Nuestra Inferioridad Deportiva

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Nuestra inferioridad deportiva Marcelo Bielsa, en su rol de entrenador, logró cumplir en Chile con las dos ilusiones básicas de la biografía en cuanto representación deportiva: ganó más de lo que perdió y, acaso lo más importante, cuando perdió lo hizo con dignidad y valentía, haciendo que el viaje fuese placentero tanto en la victoria como en el intento. Con él en la banca, la Roja ganó dos partidos en un Mundial, lo que solo había ocurrido antes en 1930 y 1962 (cuatro triunfos), pero uno puede fijarse también en lo que dijo el escritor inglés John Carlin en una columna publicada por El País durante Sudáfrica 2010: “A cualquier persona que le guste el fútbol le gusta Chile”. En la era Bielsa los jugadores de camiseta roja parecían fichas moviéndose en un pizarrón, sobre todo ese día en que Estrada hizo una pared con Fernández en el medio, luego se la tocaron a Beausejour para que Beausejour cruzara el campo, en busca de Medel y su inmortal corrida por la derecha, previo acierto de Carmona, ese día en que Orellana estaba esperando un centro que los chilenos habíamos esperado durante un siglo: el día en que por primera vez le ganamos a Argentina. Con Bielsa en la banca, en realidad, ocurrieron muchas cosas que no habían ocurrido nunca, algunas que tal vez ocurrieron antes y no alcanzamos a darnos cuenta y otras, no pocas, de las que sí teníamos memoria. Entre estas últimas, por ejemplo, hay que contar el oportunismo y la pose social que hicieron blanco fácil en la figura del seleccionador nacional. Incluso el candidato a Presidente de la República que después ganó las elecciones advirtió que una vez en el cargo se convertiría en el Bielsa de la política local. En este sentido, los mil días de Bielsa en Chile fueron como los mil días de Allende. Un desfile de relatos y sentimientos de todo tipo que no necesitarían justificarse ante nadie si no fuera por lo que, en ambos casos, pasó después. En el trayecto cada uno de nosotros se hizo dueño de su propio Bielsa, un Bielsa hecho a imagen y semejanza que hizo lo que uno quería o creía que debía hacer el personaje. Eso explica en parte esa necesidad

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Artículo sobre el paso de Bielsa por Chile, incluido en Las Pelotas.

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Me parece que no somos felices

Nuestra inferioridad deportiva

Marcelo Bielsa, en su rol de entrenador, logr cumplir en Chile con las dos ilusiones bsicas de la biografa en cuanto representacin deportiva: gan ms de lo que perdi y, acaso lo ms importante, cuando perdi lo hizo con dignidad y valenta, haciendo que el viaje fuese placentero tanto en la victoria como en el intento. Con l en la banca, la Roja gan dos partidos en un Mundial, lo que solo haba ocurrido antes en 1930 y 1962 (cuatro triunfos), pero uno puede fijarse tambin en lo que dijo el escritor ingls John Carlin en una columna publicada por El Pas durante Sudfrica 2010: A cualquier persona que le guste el ftbol le gusta Chile.

En la era Bielsa los jugadores de camiseta roja parecan fichas movindose en un pizarrn, sobre todo ese da en que Estrada hizo una pared con Fernndez en el medio, luego se la tocaron a Beausejour para que Beausejour cruzara el campo, en busca de Medel y su inmortal corrida por la derecha, previo acierto de Carmona, ese da en que Orellana estaba esperando un centro que los chilenos habamos esperado durante un siglo: el da en que por primera vez le ganamos a Argentina.

Con Bielsa en la banca, en realidad, ocurrieron muchas cosas que no haban ocurrido nunca, algunas que tal vez ocurrieron antes y no alcanzamos a darnos cuenta y otras, no pocas, de las que s tenamos memoria. Entre estas ltimas, por ejemplo, hay que contar el oportunismo y la pose social que hicieron blanco fcil en la figura del seleccionador nacional. Incluso el candidato a Presidente de la Repblica que despus gan las elecciones advirti que una vez en el cargo se convertira en el Bielsa de la poltica local.

En este sentido, los mil das de Bielsa en Chile fueron como los mil das de Allende. Un desfile de relatos y sentimientos de todo tipo que no necesitaran justificarse ante nadie si no fuera por lo que, en ambos casos, pas despus. En el trayecto cada uno de nosotros se hizo dueo de su propio Bielsa, un Bielsa hecho a imagen y semejanza que hizo lo que uno quera o crea que deba hacer el personaje. Eso explica en parte esa necesidad inescrutable que emana del temido juicio del qu dirn, mal llamado juicio de la historia.

En la Seleccin, Bielsa hizo mejor lo que otros en su puesto no haban hecho tan mal y nos oblig a pensar un minuto en el tipo de vida que nos gustara vivir. A la pasada, esto me recuerda un libro que encontr hace aos en Montevideo, horas antes de un partido en que la Roja de Zamorano y Salas perdi contra Uruguay: Obdulio desde el alma. Es una biografa sin aspiraciones literarias ni ambicin de revelar historias inditas, en la que Antonio Pippo, el autor, se remite a lo que Obdulio Varela le dijo en su casa de Villa Espaola poco antes de morir, lo que l quera y no quera representar; un libro breve y justo que en un prrafo perdido de la ltima pgina deja, desde su abstinencia lrica, unas palabras que a la pasada se atreven a susurrar algo sobre todos los que son como Bielsa y como el propio Varela: Le han dicho dolo y no es cierto. Le han hablado de su gloria y no existe. Han ido a tocarlo, a ver cmo es. Y siempre les result una cosa extraa, distante, incomprensible e incomprendida. Un hombre, slo un hombre, con su montn de virtudes y defectos a cuestas.

A ese Bielsa de yeso, o de cartn, le prendamos velitas y le pedamos milagros, mientras el de carne y hueso nos miraba seguramente avergonzado de no poder evitarlo. l logr resistirse tanto a las frusleras del poder como a las tentaciones del populismo, pero nosotros no. De hecho, nos dimos el gusto de jugar un buen rato al pap y a la mam con Bielsa y Bachelet, permitiendo que su calidad de ttem avivara las ms intensas pulsiones locales, desde la utopa futbolera hasta la ms enrevesada interpretacin poltica, incluyendo la devocin pagana de algunos y el deseo carnal de otras. El resto lo pusieron sus adversarios, porque su condicin de revolucionario o mrtir emana precisamente de aquellos que lo criticaron desde la poltica por un desaire no consumado a Piera y desde el mundo de los negocios por su actitud desafiante contra la figura del empleador, lo cual hace recordar la advertencia de Obi-Wan Kenobi a Darth Vader antes de que ste lo atravesara con su espada lser en la saga de las galaxias: Si me matas, me convertir en algo mucho ms poderoso de lo que puedes imaginar.

El momento que Bielsa eligi para elaborar por primera vez su discurso sobre la vida, la felicidad y el respeto resulta significativo. Fue a mediados de 2009, ante la inminencia del logro deportivo y las primeras seales de triunfalismo. En principio, reneg de un supuesto cambio de mentalidad e incluso del supuesto derecho de cambiar a personas que no necesitan ser cambiadas, justo cuando la gran fantasa nacional del autoritarismo (orden y patria, quien te quiere te aporrea, por la razn o la fuerza) lo quera consagrar como el compaero de ruta ideal dentro de la vieja teleserie balompdica de los barinazos, dublinazos y cucutazos, entre otros pastelazos que tarde o temprano terminan en perdonazos.

Aferrado quien sabe hasta cundo al ciclo portaliano, el chileno traduce la autoridad como un ejercicio disciplinario permanente. No hay paideia ni amor por el mtodo. An predominan el garrote y la zanahoria, o la zanahoria y el garrote, tal como se lo sugera el organizador de la Repblica al gobernador de Petorca en el siglo diecinueve. Peor an, el ftbol chileno sufre su propio peso de la noche, que Portales defina como el reposo de la masa ante el devenir y que en nuestras canchas aade chicha y chancho a la fiesta nacional. Vctima de aquel infantilismo cultural, pese a sus esfuerzos en sentido contrario, a Bielsa lo anunciaron como un general romano. En el camino explic su teora del esfuerzo ante una audiencia light, embobada y ramplona, y en la hora de su adis volvi a instalarse, a la maleta, ese discurso paternalista de la autocracia que l mismo despreci en su momento.

Cuando los bielsistas empezaban a convertirse en monaguillos de una nueva religin, Bielsa se neg a s mismo: sus pisadas no conducen al bielsismo. No busc la gloria, sino la superacin, y ganar era solo una de las posibilidades. Lo suyo, en cambio, consisti en identificarse con los sueos de otros para administrarlos como un relato personal, a travs de una pica y una tica del deseo. Necesito que me quieras para ganar, no que me quieras porque gan, su frase ms recordada en nuestro pas, ms que una frase es un monumento. Su objetivo era promover la dignidad del futbolista chileno.

Lo que sigue es una de las mejores escenas de Ojos rojos, el documental que muestra la vida ntima de la Seleccin desde los das de Juvenal Olmos hasta la clasificacin al Mundial de 2010: tratando de clavar una estaca en el pasto para delimitar la zona de entrenamiento, Bielsa camina diecisis pasos hacia el norte, se devuelve seis hacia el sur, amaga luego hacia el oeste y hacia el norte, pero entonces se detiene, se lo piensa unos segundos y, sin estar del todo seguro, entierra la estaca mirando al sudeste. La seduccin de Bielsa como idea radica tambin en el misterio. Un hombre con ideas nuevas es un loco hasta que sus ideas sus triunfan, dice el propio Bielsa.

Segn el escritor cataln Ramn Solsona, Bielsa es el bioqumico que se lamenta de los seres vivos porque se comportan de una manera anrquica e imprevisible fuera del laboratorio. La historia de su locura, en todo caso, es muy anterior a su paso por Chile. Norberto Scoponi, arquero de Newells, tuvo que explicar una vez por qu tir la pelota hacia la tribuna, a la altura del mediocampo, en cada saque de meta durante un partido determinado: el tcnico le haba dicho que iban a recuperar la pelota ms rpido en el respectivo saque lateral efectuado por los rivales. Para obtener esos niveles de certeza y/o enajenacin, Bielsa tuvo que desmenuzar el ftbol hasta niveles insospechados. En una charla que ofreci en Valparaso explic que haba analizado veintcinco mil partidos, ms de dos millones de minutos, para llegar a la conclusin de que el juego se reduce a veintiocho situaciones futbolsticas: diecisiete rutinas defensivas y once caminos para llegar al gol. Estas definiciones sentenciosas, que suelen generar escepticismo y patochadas automticas, justamente son capaces de atraer apoyo si su xito social es evidente. A los chilenos les encanta un deporte que se llama Que gane Chile y los nmeros de Bielsa prometan el desarrollo permanente en la lnea que expuso el fracaso previo de grandes entrenadores como Francisco Platko, Luis Tirado, Fernando Riera, Vicente Cantatore y Mirko Jozic: la instalacin del ftbol chileno en el primer mundo.

Ese fue el escenario en el que Bielsa libr sus batallas ms importantes en Chile, contra ciertos tipos de periodismo y de periodistas, ciertos tipos de dirigentes y de intereses creados y, eventualmente, ciertos tipos de chilenos, atrincherados todos en la frontera del exitismo. No es gratuita la respuesta del hombre que controlaba el desempeo competitivo y sentimental de ese caldo de obsesiones y flatulencias colectivas que se conoce con el nombre de la Roja: La relacin xito-fracaso ha sido una cuestin central en mi vida. He reflexionado mucho sobre lo que significa triunfar y lo que significa fracasar. Como primera medida yo creo que xito y felicidad no funcionan como sinnimos. Hay gente exitosa que no es feliz y hay gente feliz que no necesita del xito. Y la obligacin que tiene todo ser humano es rentabilizar sus opciones para ser feliz. Entonces nosotros deberamos aclararle a la mayora que el xito es una excepcin, no es un continuo. Los seres humanos de vez en cuando triunfan, pero habitualmente se desarrollan, combaten, se esfuerzan, y ganan de vez en cuando, muy de vez en cuando. Un amigo en Mxico me habl del herosmo del obrero, sin ningn afn poltico ni sectorial, me dijo: Este s que es fuerte, que se levanta cuando los hijos duermen y regresa cuando los hijos duermen. La produccin se mide en funcin de las posibilidades, no exclusivamente en funcin de los logros. Tiene que haber una relacin entre lo que una persona posee antes de empezar y a dnde llega. Pero nosotros estamos acostumbrados a valorar solo a aquel que llega ms arriba.

En esto hay que ser claros: el deporte chileno tiene un destino de esfuerzo ms que de gloria, una suerte que a mal rbol nos arrima para que nos caguen los pjaros y nos piquen los bichos. Algunas generaciones llegan ms alto, pero nunca tan alto, y la prxima vez hay que empezar de nuevo y con ideas nuevas, mirando hacia la cima desde abajo y as sucesivamente. En 1928, Ortega y Gasset dijo que Chile reproduca el mito de Ssifo por su historial de terremotos: lo nuestro es levantar desde el suelo ciudades que estn condenadas a derrumbarse. Qu nos diferencia entonces de los japoneses? A ellos Dios no les regal el pelambre como forma de vida y cuando todo se cae, en vez de mirarse las caras y endosarse la culpa unos con otros, reaccionan en patota. En Chile el nico carro que se llena es el de la victoria.

Las lites administrativas del ftbol chileno, desde su mirada golpista, portaliana y mesinica, han sido histricamente insensibles al esfuerzo que implica ponerse de pie tantas veces como sea necesario. Producto de estas condiciones, alguien se ilumin con la idea de traer a Bielsa y a otro, que no fue parte de la idea, tambin se le ocurri que podamos prescindir de sus servicios. El ciclo de estas fluctuaciones reproduce en buena medida los pesares del trabajo en equipo que Francisco Antonio Encina defini como nuestra inferioridad econmica, que en este caso es deportiva.

A su manera, Bielsa le hizo frente a esta disonancia y su equipo fue capaz de devolverle al ftbol chileno aquello sin lo cual nos resultara un fenmeno inexplicable: los sentimientos. Y a causa de su empata con la cultura popular, a expensas de su agresivo intercambio con las lites, la hora de su adis nos mostr a otro Bielsa, al que conocimos poco o quizs intuimos. Un hombre vulnerable, sentimentalmente acorralado y perseguido, tal vez, por demonios propios de una personalidad obsesiva y genial. El mensaje en peligro de extincin es el siguiente: los ganadores no ganan tanto como parece y los perdedores, incluso en lo ms profundo de su abatimiento, al da siguiente tienen que seguir luchando.