No. 6 - Versiones y visiones del apocalipsis

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http://laplumaenlapiedra.blogspot.com/ Enero 2012 No. 6 dos tiempos y la mitad de un tiempo. Al verse arrojado a la tierra, el monstruo se para que volara al desierto, al refugio en que, lejos de la serpiente, debe ser mantenida por un lanzó en persecución de la mujer que había dado a luz al varón. Pero a la mujer le dieron las dos alas del águila grande

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Revista cultural de distribución gratuita por internet. No. 6 - enero 2012

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No. 6

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Al verse arrojado a la tierra, el monstruo se para que volara al desierto, al refugio en que, lejos de la serpiente, debe ser mantenida por un

lanzó en persecución de la mujer que había dado a luz al varón. Pero a la mujer le dieron las dos alas del águila grande

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Portada: William Blake, El gran dragón rojo y la mujer vestida de sol, acuarela,

1805-1810, 40 × 32,5 cm, National Gallery of Art, Washington, D.C

Cita: “Apocalipsis” en La Biblia, versión Latinoamericana, 3a. ed., Verbo Divino,

España, 1994, p. 495.

Derechos Reservados. La pluma en la piedra , Toluca, México, No. 6, enero 2012.

La pluma en la piedra es una publicación mensual e independiente de distribución

gratuita por internet. Todos los artículos, ensayos, escritos literarios y obras publicadas

son propiedad y responsabilidad única y exclusiva del autor y pueden reproducirse citan-

do la fuente.

La pluma en la piedra

Agradece a todos los videntes, quienes nos informaron de primera mano lo que

sucederá en el 2012. Asimismo, da las gracias al excelso equipo editorial por

sus desvelos y no pueden faltar los invaluables colaboradores y lectores leales,

sin ellos no hay revista. A todos, gracias.

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Escribieron este número:

Joaquín M. Falamaro

Alejandra C. L.

Karina Posadas Torrijos

Susana Santos Mateo

Manuel Arduino Pavón

Dr. Salomón Espinoza M.

3

Fotógrafo

Hugo Posadas Torrijos

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4

Artículos y ensayos

Últimos días: elogio al embrutecimiento

Joaquín M. Falamaro APOCALIPSIS: ¿El fin del mundo o el inicio de una nueva era?

Alejandra C. L. Apocalipsis… for ever

Karina Posadas Torrijos

7

17

20

Galería

Chimpancé al sol Hugo Posadas Torrijos

26

Editorial

5

C o n v o c a t o r i a s

49

La maldición de Roma. Capítulo 2. Los descendientes de Armando.

Alejandra C. L.

GkBc en Dk Susana Santos Mateo

Ella Manuel Arduino Pavón

Gólem Dr. Salomón Espinoza M.

28

38

41

42

Creación literaria

E l l i b r o d e l

Apocalipsis según... 24

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¡El fin! ¡El fin del mundo ya viene! Este mes de fiestas todo ser sobre la tierra ha disfrutado

de su última Navidad y Año Nuevo. Los Reyes Magos tal vez ya no vuelvan más, porque el

fin… ¡El fin se acerca! Por ello, para iniciar bien el año, este número se encuentra dedicado

a las diferentes versiones sobre el Apocalipsis, el fin de la civilización y algunas

consideraciones alrededor de este tema.

El porqué no somos capaces de profundizar en el fin de los tiempos, las teorías más

escuchadas y hasta una versión alternativa en forma de cuento serán lo que nuestros

siempre estimados lectores podrán encontrar en esta edición.

En la Galería, Hugo Posadas Torrijos nos muestra una fotografía de un chimpancé

pensante y, en la sección favorita de todos, Creación Literaria, nos acompañan:

Alejandra C. L., quien nos trae el segundo capítulo de su novela La maldición de Roma;

Susana Santos Mateo con un fragmento de GkBc en Dk Gs, escrito que dejará a los lectores

en suspenso; Manuel Arduino Pavón con un poema a “Ella”; y el Dr. Salomón Espinoza

M. con el cuento Gólem.

¡El fin… el fin es inminente! Y por ello, algunos de nuestros lectores nos

sorprendieron con sus predicciones para el año que comienza. (¡El último!)

Querido lector, nos vemos en la edición de febrero con el tema de la amistad y demás

perversiones. Por último, sólo nos resta recordar aquellas palabras, que alguna vez un

iluminado dijo: “Aléjate de los falsos ídolos y sigue a la Gran Zanahoria. […] Y la Gran

Zanahoria vendrá. ¡Aleluya! ¡Aleluya al pulento! […] ¡Arrepiéntete, pecador! La Gran

Zanahoria vendrá y tú no estarás allí. […] Y tú no estarás allí y yo sí estaré allí, porque yo

me arrepentí y no creí en falsos ídolos”.*

La pluma en la piedra

* Encuesta de Mico el Micófono: “¿Quién es tu ídolo” en 31 minutos. Sexto capítulo de la segunda temporada, 2004. Programa infantil chileno.

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(Artículos y ensayos)

Page 7: No. 6 - Versiones y visiones del apocalipsis

Por Joaquín M. Falamaro

Últimos días: elogio al embrutecimiento

A ntes de comenzar, quisiera decir

a la época que pertenezco unas

palabras, éstas se resumen

considerando la situación en

una paradoja y surgen de una necesidad de

abolir un estado de idiocia colectiva, que

organizan empresas embrutecedoras

desembocando en una anestesia de juicio final

ficticia.

Así, a lo largo de estas páginas, trataré de

exponer un tema que apareció en un ensayo del

2008, Elogio a los vencidos, el cual construyó un

oasis en mi pensamiento, este trabajo sumaba

un sinfín de temas que abarcaban desde la

posibilidades de la guerra, las consecuencias de

la paz, la amargura del universo, los pecados

inexistentes, el narcisismo de un dios, las

desventajas del cuerpo, los crímenes del alma,

hasta los grandes caprichos del hombre;

agradezco ahora que tal trabajo no viera la luz,

en cambio, agradezco en todo caso esta

oportunidad, este espacio de exponer unas

líneas de un trabajo en el que he estado

trabajando los últimos dos años, plasmarlo aquí

con el motivo de la celebración que se avecina,

o las conmemoraciones que celebramos en este

año, como son las calamidades, las catástrofes

del fin del mundo o como lo llamo: una caída

flamante de los celebros antes del fin de una

era.

En esta ocasión, en la que celebramos el

fin de una era, quisiera sin parecer anormal,

celebrar el embrutecimiento, pensando de

antemano, querido lector, que se entiende el

concepto, dado que es uno de los grandes

maestros que ha creado tantas cosas en nuestra

época. Rindámosle entonces un tributo, una

estatua que cubra las aceras, los jardines, las

plazas públicas.

Quisiera comenzar nombrando una obra

que ha sido leída a pasos agigantados desde su

aparición, me refiero al Elogio de la locura de

Erasmo de Rotterdam, una obra que suena

como un canto fúnebre anticipado, develando

lo que sería siglos más tarde un subvenir

cotidiano. El autor de esta obra no es

paradójicamente Erasmo de Rotterdam sino la

locura misma, la presencia de la diosa estulticia

en papel, irrumpiendo como realmente es: la

locura que superó a su creador, dejándose ver

cual personaje que teje los hilos de un devenir

incierto y siniestro.

Después de leerlo queda una sensación

monstruosa, saber que un autor detrás de una

Es posible que los genios estén locos; pero ¿qué es entonces la Humanidad, ya que los demás hombres son imbéciles?

OSCAR WILDE

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Joaquín M. Falamaro

obra se anticipa en algo que uno quisiera haber

dicho primero, pero como dije, el Elogio a la

locura ha recorrido el mundo desde hace siglos,

ahora esta locura se ha transformado en algo

más grotesco, lo cual hay que mostrar.

Esta criatura es el embrutecimiento, pero,

hacer un tributo a alguna cosa es dar por

sentado que algo emotivo ha de suceder en este

año, ingenuamente podemos partir de este

motivo, y que en verdad ha de suceder algo que

mueva al mundo a pensar. Por este concepto,

pensar en el fin de una era, a partir del

embrutecimiento, un tema que abarca una

extensión interminable bien, pero queremos

hacerle un homenaje y darle así su posición en

el mundo.

Por medio de esta ensayo, expresaremos

temas que van desde lo inverosímil, lo incierto,

lo explicable, lo ilógico, hasta lo triste y lo

sentimental. Pero, al ver el grado de

embrutecimiento en el que nos encontremos,

sabemos que se dejará de lado, siendo lo mismo

el que lo lean todos o se contenten con verlo de

pasada como simple curiosidad o

entretenimiento.

Sin embargo, para quienes se dan el

tiempo, hay un ejercicio que realizaba el señor

F. Nietzsche en el momento de comenzar a

pensar: el acto de ponerse a rumiar, a darle la

vuelta al tema las veces que sea necesario,

debido a que un pensamiento es una forma de

apropiación, de asimilación, de un acto del que

nos adueñamos, algo que me pertenece sólo a

mí y a nadie más. Por lo tanto, este tributo al

embrutecimiento no le concierne al mundo

entero, me pertenece a mí, a nosotros, a los que

nos damos la oportunidad de sumergirnos en

él.

Dejemos de lado el alarde. Debemos de

decirlo tan fuerte como sea preciso. Yo,

ustedes, nosotros, aquellos que presumen

saberlo todo, los fríos, los calculadores, todos

somos en mucha o poca extensión brutos. El

embrutecimiento ya estaba desde antes que

todos llegáramos al mundo. El

embrutecimiento es ese amigo fiel, la madre que

nos guía por los senderos del mundo, lo

hallamos en el primer alumbramiento de Adán,

de Caín, de Sócrates, de Diógenes, en Don

Quijote, Fausto… Estuvo y está por todos

lados. El que no se tome en serio en esta época,

se debe a cuestiones de economía, el tiempo

que debe ser administrado lo mejor posible, por

lo que la persona que lea Breve meditación sobre el

embrutecimiento, al terminarlo lo dejará a un lado

de inmediato y lo olvidará en el mismo instante

en el que fue leído. Hoy, alguien que se interese

en escribir sobre nihilismo, mañana lo hará

sobre el optimismo y así, sucesivamente,

porque estos eventos llegan a carecer de interés,

demostrando inevitablemente la presencia del

embrutecimiento.

El que se encuentre en todas partes nos

permite pensar en él aún cuando lo abarca todo

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a su alrededor y lo digo, como si tuviera tiempo

para detenerme a hacerlo, que me encuentro en

tal condición, admito mi embrutecimiento,

estoy en un estado en que logro entenderlo o a

punto de dejarlo de lado o, bien, permitirme

absorberlo hasta la saciedad.

El aumento del embrutecimiento es un

proceso que ha ido creciendo a pasos

agigantados en nuestra época, el hombre ha

querido desprenderse de él sin conseguirlo.

Este hecho del embrutecimiento es un estado

que no se quiere admitir. Pregúntesele a quien

quiera y negará rotundamente que es un zafio,

dirá en cambio que se encuentra en el máximo

pedestal, el último eslabón de la cadena

alimenticia, que ha rebasado sus límites porque

lo ha investigado y estudiado a fondo. No lo

podemos negar. Sin embargo, dicho estado

explica su utilidad, quien lo manifiesta, quien

piensa de esta forma, no da a entender otra

cosa más que su poca capacidad de

comprensión, pero necesaria y, al final, no deja

de ser el tipo de embrutecimiento más común.

Este bruto que planea, organiza y crea un

mundo simétrico, espera llegar a algún punto

fijo, encontrar lo que estaba buscando. Este

bruto común que se encamina hacia una oferta

que le acumule económicamente resultados,

jamás se detiene a pensar en las causas que lo

llevaron hasta su resultado final; negará hasta la

saciedad su naturaleza de embrutecimiento

colectivo. Entonces hay otro tipo de

embrutecimiento: la del bruto que sabe que lo

es y a quien le espanta la sola causa en la que se

detiene a pensar, una línea que se dibuja y los

divide, ese último que piensa en un todo,

mientras el otro piensa, si es que lo hace, sólo

en un resultado final.

Hasta aquí, hemos vislumbrado una

división de tipo común de embrutecimiento,

quien lo niega y quien se detiene a pensar el

estado al que pertenece. El que lo niega se llama

colectividad, su característica denota la línea en

que se organiza, su planeación social que no se

detiene a pensar, porque no se piensa en masa,

se sigue un movimiento maquinal encaminado a

absorberlo todo. Este bruto organiza una y otra

vez la vida de un todo, esperando más y más

resultados económicos.

Hasta aquí querido lector, hemos

desarrollado estas dos vertientes para

explicar nuestra tesis: el bruto visto en dos

formas de pensar. Puede haber más, pero es

más importante este embrutecimiento

colectivo, el hombre de hoy que niega su

capacidad de idiocia. Tenemos entonces la

segunda premisa: el hombre colectivo

es capaz o incapaz de pensar el fin

del mundo, ya que este salto no se vislumbra en

su vida, es como si no se detuviera a pensar en

la catástrofe. El hombre de hoy ha

construido un mundo para sí mismo hecho

para durar miles de años. Este hombre no

pierde el piso, ya que esta idea no es útil

Últimos días: elogio al embrutecimiento

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para su vida diaria, por lo que no pensará en un

tema tan corriente, el cual no le traerá ganancias

ni beneficios.

Este tema se evade, porque en el mundo

se es tan sólo un ciudadano; no se piensa, ya

que este acto requiere de un proceso lento, de

un esfuerzo exorbitante. Ponerse a pensar

seriamente en un fin es uno de esos actos raros

para el sentido común, resulta más fácil

evadirlo. No significa impotencia, lo que

intento decir es que todos podemos alcanzar

ese estado, seguir ese acto que madura

lentamente y ponerse a pensar es un asunto que

sólo me concierne a mí en este momento en

una orilla, apartado del mundo.

Pero es muy probable que no se llegue

siquiera a vislumbrar lo que estamos intentando

manifestar, que nadie vea semejante empresa,

entonces, ¿cuál es el motivo de este festejo, ese

darse cuenta que el mundo ha llegado a gestar

un fin caótico y terrorífico? Miremos más de

cerca este escenario y notaremos siluetas que

han arrojado la historia: poetas, pensadores,

historiadores, literatos, quienes ya veían venir

un caos que se volvió realidad, quienes miraron

millones de hombres caer en batalla, cruzadas,

invasiones, descubrimientos, matanzas,

irracionalismo, siglos de luz opacadas por la

revolución industrial, el feudalismo, el

esclavismo, la era moderna… Es como ver una

obra de arte que han creado tantos artistas: un

cuadro de un mundo que parece haberlo tenido

todo y, de pronto, un día representa un paisaje

con todos los contrastes, con hambre de guerra,

con sed de sangre, modernos instrumentos de

destrucción masiva, democracias tiranas,

comunismos surrealistas, sin paz ni justicia.

Pero, digamos que hoy me pongo a

pensar en el embrutecimiento, ¿con qué

motivo? Como escribió cierto escéptico: “…el

ejercicio exacerbado de la razón moderna nos

conduce inexorablemente al establecimiento de

un estado universal de idiotez colectica”1.

El escéptico nos dice otra cosa más: ni la

paz ni la justicia están aquí, sólo un dios

llamado razón, gobernador de todos los

instintos, pasiones y pulsiones; una razón que

nos ha abandonado en la miseria, que nos da el

pan de cada día, que está en la tierra,

acariciándonos la espalda y tendiéndonos la

mano, pero siempre sordo, mudo y ciego.

Quisiera decir que todavía el hombre

pueda salvarse, a sí mismo y todo a su

alrededor, pero eso es exagerar, el embrutecido

de hoy no puede pensar en una versión siquiera

del mítico apocalipsis que se avecina. Sin

embargo, en alguna parte de mí, descubro que

ese final se ha ido gestando desde la primera

manifestación del hombre; si me equivoco, ese

final no existirá, será imposible que llegue y

habrá sido todo producto de la imaginación.

¿Qué hago entonces con este ensayo, con la

1 José Blanco, Breve meditación sobre el embrutecimiento,

UAEMéx, México, 2003, p. 16.

Joaquín M. Falamaro

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libre expresión de explicar el embrutecimiento,

con esa necedad de preguntarse? ¿Qué es lo que

sucede hoy con el hombre en colectividad, si

hay todavía un escalón más donde posar su

porvenir?

Pensemos entonces en nuestro país, el de

los pueblos invadidos por la industria, el de los

ciudadanos expulsados a la nación vecina, el de

ciudades y barrotes, el de barro extinto de

campos infértiles, el de las cárceles, el de los

hospitales y las escuelas. Se ha vuelto otro país,

el de los otros; un país de la televisión, la radio,

los espectaculares, de los comerciales que nos

venden intentos desgastados que discuten

nuestro estado de ánimo, revistas de moda,

películas apocalípticas… Todo eso que nos

arrebata el instinto y alimenta nuestro sentido

común, ordinario, simulando el fin del mundo

que no se sabe en donde está. Un mundo que

nos informa y educa con los avances de la

técnica. Hoy se conoce todo. Invadiendo cada

espacio, dormimos con esos instrumentos,

comen a nuestro lado, operan silenciosamente,

nos tocan, están ahí, informando; sin entender

su presencia, su utilidad, su causa y su efecto,

que hacen del instinto de nuestros

contemporáneos, esclavos del mercado bruto.

No nos quedaremos pensando en esta

condición, ni indagaremos el origen primero de

la manifestación del embrutecimiento, no. Lo

elemental es la perdida que ha sufrido el embru-

tecido colectivo. Ni siquiera indagaremos la

ausencia de libertad, ya que no recuerdo un

evento donde se haya manifestado, más bien

será la perdida de lo que no se volverá a

encontrar, o siquiera manifestarse en el destino

del hombre, lo que intento decir en esta

premisa. ¿La perdida reside en su incapacidad

de ver el teatro en el que se encuentra inmersa,

su negligencia de asimilar el embrutecimiento

recubierto por una capa superficial de creer

todavía en la categoría de progreso? ¿Es esto lo

que ha propiciado el modo en el que nos ha

tocado vivir en la época actual?

Este es un motivo que me mueve a seguir

indagando, si todavía el hombre puede alzarse

sobre sí mismo en este rincón del mundo, aún

sabiendo que el mundo seguirá allá afuera

cayéndose poco a poco, sumido en la fe de un

mañana mejor, inmerso en las redes de la

computación, de las empresas automatizadas,

viajando en el espacio, negando su condición

embrutecedora o buscando a tientas un

progreso inventado para un mañana sin futuro.

Es por eso que he tomado mucho

énfasis en el tema del embrutecimiento

colectivo, por la fecha, mirando de reojo

nuestro país, vemos el ataque directo que

provoca la indiferencia a una catástrofe y trato

de verificar si es esto lo que caracteriza a mi

época. Porque muchas cosas podrían definirla:

la guerra, la era nuclear, lo sintético, las

telecomunicaciones, las enfermedades, las

epidemias, los viajes al espacio…, pero su

Últimos días: elogio al embrutecimiento

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característica más relevante será siempre el

embrutecimiento: el estado colectivo que ha

alcanzado su fin último, la utilidad que se vende

a grandes corporaciones, el grupo de

empresarios quienes se reúnen para ajustar el

último instrumento que revolucionará la vida

diaria del hombre, en donde éste no haga otra

cosa más que decir sí, sin saber por qué. Eso es

lo que llaman:

La democracia de los esclavos y de los

idiotas. La racionalización de los

discursos en virtud de una violencia cada

día más anónima y estúpida. Violencia

que excluye por igual al pensamiento y a

la vida, pero que por ello mismo reclama

para sí las prerrogativas propias de una

razón normativa, y determina lo que

hemos de hacer y cómo hemos de vivir.2

La representación de nuestra época, lo que los

consorcios llaman la felicidad en masa, es el

negocio del embrutecimiento que revoluciona

el medio para obtener ganancias. ¿Cuál es el

propósito de esta orden, de la época del

embrutecimiento? ¿Me pregunto qué hay detrás

de esta felicidad fácil? Se piensa cada vez

menos, resulta preferible que lo hagan los

demás o, mejor aún, una maquina, ellas no

preguntan a dónde les ha de llevar todo el

ejercicio del hacer, como tampoco se realizó en

el siglo XVII o en el XVIII. En aquellos años,

ya habían comenzado a palidecer la catástrofe

que les dejó el siglo XVI, justo como ahora

nosotros arrastramos los grandes avances del

siglo XX.

Paradójicamente me encuentro que en

este fin del mundo se ha ido planeando, a paso

lento por los años que anteceden, el

Renacimiento. Intento detenerlo, pero a su vez

llega la Revolución Industrial, la era nuclear…

El ensayo de este fin del mundo ya paso hace

tiempo, los hijos de los hijos únicamente

esperamos que llegue a buen término y

podamos percatarnos de semejante empresa.

Pero hay quehaceres que irrumpen esta labor,

inclusive cuando desde la niñez nos forman

bajo una historia universal caótica, donde se

mencionan las revoluciones que se han

sucedido, una detrás de otra, ahora mismo hay

una revolución: del hombre en ataque directo a

la naturaleza, los desiertos como campos de

experimentos atómicos, los mares como

gigantes estaciones de gasolina, un ataque que

parece pasar inadvertido por todo el mundo, lo

fue igual para las épocas pasadas como para

nosotros mismos, depredadores furtivos.

Si en las épocas pasadas se presenta el

embrutecimiento, la época presente rebasa toda

categoría. No sólo quiere un caos mundial,

derrumbar el mundo entero o querer borrar

todo vestigio que existe sobre este suelo; detrás

de los grandes avances se oculta algo más

grotesco. Detrás de esta gran máquina

devoradora que demanda, informarnos para 2 José Blanco, Breve meditación sobre el embrutecimiento, UAEMéx, México, 2003, p. 17.

Joaquín M. Falamaro

Page 13: No. 6 - Versiones y visiones del apocalipsis

13

adormecernos mientras: “sobrevivimos en

duermevela, trabajando y viendo la televisión en

espera de un apacible muerte por cansancio,

instalados en una suerte de nirvana sin nombre

que otros embrutecidos programan día a día

para nosotros”.

Este dominio no necesita mucha

explicación, se percibe a primera vista, abundar

en el tema es rasgar velos que pueden interesar

a otros. Pero, lo que nos ha traído hasta aquí, es

el fin inminente, ese apocalipsis prometido hace

dos mil años. Ha sido larga la espera y ya

escucho el estruendo de la algarabía que

acontecerá la llegada del momento. Los

caballeros del Santo Grial, la mesa redonda, las

cruzadas, el Santo Oficio, el mercado del

suvenir, los jinetes, las señales…, la hora ha

llegado. Rezarán las grandes masas de fanáticos

marginados, los desprotegidos, los pobres, los

que ya no creen, la alta política… todos

sentados a la mesa esperando en vano, ya que el

apocalipsis es el pan nuestro de cada día en este

reino de los abandonados y de las injusticias,

donde nunca hubo un mañana.

Entonces llegamos a la premisa inicial

que se disgrega por muchas sendas y a punto de

perder el hilo, lo retomamos: puede el

hombre llegar a comprender semejante

empresa, llegar a vislumbrar el embrutecimiento

colectivo antes de que llegue a aniquilarlo todo.

Supongamos que se entiende el mundo

que conocemos, los medios de la estulticia,

programada para mantener la sobrevivencia,

donde nadie prevé la violencia, el automatismo

de todos los instrumentos que nos rodean, nos

encarcelan, atacando la voluntad. Se arrastran,

ante tal escena podría hasta pensarse que toda

esta instrumentalización no ha sido creada para

el hombre, la razón no ha sido instaurada para

lidiar con todo el cúmulo histórico que ha

llegado hasta nosotros. Nos informamos, nos

especializamos, mientras tantas cosas se nos

salen de las manos. Vagamente nos formamos

una idea del basto universo que se ha ido

construyendo sin nosotros, pero que mantiene

la postura de abarcarlo todo, mientras se

descubren estudios recientes de una retroceso a

un estado primitivo, a un

feudalismo-esclavismo.

El problema radica en la vanidad de esta

época que no cambia su postura, estamos en

mejores condiciones que hace dos siglos. Al

menos que ser mejores radique en un estado

controlado por una radical tarea de acabarse

todo de un sólo tajo, dado que los últimos cien

años, se ha hecho más daño al planeta a

diferencia de los siglos que nos antecedieron,

con todo esto supongamos que hemos llagado a

entender nuestro embrutecimiento.

Una prueba de ello es el logro, la hazaña

más grande: comunicarse, llegar hasta el lugar

más alejado del planeta, que llegue una revista,

3 José Blanco, Breve meditación sobre el embrutecimiento, UAEMéx, México, 2003, p. 19.

Últimos días: elogio al embrutecimiento

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un periódico, un folleto y pueda leerse; lo ha

logrado, pero, ¿de qué sirve todo este ejercicio?

Si sólo se repasa y quien lee no se detiene a

ponerlo en tela de juicio, de nada sirve llegar a

Etiopía, Argentina o Argelia, si el actor que se

toma el papel de lector no piensa en su propio

embrutecimiento, el ataque contra la vida. La

violencia se ejerce sobre nuestras cabezas,

“…ya que hay en todos nosotros un animal

sacrificado, una bestia inocente y enferma capaz

aun si bien ya sin fuerzas de sublevarse contra

el embrutecimiento de la Razón…”3.

Si no quedó claro, podemos ver a esas

empresas embrutecedoras que lo han hecho de

una forma magistral. Los siglos han preparado

un apocalipsis que a lado del apocalipsis mítico

figura hasta infantil, carente de sensatez; ya que

el fin es inminente, entonces acepto mi

embrutecimiento para contrarrestar algo,

pero… creo que no, porque ese afán de querer

todavía rescatar al mundo de su aniquilación es

reafirmar el poder que nos rebasa; hacerse

consciente es prepararse a los grandes cambios

que se están realizando ahora mismo y las

trasformaciones que se avecinan. ¿Que por qué

digo esto? Porque ningún hombre, asociación,

sociedad, premios nobel, investigadores, ningún

club, puede detener los pasos de una época que

se avecina. Así llegamos al festejo que se acerca,

la amenaza, las tempestades… Me pregunto si

todavía habrá quién suspire mirando al cielo,

buscando una posibilidad para el ser humano,

un futuro más prometedor; y no es que esté

mal, ese es el protocolo de las

festividades, nosotros nos encaminamos

simplemente hacia algo más grotesco, algo que

ya todos sabemos. Pero, el embrutecimiento

que va hacia una sola dirección, no nos permite

pensar en una catástrofe de tal magnitud,

porque no somos capaces de llegar a abarcar

semejante empresa, semejante aniquilación.

El mundo de hoy es explicable desde

todas las perspectivas, una pequeña mirada a

nuestro alrededor es suficiente para percatarnos

de semejante síntesis, todos nos resguardamos

del embrutecimiento, es indispensable de

menor o mayor grado en todos nosotros, no

decirlo sería soez e infame, atacar directamente

lo establecido y lo aceptado. Aunque sería torpe

querer hacer ver a los demás su situación, atacar

lo bruto no tiene objeto alguno, pues nos

enfrentamos a algo que ha llegado a un grado

sumo de perfeccionamiento, que ha atado todo

a su alrededor, gobernando nuestros instintos,

fieles servidores y esclavos de la estulticia.

Cualquier otro, en mi caso, trataría de

convencerlos, pero, ¿convencer de que?,

¿persuadir a quién? Ya no hay nadie allá fuera,

nos limitamos a servir y esto es apenas el

preludio de este fin de año. Aquí y ahora puedo

decir sí a todo o no a nada, digo “sí quiero un

poco de estulticia”, en cambio digo “no

3 José Blanco, Breve meditación sobre el embrutecimiento, UAEMéx, México, 2003, p. 19.

Joaquín M. Falamaro

Page 15: No. 6 - Versiones y visiones del apocalipsis

15

quiero”, evado mi responsabilidad con el

mundo. No hay mucho de donde escoger.

Si digo sí, el mundo se vuelve simple,

cotidiano, el fin del mundo es una escena

superior, hay razones para creer en una nada

infinita. Decir no es mucho más simple, esta

forma de ver el aniquilamiento no requiere más

que de una cosa, la cual se encuentra

desprovista de sentido.

Esto es llegar a un fin, esta obra maestra

inventada por otros. No sabemos qué significa,

no dominamos estos campos, el sentido del

mundo y su porvenir está oculto. No hay un

apocalipsis, ¿acaso no hay algo más hilarante y

grotesco? Habrase visto en otras épocas algo

más escandaloso y degradante, las vanidades de

un tiempo en donde prometen un suelo en

donde posar nuestros pies, promesas

provenientes desde la ciencia, la técnica, los

discursos políticos…, al menos lo prometido

hace siglos venía de algo superior. Hoy el

fundamento viene desde las entrañas envueltas

en un misterio, que sueña se haga realidad.

Este embrutecimiento discreto y

equitativo abre la perspectiva inocente de

quedarnos con lo antiguo, apropiárnoslo como

si fuera nuestro y en el instante en que lo

hacemos nuestro se desvanece, se nos va de las

manos al venir a nuestra mente ese murmullo

de otra guerra como no lo hubo antes;

hombres, suelo, donde nuestro trabajo carecería

de sentido, pues el mundo se acaba y el

embrutecimiento con él. Pero es una idea tan

asombrosa que fascina al embrutecido

colectivo, el sólo hecho de pensarlo ciega toda

perspectiva de explicación, es posible que este

embrutecimiento colectivo arroje aspiraciones

de querer cambiarlo todo a la mañana siguiente,

lo que resulta peligroso, como hacer crecer

flores sobre el asfalto, abrir la caja de los

misterios, lo que sería un acto fortuito, muestra

clara de lo que estoy diciendo. Son estas

celebraciones que se avecinan donde más vale

unirse para celebrar, no un fin del mundo, sino

las palabras de aquel escéptico, donde todos los

progresos nos han de llevar a un estado

universal de idiotez colectiva.

Pero relajémonos juntos, esperando esta

celebración que no despierta el

embrutecimiento, más bien despierta un animal

sacrificado, quien ha dado por perdida toda

esperanza. Hubiera querido encontrar un futuro

más prometedor, donde se modificara su línea

histórica y se creara una sociedad fructífera que

nacieran de un suelo más prometedor, pero ese

no es mi estilo.

Mis argumentos son el presentimiento de

una anomalía que ameritan una conclusión,

dado el protocolo, voy a decirlo así: somos

demasiado brutos para alcanzar a vislumbrar el

caos, la podredumbre del mundo, ese anhelado

final del universo. Soy demasiado bruto para

aceptar mi final. ¿Cómo voy a asimilar algo tan

extenso como es el final de un mundo que se

Últimos días: elogio al embrutecimiento

Page 16: No. 6 - Versiones y visiones del apocalipsis

16

desvanece y re-crea entre más siglos pasen. Aún

así, mi embrutecimiento es tan maravilloso y

fantástico que me enervo de los cohetes a la

luna, de las bombas de hidrogeno, del hambre,

de la muerte de las ballenas, viéndolo desde mi

estación-sillón que está a miles de kilómetros de

los eventos más insanos e incomprensibles.

Sentado en mi sillón, viéndolo por televisión,

dándole mi voto a alguna organización de

internet para salvar al mundo.

Celebremos entonces, hoy al menos, para

variar, celebraré los últimos días con un elogio

al embrutecimiento donde no hay dios, no hay

mañana, no hay un fin, no hay nada. Las ideas

que sostenían al mundo caducaron en el

Renacimiento, en la Edad Media, con los

griegos, con Caín. Hoy sólo queda esta nada,

esta desesperanza, esta sin razón que merodea

mis instintos, este embrutecimiento y como dijo

en alguna ocasión aquel poeta inglés: “La

estupidez hereditaria de la raza, era, a su juicio,

el adecuado baluarte de la sociedad”4. Un

embrutecimiento heredado de épocas gloriosas

que nos han traído el anhelo de grandeza,

guerras, revoluciones, ideas de libertad,

socialismo, anarquía, nacionalismo,

segregaciones, utopías, técnica desmesurada.

Aún así no veo por ninguna parte una estatua al

maestro o monumentos a la criatura más añeja

que Hermes, Moisés, Orfeo o Jesús, pero el que

no lo haya, no significa que aún no se haya

dado el salto. Hoy he querido intentarlo y

recuerdo que es imposible.

4 Óscar Wilde, Obras completas, Aguilar, Madrid, 1972, p. 207.

Joaquín M. Falamaro

Page 17: No. 6 - Versiones y visiones del apocalipsis

E l caos, el juicio final, el

apocalipsis, el fin del mundo,

por mencionar algunos, es

como se denomina a los

tiempos en que todo lo que conocemos

terminará. Es una idea que agobia y que a la

vez, atrae al hombre, causa por la cual se han

realizado profecías, novelas, cuentos y películas

acerca de lo que sucederá cuando el final nos

alcance. Ahora que el 2012 se acerca, han salido

diversas propuestas de cómo se va a acabar el

mundo comenzando por las películas

hollywoodenses hasta llegar a ciertas

animaciones japonesas que plantean, al parecer,

desde la versión bíblica del fin del mundo, sin

dejar de lado las leyendas de algunos otros

países o las muy conocidas y temidas profecías

mayas.

¿Y por qué 2012? ¿Acaso no hay otro año

escogido? Muchos dirán “No”, ya que están

con la creencia de que así lo pronosticaron los

mayas. Sin embargo, me atrevo a decir que

desde tiempos antiguos, la humanidad ha

estado a la expectativa de saber cuándo y cómo

acabará el mundo, tanto así que realizaron

también adivinaciones sobre el caos que reinaría

en su época. Podemos encontrar algunas en La

Biblia, dentro de los libros de “Daniel”, “Isaías”

o “Jeremías”, por mencionar algunos, donde

revelan la caída, el exilio y la liberación del

pueblo judío de manos de los imperios persas,

griegos y romanos; que algunos, en su época,

tomaron como fin del mundo. Y eso sin

mencionar el libro Revelaciones donde se coloca

el número 666 y que muchos, al final del siglo

XX, adjudicaron que se trataba del año 1999

como el fin del mundo, anunciando que los

nueves al revés revelaban el número maldito.

Así pues, en los años finales del siglo XX,

ante el miedo que causaba el inicio de un nuevo

siglo, diversos personajes crearon sectas que

promovían el arrepentimiento con un fanatismo

religioso tal que llegó al extremo de causar

suicidios masivos, como el ocurrido en 1993 en

un rancho de Texas, donde un predicador de

nombre David Koresh Yaweh se

autoproclamaba el mesías y ante el fin

inminente que declaraba pronto vendría, se

mató junto con otros 90 integrantes de su secta.

Conforme el año de 1999 avanzaba,

algunas personas comenzaron a tener miedo de

lo que ocurriría en el siglo XXI y aprovechando

el eclipse de Sol que se dio el 11 de agosto de

ese año, muchos se suicidaron.

Y aún, ante todo este miedo y las

declaraciones que se han impuesto a lo largo de

Por Alejandra C. L.

APOCALIPSIS: ¿El fin del mundo o el inicio de una nueva era?

17

Page 18: No. 6 - Versiones y visiones del apocalipsis

18

los siglos, la humanidad sigue en pie y el mundo

sigue girando, no como lo conocieron nuestros

antepasados, aunque seguimos temiendo por el

fin, y es por eso que se han escrito profecías.

Si bien, estas profecías parecen hablar de

un fin, analizándolas profundamente (como lo

han hecho algunos estudiosos de programas en

los canales de History Channel); se puede decir

que no hablan del final como tal, sino, más

bien, del mundo como lo conocemos, es decir,

de la era en que estamos viviendo.

Y es que la civilización siempre está en

constante cambio, así como los movimientos

del universo. Es por eso que hay gente dedicada

al estudio de los mismos, así como de la

influencia que ejercen los planetas y las estrellas

a nuestro entorno. A estos últimos se les llama

astrólogos y muchos los conocen debido a las

predicaciones que realizan en los horóscopos.

Sin embargo, los verdaderos astrólogos,

estudian más allá de los horóscopos. Si bien,

pueden realizar un estudio detallado de cómo

las estrellas se moverán y te afectarán en la

vida, también hacen estudios detallados acerca

de su movimiento durante un lapso de tiempo

determinado y cómo éste alterará nuestro

entorno. Es precisamente de aquí que derivan

las profecías mayas, ya que como se sabe, los

mayas eran unos buenos observadores del cielo

y conocían perfectamente (a través de estas

observaciones) los ciclos de cada planeta y

estrellas para que de esta forma, determinaran

las energías que comenzarían a darse.

Las profecías mayas que yo he leído en

internet hablan de dos cosas: o la raza humana

deja de lado su parte material y vuelve a ser un

todo con la naturaleza como lo hacía unos

miles de años atrás o desaparece. Junto con

otras creencias que he leído, la idea no parece

del todo descabellada, ya que gracias a nuestra

ambición y nuestro consumismo que se ha

acelerado en los últimos dos siglos, el planeta

está agonizando, basta ver lo que está

ocurriendo con el calentamiento global.

Siguiendo la línea de las profecías

vinculadas con el ciclo de las estrellas, se

encuentra la que anuncia una nueva Era: la de

Acuario.

Se dice que cada dos mil años, la Tierra

entra en un signo zodiacal distinto y de ahí

surge que se den importantes cambios, lo que

derivará en una nueva era y que en ocasiones

esté representada por un profeta o un hombre

que dé nuevas enseñanzas al mundo. La era que

abandonamos es la de Piscis y es por eso que la

religión cristiana, que fue la dominante en

cuanto a creencias se refiere durante esta era,

estaba representada por uno o dos peces.

Curiosamente, lo que se dice de la era de

Acuario, concuerda en muchos aspectos con las

profecías mayas: la humanidad debe descubrir

su lado espiritual de nuevo o atenerse a

desaparecer. Sin embargo, es un poco más

positiva en este aspecto, ya que indica que sólo

Alejandra C. L.

Page 19: No. 6 - Versiones y visiones del apocalipsis

19

habrá un pequeño grupo de personas que

verdaderamente lograrán despertar su lado

espiritual y serán estos los que serán bendecidos

en la nueva era.

Aunque no se sabe bien cuando

comenzará la era de Acuario, ya que la entrada

de las eras por signos zodiacales cambia

demasiado de acuerdo a cada época, se cree que

debido a lo pronosticado por los mayas, la era

de Acuario comenzará el 21 de diciembre de

2012.

¿Y qué hay de las profecías bíblicas,

aquellas de los siete sellos, las siete copas y las

siete trompetas? Pues bien, siendo que fueron

escritas de forma metafórica, ya que en el

tiempo que se escribió, los cristianos debían

cuidar de que nadie supiera lo que trataban de

decir más allá de los de su propia secta, debe

considerarse que no se tiene que tomar todo al

pie de la letra. Cabe destacar que dentro de las

profecías dentro de La Biblia ya se cumplieron,

como lo es la caída de Roma, así como la

recuperación de la religión cristiana y su

ascenso. Sin embargo, hay otras cosas que

deben tomarse en cuenta y que, paralelamente,

concuerdan con lo que son las profecías mayas

y lo dicho por la secta New Age (quienes son los

que hablan de la era de Acuario); ya que

dentro de lo dicho por los siete sellos, las siete

copas y las siete trompetas, puede verse que en

el trasfondo se habla de la destrucción que

sufrirá el planeta a lo largo de la evolución de la

humanidad, lo cual derivará en desastres

naturales como lo son las tormentas, la marea

roja, los terremotos; y, por supuesto, también

anticipa las cuatro plagas que surgirán a partir

de que la humanidad comience con su ansia de

querer más y más: el hambre, la enfermedad, la

guerra y la muerte.

Con esto no quiero decir que el último

libro incrustado en la biblia se convierte en un

mensajero de destrucción. Al estar en La Biblia,

se convierte en un libro de reflexión sobre lo

que puede pasar y sobre lo que está pasando en

la actualidad, y al leerlo detenidamente, nos

pone a pensar sobre qué podemos hacer para

parar toda la destrucción que existirá en el

planeta si no lo protegemos; así como también

invitar a despertar nuestro lado espiritual y

acercarnos más a la fuerza creadora que

mantiene todo en armonía.

De esta forma es como llego a la

conclusión de que en el 2012, lo que nos depara

no es el fin del mundo, sino más bien el fin de

una era, de la cual, muy pocos lograrán tener

conciencia sobre cómo vivirla, a menos que

despierten y descubran que no somos los

únicos quienes tenemos derecho a pisar un

lugar en el universo.

APOCALIPSIS: ¿El fin del mundo o el inicio de una nueva era?

Page 20: No. 6 - Versiones y visiones del apocalipsis

Para Ale Cruz López

Apocalipsis… for ever Por Karina Posadas Torrijos

A brieron la puerta y entraron al

sótano. En todos estos años

viviendo en esa casa, nunca

habían tenido que introducirse

tan estrepitosamente. El cielo se había tornado

rojo y la lluvia no alcanzaba a limpiar el dolor

de la tierra. Era el principio del caos. De ahora

en adelante, el futuro dejaba de existir.

Alejandra era la mayor de los tres, por lo

tanto, le correspondía mantener la calma en sus

hermanos y en ella misma. Pensar que minutos

antes se encontraban sentados frente a la

computadora, tratando de averiguar sobre el

cerco levantado alrededor de la ciudad.

Murallas altas e inquebrantables, imposibles de

saltar. No sabían qué era mejor, si quedar

atrapados entre paredes de azufre o afuera… en

la nada.

Por fin se había descubierto lo que todos

trataban de negar, lo que nadie había querido

creer: el segundo sello profetizado se había roto

y el jinete del caballo de fuego se unía a la

inminente destrucción. La guerra entre las

naciones había terminado, ya sólo quedaban

claustros que luchaban por mantenerse hasta el

final. Y ellos… Ellos no sabían lo que les

sucedería. Su ciudad había entablado alianza

con esos demonios, que si no fuera por las

enormes alas, podrían pasar por humanos

comunes, pero eso no tenía importancia en este

momento. Mientras no los descubrieran, todo

estaría bien…

—¡Esto es tu culpa, Alejandra!—dijo

Ana, su hermana—Si no te hubieras empeñado

en ir por esa gata al jardín, no se habrían fijado

en nosotros. Pudimos haber vivido nuestros

últimos días en paz y tener una muerte

tranquila.

Alejandra escuchaba mientras abrazaba

a Kírara. Sus padres habían sido muy

pertinentes al haber llenado ese sótano de

conservas. Jamás había entendido la obsesión

materna de cada primavera que ahora les

permitiría vivir durante años sin preocuparse

por la comida. No necesitaba más, ella tenía

decenas de cuadernos y lápices, podría pasar los

días dibujando y escribiendo, eternamente, esos

sueños ya imposibles.

—¿Qué haremos? Están destruyéndolo

todo—dijo su hermano, esperando que Ana

dejara de recriminarle a Alejandra su descuido.

—¡Si siguen así, no tardarán en encontrarnos!

Silencio. No dejaban de escucharse los

golpes y el estruendo. No quedaba otra opción.

—Lamento haberlos metido en

esto…—decía Alejandra en voz baja, mientras

20

Page 21: No. 6 - Versiones y visiones del apocalipsis

21

caminaba a uno de los rincones. Abrió una de

las cajas, sacó dos cuadernos amarillentos, tomó

algunas conservas y lo metió todo en una vieja

mochila. Abrazó con fuerza a sus hermanos y

conteniendo las lágrimas susurró en sus oídos:

“Cuídense el uno al otro y, pase lo que pase,

quédense juntos hasta el final”.

Sabía el riesgo de lo que estaba a punto

de hacer y sus palabras, más que destinadas a

tranquilizarlos, eran para darse a sí misma la

esperanza de que volvería a verlos. Aunque

todavía no estaba completamente segura de eso.

Caminó unos pasos y levantó a Kírara del

suelo: —No intentes seguirme. Prefiero que te

quedes cuidándolos. ¿Lo harás, verdad? Yo

regresaré… Algún día… Lo haré…

Puso a la gatita en los brazos de su

hermana y les pidió que guardaran silencio.

Tenía que salir de allí sin que nadie la viera. Si

no, todo habría sido en vano.

—Siguen en la sala…—dijo su hermano

tratando de ocultar el quiebre de su voz.

—Parece que ahora van a la cocina.

—Creo que son tres y están subiendo las

escaleras de nuevo. Es ahora o nunca—. Miró

una vez más a sus hermanos y sonrió. Si era la

última vez que la iban a ver, quería que la

recordaran así: con el rostro apacible y sin

temor alguno.

Salió rápidamente y cubrió la entrada con

la alfombra que tanto odiaba. “Cuántas veces le

reclamé a mi padre por esta cosa”, pensaba para

sí misma: “Una hora”. Faltaba una hora para

que los rayos del Sol tocaran la tierra y sólo

entonces los demonios regresarían a su guarida

para protegerse de la luz. Por el momento

tranquilizaba todas sus angustias, pensaba en la

última esperanza, pero si el tercer sello se

rompía, su sacrificio y todo lo que haría de

ahora en adelante, no habrían valido la pena.

Analizó todas las posibles escapatorias y

comenzaba a dudar. “¿A dónde voy a ir?”

Aunque corriera muy rápido, el amanecer

nunca llegaría a tiempo, pero no podía haber

marcha atrás.

Se dirigía a la puerta que daba a la calle,

cuando su mochila se atoró con el jarrón

japonés que su hermana trajo de un viaje a

oriente. En otro tiempo, ella la habría

reprendido sin consideración, pero eso ya no

importaba. Sus cuadernos y las conservas serían

los únicos recuerdos que le ayudarían a

sobrevivir allá afuera, así que se apresuró a

tomar lo que le quedaba para salir lo más

pronto posible del lugar. Entonces, el primero

de ellos, con sus enormes alas, se abalanzó

hacia ella con furiosos rayos y Alejandra apenas

pudo cruzar el umbral.

Ya en la calle, trataba de encontrar un

escondite, cuando vio al segundo de ellos

despedir unas ráfagas de viento ardiente que no

la dejaban respirar. Ella corría, pero cada vez se

acercaban más y más y el Sol… Faltaban

todavía veinte minutos para el amanecer.

Apocalipsis… for ever

Page 22: No. 6 - Versiones y visiones del apocalipsis

22

Al volver la vista al frente, se encontró

con el tercero: era alto y con unas alas azules

como el mar en invierno, frías, pero de una

hermosura inigualable. Y sus ojos… sus ojos

eran igual a las esmeraldas que su madre usaba

cada domingo.

No tuvo a dónde correr. Él la levantó por

el aire y justo cuando pensó que la soltaría,

sintió una fuerza que los lanzaba sobre el techo

de alguna casa. Preparada para recibir el

impacto que destrozaría su cuerpo, no se

percató de los brazos que la sostenían y

rodeaban con firmeza.

Ambos cuerpos atravesaron un gran

tragaluz para las noches estrelladas de luna

llena. Alejandra abrió los ojos y con sorpresa

vio que estaba sin rasguños. Él había recibido

todo el golpe de la caída e inevitablemente sus

alas se fueron tornando moradas, mientras su

piel se teñía de un rojo siniestro.

El primer demonio, con los rayos entre

las manos, se aproximaba. Sin miramientos los

destruiría, pese a que únicamente era ella a

quien buscaban. Miró los ojos verdes y alcanzó

a divisar en medio del odio, una ternura latente

e inexplicable. Él la sujetó de las manos para

evitar que se fuera, no sé si por protección o

por egoísmo, y justo cuando los hilos de

electricidad comenzaban a llenar

peligrosamente la habitación, un grito

espantoso retumbó en las paredes. La luz llegó

convirtiendo en cenizas a los demonios que los

amenazaban. Por fin había amanecido.

Alejandra se levantó y se acercó a las

cenizas, no pudo ocultar su sorpresa al notar

que se convertían, cada una de ellas, en

mariposas de colores al momento de rozarlas

con sus manos. Y en medio del silencio, se

escuchó la voz al fondo que decía:

—¿Cómo es que puedes hacer eso?

—No lo sé. Nunca había pasado antes—,

respondió.

Sintió el dolor de la soledad, el miedo por

sus hermanos y por todo lo que quedaba por

venir. Fue entonces que las mariposas la

rodearon con su halo multicolor y la llenaron

de una tranquilidad absoluta. Sabía que ellas la

acompañarían en su larga travesía y en las

batallas que le quedaban por librar.

El temor volvió cuando fijó su vista en la

esquina donde él yacía. No podía dejarlo así.

Sus heridas eran demasiado graves como para

abandonarlo a su suerte. Tomó su mano y lo

ayudó a levantarse. Recorrieron la casa

abandonada, hasta que llegaron a una

habitación que conservaba una vieja cama, las

ventanas totalmente cubiertas y algunos otros

enseres. Ella lo recostó, retiró cada vidrio

incrustado sobre esa piel blanca y miró cómo

iban desapareciendo, con cada toque de sus

dedos, las oscuras yagas.

—¿Por qué haces esto?—, preguntó él.

—No sé. Quizás porque me salvaste la

vida.

Karina Posadas Torrijos

Page 23: No. 6 - Versiones y visiones del apocalipsis

23

—Yo no hice eso—, replicó mientras sus

alas recobraban su esplendor. —¿Cómo sabes

que no te haré daño cuando termines?

—No espero nada.

Hubo un largo silencio. Alejandra fue a

explorar la casa, en tanto él vigilaba desde lejos

todos sus movimientos, sus expresiones, sus

sorpresas... Nunca había visto una como ella.

No tan cerca. Toda una eternidad esperando y

siempre había dudado de su existencia.

Conforme caía la noche, él recuperaba su

fuerza y sus poderes. Y por fin, después de

tanto silencio, le dijo:

—No puedes esconderte aquí. Has

dormido tanto tiempo y no puedes quedarte de

brazos cruzados mientras el mundo se destruye.

—No entiendo. ¿Qué quieres decir?—,

contestó Alejandra.

—Entenderás. Ya lo harás. Pero… no

conseguirás sobrevivir con esa naturaleza. Para

derrotar al mal, es necesario que tu corazón

sienta ese odio que carcome todo a su

alrededor.

Por primera vez en mucho tiempo pensó

en el futuro, en lo que sucedería si era cierto lo

que él decía, en la responsabilidad siempre

oculta que la perseguía. ¿Y si fallaba?

Él se fue acercando a ella. Puso en sus

manos la libreta que no había alcanzado a

recoger en su casa, aquella donde escribía todo

lo que pensaba y sentía. Estaba por dar las

gracias, cuando él la besó con una ternura que

ambos desconocían. Sintió como el fuego

comenzó a recorrer su cuerpo, como sus manos

se volvían capaces de crearlo y manipularlo a

placer, pero también sentía lo otro, las maripo-

sas que se habían quedado con ella y eso que en

estos tiempos ya nadie pronuncia.

Su ángel salió y le aseguró que regresaría

por la mañana. La hora había llegado.

Apocalipsis… for ever

Page 24: No. 6 - Versiones y visiones del apocalipsis

según:

24

E l l i b r o d e l

Page 25: No. 6 - Versiones y visiones del apocalipsis

La Galería

Page 26: No. 6 - Versiones y visiones del apocalipsis

La Galería

Chimpancé en el sol. Hugo Posadas Torrijos. Fotografía a color.

Tomada en el Zoológico de Zacango, Ciudad de Toluca, Estado de México.

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Page 27: No. 6 - Versiones y visiones del apocalipsis
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2 Los descendientes de Armando

—¡ Estaos quieto, Iván!—, gritó María haciendo que su voz resonará por todo

el cuarto de juegos. Iván había estado aventando juguetes.

—Tu cuento aburre—, bostezó el hermano menor. Estaba contemplando

cómo dos dados, que acababa de aventar, rodaban por el piso de azulejo.

María dio un suspiro.

“Paciencia María, sólo tiene siete años”, pensó.

Habían pasado 1297 años desde que la profecía de Armando Balzac fue plasmada. La lucha, tal

como lo había indicado Armando, siguió a través de las siguientes generaciones a la suya. Sin embargo,

no todos los descendientes cometieron la empresa de ir por Amelia. A quienes se aventuraron a ir por

ella, del sexo que fueran, se les llamó elegidos.

La familia Balzac nunca se mantuvo estable en un sólo lugar, ya que siempre debían viajar para

seguirle el rastro a Amelia y desde luego, la condición de su economía dependía de la zona donde se

encontraban. Además, el linaje creció inconmensurablemente a través de los siglos, causando que dejara

pequeños rastros de su camino por toda Europa, sobre todo, por las numerosas veces que se separaban

de sus hijos al encargarles que protegieran esa región para que Amelia no volviera a pisar aquel

territorio. Cabe señalar que a partir del siglo VII, se le consideró una de las familias más acomedidas de

la Europa Medieval, ya que por sus viajes y guerrillas liberadas, comenzaron a ser pequeños propietarios

de feudos.

En sí, las riquezas principiaron cuando Armando, en la primera intromisión a la casa de Amelia,

robó algunas cosas y al morir las heredó a sus hijos. De esta manera se invirtió para la construcción de

hermosos castillos como refugios en caso de guerra, así como protecciones de los sirvientes de Amelia y

de ella misma. En ocasiones, los capitales se despilfarraban en juergas, aunque de alguna u otra forma

algunas de las familias descendientes lograban recuperarse inmediatamente.

En una de esas ocasiones, a mediados del siglo XVIII, un descendiente casi en bancarrota fue

convocado por el rey Fernando VI para darle un trabajo en la Nueva España. Este hombre, convencido

y temeroso de las órdenes del soberano español, obedeció y se trasladó al continente con su mujer,

quien ya se encontraba encinta cuando partieron hacia el nuevo continente en el año de 1759. Cuando

llegaron, el descendiente Balzac ocupó el puesto designado, convirtiéndose esa pequeña porción de la

Por Alejandra C. L.

La maldición de Roma

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familia en una de las más acaudaladas de la Nueva España. Unos meses después de su establecimiento,

en Zacatecas, nació su primera hija, quien se llamó María. Unos siete años después apareció Iván. Los

dos estaban dotados de una gran belleza, quienes como todos los Balzac tenían los ojos de un azul más

profundo que el anochecer y un cabello tan oscuro como los abismos apenas percibidos por los ojos

humanos.

Por ese entonces, la llamada elegida era la hermana de la madre de María, Victoria Balazac, quien

se encontraba viviendo en España después de una ardua persecución en contra de Amelia por 10 años.

Al descubrir que la bruja había desaparecido, regresó a su natal Navarra para continuar su vida,

casándose al cabo de unos meses y no pasó mucho tiempo para que tuviera un hermoso hijo, quien le

llenó de momentos agradables hasta el punto de olvidar la misión familiar. Sin embargo, la tarea

encargada volvió a ella de manera accidental, al revelar, en una tarde, sus poderes frente a su esposo,

quien no aceptó haberse casado con una bruja y se suicidó en el río Ebro. Aunque Victoria se percató

de su error y de la misión que debía realizar, no quiso saber de ella por mucho tiempo, causando que se

sumergiera en una profunda depresión.

Pese a ello, algunas otras circunstancias comenzaron a recordarle la primera profecía de

Armando, causando que se preguntara cuándo debía ser el momento indicado para despertar a los

niños elegidos. En su búsqueda por las profecías, encontró la respuesta: “Los niños elegidos serán

reunidos por aquella de cabellos blancos, cuyo hijo mantendrá una extrema belleza”. Entonces recordó

que su hijo desde los tres años de edad había adquirido una belleza sin igual, al extremo de que muchas

mujeres de su provincia iban a pedir su mano y que a los seis años, los hombres le hacían reverencias

proclamándolo como príncipe del lugar, pero al llegar a la pubertad, comenzaron a tenerle envidia,

deseando tener su extraña belleza.

De esta forma, Victoria comenzó a entrenar a su hijo en los campos de la magia para que, cuando

llegara el momento, el chico pudiera enfrentarse a la bruja maldita. Y cuando su hermana le comunicó

que su hija mayor estaba por cumplir los catorce, la edad en la que la familia Balzac celebraba la mayoría

de edad, Victoria supo que era momento de embarcarse a Nueva España para verificar si sus sobrinos

eran parte de los niños elegidos de los que hablaba la profecía… Aunque no estaba segura, porque

Armando no había dicho nunca en qué lugar se daría el fin de la Maldición.

María no sabía nada de esto en relación a su tía y en realidad, sabía muy pocas cosas en relación a

ella; por lo que no le causó mucho desconcierto el hecho de que su madre llegara al cuarto de juegos,

muy animada, para anunciar que tenían una visita muy especial. En realidad, los niños pensaron en sus

amigos.

María se guardó el libro que había tratado de leer a su hermano, se acomodó la pañoleta que su

29

La maldición de Roma. Capítulo 2.

Page 30: No. 6 - Versiones y visiones del apocalipsis

madre le ponía y tratando de no despeinar los rizos que ella le había hecho en la mañana. Iván salió

dando tumbos de la habitación, mientras que María trataba de no pisar su vestido, así que caminaba

despacio hacia la sala amplia de su hogar. A María le agradaba la sala, sobre todo por la luz que

iluminaba la blanca habitación, adornada por hojas doradas que simulaban un bosque de otoño

alrededor de los muebles de nogal, así como de la chimenea de piedra caliza. Sólo que le molestaba

bajar a ella, porque siempre le pareció que la escalera alfombrada en forma de caracol se le hacía muy

larga.

Los escalones estaban revestidos de una hermosa alfombra roja con figuritas tejidas al parecer a

mano. Siempre que descendía, María bajaba la vista para contemplar las imágenes, donde se mostraban

a reyes medievales en sus diversas cruzadas, para no sentir el camino tan largo.

Al terminar de descender las enormes escaleras y de poner las manos en los barandales de oro, se

dirigió a la sala más grande. Se tenían que pasar por muchos pasillos antes de llegar. Cuando se

acercaron a lo que parecía una puerta de madera, donde tenía como imágenes a unos ángeles haciendo

sonar unas trompetas, tocaron. Escucharon la voz de su madre indicando que podían pasar. María

emocionada porque iba a encontrarse a su mejor amiga y saldrían al centro, abrió la puerta de un golpe

gritando al mismo tiempo eufóricamente:

—¡Adela, que sorpresa!

Iván, quien estaba detrás de ella, se echó a reír. María se quedó petrificada, y sintió como si mil

agujas atravesarán su cuerpo. Se quiso morir. Porque no era Adela la que estaba esperando en la sala,

sino una mujer con cabello negro y unas que otras mechas de blanco, delgada, con la piel blanca,

mostrando un rostro que indicaba obediencia pero a la vez mostraba maternidad, con unos ojos

pequeños de color azul profundo indicando que era parte de la familia Balzac. Laura fijó una mirada

severa en María, haciendo que la doncella se ruborizará e incrementando su deseo de que se la tragara la

tierra. La hermana impidió que Laura se abalanzara sobre María para pegarle por su impertinencia.

—Dejádmelo a mí—, le susurró. Unos instantes después Victoria se acercó a María, quien estaba

realmente asustada. —Vos debéis ser María—, la niña asintió. —Veo que sois toda una jovencita.

Vuestra madre me ha hablado mucho de vos—, le indicó tiernamente. —¿Cuántos años tenéis?

—Acabo de cumplir catorce la semana pasada—, contestó María con una nota leve de temor.

—Ya estáis en edad—, sonrió Victoria. Se acercó a Iván, quien no dejaba de reírse. —Vos debéis

ser Iván. ¿No es así?

—Sí—, contestó Iván apresuradamente, poniendo las manos a los costados y tomando

compostura.

María cayó en la cuenta de saber quién se trataba, aunque no estaba segura porque sólo la había

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visto en retratos familiares de la infancia de su madre.

—¿Sois la hermana mayor de mi madre, verdad? Vuestro nombre es Victoria, ¿no es así?

—Veo que mi querida hermana os ha hablado de mí—, sonrió y le dirigió una mirada alegre a

Laura.

—¿Y qué hacéis aquí?—, preguntó Iván intrigado. —¿Acaso os habéis arrepentido de estar en

España?

—No digáis tonterías, son cosas que no os incumben—, le susurró María dándole un codazo a su

hermano. El niño hizo un gesto de dolor.

Victoria se dirigió a Iván.

—No exactamente—, contestó divertida. —Pero, digamos que sí, ya me arrepentí de estar en ese

país que sólo me trae terribles recuerdos. Además, ando tras una bruja muy mala—, murmuró al final

con un tono desgarrador.

—Uuuuuhh—, exclamaron los niños.

—¿Por qué no vamos a la plaza Victoria? Así podréis conocer la ciudad—, propuso temerosa

Laura, quien se había mordido los labios cuando su hermana pronunció “ando tras una bruja muy

mala”, retorciéndose al mismo tiempo los dedos.

María recordó que en casa estaba prohibido hablar de hechicería e historias relacionadas con ello.

Su madre no soportaba la idea de que en un mundo donde todo parecía tan normal, existiera algo

sobrenatural y cuando sucedían cosas extrañas en la casa, siempre disimulaba que nunca había pasado

nada. Y cuando su padre falleció en un accidente no aclarado, el tema estaba prácticamente vedado, de

modo que cualquier mención en relación a la magia era un castigo seguro.

—Solo iré un rato—, contestó Victoria algo molesta mientras tomaba porte. —Sobre todo

porque quiero conocer ese tianguis del que tanto me habéis hablado en vuestros escritos. Ya sabéis, el

que se pone los domingos en la catedral.

Así que unos segundos después, Iván y María volvieron a quedarse solos. María se subió al cuarto

de juegos y siguió leyendo, mientras que su hermano volvía a los juegos inocentes. No habían pasado

cinco minutos, cuando María profirió un grito.

—¿Qué os pasa?—, preguntó Iván algo asustado, pues era muy miedoso.

—Nada—, contestó María, mientras contemplaba, desde su libro, unas imágenes un poco

sangrientas.

Pronto se volvieron a sus juegos. Escucharon voces lejanas. María curiosa, comenzó a buscar por

todas las habitaciones de la casa la causa de las voces. Iván, no queriendo quedarse solo, acompañó a su

hermana en su inspección por la mansión. Dispuestos a investigar al patio trasero antes de entrar en el

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La maldición de Roma. Capítulo 2.

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jardín, abrieron la puerta. Oyeron a varias personas cantar rezos. María entendió de inmediato de que se

trataba y se consoló al saber que una enorme pared les bloqueara la vista a la comitiva que pasaba por

las calles. Las campanas de la iglesia comenzaron a doblar con fuerza, espantando de inmediato a Iván,

quien corrió al cuarto de juegos para esconderse. María lo siguió, deseando no escuchar aquellas

campanadas que tanto miedo le daban porque le recordaban la muerte de su padre, sucedida momentos

antes de una ejecución cometida por la Inquisición.

—María, ¿creéis que las brujas existan?—, comentó Iván, aterrorizado.

—¿Por qué lo preguntáis?—, cuestionó María, quien acababa de dejar los rezos.

—Por lo que acabamos de escuchar, siempre las que queman son brujas. O eso dice la gente.

María se quedó pensando. ¿Qué podía decirle? Nunca había visto una, salvo en ilustraciones

dentro de los libros.

—No lo sé Iván—, contestó después de un largo rato. —Y vos, ¿qué pensáis?

Iván también meditó un tiempo, pero él lo negó. Antes de hablar se asustó, dio un salto, porque

se escucharon ruidos de alguien que deseaba abrir la puerta.

—Si existieran ya me hubieran llevado, como dice mamá. Son puros cuentos para que hagamos

lo que los grandes quieren. ¿No? Cuentos como los que lees siempre. Son sólo cuentos.

—No, no lo son—, dijo una voz seca y profunda desde la puerta.

Los niños voltearon con cierto temor hacía donde provenía. Victoria estaba apoyada en la verja.

Entró y cerró la puerta.

—¿Por qué la cerráis?—, preguntó Iván atemorizado.

—Hay una cosa que debo deciros—, susurró Victoria. —Vuestra madre no debe enterarse. Tiene

miedo.

—¿Miedo?—, preguntó María. —¿De qué?

—De que sepáis la existencia de la magia y todo lo relacionado con cosas sobrenaturales. Como

lo platicabais anteriormente.

—Pero, ¿por qué?—, inquirió Iván.

Victoria no le respondió. Se limitó a sonreír antes de hablar.

—Las brujas existen—, anunció. Ante la sorpresa de sus sobrinos agregó: —Hay buenas y malas.

Las malas sólo hacen aquelarres todo el tiempo y junto con los hechiceros hacen sacrificios. Se inclinan

por las Artes Oscuras, donde se comete todo tipo de injusticias. Obtienen poderes por medio de la

sangre de gente inocente y lo que es peor... de niños. La mayoría invoca demonios para fortalecerse y

están desesperados por encontrar paz—suspiró— que nunca encontrarán si hacen esto...—sonrió con

un poco de amargura: —Claro que algunos lo disfrutan.

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Page 33: No. 6 - Versiones y visiones del apocalipsis

—Por otra parte, se encuentran las buenas a quienes llamamos curanderas, pues conocen los

milagros de la madre naturaleza y se interesan por la alquimia, la filosofía y las ciencias para curar

enfermedades. Son amantes de la naturaleza—, suspiró lacónicamente. —Aunque se diga que sólo unos

cuantos tienen poderes mágicos, la verdad es que todos tenemos ocultos una energía que nos hace

especiales, una energía con poderes fuera de este mundo, que vosotros niños no lo entenderíais,

creyendo que es cosa del demonio, porque no han contactado con la verdadera espiritualidad—.

Suspiró de nuevo: —que muy pocos somos capaces de desarrollarlo.

—¿Somos?—, Iván estaba intrigado por esa palabra.

Victoria no le hizo caso. Suspiró. Pensó en decirles acerca de la misión que tenía el linaje Balzac.

Se dirigió a la ventana, contempló las calles empedradas de la ciudad y dijo:

—Pobres gentes que son ajusticiadas para morir cruelmente, como si fueran verdaderas brujas,

ellas no hicieron nada, sólo son culpadas por sus enemigos. Y los verdaderos hechiceros siempre logran

escapar. Claro, Amelia los ayuda, de eso no hay duda, ya que los necesita para acabar con la familia.

—Tía Victoria, ¿quién es Amelia y por qué quiere acabar con la familia?—, preguntó Iván de

nuevo desde su rincón, pues no entendía nada de lo que estaba pasando.

Victoria volteó, sonriéndole a Iván. Dejó la ventana para ir hacia él. Antes de inclinar y agacharse

para que su semblante estuviera a la misma altura que la del niño, se limitó a mirar el techo. Luego con

la sonrisa en los labios todavía impresa, aunque triste, explicó ya mirándolo a los ojos:

—Amelia es una bruja maldita que nos atormenta desde hace varios siglos.

—Entonces, ¿a eso ha venido, tía?—, meditó María quien se acercó hacia donde estaban Victoria

y su hermano. —¿Hablarnos sobre Amelia, que ansía acabar con la familia? ¿Acaso hemos sido elegidos

para acabar con ella o algo así mi hermano y yo?—. Victoria asintió con un gesto de la cabeza. —¿Por

qué?—. A María le brillaban los ojos de la emoción.

Victoria suspiró.

—Vosotros, como su madre y yo, pertenecen a una de las familias más poderosas de magos—.

María abrió la boca de sorpresa sin dar crédito a lo que decía su tía. —Su madre no os quiso decir por

lo que anunciaré a continuación:

“En la antigua Roma, un chico desafió a una poderosa hechicera, muy perversa, que anunciaba la

caída de una familia, de un linaje del cual le tenía cierto rencor. El muchacho aligeró la carga que tendría

la familia, sólo por unos instantes. Por eso, los Balzac tenemos una misión: acabar con Amelia para que

nunca perjudique a la familia condenada. Pero únicamente los elegidos pueden hacerlo y siempre ha

sido así en diferentes partes del mundo. Muchos quisieron escapar… —Victoria sonrió amargamente,

pero no les dijo nada más a sus sobrinos.

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La maldición de Roma. Capítulo 2.

Page 34: No. 6 - Versiones y visiones del apocalipsis

—¿Y cómo sabemos que somos elegidos?—, preguntó María interesada.

—Por una marca desde vuestro nacimiento. Una pequeña B mayúscula en el lado derecho de

vuestra espalda. Parecerá como una pequeña cicatriz. Vuestros padres deben decíroslo cuando tengáis la

edad apropiada para saber vuestra misión, sobre todo quien tenga apellido Balzac.

Durante un instante los hermanos se quedaron pensativos, mirándose a los ojos. María se acordó

que una vez su madre había gritado algo como: “Ojala y nunca la descubra. Esa cicatriz es horrible,

llevando a un destino terrible”. Iván por otro lado pensó en la ocasión que su hermana lo estaba bañan-

do y le preguntó en donde se había hecho una cicatriz parecida a algo así. Ambos niños se asustaron.

Pero, por otra parte, no podían creer lo que se les decía. ¿Podía ser verdad?

—Para que no tengáis dudas—, añadió la mujer al ver la incredulidad de sus sobrinos reflejada en

el rostro, —leed este pequeño libro.

De su abrigo sacó un cuadernillo de hojas amarillas, casi deshecho por las incontables veces en

que había sido hojeada, dando la impresión de tener más de mil años.

María lo tomó, aturdida. Observó que en cada una de las páginas había un retrato, señalando su

nombre, año de vida y muerte. También venía un apartado en el que decía: “Año en que comenzó su

servicio”. Iván se acercó a su hermana para distinguir algo.

María, mientras lo hojeaba, observó al igual que su hermano, varios apartados que decían algo así:

William Balzac

(578- 602)

Año en que comenzó su servicio: 593

………………………………………………...................

Charles Balzac

(932- 972)

Año en que comenzó su servicio: 948

………………………………………………...................

Susan Balzac

(1120- 1148)

Año en que comenzó su servicio: 1136

………………………………………………...............

Francisco Balzac

(1435- 1454)

Año en que comenzó su servicio: 1451

………………………………………………...................

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Alejandra C. L.

Page 35: No. 6 - Versiones y visiones del apocalipsis

Jeremías Balzac

(1438- 1463)

Año en que comenzó su servicio: 1454

—Como pudieron darse cuenta, el sucesor de un elegido anterior, lo hacía de manera que no se

podía perder tiempo uno para seguir la debilitación de Amelia.

María se dio cuenta que la mayoría eran muy jóvenes cuando eran llamados, y de la misma forma

fallecían a temprana edad. Se preguntó si no le iría a suceder lo mismo. Nada más de pensarlo sintió

como un cubito de hielo le recorría por todo el cuerpo. Al contemplar la última página, venía inscrito

sin ninguna imagen más que la de su tía Victoria, ellos dos y otro muchacho que nunca habían visto en

su vida lo siguiente:

Equipo Balzac

(1773- 2011)

María se dio cuenta de cuanto había abierto la boca y rápidamente la cerró. Luego se quedó

pensando: para el 2011 era una eternidad. No era posible que toda una Era lucharán con Amelia. Volvió

su vista hacia el dibujo para asegurarse de que eran ellos y que el año estaba correcto. Se dirigió a su

hermano que también estaba sorprendido por lo que acababan de contemplar.

—¿Es verdad todo lo que dice aquí?—, preguntó María extrañada y asustada al mismo tiempo.

—No es posible... que toda una eternidad luche con Amelia, con una bruja que ni siquiera conozco.

—Nunca es bueno decir imposible, porque no los hay—, repuso Victoria con una mirada más

severa de lo usual. —Ella morirá estos años en cuerpo querida, pero su alma, la mataremos en

reencarnación.

—¡Yo tengo miedo!—, chilló Iván. —¡Mi madre no lo sabe! ¿Qué le diremos cuándo vayamos en

busca de esa bruja?

—Vuestra madre lo sabe—, rió Victoria. María miró a su hermano consternada. —Por esa razón

cerré la puerta. Ella no quería que os enterarais, por eso os sobreprotegió demasiado, y nunca os

mencionó acerca de la cicatriz en la espalda. Vuestra madre me contaba en sus cartas que había

descubierto la señal de la lucha en vosotros, pero que os iba a liberar de lo que estabais destinados. Al

igual que su madre os quiso liberar, varios también quisieron escapar—. Luego con un tono

despreocupado sentenció: —Pero nadie puede liberarse de la profecía una vez que haya sido elegido.

Iván gimió, no queriendo aceptar lo que le estaba sucediendo; era apenas un niño de siete años

que empezaba a conocer el mundo, para darse cuenta de que tenía escrito un destino muy cruel por

delante. María, por otro lado, sintió como la emoción la embargaba. Siempre había querido tener una

aventura como la de los caballeros que cazaban dragones y salvaban princesas (donde ella era, por

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La maldición de Roma. Capítulo 2.

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supuesto la princesa, pero a veces soñaba que era ella la que rescataba al príncipe). De nuevo observó el

cuadernillo y distinguió que se incorporaba otra figura. Reconoció que se trataba de Adela, su mejor

amiga.

—Tengo miedo, tía Victoria—, susurró María, tratando de ocultar su emoción. —Porque sé que

no tendremos compañía, más que de... —observó el pergamino y suspiró— jóvenes que no saben sí...

—Yo sí sé lo que se debe hacer y puedo ayudar—, dijo una voz varonil desde la entrada que

había sido abierta seguramente por el muchacho. —¿Verdad mamá?

María e Iván voltearon hacía donde provenía el rumor, distinguiendo que en la puerta estaba

apoyado un chico alto, delgado, con rostro fino y lampiño, boca pequeña de labios rojos y delgados-

finos, ojos azul profundo que albergaban unas largas y hermosas pestañas negras. Su cabello era corto,

pero se le veía que tenía demasiado, siendo un lacio muy revoltoso de color negro. En pocas palabras,

era extrañamente guapo.

—Claro, hijo—, guiñó Victoria y le dirigió a María una mirada cómplice, quien tenía una

expresión atontada. La muchacha dirigió su vista hacia el dibujo y distinguió que el muchacho real era

mucho más lindo que el de la imagen.

—¿Cuál es vuestro nombre?—, preguntó María algo nerviosa, ya que era la primera vez que veía

a un hombre hermoso.

—Soy Xavier Balzac—, contestó el chico mirándola con una tierna expresión (María sintió mil

hormigas por todo el cuerpo). —Vuestra madre no quería que entrará—. Luego dirigió una mirada

desesperada a su madre, —supongo que nunca debí dejarla sola, por querer conocer la ciudad primero.

Pero es la primera vez que vengo a una colonia de España y la verdad es que me emocioné demasiado.

¡Mi tía Laura no creía que era su hijo! ¡No entiendo por qué se me quedó viendo como ya sabe, como

si hubiera visto un hombre por primera vez!

—Nunca le digan a Xavier que es guapo—, le susurró Victoria a sus sobrinos mientras él

comenzaba a observar la habitación. —Porque nunca lo aceptará, y además le pasaron tantas cosas en

su niñez—. Victoria suspiró al final.

—Ya, no les diga que soy hermoso—, reprimió Xavier quien estaba mirando el techo con forma

de T, Iván soltó una risita. —Sabe que no me gusta.

—Vuestra madre nos decía que vos también sois uno de los elegidos—, tartamudeó María.

—¿No es así Xavier?

—Sí, soy un elegido. Eso lo sé desde que tenía cinco años—, cortó Xavier mientras veía a María

a los ojos con un poco de desesperación, —y sé que mi madre os decía que soy hermoso, lindo,

atractivo, apuesto y guapo, así que no os hagáis la inocente.

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—Bueno, pues es que...— María no sabía que decir y bajó la mirada. —En realidad sois

demasiado guapo.

—Eso lo sé desde que tenía seis años—, contestó su primo alzando los brazos y la voz. —No

podía salir a la calle con muchas exclamaciones y así me pasó aquí. Es como si nunca hubieran visto un

chico de 16 años en toda su vida.

—Ya basta—, anunció Victoria. Miró a sus sobrinos con ternura. —Xavier, vamos a presentaros

formalmente con tu tía Laura. Después discutiremos la misión encargada.

—Yo no quiero la misión esa—, dijo Iván. —Me da miedo.

—Todos tenemos miedo, primo—, le consoló Xavier con una voz tierna, no común en los

chicos de su edad. —Porque realmente no sabemos qué sucederá. Todo lo que podemos hacer es

decidir qué haremos con la vida que nos dieron y enfrentar la realidad que nos rodea.

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La maldición de Roma. Capítulo 2.

Page 38: No. 6 - Versiones y visiones del apocalipsis

Por Susana Santos Mateo

GkBc en Dk Gs

A naxágoras fue al último Centro de Viajes Telepáticos ¿Cómo olvidar el camino?, nunca

hubo algo más extraordinario en la historia de los humanos de matusalinizados, y es que

hubieron tiempos en los cuales los rostros humanos tenían gesticulaciones; el asombro,

ese abrir demasiado los ojos estirando las facciones, hasta fingir que eran otros. El

primer viaje telepático, todo grabado en las memorias de la humanidad. Ser el celebre Dr. Anaxágoras,

él un trabajador incesante del cerebro humano, que fue convertido en procesador. Él, vivo ejemplo de

la inteligencia neutra, al principio le costó un poco de trabajo acostumbrarse al nuevo sistema

inteligente que él mismo desarrollo. Cambios forzosos y urgentes que tuvieron su aplicabilidad después

de los ataques de Galaxia Norte, hace ya un centenar de años terrestres; era forzoso cambiar de cuerpo,

ya que poco a poco las condiciones de vida en la tierra eran casi imposibles, aunque algunos

evolucionaron no fue como Darwin lo había profetizado, si los humanos no hacían nada por controlar

dichos cambios fisiológicos, dejarían de evolucionar lenta y tranquilamente y mutarían en criaturas sin

razón, moral y lenguaje, posiblemente serían un escombro más del Universo, por ello, con ayuda de

innumerables avances médicos y científicos, el ser humano se quedó sin materia orgánica, sí ese cuerpo

que desde el principio de los tiempos había comenzado a molestar.

El Dr. G se encuentra a punto de digitar la clave de la primer entrada al Centro de Viajes. Fue

fácil escabullirse de los guardias que vigilaban la avenida central de la ciudad, ¡claro!, gracias al bullicio y

al camuflaje perfecto, dejó en el laboratorio los distintivos como Científico Honorable de la Vía Láctea,

Patrimonio del Universo, insignia usada comúnmente sobre su bata blanca y plastificada, que cubría su

cuerpo finamente metalizado y engomado, por uno levemente funcional y un tanto corriente, como el

de cualquier terrícola mortal. Los científicos del linaje como Anaxágoras no son libres de pasearse sobre

las calles normales de cualquier ciudad, menos en un mundo que día a día enfrenta batallas contra la

más sangrita de las galaxias, además de ser demasiado viejos, son perceptibles a la vista de cualquier ser

“normal”, así que caminaba torpemente como los demás, fingía cierta dificultad para hablar, como los

demás. Caminar demasiado lento le daba tiempo para pensar muchas cosas al mismo tiempo, pues hacía

tanto tiempo era dependiente de sus compañeros del Centro de Investigación en pos de la mortalidad,

obviamente secreto; de pronto pasó algo fantástico, recordó…

A: Ezequiel Reyes Retana

Sandra Santos Mateo

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Page 39: No. 6 - Versiones y visiones del apocalipsis

GkBc en Dk Gs

—Eutanasia por favor Fern, no puedo dejar de sentir, de palpar, de saborear, así como así, he

vivido un tiempo real, no quiero la eternidad, hay algo mejor… quémame, quémame… la oscuridad de

los confines inmotivados me encierran en capas mortales de un dulce cielo rojo…

—¿Qué pasarme?—dijo en voz alta, al mismo tiempo que la luz de sus ojos se tornaba morada,

señal que no era otra cosa que una falla en su sistema.

Tenía demasiado sin recordar, pero, qué era la eutanasia, quién era Fern y qué era mejor que la

eternidad. Cómo percibirse en el mundo; lenta y difícilmente bajaba por una alcantarilla mientras el

ruido de una manifestación se perdía, al mismo tiempo que descendía a lo lejos se escuchaba: “¡por el

respeto a los otros, no más tráfico de cerebros!”

Se han derramado las últimas gotas de savia, lo último permite saber que lo primero llegó ha

agotarse, sabía que aún era poseedor de un magnífico cerebro, cerebro capaz de mantener un cuerpo

elástico, y algunas ciudades en peligro de extinción, así como de ser capaz de haberse mantenido por

muchos siglos en la Corporación de Científicos Célebres al Servicio de la Vía Láctea, ¿eran pocos sus

logros?, al menos él no tenía por qué salir a las calles para gastar la energía de un cuerpo como los

demás. Tener cuerpo siempre ha sido un problema, de hecho la primera catástrofe comenzó con la

primer destrucción total de cuerpos humanos, la eterna debilidad permanente; ahora estaban por vivir la

segunda y quizá última, pero realmente no sabía por qué su existencia siempre se había centrado en la

salvación de la raza humana.

Seguía su camino por aquellas escaleras subterráneas, la impaciencia comenzaba a agotarlo, en

ese momento se arrepintió de haberse deshecho de su dispositivo desinhibidor de tiempo, no entendía

cuál era su nuevo objetivo en sí, quizá era mejor destruirlo todo y transformarse en un habitante

campesino de la Galaxia Norte, alejarse de algo que le obligaba a pertenecer a la llamada Tierra, a la

llamada Vía Láctea. De pronto, mientras pensaba qué hacer, algo transfería su sistema y como si

estuviese preparado mecánicamente para ello, se dio giro brusco y logró esquivar un rayo púrpura que

le acechaba ya desde un rato y que ni había percibido, ¡lo han descubierto!

Corrí, corrí, no se cuánto, tampoco pude calcular la energía perdida en una tarde, lo más pronto

posible llegué a la puerta secundaria, ahí se me ocurrió dejar una ilusión óptica para confundir a mi

seguidor, pero qué tal si alguien ya conocía el Centro, será que me esperaba una desagradable sorpresa,

cuál sería mi futuro si adentro me esperaba la Orden Norte, pero en fin era peor retroceder, cargaba un

pequeño proyector de luz centrifuga, programé mi clave a manera que simulara una sombra en

movimiento, en dirección a los canales antiguos de la ciudad, seguí mi camino por la izquierda, pero el

descenso era aún más dificultoso para mi cuerpo. Corrí a una velocidad exorbitante, el mecanismo de

vuelo no estaba integrado en aquel cuerpo antiguo. Mis intentos no habían servido de nada, alguien

39

Page 40: No. 6 - Versiones y visiones del apocalipsis

Susana Santos Mateos

corría detrás de mí, y disparaba al mismo tiempo, no sabía controlar mi maldito cuerpo, un pequeño

rayo atravesó mi cuerpo, sin embargo no modificó ningún mecanismo en mí, seguí corriendo, mi

cuerpo se derretía, mi programador comenzó a dictarme las fallas de mi cuerpo y los riesgos si no me

detenía para que fuera reestructurado, pero tenía que llegar, lo importante era cumplir la misión,

justamente cuando aquel sujeto se acercaba a mí, sentí como mi cuerpo se desintegraba, ¿acaso aquel

rayo no era inofensivo?, ¿era posible que alguien del Consejo me hubiese delatado?, ¿eso era la muerte?,

¿qué seguía después de que mi cerebro se calcinara?, ¿quizá mi sistema sólo se daño?, mis ojos se

derritieron, así que dejé de grabar las imagen de mi alrededor, no sé quien me disparó. Será que hasta

aquí terminó mi misión.

Es tarde, no llega, hace tres días enviamos a Anaxágoras por las contraseñas para activar el sistema

telepático intergaláctico, sin él no podremos realizar el viaje en busca del consejo de la Vía Láctea, y

todos los seres vivientes y pensantes serían destruidos, lo peor, esclavizada, sin embargo, quizá no vale

la pena salvarnos, somos una raza desechable, ya no sirve para nada la vida, todo se destruye sin

control, hasta qué punto seremos capaces de soportar el terrible destino, no llega, no llega, algo me dice:

no llegará. Maldita sea la hora en que el malpensate Estado decidió clausurar los viajes telepáticos; me

pregunto a dónde huyó aquel grupo de renovadores humanos, qué forma de vida desarrollaron,

descubrieron el peligro antes de todos nosotros, cuánta energía pérdida. Sí me hubiese marchado con

ellos, ahora vivo esclavo de estos revoltosos humanos, nunca les parece nada, nunca les ha parecido

nada, esta infantil humanidad ha olvida que debe madurar, un sueño, un sueño, el sueño son ellos.

—Reunión de última hora (dictaba el programador del escritorio).

El primero en entrar a la sala redonda del doctor G, director General de los científicos al favor

de la Vía Láctea, fue un oficial del Estado, que poseía una pequeña caja de madera color metálico, nadie

quiso precipitarse en armar deducciones al ver que era justamente una de esas que guardaban los restos

de lo que, si podía así llamarse, había sido un humano. Lentamente cada cuerpo plastificado tomó

asiento, nadie decía nada, quizá no comprendían por qué se encontraban ahí, once representantes de los

planetas del sistema solar se encontraban reunidos.

Continuará…

40

* Es Directora general de Dislexia (Revista de creación literaria) y de Legión de

las Lobas (Fanzine de rock under). Adicta a la poesía. Amante de la música y

de Bukowski. Esclava del Señor Mono.

Page 41: No. 6 - Versiones y visiones del apocalipsis

N o hay más que mirarla a los ojos.

Parece una estatua esculpida en una barra de jabón y sin embargo no se deshace

entre las manos.

No es limpia ni aromática, carece del encanto de las partidas de ajedrez a la luz de las velas.

Es como un horno de pan caliente.

No se aferra a nada ni a nadie, como una fría perla negra.

Y si la das vuelta ni siquiera te da las gracias.

Tampoco es una mujer o una muñeca para evitar caerse al precipicio.

Es mi afeitadora a energía solar.

Lo más valioso que tengo.

Pero hoy está lloviendo y lo único que se puede hacer es mirarla a los ojos.

Y, por si acaso, guardar una prudente distancia.

41

Por Manuel Arduino Pavón*

Ella

* Escritor de origen uruguayo quien ha publicado gran cantidad de obras, entre

ellas el opúsculo 200 Palestinas para un músculo en 1975; El libro de las

ruinas azules - Historias arquetípicas y maravillosas, en homenaje a Helena P.

Blavatsky, al conmemorarse el centenario de su fallecimiento en 1991; el

poemario Diario de un refugiado, en 2008; Los Misterios de las Llaves

Maestras, guión para historieta en 2009; la novela Viaje al interior de un

ladrón en 2010; el ensayo esotérico Símbholos y Simbholismo, una

interpretación holística y oculta de símbolos sagrados y cotidianos, en 2010;

Los milagros de Woolmark y otras historias, cuentos breves en 2011; entre

muchas otras.

Página web: www.manuelarduino.com

Page 42: No. 6 - Versiones y visiones del apocalipsis

Por el Doctor Salomón Espinoza M.

Gólem

“El sendero del hombre virtuoso está en todas partes rodeado por la iniquidad del egoísta y la tiranía del malvado. Bendito aquel quien

en nombre de la caridad y de la buena voluntad conduce al débil sobre el valle de las tinieblas. Pues verdaderamente él es guardián de

su hermano y protector del niño extraviado. Y os aseguro que caeré con gran venganza y furiosa cólera sobre aquellos que osen

envenenar y destruir a mis hermanos. Y sabrás que mi nombre es el Señor, cuando extienda sobre ti mi venganza”

Ezequiel 25:17

S entado ante el televisor después de otra agotadora jornada laboral en el consultorio dental

del bosque, el doctor Salomón Espinoza, mapache, hallábase cambiando desesperadamente

de canal a cada instante, convencido a priori de que nada bueno había ya que ver en la tele

por aquellos días. Pensando en esto, exclamaba furioso: —¡Cojones! ¡Me cago en la puta

hostia! ¡Pero que este mundo es una mierda! ¡Vaya que me gustaría destruirlo!—, gritaba entusiasmado.

El doctor Salomón, como cualquier otro, pensaba naturalmente en estas cosas durante sus ratos libres.

Sin embargo, de un tiempo a la fecha, esta idea venía trastornándole hasta la obsesión, convirtiéndose

en un tópico frecuente en el trato con sus pacientes, quienes descubrían en ello ocasión de burla y solaz

divertimento.

Sucedió entonces que, encontrándose repentinamente hambriento, decidió interrumpir por unos

instantes su frenético pasatiempo y desactivó enseguida el volumen del televisor, con el único propósito

de averiguar si la cocina aún seguía ocupada por el gólem. Como al cabo de unos instantes no obtuviera

indicios de su presencia, el doctor se levantó de su sillón y se dirigió hacia allá, procediendo

inmediatamente a lavarse las manos con vigor. Luego, tomó del frutero una sabrosa manzana verde y se

dispuso a remojarla. Pero, antes de que pudiera acertar a colocarla bajo el grifo del agua, tuvo la

impresión de haber escuchado en la escalera un ligero ruido. Pero como no supo ya si el ruido había

subido o bajado, optó por esperar prudentemente junto al refrigerador hasta asegurarse de que la sala

no estaba ocupada.

Hecho esto, volvió a acomodarse en el sillón y a cambiar de canal sin cesar, permaneciendo así un

rato más o menos prolongado, mordisqueando de tanto en tanto su manzana hasta que, pasado el

tiempo, le entraran ganas de continuar con cierta lectura que tenía pendiente. Decidió silenciar

nuevamente el televisor, encendió una lamparilla de noche y tomó del librero más cercano una costosa

edición española de El Mundo como Voluntad y Representación, disponiéndose enseguida a estudiar dicho

texto.

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No bien había empezado a leer cuando, de repente, otro ruido lo distrajo. Colocó entonces el

separador correspondiente entre las páginas debidas, cerró su libro con disgusto y se dirigió hacia una

alacena junto a la cocina, de la que sacó una vieja escoba, murmurando entre dientes: —¡Pero qué está

haciendo ahora ese hijo de…!—, se decía, buscando el sitio exacto de donde provenían los golpes.

Procedió de inmediato a empuñar su instrumento de combate y gritó: —¡Callaos todos a la mierda! ¡No

veis que tratan de leer aquí abajo!—, decía, pegando al tiempo en el techo con el mango de su escoba.

—Maldito engendro de monstruo infernal…—mascullaba, regresando a la cocina para lavarse las ma-

nos nuevamente. —¡Vaya que me gustaría destruirle!

Habiendo retornado de mala gana a la lectura, el doctor repasaba las páginas con furor. Resultaba

evidente que no podía concentrarse y diríase más bien que su atención estaba puesta fuera del libro,

como si esperase que un nuevo ruido pudiera venir a interrumpirle en cualquier momento. Como

pasara un rato sin que esto sucediese, empezó a sentirse preso de una vaga inquietud. Aunque sus ojos

recorrían cada línea del texto con avidez, su mente espumosa enjugaba pensamientos oscuros, cual

gatos que estuviesen encerrados dentro de una lavadora.

Así, imaginaba con repugnancia al gólem, que le miraba desde la penumbra de la habitación. Y lo

veía ahí, sentado en el suelo frío, junto a la pequeña tabla que le proporcionara para ejercitar sus letras,

pues como buen gólem carecía de todo comercio de la palabra. Lo contemplaba inmóvil, quieto durante

horas y horas, ya mirando el vacío de la noche, ya el vacío del día tras la ventana, ya el vacío del jardín y

sus plantas perezosas.

Para ser sinceros, el gólem no le había resultado al doctor tan útil como decía el comercial. En

realidad, un gólem parece nunca hacer algo más que pasar cosas, sostener cosas, mover cosas o romper

cosas. Incluso algo que pudiera parecer tan simple al hábito común, como barrer el piso de una

habitación, resulta infinitamente difícil de sintetizar para el entendimiento de un gólem, si es que existe

tal. Una vez que se han superado para él las dificultades que entrañan las distinciones entre sujeto y

objeto, quedan aún por salvarle las nociones temporales, espaciales y de causa. Entonces la creatura da

un escobazo superfluo y rasante, sin otro resultado que la tenue agitación del polvo por impulso del

viento. Luego, da sendos escobazos repetidos y llena de polvo todo el ámbito del consultorio.

Entonces, se detiene un instante, sus ojos parecen agrandarse con inaudito asombro, y todo él se

estremece por la súbita contemplación de un espectáculo atroz: el sol penetra por la ventana y enciende

una nube impalpable de polvo, dividiéndola en múltiples haces llameantes que atraviesan su cuerpo

inerme. Entonces el gólem se asusta (¿se asusta?), deja caer la escoba y olvida todo lo aprendido hasta

entonces, sus ojos se adormecen nuevamente y hay que volver a empezar.

Pero en ese momento, el doctor escucha otro ruido. Un tintineo cristalino que viene de la cocina.

—¡Ah, seguro que el muy gilipollas ha bajado a robar comida otra vez!—, piensa, escuchando ahora con

Gólem

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Dr. Salomón Espinoza M.

claridad el sonido que hacen los frascos al moverse por la alacena. —¡Cada día come más y más! Pero

no crece sin parar, como decía el instructivo… debe haber salido defectuoso—, razonaba con cierta

melancolía el doctor. —¡Me cago en la virgen de las ventas por televisión! ¡No me dejan vivir! Pero un

día… ¡Os destruiré a todos a la mierda! …cuando encuentre alguna utilidad a este culebrón del infierno.

Al cabo de unos instantes, los ruidos en la cocina desaparecen y el doctor puede continuar

arduamente con su lectura, misma que según tiene entendido, podría revelarle la clave para destruir al

Mundo y con éste, al gólem, que a juzgar por la calma del momento debe encontrarse ahora

merodeando cerca del jardín. —Mmmh… —pensó de repente el doctor— …tal vez me sirva para

deshacerme antes de ese fideputa del león. Pero ¿cómo?—, se preguntó enseguida. —Viene a joder

todos los lunes a primera hora de la mañana con el cuento de que le duele otra muela y luego ¡se come a

uno de mis asistentes! …ya se acabó a todos mis prestadores de servicio social.

Con un vértigo de náusea, el doctor evocó la imagen de Leopoldo, el león, que esa misma mañana

llegaba a consulta muy temprano, con un gran pañuelo blanco anudado sobre la melena engomada,

presumiendo de un ubicuo malestar molar.

—¡Hummm! ¡Hummm!—, gemía la bestia, cual si fuese un conejillo, mientras el doctor seguía el

juego y lo reprendía con desgano:

—Leopoldo, hijo, que te voy a dejar sin muelas, joder. A ver, pásale por acá eh, que ya mismo te

atiendo—, le decía, mientras se lavaba enérgicamente las manos y esterilizaba su instrumental

quirúrgico, considerando entretanto la posibilidad de practicarle al taimado felino una nueva extracción

dental, aún cuando no la necesitase, pues al fin y al cabo era éste un precio que Leopoldo parecía

dispuesto a pagar cada semana, con tal de almorzar sin mucho esfuerzo.

—A ver, hijo—, ordenaba el doctor Salomón, —abre grande y di “ah”.

—¡GRRRRAAAWWW!—, rugía Leopoldo, dilatando descaradamente sus carnívoras cavidades.

—…cuántas veces ¿ah? ¡Pero cuántas jodidas veces te lo he repetido! Un día, como sigas

mordiendo las costillas de las cebras ¡te vas a quedar tarumba!—, le repetía.

—¿…buenas dices? ¡Ja! ¡Buenas mis polainas! ¡Debería darte vergüenza! Mira que a tu edad…

¡andar por ahí correteando criaturas!

—¡…pero ya lo dicen ¡que el que va sobrao, va sobrao siempre!, a qué dudarlo. ¡El que la persigue,

la consigue!—, exclamaba el doctor, concluyendo con el examen de su paciente, —mmmh parece que el

problema está muy atrás…

Y pensando enseguida que sería muy imbécil de su parte meter siquiera la mano ahí dentro, llamó

a su asistente en turno, Ramón, la Ardilla, que por aquellos días se encontraba cursando un diplomado

en Mecánica Dental por correspondencia.

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—¡Ramón! ¡Ramón!—, gritaba desaforado el doctor. —¡Dónde estás, ardilla maricona! ¡Ven acá

inmediatamente!

—¡A sus órdenes, Maestro!—, respondía Ramón, que justo entraba por la puerta trasera,

poniéndose su mandil de rayas. —¡Santiago y parte, Maestro!—, decía, cuadrándosele ahí mismo.

—…serás Mamón—, pensaba el diestro para sí. —Mira Ramón, agarras este espejo nuevo y te

metes ahí dentro eh—, le indica, alcanzándole el utensilio con una mano y señalando con la otra las

oscuras fauces de Leopoldo.

—¡Pero…! ¡Pero, Maestro…!—, le objetaba entonces Ramón, que a la sazón temblaba como un

soldado francés.

—¡Ahora nada de peros eh!—, le responde el doctor, —que en mis tiempos de estudiantes

hacíamos el servicio social en un viejo ballenero rumbo al Polo Sur… ¡Le poníamos flúor a las orcas

con dientes sensibles!—, sentenciaba ufano. —¡Ahora agarra este espejo y entra ya, mariquetas!—, decía

empujándole suavemente.

—¡…Maestro!—, gritaba Ramón desde las profundidades. —¡Esto está muy oscuro aquí dentro!

¡No puedo ver nada!

—¡Puñetas!—, dice el otro. —¡Aguanta que ahora mismo te alcanzo una linterna eh!—, exclamaba

nervioso, sin saber muy bien cómo resolver el imprevisto. Y diciendo esto, salió del consultorio,

abandonando por un momento a su suerte ahí dentro al pobre Ramón.

Pero en cuanto el doctor Salomón hubo desaparecido por la puerta trasera del consultorio en

busca de la susodicha candela, sucedió que las dilatadas oquedades bucales del león se relajaron,

cediendo naturalmente a la siempre inmarcesible tentación nutricia. En otras palabras, Leopoldo se

había almorzado al ingenuo Ramón, dándole sabroso fin. Cuando el doctor regresó con una vela

amarilla en las manos, su paciente lo recibió, muy apenado y conmovido, tirándole en la cara un leve

eructo que llevaba tonos de tabaco y de bellotas.

De repente, el sonido de una maceta rota quebró la oscuridad del jardín, interrumpiendo en ese

momento los pensamientos del doctor, que por toda respuesta tuvo a bien quedarse muy quieto en su

sillón, hablando para sí en voz baja: —…si al menos pudiera usar al gólem para acabar con ese puto de

león… ¡Cuánto me gustaría destruirlo!—, se repetía, lamentando la suerte de haber perdido aquel

costoso espejo nuevo.

Tan ensimismado se hallaba revolviendo en su cabeza estos acontecimientos, que no se había dado

cuenta de que el televisor seguía encendido, y que el noticiero de la madrugada terminaba su

programación habitual para dar paso a la siempre desconcertante y seductora transmisión del canal de

compras por televisión. En la pantalla, un sifaka vestido de blanco como un sacerdote, arengaba a su

hipotética audiencia con aparatosos aspavientos:

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Gólem

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Dr. Salomón Espinoza M.

—¡Adelante! ¡Adelante!—, exclamaba eufórico el lemúrido, con un vago acento alemán. —¡Llame

ahorra! ¡Sí! ¡Sólo tiene que tomarr el teléfono!—, decía, meneando la cabeza de un lado a otro y saltando

de aquí para allá. El programa era conducido, al parecer, por un ganso salvaje norteamericano, vestido

de polo verde olivo y gruesos anteojos redondos de montura dorada, que interpelaba a su compañero

de este modo:

—Interesante, muy interesante—, graznaba el ganso, sujetando su micrófono con un ala y

ajustando sus pesados anteojos con la otra. —Y ahora díganos por favor, rabí Löwe ¿es verdad que el

gólem puede llegar a arrojar a su dueño por la ventana?

—¡Tonterrías!—, le respondía el otro con singular alegría. —¡Tonterrrías! ¡Jajaja! ¡El gólem es una

crreatura muy limpia! ¡Muy limpia sí! ¡Sólo arroja por la ventana basurra y objetos inmundos! ¡Como

macetas, gatos, y de vez en cuando miembros de la rrrealeza! ¡Por eso el gólem es el mejor ayudante de

casa sí!

—Señoras y señores—, concluía el ganso, —ya escucharon ustedes la opinión de nuestro experto

invitado de hoy, rabí Judá Löwe, y recuerde que si llama dentro de los próximos cinco minutos, no sólo

se llevará a casa un gólem nuevecito, sino que además le incluiré personalmente tres, ¡tres

agitadores originales para bebida! Tallados en hueso por ancianos artesanos yiddish. ¡Nuestras

operadoras le están esperando! ¡Llame ahora mismo al número que aparece en pantalla!

Y, como arrebatado por la irresistible musa de las ofertas, el doctor Salomón procedió a tomar el

teléfono, mientras gritaba totalmente fuera de sí: —¡Quiero un gólem! ¡Un gólem es el mejor ayudante

de casa! ¡Necesito ordenar ahora mismo un gólem!—, exclamaba, discando los números con

impaciencia. Mientras que en la solitaria pantalla del televisor el ganso mostraba a la cámara, en close-up,

la fina talla de su artesanía y concluía el comercial con una paulatina y nebulosa disolvencia mientras

decía: —¡Mire usté, mire nomás eh! ¡Qué chulada verdá! Mire este aquí, con Jesucristo en la Cruz. ¿A

poco no está divino? Mire este otro, de Pilatos lavándose las manos. ¡Ah, qué bonito de veras verdá!—.

Por su parte, el sifaka, puesto a brincar en segundo plano de un extremo a otro del set, se dedicaba a

destrozar alegremente la improvisada escenografía de cartón pintado.

Habiendo terminado su pedido, el doctor volvió a arrellanarse en su sillón, dispuesto a buscar con

el control remoto un programa que fuese de su agrado, con el fin de disminuir la ansiedad de la espera.

Así que empezó a saltar nuevamente de un canal a otro, pensando: —mierda de Tiempo… ¡dura

demasiado! ¡Cuánto quisiera destruirle!—, se repetía, persistiendo largamente en su loca carrera hasta

que, al cabo de las horas, los primeros rayos del alba empezaran a perfilarse en el horizonte. Entonces,

escuchó claramente que alguien llamaba a la puerta con fuertes golpes. Emocionado por la novedosa

eficiencia del correo del bosque, corrió veloz a recibir el ansiado paquete.

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Habiendo alcanzado apenas el extremo del picaporte, casi a punto de tropezar, abrió de par en par

la susodicha puerta, llevándose al instante una gran decepción al comprobar, por la miserable ráfaga de

aire que se colaba, que ni había paquete para él, ni había siquiera repartidor de correo alguno que le

esperase. Así, muy contrariado y con la cabeza gacha, se encaminó rumbo a la cocina, con el fin de

lavarse las manos nuevamente, antes de seguir viendo televisión.

En el umbral de la cocina, cubierta aún por las sombras de la madrugada, el doctor se detuvo

repentinamente, paralizado por la presencia de un ser deforme y contrahecho, débilmente iluminado

por la luz del refrigerador a medio abrir, y que en ese momento se encontraba hurgando en su nutritivo

contenido.

—¡Q… quién!—, trataba de decir el doctor. —¡Q… quién coños es usted! ¡Y cómo puta hostia se

ha metido a mi casa sin permiso! ¡…Dese vuelta!

La inesperada creatura suspendió su curioseo, se irguió levemente y dio media vuelta muy

despacio, enfrentando al doctor en las sombras, quien apenas pudo distinguir en la penumbra del

amanecer la mueca grotesca de una boca por la que escurría abundante leche. El resto de la cara

conservaba su anonimato bajo el fino entramado de una pantimedia de seda, de la que sobresalían,

cayendo sueltas sobre los hombros del animal, las dos extremidades inferiores.

Sin soltar la botella que tenía sujetada con la mano derecha, el intruso se llevó la otra mano al saco,

y lentamente extrajo de su bolsillo todo el hierro azul de una Magnum calibre .45, que al instante

amartilló sobre la cara del doctor Salomón, respondiendo:

—Yo soy… el ratón de los dientes.

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Gólem

* El Doctor Salomón Espinoza M. es originario de España. Post-Doctorado en

Estilística Comparativa por la Pontificia y Real Universidad de Santa Catalina

de Toledo, bajo la tesis titulada Intertextualidad Metaficcional en el cuento

"Tres Versiones de Judas, del escritor argentino Pierre Menard". Al doctor

Espinoza se le considera el precursor de la Semiótica Cuántica. En su tiempo

libre practica la guematría cabalística, y sostiene que Arthur Schopenhauer en

El Mundo como Voluntad y Representación cifró en clave el arcano destructor

del mundo o Katechon.

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Se hace una atenta invitación para que envíes tus textos y seas parte de esta

publicación en línea. Puedes participar de la siguiente forma:

- Envía un artículo y/o ensayo original en formato Word que gire en torno al tema de

cada mes. No debe rebasar las 10 cuartillas. En caso de incluir citas textuales, no

olvidar colocar la referencia bibliográfica.

Tema de febrero: De la amistad y otras perversiones.

- La Galería, mandando la imagen de una obra plástica o fotografía con temática libre.

Se deberá incluir una ficha con el nombre del artista, el título de la obra y la

información técnica de la misma .

- Creación, compartiendo un escrito de creación artística en cualquier género literario

en formato Word con un máximo de 10 cuartillas. En caso de querer publicar alguna

obra de mayor extensión, enviarla por entregas o un fragmento junto con una dirección

electrónica en donde se pueda leer íntegra.

Todos los materiales deberán ser enviados a más tardar el 30 de enero de 2012 a la

siguiente dirección:

[email protected]

Junto con los documentos enviados, los autores podrán anexar una reseña biográfica que

no rebase las 5 líneas. En caso de contar con un sitio web en donde se pueda conocer más

acerca de las obras del autor, no olvidar incluir la dirección electrónica.

Así mismo puedes difundir el evento, sitio web o cualquier información que desees compartir

con nuestros lectores.

La pluma en la piedra

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Mucha miel y hojuelas. En febrero habrá una página en blanco

para que dejes tus mejores (y peores) deseos sobre el amor, la

amistad y alguna perversión. Envíanos un mensaje a nuestro

correo electrónico, escríbelo en el blog de La pluma… o en

nuestra página de Facebook.

Todos los deseos serán publicados.

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dos t

iempo

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mita

d de u

n tie

mpo.

Al verse arrojado a la tierra, el monstruo se para que volara al desierto, al refugio en que, lejos de la serpiente, debe ser mantenida por un

lanzó en persecución de la mujer que había dado a luz al varón. Pero a la mujer le dieron las dos alas del águila grande