Nuestra Patria Es El Lenguaje_mujica

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8/13/2019 Nuestra Patria Es El Lenguaje_mujica

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UNIVERSIDAD NACIONAL DEL NORDESTEFACULTAD DE CIENCIAS EXACTAS, NATURALES Y AGRIMENSURACompetencias Lingüístico-Comunicativas 2010

Nuestra patria es el lenguajePOR Hugo Mujica POETA Y FILÓSOFOEn: Revista Ñ (s/d)

Lo inmediato, lo más cercano, no es necesariamente, no suele ser, lo más perceptible. Todo lo

contrario. Lo cercano debe ser rescatado de esa cercanía, debe ser puesto frente a la miradapara comenzar a verlo, a percibirlo. Algo así, ocurre con el lenguaje; lo más cercano, lo máshumano.

“El límite de mi mundo es el límite de mi lenguaje.” Esta tan citada frase de Wittgenstein es el

eco de lo que el hombre siempre supo, cuando en mitologías y religiones repitió que “en el

principio era la palabra”, es decir, que todo empieza con la palabra o, lo que es lo mismo, que

lo más originario a lo que podemos llegar es hasta allí donde empieza y termina el lenguaje.Más que la tierra, el lenguaje es nuestra casa, nuestra patria materna.

El lenguaje, antes que nada, reúne. Recoge y congrega. En la casa del mundo, bajo sus techoso en sus calles, nos cruzamos, nos hacemos señas unos a otros: hablamos. Somos esas

señas. La palabra y el habla son aquello con lo que nos tratamos unos a otros y con lo quetratamos el mundo. Más aún, en el lenguaje y por el lenguaje nos sabemos a nosotros mismos:soy el que me digo ser.

 A pocos seres tocamos con nuestras manos, a pocos acariciamos, a pocos incluso rozamos,pero no somos del todo conscientes a cuántos y cuántos tocamos con nuestras palabras; acuántos y cuántos penetramos con ellas. En cuántos esa palabra nos fecunda, nos fecunda enellos, nos nace otros.

Ofertorio

En el principio, dicen, dije, fue la palabra; pero para que sea, tuvo que haber quien la escuche,

después la diga, la trasmita. Es que, en verdad, la palabra origina, pero lo más originario en elser humano no es la palabra, es la escucha. Es la condición de posibilidad de la palabra: en lacasa del lenguaje nos hablamos unos a otros porque nos sabemos escuchados; al menosoídos, potencialmente escuchados.

Una palabra fue el don primero de la vida, en la vida: recibimos un nombre, el nombre quesomos. Antes que hablar, al nacer, desde el nacer, fuimos hablados, apalabrados. Antes dedecir el nombre de cada cosa, de saberlo, cada cosa fue presentada ante nosotros porquienes, señalándola, nos revelaban su nombre: la realidad nos entró y entramos en ellaentrando en sus nombres, en su identidad.

Escuchar, en el ser humano, precede al hablar. Es más originario, más fundamental:fundamental y fundante. Somos escucha y, por ello, podemos hablar; heredamos unlenguaje, somos comunicación, expresión.

 Acción y pasión, palabra y escucha. Quizás porque Occidente cultivó agresivamente la acciónsobre la pasión, por sobre la pasividad y la receptividad, es por ello que la palabra terminósiendo el origen predominante y excluyente de toda comunicación, terminó erigiéndose enexclusivo polo de la reflexión.

Dije Occidente, debí decir la tradición predominante, dominante de esa concepción de laexistencia que nos engloba. En verdad, todo tiempo es todos los tiempos. En él convivenvoces, tradiciones y hasta diferentes épocas, aunque una domine y se erija en medida de las

demás. Las épocas, las culturas, como la verdad son sinfónicas, no lineales. Desde siempre hahabido tradiciones que han cultivado la escucha más que el habla, la receptividad más que la

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actividad, la obra más que la producción. Una de ellas es clara: la mística, clara porque fundela escucha del silencio con el silencio que escucha, calla lo callado. Otra, la poética, es lahermana paradójica de aquélla; no le basta escuchar, tampoco decir: quiero que lo escuchado,ello mismo, hable, quiere que el habla hable. Por eso escucha no con el oído sino con la voz.

Contrariamente al arquetipo del poeta turbulento  –del impetuoso y genial Rimbaud, porejemplo – el poeta necesita humildad, humildad y hasta ternura: debe cuidar, custodiar aquelloa lo que se acerca; debe dejarlo decirse, debe escuchar más que decir. Sabe  –y éste es suespecífico saber, un saber sin contenido, un saber receptivo – que todo es lo que es pero sinagotarse en lo que es: es también su misterio, es promesa de revelación, si no seríasimplemente un hueco, no un misterio. Un caracol, no el mar que en él se dice.

En la poesía, en el poeta, las cosas se dicen, no se explican. No dan cuenta de su ser enrelación a otras cosas o a su utilidad, a su peso o a su medida; no dicen su relación sino su ser.Por eso son más ellas que en ningún otro registro o discurso. Son su ser, no su apología de sí –apología ante la razón o ante la utilidad –, como solemos serlo nosotros. En la poesía, lascosas son lo que son y, en esa gratuidad, en esa libertad, irradian el resplandor de lo querecobra su libertad, su verdad: irradian su belleza.

El artista, suele decirse  –sé que lo dijo Ingmar Bergman de sí mismo –, es un niño, habita laniñez como topografía temporal de la creatividad; el poeta, en cambio, permanece en un antesque la niñez: es infante. Infante, que, etimológicamente significa “sin habla”. El poeta

permanece allí: en el antes del lenguaje, en la espera de él. Allí, donde el lenguaje se origina,se da; no después, donde ya no habla sino que se repite, donde es eco de sí.

Como un cántaro se cumple cántaro en su hueco, como ofrece su agua por antes haberlarecibido, como su dar y recibir se apoyan en su hueco, su vacío, así el decir del poeta, así elfruto de su escucha, de su callarse a sí.

El poeta, me repito, no es el que habla, es el que escucha, pero escucha a la manera poética;no con el oído, escucha con la voz, con la voz en vilo, anhelante, con voz sin palabra: unescuchar que ofrece, un ofertorio callado: el poeta acerca su voz para que en esa voz larealidad se diga, diga su promesa, irradie su temblor, agite el aire y ese temblor la anuncie,entre en la voz: sea palabra. Nazca el misterio, se cumpla el poema.