 años (de
1985 a 2009) de apariciones mediáticas en la prensa escrita caleña –
concretamente, los diarios El País, El Caleño, Occidente y El Q´Hubo – hasta
obtener de dicha revisión un total de 298 registros de delitos cometidos por
hombres jóvenes cuyos móviles principales eran cuestiones de honor (injurias,
afrentas, venganzas, crímenes pasionales, entre otras categorías operativas
que se usaron en el estudio como criterios de inclusión/exclusión al momento
de realizar el levantamiento de los datos en cada uno de los periódicos que
circularon durante la ventana de tiempo antes mencionada). Dichos registros
mostraron cómo en barriadas en las que el Estado no tiene una
institucionalidad social fuerte la mayoría de las afrentas referidas al honor
masculino recurrían al uso de la violencia física como forma de resolver los
conflictos cotidianos, mismos que se dirimen mediante el uso de códigos y
espacios distintos a la ley y a los estrados judiciales.
Otras de las conclusiones del estudio fueron: 1) El periódico con mayor número
de registros mediáticos sobre hechos delictivos alrededor de la categoría de 12 Estas investigaciones aportaron conocimiento sobre el problema “(Des) Encuentros entre las sociedades locales – integradas, normalizadas, incluidas, formales - y las sociedades emergentes – desintegradas, anómicas, excluidas, marginales – surgidas a raíz del proceso de masificación en la ciudad”, trabajado por el grupo de docentes/investigadores pertenecientes a la línea de investigación “Comunicación y Ciudad”.
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Honor es el diario El Caleño (con el 39% de los obtenidos), debido
seguramente a su condición de periodismo de crónica roja y dirigido
principalmente a públicos de sectores populares. 2) Los periódicos de este
mismo corte (El Caleño y Q’Hubo) son los únicos en los que aparecen 3 o más
fuentes por noticia o información concerniente a algún caso como los
registrados, siendo El País y El Occidente periódicos más afines a reproducir
los boletines oficiales. Al contrario, Q’hubo y El Caleño reconstruyen los hechos
usando recursos del periodismo narrativo, y reúnen testimonios de personas
allegadas a las víctimas, de vecinos de los sectores o a testigos de la situación
aludida. 3) Los periódicos mencionados usan comunmente los términos
“desadaptados”, “peligrosos”, “en riesgo”, o “vengativos” para referirse a los
hombres jóvenes excluidos o de sectores populares; sin una explicación más
profunda de las causas de sus acciones violentas, mas sí de los efectos de su
decisión de cobrar por mano propia las afrentas recibidas. 4) Finalmente, el
registro de los hechos de los periódicos que circulan más comúnmente entre la
sociedad integrada (El País y Occidente) responde a la estructura del canon
informativo, mientras que los periódicos dirigidos a grupos poblacionales
populares ironizan la situación registrada desde el titular, al tiempo que
acompañan con imágenes crudas el texto (a veces, ante la ausencia de
fotografías recurren a ilustraciones de poco nivel de elaboración para
reconstruir los hechos), intentando una contextualización que satisfaga a sus
lectores ávidos de detalles e interesados por los pormenores.
Debido a la evidencia anterior, se ha concluido que los medios de
comunicación masiva reproducen la representación hegemónica de la
“sociedad de control” [Hall-Jefferson, 2010], y que el otro punto de vista (el del
joven orillero, “chorro”, “gamberro”, “parcero”, “pandillero”, etc) se tendría que
buscar a través de otros dispositivos culturales diferentes a los medios de
información industriales y masivos; de allí la necesidad de contrastar las
miradas sobre los mismo, acudiendo a otras narrativas distintas a la
mediáticas; como lo son la literaria y la musical.
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4. La relación entre sociedades normalizadas y anóm icas.
José Luís Romero (1976) explica cómo en las ciudades latinoamericanas se
van a cimentar dos formas de sociedad que suponen dinámicas de dominación
y exclusión al tiempo en que generan un ordenamiento simbólico para la
cuestión urbana13. El autor refiere a las sociedades normalizadas y las define
como sociedades compuestas por grupos hegemónicos que no sólo poseen el
poder económico para el establecimiento de relaciones asimétricas de poder,
sino que han posicionado un supuesto saber sobre cómo deben ser los modos
sociales de interacción en torno a la vida pública. La sociedad normalizada
supone niveles de integración que se legitiman por la vía del tiempo y los
fuertes lazos culturales que caracterizan la interacción entre sus miembros.
En contraste con lo anterior, el autor presenta la sociedad anómica
caracterizada por el grado de desintegración de la unidad social. Se trata
fundamentalmente, en palabras del autor, de una yuxtaposición de guetos que
- al estar desintegrados y no intercomunicados entre sí por las fronteras
simbólicas e identitarias del territorio -; han cimentado mecanismos de
regulación social ligados a prácticas reconocidas como ilegitimas, y desde una
perspectiva normalizada, ilegal. Es importante resaltar que en esta forma de
sociedad, la transformación del territorio va a contender la representación de
los contextos de origen de donde las comunidades migrantes provienen, es así
como la transformación visual del paisaje urbano va a producir una estética en
donde las oposiciones (entre normalizados y anómicos) se evidencian en las
diversas ciudades de América Latina.
Lo significativo de la posición de Romero es que si bien la sociedad anómica
pasa por un proceso de escisión14, esté supone también una posibilidad para la
construcción de nuevos repertorios de sentido en torno a la ciudad. Al respecto
Norbert Elias [1983] propone cómo en ambas facciones de la sociedad, que él
reconocerá como establecida y marginada, se agencian discursos para la
exclusión y para lo que él llama la interiorización del sentimiento de inferioridad
13 Romero, José Luís (1999). Las ciudades masificadas. En: Latinoamérica: las ciudades y las ideas. Editorial de la Universidad de Antioquia. Medellín. 14 La escisión entendida como un proceso de negación y subvaloración de la existencia su vida socio-cultural. Esta condición conduce a la configuración de un sistema de subordinación.
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humana15. Para el autor, la dinámica de construcción de sentido pasa
necesariamente por una dialéctica de validación social en donde lo
normalizado debe ponderarse como lo superior y civilizado y lo anómico debe
despreciarse y ser puesto como ejemplo de “incivilización”. Con lo anterior, se
puede hacer una lectura desde la comunicación sobre cómo las formas de
nombrar las relaciones entre las sociedades anómica y normalizada, a partir de
las representaciones mediáticas que se producen en los medios de
comunicación, son susceptibles de ser vistas como mecanismos de validación,
escisión, modelamiento y corrección de los referentes sociales que posibilitan
el reconocimiento del proceso de civilización en detrimento de todo aquello
que no puede ser considerado desde el mismo nivel. En otras palabras, se
hace referencia a los modos en que, por la vía de los sistemas de información,
se configuran las condiciones para la interiorización de consignas de
superioridad o inferioridad humana.
La relación entre sociedades anómicas–marginadas y normalizadas-
establecidas permite enunciar una gama importante de fenómenos que pueden
ser objeto de reflexión sobre lo que se ha señalado como ejercicio de
configuración de sentido a partir del encuentro y desencuentro entre estas
sociedades. De tal forma, categorías como honor, masculinidad y
representación social y mediática, son susceptibles a ser pensadas como
unidades de análisis desde esta postura teórica.
5. Honor, masculinidad y representación social
La lógica del honor sólo tiene sentido en sociedades en donde la doctrina del
liberalismo político nunca maduró: con esto se hace referencia a aquellas
sociedades en donde el discurso de la dignidad igualitaria nunca se concibió
como una posibilidad de dotar a las personas de una igualdad formal y jurídica.
La modernidad y la vida urbana en occidente empezaron a regirse por
proyectos de sociedad en donde el derecho legal va a remplazar la idea del
15 Elias, Norbert (1998). Ensayo teórico sobre la relación entre establecidos y marginados. En: La civilización de los padres y otros ensayos. Editorial Norma, Bogotá.
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honor en tanto que éste se entienda como un bien que se posee, le da sentido
a la vida individual y que por tal razón no se puede perder.
Los orígenes del concepto, se podría seguir a Claude Chauchadis [1987], quien
afirma la reciprocidad que existe entre el concepto honor y duelo16. Tal
sinonimia se produce cuando duelo significa código del honor como en la obra
de Calderón titulada: ¿También hay duelo en las damas? En la lengua de los
moralistas se suelen usar las expresiones leyes del duelo o libro del duelo,
aplicadas en particular a las reglas de la venganza del honor. En este sentido,
se puede precisar que el honor pertenece a una forma premoderna de concebir
las relaciones sociales en el marco de la resolución de los asuntos comunes en
la vida pública. Sin embargo, con el auge del liberalismo y su concepción
antropológica individualista, ideas como la vida privada y la intimidad van a
generar condiciones para constreñir los asuntos referidos al honor; sobre este
asunto, se puede evidenciar cómo la juridización de los conflictos morales
supone hoy día la manera de resolver los problemas de la diferencia; en la
actualidad se ha cambiado el espacio del duelo por el del juzgado.
A pesar que existen distintos modos de estudiar la relación honor, masculinidad
y juventud, es también cierto que los estudios en torno a las masculinidades
son un campo más bien reciente dentro de los estudios de género. Algunos de
los autores más relevantes dan cuenta de la construcción social de la
masculinidad y de la emergencia de una masculinidad hegemónica que no sólo
oprime a las mujeres sino a otras masculinidades subordinadas [Connel, 1995;
Kaufman 1997; Kimmel, 1997]. Dichas posiciones concuerdan en que la
relación entre masculinidad y honor casi siempre se fundamenta a través de la
violencia y generalmente en contextos anómicos, en donde la consigna de la
dignidad igualitaria no aparece como un espacio para la tramitación de los
conflictos, sino que es la violencia una forma de reafirmación de la condición
masculina.
Desde los estudios sobre la condición de género masculino se reconocen un
cierto número de estudios cualitativos, como el de identidades, discursos y
16 Chauchadis, Claude (1987). Libro y leyes del duelo en el Siglo de Oro. En Criticón (Toulouse). Págs. 77-113.
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representaciones masculinas que desarrolló Norma J. Fuller (1997) entre los
varones de clase media en el Perú, o el de Lidia Alcalay y Roberto González
(1994). En Cali, se tiene noticia del trabajo sobre Identidad Masculina,
adelantado por las profesoras María Elena Díaz Rico y María Cristina Tenorio
del Centro en Investigación Psicológica, Cognición y Cultura de la Universidad
del Valle (en convenio con el Instituto CISALVA), u otros que tratan dos tipos
de representación de la masculinidad: la de sí mismos [Medina, et. al., 2004], o
la psicosocial [Tobar, et. al., 2004]. También en Cali se han realizado estudios
sociológicos [Urrea, et. al., 2000] sobre la construcción social de la
masculinidad entre jóvenes afro que habitan barrios y sectores populares de la
ciudad (siendo la procedencia de sus familias una variable que incide en su
identidad masculina), sin embargo los asuntos propios de la investigación
histórico/cultural referida al honor como expresión propia de masculinidad han
sido soslayados.
Finalmente, en el cierre de este eje de argumentación se tratará el tema de la
representación social. Con relación a esto, se podría destacar el papel de
Emile Durkheim como pionero en dar un estatuto científico social al término
representación. La noción aparece en 189817, aun cuando su elaboración tiene
un mayor desarrollo en las “Formas elementales de la vida religiosa”, en 1912,
cuando advierte cómo “una sociedad está compuesta principalmente por la
idea que tiene de sí misma”18. Y agrega que “la condición social de una
representación no procede sólo porque la sociedad la ha fundado; también por
su contenido”19. Es decir que se está frente a una categoría conceptual de
contenido social, no simplemente derivada de su origen: se encuentra inmersa
en la realidad social de la cual hace parte y contribuye a su constitución.
Otros autores han retomado la noción, conviniendo en que “toda relación social
incluye una parte ideal, una parte de pensamiento, de representaciones. Estas
representaciones no son únicamente la forma que reviste esa relación para la
17 Berlain, Jose (1990). Representaciones colectivas y proyecto de modernidad. Barcelona: Anthropos, 1990, Págs. 28 -73. 18 Durkheim, Emile. Las formas elementales de la vida religiosa. Op. cit. Pág. 661. 19 Ibid., p. 685.
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conciencia, sino que hacen parte de su contenido”20. Con lo anterior es posible
afirmar que representar socialmente es producir sentido social. Luego,
parafraseando a Beriain, se puede admitir que ninguna sociedad existe sin
definir un componente simbólico el cual configura la experiencia y comprensión
del mundo. Es decir que representar es dotar de sentido al mundo a partir de
un sistema de conocimiento que se sustenta sobre una estructura simbólica
(sistema cultural, como lo denomina este autor) gracias a la cual “una sociedad
organiza su producción del sentido, su identidad, su nosotros”21, estableciendo
un lenguaje común de reconocimiento.
Dicho lo anterior, se debe aclarar que con la intención de acotar el campo de la
reflexión se adoptará el concepto de representaciones propuesto por Stuart
Hall que dice: “La Representación es una parte esencial del proceso por medio
del cual el significado es producido e intercambiado entre los miembros de una
cultura. Esta involucra el uso del lenguaje, de signos e imágenes los cuales
significan o representan cosas”22.
6. Literatura y mediaciones sociales: la ritualidad y la socialidad
Si para cualquiera resulta cierto que la ciudad es una forma social que ha
mostrado tener una gran capacidad integradora de múltiples formas sociales,
en donde la intensificación de la comunicación influye sobre la calidad, abre
vías a nuevas formas de intercambio, incrementa la gama de códigos
comunicativos, exige a los actores sociales la adquisición de nuevas y más
sofisticadas competencias… se puede entonces discernir – con Martín-Barbero
[1994] - que es la ciudad el lugar de máxima densidad interactiva.
Dicho de otra forma, todo ambiente urbano, es, por tanto, contexto potencial de
una multiplicidad de intercambios comunicativos. En este sentido, el espacio
urbano contribuye a predefinir, al menos parcialmente, el significado global de
la acción social que en él se da, proporcionando a los sujetos implicados en la
20 Godelier, Maurice (1990). Lo ideal y lo material, pensamiento, economías, sociedades. Madrid: Taurus Humanidades. Pág. 157. 21 Berian también apunta que dicho mundo instituido de significaciones sociales lo comprenden las técnicas, morales, artísticas, mitológicas, etc. Op. cit., p. 27 22 Traducción propia, tomada de Hall, Stuart (1997). Representation, Cultural Representation and Signifying Practices, The Open University, Cambridge.
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interacción y a los eventuales observadores, una clave de lectura para la
interpretación de las señales comunicativas. El mismo Martín-Barbero [2002]
ha propuesto la reconfiguración de las mediaciones, entendiéndolas como
modos de interpelación de los sujetos y representación de los vínculos que
cohesionan la sociedad, y sugiere trazar un nuevo mapa de las mediaciones
que relacione a la Cultura, la Comunicación y la Política; allegando la cultura
popular-de-masas como evidencia de cómo la memoria popular se entrecruza
(se hibrida, diría García-Canclini) con el imaginario burgués, para luego
convertir dicho entrecruzamiento en un producto cultural definido: una novela
en un folletín, una obra teatral en un programa de radioteatro, un drama clásico
en una telenovela:
“Esa historia nos permite desplazar el maniqueísmo estructural que
nos incapacitó durante mucho tiempo para pensar el espesor de las
complicidades entre discursos hegemónicos y subalternos, así como
la constitución – a lo largo de los procesos históricos – de gramáticas
discursivas originadas en formatos de sedimentación de saberes
narrativos, hábitos y técnicas expresivas. Gramáticas generativas ,
que dan lugar a una topografía de discursos movediza, cuya
movilidad proviene tanto de las mudanzas del capital y las
transformaciones tecnológicas como del movimiento permanente de
las intertextualidades e intermedialidades que alimentan los
diferentes géneros y los diferentes medios. [Martín-Barbero, 2002:
17].
Así, para este trabajo particular se tomaron dos de los cuatro planos en los que
según el mismo Martín-Barbero deberán ser ahora entendidas las
Mediaciones : 1) La ritualidad y 2) la socialidad.
Siguiendo al mismo Martín-Barbero [2002] las Ritualidades nos remiten al nexo
simbólico que sostiene toda comunicación: a sus anclajes en memoria, sus
ritmos y formas, sus escenarios de interacción y repetición. Ellas constituyen
gramáticas de la acción -del mirar, del escuchar, del leer- que regulan la
interacción entre los espacios y tiempos de la vida cotidiana, y los espacios y
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tiempos que conforman los medios. Al mismo tiempo, las ritualidades remiten -
de un lado - a los diferentes usos sociales de los medios y - de otro - a los
múltiples trayectos de lectura ligados a las condiciones sociales del gusto,
marcados por los niveles y calidades de la educación, los haberes y los
saberes constituidos en memoria étnica, de clase o de género, y los hábitos
familiares de convivencia con la cultura letrada, la oral, la audiovisual, que
cargan la experiencia del ver sobre el leer y viceversa.
Con respecto al plano de la socialidad; Martín-Barbero ha dicho de ella que se
genera en la trama de las relaciones cotidianas que tejen los hombres al
juntarse, que es a la vez lugar de anclaje de la praxis comunicativa, y resultado
de los modos y usos colectivos de la comunicación, esto es: de la
interpelación/constitución de los actores sociales, y de sus relaciones
(hegemonía/contrahegemonía) con el poder. Mientras que si se mira la
comunicación desde la institucionalidad (un tercer plano de la mediación23, no
considerado en este estudio) esta sería cuestión de medios ; desde el plano de
la socialidad la comunicación se revela como cuestión de fines , pues a decir
del autor es en dicho plano en donde se presenta la “constitución del sentido y
del hacerse y deshacerse de la sociedad” (p. 18).
Para decirlo procedimentalmente, desde el entendido que las mediaciones se
pueden emplear para comprender cómo se generan procesos permanentes de
reapropiación (de obras patrimoniales o de origen popular), se están
observando los relatos que integran el corpus a la luz de los nuevos productos
que surgen a su sombra: obras de teatro, canciones, nuevos textos literarios
(de carácter expositivo o de ficción… desde lo político hasta lo poético). Al
tiempo, se está auscultando con especialistas y conocedores cómo se
presentan o se enaltecen las hablas de la ciudad, entendida como los
“enjambres de enunciados que incluyen narraciones y anecdotarios orales y
escritos, formales o informales, así como dialectismos y todo tipo de contenidos
que se reproducen por diversos medios, espontáneos o institucionales, en el
decurso dialógico de la vida social” [Duchesne, 2009: 119].
23 El otro plano es la Tecnicidad, que por cuestiones de acotación no ha sido tenido en cuenta en lo que va de la investigación.
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En resumen, se propone un recorrido que comienza con las cuatro
dimensiones para el estudio de la relación entre comunicación y ciudad; el
(des)encuentro entre las sociedades anómicas y normalizadas; las
mediaciones ritualizadas y socializadas que la sociedad bonaerense y caleña
han establecido con las 2 piezas literarias; y, finalmente, la exposición sobre las
categorías de honor, masculinidad, representación social. El propósito de este
recorrido ha sido dotar la investigación de un marco conceptual amplio desde
donde se justifica tanto la sistematización de la información recolectada en la
primera y segunda fases del proyecto; así como en este nuevo estadio en el
que se analiza desde perspectivas estético-artísticas otras maneras de
representar el honor masculino/juvenil. Se puede finalizar diciendo que el
entendimiento de estos conceptos permite vislumbrar una vía de interpretación
para la violencia en contextos anómicos de la ciudad desde la perspectiva de
la comunicación y la construcción de sentido.
7. Contextos y narrativas: El Hombre… y El Atravezado en 2
ciudades/épocas
La comparación de los contextos urbanos que inspiraron las 2 piezas literarias
refieren distintos des/encuentros (campo/ciudad, tradición/modernidad,
honor/dignidad, cultura burguesa/cultura popular). Del mismo modo, la
producción narrativa construida a partir de dichos contextos afirma una
semiosis social que es necesario entender para reconocer las representaciones
que dichas piezas agencian. Eliseo Verón [1993] afirma que el discurso es
materia significante (puede ser lingüística o no), siendo posible que esas
materias significantes sean heterogéneas y no monocódicas… por eso siempre
los objetos de observación de Verón son Discursos, pues no vienen de la nada
sino que han sido producidos, por eso hay que conocer las condiciones de
producción (su impronta). Además, todo discurso tiene un objeto del cual habla,
y no es algo que es inventado por dicho discurso; sino que éste toma una
memoria social (ya tuvo que haber sido “hablado” anteriormente). De acuerdo a
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lo anterior, Verón se apoya en las categorías de Ch. Pierce24 para hacer la
siguiente relación ternaria: 1) condiciones de producción [que permiten] 2)
hablar [o discursar] sobre 3) determinado objeto .
Sin embargo, cuando el Discurso emerge en la sociedad, dicho discurso va a
producir – a su vez – efectos, lo que va a permitir que nuevamente se produzca
una nueva relación ternaria basada en el discurso sobre un objeto que produce
las condiciones de Reconocimiento. De ahí que el mismo Discurso es una
especie de bisagra de la realidad social de una época determinada. Verón dice
que entre la producción y el reconocimiento hay un desfase de sentido, pues el
Discurso tuvo un sentido desde cuando se produce y otro cuando es
reconocido y sirve como generador de nuevos discursos (una triada que según
Pierce se repite infinitamente, pues las condiciones de producción pudieron
haber sido antes condiciones de reconocimiento).
Por cuestiones de espacio; se usará para esta ponencia únicamente la primera
de las categorías propuestas por E. Verón, las condiciones de producción,
pues ella darán cuenta del contexto en el que emergen las 2 obras y cuáles
pueden ser los detonantes históricos que testimonian sus 2 orígenes.
7.1. Sobre el Hombre de la Esquina Rosada
La primera versión de este cuento vio la luz en la revista Martin Fierro con el
nombre "Leyenda policial", el 26 de febrero de 1927 (cuando el joven Borges
contaba apenas con 27 años). Un año después (1928) aparece una segunda
versión en su El idioma de los argentinos bajo el título "Hombres pelearon".
Habría que esperar 5 años más (1933) para una tercer versión del cuento,
aparecida con el título “Hombres de las orillas” en el diario Crítica del 16 de
septiembre del año citado. La última y final versión se integró al volumen
24 Pierce plantea 3 categorías, que llama Primeridad-secundidad-terceridad. La Primeridad (cosas posibles) responde a las sensaciones, afectos, percepciones, etc. En la Secundidad (cosas concretas) se pasa de lo general de la percepción a lo concreto y singular de los hechos. Y en la Terceridad (cosas de la generalidad) se habla desde las leyes, desde lo abstracto. Las lógicas abductivas son de la primeridad, las inductivas de la secundidad, y las deductivas de la terceridad. En el orden de la primeridad existen los íconos, en la secundidad los índices y en la terceridad los símbolos.
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Historia universal de la infamia , publicado en 1939; a partir de la cual se le
conoce con el nombre que abre este acápite.
Beatriz Sarlo, quien ha buscado acuciosamente las fuentes orales de los
relatos borgeanos, y quien además ha afirmado que algunos de dichos relatos
hacen eco a otros anteriores del mismo autor; refiere para la revista Ñ de
Clarín25 – al cumplirse 20 años de la muerte de Borges – una anécdota que
hace hincapié en el origen de “El encuentro”, relato incluido en El Informe de
Brodie , de 1970.
“Hacia 1910, un chico acompaña a un primo, de apellido Lafinur
(como el primo del narrador mencionado en "El Aleph") a una quinta
en el norte de Buenos Aires. Llegan al atardecer, para comer un
asado; más tarde, dos invitados se desafían al póker y las
desinteligencias en el juego terminan en un duelo a cuchillo en el
cual uno de los duelistas muere. Pero, en realidad, como en 1929,
infiere ese chico testigo, después de conversar con un comisario
conocedor del mundo de los matreros criollos, fueron dos gauchos
enemistados y ya desaparecidos, Juan Almanza y Juan Almada,
quienes se trenzaron en duelo a través de los cuchillos usados esa
noche. Los presentes se juramentaron para mantener en secreto la
forma de aquella muerte. Después de 1929, el chico, que junto a los
demás había jurado silencio, decide romper su compromiso
impresionado, justamente, por la historia de esos dobles criollos.”
(Sarlo, 2006)
Según se entrevé en esta anécdota, es el mismo narrador testigo quien
impresionado por su experiencia violenta; decide contarla en segunda persona,
una y otra, y otra vez… no es nuevo este recurso en el afamado escritor
argentino. Basta recordar el final de La forma de la espada (publicado en
Ficciones , 1944): “¿No ve que llevo escrita en la cara la marca de mi infamia?
Le he narrado la historia de este modo para que usted la oyera hasta el fin. Yo
25 Disponible en: http://edant.clarin.com/suplementos/cultura/2006/06/10/u-01210738.htm. (Recuperado: 13/11/2013).
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he denunciado al hombre que me amparó: yo soy Vincent Moon. Ahora
desprécieme”.
Este testimonio – narrado bajo el artificio de un falso realismo que además de
tocar el tema de “lo criollo” en las periferias de Buenos Aires, aparece y
desaparece frecuentemente en la obra borgiana – no solamente asoma en el
cuento ya referido por Sarlo (“El encuentro”), sino que el mismo Informe de
Brodie aparece la Historia de Rosendo Juárez26, que repite la misma trama y
los mismos personajes que había utilizado treinta y cinco años antes en
"Hombre de la esquina rosada". Según Bardina (1989), esta coincidencia en el
tema es demasiado notoria para ser tomada como fruto del capricho del autor.
En la “Hombre de la…” aparecen los rasgos más notorios del periodo realista
de Borges: la naturaleza plurivalente del narrador (que se presenta siempre en
niveles diferentes: unas veces como testigo, otras como destinatario de la
narración, por momentos como protagonista de los hechos, y hasta
interpelando directamente a sus lectores27), la técnica propia de la novela
policiaca en el desenlace (en la que demuestra su afición por Poe, su Auguste
Dupin), la profusión y mezcla de distintos discursos (que recurre a técnicas
narrativas como la alternancia de tiempos verbales: “...la Lujanera que era la
mujer de Rosendo… se murió, señor y digo que hay años en que ni pienso en
ella, pero había que verla en sus días, con esos ojos”, o la introducción en el
relato de lo que esa lejana noche alguien dijo), la variación de tono y ritmo;
entre otras cuestiones que son propias del estilo del autor, pero que llevarían
esta ponencia a la segundidad; por lo que solo se anotan estas cuestiones al
margen.
Por ahora, solo vale decir entonces que las condiciones de producción de
Hombre de la… presentan una ciudad – Buenos Aires – que está entrando en
la modernidad económica y política; y que es narrada a través de los recursos
del modernismo estético (sin que necesariamente se ciña al canon realista), por
26 No hay que olvidar que Rosendo Juárez era el héroe desfigurado en Hombre de la esquina rosada; luego fue el cobarde que no aceptó el reto, y se perdió en la noche abandonando mujer y amigos; mancillando no solamente su honor sino el de – hasta ese momento – sus admiradores. 27 “Era un local que usté lo divisaba de lejos”, con lo que se consigue según Bardina (1989) un acercamiento entre el presente de quien lee, al pasado en el que ocurren los hechos narrados.
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lo que el autor recalca geográficamente el lugar de los hechos narrados (“más
allá de Flores”, como refiere el mismo autor; sitio asociado con la villa Santa
Rita y el Arroyo Maldonado28), y recupera la disyuntiva civilización-barbarie
(aunque gana la barbarie, como en el Facundo de Sarmiento), siendo la
barbarie el arrabal; y la civilización la ciudad integrada, legal y aconductada…
valores todos de origen iluminista y defendidos primordialmente por la cultura
burguesa importada de Europa a la joven Argentina.
Finalizando este acápite, solo resta decir que se conocen justificaciones del
mismo Borges sobre la obra en cuestión, en los que manifiesta su
intencionalidad de narrador y se sorprende de los otros productos o piezas
culturales que ésta ha producido – como un ballet y una película, ambos con el
mismo nombre del cuento -, y agrega:
“…en ese cuento yo necesitaba que la provocación fuera brusca. Y
así, el Corralero entra en el salón de baile y provoca bruscamente al
guapo local, que se llama creo, Rosendo Suárez. Bueno, cuando
escribí ese cuento sabía, porque lo había presenciado muchas
veces , que eso era históricamente falso. Las provocaciones nunca
se hacían así. Llegaba el desconocido, se acercaba
respetuosamente al hombre que iba a desafiar, lo colmaba de
elogios, y luego esos elogios eran tan copiosos que se habían
convertido en burlas, y luego lo desafiaba a pelear”.29 [El resaltado es
mío]
La hombría obligaba la réplica al reto. La inminente pérdida del honor si no se
aceptaba el desafío impelía a los duelistas a afrontar su destino… el único
recurso posible era la violencia y la muerte de uno o de ambos. Nada más
opuesto al Estado de Derecho burgués, nada más salvaje y natural que un
lugar periférico en donde prime la “ley” del más fuerte y osado.
28 Según versiones, el mismo Borges dijo que parecía que el arroyo Maldonado creaba barrios de prostíbulos y malevaje, empezando por su tan querido Palermo, en aquella época de cuchilleros y compadritos de esquina que tanto alimentaron su obra inicial. 29 “La poesía y el arrabal”, conferencia pronunciada en la Universidad de Antioquia (Colombia), en 1963. Disponible en: http://www.elortiba.org/borges3.html#La_poesía_y_el_arrabal [Recuperado: 14/11/2013]
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7.2 Sobre El Atravesado
Luís Andrés Caicedo Estela escribe su El Atravesado en 1971; año en el que
suceden 2 acontecimientos de enorme trascendencia para la ciudad de Cali: el
primero de ellos, el asesinato de 7 líderes estudiantiles30 durante una
manifestación – que también dejó un número incontable de heridos - a manos
de la policía; y los VI Juegos Panamericanos, que tuvieron como epicentro esa
ciudad (hecho que genera en el contexto nacional la representación de Cali
como “Ciudad Deportiva de América”).
La ciudad narrada en El Atravesado (manera como se le dice en algunas
partes de Colombia a los hombres siempre dispuestos a provocar o responder
las afrentas sin mediar razones ni palabras… solo con la convicción de su
fuerza física, su coraje, y su valentía; aun a costa de que el oponente sea más
fuerte) es una ciudad que arriba a la modernidad apenas a finales de la década
del ’60: las obras de infraestructura, la reciente industrialización (producto del
modelo de sustitución de importaciones aplicado por la CEPAL en todo
Latinoamérica), los programas desarrollísticos promovidos por la “Alianza para
el Progreso” de la administración Kennedy, entre otros hitos; hacen del entorno
caleño un espacio de exploración y referencia obligada para el joven Caicedo,
quien – a sus 21 años – veía y protagonizaba el impacto de las obras civiles,
pero también de las obras culturales… aquellas que hablaban de música hecha
para jóvenes (de los Rolling Stones, de Billy Haley, de The Animals, entre
otras), de películas sobre jóvenes (de James Dean a West side story,
obviamente pasando por Elvis); y de un mundo tropical y urbano al mismo
tiempo, propicio para que los jóvenes como Andrés Caicedo narraran con su
ritmo, su tono y su habla lo que fue vivir y morir en la Cali de los ‘70s.
En El Atravesado, los VI Juegos Panamericanos (motivo de orgullo de la
sociedad integrada caleña) se muestran desde una perspectiva de conflicto y
resistencia: la clara mención a los espacios citadinos antes usados para el
recreo de la gallada “La Tropa Brava” (a la que pertenecía el narrador-
30 Londoño Bozzi, Julia (2011). La diva de la JUCO. Revista El Malpensante, N°126, págs. 3-8. Disponible en: http://elmalpensante.com/index.php?doc=display_contenido&id=2237&pag=3&size=n [Recuperado: 15/11/2013]
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protagonista del relato) son alterados, mancillados, y reapropiados por las
constructoras que se arrogan el derecho de modificar los entornos citadinos
tomando como excusa la inexorable llegada del necesario progreso. Por eso,
como venganza de los cambios vividos en Cali intempestivamente sin que se
beneficie por entero a las masas, sino a unos pocos privilegiados; se hace la
protesta estudiantil antes referida (en la que se involucran estudiantes de las
universidades del Valle y Santiago de Cali, y de los colegios públicos de Santa
Librada, Antonio José Camacho, INEM, entre otros); siendo así narrada en el
final del relato de Caicedo, como si fuese un protagonista de los hechos:
El 26 de febrero prendimos la ciudad de la Quince para arriba, la
tropa en todas partes, vi matar muchachos a bala, niñas a bolillo, a
Guillermito Tejada lo mataron a culata, eso no se olvida. Que di
piedra y me contestaron con metralla. Que cuando hubo que correr
corrí como nadie en Cali. Que no hay caso, mi conciencia es la
tranquilidad en pasta, por eso soy yo el que siempre tira la primera
piedra. (El Atravesado, 1997: 59)
De Andrés Caicedo se ha dicho que fue iniciador de la novela urbana en
Colombia, que su prosa se mimetiza con el habla coloquial y juvenil; lo que
produce – al tiempo – un relato intraducible, contracultural y a salvo del paso
del tiempo. Su pasión por el cine, la música y por la misma ciudad en donde
vive preso; hacen que su relato sea hecho de pura emoción; como si de una
confidencia se tratara. A pesar de su condición burguesa, Caicedo es el
némesis de su clase, pues todos sus “angelitos” caleños “se salvan al
condenarse” y su triunfo es, precisamente, su derrota: “casi todos terminan
desclasados en estrato y estima, destruyéndose a sí mismos, devorados,
automarginados o ‘en las garras del crimer’”. (Patiño, 1995)
**********
Si pretender hacer equivalencias, esta ponencia pretende mostrar las
sorpresas que sirven de inspiración a 2 escritores burgueses que – en su
juventud – ven la manifiesta tensión tradición-modernidad en sus dos amadas u
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odiadas ciudades. Esa tensión sirve de dispositivo para producir
escenificaciones que (si bien no son totalmente iguales y a lo mejor tampoco
comparables) se expresan narrativamente en algunas de sus obras más
representativas (que por lo demás son marcas de estilo de ambos autores;
pues quién puede negar la empatía borgiana con el malevaje, o la reiteración
temática caicediana en la juventud que utiliza la violencia como mediación).
Pero así como las 2 piezas aquí someramente mencionadas representan la
narrativa de sus autores, también permiten representar la ciudad que cada uno
de ellos habitó, y cómo en ella – en la época de referencia – se resolvían los
asuntos entre hombres. De allí que sea muy conveniente para la comunicación
abrir la mirada a las producciones de la cultura (en particular, de la cultura
letrada que habla del proyecto burgués y de la fallida modernidad
latinoamericana) para comprender – más que para explicar – cómo la literatura
(de forma mucho más eficiente que el periodismo) atestigua el declive de una
clase y un sistema de valores; y empieza a anticipar el advenimiento de una
emergencia social como la que hoy se ha estado convirtiendo (a pesar del
escándalo y la resistencia de la cultura de control) en espíritu de época – si se
quiere – posmoderno.
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