No Son Genios Lo Que Necesitamos Ahora

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    2015.01_No son genios lo que necesitamos ahora_Jos Antonio Coderch (1913-1984)

    No, no creo que sean genios lo que necesitamos ahora. Creo que los genios sonacontecimientos, no metas o fines. Tampoco creo que necesitemos pontfices de laArquitectura, ni grandes doctrinarios, ni profetas, siempre dudosos. Algo de tradicin vivaest todava a nuestro alcance, y muchas viejas doctrinas morales en relacin con nosotrosmismos y con nuestro oficio o profesin de arquitectos (y empleo estos trminos en su

    mejor sentido tradicional). Necesitamos aprovechar lo poco que de tradicin constructiva y,sobre todo, moral ha quedado en esta poca en que las ms hermosas palabras han perdidoprcticamente su real y verdadera significacin.

    Necesitamos que miles y miles de arquitectos que andan por el mundo piensen menos enArquitectura (en mayscula), en dinero o en las ciudades del ao 2000, y ms en su oficiode arquitecto. Que trabajen con una cuerda atada al pie, para que no puedan ir demasiadolejos de la tierra en la que tienen races, y de los hombres que mejor conocen, siempreapoyndose en una base firme de dedicacin, de buena voluntad y de honradez (honor).

    Tengo el convencimiento de que cualquier arquitecto de nuestros das, medianamentedotado, preparado o formado, si puede entender esto tambin puede fcilmente realizar unaobra verdaderamente viva. Esto es para m lo ms importante, mucho ms que cualquierotra consideracin o finalidad, slo en apariencia de orden superior.

    Creo que nacer una autntica y nueva tradicin viva de obras que pueden ser diversas enmuchos aspectos, pero que habrn sido llevadas a cabo con un profundo conocimiento delo fundamental y con una gran conciencia, sin preocuparse del resultado final que,afortunadamente, en cada caso se nos escapa y no es un fin en s, sino una consecuencia.

    Creo que para conseguir estas cosas hay que desprenderse antes de muchas falsas ideasclaras, de muchas palabras e ideas huecas y trabajar de uno en uno, con la buena voluntadque se traduce en accin propia y enseanza, ms que en doctrinarismo. Creo que la mejorenseanza es el ejemplo; trabajar vigilando continuamente para no confundir la flaquezahumana, el derecho a equivocarse -capa que cubre tantas cosas-, con la voluntaria ligereza,la inmoralidad o el fro clculo del trepador.

    Imagino a la sociedad como una especie de pirmide, en cuya cspide estuvieran losmejores y menos numerosos, y en la amplia base las masas. Hay una zona intermedia en laque existen gentes de toda condicin que tienen conciencia de algunos valores de ordensuperior y estn decididos a obrar en consecuencia. Estas gentes son aristcratas y de ellosdepende todo. Ellos enriquecen la sociedad hacia la cspide con obras y palabras, y hacia labase con el ejemplo, ya que las masas slo se enriquecen por respeto o mimetismo. Estaaristocracia, hoy, prcticamente no existe, ahogada en su mayor parte por el materialismo yla filosofa del xito. Solan decirme mis padres que un caballero, un aristcrata, es la personaque no hace ciertas cosas, aun cuando la Ley, la Iglesia y la mayora las aprueben o laspermiten. Cada uno de nosotros, si tenemos conciencia de ello, debemos individualmenteconstituir una nueva aristocracia. Este es un problema urgente, tan apremiante que debe seracometido en seguida. Debemos empezar pronto y despus ir avanzando despacio y sindesnimo. Lo principal es empezar y entonces, slo entonces, podremos hablar de ello.

    Al dinero, al xito, al exceso de propiedad o de ganancias, a la ligereza, la prisa, la falta devida espiritual o de conciencia hay que enfrentar la dedicacin, el oficio, la buena voluntad,el tiempo, el pan de cada da y, sobre todo, el amor, que es aceptacin y entrega, no posesiny dominio. A esto hay que aferrarse.

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    Se considera que cultura o formacin arquitectnica es ver, ensear o conocer ms o menosprofundamente las realizaciones, los signos exteriores de riqueza espiritual de los grandesmaestros. Se aplican a nuestro oficio los mismos procedimientos de clasificacin que seemplean (signos exteriores de riqueza econmica) en nuestra sociedad capitalista. Luego

    nos lamentamos de que ya no hay grandes arquitectos menores de sesenta aos, de que lamayora de los arquitectos son malos, de que las nuevas urbanizaciones resultanantihumanas casi sin excepcin en todo el mundo, de que se destrozan nuestras viejasciudades y se construyen casas y pueblos como decorados de cine a lo largo de nuestrashermosas costas mediterrneas.

    Resulta cuanto menos curioso que se hable y se publique tanto acerca de los signosexteriores de los grandes maestros (signos muy valiosos en verdad), y no se hable apenasde su valor moral. No es extrao que se hable o escriba de sus flaquezas como cosascuriosas o equvocas y se oculte como tema prohibido o anecdtico su posicin ante la vida

    y ante su trabajo?

    No es curioso tambin que tengamos aqu, muy cerca, a Gaud (yo mismo conozco apersonas que han trabajado con l) y se hable tanto de su obra y tan poco de su posicinmoral y de su dedicacin?

    An ms curioso todava es el contraste entre lo mucho que se valora la obra de Gaud, queno est a nuestro alcance, y el silencio o ignorancia de la moral o la posicin ante el problemade Gaud, que s est al alcance de todos nosotros.

    Con grandes maestros de nuestra poca pasa prcticamente lo mismo. Se admiran susobras, o ,mejor dicho, las formas de sus obras y nada ms, sin profundizar para buscar enellas lo que tienen dentro, lo ms valioso, que es precisamente lo que est a nuestro alcance.Claro est que esto supone aceptar nuestro propio techo o lmite, y esto no se hace asporque casi todos los arquitectos quieren ganar mucho dinero o ser Le Corbusier; y loquieren hacer el mismo ao en que acaban sus estudios. Hay aqu un arquitecto, recinsalido de la Escuela, que ha publicado ya una especie de manifiesto impreso en papel valiosodespus de haber diseado una silla, si podemos llamarla as.

    La verdadera cultura espiritual de nuestra profesin siempre ha sido patrimonio de unospocos. La postura que permite el acceso a esta cultura es patrimonio de casi todos, y estono lo aceptamos, como no aceptamos tampoco el comportamiento cultural, que debera serobligatorio y estar en la conciencia de todos.

    Antiguamente el arquitecto tena firmes puntos de apoyo. Existan muchas cosas que noeran aceptadas por la mayora como buenas o, en todo caso, como inevitables, y laorganizacin de la sociedad, tanto en sus problemas sociales como econmicos, religiososo polticos evolucionaba lentamente. Exista, por otra parte, ms dedicacin, menos orgulloy una tradicin viva en la que apoyarse. Con todos sus defectos, las clases elevadas tenanun concepto ms claro de su misin, y rara vez se equivocaban en la eleccin de losarquitectos de vala; as, la cultura espiritual se propagaba naturalmente. Las pequeas

    ciudades crecan como plantas, con formas diferentes, pero con lentitud y colmndose devida colectiva. Rara vez exista ligereza, improvisacin o irresponsabilidad. Se realizabanobras de todas clases que tenan un valor humano que se da hoy muy excepcionalmente. Aveces, pero no con frecuencia, se planteaban problemas de crecimiento, pero

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    afortunadamente sin esa sensacin, que hoy no podemos evitar, de que la evolucin de lasociedad es muy difcil de prever como no sea a muy corto plazo.

    Hoy las clases dirigentes han perdido el sentido de su misin, y tanto la aristocracia de lasangre como la del dinero, pasando sobre todo por la de la inteligencia, la de la poltica y la

    de la Iglesia o iglesias, salvo rarsimas y personales excepciones contribuyen decisivamente,por su inutilidad, espritu de lucro, ambicin de poder y falta de conciencia de susresponsabilidades al desconcierto arquitectnico actual.

    Por otra parte, las condiciones sobre las cuales tenemos que basar nuestro trabajo varancontinuamente. Existen problemas religiosos, morales, sociales, econmicos, deenseanza, de familia o de fuentes de energa que pueden modificar de forma imprevisiblela faz y la estructura de nuestra sociedad (son posibles cambios brutales cuyo sentido senos escapa) y que impiden hacer previsiones honradas a largo plazo.

    Como he dicho, no tenemos clara la tradicin viva que es imprescindible para la mayora denosotros. Las experiencias llevadas a cabo hasta ahora y que indudablemente en ciertoscasos han representado una gran aportacin, no son suficientes para que de ellas sedesprenda el camino imprescindible que haya de seguir la gran mayora de los arquitectosque ejerce su oficio en todo el mundo. A falta de esta clara tradicin viva, y en el mejor delos casos, se busca la solucin en formalismos, en la aplicacin rigurosa del mtodo o larutina y en los tpicos de gloriosos y viejos maestros de la arquitectura actual, prescindiendode su espritu, de su circunstancia y, sobre todo, ocultando cuidadosamente con grandes ymagnficas palabras nuestra gran irresponsabilidad (que a menudo slo es falta de tiempopara pensar), nuestra ambicin y nuestra ligereza. Es ingenuo creer, como se cree, que el

    ideal y la prctica de nuestra profesin pueden condensarse en slogans como el del sol, laluz, el aire, el verde, lo social y tantos otros. Una base formalista y dogmtica, sobre todo sies parcial, es mala en s, salvo en muy raras y catastrficas ocasiones. De todo esto sededuce, a mi juicio, que en los caminos diversos que sigue cada arquitecto consciente tieneque haber algo comn, algo que debe estar en todos nosotros. Y aqu vuelvo al principio deesto que he escrito, sin nimo de dar lecciones a nadie, con una profunda y sinceraconviccin.

    Jos Antonio Coderch (1913-1984)

    No son genios lo que necesitamos ahora.Domus Noviembre 1961.