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Número 172 Junio 2009 Examen DIRECTOR GENERAL: MIGUEL LÓPEZ AZUARA NÚMERO 172 / AÑO XX / JUNIO 2009 VIVIR EN DEMOCRACIA Jorge Alcocer V. Mario I. Álvarez Ledesma Martha Anaya Leonardo Curzio Luis Farías Mackey José Fernández Santillán Joel Hernández Santiago Eduardo R. Huchim Estela Livera Víctor M. Martínez Bullé Goyri Miguel Ángel Vite Pérez ESCRIBEN: Jorge Aguilar Mora Carlos Benavides Carl Bildt Ian Buruma José Carreño Figueras David Colmenares Páramo Víctor Flores Olea Julieta Guevara Václav Havel Hernán Lara Zavala Francois Nicoullaud Joseph S. Nye Humberto Sauri Duch Portada.indd 1 4/29/09 1:50:23 PM

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Núm

ero 172Junio 2009

Examen

DIRECTOR GENERAL: MIGUEL LÓPEZ AZUARA

NÚMERO 172 / AÑO XX / JUNIO 2009

VIVIR ENDEMOCRACIA Jorge Alcocer V. Mario I. Álvarez Ledesma Martha Anaya Leonardo Curzio Luis Farías Mackey José Fernández Santillán Joel Hernández Santiago Eduardo R. Huchim Estela Livera Víctor M. Martínez Bullé Goyri Miguel Ángel Vite Pérez

ESCRIBEN: Jorge Aguilar Mora Carlos Benavides

Carl Bildt Ian Buruma

José Carreño Figueras David Colmenares Páramo

Víctor Flores Olea Julieta Guevara

Václav Havel Hernán Lara Zavala

Francois Nicoullaud Joseph S. Nye

Humberto Sauri Duch

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LA MARQUESAEstado de México

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Del color con que se mira

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4 Doña DemocraciaMartha anaya

7 Los nuevos votantesSonya Valencia

10 La calidad de la democraciaJorge alcocer V.

12 Transición y consolidaciónleonardo curzio

14 Lo que nos faltaeStela liVera

17 Miserias de nuestra democracialuiS FaríaS Mackey

20 Ante las elecciones del 5 de julioJoSé Fernández Santillán

23 La democracia amenazadaeduardo r. huchiM

26 Sistema electoral a pruebaVíctor M. Martínez Bullé goyri

30 Democracia y derechos humanos: en contra de los mitos

Mario i. álVarez ledeSMa

32 ...Para la élite política mexicanaMiguel ángel Vite Pérez

35 Democracia en si, bemolJoel hernández Santiago

38 Votaciones intermediasraquel Peguero

172 Junio de 2009

especial

42 Campeche: turismo, cultura y ecologíahernán lara zaVala

44 Oaxaca: la deuda eterna con el sur-este daVid colMenareS PáraMo

46 Yucatán: el desarrollohuMBerto Sauri duch

sureste

2 exaMen

Partido revolucionario institucional

Beatriz Paredes rangel Presidenta del Comité Ejecutivo Nacional

Jesús Murillo Karam Secretario General del Comité Ejecutivo Nacional

Heriberto M. Galindo Quiñones Coordinador del Comité Nacional Editorial

y de Divulgación

Miguel lópez azuara Director General

Joel Hernández santiago Director General [email protected]

sergio a. ruiz carreraDirector de Arte

[email protected]

alberto salamanca Cultura

rolando Guzmán trujillo Asistente Editorial

delia caudillo Corrección

argelia vazquez Montoya Administración y Distribución

carlos salomo ariasAsistente

Examen, revista mensual, junio de 2009.Editor Responsable: Heriberto M. Galindo Quiñones

Comité Nacional Editorial y de Divulgación del CEN DEL PRIInsurgentes Norte 59, Edificio 2, Subsótano Col. Buenavista, México, D.F. C.P. 06359

Teléfonos: 01(55) 5729.9600 ext. 2663, 2669 y 4632e-mail [email protected]

Número de Certificado de Reserva: 04-2007-092009272900-102Número de certificado de licitud de título: 14113

Número de certificado de licitud de contenido: 11686ISSN: En trámite

Imprenta: MAC Rotativas S.A. de C.V. Lote 8, manzana 3, Parque Industrial, Exportec II, C.P. 50200, Toluca, México.

Distribución: Francisco Hong Pardo, Barranquilla 117, Col. Lindavista Deleg. Gustavo A. Madero, México D.F. 07300. EGESA, Bertha 45,

Col. Villa de Cortés, Deleg. Benito Juárez México, D.F. 03500El tiraje de este número de Examen es de 10,000 ejemplares

Junio de 2009. México

Derechos de reproducción reservados. Prohibida la reproducción parcial o total sin la previa autorización, por escrito, de la Dirección General

los artículos firmados son de la exclusiva responsabilidad de los autores y no representan

necesariamente la opinión del Pri.

Autorización como correspondencia de Segunda Clase, publicación periódica, registro No. 010-0190, características 228731209,

del Servicio Postal Mexicano

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contenido

50 ¿Qué cree EUA que pensamos nosotros?

Jorge aguilar Mora

52 EUA-MEX: las guerras de palabras

JoSé carreño FigueraS

55 La seguridad, nuevo tema de la Unión Europea con México58 Much ado about nothing60 ¿Cuál es la globalización que sobrevivirá?

JoSePh S. nye

62 Reafirmando a Europacarl Bildt y Franco Frattini

64 Razonemos con IránFrancoiS nicoullaud

66 La carga de Chinaian BuruMa

68 Colombia y la crisis internacionalMauricio reina

70 La cuestión más importante en el Sudán

ShloMo Ben-aMi

72 Muerte en LhasaVáclaV haVel, et al

74 El eje narco-petróleo Víctor FloreS olea

76 Vecinos fallidos carloS BenaVideS

internacional

seguridad

78 Miguel Ángel Granados Chapa El futuro era otro

Julieta gueVara

cultura

80 – El miedo a gobernar. La verdadera historia del PAN – La reforma política del Distrito Federal

libros

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ero 172Junio 2009

Examen

DIRECTOR GENERAL: MIGUEL LÓPEZ AZUARA

NÚMERO 172 / AÑO XX / JUNIO 2009

VIVIR ENDEMOCRACIA Jorge Alcocer V. Mario I. Álvarez Ledesma Martha Anaya Leonardo Curzio Luis Farías Mackey José Fernández Santillán Joel Hernández Santiago Eduardo R. Huchim Estela Livera Víctor M. Martínez Bullé Goyri Miguel Ángel Vite Pérez

ESCRIBEN: Jorge Aguilar Mora Carlos Benavides

Carl Bildt Ian Buruma

José Carreño Figueras David Colmenares Páramo

Víctor Flores Olea Julieta Guevara

Václav Havel Hernán Lara Zavala

Francois Nicoullaud Joseph S. Nye

Humberto Sauri Duch

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portada: Sergio a. ruiz carrera

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EstruEndosa carcajada dE un psicópata

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especial

En la calle, entre jóvenes y adultos, hombres y mujeres, estudiantes y estudiosos, la idea que tienen sobre lo que significa la demo-cracia es muchas veces muy distinta a como la definen, la pintan y la ensueñan los aca-

démicos y especialistas en la materia.Pregunté a distintas personas qué significaba para

ellos la democracia, su idea personal de ésta, y las res-puestas fueron maravillosas. Reveladoras incluso de la

personalidad de cada uno y de su esperanza, distancia, o desencanto ante esta palabra que tantas ideas anima.

La mayoría de las respuestas es sencilla. Y ese es su valor. Pues es la manera como cada uno ha vestido el significado de esta palabra, como a un Niño Dios, el día de la Candelaria. Y más aún, penetran en el alma que, consideran, debería tener.

Vamos, pues, con algunos de los comentarios que recibimos a propósito de Doña Democracia:

Es Prometeo a la hora de robarse el fuego de la pasión del amor y castigado por Zeus por repartir la luz del saber

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Martha Anaya

Manuel Hernández, estudiante universitario, la piensa y dice:-Pues creo que, básicamente, democracia se podría defi-nir como el ejercicio político de la voluntad mayoritaria (aunque nunca se aplique). Es la toma de decisiones por consenso social. Al menos así lo entiendo.

Hector Mena Brito, empresario, y de un humor sarcás-tico, responde sin más:-En México... ¡Es una idea que no sabemos cómo hacerla funcionar!

Guadalupe Pereyra, campechana, estudiante de Fi-losofía y Letras, ve en la democracia algo que califica como “simple”:-Sin entrar en términos académicos, es brindarle a la sociedad, de la que formo parte, las reglas para que impere la justicia, en la medida de lo posible; cero im-punidad, reglas de convivencia, civilizadas, respeto a las garantías individuales de todos, respeto a las leyes, todas, en fin, un mundo en el que ahorita no vivimos. Simple.

Luis Manuel Ferrer, baterista, ataja con sentido juarista:-Para mí la democracia significa igualdad y respeto. Se puede no compartir el mismo punto de vista, pero no por eso imponer el propio.

Sofía Miselem, periodista aguerrida, compañera de andanzas reporteriles y gratas charlas, apunta mientras desayunamos:

-La democracia es una forma de vida, es el respeto a las decisiones individuales que no afecten a terceros y que se toman en todos los ámbitos de la vida. Y cuando esas decisiones chocan con los derechos o decisiones de terce-ros, la democracia también es el ejercicio de encontrar un punto medio de tolerancia entre dos intereses encon-trados. Y, por supuesto, comparto tu opinión porque de-mocracia también es la eterna búsqueda de la justicia.

Vendedor de tacos en una esquina de la colonia Conde-sa, don Alberto Saldívar me mira azorado ante la pre-gunta, juguetea con el cuchillo y finalmente se decide:-Para mí es pura chingadera.

He dejado para el final la respuesta de César Illescas, psicólogo, profesor de psicología y ciencia política en la UNAM. Es precisamente una de sus frases con la que hemos encabezado este artículo. Ahí les va:-La democracia no significa porque se maneja en la dimen-sión del imaginario y es, por lo general, utilizado como un vínculo entre lo imaginario y lo simbólico para hacer creer y no saber que lo imposible puede ser realidad. Es la relación donde el perverso divide a los otros para que gocen y no para que sepan. Es la estruendosa carcajada del psicópata ante la inocencia de los que creen. Es Prometeo a la hora de robarse el fuego de la pasión del amor y castigado por Zeus por repartir la luz del saber. Es Dios que prohíbe comer a sus infantes hijos del fruto del saber, saber que existe el or-gasmo. En suma, la democracia es el fementido falo de la madre que un día los infantes descubren que no hay tal.¡Qué tal! Se queda uno girando ¿verdad?

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democracia ¿dónde estás?En nuestros andares como periodistas nos hemos to-pado con concepciones de todo tipo a propósito de la Doña (que no es, en este caso, María Félix, sino la democracia).

Con bombos y platillos se festejó en el año 2000 nuestro ingreso a la democracia. La alternancia en el poder, se puntualizaba con razón, es requisito indis-pensable para que ésta se cumpla. Ernesto Zedillo, último mandatario emanado de las filas priístas, fue llamado entonces “el Presidente de la democracia” por haber entregado de manera tranquila el poder al can-didato triunfador del opositor Partido Acción Nacio-nal, Vicente Fox.

Durante los tres primeros años del nuevo go-bierno se otorgaron cumplidos a diestra y siniestra a la nueva era, la era de la democracia en México. Y fue precisamente a mitad de sexenio cuando En-rique Krauze escribió en la revista Letras Libres un texto titulado Por una democracia sin adjetivos, en el que afirmaba que desembocar en la democracia no era el final del viaje: “hay que saber afianzarla, conducirla y, en algunos casos, acotarla.”

El problema en México, ex-ponía, no era “adjetivar la demo-cracia” para ampliar o proteger libertades. El problema, indicaba, “es afianzar la de-mocracia y la libertad mediante el ejercicio cotidiano y permanente de una ética de la responsabilidad”.

Y eso fue precisamente lo que faltó. El en-frentamiento entre Vicente Fox y el entonces Jefe de Gobierno, Andrés Manuel López Obrador, dio pie para que Carlos Fuentes catalogara los dimes y diretes y los videoescándalos con que se atacaba al perredista como episodios de una democracia “pinche y barata”.

Para cuando llegó la etapa del desafuero para el perredista, cayó un alud de escritos y opiniones -na-cionales e internacionales- afirmando que la naciente democracia había sucumbido.

Fox dio marcha atrás en su intento por impedir que López Obrador compitiera por la Presidencia de la República, pero encontró otras maneras de evitar su triunfo. Lo ocurrido en el 2006, “haiga sido como haiga sido” (Felipe Calderón dixit), llevó a un enor-me plantón postelectoral en la avenida Reforma, del cual destaco la leyenda de una manta que aparecía constantemente: “Democracia ¿dónde estás?, te que-remos conocer.”

A la fecha, no hay día en que la palabra democra-cia deje de asomar en discursos, declaraciones, charlas, notas de periódicos, artículos de opinión. La palabra, la Doña, es invocada a la menor provocación, lo mis-mo para justificar sucesos, decisiones, caminos, que para reprobar lo mismo o muchas otras ideas más.

¿Qué significa para cada quién? Pues, como hemos visto, cada uno tiene su propia idea y defi-nición sobre lo que es la democracia. Pero, desde luego, para la gran mayoría, va mucho más allá de su definición básica como una mera “organización político-social, basada en la participación de todos los miembros de una sociedad en la orientación y funcionamiento de ésta”.

El politólogo y escritor Germán Espino afirma, por ejemplo, que para que una democracia sea consi-derada como tal, además de “elegir a los gobernantes en elecciones competidas, debe haber un régimen que privilegie el respeto a los derechos humanos, el respeto al voto de la mayoría y la existencia de un sistema de

contrapesos”.Partiendo de esta premisa,

considera que México va en cami-no hacia ello, pero aún no lo logra, porque sólo cumple el primer re-quisito: elecciones competidas. De ahí que hable de una democracia, en nuestro país, a nivel “virtual”,

pues falta desarrollar su “esencia”.Otra visión, ésta desde fuera, es del politólogo y

profesor en ciencia política de la Universidad de Yale, Guillermo O’Donnell, opina que en México la demo-cracia aún está en construcción y sus características están por definirse.

Para él, no existe un sentimiento de desilusión por la democracia ni en México ni en América Latina. Más bien, sostiene, hemos sido engañados. En una en-trevista con Reforma lo dijo así: “Hemos ganado un ré-gimen de libertades, pero muchas veces los liderazgos políticos que vienen del frío de la oposición no están a la altura de las expectativas.”

Sí, las expectativas...Como hacia un dios o una diosa, las expectativas

respecto de la democracia son infinitas. Tal vez no para los políticos, pero sí para los simples mortales. De ahí que cada quien la cree, la vista, la mire y la describa a su real parecer y entender. Para eso es la democracia. Por eso es La Doña. Una Doña que se niega a que la dejen sin ropajes, sin sustancia y sin adjetivos.a

Periodista

una doña que se niega a que la dejen sin

ropajes, sin sustancia y sin adjetivos

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Sonya Valencia

Los nuevos

votantes“No dejemos que el abstencio-

nismo empañe la elección. La participación de todos los ciu-dadanos es fundamental para México y la capital del país”,

dijo el consejero presidente del IFE, Leonardo Valdés Zurita, durante la firma de un convenio entre los ins-titutos Federal Electoral y Electoral del Distrito Fede-ral. “Este es el momento de emprender una cruzada de promoción del voto, pues el abstencionismo no contribuye al ejercicio democrático, por el contrario, lo aleja”.

El próximo domingo 5 de julio de 2009, 74 millo-nes de mexicanos con credencial de elector saldremos a ejercer un deber cívico y a cumplir con un derecho constitucional, el derecho del voto. En menos de un mes decidiremos quiénes son los que van a hacer y a aprobar las leyes que regirán nuestro país. Los que decidirán el futuro de nuestra ciudad y municipios, y que se encargarán de resolver si se abren o no vialida-des, si se componen las luminarias, si se pavimentan las calles, si se arreglan las banquetas, si se reubica el ambulantaje, si se recoge la basura y cómo se comba-tirá la delincuencia.

Dentro de un mes cinco días nuestra participa-ción será determinante para elegir a mil 320 mexi-canos que, en teoría, ocuparán por tres o seis años cargos de elección popular. Tendremos 300 nuevos diputados federales por mayoría relativa (voto di-recto), 200 diputados federales por representación proporcional (plurinominales), seis gobernadores en Querétaro, San Luis Potosí, Sonora, Nuevo León, Colima y Campeche; 616 presidentes municipales en Sonora Querétaro, San Luis Potosí, Nuevo León, So-nora, Colima, Jalisco, Tabasco, Guanajuato, Estado de México, Morelos y Campeche; 16 jefes delegacionales en la ciudad de México; 40 asambleístas, también en el Distrito Federal, y 248 diputados locales en: Que-rétaro, San Luis Potosí, Nuevo León, Sonora, Colima, Jalisco, Tabasco, Guanajuato, Estado de México y Campeche.fo

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Después de un año de trabajo partidista, los aspi-rantes a estos puestos de elección popular están llegan-do al clímax de sus campañas políticas, las cuales, en su mayoría, empezaron con una propaganda agresiva, en donde la foto y nombre de los aspirantes a candidatos circularon tanto en el Distrito Federal como en los esta-dos donde se celebrarán estas elecciones intermedias.

De entonces a la fecha el interés político ha ido en aumento entre la población.

En el Distrito Federal, y aunque parezca increíble, en una delegación al poniente de la ciudad de México, quienes están más interesados en conocer a los candida-tos y sus propuestas, e incluso en participar en el proce-so electoral, ya sea con su trabajo como promotores del voto apoyando a los candidatos, son los jóvenes de clase media alta y alta, probablemente porque los candidatos de los tres principales partidos, PRI, PAN y PRD, perte-necen a esta misma clase social.

En esta demarcación, una legión de chavos “bien” ha dejado su trabajo para integrarse a las campañas políticas. En carros último modelo con calcomanías de su candidato y vestidos con vaque-ros y camisas del color del partido por el que simpatizan, circulan por toda la demarcación, principal-mente por las colonias más despro-tegidas, económica, social y cultu-ralmente hablando.

- Es increíble, pero ahora es más difícil convencer a un chavo de escasos recursos para que participe en las elecciones intermedias, que a estos jóvenes, comenta un habitante de la localidad.

Con alegría y entusiasmo, después de una semana de trabajo los chavos se reúnen en los diferentes cafés y restaurantes de la zona para platicar sus experiencias proselitistas.

Esta charla se desarrolla en un restaurante ubicado en Torre Arcos, en Bosques de las Lomas. Daniel, Artu-ro, Diana, Sofía y Paola hablan sobre la democracia en México y la importancia de salir a votar. Alma, hermana de Daniel, y quien acaba de cumplir 18 años, escucha con atención. Es la primera vez que emitirá su voto y está muy entusiasmada.

Sofía, la más politizada de todos, desde antes de que se iniciaran las campañas formales empezó a tra-bajar en un partido político como voluntaria. Diana y Paola se acaban de integrar a un equipo de campaña, y Daniel y Arturo están trabajando por su cuenta para que sus vecinos y amigos salgan a votar el próximo 5 de

julio. “Creemos en la democracia como forma de go-bierno y un voto hace la diferencia entre un buen o mal gobierno”, dicen.

Después de unos minutos de charla llega Rodrigo, el único de su grupo que jamás se ha querido involucrar en política.

- ¿Qué onda con su carrera política, wey?, pregunta a sus amigos. - Chidísima, le responde Diana. Nos hemos reco-rrido toda la delegación. No sabes todo lo que he-mos aprendido. El trato directo con la gente de la localidad es otro rollo. Es gente chida.- Los veo tan entusiasmados que seguro en el 2012 alguno de ustedes hace campaña para diputado, bromea Rodrigo.- Seguro que sí. La política nos atrae a todos.- ¿Y tú, Sofi? ¿Qué onda con tu vida? Ahora sí te sientes realizada ¿no? La grilla siempre ha sido

lo tuyo.- Sí, desde que tenía diez años y una amiga de mi mamá me adop-tó como hija política para que la acompañara en los eventos a los que tenía que acudir con su fami-lia. Ella no tenía hijos. - ¿Y qué es lo que más te gusta de la campaña?, le pregunta Alma a Diana, quien no se pierde una

sola palabra de lo que se comenta en la mesa.- Platicar con la gente es chido, porque te das cuen-ta de cuáles son sus necesidades. Nos estamos me-tiendo a las colonias más jodidas y hay personas que te dan todo, lo poquito que tienen, y se sienten felices porque vas a su casa, por supuesto que hay otras que no son tan amables, sobre todo si sus pre-ferencias partidistas son diferentes a las tuyas.- Trabajas todo el día, ¿no? Estás super bronceada. Ya te ahorraste la ida a Acapulco.- Bronceada, desmañanada y desvelada. Me levan-to a las cuatro de la mañana para ir a las lecherías y me acuesto después de las doce, planeando el tra-bajo del día siguiente. - ¿Y cuál es el objetivo de las campañas?, le pregun-ta Rodrigo a Sofía.- Dar a conocer al candidato, sus propuestas y sa-car a la gente para que vote el 5 de julio. Como tú debes saber, el voto es la base de la democracia. Un país democrático, como el nuestro, requiere de ciu-dadanos activos, bien informados, comprometidos y partícipes de la vida política para poder exigirles a los gobernantes.

“creemos en la democracia como forma de

gobierno y un voto hace la diferencia entre

un buen o mal gobierno”

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- Eso suena chido, ¡pero levantarte a las cuatro de la mañana! Yo no podría.- Estás tan metido en la campaña, que ni lo sientes. - Tu candidato es un chavo joven, ¿no?- Sí, tiene 28 años y le echa muchas ganas, sobre todo se preocupa por los grupos más desprotegi-dos y por que los jóvenes salgan a votar.- El otro día leí que el 5 de julio habrá más de 4 millones de jóvenes que votarán por primera vez. Así que los partidos deberán ponerse las pilas para convencerlos de cuál es el que constituye la mejor oferta política. - Así es, estamos conscientes de ello. Sabemos que el voto de los chavos que acaban de cumplir 18 años tiene la capacidad para determinar los resul-tados en los distritos donde la competencia políti-ca está gruesa.

- Pero no sólo eso, Rodrigo. Te va a sonar muy oficial, pero es un deber de todos los ciudadanos participar en la vida cívica y política de México por medio del voto. - Eso es cierto -interviene Arturo-. Somos un buen de votantes. Hasta el 2 de enero el padrón electoral tenía inscritos 77.8 millones de ciudadanos, mien-

tras que la lista nominal registraba 74.8 millones de electores.- ¡Qué chida plática, wey! Me encanta hablar con ustedes porque cuando los escucho comprendo que el mundo en que vivimos debe encaminarse por un proceso de cambio de mentalidad en lo que tiene que ver con la gobernabilidad.- Yo ya quiero que sea 5 de julio para votar –dice Alma-. Sé que con mi voto voy a aportar un granito de arena para que haya cambios en mi delegación.- Almita, seguro ese día te vas a ir con toda tu ban-da pesada de antro.- Pues así me vaya de antro y no duerma voy a salir a votar y es más, me voy a llevar a todos mis ami-gos a que hagan lo mismo. Lo único que no tengo claro es por quién debo votar. Ustedes díganme. - No te podemos ni debemos decir que votes por uno o por otro -le contesta Daniel-. Lo que debes tomar en cuenta es el perfil de cada uno de los can-didatos y por supuesto de los partidos. Fíjate que el candidato al que le des tu voto sea serio, que tenga propuestas realistas y no te cree falsas expectativas. Conoce su currículum y conócelos a ellos.- ¿Pero cómo los puedo conocer?- Hay muchas maneras. Una de ellas es la red. En la actualidad, no sólo en México sino en muchos países los políticos hacen campaña por internet.- Sí, yo he visto videos de nuestros candidatos en YouTube.-dice Arturo- y Sofía continúa.- Además, cuando te inviten a una reunión donde vayan a estar presentes acude, esta es una buena oportunidad para tratarlos personalmente y para expresarles todas tus inquietudes.- Yo te recomiendo que investigues a fondo, y no sólo al que va para jefe delegacional de tu delega-ción, sino a los diputados federales y locales que te corresponden.- Es muy importante que te enteres quiénes son y los conozcas físicamente. - Conocer a los partidos, a los candidatos y sus propuestas es parte del proceso democrático que estamos viviendo.

En México, durante generaciones, diversas fuerzas po-líticas y sociales trabajaron intensamente por lograr la apertura del sistema político y la existencia de un sis-tema de partidos verdaderamente competitivo. Este esfuerzo se ha concretado en un proceso de sucesivas reformas electorales que garantizan que el voto de los ciudadanos cuente y como dirían los promocionales del IFE: “Y qué contemos todos.”a

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Si algo distinguió, en materia política, a las dos décadas finales del siglo pasado, fue el tema de la democracia, su reimplantación (América Latina); implantación (Europa del Este, Asia, África), extensión a nuevos ám-

bitos y la generación y aceptación de nuevos derechos ciudadanos (Estados Unidos, la Europa comunitaria).

En América Latina, el proceso se concentró en la superación de las dictaduras militares y el retorno a la democracia en las naciones más importantes del Cono Sur (Chile, Argentina, Brasil, Uruguay); en la liquida-ción de añejos sistemas militaristas (Perú, Bolivia, Ni-caragua, El Salvador, Guatemala, Honduras) y, un caso singular, en la aparición de la competencia electoral y, al final del siglo, en la alternancia en el ejercicio del poder (México). Cuba sigue siendo la excepción.

En Europa del Este y la URSS, la caída del Muro de Berlín y la posterior desintegración de la Unión Soviética y el Pacto de Varsovia, dio lugar a la im-plantación de la democracia en los países que inte-graron ese bloque. La Europa comunitaria incluye hoy a varios de esos países, al mismo tiempo que apoya los esfuerzos por transitar hacia ella en otros. En la vieja Europa se registra la expansión y ejercicio de nuevos derechos (tanto políticos como sociales). La excepción, sangrienta, fueron algunos de los paí-ses de la ex Yugoslavia, asolados por guerras civiles alimentadas por odios raciales e intolerancias reli-giosas de larga data.

En Asia, los avances fueron pocos, pues el país más poblado del planeta (China), pese a su dramático viraje económico, mantiene un sistema político de par-tido único con carencia de libertades políticas y persis-tencia de graves afectaciones a los derechos humanos. India (la primera democracia mundial por número de votantes) y Japón se han mantenido en el campo de las naciones democráticas, pero persisten regímenes au-toritarios en varias naciones (por mencionar algunos: Corea del Sur, Indonesia, Tailandia, Vietnam, Cambo-dia, Myanmar).

África sigue siendo el continente olvidado, para la democracia y para el desarrollo humano. No sólo no hay avances en casi ninguna materia, sino incluso graves retrocesos, que han conducido a sangrientos enfrenta-mientos y masacres étnicas en diversas naciones.

Sin haber concluido la tarea del siglo XX, al ini-ciar el siglo XXI una nueva asignatura surgió dentro de la agenda internacional: evaluar la calidad de la de-mocracia. Más que preocuparse por la consolidación de las nuevas democracias, o de aquellas que habían retornado a ella, entre los especialistas y las agencias internacionales (significadamente el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD) se abrió campo el debate sobre la llamada desilusión democrá-tica, tal y como lo ejemplifica el informe del PNUD sobre la democracia en América Latina (2006)

En nuestra región los ciudadanos parecen estar insatisfechos con los resultados de la democracia, a la que no atribuyen impacto positivo en sus condiciones de vida y de trabajo ni en sus perspectivas de futuro per-sonal y familiar. Aunque la mayoría de los ciudadanos siguen considerando a la democracia como el mejor sis-tema político, un segmento significativo estaría dispues-to a sacrificar libertades políticas a cambio de mejores resultados económicos. A lo anterior hay que agregar la generalizada decepción, cuando no abierto rechazo, a los partidos políticos, y los pobres resultados alcanzados por gobiernos surgidos de procesos de alternancia.

Cabe considerar también que al amparo de la de-mocracia han resurgido, en varios países de América Latina, líderes de abierto corte autoritario (Chávez, en Venezuela); otros de inspiración étnica, que linda con una especie de racismo reivindicador (Evo Morales, en Bolivia), o auténticas rémoras de otras épocas (García, en Perú; Ortega, en Nicaragua). Pero aun en países de mayor importancia regional la democracia no ha co-rrido con mejor suerte.

En Argentina se ha impuesto una cúpula gober-nante fundada en lazos matrimoniales y de negocios, mientras que en México los resultados de las eleccio-

de la democraciaLa calidad

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nes presidenciales de 2006 sometieron al sistema elec-toral, edificado a lo largo de tres décadas, a una prueba que todavía no alcanza a ser superada.

En su origen, al menos para nuestra región, el problema parece provenir de una sobreventa de ex-pectativas democráticas; de haber asignado, o pre-tendido asignar, a la democracia tareas que no le corresponden, como la prosperidad económica, la distribución del ingreso, la erradicación de la mar-ginación, el atraso y la pobreza. Los ciudadanos fue-ron ilusionados por políticos y partidos irreflexivos y populistas, con promesas de progreso económico, general, familiar y personal, que la democracia y sus resultados electorales no podían asegurar. En tal con-texto, la desilusión democrática era inevitable.

La respuesta de las élites partidistas o gobernantes, en va-rios casos, ha sido el retorno a los discursos cargados de un naciona-lismo trasnochado, patriotero, que rememora las décadas de los sesenta y setenta, cuando todo era culpa del “imperialismo” y de las agencias del gobierno norteamericano. El discurso tiende un velo para ocul-tar los errores, corruptelas e irres-ponsabilidades que han marcado a no pocos gobiernos de la región, emanados de procesos comiciales formalmente democráticos. El otro componente del engaño es el retor-no a la “solidaridad” con Cuba y el alineamiento de varios gobiernos en torno a un supuesto “eje boliva-riano” encabezado por el Presidente de Venezuela, Hugo Chávez.

Otro componente de la des-ilusión en la democracia ha sido el extendido fenómeno de la per-petuación, por la vía electoral, en el poder. Mientras que uno de los componentes centrales en los pro-cesos de retorno a la democracia fue la aceptación de candados de no reelección in-definida en casi todas las constituciones que fueron aprobadas al calor de las transiciones que liquidaron las dictaduras militares, a lo largo de finales del siglo pasado y en los primeros años del actual se produjo el fenómeno inverso. Argentina, Colombia y Venezuela son ejemplos de ese tipo de retrocesos.

Finalmente, cabe mencionar la involución regis-trada en los sistemas de partidos de varias naciones de

la región. Por una parte, se constata el surgimiento de partidos instrumentales para la causa y ambiciones de un líder carismático, cuyo objetivo único es hacerse del poder; en otros casos, el líder histórico terminó por liquidar a su propio partido, convirtiéndolo en maqui-naria a su servicio.

Hay también casos de partidos que habiendo juga-do papeles determinantes en los procesos de transición quedaron a la orilla en los años siguientes, reducidos a grupos testimoniales sin influencia electoral. En los dos polos ideológicos -izquierda-derecha- se encuen-tran casos de mutaciones radicales en las estructuras y prácticas de los viejos partidos (por ejemplo, en el caso del Partido Justicialista -peronistas- en Argentina, o en la Unión Cívica Radical de ese mismo país o en la De-

mocracia Cristiana chilena). México no ha sido ajeno al

proceso de mutación de los par-tidos políticos; aunque los tres de mayor influencia y larga data (PRI, PAN, PRD) siguen siendo los que ocupan el espacio mayor del sistema, su transformación en maquinarias electorales al servicio de grupos internos, o del gobierno en turno, es más que evidente. No es casual que todas las encuestas en la materia ubican a los partidos políticos mexicanos en el último lugar de valoración social y apre-cio institucional.

Por todo lo anterior es per-tinente el análisis y debate sobre la calidad de la democracia y de los partidos políticos, pues de ello dependerá, en gran medida, no sólo la consolidación de los avan-ces ya alcanzados, sino también, y en primer lugar, cerrar el paso a procesos de reversión o defor-mación de la propia democracia, como los que estamos viendo en varios países de América Latina.

Regresar a lo básico es el punto de partida. La de-mocracia vale por sí misma; es el medio y método que mejor permite que la pluralidad política corra por cau-ces institucionales, legales, civilizados. La democracia no asegura bienestar social ni progreso económico, pero sin ella será imposible alcanzarlos.

En fin, que la democracia no se agota en las elec-ciones, pero se funda en ellas.a

Director de la revista Voz y Voto

Jorge Alcocer V.

Es el medio y método que mejor permite que la pluralidad política corra

por cauces institucionales, legales, civilizados

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Si hace algunos años los intelectuales ligados a los tanques de pensamiento del PRI hacían ma-labares teóricos para ubicar la particularidad de México en el club de las democracias occiden-tales, las cosas hoy son bastante más sencillas

y claras. México no es una democracia “diferente” como las caracterizadas por Tempel,1 sino una República demo-crática, representativa y federal. No es que la democracia mexicana no tenga particularidades, pero es fácilmente homologable a otras democracias americanas y europeas. Hemos llegado al fin del particularismo mexicano.

Una visión esquemática de las transformaciones que ha experimentado nuestro país en los últimos años nos permitiría ubicar cambios cualitativos en cuatro ámbitos principales.

1. El primero es que pasamos de un sistema de par-tido hegemónico a un sistema electoral plenamente com-petitivo y con desenlaces imprevisibles. El proceso elec-toral en marcha para integrar la Cámara de Diputados, así como los distintos procesos electorales locales, reúnen plenamente dos condiciones básicas de un sistema de-mocrático: son altamente competidos y tienen resultados indeterminados. Cualquiera de los contendientes de los principales partidos tiene posibilidades reales de ganar en su distrito o en su estado según sea el caso.

2. El segundo es que pasamos de una larga serie de gobiernos del mismo partido a un modelo en donde la alternancia está plenamente garantizada.

3. El tercero está relacionado con la dispersión del poder entre un mayor número de actores e instituciones. Hoy el Presidente de la República conserva las facultades previstas en nuestra Constitución Política (que dicho sea de paso no son pocas), pero ha perdido aquellas que el in-fluyente texto de Jorge Carpizo acuñó como las facultades metaconstitucionales. Éstas le conferían al Presidente de México una capacidad arbitral extraordinaria y una in-fluencia decisiva en el control de otros poderes del Estado. Hoy el titular del Ejecutivo encarna la unidad nacional, es jefe de Estado y de gobierno, pero tiene poderes acotados por la Carta Magna, de forma que la división de poderes ha vivido en estos años su época de mayor esplendor.

4. El cuarto y último elemento tiene que ver con la dispersión del poder en el ámbito territorial. Los go-bernadores de los estados están plenamente legitima-dos por los votos de sus conciudadanos y por lo tanto ejercen con celo sus atribuciones sin permitir interfe-rencias indebidas de la Federación. En el ámbito mu-nicipal el nivel de empoderamiento de los presidentes municipales es probablemente menor que el de los go-bernadores, sin embargo, conforme pasan los años van asumiendo con mayor entusiasmo (y porque así se lo reclaman sus gobernados) un mayor protagonismo en las decisiones de interés público. El poder está hoy más derramado en la estructura territorial que nunca en la historia de México.

Una buena parte de la transformación política del país se ha dado por la vía de las reformas electorales hasta el punto que un famoso politólogo (Merino) ha llamado a la nuestra “la transición votada”. Empero la existencia de un régimen electoral competitivo no resuelve todos los problemas del país. Tenemos, pues, un país democrático, representativo y con una creciente dispersión del poder. Esta particular situación no nos permite, sin embargo, suponer que la democratización del país ha llegado a su final. Me parece indiscutible que la transición ha conclui-do en la medida en que si por transición entendemos la salida de un régimen político determinado y la llegada a otro régimen político; el México del 2009 es innegable-mente un país con un régimen diferente al México de los primeros años de la década anterior.

No obstante, la democracia mexicana está lejos de ser una democracia consolidada. El régimen político mexicano no tiene la solidez institucional de la que go-zan países europeos o los Estados Unidos de América. Es importante ponderar en este contexto la agenda de la consolidación democrática que es diferente, tanto en el ámbito práctico como en el ámbito teórico, a la agenda de la transición. Es especialmente relevante en estos tiempos en los que observamos retrocesos democráticos en países como Nigeria, Tailandia, Madagascar, Rusia, Filipinas y Venezuela, no olvidar que las democracias no experimen-tan siempre una línea ascendente. Puede ocurrir que una democracia no consolidada experimente retrocesos en ámbitos que consideraba ya adquiridos.

transición y

consolidación

1 Véase Tempel, T.J. (compilador): Democracias diferentes. Los regímenes con un partido dominante. México. FCE. 1991.

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En este artículo nos referiremos, por su importan-cia, a tres grandes capítulos de la agenda de la consolida-ción democrática.

1. El primero es un tema que le resultaba especial-mente atractivo al fallecido Samuel Huntignton y es la ca-pacidad de un régimen para generar orden político. Los regímenes autoritarios generan, por la vía de la represión o del miedo, un orden jerárquico que le permite al Esta-do ejercer con plenitud sus capacidades. Las democracias deben generar su propio orden a través de dos fuerzas que se complementan. Una viene desde la base y es la exigen-cia de los ciudadanos a todos sus niveles de gobierno y a todos los poderes del Estado de que cumplan con sus funciones y entreguen los bienes públicos que el ordena-miento constitucional les asigna. La segunda viene desde la cúpula del Estado y es la habilidad de la clase política en el poder para usar los elementos disponibles y así ge-nerar un orden democrático funcional. La democracia no puede ser solamente distribución del poder, debe también proveer una gobernabilidad funcional plenamente de-mocrática que haga funcionar al Estado de derecho y que garantice seguridad jurídica y seguridad pública en nive-les razonables para permitir el desa-rrollo de la vida social y económica de un país así como la atracción de inversiones y flujos turísticos. La re-forma del Estado todavía pendiente de aprobarse se ubica en esta impe-riosa necesidad de generar un orden político democrático y funcional.

2. El segundo gran pendiente de la consolidación democrática lo podríamos clasificar como un tratado de fronteras entre los poderes constitucionalmente establecidos, es decir, los poderes de derecho y aquellos poderes que independien-temente de la naturaleza democrática del régimen políti-co, nacen, crecen y se desarrollan sin pasar por los meca-nismos de legitimación política. Son los llamados poderes de facto o de hecho. En el México contemporáneo, como bien lo ha argumentado María Amparo Casar2 en Nexos, el sistema de privilegios de los que gozan los poderes de facto puede limitar la autonomía del Estado y en casos ex-tremos llegar incluso afectar la mismísima soberanía del Estado. Como sostiene Casar, la democracia en México ha dado un salto gigantesco, pero el proceso no quedará saldado si persisten los privilegios de esos grupos que li-mitan la capacidad de legislar o gobernar atendiendo en primera instancia el interés público y no al interés de estos grupos que disfrutan de un enorme poder para influir en las decisiones públicas.

3. El tercer gran asunto tiene que ver con mejorar la calidad de la democracia. En América Latina en general y en México en particular, la democracia es de mala calidad entre otras cosas por la debilidad de la sociedad civil. El motor fundamental para la construcción de una demo-cracia sólida es el empoderamiento de los ciudadanos y su ubicación en el centro del sistema político. Una socie-dad civil fuerte y consciente de sus responsabilidades y deberes, es una condición sine qua non para consolidar sobre bases firmes la democracia. La vigorización del te-jido social depende de muchos factores, el primero de los cuales tiene que ver con el desarrollo económico. Este es el principal motor para generar transformaciones políti-cas en un sentido democrático. Como lo han demostra-do Inglehart y Wetzel en una revisión de la teoría de la modernización ligada a la democracia, la elevación de los niveles de renta de los ciudadanos sigue siendo el mayor incentivo para fortalecer la vida democrática.3

4. El cuarto y último tiene que ver con la incorpo-ración de un mayor número de ciudadanos a la delibera-ción pública. La democracia liberal supone la existencia de una opinión pública bien informada capaz de ponde-

rar las opciones de un país para rea-lizar transformaciones instituciona-les, sociales o económicas. Una so-ciedad civil débil se expresa en una opinión pública igualmente débil. El espacio público que no es ocupado por la opinión pública, tiende a ser ocupado por las élites que controlan un país. Es fácil, por lo tanto, imagi-nar que la consecuencia directa de

la debilidad de la sociedad en materia de información se supla por otros actores que controlan la agenda pública en su provecho. Una opinión pública amorfa no puede contrapesar el poder de la partidocracia o el control oli-gárquico de los procesos de decisión colectiva.

Necesitamos, en suma, mejorar la calidad de la deli-beración pública incorporando a más y más ciudadanos razonablemente informados de lo que está en juego y con las habilidades de raciocinio mínimas para evitar reduc-cionismos o demagogia. El mejor antídoto para los dema-gogos y los reduccionistas, enemigos mortales de la de-mocracia, es una sociedad informada y con capacidad de formarse un juicio sobre los principales desafíos del país.

Hemos andado mucho camino por la senda de la democratización en los últimos veinte años, conviene ahora que transitemos con el mismo entusiasmo por la vía de la consolidación de la democracia mexicana.a

Analista político-investigador CISAN-UNAM

Leonardo Curzio

puede ocurrir que una democracia no

consolidada experimente retrocesos en ámbitos que consideraba ya adquiridos

2 Casar, María Amparo: Poderes fácticos en Nexos. Número 376. Abril 2009.3 Inglehart, Ronald y Wetzel, Christian: Modernization and democracy en Foreign Affaire. Vol. 88. Número 2. March/April 2009.

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L a discusión sobre el estatus democrático de México viene de lejos, aunque sin duda, el debate se polarizó a partir del controvertido resultado de las elecciones presidenciales de 2006. La interrogante es reiterada: ¿Vivimos

en democracia o aún transitamos hacia la democracia? Los hechos parecen irrebatibles: hoy vivimos una de-mocracia formal.

El problema parece estar en lo corto de la me-moria colectiva -lo que se explicaría solamente en las generaciones de niños que no han vivido o conocido los cambios fundamentales en materia democrática- que parece afectar a amplios sectores de la sociedad mexicana.

Son muchas las evidencias de que la transición de-mocrática arrancó en México en la década de los años

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setenta. Si bien en 1947 el PAN ganó su primer mu-nicipio en Quiroga, Michoacán, fue a partir de 1976 con la victoria del líder comunista Othón Salazar, en Alcozauca, en Guerrero, cuando se suceden una serie de triunfos del PAN y del Partido Comunista-PSUM en 39 municipios que pertenecían al PRI.

Luego de la explosión opositora de 1988 -entre 1989 y 1994-, el PRD alcanzó el triunfo en 80 muni-cipios de todo el país, en tanto que el PAN gobernaba más de un centenar de alcaldías.

Así, el Partido Revolucionario Institucional fue perdiendo hegemonía en gobiernos municipales y es-tatales, cuando los votantes de distintas partes del país vieron como alternativa a los partidos de oposición.

Mil novecientos ochenta y nueve fue un año em-blemático en el proceso de transición democrática. En aquella fecha, los bajacalifornianos eligieron al pri-mer gobernador opositor del país -el panista Ernesto Ruffo-, al que sucedieron otros gobiernos blanquiazu-les en otras entidades, y en 1994 el PRD ganó en las urnas su primer gobierno en el Distrito Federal.

Es decir, “la transición democrática partió desde todos los rincones del país, en municipios aislados, ca-pitales y gobiernos estatales”.1

Las mayorías absolutas tam-bién se fueron diluyendo en los congresos federal y locales. Para 1997, Octavio Paz ya hablaba de un “sistema que duró cerca de se-tenta años, con numerosas adapta-ciones… la historia del PRI, para bien y para mal, ha sido la historia de nuestro país durante cerca de un siglo. Lo que sí es indudable es que el cambio es ineluctable”.2

El Premio Nobel murió en la primavera de 1998. Y el cambio ineluctable, la alternancia en el poder presi-dencial se produjo el 2 de julio del año 2000, cuando el panista Vicente Fox ganó la Presidencia de la República.

En términos conceptuales y de teoría política, México vive hoy una democracia: el Estado reconoce y garantiza libertades y derechos fundamentales como las de pensamiento y de expresión; el libre tránsito y la libre reunión y asociación.

Cualquier ciudadano en general y en particular un activista como Andrés Manuel López Obrador, puede convocar de pueblo en pueblo a la resistencia civil y expresar a voz en cuello que -según él- Felipe Calderón es un presidente “espurio, ilegítimo y pelele”.

Tal circunstancia -impensable hace 20 años cuan-do ninguna expresión similar hubiese tenido eco en la prensa, la radio y mucho menos en la televisión-, es una muestra palpable de que se viven a plenitud dere-chos y libertades fundamentales.

Una de las transformaciones más visibles se pro-dujo en los medios de comunicación.

Fue a partir del sexenio del presidente Ernesto Zedillo cuando los medios vivieron la mayor libertad, independencia y pluralidad editorial de su historia, que se había venido gestando desde 1985, cuando la sociedad civil se manifestó indignada por las víctimas de los terremotos de septiembre.

Los medios amplificaron desde entonces la voz de las distintas opciones sociales y proyectos políticos y contribuyeron así a formar una sociedad mejor infor-mada e independiente, propia de una democracia.

En los últimos veinte años y en casi todos los rin-cones del país, los partidos de oposición alcanzaron una competitividad inédita y como nunca hasta enton-ces, tuvieron acceso a los medios de comunicación y al dinero público para anunciarse en ellos.

Como ejemplo de la cerrazón de los medios en los procesos electorales, convie-ne recordar que en 1988, Manuel J. Clouthier, candidato panista a la Presidencia en 1988, compró es-pacio en la radio para difundir su proyecto de país, pero en Aguas-calientes las radiodifusoras de-Promomedios y la XEBI anularon los contratos. Lo mismo ocurrió en Mérida, Campeche, Guanajua-

to y la XENQ, en Tulancingo, Hidalgo. En esta última frecuencia Clouthier entró por la fuerza a reclamar la cancelación de la compra. El generoso concesionario le regaló cinco minutos en vivo.

Actualmente, los partidos políticos y sus candida-tos, por ley, tienen acceso de manera equitativa y gratui-ta gracias a las distintas reformas electorales realizadas entre 1989 y 2007.

Dichas reformas permitieron crear instituciones electorales ciudadanas y confiables como el Institu-to Federal Electoral. De hecho, diferentes disputas electorales en el país fueron resueltas por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, y los tres principales partidos políticos acataron sin protestar los fallos. Estos son claros avances democráticos.

Bajo esas premisas, dos analistas con visiones distintas respecto de los resultados electorales del 2006 no dudan en que vivimos en una democracia. Lorenzo Meyer afirma: “Formalmente, México ya

Estela Livera

México vive hoy una democracia: el Estado reconoce y garantiza libertades y derechos

fundamentales

1 Lujambio Alonso El poder compartido, p. 72. Editorial Océano. 2000.2 Octavio Paz, México después del 6 de julio, p. 219. Miscelánea II Obras completas, FCE. 2001.

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vive en la democracia, pero están aún vivos y ac-tuantes prácticas y elementos del antiguo régimen.”3 Mientras que José Woldenberg sostiene que “el pro-blema ya no es la democracia sino al revés, las con-secuencias que ésta genera”.4

Se equivocaron quienes con ingenuidad creyeron que una vez que el PRI se fuera de Los Pinos por el po-der del voto, México cambiaría radicalmente. Porque la democracia formal no resuelve todos los problemas de un país.

En un balance sobre la consolidación de la demo-cracia en México hay retrocesos y pendientes.

- Un retroceso claro tiene que ver con la con-formación del nuevo Consejo General del IFE, ele-gido en sesiones públicas pero de acuerdo con inte-reses partidistas. Este tema incide directamente en la credibilidad del organismo que ha sido minada, lo mismo que el del resto de las instituciones electora-les -como el Tribunal Electoral- cuya construcción tomó dos décadas y a lo que contribuyó un perso-naje político que paradójicamente en el ejercicio de sus libertades democráticas mandó a esas y otras instituciones “al diablo”.

La agenda para la consolida-ción democrática es larga. Aquí algunos pendientes.

- Si partimos de la búsqueda de la igualdad y la equidad como fin primordial de la democracia, nuestra sociedad sigue siendo in-justa y desigual. En México, una sola familia, la de Car-los Slim, acumula una fortuna -con todo y las pérdidas reportadas en 2008-, estimada en 35 mil millones de dólares, mientras que 7.1 millones de personas (90% de los cuales son indígenas) sobrevive en condiciones muy desfavorables y de marginación.

- De acuerdo con un reporte de Unicef (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia) de febrero pasa-do, el 20% más rico de la población tiene 12 grados de educación en promedio, mientras que el 20% más po-bre sólo completa tres grados. Y así podemos pasar a los sistemas de salud o de seguridad social. Lo mismo se puede decir de los jóvenes sin futuro y sin empleo o de las demandas de género de las mujeres. Lo cierto es que debido a que millones de mexicanos ven cancelado el acceso equitativo a los frutos del desarrollo, la sociedad en general expresa desencanto por la democracia.

- Mención aparte merece el tema de la seguridad pública, el aumento del delito y del crimen organiza-

do. Por décadas los votantes han expresado su pre-ocupación por este tema y ningún gobierno de nin-gún signo político ha podido frenar el crecimiento de la inseguridad a través de una política de Estado que tenga continuidad.

- México aparece como uno de los países con menor porcentaje de recaudación fiscal y el gobier-no sigue sin poder cobrar los impuestos que se re-quieren para terminar con la injusticia social. Carlos Elizondo Mayer-Serra estudioso del tema, afirma que una democracia que no garantiza derechos bási-cos es una democracia de baja calidad y añade: “un régimen democrático requiere ciudadanos dispuestos a pagar impuestos para financiar ese gasto pero no lo harán mientras no adviertan un gasto eficiente y ho-nesto y servicios públicos de calidad adecuada”.5

- La transparencia, esencial en el proceso de con-solidación democrática -y cuya práctica en la solicitud ciudadana de información pública tampoco existía hasta la creación del IFAI (Instituto Federal de Acceso a la Información) en 2002, ha servido poco para abatir los índices de corrupción en las administraciones pú-blicas, federal, estatales y municipales.

- La rendición de cuentas a los ojos ciudadanos todavía no es una práctica habitual en los tres órde-nes de gobierno de ningún partido político.

- Luego de tener un papel fun-damental en la construcción de

la democracia, la sociedad civil está casi desaparecida. Muchas organizaciones sociales fueron integradas a la partidocracia y -salvo algunos movimientos como La Otra Campaña que se catalogan como civiles-, no exis-ten acciones ciudadanas fuertes que vigilen y sancionen las acciones del Estado.

En palabras de Anthony Giddens: “El Estado y la sociedad civil deberían actuar asociados cada uno para ayudar, pero también para controlar la acción del otro.”6

Muchos de los pendientes podrán resolverse con una Reforma de Estado aún inacabada. Pero para lo-grar acuerdos que ayuden en la consolidación demo-crática se requiere visión de Estado, altura de miras y dejar atrás las mezquindades de una clase política, que parece más interesada en ganar el poder por el poder mismo. a

Periodista

3 Meyer Lorenzo, El espejismo democrático, p. 172. Editorial Océano. 2007.4 Woldenberg José. Texto leído en la presentación del libro Propuestas para el Debate, Innovación XXI. 2001.

5 Mayer-Serra Carlos Elizondo, De clientes a ciudadanos, los dilemas fiscales de la consoli-dación democrática. Democracia y Transparencia, p. 184, Colección Sinergia IEDF. 2005.6 Giddens Anthony La tercera vía. La renovación de la socialdemocracia, p. 96, Edi-torial Taurus. 1999.

La democracia formal no resuelve todos los problemas de un país

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Luis Farías Mackey

T ransitar de reforma en reforma por más de treinta años para llegar a la democracia de escándalo, denigración y vacuidad que hoy tenemos, a nadie puede enorgullecer.

Durante décadas derivamos miles de millones de pesos a construir una democracia moder-na con instituciones, reglas e instrumentos legitima-dos y creíbles, así como un sistema de partidos respe-table y consolidado. Recursos que eran requeridos en áreas prioritarias del desarrollo, la salud y la cultura, se ocuparon en construir una democracia modelo. Pero nuestra inversión histórica devino en política espectáculo, políticos de cartelera, partidos negocio, militancia mercenaria, ciudadanía mediatizada, pu-blicidad en vez de ideología, sociedad secuestrada por

poderes fácticos y autoridades cuestionadas. Por no mencionar un Estado, si no fallido, sí impotente.

Por años sin fin hemos vivido inmersos en lo elec-torero. La discusión original sobre modelos de demo-cracia, sistemas de partidos, derechos e instituciones electorales, en breve derivó a cálculos partidistas y acu-saciones hipócritas y propagandísticas que concluyeron en una legislación electoral enmarañada y paranoide, difícil y cara de aplicar, así como en pingües conquis-tas partidarias. Baste mencionar: aumento de 100 a 200 diputados plurinominales, senadores de Primera Minoría, senadores de Representación Proporcional, financiamiento público multimillonario, acceso a radio y televisión con cargo a tiempos del Estado, integración de órganos electorales por cuotas de partidos.

Miseriasde nuestra democracia

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Pero allí no para: no sólo se hizo de la discusión y contienda políticas un tianguis de espacios y recursos, sino que se denigró el debate. Hace mucho dejamos de discutir problemas, proyectos y soluciones para llevar lo político y lo electoral al lodazal del escándalo y la vileza. La razón y el debate sucumbieron a la explota-ción emotiva de los símbolos y lo irracional. Nadie se llamó a sorpresa cuando la ciencia política se cimbró ante los argumentos de tepocatas y víboras prietas de Fox; nadie aquilató lo profundo y elaborado del “YA” como propuesta central de su proyecto de nación. Hoy, Germán Martínez Cáceres -de la mano de su asesor ex-tranjero- explora nuevamente la vía de la confrontación con su discurso chillón, rijoso y emético.

Molesta que no sólo pretenda enmascarar la inep-titud gubernamental en el fango de sus bravatas, sino que apueste a la manipulación de iras, miedos y resenti-mientos en demérito de un debate ciudadano informa-do, digno y decoroso. Molesta su pragmatismo electore-ro, que no alcanza a ver más allá del 5 de julio, y su chata memoria, que olvida el aciago postelectoral del 2006 y el conflictivo y cuestionado arribo al poder del partido que desastradamente preside. Pero no es de este perso-naje de quien trata este escrito, aunque bien ilustre las miserias de nuestra democracia.

En política lo que cuentan son los resultados y en materia democrática éstos no son positivos. La medición de Berumen (El Universal, 30-III-09) acusa un 36% de ciudadanos que desconfían de políticos, gobierno, parti-dos, elecciones e IFE; 12% que simplemente no cree en la democracia y 28% que considera que da lo mismo quién gane. La encuesta GEA-ISA del mismo mes reporta que sólo 34% de los encuestados piensa votar y únicamente un 43% cree en la autonomía del IFE; por el contrario, 56% opina necesario reducir el financiamiento público a partidos y para un 74% la publicidad electoral (partidos, gobierno y órganos electorales) debe reducirse.

Aún no inician las campañas y hay saturación de propaganda electoral. El hartazgo ciudadano es amargo y añejo. Nunca antes se había hablado tanto y por tantos de democracia y elecciones, y nunca como ahora hubo un rechazo tan airado del tema. La obligación de nuestros partidos era (y es) formar una ciudadanía interesada, in-formada y participativa; pero optamos por masificar emo-ciones, no validar razones; por convertir al ciudadano-elector en espectador-consumidor de ruido y propaganda chatarra; por señalar culpables, alimentar linchamientos y exacerbar rencores, no por consolidar una convivencia armónica; privilegiamos denigrar al otro sin misericordia de la verdad, civilidad y pudor, no debatir posiciones.

En una ceguera suicida no nos damos cuenta que nues-tro hacer agravia a la ciudadanía y deshonra a la política.

Lo anterior nos lleva a otra gran irresponsabilidad, la de someter lo político a la publicidad. Hoy lo que priva, aunado a la política de la diatriba y el escándalo, es la po-pularidad. Las candidaturas se determinan como casting de telenovela. Reconozco que puede haber excepciones, pero lo torcido del procedimiento no asegura, más que por chiripa, un buen resultado. Lo peor es que la popula-ridad que hoy se privilegia no es la que se construye en la efectividad del ejercicio del poder y de los años de trabajo, sino la de los medios. Quien tiene el instrumento para ha-cer popular a alguien son los medios y, por tanto, a ellos se someten personajes y partidos, y como los medios ad-ministran la popularidad, se es popular si ellos lo deciden y por el tiempo que ellos lo determinen.

La política en México cambió con el financiamien-to público a partidos políticos. Éstos se encumbraron en negocio, arrumbaron en el rincón de las vergüenzas ideo-logías y principios, y se perdieron en dinámicas mercena-rias. Hoy todo se vende y compra, o, al menos, se alquila: militancia, candidaturas (o declinación de las mismas), actividad militante, asistencia a mítines, representación en casillas y movilización electoral. El PAN ha hecho pa-radigma de pagar a funcionarios de casilla para que no se presenten y panistas oportunamente sembrados afuera de las casillas puedan ocupar su lugar, comprar represen-tantes de partidos antagónicos y alquilar credenciales de elector el fin de semana de la votación, reteniéndolas de viernes a lunes para que los votantes adversos no voten.

Pero el dinero no sólo despertó la codicia de mi-litantes. La mayor tajada del gasto electoral se fue al duopolio televisivo. La reciente reforma trató de hallar solución a ello, con magros y cuestionables resultados que apuntan a una urgente reforma antes del 2012.

La figura de senadores de primera minoría abrió la puerta a administradores (¿promotores?) de la derrota, mientras que la representación proporcional, en vez de elevar el desempeño de congresos y ayuntamientos, es, o la expresión más acabada de la Ley de Hierro de Mi-chels, con versión reloaded de vástagos, o del Esto políti-co, con deportistas que dudo logren distinguir entre una iniciativa y un camión de volteo.

Veamos ahora nuestras costosas y desvencijadas instituciones electorales. El IFE y el TEPJF fueron la so-lución a un fundado reclamo; se requerían autoridades imparciales y las tuvimos en un principio, pero salieron con el cuento de la ciudadanización, concepto de suyo manido, porque todos somos ciudadanos y no veo por qué unos lo puedan ser más y mejores que otros. En el fondo la cacareada ciudadanización fue una mascarada para partidizar la integración de los órganos electora-les. Hoy ya nadie duda que Molinar y Lujambio jamás representaron más intereses que los de su compinche

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Calderón, como Creel los de Fox, y así cada uno de nuestros próceres ciudadanizados. El hecho es que hoy consejeros y magistrados gozan de un descrédito gene-ralizado por su designación por cuota partidista. Con dos agravantes: el IFE, como la película, se nos achicó a grado lastimoso, y el Tribunal es un prolífico engendro de contradicciones jurídicas. Después de esta elección federal los partidos buscarán -no sin razón- rehacer am-bas instituciones desde cero; el problema será que mien-tras éstos sólo piensen en sus parcialidades y cuotas de poder, difícilmente podremos reconstruir instituciones imparciales, dignas y respetables.

Si hay algo que la historia enseña, como bien lo dijo Pascal, es que “nunca hacen el mal los hombres tan completa y tan alegremente como cuando lo hacen por convicción religiosa.” La laicidad de lo público no es un problema mexicano, como lo pretenden sus igna-ros detractores, es un problema de la humanidad y tan

antiguo comos las religiones mismas. En México costó siglos de sangre entenderlo. Hoy, sin embargo, con la complacencia, si no es que la complicidad, de un go-bierno autista, la Iglesia católica pretende regresarnos a la Colonia y dictar desde el púlpito el sentido del voto ciudadano. Nada más peligroso y retrógrada.

Nadie niega el peligro que el narcotráfico represen-ta en todas las expresiones del acontecer humano. Su mezcla de poder económico y de fuego son el principal elemento disrruptor de toda organización social. Parti-dos y democracia no son excepción. El peligro de infil-tración es real y desborda los raquíticos instrumentos de prevención de los partidos. Circunstancia que -global-mente- comparte todo organismo social.

No obstante, diría mi abuela, cada chango a su me-cate. Corresponde al Poder Ejecutivo, en sus tres ámbi-tos de competencia, garantizar el orden, la seguridad, la paz pública, las libertades y derechos de los mexicanos; por tanto, debe ser éste el garante del clima de libertad y legalidad que permita a las autoridades electorales ejer-cer sus atribuciones, a los partidos cumplir sus fines de-mocráticos y a los ciudadanos desplegar libremente sus derechos políticos; todos con estricto apego al marco constitucional y legal.

Lo anterior implica no hacer un uso faccioso, par-tidista e ilegal de las atribuciones conferidas a las autori-dades para combatir la inseguridad pública.

Por igual, los partidos debieran ser los más in-teresados en no hacer del combate a la delincuencia organizada un instrumento interesado y manido de campañas negras y desprestigio infundado del adver-sario. Hacerlo sólo redundará en mayor desprestigio de democracia y partidos.

El más grave de nuestros pecados: autoridades, par-tidos, políticos, medios y especialistas, perdidos en nues-tra dinámica electorera, terminamos por olvidar al ciuda-dano. Frente al enfado y desencanto de la ciudadanía pri-va el autismo institucional. Nuestro infernal ruido impide escuchar el insondable y agraviado silencio ciudadano.

¿A qué democracia aspiro? A una democracia don-de prive el verdadero interés nacional por sobre el de los partidos, sus élites y gasto multimillonario; donde se nos respete como ciudadanos con juicio soberano e in-dependiente; donde se elija entre propuestas y razones. Una democracia que recupere su mesura instrumental, en tanto medio para designar gobiernos y representa-ción política, no panacea de todo fin posible; una demo-cracia con autoridades dignas, que no se arroguen más virtud que el mérito de su desempeño y se comprome-tan exclusivamente con la organización y legalidad del proceso, no con el color de sus resultados; una demo-cracia -por paradójico que parezca- donde prevalezca el silencio, la sensatez, el respeto y la razón; donde el ciudadano se exprese y los partidos, candidatos y gu-rús escuchen; una democracia que se construya con la modesta y libre participación ciudadana, no en el derro-che económico, el aquelarre mediático y la explotación biliar masificada. Una democracia con elecciones que concluyan en definitiva y den paso a que los gobiernos gobiernen, rompiendo el continuom de elección-impug-nación-elección. Una democracia donde los partidos sean recatados puntos de contacto de redes ciudadanas, no costosas y secuestradas estructuras; una democracia, en fin, donde la política sea genuina expresión y espacio de la voluntad general, no mercado sobre ruedas.a

Presidente de la Comisión Nacional de Justicia Partidaria (PRI)

Vivir en democracia

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En el libro Cien años de soledad, escrito por Gabriel García Márquez, hay un pasaje en el que el patriarca de Macondo, don José Ar-cadio Buendía, aparece amarrado a un árbol porque había enloquecido. Como el Quijo-

te, el señor Buendía era un loco lúcido. Apiadándose de su soledad, el padre Nicanor fue a verlo. Llevó con-sigo un juego de damas chinas para hacerle compañía y distraerlo un poco. No obstante, don Arcadio se negó a aceptar la invitación del clérigo aduciendo que nunca había entendido una disputa en la que los contrincan-tes se ponían de acuerdo previamente en las reglas del combate para, en un siguiente momento, respetarlas.

Esta anécdota viene como anillo al dedo para des-cribir lo que hoy está pasando en México, respecto de la contienda electoral. Como las damas chinas, la demo-cracia consiste en que los competidores se pongan de acuerdo en las normas que van a regir la disputa por el voto popular, pero también en que una vez establecidas esas reglas los jugadores se comprometen a respetar-las. El problema es que algunos partidos, gobernantes y candidatos están asumiendo la misma actitud de don José Arcadio Buendía: no aceptan el respeto de la re-glamentación electoral o, peor aún, en vez de rechazar explícitamente la disputa por el poder en términos de-mocráticos, entran a la contienda para violar sistemá-ticamente sus reglas. Lo que, en consecuencia, parece estar quedando en la escena pública es la cruda y dura lucha por el poder, sin más límite que la propia imagi-nación para darle la vuelta a las normas e instituciones establecidas para tal efecto.

Dicho de otra manera: algunos partidos, gober-nantes y candidatos se están comportando, en cierta forma, como el personaje principal de Cien años de so-ledad, porque no están siendo capaces de dar el paso fundamental de reconocer que la democracia, como

cualquier juego en el que hay dos o más participantes, es una actividad en la que los competidores se ponen de acuerdo previamente para establecer ciertas normas y, por lógica consecuencia, junto con esas reglas debe aparecer el compromiso de respetarlas. Y me refiero no únicamente a las leyes escritas, sino también a las más elementales normas de ética pública y convivencia pa-cífica, que también son parte fundamental del correcto funcionamiento de la democracia.

Valgan como ejemplo de lo anterior, las palabras del dirigente nacional panista, Germán Martínez, el jueves 19 de marzo, en la 72° Convención Nacional Bancaria: “Es momento de que el PRI aclare. Está del lado del presidente (Felipe) Calderón o está del lado de personas que tienen vínculos, según la DEA, con el cártel de Juárez.” Lo dijo en referencia al ex alcalde de ciudad Juárez, Héctor Munguía. Beatriz Paredes, líder nacional de PRI, tuvo que intervenir para pedir discul-pas a la audiencia “por el lamentable espectáculo” y re-viró: “El reclamo es poco maduro y con falta de visión de Estado.” La acusación de Martínez contra Munguía resultó absolutamente falsa, pero don Germán no se tomó la molestia de aceptar su error y mucho menos pedir las elementales disculpas.

Por el contrario, continúa su campaña de denues-tos contra el PRI. El propósito es disminuir la diferen-cia entre un partido y otro en cuanto a las preferencias electorales. Son métodos que ya habían sido utiliza-dos por el PAN en las elecciones del 2006, pero en esa ocasión fueron dirigidos en contra de la Alianza por el Bien de Todos y su candidato a la Presidencia de la República, Andrés Manuel López Obrador. Lo pre-ocupante es que la artimaña le funcionó a los panistas: redujeron la ventaja que el tabasqueño les llevaba e in-cluso lograron hacerse del poder a como diera lugar. Todo parece indicar que los panistas quedaron fasci-

del 5 de julio

ante las

elecciones

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José Fernández Santillán

nados con el nuevo instrumento y lo han echado a an-dar ahora. No importa que sus campañas sucias vayan en detrimento del más elemental espíritu democrático. Lo que les importa es el poder por el poder mismo.

Con todo y eso hay que recordar que un prerre-quisito de la democracia es la autolimitación de los ac-tores para que la contienda no degenere. Como decía Cicerón: “La política es disputa entre gentiles, no riña entre rufianes.”

Como el Fausto, de Goethe, hoy el PAN es capaz de vender su alma al diablo para obtener dividen-dos políticos; es decir, procede de forma prag-mática renunciando a aquella concepción ética de la política que enarboló su fundador, Manuel Gómez Morín. Hay, pues, de por medio una re-nuncia a los valores humanistas que le dieron vida a Acción Nacional y que son absolutamente contrarios a lo que hoy es la ideología panistas, el utilitarismo. El humanismo se perdió quién sabe dónde y su lugar en el PAN ha sido ocupado por el utilitarismo. Esta doctrina, que tiene entre sus padres fundadores a Jeremy Bentham y James Mill, pone por delante los resultados concretos que se logren obtener de una acción, sin importar los principios ideales. No la política de los valores, sino la política de los intereses.

El utilitarismo juzga que la verdadera racionalidad está en las cosas concretas que una acción logre alcanzar; no el apego a ciertos principios éticos previos a la ac-ción. Ya metidos en esta lógica, los dirigentes políticos observan a los partidos no como instituciones de inte-rés público, como lo marca la Constitución, sino como empresas privadas. Lo importante es maximizar las ga-nancias y minimizar las pérdidas; ver cómo suben los momios cuando se introducen estímulos en la opinión pública, como el que Martínez puso en acto.

Como se puede deducir, la insidia es grave porque un comportamiento de esta naturaleza deja a un lado el sentido y contenido de la democracia para usarla, simplemente, como una mascarada.

De acuerdo con el utilitarismo, hay que dejar a un lado los falsos escrúpulos; lo que cuenta es ser realista. Con-tra este tipo de asunciones, Jürgen Habermas rebate en su libro Facticidad y validez: “lo que no es realista es suponer que todo comportamiento social puede conce-birse como acción estratégica y explicar ese comporta-miento como si fuera resultado de cálculos racionales.” La opinión pública también incluye una buena dosis de fo

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moralidad y sentido del deber: “Si los individuos em-prendiesen -sigue diciendo Habermas- conductas de tipo oportunista siempre que pudiesen salir adelante con ellas, no existiría la civilidad tal como la conoce-mos.” El antídoto contra el utilitarismo y sus partida-rios es recurrir a la inteligencia de los ciudadanos que con sus discusiones y planteamientos hacen la verdade-ra opinión pública; vale decir, recordar que el proceso democrático cambia las preferencias de los electores mediante cuestionamientos de las estrategias partidis-tas, del comportamiento de los gobernantes y de las ac-titudes de los candidatos. Frente al impacto mediático que trata de manipular las conciencias lo que procede es convocar al buen juicio de los ciudadanos para que, con inteligencia e información adecuada, desenmascaren las triquiñuelas y los comportamientos incorrectos de los actores políticos.

Quiérase o no la política democrática incluye la lucha de ideas; de otra manera no tendría caso la exis-tencia de los partidos políticos. Debemos evitar que la cultura utilitarista, basada en el puro cálculo de conve-niencia, se apropie de la vida pública de la nación.

Con actitudes como las asumidas por la dirigencia panista corremos el riesgo de caer en un tobogán degenerativo. Como dicen los españoles: “quien inventa la regla inventa la maña”. Cuando hay una actitud antidemocrática no importa que se pongan las leyes más estrictas cuando hay alguien que no está dispuesto a apegarse a ellas y lo primero que piensa e ingenia es cómo burlar las disposiciones normativas para llevar agua a su molino. La mentalidad es simple: “si ya me funcionó la trampa y no fui castigado, pues adelante, a seguirla aplicando.” El res-peto de la legalidad, de la institucionalidad y del oponente importa un bledo con tal de conseguir lo que se desea.

Preocupa que a estas próximas elecciones vayamos con una autoridad electoral seriamente cuestionada y, por si eso fuera poco, débil en cuanto a su capacidad para meter en cintura tanto a los partidos políticos como a los candidatos y gobiernos con el propósito de que respeten la normatividad electoral. Inquieta tam-bién que el poder televisivo tampoco haya podido ser controlado y encuentre a cada paso la manera de es-quivar sus responsabilidades sociales para poner por delante sus intereses comerciales.

Convengamos en que el terreno en el cual se esce-nifica la lucha política se ha desplazado de la discusión de ideas, que es una antigua y siempre actual aspira-ción de la democracia, a la difusión de imágenes en la televisión.

No importa que se degrade la función de los ciu-dadanos que, en una sociedad presumiblemente demo-crática, deberían ser impulsados a usar la inteligencia. En contraste, a lo que acudimos es a la proliferación de mensajes orientados a la estimulación emotiva.

En todo esto hay una paradoja porque, hipotéti-camente, los poderes constitucionales deberían man-tener bajo control a los poderes mediáticos; pero la realidad es que esos poderes constitucionales caen en las redes de los poderes fácticos, en especial cuando se trata de renovar por la vía del voto a los órganos de representación popular. Tratan a los ciudadanos como al perro de Iván Petróvich Pávlov: ante una cierta in-ducción se espera una cierta respuesta. Viene el spot y luego los resultados de los sondeos para ver cuál fue su impacto en nuestra mente. Pero, como dice Giovanni Sartori en su libro ¿Qué es la democracia?: “Elecciones libres con opiniones impuestas no libres no conducen a nada. Un pueblo soberano que no tiene propiamente nada que decir, sin opiniones propias, es un soberano vacío.” La opinión pública que debería ser la expresión libre de los ciudadanos se convierte en una opinión manipulada desde los escritorios de los publicistas.

Convengamos en que el vi-deo-poder es una novedad histó-rica: durante siglos habitamos un mundo de “cosas-leídas”, pero aho-ra estamos pasando a un mundo de “cosas-vistas”. Sartori se pregunta: “¿Qué sucede al homo-sapiens fren-te al homo-videns?” Responde, es

obvio que uno debería complementar a otro; pero exis-te la tendencia a que la imagen tome el mando sobre la imaginación. Es claro que la democracia se nutre del homo sapiens. Si el ser pensante está en peligro también la democracia lo está.

Qué nos queda frente a tales retos: que los parti-dos políticos pongan cuidado no sólo en ganar votos, sino en proteger a la democracia que queremos cons-truir. Impulsar el debate de ideas; provocar la discu-sión pública sobre los grandes retos que tiene la na-ción. Señalar los comportamientos antidemocráticos y recurrir a la autolimitación para que la política no se convierta en una batalla campal sin más objetivo que reducir al enemigo a la nada. Renunciar al maniqueís-mo según el cual o estás conmigo o estás contra mí. Síntoma de la intolerancia, del autoritarismo y de la carencia absoluta de ideas.

En fin, respetar las reglas, los actores y el espíritu de la democracia. a

Académico del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (campus ciudad de México)

como decía cicerón: “La política es disputa entre gentiles, no riña

entre rufianes”

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Eduardo R. Huchim

Joven aún, niña más bien, la democracia mexi-cana se está erosionando, de la mano de parti-dos y políticos que no han sabido levantar la mira para buscar metas patrióticas, practicar la democracia interna y enfrentarse a los pode-res fácticos que, desde la perspectiva de 2009,

pueden dañarla severamente, antes de su consolida-ción. Si los comicios de 2000 representaron un pico de entusiasmo y esperanza, los de 2009 plantean una interrogante, no en cuanto a los resultados de las ur-nas, sino respecto del presente y el futuro del desarro-llo democrático de la nación.

Los resultados electorales de este año pueden preverse por virtud de las encuestas, que muestran un repunte impresionante del otrora partido hegemóni-co, el PRI, y un retroceso -que parece haberse deteni-

do ya- del partido en el gobierno, el PAN, mientras el PRD muestra un desplome en las intenciones de voto, como consecuencia de su desgarramiento interno. Las campañas ya están en desarrollo para determinar quién dominará la Cámara de Diputados, única que se renueva este año, y parece seguro que el PRI o el PAN serán quienes obtengan la mayoría, si bien será difícil que ésta sea absoluta.

Otro resultado también previsible de los comicios legislativos de este año es una escasa concurrencia del electorado a las urnas, la cual difícilmente rebase el 35 por ciento. Este fenómeno, que no quitará legalidad a los diputados pero sí les restará legitimidad, debiera ser una gran preocupación para el conjunto de partidos, por cuanto representa un rechazo a ellos, pero no parece un asunto que destaque en la agenda partidaria.

La democraciaamenazada

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Si nos preguntamos dónde está la democracia mexicana en la primavera de 2009, es preciso pensar en una pinza que busca dominarla, mediatizarla, con-trolarla y ponerla a su servicio. Esta ominosa pinza tie-ne dos brazos de índole distinta pero que pueden ser mortíferos para una democracia genuina. Se trata del narcotráfico y de la televisión.

narcotráfico: el blindaje imposibleHasta hace muy pocos años, ciertas mentes asépticas consideraban poco elegante hablar de la incidencia del narcotráfico en los procesos electorales. No había que abordar este tema en mesas serias de discusión, a me-nos que se tuvieran pruebas contundentes, con lo cual casi se pretendía que quien osara hablar del asunto, aun con carácter preventivo, debía tener vocación de policía o de agente del Ministerio Público.

Hoy, procuradores, dirigentes partidarios, secre-tarios de Estado y aun el Presidente hablan de ese ries-go, que ha sido señalado incluso en la Octava Reunión de la Comisión Parlamentaria Mixta, el principal foro de diálogo legislativo entre México y la Unión Euro-pea. No podía ser de otra manera. Si el narcotráfico está presente en múltiples ámbitos de la sociedad y del gobierno, si sus multimillonarias ganancias corren en los circuitos bancarios y financieros, y contribuyen a la obra pública y aun eclesial, ¿por qué iba a estar ausente de los procesos electorales?

Contra ese peligro no hay partido que esté a salvo, ni el que está en el gobierno ni los de oposición. Tam-poco hay blindaje efectivo, por más que las autoridades electorales deban extremar la vigilancia a las finanzas partidarias y de los candidatos. Conviene tener presen-te que la intromisión del narcotráfico en los procesos comiciales -sea mediante financiamiento ilegal o con amenazas y presiones a candidatos y aun a capacitado-res del IFE- no es un problema electoral, aun cuando decir tal cosa parezca un contrasentido, ni tiene por qué ser combatido por las autoridades electorales.

El narcotráfico es la mayor amenaza a la estabi-lidad de México y también de su vecino y principal consumidor de drogas en el mundo, Estados Unidos. Debe entonces ser combatido por el Estado mexica-no, no por una porción de él, incapaz de hacerlo por carecer de atribuciones y recursos humanos y econó-micos. Dicho de otro modo, pretender que el IFE o las autoridades comiciales locales se enfrenten a la delincuencia organizada es un despropósito. Lo más que pueden y deben hacer las instituciones comicia-les es practicar una rigurosa fiscalización a las finan-zas de partidos y candidatos, poniendo énfasis no sólo en los registros contables y bancarios de unos y

otros, sino en el gasto en propaganda, que es donde se reflejará el dinero excesivo. Conformarse con revisar los registros es insuficiente, porque las aportaciones en efectivo, como las que harían los narcotraficantes, no aparecerán en ellos.

El síndrome de La lloronaEl problema mayor en este rubro es que el gobierno mexicano ha sido incapaz de afrontar con éxito al narcotráfico. No sólo eso. También se ha empeña-do en una guerra absurda sin posibilidades de éxito. La única arma efectiva contra la producción, trans-porte y comercio de drogas es la legalización, com-plementada con un vasto programa de prevención y rehabilitación de los adictos. Hasta ahora ningún país ha tenido éxito completo en combatir a sangre

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y fuego al narcotráfico, y, en cambio, Holanda es un ejemplo claro de los beneficios de la despenaliza-ción del cannabis.

Es común que cuando se plantea la legalización de las drogas, se manifieste lo que puede llamarse “el síndro-me de La llorona” -¡ay, mis hijos!-, porque de inmediato se expresa una comprensible preocupación por los des-cendientes, basada en que, con la despenalización, éstos tendrán un fácil acceso a las drogas ahora prohibidas. En esta perspectiva, suele soslayarse que nuestros hijos ya tienen ese fácil acceso, porque México no es sólo un país de tránsito sino también de un creciente consumo que evidencia el fracaso de la guerra antidroga.

No es seguro que la legalización genere necesa-riamente un aumento en el consumo -Holanda, donde la mariguana es legal, tiene índices significativamen-te más bajos que otros países europeos-, más aún si con parte de los recursos destinados hoy a combatir el narcotráfico se desarrollan vigorosos programas de prevención y rehabilitación. Y en el peor de los casos, si realmente aumentara el número de consumidores, habría que considerarlo el mal menor frente a las cuo-tas de sangre, dinero y desestabilización que México está pagando hoy.

El narcotráfico, pues, es una severa amenaza a la democracia y no sólo a ésta, sino a la nación misma.

El desafío de la tvEl otro brazo de la pinza que amenaza a la democra-cia mexicana es la televisión comercial, que se siente particularmente agraviada porque la reforma constitu-cional y legal de 2007 en materia electoral, evitó que si-guieran llegando a sus arcas miles de millones de pesos por concepto de propaganda de los partidos políticos, que anteriormente se convertían en vasos comunican-tes por donde fluían los recursos del erario hacia las tesorerías televisivas.

Se ha dicho que, al introducir en forma concerta-da un bloque de anuncios electorales durante la trans-misión de juegos de futbol, interrumpiendo la difusión de las jugadas, la televisión comercial lanzó en febrero de 2009 un abierto desafío al Estado mexicano. Nadie se los imputó formalmente, pero las televisoras comercia-lizaron en realidad tiempo del Estado, ya que durante tales emisiones los mensajes electorales debieron ser in-cluidos en los espacios destinados a publicidad.

No sólo eso, al actuar como lo hicieron, incurrie-ron en conductas sancionadas por el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (Cofipe) y la Ley Federal de Radio y Televisión (LFRTV). El ar-tículo 350 del Cofipe establece en su inciso d), como infracción de los concesionarios y permisionarios de

televisión, “la manipulación o superposición de la propaganda electoral o los programas de los partidos políticos con el fin de alterar o distorsionar su senti-do original o denigrar a las instituciones, a los propios partidos, o para calumniar a los candidatos”.

Al colocar cortinillas que imputaban al IFE la in-terrupción de los eventos deportivos y al presentar en bloque los spot de partidos y autoridades electorales, la televisión manipuló la propaganda de los partidos con el evidente fin de alterar su sentido original. Por su parte, la LFRTV obliga a la televisión a “fortalecer las convicciones democráticas” (artículo 5, fracción IV). Y al atribuir esa interrupción a las autoridades, la tv causó la natural irritación de la teleaudiencia y el repudio al proceso electoral, lo que ostensiblemente debilita en vez de vigorizar a la democracia.

Una semana después de las violaciones anteriores, la tv cambió de táctica: durante el tiempo empleado para la transmisión de los partidos futbolísticos no hubo in-terrupciones, pero tampoco difusión alguna de los spot que por obligación debió incluirse, con lo cual la tv violó el artículo 41 de la Constitución, que estipula la difusión de mensajes de los partidos y el IFE durante dos y hasta tres minutos por cada hora, entre las 6 y las 24 horas.

Aquello no fue sólo un desafío sino también una burla al Estado, y frente a esa conducta arrogante, contumaz y violatoria de la Constitución y la ley, los órganos del Estado mexicano y los partidos políticos -excepto PRD y PT- no reaccionaron con firmeza, fueron doblegados por la cámara y el micrófono. Los más obligados a responder, los consejeros del Institu-to Federal Electoral, tampoco lo hicieron. Seis de ellos -Baños, Guerrero, Nacif, Gutiérrez, Gómez y Elizon-do- impusieron su mayoría en el Consejo General del IFE y vergonzosamente frustraron sanciones que ya de suyo eran bajas respecto de la gravedad de las infracciones de las televisoras. Debe excluirse de esa censurable conducta al consejero presidente, Leonar-do Valdés Zurita, tan criticable por otras razones, y a los consejeros Alfredo Figueroa y Virgilio Andrade.

Como colofón de ese amargo episodio, hay que recordar a Karl Popper: En una democracia no debe haber ningún poder político incontrolado, menos aún un poder colosal como el de la televisión, que se ha vuelto un poder demasiado grande para la democra-cia, y ésta no podrá sobrevivir si no pone fin al abuso del poder de la televisión.

Y menos podrá sobrevivir -digo yo- si a la hosti-lidad televisiva se añade, en la pinza ominosa, el poder de fuego y dinero del narcotráfico.a

Analista polí[email protected]

Vivir en democracia

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Nunca me ha gustado el término “transi-ción democrática” aplicado a las refor-mas mexicanas en materia electoral y de regulación de los partidos políticos. Sí me parece adecuado para los países que

salieron de un régimen dictatorial, en los que no había ninguna participación ciudadana en la conformación del gobierno, y mucho menos procesos electorales, ca-sos como los de España o Chile, países que sí transita-ron a la democracia.

En el caso de nuestro país el tema es mucho más complejo en su análisis, pues la larga presencia de un partido en el gobierno, el PRI, no implicaba por sí misma la ausencia de la de-mocracia, pues se sostenía en una peculiar base democrática produc-to de un sistema político corporati-vista, que encontraba en el partido en el poder su medio de expresión; por lo que nuestros procesos elec-torales se constituían en el medio para hacer públicos los procesos políticos que se daban al interior de los grupos y del propio partido en el poder. Así, sólo puede hablarse de inexistencia de democracia si se identifica ésta de forma absoluta con la adecuada operación de los procesos electorales.

Por eso, la crisis política en México es coinciden-te con la crisis del corporativismo que se dio en todo el mundo, en gran medida como consecuencia de los procesos de globalización y de transformación de las estructuras productivas tradicionales. El impacto de esta crisis en nuestro sistema político fue especialmente duro, en tanto que el sistema se sostenía precisamente en el corporativismo, y fue a partir de ese momento que se hizo necesario modernizar el sistema mediante la construcción de un sistema de partidos y procesos elec-

torales eficientes para legitimar el acceso a los cargos públicos. A ese proceso de modernización, que inició en 1977 con la reforma promovida por don Jesús Reyes Heroles desde la Secretaría de Gobernación, es a lo que hemos venido llamando Reforma política.

El proceso de modernización de nuestro sistema político no ha resultado nada fácil, pues casi se ase-meja a la época colonial, con la llamada política del ensayo y error, en la que los monarcas dictaban nor-mas que no se aplicaban o cuyos resultados negativos de aplicarlas hacían necesario que se dictaran nuevas

normas. En nuestro caso, en el contexto de la Reforma política, nuestra Constitución ha padeci-do, además de la de 1977, sucesi-vas “reformas políticas” en 1986, 1990, 1993, 1994, 1996 y 2007, siete procesos en 30 años.

Hoy suenan a hueco las pa-labras de Ernesto Zedillo en su toma de posesión en 1994, cuan-

do declaraba “la nación demanda una reforma polí-tica definitiva”, al anunciar el inicio del proceso que concluyó con la reforma de 1996, eso sí tal vez la más importante y profunda de todas, no sólo por sus al-cances y resultados, pues ciertamente dio fortaleza a las instituciones electorales y generó un marco legal que permite mayor equidad en la competencia entre los partidos, además de que abrió la posibilidad de la alternancia como presupuesto esencial de la democra-cia, sino por el largo proceso de negociación que llevó a su concreción, en la que como un hecho importan-te participaron activamente miembros de la sociedad civil sin vínculo directo con ningún partido político, personajes que de una u otra forma se han integrado ya sea a los partidos o a los procesos políticos, propi-ciando un refresco a la clase política nacional.

sistema electoral

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uno de los problemas de las reformas políticas

hacia la sociedad es el uso indiscriminado que se hace del término

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Todas las reformas han significado avances y en ocasiones algunos retrocesos, pero hasta la última su objeto había sido siempre, en lo fundamental, el impulso a la participación de la sociedad en la vida política y la construcción de instituciones electorales sólidas que dieran credibilidad y certeza a las eleccio-nes; sin embargo, la última incluyó una carga que para muchos parece negativa, en tanto que en el contexto de la regulación y ordenación de la competencia electoral estableció limitaciones a las libertades de los propios ciudadanos, así como restricciones que en muchas ocasiones dependen de la adopción de criterios pu-ramente subjetivos, que en lugar de dar certeza a los procesos y propiciar la sana competencia, más bien la enturbian, confunden a la sociedad y propician un ac-tivismo en la interposición de recursos y denuncias, con el consecuente protagonismo y sobreexposición de los organismos electorales que pierden prestigio y confiabilidad ante la sociedad.

Uno de los problemas de las reformas políticas ha-cia la sociedad es el uso indiscriminado que se hace del término, pues bajo esa conceptualización se incluyen reformas al proceso electoral, al sistema de partidos, a las instituciones o incluso hasta alguna de las llamadas reformas estructurales.

La realidad es que la mayoría de estas reformas se ha centrado en generar las condiciones para que los

procesos políticos y la competencia por tener acceso a cargos públicos, que antes se daban al interior de los grupos corporativos y en el seno del partido en el poder, ahora puedan darse en la sociedad de manera abierta e institucionalizada en los partidos políticos, por eso se habla en México de la partidización de la democracia.

El desarrollo de un sistema de partidos competi-tivo fue fundamental en el proceso de reforma políti-ca, pues, entre otras razones, sólo con su existencia es posible la alternancia en el acceso al poder, sin la cual no hay democracia electoral. La promoción del desa-rrollo y consolidación de partidos políticos no sólo ha sido difícil en cuanto al diseño de las normas adecua-das, sino muy costosa en términos económicos para la sociedad, que ve con recelo la cantidad de recursos públicos que consumen los partidos, en muchas oca-siones en un uso dispendioso e incluso corrupto que resulta ofensivo para la sociedad.

Es un hecho que nuestro sistema tiene en este tema muchos espacios para avanzar y que serán ne-cesarias todavía muchas reformas al sistema de par-tidos para que resulte satisfactorio para la sociedad, entre ellas los requisitos mismos para registrar un partido, su financiación o no con recursos públicos y en qué cantidades, el control sobre su financiamiento con recursos provenientes de particulares, su blinda-

Víctor M. Martínez Bullé Goyri

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je para evitar la contaminación con recursos prove-nientes de actividades delictivas, la regulación o no de los cambios de los saltos de un partido a otro para la satisfacción de intereses electorales personales. Todos son temas que de ninguna manera podemos decir que están resueltos de forma satisfactoria, y las inoperancias que en ocasiones se presentan son causa de desprestigio de las instituciones, que algunas veces se ven lastimadas incluso por la actuación individual que trasciende a la sociedad y se generaliza a toda la clase política.

En este proceso de construcción, fortalecimiento y mejoramiento de las instituciones electorales y de los partidos políticos, una vez que parece ser que la organización y desarrollo de los procesos electorales es un tema superado, pues las instituciones encarga-das del padrón electoral, la organización y desarrollo de las elecciones funcionan razonablemente bien; la dinámica parece centrarse en los últimos tiempos en la búsqueda de mejores condiciones de equidad entre los partidos frente a las contien-das electorales, en específico en temas como el acceso y control de los recursos tanto públicos como privados, el control del uso de los recursos, el acceso a los medios de comunicación como el espacio fundamental de las campañas po-líticas, y la regulación de la forma y condiciones de realización de las campañas.

Evidentemente, el campo en el que hay un mayor rezago es el de la transparencia y rendición de cuentas de los recursos que manejan los partidos políticos, y aquí no se trata sólo de un problema de normatividad, sino fundamentalmente de un problema de cultura política y honestidad en el seno de los propios par-tidos, acostumbrados no sólo al manejo opaco y dis-crecional de los recursos, sino incluso a su uso ilícito. Todavía es cotidiano ver el reparto de bienes entre los grupos sociales más desfavorecidos como elemento esencial de las campañas políticas, así como las viejas prácticas de compra de votos el día de la jornada elec-toral que no enfrenta más límites que la capacidad de observación de la autoridad electoral y de los propios contrincantes.

Es evidente que la solución a ese mal uso de los recursos no está, como se ha intentado hasta ahora, en la capacidad recaudadora de multas por parte de la autoridad electoral, pues no es más que el retorno de recursos públicos que se entregaron para un fin y que al ser recuperados no se contribuye a alcanzar el fin

para el que fueron destinados, por lo que se traiciona también con eso el esfuerzo social que implica el desti-no de esos recursos.

Los procesos electorales son cada día más mediá-ticos, son innumerables los estudios que acreditan la indiscutible incidencia de los medios de comunicación masiva en los resultados de los procesos electorales, con cada día mayor peso de los expertos en comuni-cación y mercadotecnia, al grado que en la inmensa mayoría de los casos el mensaje ha dejado de tener im-portancia y las campañas políticas son tristemente ca-rentes de ideas, al igual que muchos políticos que han pasado a convertirse en simples figuras mediáticas.

Tal vez el punto más crítico en nuestros procesos e instituciones electorales está en la sobrerregulación de la actividad de los partidos y de la sociedad misma en las campañas políticas, que además de restringir la participación y la libertad misma, desde mi punto de vista sin argumentos que lo justifiquen suficientemen-te, los controles que se pretenden aplicar tienen un

contenido subjetivo que los hace ineficientes y en la mayoría de los casos contraproducentes; por ejemplo a la prohibición de las campañas negativas o calumnio-sas, pues entramos en el problema de la calificación de lo negativo y lo calumnioso.

Especial interés tiene la prohi-bición de participación en las cam-pañas de quienes ostentan un cargo

público, es decir, están en el gobierno, situación que no se da en ningún otro país; pues, como es lógico, quien hace campaña desde la oposición tiene como materia prima básica la crítica de la actuación de quien gobierna, y si resulta que quien gobierna no puede usar su desem-peño en la promoción de su partido llegamos al absurdo de que en busca de la equidad lo que propiciamos es la opacidad y el ocultamiento de información a la sociedad, que tiene capacidad para distinguir cuando se le miente.

En todo este proceso de desarrollo del sistema elec-toral y de la democracia en nuestro país creo que quien más ha aportado es precisamente la sociedad, que con paciencia ha visto aparecer y desaparecer normas, cons-truir y transformar instituciones, y no sólo no abandona las urnas sino que cada vez se acude con más entusias-mo. Las próximas elecciones son un reto para todos, pero tal vez lo son más para nuestra clase política, que debe demostrar que está a la altura de la sociedad a la que representa, pues hasta ahora tengo la impresión de que nos salen debiendo.a

Investigador Titular en el Instituto de Investigaciones Jurídicas-UNAM

tal vez el punto más crítico en nuestros

procesos e instituciones electorales está en la

sobrerregulación de la actividad de los partidos

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Nuevo LeónMonterrey

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Hay temas de índole social que se han convertido en mitos o que de ellos se ha hecho mitología que, por cierto, no es lo mismo. Dos de tales temas son, sin duda, los conceptos democracia y de-

rechos humanos. Y lo son, mito y mitología, no sólo por la complejidad de sus predicados sino porque se les ha asociado o identificado con otras ideas tanto o más complejas y míticas: libertad, igualdad, justicia, discriminación, equidad y así hasta el infinito. Si a esta cuestión se le agrega la fuerte carga emocional con la que se les emplea, la mesa para los excesos y la falta de rigor analítico está servida.

¿Por qué la preocupación anterior? Porque con-vertir los conceptos en mitos o hacer con ellos mito-logía trae aparejados varios problemas: para empezar impide realizar de éstos un análisis crítico, sereno y lo más objetivo posible en la inteligencia de descubrir abusos y excesos en su aplicación práctica. Asimis-mo, la distorsión de los conceptos lleva a absurdos tan graves que provoca que en nombre de ellos, y destaca-damente entre tales los de democracia y derechos hu-manos, se lleven a cabo injusticias y barbaridades que nada tienen que ver con el origen y razón de ser de ta-les conceptos. Huelga decir que bajo ninguna circuns-tancia adopto una postura de realismo verbal que me lleve a pensar que las palabras y los conceptos poseen predicados esenciales o esencias ideales por perseguir y descubrir, sino que los conceptos nacen en un con-texto histórico y social para propósitos muy concretos que si bien caben matizarse, no podrían ser contrarios a tales contextos o ideas-fuerza originales. No hay me-jores argumentos en estos casos que los ejemplos:

Suponga usted a un grupo de personas que se mo-tejan a sí mismas de demócratas y que, por ende, acep-tan que las decisiones del grupo habrán de someterse al método típicamente democrático, a saber, el voto de

la mayoría. La decisión así adoptada obliga a todos, in-cluso a los que están en desacuerdo. Supóngase, luego, una situación absurda que permite evidenciar el uso torcido que se da a los conceptos: en el orden del día de esa reunión de personas de espíritu democrático se sujeta a votación de los miembros la decisión de so-meter a una operación quirúrgica de corazón a uno de los miembros del grupo, el que con azoro pide la palabra para impedir tal decisión. Empero, a su réplica le siguen los discursos de otros miembros del grupo que alaban las bondades e intrínseca corrección de las decisiones democráticas, las cuales deben ser obedeci-das a pie juntillas por quienes se llamen demócratas. En suma: que por mayoría se decide que uno de los miembros del grupo sea operado, así nada más, del co-razón. ¿Por qué y para qué si la persona en cuestión goza de cabal salud? Eso no importa, es insustancial, lo que vale aquí es cumplir con la decisión democrática y mayoritaria de los miembros del grupo. Por cierto, si el destinatario de la decisión no la acepta -termina diciendo el último de los oradores-, un antidemócrata de tal calaña deberá ser expulsado del grupo por su falta evidente de espíritu democrático.

A los derechos humanos les sucede otro tanto: su-ponga usted ahora a un grupo de buenos ciudadanos norteamericanos, simpatizantes y miembros del Ku Klux Klan, demócratas y liberales, por supuesto, quie-nes en nombre y en pleno ejercicio de sus derechos políticos, entre ellos y destacadamente su libertad de expresión, pensamiento y manifestación, solicitan a su gobierno se impida el acceso, por el método que sea y, en su caso, sean expulsados los inmundos trabajadores indocumentados que penetran ilegalmente a territorio norteamericano. Se exige también al gobierno que a aquellos indocumentados que están ya por azares del destino en territorio patrio se les impida, igualmente y por supuesto, el acceso a servicios médicos y educati-

democracia y derechos humanos:

mitosen contra de los

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vos dado que son escoria que pone en riesgo, en diver-sos aspectos, el buen curso del país: arrebata trabajo a ciudadanos blancos, norteamericanos y demócratas, y hace que los servicios pagados por los impuestos de esos buenos norteamericanos se malgasten en quienes bajo ningún concepto los merecen, trátese de quien se trate, incluso niños o mujeres en situación de urgencia; lo anterior como escarmiento para que aprendan de qué lado está su país.

No exagero, los ejemplos anteriores son pecca-ta minuta. Guerras, invasiones, muerte y destrucción se han cometido en nombre de los sagrados títulos de la democracia y los derechos humanos: sobra his-toria para demostrarlo y falta espacio para desper-diciarlo en algo tan obvio. Pero, entonces, ¿por qué se ta-chan de herejías y de herejes a quienes destacan los abusos de los que tales conceptos son objeto o de las endemias naturales que les aquejan? Aventuro dos hipótesis: igno-rancia y mala fe, juntas o separadas. Me explico:

Nadie de quienes inventaron y aplicaron cons-cientemente y de buena fe las ideas de democracia y derechos humanos, ni por asomo siquiera, pensaron que nos hallá-bamos ante conceptos perfectos, sino perfectibles; exentos de cual-quier abuso, sino fácilmente mani-pulables; insustituibles, sino reem-plazables; útiles y valiosos por un tiempo, pero posiblemente inútiles y engorrosos históricamente si no responden a nuevos paradigmas, nuevas necesidades y mayores niveles de desarrollo.

La democracia, se sabe, es una forma de gobier-no que posee múltiples imperfecciones: no necesaria-mente trae aparejada la generación de riqueza sino que pueden existir, como de hecho sucede, sociedades de-mocráticas pero pobres. Asimismo, sus instituciones son ciertamente costosas o, si se quiere, demandantes de constante inversión y la democracia, se suyo, no ga-rantiza que lleguen al poder los más aptos, los mejores, los más justos. El nacionalsocialismo alemán, con Hit-ler a la cabeza, es un caso paradigmático.

Los derechos humanos, por su parte, no aseguran con su sola plasmación en la ley o en tratados inter-nacionales el devenir de la justicia y requieren de una suma de circunstancias o de presupuestos funciona-les para que puedan efectivamente operar, a saber: un entorno cultural en el que prive el pluralismo, un Estado de derecho consolidado y eficiente, un cierto grado de desarrollo económico y una democracia fun-cional. De otro modo los derechos humanos se con-vierten en discurso, buena retórica y una larga lista

de aspiraciones y expectativas incumplidas que traen como consecuencia mayor resentimiento social. Una especie de llamada de auxilio entonada por Pedrito, el de la fábula, a la que nadie acude, porque la razón del llamado, esta vez cierta y efectiva de haber sufrido una violación a sus derechos humanos, fue vista por el pue-blo como una excusa manida que perdió fuerza ante su uso abusivo, reiterado inútilmente y convenenciero.

Flaco favor le hace a la democracia y a los dere-chos humanos una actitud acrítica: ni el uno ni el otro son conceptos perfectos, ni generan sistemas perfec-tos; en todo caso, es lo mejor con que contamos. La democracia, como un método de gobierno que busca fortalecer la libertad igualando a los individuos, por su idéntico valor, haciendo partícipe y protagonista a la sociedad, y responsable en consecuencia, de su vida y su destino. Los derechos humanos, como una for-ma de ver la justicia, la vista de un punto que parte del presupuesto de que los seres humanos gozamos de autonomía moral y dignidad, y que el respeto a esos principios morales es la condición de legitimidad de

los gobiernos, su razón de ser. Sin embargo, pareciera que

a veces, conceptos tan complejos, sofisticados y demandantes de múltiples condiciones operativas, fuesen vistos como algo mágico y de funcionamiento automático. No es así, empero, pues la única manera de mejorarlos y perfec-cionarlos es sometiéndolos a coti-

diano examen para descubrir sus fallas y corregirlas. Hacer una defensa a ultranza de la democracia y los derechos humanos como entes puros, sólo hace po-sible su debilitamiento: los altares son, en todo caso, para las deidades y no para las creaciones humanas, siempre instrumentales, falibles y perfeccionables por definición.

Bienvenida, pues, la crítica que construya mejo-res conceptos, que depure las instituciones sociales, las teorías y los sistemas de justicia. Cuidado con los que solapan, bajo la apariencia de respeto demócra-ta y entrega total a los derechos humanos, defectos y deformaciones que pudieran hacer posibles abusos de los que, aquéllos, luego tendrán que arrepentirse. Si permitimos que se someta a desgaste permanente a las instituciones construidas gracias a la democracia y pervertimos la idea de justicia que los derechos hu-manos comportan, también nosotros tendremos un día que arrepentirnos. a

Director del Departamento de Derecho del Tecnológico de Monterrey (campus ciudad de México)

Mario I. Álvarez Ledesma

Flaco favor le hace a la democracia y a los derechos

humanos una actitud acrítica: ni el uno ni el otro son conceptos perfectos

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A partir de la elección presidencial del 2000, el sistema de partidos mexicano se ha co-locado en el seno del sistema político, lo que ha provocado una mayor competen-cia por los votos del electorado, que han

permitido la conquista de parcelas de poder, medidas por la cantidad de puestos de mando obtenidos en cada elección celebrada.1 Esta situación ha sido posible por la autonomía que han alcanzado los gobernadores, sin importar el partido que los ha postulado, para el ma-nejo de los recursos públicos, que durante su gobierno se han canalizado hacia el apoyo de sus sucesores o de sus candidatos preferidos, al Congreso local o federal.2 Por tal motivo, existe una contradicción: necesitan de los partidos políticos pero para la obtención de votos que legitimen la elección de sus candidatos; sin embar-go, durante su gestión han usado su cargo público para construir la candidatura de su preferencia.

La consecuencia es que la coyuntura electoral orienta las diferentes gestiones de gobierno y reduce a los partidos políticos a simples maquinarias cuya

función es la de obtener votos, reactivando, al mis-mo tiempo, un espacio mediático de debate ideológi-co, donde se resaltan las obras del gobierno en turno, pero también se descalifica al oponente, culpándolo de los diferentes problemas que sufren los mexicanos. Entonces, el debate no tiene como base argumentos, razones, proyectos de nación, sino los intereses parti-culares de las élites políticas, mostrando a los poten-ciales electores los riesgos y peligros que “encarna” el oponente, que visto como amenaza, puede conducir-nos de nuevo a un pasado vivido, caracterizado por la corrupción, la devaluación, la impunidad, y ahora se le agrega, de acuerdo con el partido político que ejerce el poder presidencial, la expansión de las actividades del narcotráfico.

En este caso, los partidos políticos son maquina-rias ideológicas que tienen como tarea principal la ob-tención de votos. Y se han transformado en el vehículo de las decisiones tomadas por las élites que han utili-zado el ejercicio del poder público para beneficiarse y, también, para imponer a sus candidatos.3

...para la

política mexicana

1 Manuel Alcántara Sáez. Partidos Políticos Latinoamericanos ¿Instituciones o máqui-nas ideológicas? México. Editorial Gernika. 2006, pp. 81-82.2 Rogelio Hernández Rodríguez. El centro dividido. La nueva autonomía de los gober-nadores. México. El Colegio de México, A.C. 2008, pp. 197-225.

3 Estos acuerdos entre élites y con beneficios tangibles han favorecido el surgimiento de una democracia mafiosa, basada en los intereses particulares, que usan a las insti-tuciones públicas para mantener sus privilegios. Véase, Fernando Escalante Gonzalbo. La democracia mafiosa. México. Reflexiones sobre el Cambio, A.C. 1999, p. 43 y ss.

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Así, la militancia se ha convertido en parte de la red de clientelas, que se debe integrar a la que ha sido configurada a la largo de las diferentes gestiones gu-bernamentales. Se gobierna para conservar la parcela de poder o para ampliarla, y en esta lucha, no importa el uso de la propaganda que falsea la realidad. Por eso, no debe extrañar que el presidente Felipe Calderón ex-prese que la economía mexicana se está recuperando, que la devaluación del peso con respecto al dólar se ha detenido y que se ha reactivado la generación de em-pleos; además de usar las detenciones de los llamados narcojuniors para mostrar a la audiencia televisiva, que también se encuentra formada por potenciales votan-tes, la “efectividad” de su política de combate contra el narcotráfico.

A esto se le agrega la propaganda personal que ha realizado el dirigente nacional del Partido Acción Na-cional (PAN), Germán Martínez, tanto en los medios impresos como en el sitio de la red de dicho partido, para atacar a candidatos del Partido Revolucionario Institucional (PRI), acusándolos de formar parte del crimen organizado. Al mismo tiempo, los cambios en el gabinete presidencial se pueden interpretar como parte del uso de la administración pública para transformar a fun-cionarios en candidatos a elección popular, comprometidos con los intereses personales del Presiden-te. Esto es lo que sucedió con el re-levo en la Secretaría de Educación Pública, y con las negociaciones que el dirigente nacional del PAN realizó para proponer como el principal candidato plurinominal al dirigente nacional del Sindicato de Trabajadores del Seguro Social. Esto mostró la vigencia de la cooptación de líderes, que des-de el punto de vista corporativo, son importantes por el poder autoritario que ejercen sobre sus agremiados, y en esta coyuntura electoral, son votantes “cautivos”.

La coyuntura electoral ha mostrado que las prácti-cas clientelares, el intercambio de votos por beneficios, sobreviven a pesar de la alternancia partidista. Es el “estilo” de hacer política de una élite que ha convertido los puestos de elección popular en espacios de conser-vación de privilegios, donde la eficiencia y los resulta-dos pasan a un segundo plano, y donde las “buenas in-tenciones” son las que cuentan para una sociedad que no está acostumbrada a la rendición de cuentas ni a la participación en los asuntos públicos.

Mientras, el descrédito que alguna parte de la población ha manifestado por medio de encuestas de opinión en contra de los políticos, refuerza la idea de

que la vida institucional, donde el orden legal rige las prácticas de gobernantes y gobernados, se encuentra al margen de las alianzas y negociaciones que han ge-nerado un orden paralelo, coyuntural, entre líderes y élites, cuya motivación es la obtención de privilegios, lo que le ha dado sentido a la lucha por los votos.4 En otras palabras, lo que está en juego son los privilegios, lo que desplaza el modelo ideal de usar el poder políti-co para beneficiar a la colectividad.

Lo grave es que los tres principales partidos po-líticos (PRI, PAN, incluyendo al Partido de la Revolu-ción Democrática, PRD), se encuentran en esa lucha por los votos, orientada por la necesidad de ampliar sus parcelas de poder, y en el caso del PAN, para evitar al máximo el disenso, que en la política mexicana, más que una virtud es considerado un defecto; es decir, re-presenta un obstáculo para la obtención de la unani-midad, por ejemplo, en la Cámara de Diputados. Este hecho se puede interpretar como una falta de capaci-dad de la élite política para lograr consenso a través de las diferencias derivadas de una situación de privi-legio. Es decir, las discusiones ideológicas partidistas solamente tienen sentido si se encuentran en peligro

los beneficios desprendidos del ejercicio del poder, entonces la campaña mediática se vuelve más intensa y hasta violenta contra el adversario (recordando la vieja queja del ex presidente Vicente Fox en contra de la oposición de la Cámara de Diputados, culpándola de que una parte de sus iniciativas no se había puesto en marcha por

la falta de su aprobación, lo que encontró eco entre al-gunos analistas y medios de comunicación impresos y electrónicos). Queja que en la actualidad ha sido revi-vida por el dirigente nacional del PAN.

Por su parte, la autoridad electoral no acaba de salir de la crisis en que se colocó con la elección pre-sidencial del 2006, limitando su papel a promover el voto en los medios masivos de comunicación, olvidan-do su papel de sancionar los “excesos” de los poderes televisivos y de las élites políticas que han usado a las instituciones públicas para reforzar la campaña electo-ral de sus candidatos, apoyados por alguno de los tres principales partidos políticos.

De esta manera, las pugnas internas que se ob-servaron entre los diferentes grupos o facciones que integran al PRD para elegir a sus candidatos, se acom-pañaron de denuncias y protestas; sin embargo, sir-

Miguel Ángel Vite Pérez

La autoridad electoral no acaba de salir de la crisis en que

se colocó con la elección presidencial del 2006

4 Véase, María de las Heras. Encuesta de las Heras. Baja la confianza en el ejército, el IFE y los periodistas.www.milenio.com. 13 de abril de 2009.

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vió para ilustrar la lucha clientelar por el voto de los simpatizantes, que tiene sentido por los privilegios a los que se puede tener acceso en caso de convertirse en diputado local o federal en las próximas elecciones del mes de julio. Pero antes es necesario seguir el camino tortuoso que conduce al político a su transformación en candidato. Una vez pasado ese tránsito los apoyos se negocian en situaciones donde la conflictividad ha disminuido. Sobre todo, porque al partido le conviene mantener su posición en el sistema político a través de un aumento de votos en su favor, lo que le representa el conservar o incrementar los recursos públicos que por ley le corresponden.

Otra forma ideada para disminuir la conflictivi-dad consiste en que las élites de los partidos políticos, en alianza con los gobernadores, han integrado la lista de sus candidatos, sin participación de los militantes al convertirlos en apoyo de decisiones previamente to-madas, como lo hizo la dirigencia nacional del PAN en algunos distritos electorales, procedimiento también adoptado por la dirigencia local y nacional del PRI.

De esta manera, existen hechos que permiten de-finir a la democracia mexicana como una democracia de élites, cuya lucha real es por los privilegios, donde el fin justifica a los medios empleados; sin embargo,

el voto es un derecho ciudadano, cuyo potencial ra-dica en la emisión en favor de alguna de las opciones partidistas presentadas, o para otros sería un caso ex-tremo, mediante una emisión en contra a través de su anulación o ejerciendo la abstención. La situación está dada para que el escenario se base en la segunda inten-ción: la anulación o la abstención, lo que le recordaría a las élites políticas mexicanas que el haber convertido la democracia en una representación de sus intereses particulares, mediante prácticas ilegales e informales, ha favorecido el descrédito del quehacer político y de las instituciones electorales, y hasta de impartición de justicia. Entonces, la preocupación sería mayor por-que la mayoría de los mexicanos seguiría reforzando la creencia individualizada de que ante el descrédito de la vida pública, el refugio más seguro es el espacio privado, la familia y el grupo de amistades, que se ha convertido en una red informal de ayuda, lo mismo que las actividades ilícitas, cuya desviación de la lega-lidad puede ser grave o muy grave, como sucede en el caso de las actividades del crimen organizado, mos-trando que las situaciones de privilegio son socialmen-te costosas.a

Doctor en sociología por la Universidad de Alicante, Españ[email protected]

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Joel Hernández Santiago

¿En qué punto de la democracia estamos hoy los mexicanos? ¿Somos un país con una de-mocracia consolidada? ¿Será que apenas está en transición? o, de plano ¿nuestra democra-cia sigue siendo una aspiración que todavía

no cuaja porque los factores estructurales, instituciona-les y colectivos no están dispuestos para ello?

Son de las preguntas que nos hacemos en México, de tiempo en tiempo, quienes fuimos testigos de la al-ternancia de gobierno en 2000 e iniciamos un proceso social en el que la democracia parece haberse asenta-do en nuestro ánimo como parte de nuestros derechos adquiridos, pero también como una forma de vida aún nebulosa en la que para muchos ciudadanos la demo-cracia se resume en el sufragio: y hasta ahí.

La democracia se fortalece cuando una sociedad estructura a su gobierno en sentido democrá-tico y cuyas instituciones, todas ellas, están a disposición de lo so-cial porque es esa sociedad la que les da sentido y otorga al gobierno la responsabilidad de cuidarlas, or-ganizarlas, fortalecerlas y darles el carácter de servicio colectivo. El gobierno es, así, un mandato de la sociedad en la que radica la soberanía y todo el poder: el gobierno nunca debe -o debería- contrariar ese mandato.

De tal forma que ese gobierno social es democrá-tico porque su primera tarea es la de garantizar el res-peto al sufragio y promueve y respeta la participación social, aun si ésta proviene de diversas composiciones ideológicas que conviven y se proponen como opción para que los ciudadanos no sólo se sientan representa-dos, sino también gobernados, y así.

Y falta asegurar que esos mismos ciudadanos-mandantes recuerden que si tienen el poder que les otorga derechos también les forja responsabilidades. Emitir el voto es un derecho y una responsabilidad al

mismo tiempo. Digamos que en democracia los ciu-dadanos deben participar de forma libre, consciente, segura, firme, transparente y responsable en la elección de su gobierno. Pero a diferencia de lo que parece ocu-rrir en México, lo que sigue en países democráticos es la exigencia permanente de cumplimientos, ya si se votó por ese gobierno, o no.

Y sin embargo: Nuestra democracia tiene una naturaleza compleja,

en la que conviven pasado y presente y, por lo mismo, se percibe inconclusa; descansa en estructuras de gobierno e instituciones gubernamentales del pasado, algunas de ellas utilitarias o de plano francamente caducas.

Es cierto que si se quería una transición tenue, ge-nerosa, nada dolorosa y sí respon-sable, habría que comenzar por otorgar la libertad y el respeto al voto, lo que poco a poco se consi-gue en México; pero esto se ha he-cho sobre la base de un pasado que se debía cambiar e iniciar de inme-diato un proceso de transforma-ción hacia estructuras de gobierno democráticas. Naturalmente los

pasos para ello deben estar en permanente movimiento y de forma acelerada, y nunca por la vía de la inconsis-tencia, la desestabilización o la fuerza. Ya está probado que las transformaciones revolucionarias en México han sido extremadamente dolorosas y prolongadas para llegar, en muchas ocasiones, al parto de los montes.

Y también es cierto que intentar desestabilizar a otros partidos políticos desde el gobierno es un aten-tado a la democracia porque ésta tiene uno de sus sustentos en el sistema de partidos. Hacer que esto no ocurra es responsabilidad de un buen gobierno como también lo es de todos los actores políticos y econó-micos pero, sobre todo, de una sociedad cada vez más madura; con una madurez a tono con las nuevas cir-cunstancias del país.

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intentar desestabilizar a otros partidos políticos desde

el gobierno es un atentado a la democracia

“Nosotros, de quienes uno es tanto como vos, y juntos más que vos, os hacemos rey para que cuides

nuestros fueros y privilegios y si no: no”Palabras rituales en la coronación de los reyes de Aragón

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Comoquiera que sea, esa convivencia de pasado con presente tiene consecuencias en la vida política del país, pues si bien la separación de poderes parece ser una realidad, el ejercicio particular de cada uno de ellos descansa en viejos procedimientos aún no aniquilados: con más frecuencia de la debida, por ejemplo, la integra-ción del Poder Legislativo -a través de partidos políticos de diferentes tintes ideológicos- se sustenta en compro-misos regionales o de grupos de interés para efectos de pago de cuotas o deudas políticas contraídas o de configuraciones electorales a futuro y no con gente que busque solucionar de los grandes problemas nacionales, hoy mismo extremadamente riesgosos.

Es el caso -sigue el ejemplo- del candidato plurino-minal del PAN en Baja California, quien antes había pa-sado por el PRD y el PRI. O el caso -similar- de otorgar una plaza burocrática al antiguo dirigente del Partido Verde Ecologista de México en tareas para las que no está ni capacitado ni vinculado ni históricamente dis-puesto, como es el del deporte mexicano.

En fin. Así, la tarea de legislar se sesga porque en ese caso quienes acceden a esta responsabilidad -que también es un mandato- o no están capacitados para ello o sus intereses no están en lo legislativo. Ello le resta representatividad y autoridad al Poder Legislativo o, lo que es lo mismo, desconfianza y desapego sociales. Y es aquí en donde unos cuantos son beneficiarios de “esa” democracia.

Y es que “esa” democracia tiene orígenes en lo indi-vidual y no en lo social o colectivo o cívico; lo que inven-ta a grupos de ciudadanos al uso de intereses de partido pero extremadamente pasivos en la lucha por sus pro-pios intereses y surgen entonces algunos de los factores dañinos a la democracia: individualismo, voluntarismo, electoralismo, nacionalismo malentendido y, sobre todo, indiferencia ante las desigualdades existentes.

In extenso, Giancarlo Pasquini se refiere a la demo-cracia en América Latina “… encaminada a superar sus taras históricas y que nos recuerdan que el camino de la democracia será arduo y sembrado de obstáculos. Son las imágenes tradicionales que los periódicos nos han acos-tumbrado a relacionar con Latinoamérica: convulsiones, violencia y violaciones de los derechos humanos que con-tinúan en algunos países, no obstante el cambio de régi-men; guerrilla y represión que se suceden y se persiguen en una espiral perversa; sociedades divididas e irreconci-liables que hacen difícil la gobernabilidad y acentúan la inestabilidad política; y además la injusticia, la bancarrota económica, la hiperinflación, una deuda externa terrorí-fica… son en gran parte la herencia más desastrosa…”

Cuando la democracia se asienta en un país es porque se habla de ella como del pan cotidiano, del

agua que se toma, de la buena salud, de la buena edu-cación, de la justicia, de la igualdad, del respeto de unos a otros en sus simpatías y diferencias. La de-mocracia es entonces una forma de vida de la que no se habla tanto porque se cuenta con ella para vivir al aire libre.

Y si por el momento en México es necesaria la presencia de instituciones que garanticen la transpa-rencia y autenticidad de los procesos electorales en México como son los institutos electorales tanto Fe-deral (IFE) como locales, también es cierto que ellos surgieron por la desconfianza en nuestros procesos electorales históricos y han hecho un papel muy im-portante en nuestra transición hacia la democracia.

No obstante estos institutos sólo deben existir mientras nuestra democracia no se consolide y re-quiera de esta supervisión extremadamente onerosa para los mexicanos. Pero mientras esto ocurre una de sus tareas es la de consolidar la democracia mexicana no sólo atendiendo la organización y el cuidado de los procesos electorales sino también con la promoción de la educación cívica y el estímulo a la vida democrática. Estas tareas urgentes parecen abandonadas en el cajón de sus pendientes, acaso porque políticamente no visten a sus integrantes o porque los partidos políticos que les han invadido atienden sobre todo el hoy electoral y no el mañana político del país. La insuficiencia de resultados está a la vista.

El día que no sean necesarias estas instituciones comiciales, porque el Estado fortalecido es garante de transparencia electoral, entonces comenzaremos a ha-blar de democracia consolidada.

Los partidos políticos son el único lazo de legitimi-dad entre los ciudadanos y el Estado. Son -o deben ser- el resumen de la voluntad de los ciudadanos de este país y, por lo mismo, estos partidos deben estar a la altura de esta responsabilidad.

En México existen partidos fuertes e históricos que han sabido adaptarse a los cambios y han experimenta-do triunfos y fracasos electorales. De hecho es parte de todo proceso democrático. Pero de vez en vez aparecen agrupaciones que no representan nada más que a los in-tereses económicos de sus promotores.

Es cierto: urge el nacimiento de nuevas formas po-líticas auténticas y verdaderamente representativas que, junto con los partidos políticos históricamente fortale-cidos, convivan y generen opciones más amplias para los ciudadanos mexicanos. Pero valorarlos es responsa-bilidad de una sociedad madura y es ella misma la que debe cuidar que esas pequeñas fuerzas no transformen la decisión mayoritaria como ya ha ocurrido tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado de la Re-

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pública, lo que significa que en esos casos las minorías son las que se imponen a la mayoría electa. Gobierno de minorías, pues.

Entonces ¿en qué punto de la democracia mexica-na estamos hoy los mexicanos? ¿Somos un país con una democracia consolidada? ¿Será que apenas está en tran-sición? o, de plano, ¿nuestra democracia sigue siendo una aspiración que todavía no cuaja porque los factores estructurales, institucionales y colectivos no están dis-puestos para ello?

Nuestra democracia aún no está consolidada. Tanto la estructura como las instituciones y los ciuda-danos, se resisten a entenderse en democracia aunque ya funciona el proceso electoral con base en institu-ciones nacidas de la desconfianza. Está en transición, pero aún no conoce la ruta menos turbulenta para lle-gar a la meta. Digamos, en todo caso, que tenemos una democracia inexperta y, por lo mismo, da tumbos; es una democracia en si, pero con bemoles. La democra-cia mexicana habrá de fortalecerse, consolidarse y sen-tirse orgullosa de ella misma un día, ojalá sea pronto, mientras tanto hay que trabajar mucho aún:

Necesitamos una sociedad políticamente desa-- rrollada y madura.

Un sistema de partidos inexpugnable y cons-- ciente, cada uno de los institutos políticos, de su responsabilidad de ser interlocutor válido entre so-ciedad y gobierno.

Medios de comunicación responsables y cons-- cientes de su influencia colectiva y no defensores de sus intereses económicos a ultranza. La traición a la democracia de los medios de comunicación elec-trónicos es un tema que merece atención especial tanto de las instituciones responsables del uso apro-piado de las concesiones como de la sociedad mis-ma que en su madurez exija medios democráticos, maduros y responsables. De otra forma se deben retirar las concesiones otorgadas cuando dañen a la democracia, que es dañar a la nación y al Estado.

Instituciones de Estado, no de gobierno.- Hombres de Estado y no de circunstancia… -

Y, bueno, algo más.

¿Quién no quiere a un país envuelto en la democracia? Todos -o casi todos- lo queremos. Es por justicia. Es por igualdad. Es porque le va bien a nuestro país mexicano y porque ya nos lo merecemos. ¿O si? ¿O no?a

Periodista y [email protected]

Vivir en democracia

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“Pues yo sí le hago caso al comer-cial y le pienso. Lo que no sé es qué voy a hacer cuando ya esté en la casilla, eso todavía no lo sé”, Claudia sonríe y calla. Mira

entre apenada y asustada, no sabe qué más decir. La idea de votar la entusiasma, porque será la primera vez que lo haga.

A sus 19 años, estudiante preparatoriana, dice que desde niña siempre le llamó la atención “eso de las vo-taciones” porque su papá no falta a ninguna y hasta “estuvo en una casilla”, pero ahora que ya tiene la edad para ejercer ese derecho, no sabe bien para “dónde ja-lar” porque no tiene idea de quiénes son los candidatos, “ni muy bien qué es lo que tienen que hacer”. Sólo sabe, “como dice mi papá, que hay que votar y eso haré”.

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Raquel Peguero

Todo sea por la democracia, agrega Cristian, de 20 años, encargado de un cibernet. Con el rostro enrojecido, echado para atrás en su asiento, como si las preguntas fueran un arma apuntándole a la cara, sabe que son relevantes las próximas elecciones para el Congreso, “porque un voto puede cambiar todo, pero… no tengo el afán, no sé por qué y la verdad, no creo que vaya a votar.”

Entre los jóvenes consultados las posiciones son así de contradictorias. En parte existe una apatía que puede ser derrumbada por la curiosidad, sobre todo entre quienes irán a votar por primera vez. A algunos les entusiasma, a otros les da igual, a unos más no les interesa.

Por lo menos así se advierte a través del pequeño debate que se dio entre Carlos, Genaro y Fernando, los tres de 19 años, que detuvieron un momento su cascarita. Así, mientras el primero enfatiza que irá a votar “para que nadie diga después que porque no voté no puedo protestar”; el segundo asegura que le da igual, porque “de todos modos nadie te hace caso”, y el tercero les llama “ignorantes de la realidad”, y subraya que él no piensa “ir a perder el tiempo”.

Entre el jolgorio del juego in-terrumpido por la novedad de una entrevista, este trío de estudiantes del bachillerato apenas y se dan a entender. Se cotorrean entre ellos y a quien pregunta, porque han oído de las próximas elecciones, “¡cla-ro!”, porque la propaganda está to-dos los días en los medios y “brinca cuando ni te la esperas”, pero de ahí a participar de otra forma o informarse, simplemente es otra cosa.

Los tres hablan de que sus padres siempre han ido a que “les manchen el dedo”, pero sólo para cuan-do se “trata del preciso”, de las intermedias no recuer-dan o no se han fijado. Y es esa cualidad la que entu-siasma a Carlos y deja fríos a los otros dos, pues dice Genaro, parafraseando a su abuelita: “para qué rezar a los santos si tengo a Dios enfrente”, con lo que pone fin a la discusión.

“Lo que sé, es que en unos meses vamos a estrenar otro Congreso y que será el voto el que lo decida. El mío será el primero, bueno, la primera vez que lo haga y me da cosa”, ríe nerviosamente Amanda, levantando los hombros curiosamente y esquivando la mirada.

A sus 18 años, estudiante en una prepa particu-lar, comenta que eso de “estrenar Congreso” es una “puntada de mi papá”, quien le ha explicado, para que entienda la importancia de su participación, con la

ropa que tanto le gusta comprar: “ya sé que no es lo mismo, pero me dijo que así como le pienso a cada prenda que me gusta, para luego no andar despotri-cando de cómo me veo”, así debe sopesar su voto, por-que es “como si fuera a vestir al país y el país soy yo, y debo imaginar cómo quiero que se vea. Y, bueno, a mí me gusta verme muy bien”, ríe.

Además, aquí no es un delito no votar, como en Chile, agrega Antonella, mexicana de nacimiento y de madre chilena, quien, como su amiga, también irá a las urnas por primera vez. Ella está muy entusiasma-da con la idea, porque “más que una obligación es un derecho y a los jóvenes no nos dan mucho de eso”.

Con un peculiar acento en su hablar, explica que en esa nación del Cono Sur, “aunque creo que ya lo quitaron, te multan si no votas a menos que demues-tres que tienes una causa justificada, una enfermedad o algo así. Mi mamá me cuenta que eso era horroroso porque de todas formas las elecciones estaban tru-queadas” y esa era una forma de hablar “de democra-cia en medio de una dictadura” como la que vivieron

tantos años.“Yo sé que votar es impor-

tante, pero no lo haré porque no tengo credencial de elector”, dice seria Fabiola, una estilista de 24 años que prefiere “cortar el pelo que meterse en política: ni le en-tiendo”. Por ello, de los partidos políticos, “no le voy a ni uno, para mí todos son igual”, pero tampoco se ha metido a ver cuá-les son sus propuestas y si alguno

de ellos le habla más de cerca que otro. “En realidad me aburre todo eso” y prefiere “medio ver telenove-las”, mientras trabaja.

Muy preocupado porque hace un año que no tie-ne empleo, José Luis, de 23 años, irá a votar el próximo 5 de julio sólo para ver “si las cosas se componen”, pues dice, moviendo el periódico que trae en las manos para “buscar chamba de lo que sea”, que escuchó en la radio que el Congreso “que se elija es el que va a decidir cómo se manejará la lana del país, con impuestos y todo eso, y que de ahí se pueden crear más trabajos”.

Lo piensa un poco y cuenta que después de que oyó “esas palabras”, se puso a meditar al respecto por-que, “digo, hasta ahorita no me ha tocado ver eso, a la mejor porque no sabía que era eso lo que tenían que hacer. Como nomás se andan echando habladas en-tre ellos, no me había fijado”. Sin embargo, ahora que sabe de qué van las elecciones intermedias “pues voy ir a ver si es de veras”.

“El congreso que se elija es el que va a decidir cómo

se manejará la lana del país, con impuestos y todo eso, y que de ahí se pueden

crear más trabajos”

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especial

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Lo que sucede es que “las elecciones interme-dias, a diferencia de la presidencial, despiertan poco interés en los mexicanos, sin darse cuenta que ahí está una parte nodal de nuestra democracia”, explica Pedro, abogado de 76 años y maestro universitario.

En un país presidencialista como México, “la gente considera que sólo las elecciones del Ejecuti-vo son importantes, y se le olvida que sus decisiones deben pasar por el Congreso. En sus manos está el destino del país y en ello reside la importancia de sa-ber elegir a quienes nos representarán, porque de las curules emana la voz del pueblo y esa sólo puede dar-se a través de la participación ciudadana”.

Considera que es tarea de los partidos políticos ubicar claramente sus estrategias y campañas para que la gente pueda “descubrir sus afinidades y le sea más fácil decidir” por quién votar. Después de todo, los cambios se han dado, “a unos les gustarán más, a otros menos”, pero ese es el “juego de la democracia”.

Y es que la democracia se está buscando, “aunque falta mucho para ganar una real, por-que lleva tiempo”, dice Daniel, farmacéutico de 49 años, quien considera que los partidos “están trabajando, esa es su labor, pero hablan mucho y dicen poco de lo que están ofreciendo”.

Cierto que las campañas aún no comienzan y por el momento es sólo “activismo en pro del voto” lo que se ve, “se está haciendo mu-cha propaganda”, pero hasta ahora, lo que piensa, es que sería impor-tante que el “Congreso se maneja-ra adecuadamente” y si estuviera seguro de que con “mi voto se lograría, iría a votar. Tal vez lo haga”, pero eso lo decidirá en su momento y tras examinar las propuestas de los candidatos.

Patricia, una robusta y sonriente vendedora de telas, de 50 años, dice que ella siempre ha votado “más porque me dicen, mi esposo, sobre todo, pero por mis ganas no iba”. Esta vez acudirá a las urnas, porque es su forma de decir que “está canija la cosa” y que a pesar de que sabe “nada gano con eso porque yo no puedo cambiar el mundo”, de granito en granito se puede seguir empujando para que se “hagan las cosas que se deben hacer y mejoremos”.

Mientras se limpia la grasa de las manos con un trapo, Alejandro, mecánico de 51 años, dice que ya

las elecciones no le llaman la atención como antes porque en el sistema de partidos hay “muchas co-sas que no le gustan”, y como siente que en general “el pueblo está aletargado, lo inundan de futbol, de telenovelas, que se entretengan con otras cosas y no piensen tanto en los problemas del país o la situa-ción”, y eso hace que su voto no sea tan meditado y “se equivoquen”.

Pero él sí lo analiza y como siempre irá a votar, porque “es un peligro no hacerlo, en el sentido de que uno mismo cancela sus derechos y si bien, de todas maneras podemos pensar que una mayoría no se res-peta y no toman en cuenta nuestra palabra, lo mejor es buscar que nos la tomen cuando la damos y eso debe ser a través del voto”.

Secretaria de profesión, Adriana, de 38 años, tie-ne muy clara su preferencia por la política y el gusto

que le da alentar la participación ciudadana. Lo que quiere es que la gente “se dé cuenta de la situación que vivimos” y por eso se alista siempre como voluntaria cuando se aproximan elecciones.

Sin ocultar la simpatía que siente por un partido político, “por el que sin duda voy a votar para que gane el Congreso”, cuen-ta que en su trabajo no pierde oportunidad para hacer prose-litismo, “pero no pertenezco a ningún partido, lo hago por puro gusto, para que mis compañeros de verdad lo piensen y vayan a las urnas, porque yo soy pueblo y me interesa el bienestar del pueblo. A mí, lo digo por mí, porque sí creo, es vital para todos”.

“Aunque nos prometan las perlas de la virgen y luego se hagan que la virgen les habla, debemos ir a votar”, se carcajea hasta el ahogo Joaquín, de 37 años, veterinario, que vive sobre todo de “pelar perros e inyectar vacunas” a mascotas. Ase-gura que cada que se avecinan elecciones “de las que sean”, jura a todo el que lo quiera oír que ya no irá “a tachar planillas solapadoras”, pero cada vez rompe su palabra, porque “a final de cuentas no puede haber cambio, como ya lo hubo, sin participación. A la mejor metemos la pata” y gana “uno que no se lo merece o no cumple y nos va peor de como estábamos, pero yo pienso que la lucha debe hacerse y es mejor votar para que quede en ellos y no en uno”.a

Periodista

“de granito en granito se puede seguir empujando

para que se hagan las cosas que se deben

hacer y mejoremos”

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SONORASan Carlos

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Campeche es uno de los estados más dejados de la mano de Dios y por lo mismo es tam-bién uno de los más promisorios de toda la República Mexicana. Yucatán y Quin-tana Roo, estados hermanos y colindantes

dentro de la Península, se han desarrollado de manera vertiginosa, fundamentalmente gracias a la industria turística. El estado de Tabasco, con el cual se une por el sur, también tuvo un impresionante repunte a par-tir del régimen de Enrique González Pedrero, quien modernizó y embelleció la capital y dotó a los pueblos de infraestructura, industria y cultura. Sin embargo, el bello estado de Campeche ha quedado un tanto a la zaga, acaso porque sus propios gobernantes no han capitalizado suficientemente bien el inmenso potencial que ofrece por su ubicación y sus enormes recursos tanto naturales como culturales. Situado en el costado occidental de la Península de Yucatán que da hacia el Golfo de México, Campeche posee una superficie de 52 mil kilómetros cuadrados, con un litoral que tiene cerca de 500 kilómetros y una enorme variedad de fauna ma-rina muy aprovechable para la industria pesquera. La ciudad de Campeche, capital del estado, fue declarada por la UNESCO patrimonio cultural de la humanidad en 1999 por haber sido el único puerto virreinal mili-

tar que hubo en América y por su belleza típicamente criolla, codiciada por comerciantes y piratas por igual durante más de tres siglos. La ciudad posee escenarios únicos y majestuosos que van desde la enorme mura-lla que rodea a la ciudad, así como sus espectaculares fuertes y baluartes para su defensa, hasta la sección in-tramuros de bellas iglesias y residencias coloniales y cu-yas calles, rectas y bien alineadas, fueron trazadas con sumo cuidado por los descendientes de españoles, con una puerta de tierra y una puerta de mar para el ingreso de la población, las cuales subsisten hasta la fecha. El interior del estado, por otra parte, posee una enorme riqueza de fauna, flora y arqueología, pues abunda en impresionantes ciudades santuario enclavadas en el in-terior de la selva que dan fe de la maravillosa cultura maya que sentó ahí sus mientes antes de la Conquista. Campeche es también el único estado de la República que posee dos fronteras: una, al sureste, con Belice; la otra, al sur, con Guatemala.

¿Qué hacer para propiciar el desarrollo de este es-tado cuya ciudad capital tiene apenas cerca de 200,000 habitantes y cuya población en todo el estado no rebasa los 800,000? (Campeche es uno de los tres estados, junto con Colima y Baja California, con menor densidad de población). Esto no significa necesariamente una des-

turismo, cultura y

sureste

CAMPECHE:

ecología

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Hernán Lara Zavala

ventaja, pues la ciudad de Campeche es conocida como una de las más tranquilas, seguras y apacibles de todo el país. Entonces ¿qué hacer para propiciar, sin alterar su ecosistema, su sana tranquilidad y su belleza primigenia para impulsar el desarrollo orgánico y cuidadoso de tan virginal estado? Campeche ha contado, a lo largo de su historia, con múltiples y variadas riquezas. Durante la época colonial fue uno de los puertos importantes del virreinato, por su situación privilegiada como puerto comercial que distaba tan sólo a 130 leguas (544 kiló-metros) del puerto de Veracruz. En ese entonces tanto Campeche como Lerma y Champotón se distinguieron como ciudades de astilleros y construcciones navales, con buenos carpinteros de barcos y navíos, calafateado-res y pescadores, capitanes y marineros que convirtieron a la región en un punto de marinería por excelencia.

A principios del siglo XIX el estado de Campeche tuvo un gran auge, gracias a la explotación del palo de tinte o palo de Campeche, que se da de manera silvestre en sus densas selvas y que servía para teñir las telas de todo el mundo, al grado de que a finales del siglo XIX se llegó a exportar hasta 100 mil toneladas del preciado colorante. Desgraciadamente la ex-plotación del palo de tinte se vino abajo con la invención de las anili-nas, con las que fue sustituido en el mundo de los teñidos. Junto con el palo de tinte y como complemento a las características geográficas de la región, la explotación del palo de tinte se alternaba con la ganadería, el cultivo y benefi-cio de la caña de azúcar y el tradicional cultivo de maíz, base de la alimentación maya.

El otro gran auge que tuvo el estado de Campeche se dio gracias al descubrimiento que hiciera el secreta-rio y traductor de Santa Anna, James Adams, cuando el general sacara de su bolsillo un pedazo de chicle y se pusiera a masticarlo frente a él. Quiso probarlo y a par-tir de ahí Adams tuvo la genial ocurrencia de mezclar el chicle con un poco de azúcar y lo empezó a industria-lizar en Estados Unidos y en el mundo entero, a través de Adams Chewing Gum Company, lo cual permitió el segundo auge de la economía campechana a nivel mundial. El chicle se extrae del árbol de chicozapote mediante incisiones que se hacen en la corteza y se da, también, de manera silvestre, fundamentalmente en los estados de Campeche y Quintana Roo.

En el momento de su mayor auge (1930) se llegó a explotar más de dos millones de hectáreas de árboles de zapote en los llamados “hatos” chicleros de la región. Otro recurso importante para el estado de Campeche ha sido la pesca y empaque de camarón, gracias a la riqueza

de su litoral que permitió otro auge hasta que la espe-cie del camarón quedó reservada para su explotación a las sociedades cooperativas pesqueras. No obstante, además de camarón y otros crustáceos y moluscos re-servados a las cooperativas como el cangrejo moro, el langostino, el pulpo y el caracol, el litoral de Campeche es pródigo en especies como el pámpano, esmedregal, pargo, sierra, corvina robalo, huachinango, lisa, cazón y cherna. Vale la pena resaltar también la importancia de la industria apícola en la región, pues la miel que se produce en Campeche, gracias a su extraña y única flo-ra, da una de las mejores mieles del mundo y ha sido otro de los productos de exportación a Alemania, Japón y Estados Unidos. Lamentablemente, la falta de control de calidad y de ética de los funcionarios de la industria apícola impidió que esta importante industria se desa-rrollara debidamente.

Desde 1976 la economía del estado se empezó a sustentar en la producción petrolera que tan difícil hace la convivencia con otras industrias como la turística o la pesquera, razón por la cual las flotas de captura cama-ronera y de especies de escama se empezaron a desinte-

grar. La enorme reserva energética conocida como el Complejo Can-tarell concentra, en la actualidad, el recurso más importante del es-tado de Campeche.

A partir de aquí vale la pena reflexionar cómo dirigir los es-fuerzos del estado para diversifi-

carse y poder darle un nuevo impulso a Campeche, sin necesidad, insisto, de acabar con su riqueza ancestral tanto cultural como biológica y ecológica. Lo primero que salta a la vista es que Campeche no ha sido de-bidamente explotada en términos de turismo. Tiene una costa tan atractiva como la de Yucatán, Quintana Roo, y posee sitios arqueológicos como Edzná, Becán, Calakmul que son únicos en el mundo. Pero yo no re-comendaría la creación de una serie de desarrollos del tipo de la Riviera Maya o la destrucción, en aras del turismo, de lugares de tanto abolengo como el Paseo Montejo en Mérida, Yucatán. En mi opinión, los de-sarrollos de orden turístico que deben establecerse en Campeche deben obedecer a la tríada de turismo, cul-tura y ecología. Esa es la única solución para poder ex-plotar debidamente los recursos naturales de la región, la belleza de su ciudad capital, la riqueza arqueológi-ca, la gran disposición de mano de obra, las bondades de la cocina regional, la explotación mesurada de sus frutos, peces y monumentos para fijar un crecimiento armónico y responsable de una zona privilegiada.a

Escritor

El Complejo Cantarell concentra, en la actualidad, el recurso más importante del estado de Campeche

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sureste

Decía Benedetti y lo ha cantado Serrat, que el sur también existe, con sus pobrezas, pero también con sus riquezas. En Méxi-co hay una deuda eterna con el sur y con el sur-sureste. Las crisis fi nancieras y fi s-

cales se expresan siempre en crisis sociales. Evitar el cos-to social es la tarea de la política económica.

México no está solo, forma parte del subcontinen-te latinoamericano, espacio donde la crisis fi nanciera se amplía al campo de las fi nanzas públicas. Los pivo-tes del crecimiento se han ido cayendo: la reducción de las remesas, la desaceleración de las exportaciones, la caída del precio de los productos básicos, particular-mente delicado para México el derrumbe espectacular del precio del petróleo, que anda por los 35.6 dólares por barril, disminución de los ingresos por turismo y de los fl ujos de inversión extranjera directa, incremen-to del costo de la deuda externa por la devaluación del tipo de cambio y disminución del crédito internacional

y local. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) pronostica una caída en 2009 de los términos de intercambio, así como en el empleo for-mal, lo cual afecta a las familias de menores ingresos y la presión sobre la informalidad. El problema de segu-ridad es parte de los costos que pagamos por la atonía de los modelos de crecimiento seguidos.

El sur-sureste es la región más castigada por la crisis en México no sólo porque los rezagos en ma-teria de desarrollo se mantienen, se profundizan y se refl ejan en el mundo real en el de la gente, cuyos niveles de satisfacción de necesidades básicas histó-ricamente se ubican de manera asimétrica respecto al norte del país. Se han realizado esfuerzos en pro-gramas sociales, destacadamente Solidaridad y Co-plamar (Coordinación General del Plan Nacional de Zonas Deprimidas y Grupos Marginados); sin embargo, han sido insufi cientes ante el tamaño de la pobreza y la marginalidad.

sur-esteOAXACA:

la deuda eterna con el

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David Colmenares Páramo

La crisis económica y social en México se refl e-ja en el incremento del desempleo, con un fenómeno de agotamiento de la informalidad para absorber a la fuerza de trabajo desplazada, a la que se incorpora generacionalmente cada año, sin hablar de la que se encuentra fuera del mercado laboral desde hace mu-cho tiempo.

En 2008 las remesas cayeron 3.6% (931 millones de dólares), la economía mexicana tuvo un crecimien-to de 1.3% en el PIB, sólo superando a Haití, con lo que el PIB per-cápita es el menos dinámico en los últimos dos años. La distribución entre las regiones de la dis-minución del PIB es asimétrica y afecta fundamental-mente a los estados del sur, como Tabasco, Oaxaca y Guerrero, pero también Chiapas, Campeche, Yucatán y Quintana Roo, agobiados además por la crisis fi scal de sus haciendas públicas. Los problemas sociales en estas entidades son producto de la insufi ciencia de sus niveles de desarrollo, el rezago en materia de infraes-tructura, demandas sociales insatisfechas y poco mar-gen de sus haciendas públicas.

Tabasco es el estado más castigado por los cambios en las fórmulas de distribución de participaciones; cambios realizados unilateralmente sin considerar con-sensos previos en la coordinación intergubernamental, que provocó que a diciembre de 2008 la diferen-cia entre lo que se recibiría con las fórmulas vigentes a diciembre de 2007 y lo que recibieron con la llamada reforma fi scal, fue inferior en dos mil millones de pesos (tres mil me-nos en el Fondo General de Participaciones). La crisis fi scal que llega en 2009, reduce las posibilidades fi scales de la entidad para darle sufi ciencia al gasto público, que así queda imposibilitada para cumplir satisfactoriamen-te con los pari-passu, necesarios para obtener recursos de numerosos programas federales.

Oaxaca tiene una realidad de rezago social muy alto, es numerosa la comunidad oaxaqueña que ha emigrado en busca de empleo al norte del país y a Es-tados Unidos, y que están regresando. La reducción de las remesas, el retorno de ciudadanos y las limita-ciones fi scales de la entidad, ampliadas por la caída de participaciones que ya al mes de marzo es de 15 mil millones menos de participaciones para todos los es-tados y municipios, así como la desaparición este año de los excedentes petroleros, afecta la operación del gasto social y de infraestructura de la entidad, a pesar de que Oaxaca es de los estados que más han incre-mentado su inversión con recursos propios, derivado de fi nanciamiento y de un esfuerzo recaudatorio li-

mitado por su capacidad contributiva. La restricción crediticia afecta ya a los pequeños y medianos nego-cios de la entidad.

Guerrero, al igual que Tabasco, tiene además de la pobreza un serio problema en el fi nanciamiento de la educación básica. Desde que se da la transferen-cia de los servicios administrativos, a principios de los noventa, dedica recursos importantes al fi nancia-miento de la misma, cuyo ritmo de crecimiento es su-perior a la dinámica de la parte federal. La tendencia de su población es decreciente, lo que afecta en el me-diano plazo sus ingresos públicos. Ante la reducción de participaciones se torna prácticamente imposible cumplir con esta responsabilidad delegada, lo mismo sucede con el gasto de salud. La modernización de su catastro, que se refl eja en la recaudación de predial, se enfrenta a lo mismo que Oaxaca, a la baja capacidad contributiva de la entidad.

Un problema común que enfrentan estas tres en-tidades, igual que las demás, es el de la imposibilidad de cumplir con las aportaciones para liberar recursos de programas federales -los pari passu-, por lo que han

planteado se cambien las reglas del juego por lo menos este año para no dejar de ejercer estos recursos fundamentales para el desarrollo social y ambiental. El sur está falto de inversiones relevantes en infra-estructura, de ahí la importancia que se dio a la instalación de la

nueva refi nería y el esfuerzo de Oaxaca y Tabasco para atraerla, no sólo por tener condiciones de infraestruc-tura, capital humano y ventajas en materias de costos, sino también porque es el detonador que necesitan para canalizar las inquietudes sociales.

¿Qué hacer? Apostar al gasto en infraestructura privilegiando las zonas de mayor rezago como estas tres entidades, al gasto en capital humano -esto es educa-ción y salud-, dar un trato distinto a los diferentes, que además están haciendo su propio esfuerzo, evitar que se profundice la desigualdad apostando a los programas sociales, fortalecer por ejemplo, a Liconsa y Diconsa en el sureste y avanzar en la descentralización y el federa-lismo fi scal. Sin descuidar el desarrollo municipal: en la región se encuentra más de la mitad de los municipios del país, Oaxaca sólo con la cuarta parte, con valores sustantivos de participación ciudadana, pero infi nitas demandas insatisfechas. La deuda eterna con el sureste sigue pendiente de ser saldada.a

Consultor en materia de coordinación fi scal y fi nanzas públicas. Ha sido Presidente del Colegio Nacional de Economistas.

[email protected]

sur-este

¿Qué hacer? Apostar al gasto en infraestructura

privilegiando las zonas de mayor rezago

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sureste

Antes que nada es importante comentar una condición determinante que enmarcó la evolución de esta región y sus procesos de desarrollo, esto es, la condición geográfi-ca de Yucatán, una península que durante

muchos años fue prácticamente una ínsula y no fue sino hasta la mitad del siglo XX cuando paulatinamente fue rompiendo esta condición de desarticulación con el res-to del país, condición que determinó la estructuración de un sistema económico cautivo, cerrado.

Por otra parte, al hablar de desarrollo necesitamos definir qué entendemos como tal, ya que en el pasado el concepto desarrollo se refería específicamente al aspecto económico y su evolución, concepto al que posterior-mente se adicionó el aspecto social; es decir, la evolución de la condición social, convirtiéndose en desarrollo so-cioeconómico; hoy día hablar de desarrollo implica nece-sariamente la incorporación de la variable ambiental, que es el desarrollo sostenible.

Entonces, ¿qué debemos entender por desarrollo?: enmarcados en la condición actual de nuestro planeta, no podemos pensar en desarrollo si este proceso o conjunto de procesos no va de la mano con la satisfacción de las auténticas y justas demandas de la población, en un mar-co de uso racional y sostenible de los recursos naturales, y esas auténticas demandas tienen componentes como la cultura y los derechos humanos.

En la economía globalizada en la que estamos ¿ine-vitablemente? insertos, el elemento determinante de la viabilidad de la inversión en el desarrollo es lograr el

máximo rendimiento financiero, reduciendo en la medi-da de lo posible los costos de ejecución, lo que en gran medida significa los costos de mano de obra, condición que en Yucatán determina uno de los menores niveles de ingreso de todo el país.

Un desarrollo justo tiene como eje la utilización ra-cional de los recursos naturales en la satisfacción de las necesidades de toda la población, sin afectar, y en lo posi-ble mejorando, la calidad de vida.

La condición de ínsula propició el desarrollo de un modelo socioeconómico construido en torno a una eco-nomía cerrada en manos de unos cuantos, de unas pocas familias; esta economía, muy limitada, tuvo una enorme oportunidad de desarrollo de la mano del crecimiento ex-ponencial del mercado de la fibra del henequén, pero sin amplio impacto en la región, pues concentró sus enormes beneficios en unas pocas familias, y mantuvo marginado al pueblo maya, proveedor de mano de obra casi regalada, confinado en espacios productivos, las haciendas hene-queneras, que operaban con esquemas del tipo de comu-nidades que se abastecían en tiendas de raya.

En este esquema de aislamiento geográfico, se pro-ducía, además del henequén, que sí se exportaba, azúcar, sal, carne, maíz, galletas, cerveza, algodón, miel, refres-cos, en un régimen de “autoconsumo”; y muchas otras cosas se importaban, pero sólo para la minoría.

Yucatán es una región de contrastes: una región re-zagada pero en crecimiento, que ofrece alta calidad de vida y vastos recursos naturales, pero con problemas de sostenibilidad.

yuCAtán:

el desarrollo

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Humberto Sauri Duch

La concentración de la población y la actividad en Mérida, así como la dispersión del resto de los habitan-tes en comunidades más pequeñas y en ocasiones muy pequeñas y remotas, agudiza la marginación y el desa-rrollo humano del estado. Más de tres cuartas partes de los municipios de Yucatán muestran niveles altos o muy altos de marginación. El ingreso familiar promedio es de menos de ochenta pesos diarios (6 dólares) y los índices de analfabetismo están entre los más altos del país. Esta situación se ve agravada por la pulverización de la pobla-ción en cientos de pequeñas comunidades, lo que dificul-ta brindar infraestructura de servicios.

Yucatán es un estado bilingüe; toda la población ru-ral era hasta hace pocos lustros, mayaparlante, casi mo-nolingüe, lo que para la clase económicamente rectora es-tablecía una para ellos obvia segregación; esta población maya era en un alto porcentaje analfabeta; su enorme herencia cultural, sus conocimientos, sus habilidades, no tenían mayor valor que su aprovechamiento circunstan-cial; su manejo del campo y la agricultura sólo se aplicaba en sus milpas y sus traspatios.

En ese entorno, la educación, que beneficiaba a una minoría esencialmente urbana, esta-ba ligada en su nivel profesional mu-cho más al contexto internacional que al nacional; esto tuvo un impacto positivo, ya que la calidad de los pro-fesionistas que regresaban al terru-ño, muchos de ellos convertidos en maestros, permitió la consolidación de una oferta de educación superior líder en el sureste: los profesionistas de la ínsula se formaban en Yucatán, en Mérida. Con el tiempo esto se ha ido ampliando y con-vertido a la educación superior y la investigación científi-ca y tecnológica, en una de las grandes vocaciones para el desarrollo del estado, una de sus indudables fortalezas.

Un importante capítulo de la educación superior fue, y sigue siendo, la medicina; el número y la calidad de los médicos ha permitido desarrollar y consolidar una infraestructura de salud (clínicas y hospitales) líder y casi única en la región sureste, lo que se ha convertido en otra gran fortaleza de nuestro estado, en especial de Mérida; la derrama económica que representa la concurrencia a Mé-rida de personas que acuden en busca de atención médica es un activo que debe consolidarse a través de esquemas de articulación productiva e inteligencia competitiva.

Pero si hablamos de vocaciones y oportunidades de desarrollo, Yucatán es una región en la que los recursos y las riquezas existentes determinan su potencial como destino turístico, con posibilidades de atraer visitantes de todo el planeta. Más allá de los admirables vestigios de la

civilización maya, ligadas turísticamente a Cancún, están las ciudades coloniales, las haciendas, los manglares (es-teros, cenotes, playas y áreas protegidas) y la valiosísima herencia cultural maya viva, con su arte, su cocina, sus costumbres. Pero todo esto de poco sirve si no tenemos un programa integrador que permita ofertar y servir, y sobre todo, dejar satisfecho al visitante. No bastan hoteles o carreteras, restaurantes o folletos, guías de turistas o es-pectáculos; se necesita todo esto y más, todo integrado y soportado por una masa crítica de personas capacitadas y bien remuneradas. A dos años de la designación de Chi-chén Itzá como maravilla del mundo, poco o nada hemos hecho para aprovechar, en beneficio de nuestra gente, este valioso recurso.

Pero la intención es hablar del desarrollo de una re-gión que parece no entender de oportunidades de una sociedad que no se ha organizado para aprovechar de manera integral sus fortalezas. En el caso del desarrollo de Yucatán, resulta incomprensible el hecho de que te-niendo “pared con pared” uno de los mayores mercados de consumo de nuestro país, el desarrollo turístico de la costa caribeña del estado de Quintana Roo, los esfuerzos

comerciales y productivos, acordes con nuestras capacidades, no estén enfocados en la satisfacción de las necesidades de este creciente mer-cado; en vez de tener esta oportu-nidad como eje vertebrador de nuestra planeación del desarrollo, gastamos nuestros escasos recur-sos propios en la exploración de otras oportunidades, así, estamos preocupados por atraer inversión

extranjera que produzca bienes que se destinarán para su consumo a otras latitudes, infraestructura industrial que demandará mano de obra que probablemente no ten-dremos, lo que obligará a traer personal de otras entida-des, en esquemas de inversión que seguramente tendrán poca derrama local y que sin duda sería mayor y directa si construimos un programa de desarrollo, de produc-ción, adherido a las demandas de insumos y servicios de la infraestructura turística del Caribe mexicano.

Y todo esto ocurre porque no hemos definido metas, a corto, mediano y largo plazos, estableciendo acuerdos, sociedad y gobierno, para trabajar de una manera inte-grada, teniendo como compromiso el elevar la calidad de vida de todos los yucatecos. Hasta el día de hoy seguimos hablando de desarrollo en medio de procesos en los que no hay integralidad.

Después del cierre de la industria henequenera ha-bía que resolver un problema de desempleo en el campo; el camino que entonces se adoptó no fue volver la vista

A dos años de la designación de Chichén Itzá como maravilla del

mundo, nada hemos hecho para aprovechar

este valioso recurso

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sureste

al campo y potenciar su capacidad agroindustrial, sino la atracción de maquiladoras, especialmente de ropa, que como solución temporal parecía buena, pero de ninguna manera definitiva, siempre y cuando fuera acompañada por la construcción de un nuevo modelo de desarrollo. Muchas de las maquiladoras que llegaron a Yucatán se asentaron en poblaciones del interior del estado, en las cuales se tuvo que hacer cuantiosas inversiones para sa-tisfacer las demandas, no de la población, sino de esas empresas recién llegadas.

Y lo que ahora está sucediendo es que, atraídas por el espejismo oriental y sus bajos costos, las maquiladoras están abandonando nuestro estado y, de nueva cuenta, dejando a nuestra gente sin trabajo; a la población rural la hicimos olvidarse de sus milpas y de su producción para su autoconsumo, la acostumbramos a los apoyos y a los subsidios desintegrados de programas de desarrollo, le cerramos las puertas a la capacitación y la marginamos.

El gobierno del estado ha trabaja-do para tratar de alcanzar la participa-ción ciudadana en los procesos locales de planificación del desarrollo. En este sentido, es importante que la planeación del desarrollo de Yucatán cambie de una estructura dividida en sectores a una vi-sión regional, modificando el sentido en que se enfoca su análisis, estructurándolo de abajo hacia arriba. En nuestro país, y Yucatán no es la excepción, es costumbre planificar por sectores, en función de la estructura administrativa del gobierno, sin una integralidad propositiva; esto se debe cambiar y existen indicios (propuestas e iniciativas) de que se pretende caminar en este sentido; es decir, con la participación de cada región y la visión de sus habitan-tes, de sus comunidades y sus organizaciones, que cono-cen mucho mejor que nosotros su realidad y sus poten-cialidades.

El cambio fundamental para mejorar la competi-tividad regional y la cohesión social de nuestro estado, como ya lo han expresado los grupos interesados en el gobierno, el sector educativo, el sector privado y la socie-dad civil, es la falta de una visión a largo plazo del estado compartida por todos y coherente. Es necesario trabajar todos para acordar y construir una visión de futuro, un objetivo a alcanzar, definiendo las estrategias que deban ponerse en práctica como parte de un plan de desarrollo a quince o veinte años, olvidándonos de los tiempos po-líticos. En este contexto, los planes estatales de desarrollo, que sexenalmente deben prepararse, deberán ir sumando y haciendo suyas las propuestas del plan a largo plazo; y

para que esto suceda, la sociedad en su conjunto debe participar y validar el contenido de estos planes.

Volteando la vista al contexto peninsular, paralela-mente se debe trabajar en la construcción de una cultura de intereses compartidos, culturales y económicos. Hoy en día los programas de desarrollo de cada estado depen-den en gran medida de las aportaciones federales, con poca autonomía local en la gestión y administración de esos recursos, mucho menos de manera regional o colec-tiva. Por otra parte, como ya se señaló, los planes de desa-rrollo están condicionados a los periodos de gobierno de tres y seis años, los cuales son a corto plazo y con diferen-tes temporalidades en los tres estados. En este sentido de cooperación de los tres estados, un segmento que podría potenciarse y consolidar el desarrollo económico de la re-gión es el turismo, área en la que una cooperación inter-

estatal podría rendir enormes beneficios para los habitantes de los tres estados.

El reto en el corto plazo es grande e inaplazable; hay que aprovechar el hecho de que hoy en día los actores locales es-tán interesados en impulsar el desarrollo económico y la modernización del esta-do. El gobierno, los grupos empresaria-les, las instituciones educativas, las orga-nizaciones de la sociedad civil, los sindi-catos y los grupos políticos, están entu-siasmados en colaborar en la mejora de las condiciones del estado y de la región. Sin embargo, no cuentan con instancias de trabajo conjunto para avanzar en este proceso. Estos espacios deben crearse y validarse, para permitir la acción conjun-

ta directa, destinada a fomentar la creación de los progra-mas necesarios y pertinentes. En este sentido, el estado debe integrar a los actores adecuados en las redes de po-líticas públicas, para que participen en el diseño, puesta en marcha y evaluación de la planeación del desarrollo, comprometiéndose todos a las obligaciones colectivas con respecto al desarrollo y la competitividad.

El futuro de Yucatán, su programa de desarrollo a largo plazo, debe construirse con una visión integrado-ra, con amplia participación de la sociedad de todas sus regiones, de abajo hacia arriba. Es necesario construir y consolidar una sociedad comprometida con su desarrollo sostenible, una sociedad honesta y respetuosa de las leyes, una sociedad compacta y sin segregaciones. Si se trabaja en este sentido podremos alcanzar los dos objetivos bá-sicos que deben enmarcar el desarrollo socioeconómico: felicidad y calidad de vida.a

Profesor de la Universidad Autónoma de Yucatán. Experto en Planeación Estratégica del Desarrollo

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DURANGOPlaza de Armas

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¿Cómo ve EUA a América Latina en estos mo-mentos de profunda crisis? Los signos son con-tradictorios, si se mira más allá de la incipiente política exterior del nuevo gobierno norteame-ricano. El vicepresidente Joe Biden asistió a una

“cumbre progresista” en Chile, en la que participaron, además del país anfitrión, los gobiernos de Argentina, Uruguay, Brasil, España, Inglaterra y Noruega. Y el 30 de marzo estuvo en Costa Rica, en una reunión con países

centroamericanos. Aparte de la finalidad diplomática de preparar el encuentro del presidente Barack Obama con muchos de estos países en la cumbre de las Américas a mediados de abril, los viajes de Biden parecen indicar la disposición de EUA de buscar la complicidad de algunos gobiernos latinoamericanos en la crisis actual: si la situa-ción afecta profundamente a los países de América Latina y si al mismo tiempo la solución del gobierno norteame-ricano es por ahora estimular un masivo proteccionismo,

nosotros?¿Qué cree EUA que pensamos

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Jorge Aguilar Mora

que no se perciba como un alejamiento de los principios liberales básicos de la libre competencia y de las fronteras abiertas, el gobierno norteamericano no tiene otra salida que prevenir o tratar de prevenir resultados políticos ad-versos, ya que los económicos no los puede evitar. En las reuniones destaca la ausencia de Venezuela y Ecuador; y en la de Costa Rica, se hizo patente la ausencia del Presi-dente nicaragüense, quien decidió quedarse en su país y enviar sólo al vicecanciller.

Aun así, todo indica que EUA pronto estará en una situación de mayor apertura o de mayor intransigencia. Y esa disyuntiva no parece tener un síntoma más claro que la actitud que se delinea en el Congreso norteamericano ante Cuba. El 30 de marzo, el Washington Post, en su pri-mera plana, junto a las ya perennes noticias de la crisis, destaca las nuevas tendencias políticas que introducirán proyectos de ley para levantar las prohibiciones de viajar a Cuba, incluso para aquellos que no tienen parientes en la isla; y que hablan también ya de levantar el embargo, que, para algunos, no ha sido sino un “abyecto fracaso”, en pa-labras del senador Christopher Dodd. Y lo más notable es que, entre aquellos que consideran un fracaso el embargo a Cuba, se encuentran también le-gisladores del Partido Republicano. Todo cambia y se imbrica en esta situación: los agricultores y comer-ciantes norteamericanos quieren más mercados -del color ideológico que sean-, EU necesita probarle a Rusia que no cree en “las esferas de influencia”, como ésta insiste en afir-mar con la intención de proteger su poder político y de intervención militar en las antiguas repúblicas soviéticas que quedaron como países fronte-rizos; y, finalmente, aunque haya una clara oposición en el Congreso por parte de legisladores de antecedentes cu-banos, todo indica que el voto cubano de Miami y Nueva Jersey se ha ido fracturando con el tiempo: los furibundos anticastristas se han hecho viejos y una nueva generación -de nacidos ya en suelo norteamericano- ya no mantiene los rencores y el fanatismo de sus padres.

En esta actitud ambigua, la posición ante México no es la excepción. Si por un lado el gobierno de Obama quiere mostrar cambios de actitud o ser más concilia-dor, el Congreso -dominado por su propio partido- no parece querer seguir ese mismo camino de manera tan clara: hasta los editoriales del Washington Post señalan el incumplimiento del nuevo Congreso y gobierno nor-teamericanos de compromisos hechos en el TLC con México. Recientemente el Congreso estadounidense aprobó una ley, y el presidente Obama la firmó, que in-cluía la prohibición de que los camiones de carga mexi-

canos se introduzcan en territorio de EU más allá de unas cuantas millas. Este compromiso, que hasta el mis-mo gobierno de Bush estaba dispuesto a cumplir, tiene a un sindicato de choferes y transportistas (los Teamsters) como el enemigo inconmovible, y de influencia decisiva en el Congreso, según parece. Como el argumento de este sindicato es que los camiones mexicanos no cum-plen con las normas “de seguridad” que se exige a los norteamericanos, el mismo gobierno George W. Bush inició un programa para capacitar a los conductores de camiones mexicanos de acuerdo con esas normas. No obstante, la oposición de los Teamsters continuó, dejan-do ver claramente que su posición no es sino una mane-ra de proteger su casi monopolio del transporte de carga en las carreteras de EU y sus intereses económicos.

Lo que no parece claro en todo esto es si EU tie-ne alguna percepción mínima de los efectos de la crisis en América Latina. Entre el pueblo norteamericano -“el público” como se dice acá- la indiferencia no puede ser más total, y comprensible: todos se pasan el día revisan-do sus cuentas de banco, sus “portafolios” de inversio-nes, y mirando en los canales especializados las subidas

y bajadas de la bolsa de valores. Y en los últimos meses, varios millo-nes acuden a solicitar ayuda por el desempleo (este número ha cre-cido en más de medio millón en cada uno de los últimos meses y es tanto el deseo de “ver signos posi-tivos” que para las próximas cifras de desempleo se considerará como “una excelente noticia” que no pase

de 600,000 el número de personas que ha perdido el tra-bajo en el último mes).

En este tiempo de crisis masiva (por el número y la profundidad), una de las mayores sorpresas es la reapa-rición de una disciplina un poco olvidada (o que estaba sumergida en los artificiales números de las encuestas): la psicología económica de las masas. No sólo hay una psicología amorosa, personal, intelectual. Como los espe-cialistas en “economía política” lo sabían muy bien -y en cierto sentido Marx lo afinó mejor-, uno de los mecanis-mos indispensables para medir una economía es el aná-lisis de la psicología de los productores y de los consumi-dores. Si eso no resuelve los problemas del capitalismo, en todo caso es una convicción de éste para sentir que tiene salvación. Por eso, gran parte de lo que se deberá analizar -aparte de las medidas económicas concretas- será la psi-cología de los gestos políticos de EU ante América Latina, para saber, no qué pensamos los latinoamericanos, sino qué creen ellos que pensamos nosotros.a

Escritor

Lo que no parece claro en todo esto es si EU

tiene alguna percepción mínima de los efectos de la crisis en América Latina

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La “guerra de palabras” entre México y Estados Unidos alrededor del narcotráfico y la res-ponsabilidad de los problemas que provoca, aunque fue relativamente benigna, en compa-ración con décadas anteriores, pareció subra-

yar un problema de incomprensión entre los gobiernos de los dos países.

Mientras los aparatos burocráticos de ambos gobier-nos avanzaban en la organización del llamado “Plan Méri-da”, creado en conjunción con el recién finalizado régimen del presidente George W. Bush para mostrar el compro-miso político estadounidense con la lucha antidrogas del gobierno mexicano, las espeluznantes descripciones usa-das por funcionarios y analistas estadounidenses sobre lo que podría pasar de no brindarse un respaldo oportuno al gobierno mexicano, provocaron una airada reacción del presidente Felipe Calderón y de sus ayudantes.

Al mejor estilo de años pasados, el presidente Cal-derón respondió a los ataques y los consideró como una campaña injustificada en contra de México.

La ironía de que una buena parte de los señalamien-tos hechos por funcionarios estadounidenses hubieran sa-lido originalmente de evaluaciones o reportes mexicanos pareció perderse en medio de una tormenta de expresio-nes nacionalistas que incluyeron denuncias sobre la res-ponsabilidad estadounidense en el tráfico de armas y di-nero clandestino que llega a México desde el vecino país.

El tibio choque verbal, en el que básicamente los funcionarios estadounidenses hablaban a su propio aparato político y su opinión pública, y los funciona-rios mexicanos hablaban sobre todo para sus propios gobernados, fue reminiscente en buena medida de las confrontaciones ocurridas luego de que el gobierno del presidente Ronald Reagan decidiera en 1985 establecer

palabrasEUA-MEX: las guerras de

La ironía de que una buena parte de los señalamientos hechos por funcionarios estadounidenses hubieran salido originalmente de evaluaciones o reportes mexicanos pareció perderse en medio

de una tormenta de expresiones nacionalistas

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la “certificación” por cooperación en la lucha antidrogas, como consecuencia en parte de la crisis creada por el secuestro, tortura y asesinato del agente antinarcóticos estadounidense Enrique “Kiki” Camarena por orden del narcotraficante Rafael Caro Quintero, en Guadalajara, en marzo de 1985.

Para los estadounidenses el planteamiento era claro.“La violencia, crimen y narcotráfico en México,

debidos a las guerras en desarrollo entre los cárteles, atraviesan cada vez más la frontera y amenazan la segu-ridad de los arizonianos y de todos los estadounidenses”, aseguró el senador republicano John McCain, miembro del Comité de Seguridad Nacional de la Cámara Alta, al comentar la situación.

Los relatos sobre incursiones de sicarios con equipo militar en casas de traficantes rivales o deudores, los in-formes sobre su presencia en Phoenix, Houston o Atlan-

ta, los reportados cruces fronterizos por grupos que po-seen recursos superiores a los cuerpos policiacos locales en ambos lados de la frontera y sobre todo una cobertura periodística a veces rayana en lo histérico, contribuyeron además a crear una imagen de peligro inminente.

“Cualquier descenso de México en el caos deman-daría una respuesta estadounidense basada sólo en sus serias implicaciones para la seguridad nacional”, señaló a fines del año pasado un reporte del Comando de las Fuerzas Armadas Conjuntas estadounidenses.

El escenario descrito en ese informe desató la alar-ma en Washington.

Casi al mismo tiempo, también a fines de 2008, un memorando escrito por el general retirado Barry Mc-Caffrey indicaba que de no actuar en respaldo del gobierno mexicano, Estados Unidos podría enfrentar la posibilidad de que en cuestión de pocos años los narcotraficantes con-trolaran zonas de México vecinas a su propio territorio.

La sucesión de calificativos de “Estado fallido” o nar-coestado en potencia, acompañada por denuncias y ex-presiones de preocupación por el impacto de las acciones de los cárteles mexicanos del narcotráfico en territorio estadounidense, incluso asesinatos y secuestros, compu-sieron un coctel que no agradó al gobierno mexicano.

Las afirmaciones fueron tanto más irritantes por-que de acuerdo con el influyente semanario estadouni-dense Congressional Quarterly, el presidente Calderón lanzó al Ejército mexicano a la lucha “con un gesto apro-batorio de Estados Unidos”.

Empero, siempre según la publicación especiali-zada en el Congreso estadounidense, “los barones de la droga respondieron y de acuerdo con algunos funciona-rios y expertos estadounidenses, están ganando”.

Y hoy, como en 1985, las realidades y necesida-des de la cooperación bilateral parecen quedar a la sombra de las necesidades políticas coyunturales.

Habría que anotar que en el paranoico estilo de política de Estados Unidos se conjuntaron tres factores: la necesidad de “vender” al público estadounidense la importancia de apoyar la lucha antidrogas en México, la eterna lucha burocrática anual por ganar presupuesto y poder incluyéndose en potencialmente grandes desarro-llos, y la necesidad de responder a una creciente presión política antes de que sea aprovechada por la oposición, republicana en este caso.

Muchos estadounidenses consideran casi un peca-do que su gobierno pueda comprometer algún tipo de recursos en apoyo de otro país y menos cuando hay una crisis económica. En el caso actual hay además un nú-mero de choques ideológicos fundamentales.

En ese marco, la decisión del Congreso estado-unidense de reducir de 400 a 300 millones de dólares la

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José Carreño Figueras

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suma de asistencia prevista para este año en el marco de la “Iniciativa Mérida” fue una señal comprendida pero muy mal recibida.

El debate pues retornó a los tiempos de los diálo-gos internos. En el lado estadounidense, para justificar planes y erogaciones o dejar el terreno abierto para fu-turas medidas; en el lado mexicano, para mostrar una actitud de firmeza ante Estados Unidos y demandar se le concediera la razón.

Pero la conversación no es simple. El gobierno mexi-cano denuncia justificadamente la llegada de armas ad-quiridas más o menos legalmente del lado estadouniden-se, pero el gobierno de Estados Unidos enfrenta una serie de limitaciones legales y el rechazo de buena parte de su población para regular a fondo la compra de armas.

De la misma forma, en las expresiones de los or-ganismos de seguridad estadounidenses había un ele-mento de urgencia determinado tanto por el interés nacional en evitar una crisis en la frontera, como por la necesidad burocrática de “lavarse las manos” y evi-tar responsabilidades en caso de que efectivamente los cárteles del narcotráfico probaran ser más fuertes que el Estado mexicano.

De acuerdo con los tiempos fiscales y legislativos es-tadounidenses, el primer cuatrimestre del año es cuando el Congreso estadounidense recibe la información y las justificaciones para la asignación de presupuestos para el siguiente año fiscal. La puntualización sobre posibles amenazas es uno de los argumentos más importantes para el presupuesto de los organismos de seguridad…

Así, el Congressional Quarterly” advirtió de hecho a los legisladores estadounidenses sobre el tipo de pro-blema que enfrenta México y de hecho su propio país.

“Para proteger sus ganancias, los cárteles han aprovechado huecos en las leyes de control de armas estadounidenses para adquirir rifles militares de asalto, lanzagranadas, bazookas y aun ametralladoras pesadas que han pasado de contrabando a México para comba-tir con fuerzas gubernamentales y pandillas rivales. Los cárteles operan también helicópteros, aviones a reacción y pequeños submarinos”, señaló la publicación, especia-lizada en temas legislativos.

Del lado mexicano hubo sobre todo un factor políti-co, el de subrayar que el gobierno federal tiene el control del país a una población sacudida un día sí y otro también por reportes sobre alguna nueva barbaridad de asesinos a sueldo de los cárteles o denuncias sobre violaciones a derechos humanos en el curso de operativos militares.

Una parte del problema es la reserva entre los organis-mos militares y policiacos de ambas naciones, pese a que el secretario de Defensa, Robert Gates, aseguró que hay cada vez menos prejuicios para la colaboración bilateral.

Un experto en temas mexicanos en Washington, Armand Peschard-Sverdrup, hizo notar sin embargo que en su reciente visita oficial a México, el almirante Michael Mullen, jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas estadounidenses, hizo una muy publicitada parada en el cementerio de veteranos de guerra estadounidenses en la capital mexicana, donde están enterrados soldados estadounidenses muertos durante la guerra de 1845-1847. El gesto no ayudó a suavizar tensiones.

El deseo estadounidense de apaciguar las cosas fue hecho patente luego de que una declaración de Dennis Blair, nuevo director de Inteligencia Nacional, sobre la supuesta pérdida de control de partes del te-rritorio nacional, provocara un duro comentario del presidente Calderón.

“La opinión del Departamento de Estado es que el presidente Calderón está tomando las acciones ne-cesarias para enfrentar el problema, y que un resultado de esa fuerte acción es parte de la violencia que vemos ahora”, afirmó Gordon Duguid, vocero del Departa-mento de Estado.

La reacción estadounidense, con todo, puso de relieve la creciente presión doméstica que enfrenta el gobierno del presidente Barack Obama, por parte de sectores de población preocupados por los reportes de actividades de los cárteles, especialmente en la región fronteriza y por elementos del opositor Partido Repu-blicano, que esperan encontrar en la combinación de la “amenaza” de los narcotraficantes un buen camino para mantener su campaña contra los indocumentados.

“Esperamos tener una formulación completa para abordar esos temas de seguridad fronteriza que involu-cren el respaldo a Calderón y sus esfuerzos en una aso-ciación; también asegurarnos que enfrentemos el flujo de dinero del narco hacia el sur, porque esa es realmente una situación de dos vías. Las drogas vienen al norte; enviamos fondos y armas al sur, y como consecuencia esos cárteles han ganado un poder extraordinario… Esperamos tener una política total en pocos meses”, dijo Obama en una en-trevista a medios regionales el pasado mes de marzo.

Para voceros de grupos chovinistas, como el locu-tor Lou Dobbs, en la cadena CNN, la violencia del nar-cotráfico en México y su desbordamiento hacia Estados Unidos es una de las razones por las que se debe cons-truir una barda en la frontera común y ampliar las ya existentes, toda vez que los narcotraficantes aprovechan y usan el flujo de migrantes indocumentados hacia el norte para su propio beneficio.

La creación de tales vallas, sin embargo, tampoco ayudará a la relación bilateral. a

Periodista

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La seguridad,nuevo tema de la Unión Europea con MéxicoEntrevista con el ex embajador Mendel Goldstein

El ex embajador Mendel Goldstein dejó la delegación de la Unión Europea (UE) en México para marchar hacia Nicaragua. Lle-va consigo dos grandes satisfacciones: haber logrado la negociación del Acuerdo de Aso-

ciación Económica, Concertación Política y Coopera-ción entre México y la Unión Europea -que entró en vigor en octubre de 2000-, y haber convertido recien-temente a México en “socio estratégico” de la UE, una relación privilegiada que los europeos tienen con muy pocos países, y en Latinoamérica sólo con Brasil.

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Deja, en cambio, como deseo, el que las modifi-caciones ocurridas en la Secretaría de Comunicacio-nes y Transportes “faciliten” una reforma que ahora se discute en el Congreso: la apertura del teléfono fijo.

Como buen alemán, Mendel es claro y direc-to. Pero también es todo un diplomático: caballero-so, amable y evita incomodar a terceros. En nuestra charla, comenzó por recordar aquellos tiempos de la negociación del acuerdo en que conoció a Herminio Blanco, a Jaime Zabludovsky, a Luis de la Calle; y en particular la discusión para incluir la famosa “cláu-sula democrática”, que hizo que el gobierno mexica-no se resistiera como gato boca arriba, y hoy se mira como un episodio un tanto divertido.

El ex embajador sonríe.

¿Qué dice esa famosa cláusula por la que tanto se retrasó el acuerdo? Léalo, son unas cuantas líneas: “El respeto a los principios democráticos y a los derechos humanos funda-mentales, tal como se enuncian en la Declaración Univer-sal de los Derechos Humanos, inspira las políticas internas e internacionales de las partes y constituye un elemento esencial del presente acuerdo”.

-¿Fue difícil negociar con los mexicanos?-No, razonable. La verdad es que lo más difícil fue la parte global del diálogo político, la cláusula democrática.

-La cláusula democrática ya hoy parece no tener la menor importancia.-No es que no importe; lo que pasa es que a México, por sus reglas constitucionales, no le gustó la fórmula que la Unión Europea ya había negociado con otros países. Y los estados miembros insistieron mucho en que no cambiáramos ni una coma. A México le costó esto, pero la experiencia muestra que es más la aplica-ción y el espíritu de la implementación de la cláusula lo que cuenta. Además, no somos juristas que vamos a ir cada rato a un arbitraje o a un litigio. ¡No se ha dado en los ocho o nueve años que llevamos!, todo funciona muy bien. Podemos tener divergencias en tal o cual asunto pero por esto hemos creado comi-siones especiales. México ha aplicado un antidum-ping. Nosotros no estábamos de acuerdo, entonces lo hemos referido a la OMC, y ahí se arregla.

La verdad es que estamos bastante satisfechos con el desarrollo del acuerdo y del paso adicional que hemos dado el mes pasado declarando a México como “socio estratégico” de la Unión Europea.

-¿Qué significado tiene ser considerado “socio estra-tégico”?-En este momento estamos en el proceso de definir lo que esto significa en la práctica, porque no me gus-taría dejarlo como una etiqueta sin contenido. Cada uno de nuestros socios estratégicos tiene su razón de ser. Ahí están Rusia, Estados Unidos, Canadá, China, India, Brasil.

- Y México ¿por qué?-México es un gran país, miembro de la OCDE, del G-20 y es un buen enlace con América del Sur, tiene la presidencia actualmente del Grupo de Río.

-Digamos que es en función de sus posibilidades po-líticas.-Sí, sí. De hecho, el valor añadido de esta situación no está en lo comercial sino en el diálogo político. Y por lo tanto vamos a tener la definición de lo que ello significa. Ahora estamos dialogando con México so-bre eso. Vamos a tener una lista de temas prioritarios: lucha contra el crimen organizado, cambio climático,

medio ambiente y energía; temas multilaterales, Naciones Unidas.

-¿Para tomar decisiones en con-junto?-Por lo menos vamos a crear unas coordinaciones periódicas en Nueva York, en Ginebra, en México, en Bruselas, para regular nuestra posición. Un ejemplo: el

cambio climático. Estamos muy cercanos en nuestra visión del Protocolo de Kyoto, mucho más cercanos que la que tiene Brasil, por citar un caso. Así que va-mos a prepararnos conjuntamente para la reunión de Copenhague.

-¿Cuál es su visión del problema de la seguridad en México?-No compartimos la visión de un Estado fallido. Hay bastantes estados fallidos en este mundo. No creemos que haya comparación entre México y algunos de éstos. Hay aquí una situación preocupante, siempre lo hemos dicho, está muy compleja. Las responsabi-lidades están compartidas con el vecino del norte: el tráfico de armas, el consumo de drogas; incluso noso-tros también somos consumidores importantes. Por tanto, nuestra posición es que hay que luchar contra este flagelo de una manera más coordinada que en el pasado, con capacitación, apoyo político y moral a México en esta lucha que decidió.

Las responsabilidades están compartidas con

el vecino del norte: el tráfico de armas,

el consumo de drogas...

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-¿Les preocuparía que hubiera una intervención más im-portante de Estados Unidos en México por este tema?-No, no, es natural, son vecinos. Cuando se decidió el Plan Mérida dijimos que nos parecía lógico que el vecino del norte se preocupara del tema, porque en parte es corresponsable. Sabemos que México es muy celoso de su independencia, de su soberanía, pero no se trata de otro Plan Colombia, sino de otro plan de apoyo norteamericano en tema de capacitación y de entrega de equipo. No se habla de presencia militar como en Colombia.

-¿La Unión Europea va a intervenir o a participar de alguna manera para apoyar en esta situación?-Este es justamente uno de los temas que trataremos en el nuevo diálogo político. Ya existen algunas acti-vidades de cooperación bilateral de algunos estados miembros, esto me imagino que va a seguir. Ahora lo que buscamos es una mejor coordinación y vamos a examinar en qué medida podemos hacerlo porque el tema de la seguridad no es un tema clásico de la Unión Europea. Es un tema de la soberanía de los gobiernos en nuestros países, pero hay unos organismos que exis-ten como el CIPOL, que es una oficina de las policías que está ubicada en el Reino Unido y que coordina ac-ciones de capacitación. Éste podría ser un canal. Está Interpol también y Europol, que es la parte europea de Interpol, que también tiene capacidad para dar ayuda. Estamos viendo esto con las autoridades competen-tes... Es natural, como socios estratégicos, ayudar.

-Pasando al terreno económico y comercial, da la im-presión de que España es el único país que tiene peso en México, por lo que toca a su región.-Yo creo que esta es una versión que no corresponde a la realidad. Es cierto que España tiene raíces, idioma, un ac-ceso tal vez más fácil, pero hay acá una presencia crecien-te -en inversiones sobre todo- de países como Alemania, Francia, el Reino Unido, Países Bajos, Bélgica, Dinamar-ca. España tiene esta habilidad de los grandes bancos y de turismo. Pero hay muchas más inversiones, quizá no tan visibles, pero en automotriz tenemos la Volkswagen, que es la planta más grande que tiene México.

-A partir del 2000, en que entró en vigor el Acuerdo de Asociación Económica, ¿qué es lo nuevo que llega a México?-Lo nuevo son industrias del futuro, como aeronáutica, electrónica; hay más y más contactos con la gran empre-sa que tenemos que fabrica el Airbus, ya hay bastantes aviones de Airbus acá. Telecomunicaciones es un tema de gran interés, donde esperamos una apertura. Y justa-mente hoy, hay comentarios en la prensa de que tal vez con el cambio de secretario (la salida de Luis Téllez) se podría dar más apoyo a una reforma que actualmente se discute en el Congreso: la apertura del teléfono fijo, que es el gran tema. De hecho, en el Acuerdo de Libre Comercio hay una cláusula que prevé que en el 2000 se revise ampliar algunos sectores para incluirlo, como son los productos agrícolas y servicios.

-La crisis mundial ¿va a parar las inversiones de la Unión Europea en nuestro país?-La crisis es muy grave, hace tiempo que no hemos vivido esto. Toca muy fuerte a Europa el tema del desempleo, el tema de exportaciones. Nos afecta muy gravemente. Estamos en recesión. Pero no tenemos que resignarnos a aceptar esto. Los europeos fueron de los primeros en buscar soluciones, sobre todo en relación con el sistema financiero. Estamos en esto. No se va a hacer de día al otro, va a llevar su tiempo.

-¿Van hacia la reestructura del capitalismo?-Básicamente estamos anclados sobre el sistema de economía de mercado, con aspectos sociales como los tenemos en Europa, de protección con los más débiles. Pero no vamos a cambiar a una economía so-cialista que ya hemos visto que no funciona. Pero sí, el tema de la especulación hay que revisarlo, del ca-pitalismo salvaje... No va a ser fácil, porque también tenemos muchos países y no todos coinciden perfec-tamente. Pero creemos que con la nueva Presidencia en Estados Unidos va a ser más fácil que con los re-publicanos que no aceptaban mezclar al Estado con la economía.a

Martha AnayaPeriodista

No vamos a cambiar a una economía socialista que ya hemos visto que no funciona. Pero sí, el tema de la especulación hay que revisarlo,

del capitalismo salvaje...

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O lo que es lo mismo: ‘Mucho ruido y po-cas nueces’. Esa podría ser la mejor defi-nición del resultado del famosísimo via-je del señor Barack Obama por México, el 16 y 17 de abril, en su primera gira

por Latinoamérica como Presidente de los Estados Unidos de América durante la cual, evidentemente por instrucciones de él mismo, su oficina de asuntos internacionales marcó la agenda: narcotráfico, violen-cia e inseguridad fronteriza con su vecino y socio del sur… y Cuba.

Ya se presagiaba el tono de la visita presidencial desde que vino la secretaria de Estado, Hillary Clin-ton, el 25 de marzo anterior, cuando dijo que el go-bierno de Estados Unidos también tiene responsabi-lidades que cumplir en el gran problema mexicano: el intenso consumo de narcóti-cos entre los estadounidenses y el tráfico de armas desde su país a través de su frontera con Méxi-co. La visita de la señora Clin-ton dejó un buen sabor de boca al gobierno mexicano, muchas simpatías entre los mexicanos y otras tantas interrogantes entre la gente de a pie mexicana que no entendía si el reconocer el origen del problema sería de veras el inicio de la solución ¿y el asunto migratorio? ¿y el asunto del TLC y los tráileres mexicanos?.. y…

Como siempre, se quería escuchar soluciones: los trabajadores mexicanos en Estados Unidos -do-cumentados o indocumentados-, su estatus, su se-guridad, su flujo, su derecho al trabajo, los abusos, la explotación, la persecución de que son objeto y su muerte en muchos casos. Las dudas quedaron sin respuesta pero quizá -se decía- habría que esperar un poco a la visita de Barack Obama para escuchar la respuesta. Mientras tanto, el gobierno mexicano estimulaba la idea del nacimiento de una “nueva etapa” en las relaciones entre ambos países desde la

llegada de este nuevo Presidente, esta vez excepcio-nal por su origen étnico, por su filiación demócrata y porque ha generado la esperanza de que cualquier gobernante de Estados Unidos después de Bush siempre podría ser mejor. Cierto: la expectativa si-gue vigente.

Aunque si se es memorista, es esa misma espe-ranza de una “nueva etapa” la que ha convivido entre ambas naciones desde… por lo menos, la visita del presidente William Howard Taft, en 1909, a Porfirio Díaz. Desde entonces “nuevas etapas” ha habido mu-chas, como si fuera una invocación necesaria de los gobiernos mexicanos a lo largo de los años…

Y precisamente ese presidente Taft, en 1912 -tres años después de su visita a México- dijo: “No está le-jano el día en que tres banderas de barras y estrellas

señalen en tres sitios equidistantes la extensión de nuestro territorio: una en el Polo Norte, otra en el Canal de Panamá, y la tercera en el Polo Sur. Todo el hemisferio será nuestro, de hecho como, en virtud de nuestra superioridad racial, ya es nuestro moralmente”. Bueno.

Barack Obama llegó a México el jueves 16 de abril, en el Air Force One, su súper avión… y de ahí en adelante los medios televisivos mexicanos en una expresión más que provinciana, se encargaron de distraer la atención del televidente hacia lo sorpren-dente del equipo de seguridad con el que llegaba el mandatario: el air force one y sus capacidades tecno-lógicas para garantizar la seguridad del Presidente; su traslado en “la bestia” que es su limusina blindada; los helicópteros similares para garantizar que nada habría de ocurrirle; el gran despliegue militar, poli-ciaco y secreto, el cierre del espacio aéreo del DF, a la navegación… Pero sin que el punto central y todos los temas de fondo, esos que interesan a todos aquí -o casi a todos, excepto a ellos-, tuvieran el mismo despliegue informativo y de análisis…

nothingMuch ado about

La inseguridad en México es, por tanto, un asunto de seguridad nacional

para los Estados Unidos

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El señor Barack Obama no nos trajo noticias. Ni buenas. Ni malas… o acaso malas si se atiene uno a que se esperaba más de esta visita para concretar puntual-mente algunos asuntos que a los mexicanos nos intere-san. Apenas las frases públicas de amistad, de afecto his-tórico y de asociación fructífera para ambos países. Dijo de otro modo lo mismo que ya había expresado aquí la señora Clinton, de que su país tenía parte de responsa-bilidad en la lucha mexicana contra el narcotráfico y que ponía a disposición de México toda su ayuda porque los problemas sólo se solucionarán entre los dos…

Y, por cierto, es un estilo particular el del señor Obama -que es decir, de su gobierno-, el que los pro-blemas generados en su país pasan a ser problemas globales y, por tanto, corresponde a todos -no sólo a ellos-, su solu-ción, como ya ocurrió durante la Reunión de los 20, en Londres, hace unas cuantas semanas. La globalización de la solución a los problemas de Estados Unidos pasa por ser responsabilidad de todos ahora.

Por tanto, en atención a su propia agenda, dijo: “No se puede pelear esta guerra [la del narcotrá-fico] con una sola mano. Los dos países tenemos que estar coordi-nados y comprometidos. Nosotros tenemos también nuestras respon-sabilidades y tenemos que esfor-zarnos por cortar el flujo de dinero y de armas hacia México”.

Apenas unas horas antes de llegar a México, el gobierno del se-ñor Obama anunció que congelaría los bienes en Estados Unidos de tres organizaciones mafiosas involucra-das en narcotráfico. Unos días antes se reforzó la presencia de agentes de seguridad en la frontera, incre-mentando los sistemas de control y se nombró a Alan Bersin como nuevo responsable de todos los problemas derivados del narcotráfico mexicano. Según informes periodísticos, se calcula que los cárteles del narcotráfico obtienen cerca de 40 mil millones de dólares al año por la venta de sus productos en Estados Unidos.

La inseguridad en México es, por tanto, un asunto de seguridad nacional para los Estados Unidos y es eso lo que le interesa en este momento al señor Obama y su gobierno. De hecho, el mismo jueves 16 de abril se reunieron durante dos horas y media el secretario de

Gobernación mexicano, Fernando Gómez Mont, y la secretaria de Seguridad Nacional de EUA, Janet Napo-litano. Según anunció México: “se privilegiaron los te-mas de seguridad y migración”, aunque, casualmente, por parte del gobierno mexicano estuvieron: los secre-tarios de la Defensa Nacional, de Marina y de Seguri-dad Pública; el procurador general de la República y el secretario técnico del Consejo de Seguridad Nacional. ¿Y el tema migratorio quién lo atendió?

Como respuesta a una pregunta durante la confe-rencia de prensa conjunta, el presidente Obama se refi-rió al asunto migratorio: “no se trata sólo de mexicanos y de México; hay una enorme cantidad de migrantes de otras naciones”, aunque miró hacia otro lado cuando

se le preguntó respecto de su voto a favor en el Senado estadounidense para la construcción del muro en-tre Estados Unidos y México…

El tema cubano estuvo a la vista en todo momento, como una espe-cie de adelanto a lo que días después vendría a ser la posición estado-unidense durante la Reunión de las Américas, en Trinidad y Tobago.

El presidente Obama ha gene-rado expectativas de una recompo-sición mundial. Expectativas que tie-nen que ver con el ansia generalizada por asentar a los países del mundo en el terreno de la tranquilidad, el desa-rrollo, el crecimiento y la seguridad.

Muchas expectativas y cargas en los hombros de un Presidente que tiene unos cuantos meses en el gobierno y que no tiene todos los hilos de la situación en la mano, in-cluso lo relativo al tema mexicano. Corresponde al gobierno mexicano situar los intereses mexicanos en la agenda del mandatario estadouni-dense.

Ya veremos qué sigue a todo esto, en particular como resultado de la reunión privada de dos horas en-tre ambos mandatarios. A ver si es cierto que, como dijo ahí el presidente Felipe Calderón en una frase res-plandecientemente novedosa: “Hoy México y Estados Unidos somos y podemos ser vecinos, amigos, socios y aliados, nos vincula el pasado por nuestros lazos histó-ricos. Compartimos desafíos y oportunidades.”a

Joel Hernández SantiagoPeriodista y Editor

[email protected]

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Este año la economía mundial se contraerá por primera vez desde 1945 y a algunos economistas les preocupa que la crisis ac-tual pudiera significar el principio del fin de la globalización. Las épocas de dificulta-

des económicas y el proteccionismo van de la mano, puesto que cada país culpa a los demás y protege sus empleos internos. En los años treinta, esas políticas de “empobrecer al vecino” empeoraron la situación. A menos que los líderes se resistan a aplicar esas respues-tas, el pasado podría convertirse en el futuro.

Irónicamente, sin embargo, esa perspectiva tan sombría no significaría el fin de la globalización de-finida como un aumento de las redes mundiales de interdepen-dencia. La globalización tiene varias dimensiones y aunque los economistas a menudo se refie-ren a ella y a la economía mun-dial como si fueran la misma cosa, otras formas de la globa-lización también tienen efectos significativos -no todos benéfi-cos- en nuestra vida cotidiana.

La manifestación más antigua de la globalización fue ambiental. Por ejemplo, la primera epidemia de vi-ruela se registró en Egipto en 1350 a.C. Llegó a China en 49 d.C.; a Europa, después de 700; a las Américas en 1520, y a Australia en 1789. La peste bubónica, o peste negra, se originó en Asia, pero al propagarse mató a entre un cuarto y un tercio de la población de Europa en el siglo XIV.

En los siglos XV y XVI los europeos llevaron en-fermedades a las Américas que destruyeron al 95% de la población nativa. En 1918, una pandemia de gripe

causada por un virus de las aves acabó con la vida de 40 millones de personas en todo el mundo, mucho más de las que habían muerto en la Guerra Mundial que acababa de terminar. Actualmente algunos científicos predicen que se repetirá la pandemia de gripe aviar.

Desde 1973 han surgido 30 enfermedades conta-giosas que se desconocían y otras, más familiares, se han propagado geográficamente con nuevas formas resistentes a los medicamentos. En los 20 años pos-teriores a la identificación del VIH/SIDA en los años ochenta han muerto 20 millones de personas y 40 millones más están infectadas en todo el mundo. Al-gunos expertos prevén que esa cifra se duplicará para

2010. La propagación de especies foráneas de flora y fauna a nuevas zonas ha aniquilado a las especies nativas y podría provocar pérdidas económicas de varios miles de mi-llones de dólares al año.

El cambio climático global afectará la vida de todo el mundo. Miles de científicos de más de 100 países informaron recientemente

que hay evidencias nuevas y sólidas de que la mayor parte del calentamiento observado en los últimos 50 años es atribuible a las actividades humanas, y se prevé que las temperaturas promedio a nivel global aumen-ten entre 1.3 y 5.5 grados centígrados en el siglo XXI. El resultado podría ser una variación más severa del clima con demasiada agua en algunas regiones y esca-sez en otras.

Entre los efectos habrá tormentas y huracanes más fuertes, inundaciones, sequías más prolongadas y más desprendimientos de tierras. En muchas regiones el aumento de la temperatura ha alargado la estación

sobrevivirá?¿Cuál es la globalización que

Las reacciones políticas locales contra los

inmigrantes ya estaban creciendo aun antes de la

actual crisis económica

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de deshielo y los glaciares se están derritiendo. El rit-mo al que subió el nivel del mar en el último siglo fue diez veces más rápido que el promedio de los últimos tres milenios.

También está la globalización militar, que consis-te en las redes de interdependencia en las que se utiliza la fuerza o la amenaza del uso de la fuerza. Las guerras mundiales del siglo XX son un ejemplo. La anterior era de globalización económica llegó a su cúspide en 1914 y las dos guerras mundiales significaron un re-traso. Pero si bien la integración económica global no recuperó el nivel que tenía en 1914 hasta medio siglo después, la globalización militar creció a medida que la económica se contraía.

Durante la Guerra Fría, la interdependencia es-tratégica global entre Estados Unidos y la Unión So-viética fue aguda y clara. No sólo produjo alianzas que abarcaban todo el mundo sino que cualquiera de los bandos pudo haber utilizado misiles intercontinenta-les para destruir al otro en menos de 30 minutos.

Este fue un rasgo distintivo no porque fuera total-mente nuevo, sino porque la magnitud y la velocidad de un potencial conflicto derivado de la interdepen-dencia militar eran enormes. Actualmente, Al-Qaeda y otros actores transnacionales han formado redes glo-bales de agentes y desafían los enfoques convenciona-les de la defensa nacional mediante lo que se ha dado en llamar la “guerra asimétrica”.

Por último, la globalización social consiste en la propagación de pueblos, culturas, imágenes e ideas. La migración es un ejemplo concreto. En el siglo XIX, alrededor de 80 millones de personas atravesaron los océanos para buscar un nuevo hogar -muchas más que en el siglo XX-. Al inicio del siglo XXI, 32 millones de los residentes en Estados Unidos (11.5% de la pobla-ción) habían nacido en el extranjero. Además, aproxi-madamente 30 millones de personas (estudiantes, em-presarios, turistas) entran cada año al país.

Las ideas son un aspecto igualmente importan-te de la globalización social. La tecnología hace que la movilidad física sea más fácil, pero las reacciones polí-ticas locales contra los inmigrantes ya estaban crecien-do aun antes de la actual crisis económica.

El peligro actualmente es que las reacciones pro-teccionistas miopes a la crisis económica podrían contribuir a asfixiar la globalización económica que ha distribuido crecimiento y ha sacado de la pobre-za a millones de personas en el último medio siglo. Pero el proteccionismo no frenará las demás formas de globalización.

La tecnología moderna significa que los patóge-nos viajan más fácilmente que en periodos anteriores.

Las facilidades para viajar aunadas a los tiempos de dificultades económicas implican que las tasas de mi-gración podrían acelerarse hasta el punto de que las fricciones sociales superen el beneficio económico ge-neral. De manera similar, las dificultades económicas pueden empeorar las relaciones entre gobiernos y los conflictos internos que podrían llegar a la violencia.

Al mismo tiempo, los terroristas transnacionales seguirán beneficiándose de la tecnología de la infor-mación moderna como internet. Y si bien la activi-dad económica deprimida puede desacelerar en cierta medida el ritmo de concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera, también desacelerará el tipo de programas costosos que los gobiernos deben aplicar para abordar las emisiones que ya existen.

Así pues, a menos que los gobiernos cooperen para estimular sus economías y se resistan al proteccio-nismo, el mundo podría encontrarse con que la crisis económica actual no significa el fin de la globalización sino sólo de la del tipo positivo, con lo que quedaría-mos en la peor de las situaciones posibles.a

Profesor en Harvard, fue calificado como uno de los acadé-micos más influyentes de los últimos 20 años por otros académicos

del campo de las relaciones internacionales © Project Syndicate 1995-2009

Joseph S. Nye

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L a actual crisis económica global está sa-cudiendo las creencias y las estrategias que durante mucho tiempo han sido vene-radas en las políticas europeas. De hecho, la crisis está cuestionando los propios ci-

mientos de la Unión Europea (UE). En consecuen-cia, existe una necesidad urgente de reconfirmar el

carácter y la identidad medulares de Europa. Debe reafirmarse la naturaleza misma de nuestro modelo europeo -un modelo que es abierto interna, externa y globalmente.

Internamente, Europa debería seguir siendo una sociedad abierta y también una economía abierta. De-beríamos pelear contra las tentaciones proteccionistas

Reafirmandoa Europa

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que echarían por tierra el cimiento mismo del proyec-to europeo, un proyecto basado en las “cuatro liberta-des”: libre movimiento de mercancías, de personas, de servicios y de capital.

Pero el plan de recuperación económica europea que acaba de ser reafirmado por el Consejo Europeo de Ministros, se centra principalmente en medidas nacionales para respaldar la demanda interna. Al aplicar este plan, los gobiernos se deben abstener de la tentación de transformar medidas nacionales en esquemas proteccionistas estrechos. Un desenlace de esta naturaleza amenazaría con un creciente desem-pleo en Europa y en otras partes, y dificultaría mucho la lucha contra la crisis. De manera que un retorno al nacionalismo económico, social o político simple-mente no es una opción.

Por cierto, el comercio dentro de la UE hoy repre-senta prácticamente las dos terceras partes del comercio total de los estados miembros de la UE. Y la propia Unión Europea es la líder en el comercio mundial -representa el 18%- seguida de Estados Unidos y China. Incluso, la libre circulación de trabajadores y de gente en Europa es una realidad bien establecida y positiva: el 2% de los ciudadanos de la UE -más de 10 millones de personas- reside en un país miembro de la Unión que no es su país de origen.

Es más, en 2006, el 57% de los ciudadanos europeos se declaró dispuesto a trasladarse al exterior por razones profesionales. Entre ellos, los europeos jóvenes son los más motivados (medio millón de jóvenes de la UE ya está estudiando en otro país).

La crisis tampoco debe convertirse en una ex-cusa para crear nuevos formatos institucionales que pongan en peligro el delicado equilibrio entre las di-ferentes instituciones de la UE, un equilibrio que, mediante los ajustes apropiados, ha pasado por la prue-ba del tiempo. Por supuesto, la crisis sí destaca la ne-cesidad de fortalecer las instituciones e instrumentos de la UE para una acción y coordinación común. Ne-cesitamos una ratificación final y completa del Tratado de Lisboa para tener la Unión Europea institucional e internacionalmente más fuerte que necesitamos.

Tampoco las incertidumbres de hoy deberían volverse una excusa para cuestionar la necesidad de continuar y completar el proceso de ampliación de la UE. Extender el área de libertad y democracia, paz, estabilidad y prosperidad de la UE, especialmente en todo el sudeste de Europa, está en el interés de todo ciudadano europeo.

Por cierto, necesitamos enviar una fuerte señal a nuestros vecinos en los Balcanes occidentales, de que su perspectiva europea sigue viva, tal como fue reafirmado por los jefes de Estado europeos en 2008. Y seguimos convencidos de los beneficios estratégicos y económicos del ingreso de Turquía a la Unión. Por supuesto, el proceso de acceso depende de la disposi-ción de los países adherentes, pero no debería frenarse o desacelerarse.

A nivel global, Europa necesita promover un sistema abierto, inclusivo y efectivo de gobernancia internacional. A través de su vasta experiencia de convergencia de intereses y valores nacionales, la UE surgió como un modelo de multilateralismo y como el actor normativo más poderoso en todas las áreas de gobierno.

La UE está dispuesta a desempeñar un papel im-portante en la construcción de un nuevo sistema de gobernancia global. Esto requiere un mayor desarro-llo y profundización de relaciones estratégicas con las potencias emergentes, como China, India y Brasil, así como con organizaciones regionales. Esto es precisa-

mente lo que Italia ha estado pro-moviendo durante su actual presi-dencia del G-8. Necesitamos inte-grar a las potencias emergentes de hoy en un nuevo sistema de go-bernancia global. Este último, sin embargo, debería estar dispuesto a compartir la carga con nosotros.

Este también es el momento de inyectar nueva energía en la ronda de conversaciones comer-

ciales globales de Doha. Una conclusión exitosa de la ronda sería la acción más fuerte posible para contra-rrestar las tendencias proteccionistas y reanudar el cre-cimiento en el comercio mundial.

Para terminar, en tiempos de crisis económi-ca deberíamos dejarnos llevar, más que nunca, por nuestros valores democráticos comunes -la dimen-sión interior de nuestra identidad europea y un factor de unión crucial para nuestras sociedades-. También son una herramienta poderosa para el liderazgo eu-ropeo en los asuntos globales. Europa tiene un pa-pel especial que desempeñar a la hora de asegurar un mundo mejor, donde los derechos humanos y las libertades individuales sean amplia y plenamen-te respetados. No debemos escabullirnos de nuestras responsabilidades.a

Carl Bildt es Ministro de Relaciones Exteriores de Suecia. Franco Frattini es Ministro de Relaciones Exteriores de Italia

© Project Syndicate 1995-2009

Carl Bildt y Franco Frattini

El comercio dentro de la UE hoy representa las dos terceras partes del total de los estados

miembros de este organismo

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L as negociaciones sobre el programa nu-clear de Irán han estado empantanadas más de tres años. Durante seis años, las pasiones y las ilusiones han ahogado la voz de la razón.

Parece que los países que tienen sus propios ar-senales nucleares piensan que pueden darle órdenes a Irán. Una vez más se aplica el “haz lo que digo, no lo que hago”. Otra de las ilusiones favoritas de Occidente es creer que Irán se rendirá si se si-gue aumentando la presión. Cual-quier persona que conozca Irán sabe que eso solamente provocará una respuesta de desafío.

Pero Irán también se hace ilusiones, incluida la idea de que puede contar con el apoyo de paí-ses no occidentales o, al menos, de una especie de grupo islámico. Sin embargo, en cada etapa de la cri-sis, los supuestos “amigos” de Irán lo han decepcionado. Irán también creía que podía alejar a Francia, y tal vez a Alemania, de Estados Unidos de América -como si cual-quiera de esos países se arriesgaría a irritar a los estado-unidenses por un líder como Mahmoud Ahmadinejad.

Sobre todo, Irán se engaña al pensar que puede desarrollar un programa nuclear avanzado por sí solo.

De hecho, el aislamiento continuo obligaría a Irán a reinventar, seguramente con resultados insatisfacto-rios, tecnologías nucleares que otros ya han creado.

Las pasiones abundan. A Occidente le repug-nan las cínicas violaciones de los derechos humanos y la hipócrita mezcla de religión y política del régi-men iraní. La opinión pública occidental aborrece los constantes insultos a Israel, los judíos y Occiden-te en general.

Hay una profunda convic-ción de que un régimen iraní como el actual debe querer armas nucleares y está actuando en con-secuencia. Pero durante 20 años se ha dicho que Irán está próximo a desarrollar una bomba. La gente sigue convencida de que el próxi-mo año, o quizá el siguiente, la predicción se cumplirá.

Así, se transfiere insidiosa-mente la carga de la prueba. Como dijo Ángela Merkel en las Naciones Unidas en 2007: “El mundo no necesita demostrar que Irán está construyendo una bomba ató-mica. Irán debe convencer al mundo de que no la quie-re”. Las emociones también son intensas en Irán, que está encantado de volver a su conocido papel de víctima de las conspiraciones de las grandes potencias.

IránRazonemos con

Este país ha hecho avances en la tecnología

centrífuga que es esencial para producir el uranio enriquecido necesario

para las armas nucleares

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De vez en cuando, Mohammed El Baradei, direc-tor general del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), ha intentado apelar a la razón y re-cordar a todos que lo importante son las capacidades, no las intenciones. Esto plantea la pregunta práctica de cuál es la capacidad actual de fabricación de la bomba de Irán. ¿Sería posible detectar por adelantado activi-dades clandestinas destinadas a producirla y, de ser el caso, a qué tendría que comprometerse Irán en mate-ria de inspecciones y verificaciones, y cómo podrían obtenerse esos compromisos?

Sabemos que Irán ha hecho avances en la tecno-logía centrífuga que es esencial para producir el ura-nio enriquecido necesario para las armas nucleares. Es probable que haya equipos iraníes que estén trabajan-do en la mecánica de un dispositivo explosivo nuclear, al menos en la etapa de proyecto, y el país también está desarrollando misiles balísticos que pondrían a muchas capitales regionales al alcance de un ataque nuclear -por supuesto, las ciudades israelíes serían los blancos evidentes.

Dicho lo anterior, Irán tendría que reunir todos esos programas, lo que no puede pasar inadvertido. Es posible que Irán sea capaz de producir suficiente ma-terial nuclear para fabricar una o dos bombas en los próximos dos años, pero esas actividades inevitable-mente saldrían a la luz, porque Irán tendría que enri-quecer el uranio a la vista de los inspectores del OIEA o expulsarlos, con lo que se delataría.

En este momento, a Irán le falta al menos un año o más para fabricar una o dos bombas rudimen-tarias del tipo de las de Hiroshima. Falta lo más di-fícil: la miniaturización necesaria para equipar una ojiva con un dispositivo nuclear. En esto, las pruebas iraníes también se detectarían fácilmente. Así pues, Irán necesitaría una década o más para crear un ar-senal nuclear creíble.

Nadie puede afirmar a ciencia cierta que el régi-men de Irán ha adoptado formalmente un programa de armas nucleares. Si bien muchos líderes iraníes se-guramente consideran la idea, otros están ponderando cuidadosamente los costos de tal empresa -los riesgos de ataques preventivos, el aislamiento creciente y una carrera armamentista regional.

Las opciones de Occidente se seguirán redu-ciendo si mantiene el rumbo actual. Es una lástima que las negociaciones con Irán se hayan empanta-nado desde 2005 por las exigencias de Occidente, de que suspenda todas sus actividades relacionadas con el enriquecimiento. Se han desperdiciado tres años y no se ven señales de suspensión o de disposi-ción para negociar.

¿Pueden las negociaciones tener éxito con Ah-madinejad como presidente? Si nuestro objetivo sigue siendo obligar a Irán a que renuncie a todas las activi-dades de centrifugación, la respuesta es “no”. Pero esta meta también era inalcanzable con el presidente Mo-hammad Khatami, el antecesor reformista de Ahma-dinejad. Desde entonces, adquirir esta tecnología era una prioridad nacional.

Si cambiamos el rumbo, aún puede haber avan-ces. Por ejemplo, si las actividades nucleares de Irán estuvieran acompañadas de suficientes inspecciones y controles voluntarios, podríamos tener la seguridad de detectar en una etapa temprana cualquier desviación hacia fines militares. Irán podría desarrollar su progra-

ma nuclear civil y seguir siendo signatario del Tratado de No Proliferación Nuclear; el OIEA podría cumplir su papel de supervisión, y tal vez se restablecería poco a poco la confianza en las intenciones de Irán.

No podemos saber si este plan de acción es realis-ta si no lo intentamos. Pero sabemos que las alternati-vas -sanciones crecientes, ataques militares y quizá la guerra- tendrían consecuencias impredecibles. La úni-ca posibilidad que tiene Occidente de obtener una res-puesta racional de Irán es adoptar un comportamiento racional.a

Fue embajador de Francia en Irán de 2001 a 2005 © Project Syndicate 1995-2009

Francois Nicoullaud

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En marzo fue el 50 aniversario de lo que los activistas llaman el Día Nacional del Levan-tamiento Tibetano; 1959 es el año en que los tibetanos se rebelaron en Lhasa contra el gobierno del Partido Comunista Chino. La

rebelión fue aplastada. El Dalai Lama huyó a la India y durante al menos una década las cosas empeoraron: muchos tibetanos -posiblemente más de un millón- murieron de hambre durante la campaña del Gran Salto Adelante del Presidente Mao y, durante la Revolución Cultural, se destruyeron templos y monasterios, a ve-ces con la participación de las guardias rojas tibetanas, y muchas personas murieron en los actos de violencia.

Los funcionarios chinos están notablemente ner-viosos en este año de aniversarios (20 años después de Tiananmen). En marzo yo estaba en Chengdu, en la provincia de Sichuan, donde viven muchos tibetanos. Los policías, que buscaban señales de rebelión, dete-nían por las calles incluso a turistas extranjeros, que no tenían idea del aniversario. Se acordonó el pintoresco distrito tibetano. No sólo se prohibió tomar fotografías ahí, sino que ni siquiera podía uno atravesarlo.

No obstante, la prensa china celebró el aniversario con efusivos artículos que describían la alegría de los tibetanos por haber sido liberados tras siglos de feu-dalismo y esclavitud. Según el periódico China Daily,

ChinaLa carga de

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Ian Buruma

entre otras publicaciones, el Tíbet de antes de la libe-ración era un verdadero infi erno y los tibetanos están felices y agradecidos de ser ciudadanos de la República Popular China.

Algunos tal vez lo están. Muchos no. Pero si bien la propaganda china pinta un panorama demasiado oscuro del pasado tibetano, los occidentales que sim-patizan con la causa del Tíbet frecuentemente son de-masiado sentimentales.

El encanto personal del Dalai Lama, combinado con el aire de sabiduría espiritual superior del Himala-ya, ha promovido una caricatura de un pueblo sabio y pacífi co aplastado por un imperio brutal. Sin embargo, no por nada un buen número de tibetanos educados de hecho dio la bienvenida a los comunistas chinos en 1950. Se consideraba al clero budista, no sin razón, rígido y opresor. El comunismo chino prometía una modernización.

El gobierno de China ha cumplido esa promesa en las últimas décadas. Lhasa, lugar tranquilo, atrasado y más bien sucio hace apenas 30 años, es ahora una ciu-dad con enormes plazas, centros comerciales y rasca-cielos, conectada al resto de China mediante una línea ferroviaria de alta velocidad. Es cierto que los ti-betanos, con poca representación en el gobierno local, pueden no ha-berse benefi ciado tanto como los chinos, cuya presencia en ciudades como Lhasa -en calidad de solda-dos, comerciantes y prostitutas- es tan abrumadora que existe la pre-ocupación de que la cultura tibetana se extinga, salvo como una atracción turística ofi cial.

Con todo, no se puede negar que los pueblos tibetanos son ahora más modernos -en términos de electrifi cación, educación, hospitales y otros servicios públicos- que antes. Este es uno de los argumentos que utilizan no sólo las autoridades chinas, sino casi todos los chinos para justifi car la absorción del Tíbet por su país.

Este argumento tiene una larga historia. Lo uti-lizaron los imperialistas occidentales (y, en efecto, los japoneses) a principios del siglo XX para justifi car sus “misiones” para “civilizar” y “modernizar” a los nati-vos. De hecho, bajo el dominio japonés, Taiwán era más moderno que otras partes de China. Los británi-cos llevaron a la India una administración moderna, así como ferrocarriles, universidades y hospitales.

No obstante, aparte de algunos grupos margina-les de chovinistas nostálgicos, la mayoría de los euro-peos y los japoneses ya no está tan convencida de que

la modernización sea una justifi cación sufi ciente para un gobierno imperialista. La modernización debe lle-varla a cabo un pueblo que se gobierne a sí mismo y no debe ser impuesta por una fuerza extranjera. En otras palabras, se debería permitir a los tibetanos moderni-zarse a sí mismos.

Pero los chinos tienen un argumento adicional, que puede parecer más convincente (y más moderno). Están orgullosos, con razón, de la diversidad étnica de China. ¿Por qué habría de defi nirse la nacionalidad por el idioma o las características étnicas? Si se debe permitir a los tibetanos separarse de China, ¿por qué no a los galeses del Reino Unido, los vascos de España, los kurdos de Turquía o los cachemires de la India?

En algunos casos la respuesta es que tal vez sí se les debería permitir. Pero la pertenencia a un grupo étnico como indicador principal de la nacionalidad es un concepto peligroso, entre otras cosas, porque exclu-ye a las minorías.

Entonces, ¿están equivocados quienes apoyan la causa tibetana? ¿Debemos desecharla como una tontería sentimental? No necesariamente. La cuestión no es tanto

la cultura, la espiritualidad o siquie-ra la independencia nacional del Tí-bet, sino el consentimiento político.

En este sentido, los tibetanos no están en peores condiciones que otros ciudadanos de la República Popular China. En todo el país se están derribando monumentos his-tóricos en nombre del desarrollo. En todas las ciudades chinas, no

sólo en el Tíbet, se está esterilizando, homogeneizando y privando de independencia y espontaneidad a la cultura. Ningún ciudadano chino, ya sea han, tibetano, uigur o mongol, puede sacar del poder al partido con su voto.

Así pues, el problema principal no es la naciona-lidad o la discriminación, sino la política. El gobierno chino afi rma que los tibetanos son felices. Pero sin una prensa libre y el derecho al voto no hay forma de saberlo. Los actos esporádicos de violencia segui-dos de una opresión igualmente agresiva indican que muchos no lo son.

Sin una reforma democrática este círculo no ten-drá fi n, puesto que la violencia es la expresión típica de un pueblo sin derecho a la libre expresión. Esto se aplica no sólo al Tíbet, sino también al resto de China. Los tibetanos únicamente serán libres cuando lo sean todos los chinos. En ese sentido al menos, todos los ciudadanos de China están en circunstancias iguales.

Su libro más reciente es Th e China Lover © Project Syndicate 1995-2009

con el aire de sabiduría espiritual superior del Himala-ya, ha promovido una caricatura de un pueblo sabio y pacífi co aplastado por un imperio brutal. Sin embargo, no por nada un buen número de tibetanos educados de hecho dio la bienvenida a los comunistas chinos en 1950. Se consideraba al clero budista, no sin razón, rígido y opresor. El comunismo chino prometía una modernización.

las últimas décadas. Lhasa, lugar tranquilo, atrasado y más bien sucio hace apenas 30 años, es ahora una ciu-dad con enormes plazas, centros comerciales y rasca-cielos, conectada al resto de China

China¿Están equivocados

quienes apoyan la causa tibetana? ¿Debemos desecharla como una tontería sentimental?

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H ace apenas unos meses las autoridades colombianas aseguraban que el país estaba blindado contra la crisis inter-nacional, y ahora los analistas estiman que la economía a duras penas crecerá

alrededor de 1 por ciento en este año. Con este pro-nóstico sombrío se ha cerrado el ciclo de mayor cre-cimiento de las últimas tres décadas en Colombia, y el país ha quedado en la misma situación de fragilidad que muchas otras economías en desarrollo.

Claro que el deterioro de las perspectivas eco-nómicas no es patrimonio exclusivo de Colombia. Desde mediados del año pasado, el Fondo Moneta-rio Internacional ha venido reduciendo sus proyec-ciones de crecimiento a pasos agigantados: hace siete meses la institución estimaba que la economía mun-dial crecería 3 por ciento en 2009, y ahora calcula que ese crecimiento apenas será de 0.5 por ciento. Las proyecciones para América Latina también han ido en descenso: en octubre pasado, el Fondo esti-maba que el crecimiento de la región sería de 3.2 por ciento en 2009 y ahora calcula que apenas superará el 1 por ciento. Lo más grave de todo es que las cosas pueden seguir empeorando: si en las próximas se-manas la administración Obama no logra conjurar la crisis financiera y estabilizar el mercado laboral en Estados Unidos, las perspectivas de crecimiento seguirán cayendo en todo el mundo.

Así es el panorama económico que vemos por estos días todos los habitantes del planeta: sombrío e incierto. La buena noticia es que, en ese contexto, Co-lombia está mejor parada que muchos de sus vecinos. Aunque arriesgarse a lanzar cifras en estos momentos de zozobra es una labor estéril, la mayoría de los ana-listas estima que si bien el desempeño económico de Colombia este año será inferior al de Perú, debe ser si-milar al de Chile y Brasil, y será muy superior al de Ar-gentina, Venezuela y México, país que incluso sufrirá una contracción cercana al 2 por ciento.

¿Y a qué se debe este comportamiento? A que Colombia tiene unas condiciones macroeconómicas razonablemente buenas. Aunque el país nunca estuvo blindado, como lo afirmaban las autoridades, sí tiene algunas condiciones que contribuyen a atenuar los es-tragos de la crisis internacional, especialmente en lo re-ferente a la disponibilidad de divisas en estos tiempos de restricciones de financiamiento externo. En los últimos años, Colombia se convirtió en uno de los tres destinos más atractivos para la inversión extranjera en Améri-ca Latina, lo que permite cubrir una parte importante de las necesidades de recursos externos este año. A ello también contribuye el notable comportamiento de las remesas de los colombianos que trabajan en el exterior, que crecieron 8 por ciento en 2008, dinamismo que sor-prende comparado con el deterioro de las remesas de países como México y Ecuador.

Colombiay la crisis internacionalAunque el país nunca estuvo blindado, como lo afirmaban

las autoridades, sí tiene algunas condiciones que contribuyen a atenuar los estragos de ésta

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A esto se suma el que los mercados financieros internacionales tienen una buena percepción sobre la solidez de la economía. El costo por riesgo que debería pagar el gobierno colombiano, si saliera a buscar créditos en el mercado internacional en este momento, es muy similar al que deben pagar Perú y Brasil, y bastante inferior a los de Argentina, Vene-zuela y Ecuador.

Pero una cosa es que Colombia no esté tan mal parada como algunos de sus vecinos y otra cosa muy distinta es que pueda sustraerse a la crisis. Desafor-tunadamente las autoridades no tienen mucho mar-gen de maniobra para contrarrestar los estragos de la situación internacional. El gobierno colombiano no ahorró durante la época de las vacas gordas, y ahora no tiene espacio fiscal para impulsar de manera agre-siva el gasto público. Aunque hace unas semanas se anunció una estrategia de choque basada en grandes obras de infraestructura, su impacto efectivo será limitado: la mayor parte de esa inversión ya estaba presupuestada desde el año anterior y los funciona-rios a cargo de las obras públicas han mostrado ser bastante ineficientes a la hora de ejecutar proyectos de gran calado.

Entre tanto, las autoridades monetarias tienen un espacio mucho más amplio para impulsar la eco-nomía, mediante la reducción de la tasa de interés en un entorno en que la amenaza de la inflación es cada vez menor. De hecho, el Banco de la República ha re-ducido sus tasas de interés del nivel de 10 por ciento vigente a fines del año pasado a 7% por ciento en su última sesión de marzo.

Estas políticas deberían permitirle a la economía colombiana crecer alrededor de 1 por ciento este año, siempre y cuando la economía mundial empiece a estabilizarse antes de terminar este primer trimestre. De ser así, el panorama luciría más favorable para Co-lombia en 2010 y 2011, cuando el crecimiento podría rondar el 3 por ciento, gracias a la inversión extranjera, los avances en seguridad y la mejora en el entorno de negocios que ha tenido el país. Por el contrario, si la crisis internacional se prolongara más allá del primer semestre de 2010, todos tendríamos que volver a ha-cer nuestras cuentas para tratar de ubicar dónde queda cada cual en un vecindario asolado por una contrac-ción económica generalizada.a

Economista, investigador asociado de Fedesarrollo© Project Syndicate 1995-2009

Mauricio Reina

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internacional

L a consecuencia más inmediata de la orden de detención del Presidente de Sudán, Omar Hassan al-Bashir, dictada por el Tribunal Penal Internacional el pasado mes de mar-zo, fue la expulsión de la mayoría de los or-

ganismos de ayuda del país, pero esa atención mundial centrada en la región de Darfur de Sudán, si bien está justificada, ha eclipsado una cuestión aún más deci-siva: la de mantener la búsqueda de una paz más am-plia en todo Sudán. Lo más necesario ahora es crear un consenso internacional sobre una estrategia para la aplicación plena del Acuerdo General de Paz (AGP) de 2005 en Sudán.

El AGP puso fin a la más larga guerra civil de Áfri-ca, que había dejado tras de sí más de dos millones de muertos. En dicho acuerdo no sólo figuran los parámetros que deben propiciar la autodeterminación del Sudán Meridional, sino que, además, se expone un proceso de democrati-zación del propio Sudán. Al fin y al cabo, el carácter opresivo del régi-men de Jartum es la raíz de muchos conflictos que han dividido el país.

Si el gobierno de Jartum persiste en socavar el proceso de reforma y desbaratar el referéndum de li-bre determinación prometido para el sur en enero de 2011, un regreso a una guerra civil en toda escala, con consecuencias calamitosas para los pueblos de Sudán y de toda la región, es una posibilidad real.

El compromiso del gobierno de Sudan con el AGP siempre ha sido equívoco. De hecho, desde el fin de la guerra civil en 2005 el Ejército Popular de Liberación de Sudán (EPLS) en el sur ha tenido que enfrentarse con frecuencia a milicias que están al servicio del go-bierno. Además, las fuerzas sudanesas de seguridad siguen armando a tribus árabes que cruzan la frontera entre el norte y el sur con el fin de desestabilizar este último, mayoritariamente cristiano.

No se debe permitir que la orden de detención de al-Bashir espolee más intentos por parte de su go-bierno de sabotear el AGP y el frágil proceso que debe conducir al referéndum de 2011. Tampoco debe volver a repetirse, a la hora de mantener la búsqueda de la paz en Sudán, la desatención internacional que duran-te demasiado tiempo ha permitido que el genocidio de Darfur resultara impune.

La inclinación del sur por la independencia ha cobrado impulso, porque el norte no ha infun-dido un carácter atractivo a la unidad mediante la reforma y elecciones, como lo establece el AGP. Un segundo factor que impulsa la inclinación por la deserción es la falta de compromiso del EPLS con

la ideología de un nuevo Sudán formulada por su fundador, John Garang, que había negociado el AGP y murió en un accidente de aviación en 2005.

Garang luchó por un Sudán democrático, secular y unido, no-ble sueño que el régimen islamista de Jartum no ha tenido -como ha quedado demostrado- intención de aplicar. Así, la libre determina-

ción del sur ha pasado a ser la única salida práctica del dilema en que se encuentra el país y totalmente cohe-rente con el acuerdo de paz de 2005.

Como el norte tiene la capacidad -pero no la voluntad política- de aplicar el AGP y el sur tiene la voluntad, pero no la capacidad, una continua desvin-culación de la comunidad internacional podría con-denar al fracaso las perspectivas de paz. El gobierno del Sudán Meridional padece graves limitaciones fi-nancieras, debidas a las irrealistas suposiciones sobre sus ingresos por petróleo. Como consecuencia de ello, su capacidad para mantener los servicios -y la capacidad militar para reaccionar ante cualquier ma-niobra del gobierno de Jartum contra el acuerdo de paz- está gravemente comprometida.

SudánLa cuestión más importante en el

Lo más necesario ahora es crear un consenso internacional sobre una estrategia para

la aplicación plena del Acuerdo General de Paz

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Sólo los Estados Unidos de América parecen comprometidos con la creación de las condiciones necesarias para aplicar el AGP. El presidente George W. Bush, que recibió en dos ocasiones al Presidente del Sudán Meridional, Salva Kirr, en la Casa Blan-ca, aprobó un programa en 2006 para transformar el EPLS en un ejército profesional. Más recientemente, destacados congresistas norteamericanos han recalca-do ante el presidente Barack Obama la necesidad de aplicar medidas contundentes para aplicar el AGP. En unas recomendaciones recientemente presentadas en la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado se proponía que se dieran garantías de seguridad al Su-dán Meridional para disuadir una reanudación de la guerra civil.

Naturalmente, la asistencia financiera reviste im-portancia decisiva, pero el compromiso político de la comunidad internacional es igualmente importante. Por ejemplo, aunque la Misión de las Naciones Unidas en el Sudán debe supervisar el cumplimiento del AGP, Darfur ha monopolizado prácticamente su atención. Además, la poca supervisión que se hace raras veces va acompañada de la adopción de medidas.

La secesión de un Estado cristiano del Sudán Meridional respecto del país musulmán, importan-te miembro de la Liga Árabe, tendría consecuencias estratégicas trascendentales. Ahora China, estre-cha aliada del gobierno de Jartum, está sopesando cuidadosamente sus intereses petroleros y sus pre-ocupaciones estratégicas en el sur. Recientemente, una delegación rusa de alto nivel llegó a Juba, la ca-pital del Sudán Meridional, con el objetivo declarado de “desempeñar un papel más activo en el continente africano”. Y Japón, importante consumidor de petró-leo de Oriente Medio, ha invitado al presidente Kiir a visitar Tokio.

Resulta lamentable la falta de acción diplomática de la Unión Europea. El derecho internacional y el pro-cesamiento de criminales de guerra son importantes para un orden mundial civilizado, pero no sustituyen el compromiso político y financiero activo de apoyar un acuerdo de paz, internacionalmente legítimo y ur-gentemente necesario, como el AGP en el Sudán.a

Fue Ministro israelí de Asuntos Exteriores. Vicepresidente del Centro Internacional de Toledo para la Paz

© Project Syndicate 1995-2009

Shlomo Ben-Ami

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internacional

E l 8 de abril, dos tibetanos, Lobsang Gyaltsen y Loyak, fueron sentenciados a muerte por la Corte Intermedia Municipal del Pueblo, en Lhasa. Ambos hombres fueron conde-nados por cometer incendios premeditados

con víctimas fatales contra empresas de propiedad chi-na. Otros dos activistas tibetanos, Tenzin Phuntsok y Kangtsuk, recibieron una sentencia de muerte en sus-penso, y un tercero, Dawa Sangpo, fue condenado por la misma corte a prisión perpetua.

Estos últimos veredictos son las primeras senten-cias de muerte emitidas por tribunales chinos contra quienes participaron en las protestas que arrasaron Lhasa y otras ciudades tibetanas en la primavera de 2008. Puesto que estos juicios tuvieron lugar en total aislamiento del resto del mundo, sin observadores im-parciales o periodistas extranjeros presentes, ha de du-darse fudadamente de que los acusados hayan recibido algo remotamente parecido a un juicio justo de acuer-do con los estándares judiciales internacionales.

Por lo tanto, apelamos a las autoridades de la República Popular China a que rescindan la deci-sión de ejecutar a estos manifestantes, y les ofrez-can la oportunidad de volver a ser juzgados en un proceso judicial que sea más acorde a las normas internacionales a los que China dice adherir. Y el

primer punto que debe cumplirse es que el juicio, ante todo, sea verificable y abierto a la observación internacional.

Sin embargo, más allá de los destinos lúgubres de los tibetanos que hoy han sido sentenciados por la corte tibetana a muerte o a cadena perpetua por las protestas que tuvieron lugar hace un año, también nos preocupan el resto de los cientos de manifestantes de-tenidos que aún tienen que ser juzgados por la Corte Municipal, en Lhasa. De hecho, somos de la idea de que las recientes sentencias a muerte tal vez marquen el inicio de un alud de dictámenes judiciales altamente dudosos en el Tíbet, que podrían derivar en una can-tidad preocupante de ejecuciones en esa región tensa y problemática.

Si China ha de ganar una posición internacional de respeto proporcional a su posición en la economía mundial, así como beneficiarse de su ascenso a la pre-eminencia entre las potencias económicas mundiales, es vital que los representantes de China en el Tíbet re-conozcan la necesidad de un debido proceso legal para todos sus ciudadanos, incluyendo sus minorías étnicas.

Asociada a esa sensación de debido proceso legal hacemos un llamamiento al liderazgo chino para que permita que los representantes de la comunidad in-ternacional tengan acceso al Tíbet y a sus provincias adyacentes. Porque esas provincias, en su mayoría, han sido apartadas de la observación internacional desde las protestas que devastaron el Tíbet la prima-vera pasada.

Sólo haciendo que su régimen en el Tíbet sea más transparente para el resto del mundo el gobierno de la República Popular China podrá disipar las sombras oscuras de la sospecha que hoy penden sobre el Tíbet. Solamente permitiendo una presencia internacional para informar, desapasionada y fehacientemente, so-bre lo que está sucediendo en el Tíbet, el gobierno de China podrá disipar la idea de que su régimen conti-nuo allí significa que abusos aún más severos contra los derechos humanos se infligirán contra los miem-bros de las minorías étnicas de China.a

Václav Havel fue Presidente de la República Checa. El príncipe Hassan Bin Talal es Presidente del Foro de Pensamiento Árabe.

Desmond Tutu, Premio Nobel de la Paz, es arzobispo emérito de Ciudad del Cabo. Vartan Gregorian fue Presidente de la Universidad Brown y del

Carnegie Council; Yohei Sasakawa es un filántropo japonés© Project Syndicate 1995-2009

Muerte en LhasaVáclav Havel, Et Al

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CAMPECHE

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Ha habido un intento disfrazado e ilegal de modificar la Constitución vía leyes de con-traria; en lo fiscal, Pemex ha sido utilizado fuera de control como caja chica de los go-biernos y como bolsa de despilfarros, sin

rendición de cuentas; no podemos olvidar el escándalo, la denuncia que hizo el auditor superior de la Federación, Arturo González de Aragón, de que buena parte de los ingresos extraordinarios de Pemex han sido canalizados a cubrir los regímenes especiales en favor de las grandes corporaciones de México, y su falta de pago de impues-tos, añadiendo los manejos opacos de Pemex, precisando, por ejemplo, que los excedentes petroleros en el gobierno foxista fueron aplicados en 73 por ciento al gasto corrien-te del PAN; el 14 por ciento a inversiones financieras y únicamente el 13 por ciento a inversión directa.

Menciono especialmente el asunto de las licitacio-nes, con decisión discrecional de las autoridades, lo que es un boquete abierto y una invitación a la corrupción, a

la que también tendrían acceso las empresas extranjeras.En lo económico, se ha demostrado que no es tanta

la habilidad proclamada de Pemex y menos en este tiempo de ingresos extraordinarios, sino porque sus recursos es-tán confiscados para otros propósitos, y no para las inver-siones productivas de la empresa, ha sido abandonada a su suerte durante los últimos veinte años. Sólo extraer sin compensar para la producción. Y ahora, que desfallece la gallina de los huevos de oro, seguimos sin proporcionarle lo necesario, y parece que la única salida es venderla al me-jor postor privado para ver si regresa a la vida. Uno de los escándalos mayores en los últimos tiempos es el abando-no total del Instituto Nacional del Petróleo, al que ni de pa-sada se refiere la iniciativa, fundamental para un proyecto nacional futuro de México, y del desarrollo de la ciencia y la tecnología en México, que hace décadas era ejemplar, precisamente como centro de investigaciones en el país.

En México deben articularse las políticas energé-ticas y de desarrollo industrial con el fortalecimiento

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seguridad

narco-petróleoEl eje

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de la refinación y la petroquímica. Es también necesa-rio destinar al desarrollo de la ciencia y la tecnología al menos los recursos equivalentes al 1% del PIB, según marca la ley, porque sin tal inversión sostenida México no podrá tener acceso, a pesar de su potencial, al rango de los países realmente desarrollados y con futuro.

Desde luego, debe revisarse a fondo al régimen fiscal general, para lograr un sistema impositivo de ca-rácter realmente progresivo y, por supuesto, liberando a Pemex del régimen tributario opresor que lo ha fre-nado durante años. La nación debe encarar de veras las cuestiones fundamentales de México para su desarrollo pleno integral, incluyendo por supuesto a Pemex, que han sido ya mencionadas en estas reuniones, y que la gente de todas las edades y condiciones está plantean-do en las calles y en las plazas públicas felizmente, no con ademanes y voces de tecnócratas sino con las más emocionantes de vivir plenamente y eso sí, con el irre-futable sentido común del pueblo, en general más sabio que otras voces supuestamente ilustradas.

Felipe Calderón parece ignorar que los países con el mayor crecimiento son los que se han alejado de las re-formas estructurales del Consenso de Washington, y que en este tiempo, a diferencia de lo que ocurre en México, se reafirma cada vez más la rectoría del Estado en materia económica, y también en materia de hidrocarburos.

El presidente Felipe Calderón apuesta a nuestro fu-turo sobre la base primordial de las privatizaciones y de la iniciativa privada. Tal tendencia, y sus obstáculos que impiden un desarrollo humano aceptable, con el desman-telamiento de las instituciones jurídicas protectoras de las clases trabajadoras, han sido denunciadas hasta por el Banco Mundial, quien expresó hace poco que el proceso de la globalización en beneficio de las empresas privadas empujará a una mayor inequidad de los ingresos y a ma-yores destrucciones del medio ambiente, y a presiones so-ciales cada vez más intensas. La desesperación puede estar a la vuelta de la esquina y no podemos desviar la mirada.

Hay una vuelta a las responsabilidades del Estado en la economía, protección social, educación, salud, medio ambiente y otras, como los hidrocarburos. No se trata de estatizar la vida entera, como algunos de mala fe han sugerido, sino de utilizar los recursos nacionales, manteniéndolos como nacionales y no cediéndolos a los apetitos de la ganancia y la corrupción que definen la función privada en parte, y también con frecuencia, por desgracia, a la función pública.

Expreso las más serias dudas sobre limitar la par-ticipación privatizadora a empresas nacionales: es muy fácil construir empresas con fachada nacional, pero cu-yos intereses reales son extranjeros. Tomemos el cerca-no ejemplo de la banca, que fue privatizada a mexicanos

y que, en un abrir y cerrar de ojos, fue entregada a em-presas extranjeras. Hoy la nación prácticamente ha per-dido el control del manejo de muchas de las operaciones financieras de la banca.

Para Estados Unidos, la cuestión de las reservas petroleras es estratégica. Y sus tanques de pensamiento han dicho que el petróleo, esencialmente en las aguas profundas del Golfo de México, es fundamental para que el imperio conserve su status de gran potencia en el próximo medio siglo. Una de las mayores debilidades es su dependencia de la importación de petróleo. Estados Unidos es el mayor consumidor de petróleo en el mun-do y también el mayor importador. Esta situación, dice el Council on Foreign Relations, debilita enormemente la política exterior y la seguridad de Estados Unidos. Este país tiene el 4.6% de la población mundial, pero consu-me 25% del petróleo en el mundo. El 60% del petróleo que consume es importado.

La tendencia es un crecimiento espectacular de la demanda del petróleo. Hace un alce incontenible de los precios que ya observamos, que no es tampoco ajena a la especulación financiera. Pero contándose en los hi-drocarburos en regiones cada vez más remotas, la eco-nomía mundial y la estadounidense serán cada vez más dependientes de vulnerables infraestructuras para llevar el petróleo y el gas a los centros de consumo.

Estados Unidos debe abrir nuevas áreas de explora-ción y propulsión de gas y petróleo en el Golfo de México, en Alaska y en las costas este y oeste de Estados Unidos. Las exportaciones de petróleo a Estados Unidos aumen-tarán significativamente en los próximos años, y también expresiones para la privatización de los hidrocarburos en América Latina, México, Cuenca del Orinoco y Brasil. Es-tados Unidos se propone en el mediano plazo disminuir sus importaciones de crudos provenientes del Golfo Pér-sico. Los países exportadores de petróleo a Estados Uni-dos debieran encontrarse en zonas más próximas, mucho más fáciles, por otro lado, de controlar políticamente.

Además de las presiones políticas y económicas en un imperio con meticulosa planificación, no podía faltar el ingrediente militar que ha trascendido en el plan de la gue-rra antinarco, aunque sea plenamente flexible para el con-trol oportuno de las sociedades que pudieran oponerse de-masiado activamente. Por ejemplo, a esta anexión nacional muy recomendada por los estrategas estadounidenses, las campañas mediáticas masivas para ganar las conciencias y ablandar las oposiciones a sus proyectos de control.

En México también se realizan, como todos lo sabe-mos, esas campañas con puntualidad agradecida por par-te de los devotos seguidores de los intereses del norte.a

Analista político, diplomático y profesor universitario. 22 de julio de 2008 en el Senado de la República

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Víctor Flores Olea

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Sí, México es un Estado débil. Ha permitido que los cárteles de las drogas hayan cobra-do un poder nunca antes visto. Ha aceptado que a estas organizaciones les hayan crecido tentáculos que les permiten manejar el nar-

comenudeo, el secuestro y la extorsión. Ha dejado que el crimen organizado tenga en sus nóminas a los más altos mandos de la lucha antimafi a, quienes precisamente es-taban obligados a combatirlo.

Sí, Estados Unidos es un Estado débil. Ha permiti-do que los cárteles se surtan con armas que utilizan para expandir su ilícito imperio, sembrar el terror y atacar a las fuerzas del orden en México. Ha permitido que su población viva una epidemia de consumo de drogas.

Ambas naciones han reconocido a los cárteles de la droga como la principal amenaza a las seguridades nacionales.

Sin embargo, con este panorama, lo peor que po-dría pasar es que ambos estados débiles regresarán a la histórica confrontación por el problema del narco-tráfi co y echarán por la borda más de una década de trabajo para salir del círculo vicioso de las acusaciones mutuas, y que en el último lustro había comenzado a rendir frutos. Se comenzaba a hablar de un fl agelo en que había una responsabilidad compartida y que nece-sitaba de una solución compartida.

Incluso, ambos gobiernos vieron en la llamada Iniciativa Mérida uno de los ejemplos de esta visión de corresponsabilidad. Aunque los montos aportados por Washington dentro de esta iniciativa para la lucha anti-drogas son simbólicos, dado el tamaño del reto, era la primera señal de que el Estado vecino comenzaba a en-tender que tenía una parte de la responsabilidad.

Los cambios en el gobierno de Estados Unidos, que venía del doble mandato republicano de Geor-ge W. Bush, originaron un descontrol en las posturas acerca de la lucha antidrogas en México por parte de algunos funcionarios del nuevo gobierno demócrata

de Barack Obama, que logró meter a la relación en una espiral de descalifi caciones.

Aunque los altos funcionarios del gobierno de Obama siempre reconocieron la lucha antidrogas del presidente Felipe Calderón, reportes de agencias civi-les y militares, así como funcionarios de tercer nivel, realizaron juicios y plantearon escenarios, en los que incluso llegaron a considerar a México como un Esta-do fallido y corrupto, y señalaron la falta de goberna-bilidad del Ejecutivo Federal en algunas regiones del país. Estos análisis dieron combustible a los sectores más conservadores y populistas del Senado y del Con-greso estadounidenses que saben muy bien lo rentable que es atacar al gobierno mexicano.

Estas acusaciones generaron una molestia en el Eje-cutivo mexicano, sin embargo, la respuesta a Washing-ton no fue realizada por funcionarios de tercer nivel. El propio Presidente de la República, Felipe Calderón, en persona descalifi có las críticas y tomó la ofensiva con-tra Washington. El presidente Calderón acusó a Esta-dos Unidos de permitir que los cárteles de las drogas en México pudieran tener grandes arsenales, también habló sobre los niveles de corrupción en las autoridades estadounidenses y criticó lo poco que se hace en ese país para detener a funcionarios de alto nivel que apoyan al narcotráfi co. Por último, remató con el antiguo señala-miento sobre el consumo en esa nación. Aseguró que México es una víctima de los altos niveles de adicción de la sociedad estadounidense y dijo que si no fuera por esa gran demanda de estupefacientes en el norte, nues-tro país no tendría el problema del narcotráfi co.

El mandatario escaló en la reacción y acusó la exis-tencia de una campaña en contra de México en diversos sectores estadounidenses, incluyendo algunos medios de comunicación.

Tras el presidente Calderón vinieron media docena de secretarios de Estado mexicanos que profundizaron aún más las críticas hacia Washington.

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seguridad

Vecinos fallidos

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Afortunadamente, el gobierno de Obama tuvo la cabeza fría y respondió a las críticas de México con el reconocimiento de su parte en la responsabilidad, con programas de reforzamiento del combate al tráfico de armas en la frontera y con el envío a México de los más altos funcionarios relacionados con este tema, la canci-ller Hillary Clinton; la secretaria de Seguridad Interna, Janet Napolitano, y el procurador general, Eric Holder. Además, el propio presidente Obama hizo una visita que no estaba pensada antes de que explotara la con-frontación para discutir al más alto nivel el tema.

A las acusaciones de Calderón, Obama respon-dió días después diciendo que el mandatario mexicano “está actuando de forma muy valiente contra los cárte-les de la droga” y asegurando que a su gobierno le toca-ba acompañar los esfuerzos mexicanos asegurándose que ni el armamento ni el dinero lleguen a manos de los narcotraficantes.

La visita de Hillary Clinton a México, el 25 y 26 de marzo, marcó un parteaguas en la visión estadounidense del fenómeno del narcotráfico. Aún a bordo del avión que la traía al país la canciller dejó claro a los periodistas que volaban con ella cuál era el mensaje que daría minutos más tarde al Presidente mexicano. ‘’Nuestra insaciable deman-da de drogas ilegales alimenta el tráfico de drogas’’, dijo, y agregó: “Nuestra incapacidad de evitar el contrabando de armas a través de la frontera para armar a esos criminales causa la muerte de policías, soldados y civiles”.

Nunca antes un funcionario estadounidense había hablado tan claro y sin ambages de la parte de responsa-bilidad que el vecino del norte tiene en el fenómeno del narcotráfico.

Sin embargo, esta reacción positiva del Ejecutivo estadounidense no es una garantía. Senadores y represen-tantes estadounidenses, cuyas agendas propias pasan por los ataques a México y los cuestionamientos a la coopera-ción bilateral antidrogas, así como algunas agencias, cu-yos presupuestos dependen de que exista una amenaza a la seguridad de Estados Unidos (en este caso los cárteles mexicanos de las drogas), no dejarán de presionar.

Lo importante es que el gobierno mexicano entienda que, para bien o para mal, México es un tema de política doméstica para algunos sectores en Estados Unidos y que las respuestas a las acusaciones que seguramente vendrán no deben ser sobredimensionadas. No dejar de responder nunca si se trata de una difamación o de una calumnia, o debatir cuando se trate de temas controvertidos, pero siem-pre al mismo nivel y evitando las reacciones coléricas y de choque que pongan en riesgo la cooperación bilateral.

Además de las posturas de estos actores, aún hay temas dentro de la cooperación bilateral que sin duda tensarán la relación, como por ejemplo, el de la

corrupción dentro de Estados Unidos y el combate al lavado de dinero en ambas naciones.

Nunca antes había sido tan productivo traficar con drogas. Un análisis realizado por la Secretaría de Segu-ridad Pública Federal demuestra que los cárteles de las drogas obtienen ganancias superiores a 4 mil por ciento en la venta de cocaína.

Cuando un kilogramo de cocaína sale de Colom-bia su valor al mayoreo es de 1,762 dólares. Ya en Méxi-co ese mismo kilo vale 8 mil, si logra llegar a Estados Unidos valdrá 30 mil 500 y si es entregado en Europa al-canzará los 46 mil 939 dólares. En todos los casos, estas cifras se disparan al infinito cuando este kilo de droga es vendido al menudeo.

Según datos oficiales de Washington los consumi-dores de drogas en Estados Unidos les generan unos 25 mil millones de dólares por año de utilidades netas a los cárteles mexicanos.

Estos montos de dinero indican que no importa cuántos narcotraficantes o cargamentos de droga deten-gan, los cárteles de las drogas aun seguirán obteniendo ganancias considerables, por lo que ambos gobiernos deben atacar las estructuras financieras de las organiza-ciones para volverlas inoperantes. Este es el tema sobre el que se debe debatir y no quién es el culpable de que exista y sobreviva el negocio del comercio ilícito de drogas.

Los hechos y la experiencia indican que mientras México y Estados Unidos perdieron tiempo buscando quién era más responsable del problema del narcotrá-fico, los cárteles de las drogas aprovecharon el tiempo para enseñorarse en ambos países.

Los tiempos han cambiado, los niveles de consu-mo en México se han duplicado, los niños se inician cada vez más temprano en el uso de las drogas, el nar-comenudeo emplea incluso a amas de casa y personas de la tercera edad, y se ha convertido en una alternativa al desempleo en el país. Ante esta realidad, no durará mucho tiempo el argumento de que los culpables del problema son los adictos estadounidenses.

Por el otro lado, las recriminaciones por corrupción por parte de Washington a las autoridades mexicanas co-menzarán a ser endebles cuando ya sea inocultable el he-cho de que en territorio estadounidense hay un aceitado mecanismo de corrupción oficial que permite la entrada y circulación por todo el territorio nacional de la droga que ingresan los cárteles mexicanos y colombianos, y que permiten la operación del narcomenudeo.

Si México y Estados Unidos no abandonan en de-finitiva el camino de la recriminación habrá, al final del día, un crimen organizado fuerte y dos culpables, dos vecinos fallidos.a

Periodista

Vecinos fallidos

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Carlos Benavides

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cultura

Febrero de 1960. Miguel Ángel Granados Cha-pa ingresaba a la entonces Escuela Nacional de Ciencias Políticas y Sociales. La Ciudad Universitaria ejercía cierta fascinación en los jóvenes que provenientes de los estados

habíamos estudiado en los modestos edificios de las instituciones públicas.

Mil novecientos sesenta era el primer año de la “Década del Desarrollo” promulgada por las Naciones Unidas, con la esperanza de que la acción planificada del Estado y la ayuda internacional hicieran salir a los países pobres del subdesarrollo. Por eso había adquirido importancia profesionalizar las actividades consideradas necesarias para que el Estado asumiera con mayor efi-cacia la responsabilidad de promover el desarrollo; para que el cambio social se sustentara en el conocimiento y la investigación científicos; y en general, para mejorar la vida pública. Propósitos que originaron nuestra escuela.

Mil novecientos sesenta era también el año del Cincuentenario del inicio de la Revolución mexicana. Muchos de nosotros éramos universitarios de prime-ra generación y nuestro arribo a la universidad más importante del país era muestra de la transformación social alcanzada.

No había pasado una década desde la fundación de nuestra escuela, y apenas un año de que el presiden-te López Mateos inaugurara su edificio en la Ciudad Universitaria.

Los viajes al espacio exterior, los satélites de comunicaciones, las computadoras de segunda ge-neración, la pastilla anticonceptiva y muchos otros inventos, nos hacían pensar que el mundo avanzaba al bienestar sin límites y que nuevas libertades se al-canzarían en todo y para todos.

Eran años en los que pocos predicaban el evan-gelio del mercado. En nosotros privaba la concien-cia de que tras la llamada “mano invisible”, estaban ocultos o la regulación estatal o el contubernio de las grandes corporaciones.

En nuestra pequeña escuela, entonces situada a un lado de este auditorio, los alumnos de primero cursába-mos un tronco común para las cuatro carreras. Toda la

escuela no llegaba a cuatrocientos alumnos. Nuestra ge-neración apenas se acercaba a los doscientos. Era nota-ble que en la carrera de Periodismo, cuatro de los cinco alumnos inscritos provinieran de Pachuca, entre ellos, Miguel Ángel Granados Chapa.

En las aulas y fuera de ellas, se cuestionaba todo, se ponían en duda dogmas y tradiciones, y se ofrecían nuevas maneras de enfocar la sociedad y la vida misma. Eran tiempos de cambio que obligaban a la búsqueda permanente. Años en que incluso la Iglesia católica con-vocaba a un Concilio para renovarse.

Grandes discusiones provocaban los acontecimien-tos políticos, como la elección de Kennedy y su fallida invasión a Cuba, la independencia de Argelia, las encícli-cas, la lucha de Luther King contra la segregación racial y de Mandela contra el apartheid, la nacionalización de la industria eléctrica, el encarcelamiento de Siqueiros, el asesinato de Jaramillo o los diputados de partido.

A veces, del debate se pasaba a la marcha o al mitin, y algunos maestros marchaban con nosotros. Pensába-mos que nuestra condición de universitarios nos obligaba a manifestarnos siempre del lado de las mejores causas.

En las pláticas y en las clases, Miguel Ángel Grana-dos Chapa destacaba por la lógica de sus disertaciones, a las que añadía un sustento legal si era el caso, quizá por-que era el único de nosotros que cursaba en las mañanas la carrera de Derecho. Recordamos el rigor de sus argu-mentos y el manejo de información confiable que carac-terizaban sus intervenciones y que más tarde, ya como periodista, serían un rasgo distintivo de sus artículos.

Pero lo que más nos llamaba la atención, era la fir-meza de sus convicciones, las que exponía sin ambages, a veces con plena conciencia de que al hacerlas públicas re-cibiría críticas airadas y en alguna ocasión, agresiones de la extrema derecha. Esta disposición a arrostrar las conse-cuencias de sus opiniones, la manifestó desde entonces.

Eran años de trabajo intenso: había que leer dece-nas de libros, hacer investigación documental y escribir decenas de cuartillas. Desde entonces, Miguel Ángel Granados Chapa se empeñaba en ampliar y mejorar su léxico; hoy, fruto de ese empeño es la invitación que le hizo la Academia Mexicana de la Lengua para integrar-

Miguel Ángel Granados Chapa

El futuro era otro

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Julieta Guevara

se como uno de sus miembros. También sobresalía por su gran inteligencia, capacidad de trabajo y privilegiada memoria. De estas cualidades sigue haciendo gala en sus artículos y programas de radio y de televisión.

También hacíamos investigación de campo para observar y analizar distintas clases de comportamientos. Para cumplir con una de esas tareas, Granados Chapa fue a observar a la Cámara de Diputados, erigida en Colegio Electoral; acudía diariamente a las sesiones que duraban todo el día y llevaba un registro minucioso de ellas, quizá en un ensayo de la crónica parlamentaria que haría ya como periodista destacado.

A nuestras licenciaturas no se les otorgaba cédu-la profesional, pero esto no nos preocupaba porque no preten-díamos exclusividad o patente alguna. Confiábamos en el fu-turo, porque el país avanzaba y de cualquier manera, habría un lugar para nosotros. Por otra parte, no éramos formados para ser “exitosos”, “triunfadores”, “competitivos” o “líderes”, se nos formaba dentro de una cultura de solidaridad que fortaleciera nuestra vocación social, de la que Granados Chapa ha dado constante muestra al solidari-zarse con las causas que juzga justas.

Muchos de nosotros, tomá-bamos como ejemplo para nues-tras vidas, a nuestros propios profesores. Algunos de ellos eran jóvenes intelectuales actuantes en la vida pública mediante sus artículos en la revista Política o en los diarios; algunos eran mi-litantes del Movimiento de Libe-ración Nacional. Otros eran altos funcionarios en el Poder Ejecuti-vo y Legislativo, con gran vocación por el servicio públi-co, que se esforzaban para que nuestra escuela cumpliera su cometido de profesionalizar y por lo tanto, renovar y moralizar la vida pública de México. Ya como profesor, la conducta de Granados Chapa inspiraría también la emu-lación de las nuevas generaciones.

Nuestro director, Pablo González Casanova, creó en la escuela un ambiente de gran intelectualidad. Era casi obligatorio estar al tanto del acontecer nacional e inter-nacional, de las novedades editoriales, no sólo de textos de clase, sino de ensayos y novelas, del cine y de la músi-

ca. Desde entonces, Granados Chapa mostraba su gusto por la literatura, el cine y la música, toda clase de música, como hoy lo sigue haciendo en Radio Universidad.

En vacaciones tenían lugar los Cursos de Invierno, con la participación de distinguidos profesores mexica-nos y extranjeros. En este auditorio, que antes era de la Facultad de Ciencias, estuvieron personajes cuya obra alcanzó trascendencia mundial como Marcuse, Duver-ger, Gorz y muchos otros más.

Esos fueron los tiempos de la generación de Gra-nados Chapa. Tiempos de optimismo, en los que estába-mos convencidos de que la utopía podía hacerse realidad. Tiempos del Estado promotor del desarrollo nacional, en

los que a nadie de nosotros se le hubiera ocurrido pensar que las empresas nacionales o extranje-ras, ávidas de utilidades, podrían generar un desarrollo nacionalis-ta, popular y equilibrado; o que bastaba ser empresario exitoso para poder desempeñar los car-gos públicos con igual eficiencia con que habían manejado las corporaciones lucrativas.

Tiempos en los que nuestra escuela se empeñaba en formar profesionales que, además del conocimiento y la técnica, tuvie-ran conciencia política, vocación de servicio, ética y responsabili-dad social.

Tiempos de sueños que co-menzaron a quedar atrás con el asesinato de Kennedy, la cadena perpetua a Mandela y el inicio de la guerra de Vietnam.

Esos fueron los tiempos de estudiante de Miguel Ángel Gra-nados Chapa. Tiempos en que el futuro era otro.

Hace días, al presenciar la develación de una placa en la casa donde nació Gra-nados Chapa, pensé en el camino que había recorrido desde ese pequeño pueblo hasta convertirse en gran pe-riodista, y recordé que como estudiante, el joven Grana-dos Chapa solía mencionar la frase atribuida al general cartaginés Aníbal: “Encontraré el camino o lo haré.”

Hoy, casi cincuenta años después, creo que Mi-guel Ángel encontró el camino de lo establecido, pero no quiso pagar su alto peaje. Hoy, estoy convencida que decidió hacer su propio camino y lo hizo.a

Académica y analista política

A nuestras licenciaturas no se les otorgaba cédula profesional, pero esto no

nos preocupaba porque no pretendíamos exclusividad

o patente alguna

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libros

Están en la entraña del Partido Acción Nacio-nal, en su mismo nacimiento, la desconfian-za y aun el temor al poder, surgidos de su ignorancia sobre su naturaleza verdadera. Por eso sus gobernantes lo ejercen o con fri-

volidad o con incapacidad para tomar decisiones.Panista en su juventud, Carlos Arriola ha sido pro-

fesor y secretario general de El Colegio de México, estu-vo quince años en el servicio público, ha escrito artícu-los en publicaciones nacionales y extranjeras, y es autor de otros libros sobre el PAN, los empresarios y el Estado, y el Tratado de Libre Comercio de América del Norte.

Deplora la ausencia de verdaderos políticos en el PAN, con la excepción de Manuel Gómez Morín, Adolfo Christlieb Ibarrola y Diego Fernández de Ce-vallos, y reduce la lista de gente de pluma del partido a Efraín González Luna, Efraín González Morfín y Car-los Castillo Peraza, “con reservas”.

“Su rechazo al generoso proyecto de la Revolución Mexicana, descrito con entusiasmo por Gómez Morín en su opúsculo 1915, los desarraigó del país que preten-dían redimir y los confinó al gueto de sus convicciones, sin que nadie los hubiera obligado”, afirma Arriola.

“Por loable interés público, por vocación demo-crática o por ética de la responsabilidad, fue el gobier-no quien rescató al PAN de `la mendicidad cívica´ y lo sacó del gueto en que se había encerrado”, observa.

La creación de los diputados de partido y la refor-ma de Reyes Heroles en 1977, que incluyó el financia-miento a los partidos, “permitieron en tan sólo quince años que el anoréxico partido antisistema aceptara el régimen establecido en la Constitución de 1917 y comenzara a participar, en forma más amplia, en las elecciones locales y federales”.

Cita a Jorge Hernández Campos, poeta y ensayis-ta notable: el gobierno mexicano fue uno de los po-cos que, en lugar de combatir la oposición electoral, la promovía.

Arriola hace una aportación importante para en-tender lo que ocurre ahora en los círculos del poder.a

(MLA)

Un reto que ha estado en el debate des-de tiempo atrás, con avances graduales, pero aún no concluidos: democratizar electoralmente a la ciudad de México, capital de los Estados Unidos Mexicanos;

ciudad nacida para ser cabeza, pueblo principal, asien-to de grandes poderes y en su momento, en algunos aspectos, la ciudad más grande del planeta. Así lo co-menta el profesor Estaban Ruiz Ponce, en el prólogo de la obra La reforma política del Distrito Federal, del abogado Oziel Serrano Salazar.

El autor pretende contribuir para acreditar que es compatible mantener a la ciudad de México como sede de los poderes federales, respetar los derechos políticos de sus habitantes y contar con un gobierno local que asegu-re nuevas formas de poder y representación política, sin contrariar la naturaleza del sistema federal, sin confronta-ciones y sin arriesgar el orden y la estabilidad social.

Especialista en Legislación Nacional y Derechos Hu-manos (Instituto de Investigaciones Jurídicas-UNAM) y con los diplomados en Campañas Electorales (Colegio Nacional de Ciencias Políticas y Administración Públi-ca, A.C.) y en Desarrollo Regional (Instituto Nacional de Administración Pública), Serrano Salazar realiza un bre-ve estudio comparado sobre la forma como se gobiernan algunas capitales en el mundo, con el propósito de reco-nocer cómo la estructura institucional de las ciudades ca-pitales estudiadas responde o no a la demanda ciudadana de contar con gobiernos más democráticos y con una ad-ministración pública más eficiente.

En la obra se examinan los procesos de negocia-ción que culminaron con los acuerdos de reformas constitucionales en materia de la reforma política del Distrito Federal en 1996. Serrano Salazar, quien fuera diputado del PRI en la LVI Legislatura del Congreso de la Unión, reitera su creencia en que el diálogo, el debate, la negociación y la acción consensuada son los mecanismos idóneos para avanzar en la edificación de las bases políticas y jurídicas que permitan conformar una ciudad con destino.a

(RGT)

Arriola, CarlosEl miedo a gobernar. La verdadera historia del PAN(Editorial Océano/1ª edición 2009. 280 p.)

Serrano Salazar, OzielLa reforma política del Distrito Federal (Centro de Asesoría Multidisciplinaria, S.C./ Plaza y Valdés Editores/1ª edición 2001, 309 p.)

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QUERÉTAROPeña de Bernal

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Yucatán

$30ISSN: En trámite

Mérida

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