Navegar en Bay of Islands

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Julio 2013 Lonely Planet Traveller 51 Nueva Zelanda Un viaje a vela entre islas y bahías desiertas. Una semana en la naturaleza junto a delfines, mejillones gigantes, playas de arena negra, pescadores y navegantes. TEXTO Y FOTOS: CONSTANZA COLL A 10 KM/H EN BAY OF ISLANDS Lonely Planet Traveller Julio 2013 50 Atardece sobre la cubierta de Alibi, camino al fondadero donde pasamos la primera noche, en la isla de Moturohia (Roberton).

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Viaje a vela en Nueva Zelanda. Publicada en Lonely Planet Argentina.

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nuevazelanda

Un viaje a vela entre islas y bahías desiertas. Una semana en la naturaleza junto a delfines, mejillones gigantes, playas de arena negra, pescadores y navegantes.

texto y fotos: consTanza coLL

a 10 km/h en Bay of IsLands

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atardece sobre la cubierta de alibi, camino al fondadero donde pasamos la primera noche, en la isla de moturohia (Roberton).

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Las últimas vacaciones habían sido en italia, quince días en los que nos levantábamos más temprano que en Buenos aires y corríamos entre museos, capillas, monumentos,

esculturas, cafés y caminos renacentistas que había que tildar en el mapa de cada ciudad, desde los alpes hasta sicilia. Y aunque el antiguo continente siempre tira, por la familia, por la arquitectura, por los viajes que nos contaron nuestros abuelos, por la historia de la humanidad misma, este año preferimos vacacionar en el sentido etimológico de la palabra, esto es, “estar libre”: evitar excursiones, filas y multitudes, descansar el cuerpo de los hábitos citadinos, comer fresco, caminar descalzos, mirar con paciencia para descubrir milagritos de la naturaleza por casualidad, justo en ese lugar donde tenías puestos los ojos.

Del otro lado del planeta, a quince horas de un vuelo transpolar que nos restó un día en el calendario, Nueva Zelanda cumplió los requisitos, y superó las expectativas. Claro que caminamos la Queen street en

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auckland, entramos a las cuevas techadas de bichos de luz azul en Waitomo y nos bañamos en las aguas termales de Rotorua, con vista a los géisers, lagos burbujeantes y volcanes activos. Pero toda esta magia que concentra la tierra de los maoríes y de los kiwis, país sin fronteras en pleno Océano Pacífico, cobró dimensiones hollywoodenses, a la altura de la imaginación de tolkien, en Bay of islands.

Desde la ciudad de auckland son cuatro horas de micro en dirección norte hasta el puerto de Opúa (NZ$ 40, intercity.co.nz), donde Kim Borgstrom amarra los ocho veleros que alquila a los turistas desde 2003. Para cuando empezó este negocio, Fair Wind Charters, Kim ya había cruzado todos los mares, había navegado un buen tiempo junto a su mujer y su primer hijo y hasta llegó a ser el segundo de a bordo del Rainbow Warrior ii, uno de los veleros de Greenpeace. “tal vez cuando mis hijos crezcan, el mar siempre está en mi cabeza”, responde mientras aduja los últimos cabos, la piel blanca pero curtida bajo la gorra, los pies aferrados como ventosas a la cubierta, una sonrisa de costado, tal vez pensando

que ya no falta tanto para volver a los horizontes infinitos.

la temporada fuerte en Bay of islands es en verano, diciembre y enero principalmente, por las vacaciones en los colegios, por el calor, las playas, el snorkelling en el agua cristalina. En esos meses, además de los veleros con banderas francesa, yanqui, belga, canadiense y australiana que frecuentan la zona todo el año, el lugar se superpuebla de barcazas kiwis en plan familiar. Esto es literal: auckland es conocida como la ciudad de las velas por tener el mayor número de barcos per cápita del mundo, y esta gran bahía, con más de 150 islas e islotes, es por lejos el mejor destino náutico del país y una de las mecas mundiales para muchos navegantes. sabiendo esto, elegimos viajar los últimos días de marzo, cuando la temperatura todavía da para meterse al mar y no hay que hacer cola para entrar a una bahía. Por ejemplo, en awaawaroa Bay, donde fondeamos para dormir la primera noche, estábamos solos, el alibi, Juan y yo.

alibi significa “coartada” en inglés, y es un Beneteau de 32 pies (9,75 metros),

Vista de auckland desde la ciudad de devonport, a 15 minutos de ferry.

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desde arriba, como las agujas del reloj: sobre la cubierta escorada, el capitán mira el

horizonte Pacífico; la bahía de opúa, desde donde salimos a recorrer Bay of Islands; en monopatín por las tranquilas calles de Russell; luchando con el fuera de borda; autos, cementerios... todo parece parte de una escenografía en Russell; balde de mejillones frescos.

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equipado a todo trapo: tenía desde el último GPs en el mercado, malacate para levantar el ancla, velas de enrollar y un pequeño semi-rígido para bajar a explorar las islas, hasta sábanas nuevas, vajilla completa, cartas náuticas y de póker. Con un itinerario sugerido para los siete días que íbamos a pasar a bordo y habiendo consultado sobre los canales de radio que dan el pronóstico del clima a diario, las mejores bahías para fondear en función de los distintos vientos y ciertas cuestiones del funcionamiento primermundista del alibi, salimos de Opúa, primero a motor y al rato, con una tímida vela de proa. soplaban 25 nudos (50 kilómetros por hora) y estaba lindo para probar las virtudes de nuestro barco-hotel, así que dimos algunas vueltas de más antes de llegar a nuestra primera escala, moturohia island.

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EN 1768, el Capitán Cook fue el primer europeo en llegar a esta zona (que llamaría Bay of islands) y elegir este mismo fondadero (hoy, Cook’s Cove) como base para explorar la

zona. al principio no fue fácil con las tribus maoríes, hubo cañonazos y decapitados de ambos bandos por defender o conquistar la tierra hasta que, en 1840, se firmó el tratado de Waitangi, documento según el cual los maoríes cedían la soberanía del país a la corona británica a cambio de justos derechos de propiedad como ciudadanos británicos y la protección de Gran Bretaña. Esta versión oficial de la historia aparece en un cartel al inicio del sendero de una hora que parte de la playa y recorre la isla hasta un mirador en lo alto, desde donde se puede ver los acantilados de piedra y la inmensidad del Pacífico hacia el norte, dos lagunas turquesas en medio de la isla, y del otro lado, la bahía de arena volcánica donde dejamos, sólo por un rato, el alibi.

los días a vela corren a un ritmo muy distinto al que estamos acostumbrados. Un reloj decora un mamparo en la proa del

barco, lo consultamos sólo de curiosos, para descubrir que nos levantamos antes de las 6 con la primera luz de la mañana o que nos dio sueño a las 9 de la noche, como a los chicos, como si también nosotros estuviéramos enchufados al panel solar que da energía al alibi. las comidas se hacen cuando se nos antoja y muy rara vez coinciden con los horarios que las abuelas nos inculcaron. Para navegar se recomienda siempre tener algo en el estómago, comer seguido pero de a bocados chicos. Y si a un buen pez se le ocurría picar la línea de fondo a las 5 de la tarde, mejor comerlo fresco a modo de merienda, a la plancha, con sal y limón.

la naturaleza es generosa en Bay of islands, y más asesorados por anthony, que viene a pescar por acá cada día que tiene libre. además de ser nacido y criado en esta parte de Nueva Zelanda, y de haber fondeado en cada una de las 400 bahías de la zona, anthony ayuda a la suerte con un fish-finder de última generación, que marca como puntos amarillos más o menos carnosos las posibles presas de cada mañana y de cada tarde. su yate es en función de la pesca, tiene cuatro soportes para cañas en cada banda, un

de arriba a abajo: muelle de pescadores en Russell; anthony muestra su mejor pesca del día; el faro de cape Brett, en el límite norte de nueva zelanda. en fernte: Un arcoiris empieza y termina en el agua, a pocos metros de alibi.

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compartimento cerrado para guardar los peces donde entra y se renueva permanentemente el agua de mar, y cajas y cajas repletas de anzuelos, reeles, plomadas, tanzas, señuelos blandos y duros de todos los colores y tamaños. Cuando en la pantalla del fish-finder domina el color amarillo, anthony apaga los motores y tira el ancla. la consigna es pescar para comer, y nunca pescados que no alcancen los treinta centímetros en la regla.

Conocimos a anthony un día en que el motorcito del chinchorro no arrancaba, resulta que son tan traicioneros acá como en Oceanía. Enseguida se acercó para tratar de ayudarnos, lo miró por todos lados, lo desarmó, lo limpió, buscó un set de

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herramientas en su barco, se cansó, al rato volvió para probar una nueva idea. En fin, un hombre muy solidario, o muy cabezadura, o un poco solo y aburrido, sus hijos ya no lo acompañan en este plan. Pasaron varias horas hasta que descubrimos que la bujía necesitaba una buena limpieza y, al rato de sumergirla en un vaso de nafta, hizo la chispa necesaria para arrancar el motor. anthony festejó a medias: después de intentarlo todo, no fue él quien había resuelto el acertijo.

Ese día aprovechamos el gomón para bajar en Paradise Bay y caminar los senderos de la isla y reserva natural Urupukapuka, algunos muy angostos entre bosques cerrados, otros que trepaban serpenteantes hasta puntos panorámicos en medio de praderas verdes y luego bajaban escarpados hasta playas de arena negra totalmente desiertas. Por la tarde anthony se acercó al alibi para proponer un programa que calificó de “two-men job” y que consistía en ir con el chinchorro hasta una piedra repleta de mejillones y dejar que uno de nosotros se bajara a juntar unos cuantos para la cena. Juan no lo dudó un segundo, con los ojos llenos de ilusión se calzó las botas de neoprén y los guantes para hacer el trabajo. “Era como si la piedra respirara, estaba llena de vida. Nunca había visto tantos mejillones juntos, ni tan grandes”, contó a la vuelta, mientras mostraba los ejemplares más suculentos del botín. según anthony, los frutos de mar se dan muy bien en las piedras que miran al océano abierto, al Pacífico.

El cuarto día de navegación amaneció con lluvia, circunstancia que generalmente nos hubiera decepcionado, deprimido, guardado. Pero cuando asomamos la cabeza por

la escotilla para analizar la gravedad de la situación, descubrimos que la nube negra se reducía al espacio de cielo que cubría al alibi, y que un arcoíris denso nacía y completaba su curva a pocos metros del barco, dentro de la bahía donde había descansado toda la noche. Ni bien terminamos un café con leche nos dispusimos frente a la radio para escuchar el pronóstico del clima de ese miércoles. Cada uno escribía lo que conseguía entender en una hoja diferente y después comparábamos los resultados: “two-five-knots to three-five-knots, easterly, with chances of showers, rough sea easing”, fue la versión resultante.

Con buen viento del este y el mar calmando, decidimos tirar bordes hasta el famoso Cape Brett, límite de Bay of islands, con su respectivo faro y una gran ventana en la roca que protagoniza los folletos turísticos de la zona. le dimos una vuelta de adentro hacia afuera y pusimos rumbo norte, con la esperanza de navegar las olas del Pacífico profundo. Después de timonear tres horas, la sonda marcó “100 mts” bajo la quilla, el mar se volvió azul petróleo, casi negro, inmenso, y las olas cobraron una cadencia suave y lenta, como quien respira hondo, como meditando. Recién entonces descubrimos una pareja de delfines por la banda de babor, que nadaba en nuestra misma dirección sin hacer alarde, en compañía silenciosa. El alibi se deslizaba a sus anchas, el timón firme, las velas bien cargadas y la escora perfecta, cómodo y libre con un mar infinito (y las islas Fiyi) en la proa.

de aRRIBa a aBaJo: anthony al volante de su lanchón pesquero; 'hole in the Rock", uno de los hitos turísticos de nueva zelanda; nos animamos al gomoncito para recorrer las playas, bosques y senderos en la Isla Urupukapuka.

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Cómo llegar: desde Buenos Aires, Aerolíneas Argentinas ofrece un vuelo transpolar a Sydney, con conexión a Auckland, desde US$ 1.650, ida y vuelta. Más información en aerolineas.com

CUÁNDo Ir: casi a la misma latitud que Buenos Aires, el clima en Bay of islands es subtropical, con un verano caluroso y húmedo entre noviembre y marzo. Fuera de la temporada alta, de vacaciones en los colegios, se recomienda viajar en los meses de noviembre, marzo y abril, con buenas temperaturas, sin tanta gente y precios más moderados.

NaVegar: en el puerto de opúa, Fair Wind charters alquila veleros para navegar por Bay of islands, con o sin tripulación, durante todo el año. Los barcos totalmente equipados, de 28 a 44,5 pies, cuestan desde US$195 por día (en Fairwind charters Ltd, Main Wharf, opua, tel.: +6494027821, más info en fairwind.co.nz).

oTro PaSeoS: paihia es el centro neurálgico del turismo en Bay of islands. desde acá salen las excursiones al cabo Brett, las lanchas de dolphin discovery y los buses para recorrer la 90 Mile Beach hasta cape reinga, en el extremo norte de Nueva Zelanda. La empresa que concentra la mayor variedad de opciones en esta parte de Nueva Zelanda es Great Sights (paseos desde US$ 136, greatsights.co.nz).

DormIr: en paihia hay un par de cuadras repletas de hostels sobre Kings road, entre ellos, YhA paihia, con camas en cuartos compartidos desde US$ 20 (en la esquina de Kings y McMurray, paihia, tel.: +64 9-402 7487, yha.co.nz).

moNeDa: Un dólar neozelandés (NZd), llamado coloquialmente “kiwi”, equivale a 0,85 dólares estadounidenses al día de cierre de esta revista.

mÁS INFormaCIóN: encontrá toda la data que necesitás para tu próximo viaje a la isla Norte de Nueva Zelanda en northlandnz.com

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