Obras selectas de Georges Duby.pdf

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    derecha y de izquierda, aun cuando no est completo, es un acontecimiento ma- yor, as como el hecho de que la democra- cia, tan desprestigiada hace cincuenta aos, sea ahora un modelo universalmente pre- gonado en teora por lo menos.

    Al final, este siglo puso los derechos del hombre y de la mujer encima de la so- berana nacional; invent el "derecho de ingerencia"; ciment las bases de una fu- tura justicia internacional al servicio de los "principios de la moral universal". Por qu, se pregunta Rene Rmond, tanto pe- simismo entre sus colegas que miran, como l, sobre aquel siglo? En parte porque el si- glo ha despertado expectativas demasiado grandes, en parte porque ha visto apagarse los delirios ideolgicos portadores de gran- des y utpicas esperanzas. Cmo refugiar- se en esas religiones seglares, en esos ismos que engendraron tantos horrores.' La ciencia asusta en su aceleracin que podra llevar- nos a un temible mundo de alfas y betas manipulados genticamente; la religin o bien parece retroceder o se encierra en un integrismo conservador. Finalmente, sabe- mos demasiado sin habernos vuelto "como Dios", podemos conocer todo nuestro pa- sado y tambin todo lo que ocurre a cada instante en Kosovo, Timor o las Molucas. Sin embargo, el autor, ms como cristiano que como historiador, mantiene su con- fianza en el hombre. A lo que Fejto le pre- guntara: si es cierto, segn el Maestro Eckhart, que de Dios recibimos todo lo que tenemos, de quin nos viene la envidia, el

    celo, el rencor, el gusto por el mal.' fj

    OBRAS SELECTAS DE GEORGES DUBY

    Clara Garca Ayluardo

    Duby, George (2000), Obras selectas [presenta- cin y compilacin de Beatriz Rojas], Mxico, Fon- do de Cultura Econmica, Seccin de Obras de Historia.

    E n las Odras selectas de Georges Duby, Bea- triz Rojas nos presenta una antologa re- presentativa de los trabajos de uno de los historiadores ms significativos del siglo XX (1919-1996). Significativo por partida do- ble, porque vivi gran parte del siglo y fue testigo de aos trgicos y violentos, pero tambin de grandes avances tecnolgicos, y porque abri nuevas y trascendentes co- rrientes en la historiografa de Europa que a su vez tuvieron un peso importante en la historiografa de Amrica Latina, y de M- xico en particular. La compiladora divide el libro en veinte captulos que tocan los te- mas centrales de la obra de Duby y que con- templan desde el placer de hacer historia, las vidas de los hombres y mujeres del me- dioevo, la historia del feudalismo, del cam- po francs, de las estructuras judiciales, de la vida rural, hasta la historia de las muje- res, del matrimonio y del poder, por men- cionar slo unos cuantos. Esta antologa, por tanto y a mi modo de ver no es slo el re- trato en palabras de un hombre, de un his- toriador y su trayectoria intelectual sino es tambin un espejo de la misma historia. Como nos dice Duby, para qu escribir la historia si no se hace para ayudar a nues-

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    tros contemporneos a confiar en el porve- nir y a encarar mejor armados las dificulta- des que encuentran da a da? El historia- dor, por lo tanto, tiene el deber de no encerrarse en el pasado y reflexionar asi- duamente sobre los problemas de su tiem- po... La lectura de este libro y la reflexin a la que incita hace que nos preguntemos, entonces, qu es la historia.'

    Los historiadores fundamentalmente re- construyen un pasado desconocido; lo (re)crean por medio de la investigacin de datos rigurosos en archivos, bibliotecas y pinacotecas, pero complementado con la imaginacin, las presuposiciones, preocu- paciones y ambiciones. El hacer historia es un trabajo humano, parecido en sus place- res y en sus conflictos a las otras activida- des humanas.

    El historiador profesional contempor- neo se ha convertido en un especialista, poco preparado para enfrentarse a las cre- cientes demandas de la sociedad en gene- ral y no slo del pblico acadmico. El his- toriador sabe que el hombre y la mujer de Occidente han llegado a creer que el cono- cimiento del pasado ayuda a descubrir el sentido de la experiencia humana y que el recuerdo del pasado puede afirmar la ne- cesidad de informar nuestra visin en la lu- cha del presente. El historiador infiere que el hombre se conoce a s mismo a travs de la historia y no slo a travs de la introspec- cin personal. Sin embargo, el historiador profesional se muestra aprehensivo frente a estas cargas porque, aun protegido por la supuesta veracidad de sus fuentes, siente

    el llamado de la sociedad que lo anima a ser una suerte de predicador y se pregunta entonces cules son sus responsabilidades. Duby estaba muy consciente de este equi- librio entre la investigacin y la reflexin, la historia crtica y el evangelio de la histo- ria de la humanidad.

    Duby desarrolla la profesin de la histo- ria, ampla sus fronteras, promueve una his- toria incluyente, con una mayor preocupa- cin por los aspectos ms profundos y serios de la experiencia humana. Mientras la sociedad busque el conocimiento del pa- sado, el historiador debe aceptar su res- ponsabilidad hacia la sociedad sin violar su responsabilidad hacia ste. Pero el pasado es una conceptualizacin individual. Para Duby, las representaciones ideolgicas se acercan ms a la verdad, ofrecen un pano- rama ms completo y, en este sentido, com- para la labor del historiador con la del lin- gista o del etnlogo, porque estaba cons- ciente de que ni escoga ni desarrollaba sus fuentes ni las interpretaba libremente. Ms an, los resultados de sus investigaciones las determinaba una codificacin de la cual no estaba plenamente consciente. Por eso Duby insista en que se deba observar al historiador mismo, entender sus creencias y su manera de hacer la historia y evaluar la importancia de sus conceptos en el desa- rrollo del humano y de las ciencias huma- nas. Se necesita hacer la historia del histo- riador.

    La historia no tiene ni un mtodo ni una verdad. Es una disciplina demasiado dif- cil, demasiado compleja; no se puede apren-

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    der con facilidad. Las tcnicas de la inves- tigacin histrica, como la paleografa y la in- terpretacin de las fuentes, pueden apren- derse como herramientas profesionales, pero el arte de la historia, la forma de combinar hechos individuales en un todo veraz, per- suasivo y representativo involucran tanto al individuo como a los tiempos histricos, e imponen la variedad y el cambio en la es- critura histrica. Si la historia vara, como vara la vida y el espritu de las pocas, en- tonces Duby es la historia. En el lrimo anlisis, lo que da forma a una historia en particular es el concepto que tiene el histo- riador del pasado, aunque no haya sido for- mulado por l. Estas concepciones formadas jMr la tradicin y la personalidad, gobiernan la escritura histrica. Y as, sin haber apren- dido las lecciones de la historia, los histo- riadores son nuestros profesores.

    A lo largo del siglo XIX, la historia se conform como un campo independiente del saber. Rompi sus lazos con la filosofa y la literatura, y declar su intencin de re- construir el pasado "tal y como fue". La historia dejara de jugar el papel de juez y de filsofo, que haba sido una de sus fina- lidades en los siglos anteriores. A la larga, sin embargo, se comenz a creer qua la his- toria poda lograr la exactitud que se le exi- ga. Se le aplic el mtodo crtico a las fuentes recin revaloradas y compiladas, y los historiadores reconstruyeron amplios segmentos del pasado. Su gran logro fue la reconstruccin histrica de la Edad Media, el periodo formativo de Europa. La histo- ria ya era una ciencia con la misma objeti-

    vidad y capacidad para descubrir leyes uni- versales del desarrollo humano, compara- bles a las de las ciencias naturales. Se for- maron asociaciones y revistas cientficas, y la historia se dividi en pequeos segmen- tos del saber reservados a los ultraespecia- listas y a las universidades. El pensamien- to histrico se volvi cada vez ms estrecho y acotado, y su interpretacin ms rigurosa. Al mismo tiempo, los vnculos estrechos entre los historiadores y la sociedad se des- dibujaron. La sociedad y la cultura son cons- tantes en la obra de Duby, quien nos ofre- ce un involucramiento intelectual junto con su gran erudicin. Se involucra psicolgi- camente con el pasado de all su atracti- vo. Su labor de historiador es altamente in- dividual, una acrividad psicolgicamente compleja para reinterpretar el pasado.

    En las primeras dcadas del siglo XX, la historia de las ideas, de la cultura y del arte comenzaron a desarrollarse, y Duby fue uno de los ms brillantes, sugesrivos y versti- les exponentes de esta nueva forma de ver la historia. La resistencia a abandonar la historia especializada, sobre todo la de los grandes acontecimientos polticos y milita- res, la historia de las instituciones de Esta- do y la historia nacional, es grande. Esta miopa histrica niega los problemas bsi- cos, la definicin y el senrido mismo de la historia. Duby invita constantemente a ela- borar una historia compleja, problemariza- da y de conjunto, y dice que para darse nimos todos los historiadores se las inge- nian para trazar la curva de precios y sala- rios, calcular los porcentajes, medir con n-

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  • I i meros lo que a la gente de antao no se le ocurrira medir, y se apresuran a introducir en mquinas sofisticadas datos contables in- completos, difcilmente verificables. En mu- chos casos los historiadores de la economa medieval han aplicado al pasado nociones econmicas basadas en el presente, que son deformantes.

    Se privilegi las actividades comercia- les y la circulacin del dinero, pero los sen- timientos de los individuos y los grupos, as como su conducta, no son determina- dos por la condicin econmica sino por la imagen de esa realidad. Los fenmenos so- ciales no pueden reducirse a una prolonga- cin de lo econmico; su problemtica es ms rica y compleja. Esta fascinacin por lo cuantificable fue fecunda e impuls la investigacin histrica para renovarse, con- tribuy mucho a la comprensin del pasa- do, sobre todo el ms reciente, aunque tam- bin el ms remoto. Pero ese aparato se volvi rgido e insensible. Duby propone reconstituirlo y devolverle su flexibilidad y ligereza, su capacidad estimulante, y se pre- gunta: cmo intervinieron en la historia de las relaciones sociales aquellos factores que, sin tener menos realidad que los fac- tores tecnolgicos, monetarios, climticos, demogrficos, no se dejan capturar, palpar, observar y no tienen que ver con lo mate- rial sino con lo mental, con la idea, con el sueo, con el fantasma.'

    En todo caso este contacto con los psi- cosocilogos permite a la historia de las ac- titudes mentales y de los comportamientos ampliar singularmente el campo de su ob-

    servacin: la incita a plantearse otras pre- guntas, a seguir pistas nuevas. Ya no puede contentarse con el concepto demasiado simple de la "conciencia colectiva", porque la psicologa social muestra que lo impor- tante es el dilogo entre yo y otro, la rela- cin entre psiquismo individual y ambiente social, la accin que ejercen sobre la forma- cin de las personalidades los marcos de actividad mental propuestos por el grupo a todos los individuos que los componen. Esto permite entrever menos confusamen- te cmo son las respuestas individuales, que por su lado modifican el medio cultural.

    La historia es variada y diversa, y el his- toriador se revitaliza renovando sus enfo- ques y sus temas.

    Junto con otros historiadores de la es- cuela de los Anales, Duby renov nuestra idea del pasado privilegiando el papel del recuerdo en la historia. Por esto indag so- bre la vida cotidiana, las emociones priva- das, la vinculacin entre las modificaciones tecnolgicas y la sensibilidad de los hom- bres y las mujeres comunes. Se traza la his- toria de las actividades mentales de los hombres y de las mujeres, de sus creencias y gustos, de su imagen del mundo formada por la aultura material, climtica y psicol- gica. Examina la vida dentro de la privaci- dad del hogar, el ritual, la enfermedad y la muerte. En fin, ofrece los ritmos y las ca- dencias del mundo medieval.

    De esta manera, Duby se acerca a una poca en la que casi no se produjeron evi- dencias escritas. Gracias a su imaginacin histrica, logra presentar varios temas de la

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    Edad Media. Se basa en una envidiable erudicin que indaga la historia de la geo- grafa, el clima, la arqueologa urbana y rural e incorpora los avances de otras disciplinas como la medicina, la nutricin y la psicolo- ga. Duby, esclarece los conflictos entre la latinidad cristiana y la organizacin fami- liar. Recurre a fuentes escritas y a otras como el territorio, la arquitectura y las ex- presiones plsticas, traza el desarrollo del campo y el crecimiento de las grandes obras monsticas (cistercienses), de las catedra- les y las ciudades dentro de una Europa parcialmente cristiana y anrquica. Por me- dio del medioevo nos demuestra que la im- portancia de un evento se debe medir no tanto por sus consecuencias directas sino por su valor simblico como indicador de cambio o como portento de situaciones ve- nideras. Nos ensea que frecuentemente los eventos significativos son los ms ocul- tos, y las palabras ms importantes las ex- presadas por personas desconocidas o reti- radas del mundo. La estabilizacin de las fronteras de Europa, la lenta recuperacin del orden poltico, la aceleracin de la acti- vidad econmica no slo revirtieron silen- ciosamente las tendencias previas sino que fueron las condiciones que hicieron posi- ble cambios an menos evidentes, pero im- portantes en sus conceptos, pensamiento y sentimientos, y en la direccin que tomara la sociedad en los mbitos espirituales y seculares. El poner en evidencia el silencio de los cambios dramticos de la historia es lo ms importante de la obra de Duby. Constantemente nos recuerda estos cam-

    bios ocurridos a lo largo de los siglos medie- vales. Por ejemplo, el lento surgir de una aristocracia caballeresca, que marcara el tono social de Europa por cientos de aos, no es producto de algn evento contun- dente. La morfologa econmica de Euro- pa y su posicin en el mundo se transform durante el periodo, pero esta silenciosa re- volucin no fue el resultado de grandes descubrimientos ni de invenciones. Duby nos deja ver los patrones que tomaron la monarqua, la Iglesia y la aristocracia en sus mltiples manifestaciones a travs de las le- yes y los juzgados, de sus monasterios y de sus catedrales. Los resultados y sus lega- dos siguen palpables.

    Duby ha capturado el sentido de la his- toria, de su historia. Junto con el arte, la historia es la que ms se aproxima a un sentido de la vida. La historia es expresin tangible del deseo humano por conocer su pasado, el misterio de los orgenes. La his- toria nace de una preocupacin viva, tiene que ver con la vida y sirve a la vida. Pero una disciplina tan cercana a la vida no pue- de permanecer inmvil, cambia con el tiem- po, como los temas y los enfoques de Duby. Si el mtodo del historiador le permitiera capturar el pasado en su totalidad, enton- ces la conexin entre la historia y la vida sera ms dbil, y el historiador sera sola- mente un tcnico supremo ms all de la historia y no parte de ella. Duby a lo largo de la historia se representa a s mismo y le da a la historia un toque humano. Tiene un conocimiento de s mismo y es crtico, pero siempre seguro, con la ceneza de que la for-

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  • I I ma con que se contempla el pasado y la manera con que se percibe el presente es- tn vinculados; cada una de estas visiones es una forma distinta de los mismos hbi- tos y formas de pensamiento. Existe una correspondencia entre el pasado y el pre- sente, y simpata entre ambos. El historia- dor no puede recuperar la vida del pasado, pero el ms audaz reconstruye lo indivi- dual de la historia y al hacerlo se retrata a s mismo. Este elemento afectivo es una condicin esencial de su trabajo. Aceptar el papel inexorable del yo y rechazar la no- cin cientfica de que los historiadores pue- den ser testigos pasivos del pasado no le quita responsabilidades al historiador sino que por el contrario, las profundiza. Des- pus de todo, las cualidades que requiere el historiador para ejercer su labor, la histo- ria, son las que requiere para la vida.

    El historiador debe tener un sentido de la complejidad de la vida humana, la certe- za de que esta complejidad es comprensi- ble. La obra de Duby tiene el valor de pro- fundizar nuestra visin de la complejidad de las acciones humanas, ms que ofrecer alguna gran teora de los eventos o proce- sos histricos. Lo logra sin hacer que la hu- manidad aparezca pequea ante la historia. A Duby se le puede otorgar la categora de gran historiador por esta razn y porque es sugestivo a sabiendas que la complejidad de la historia es en s una expresin de la grandeza y la enorme variedad humana. Finalmente, hace uso de su propia mente y temperamento, utiliza su sensibilidad, su conciencia de s mismo y de los otros.

    Duby tambin es historiador por el pla- cer de serlo y nos comunica el gusto y la empatia que siente por los tiempos pasa- dos. Comparte la aventura intelectual bus- cando pistas y fuentes, armando el rompe- cabezas de lo problemtico y de la razn de una poca. Demuestra una gran obligacin intelectual e invoca el placer de los contra- rios, de las paradojas, de la obligacin y del placer. Al reflexionar sobre el oficio del his- toriador, Duby se pregunta si existe alguna sociedad que no entregue de ella misma otras formas que no sean las de un sueo, las del sueo propio de los hombres que la constituyen y las del sueo propio de los hombres que la observan. Hay modifica- ciones a lo largo del tiempo, pero stas se dan dentro del cuerpo social o en la idea que se hace el historiador de s mismo.''

    Todo esto fue Duby. Lo logra comuni- car y dejar como su legado, legado que hoy retoma Beatriz. Este aspecto comunicativo es el que sabe resaltar. Duby tambin fue acadmico, tuvo un seminario en donde com- parti e intercambi ideas; dirigi y compil obras colectivas como la Historia de las mu-

    jeres en Occidente y la Historia de la vida pri- vada. Fue gran comunicador a travs de los medios masivos, llevando as la historia al gran pblico. De esta manera, la compila- dora nos ofrece una proximidad con el es- critor y nos hace sentir como si estuviramos en contacto directo con l, como historia- dor y como ser humano lejano y a la vez cercano. Al hacerlo, Beatriz Rojas tambin nos acerca a una historiografa distinta a la nuestra enriqueciendo el contacto que siem-

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    pre ha estado presente entre las institucio- nes docentes y de investigacin, entre la historiografa mexicana, la academia y la his- toriografa francesas, evidentes desde hace por lo menos 35 aos. La compiladora asu- me el reto de hacer la historia del historia- dor, nos lleva por los senderos de su trayec- toria, de sus conceptos y dudas, que pone a disposicin del lector especializado, pero tambin del pblico no especialista. Acer- tada empresa que, ms que nada, aporta esta antologa como una fuente bsica de conocimiento y de consulta fcil para los estudiantes. Aplaudo este tipo de empresa y hago votos para que se editen ms ma- nuales de igual corte que sirvan como tes- timonio de los grandes historiadores y de las grandes corrientes, y que permitan lle- varlas a las aulas y a las casas. Finalmente, el quehacer histrico es una experiencia li- bertadora porque desvanece los contextos del tiempo y el espacio, nutre la imagina- cin y el sentimiento. As, quiz la historia se convierte verdaderamente en una histo- ra de la libertad. (^

    SUEO NACIONAL, PESADILLA NACIONALISTA Julio Ros

    ??Antonio Elorza (coord), La historia de ETA, Ediciones Temas de Hoy, AAadrid, 2000, pp. 447.

    La historia de ETA es inseparable de la historia de la construccin fallida de la na- cin espaola. A diferencia de sus vecinos

    europeos, los habitantes del territorio es- paol no forman una "comunidad imagina- da" homognea, sino fragmentada: la se- cuestrada primera repblica espaola no tuvo tiempo de "forjar patria", y el rgimen autoritario de Francisco Franco propici las diferencias antes que las semejanzas. La joven democracia espaola tiene la tarea no slo de administrar la lucha y el ejercicio del poder, sino la de mantener unida a Es- paa. En esta colosal tarea tiene un enemi- go a vencer: ETA.

    Euskadi Ta Asiatasuna (ETA): "Patria (vasca) y libertad". La lengua vasca es com- pleja, su sonoridad tiene ecos de antigedad y, por lo mismo, causa una cierta fascina- cin; la misma, quiz, que sienten los jve- nes al ingresar en la organizacin terrorista, impenetrable y mtica, que ha encontrado en dicha lengua el sustituto de la raza sus- tento de su nacionalismo. Pero, qu es ETA? Qu busca y qu (o a quines) re- presenta.'

    La magnitud de estas preguntas impo- ne la necesidad de un trabajo de varios es- pecialistas. El libro coordinado por Antonio Elorza, catedrtico de ciencia poltica en la Universidad Complutense, nos ofrece una visin que abarca desde los orgenes hist- ricos del nacionalismo y "carcter guerre- ro" vascos, hasta el enfrentamiento de ETA con la democracia espaola. El amplio pa- norama del libro es al mismo riempo su fuerza y su debilidad: despus de varios cientos de pginas el lector queda abruma- do por una gran cantidad de informacin y algunas tmidas explicaciones de un fen-

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