Oliva y Tutino, Clarin y el mundial Argentina 1978
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“La voz institucional del Mundial ‘78” (Los editoriales del diario Clarín sobre el
Mundial de Fútbol Argentina 1978)1
1. Introducción
El presente trabajo conforma una investigación realizada sobre el discurso editorial que
el medio gráfico más importante de nuestro país, el diario Clarín, desarrolló sobre el Mundial de
Fútbol Argentina 1978.
La misma se limitará al análisis de los artículos editoriales2 del matutino publicados
durante los meses de mayo, junio y julio de 1978 –el mes previo, el del campeonato y el
posterior–, que en su desarrollo se relacionen total o parcialmente con el Mundial de Fútbol,
llevado a cabo en nuestro país entre el 1º y el 25 de junio. El objetivo buscado es el de abordar
los editoriales para acercarnos a la construcción discursiva del medio sobre el acontecimiento
deportivo y, de esta manera, aproximarnos a su posicionamiento ideológico, siempre teniendo
en cuenta el contexto socio-económico-político del país que circunscribía la realización del
torneo.
La elección de este diario no fue efectuada al azar. Consideramos el hecho de que en
aquel momento era un medio gráfico de gran alcance y tirada a nivel nacional –cuestión que hoy
en día se ve aún más reforzada–. Es decir, un actor político de gran envergadura y un formador
de opinión por excelencia.
El aporte que representa nuestro trabajo radica en la singularidad del mismo, puesto que
si bien existen diversas investigaciones acerca de lo que aconteció durante la última dictadura
militar, son pocos los que se abocan al análisis del rol desempeñado por los medios masivos de
comunicación, y más aún en lo referente el Mundial de Fútbol Argentina 19783. Asimismo,
creemos que nuestra propuesta también representa una contribución desde el momento que los
medios de prensa no han revisado críticamente su actuación durante ese oscuro período de
nuestra historia nacional.
2. A modo de contexto histórico
Luego de la muerte del general Juan Domingo Perón, el 1º de julio de 1974, cambió
radicalmente el panorama político-social nacional: se radicalizaron las diferencias existentes
entre la derecha peronista –encabezada por el ministro de Bienestar Social y mentor de la
Alianza Anticomunista Argentina (Triple A), José López Rega4, y la burocracia sindical
integrada entre otros por personajes como Lorenzo Miguel– y el ala “izquierdista”, que
englobaba a diferentes organizaciones guerrilleras de la época –como Montoneros, FAP, FAR y
Descamisados5–. Como resultado de este antagonismo, se produjo una gradual “militarización”
de la sociedad que llevó a gran parte de la ciudadanía a clamar abiertamente por la instauración
de un gobierno militar de facto que “ordenara la situación”. Los grandes medios de
comunicación de la época fueron claves para la aceptación y el apoyo definitivo al golpe6.
A este estado de cosas debe sumársele una acuciante crisis económica: desde la
asunción del ministro Celestino Rodrigo al frente de la cartera de Economía –en junio de 1975–
se instauraron una serie de medidas “antipopulares”, regresivas de la economía nacional, que
supuestamente tendían a minimizar la crisis. Sin embargo, esto no fue así, puesto que sirvieron
para acrecentar aún más aquel pedido popular al que anteriormente hacíamos referencia7.
El 24 de marzo de 1976, una Junta Militar integrada por el general Jorge Rafael Videla,
el almirante Emilio Eduardo Massera y el brigadier Orlando Ramón Agosti, encabezó el golpe
de Estado más cruento de la historia argentina.
Desde un primer momento, la Junta –pomposamente autodenominada Proceso de
Reorganización Nacional (PRN)– dejó en claro cuál sería su postura frente al “caos social,
económico y político imperante en nuestro país”, al que tantas veces se habían referido sus
integrantes en discursos públicos de los meses previos al golpe. Entre las primeras medidas,
dispuso una andanada de comunicados que, en definitiva, buscaban ejercer un severo control
sobre el comportamiento ciudadano individual y colectivo.
Entre éstas, intervino los sindicatos, prohibió toda actividad política, revalidó el estado
de sitio vigente en el país desde 19748, anuló toda actividad legislativa en el Congreso de la
Nación, creando una suerte de parlamento legislativo alternativo denominado Comisión de
Asesoramiento Legislativo (CAL), compuesta en partes iguales por oficiales de las tres armas,
etc. Además, puso en práctica una política económica liberal y una apertura favorable a las
inversiones financieras del capital externo en detrimento de la industria nacional.
En el terreno ideológico, la nueva dictadura persiguió, secuestró, torturó, desapareció y
asesinó a dirigentes obreros, estudiantes, artistas, pensadores, científicos, políticos y a todos
aquellos que de uno u otro modo no compartían la “filosofía procesista”. No se trató de casos
esporádicos o de “excesos” o “errores” de poder manifestados por grupos celulares del propio
Proceso, sino de una política de gobierno diagramada de manera orgánica por las tres armas
desde mucho antes de producirse el golpe, para eliminar de raíz todo intento de oposición al
nuevo proyecto de país impuesto9.
No obstante la aparente unanimidad de criterio del nuevo gobierno, los intereses
individuales confluían en una gran puja interna entre las armas, en particular Marina y Ejército.
En las Fuerzas Armadas existían tres sectores bien diferenciados: en torno de los generales
Videla y Viola –su segundo en el Ejército–, se constituyó la facción más fuerte. Estos jefes
respaldaban a Martínez de Hoz y mantenían cierta comunicación con algunos dirigentes de los
partidos políticos recientemente prohibidos.
Otro grupo, cuyas figuras más preeminentes eran los generales Luciano Benjamín
Menéndez y Carlos Suárez Mason, comandantes del III y I cuerpo del Ejército, respectivamente,
a los que se asociaba el general Ramón Camps –jefe de la Policía de la provincia de Buenos
Aires y figura clave en el terrorismo de Estado–, afirmaban que la represión dictatorial debía
llevarse hasta sus últimas consecuencias. En conflicto permanente con el comando del arma –
con Videla y sobre todo con Viola– Menéndez se insubordinó de hecho varias veces y en forma
explícita una vez, en 1979, lo que forzó su retiro.
El tercer grupo lo constituyó la Marina de Guerra, dirigida por su comandante Emilio
Eduardo Massera, quien confiando en sus talentos políticos se propuso encontrar una salida que
legitimara popularmente al PRN y a la vez lo llevara a él mismo al poder. El grupo de Videla y
Viola fue avanzando gradualmente en el control del gobierno, pero en mayo de 1978 Massera
consiguió un triunfo cuando logró que se separaran las funciones de presidente de la Nación y
de comandante en jefe del Ejército, pese a que Videla fue confirmado como presidente hasta
1981. Este hecho se conoció públicamente con el nombre de “El cuarto hombre” –en referencia
a la elección de un presidente que no formara parte de las cúpulas militares–. Viola sucedió a
Videla como jefe del Ejército.
Durante todo el PRN –1976/1983– el gasto de dinero destinado a seguridad, fabricación
y compra de armamentos bélicos e instrucción militar de tropas, entre otras cosas, debía
desembocar indefectiblemente en un conflicto armado a nivel internacional. Esto tendría un
doble objetivo: por un lado, la utilización efectiva de todo ese armamento y conocimiento
militar y, por el otro, la generación de un sentimiento patriótico-nacionalista que le otorgara no
sólo legitimidad al gobierno de las Fuerzas Armadas, sino además la certeza de su perpetuidad
en el gobierno nacional.
Este enfrentamiento bélico “programado” estuvo a punto de concretarse a fines de 1978,
debido a un conflicto territorial de larga data con el trasandino país de Chile. Éste estuvo a
punto de convertirse en una guerra entre Argentina y Chile por la disputa de territorios cercanos
a la austral frontera común entre ambos, conocido como “El conflicto del Beagle”, que llevó a
ambas naciones a alistar a sus respectivas fuerzas militares en posición de guerra, pero que
finalmente fue intercedido por una mediación papal que favoreció ampliamente a la facción
chilena, a fines de 1978. El comandante del III Cuerpo del Ejército, Luciano Benjamín
Menéndez, estuvo a punto de iniciar la guerra por su propia cuenta, pero esta iniciativa
finalmente no prosperó10.
Sin embargo, y cediendo ante las ambiciones del ala militar más dura, esa “guerra
internacional digitada” se concretó el 2 de abril de 1982, cuando por orden directa del presidente
Leopoldo Fortunato Galtieri, las tropas argentinas desembarcaron en Puerto Belgrano e
intentaron “recuperar” el territorio de las Islas Malvinas, en poder de Gran Bretaña. Esta locura
bélica, cuyo trágico desenlace era inevitable debido a las diferencias de poderío armamentístico,
estratégico y militar entre ambos países, concluyó el 14 de junio, tan sólo 42 días después de
producido el desembarco, con la rendición en carácter incondicional de la República
Argentina11.
En cuanto al terreno estrictamente económico, la política liberal implementada por la
Junta tampoco había encontrado una solución a los problemas financieros de la gente. Los datos
al respecto, de entre fines de 1977 y comienzos de 1978, ya eran alarmantes12.
3. El camino del Mundial
En momentos en que la Argentina se encontraba disputando la VIII Copa del Mundo de
Fútbol de la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA), en Inglaterra, el ente
futbolístico internacional –el 6 de julio de 1966–, confirmó la noticia de que nuestro país sería
sede del XI Campeonato Mundial de Fútbol, a disputarse en 1978.
De allí en adelante, el Mundial ‘78 sería apoyado y respaldado por todos y cada uno de
los gobiernos constitucionales y de facto de nuestro país, como así también por los hinchas
argentinos13.
El fútbol, como no podía ser de otra manera, no quedó al margen de los temas tratados
por la Junta Militar en su primera reunión como Gobierno nacional, el 24 de marzo de 1976. El
almirante Emilio Eduardo Massera, argumentó a sus pares del Ejército y la Fuerza Aérea, Jorge
Rafael Videla y Orlando Ramón Agosti, respectivamente, sobre la importancia de avalar la
candidatura como sede del Mundial de Fútbol 1978. Massera, conciente de lo que este deporte
representaba –y aún hoy representa– para la sociedad argentina, observó desde un primer
momento que el evento le daría a la Junta beneficios políticos y, probablemente, también
económicos. El almirante sabía que la política represiva que desde el Estado se llevaría a cabo
tendría ecos opositores dentro y fuera del país y que el Mundial le daría oxígeno al Gobierno,
puesto que un triunfo de la Selección sería un triunfo del país, pero por sobre todas las cosas un
triunfo del Proceso.
En mayo de ese año, ante el desconcierto que la interrupción militar en la Argentina
había provocado en el ambiente futbolístico internacional, y pensando en una posible
suspensión del evento, la FIFA pidió a nuestro país el aval necesario para una re-confirmación
de la sede. La respuesta no se hizo esperar y en junio se aprobó la ley 21.349, finalmente
sancionada y promulgada el 2 de julio de 1976, que declaraba al Mundial como un evento de
“interés nacional”14. Asimismo, creaba el Ente Autárquico Mundial 1978 (EAM 78), que
quedaba bajo la jurisdicción de la presidencia de la Nación. El EAM 78 estaría integrado, en sus
cargos principales, por el general Omar Actis –presidente– y por el inefable y “masserista”
capitán de navío Carlos Alberto Lacoste –vicepresidente–.
La importancia que poseía el manejo del EAM 78, así como también las diferencias
internas existentes entre las diferentes facciones militares, quedó manifestada el 19 de agosto: el
general Omar Actis fue asesinado en momentos en que se dirigía en su vehículo a realizar su
primera conferencia de prensa, en la que expondría que la austeridad sería la característica
principal de su política mundialística15.
El asesinato de Actis fue oficialmente atribuido a la organización guerrillera
Montoneros, pero esta fuerza nunca reconoció tal acción, en momentos en que Montoneros no
dejaba de reivindicar todas sus operaciones armadas16. El general de brigada (RE) Antonio
Merlo ocupó el lugar de Omar Actis en la presidencia del ente, en tanto que Lacoste mantuvo su
lugar de privilegio. La realidad indicó luego que quien manejaría los hilos del EAM sería este
último, puesto que Merlo se erigía en una simple figura, con escasa voz de mando y pocas
decisiones de peso.
Para comprender aún más la veracidad de las opiniones del periodista Dante Panzeri y
del economista Alemann, en un artículo publicado por la revista Todo es historia, Mabel
Veneziani17 exponía que al finalizar el torneo la Argentina había gastado U$S 521.494.931 –las
estimaciones más “pesimistas” llegaron a conjeturar un gasto final de 700 millones de dólares–,
mientras que se registraban ingresos por U$S 9.642.360; en definitiva, la realización del
Mundial significó un costo final de U$S 511.852.571.
4. La “campaña anti-argentina” y la invitación a la CIDH
Luego de dos años de gobierno militar signados por la persecución, desaparición, tortura
y asesinato de ciudadanos, cientos de argentinos que se encontraban exiliados en distintos países
de Europa comenzaron a organizarse y a efectuar campañas de denuncia y boicot internacional
al Mundial ’78. La respuesta de la Junta no se hizo esperar, como tampoco la de los medios
complacientes con ella: se empezó a hablar de una campaña de descrédito orquestada en el
exterior y avalada por el comunismo internacional, que atacaba los valores morales,
occidentales y cristianos que el Gobierno de facto decía defender. Se instaló en el discurso
oficial la llamada “campaña anti-argentina”.
Como “contraofensiva” a esta campaña, la Junta contrató una empresa estadounidense
especialista en modificar las imágenes gubernamentales: se trataba de la multinacional Burson
& Masteller, lo que le daría la oportunidad de hacer publicidad a los partidos de la Copa para
exhibir un aspecto sumamente favorable y positivo a nivel internacional. Siguiendo con el plan,
pero fronteras hacia adentro, el Gobierno y la firma Coca-Cola desarrollaron una intensa
estrategia de propaganda, creando dos slogans conocidos y recordados en el tiempo: “25
millones de argentinos jugaremos el Mundial” y “En el Mundial usted juega de argentino”. Las
frases se convirtieron en la muletilla “popular” del momento e inundaron absolutamente todos
los medios gráficos, radiales y televisivos del país.
En el contexto de efusividad y algarabía del pueblo argentino, consecuencia de los
triunfos deportivos obtenidos por el Seleccionado Nacional durante el Mundial 7818, la Junta
Militar de Comandantes creyó contar con el aval popular necesario para enfrentar las presiones
externas –sobre todo las que llegaban desde el gobierno estadounidense de Jimmy Carter, cuya
política exterior giraba en torno de la defensa de los derechos humanos– y, de esa forma,
mejorar su imagen internacional.
Mientras que en la Argentina se desarrollaban las fases finales del Mundial de Fútbol,
Carter inauguraba la VIII Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA),
celebrada en la ciudad de Washington. Mediante su representante diplomático –el canciller
Oscar Antonio Montes–, la Argentina formalizó una invitación a la CIDH para que ésta viajase
al país para así constatar la “normal” situación en nuestro territorio.
Esta visita finalmente se realizaría durante el mes de septiembre de 1979. La Comisión
de la CIDH se instaló en el país durante quince días, tiempo que utilizó para entrevistarse con
militares, líderes políticos y sindicales, presos políticos y, por sobre todas las cosas, con
familiares de desaparecidos. El informe crítico final confirmó la veracidad de las denuncias de
los exiliados argentinos.
5. Breve reseña del medio
Clarín nació como diario el 28 de agosto de 194519. Luego de la expropiación sufrida
por el matutino La Prensa en 1951 –único diario abiertamente opositor al gobierno peronista–,
el periódico de Noble atrajo a la gran masa de avisos publicitarios que la clase media publicaba
en aquel diario, aumentando tanto sus ingresos comerciales como su tirada20. Hasta ese
momento Clarín se ubicaba en la cuarta posición de ventas, detrás de La Prensa, La Razón y La
Nación, pero su estrepitoso ascenso llegó a colocarlo en 1967 en la primera línea: en un corto
período, aumentó su venta diaria, escalando hasta los 424.000 ejemplares.
Luego de esos años de vaivenes de oposición y oficialismo con el peronismo y
asimismo con los militares de la Revolución Libertadora, Noble pareció encontrar el lugar
político que tanto había buscado en la afinidad de ideas y proyectos con el desarrollismo de
Rogelio Frigerio y Arturo Frondizi.
A partir del fallecimiento de Noble, el 12 de enero 1969, la dirección del periódico
pasaría a manos de su flamante esposa, Ernestina Herrera de Noble. Con ella al frente de la
empresa la influencia desarrollista se hizo aún más importante: ingresaron a la redacción del
diario Oscar Camillión, Octavio Frigerio, Héctor Magnetto, Lucio Pagliaro y José Aranda.
Siete meses después de la muerte de Noble, el 11 de agosto de aquel mismo año, el
gobierno de facto del general Juan Carlos Onganía dictó el decreto-ley 18.312, por intermedio
del cual se creaba un fondo para el desarrollo de la producción de papel prensa y celulosa: este
fue el punto de partida del gran crecimiento económico de lo que a esa altura ya era una
empresa. El 28 de septiembre de 1978 quedó oficialmente inaugurada Papel Prensa S.A., que
asociaba a los principales matutinos de la época –La Nación, La Razón y el propio Clarín–, con
el Estado argentino –un dato no menor para nuestro análisis–. El principal beneficio radicaría en
que la sociedad poseería el monopolio de la distribución y venta de papel a todos los medios
gráficos del país. En estos años, la tirada de Clarín promediaba los 600.000 ejemplares diarios.
De todos modos, el mayor crecimiento de la empresa –que la transformaría en el
multimedios más importante de la Argentina–, se consolidó entre mediados de la década del ‘80
y durante toda la etapa menemista de los años 9021. Entre sus principales adquisiciones, figuran
Radio Mitre, FM 100, FM La Red y 82 radios repetidoras de todo el país; Canal 13, el canal
Todo Noticias (TN), parte del canal de deportes TyC Sports; lanzó al mercado la revista Genios,
para los más chicos, la versión argentina de Elle y el diario deportivo Olé; a través de la Primera
Red Interactiva de Medios (Prima S.A.), obtuvo Ciudad Internet, Datamarkets, Citinet y
Fullzero; adquirió parte de la Compañía de Teléfonos del Interior (CTI); y, finalmente, compró
La Razón, adquiriendo además del renombrado diario, las acciones que éste poseía de Papel
Prensa.
Para dar una idea de la llegada que el medio posee dentro de la opinión pública
nacional, en la actualidad el promedio de ventas es de 450.000 ejemplares los días de semana, y
de 837.000 los domingos, cifras exorbitantes si se tiene en cuenta que su más cercano
perseguidor, La Nación, edita un promedio diario de 180.000 ejemplares22.
6. “La voz institucional”
6. 1. Marco analítico
Raúl Rivadeneira Prada propone un singular marco para el análisis de editoriales que
servirá de herramienta para nuestro enfoque. Estos, según el tema que traten y bajo
circunstancias políticas y sociales determinadas, pueden ser encuadrados dentro de los
siguientes estilos: expositivo, explicativo, combativo, crítico, apologético, admonitorio y
predictivo23.
A partir de lo anteriormente dicho, se desprende que el nuestro pretende ser un análisis
sobre el enunciado24, aunque esto no significa dejar de lado aspectos concernientes a la
enunciación25.
Si existe un enunciado, también existe alguien que lo produce y alguien que lo recibe y
asimila. Hablamos de la diferenciación lingüística entre locutor y alocutario. Roberto Marafiotti
aclara que “el locutor organiza su discurso como un juego de relaciones entre él y su alocutario
(...). Este juego de relaciones no es arbitrario ni creado cada vez por los hablantes, sino que se
inscribe en una comunidad cultural e ideológica que se rige por ciertas normas que el locutor
asume como válidas para sí y para su alocutario”26. Esta “comunidad cultural e ideológica” es
lo que habitualmente se define como pacto de lectura entre el medio y sus lectores27.
Oswald Ducrot, por su parte, plantea una nueva diferenciación, estableciendo “la
oposición del enunciador y el locutor, y la oposición, paralela, del destinatario y el
alocutario”. De acuerdo a este esquema el locutor es el que produce un enunciado, en tanto que
el enunciador es a quien el locutor atribuye responsabilidad de una parte de lo que refiere; por
último, el destinatario es aquel a quien se dirige el enunciador28.
El semiólogo Eliseo Verón efectúa una particular categorización de los destinatarios de
los mensajes políticos, que también constituye una eficaz herramienta analítica para nuestro
trabajo –no obstante recordar que nuestro análisis apunta a un discurso inmerso en un contexto
de dictadura militar–. En los discursos de aquellos mensajes Verón propuso la construcción de
tres tipos de receptores: el “Otro positivo” (“corresponde a un receptor que participa de las
mismas ideas, que adhiere a los mismos valores y persigue los mismos objetivos que el
enunciador (...); es el ‘prodestinatario’”), el “Otro negativo” (“excluido del colectivo de
identificación (...). Esta exclusión es la definición misma del destinatario negativo, puesto que
lo que es verdadero para el enunciador, es falso para éste, y viceversa. Es el
‘contradestinatario’”) y el “indeciso” (“a éste va dirigido todo lo que en el discurso político es
del orden de la persuasión. Es el ‘paradestinatario’”). Respectivamente, es éste un discurso de
“refuerzo” respecto del “prodestinatario”, de “polémica” respecto del “contradestinatario” y de
“persuasión” en lo que concierne al “paradestinatario”29.
6. 2. Análisis
Cinco fueron los editoriales de Clarín30 que en su desarrollo se abocaron al tema del
Mundial de Fútbol Argentina ’78. Las fechas elegidas para estas publicaciones resultan
significativas, puesto que las primeras dos aparecieron durante el mes de mayo, la tercera en
pleno desarrollo del Campeonato, la cuarta el día posterior a la obtención del torneo por la
Argentina y la última a principios de julio, el mes posterior a la finalización del evento. Visto de
manera superficial podría pensarse que el número de editoriales no es relevante, pero debe
tenerse en cuenta que el tema “Mundial ‘78” formó parte de la política de dicha sección antes,
durante y después de terminado el acontecimiento deportivo.
Siguiendo las categorías analíticas propuestas por Raúl Rivadeneira Prada, se puede
realizar en principio una clasificación cuantitativa de dichos editoriales: uno crítico31, aunque en
su conclusión terminaba siendo apologético, otro netamente apologético32, dos básicamente
apologéticos, cuyas conclusiones eran predictivas33 y el restante netamente predictivo34.
En el primer editorial, la crítica se enmarcaba en las erogaciones económicas que la
realización del Mundial acarreaba y en la futura utilización que pudiera dársele a las obras “de
uso discutible en la vida normal de un país que no ocupa todos sus días en organizar
gigantescos campeonatos de fútbol” (08/05/1978). La visión económica a que el diario Clarín
adscribía marcaba como prioridad la inversión estatal en producción industrial de mediano y
pesado desarrollo cuya ulterior utilización, a su juicio, acarrearía grandes beneficios para la
Nación.
No sorprende encontrar críticas de Clarín hacia los gastos innecesarios del gobierno
militar. Durante todo PRN, el diario no advirtió prácticamente nada sobre los lineamientos
socio-políticos llevados a cabo por el gobierno, pero sí criticó la política económica encabezada
por el ministro de la cartera, José Alfredo Martínez de Hoz, puesto que no coincidía con los
principios desarrollistas perseguidos por el matutino.
En este mismo editorial, el medio reflejaba que “la Argentina no está para soportar
esos lujos”, haciendo referencia principalmente a los costosos equipos en materia
comunicacional adquiridos para la transmisión en colores del torneo hacia el resto del mundo.
Sin embargo, como anteriormente mencionamos, concluyó el editorial con un balance
positivo, al destacar que la Argentina “trabajó con fuerte impulso y a un ritmo inusual”,
agregando que de este modo se “enseñará un rostro mejorado a la corriente visitante”. De esto
se desprende que Clarín no se oponía al desarrollo del evento; sólo planteaba limitaciones en
torno al caudal de dinero invertido para tal fin. El medio, si bien esbozó discrepancias a través
de su artículo editorial, lo concluyó apoyando el espíritu generado por el Mundial y sus
beneficios a futuro. En este sentido, debemos tener en cuenta al profesor Martínez Albertos
quien, citando a Martín Vivaldi, destaca que en el editorial no solo es importante el primer
párrafo, sino también el último: “El primer párrafo debe captar la atención del lector,
arrastrarlo a la lectura. El último párrafo, por su trascendencia, debe quedar grabado en quien
lo lee”35.
Para desarrollar este editorial, el periódico se posicionó en el lugar de defensor de los
intereses de la gente, a la que implícitamente argüía representar. Si bien el alocutario era el
público en general, el destinatario habría sido el gobierno, puesto que el disentimiento fue
planteado en cuanto a los excesivos gastos producidos por la organización del evento. En el
final de ese mismo artículo, la conclusión terminó apoyando la labor gubernamental con
respecto al planeamiento del Mundial; el alocutario y el destinatario eran los mismos (los
lectores), mientras que el locutor (el periódico) hacía propio el discurso de los enunciadores, que
se erigían en las figuras de los funcionarios del gobierno y, por consiguiente, en el discurso
oficial.
En el segundo artículo, publicado en pleno desarrollo del Mundial (18/06/1978),
expresó que “en el curso de la preparación del certamen aparecieron voces tardías, aún dentro
del mismo gobierno, señalándolo como causante de males en desarrollo. La crítica resultó
tardía a partir de la imposibilidad de volver sobre una decisión en marcha”. Aquí se observa
una reafirmación de lo expuesto en la conclusión de aquel primer editorial. En ambos,
culminaba elogiando al país por su modo de hacer y afrontar los “grandes compromisos”.
Asimismo, celebraba “su alta capacidad de organización y aún de realización”, dejando sin
lugar a las voces opositoras entre las que en un principio se incluía el propio diario –en la faz
económica–, porque la decisión y el compromiso de organización ya se había tomado y no se
podía volver atrás.
Empleando las categorías de Eliseo Verón, el editorial estaba destinado al público
enmarcado en las figuras del “prodestinatario” y del “paradestinatario”, es decir, a los lectores
condescendientes y a los indecisos –quienes aún no tenían una opinión firmemente formada al
respecto–, para terminar de disuadirlos sobre los “grandes” beneficios que el Mundial acarrearía
para nuestro país36.
Con respecto a los editoriales publicados en junio, encontramos una postura similar.
Ambos denotaron un tono apologético dado por los elogios a las obras plasmadas en cuanto al
cumplimiento de los “objetivos” previstos en la organización del evento y en el éxito alcanzado:
“el fervor nacional, (...) el deseo manifestado por la hinchada en las tribunas, por el pueblo en
general en las calles, [por] el periodismo (...) de exhibir ante el mundo entero una imagen
adecuada de la Argentina” (18/06/1978); “la eficiente organización, el conjunto de obras
plasmadas en término, la tenacidad y el coraje con que actuaron los jugadores, la presencia
constante de las más altas autoridades, el entusiasmo generosamente brindado por las
tribunas” (el destacado es nuestro – 26/06/1978). Esta singular adjetivación propuesta por el
discurso editorial del matutino, tuvo como objetivo resaltar los valores mostrados por los
argentinos ante las responsabilidades que acarreaba el país por ser anfitrión de una competencia
deportiva internacional. La “unidad nacional”, uno de los pilares del discurso oficial durante
aquellos días, quedaba explícitamente manifestada.
Es decir que, en este caso, tanto el locutor –el periódico–, cuanto el enunciador –el
gobierno– fusionaban sus discursos. Asimismo, los mensajes se dirigían, tanto en lo que
concierne al alocutario cuanto al destinatario, a la misma entidad: aquellos sectores sociales que
festejaron el triunfo deportivo “unidos” y “en paz”, los lectores del diario y el público en
general. Este destinatario se encuadraría en la figura semiológica del “prodestinatario”.
Esta pretendida “unidad nacional” se encaminaba a reforzar no sólo un proyecto político
sino también uno económico. Por un lado, tuvo como meta echar por tierra la tan mentada
“campaña anti-argentina”, así bautizada por el ministro del interior Albano Harguindeguy, quien
acusaba al marxismo y la subversión internacional de llevar adelante una campaña de
desprestigio hacia nuestro país. Ésta realmente se basaba, como ya mencionamos, en la
denuncia de exiliados argentinos en Europa sobre torturas, violaciones a los derechos humanos,
desaparición forzada de personas y centros de detención clandestinos. Clarín asimiló este
discurso y también “batalló”37 contra el supuesto complot internacional: “la organización
internacional, que alimenta a la subversión y a la guerrilla en distintos países, ha hecho su más
cruenta experiencia en la Argentina (...). Resulta claro que la subversión (...) sin arraigo en las
masas (...) está derrotada” (18/06/1978); “muchos de ellos [los visitantes extranjeros] venían
prevenidos, esperando contemplar un país enfermo de violencia y temor, desunido y enconado,
en todo caso reducido a un opaco silencio (...). Otros habrán pensado que por más popular que
sea el fútbol entre nosotros, de ninguna manera hubiera podido determinar movilizaciones de
tal masividad ni júbilos tan persistentes y conmovedores (...) permitiendo borrar a la vez las
imágenes falaces que se propagan sobre nuestro país en el exterior y las propias sensaciones
interiorizadas de quietismo o incapacidad” (26/06/1978)38.
En segundo término, estos dos artículos también aludieron explícitamente a las ya
mencionadas metas económicas del periódico, puesto que coincidieron en el tono de su
conclusión, que era predictivo, al manifestar que si se mantenía ese espíritu de “humildad,
tenacidad y unidad” (26/06/1978), demostrado por todos los argentinos durante la competición,
se podía dejar atrás el pasado inmediato. De esta manera “parecerán más cercanas las metas
requeridas [de acuerdo a su política económica desarrollista] en comunicaciones y ferrocarriles
o, elevando las miras, acero, petróleo, química pesada y celulosa” (18/06/1978). Si bien en este
caso el alocutario continúa siendo el mismo –público en general–, las figuras del locutor y del
enunciador se unificaron –el periódico– y la del destinatario pasó a ser conformada por quienes
se encargaban de llevar adelante los lineamientos económicos desde el gobierno.
Este “espíritu” despertado por el Mundial y la búsqueda de su proyección a futuro en
otros ámbitos se hizo recurrente en el discurso editorial de Clarín –discurso que incluía además
de los propios editoriales, a los titulares, las notas de opinión y las cartas de lectores–, y
apareció instalado también en los días posteriores a la finalización del certamen, al decir que “la
Argentina se mira a sí misma en esta hazaña, quiere verla repetida en cada jornada para
sentirla no como un récord inhabitual sino como un triunfo constante” (02/07/1978).
6. 3. Conclusiones
A partir de lo trabajado en esta investigación podemos afirmar que el medio gráfico
estudiado, el diario Clarín, elaboró y difundió una política editorial que sustentaba, avalaba y
legitimaba el discurso pergeñado por el gobierno militar durante el desarrollo del Mundial de
Fútbol Argentina 1978, entre mayo y julio de ese año, meses que conforman el abanico
temporal de nuestro análisis. En este punto debemos traer a colación que el periódico formaba
parte de la sociedad de la empresa Papel Prensa S.A. junto a los diarios La Nación, La Razón y,
principalmente, del Estado argentino.
Este discurso, que no tenía grandes diferencias del oficial, se valió de una competencia
deportiva a nivel internacional disputada en nuestro país para tratar de generar una cierta
cohesión que no se daba ni en lo político, ni en lo social, ni en lo económico.
Desde sus artículos editoriales, Clarín avaló la supuesta “campaña anti-argentina”,
“batallando” junto al gobierno para echar por tierra las denuncias en su contra y, de esta manera,
formar una corriente de opinión en la sociedad en el sentido de que el éxito deportivo, de
alcanzarse, podría significar un escalón más hacia la construcción de una nueva Argentina,
patriótica y nacionalista.
La Junta esperaba mostrar al exterior, a través del Mundial, una imagen de país
civilizado, armonioso, ordenado y unido, sin vestigios visibles de violencia y represión. Para
ello, Clarín se transformó en un canal de vital importancia, puesto que actuó como un formador
de opinión indispensable para plasmar efectivamente dichos propósitos.
Mediante su columna editorial, tribuna de opinión orgánica por excelencia, el medio
sentó una clara postura de coincidencia y apoyo a los objetivos buscados y alcanzados a través
del evento deportivo. Empleando de modo permanente el tono apologético en sus artículos y
dirigiendo continuamente su discurso hacia los lectores del periódico, hizo hincapié en resaltar
valores como la “humildad”, la “tenacidad”, el sentido de “unidad nacional” y el nuevo espíritu
del “ser nacional”, que se manifestaron durante la competencia.
Asimismo dejó bien en claro que si este comportamiento ciudadano continuaba y se
prolongaba en el tiempo, se podían dejar atrás las frustraciones del pasado y mirar el futuro con
optimismo para construir, a partir del Mundial, una nueva Argentina.
Solo se observó en el mes previo una liviana crítica económica hacia el evento
deportivo, por los gastos que el certamen acarreaba y por el discutible uso posterior de las obras
realizadas. Sin embargo, este hecho no alteró el camino desandado por el periódico en cuanto a
los artículos editoriales que, en su conjunto, coincidieron con el gobierno en sus lineamientos
socio-políticos generales.
Notas bibliográficas
1 El presente trabajo forma parte de la tesis de grado titulada El Mundial que jugó Clarín (La reconstrucción del lenguaje periodístico de Clarín durante el Mundial de Fútbol Argentina 1978), correspondiente a la carrera de Licenciatura en Comunicación Social (Orientación Periodismo) –de la FPyCS (UNLP)–, realizada por Martín Oliva y Sebastián Tutino, dirigida por el licenciado César Luis Díaz y co-dirigida por la profesora María Marta Passaro. La investigación sobre los artículos editoriales sólo conforma uno de los cinco capítulos del trabajo final de tesis, que además está compuesto por el análisis de titulares, notas de opinión, cartas de lectores y el humor de Clemente y Bartolo. 2 Los editoriales históricamente se han definido como la posición oficial del medio frente a los hechos que conforman la realidad política, social y económica del país en un momento histórico determinado. El periodista y profesor español José Luis Martínez Albertos. Curso general de redacción periodística, Barcelona, Mitre, 1983, p. 386, indica que “el que razona y opina en el editorial no es un periodista determinado, sino el periódico en bloque, como institución social de innegable personalidad política”. Amén de esta situación, generalmente se cree que el editorial es una de las secciones menos leídas y, por lo tanto, de supuesta menor importancia. Pero si se tiene en cuenta que el cuerpo editorialista de cada medio está compuesto por los periodistas de mayor trayectoria profesional y renombre público, el valor de dicha sección se realza para llegar a ocupar una de las posiciones privilegiadas de cada periódico. Este es un elemento de gran valor y conlleva que los sectores de mayor compromiso social pongan especial atención a la lectura y análisis de editoriales; estos personajes relevantes son a quienes Vincent Price. La opinión pública. Esfera pública y comunicación, Barcelona, Paidós, 1992, p. 60, denomina el “público activo” de una sociedad: “El compromiso de este grupo en asuntos políticos incluye tanto medios formales de participación política –contribución monetaria, pertenencia organizativa y asistencia a mitines– como una participación informal muy activa, tal como discusiones públicas y debates con los demás”. Resulta paradójico que el Manual de Estilo de Clarín, que recorre toda su superficie redaccional, argumentando y fundamentando el modo de edición y los criterios periodísticos empleados para cada sección del periódico, no haga ninguna referencia explícita al artículo editorial. 3 Entre ellos podemos mencionar dos importante análisis de artículos editoriales: el primero, efectuado sobre los principales diarios argentinos en los días previos al golpe militar del 24 de marzo de 1976, realizado por el Licenciado César Luis Díaz y su grupo de investigación –La cuenta regresiva, Buenos Aires, La Crujía, 2002–, y el plasmado por el propio César Díaz y la profesora María Marta Passaro sobre el Mundial ’78 –en el artículo “El mundial ‘78 a través de columnas editoriales no complacientes”–. Sobre la labor de los medios gráficos durante el Proceso en general, debemos hacer referencia al realizado por los periodistas Martín Zubieta y Eduardo Blaustein –Decíamos ayer. La prensa argentina bajo el proceso, Buenos Aires, Colihue, 1998–, y a la tesis de grado realizada sobre el discurso periodístico de la revista El Gráfico durante el Mundial 1978, del periodista Alejandro Turner –“25 millones de argentinos”–. 4 Para más información véase Marcelo Larraquy. López Rega. La biografía, Buenos Aires, Sudamericana, 2004. 5 En la decisión definitiva de los militares de asaltar el poder, también tuvieron una influencia definitiva las acciones armadas llevadas a cabo por el grupo armado marxista–leninista PRT-ERP, comandado por el emblemático líder Mario Roberto Santucho. Para más información véase Richard Gillespie. Soldados de Perón. Los montoneros, Buenos Aires, Grijalbo, 1987; Luis Mattini. Hombres y mujeres del PRT-ERP de Tucumán a La Tablada, La Plata, De La Campana, 1996; Marcelo Larraquy y Roberto Caballero. Galimberti. De Perón a Susana, de Montoneros a la CIA, Buenos Aires, Norma, 2000; María Seoane. Todo o nada, Buenos Aires, Planeta, 1991. 6 Véase la investigación efectuada por el licenciado César Luis Díaz. Op cit., y su grupo de investigación, sobre los editoriales de marzo de 1976 de los principales medios gráficos nacionales. 7 Guido Di Tella. Perón-Perón 1973-1976, Buenos Aires, Sudamericana, 1983, p. 211, indica que el índice inflacionario sufrió un aumento increíble, ya que pasó del 74,2 por ciento en los doce meses anteriores a mayo de 1975, a un 954 por ciento en los doce meses siguientes.
8 Un mes y medio antes de dictar el estado de sitio, a fines de septiembre de 1974, el gobierno nacional había decretado la ley 20.840, o “ley antisubversiva”, que “imponía prisión de dos a seis años a quien ‘realice actos de divulgación, propaganda o difusión tendientes al adoctrinamiento, proselitismo o instrucción’ que propendieran a ‘alterar o suprimir el orden institucional y la paz social de la Nación’. A partir de esta normativa se iniciaba un camino por el cual el periodismo debería transitar extremando los cuidados para no incurrir en actos que contrariaran la nueva disposición legal”. César Luis Díaz, Mario Giménez y María Marta Passaro. “The Buenos Aires Herald luchando contra el miedo y la calumnia 1974-1977”, en III Congreso de RedCom, 9 de marzo de 2002 (Sitio: redcom/ponencias/giménez-diaz-passaro.html), p. 3. 9 Véase Eduardo Luis Duhalde. El Estado Terrorista Argentino. Quince años después, una mirada crítica, Buenos Aires, Eudeba, 1999; Marcos Novaro y Vicente Palermo. Historia Argentina. La dictadura militar 1976/1983. Del golpe de Estado a la restauración democrática, Buenos Aires, Paidós, 2003, Tomo 9. 10 El acuerdo definitivo se firmó el 9 de enero de 1979, en la ciudad de Montevideo, Uruguay, entre ambas representaciones diplomáticas bajo la “vigilia” del enviado papal, cardenal Antonio Samoré. Para ampliar el tema desde un punto de vista comunicacional véase César Luis Díaz, Mario Giménez, María Marta Passaro, Juan Pablo Roselló y Cristian Vázquez. “Una guerra que no fue. Los editoriales de La Prensa sobre el conflicto limítrofe con Chile (1977-1979)”, en 3º Congreso de comunicadores (Sitio: redcom.org/CCC/foro4_diaz_giménez.htm). 11 Para ampliar el tema véase Oscar Raúl Cardozo, Ricardo Krischbaum y Eduardo Van Der Kooy. Malvinas, la trama secreta, Buenos Aires, Planeta, 1992; Horacio Verbitsky. Malvinas. La última batalla de la tercera guerra mundial, Buenos Aires, Sudamericana, 2002. 12 “Ya había aumentado la deuda externa y pronto la Argentina se transformaría en el país más endeudado de Latinoamérica. La reforma financiera había impulsado las tasas de interés de tal manera que la inversión giraba hacia la especulación y no hacia la producción. El índice de desocupación había bajado pero los salarios reales se habían depreciado en un 50 %. La inflación, si bien había descendido a costa de una recesión pronunciada, se mantenía en más del 140 % anual. Los hogares pobres comenzaban a aumentar. La distribución del ingreso tendía a afectar a los sectores bajos y medios, transfiriendo utilidades a los sectores más ricos. La fuga de capitales se había elevado de 136 millones de dólares a 957 millones de dólares. El modelo basado en la agroindustria estaba primarizando a la Argentina, desindustrializándola: los índices de crecimiento industrial estaban cayendo porque los subsidios al sector industrial habían bajado del 11,7 % del PBI en el ’76 al 0,4 % del PBI en el ‘77’”, en María Seoane y Vicente Muleiro. El Dictador, Buenos Aires, Sudamericana, 2001, p. 341. 13 En un artículo de la revista Chaupinela, del mes de noviembre de 1975, el periodista deportivo Dante Panzeri –una de las pocas voces opositoras a la realización de tamaño evento en nuestro país–, argumentaba que “el Mundial no se debiera realizar por las mismas razones que un tipo que no tiene guita para ponerle nafta a un Ford T, no debe comprarse un Torino. Si lo hace, es porque a alguien le está robando”. 14 La única voz disidente dentro del gobierno era la de Juan Alemann –titular de la Secretaría de Hacienda, dependiente del Ministerio de Economía de la Nación–, quien se oponía a su realización debido a los extraordinarios gastos que el evento acarrearía. 15 Véase Eugenio Méndez. Alte. Lacoste, ¿Quién mató al Gral. Actis?, Buenos Aires, El Cid Editor, 1984. 16 Abel Gilbert y Miguel Vitagliano. El terror y la gloria. La vida, el fútbol y la política en la Argentina del Mundial 78, Buenos Aires, Norma, 1998, p. 19, manifiestan que, extraoficialmente, el atentado “sería visto como uno de los tantos capítulos de la guerra privada que libraron el Ejército y la Marina. Las ausencias de Massera y Lacoste, número dos del EAM, en el sepelio del general, abonarían esas sospechas”. 17 Mabel Veneziani. “El Mundial”, en Todo es historia, Nº 229, Buenos Aires, mayo-junio de 1986, p. 54. 18 El seleccionado argentino de fútbol había vencido en primera ronda a los combinados de Hungría, por 2 a 1, y Francia, por el mismo resultado. El último cotejo del grupo marcó la única derrota nacional, en manos de Italia y por 1 a 0. La segunda ronda, denominada “fase semifinal”, se dividió en dos grupos: el “A” y el “B”. Este se disputó en Rosario y la Argentina lo integró junto a Polonia, a quien venció por 2 a 0, Brasil, con el que empató sin goles, y Perú, que derrotó por un abultado 6 a 0. La final se disputaría
entre nuestro país y Holanda. El equipo dirigido por César Menotti se consagró campeón ganándole a los europeos por 3 a 1. 19 El estanciero Roberto Noble, director y fundador del matutino, intentó definir desde el editorial del primer día, el lugar que el medio ocuparía en la vida pública del país: “Clarín no tiene vinculaciones ni compromisos con ninguna de las agrupaciones políticas tradicionales. Desde que es y será un diario informativo e independiente, no podría tenerlas. El único y exclusivo compromiso que contrae es con la Nación y consiste en reflejar exacta y objetivamente los hechos de la vida colectiva, analizarlos, juzgarlos a la luz de la verdad y de las conveniencias nacionales”. La profesora María Elena Sanucci. “Notas para una arqueología del estilo: el discurso narrativo de Clarín (1945-1949)”, en Oficios terrestres, Nº 9/10, La Plata, Ediciones de Periodismo y Comunicación, 2001, pp. 84 y 86, afirma que el periódico intentó ganarse desde un primer momento a los lectores de la “clase popular” y lo realizó a través de ciertos rasgos distintivos, que giraban en torno a determinados principios: “[Clarín] se autoconstituye como un medio independiente, objetivo, veraz y conciliador, concentrado en la defensa de los intereses nacionales y con un rol orientador para la sociedad (...) Se presenta como un ‘retrato’ de quienes lo constituyen –integrantes, junto con los lectores, del pueblo argentino– (...). En síntesis, Clarín aparece como un diario matutino con un perfil netamente popular (se vende a cinco centavos en el momento de aparición, es decir a mitad de precio de los restantes diarios), y nacional; novedoso y moderno en lo formal”. 20 Pablo Llonto. La Noble Ernestina, Buenos Aires, Astralib, 2003, p. 86; Julio Ramos. Los cerrojos a la prensa, Buenos Aires, Amfin, 1993, pp. 82-83. 21 Desde el advenimiento de la democracia, Clarín presionó constantemente a los gobiernos de Raúl Alfonsín y de Carlos Menem para conseguir la derogación del inciso e), del artículo 45, perteneciente a la Ley de Radiodifusión (Nº 22.285), surgida en plena dictadura militar (año 1980), que establecía que un medio gráfico “no podía ser propietario ni socio de diferentes sociedades de radiodifusión”. Finalmente, la presión tuvo sus resultados, ya que en los últimos días del gobierno radical, el proyecto de reformulación de la Ley de Radiodifusión fue enviado al Congreso de la Nación y, durante el primer gobierno menemista, se logró su aprobación. Ésta se encontraba incluida en la Ley de Reforma del Estado que preveía la reducción del número de empresas que estaban bajo su jurisdicción. 22 El año 1995 señaló el momento del tope alcanzado por Clarín en la venta de diarios: 1.049.800 los domingos y 591.000 los días de semana. En Marcelo Zlotogwiazda. “El poder de llamarse Clarín”, en Veintitrés, Buenos Aires, 9 de noviembre de 2000, p. 9. 23 Raúl Rivadeneira Prada. Periodismo, la teoría general de los sistemas y la ciencia de la comunicación, México, Trillas, 1977, pp. 227-229. 24 El enunciado es “una serie lingüística producida por un locutor (...), éste al producirla se ha presentado como asumiendo la responsabilidad de la misma”. En Oswald Ducrot. El decir y lo dicho, Buenos Aires, Hachette, 1984, p. 134. 25 La enunciación “es el acontecimiento histórico que constituye, por sí misma, la aparición de un enunciado (...). Es el hecho de que una oración haya sido realizada”. Ibídem, p. 135. 26 Roberto Marafiotti. Recorridos semiológicos, Buenos Aires, Eudeba, 1998, p. 118. 27 Walter Miceli. ¿Qué es noticia en los diarios nacionales?, La Plata, GITEPP, 1999, p. 61, aduce que “el lector se construye como un actor que interactúa con un medio objetivo y distante, al cual le exige ecuanimidad y pluralidad, o como parte de un colectivo que encuentra en el diario un mecanismo válido para expresarse por intereses compartidos: políticos, sociales, económicos y/o ideológicos”. 28 O. Ducrot. Op. cit. p. 137. 29 Eliseo Verón. “La Palabra adversativa”, en AA.VV. El discurso político. Los acontecimientos, Buenos Aires, Hachette, pp. 16-18. 30 El medio gráfico estudiado tenía como costumbre publicar un solo editorial diario. 31 “En vísperas” – 08/05/1978. 32 “Veredas porteñas” – 13/05/1978. 33 “El país puede hacerlo” – 18/06/1978, y “Una victoria trascendente” – 26/06/1978. 34 “Electricidad y nuevo espíritu” – 02/07/1978. 35 José Luis Martínez Albertos. Redacción periodística, Barcelona, A.T.E., 1974, p. 49. 36 Nos parece ilustrativo señalar que tanto en uno como en otro editorial, el medio dejaba de manifiesto su beneplácito hacia la realización del torneo en nuestro país. Si bien empleamos las categorías analíticas
propuestas por Ducrot y Marafiotti en el primero y de Verón en el segundo, las conclusiones a que arribamos en ambos son las mismas. Por lo tanto, la elección arbitraria en la utilización de uno y otro en diferentes momentos se debió a tratar de generar una lectura más dinámica. 37 Para refutar a la supuesta “campaña anti-argentina”, Clarín también hizo hincapié en la buena imagen que debía mostrarse a los visitantes que llegaran al país. En un editorial titulado “Veredas porteñas” (13/05/1978), habló del mal estado de las veredas de la Capital Federal, argumentando que “en pocos días el país tendrá numerosos huéspedes, gran parte de ellos periodistas propensos a inquirir sobre nuestra realidad y sus peculiaridades (...)”. 38 Con respecto a la lectura que puede hacerse sobre las manifestaciones y movilizaciones populares y sus supuestas vinculaciones políticas, pueden consultarse Eduardo Luis Duhalde. Op. cit. p. 117; Pablo Alabarces. Fútbol y patria, Buenos Aires, Prometeo libros, 2002, pp. 134-135; Marcos Novaro y Vicente Palermo. Op. cit. pp. 164-165, quienes manifiestan que aquellas no significaban un explícito apoyo político a la dictadura militar.