NUEVOS ESPACIOS PRODUCTIVOS EN EL CAPITALISMO COGNITIVO...

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1 NUEVOS ESPACIOS PRODUCTIVOS EN EL CAPITALISMO COGNITIVO: EL EJEMPLO DEL EMPRENDIMIENTO Jesús Antonio Ruiz-Herrero Universidad Complutense de Madrid. Dpto. Sociología V. [email protected] Resumen En este trabajo exploramos cómo dentro de formas de valorización donde el conocimiento y la creatividad son cada vez más importantes, especialmente en sectores de elevada innovación, ello ha de implicar necesariamente que los mecanismos para hacer a los otros producir han de renovarse, pues la creatividad y la innovación puede que no se vean estimuladas precisamente por formas de coacción tradicionales sobre los empleados. Consideramos que el emprendimiento sintetiza estas características de los referidos mecanismos novedosos típicos del capitalismo cognitivo. Asimismo exploramos si el emprendimiento también se aplica a otros ámbitos, más allá de la empresa. Finalmente presentamos unas conclusiones y críticas al emprendimiento, abordándolo dentro de las necesidades de ciertas estrategias capitalistas y de los contextos actuales de incertidumbre y necesidad de ahorro de costes. Palabras clave: capitalismo cognitivo, emprendimiento, innovación. 1. La producción basada en el conocimiento La denominada economía del conocimiento puede entenderse como una estrategia de acumulación del capitalismo más, donde el valor está basado, básicamente, en el esfuerzo cognitivo, creativo o intelectual de la fuerza de trabajo. En los países occidentales esta estrategia ha ido creciendo en importancia debido a los siguientes procesos: -La innovación (que requiere de conocimiento y creatividad) es la forma de crear nuevos procesos, o de mejorar y crear nuevos productos que aumenten la cantidad o calidad de lo producido en relación a otros competidores. Esta capacidad innovadora es tanto más importante cuanto ha arreciado la competencia por la apertura mayor de los mercados respecto de épocas anteriores. Esto tuvo, ya desde la década de 1950 del s.XX, su expresión teórica (por el lado del pensamiento económico canónico) en las ideas de Sollow y Swan quienes sostuvieron que la principal fuente de productividad está en el conocimiento humano expresado en la innovación y desarrollo tecnológicos. Investigaciones posteriores han seguido confirmando la importancia que la mejora y aplicación de conocimiento humano tienen en la productividad global (Rosende, 2000).

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NUEVOS ESPACIOS PRODUCTIVOS EN EL CAPITALISMO

COGNITIVO: EL EJEMPLO DEL EMPRENDIMIENTO

Jesús Antonio Ruiz-Herrero

Universidad Complutense de Madrid.

Dpto. Sociología V.

[email protected]

Resumen

En este trabajo exploramos cómo dentro de formas de valorización donde el

conocimiento y la creatividad son cada vez más importantes, especialmente en sectores de

elevada innovación, ello ha de implicar necesariamente que los mecanismos para hacer a los

otros producir han de renovarse, pues la creatividad y la innovación puede que no se vean

estimuladas precisamente por formas de coacción tradicionales sobre los empleados.

Consideramos que el emprendimiento sintetiza estas características de los referidos mecanismos

novedosos típicos del capitalismo cognitivo. Asimismo exploramos si el emprendimiento

también se aplica a otros ámbitos, más allá de la empresa. Finalmente presentamos unas

conclusiones y críticas al emprendimiento, abordándolo dentro de las necesidades de ciertas

estrategias capitalistas y de los contextos actuales de incertidumbre y necesidad de ahorro de

costes.

Palabras clave: capitalismo cognitivo, emprendimiento, innovación.

1. La producción basada en el conocimiento

La denominada economía del conocimiento puede entenderse como una estrategia

de acumulación del capitalismo más, donde el valor está basado, básicamente, en el

esfuerzo cognitivo, creativo o intelectual de la fuerza de trabajo. En los países

occidentales esta estrategia ha ido creciendo en importancia debido a los siguientes

procesos:

-La innovación (que requiere de conocimiento y creatividad) es la forma de crear

nuevos procesos, o de mejorar y crear nuevos productos que aumenten la cantidad o

calidad de lo producido en relación a otros competidores. Esta capacidad innovadora es

tanto más importante cuanto ha arreciado la competencia por la apertura mayor de los

mercados respecto de épocas anteriores. Esto tuvo, ya desde la década de 1950 del

s.XX, su expresión teórica (por el lado del pensamiento económico canónico) en las

ideas de Sollow y Swan quienes sostuvieron que la principal fuente de productividad

está en el conocimiento humano expresado en la innovación y desarrollo tecnológicos.

Investigaciones posteriores han seguido confirmando la importancia que la mejora y

aplicación de conocimiento humano tienen en la productividad global (Rosende, 2000).

2

-Se ha visto en la producción más basada en el conocimiento y la innovación la

principal baza de las economías avanzadas frente a los países emergentes.

-Se ha aprovechado una ventaja en “capital humano”, según la terminología

neoliberal de G. Becker (1983), para desarrollar este tipo de producción: en los países

occidentales hay un gran porcentaje de fuerza de trabajo con educación superior o

preparación técnica, que ha sido consecuencia, en parte, de la vinculación entre

democratización y participación en la educación para amplios sectores sociales.

-Por otro lado, han emergido actividades económicas donde el principal input es el

conocimiento. Piénsese así por ejemplo en el diseño de software, o el diseño de un

fármaco (que se basa prácticamente en el diseño de una molécula). Todos son casos de

una producción basada fundamentalmente en conocimiento extraído, depurado y

codificado.

En un país como España, donde, con todo, esta estrategia basada en el conocimiento

no ha tenido tanta fuerza como en otros países (como Alemania o Suecia), el peso de los

expertos1 entre 1996 a 2007 pasó del 8% al 10% en los asalariados. Más espectacular

fue el incremento entre los autónomos, que en 1996 eran el 5% de los mismos, para ser

el 10,5% en 2007 (fuente: EPA).

A menudo se piensa que toda la retórica de la “economía del conocimiento” es mera

especulación, o que la innovación genera poco empleo, y tecnifica, más que nada,

procesos.

Respecto a lo primero, se piensa que, al no generar, a veces, productos “tangibles”,

estos negocios se sostienen simplemente sobre hinchados títulos bursátiles. No obstante,

tales títulos inflados no son solo especulación (aunque obviamente la haya), y

responden también a que las empresas ubicadas en la llamada “nueva economía”2

perciben financiación por el “potencial” que se percibe en los logros que va exhibiendo

una empresa (que se materializa en servicios y bienes concretos y reales), lo que induce

a invertir en ella, ya que las altas capacidades de la fuerza de trabajo y el modo de

1 “Expertos” son aquellos trabajadores cuya actividad está basada en el uso intensivo de conocimiento

científico y/o en un alto componente de creatividad. Se identifican en general con profesionales

científicos e intelectuales con educación superior, aunque puede incluir también perfiles técnicos que

tienen cierto componente de creatividad, es decir, no cumplen o siguen solo instrucciones dadas. 2 Entendiendo nueva economía como sinónimo, en la terminología dominante, de capitalismo cognitivo.

3

innovación genuino constituido en la empresa se consideran con capacidad probable

para seguir garantizando rentabilidad a los capitalistas (inversores) en el futuro3.

Respecto al empleo en la llamada “nueva economía”, estas empresas más centradas

en explotar conocimiento no responden a una idea futurista en la que las cosas las hacen

las máquinas. Las industrias de software emplean a ejércitos de empleados. Lo mismo

sucede con las conocidas labores de consultoría. Otras actividades novedosas como la

animación4 podrían crear más de 20.000 puestos de trabajo en 2017 en España (Rooter,

2012). Pensemos también en el desarrollo y potencial de las industrias bio-

farmacéuticas.

Por otro lado, por los empleados encargados del mantenimiento de una red de

comunicaciones al servicio de empresas clientes, estas últimas pagan en términos de

algo tan capitalista como horas de trabajo (“horas-hombre” en su jerga) y por la

capacidad resolutiva de esos empleados en unos tiempos dados. En el desarrollo de un

software, de un medicamento o en la exploración de una innovación en un laboratorio

de i+d la calidad y el resultado dependen de echar muchas horas, y perfeccionar el

producto. Todo ello nos indica que la producción más basada en el conocimiento o en

servicios muy cualificados no (solo) se sustenta en la especulación, sino en horas y

horas de trabajo.

2. El Capitalismo, el valor y las nuevas actividades

El capitalismo es un sistema basado en la mediación social por el trabajo (Postone,

2006). Los seres humanos nos relacionamos bajo su órbita fundamentalmente en tanto

que productores de mercancías.

Podemos afirmar también, aunque el referido autor no se detenga en ello, que, en

relación a los trabajadores, en función de nuestra capacidad o eficacia productiva, y

según la importancia de nuestra contribución en un proceso productivo dado5, recibimos

una retribución dineraria, que nos asegurará nuestra reproducción como trabajadores, en

3 Además la especulación, en el capitalismo, es parte de toda actividad productiva, ya que toda nueva

actividad en el capitalismo comienza con cierta fase previa de especulación, durante la cual recibe

inversiones para explorar su viabilidad, según criterios capitalistas.

4 Nos referimos al diseño y producción de series de personajes animados.

5 Siempre desde criterios capitalistas.

4

general, y de un estatus, en particular, según nuestra importancia en la jerarquía de la

producción.

Las empresas contratan a personas e inician una actividad para acumular trabajo en

términos abstractos (es decir “valor” o capital), que se expresa también en dinero

(mediador universal) tras la venta en el mercado de los productos. El capitalismo es un

sistema, por tanto, en el que no se lleva a cabo una actividad económica para

directamente satisfacer unas necesidades concretas, sino que tiene un objetivo abstracto.

Una forma de aumentar esa acumulación de valor o capital (que siempre es en

relación a otros) es mediante las innovaciones tecnológicas. Una empresa más eficaz,

mediante innovaciones organizativas/ tecnológicas logra producir más cantidad de

output (en unos tiempos dados) que hacen, así, que acumule más valor en relación a

otras empresas, sobre todo porque muestra mayor eficacia respecto a la capacidad

productiva que predomina o en la que se hayan limitados los otros productores.

Al producir más output en el mismo tiempo que los otros productores, percibe un

valor diferencial o superior en relación a otros, puesto que la medida del valor está

determinada por la norma o promedio de productividad de la mayoría de productores,

por el momento más ineficaces (Postone, 2006). Esta situación se continúa así hasta que

todos los demás alcancen ese nuevo nivel de productividad (que implicaría una

reducción de tiempo de trabajo, y por tanto de valor encerrado en los productos y

servicios).

Pero la diferenciación no viene simplemente por el lado de la eficacia en términos

de productividad (cantidad de bienes o servicios en unos tiempos dados), sino de la

calidad. Las mejoras en los procesos de trabajo, un mayor esfuerzo en diseño y

concepción de las cosas determinan también mejoras de calidad que permiten la

diferenciación en los mercados.

A diferencia de etapas en el capitalismo donde la eficacia productiva, sobre todo,

se expresaba en la capacidad de producir más (output) en menos tiempo (frente al resto

de competidores envarados en formas de producir menos eficaces), en la actualidad, la

capacidad productiva diferencial de los productores hegemónicos en un mercado se

expresa cada vez más en la calidad superior (sin ser la capacidad en términos de

cantidad irrelevante, si bien cede ante la anterior). Esto se debe a que estamos en un

universo social actual donde la innovación no solo busca mejoras de productividad, sino

5

también diversificar los productos y servicios, o hacerlos que incorporen, o mejoren,

dimensiones distintas (mejoras de funcionamiento; potencialidades, funcionalidades,

inteligencia del producto, por ejemplo de un software). Asimismo, en una economía

dominada cada vez más por los servicios, complejos además (una prestación médica,

asesoría, diseño, etc.), las nociones tradicionales quedan algo incompletas, necesitando

quizás de la idea de calidad, como nueva noción.

3. Nuevas técnicas

Por tanto, en el capitalismo han emergido actividades donde, precisamente, esa

eficacia y capacidad diferencial frente a otros competidores reside en esa mejora de

calidad, que depende del conocimiento y esfuerzos creativos de los productores, aunque

también de su compromiso (esfuerzo emocional). Nos centraremos en esas actividades

que requieren además un uso intensivo y recurrente de conocimiento, como en las que

participan clases profesionales (expertos). En consecuencia, ha de surgir nuevas técnicas

para hacer a estos trabajadores “cognitivos” y creativos trabajar e innovar al nivel

requerido por esa exigencia de calidad, pues toda estrategia de acumulación, según lo

que utilice para valorizar6, y según quienes son sus productores principales, necesitaría

su batería de técnicas específicas enfocadas a extraer (de modo cada vez más eficaz) su

input fundamental. El concepto de técnica para orientar la conducta de los otros y

obtener de ellos lo que buscamos (sean quienes sean en cada momento, productores en

el caso que nos ocupa) lo hemos tomado de Foucault (1990).

En el capitalismo las personas trabajan para un objetivo abstracto y externo como es

la acumulación de valor o capital, que se basa en esa mejora constante y ciega de la

capacidad o eficacia productiva en relación a otros competidores. Para un objetivo tan

abstracto, además de exigente (máxime en la actual estrategia basada en la

intensificación de la explotación de conocimiento y creatividad, en aras de esa

diferenciación), sin duda, urgen formas de organización y motivación (técnicas)

genuinas para orientar a los otros en favor de dicho objetivo. Se necesita ofrecer razones

adicionales que toquen lo personal, los intereses y valores de los profesionales, pero que

no entren en conflicto, o que favorezcan, de hecho, el cumplimiento de ese objetivo

abstracto. La importancia de ofrecer razones y motivos estimulantes en un modo de

producir orientado a fines tan abstractos ya fue destacado por Boltanski y Chiapello

6 Procesos más eficaces en términos de tiempo, mayor calidad e innovación del producto, que ha de

realizarse también en unos tiempos máximos, etc.

6

(2002). Estas razones o mecanismos para favorecer la obtención de aquello que se busca

en los empleados no niega que, pese a todo, las personas necesitan vender su fuerza de

trabajo en el mercado si quieren vivir, como coacción primordial.

Esas nuevas técnicas y modelos para organizar el proceso de trabajo y para

coaccionar o motivar a otros a cumplir con un objetivo (empresarial de acumular

capital) incluyen por tanto:

-modelos o formas de estructurar las relaciones entre los productores, o la

configuración del proceso de trabajo. Por ejemplo, la cadena de montaje clásica sería un

ejemplo perfecto de una técnica o mecanismo productivo, como esquema de

producción, de relaciones y de conceptuación del trabajador (lo que limita al sujeto a

unas funciones y posibilidades, le concibe, de hecho, de algún modo, etc.).

-Pero las técnicas son también modos de incentivar o coaccionar a los otros para

conseguir que las personas se avengan a las necesidades de un esquema de producción,

que comentábamos antes.

Nuestro objetivo es descubrir esa renovación de algunas de estas técnicas y

mecanismos de producción, y de coacción o control (para ajustar a los otros a un plan o

esquema y hacerles cumplir con ciertos objetivos) en el caso de aquellas actividades

más basadas en el uso de conocimiento, y que implican a los expertos.

Tampoco hay que olvidar que una forma de organización, y la forma de ajustar a

las personas a los requerimientos y coacciones de una organización se ven reforzados

dependiendo de si estos son más o menos afines a las expectativas de las personas. Los

expertos, por su nivel de cualificación, y la autonomía y “estatus” que esta les confiere,

esperan que el lugar de trabajo respete su “espacio” y favorezca sus capacidades y

aprendizaje. Así, las empresas se ven obligadas a promover un “plan de carrera” (aun

cuando hayan de evitar que este se conviertan en algo demasiado costoso) pues

necesitan su motivación y compromiso para producir (plusvalor).

Las empresas han de ser ávidas en mantener y gestionar expectativas (como toda

organización), ofrecer beneficios materiales y no materiales (formación, participación

en iniciativas de interés para el empleado, que a la larga le impulsarán

profesionalmente, etc.), u ofrecer contrapartidas importantes a determinadas trayectorias

(los que están dispuestos a aceptar ciertos sacrificios en favor de la organización). Si las

organizaciones, no contemplan asimismo lo relevante, por ejemplo, que es el desarrollo

7

de una carrera, la recompensa por contribuciones genuinas o el ambiente de trabajo para

los expertos, perjudicarán la lealtad y compromiso hacia la organización, fundamentales

en un sistema como el capitalista, donde los objetivos y fines son harto abstractos7.

Esa manipulación de elementos e intereses personales, ese deseo de mejora

profesional, y el modo de orientarla no solo es marginal con respecto a formas de

organización y control que comentábamos antes, sino que puede ser también las bases

de un nuevo tipo de coacción distinta, que apela a otros contenidos (por ejemplo incita,

promete, motiva, más que somete, reduce, o anula). Por ello, esta gestión y

manipulación de intereses personales y expectativas son de especial interés cuando las

personas tienen cierto capital simbólico (como es el caso de los profesionales de alta

cualificación), y cuando se tiene hacia ellos cierta dependencia (su conocimiento es

relevante para la organización), por lo que estas no puedan ser sujetas a modos muy

rígidos y/o directamente violentos de control, teniendo así que buscar nuevos

mecanismos.

También pudiera ser que en estos nuevos ámbitos nada haya cambiado y que

sigan utilizando formas tradicionales de organización y de presión sobre el empleado,

de inspiración fordista-taylorista (o al menos en parte), o incluso de ese feudalismo en el

lugar de trabajo de que hablaba De Gaudemar (1991), es decir, pura y simple coacción,

y miedo al despido, que siempre es una posibilidad muy real, máxime en un país como

España, con un tasa de paro que sobrepasa el 25%. Lo primero se deduce de algunos

estudios, donde a pesar de estar ante tareas de cierta complejidad intelectual, y ante

trabajadores cualificados, la descomposición del trabajo y su troceamiento en tareas

cada vez más simples es una realidad (Castillo, 2007). Es decir, los viejos modelos de

inspiración fordista-taylorista no habrían muerto. En verdad, en el estudio aquí realizado

en algunas empresas de nuevas tecnologías, he podido comprobar que estos modelos se

implantan, y posiblemente están incluso en una fase todavía incipiente. Asimismo,

autores como Postone (2006) han insistido, a nivel téorico, y observando lo inherente al

sistema capitalista, que la industrialización de procesos (entendiéndola como

descomposición en tareas de un proceso, por un medio técnico, para favorecer esa 7 Sennett (2009) comenta que el colapso de los sistemas socialistas de la Europa Oriental (donde también

las personas producían en pos de objetivos muy abstractos) se debió, entre otros muchos factores, a un

problema generalizado de desafección, lo que dañó profundamente los niveles de productividad (colapso

económico) y también la legitimidad política, que a su vez retroalimentó dicho colapso. Hardt y Negri

(2002) también hablan de la crisis del fordismo en Italia, como ligada en parte al rechazo de las nuevas

generaciones de obreros/as hacia unas formas de producción y de vida que consideraban sofocantes y no

en línea con sus nuevos valores y expectativa de vida.

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objetivación del tiempo de trabajo, máxime cuando la jornada de trabajo se limita, a la

par que para incrementar también la eficacia productiva respecto otros competidores) es

el modo netamente capitalista de producir y trabajar. De esto se deduce que tal

industrialización sería el destino manifiesto de toda actividad económica y productiva,

por muy puntera que sea.

No obstante ante lo anterior cabe apuntar:

-en las investigaciones que se presentan aquí nos hemos centrado en profesionales

que trabajan en la parte más innovadora (tanto técnica como de diseño de modelos de

negocio). Es decir, me he centrado en los perfiles más de concepción del proyecto que

de desarrollo de conocimiento, aunque dudo que una total industrialización del proceso

sea posible incluso para estos últimos empleados.

- asimismo, en nuestro estudio hemos conocido formas de organización, de

trabajo y de un control más suave y que apela a la autonomía e iniciativa, en

consonancia con la necesidad de estimular la innovación y la creatividad, que en último

término la empresa precisa como medio de diferenciación de su producto. Asimismo,

por tratarse de empleados muy cualificados, ávidos de tener una “carrera”, y

acostumbrados a cierta autonomía (que no puede suspenderse o eliminarse

completamente si no es perjudicando a la propia empresa en sus objetivos), la empresa

tendría también que buscar formas de hacer compatible sus objetivos de acumulación y

ahorro de costes con la protección de aspectos motivacionales, que en último término

son un medio para conseguir sus objetivos.

Quizás ante este debate, lo mejor es optar por una “vía media”: ni todo cambia

súbitamente, ni todo se conserva, ni tampoco lo que se conserva puede que se conserve

del mismo modo. Hay beneficios de antiguos mecanismos organizativos y de vigilancia

que puede que sean irrenunciables, y se adapten así al presente en versión renovada.

Pero podría ser también que se desarrollen innovaciones en el plano de estos

mecanismos (productivos y de supervisión) para responder a las necesidades de nuevas

actividades y contextos, o por contagio de empresas o regiones mundiales que,

actualmente, marcan la delantera, como sucedió, en otro tiempo, con el modelo Ford.

En adelante me centraré en algunas de estas técnicas novedosas, en especial en

aquella que podemos sintetizar bajo la etiqueta “emprendimiento”, que incluso a todos

nos suena porque, en efecto, se ha convertido en un lugar común en las empresas,

9

especialmente aquellas muy centradas en la innovación, pero también es un concepto

que aparece en los lenguajes políticos, incluso en nuestro día a día para enfocar nuestro

empleo e incluso nuestra propia vida.

Antes de pasar a comentar el emprendimiento como técnica específica en los

espacios de producción del capitalismo más basado en la valorización por el

conocimiento, me gustaría hacer un inciso acerca de cómo he accedido a los materiales

de mi estudio. Me he basado en entrevistas que realicé a profesionales en sectores de

elevada innovación. El trabajo más importante se realizó, no obstante, en

multinacionales del sector TIC (se entrevistó a casi una veintena de profesionales en tal

ámbito). Fueron entrevistadas, sobre todo, personas en los rangos medios o altos, o

personas con cierta experiencia, que pudieran dar cuenta, mejor, cómo habían cambiado

en el tiempo las formas de trabajar, así como su propia experiencia al respecto.

Asimismo para ilustrar cómo el emprendimiento no solo forma parte de los discursos en

las empresas para enmarcar las prácticas de trabajo, sino que también ha penetrado en

otros ámbitos (como figura que responde a urgencias del contexto económico y social

actual), me he basado en reportajes de publicaciones de prestigio y documentos de

organismos públicos.

4. La fiebre del emprendimiento

Uno de los temas recurrentes, especialmente en empresas del sector TIC, fue la

idea de “emprendimiento”. El emprendimiento es lanzarse a desplegar una nueva

propuesta de negocio o actividad, con cierto componente de riesgo, elevado grado de

innovación, donde el compromiso y la motivación son altos (porque se cree firmemente

en lo que se hace, pues a menudo ha nacido de las propias ideas), sin renunciar,

obviamente, a la rentabilidad. Se suele asociar con pequeños empresarios creativos, pero

el emprendimiento es más bien el querer hacer algo nuevo incluso en organizaciones ya

establecidas, privadas, pero también públicas (dado que los modelos del sector privado

se filtran cada vez más al ámbito público).

Algunos teóricos del emprendimiento, ligados al campo de los negocios,

consideran que el emprendimiento no es privativo del mundo económico, sino que en

tanto que es un compromiso con una práctica de innovación (Drucker, 1998), está en

todos los dominios de la vida humana (la ciencia, el arte, las actividades cotidianas,

etc.). Además, el emprendimiento, según sus teóricos, no sería algo “innato”, sino que

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tiene que ver con promover “cambios de actitudes” para desencadenar la innovación. Se

trata, en definitiva, de una actitud vital y de una forma de orientar las relaciones y las

actividades. Por tanto, todo el mundo puede ser potencialmente un emprendedor

(Drucker, 1998). De este modo, el emprendimiento aumenta su amplitud y capacidad de

generalización como técnica, ya que se trata no de detectar a ciertos individuos

excepcionales, sino de favorecer un cambio de actitud generalizado en la sociedad. En

esto se adivina que el emprendimiento, como nueva forma de gestionar a la fuerza de

trabajo y a las personas, más ampliamente, no solo se auto-limita en sus planteamientos

a servir como un nuevo modelo de relaciones en la empresa, sino que podrá exportarse a

muchos ámbitos.

De la lectura de los teóricos del emprendimiento, se deduce que este implica un

sobreesfuerzo y una energía desbordantes, que nacen de una ilusión intensa. En otros

términos, podemos decir que el interés del emprendimiento tiene que ver con una “auto-

explotación” que no se siente como tal, porque viene amortiguada por estar cautivado y

muy comprometido con un objetivo (empresarial), que recubre emocionalmente el duro

día a día.

Curiosamente, el emprendimiento se ha convertido ahora en un concepto esencial

en las grandes empresas (y en estos sectores punteros). Es un concepto que centra

programas corporativos de gestión y promoción de la innovación, y por eso podemos

considerarlo un nuevo mecanismo para orientar a las personas a las necesidades de la

organización y a las presiones del contexto (alta competitividad, urgencia de

innovación, etc). Los empleados han de sentir la misma ilusión, por el proyecto que en

el momento les ocupe, que el del pequeño empresario siente hacia un negocio en

ciernes.

Para implementar el emprendimiento, para favorecer condiciones de

emprendimiento más bien, los directivos y departamentos de RRHH han decidido

“empoderar a sus empleados”, darles mayor autonomía: dejarles que persigan un nuevo

concepto tecnológico aun cuando no sea sólido al principio, permitir que por su cuenta y

riesgo lleven adelante una nueva estrategia comercial (en principio con presupuesto

modesto), dar espacio para realizar sus propuestas, dejar que, aparte del trabajo en su

unidad, puedan crear grupos de trabajos en materias de su interés, etc. El

emprendimiento, además, está orientado a todos los niveles (desde “junior” a

directivos), ya que todo el mundo puede tener algo que aportar. Las empresas han

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creado incluso certámenes donde se premia la mejor iniciativa del año, pues el

emprendedor abnegado necesita reconocimiento para renovar su motivación y continuar

con sus proyectos. Las remuneraciones simbólicas son cada vez más importantes, aparte

de las materiales.

Los profesionales entrevistados se sentían estimulados por estos programas de

emprendimiento, y de hecho, consideraban que tenían que desarrollarse aún más (por lo

que estamos ante modelos para estimular la productividad de los sujetos que no van en

contra de sus deseos). Todavía estos cambios en los planteamientos organizativos se

orientaban, sobre todo, a unidades especialmente innovadoras de las organizaciones.

Los certámenes de los que hemos hablado estaban encaminados a asegurar cierto

reconocimiento a los emprendedores y “gestionar” así adecuadamente la motivación de

los equipos. De hecho los profesionales afirmaban necesitar cierto reconocimiento para

seguir adelante. Las explicaciones de esta necesidad de reconocimiento quizás tengan

que ver, por una lado con una necesidad humana de obtener reconocimiento en lo que

hacemos, en general (Sayer, 2005). Por otro lado, quizás el reconocimiento sea más

apremiante en colectivos con un importante nivel educativo e intelectual, habituados a

que se espere de ellos el que tengan “algo que decir”, que sean creativos, que tengan

ideas, etc. (y que esperan en reciprocidad, que los demás les valoren para confirmarles).

Estamos, además, ante generaciones cada vez más habituadas al modelo “red social”

(que tanto deseo de reconocimiento y validación de los pares induce en las personas).

Precisamente, el emprendimiento estimula la iniciativa, el asociarse libremente con

otros empleados para sacar proyectos adelante, y va acompañado de espacios donde se

reciben valoraciones de otros pares. ¿Todo ello no se asemeja un poco a un red social,

algo a lo que los jóvenes están especialmente habituados? ¿Ese acercamiento entre

formas de trabajar y estilos de vida de los profesionales no busca un poco motivar y

hacer más aceptables los objetivos empresariales, especialmente en ambientes que

exigen mucho del empleado8?

¿Pero, concretando más, que condiciones estructurales o qué aspectos

relacionados con el tipo de actividades que realizan los expertos han animado el

despliegue y la urgencia del emprendimiento en las organizaciones?

8 Desde jornadas amplias de trabajo, capacidad de gestión de un proyecto, o de unas tareas, elevada

creatividad, rentabilidad y márgenes sin sacrificar calidad, capacidad para cumplir con los tiempos de un

proyecto, etc.

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-Parece que hay una razón práctica clara. El emprendimiento implica autonomía y

una libertad mayor del empleado. La autonomía si bien puede traer consigo

incertidumbres (desaparecen las orientaciones o los marcos rígidos) genera la sensación

de libertad, de que la contribución individual es importante, de que “existo”. Esta

autonomía por tanto motiva, incentiva, y con ello, la productividad del empleado crece.

También se perciben más oportunidades para destacarse y afirmarse en el marco de una

carrera profesional.

-El emprendimiento genera grupos muy autónomos, pequeñas comunidades, a

modo de equipos deportivos. Este tipo de experiencias genera una fuerte cohesión, y la

cohesión incrementa la productividad. Todo este tipo de mecanismos psicológicos y

comunitarios que incentivan (y que buscan de hecho extraer) esa productividad

(mediante el emprendimiento, la autonomía, la mayor movilidad y libertad del

empleado y de los equipos, y también mediante su cohesión) encuentran hoy día incluso

una plasmación teórica y confirmación experimental en algunas investigaciones del

medio académico:

“Es posible que dejar a los trabajadores permanecer más rato junto (…) a la cafetera sea la manera

más sencilla de incrementar su productividad. ¿Por qué? En los estudios que hemos realizado en más de

una docena de organizaciones hemos observado que la cohesión entre compañeros de trabajo —

kithmates— constituye uno de los principales factores en cuanto a productividad y satisfacción laboral

(…). Al aumentar la cohesión lo hacen también aspectos como el conocimiento tácito, las actitudes y los

hábitos de trabajo comunes, así como el respaldo social” (Pentland, 2013).

El hecho de que, aparte de nuevos programas en las empresas, comiencen a darse

también investigaciones sobre cómo influyen, sobre la productividad y la innovación, la

cohesión, la mayor movilidad y cierto relajamiento del control explícito demuestran la

necesidad de explorar nuevas técnicas (de producir y de vigilancia) en las

circunstancias presentes en las empresas, especialmente en ámbitos donde la

innovación es importante, y por tanto encaminadas especialmente a los expertos. De

hecho el artículo del citado autor se titula “Las raíces de la innovación” entendiendo que

esas raíces se encuentran en un cambio de conductas en la empresa, de modos de

relación con los empleados, etc.

-Todas estas motivaciones personales y el comunitarismo promovido en las

unidades y departamentos hacen la explotación y el sobre-esfuerzo más ligeros, lo

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engrasan emocionalmente hasta no parecer tales. Todo ello es tanto más importante

cuanto en este tipo de trabajadores, y para este tipo de empleados no se puede planificar

y organizar su trabajo totalmente al modo de la cadena de montaje (entendida como un

proceso altamente codificado, rígido, donde la mano de obra, descualificada, son

simples puntos casi irrelevantes de un todo). Aunque hay procesos organizativos que

emulan una cadena de montaje, por ejemplo en la industria de desarrollo de software

(Castillo, 2007), entre estos trabajadores de elevado nivel intelectual9, se sigue

precisando un elevado grado de creatividad y compromiso con lo que hacen. Asimismo

la emulación de una cadena de montaje no es totalmente practicable en ámbitos como

un departamento de i+d. La capacidad cognitiva no se puede extraer por la fuerza o

codificando excesivamente un proceso (lo que iría en su detrimento además), sino por

medios más “sutiles”. El emprendimiento, la promoción de “repúblicas casi

independientes” en la gran empresa, donde las personas se sientes “vivas”, donde son

invitadas a auto-gestionarse, estimula la motivación, y con ello esa capacidad cognitiva

y creativa que la empresa ha de hacer aflorar.

- Por otro lado, las grandes empresas, especialmente, buscan promover la figura

del emprendedor como un remedio para luchar contra el anquilosamiento

“burocratizante” que las amenaza. La empresa tiempo atrás se inspiraba en los modelos

de la burocracia y el ejército: jerarquías claras, tareas muy especificadas, interacciones

muy codificadas entre niveles y puestos (Sennett, 2007). Este tipo de organización se

convierte en un obstáculo en actividades que precisan de innovación constante, y en

mercados muy abiertos y ultra-competitivos. El emprendimiento construye un sujeto

muy móvil, flexible y autónomo, no sometido a las rigideces comunicacionales y

jerárquicas de los modelos autoritarios o burocráticos, mejor adaptado, por tanto, a las

necesidades del contexto actual. Frente al plan “desde arriba”, a destiempo, con muchos

lapsos, el plan del emprendedor, desde las unidades y niveles medios o bajos, al

principio con financiación modesta (para no arriesgar demasiado), permite un

procesamiento continuo de las señales del mercado, y un ensayo y despliegue

correspondiente de soluciones y propuestas.

-Precisamente, los mercados occidentales son de los más saturados, y donde las

cuotas de mercado están más apalancadas, aunque haya que seguir intentando arañar

algo al competidor. Pero han surgido mercados, mucho menos saturados, sobre todo en

9 Sobre todo aquellos encargados del diseño de proyectos.

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Asia y América, todavía por explotar por las empresas occidentales, donde se generan

beneficios relevantes, que en su acumulación, determinan los resultados globales

diferenciales de las empresas y grandes grupos (perder posiciones en esta batalla en los

mercados emergentes daña mucho el dominio de un sector, la imagen de las empresas,

su valor bursátil, etc.). En determinadas regiones de estos países y mercados

emergentes, hay que montar infraestructuras operativas de la nada, adaptarse a un

contexto muy diferente (legal, comercial, de relaciones, etc.), para realizar un proyecto,

lo que exige demasiados sobreesfuerzos. Solo el empleado “emprendedor”, que gusta

del riesgo, que se toma el proyecto como una exposición de su valía personal, como su

propio negocio aun dentro de la corporación, está dispuesto a asumir tales

sobreesfuerzos, e incluso a sobrepasarlos (a auto-explotarse ampliadamente). Ahora se

entiende mejor por qué las corporaciones buscan inocular el espíritu emprendedor en la

organización, pues precisan de esos “misioneros corporativos” para destinarlos a lugares

inhóspitos y por explotar económicamente. Esto es tanto más cierto en un contexto en el

que las exportaciones parecen el remedio ante mercados occidentales muy dañados por

la crisis, con una demanda estancada.

En las entrevistas percibimos, en verdad, a muchos empleados muy

comprometidos con lo que hacían. Muchos aseguraban tratar de trabajar eficazmente y

producir buenos resultados precisamente para proteger la unidad en la que se

encontraban y los proyectos que estaban desarrollando, con los que “disfrutaban”,

algunos de los cuales habían nacido de su propia iniciativa.

Obviamente, estos emprendedores no están solo animados por un compromiso

sentimental con sus proyectos. Precisamente los mismos profesionales (especialmente

los más jóvenes) valoran bien y se adaptan al emprendimiento, y la autonomía que

confiere, porque amplía las opciones que tienen de demostrar sus capacidades y ser más

“visibles” en la organización. En toda organización jerárquica los puestos de poder y las

oportunidades (de ganancia material y simbólica) son escasas, pero el emprendimiento y

la mayor importancia que da, como modo de gestión de los empleados, a la originalidad

y a saber batirse frente a los riesgos, ofrece mayores oportunidades para destacarse

individualmente, o bien a pequeños equipos, por lo que, en muchos casos, los

empleados más jóvenes saludan el advenimiento de formas de disciplina que apelan a su

iniciativa (por tanto el emprendimiento se gana, hasta cierto punto, la legitimidad de

aquellos a gobernar). Para ellos el emprendimiento, aunque traslade mayor presión en

15

términos de rendimiento, también les permite una mejor comunicación de sus logros. El

emprendimiento y la autonomía puede que aumente esa capacidad para hacerse notar,

para forjarse un nombre, pero igualmente el emprendimiento también aumentaría, por lo

mismo, las posibilidades (y la soledad) del fracaso (por lo que puede ser una arma de

doble filo).

5. Emprendimiento más allá de la empresa

Pero esta retórica del emprendimiento no es privativa de las grandes empresas,

sobre todo en los referidos sectores. También ha colonizado el ámbito de las

administraciones públicas. Esto indicaría que este discurso acerca del emprendimiento

no es solo una técnica para una nueva gestión de los empleados en la empresa, sino que

por su penetración en otros ámbitos demuestra que se trata de un discurso y unas

técnicas más globales que apuestan por una gestión de lo económico y una

gobernabilidad de lo social centrada en la capacidad creativa y las iniciativas (siempre

renovadas) de los individuos.

Por ejemplo, recientemente, el Ministerio de Empleo proponía el emprendimiento

como el remedio ante el paro masivo, especialmente para los jóvenes. Se trata de la

llamada “Estrategia de Emprendimiento y Empleo Joven” (Expansión, 2013, 20 de

abril; Ministerio de Empleo, 2013). Estos, por su motivación y mayor dinamismo,

podrían ser los más dados a apostar por este tipo de iniciativas, lo mismo que veíamos

en la empresa.

Recientemente, también se ha aprobado una ley de emprendedores (Gobierno de

España, 2013). Entre las medidas de la ley se incluyen aquellas para agilizar trámites, o

crear oficinas para que los emprendedores colaboren entre ellos. Igualmente la ley busca

que el emprendimiento sea una habilidad que se promueva en el sistema educativo

desde primaria.

Es decir, ante la urgencia de dar respuesta a desafíos como el paro masivo, el

emprendimiento y el emprendedor han emergido como nuevas figuras (tomadas

seguramente de los discursos de medios empresariales y de las escuelas de negocios) y

que apuntan a nuevos mecanismos de gestión y control de los problemas sociales: pues

el emprendedor no necesita ni empleo ni recursos, los genera (supuestamente). Al

mismo tiempo, según las teorías (neoliberales) en defensa del emprendimiento, dicho

16

emprendedor en base a esa creatividad y a la cercanía a las tendencias de la sociedad

puede identificar mejor nichos y actividades por explotar contribuyendo a la

modernización del tejido productivo.

Así, emerge la capacidad creativa de la sociedad (bien en su forma asalariada o

bien como trabajadores independientes) como objeto de regulación, actuación y

promoción ante el problema del paro, la caída de beneficios, de competitividad, etc. No

hay que olvidar que estos emprendedores, aun no asalariados, no dejarían de estar bajo

la coacción del trabajo (abstracto) como forma de mediación social, y bajo el control, a

menudo, y en dependencia, de grandes grupos o redes de empresas para los que prestan

servicios.

También la UE ha incluido el concepto de emprendimiento social en su agenda

(Comisión Europea, 2012). La Comisión Europea se comprometió a promover el

emprendimiento social, entendido como aquellas empresas con objetivos sociales y de

transformación del entorno pero que buscan obtener beneficios, si bien estos han de

reinvertirse en el proyecto.

Las razones que la Comisión alega para el apoyo al emprendimiento social

radican en que estas empresas permiten detectar y cubrir mejor nuevas necesidades

(aunque no se diga explícitamente, se da a entender que el estado de bienestar

tradicional adolece de cierto anquilosamiento, si se compara con la envidiable

flexibilidad y creatividad del emprendedor social). Asimismo la Comisión Europea

insiste en que el emprendimiento social, por la elevada motivación de los miembros que

trabajan en la iniciativa (que se manifiesta en que, en las empresas sociales, se reducen

las bajas o la rotación, por ejemplo), permite ahorrar costes, crear y estabilizar empleo.

Con las empresas sociales, además, al tiempo que se cubren necesidades sociales con

menos costes, se genera empleo para colectivos aquejados de problemas de

“empleabilidad” como jóvenes, mujeres, etc. El emprendimiento social parece pretender

inaugurar una nueva vía en la prestación de servicios (frente a modelos basados en la

familia, o el estado) donde el recurso fundamental reside en la iniciativa y la

innovación (frente a la supuesta rigidez e inercias) para erradicar problemas sociales.

Del mismo modo que la innovación, y la forma empresa y la competencia que

incentivan dicha innovación (según el discurso neoliberal10

), han dado buenos

10

Sobre el neoliberalismo puede consultarse Foucault (2009).

17

resultados en la economía en las pasadas décadas (se entiende que se exceptúa la actual

crisis), lo mismo pasará en el terreno “social” (The Economist, 2010, 12 de agosto).

¿No guardan cierto parecido estas consignas y medidas (que son nuevas formas de

gestionar lo social) con respecto a lo que antes hemos visto para la empresa? ¿No son

discursos miméticos? Si bien el emprendimiento corporativo se dirige a captar la

iniciativa y recursos creativos de profesionales muy cualificados, tratando de movilizar

a la persona en mayor medida para hacer frente a las incertidumbres y retos de la

necesidad de mayor innovación para imponerse en los mercados, las iniciativas del

emprendimiento social (en Europa) o del emprendimiento joven (en el caso español)

parten igualmente de la premisa de que la movilización de la iniciativa, la motivación y

la creatividad son los mejores antídotos contra los problemas como el paro, la exclusión,

etc. Todo se centra y pivota sobre la iniciativa y la explotación exacerbada de múltiples

capacidades de la persona.

Nuevamente, ¿no se descifra cierto paralelismo con los discursos del

emprendimiento en el marco de las empresas, donde iniciativa, innovación, rentabilidad

y control de costes han de aunarse?

Estas propuestas ya tienen cierta antigüedad, y parece que se han desarrollado en

paralelo con el neoliberalismo y su insistencia en la promoción de la competencia y la

proliferación de la empresa como medio óptimo para estimular el crecimiento y la

innovación. De hecho, por ejemplo, antes de generalizarse en Europa, en el mundo

anglosajón ya se habían desarrollado programas para estimular el emprendimiento

social y favorecer el crecimiento de empresas de este tipo. La teoría es como sigue: el

estado se inhibe en temas sociales, promueve la creación de empresas sociales, que,

entrando en competencia entre ellas, permitirán solucionar mejor los problemas de las

sociedades capitalistas. Al competir (y el estado ha de velar continuamente por unas

condiciones de verdadera competencia), según la doctrina neoliberal, los emprendedores

sociales ofrecerán mejores soluciones, nacidas de la innovación, a un precio cada vez

más barato en comparación con el coste excesivo y las soluciones, en teoría, poco

innovadoras y menos eficaces de la burocracia estatal. Este tipo de fórmulas para

ahorrar cotes y favorecer la eficacia mediante condiciones de competencia y de estímulo

de la innovación reciben tanto más atención cuanto que la crisis fiscal ha dado pábulo a

quienes abogan por la iniciativa privada y el adelgazamiento de lo público (The

Economist, 2010, 12 de agosto; Foucault, 2009) .

18

Nuevamente, se recorta la creatividad de los individuos o de equipos

cohesionados (creatividad que se desencadenará más fácilmente estimulando la

motivación, la competencia y dando libertad a la iniciativa de los sujetos), como

elemento a obtener en el ámbito productivo (al ser un medio de diferenciación en el

mercado), pero también en el ámbito de lo social como forma de garantizar la

gobernabilidad de los problemas sociales de otro modo, derivándolos a los propios

sujetos en mayor grado (es decir, “emprendimiento social”), ahorrando, así, costes

(dado que para el neoliberalismo los costes sociales son intolerables).

6. Conclusiones

En los párrafos anteriores hemos defendido cómo la emergencia de nuevas

actividades (donde la creación de valor depende más de la innovación y del

conocimiento) demanda nuevos mecanismos organizativos y de control para orientar a

los empleados a tales objetivos. Hemos estudiado, como ejemplo, el emprendimiento,

que busca favorecer la creatividad y la innovación apelando a la iniciativa y permitiendo

una mayor autonomía del empleado. La mayor libertad, autonomía y autogestión de los

individuos, las unidades y los equipos generan un clima laboral mejor adaptado al

contexto de una estrategia de valorización más basada en el conocimiento, y dada la

mayor competitividad en mercados globales y muy abiertos, en comparación con épocas

anteriores.

El emprendedor es la nueva figura o perfil, al que todos han de aspirar, según el

nuevo lenguaje empresarial, ya que ofrece a la empresa, por la motivación y el

compromiso que provoca esa autonomía ampliada del trabajador, la total movilización

de las capacidades creativas e intelectuales para avenirse a los requerimientos de

innovación y calidad. Es el emprendedor igualmente el que exhibe las conductas y se

adapta a las prácticas de flexibilidad e iniciativa que el capitalismo cognitivo precisa.

La empresa promueve dicha autonomía, y “deja hacer”, porque redunda en favor

de las necesidades de los proyectos, y de la renovación y adaptación constantes de los

mismos a las necesidades del mercado, y no implica, en absoluto, el fin de las

jerarquías, aunque se traduzca en un ambiente más informal11

. La mayor autonomía e

iniciativa, y las iniciativas emprendedoras, no son la puerta de entrada a una especie de

anarquía, más bien dinamizan grupos y permiten ahorrar costes de decisión a las capas

11

En el que, en cualquier caso, hay que saber hasta dónde llegar, como expresaban algunos entrevistados,

pues siguen siendo empresas capitalistas en cualquier caso.

19

directivas pues implican que los sujetos asuman más incertidumbre, que se resuelve

mediante mayor activación personal de las capacidades, cuando, además, dicha

incertidumbre crece en el mundo de la innovación y bajo mercados globales saturados y

volátiles, como los referidos.

También hemos visto cómo los discursos del emprendimiento corporativo

encuentran interesantes paralelismos con el emprendimiento que se propone para

problemas estructurales como la falta de empleo, las necesidades sociales de grupos

vulnerables o de la población en general.

Estamos ante técnicas, por tanto, que transfieren crecientemente a los individuos

todas las incertidumbres, las exigencias de calidad, las presiones competitivas, o los

problemas de raíz estructural del contexto económico para que estos den solución a las

mismas explotando, desde el emprendimiento, todos sus resortes creativos. Y ello se

explica porque la innovación (individual y social) es el recurso a extraer como medio de

diferenciación en los mercados, y como medio de ahorro de costes en muchos ámbitos,

entre ellos, los servicios públicos y la asistencia social. Todas estas técnicas parece que

pergeñan una nueva forma de intensificar la contribución del trabajo vivo en diferentes

ámbitos, para hacer frente a los problemas de crisis, saturación de mercados o recorte en

los recursos públicos.

Son formas de gestión, por tanto, que buscan obtener capacidades y

comportamientos de los sujetos, pero que no utilizan el ropaje de la coacción explícita,

sino que apelan a deseos y a motivaciones personales. ¿Pues a quién no le activa o

cautiva que se muestre confianza en él, que se llame a su iniciativa, que se le forme en

la autogestión y que se le permita ejercerla?

Estos discursos y técnicas tienden a descargar más responsabilidades y

requerimientos en la persona (por su potencial creativo en términos de explotación).

Pero hay límites que surgen: la imposibilidad de que podamos prever todo, los límites

de esa movilización intensificada de capacidades cognitivas y emocionales durante un

largo tiempo, o la indefensión de las personas ante los elementos y los efectos de

estructuras inmanejables e imprevisibles de la realidad, y que una sociedad capitalista y

moderna complejiza e intensifica al crear mercados globales, interdependencias

complejas y opacas, sin considerar la vulnerabilidad y suerte cambiante de todo

proyecto (emprendedor) bajo una sociedad en constante mutación ciega como es la

20

capitalista. Por lo que emprendimiento también puede tonarse en oportunidad de

fracaso, y en constante precariedad.

No obstante, los discursos de corte empresarial buscan inocular ese espíritu de

emprendimiento, porque la flexibilidad y capacidad reactiva del emprendimiento y de

los grupos autónomos, precisamente, son lo que mejor se amolda a esa imprevisibilidad

y cambio constante económico y tecnológico (inherentes a la producción bajo el capital,

especialmente en sus fases avanzadas y de explotación de la innovación). También estos

discursos brindan soluciones prácticas a una situación de grave crisis y recortes

(motivados por la crisis fiscal de los estados que tiene una compleja génesis), y que

plantean una reformulación sin precedentes de una de las patas de las sociedades

capitalistas hasta la fecha, como era el estado de bienestar. En ausencia de recursos

públicos, y ante la necesidad de ahorro del estado, los individuos han de desarrollar su

inventiva para garantizar las necesidades sociales, y evitar así costes al estado

(permitiendo, de este modo, a la larga, reducir impuestos, medida que siempre será leída

positivamente por los “mercados” de inversión).

Puede sorprender que se plantee el emprendimiento en la empresa y en las

iniciativas sociales como nuevas técnicas para orientar a los sujetos a ciertas conductas

y metas, pues más bien los “empoderan”, y aumentan la motivación, que hace a las

personas encontrar un sentido y sentirse relevantes y útiles en lo que hacen. Tomar o

apelar a la iniciativa personal puede ser todo lo estimulante y honorable que se quiera, el

problema es que estos nuevos mecanismos para estimular ciertas conductas están dentro

de un contexto en el que esa innovación está al servicio de un objetivo abstracto y ciego

(acumular capital), o en el marco de una competitividad extrema entre corporaciones y

empresas, nacidas de ese mismo objetivo abstracto. De este modo, las condiciones en

que se enmarca tal emprendimiento y empoderamiento tienden a tornarlos algo

sobredeterminado, superficial, no real, algo que no nace en realidad de la autonomía de

las personas, sino que es un nuevo mecanismo de organización para estimular o hacer

más llevaderas las presiones, lo acelerado y heterodeterminado de la producción en el

capitalismo, máxime en una fase en que crece las necesidades de innovación por la

mayor competencia a nivel mundial. Lo mismo vale para el emprendimiento social: el

marco en el que estos buenos propósitos e ideales se insertan lo desvirtúa, de modo que

contemplamos que tales iniciativas consisten más bien en hacer que, especialmente en

un contexto de crisis económica y fiscal de los estados, las comunidades y las personas

21

reasuman problemas que tienen una raíz estructural (tienen su origen en el modo en que

funciona la sociedad capitalista, y en algunos fenómenos que esta ha alimentado

recientemente como la financiarización). Debido a tal carácter estructural, tales

problemas siempre se reproducirán de este u otro modo, o afectarán a este u otro

colectivo, sin que puedan solucionarse simplemente promoviendo la creatividad en la

parte de la identificación y cobertura de necesidades sociales, o apelando a la

motivación y compromiso de los emprendedores (como pretende la doctrina del

emprendimiento social). La creatividad debería aplicarse, antes de nada, a examinar y

encontrar alternativas al marco que sobredetermina a estas sociedades, y que es el de la

creación compulsiva, y en expansión continua, de valor abstracto, de capital (Postone,

2006).

22

8. Bibliografía

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