Nietzsche - Textos PAU

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Nietzsche Textos PAU §1. «El más grande de los últimos acontecimientos —que “Dios ha muerto”, que la fe en el Dios cristiano se ha hecho increíble— comienza ya a lanzar sus primeras sombras sobre Europa. Por lo menos para aquellos pocos cuyos ojos y cuya suspicacia en sus ojos es lo bastante fuerte y fina para este espectáculo, precisamente parece que algún sol se haya puesto, que una antigua y profunda confianza se ha trocado en duda. Nuestro viejo mundo tiene que parecerles a éstos cada día más vespertino, más desconfiado, más extraño y más viejo […] Y no hablemos de que muchos sepan ya lo que propiamente ha acontecido con esto, y todo cuanto en lo sucesivo tiene que desmoronarse, una vez que esta fe se ha corrompido, porque estaba edificado sobre ella; por ejemplo, toda nuestra moral europea». (Nietzsche, La gaya ciencia ) §2. «Pero, ¿es eso lo que no entienden? Realmente costará trabajo entendernos. Buscamos pala- bras y quizás buscamos también oídos. ¿Quiénes somos, entonces? Si quisiéramos simplemente denominarnos con términos antiguos como ateos, incrédulos o incluso inmorales, estaríamos le-  jos de creer que nos hemos definido, pues somos esas tres cosas a la vez en una etapa demasiado tardía; así se comprende, comprenden ustedes, señores curiosos, lo que sentimos en el alma sien- do eso. ¡No es la amargura ni la pasión del hombre desenfrenado que hace de su falta de fe una creencia, un fin y un martirio! Hemos sido afilados, nos hemos vuelto fríos y duros a fuerza de reconocer que nada de lo que sucede aquí abajo ocurre de forma divina y que, según los criterios humanos, ni siquiera pasa de un modo razonable, misericordioso y equitativo. Sabemos que el mundo en el cual vivimos no es divino, inmoral, “inhumano”; lo hemos interpretado durante demasiado tiempo de manera falsa y mentirosa, pero según nuestros deseos y nuestra voluntad de veneración, es decir, según una necesidad. ¡Pues el hombre es un animal que venera! Pero también es desconfiado. »Lo más cierto de todo lo que captó nuestra desconfianza es que el mundo no vale lo que hemos creído que valía. Tanta desconfianza, tanta filosofía. Evitamos sin duda decir que el mun- do tiene menos valor, hasta nos parece risible hoy que el hombre pretenda inventar valores que deban superar el valor del mundo real. Nos hemos desengañado de esto como de una aberra- ción exuberante de la vanidad y de la sinrazón humanas, que durante mucho tiempo no ha sido reconocida en cuanto tal. Ha tenido su última expresión en el pesimismo moderno, y otra más antigua y más fuerte en la doctrina de Buda; pero también la contiene el cristianismo, bajo una forma más dudosa, es cierto, más equívoca, pero no por ello menos fascinante.». (Nietzsche, La  gaya ciencia) §3. «Por todas partes se percibe la falta de personalidad. Una personalidad debilitada, raquítica, apagada, que se niega a sí misma y reniega de sí misma, no sirve para ninguna tarea humana, y menos para la filosofía. El “desinterés” no tiene valor alguno ni en el cielo ni en la tierra. To- dos los grandes problemas exigen un gran amor y sólo son capaces de él los espíritus poderosos, enteros, seguros y firmes en sus cimientos. Constituye una diferencia considerable que un pensa- dor se dedique a sus problemas hasta el punto de ver en ellos su destino, su angustia y también su felicidad, o que, por el contrario, los aborde de una forma “impersonal”, es decir, que sólo sepa abordarlos y captarlos con las antenas de un pensamiento frío y simplemente curioso. En este último caso, podemos estar seguros de que no conseguirá nada, pues los grandes problemas, aunque se dejen captar, no se dejan retener por las ranas y los impotentes; en esto consiste el buen gusto de los problemas —gusto que, por lo demás, comparten con las mujerzuelas valientes—. ¿A qué se debe, entonces, que no haya encontrado aún a nadie, ni siquiera en los libros, que haya adoptado una posición personal de esta forma respecto a la moral, que haya visto la moral como 1

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§1. «El más grande de los últimos acontecimientos —que “Dios ha muerto”, que la fe en el Dioscristiano se ha hecho increíble— comienza ya a lanzar sus primeras sombras sobre Europa. Porlo menos para aquellos pocos cuyos ojos y cuya suspicacia en sus ojos es lo bastante fuerte yfina para este espectáculo, precisamente parece que algún sol se haya puesto, que una antiguay profunda confianza se ha trocado en duda. Nuestro viejo mundo tiene que parecerles a éstoscada día más vespertino, más desconfiado, más extraño y más viejo […] Y no hablemos de quemuchos sepan ya lo que propiamente ha acontecido con esto, y todo cuanto en lo sucesivo tieneque desmoronarse, una vez que esta fe se ha corrompido, porque estaba edificado sobre ella; porejemplo, toda nuestra moral europea». (Nietzsche, La gaya ciencia)

§2. «Pero, ¿es eso lo que no entienden? Realmente costará trabajo entendernos. Buscamos pala-bras y quizás buscamos también oídos. ¿Quiénes somos, entonces? Si quisiéramos simplemente

denominarnos con términos antiguos como ateos, incrédulos o incluso inmorales, estaríamos le- jos de creer que nos hemos definido, pues somos esas tres cosas a la vez en una etapa demasiadotardía; así se comprende, comprenden ustedes, señores curiosos, lo que sentimos en el alma sien-do eso. ¡No es la amargura ni la pasión del hombre desenfrenado que hace de su falta de fe unacreencia, un fin y un martirio! Hemos sido afilados, nos hemos vuelto fríos y duros a fuerza dereconocer que nada de lo que sucede aquí abajo ocurre de forma divina y que, según los criterioshumanos, ni siquiera pasa de un modo razonable, misericordioso y equitativo. Sabemos que elmundo en el cual vivimos no es divino, inmoral, “inhumano”; lo hemos interpretado durantedemasiado tiempo de manera falsa y mentirosa, pero según nuestros deseos y nuestra voluntadde veneración, es decir, según una necesidad. ¡Pues el hombre es un animal que venera! Pero

también es desconfiado.»Lo más cierto de todo lo que captó nuestra desconfianza es que el mundo no vale lo que

hemos creído que valía. Tanta desconfianza, tanta filosofía. Evitamos sin duda decir que el mun-do tiene menos valor, hasta nos parece risible hoy que el hombre pretenda inventar valores quedeban superar el valor del mundo real. Nos hemos desengañado de esto como de una aberra-ción exuberante de la vanidad y de la sinrazón humanas, que durante mucho tiempo no ha sidoreconocida en cuanto tal. Ha tenido su última expresión en el pesimismo moderno, y otra másantigua y más fuerte en la doctrina de Buda; pero también la contiene el cristianismo, bajo unaforma más dudosa, es cierto, más equívoca, pero no por ello menos fascinante.». (Nietzsche, La

 gaya ciencia)

§3. «Por todas partes se percibe la falta de personalidad. Una personalidad debilitada, raquítica,apagada, que se niega a sí misma y reniega de sí misma, no sirve para ninguna tarea humana, ymenos para la filosofía. El “desinterés” no tiene valor alguno ni en el cielo ni en la tierra. To-dos los grandes problemas exigen un gran amor y sólo son capaces de él los espíritus poderosos,enteros, seguros y firmes en sus cimientos. Constituye una diferencia considerable que un pensa-dor se dedique a sus problemas hasta el punto de ver en ellos su destino, su angustia y tambiénsu felicidad, o que, por el contrario, los aborde de una forma “impersonal”, es decir, que sólosepa abordarlos y captarlos con las antenas de un pensamiento frío y simplemente curioso. Eneste último caso, podemos estar seguros de que no conseguirá nada, pues los grandes problemas,aunque se dejen captar, no se dejan retener por las ranas y los impotentes; en esto consiste el buen

gusto de los problemas —gusto que, por lo demás, comparten con las mujerzuelas valientes—.¿A qué se debe, entonces, que no haya encontrado aún a nadie, ni siquiera en los libros, que hayaadoptado una posición personal de esta forma respecto a la moral, que haya visto la moral como

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problema y dicho problema como su angustia, su tormento, su deleite, su pasión personal? Esplenamente evidente que hasta ahora la moral no ha sido un problema, sino más bien el terrenoen el que tras las desconfianzas, los disensos y las contradicciones acaban todos entendiéndosemutuamente, el lugar sagrado de la paz donde los pensadores, extenuados por su propia natura-leza, descansaban, respiraban, recobraban vida. No veo a nadie que se haya atrevido a criticar los

 juicios de valor; busco inútilmente en este campo intentos emprendidos por la curiosidad cientí-fica, por la imaginación veleidosa y mimada de los psicólogos y de los historiadores, que anticipafácilmente un problema y lo capta al vuelo, sin saber muy bien lo que acaba de agarrar. Apenashe encontrado unos inicios rudimentarios de una historia de los orígenes de estos sentimientos yde estas valoraciones (lo que difiere de una crítica de éstos y por supuesto de una historia de lossistemas éticos). Sólo en un caso hice todo lo que fue apropiado para estimular la inclinación yel talento hacia este tipo de historia, aunque hoy creo que fue en vano. Estos historiadores de lamoral (principalmente los ingleses) son mentirosos, pues suelen sufrir ingenuamente la exigenciade una moral determinada, convirtiéndose, sin advertirlo, en sus defensores y en su escolta.».(Nietzsche, La gaya ciencia)

§4. « Admiten [los historiadores de la moral], de este modo, ese prejuicio difundido en la Europacristiana, tan ingenuamente repetido, según el cual la acción moral se caracteriza por el desinte-rés, la renuncia a uno mismo, el sacrificio personal, el sentimiento de solidaridad, la compasión,la piedad. El fallo habitual de sus hipótesis consiste en afirmar no sé qué pacto de los pueblos, almenos de los pueblos domesticados, respecto a ciertos preceptos de moral, y en concluir deter-minando la obligación absoluta de éstos para cada uno de nosotros; o, por el contrario, tras haberaceptado la verdad de que las valoraciones difieren necesariamente según los pueblos, concluiren la ausencia de obligación de toda moral; ambas conclusiones son pueriles. Los más sutiles deestos historiadores cometen el defecto consistente en que cuando descubren y critican las opi-niones, tal vez insensatas, de un pueblo respecto a su propia moral o las de los hombres respecto

a toda moral humana, o bien lo relativo al origen de ésta última, sus sanciones religiosas, la su-perstición del libre albedrío y otras cosas por el estilo, se imaginan que con eso han criticado ala moral misma. Pero el valor de un precepto como “debes” es muy diferente e independien-te de semejantes opiniones acerca del mismo precepto y de la cizaña de error que haya podidoinvadirlo, del mismo modo que la eficacia de una medicina es totalmente independiente de lasopiniones que el enfermo tenga de ella, de que posea conocimientos científicos o prejuicios deanciana. Una moral puede haber nacido muy bien de un error; esta constatación ni siquiera haabordado el problema de su valor. Nadie hasta ahora ha examinado, entonces, el valor de la másfamosa de las medicinas, llamada moral. Esto exigiría ante todo decidirse a poner en cuestióneste valor. ¡Pues bien! ¡En esto precisamente consiste nuestra empresa!». (Nietzsche, La gaya

ciencia)

§5. El crepúsculo de los ídolos, «Historia de un error».

1. El mundo verdadero, asequible al sabio, al piadoso, al virtuoso, – él vive en ese mundo,es ese mundo. (La forma más antigua de la Idea, relativamente inteligente, simple, convincente.Transcripción de la tesis «yo, Platón, soy la verdad».)

2. El mundo verdadero, inasequible por ahora, pero prometido al sabio, al piadoso, al virtuoso(«al pecador que hace penitencia»). (Progreso de la Idea: ésta se vuelve más sutil, más capciosa,más inaprensible, se convierte en una mujer, se hace cristiana…)

3. El mundo verdadero, inasequible, indemostrable, imprometible, pero, ya en cuanto pen-sado, un consuelo, una obligación, un imperativo. (En el fondo, el viejo sol, pero visto a través

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de la niebla y el escepticismo; la Idea, sublimizada, pálida, nórdica, königsberguense)

4. El mundo verdadero – ¿inasequible? En todo caso, inalcanzado. Y en cuanto inalcanzado,también desconocido. Por consiguiente, tampoco consolador, redentor, obligante: ¿a qué podríaobligarnos algo desconocido?…(Mañana gris. Primer bostezo de la razón. Canto del gallo delpositivismo.)

 5. El «mundo verdadero» –una Idea que ya no sirve para nada, que ya ni siquiera obliga, –unaIdea que se ha vuelto inútil, superflua, por consiguiente una Idea refutada: ¡eliminémosla! (Díaclaro; desayuno; retorno del bon sens [buen sentido] y de la jovialidad; rubor avergonzado dePlatón; ruido endiablado de todos los espíritus libres.)

6. Hemos eliminado el mundo verdadero: ¿qué mundo ha quedado?, ¿acaso el aparente?…¡No!, ¡al eliminar el mundo verdadero hemos eliminado también el aparente! (Mediodía; instantede la sombra más corta; final del error más largo; punto culminante de la humanidad; INCIPITZARATHUSTRA [comienza Zaratustra].)

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