No saber de uno mismo

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"No saber de uno mismo; eso es vivir. Saber mal de uno mismo, eso es pensar." Fernando Pessoa. Dentro de las muchas ilusiones que no debo impugnar Me tardaría sempiternamente mencionado las que he Vendido, las que he dejado morir, las que me robe y las Que he empeñado en los estantes usureros en beneficio Del capital con el cual pagar los impuestos, los convencionales, Ya que la propiedad es la beata condición del colombiano. Me duelen más las que he empeñado, compuse réquiem Post mortis en duelo de las fenecidas, las que me Pesan como anatemas de la imposibilidad y la rendición. Ah rendición que tan parecido te escribes a redención, ¡No, estoy mintiendo! Es impresión mía. Me gustaría que mis confesiones hicieran llorar piedras Y que cierto burócrata fuese devorado por una de las tres Caras del Satanás Dantesco de la Divina Comedia. Hubo hace bastante tiempo días En los que creía en la efigie personal de Dios pero Debí ahuyentarla por razones netamente intelectuales, ¡Excúsame! Pero desconozco tu composición bioquímica, La ecuación schrodingeriana de tu naturaleza omnipresente O sí acaso cumples el ciclo de Krebs que te da energía. Soy un escéptico pero hago amnistías para acompañar a Mamá a misa de seis el Domingo (cuando ella puede) Pero me gusta más el Dios de Spinoza porque soy ambientalista; El de Voltaire no, puesto que nos ha abandonado: A los libios Por musulmanes, a los japonés por budistas, a los haitianos por Pobres y a los que no aparecen en CNN por feos. Empero no lo culpo de nada, yo soy propietario de mi existencia Y trato de acordarme de ella todas las mañanas para no Terminar mutado en el escarabajo kafkiano del amanecido.

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Page 1: No saber de uno mismo

"No saber de uno mismo; eso es vivir.

Saber mal de uno mismo, eso es pensar."

Fernando Pessoa.

Dentro de las muchas ilusiones que no debo impugnar

Me tardaría sempiternamente mencionado las que he

Vendido, las que he dejado morir, las que me robe y las

Que he empeñado en los estantes usureros en beneficio

Del capital con el cual pagar los impuestos, los convencionales,

Ya que la propiedad es la beata condición del colombiano.

Me duelen más las que he empeñado, compuse réquiem

Post mortis en duelo de las fenecidas, las que me

Pesan como anatemas de la imposibilidad y la rendición.

Ah rendición que tan parecido te escribes a redención,

¡No, estoy mintiendo! Es impresión mía.

Me gustaría que mis confesiones hicieran llorar piedras

Y que cierto burócrata fuese devorado por una de las tres

Caras del Satanás Dantesco de la Divina Comedia.

Hubo hace bastante tiempo días

En los que creía en la efigie personal de Dios pero

Debí ahuyentarla por razones netamente intelectuales,

¡Excúsame! Pero desconozco tu composición bioquímica,

La ecuación schrodingeriana de tu naturaleza omnipresente

O sí acaso cumples el ciclo de Krebs que te da energía.

Soy un escéptico pero hago amnistías para acompañar a

Mamá a misa de seis el Domingo (cuando ella puede)

Pero me gusta más el Dios de Spinoza porque soy ambientalista;

El de Voltaire no, puesto que nos ha abandonado: A los libios

Por musulmanes, a los japonés por budistas, a los haitianos por

Pobres y a los que no aparecen en CNN por feos.

Empero no lo culpo de nada, yo soy propietario de mi existencia

Y trato de acordarme de ella todas las mañanas para no

Terminar mutado en el escarabajo kafkiano del amanecido.

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Además Dios nos ha arrojado al mundo como buen existencialista.

“Siempre supe que no soy más que la suma de mis recuerdos”

Por eso hago memoria todos los días y me da muchísimo temor

Cumplir la profecía borgiana de volverme el “olvido que seremos”,

Ese inevitable vaticinio, certeza fiel, que nos impone la muerte,

Por eso “quisiera hoy ser feliz de buena gana” y portarme así.

La vida no basta, el arte no basta, la historia no basta, esta

Prosa yerta, gélida y desértica de noche de martes

Que casualmente huele a domingo mucho menos.

Me gusta que Jesús haya dividido en dos la historia, que la

Noche dure más que los días, que tenga hambre de vida,

el ateo encomendándose con mayor asiduidad que el evangelista,

Que la “eternidad busca un reloj de pulsera” y por supuesto, que

Apollinaire no encuentre su sombra que recorre las calles parisinas

Y el reminiscente Cortázar buscando cabellos anudados en alcantarillados.

A la expectativa de que San Agustín de Hipona este leyendo estos

Últimos (o primeros) versos que yo le escribo, aunque este en prosa,

Declaró que por mi letra no habla ni se manifiesta el Espíritu (tal vez el mío)

En cambio nos queda la nostalgia de la marcha del hálito logocentrado

Del que se abandonó así mismo aceptando y aceptándose,

Ocultando las infamias que corren tras los logros de la humanidad.

Cesar A. Quintero B.