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    ALVAR NUEZ CABEZA DE VACA Naufragios y Comentarios

    Biblioteca Virtual del Paraguay Pg. 1

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    NAUFRAGIOS

    DE

    ALVAR NEZ CABEZA DE VACA

    NAUFRAGIOS DE ALVAR NEZ CABEZA DE VACA Y RELACIN DE LA

    JORNADA QUE HIZO A LA FLORIDA CON EL ADELANTADO PNFILO DE

    NARVEZ

    Aparte de lo que muestran los relatos de sus viajes, sabemos poco de la vida del gran viajeroespaol Alvar Nez Cabeza de Vaca. El mismo nos ha dejado dicho que era nieto de Pedro de

    Vera, el que gan a Canaria, y su madre se llamaba doa Teresa Cabeza de Vaca, natural de Jerez

    de la Frontera. Apenas si son ms los datos positivos acerca de su vida.

    Con todo, de cada da se agiganta esta gran figura de explorador, aun cuando sus hazaas

    sin par se ofrezcan confundidas en el incesante sucederse de nuestras grandes empresas de

    descubrimiento y exploracin en el siglo XVI. Alvar Nez Cabeza de Vaca tom parte en la

    expedicin del harto desdichado Pnfilo de Narvez a la Florida. Azares crueles y dramticos, queacabaron en comerse unos a otros los expedicionarios, redujeron la expedicin a cuatro personas

    de las seiscientas que a 17 das del mes de junio de 1527 salieron del puerto de Sanlucar de

    Barrameda. Con los cuatro salvados, el relator de la hazaa celebrrima, Alvar Nez Cabeza de

    Vaca, comienza a recorrer el sur de los actuales Estados Unidos. Es el primer blanco y espaol que

    explora su territorio, y a fe que lo ha de hacer cumplidamente, porque habr de caminar, en barca

    primero y a pie despus, de la Florida a Sinaloa, del Atlntico al Pacfico.

    En estas andanzas descubre el Mississip, el ro grande de la Amrica del Norte; descubreigualmente el bisonte americano, las vacas corcovadas de nuestros primitivos historiadores de

    Indias, que entonces en rebaos de millones de cabezas pastaban en las grandes praderas del oeste

    del ro Mississip. Tpase con tribus extraas y guerreras, como los semnolas terribles y flecheros,

    y los sioux, feroces cazadores de bisontes. Cabeza de Vaca es por mucho tiempo su prisionero y su

    esclavo.

    Con Dorantes, con Maldonado y con el fiel Estebanico el negro, decide Alvar Nez escapar

    del infierno de su esclavitud y peligro de muerte. Emprenden entonces, hechos a un tiempo mdicos

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    y chamanes, esta odisea sin ejemplo. Cruzan el extenso territorio de Texas, Ro Grande del Norte,

    Chihuahua y Sinaloa, y a cabo de ocho aos que salieron de Espaa, alcanzan a Mjico.

    Dndose aqu el relato ntegro, siempre interesante, tierno y vibrador, se podr advertir cun

    viajero y fino observador pudo ser Cabeza de Vaca, especialmente de pueblos y costumbres.Es difcil la labor de identificacin de los puntos por que Alvar Nez pasara. l confiesa

    haber odo ms de mil lenguas diferentes. En lo posible se ha reconstituido su extenso recorrido, y

    en los mapas que acompaan a esta edicin se seala su probable itinerario. Aumenta las

    dificultades de la identificacin la desaparicin, ante las guerras implacablemente destructoras de

    los blancos, de muchas de las tribus con que trat.

    El crdito de sus hazaas lo elev ms tarde al rango de Adelantado del Ro de la Plata.

    Explor entonces buena parte del Brasil meridional y el ro Paraguay hasta rebasar sus fuentes, nosin sostener luchas cruentas con las tribus indomables del Gran Chaco, pas de grandes selvas y

    ros caudalosos desbordados. El relato de esta expedicin, con el pormenor de las rivalidades entre

    los exploradores, nos ha quedado en los COMENTARIOS.

    Todo espaol debiera leer los NAUFRAGIOS Y COMENTARIOS de Alvar Nez Cabeza de

    Vaca, como valor ejemplar, como calidad: que en tiempos adversos no halla quien lo venza en

    fortaleza, y en los prsperos, en sencillez magnnima.

    CARTA I.-Probable itinerario de Alvar Nez de la Florida a Mjico

    (Obs: Pulse sobre el texto resaltado para acceder a la imagen)

    CAPTULO PRIMERO

    En que cuenta cundo parti el armada, y los oficiales y gente que en ella iba.

    A 17 das del mes de junio de 1527 parti del puerto de Sant Lcar de Barrameda el

    gobernador Pnfilo de Narvez, con poder y mandado de Vuestra Majestad (1) para conquistar y

    gobernar las provincias que estn desde el ro de las Palmas hasta el cabo de la Florida, las cuales

    son en Tierra Firme; y la armada que llevaba eran cinco navos, en los cuales, poco ms o menos,

    iran seiscientos hombres. Los oficiales que llevaba (porque de ellos se ha de hacer mencin) eran

    1El Emperador Carlos I de Espaa y V de Alemania.

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    estos que aqu se nombran: Cabeza de Vaca, por tesorero y por alguacil mayor; Alonso Enrquez,

    contador; Alonso de Sols, por factor de Vuestra Majestad y por veedor; iba un fraile de la Orden de

    Sant Francisco por comisario, que se llamaba fray Juan Surez, con otros cuatro frailes de la misma

    Orden. Llegamos a la isla de Santo Domingo, donde estuvimos casi cuarenta y cinco das,

    proveyndonos de algunas cosas necesarias, sealadamente de caballos. Aqu nos faltaron de

    nuestra armada ms de ciento y cuarenta hombres, que se quisieron quedar all, por los partidos y

    promesas que los de la tierra les hicieron. De all partimos y llegamos a Santiago (que es puerto en

    la isla de Cuba), donde en algunos das que estuvimos, el gobernador se rehizo de gente, de armas y

    de caballos. Suscedi all que un gentilhombre que se llamaba Vasco Porcalle, vecino de la villa de

    la Trinidad, que es en la misma isla, ofresci de dar al gobernador ciertos bastimentos que tena en

    la Trinidad, que es cien leguas del dicho puerto de Santiago. El gobernador, con toda la armada,

    parti para all; mas llegados a un puerto que se dice Cabo de Santa Cruz, que es mitad del camino,

    parescile que era bien esperar all y enviar un navo que trujese aquellos bastimentos; y para esto

    mand a un capitn Pantoja que fuese all con su navo, y que yo, para ms seguridad, fuese con l;

    y l qued con cuatro navos, porque en la isla de Santo Domingo haba comprado un otro navo.

    Llegados con estos dos navos al puerto de la Trinidad, el capitn Pantoja fu con Vasco Porcalle a

    la villa, que es una legua de all, para rescebir los bastimentos; yo qued en la mar con los pilotos,

    los cuales nos dijeron que con la mayor presteza que pudisemos nos despachsemos de all, porque

    aquel era un muy mal puerto y se solan perder muchos navos en l; y porque lo que all nos

    sucedi fu cosa muy sealada, me paresci que no sera fuera del propsito y fin con que yo quise

    escrebir este camino, contarla aqu. Otro da de maana comenz el tiempo a dar no buena seal,

    porque comenz a llover, y el mar iba arreciando tanto, que aunque yo di licencia a la gente que

    saliese a tierra, como ellos vieron el tiempo que hacia y que la villa estaba de all una legua, por no

    estar al agua y fro que hacia, muchos se volvieron al navo. En esto vino una canoa de la villa, en

    que me, traan una carta de un vecino de la villa, rogndome que me fuese all y que me daran los

    bastimentos que hobiese y necesarios fuesen; de lo cual yo me excus diciendo que no poda dejarlos navos. A medioda volvi la canoa con otra carta, en que con mucha importunidad pedan lo

    mismo, y traan un caballo en que fuese; yo di la misma respuesta que primero haba dado, diciendo

    que no dejara los navos, mas los pilotos y la gente me rogaron mucho que fuese, porque diese

    priesa que los bastimentos se trujesen lo ms presto que pudiese ser, porque nos partisemos luego

    de all, donde ellos estaban con gran temor que los navos se haban de perder si all estuviesen

    mucho. Por esta razn yo determin de ir a la villa, aunque primero que fuese dej provedo y

    mandado a los pilotos que si el sur, con que all suelen perderse muchas veces los navos, ventase yse viesen en mucho peligro, diesen con los navos al travs y en parte que se salvase la gente y los

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    caballos; y con esto yo sal, aunque quise sacar algunos conmigo, por ir en mi compaa, los cuales

    no quisieron salir, diciendo que haca mucha agua y fro y la villa estaba muy lejos; que otro da,

    que era domingo, saldran con el ayuda de Dios, a or misa. A una hora despus de yo salido la mar

    comenz a venir muy brava, y el norte fu tan recio que ni los bateles osaron salir a tierra, ni

    pudieron dar en ninguna manera con los navos al travs por ser el viento por la proa; de suerte que

    con muy gran trabajo, con dos tiempos contrarios y mucha agua que haca, estuvieron aquel da y el

    domingo hasta la noche. A esta hora el agua y la tempestad comenz a crescer tanto, que no menos

    tormenta haba en el pueblo que en la mar, porque todas las casas y iglesias se cayeron, y era

    necesario que anduvisemos siete u ocho hombres abrazados unos con otros para podernos amparar

    que el viento no nos llevase; y andando entre los rboles, no menos temor tenamos de ellos que de

    las casas, porque como ellos tambin caan, no nos matasen debajo. En esta tempestad y peligro

    anduvimos toda la noche, sin hallar parte ni lugar donde media hora pudisemos estar seguros.

    Andando en esto, omos toda la noche, especialmente desde el medio de ella, mucho

    estruendo y grande ruido de voces, y gran sonido de cascabeles y de flautas y tamborinos y otros

    instrumentos, que duraron hasta la maana, que la tormenta ces. En estas partes nunca otra cosa

    tan medrosa se vi; yo hice una probanza de ello, cuyo testimonio envi a Vuestra Majestad. El

    lunes por la maana bajamos al puerto y no hallamos los navos; vimos las boyas de ellos en el

    agua, adonde conoscimos ser perdidos, y anduvimos por la costa por ver si hallaramos alguna cosa

    de ellos; y como ninguno hallsemos, metmonos por los montes, y andando por ellos, un cuarto de

    legua de agua hallamos la barquilla de un navo puesta sobre unos rboles, y diez leguas de all, por

    la costa, se hallaron dos personas de mi navo y ciertas tapas de cajas, y las personas tan

    desfiguradas de los golpes de las peas, que no se podan conoscer; hallronse tambin una capa y

    una colcha hecha pedazos, y ninguna otra cosa paresci. Perdironse en los navos sesenta personas

    y veinte caballos. Los que haban salido a tierra el da que los navos all llegaron, que serian hasta

    treinta, quedaron de los que en ambos navos haba. As estuvimos algunos das con mucho trabajo

    y necesidad, porque la provisin y mantenimientos que el pueblo tena se perdieron y algunos

    ganados; la tierra qued tal, que era gran lstima verla: cados los rboles, quemados los montes,

    todos sin hojas ni yerba. As pasamos hasta cinco das del mes de noviembre, que lleg el

    gobernador con sus cuatro navos, que tambin haban pasado gran tormenta y tambin haban

    escapado por haberse metido con tiempo en parte segura. La gente que en ellos traa, y la que all

    hall, estaban tan atemorizados de lo pasado, que teman mucho tornarse a embarcar en invierno, y

    rogaron al gobernador que lo pasase all, y l, vista su voluntad y la de los vecinos, invern all.

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    Dime a mi cargo de los navos y de la gente para que me fuese con ellos a invernar al puerto de

    Xagua, que es doce leguas de all, donde estuve hasta 20 das del mes de hebrero.

    CAPITULO II

    Cmo el gobernador vino al puerto de Xagua y trujo consigo a un piloto.

    En este tiempo lleg all el gobernador con un bergantn que en la Trinidad compr, y traa

    consigo un piloto que se llamaba Miruelo; habalo tomado porque deca que saba y haba estado en

    el ro de las Palmas, y era muy buen piloto de toda la costa del norte. Dejaba tambin comprado

    otro navo en la costa de La Habana, en el cual quedaba por capitn Alvaro de la Cerda, con

    cuarenta hombres y doce de caballo; y dos das despus que lleg el gobernador, se embarc, y la

    gente que llevaba eran cuatrocientos hombres y ochenta caballos en cuatro navos y un bergantn. El

    piloto que de nuevo habamos tomado meti los navos por los bajos que dicen de Canarreo, de

    manera que otro da dimos en seco, y as estuvimos quince das, tocando muchas veces las quillas

    de los navos en seco, al cabo de los cuales, una tormenta del sur meti tanta agua en los bajos, que

    podimos salir, aunque no sin mucho peligro. Partidos de aqu y llegados a Guaniguanico, nos tom

    otra tormenta, que estuvimos a tiempo de perdernos.

    A cabo de Corrientes tuvimos otra, donde estuvimos tres das; pasados stos, doblamos el

    cabo de Sant Antn, y anduvimos con tiempo contrario hasta llegar a doce leguas de La Habana; y

    estando otro da para entrar en ella, nos tom un tiempo de sur que nos apart de la tierra, y

    atravesamos por la costa de la Florida y llegamos a la tierra martes 12 das del mes de abril, y

    fuimos costeando la va de la Florida; y Jueves Santo surgimos en la misma costa, en la boca de una

    baha, al cabo de la cual vimos ciertas casas y habitaciones de indios.

    CAPTULO III

    Cmo llegamos a la Florida

    En este mismo da sali el contador Alonso Enrquez y se puso en una isla que est en la

    misma baha y llam a los indios, los cuales vinieron y estuvieron con l buen pedazo de tiempo, y

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    por va de rescate le dieron pescado y algunos pedazos de carne de venado. Otro da siguiente, que

    era Viernes Santo, el gobernador se desembarc con la ms gente que en los bateles que traa pudo

    sacar, y como llegamos a los buhos o casas que habamos visto de los indios, hallmoslas

    desamparadas y solas, porque la gente se haba ido aquella noche en sus canoas. El uno de aquellos

    buhos era muy grande, que cabran en l ms de trescientas personas; los otros eran ms pequeos,

    y hallamos all una sonaja de oro entre las redes. Otro da el gobernador levant pendones por

    Vuestra Majestad y tom la posesin de la tierra en su real nombre, present sus provisiones y fu

    obedescido por gobernador, como Vuestra Majestad lo mandaba. Asmismo presentamos nosotros

    las nuestras ante l, y l las obedesci como en ellas se contena. Luego mand que toda la otra

    gente desembarcase y los caballos que haban quedado, que no eran ms de cuarenta y dos, porque

    los dems, con las grandes tormentas y mucho tiempo que haban andado por la mar, eran muertos;

    y estos pocos que quedaron estaban tan flacos y fatigados, que por el presente poco provecho

    podmos tener de ellos. Otro da los indios de aquel pueblo vinieron a nosotros, y aunque nos

    hablaron, como nosotros no tenamos lengua, no los entendamos; mas hacannos muchas seas y

    amenazas, y nos paresci que nos decan que nos fusemos de la tierra, y con esto nos dejaron, sin

    que nos hiciesen ningn impedimento, y ellos se fueron.

    CAPTULO IV

    Cmo entramos por la tierra

    Otro da adelante el gobernador acord de entrar por la tierra, por descubrirla y ver lo que en

    ella haba. Fumonos con l el comisario y el veedor y yo, con cuarenta hombres, y entre ellos seis

    de caballo, de los cuales poco nos podamos aprovechar. Llevamos la va del norte hasta que a hora

    de vsperas llegamos a una baha (2) muy grande, que nos paresci que entraba mucho por la tierra;

    quedamos all aquella noche, y otro da nos volvimos donde los navos y gente estaban. El

    gobernador mand que el bergantn fuese costeando la va de la Florida, y buscase el puerto que

    Miruelo el piloto haba dicho que saba; mas ya l lo haba errado, y no saba en qu parte

    estbamos, ni adnde era el puerto; y fule mandado al bergantn que si no lo hallase, travesase a La

    Habana, y buscase el navo que Alvaro de la Cerda tena, y tomados algunos bastimentos, nos

    viniesen a buscar. Partido el bergantn, tornamos a entrar en la tierra los mismos que primero, con

    2En la edicin original dice "haba".

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    alguna gente ms, y costeamos la baha que habamos hallado; y andadas cuatro leguas, tomamos

    cuatro indios, y mostrmosles maz para ver si le conocan, porque hasta entonces no habamos

    visto seal de l. Ellos nos dijeron que nos llevaran donde lo haba; y as, nos llevaron a su pueblo,

    que es al cabo de la baha, cerca de all, y en l nos mostraron un poco de maz, que aun no estaba

    para cogerse. All hallamos muchas cajas de mercaderes de Castilla, y en cada una de ellas estaba

    un cuerpo de hombre muerto, y los cuerpos cubiertos con unos cueros de venados pintados. Al

    comisario le paresci que esto era especie de idolatra, y quem las cajas con los cuerpos. Hallamos

    tambin pedazos de lienzo y de pao, y penachos que parecan de la Nueva Espaa; hallamos

    tambin muestras de oro. Por seas preguntamos a los indios de adnde haban habido aquellas

    cosas; sealronnos que muy lejos de all haba una provincia que se deca Apalache, en la cual

    haba mucho oro, y hacan sea de haber muy gran cantidad de todo lo que nosotros estimamos en

    algo. Decan que en Apalache haba mucho, y tomando aquellos indios por gua, partimos de all; y

    andadas diez o doce leguas, hallamos otro pueblo de quince casas, donde haba buen pedazo de

    maz sembrado, que ya estaba para cogerse, y tambin hallamos alguno que estaba ya seco; y

    despus de dos das que all estuvimos, nos volvimos donde el contador y la gente y navos estaban,

    y contamos al contador y pilotos lo que habamos visto, y las nuevas que los indios nos haban

    dado. Y otro da, que fu l de mayo, el gobernador llam aparte al comisario y al contador y al

    veedor y a m, y a un marinero que se llamaba Bartolom Fernndez, y a un escribano que se deca

    Jernimo de Alaniz, y as juntos, nos dijo que tena en voluntad de entrar por la tierra adentro, y los

    navos se fuesen costeando hasta que llegasen al puerto, y que los pilotos decan y crean que yendo

    la va de las Palmas estaban muy cerca de all; y sobre esto nos rog le disemos nuestro parescer.

    Yo responda que me paresca que por ninguna manera deba dejar los navos sin que primero

    quedasen en puerto seguro y poblado, y que mirase que los pilotos no andaban ciertos, ni se

    afirmaban en una misma cosa, ni saban a qu parte estaban; y que allende de esto, los caballos no

    estaban para que en ninguna necesidad que se ofresciese nos pudisemos aprovechar de ellos; y que

    sobre todo esto, bamos mudos y sin lengua, por donde mal nos podamos entender con los indios,ni saber lo que de la tierra queramos, y que entrbamos por tierra de que ninguna relacin

    tenamos, ni sabamos de qu suerte era, ni lo que en ella haba, ni de qu gente estaba poblada, ni a

    qu parte de ella estbamos; y que sobre todo esto, no tenamos bastimentos para entrar adonde no

    sabamos; porque, visto lo que en los navos haba, no se poda dar a cada hombre de racin para

    entrar por la tierra ms de una libra de bizcocho y otra de tocino, y que mi parescer era que se deba

    embarcar y ir a buscar puerto y tierra que fuese mejor para poblar, pues la que habamos visto, en s

    era tan despoblada y tan pobre, cuanto nunca en aquellas partes se haba hallado. Al comisario leparesci todo lo contrario, diciendo que no se haba de embarcar, sino que, yendo siempre hacia la

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    costa, fuesen en busca del puerto, pues los pilotos decan que no estara sino diez o quince leguas de

    all la va de Pnuco (3), y que no era posible, yendo siempre a la costa, que no topsemos con l,

    porque decan que entraba doce leguas adentro por la tierra, y que los primeros que lo hallasen,

    esperasen all a los otros, y que embarcarse era tentar a Dios, pues desque partimos de Castilla

    tantos trabajos habamos pasado, tantas tormentas, tantas prdidas de navos y de gente habamos

    tenido hasta llegar all; y que por estas razones l se deba de ir por luengo de costa hasta llegar al

    puerto, y que los otros navos, con la otra gente, se iran a lamisma va hasta llegar al mismo

    puerto. A todos los que all estaban paresci bien que esto se hiciese as, salvo al escribano, que dijo

    que primero que desamparase los navos, los deba de dejar en puerto conoscido y seguro, y en parte

    que fuese poblada; que esto hecho, podra entrar por la tierra adentro y hacer lo que le paresciese. El

    gobernador sigui su parescer y lo que los otros le aconsejaban. Yo, vista su determinacin,

    requerle de parte de Vuestra Majestad que no dejase los navos sin que quedasen en puerto y

    seguros, y as lo ped por testimonio al escribano que all tenamos. El respondi que, pues l se

    conformaba con el parescer de los ms de los otros oficiales y comisario, que yo no era parte para

    hacerle estos requerimientos, y pidi al escribano le diese por testimonio cmo por no haber en

    aquella tierra mantenimientos para poder poblar, ni puerto para los navos, levantaba el pueblo que

    all haba asentado, y iba con l en busca del puerto y de tierra que fuese mejor; y luego mand

    apercibir la gente que haba de ir con l, que se proveyesen de lo que era menester para la jornada; y

    despus de esto provedo, en presencia de los que all estaban, me dijo que, pues yo tanto estorbaba

    y tema la entrada por la tierra, que me quedase y tomase cargo de los navos y la gente que en ellos

    quedaba, y poblase si yo llegase primero que l. Yo me excus de esto, y despus de salidos de all

    aquella misma tarde, diciendo que no le paresca que de nadie se poda fiar aquello, me envi a

    decir que me rogaba que tomase cargo de ello; y viendo que importunndome tanto, yo todava me

    excusaba, me pregunt qu era la causa por que hua de aceptallo; a lo cual respond que yo hua de

    encargarme de aquello porque tenia por cierto y saba que l no haba de ver ms los navos, ni los

    navos a l, y que esto entenda viendo que tan sin aparejo se entraban por la tierra adentro; y que yoquera ms aventurarme al peligro que l y los otros se aventuraban, y pasar por lo que l y ellos

    pasasen, que no encargarme de los navos, y dar ocasin a que se dijese que, como haba

    contradicho la entrada, me quedaba por temor, y mi honra anduviese en disputa; y que yo quera

    ms aventurar la vida que poner mi honra en esta condicin. El, viendo que conmigo no

    aprovechaba, rog a otros muchos que me hablasen en ello y me lo rogasen, a los cuales respond lo

    3Pnuco, en Mjico, prximo a la desembocadura del ro San Juan, entre los Estados de Veracruz y Tamaulipas.Estaban, pues, mucho ms distantes de lo que imaginaban.

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    mismo que a l; y as, provey por su teniente, para que quedase en los navos, a un alcalde que

    traa que se llamaba Caravallo.

    CAPTULO V

    Cmo dej los navos el gobernador

    Sbado 1 de mayo, el mismo da que esto haba pasado, mand dar a cada uno de los que

    haban de ir con l dos libras de bizcocho y media libra de tocino, y ans nos partimos para entrar enla tierra. La suma de toda la gente que llevbamos era trescientos hombres; en ellos iba el comisario

    fray Juan Surez, y otro fraile que se deca fray Juan de Palos, y tres clrigos y los oficiales. La

    gente de caballo que con estos bamos, ramos cuarenta de caballo; y ans anduvimos con aquel

    bastimento que llevbamos, quince das, sin hallar otra cosa que comer, salvo palmitos de la manera

    de los de Andaluca. En todo este tiempo no hallamos indio ninguno, ni vimos casa ni poblado, y al

    cabo llegamos a un ro que lo pasamos con muy gran trabajo a nado y en balsas: detuvmonos un

    da en pasarlo, que traa muy gran corriente. Pasados a la otra parte, salieron a nosotros hasta

    doscientos indios, poco ms o menos; el gobernador sali a ellos, y despus de haberlos hablado por

    seas, ellos nos sealaron de suerte, que nos hobimos de revolver con ellos, y prendimos cinco o

    seis; y stos nos llevaron a sus casas, que estaban hasta media legua de all, en las cuales hallamos

    gran cantidad de maz que estaba ya para cogerse, y dimos infinitas gracias a nuestro Seor por

    habernos socorrido en tan gran necesidad, porque ciertamente, como ramos nuevos en los trabajos,

    allende del cansancio que traamos, venamos muy fatigados de hambre, y a tercero da que all

    llegamos, nos juntamos el contador y veedor y comisario y yo, y rogamos al gobernador que

    enviase a buscar la mar, por ver si hallaramos puerto, porque los indios decan que la mar no estaba

    muy lejos de all. El nos respondi que no cursemos de hablar en aquello, porque estaba muy lejos

    de all; y como yo era el que ms le importunaba, djome que me fuese yo a descubrirla y que

    buscase puerto, y que haba de ir a pie con cuarenta hombres; y ans, otro da yo me part con el

    capitn Alonso del Castillo y con cuarenta hombres de su compaa, y as anduvimos hasta hora de

    medioda, que llegamos a unos placeles de la mar que paresca que entraban mucho por la tierra:

    anduvimos por ellos hasta legua y media con el agua hasta la mitad de la pierna, pisando por encima

    de ostiones, de los cuales rescibimos muchas cuchilladas en los pies, y nos fueron causa de mucho

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    trabajo, hasta que llegamos en el ro que primero habamos atravesado, que entraba por aquel

    mismo ancn, y como no lo podimos pasar, por el mal aparejo que para ello tenamos, volvimos al

    real, y contamos al gobernador lo que habamos hallado, y cmo era menester otra vez pasar por el

    ro por el mismo lugar que primero lo habamos pasado para que aquel ancn se descubriese bien, y

    visemos si por all haba puerto; y otro da mand a un capitn que se llamaba Valenzuela, que con

    setenta hombres y seis de caballo pasase el ro y fuese por l abajo hasta llegar a la mar, y buscar si

    haba puerto; el cual, despus de dos das que all estuvo, volvi y dijo que l haba descubierto el

    ancn, y que todo era baha baja hasta la rodilla, y que no se hallaba puerto; y que haba visto cinco

    o seis canoas de indios que pasaban de una parte a otra, y que llevaban puestos muchos penachos.

    Sabido esto , otro da partimos de all; yendo siempre en demanda de aquella provincia que los

    indios nos haban dicho Apalache, llevando por gua los que de ellos habamos tomado, y as

    anduvimos hasta 17 de junio, que no hallamos indios que nos osasen esperar; y all sali a nosotros

    un seor que le traa un indio a cuestas, cubierto de un cuero de venado pintado: traa consigo

    mucha gente, y delante de l venan taendo unas flautas de caa; y as, lleg do estaba el

    gobernador, y estuvo una hora con l, y por seas le dimos a entender que bamos a Apalache, y por

    las que l hizo, nos paresci que era enemigo de los de Apalache, y que nos ira a ayudar contra l.

    Nosotros le dimos cuentas y cascabeles y otros rescates, y l di al gobernador el cuero que traa

    cubierto; y as, se volvi, y nosotros le fuimos siguiendo por la va que l iba. Aquella noche

    llegamos a un ro (4), el cual era muy hondo y muy ancho, y la corriente muy recia, y por no

    atrevernos a pasar con balsas, hecimos una canoa para ello, y estuvimos en pasarlo un da; y si los

    indios nos quisieron ofender, bien nos puedieran estorbar el paso, y aun con ayudarnos ellos,

    tuvimos mucho trabajo. Uno de caballo, que se deca Juan Velzquez, natural de Cullar, por no

    esperar entr en el ro, y la corriente, como era recia, lo derrib del caballo, y se asi a las riendas, y

    ahog a s y al caballo; y aquellos indios de aquel seor, que se llamaba Dulchanchelin, hallaron el

    caballo, y nos dijeron dnde hallaramos a l por el ro abajo; y as, fueron por l, y su muerte nos

    di mucha pena, porque hasta entonces ninguno nos haba faltado. El caballo di de cenar a muchosaquella noche.

    Pasados de all, otro da llegamos al pueblo de aquel seor, y all nos envi maz. Aquella

    noche, donde iban a tomar agua nos flecharon un cristiano, y quiso Dios que no lo hirieron. Otro da

    nos partimos de all sin que indio ninguno de los naturales paresciese, porque todos haban hudo;

    mas yendo nuestro camino, parescieron indios, los cuales venan de guerra, y aunque nosotros los

    llamamos, no quisieron volver ni esperar; mas antes se retiraron, siguindonos por el mismo camino

    4Acaso es este ro el Suwanee, que vierte en la costa occidental de la Florida, junto a Cedar Keys.

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    que llevbamos. El gobernador dej una celada de algunos de a caballo en el camino, que como

    pasaron, salieron a ellos, y tomaron tres o cuatro indios, y stos llevamos por guas de all adelante;

    los cuales nos llevaron por tierra muy trabajosa de andar y maravillosa de ver, porque en ella hay

    muy grandes montes y los rboles a maravilla altos, y son tantos los que estn cados en el suelo,

    que nos embarazaban el camino, de suerte que no podamos pasar sin rodear mucho y con muy gran

    trabajo; de los que no estaban cados, muchos estaban hendidos desde arriba hasta abajo, de rayos

    que en aquella tierra caen, donde siempre hay muy grandes tormentas y tempestades. Con este

    trabajo caminamos hasta un da despus de San Juan, que llegamos a vista de Apalache sin que los

    indios de la tierra nos sintiesen. Dimos muchas gracias a Dios por vernos tan cerca de El, creyendo

    que era verdad lo que de aquella tierra nos haban dicho, que all se acabaran los grandes trabajos

    que habamos pasado, as por el malo y largo camino para andar, como por la mucha hambre que

    habamos padescido; porque aunque algunas veces hallbamos maz, las ms andbamos siete y

    ocho leguas sin toparlo; y muchos haba entre nosotros que, allende del mucho cansancio y hambre,

    llevaban hechas llagas en las espaldas, de llevar las armas a cuestas, sin otras cosas que se ofrescan.

    Mas con vernos llegados donde desebamos, y donde tanto mantenimiento y oro nos haban dicho

    que haba, parescinos que se nos haba quitado gran parte del trabajo y cansancio.

    CAPTULO VI

    Cmo llegamos a Apalache

    Llegados que fuimos a vista de Apalache, el gobernador mand que yo tomase nueve de

    caballo y cincuenta peones, y entrase en el pueblo, y ans lo acometimos el veedor y yo; y entrados,

    no hallamos sino mujeres y muchachos, que los hombres a la sazn no estaban en el pueblo; mas de

    ah a poco, andando nosotros por l, acudieron, y comenzaron a pelear, flechndonos, y mataron el

    caballo del veedor; mas al fin huyeron y nos dejaron. All hallamos mucha cantidad de maz que

    estaba ya para cogerse, y mucho seco que tenan encerrado. Hallmosles muchos cueros de

    venados, y entre ellos algunas mantas de hilo pequeas, y no buenas, con que las mujeres cubren

    algo de sus personas. Tenan muchos vasos para moler maz. En el pueblo haba cuarenta casas

    pequeas y edificadas, bajas y en lugares abrigados, por temor de las grandes tempestades que

    continuamente en aquella tierra suele haber. El edificio es de paja, y estn cercados de muy espeso

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    monte y grandes arboledas y muchos pilagos de agua, donde hay tantos y tan grandes rboles

    cados, que embarazan, y son causa que no se puede por all andar sin mucho trabajo y peligro.

    CAPTULO VII

    De la manera que es la tierra

    La tierra, por la mayor parte, desde donde desembarcamos hasta este pueblo y tierra de

    Apalache, es llana; el suelo, de arena y tierra firme (5); por toda ella hay muy grandes rboles y

    montes claros, donde hay nogales y laureles, y otros que se llaman liquidmbares, cedros, sabinas y

    encinas y pinos y robles, palmitos bajos, de la manera de los de Castilla (6). Por toda ella hay

    muchas lagunas, grandes y pequeas, algunas muy trabajosas de pasar, parte por la mucha hondura,

    parte por tantos rboles como por ellas estn cados. El suelo de ellas es arena, y las que en la

    comarca de Apalache hallamos son muy mayores que las de hasta all. Hay en esta provincia

    muchos maizales, y las casas estn tan esparcidas por el campo, de la manera que estn las de los

    Gelves. Los animales que en ellas vimos, son: venados de tres maneras, conejos y liebres, osos y

    leones, y otras salvajinas, entre los cuales vimos un animal que trae los hijos en una bolsa que en la

    barriga tiene; y todo el tiempo que son pequeos los trae all, hasta que saben buscar de comer; y si

    acaso estn fuera buscando de comer, y acude gente, la madre no huye hasta que los ha recogido en

    su bolsa (7). Por all la tierra es muy fra; tiene muy buenos pastos para ganados; hay aves de

    muchas maneras, ansares en gran cantidad, patos, nades, patos reales, dorales y garzotas y garzas,

    perdices; vimos muchos halcones, nebls, gavilanes, esmerejones y otras muchas aves. Dos horas

    despus que llegamos a Apalache, los indios que de all haban huido vinieron a nosotros de paz,

    pidindonos a sus mujeres y hijos, y nosotros se los dimos, salvo que el gobernador detuvo un

    5A partir de la poca cuaternaria toda la Florida meridional se ha formado por un lento proceso de formacin coralina.Los arrecifes coralinos que la constituyen son de forma y edades diferentes. Los hay vivos, que la accin de lascorrientes deforma y menoscaba; los hay muertos, y los hay hasta fsiles, en explicacin de levantamientos yhundimientos sucesivos de los fondos submarinos en que se apoyan. Tras la lnea costera de los keys de la Florida, latierra firme llena de lagunas, debidas a su gnesis peculiar, se va consolidando merced a un proceso de rpidasedimentacin. El mar en esta tierra llana invade en el flujo y descubre en el reflujo las tierras coralinas en vas deformacin. Los manglares costeros contribuyen a detener y consolidar las arenas y tarquines coralinos.

    6Apenas si es preciso advertir que estos palmitos y dems especies vegetales que cita Cabeza de Vacason afines a las nuestras, pero no las mismas. El palmito a que aqu se refiere Nuez, o palmito deTierra Firme, es la especie Sabal Palmetto.Los keys de la Florida son sede en que prosperan los manglares, constitudos principalmente por la especie Rhizophora

    mangle.7Este animal es la zarigeya, que Gonzalo Fernndez de Oviedo llam churcha, el P. Gumilla, fara, y Azara, micur. Seha dedicado la especie al gran naturalista espaol D. Flix de Azara, y as, se la llama Didelphis Azarae, Temm.

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    Biblioteca Virtual del Paraguay Pg. 13

    cacique de ellos consigo, que fu causa por donde ellos fueron escandalizados; luego otro da

    volvieron de guerra, y con tanto denuedo y presteza nos acometieron, que llegaron a nos poner

    fuego a las casas en que estbamos; mas como salimos, huyeron, y acogironse a las lagunas, que

    tenan muy cerca; y por esto, y por los grandes maizales que haba, no les podimos hacer dao,

    salvo a uno que matamos. Otro da siguiente, otros indios de otro pueblo que estaba de la otra parte

    vinieron a nosotros y acometironnos de la misma arte que los primeros, y de la misma manera se

    escaparon, y tambin muri uno de ellos. Estuvimos en este pueblo veinte y cinco das, en que

    hecimos tres entradas por la tierra, y hallmosla muy pobre de gente y muy mala de andar, por los

    malos pasos y montes y lagunas que tena. Preguntamos al cacique que les habamos detenido, y a

    los otros indios que traamos con nosotros, que eran vecinos y enemigos de ellos, por la manera y

    poblacin de la tierra, y la calidad de la gente, y por los bastimentos y todas las otras cosas de ella.

    Respondironnos cada uno por s, que el mayor pueblo de toda aquella tierra era aquel Apalache, y

    que adelante haba menos gente y muy ms pobre que ellos, y que la tierra era mal poblada y los

    moradores de ella muy repartidos; y que yendo adelante, haba grandes lagunas y espesura de

    montes y grandes desiertos y despoblados. Preguntmosles luego por la tierra que estaba hacia el

    sur, qu pueblos y mantenimientos tena. Dijeron que por aquella va, yendo a la mar nueve

    jornadas, haba un pueblo que llamaban Aute, y los indios de l tenan mucho maz, y que tenan

    frsoles y calabazas, y que por estar tan cerca de la mar alcanzaban pescados, y que stos eran

    amigos suyos. Nosotros, vista la pobreza de la tierra, y las malas nuevas que de la poblacin y de

    todo lo dems nos daban, y como los indios nos hacan continua guerra hirindonos la gente y los

    caballos en los lugares donde bamos a tomar agua, y esto desde las lagunas, y tan a salvo, que no

    los podamos ofender, porque metidos en ellas nos flechaban, y mataron un seor de Tezcuco que se

    llamaba don Pedro, que el comisario llevaba consigo, acordamos de partir de all, y ir a buscar la

    mar y aquel pueblo de Aute que nos haban dicho; y as, nos partimos a cabo de veinte y cinco das

    que all habamos llegado. El primero da pasamos aquellas lagunas y pasos sin ver indio ninguno;

    mas al segundo da llegamos a una laguna de muy mal paso, porque daba el agua a los pechos yhaba en ella muchos rboles cados. Ya que estbamos en medio de ella nos acometieron muchos

    indios que estaban abscondidos detrs de los rboles porque no los visemos; otros estaban sobre

    los cados, y comenzronnos a flechar de manera, que nos hirieron muchos hombres y caballos, y

    nos tomaron la gua que llevbamos, antes que de la laguna salisemos, y despus de salidos de ella,

    nos tornaron a seguir, querindonos estorbar el paso; de manera que no nos aprovechaba salirnos

    afuera ni hacernos ms fuertes y querer pelear con ellos, que se metan luego en la laguna, y desde

    all nos heran la gente y caballos. Visto esto, el gobernador mand a los de caballo que se apeaseny les acometiesen a pie. El contador se ape con ellos, y as los acometieron, y todos entraron a

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    vueltas en una laguna, y as les ganamos el paso. En esta revuelta hubo algunos de los nuestros

    heridos, que no les valieron buenas armas que llevaban; y hubo hombres este da que juraron que

    haban visto dos robles, cada uno de ellos tan grueso como la pierna por bajo, pasados de parte a

    parte de las flechas de los indios; y esto no es tanto de maravillar vista la fuerza y maa con que las

    echan; porque yo mismo vi una flecha en un pie de un lamo, que entraba por l un geme. Cuantos

    indios vimos desde la Florida aqu, todos son flecheros; y como son tan crescidos de cuerpo y andan

    desnudos, desde lejos parescen gigantes. Es gente a maravilla bien dispuesta, muy enjutos y de muy

    grandes fuerzas y ligereza (8). Los arcos que usan son gruesos como el brazo, de once o doce

    palmos de largo, que flechan a doscientos pasos con tan gran tiento, que ninguna cosa yerran.

    Pasados que fuimos de este paso, de ah a una legua llegamos a otro de la misma manera, salvo que

    por ser tan larga, que duraba media legua, era muy peor: ste pasamos libremente y sin estorbo de

    indios; que, como haban gastado en el primero toda la municin que de flechas tenan, no qued

    con que osarnos acometer. Otro da siguiente, pasando otro semejante paso, yo hall rastro de gente

    que iba delante, y di aviso de ello al gobernador, que vena en la retaguarda; y ans, aunque los

    indios salieron a nosotros, como bamos apercibidos, no nos pudieron ofender; y salidos a lo llano,

    furonnos todava siguiendo; volvimos a ellos por dos partes, y matmosles dos indios, y

    hirironme a m y dos o tres cristianos; y por acogrsenos al monte no les podimos hacer ms mal ni

    dao. De esta suerte caminamos ocho das, y desde este paso que he contado, no salieron ms indios

    a nosotros hasta una legua adelante, que es lugar donde he dicho que bamos. All, yendo nosotros

    por nuestro camino, salieron indios, y sin ser sentidos, dieron en la retaguarda, y a los gritos que di

    un muchacho de un hidalgo de los que all iban, que se llamaba Avellaneda, el Avellaneda volvi, y

    fu a socorrerlos, y los indios le acertaron con una flecha por el canto de las corazas, y fu tal la

    herida, que pas casi toda la flecha por el pescuezo, y luego all muri y lo llevamos hasta Aute. En

    nueve das de camino, desde Apalache hasta all, llegamos. Y cuando fuimos llegdos, hallamos

    toda la gente de l, ida, y las casas quemadas, y mucho maz y calabazas y frisoles, que ya todo

    estaba para empezarse a coger. Descansamos all dos das, y stos pasados, el gobernador me rogque fuese a descubrir la mar, pues los indios decan que estaba tan cerca de all; ya en este camino

    la habamos descubierto por un ro muy grande que en l hallamos, a quien habamos puesto por

    nombre el ro de la Magdalena. Visto esto, otro da siguiente yo me part a descubrirla, juntamente

    con el comisario y el capitn Castillo y Andrs Dorantes y otros siete de caballo y cincuenta peones,

    y caminamos hasta hora de vsperas, que llegamos a un ancn o entrada de la mar, donde hallamos

    muchos ostiones, con que la gente holg; y dimos muchas gracias a Dios por habernos trado all.

    8Eran semnolas, primitivos habitantes de la Florida. En tiempos de la conquista por los Estados Unidos (1830-1842),fu Oceola u Osceola su hroe de la independencia nacional.

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    Biblioteca Virtual del Paraguay Pg. 15

    Otro da de maana envi veinte hombres a que conosciesen la costa y mirasen la disposicin de

    ella, los cuales volvieron otro da en la noche, diciendo que aquellos ancones y bahas eran muy

    grandes y entraban tanto por la tierra adentro, que estorbaban mucho para descubrir lo que

    queramos, y que la costa estaba muy lejos de all. Sabidas estas nuevas, y vista la mala disposicin

    y aparejo que para descubrir la costa por all haba, yo me volv al gobernador, y cuando llegamos,

    hallmosle enfermo con otros muchos, y la noche pasada los indios haban dado en ellos y pustolos

    en grandsimo trabajo, por la razn de la enfermedad que les haba sobrevenido; tambin les haban

    muerto un caballo. Yo di cuenta de lo que haba hecho y de la mala disposicin de la tierra. Aquel

    da nos detuvimos all.

    CAPTULO VIII

    Cmo partimos de Aute

    Otro da siguiente partimos de Aute, y caminamos todo el da hasta llegar donde yo haba

    estado. Fu el camino en extremo trabajoso, porque ni los caballos bastaban a llevar los enfermos,

    ni sabamos qu remedio poner, porque cada da adolescan; que fu cosa de muy gran lstima y

    dolor ver la necesidad y trabajo en que estbamos. Llegados que fuimos, visto el poco remedio que

    para ir adelante haba, porque no haba dnde, ni aunque lo hubiera, la gente pudiera pasar adelante,

    por estar los ms enfermos, y tales, que pocos haba de quien se pudiese haber algn provecho.

    Dejo aqu de contar esto ms largo, porque cada uno puede pensar lo que se pasaria en tierra

    tan extraa y tan mala, y tan sin ningn remedio de ninguna cosa, ni para estar ni para salir de ella.

    Mas como el ms cierto remedio sea Dios nuestro Seor, y de ste nunca desconfiamos, suscedi

    otra cosa que agravaba ms que todo esto, que entre la gente de caballo se comenz la mayor parte

    de ellos a ir secretamente, pensando hallar ellos por s remedio, y desamparar al gobernador y a los

    enfermos, los cuales estaban sin algunas fuerzas y poder. Mas, como entre ellos haba muchos

    hijosdalgo y hombres de buena suerte, no quisieron que esto pasase sin dar parte al gobernador y a

    los oficiales de Vuestra Majestad; y como les afeamos su propsito, y les pusimos delante el tiempo

    en que desamparaban a su capitn y los que estaban enfermos y sin poder, y apartarse sobre todo del

    servicio de Vuestra Majestad, acordaron de quedar, y que lo que fuese de uno fuese de todos, sin

    que ninguno desamparase a otro. Visto esto por el gobernador, los llam a todos y a cada uno por s,

    pidiendo parescer de tan mala tierra, para poder salir de ella y buscar algn remedio, pues all no lo

  • 8/4/2019 NAUFRAGIOS - ALVAR NUEZ CABEZA DE VACA - PortalGuarani

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    ALVAR NUEZ CABEZA DE VACA Naufragios y Comentarios

    Biblioteca Virtual del Paraguay Pg. 16

    haba, estando la tercia parte de la gente con gran enfermedad, y cresciendo esto cada hora, que

    tenamos por cierto todos lo estaramos as; de donde no se poda seguir sino la muerte, que por ser

    en tal parte se nos hacia ms grave; y vistos estos y otros muchos inconvenientes, y tentados

    muchos remedios, acordamos en uno harto difcil de poner en obra, que era hacer navos en que nos

    fusemos. A todos paresca imposible, porque nosotros no los sabamos hacer, ni haba

    herramientas, ni hierro, ni fragua, ni estopa, ni pez, ni jarcias, finalmente, ni cosa ninguna de tantas

    como son menester, ni quien supiese nada para dar industria en ello, y sobre todo, no haber qu

    comer entretanto que se hiciesen, y los que haban de trabajar del arte que habamos dicho; y

    considerando todo esto, acordamos de pensar en ello ms despacio, y ces la pltica aquel da, y

    cada uno se fu, encomendndolo a Dios nuestro Seor, que lo encaminase por donde El fuese ms

    servido. Otro da quiso Dios que uno de la compaa vino diciendo que l hara unos caones de

    palo, y con unos cueros de venado se haran unos fuelles, y como estbamos en tiempo que

    cualquiera cosa que tuviese alguna sobrehaz de remedio; nos paresca bien, dijimos que se pusiese

    por obra; y acordamos de hacer de los estribos y espuelas y ballestas, y de las otras cosas de hierro

    que haba, los clavos y sierras y hachas, y otras herramientas; de que tanta necesidad haba para

    ello; y dimos por remedio que para haber algn mantenimiento en el tiempo que esto se hiciese se

    hiciesen cuatro entradas en Aute con todos los caballos y gente que pudiesen ir, y que a tercero da

    se matase un caballo, el cual se repartiese entre los que trabajaban en la obra de las barcas y los que

    estaban enfermos; las entradas se hicieron con la gente y caballos que fu posible, y en ellas se

    trajeron hasta cuatrocientas hanegas de maz, aunque no sin contiendas y pendencias con los indios.

    Hecimos coger muchos palmitos para aprovecharnos de la lana y cobertura de ellos, torcindola y

    adereszndola para usar en lugar de estopa para las barcas; las cuales se comenzaron a hacer con un

    solo carpintero que en la compaa haba, y tanta diligencia pusimos, que, comenzndolas a 4 das

    de agosto, a 20 das del mes de setiembre eran acabadas cinco barcas, de a veinte y dos codos cada

    una, calafeteadas con las estopas de los palmitos, y bremoslas con cierta pez de alquitrn que hizo

    un griego, llamado don Teodoro, de unos pinos; y de la misma ropa de los palmitos, y de las colas ycrines de los caballos, hecimos cuerdas y jarcias, y de las nuestras camisas velas, y de las sabinas

    que all haba, hecimos los remos que nos paresci que era menester; y tal era la tierra en que

    nuestros pecados nos haban puesto, que con muy gran trabajo podamos hallar piedras para lastre y

    anclas de las barcas, ni en toda ella habamos visto ninguna. Desollamos tambin las piernas de los

    caballos enteras, y curtimos los cueros de ellas para hacer botas en que llevsemos agua. En este

    tiempo algunos andaban cogiendo marisco por los rincones y entradas de la mar, en que los indios,

    en dos veces que dieron en ellos, nos mataron diez hombres a vista del real, sin que los pudisemossocorrer, los cuales hallamos de parte a parte pasados con flechas; que, aunque algunos tenan

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    Biblioteca Virtual del Paraguay Pg. 17

    buenas armas no bastaron a resistir para que esto no se hiciese, por flechar con tanta destreza y

    fuerza como arriba he dicho; y a dicho y juramento de nuestros pilotos, desde la baha, que pusimos

    nombre de la Cruz, hasta aqu anduvimos docientas y ochenta leguas, poco ms o menos. En toda

    esta tierra no vimos sierra ni tuvimos noticias de ella en ninguna manera; y antes que nos

    embarcsemos, sin los que los indios nos mataron, se murieron ms de cuarenta hombres de

    enfermedad y hambre. A 22 das del mes de setiembre se acabaron de comer los caballos, que slo

    uno qued, y este da nos embarcamos por esta orden: que en la barca del gobernador iban cuarenta

    y nueve hombres; en otra que di al contador y comisario iban otros tantos; la tercera di al capitan

    Alonso del Castillo y Andrs Dorantes, con cuarenta y ocho hombres, y otra di a dos capitanes,

    que se llamaban Tllez y Pealosa, con cuarenta y siete hombres. La otra di al veedor y a m con

    cuarenta y nueve hombres, y despus de embarcados los bastimentos y ropa, no qued a las barcas

    ms de un geme de bordo fuera del agua, y allende de esto, bamos tan apretados, que no nos

    podamos menear; y tanto puede la necesidad, que nos hizo aventurar a ir de esta manera, y

    meternos en una mar tan trabajosa, y sin tener noticia de la arte del marear ninguno de los que all

    iban.

    CAPTULO IXCmo partimos de baha de Caballos

    Aquella baha de donde partimos ha por nombre la baha de Caballos, y anduvimos siete das

    por aquellos ancones, entrados en el agua hasta la cinta, sin seal de ver ninguna cosa de costa, y al

    cabo de ellos llegamos a una isla que estaba cerca de la tierra. Mi barca iba delante, y de ella vimos

    venir cinco canoas de indios, los cuales las desampararon y nos las dejaron en las manos, viendoque bamos a ellas; las otras barcas pasaron adelante, y dieron en unas casas de la misma isla, donde

    hallamos muchas lizas y huevos de ellas, que estaban secas; que fu muy gran remedio para la

    necesidad que llevbamos. Despus de tomadas, pasamos adelante, y dos leguas de all pasamos un

    estrecho que la isla con la tierra haca, al cual llamamos de Sant Miguel por haber salido en su da

    por l; y salidos, llegamos a la costa, donde, con las cinco canoas que yo haba tomado a los indios,

    remediamos algo de las barcas, haciendo falcas de ellas, y aadindolas; de manera que subieron

    dos palmos de bordo sobre el agua; y con esto tornamos a caminar por luengo de costa la va del ro

  • 8/4/2019 NAUFRAGIOS - ALVAR NUEZ CABEZA DE VACA - PortalGuarani

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    ALVAR NUEZ CABEZA DE VACA Naufragios y Comentarios

    Biblioteca Virtual del Paraguay Pg. 18

    de Palmas, cresciendo cada da la sed y la hambre, porque los bastimientos eran muy pocos y iban

    muy al cabo, y el agua se nos acab; porque las botas que hecimos de las piernas de los caballos

    luego fueron podridas y sin ningn provecho; algunas veces entramos por ancones y bahas que

    entraban mucho por la tierra adentro; todas las hallamos bajas ypeligrosas; y ans, anduvimos por

    ellas treinta das, donde algunas veces hallbamos indios pescadores, gente pobre y miserable. Al

    cabo ya de estos treinta das, que la necesidad del agua era en extremo, yendo cerca de costa, una

    noche sentimos venir una canoa, y como la vimos, esperamos que llegase, y ella no quiso hacer

    cara; y aunque la llamamos, no quiso volver ni aguardarnos, y por ser de noche no la seguimos, y

    fumonos nuestra va; cuando amanesci vimos una isla pequea, y fuimos a ella por ver si

    hallaramos agua; mas nuestro trabajo fu en balde, porque no la haba. Estando all surtos, nos

    tom una tormenta muy grande, porque nos detuvimos seis das sin que ossemos salir a la mar; y

    como haba cinco das que no bebamos, la sed fu tanta, que nos puso en necesidad de beber agua

    salada, y algunos se desatentaron tanto en ello, que spitamente se nos murieron cinco hombres.

    Cuento esto as brevemente, porque no creo que hay necesidad de particularmente contar las

    miserias y trabajos en que nos vimos; pues considerando el lugar donde estbamos y la poca

    esperanza de remedio que tenamos, cada uno puede pensar mucho de lo que all pasara; y como

    vimos que la sed cresca y el agua nos mataba, aunque la tormenta no era cesada, acordamos de

    encomendarnos a Dios nuestro Seor, y aventurarnos antes al peligro de la mar que esperar la

    certinidad de la muerte que la sed nos daba; y as, salimos la va donde habamos visto la canoa la

    noche que por all venamos; y en este da nos vimos muchas veces anegados, y tan perdidos, que

    ninguno hubo que no tuviese por cierta la muerte. Plugo a nuestro Seor, que en las mayores

    necesidades suele mostrar su favor, que a puesta del Sol volvimos una punta que la tierra hace,

    adonde hallamos mucha bonanza y abrigo. Salieron a nosotros muchas canoas, y los indios que en

    ellas venan nos hablaron, y sin querernos aguardar, se volvieron. Era gente grande y bien dispuesta,y no traan flechas ni arcos. Nosotros les fuimos siguiendo hasta sus casas, que estaban cerca de all

    a la lengua del agua, y saltamos en tierra, y delante de las casas hallamos muchos cntaros de agua

    y mucha cantidad de pescado guisado, y el seor de aquellas tierras ofresci todo aquello al

    gobernador, y tomndolo consigo, lo llev a su casa. Las casas de stos eran de esteras, que a lo que

    paresci eran estantes; y despus que entramos en casa del cacique, nos di mucho pescado, y

    nosotros le dimos del maz que traamos, y lo comieron en nuestra presencia, y nos pidieron ms, y

    se lo dimos, y el gobernador le di muchos rescates; el cual, estando con el cacique en su casa, a

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    Biblioteca Virtual del Paraguay Pg. 19

    media hora de la noche, spitamente los indios dieron en nosotros y en los que estaban muy malos

    echados en la costa, y acometieron tambin la casa del cacique, donde el gobernador estaba, y lo

    hirieron de una piedra en el rostro. Los que all se hallaron prendieron al cacique; mas como los

    suyos estaban tan cerca, soltseles y dejles en las manos una manta de martas cebelinas, que son

    las mejores que creo yo que en el mundo se podran hallar, y tienen un olor que no paresce sino de

    mbar y almizcle, y alcanza tan lejos, que de mucha cantidad se siente (9); otras vimos all, mas

    ningunas eran tales como stas. Los que all se hallaron, viendo al gobernador herido, lo metimos en

    la barca, y hecimos que con l se recogiese toda la ms gente a sus barcas, y quedamos hasta

    cincuenta en tierra para contra los indios, que nos acometieron tres veces aquella noche, y con tanto

    mpetu, que cada vez nos hacan retraer ms de un tiro de piedra. Ninguno hubo de nosotros que no

    quedase herido, y yo lo fu en la cara; y si, como se hallaron pocas flechas, estuvieran ms

    provedos de ellas, sin dubda nos hicieran mucho dao. La ltima vez se pusieron en celada los

    capitanes Dorantes y Pealosa y Tllez con quince hombres, y dieron en ellos por las espaldas, y de

    tal manera les hicieron hur, que nos dejaron. Otro da de maana yo les romp ms de treinta

    canoas, que nos aprovecharon para un norte que hacia, que por todo el da hubimos de estar all con

    mucho fro, sin osar entrar en la mar, por la mucha tormenta que en ella haba. Esto pasado, nos

    tornamos a embarcar, y navegamos tres das; y como habamos tomado poca agua, y los vasos que

    tenamos para llevar asimismo eran muy pocos, tornamos a caer en la primera necesidad; y

    siguiendo nuestra va, entramos por un estero, y estando en l vimos venir una canoa de indios.

    Como los llamamos, vinieron a nosotros, y el gobernador, a cuya barca haban llegado, pidiles

    agua, y ellos la ofrescieron con que les diesen en que la trajesen, y un cristiano griego, llamado

    Doroteo Teodoro (de quien arriba se hizo mencin), dijo que quera ir con ellos; el gobernador y

    otros se lo procuraron estorbar mucho, y nunca lo pudieron, sino que en todo caso quera ir con

    ellos; as se fu, y llev consigo un negro, y los indios dejaron en rehenes dos de su compaa; y ala noche volvieron los indios y trajronnos muchos vasos sin agua; y no trajeron los cristianos que

    haban llevado; y los que haban dejado por rehenes, como los otros los hablaron, quisironse echar

    al agua. Mas los que en la barca estaban los detuvieron; y ansi, se fueron huyendo los indios de la

    canoa, y nos dejaron muy confusos y tristes por haber perdido aquellos dos cristianos.

    9

    Parece se trata aqu de las pieles del castor (Castor fiber), que, en tiempos del descubrimiento de Amrica del Norte,ocupaba un rea inmensa desde Alaska y la baha de Hudson hasta California y Arizona, aun cuando ahora estconfinado en la parte norte.

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    Biblioteca Virtual del Paraguay Pg. 20

    CAPTULO X

    De la refriega que nos dieron los indios

    Venida la maana, vinieron a nosotros muchas canoas de indios, pidindonos los dos

    compaeros que en la barca haban quedado por rehenes. El gobernador dijo que se los dara con

    que trajesen los dos cristianos que haban llevado. Con esta gente venan cinco o seis seores, y nos

    paresci ser la gente mas bien dispuesta y de ms autoridad y concierto que hasta all habamos

    visto, aunque no tan grandes como los otros de quien habemos contado. Traan los cabellos sueltos

    y muy largos, y cubiertos con mantas de martas, de la suerte de las que atrs habamos tomado, y

    algunas de ellas hechas por muy extraa manera, poque en ella haba unos lazos de labores de unas

    pieles leonadas, que parescan muy bien. Rogbannos que nos fusemos con ellos y que nos darian

    los cristianos y agua y otras muchas cosas; y contino acudan sobre nosotros muchas canoas,

    procurando de tomar la boca de aquella entrada; y as por esto, como porque la tierra era muy

    peligrosa para estar en ella, nos salimos a la mar, donde estuvimos hasta medioda con ellos. Y

    como no nos quisiesen dar los cristianos,y por este respeto nosotros no les disemos los indios,

    comenzronnos a tirar piedras con hondas, y varas, con muestras de flecharnos, aunque en todos

    ellos no vimos sino tres o cuatro arcos.

    Estando en esta contienda el viento refresc, y ellos se volvieron y nos dejaron; y as

    navegamos aquel da, hasta hora de vsperas, que mi barca que iba delante, descubri una punta que

    la tierra haca, y del otro cabo se vea un ro muy grande (10), y en una isleta que hacia la punta hice

    yo surgir por esperar las otras barcas. El gobernador no quiso llegar; antes se meti por una baha

    muy cerca de all, en que haba muchas isletas, y all nos juntamos, y desde la mar tomamos agua

    dulce, porque el ro entraba en la mar de avenida, y por tostar algn maz de lo que traamos, porque

    ya haba dos das que lo comamos crudo, saltamos en aquella isla; mas como no hallamos lea,acordamos de ir al ro que estaba detrs de la punta, una legua de all; y yendo, era tanta la

    corriente, que no nos dejaba en ninguna manera llegar, antes nos apartaba de la tierra, y nosotros

    trabajando y porfiando por tomarla. El norte que venia de la tierra comenz a crescer tanto, que nos

    meti en la mar, sin que nosotros pudisemos hacer otra cosa; y a media legua que fuimos metidos

    en ella, sondamos, y hallamos que con treinta brazas no podimos tomar hondo, y no podamos

    entender si la corriente era causa que no lo pudisemos tomar; y as navegamos dos das todava,

    10Sin duda el ro Mississip y su delta digitado, cuyas aguas dulces, con su menor densidad y gran velocidad, flotansobre el mar un largo trayecto.

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    Biblioteca Virtual del Paraguay Pg. 21

    trabajando por tomar tierra, y al cabo de ellos, un poco antes que el Sol saliese, vimos muchos

    humeros por la costa; y trabajando por llegar all, nos hallamos en tres brazas de agua, y por ser de

    noche no osamos tomar tierra, porque como habamos visto tantos humeros, creamos que se nos

    podia recrescer algn peligro sin nosotros poder ver, por la mucha obscuridad, lo que habamos de

    hacer, y por esto determinamos de esperar a la maana; y como amanesci, cada barca se hall por

    s perdida de las otras; yo me all en treinta brazas, y siguiendo mi viaje, a hora de vsperas vi dos

    barcas, y como fu a ellas, vi que la primera a que llegu era la del gobernador, el cual me pregunt

    qu me paresca que debamos hacer. Yo le dije que deba recobrar aquella barca que iba delante, y

    que en ninguna manera la dejase, y que juntas todas tres barcas, siguisemos nuestro camino donde

    Dios nos quisiese llevar. El me respondi que aquello no se poda hacer, porque la barca iba muy

    metida en la mar y l quera tomar la tierra, y que si la quera yo seguir, que hiciese que los de mi

    barca tomasen los remos y trabajasen, porque con fuerza de brazos se haba de tomar la tierra, y esto

    le aconsejaba un capitn que consigo llevaba, que se llamaba Pantoja, dicindole que si aquel da no

    tomaba la tierra, que en otros seis no la tomara, y en este tiempo era necesario morir de hambre.

    Yo, vista su voluntad, tom mi remo, y lo mismo hicieron todos los que en mi barca estaban para

    ello, y bogamos hasta casi puesto el Sol; mas como el gobernador llevaba la ms sana y recia gente

    que entre toda haba, en ninguna manera lo podimos seguir ni tener con ella. Yo, como vi esto,

    pedle que, para poderle seguir, me diese un cabo de su barca, y l me respondi que no haran ellos

    poco si solos aquella noche pudiesen llegar a tierra. Yo le dije que, pues va la poca posibilidad que

    en nosotros haba para poder seguirle y hacer lo que haba mandado, que me dijese que era lo que

    mandaba que yo hiciese. El me respondi que ya no era tiempo de mandar unos a otros; que cada

    uno hiciese lo que mejor le paresciese que era para salvar la vida; que l as lo entenda de hacer, y

    diciendo esto, se alarg con su barca, y como no le pude seguir, arrib sobre la otra barca que iba

    metida en la mar, la cual me esper; y llegado a ella, hall que era la que llevaban los capitanes

    Pealosa y Tllez; y ans, navegamos cuatro das en compaa; comiendo por tasa cada da medio

    puo de maz crudo. A cabo de estos cuatro das nos tom una tormenta, que hizo perder la otrabarca, y por gran misericordia que Dios tuvo de nosotros no nos hundimos del todo, segn el tiempo

    hacia; y con ser invierno, y el fro muy grande, y tantos das que padescamos hambre, con los

    golpes que de la mar habamos recebido, otro da la gente comenz mucho a desmayar, de tal

    manera, que cuando el Sol se puso, todos los que en mi barca venan estaban cados en ella unos

    sobre otros, tan cerca de la muerte, que pocos haba que tuviesen sentido, y entre todos ellos a esta

    hora no haba cinco hombres en pie; y cuando vino la noche no quedamos sino el maestre y yo que

    pudisemos marear la barca, y a dos horas de la noche el maestre me dijo que yo tuviese cargo deella, porque l estaba tal, que crea aquella noche morir; y as, yo tom el leme, y pasada media

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    Biblioteca Virtual del Paraguay Pg. 22

    noche, yo llegu por ver si era muerto el maestre, y l me respondi que l antes estaba mejor y que

    l gobernara hasta el da, Yo cierto aquella hora de muy mejor voluntad tomara la muerte, que no

    ver tanta gente delante de m de tal manera.

    Y despus que el maestre tom cargo de la barca, yo repos un poco muy sin reposo, ni habacosa mas lejos de m entonces que el sueo. Y acerca del alba parescime que oa el tumbo de la

    mar, porque, como la costa era baja, sonaba mucho, y con este sobresalto llam al maestre, el cual

    me respondi que crea que ramos cerca de tierra, y tentamos y hallmonos en siete brazas, y

    parescile que nos debamos tener a la mar hasta que amanesciese; y as, yo tom un remo y bogu

    de la banda de la tierra, que nos hallamos una legua della, y dimos la popa a la mar; y cerca de tierra

    nos tom una ola, que ech la barca fuera del agua un juego de herradura, y con el gran golpe que

    di, casi toda la gente que en ella estaba como muerta, torn en s, y como se vieron cerca de la

    tierra se comenzaron a descolgar, y con manos y pies andando; y como salieron a tierra a unos

    barrancos, hecimos lumbre y tostamos del maz que traamos, y hallamos agua de la que haba

    llovido, y con el calor del fuego la gente torn en s y comenzaron algo a esforzarse. El da que aqu

    llegamos era sexto del mes de noviembre.

    CAPTULO XI

    De lo que acaesci a Lope de Oviedo con unos indios

    Desque la gente hubo comido, mand a Lope de Oviedo, que tena ms fuerza y estaba ms

    recio que todos, se llegase a unos rboles que cerca de all estaban, y subido en uno de ellos,

    descubriese la tierra en que estbamos y procurase de haber alguna noticia de ella. El lo hizo as y

    entendi que estbamos en isla, y vi que la tierra estaba cavada a la manera que suele estar tierra

    donde anda ganado, y parescile por esto que deba ser tierra de cristianos, y ansi nos lo dijo. Yo le

    mande que la tornase a mirar muy ms particularmente y viese si en ella haba algunos caminos que

    fuesen seguidos, y esto sin alargarse mucho por el peligro que poda haber. El fu, y topando con

    una vereda se fu por ella adelante hasta espacio de media legua, y hall unas chozas de unos indios

    que estaban solas, porque los indios eran idos al campo, y tom una olla de ellos, y un perrillo

    pequeo y unas pocas de lizas, y as se volvi a nosotros; y parescindonos que se tardaba, envi

    otros dos cristianos para que le buscasen y viesen qu le haba suscedido; y ellos le toparon cerca de

    all y vieron que tres indios; con arcos y flechas; venan tras l llamndole, y l asimismo llamaba a

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    Biblioteca Virtual del Paraguay Pg. 23

    ellos por seas; y as lleg donde estabamos, y los indios se quedaron un poco atrs asentados en la

    misma ribera; y dende a media hora acudieron otros cien indios flecheros, que agora ellos fuesen

    grandes o no, nuestro miedo les haca parecer gigantes, y pararon cerca de nosotros, donde los tres

    primeros estaban (11). Entre nosotros excusado era pensar que habra quien se defendiese, porque

    difcilmente se hallaron seis que del suelo se pudiesen levantar. El veedor y yo salimos a ellos y

    llammosles, y ellos se llegaron a nosotros; y lo mejor que podimos, procuramos de asegurarlos y

    asegurarnos, y dmosles cuentas y cascabeles, y cada uno de ellos me di una flecha, que es seal de

    amistad, y por seas nos dijeron que a la maana volveran y nos traeran de comer, porque

    entonces no lo tenan.

    CAPTULO XII

    Cmo los indios nos trujeron de comer

    Otro da, saliendo el Sol, que era la hora que los indios nos haban dicho, vinieron a nosotros,

    como lo haban prometido, y nos trajeron mucho pescado y de unas races que ellos comen, y son

    como nueces, algunas mayores o menores; la mayor parte de ellas se sacan de bajo del agua y con

    mucho trabajo. A la tarde volvieron y nos trajeron ms pescado y de las mismas races, y hicieron

    venir sus mujeres y hijos para que nos viesen, y ansi, se volvieron ricos de cascabeles y cuentas que

    les dimos, y otros das nos tornaron a visitar con lo mismo que estotras veces. Como nosotros

    vamos que estbamos provedos de pescado y de races y de agua y de las otras cosas que pedimos,

    acordamos de tornarnos a embarcar y seguir nuestro camino, y desenterramos la barca de la arena

    11Los indios en cuestin eran dakotas o sioux, arrogantes tipos de raza india, y que constituan tribus

    guerreras e indomables, habitantes del oeste del Mississip, en la regin de las grandes praderas. Lacaza del bisonte influa grandemente en su vida y creencias. Alvar Nez Cabeza de Vaca hacereferencias a dicha caza en pginas siguientes. Tenan curiosas pictografas en pieles de bisonte.Sus creencias religiosas eran animistas (el wakanda, misterio omnipresente, resuelto en seres yespritus innmeros). El perro (empleado como alimento y bestia de arrastre) era sacrificado enceremonias rituales. Haba danzas anuales de invocacin al Sol: los iniciados en las sociedadessecretas de la gran medicina, reunidos en la cabaa comunal y ceremonial, presididos por loschamanes, danzaban, desnudos y tiznados en torno de postes sagrados de que pendan amuletos. Enlos ltimos das, por penitencia o propiciacin, los devotos se atravesaban las masas musculares dehombros y pechos con recios palos y se colgaban de vigas para que su propio peso desgarrase suscarnes.

    Se subdividan en numerosos grupos y bandas, pero constituyendo siete grupos principales (los siete fuegos delConsejo). Los jefes subordinados siempre al Consejo superior eran electivos. Practicaban la poligamia y e1patriarcado.

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    Biblioteca Virtual del Paraguay Pg. 24

    en que estaba metida, y fu menester que nos desnudsemos todos y passemos gran trabajo para

    echarla al agua, porque nosotros estbamos tales, que otras cosas muy ms livianas bastaban para

    ponernos en l; y as embarcados, a dos tiros de ballesta dentro en la mar, nos di tal golpe de agua

    que nos moj a todos; y como bamos desnudos y el fro que haca era muy grande, soltamos los

    remos de las manos, y a otro golpe que la mar nos di, trastorn la barca; el veedor y otros dos se

    asieron de ella para escaparse; mas sucedi muy al revs, que la barca los tom debajo y se

    ahogaron. Como la costa es muy brava, el mar de un tumbo ech a todos los otros, envueltos en las

    olas y medio ahogados, en la costa de la misma isla, sin que faltasen ms de los tres que la barca

    haba tomado debajo. Los que quedamos escapados, desnudos como nascimos y perdido todo lo que

    traamos, y aunque todo vala poco, para entonces vala mucho. Y como entonces era por

    noviembre, y el fro muy grande, y nosotros tales que con poca dificultad nos podan contar los

    huesos, estbamos hechos propria figura de la muerte. De m s decir que desde el mes de mayo

    pasado yo no haba comido otra cosa sino maz tostado, y algunas veces me vi en necesidad de

    comerlo crudo; porque aunque se mataron los caballos entretanto que las barcas se hacan, yo nunca

    pude comer de ellos, y no fueron diez veces las que com pescado. Esto digo por excusar razones,

    porque pueda cada uno ver qu tales estaramos.

    Y sobre todo lo dicho haba sobrevenido viento norte, de suerte que ms estbamos cerca de

    la muerte que de la vida. Plugo a nuestro Seor que, buscando los tizones del fuego que all

    habamos hecho, hallamos lumbre, con que hicimos grandes fuegos; y ans, estuvimos pidiendo a

    Nuestro Seor misericordia y perdn de nuestros pecados, derramando muchas lgrimas, habiendo

    cada uno lstima, no slo de s, mas de todos los otros, que en el mismo estado van. Y a hora de

    puesto el Sol, los indios, creyendo que no nos habamos ido, nos volvieron a buscar y a traernos de

    comer; mas cuando ellos nos vieron ans en tan diferente hbito del primero y en manera tan

    extraa, espantronse tanto que se volvieron atrs. Yo sal a ellos, y llamlos, y vinieron muy

    espantados; hcelos entender por seas cmo se nos haba hundido una barca y se haban ahogado

    tres de nosotros, y all en su presencia ellos mismos vieron dos muertos, y los que quedbamos

    bamos aquel camino.

    Los indios, de ver el desastre que nos haba venido y el desastre en que estbamos, con tanta

    desventura y miseria, se sentaron entre nosotros, y con el gran dolor y lstima que hobieron de

    vernos en tanta fortuna, comenzaron todos a llorar recio, y tan de verdad, que lejos de all se poda

    or, y esto les dur ms de media hora; y cierto ver que estos hombres tan sin razn y tan crudos, a

    manera de brutos, se dolan tanto de nosotros, hizo que en m y en otros de la compaa cresciese

    ms la pasin y la consideracin de nuestra desdicha.

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    Biblioteca Virtual del Paraguay Pg. 25

    Sosegado ya este llanto, yo pregunt a los cristianos, y dije que, si a ellos parescia, rogara a

    aquellos indios que nos llevasen a sus casas; y algunos de ellos que haban estado en la Nueva

    Espaa respondieron que no se deba hablar en ello, porque si a sus casas nos llevaban, nos

    sacrificaran a sus dolos; mas, visto que otro remedio no haba, y que por cualquier otro camino

    estaba ms cerca y ms cierta la muerte, no cur de lo que decan, antes rogu a los indios que nos

    llevasen a sus casas, y ellos mostraron que haban gran placer de ello, y que espersemos un poco,

    que ellos haran lo que queramos; y luego treinta de ellos se cargaron de lea, y se fueron a sus

    casas, que estaban lejos de all, y quedamos con los otros hasta cerca de la noche, que nos tomaron,

    y llevndonos asidos y con mucha priesa, fuimos a sus casas; y por el gran fro que hacia, y

    temiendo que en el camino alguno no muriese o desmayase, proveyeron que hobiese cuatro o cinco

    fuegos muy grandes puestos a trechos, y en cada uno de ellos nos escalentaban; y desque van que

    habamos tomado alguna fuerza y calor, nos llevaban hasta el otro tan apriesa, que casi los pies no

    nos dejaban poner en el suelo; y de esta manera fuimos hasta sus casas, donde hallamos que tenan

    hecha una casa para nosotros, y muchos fuegos en ella; y desde a un hora que habamos llegado,

    comenzaron a bailar y hacer grande fiesta, que dur toda la noche, aunque para nosotros no haba

    placer, fiesta ni sueo, esperando cundo nos haban de sacrificar; y la maana nos tornaron a dar

    pescado y races, y hacer tan buen tratamiento; que nos aseguramos algo y perdimos algo el miedo

    del sacrificio.

    CAPTULO XIII

    Cmo supimos de otros cristianos

    Este mismo da yo vi a un indio de aquellos un rescate, y conosc que no era de los que

    nosotros les habamos dado; y preguntando dnde le haban habido, ellos por seas me

    respondieron que se lo haban dado otros hombres como nosotros, que estaban atrs. Yo, viendo

    esto, envi dos cristianos y dos indios que les mostrasen aquella gente, y muy cerca de all toparon

    con ellos, que tambin venan a buscarnos, porque los indios que all quedaban les haban dicho de

    nosotros, y stos eran los capitanes Andrs Dorantes y Alonso del Castillo, con toda la gente de su

    barca. Y llegados a nosotros, se espantaron mucho de vernos de la manera que estbamos, y

    rescibieron muy gran pena por no tener qu darnos; que ninguna otra ropa traan sino la que tenan

    vestida. Y estuvieron all con nosotros, y nos contaron cmo a 5 de aquel mismo mes su barca haba

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    Biblioteca Virtual del Paraguay Pg. 26

    dado al travs, legua y media de all, y ellos haban escapado sin perderse ninguna cosa; y todos

    juntos acordamos de adobar su barca, y irnos en ella los que tuviesen fuerza y disposicin para ello;

    los otros quedarse all hasta que convaleciesen, para irse como pudiesen por luengo de costa, y que

    esperasen all hasta que Dios los llevase con nosotros a tierra de cristianos; y como lo pensamos, as

    nos pusimos en ello, y antes que echsemos la barca al agua, Tavera, un caballero de nuestra

    compaa, muri; y la barca que nosotros pensbamos llevar hizo su fin, y no se pudo sostener a s

    misma, que luego fu hundida; y como quedamos del arte que he dicho, y los ms desnudos, y el

    tiempo tan recio para caminar y pasar ros y ancones a nado, ni tener bastimento alguno ni manera

    para llevarlo, determinamos de hacer lo que la necesidad peda, que era invernar all; y acordamos

    tambin que cuatro hombres, que ms recios estaban, fuesen a Pnuco, creyendo que estbamos

    cerca de all; y que si Dios nuestro Seor fuese servido de llevarlos all, diesen aviso de cmo

    quedbamos en aquella isla, y de nuestra necesidad y trabajo. Estos eran muy grandes nadadores, y

    al uno llamaban Alvaro Fernndez; portugus, carpintero y marinero; el segundo se llamaba

    Mndez, y el tercero Figueroa, que era natural de Toledo; el cuarto Astudillo, natural de Zafra:

    llevaban consigo un indio que era de la isla.

    CAPTULO XIVCmo se partieron los cuatro cristianos

    Partidos estos cuatro cristianos, dende a pocos das sucedi tal tiempo de fros y tempestades,

    que los indios no podan arrancar las races, y de los caales en que pescaban ya no haba provecho

    ninguno, y como las casas eran tan desabrigadas, comenzse a morir la gente; y cinco cristianos que

    estaban en rancho en la costa llegaron a tal extremo, que se comieron los unos a los otros, hasta que

    qued uno solo, que por ser solo no hubo quien lo comiese. Los nombres de ellos son stos: Sierra,

    Diego Lpez, Corral, Palacios, Gonzalo Ruiz. De este caso se alteraron tanto los indios, y hobo

    entre ellos tan gran escndalo, que sin duda si al principio ellos lo vieran, los mataran, y todos nos

    viramos en grande trabajo. Finalmente, en muy poco tiempo, de ochenta hombres que de ambas

    partes all llegamos, quedaron vivos solos quince; y despus de muertos stos, di a los indios de la

    tierra una enfermedad de estmago, de que muri la mitad de la gente de ellos, y creyeron que

    nosotros ramos los que los matbamos; y tenindolo por muy cierto, concertaron entre s de matar

    a los que habamos quedado. Ya que lo venan a poner en efecto, un indio que a m me tena les dijo

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    Biblioteca Virtual del Paraguay Pg. 27

    que no creyesen que nosotros ramos los que los matbamos, porque si nosotros tal poder

    tuviramos, excusramos que no murieran tantos de nosotros como ellos van que haban muerto sin

    que les pudiramos poner remedio; y que ya no quedbamos sino muy pocos, y que ninguno hacia

    dao ni perjuicio; que lo mejor era que nos dejasen. Y quiso nuestro Seor que los otros siguisen

    este consejo y parescer, y ans se estorb su propsito. A esta isla pusimos por nombre isla de Mal

    Hado. La gente que all hallamos son grandes y bien dispuestos; no tienen otras armas sino flechas y

    arcos, en que son por extremo diestros. Tienen los hombres la una teta horadada de una parte a otra,

    y algunos hay que las tienen ambas, y por el agujero que hacen, traen una caa atravesada, tan larga

    como dos palmos y medio, y tan gruesa como dos dedos; traen tambin horadado el labio de abajo,

    y puesto en l un pedazo de la caa delgada como medio dedo. Las mujeres son para mucho trabajo.

    La habitacin que en esta isla hacen es desde octubre hasta en fin de hebrero. El su mantenimiento

    es las races que he dicho, sacadas de bajo el agua por noviembre y diciembre. Tienen caales, y no

    tienen mas peces de para este tiempo; de ah adelante comen las races. En fin de hebrero van a

    otras partes a buscar con qu mantenerse, porque entonces las races comienzan a nascer, y no son

    buenas. Es la gente del mundo que ms aman a sus hijos y mejor tratamiento les hacen; y cuando

    acaesce que a alguno se le muere el hijo, llranle los padres y los parientes, y todo el pueblo, y el

    llanto dura un ao cumplido, que cada da por la maana antes que amanezca comienzan primero a

    llorar los padres, y tras esto todo el pueblo; y esto mismo hacen al medioda y cuando anochece; y

    pasado un ao que los han llorado, hcenle las honras del muerto, y lvanse y lmpianse del tizne

    que traen. A todos los defuntos lloran de esta manera, salvo a los viejos, de quien no hacen caso;

    porque dicen que ya han pasado su tiempo, y de ellos ningn provecho hay; antes ocupan la tierra y

    quitan el mantenimiento a los nios. Tienen por costumbre de enterrar los muertos, si no son los que

    entre ellos son fsicos, que a stos qumanlos; y mientras el fuego arde, todos estn bailando y

    haciendo muy gran fiesta, y hacen polvo los huesos; y pasado un ao, cuando se hacen sus honras,

    todos se jasan en ellas; y a los parientes dan aquellos polvos a beber, de los huesos, en agua. Cada

    uno tiene una mujer, conoscida. Los fsicos son los hombres ms libertados; pueden tener dos, ytres, y entre stas hay muy gran amistad y conformidad. Cuando viene que alguno casa su hija, el

    que la toma por mujer, dende el da que con ella se casa, todo lo que matare cazando o pescando,

    todo lo trae la mujer a la casa de su padre, sin osar tomar ni comer alguna cosa de ello, y de casa del

    suegro le llevan a l de comer; y en todo este tiempo el suegro ni la suegra no entran en su casa, ni

    l ha de entrar en casa de los suegros ni cuados; y si acaso se toparen por alguna parte, se desvan

    un tiro de ballesta el uno del otro, y entretanto que as van apartndose, llevan la cabeza baja y los

    ojos en tierra puestos; porque tienen por cosa mala verse ni hablarse. Las mujeres tienen libertad

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    para comunicar y conversar con los suegros y parientes, y esta costumbre se tiene desde la isla hasta

    ms de cincuenta leguas por la tierra adentro (12).

    Otra costumbre hay, y es que cuando algn hijo o hermano muere, en la casa donde muriere,

    tres meses no buscan de comer, antes se dejan morir de hambre, y los parientes y los vecinos lesproveen de lo que han de comer. Y como en el tiempo que aqu estuvimos muri tanta gente de

    ellos, en las ms casas haba muy gran hambre, por guardar tambin su costumbre y cerimonia; y

    los que lo buscaban, por mucho que trabajaban, por ser el tiempo tan recio, no podan haber sino

    muy poco; y por esta causa los indios que a m me tenan se salieron de la isla, y en unas canoas se

    pasaron a Tierra Firme, a unas bahas adonde tenan muchos ostiones, y tres meses del ao no

    comen otra cosa, y beben muy mala agua. Tienen gran falta de lea, y de mosquitos muy grande

    abundancia. Sus casas son edificadas de esteras sobre muchas cscaras de ostiones, y sobre ellos

    duermen en cueros, y no los tienen sino es acaso; y as estuvimos hasta en fin de abril; que fuimos a

    la costa de la mar, a do comimos moras de zarzas todo el mes, en el cual no cesan de hacer sus

    areitos y fiestas.

    CAPTULO XV

    De lo que nos acaesci en la isla de Mal Hado

    En aquella isla que he contado nos quisieron hacer fsicos sin examinarnos ni pedirnos los

    ttulos, porque ellos curan las enfermedades soplando al enfermo, y con aquel soplo y las manos

    echan de l la enfermedad, y mandronnos que hicisemos lo mismo y sirvisemos en algo;

    nosotros nos reamos de ello, diciendo que era burla y que no sabamos curar; y por esto nos

    quitaban la comida hasta que hicisemos lo que nos decan. Y viendo nuestra porfa, un indio me

    dijo a mi que yo no saba lo que deca en decir que no aprovechara nada aquello que l sabia, hasta

    (13) las piedras y otras cosas que se cran por los campos tienen virtud; y que l con una piedra

    caliente, trayndola por el estomago, sanaba y quitaba el dolor, y que nosotros, que ramos

    hombres, cierto era que tenamos mayor virtud y poder. En fin, nos vimos en tanta necesidad, que lo

    12Los indios con que ahora se topa Alvar Nez Cabeza de Vaca pertenecan a las tribus Criks, de la familia Muskoki.Cada clan o linaje posea su territorio y su cementerio en tmulo donde guardar, tras limpios, los restos de sus muertos.Practicaban el matriarcado y estaban, a la fecha de su descubrimiento, en la edad de la piedra pulimentada. Tenan una

    fuerte organizacin militar y construan una Casa de Consejo, casa grande y comunal. Los semnolas eran una ramaderivada de estas tribus guerreras.13En el original dice "ca las piedras".

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    Biblioteca Virtual del Paraguay Pg. 29

    hobimos de hacer, sin temer que nadie nos llevase por ello la pena. La manera que ellos tienen en

    curarse es esta: que en vindose enfermos, llaman un mdico, y despus de curado, no solo le dan

    todo lo que poseen, mas entre sus parientes buscan cosas para darle. Lo que el mdico hace es dalle

    unas sajas adonde tiene el dolor, y chpanles al derredor de ellas. Dan cauterios de fuego, que es

    cosa entre ellos tenida por muy provechosa, y yo lo he experimentado, y me suscedi bien de ello; y

    despus de esto, soplan aquel lugar que les duele, y con esto creen ellos que se les quita el mal. La

    manera con que nosotros curamos era santigundolos y soplarlos, y rezar unPater nostery unAve

    Mara, y rogar lo mejor que podamos a Dios Nuestro Seor que les diese salud, y espirase en ellos

    que nos hiciesen algn buen tratamiento. Quiso Dios nuestro Seor y su misericordia que todos

    aquellos por quien suplicamos, luego que los santiguamos decan a los otros que estaban sanos y

    buenos; y por este respecto nos hacan buen tratamiento, y dejaban ellos de comer por drnoslo a