OP2014, núm. 3
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Transcript of OP2014, núm. 3
_________________________________
artículos/ ensayos/ noticias _________________________________
Proyecto de elpoemaseminal para
conmemorar y dar seguimiento
puntual a los textos, celebraciones,
actividades y todo lo relacionado con
el centenario del nacimiento del poeta
y ensayista Octavio Paz Lozano,
Premio Nobel de Literatura 1990, en
México y por todas partes. Se trata de
una recopilación permanente de
publicaciones. En 2014 también se
conmemoran los centenarios de Julio
Cortázar, Efraín Huerta, José
Revueltas y José Revueltas, todos ellos
amigos cercanos de Paz.
C O M I T É E D I T O R I A L Sergio Cárdenas Adolfo Castañón Leopoldo Cervantes-Ortiz (coord.) Julio César Félix Ricardo Hernández Echávarri Eduardo Langagne Santiago Montobbio Angelina Muñiz-Huberman 111 --- 111 555 ddd eee fff eee bbb rrr eee rrr ooo ddd eee 222 000 111 444 qqquuuiiinnnccceeennnaaarrriiiooooooppp222000111444@@@gggmmmaaaiiilll ...cccooommm
aaa rrr ttt ííí ccc uuu lll ooo sss
2 Alfredo C. Villeda
PACHECO Y PAZ 3
Leonardo Páez ¿LA FIESTA EN PAZ?
4 Lucas Martín
OCTAVIO PAZ Y LA REFUTACIÓN DEL EDÉN 6
Karlos Navarro EL MEXICANO, LA HISTORIA Y OCTAVIO PAZ
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Armando González Torres REYERTAS EJEMPLARES
11 Margarito Cuéllar
POETAS COMBATIENTES 16
Óscar de Pablo EL RELOJERO DIVINO
nnn ooo ttt iii ccc iii aaa sss 19
LA VIDA DE OCTAVIO PAZ ES LLEVADA AL CINE 22
Niza Rivera PAZ, HUERTA Y REVUELTAS: VISIÓN DIGITAL DE JUAN PABLO RULFO
23 Héctor Guardado
CELEBRARÁ COBAES 100 AÑOS DE OCTAVIO PAZ 23
SELLO POSTAL CONMEMORARÁ CENTENARIO DE OCTAVIO PAZ
2
a r t í c u l o s
En un lapsus maravilloso la semana
José Emilio Pacheco (JEP) tenía 25, 26
años, cuando recibió una invitación
que, a juzgar por la documentación
disponible, rechazó sin más
argumento que estar “abrumado de
trabajo”: participar en una antología
poética imaginada en primera
instancia por Octavio Paz. La
propuesta en persona fue del editor
Arnaldo Orfila, pero la sugerencia de
incluir a JEP como coautor fue del
entonces embajador de México en
Nueva Delhi. Era 1 de julio de 1965.
Paz tenía la certeza de que una
antología general de la poesía en
lengua castellana sería para el Fondo
de Cultura Económica (FCE),
encabezado entonces por el propio
Orfila, fundamental y bastaría para
que se recordara la labor de ese sello
editorial en el campo de la cultura
hispanoamericana por muchos años.
La variante planteada era hacer una
selección colectiva, en la que
figurarían “Alí Chumacero, Montes
de Oca, Pacheco o Sabines”.
Orfila y Chumacero consideraban
que Montes de Oca y Sabines “no
tenían la suficiente información
sobre la literatura mexicana como
para poder actuar con juicio crítico”,
además de que Pacheco declinaba
participar, por lo que propusieron
incluir a Huberto Bátiz, a quien Paz
impugnó, pese a ser “un joven de
talento, pero no poeta”. Y sugería a Orfila “insistir un poco” con
Pacheco, a quien “de seguro podría convencer”.
Fue así como se fue configurando la alineación para seleccionar
la antología: Octavio Paz, Alí Chumacero y Homero Aridjis. Pero JEP
no cedía. “Quienes han de colaborar con nosotros irán a mi casa a
manejar los libros que se requiera. Pacheco parece renuente a aceptar
[…] Yo insistiré con el objeto de que se decida”, escribe Orfila a Paz el
7 de septiembre de 1965, cuando ya se barajaban los nombres de los
poetas a figurar en el libro.
Diez días después, la labor del editor fructificó y quedó completo
el comité de selección. Paz pasó entonces al tema de la definición de
qué antología iban a preparar. El asunto desembocó, como era de
esperarse, en un intenso intercambio no pocas veces áspero, pero
respetuoso al límite y de una admiración mutua no solo entre Orfila y
Octavio, sino del poeta con sus colegas Chumacero y Pacheco.
Hay que recordar que Paz, de 51 años, ya era una figura mundial
de la literatura que no solo era traducido en varias lenguas, sino que
era un promotor incansable de autores extranjeros para ser publicados
en español. Sus cartas que perfilan la edición de Poesía en
movimiento, título tomado precisamente de sus argumentos para la
antología, son ensayos en los que un saludo, una puntualización, un
disenso, se convierten en una disertación literaria.
Cuando los ánimos se encendían con los desacuerdos por la
selección de poetas o poemas, hay por lo menos dos momentos en
que Pacheco parece entrar en desesperación y hace énfasis en el cierre
de sus cartas: “Espero con auténtica ansiedad su respuesta en dos
líneas”. En medio de la crisis del FCE y la salida de Orfila, el plan del
libro se va completo al nuevo sello del editor, Siglo XXI, donde
finalmente se publicó, ya con 34 reimpresiones al cierre de 2010.
El 9 de agosto de 1966, Paz plantea su enésima advertencia de
bajarse del proyecto, esta vez cuando el libro ya llevaba un adelanto
en términos de producción. Y es severo: “Por lo visto Alí y José Emilio
se han decidido por el criterio que convinimos en llamar de ‘decoro’
literario. Así pues, será una antología más […] Incluir a Torres Bodet y
compañía en un libro que se llamará Poesía en movimiento es como
cargar de piedras a una bailarina”.
En una suerte de despedida, Paz descarta fracturas en la relación
con el comité y el editor. Escribe: “¿Y qué decir de José Emilio
Pacheco? Le debo muchos gestos de amistad. Pero la gratitud —
aunque también cuenta— no es lo que me hace lamentar no aparecer
a su lado como coautor de la antología. Ser compañero de un poeta
joven es, para mí, un premio (iba a escribir una palabra imbécil: una
3
consagración). Desde que conocí a
José Emilio me interesaron su obra y
su persona. Lo he seguido de cerca.
Lo seguiré. Es mi amigo.”
En su respuesta, ocho días más
tarde, Pacheco tampoco se ahorra
firmeza ni elogios: “La distinción
entre decoro y aventura no me
parece del todo exacta: en una
antología de la aventura difícilmente
pueden figurar muchos de los poetas
que usted propone —y desde luego
yo nada tengo que hacer en ella.
Tendría que reducirse, de hecho, a
cuatro o cinco poetas, e incluirme
ahí, siendo su coautor, me parece
una hipocresía o, lo que es peor, una
estupidez”. Y le reafirma su
admiración, gratitud y afecto.
El lector encontrará todos los
detalles de este fascinante episodio
de la literatura mexicana en el libro
Cartas cruzadas, de Octavio Paz y
Arnaldo Orfila, editado por Siglo XXI
Editores.
www.am.com.mx/notareforma/3924
www.milenio.com/firmas/alfredo_c-
_villeda/Pacheco-
Paz_18_237756228.html
En una venturosa frase no siempre
por él aplicada, Octavio Paz afirmó:
“Los poetas deben conocer los oficios
de los hombres”, sabedor de que la
poesía se nutre de lucidez individual
y solidaria y de que el quehacer
humano es retroceso y evolución,
pues al individuo, históricamente
engañado y diariamente embaucado, lo convencieron de que en la
democracia el ciudadano manda y de que al público hay que darle lo
que pida, confundiendo imposición con petición. Ante esta falta de
opciones se explica el auge de tanto cinismo y tanta vulgaridad
propagada, muy lejos del principio de que al público no hay que darle
lo que supuestamente pida, sino enseñarlo a exigir.
No se requería que Paz hubiese sido aficionado, como lo fueron
Villaurrutia, Pellicer, Solana, Huerta o Chumacero, o Papini, Ortega y
Gasset, Hemingway, Cocteau, Lorca, Alberti, Bergamín o Picasso,
entre otros; se necesitaba –la salud de nuestra fiesta de toros lo
necesitaba– que su genio literario, su aguda inteligencia y su cultura
vastísima hubieran admitido el desdeñado tema dentro de su
pensamiento crítico y en las publicaciones que dirigió, ya fuera para
objetarlo o para ponderarlo, pero incorporándolo al análisis
inteligente y multidisciplinario. Sin embargo, la tradición y la
personalidad taurina de México ha sido una de las realidades
culturales proscritas por el grueso de los intelectuales y artistas
ataurinos de nuestro país.
Quizá, como afirmaba José Antonio Alcaraz, la fiesta de los toros
no me parece que sea anacrónica, como no es anacrónica la música de
concierto o la siembra del maíz, lo que sucede es que se han
diversificado mucho los espectáculos y hay otros mecanismos de
consumo. Como todo rito, seguramente también los toros se habrán
banalizado. Y con respecto al alejamiento de los intelectuales de la
tauromaquia, remataba: Bueno, sería lo mismo que asumir la notoria
separación del público taurino de las actividades intelectuales. Todo
tiene dos sentidos y se ve. En cualquier caso, la frágil relación
intelectualidad-fiesta de toros mantiene a ésta a merced de taurinos y
autoridades, tan confiables como un banco o un legislador.
El año pasado (La Jornada, 22 de septiembre de 2013) el poeta y
escritor José Emilio Pacheco, fallecido hace ocho días, utilizó una
frase impensable en él: Creo que ya es el momento de la retirada. Pero
no. Soy como esos toreros que dicen que se van, pero siempre
vuelven. Quiero suponer que fue la única vez que el hombre aludió en
público a un tema que siempre le intrigó, pero que consideró
culturalmente incorrecto abordar.
Fue el primer poeta que leí, confesó José Emilio tras obtener el
Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca, que el 10 de
octubre de 2005 le otorgó el ayuntamiento de Granada, España, por la
intensidad y calidad de su obra poética y por la reflexión crítica
respecto al mundo actual.
4
Fuera de discusión el trabajo
literario de Pacheco, sin embargo, si
algo se resiente en su obra es que, en
la línea de Reyes, Torri, Paz y otros
grandes autores mexicanos, nunca se
interesó por abordar, en contra o a
favor, el fenómeno taurino, no
obstante aquel llamado de que los
poetas deben conocer los oficios de
los hombres.
Ante lo que sostenía Juan Ramón
de la Fuente, entonces rector de la
UNAM, en su prólogo al embarullado
Pregón de Sevilla, de Carlos Fuentes,
no fue Lorca un gran aficionado —un
asistente asiduo a las plazas y
conocedor de la técnica y de las
reses— sino un poeta, dramaturgo y
escritor que no tuvo inconveniente
en interesarse por tan rico fenómeno
cultural y en reflexionar en voz alta
en torno a una de las expresiones
más originales de su pueblo, ya en
conferencias, discursos, dibujos,
artículos, ensayos o poemas, sobre
todo el inmenso “Llanto por Ignacio
Sánchez Mejías”, su admirado alter
ego macho y pareja de su entrañable
amiga La Argentinita, bailaora,
cantante y coreógrafa excepcional.
Un guiño desde otro plano
pareció hacerle el intenso y talentoso
Federico a su colega José Emilio al
obtener éste el premio que lleva su
nombre. Quienes no divorciamos la
cultura de la genuina expresión
tauromáquica, hubiéramos
agradecido infinito un texto de
Pacheco sobre el particular.
Seguramente Lorca y la agónica fiesta
también.
En su sólida tradición de armar carteles de espaldas al público y
sin los mínimos de sensibilidad empresarial taurina, los promotores
de la Plaza México anuncian una bonita combinación para este 5 de
febrero: el rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza y el mano a mano
entre Joselito Adame y Octavio García, El Payo, para lidiar un encierro
de Fernando de la Mora. Muchos hubieran preferido a Arturo
Saldívar, a Fermín Rivera, a Federico Pizarro o a Sergio Flores
completando el cartel en vez del predecible caballito.
www.jornada.unam.mx/2014/02/02/opinion/a09o1esp
El Nobel mexicano, de
cuyo nacimiento se
cumplen ahora cien años,
dio la réplica histórica a
Aleixandre al descubrir
una Málaga, la de 1986,
decadente y encajada
entre moles rígidas.
A pesar de que todavía no había seducido a la academia sueca, el
poeta mexicano era una figura mayúscula de la literatura la primera
vez que vino a Málaga. Contaba ya con reconocimientos como el
Cervantes. Y, sobre todo, un prestigio entre lectores y crítica que se
mantiene intacto, tanto por la originalidad de su obra como por su
consistencia intelectual y artística. En 1986, como recuerda Gimferrer,
lleva casi bajo el brazo el armazón de su poemario Árbol adentro, que
sería presentado unos meses después. Un poeta que fue una corriente
en sí mismo; lírico, vanguardista, de tierra y zarza ardiente, metafísico
y solar.
Estuvo de pie, casi como un ídolo en la selva, amagando con
arrancarse por sevillanas, contándole maldades y versos de Lope de
Rueda frente a una botella a su amigo Pere Gimferrer. Pero, sobre
todo, con ese sentido del humor de resonancia enciclopédica que
dicen que brotaba cada vez que cerraba el cuaderno. El poeta, al fin,
caminando por las calles de las que le habían hablado por todo tipo de
noches y latitudes sus colegas de la tierra, aunque no precisamente
generoso en el juicio, ni siquiera con la visión anestesiante del mar.
5
Octavio Paz se reconcilió con
Málaga como suelen ocurrir estas
cosas; con el cariño de la gente y
buenos ratos bajo el disco declinante
de la tarde, casi siempre en
combustión. Incluso, con tanta
intensidad como para derrumbar la
resistencia y ponerle a garabatear
figuras de nostalgia entre Veracruz y
la Costa del Sol. Pero la primera
impresión no fue precisamente
epatante, pese a la sabia conducción
de Gimferrer y de tantos otros por las
catacumbas locales de la poesía. El
Nobel mexicano había oído hablar
con entusiasmo de Málaga. Se sabía
de memoria las pisadas de
Altolaguirre, de Cernuda, de Moreno
Villa, de Prados. Y venía guiado por
el eco descollante de la generación de
Pérez Estrada. Buenos atributos
todos ellos para atemperarle el ánimo
de partida, aunque no para taponarle
la sensibilidad hacia el exterior.
La ciudad, en ese tiempo, 1986,
era otra, quizá una trampa, un
cuerpo ocre y borroso persiguiendo
bajo la niebla, como en ese magnífico
poema de Paz, futuros y pasados
esplendores. Más que un jardín,
Málaga estiró un felpudo para darle
la bienvenida a un coloso de la
literatura. Y de la conjunción, en la
primera cópula, saltaron chispas.
Octavio Paz se sacaba México de los
ojos y miraba a su alrededor. Y lo que
acertaba a ver era la gran pedrada de
los bloques de protección oficial
columpiándose sobre la mediana del
océano; un horizonte de flores
monstruosas. Suficiente para hacerle
perder la raya diplomática y
sucumbir a los calores irritados de su imaginación. Cuentan en los
mentideros literarios que fue entonces cuando pronunció su famosa
frase, tantas veces remendada y musitada en abrevaderos agolpados
bajo la luna; casi como si fuera material ligero y al mismo tiempo
pesado, como reírse de la madre o del obispo en un acceso histérico
de camaradería claustral. Paz miraba a un lado y a otro. Y lo dijo:
“¿Ciudad del Paraíso? Sin duda el amigo Vicente Aleixandre debía de
estar bebido”.
El sopapo recíproco que supuso el bautismo del poeta en la Costa
del Sol no tardó sin embargo en suavizarse. El escritor, que había
venido a recitar los poemas de Árbol adentro y Salamandra en la caja
de ahorros de Ronda, invitado por la cuadrilla del Centro Cultural
Generación del 27, acabó pasándoselo en grande, siempre a la vera de
su amigo y camarada Gimferrer. El poeta catalán airearía el encuentro
con cariño, hablando “del punzón de la luz del sol engastado en la
bóveda clara” y dejando entrever la lasitud de una tarde socavada por
grandes risas y juegos de ingenio derramados sobre las terrazas.
A Octavio Paz, pese al espanto inicial, no debió asustarle mucho
la provincia, en la que recibió numerosos homenajes. Antes, incluso,
de la concesión del Nobel, en esa etapa bendita para los que eran
alguien en la que nunca faltaban los saraos ni el lujo. Ni siquiera entre
poetas, suntuosamente más cercanos, como reza el tópico, al
desabrigo, la roña y la desesperanza. Al menos que vinieran de
México, donde además de Pacheco, Sabines o José Gorostiza, estaba
Octavio Paz, al que no le hacía falta empapar su alma en cianuro para
estar un peldaño por encima de casi todo lo que se escribía y se
escribe en castellano. Quizá de todos los tributos que recibió en
aquellos años, el mejor y más aflautado fue el de Marbella, donde la
pintora Dina Cosson le montó una fiesta de aúpa para celebrar su obra
y la de Luis Rosales. “Noche de los poetas y de las musas”, le llamó. En
la suite del Dinamar, la más cara del mundo. Con jardines casi tan
monumentales como los que el pensador mexicano vería en sus viajes
a la India. Al final acabaría creyendo en Aleixandre. Un poco. Y, sobre
todo, en su obra poética. Los edificios sobre el mar seguían estando
ahí. Y eran igual de amenazantes. Pero a Octavio lo trataron bien.
www.laopiniondemalaga.es/malaga/2014/02/08/octavio-paz-
refutacion-eden/651893.html
6
Ernst Bloch
insistió en llamar
“la simultaneidad
de lo no
simultáneo”, no
sólo a la
superposición de
diversos pasados,
sino a una superposición de las
diferentes tendencias del presente.
Esos rezagos de épocas pasadas o esa
superposición de tiempos diversos
aparecen analizados a través de la
obra ensayística de Octavio Paz.
“Las épocas viejas nunca
desaparecen completamente y todas
las heridas, aun las más antiguas,
manan sangre todavía. A veces, como
las pirámides precortesianas que
ocultan casi siempre otra, en una sola
ciudad o en una sola alma se mezclan
y superponen nociones y
sensibilidades enemigas o distantes”.
Estas heridas, en palabras de
Fernando Braudel, son el pasado que
no se ha rescindido, y que combinan
más con el sentimiento conservador
del siglo XIX. En México, y por ende
en América Latina, esta
simultaneidad y remanencia del
pasado se presenta de diversas
formas. En el arte, según Paz, como
postmoderna, y desde el punto de
vista político, social y moral como
post-ideológica.
La superposición de diversos pasados, problemas irresueltos y
superpuestos, es lo que produce la violencia. La expresión máxima de
esta violencia la encuentra Octavio Paz plasmada en la masacre de
octubre del 68 en la plaza llamada Tlatelolco. Esta masacre, según
Paz, fue más bien un rito, un sacrificio, en el que la huella del pasado
retorna cíclicamente.
En el pasado azteca y sus densos símbolos está cifrada la historia
verdadera del mexicano: lo que sucede, el suceder visible; por
ejemplo: esos 325 muertos, miles de heridos y encarcelados, son
apenas una sombra sin vida de lo que se oculta en el fondo.
Según Paz, el mundo azteca fue una de las aberraciones de la
historia, y esa masacre “es el fruto de un sistema de implacable e
impecable coherencia, un irrefutable silogismo”.
A través de la identidad del ser mexicano, que Paz define como
alguien “que busca su estirpe, sus orígenes” y al mismo tiempo no se
arriesga a “ser él mismo”, el mexicano busca esa diversidad de pasados
que viven en el presente. En un esfuerzo por definir al mexicano, trata
de desenmascarar la identidad que oculta, captar su modo particular
de ser, manifestarse, sentir y vivir, a través de la comparación de
México con los Estados Unidos.
En el pachuco (una especie de punk mexicano que habitaba en
los Estados Unidos de los cincuenta y que representaba rebeldía y
desadaptación) Octavio Paz encuentra esa máscara dolorosa y
exhibicionista del mexicano que vive de los sentimientos más
encontrados, en un viacrucis vital efusivo, amargo, exasperado, en el
que al final de su camino se topa con el calvario de su propia soledad.
El pachuco es, pues, la manifestación explosiva de los elementos
que definen la identidad mexicana: reservado, violento, ensimismado
y solitario. “Y nuestra soledad aumenta porque no buscamos a
nuestros compatriotas, sea por temor a contemplarnos en ellos, sea
por un penoso sentimiento defensivo de nuestra intimidad”.
Esa obsesión de Octavio Paz por descifrar la realidad “invisible”
de México a través del ser mexicano lo llevará al deseo de hallar
excepcionalmente hechos sin antecedentes, encontrar en cada
fenómeno político, social o cultural, su lado singular.
Por eso para Paz la historia se encuentra entre la poesía y la
ciencia. El poeta, para Paz, aspira a una imagen única que resuelva en
su unidad y singularidad la riqueza plural del mundo; por eso lo que
escribe el poeta es al mismo tiempo singular y universal.
7
Contrariamente, el científico reduce
los individuos a seres, los cambios a
tendencias y las tendencias a leyes.
Para Octavio Paz el reino del
historiador son los casos particulares
y los hechos irrepetibles. La historia
no inventa ni explora mundos;
reconstruye, rehace el pasado. Su
saber no es saber más allá de ella
misma, es rigor empírico y simpatía;
estética, piedad e ironía. Más que un
saber, para Octavio Paz, la historia
constituye una sabiduría, y su
concepción, según Álvaro Urtecho, es
circular: “sus temas, decisiones y
problemas giran en espiral, aparecen
y desaparecen en una saludable
dialéctica de conjunciones y
disyunciones, como signos en
rotación”.
www.elnuevodiario.com.ni/opinion/31
0720-mexicano-historia-octavio-paz
e n s a y o s
Tal vez mi generación, la nacida en los años sesenta, fue la última que
vivió el apogeo polémico de Octavio Paz. Su figura era controvertida
en todos los ámbitos, desde los círculos consolidados de la cultura y la
política hasta las incubadoras de artistas adolescentes. En mi
preparatoria, por ejemplo, Paz era un nombre inflamable: se
rumoraba que era un autor cuya poesía gozaba de propiedades
afrodisiacas, pero cuyo pensamiento contenía semillas sediciosas. Era,
decían algunos mentores, un artífice de la palabra seductora, pero
envenenada ideológicamente, ante el que no se valía ser neutral. No
recuerdo exactamente qué fue lo primero que conocí del amenazante
escritor. No sé si me acerqué al poeta amoroso, que era natural
frecuentar en esa edad, o descubrí asombrado al poeta en prosa de
Águila o sol o, simplemente, vi en un programa de televisión al tan
irascible como deslumbrante expositor. Lo cierto es que, a medida
que comencé a leerlo de manera compulsiva, la figura del ogro
intelectual se disipó y comenzó a aparecer un autor complejo,
revelador y, al mismo tiempo, incómodo y provocador.
Pese a mi entusiasmo por su obra, nunca me atreví a intentar
conocerlo personalmente. Más allá de su fachada adusta, Paz solía
interesarse en las jóvenes generaciones y varios de mis
contemporáneos iniciaron un peregrinaje iniciático a su casa. Algunos
presumían, después de las primeras visitas, una familiaridad
inmediata con el poeta que había provocado que se les confiara la
custodia de la cría de una de sus gatas. Después sospeché, ante la
profusión de jóvenes poetas premiados con gatos, que Paz utilizaba a
sus numerosos admiradores para fungir como eficaz agencia de
adopción de felinos. A mí, la timidez y, sobre todo, cierta reserva
“científica” me refrenaron de gestionar algún acercamiento: escribir
algo sobre él se me había convertido en una tan difusa como firme
aspiración y me preguntaba si sería capaz de resistir la aproximación a
una personalidad tan magnética o si podría ser “objetivo” al escribir
de alguien que, si tenía suerte, me podría regalar un gato. Me perdí la
oportunidad de conocerlo y, acaso, de recibir el respectivo gato. No
obstante, ya había establecido una amistad entrañable con su obra y
lo admiraba, como decía Nietzsche que hay que hacerlo, con
violencia. Años después, intenté pagar un poco mi deuda como lector
8
escribiendo un libro que se asoma a
su biografía polémica: las disputas de
Paz no sólo son joyas de la
inteligencia pugilística, sino una
radiografía de su evolución
intelectual, de las encrucijadas
históricas que le tocó vivir y de la
manera en que su obra incide en
muchos de nuestros reflejos
culturales.
El ente polémico
La vida intelectual, poco sujeta al
dictamen público por su sacralidad,
tiende con facilidad a anquilosarse en
la corrupción y el conformismo. No
es bueno que dominen los incentivos
para quedarse callado, o para
aplaudir en público y denostar en
privado. Por eso, la polémica es
mucho más que la pimienta de la
vida intelectual, es su vitamina, lo
que le permite crecer, adquirir
madurez y flexibilidad, mantener a
raya las arrugas y el sedentarismo.
Acaso nada refleja más a un
personaje, a una época o a un país,
que su forma de hacer polémica. Por
diversas razones, en Hispanoamérica
la polémica intelectual es escasa y,
tanto en el ámbito político como en
el cultural, es más común la
maniobra o la intriga silenciosa que
el debate abierto. La polémica aflora
cuando la forma subterránea de
procesar los conflictos y las falsas
unanimidades son rebasadas por las
tensiones acumuladas o por la
iniciativa de individuos insumisos. La
disputa pública entonces resulta
higiénica e instructiva, pues ayuda a
hacer evidentes los antagonismos,
obliga a cada parte a afinar sus
argumentos (o sus dogmas) y
permite un retrato público de las
pasiones y los valores. No siempre
es sencillo discriminar entre la
oposición de discursos y la
oposición de personas. Esa tensión
entre lo racional y lo emocional,
entre la inteligencia y la
vehemencia, entre la prueba y el
exabrupto, le otorgan especial atractivo e intensidad al género
polémico. Por supuesto, la polémica puede degenerar en un diálogo
de sordos o en el espectáculo banal y comercializado del insulto; sin
embargo, los ecos de la polémica también pueden penetrar auditorios
inusitados, hacer dudar e inducir matices, sacar a los convencidos de
su espacio de comodidad y promover el acercamiento de posiciones,
el consenso, la conversión y toda esa serie de actos prodigiosos del
albedrío. Acaso por ello las mejores controversias sobreviven al fragor
del enojo, logran superar la caducidad de sus motivaciones y volverse,
por decirlo así, reyertas ejemplares.
No hay duda de que Paz fue el mayor polemista
hispanoamericano del siglo pasado y que la disputa fue su gimnasia
intelectual y su laboratorio de ideas. Prácticamente no hay debate
importante del siglo XX en que Paz no haya tomado postura y sus
polémicas abarcan desde los temas sobre la función del arte en los
años treinta hasta las coyunturas políticas nacionales e
internacionales de los noventa. Paz fue un polemista precoz, explosivo
y frontal: las anécdotas en torno a su vida literaria están llenas de
episodios animados, discusiones acaloradas que casi llegan a las
manos, amistades que se terminan por motivos graves o triviales. Es el
signo de un siglo de pasiones y antagonismos y, también, de un
temperamento personal arrebatado. Desde su adolescencia Paz
expresó sus diferencias con sus contemporáneos y antecesores (su
revista de párvulos, Barandal, tenía una irreverente sección de pullas a
sus mayores que guarda su huella), tuvo rompimientos dolorosos con
personajes entrañables para él como Pablo Neruda, y no dudó en
discrepar de compañeros de ruta o en mantener, siendo funcionario
del servicio diplomático mexicano, visiones muy distintas a la oficial.
Sus roces públicos con Daniel Cosío Villegas, Antonio Castro Leal,
Rubén Salazar Mallén o Emmanuel Carballo, por mencionar algunos,
daban cuenta tanto de la mecha corta del poeta, como del saludable
ánimo de ventilar las diferencias en público. Sin embargo, su etapa
9
más atareada como polemista
comienza después de 1968. A partir
de esa fecha, Paz se convirtió en el
interlocutor más controvertido del
conjunto de la intelectualidad
mexicana y se consolidó como una
figura prominente en el debate
internacional de la ideas.
El apogeo polémico
La historia es muy conocida: para los
años sesenta Paz es una figura en
ascenso en el panorama
internacional, su poesía ya ha
recorrido todos los registros y
establece tendencias, mientras que
sus ensayos ya han marcado agenda
en varias disciplinas y, aunque ha
roto por motivos políticos con
muchos de sus contemporáneos,
tiene un auditorio propicio en parte
de las generaciones más jóvenes de
artistas mexicanos. Por lo demás, si
bien Paz hizo eco a las denuncias al
socialismo real en los cincuenta,
sigue perteneciendo a la órbita de
izquierda y acude a las
manifestaciones del movimiento
ferrocarrilero al tiempo que en
principio saluda, aunque con cautela,
acontecimientos como la revolución
cubana. En 1968, con su renuncia al
servicio exterior por la represión del
gobierno a los estudiantes, su figura
se distingue en el medio intelectual y
genera expectativas políticas en las
camadas más nuevas y radicales. Sin
embargo, pronto se rompe este
flechazo, Paz rechaza subirse al
templete de la política partidista y
decide emprender su combate por
otros caminos.
Por supuesto, en su batalla después del 68, Paz no fue un
solitario. Desde su mocedad, aunque se reputaba aislado, supo lograr
relaciones estratégicas e impulsar proyectos colectivos. En las décadas
de su apogeo encabezó un grupo de espíritus afines en lo político y lo
estético, que lo acompañó en sus publicaciones y aportó competencia
y tensión al debate de la época. Al regresar a México, a principios de
los setenta, tras un breve periodo de exilio académico, Paz reanuda su
añeja afición de editor de revistas y, a invitación del director de
Excélsior, comienza a dirigir Plural en 1971. Esta revista se convierte en
una ventana cosmopolita y en un foro de crítica que crea una amplia
agenda de discusión. La lista de autores que difunde Paz es copiosa,
también los asuntos polémicos que toca (la función social del escritor,
la ausencia de crítica en Hispanoamérica, la política internacional).
Cuando en 1976 Excélsior es víctima de una maniobra política desde el
poder para desarticular su dirección, Paz y los miembros de Plural se
solidarizan con el director y continúan, en Vuelta, su proyecto
editorial de manera independiente.
Aunque Paz reparte mandobles a las distintas facciones del
espectro político, su diálogo, o disputa fundamental, ocurre con las
distintas izquierdas. La actividad de Paz resulta polémica en muchos
aspectos: en su apuesta estética que, en una época de renovada
militancia y sospecha de la llamada alta cultura, a muchos parece
elitista y alejada de los imperativos de la realidad social; en su
adscripción a un humanismo literario que invade terrenos
especializados y no respeta jerarquías académicas; en su actitud
escéptica ante algunas de las corrientes dominantes del pensamiento
que adquirían gran influencia en el ámbito de las humanidades y las
ciencias sociales; pero, sobre todo, en sus posturas políticas. De
entrada, cuando para muchos miembros de las generaciones recientes
el cambio revolucionario en México y el mundo es una inminencia
histórica y no desdeñan la vía armada para apurarlo, Paz aboga por un
gradualismo poco excitante que pasa por la reforma democrática.
Pero no sólo eso, Paz reprocha que parte de la izquierda ignore la
situación de falta de libertades y violencia selectiva en los países
socialistas.
Algunos de sus adversarios más agudos, a su vez, desconfían de
la falta de formación teórica y del impresionismo literario del poeta,
que es capaz de utilizar audaces metáforas históricas en el análisis
político; recelan de la independencia de quien se maneja como
pontífice cultural; reprochan su creciente anticomunismo, y piensan
que su participación pública, así sea bien intencionada, es distractora
de las urgencias y legitimadora para el régimen.
10
La polarización de la época no
favorece las buenas maneras y en las
disputas hay frecuente rispidez,
simplificaciones y descalificaciones.
Paz engloba a su variado espectro de
interlocutores, como si fueran parte
de una sola cabeza de izquierda
dogmática. Sus adversarios, a su vez,
tienden a reducir a Paz a una
caricatura vanidosa y reaccionaria.
Sin embargo, más allá de los excesos,
muchos de los debates resultan
esclarecedores en temas
fundamentales, como los límites y
potenciales de la participación del
intelectual en la vida política; el
papel de las artes en las sociedades y
las posibilidades viables de cambio
político.
Si Paz tiene una fuerte presencia
polémica en la vida mexicana,
también adquiere creciente
relevancia en el plano cultural
internacional, como defensor de un
concepto de cultura no instrumental,
de una serie de libertades básicas en
los países que sufren dictaduras
militares y, sobre todo en los países
socialistas, y como militante en la
Guerra Fría de las ideas.
En los ochenta, aunadas a las
viejas diferencias, se establecen
nuevas discrepancias con la
izquierda, que se centran en el papel
del Estado y en la función de la
democracia formal en México, así
como en los temas de política
internacional. Paz critica el
gigantismo estatal, aboga por la
normalidad y formalidad
democrática y fustiga la falta de
pragmatismo de la política exterior
mexicana. En particular, el tema de los movimientos revolucionarios
en Centroamérica se convierte en la manzana de la discordia y la
crítica de Paz a las reticencias democráticas del sandinismo culmina
con el conocido episodio de la quema en efigie de 1984.
Puede pensarse en otros momentos climáticos, donde se
despliega el temperamento polémico de Paz y sus posturas generan
tormentas: en 1988 cuando Paz se pronuncia sobre las elecciones y va
coincidiendo (lo mismo que muchos adversarios ideológicos) con los
propósitos modernizadores del nuevo gobierno; en 1990, cuando Paz
celebra la caída del socialismo real como una victoria analítica y moral
de las posturas que había hecho patentes cuatro décadas atrás y
organiza un encuentro rico en ideas y personalidades, aunque
sazonado con el estilo personal del poeta y las ocurrencias incómodas
de sus invitados (la famosa dictadura perfecta de Vargas Llosa); en
1992, cuando las añejas diferencias que había tenido con los miembros
de la revista Nexos se aúnan a una disputa por el mercado y la
influencia cultural y se suscita un debate tan acre como aleccionador,
alrededor del Coloquio de Invierno, o en 1994, acaso la última
aparición polémica sustantiva de Paz, cuando irrumpió el movimiento
zapatista ante el cual demostró simpatía por sus orígenes, pero reiteró
su rechazo a la vía armada y criticó el entusiasmo fácil y voluble de
buena parte de la intelectualidad de izquierda.
Nostalgia de la polémica
A lo largo de su trayectoria, sobre todo a partir de los setenta, Paz
ejerce una “jefatura espiritual” que no carece de contradicciones y
genera innumerables controversias que, en sus mejores momentos,
trascienden el mundo literario y se transforman en debates públicos.
Cierto, a menudo en dichos debates se impuso el tono colérico y, más
que persuadir, se buscaba descalificar al adversario; con todo, ese
cúmulo de discusiones, ya aseadas de sus vociferaciones, constituyen
un espléndido legado de educación intelectual e interacción
argumentativa. Paz peleó con un amplio elenco de intelectuales de
todos los campos y por las más diversas razones, grandes o menudas.
Algunos de sus roces más memorables comprenden apellidos como
los de Aguilar Mora, Aguilar Camín, Alatorre, Bartra, Castañeda, Del
Paso, Krauze, Monsiváis, Pereyra, Semo y Trabulse, entre muchísimos
otros. En esta bitácora polémica de Paz hay de todo: fibra moral y
bilis, intentos de diálogo y momentos de cerrazón, generosidad y
vanidades.
No hay una manera unívoca en que Paz haya enfrentado las
coyunturas y dilemas de la época, sus posturas se caracterizan por esa
11
capacidad de sorprender,
decepcionar o subvertir lo que
esperaría una feligresía. Responden,
no a una teoría o a un programa
político, sino a una razón en
permanente auto-escrutinio y, sobre
todo, a un temperamento suspicaz,
levantisco y libertario. Quizá lo más
importante es que Paz conserva su
capacidad de señalar vetas de interés
en todos los campos: los estudios
sobre su obra que siguen surgiendo
en muy distintos ámbitos
intelectuales demuestran que su
figura y su estilo de encaramiento
continúan marcando rumbos,
planteando preguntas, propiciando,
como lo haría un maestro socrático,
la irritación, la reflexión o la
revelación.
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La poesía suele ser un conjunto de
ciudades cuyos habitantes se acercan
o se alejan a medida que la periferia
crece. Las cruzan o las circulan
grandes avenidas, callejones de
metáforas, edificios deslumbrantes,
alegorías, construcciones que se caen
a pedazos. Conciencias que se
repliegan a un presente, a un tiempo,
a una geografía, a una realidad, a un
orden o a un caos, a un modo de
gobernar conceptos y emociones. Es
el caso de dos piedras fundacionales
de la poesía latinoamericana del siglo
xx: Ciudad Octavio Paz y Ciudad
Pablo Neruda. Podría decir dos ríos,
dos continentes, dos desiertos, dos
mares. Pero la ciudad me parece el
espacio simbólico que mejor apunta a
las poéticas de nuestro tiempo.
Las correspondencias entre
poetas suelen convertirse en
disonancias. Y los poetas, como las
ciudades, están en continua expansión. En septiembre pasado se
cumplieron 40 años de la muerte de Ricardo Eliécer Neftalí Reyes
Basoalto, Pablo Neruda. En Julio se cumplirán 110 años de su
nacimiento. En vísperas del primer siglo de Octavio Paz, pasaremos
revista a las asonancias y disonancias de estos dos árboles centenarios
de las letras. Ambos premios Nobel de literatura. Un dúo dinámico
imposible, si se parte de las distancias y las preferencias ideológicas,
que lo mismo atraen que repelen. Pero también dos atlas por los que
cruzan ríos afines, fronteras imaginarias y puñados de sílabas que
conversan.
Todo iba bien. Paz tiene apenas 23 años cuando participa, gracias
a las gestiones de Neruda, en el Segundo Congreso Mundial de
Escritores Antifascistas, celebrado en 1937 en Valencia, España.
Neruda era 10 años mayor, y gozaba ya de un aura que lo identificaba
como poeta latinoamericano vinculado a las causas populares. Había
publicado libros importantes y gozaba de una fama que crecía. Paz era
un desconocido; había editado a principios de ese año Raíz del
hombre y reconocía el vigor de la poesía nerudiana y la generosidad
del poeta, pero pronto pondría en tela de juicio sobre todo la forma de
actuar de los gigantes del estalinismo en el poder: “Vi al comunismo
como a un régimen burocrático, petrificado en castas, y vi a los
bolcheviques caer uno tras otro en esas ceremonias públicas de
expiación que fueron las purgas de Stalin”, recapitula Paz unos años
antes de su muerte.
Neruda, en Confieso que he vivido, retorna a los primeros
encuentros: “Entre noruegos, italianos, argentinos, llegó de México el
poeta Octavio Paz, después de mil aventuras de viaje. En cierto modo
me sentía orgulloso de haberlo traído. Había publicado un solo libro
que yo había recibido hacía dos meses y que me pareció contener un
germen verdadero. Entonces nadie lo conocía”, Neruda había
publicado en Madrid, en 1935, una de sus obras cumbre: Residencia en
la tierra, con el que el poeta chileno empieza a influir en la obra de los
poetas de habla hispana.
12
Neruda no era perita en dulce. Ya
el libro La guerrilla literaria de Faride
Zerán da cuenta y señal de los
enconos entre el autor de Canto
general, Vicente Huidobro y Pablo de
Rokha, que tampoco, como decimos
en México, cantaban mal las
rancheras.
Las antologías suelen dar motivo
a querellas. Las presencias justifican
un canon y las ausencias incomodan.
Laurel, preparada por Xavier
Villaurrutia, Octavio Paz, Emilio
Prados y Gil-Albert, publicada en
1941, no fue la excepción. No están
ahí, sea por autoexclusión o por
criterio editorial o político, ni Pablo
Neruda ni Miguel Hernández ni León
Felipe.
Si Paz le lanzó un puñetazo a
Neruda y éste lo esquivó, lo menos
que salió de ahí fueron balas de
adjetivos, duro y a la cabeza. Y un
distanciamiento de décadas. Neruda
fue tachado por Paz de “estalinista” y
“ególatra”. A su vez Paz fue
considerado por Neruda “traidor” y
“purista”. Dardos con veneno
arrojados por los futuros premios
Nobel, lo cual comprueba que las
ciudades también trazan su propia
cartografía, aunque compartan los
límites de la geografía y el idioma.
Edward Stanton, quien se ha
acercado a las asonancias en la obra
de ambos poetas, lo tiene muy claro:
lo que distanció a Paz y a Neruda no
fue la poesía sino la política, y sobre
todo la visión en torno al arte y la
ideología.
Ambos bebieron de los
manantiales de Blake, Whitman,
Lawrence y Eliot, compartieron a Quevedo, Hugo y Baudelaire y se
cuadraron ante Rimbaud, el romanticismo y el surrealismo. Sólo que
mientras Neruda se cobijaba en el Partido Comunista de su país, Paz
siguió un camino de prudente distancia, el cual se fue alejando cada
vez más. Neruda se siente tentado por una poesía que oscila entre la
fraternidad terrenal y la cosmología. La empresa poética de Paz,
aunque a veces parece una casa fincada en el aire, parte de una obra
negra cimentada en la tierra. Hasta aquí los caminos no se bifurcan.
Neruda se aleja de Eliot y fustiga las “ingeniosas trampas vacías”,
las “casas blandas y huecas”, “las casas de citas” y los poemas
impersonales “como la eternidad misma”. La esencia de lo terrenal la
encuentra en el hombre mismo, no en el ser abstracto sino en el que
oficia de panadero, impresor, cocinero, obrero, campesino.
Desde el principio Paz sabe que la poesía de Neruda, o al menos
una parte considerable de ella, está en comunión con las fuerzas
vitales de la naturaleza y con el misterioso secreto de las cosas. No
duda sobre el hermano mayor que funda y echa raíces con su lírica, y
a quien considera el más “destacado y personal de los poetas
hispanoamericanos”.
Años después Paz reafirma el peso de la obra nerudiana sobre su
poesía: “En aquellos años Neruda era una gran presencia y yo lo había
leído con pasión. En su poesía hay también ese descenso hacia lo
material del mundo. Sin embargo, siempre quise guardar las
distancias”, le dice a Stanton en 1988.
El salto del Paz de “¡No pasarán!” al de los poemas de Raíz del
hombre es mortal. Su punto de partida es Novalis, pero en el erotismo
destilado de sus versos está la visión cosmogónica de Neruda, su
maestro.
Edward Stanton se encarga de hacernos ver las correspondencias
entre Raíz del hombre y Residencia en la tierra. “No sólo el tema
erótico en todo su esplendor violento sino también familias enteras de
imágenes que privilegian ciertos campos semánticos: un ambiente
invadido por lo nocturno (sombra, oscuridad, tinieblas) en alianza
con una fascinación por lo informe; imágenes vegetales o terrenales
(tierra, plantas, flores, raíces, árboles) que se entrelazan con otras
corporales (carne, pelo, boca, entrañas, pecho, venas, piel, labios,
huesos)… en los dos libros abundan imágenes acuáticas (pozos,
océano, mar, río, oleaje, inundaciones, espuma, corrientes
subterráneas) que expresan el fluir de la conciencia o más bien de la
fantasía en gestación antes de llegar a la cristalización formal”.
Neruda recibió el Premio Nobel de Literatura en 1971. Paz 19 años
después. En sus discursos hay líneas que se cruzan y forman un punto
13
y otras que se alejan y forman islas.
Paz alude, con la inteligencia que lo
habita, al significado de la palabra
gratitud y a las realidades de las
lenguas. Habla de la dependencia del
presente y el pasado con el futuro, de
la modernidad como descenso a los
orígenes, del fin de las utopías y del
mercado “en el que todo se vuelve
cosa que se compra, se usa y se tira al
basurero. Ninguna sociedad había
producido tantos desechos como la
nuestra. Desechos materiales y
morales”. Vuelve a la idea de mirar
de frente a la muerte y cierra con un
reflejo al William Blake de Las bodas
del cielo y el infierno: abrir las puertas
de la percepción. No para que entre
el hombre infinito, sino el otro
tiempo: “el presente, la presencia”.
Neruda alude, con la emoción y el
sentimiento que lo dibujan, a los días
en que la fuga y la vigilia lo llevan a
cruzar la frontera de su país, de la
poesía como acción pasajera, de los
enemigos de la poesía, del poeta no
como un pequeño dios sino como el
hombre que entrega el pan de cada
día, de sus versos como herramienta
de trabajo cotidiano, de la larga
noche latinoamericana en la que
abundan el oprobio y el saqueo de
“oscuros dioses” y culmina, bandera
en mano, con una señal de Rimbaud,
el vidente: “À l’aurore, armés d’une
ardente patience, nous entrerons aux
splendides Villes”. Algo así como: “Al
amanecer, armados de una ardiente
paciencia, entraremos a las
espléndidas ciudades”.
Al igual que Neruda, Paz hace
referencia a los puentes imaginarios
del pasado, aunque habla de un ayer en el que la biblioteca paterna es
la caverna encantada, hasta que la razón, la historia no vivida, termina
por desalojarlo del presente. Otra forma de exilio. “Las polémicas se
disipan, quedan las obras”, dice sin detenerse en la espada enemiga.
Neruda afirma que los enemigos de la poesía no son los que la
resguardan sino la incapacidad del poeta “para entenderse con los
más ignorados”.
A las polémicas que se disipan en contraposición de las obras,
que permanecen, Neruda hace alusión a los que lo tildan de sectario y
en un claro referente a Huidobro le niega al poeta la posibilidad de ser
un pequeño dios.
Para Neruda la estrella primordial es la lucha y la esperanza, Paz
asume el presente no como la búsqueda del edén terrestre “ni de la
eternidad sin fechas” sino como los pasos hacia una “realidad real”.
En Paz la poesía, en cuanto enamorada del instante, revive esa
fugacidad en el poema, lo que la convierte en presente fijo. ¿Poesía de
antítesis? En Neruda la poesía es acción pasajera, soledad y
solidaridad, intimidad del hombre y revelación de la naturaleza.
¿Poesía de tesis?
La partida de Neruda de México, en 1943, es tan dolorosa como
los versos de su “Nuevo canto a Stalingrado”:
Yo sé que el viejo joven transitorio
de pluma, como un cisne encuadernado,
desencuaderna su dolor notorio
por mi grito de amor a Stalingrado.
Yo pongo el alma mía donde quiero.
Y no me nutro de papel cansado,
adobado de tinta y de tintero.
Nací para cantar a Stalingrado.
Fuertes declaraciones. Fuego cruzado. Jabs al bofe de la poesía.
Paz escribió ese mismo año: “¿Y qué decir de los discursos políticos,
de las arengas, de los editoriales de periódico, que se enmascaran con
el rostro de la poesía? ¿Y cómo hablar sin vergüenza de toda esa
literatura de erotómanos, que confunden sus manías o sus desdichas
con el amor? Imposible enumerarlos a todos: a los que se fingen niños
y lloriquean porque la tierra es redonda; a los fúnebres y resecos,
enterradores de la alegría; a los juguetones, novilleros, cirqueros y
equilibristas; a los jorobados de la pedantería; a los virtuosos de la
palabra, pianolas del verso, y a los organilleros de la moral; a los
místicos onanistas; a los neocatólicos que saquean los armarios de los
14
curas, para ataviar sus desnudas
estrofas con cíngulos y estolas; a los
papagayos y culebras nacionalistas,
que cantando expolian a la triste
revolución mexicana; a los vates de
ministerio y a los de falansterio; a los
hampones que se creen
revolucionarios sólo porque gritan y
se emborrachan”.
La versión original de este ensayo,
o al menos la cita anterior, no la
encontrará el lector en la obra
completa de Paz, sino en la revista El
Hijo Pródigo (agosto 15 de 1943), nos
hace ver Stanton, bajo el título
“Poesía de soledad y poesía de
comunión”.
Lo demás es historia conocida.
Neruda, antes de partir, lanza un par
de estocadas. En una de ellas afirma
que en la poesía mexicana hay
desorientación y falta de moral civil,
pone en las nubes a los pintores y a
los escritores militantes, afirma que
el ensayo está marcado por una
generación anémica y truena contra
Revista de Occidente y Hora de
España, a las que Paz está cercano.
En “Respuesta a un cónsul” Paz
asesta duros golpes al maestro y
concluye con que la literatura de
Neruda “está contaminada por la
política, su política por la literatura y
su crítica es con frecuencia mera
complicidad amistosa. Y, así, muchas
veces no se sabe si habla el
funcionario o el poeta, el amigo o el
político. Acaso tampoco él lo sepa
con claridad. Esta confusión —y el
respeto que me merece una obra que
a menudo es traicionada por un
temperamento que confunde la
fuerza con la violencia y la cortesía con la debilidad— me han
impedido contestar a sus intemperantes afirmaciones. Y si ahora lo
hago es con escepticismo: sé de antemano que en el señor Neruda la
vanidad es una pasión tiránica, que le prohíbe confesar sus errores o
sus extravíos”.
Y aquí se rompió una taza. Aunque Paz fue muy cuidadoso y
matiza en sus Obras completas las desavenencias de antaño.
Como un “gran poeta en decadencia”, así llama Paz años después
a Neruda, reconociendo que los poetas de su generación recibieron
una enorme influencia del poeta chileno.
Stanton llama también la atención sobre una gran coincidencia:
la publicación el mismo año, 1950, de Canto general de Neruda y El
laberinto de la soledad de Paz. La primera, una edición ostentosa
acompañada por el trabajo gráfico de Diego Rivera y David Alfaro
Siqueiros. La de Paz en Cuadernos Americanos.
No sé si en un acto de justicia poética hacia su antiguo maestro,
muerto 20 años atrás, o hacia el joven lector de Neruda que fue Paz,
unos años antes de su muerte releyó su poesía completa. Tarea nada
sencilla si tomamos en cuenta que la empresa poética de Neruda es
monumental. La conclusión a la que llega Paz es que Neruda es el
mejor poeta de su generación. Por encima de Huidobro, Vallejo,
Borges y los poetas españoles. La opinión parece desmesurada, pero
Paz es cuidadoso, pudo haber dicho que Neruda es el poeta más
destacado del siglo XX, o el mejor poeta de habla hispana, al ubicarlo
generacionalmente le da una ubicación específica en el contexto
latinoamericano. Y en un tono aforístico, no sé hasta qué punto
autocrítico, apunta: “Lo admiraste, lo quisiste y lo combatiste. Fue tu
enemigo más querido”. Indicador de que hasta las ciudades con mayor
fortaleza se desmoronan.
Los párrafos que Paz dedica a Neruda en el tomo II de sus Obras
completas (Barcelona, Galaxia Gutenberg/Círculo de lectores, 2000)
son de alto relieve. “No digo que sea el más perfecto sino el más vasto
y variado; también, con frecuencia, el más intenso, ora desgarrador,
ora risueño, a un tiempo simple y misterioso. Un poeta inmenso. En
cada uno de sus libros, aun los más flojos, hay poemas inolvidables; en
cada uno de sus poemas, aun los menos afortunados, hay líneas que
son relámpagos de verdad. Quiero decir: relámpagos verdaderos que
iluminan brevemente nuestra conciencia y trazan tatuajes en nuestra
memoria; asimismo, relámpagos con la luz de una verdad súbita.
¿Qué verdad? Una verdad oculta, olvidada o abandonada, enterrada o
acabada de nacer. La verdad de todos los días, la verdad de cada día,
15
que pasa como nosotros pasamos y se
queda como los dibujos del tiempo
sobre la roca.
”La generación de Neruda
sobresalió en el arte del verso y
Neruda también fue en esto la
excepción: fue duro de oído,
monótono y no pocas veces torpe.
Estas carencias y defectos, por su
enorme potencia verbal y su instinto
poético, se convirtieron en virtudes.
Sus ojos entrecerrados traspasaban la
opaca realidad; su mirada volvía rosa
a la llama y agua a la piedra. Sus
poemas tienen una música extraña,
muy antigua y, no obstante, familiar,
como oída en duermevela. Música de
piedras y polvo que cae
interminablemente en el pozo de la
noche, pasos del trueno que anda a
ciegas por el llano, rumor de roncos
motores en los suburbios del sueño,
luz que regresa cada mañana para
golpear suavemente nuestros
párpados”.
Antes, en El arco y la lira, Paz
dedica un amplio párrafo al Canto
general, lectura que en su momento
le pareció fatigosa y conmovedora a
la vez. Paz considera que el poeta
fracasa al intentar el relato en verso
libre, cuyos ejemplos abundan en el
Canto… Y que Neruda acierta en
poemas como “Alturas de Macchu
Picchu”, donde canta en vez de
contar.
La lectura de algunos títulos
amplían el paisaje, o al menos
ofrecen una versión más distante que
la de los propios protagonistas en sus
respectivas obras, en torno a los
encuentros y desencuentros de los
dos poetas: Octavio Paz en España, 1937 (Fondo de Cultura
Económica, compilación de Danubio Torres Rubio, 2007); Adiós poeta
(Tusquets, 1990) de Jorge Edwards; Pablo Neruda: Los caminos de
América (Lom, 2004) de Edmundo Olivares Briones; Las furias y las
penas. Pablo Neruda y su tiempo de David Schidlowsky (Ril Editores,
Santiago de Chile, 2008) y El águila en las venas. Neruda en México,
México en Neruda de Víctor Toledo (Universidad Autónoma de
Puebla, 2005).
Una relectura de Raíz del hombre y de Pasado en claro de
Octavio Paz, paralela a Residencia en la tierra y Memorial de Isla
Negra; una lectura atenta al Canto general mismo o a los poemas
mexicanos de Neruda, sin duda nos reafirmarían las correspondencias
poéticas, signos inequívocos de que en poesía a veces es más palpable
lo que acerca que lo que aleja, más allá de las diatribas del momento.
¿Quién lee hoy con sublime vehemencia los versos del “Canto a
Stalingrado” y el “Nuevo canto a Stalingrado?”. O el candor rabioso,
lacónico, que visto a distancia suena hasta tierno, de “Los poetas
celestes”:
Qué hicisteis vosotros, gidistas Intelectualistas, rilkistas,
misterizantes, falsos brujos existenciales, amapolas surrealistas
encendidas en una tumba, europeizados cadáveres de la moda,
pálidas lombrices del queso capitalista, qué hicisteis ante el reinado
de la angustia, frente a este oscuro ser humano, a esta pateada
compostura, a esta cabeza sumergida en el estiércol, a esta esencia
de ásperas vidas pisoteadas?
Paz supo beber de los manantiales menos desmesurados del
maestro. Evitó, a edad temprana, vivir bajo su densa sombra y trazar
su propio destino poético. Así de complicado. Así de simple.
El autor del poema “¡No pasarán!”, que lo lleva a Valencia al
Congreso de Poetas Antifascistas y propicia el primer encuentro con
Neruda, tomó nuevas rutas para cautivar a la musa.
Los primeros pasos de Paz nacen comprometidos con la historia
inmediata:
¡Cómo llena ese grito todo el aire y lo vuelve una eléctrica muralla!
Detened al terror y a las mazmorras, para que crezca, joven, en
España, la vida verdadera, la sangre jubilosa, la ternura feraz del
mundo libre. ¡Detened a la muerte, camaradas!
16
En Raíz del hombre el poeta
cambia de tono. Y al amplificarlo lo
universaliza. ¿No hizo lo mismo
Neruda al saltar de 20 poemas de
amor y una canción desesperada,
pasando por Crepusculario, a
Residencia en la tierra? Por más
despiadadas que sean las musas,
tarde o temprano encuentran al
poeta que las contiene. Ciudad
Octavio Paz. Ciudad Pablo Neruda.
Dos megalópolis para armar.
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A mi hermano Ezequiel Zaidenberg
Según el blasfemo Fausto, el
principio fue la acción. La gramática
de todos los idiomas humanos, en su
casi ilimitada diversidad, coincide
solamente en eso: ubica en el verbo
el núcleo imprescindible de toda
oración —y verbo no como palabra o
pensamiento (logos), sino en su
sentido gramatical, como expresión
sintáctica del principio móvil de la
realidad. “Lluvia” no es una oración
completa. “Llueve” sí lo es. Pero si
todos los pueblos coinciden en esto,
en cambio, hay pensadores que
difieren.
Cuando leí por primera vez Piedra
de sol de Octavio Paz tenía yo 19
años. Estaba solo y pude leer el
poema como se debe: en voz bien
alta, de corrido y muchas veces, hasta
quedar afónico. Como era de
esperarse, quedé deslumbrado. La
elegancia de su léxico rozaba los límites de lo que y o entendía por
“poético”, ampliándolos suavemente sin romperlos. La simultaneidad
de las épocas y los continentes, expresada en la combinación
inusitada de referencias culturales de distintos orígenes (la guerra
civil española, Melusina, Robespierre, etcétera) tocó una fibra sensible
de este hijo de la edad posmoderna, entusiasmada por el hallazgo de
que la cultura humana en su totalidad es presente.
A nivel sonoro, el poema hizo conmigo lo que Garcilaso hizo con
España: me inyectó para siempre el endecasílabo italiano en la médula
espinal. Incluso la relativa impericia formal del poema (la abrumadora
coincidencia de la gramática con la versificación, el sonsonete de la
acentuación en la segunda sílaba), lejos de alienarme, me facilitó la
comprensión de su musicalidad. Sus carencias prosódicas (que yo no
sospechaba) me resultaron en cierto modo didácticas: nada como una
larga sucesión de endecasílabos de un mismo tipo (“heroicos”),
claramente separados por pausas gramaticales, para enseñarle al
neófito el sonido de ese verso.
Si Piedra de sol fue concebido para deslumbrar, en mi caso
funcionó. Y el deslumbramiento fue transformador y la
transformación fue permanente.
Siempre tuve claro que se trataba de un poema de ideas, una
pieza cuya estética radicaba sobre todo en el diálogo intelectual que
mantenía con su entorno. En ese sentido, el poema es, como toda la
obra de Paz, una pieza de arte conceptual, de arte contemporáneo. Lo
que no entendí de manera tan inmediata fue cuáles exactamente eran
esas ideas, cuál su aportación al diálogo intelectual.
Tuvieron que pasar muchos años para que mis ojos se
acostumbraran a tanta luz y consiguieran leer, realmente leer, lo que
dice el poema.
Para empezar desde lo más exterior, resulta evidente que el
texto, en general obediente a la gramática, comete sin embargo un
desacato significativo: aunque está lleno de verbo, en el sentido
evangélico de la palabra, prescinde mayormente de verbos, en el
sentido gramatical. ¿Qué hacen el sauce de cristal, el chopo de agua y
toda su larga lista de imágenes hermanas? ¿Qué se dice de ellos?
Nada. Ni siquiera que existan. Y no es que los verbos de esos
sustantivos sean implícitos, es que no los hay.
Sólo mucho más adelante, y muy de tarde en tarde, asoma algún
pequeño verbo conjugado. Las imágenes toman el lugar de las
oraciones, sin serlo.1
17
Esta falta de verbos no es un mero
adorno estilístico, sino que expresa la
idea que sirve de núcleo al poema y
que, según creo, subyace al conjunto
del pensamiento paceano.
Quizá el mayor mérito del poema
sea la armonía fundamental entre su
posición filosófica y sus recursos
estilísticos. Nadie podría decir que en
Piedra de sol no hay movimiento. La
ausencia de puntos, las paradojas, la
levedad que evocan los sustantivos,
la simultaneidad cultural: todo
confluye para dar una impresión de
movilidad. Sin embargo, como lo
dejan claro su estructura, su título y
su texto mismo, se trata de un
movimiento cíclico que conduce —
una y otra vez, eternamente— al
punto de partida; un movimiento
pendular, mecánico, no histórico.
Toda especificidad es ilusoria:
todos los nombres son un solo
nombre,
todos los rostros son un solo rostro,
todos los siglos son un solo instante
y por todos los siglos de los siglos
cierra al paso al futuro un par de
ojos…
Durante siglos el hombre
consideró el movimiento de los
astros de manera ahistórica, como el
de un gigantesco reloj que repitiera
eternamente un ciclo, milenario y
complejísimo, pero siempre el
mismo. Con Darwin, en cambio, la
concepción histórica extendió su
dominio a la biología para conquistar
después el resto de las ciencias
naturales. Incluso las inmutables
galaxias empezaron a estudiarse desde el punto de vista de su
nacimiento, decadencia y muerte… pero esa actitud es hija de los
siglos XIX y XX. En el XVIII, los hombres de talante racionalista, que
rechazaban los milagros, no tenían elementos para desconfiar de la
constancia perfecta del movimiento celeste y tenían derecho a
concebir a Dios como a un gran relojero cuya creación seguiría
girando por toda la eternidad sin requerir ninguna intervención
sobrenatural.
Volviendo al poema de Paz, esa concepción cíclica que niega la
realidad del cambio histórico tiene un corolario práctico, una
moraleja, que el poema hace explícita. El texto es abiertamente
“político” en la medida en que se reconoce a sí mismo rodeado de un
mundo tenso entre la esclavitud y el deseo de libertad y toma una
posición al respecto. Pero la posición que toma a partir de ese
reconocimiento histórico y político es anti-histórica y anti-política. Si
la especificidad concreta de cada época es ilusoria, la única liberación
posible es subjetiva, privada. Si la humanidad es estática y sus
transformaciones son mera apariencia, el único combate que vale la
pena librar es el erótico:
amar es combatir, si dos se besan
el mundo cambia, encarnan los deseos,
el pensamiento encarna, brotan alas
en las espaldas del esclavo…
Aunque esto sea falso (si se toma literalmente), no se le puede
negar una cabal coherencia filosófica.
Como es sabido, después de Piedra de sol Paz incorporaría a su
arsenal poético la retórica del pensamiento místico oriental para
reforzar su misma postura, su negación de la especificidad histórica.
Si damos un paso atrás para abarcar con la mirada el conjunto del
pensamiento poético paceano, encontraremos una multitud de
posturas políticas y filosóficas aparentemente contradictorias. Es
legendaria la capacidad que tuvo nuestro poeta de servir como
médium-traductor a las muchas voces que conformaban el vasto
universo cultural que le rodeaba. Así, si en un extremo de su poesía
encontramos esa negación de la historia, en el otro hallamos una
apropiación implícita del joven Marx brillantemente contextualizada
tras la masacre de 1968 en México (un desafío literario que sólo una
mentalidad estrechamente policiaca llamaría “plagio”):
18
La vergüenza es ira
vuelta contra uno mismo:
si
una nación entera se avergüenza
es león que se agazapa para saltar.2
Claro, cuando el proverbial león
finalmente se decidía a saltar (por
ejemplo, en la Nicaragua de 1979, en
el San Cristóbal de 1994), el poeta ya
no se mostraba tan entusiasta. Ahora
bien, sería superficial e injusto
atribuir esta contradicción entre una
posición y otra a alguna especie de
cooptación o degeneración moral.
Por el contrario, estamos ante un
intelectual consistente cuyo sistema
se basó siempre en la búsqueda de un
equilibrio profundamente dinámico,
pero, por definición, mecánico:
eternamente móvil en su quietud
fundamental, como las manecillas de
un reloj, siempre en movimiento y
siempre fijas en su vértice.
Si, como decía Fausto, el principio
fue la acción, en la poesía de Paz no
hay acción porque no hay principio.
Ni final. El mundo es, fue y será uno
y el mismo. El tiempo, como se
afirma en Piedra de sol, es un solo
momento, tan rico y tan complejo
que en él caben todos los momentos.
El genio literario no es una virtud
intrínseca de ciertas inteligencias. Es,
por el contrario, una relación
fructífera entre éstas y su entorno
social. Así, aun si elegimos disentir
de Paz y creer en la historia,
podemos reconocer la armonía entre
su pensamiento y su entorno, es
decir, su genio. Ese entorno, el
México de la segunda mitad del siglo
XX, era el país más estable de un (tercer) mundo inestable. Mientras el
resto de la región se convulsionaba en revoluciones y
contrarrevoluciones, el régimen mexicano se mantenía en pie gracias
a una inusitada capacidad de asimilar en su seno, retóricamente si se
quiere, incluso los términos extremos de las diversas contradicciones
que desgarraban a la sociedad. Un sistema que conservó de la
Revolución mexicana lo mismo que Paz conservó de la dialéctica de
Hegel: sólo el lenguaje. Incorporando a su aparato todo un matiz de
semi-disidencias y negándole viabilidad a todo aquello que no pudiera
incorporar, el PRI buscaba ser el partido de la vieja Revolución como
final feliz y absoluto de la historia, el partido de la no política. Más
que un partido, es una era geológica. A su modo, tampoco el PRI
careció de genio.
Me parece, pues, una coincidencia afortunada que el centenario
de Paz (y con él la oportunidad de reflexionar con cierta distancia
crítica sobre su monumental obra) tenga lugar precisamente ahora, en
el punto de la historia en que nuestra clase dominante vuelve los ojos
al viejo modo de gobernar “revolucionario” y al mismo tiempo
“institucional” y al partido que gobernó por décadas y décadas tal
como cierto chopo de agua: bien plantado, mas danzante.
Notas
1 En Piedra de sol las imágenes sueltas se alternan con las oraciones
vinculándose entre sí con comas u otros signos de puntuación, nunca
con puntos. Este segundo desacato a la gramática, consistente a lo
largo del texto, aunque es más visible y claramente cumple una
función estética propia, está subordinado al otro, es decir, a la
preponderancia de las cláusulas sin verbo. 2 Versión tercera de “Intermitencias del oeste”, Ladera este. El
fragmento de Marx, que procede de su carta a Arnold Rouge
publicada en los Anales franco alemanes de 1843, dice (según la
versión española que Wenceslao Roces publicaría décadas después):
“La vergüenza es una especie de cólera replegada sobre sí misma. Y si
realmente se avergonzara una nación entera, sería como el león que se
dispone a dar el salto”. Más allá de los tiempos verbales, la única
diferencia de contenido con la apropiación de Paz se debe a un error
de traducción: La vergüenza es, según la versión de Paz, la ira que uno
siente contra uno mismo. Según la traducción directa de Roces, es ira
replegada sobre sí misma.
www.nexos.com.mx/?p=15736
19
n o t i c i a s
La relación de México con Francia ha
sido intensa y fructífera, de ida y
vuelta. Si a lo largo del tiempo
muchos escritores franceses han
estado en México y han escrito
poesía, prosa y ensayo o realizado
estudios académicos muy serios,
desde México, varios escritores han
estado en Francia ya sea en el
servicio diplomático o como
estudiantes y traductores de la
literatura francesa.
Esos encuentros culturales entre
ambos países fueron revisados por el
escritor y editor francés avecinado en
México, Phillipe Ollé-Laprune,
durante la conferencia “Francia y
México: diálogos literarios”,
impartida hoy en la sala Manuel M.
Ponce del Palacio de Bellas Artes, a
propósito de la entrañable relación
que el Nobel mexicano de literatura,
Octavio Paz, tuvo con Francia.
En la charla inscrita en el marco
del centenario del nacimiento de
Octavio Paz, Ollé-Laprune hizo un
repaso sobre los escritores franceses
que lo largo de los tiempos han
encontrado en México el país
surrealista, la tierra de las fantasías y
la nación más rica, entrañable y
simbólica.
El director de la Casa Refugio
Citlaltépetl citó ejemplos de piezas
motivadas por México La parte
maldita de Bataille, Sueño
mexicano de Le Clezio,
Reminiscencia de México, de
Perec, piezas que hablan del
gran interés que despertó
México; pero en contraparte y
de manera más breve, Ollé
Laprune se refirió a las obras de
mexicanos escritas en Francia y el atractivo que ese país ha generado
en los escritores mexicanos.
Habló de las estancias de Octavio Paz y Alfonso Reyes en el
servicio diplomático francés, la presencia con el mismo fin de Carlos
Fuentes, Sergio Pitol, Fernando del Paso y Jorge Volpi. Particularizó la
relación de Paz con Francia.
“Octavio Paz dijo en 1989 que la literatura francesa fue para él su
segunda patria sentimental, pues viene de una familia culta, donde se
leía literatura e historia francesa, leyó joven a Víctor Hugo, incluso
Paz estudió en una escuela francesa”, señaló Ollé-Laprune.
Recordó la relación de Paz con André Gide, su encuentro con
Malraux y Perec, quien tradujo Águila o sol al francés, el gran
momento de Paz en Francia entre 1945 y 1951, allí escribe Libertad bajo
palabra y El laberinto de la soledad y le genera El mono grámatico.
Se refirió también a los encuentro de los franceses con México,
desde André Bretón, Antonin Artaud, Georges Perec y Georges
Bataille, hasta Jean Meyer y Jean-Marie Gustave Le Clezio, los
escritores franceses, señaló Ollé-Laprune, han encontrado en México
un lugar para vivir, para crear y una inspiración para sus obras.
www.eluniversal.com.mx/cultura/2014/dialogos-literarios-francia-
mexico-984417.html
París, Francia. Con motivo del centenario del nacimiento de Octavio
Paz, que se cumple en marzo de 2014, inició en esta capital el rodaje
de un documental sobre los años parisinos del premio Nobel
mexicano, el cual produce y emitirá la televisora de la Universidad
Nacional Autónoma de México (TV UNAM).
La filmación arrancó hace unos días en el Puente Mirabeau de
París, lugar simbólico del paso del escritor, ensayista, diplomático y
20
poeta mexicano por esta ciudad, que
influenció su obra y en la que vivió
en varios momentos, principalmente
entre 1945 y 1951.
“El proyecto surgió de una
propuesta del director de TV UNAM,
Ernesto Velázquez. Busca dar a
conocer un perfil nuevo, distinto de
Paz sobre el que ya existen
numerosos documentales, sobre todo
después de que ganó el Nobel",
explicó el escritor e historiador
Enrique Márquez.
“Quisimos presentar registros
distintos y por eso lo
territorializamos en París. Es una
visita a los distintos sitios que evocan
el paso de Paz por esta ciudad”,
agregó Márquez, director y guionista
del documental que llevará por título
Noche en claro. Octavio Paz en París
(1945-1951).
“Será una exploración de los
vínculos intelectuales, políticos y
filosóficos del joven intelectual
cuando llegó a París” en plena
posguerra, luego del final de la
Segunda Guerra Mundial (1939-1945),
indicó.
En ese periodo Paz desempeñó
un puesto diplomático en la
Embajada de México en Francia y
escribió, entre otras, una de sus obras
más emblemáticas, El laberinto de la soledad, un análisis sobre “la
idiosincrasia y el alma” de México.
“Es en París que Paz dice que nace como poeta, surgen sus ideas
políticas y se consolidan en el ambiente francés, que le marcó desde
su infancia, por su familia”, abundó Márquez sobre el poeta, ensayista
y traductor, quien nació en Mixcoac el 31 de marzo de 1914.
De acuerdo con el guionista, “París inspiró el pensamiento de
Paz” que al establecerse en la dura posguerra en la capital francesa
tuvo una gran actividad.
“Decía que al llegar a París se encontró con que no había
gasolina, ni calefacción pero sí una admirable vida intelectual”, añadió
sobre el escritor mexicano, al que se le ha considerado como un
intelectual “afrancesado”.
Enrique Márquez puntualizó que el documental, que se rueda en
locaciones frecuentadas por Paz en la llamada “Ciudad de la luz” o por
intelectuales cercanos, “pretende llevar imágenes, huellas, trazos de la
vida de Paz en París en esos años que no fueron fáciles”.
Los espectadores, detalló, además podrán ver los encuentros y
desencuentros del autor de Piedra de Sol con personajes que conoció
en Francia como André Breton (1896-1966), Jean-Paul Sartre (1905-
1980), Emil Cioran (1911-1995) y Albert Camus (1913-1960).
Así como con los latinoamericanos Pablo Neruda (1904-1973)
Julio Cortázar (1914-1984), Blanca Varela (1926-2009) y Fernando De
Szyszlo (1925), entre otros.
El filme, que durará algo menos de 60 minutos, contará con la
aportación de traductores de la obra del Premio Nobel de Literatura
1990, escritores franceses, amigos y especialistas en arte y literatura.
La idea es estrenar “casi simultáneamente” el documental en la
Ciudad de México y en París, en la biblioteca que el Instituto
Cervantes ha bautizado con el nombre del gran poeta mexicano.
Paz mencionó a la “Ciudad luz” en algunos de sus poemas como
"Noche en claro", que da título al documental, y en París escribió otra
de sus grandes obras ¿Águila o sol? (1951) y reunió por primera vez su
obra poética bajo el título Libertad bajo palabra (1949).
Octavio Paz es además el único escritor mexicano al que la más
prestigiosa de las editoriales francesas, Gallimard, ha publicado en su
más importante colección, "La Pléyade".
www.informador.com.mx/cultura/2014/510979/6/la-vida-de-
octavio-paz-es-llevada-al-cine.htm
21
El escritor, ganador del Premio Nobel
de Literatura, fue profesor y secretario
de la hoy la Secundaria Federal No. 1.
El escritor mexicano, ganador del
Premio Nobel de Literatura, Octavio
Paz, llegó aMérida, Yucatán, en 1937
y fungió como profesor y secretario
de la hoy escuela Federal Número 1,
antes llamada “Secundaria para Hijos
de Trabajadores”, que estuvo ubicada
primero en el centro y luego en la
colonia Itzamná.
Rusell Vallejo Sánchez, autor del
libro de reciente edición titulado
“Memorias del Internado Federal No.
5 de Enseñanza Secundaria para
Hijos de Trabajadores”, el nombre
original de la Federal 1; escrito que
destaca el cronista Gonzalo
Navarrete Muñoz en su blog.
“Mérida significó más para don
Octavio de lo que para la ciudad al
gran poeta”, refiere la publicación.
El autor deL libro puntualizó que
Paz escribió en Mérida su célebre
poema “Entre la piedra y la flor” y
dejó varios testimonios escritos sobre
la capital y el Estado.
“De Mérida salió el joven Paz para
casarse con la gran escritora Elena
Garro e irse al encuentro de
escritores en Valencia, España. La
invitación llegó a la LEAR (Liga de
Escritores y Artistas Revolucionarios)
en la ciudad de México. De las
oficinas de esa legendaria
organización tomó Elena la invitación y se la telegrafió a Octavio”, se
indica.
En el libro, Rusell Vallejo mencionó a otros maestros pioneros de
la reconocida escuela; Ricardo Cortés Tamayo, José Emilio Vallado
Galaz, Enrique Gottdiener Soto, Rafael Cervera González, Nery Loreto
Sansores y María Lire Recio.
La publicación es prolífica en anécdotas, así como en listas de
maestros, reformas y acondicionamientos de la escuela, una de las
más emblemáticas en la historia de la educación en Yucatán.
Para el cronista Gonzalo Navarrete Muñoz, se trata de una
escuela que “es parte de nuestro patrimonio cultural, de ahí que a un
tiempo saludemos con gratitud ese esfuerzo y demandemos de su
autor un trabajo posterior que nos amplíe el cautivador horizonte que
nos ha mostrado”.
http://sipse.com/entretenimiento/recuerdan-estancia-de-octavio-paz-
en-merida-yucatan-74145.html
En su décima edición, el Encuentro
Iberoamericano de Poesía "Carlos Pellicer", a
desarrollarse del 12 al 16 de febrero en Tabasco,
rendirá homenaje a los escritores mexicanos
Octavio Paz (1914-1998) y Efraín Huerta (1914-
1982), informó el Instituto Estatal de Cultura
(IEC).
En un comunicado, indicó que
participarán más de 20 poetas nacionales, 13
locales y 10 de países como Uruguay, Chile,
Colombia, Venezuela y Brasil, entre otros.
Entre las sedes del encuentro se encuentran el Planetario
Tabasco 2000, la biblioteca pública "José María Pino Suárez" y el
Museo Regional de Antropología "Carlos Pellicer Cámara", así como
los municipios de Cárdenas, Centro, Cunduacán, Jalpa de Méndez,
Macuspana, Paraíso, Tacotalpa y Teapa.
El Instituto precisó que en la inauguración se hará entrega del
Premio Iberoamericano de Poesía “Carlos Pellicer” al vate Antonio
Deltoro, por obra publicada en 2012.
El programa incluye la realización de dos conferencias magistrales,
12 mesas de lectura, cuatro presentaciones de libros, dos mesas de
22
ponencias, tres talleres de creación
literaria, una feria de libro y lecturas
en ocho municipios.
www.eluniversal.com.mx/cultura/2014/po
esia-carlos-pellicer-paz-huerta-
984956.html
Tres imágenes seriadas con infinitas
posibilidades, obra del pintor Juan
Pablo Rulfo, acaba de lanzar a la
venta el Fondo de Cultura Económica
(FCE) con motivo del centenario del
nacimiento de Octavio Paz (31 de
marzo), Efraín Huerta (18 de junio) y
José Revueltas (20 de noviembre).
En estas gráficas digitales, Rulfo
quiso atrapar el alma de estos
escritores.
Se trata de 16 obras hechas en
papel de algodón alemán, en tinta de
láser permanente, con calidad de
duración de unos 200 años y tiraje de
mil 600 piezas que se pueden
adquirir en todas las librerías de FCE
del país con un costo aproximado de
500 pesos cada una.
Son dos series de Paz, cuatro de
Huerta y dos de Revueltas, así como
cinco imágenes en torno de la
editorial, que cumple 80 años.
Hijo del escritor Juan Rulfo, el artista
explica cómo inició el proyecto el año
pasado:
“Hice el logo por el 75 aniversario
del Fondo, y de una reunión se
derivó la gráfica de los centenarios.
“Las tres imágenes que se
usaron fueron hechas a partir
de retratos de Paz, Huerta y
Revuelta cuando jóvenes, lo
importante es que fueran
jóvenes por una decisión
francamente mía, porque
quería hablar de un punto de
inicio de toda una vida de
creación, que se da en la juventud y que conlleva ‘posibilidades’.”
Utilizó el elemento digital para establecer una idea de
variabilidad, posibilidades que ni el grabado ni la litografía le
hubieran permitido, según explicó.
“Estás gráficas son como un trabajo fantasmal que está entre la
fotografía y el dibujo, elemento que sirve como filtro que permite
pasar la luz. En pocas palabras, utilicé el dibujo como un filtro para la
foto, y la foto como un filtro para el dibujo, y el dibujo y la foto son
una suma de capas donde no destaco ni uno ni otra, sino el fantasma
del personaje, porque hay un nivel de transparencia que sobresale
entre uno y otro, eso es lo que hace distintivo a un ser, es la constante,
y eso es lo que permanece.
“Buscar la constante en el individuo es como encontrar su
sustancia, un poco de su alma, es ese tercer elemento, la constancia de
los caracteres del individuo, lo que permanece, y esa posibilidad la
encontré en lo digital.”
—¿Hizo alguna diferencia al momento de hacer las gráficas?
—Fue muy subjetivo de mi parte, busqué en cada uno un sentido
propio, entre la forma y el planteamiento gráfico hay una intención de
acentuar una personalidad, una serie de formas que hablen sobre
ellos. Pero no una personalidad impuesta por mí, sino a través del
proceso de trabajo. No impuse nada, fue un trabajo de ausencia y
presencia de mi parte. Eso es lo que intenté.
“Cada foto es casi icónica. En el caso de Efraín y Octavio fueron
por fotos, pero en el caso de Revueltas hay muy pocas imágenes de él
joven, así que la encontré en un video, fijé una imagen y a partir de
ahí trabajé. Revueltas me parece un personaje inasible, un ser en
constante transformación y movimiento, un hombre dinámico y
ácido. En el caso de Huerta, es un hombre con una forma fija, una
personalidad muy determinante, energético, un gran observador que
se detenía a mirar. Y Paz tenía una forma mucho más distinta… todos
con personalidad de grandes creadores, traté de captar eso… De
23
alguna forma es un homenaje a los
fotógrafos, porque es parte de la
historia del ícono.”
Quizás en una fecha cercana
pudiera hacerse una exposición de las
16 gráficas, por lo menos el Fondo de
Cultura Económica tiene una
intención en ese sentido.
“Que se haya hecho esto es un
poco admirando la labor del
ilustrador, que va enriqueciendo y
sumando la cultura, que ofrece la
posibilidad de vernos a nosotros
mismos como cultura; mientras no
tienes esos parámetros te puedes
desvanecer.”
www.proceso.com.mx/?p=364511
Las celebraciones con las que se
conmemorará el centenario del
natalicio de Octavio Paz ya
empezaron y los Cobaes de la zona
sur se van a unir a los homenajes,
anunciaron en rueda de prensa
funcionarios de la institución
educativa en el Cobaes 38.
Para dar a conocer el inicio de los
festejos se reunieron seis alumnas
que son miembros de los círculos de
lecturas que existen en todos los
Cobaes, para hablar de la obra del
ilustre escritor.
La bibliotecaria de la institución,
Cristina Alduenda, es la animadora
de este grupo que está enfocado a la
consolidación del hábito de la lectura
entre el alumnado del plantel
ubicado en la entrada del Parque Bonfil. Las jóvenes destacaron las
dos obras de Octavio Paz que marcaron a la sociedad mexicana:
Libertad bajo palabra y El laberinto de la soledad.
Mencionaron las actividades que va a realizar el Cobaes. Los
círculos de lectura de los diferentes planteles se van a enfocar en los
libros del autor nacido el 14 de marzo de 1914.
A partir del 23 de enero, se van a proyectar documentales sobre su
vida y obra, se van a realizar páneles de discusión entre jóvenes y se
ofrecerán conferencias de escritores y poetas de cada región.
También se van a realizar concursos entre el alumnado de la zona
sur, en cuento y poesía.
www.noroeste.com.mx/publicaciones.php?id=925513
Para conmemorar el centenario del natalicio de Octavio Paz, la
Cámara de Diputados tiene planeada una sesión solemne en la que se
leerá el poema “Piedra de sol” y se entregará una medalla a la viuda
del poeta Marie José Tramini
Además se prevé la cancelación de un timbre postal, actos en
otros estados de la República y una plataforma en internet, informó
Sonia Rincón Chanona, presidenta la Comisión Especial para
Conmemorar el Centenario del Natalicio de Octavio Paz, durante la
cuarta reunión sobre los avances del festejo.
La diputada de Nueva Alianza precisó que en la sesión solemne, a
efectuarse el 20 de marzo, se verificará la Primera Jornada Pública de
Lectura de la obra de Octavio Paz, con la participación de invitados
especiales y legisladores de la LXII Legislatura.
Se hará la cancelación de un timbre postal y se presentará un
billete de la Lotería Nacional.
Asimismo, se hará la cancelación de un timbre postal y se
presentará un billete de la Lotería Nacional, con motivo de los 100
años del nacimiento del Premio Nobel de Literatura 1990.
La presidenta de la comisión informó que se prevé la
presentación durante ese mes de una plataforma en internet para
acercar a los jóvenes a la vida y obra de Paz.
Mencionó que todos los festejos programados para este 2014 a fin
de conmemorar el nacimiento de Octavio Paz se realizarán con la
participación del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes
(Conaculta), presidido por Rafael Tovar y de Teresa.
24
Sobre la solicitud para que se
difundan en los libros de primaria
más referencias sobre Paz, dijo que
los directores generales de la
Comisión Nacional de Libros de
Texto Gratuitos, Joaquín Diez
Canedo, y adjunta de Materiales
Educativos de la SEP, Laura Isabel
Athié, confirmaron que la
dependencia proyecta imprimir
tomos de su obra.
Hasta el momento, indicó la
representante de Nueva Alianza, se
tienen ya programados diversos actos
en el Distrito Federal, en Zacatecas y
en Yucatán para evocar la trayectoria
del prestigiado poeta mexicano.
Rincón Chanona dio a conocer,
además, que los gobiernos de Oaxaca
y San Luis Potosí ya decretaron el
2014 como el Año de Octavio Paz, y
se espera que se sumen más estados
de la República.
Se prevé, agregó, que durante el
Festival Internacional Cervantino
Octavio Paz y su obra ocupen un
lugar preponderante para difundir su
legado a México y al mundo.
A la reunión asistieron los
legisladores Roberto López González,
del PRD, y Judit Magdalena Guerrero
López, del PVEM.
www.excelsior.com.mx/nacional/201
4/02/12/943445