Neofeudalismo y Desintegración Nacional (7-11)

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ROLANDO CONCATTI Mendoza Argentina Neofeudalismo y desintegración nacional “160 años de vida independiente en América Latina nos han mostrado que el desarrollo aislado de cada país es un modelo condenado al fracaso. Y sin embargo, nos empeñamos en la soledad. Recordando el título de la más grande novela. Nues- tros países viven ya 160 años de soledad. Exportadores primarios, compradores de Fábricas, deudores, seguimos aislados, porque los cantos de sirena del Fondo Monetario y los Bancos llaman a unos y otros a soluciones individuales que son sólo esperanzas pasajeras o cartas de intención de inmediato incumplidas. Invocamos unión al Movimiento no Alineado, unión a los países de América Latina. La unión en este tema es una prueba concreta del no alineamiento, porque el diálogo político será no sólo para tra- tar de la deuda sino para replantear el orden económico internacional. Y así, la deuda que es nuestra debilidad será el instrumento de nuestra fuerza y el impulso de nuestra unión. Ese es el gran camino: la unión. Pero hasta entonces el Perú no puede esperar la sucesión de reunio- nes sin resultados concretos. No caeremos en el círculo vicioso de esperar la unión del futuro y hasta entonces no hacer nada. No caeremos en la espera pasiva, esperaremos activamente. No sólo propo- niendo el maximalismo de la audacia lejana sino comprometiéndonos en la lucha concreta. Por eso he- mos tomado una decisión que sostendremos: El Perú sólo asignará a la deuda, 1 de cada 10 dólares, la décima parte de lo que le paguen por su trabajo y sus exportaciones. Esta es una decisión responsable y revolucionaria, porque es la decisión de un país pobre, importa- dor de alimentos e insumos industriales cuya deuda es con los bancos occidentales y que ha sufrido y sufre la presión del Fondo Monetario. Nuestra responsabilidad, en esta decisión, es afrontar sus consecuencias. No tenemos relaciones pri- vilegiadas con ninguna potencia, porque no combatimos una dependencia con instrumentos de otra hegemonía. No adoptamos posiciones espectaculares, aconsejando dejar de pagar mientras se paga puntualmente a un lado del mundo y se paga con soberanía estratégica una cuantiosa deuda que, por esa razón, el otro lado del mundo no exige con apremio. No queremos exportar mesiánicamente el modelo de pagar el 10 por ciento, sólo queremos com- probar que se puede dar un gran paso y que si muchos se deciden a hacerlo a su manera, abriremos las alamedas del futuro. En el futuro si nos unimos caben otras soluciones, pero hoy entre el asambleismo de los grandes discursos y el realismo de las decisiones, nosotros hemos tomado este último camino”. ALAN GARCIA Discurso ante la Asamblea de las Naciones Unidas I CIEN ANOS DE SOLEDAD Q ueremos empezar nuestro ar- tículo con esta cita de Alan García por el carácter simbó- lico, claramente significativo que la misma incluye. No interesa tanto el resultado final ce las decisiones de Alan García y del Perú. Aunque deseamos con toda el al- ma que tengan éxito, todos somos conscientes de las numerosas dificulta- des que comportan y de las presiones que los gigantes del mundo financiero ejercerán para hacerlas fracasar. Pero aunque el resultado inmediato fuera discutible, su resultado político y sobre todo su significado histórico es ya incuestionable. Representa una vo- luntad práctica de independencia y so- beranía nacional que contradice la pos- tura habitual de resignación, consenti- miento y sumisión a que nos tienen acostumbrados los gobiernos latinoa- mericanos. Representa el único realis- mo verdadero, el de las soluciones de fondo, y que se opone a ese realismo de la timidez, que vive del temor a ser sancionado, y que reduce el espacio de la realidad al universo de las normas establecidas por los más poderosos. Por fin, y aunque fracase, la actitud de Perú vale como gesto de “indiscipli- na” ante el discurso y la práctica total- mente disciplinadoras del imperialis- mo. En la vida de los pueblos -como en la vida personal— todo comienza muchas veces por un simple “no”. Por una resistencia que toma distancias y afirma los propios derechos, la digni- dad, lo más irreductible de nuestros principios. Una resistencia desde la cual se puede construir propuestas, pe- ro sin la cual uno está inhibido para to- da iniciativa, pues tiene aceptado e in- ternalizado el poder y la razón incues- tionable de quienes nos dominan y nos mandan. En otras palabras el gesto de Perú intenta afirmar su soberanía. No con discursos sino con hechos. Y si nos im- pacta, si suscita admiración y contro- versias, es porque la soberanía de las naciones latinoamericanas está frecuen- temente devaluada, reducida, envileci- da. Y un simple gesto de audacia y co- herencia nos provoca como si se trata- ra de una locura o de una genialidad. Por otra parte, la cita que transcri- bimos coincide con uno de los temas que dan razón a nuestra publicación. La soledad, el aislamiento de nuestros países entre sí. Más de cien años de so- ledad entre naciones cuyo origen y cu- yo destino es necesariamente semejan- te. Más de un siglo de intentos frustra- dos y frustantes por el estrecho sende- ro de los caminos individuales, de los arreglos “bilaterales” con las grandes potencias, de los programas para cons- tituirnos -cada uno por su lado- en “socio privilegiado” de los países líde- res. Más de cien años de una balcaniza- ción que nos fue impuesta en gran me- Alternativa Latinoamericana - Pág. 7

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Artículo de Rolando Concatti en revista Alternativa Latinoamerican Nº 4 (Mendoza)

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ROLANDOCONCATTI

MendozaArgentina

Neofeudalismo y desintegración nacional“160 años de vida independiente en América Latina nos han mostrado que el desarrollo aislado de

cada país es un modelo condenado al fracaso.Y sin embargo, nos empeñamos en la soledad. Recordando el título de la más grande novela. Nues­

tros países viven ya 160 años de soledad. Exportadores primarios, compradores de Fábricas, deudores, seguimos aislados, porque los cantos de sirena del Fondo Monetario y los Bancos llaman a unos y otros a soluciones individuales que son sólo esperanzas pasajeras o cartas de intención de inmediato incumplidas.Invocamos unión al Movimiento no Alineado, unión a los países de América Latina. La unión en este tema es una prueba concreta del no alineamiento, porque el diálogo político será no sólo para tra­tar de la deuda sino para replantear el orden económico internacional. Y así, la deuda que es nuestra debilidad será el instrumento de nuestra fuerza y el impulso de nuestra unión.

Ese es el gran camino: la unión. Pero hasta entonces el Perú no puede esperar la sucesión de reunio­nes sin resultados concretos. No caeremos en el círculo vicioso de esperar la unión del futuro y hasta entonces no hacer nada. No caeremos en la espera pasiva, esperaremos activamente. No sólo propo­niendo el maximalismo de la audacia lejana sino comprometiéndonos en la lucha concreta. Por eso he­mos tomado una decisión que sostendremos: El Perú sólo asignará a la deuda, 1 de cada 10 dólares, la décima parte de lo que le paguen por su trabajo y sus exportaciones.

Esta es una decisión responsable y revolucionaria, porque es la decisión de un país pobre, importa­dor de alimentos e insumos industriales cuya deuda es con los bancos occidentales y que ha sufrido y sufre la presión del Fondo Monetario.

Nuestra responsabilidad, en esta decisión, es afrontar sus consecuencias. No tenemos relaciones pri­vilegiadas con ninguna potencia, porque no combatimos una dependencia con instrumentos de otra hegemonía. No adoptamos posiciones espectaculares, aconsejando dejar de pagar mientras se paga puntualmente a un lado del mundo y se paga con soberanía estratégica una cuantiosa deuda que, por esa razón, el otro lado del mundo no exige con apremio.

No queremos exportar mesiánicamente el modelo de pagar el 10 por ciento, sólo queremos com­probar que se puede dar un gran paso y que si muchos se deciden a hacerlo a su manera, abriremos las alamedas del futuro. En el futuro si nos unimos caben otras soluciones, pero hoy entre el asambleismo de los grandes discursos y el realismo de las decisiones, nosotros hemos tomado este último camino”.

ALAN GARCIADiscurso ante la Asamblea de las Naciones Unidas

I CIEN ANOS DE SOLEDAD

Q ueremos empezar nuestro ar­tículo con esta cita de Alan García por el carácter simbó­lico, claramente significativo que la misma incluye.No interesa tanto el resultado final ce las decisiones de Alan García y del Perú. Aunque deseamos con toda el al­ma que tengan éxito, todos somos conscientes de las numerosas dificulta­

des que comportan y de las presiones que los gigantes del mundo financiero ejercerán para hacerlas fracasar.Pero aunque el resultado inmediato fuera discutible, su resultado político y sobre todo su significado histórico es ya incuestionable. Representa una vo­luntad práctica de independencia y so­beranía nacional que contradice la pos­tura habitual de resignación, consenti­miento y sumisión a que nos tienen acostumbrados los gobiernos latinoa­mericanos. Representa el único realis­mo verdadero, el de las soluciones de

fondo, y que se opone a ese realismo de la timidez, que vive del temor a ser sancionado, y que reduce el espacio de la realidad al universo de las normas establecidas por los más poderosos.Por fin, y aunque fracase, la actitud de Perú vale como gesto de “indiscipli­na” ante el discurso y la práctica total­mente disciplinadoras del imperialis­mo. En la vida de los pueblos -como en la vida personal— todo comienza muchas veces por un simple “no” . Por una resistencia que toma distancias y afirma los propios derechos, la digni­dad, lo más irreductible de nuestros principios. Una resistencia desde la cual se puede construir propuestas, pe­ro sin la cual uno está inhibido para to­da iniciativa, pues tiene aceptado e in­ternalizado el poder y la razón incues­tionable de quienes nos dominan y nos mandan.En otras palabras el gesto de Perú intenta afirmar su soberanía. No con

discursos sino con hechos. Y si nos im­pacta, si suscita admiración y contro­versias, es porque la soberanía de las naciones latinoamericanas está frecuen­temente devaluada, reducida, envileci­da. Y un simple gesto de audacia y co­herencia nos provoca como si se trata­ra de una locura o de una genialidad.Por otra parte, la cita que transcri­bimos coincide con uno de los temas que dan razón a nuestra publicación. La soledad, el aislamiento de nuestros países entre sí. Más de cien años de so­ledad entre naciones cuyo origen y cu­yo destino es necesariamente semejan­te. Más de un siglo de intentos frustra­dos y frustantes por el estrecho sende­ro de los caminos individuales, de los arreglos “bilaterales” con las grandes potencias, de los programas para cons­tituirnos -cada uno por su lado- en “socio privilegiado” de los países líde­res. Más de cien años de una balcaniza­ción que nos fue impuesta en gran me-

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NEOFEUDALISMO Y DESINTEGRACION NACIONALdida desde afuera, pero a la que nues­tras clases dirigentes se adhirieron con el mayor entusiasmo y la mayor irres­ponsabilidad. Más de cien años, en fin, en la que incluso guerras sangrientas y absurdas (como las del Paraguay, el Chaco o el Pacífico) nos enfrentaron como títeres de los grandes intereses imperiales.

II/ LAS ALTERNATIVAS EXISTEN

A esta soledad parecemos reaccio­nar hoy, de un modo aún tímido pero verdadero. Como si la gravedad de nuestros retrocesos y nuestros fracasos nos abriera por fin los ojos. Y descu­briéramos que no estamos entre los privilegiados de la tierra sino entre los abandonados; que no participamos del “destino manifiesto” de los ricos sino del oscuro destino de los pobres; y que por eso mismo —porque somos pobres y débiles- no tenemos otro camino que el de unir nuestras fuerzas y aunar nuestros proyectos.En este sentido -e l de abrimos los ojos— el grave drama de la deuda ex­terna obra como un revelador y catali­zador singular. Hasta ahora, los temas de la dependencia, del desarrollo sub­desarrollante, de la relación asimétrica entre los países del centro y los de la periferia, sonaban a discursos de inte­lectuales o a proclamas de militantes más bien fanatizados. Pero ahora es co­mo si la deuda hubiera puesto rostro y hubiera puesto nombre y apellido a

aquellas realidades. Está todos los días en los diarios, no puede ser negada, to­dos hemos descubierto que nuestros salarios y nuestro pan tienen que ver con ella. Y que el futuro, el futuro in­mediato, tiene atado al cuello esta in­mensa piedra que crece cada día.La teoría de la dependencia podía ser refutada y hasta ridiculizada por los sabios; el hecho de la dependencia podía ser disimulado por los gobiernos y por los grupos que se benefician de ella. Pero la deuda, con sus usureros golpeando todos los meses a la puerta; con su F.M.I. queriendo condicionar y controlar todo, no puede ser diluida por los teóricos ni disimulada por los aprovechados. Debe ser “asumida”, como se dice hoy en día. Debe ser a­ceptada a la luz pública y discutida no como una teoría sino como una reali­dad de peso inexorable.Por eso también la búsqueda de so­luciones, y de salidas alternativas, se vuelve una discusión y un esfuerzo co­tidiano. Y uno de los méritos mayores de Alan García está en haber propues­to una alternativa y en haberla funda­mentado. Simplemente, tal vez, en ha­ber afirmado que las alternativas exis­ten, y que es a los pobres, a los deudo­res, a los aparentemente débiles a quie­nes corresponde proponerlos. “Y así, la deuda que es nuestra debilidad será el instrumento de nuestra fuerza y el impulso de nuestra unión” .Sin dudas es esta decisión de sub­vertir las reglas establecidas sin hacer un discurso subversivo lo que explica el impacto de las medidas peruanas y

la mezcla de horror y admiración con que se las sigue en todas partes. Tam­bién la ansiedad y el secreto deseo con que muchos gobiernos y muchos polí­ticos esperan su pronto fracaso. Para que todo vuelva al orden conocido. Y para que la derrota de esta alternativa pruebe la imposibilidad de toda alter­nativa.Nosotros somos de otra opinión. América Latina no tiene otra disyun­tiva que la de buscar alternativas dis­tintas a las transitadas hasta ahora.

III/ FALSAS ALTERNATIVAS

Sin embargo, al hablar de alternati­vas seríamos muy ingenuos si sólo pen­sáramos en cambios más o menos radi­cales que invirtieran el orden y las ten­dencias establecidas, y reformaran el estatuto de la dependencia y la injusti­cia.Puede haber, hoy, propuestas alter­nativas que en realidad ahondan y ra­dicalizan las tendencias ya presentes.Cuando Henry Kissinger en el orden internacional, y Alemann y Alsogaray en la Argentina proponen pagar la deu­da con “otros activos que los moneta­rios” , o sea con la privatización del subsuelo y la enajenación de los recur­sos estratégicos, también están propo­niendo una aparente “alternativa” . Pe­ro esta es la radicalización y la consu­mación de las tendencias actuales, no su rectificación o su cambio. Estos vo­ceros quizás precipitados de una inten-

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NEOFEUDALISMO Y DESINTEGRACION NACIONALción secreta, van zondeando y prepa­rando la opinión pública para momen­tos más propicios a una propuesta y un asalto definitivos. Por ahora recibieron la repulsa de los sectores “nacionalis­tas”, la denuncia de algunos periodis­tas y estudiosos, y una significativa in­diferencia de los medios de comunica­ción y de los políticos en general. Co­mo si se tratara de un delirio al que hay que prestarle poca atención. ¿Pero es de verdad así? ¿Es Kissinger un deli­rante que no sabe apreciar la resisten­cia que encontrarán sus propuestas en una Nación celosa de sus recursos y su integridad? ¿Y son nuestros políticos y nuestros “formadores de opinión” gente tan convencida y comprometida con la soberanía nacional que pueden mirar con displicencia los proyectos ul­tristas del entreguismo? Nos tememos mucho que no. En realidad ambos ex­tremos expresan dos polos de una mis­ma realidad. Por una parte la voluntad de los acreedores y de los sectores do­minantes por llegar hasta el despojo to­tal de los bienes esenciales a una Na­ción; y por la otra la inconsciencia, la falta de reflejos de los medios de opi­nión para percibir y denunciar estas maniobras y sus intenciones.En este parágrafo quisiéramos ahon­dar en las raíces de esa inconsciencia esa falta de reflejos. Porque si los países de América Latina pueden salir de sus “cien años de soledad” por ca­m inos y alternativas distintos, también pueden hundirse para siempre en el ais- lamiento y la desintegración Para ello, debemos dar un paso atrás mirar el paisaje de la realidad latino­americana desde una perspectiva glo- ba l. Considerando lo que pasa desde hace mucho, pero se ha desarrollado en especial en los últimos tiempos, des­pués de la bonanza económica interna­cional de los años 60, y sobre todo con la larga crisis que se inicia alrededor de 1973.

Todos sabemos que estos son años de reacomodamiento del capitalismo internacional, especialmente en sus formas transnacionales. Es un proceso muy complejo, al que se lo simplifica a veces con lo tan sabido de la “redis- tribución internacional del trabajo” . Est o es verdad, verdad innegable, y no vam os a discutirlo. Pero aparte de la carga ideológica que casi siempre com­porta (la idea de que es por el trabajo sólo por él que se produce la explo­

tación y la expoliación), el acento puesto lleva a desconocer aspectos más importantes.En realidad el gran problema del ca­pitalismo es el consumo; la gran lucha es una lucha de mercados. Lo que está en juego es la distribución internacio­nal del consumo y la sofisticación cre­ciente del mismo. Para ello se cuenta

con un gran macro-mercado (el de los países desarrollados del Norte) y con una red de pequeños mercados disper­sos por el mundo. El capitalismo estu­vo siempre vinculado a las necesidades de su lógica interna y no a las necesida­des básicas o escenciales de los hom­bres. Con más razón el capitalismo “maduro” . Por ello “crea” las necesi­dades, es decir impone como necesidad el consumo de los productos que va multiplicando y sofisticando de mane­ra vertiginosa. El televisor color, la vi­deo-casetera, el computador personal; muy pronto el satélite “familiar” . Y a nivel macro: los armamentos, los avio­nes supersónicos, los ingenios de la guerra de las galaxias. Es necesario pro­ducir más y consumir siempre más pa­ra que las ruedas de la gran maquinaria no se paren. Consumir y hacer consu­mir desde armas hasta juegos electróni­cos. En los países hiper-desarrollados se puede incluir en este circuito a casi toda la población. En los países pobres evidentemente no. Lo que se hace en­tonces es crear micro-mercados asocia­dos al hiper-consumo. La famosa trans­nacionalización es fundamentalmente eso. Es la creación de lo que algunos llaman “la aldea transnacional” (1), pero que en realidad es la formación de feudos privilegiados en la cima pira­midal de las economías nacionales.

IV / NEO FEUDALISM O CAPITALISTA

Nosotros preferimos hablar pues de neo-feudalismo. Lo que aparece cada vez más son cotos cerrados de privile­gios, donde una “nobleza” del dinero se permite el consumo y los lujos del Norte hiper-desarrollado, y una masa creciente de sub-ocupados o desocupa­dos totales luchan por la sobrevivencia, por el puro pan, como las masas famé­licas de la Edad Media.Sin dudas, hablar de neo-feudalismo es crear una metáfora, porque la histo­ria no se repite. Pero nos parece que esta imágen es válida y sugestiva. Per­mite visualizar lo que cotidianamente

se disimula. El mundo feudal tenía la decencia de hacer patente sus rupturas: el castillo y su periferia; las castas radi­calmente distintas; el enfrentamiento entre los privilegiados y los parias sin derechos. El mundo feudal tenía ho­rror a la idea de igualdad, pero lo pro­clamaba vigorosamente. En nuestros países, hoy, tras un discurso de iguali­tarismo, se edifica y se fortifica un mundo feudal. Esto es más evidente en Paraguay o en Bolivia en cuyas calles se atropellan las multitudes descalzas y los señores en Mercedes Benz importa­

dos. Es menos chocante en Buenos Ai­res o en Mendoza. Pero todos sabemos que desde hace más de 10 años Argen­tina está en vías de tercermundización, de bolivianización. La producción glo­bal cae, el consumo global cae. Pero la vivienda suntuosa crece; el consumo de electrodomésticos sofisticados (el fre­zer, la casetera, la micro-computadora) crece; los depósitos argentinos en el exterior crecen. Hay una polarización social irrefrenable.Asistimos, pues, en este reordena­miento del mundo occidental contem­poráneo, a la consolidación de un ma­cro-centro del poder y la riqueza, y un archipiélago de feudos que le están vin­culados y que se diseminan por el mundo.El post-capitalismo se parece dema­siado al pre-capitalismo. Y no solo en el aspecto de las diferencias económi­cas y sus manifestaciones. Sino tam­bién, y sobre todo, en el aspecto ideo­lógico cultural. El avance neo-conser­vador en todo el mundo no es otra co­sa que eso. Con la razón —o con la ex­cusa— de la crisis económica y de los fracasos en los intentos de socializa­ción, el pensamiento de derecha vuelva en fuerza. Como siempre, se disfraza de liberalismo pero como pocas veces antes desnuda sus convicciones profun­das.De los muchos temas que podría­mos mencionar en esta oleada neo-con­servadora, neorestauradora en realidad, dos nos parecen especialmente graves. El primero se refiere al ataque desem­bozado al igualitarismo, a la igualdad social. Desde hace por lo menos dos siglos, esta idea y este objetivo, este “derecho” , parecía definitivamente conquistado por la sociedad occiden­tal. Incluido en la sonora tríada de la revolución francesa (“libertad, igual­dad, fraternidad”) nadie lo discutía. Se sabía bien que había graves desigualda­des, pero eran siempre imperfecciones prontas a ser superadas. El objetivo no estaba alcanzado todavía, pero se esta­ba en camino. Había que soportar la desigualdad como un precio del futu­ro. Cuando se diera el pleno desarrollo, cuando la torta fuera lo suficiente de grande, la igualdad sobrevendría por sí sola.El pensamiento neo-restaurador cuestiona de fondo este objetivo. Le niega su carácter de derecho universal. No todos los pueblos son iguales; no eslo mismo quienes tienen un “destino manifiesto” que quienes tienen un os­curo porvenir. Mezclando escepticis­mo, racismo y fría conveniencia, se lle­ga a la conclusión de que las diferen­cias entre los hombres y entre los pue­blos no es un defecto histórico a repa­rar, sino un resultado de la lucha por la vida, una sabia ley de la naturaleza,

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una selección natural. Los ricos son los que ganaron; los pobres los que no su­pieron ganar. Estas ideas, que algunos llaman “darwinismo social”, siempre estuvieron latentes en sociedades con graves diferencias sociales. Pero ahora se hacen manifiestas, explícitas, provo­cantes. La lógica de la igualdad está perimida. Lo que vale es la lógica del triunfo de los más fuertes. Si antes se pedia soportar la desigualdad como un precio del futuro, ahora se es más “rea­lista”: hay que soportar la desigualdad como una realidad definitiva, irreme­diable, necesaria. Incluso útil.El otro aspecto relevante del pensa­miento neo-restaurador, vinculado a lo anterior, es su ataque y su desprecio por todo lo que considera “utópico”. Y en este saco meten no sólo los sue­ños delirantes o los proyectos optimis­tas de algunos profetas del paraíso te­rrenal, sino incluso muchas conquistas ya alcanzadas y muchos objetivos en vías de realización. Así, de los defectos de los “ socialismos reales” del Este, y de los fracasos parciales de los socialis­mos occidentales, concluyen que el socialismo está muerto. Más aún —y es­to es lo que interesa— toda utopía es­tá muerta. Todo sueño de un mundo distinto es sólo eso: un sueño. Y un sueño criminal, porque ha dejado el tendal de víctimas en sus intentos más revolucionarios, o la multitud de frus­trados en sus tentativas moderadas. Aprovechando el reflujo del desarrollo económico, el miedo de amplios secto­res a perder lo ya adquirido, proponen el aplacamiento de las expectativas, el “sentido común conservador” . A la utopía sucede la resignación; a la ideo­logía la anti-ideología, es decir: la con­fusión total sobre las opciones. Este movimiento -según sus mentores- no es sólo una vuelta al pasado, es tam­bién un anticipo del futuro. Luis Pau­wels (2) lo dice triunfalmente. “Des­pués de 1978 termina la época de los revolucionarios, y empieza por fin el tiempo de la revolución conservadora. Ya no se trata de seguir pensando co­mo en 1848, sino de pensar, a la vez, como antes de 1789 y como en el año 2100” .Pensar como antes de 1789, como antes de la “libertad, igualdad, frater­nidad” para todos. Este pensamiento, fuerte y creciente en el Norte, se trans­

mite y se disemina por el archipiélago de los feudos transnacionales, por las sucursales del capitalismo avanzado en el Tercer Mundo.Se distribuyen productos e ideolo­gía; cosas para el consumo y pensa­mientos y valores. El costado práctico es el aumento del consumo de produc­tos “modernos” ; el costado moral la justificación para aquellos —pocos— que tienen acceso a esos productos y a esa modernidad del consumo. Ambos aspectos van mutuamente implicados. ( 2)Se distribuyen también, de un mo­do más disimulado pero inexorable, las doctrinas anti-igualitarias y anti-utópi­cas. En realidad, como el factor clave de la igualdad o de los privilegios es la riqueza, se intenta justificar y legitimar los distintos mecanismos del enriqueci­miento. Y como la utopía verdadera y concreta es la justicia social, se denigra y se ridiculiza los “distribucionismos” —casi siempre populistas— que avanza­ron, aún parcialmente, en la justicia so­cial.En el feudo transnacional, la con­centración de la riqueza y del consumo produce una fuerte dispersión social y una centrifugación de los factores más débiles. Crecen la desocupación y la marginación. Y las medidas tienden a estabilizar este proceso, no a revertirlo. Se trata de paliar el hambre de los más indigentes; no de cambiar la estructura social.

V / NEO FEUDALISMO Y DESINTEGRACION NACIONAL

El marco de fondo de este proceso no lo constituyen sin embargo las rela­ciones económicas o las luchas sociales más evidentes. Lo que está en conflic­to es la Nación misma, su carácter, su naturaleza, su porvenir.Ya se ha escrito mucho sobre el avance de los proyectos de empresas transnacionales, que saltan las fronte­ras y los países, construyendo una red de relaciones de acuerdo a sus intere­ses. No vamos a insistir en eso. Por ser el aspecto más evidente. Los puentes visibles del archipiélago transnacional.Lo que no se dice tanto es que el neo feudalismo, por su propia natura­leza y su desarrollo, es enemigo de to­do lo nacional y lo agrede con todos los medios posibles.Entramos pues, irremediablemente, a hablar de lo nacional. Esta realidad en torno a la cual se ha dicho y polemi­zado tanto. Y que requiere precisio­nes infinitas para evitar equívocos, (lo cual no haremos, desde luego, en este artículo). (3)

La Nación ha sido idealizada hasta el delirio por expresiones del pensa­miento más bien romántico y por la derecha fascista; y ha sido despreciada hasta la irrisión por pensadores de la izquierda marxista y de la derecha libe­ral. Sin embargo es una roca dura que resiste tanto la exageración como el menosprecio.La Nación es más que la “sociedad global”, la materia informe a la que el Estado estructura, es más también que el hecho fáctico de los estados-nacio­nales como expresión jurídica y opera­tiva. Es todo eso pero es también la unidad de una conciencia colectiva; de una situación común ante la histo­ria, de un patrimonio heredado y de un destino a construir. La Nación es un gran “mito”, en el sentido fuerte y positivo del término; es decir como nombre de algo tan real y profundo que no puede ser verbalizado, y que se expresa entonces en el lenguaje sim­bólico. La Nación es la Patria, ese otro nombre mítico (matriarcal-patriarcal) en que se funda y justifica una frater­nidad básica que nos hace “hermanos” , y que superando los egoísmos de gru­pos o de sectores puede llevarnos has­ta dar la vida.En lo que acá más nos interesa, lo nacional expresa una solidaridad fun­damental; un compromiso y una leal­tad entre aquellos que viven un desti­no común. La conciencia nacional es la voluntad solidaria y lúcida de perte­nencia a un país, su tradición, su cul­tura, y sobre todo su futuro. “Es en función del futuro que se define cada vez más lo nacional. Y la prueba está en que, en vez de un retorno románti­co a un pasado nebuloso o imaginario -excusa para cualquier manipulación-, se acentúe cada vez más la construc­ción de un “proyecto” nacional, una coincidencia creciente hacia el futuro. La Nación no es un “alma” incólume que hay que defender; es una empresa que hay que asumir, un proyecto a construir cada día para que no se di­suelva.Los nacionalismos radicados en fuentes puramente emocionales, en apelaciones románticas, en doctrinas racistas, en retornos al pasado, pierden fuerza histórica.Los reemplaza, con ventajas, una conciencia nacional, una "vocación na­cional” menos agresiva, menos mística y estremecedora, pero mucho más sen­sata, más ecuménica, más a la altura de las exigencias y las oportunidades del mundo actual” . (4)Lo nacional, y con más razón lo na­cional-popular, es el continente de la igualdad y la fraternidad; no en un sen­tido abstracto y genérico, sino de un modo bien concreto: en referencia a todos los integrantes de la nación, en

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NEOFEUDALISMO Y DESINTEGRACION NACIONALeste espacio donde nos debemos mu­tuamente la igualdad, donde debemos construir la justicia. Se entiende pues que el feudo transnacional encuentre en la nación y en los valores que evoca el mayor de los enemigos. No sólo por su vinculación con lo extranjero, sino y sobre todo porque siendo una estruc­turación del privilegio se opone radical­mente a lo que está pensado y querido como matriz de la igualdad; y porque siendo la utopía-realizada de unos po­cos, se enfrenta a la utopía — a reali­zar de la totalidad.—(8).

Todo lo que aquí decimos tiene las comprobaciones más elementales. Aun­que se siga declamando un nacionalis­mo epidérmico, cada día avanza más la desnacionalización y la desintegración. En el archipiélago transnacional las identidades entre los feudos es mayor que la identidad o el diálogo con el propio contorno nacional."Estos sectores comparten una cul­tura y un estilo de vida comunes, que se expresa en la lectura de los mismos libros, en ver las mismas películas y propagandas de televisión, en seguir la misma moda en el vestir, en estudiar las mismas cosas con idénticos textos, en. organizar la vida familiar y social de manera similar, en amueblar las casas con los mismos estilos, en similares concepciones arquitectónicas de las vi­viendas y edificios y en el diseño del espacio suburbano en que residen. No obstante hablar idiomas diferentes, es- tos sectores tienen una capacidad de comunicación entre sí que —en virtud de compartir una cultura y estilo de vi­da comunes— es mucho mayor que la posibilidad de comunicación de uno de estos sectores con sus coterráneos obreros, campesinos o marginados (Os-valdo Sunkel)” (5).Es cierto. El diálogo se da en el círculo feudal”; pero se hace imposi­ble —e innecesario— con los propios connacionales. Se distancian no tanto as palabras explícitas, como el lengua­je subyacente. “No hay de qué hablar” juntos. Los gustos, los hábitos, las ex­pec tativas, las necesidades inmediatas y los sueños lejanos son distintos. ¿Có­mo no entender que se desintegra un pu eblo y una Nación cuando lo que se levanta cada día son murallas de inco­municación y diferencias? ¿Cómo no percibir que al interior del feudo —de sus muros económicos, psicológicos, culturales— los coterráneos y contem­poráneos son cada vez más “extraños” los “otros” , los que “no tienen nada, que ver con uno”?.En realidad, en la medida en que se pertenece cada vez menos a esta comu­nidad, la de este espacio y este conjun­to humano concreto, se pertenece cadavez más a otra comunidad, extra nacio­nal y extra espacial. El mismo autor re­

cién citado lo presenta de modo evi­dente. “Un aviso publicitario de la re­vista “Time” expresa esta idea con la perfección que es de esperar en una propaganda destinada precisamente al mercado internacional que constituyen dichos sectores. Dice así: . . los 24millones de lectores de Time (en el mundo) probablemente tienen más en común entre ellos que con sus compa­triotas. Elevados ingresos. Buena edu­cación Posiciones de responsabilidad en los negocios, el gobierno y las pro­fesiones. . . Los lectores de Time cons­tituyen una comunidad internacional de personas adineradas e influyentes, que son proclives a aceptar nuevas ideas, nuevos productos y nuevas ma­neras de hacer las cosas” (6).El feudo intentará, en consecuen­cia, romper la red de solidaridades so­ciales “hacia abajo”; y reforzará las so­lidaridades “hacia arriba”. El respeto de las reglas de la “comunidad interna­cional de negocios” se planteará como el tema principal al que hay que sacri­ficar todo; y simétricamente se despre­ciará por ambigua y discutible la “co­munidad nacional” . Se presentará co­mo una cuestión decisiva para el país someterse de modo puntual a las exi­gencias de los acreedores internacio­nales, y como una cuestión siempre postergable la que se refiere a la indi­gencia creciente de las mayorías, los conflictos sociales en aumento, la de­gradación de las economías y las cultu­ras nacionales (7).Lo que está en juego pues, es ¡a in­tegridad o la desintegración nacional. La recuperación de un sentido común y una práctica en torno a la solidari­dad; o el camino aceptado hacia la di­solución; es decir hacia un país con una cúpula integrada al consumo y la ideología transnacional, y amplios sec­tores —siempre más numerosos— que conforman franjas cada vez más atomi­zadas, divididas y enfrentadas.Este artículo se ha hecho ya muy largo. No quisiéramos sin embargo abandonarlo sin aludir a otros aspectos que nos parecen esenciales. Aunque precisen de un desarrollo posterior.Así como el feudo transnacional ne­cesita destruir y minimizar a la nación, necesita también descalificar esa gran Nación-virtual que es A. Latina como proyecto. La lógica anti-igualitaria y antiutópica a que aludimos más arriba, juega aquí a fondo su papel. Si se pue­de mirar despectivamente, como un sueño irrealizable, la integración del propio país; ¿ cómo no va a resultar ridicula y peregrina la idea de una inte­gración latinoamericana? (8).

Sin embargo, aquí como siempre, las fobias de nuestros enemigos debiera orientar nuestros amores. Su lucidez debiera despertar la nuestra. Y por eso

cuando el feudo transnacional descali­fica y ataca lo nacional-popular y la búsqueda de una integración latinoa­mericana, debiéramos comprender que en esos caminos está su debilidad y sin dudas nuestra fuerza.Despertando de los cien años de so­ledad. Volviendo a hablar de comuni­dad y solidaridad, en un tiempo de di­solución e indiferencias. Empeñándo­nos en construir América Latina, aun­que el archipiélago de los feudos trans­nacionales quiera condenarnos a la de­saparición.

NOTAS1) La idea y el nom bre de “ aldea” trans­nacional” ha nacido entre los especia­listas en com unicación. En u n principio, con u n énfasis positivo: el desarrollo y la universalidad de las com unicaciones convertirían al m undo en una sola y gran aldea, reunión de seres hum anos libres e iguales. En la filosofía de esta aldea m undial, la com unicación in te r­nacional hace com prender al m undo su in terdependencia . La com unicación en la aldea m undial sería u n hecho de uni­ficación y de partic ipación . El análisis y la re fu tación de esta im agen sim plista ha sido realizado ya (ver, por ej. Cees J. H am elink -“ La A ldea Transnacional* *- E ditorial Gustavo Gili ). Lo que se com ­prueba siem pre es que se refuerzan ca­da vez más los lazos de dependencia unilateral, y las d istorsiones económ i­cas y culturales. Hay una gran aldea cen tral y m uchas aldeas periféricas.2) Citado por M. Casullo en “ C larín” del 27-6-85.3) “ La parte del consum o en el proceso disem ina la idea del “ h om o consu- m ens” com o valor prim ordial. El con­sum o es pub licitado com o u na form a valiosa de vida. R efleja asimismo el va­lo r de la satisfacción in stan tánea de ne­cesidades, con sus recursos de “ consu­m a ahora, pague después” , com o las tarje tas de créd itos, las ventas a plazos, la com pra-alquiler. Iguala los valores de nuevo y de bueno , y sugiere que la tasa de obsolescencia es u n índice de la m a­durez social" (H am elink, op . cit. pg. 207).4) Hem os in ten tad o fijar posiciones en u n trabajo an te rio r (“ Crisis y perspectivas sociales” , Mza., 1978), d istinguiendo en tre nacionalism o “ restau rad o r"; n a­cionalism o “ m ilitar” ; y nacionalism o “ popular” .5) R. C oncatti, op . cit. pg. 53-54.6 ) En “ C apitalism o transnacional y D.M. en A .L .” Ed. Nueva Im ágen pg. 41 .7) Op. cit. pg. 41 .8) Todo esto va acom pañado por una cre­cien te iron ía y m enosprecio por el “ ser nacional” —considerado una en te lequ ía o u n a superstición—; se habla de “ el p retend ido in terés nacional” —que pa­rece u n “ con cep to ab s trac to ” , u n a fic­ción, “ el más bajo com ún denom inador en tre in tereses sectoriales y particu la­res” P. ej. ver “ T ransnacionalización y

Desarrollo N acional en A .L .” L. Toma- sini com pilador. G rupo E d ito r L atinoa­m ericano; pg. 21.22.

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