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    De opciones racionales y confabulaciones: por una teoría política de la política

    Torcuato S. Di Tella 

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    Artículo publicado en Desarrollo Económico 38, no. 150, julio-septiembre 1998.--------------------------------------------------------------------

    DE OPCIONES RACIONALES Y CONFABULACIONES: POR UNA TEORIA POLITICA DE LA

    POLITICA

    Torcuato S. Di Tella1998

    La teoría del r a t i o n a l ch o i c e   

    Las ciencias sociales son tan bisoñas en el estudio de la muy compleja realidad a la que

    dedican sus esfuerzos, que la reacción más natural ante el berenjenal en el que hay que entrarantes de verificar regularidades en el comportamiento humano es la desesperación. Pero unavez pasado ese sentimiento depresivo, lo más recomendable es dedicarse a juntar información a

    través de monografías descriptivas y estudios concretos de procesos históricos, antiguos orecientes, con un modesto bajo continuo  interpretativo. También es posible, para los másaudaces, intentar generalizaciones empíricas, o teorías de alcance medio, aun cuando éstasconstituyan cuerpos de hipótesis no demasiado ligadas unas con otras. Pero la tentación deencontrar alguna llave maestra que lo explique todo es grande, y a ella ha sucumbido unabuena cantidad de politólogos en prestigiadas universidades de los Estados Unidos y, en menor

    medida, de otras partes del mundo. Se trata, claro está, de la teoría del rational choice,traducible como opción racional, o acción racional, y a la que a veces se conoce también como

    del public choice.1 

    Para ponerlo brevemente, este conjunto teórico trata de importar en la ciencia política el

    enfoque de la economía neoclásica. Se argumenta que como las mismas personas sonconsumidoras y votantes, las mismas leyes deben guiar su comportamiento en esas esferas.

    Aunque hay diversas variantes, que más adelante examinaremos, el tronco principal de estesistema teórico supone que los fenómenos sociales pueden derivarse de la suma (e interacción)de las acciones de individuos racionales, orientados en todos los casos a la maximización de sus

    utilidades. Dada la previsibilidad de los objetivos del homo oeconomicus, ante cualquiersituación social se afirma que el observador puede deducir   cuáles son los comportamientos

    esperables.2 

    1. El término "elección racional", muy usado en traducciones al castellano,

    genera confusión con el proceso electoral, por lo que es mejor utilizar el

    término en inglés. Ver, para una sucinta descripción de los orígenes

    intelectuales de esta teoría, James S. Coleman, "A Rational Choice Perspective on

    Economic Sociology", en Neil Smelser y Richard Swedberg, comps, The Handbook of

    Economic Sociology , Princeton, Princeton University Press, 1994; y para algunas

    de sus exposiciones más detalladas, William Riker y Peter C. Ordeshook,

    Introduction to Positive Political Theory , Englewood Cliffs, Prentice Hall, 1973;

    Peter C. Ordeshook, Game Theory and Political Science, Cambridge, Cambridge

    University Press, 1986, y del mismo A Political Theory Primer , New York,

    Routledge, 1992; Jon Elster, comp., Rational Choice, New York, New York

    University Press, 1986; y Roger Myerson, Game Theory: Analysis of Conflict,

    Cambridge, Harvard University Press, 1991.

    2. Se ha dado recientemente una aguda controversia sobre la validez de este

    enfoque teórico, que se puede ver en el muy crítico libro de Donald P. Green y

    Ian Shapiro, Pathologies of Rational Choice Theory: A Critique of Applications in

    Political Science, New Haven, Yale University Press, 1994, complementado por el

    de Jeffrey Friedman, comp., The Rational Choice Controversy: Economic Models of

    Politics Reconsidered , New Haven, Yale University Press, 1996, donde hay

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      Los cultores del rational choice  se dan cuenta de que la gente en general no es muyrazonable, ni está muy informada sobre las consecuencias de sus propias acciones, ni de lasajenas. Pero señalan el gran poder predictivo del modelo, y la elegancia de sus formulaciones

    matemáticas, virtudes que ponen por delante de la veracidad de las predicciones. Pretendenconstruir una especie de modelo ideal, al que la realidad se aproxima: si no lo hace hay queexplicar por qué, y eso permite nuevos desarrollos teóricos. Claro está que al lado del radical

    individualismo metodológico del enfoque, se encuentra la afirmación, que se supone yademostrada por los economistas, de que el mercado es el mejor asignador de recursos, y que

    mecanismos parecidos deberían operar no sólo en el campo de la producción y distribución, sinoen el de la política. Los saltos del ser  al deber ser  son muy frecuentes en esta literatura, y susimplicaciones ideológicas bastante obvias, aunque es preciso decir que entre sus adeptos seencuentran algunos teóricos marxistas, que aparentemente tratan de usar alguna técnica

    marcial del Oriente para voltear al adversario con la fuerza de su propio envión.3 

    Me propongo en este trabajo analizar las características de este corpus  teórico,enfatizando sus contribuciones y sus limitaciones, y sugiriendo finalmente la necesidad de darprioridad a los estudios empíricos y teorizaciones parciales que existen en el campo de las

    ciencias sociales. Porque las brevas aun no están maduras para un esfuerzo integrativo tanambicioso como el propuesto por el rational choice.

    Los iniciadores de esta corriente empezaron con elucubraciones matemáticas, casi juegosde salón. Por ejemplo Kenneth Arrow planteó su famoso teorema acerca de que es imposible,para un grupo de personas con diversas preferencias sobre uno o más temas, llegar a una

    conclusión única acerca de qué conjunto de medidas es el preferido por una mayoría. Porextraño que parezca, dice Arrow que ante cualquier solución hay otra que puede ser mejor. Setrata de un fenómeno parecido al que los etólogos llaman el "orden del picotazo": la gallina Apica a la B, ésta a la C, y así sucesivamente hasta que, para sorpresa de todos, la N picotea a la

    A, y ésta lo acepta resignadamente, pero sigue dominando a las otras.4 

    Pocos años después un economista, Anthony Downs, diseñó un formuleo acompañado degráficos parecidos a los que usan los físicos, para ilustrar su tesis acerca del comportamiento delos políticos, vistos como empresarios en busca de obtener la mayor cantidad posible de votos.Si las actitudes de los votantes se disponen sobre una dimensión única (digamos, de derecha a

    izquierda), y hay dos equipos de políticos, la competencia los lleva a ubicarse donde está la

    mediana de las preferencias del electorado, o sea a coincidir casi por completo con sussupuestos adversarios. Esto en realidad no es así, ni siquiera en los Estados Unidos, aunque escierto que en algunos casos hay una tendencia hacia el centro, pero ello es patentemente falsoen situaciones sociales muy ideologizadas. Pero ello no ha impedido que se considere a esta

    tesis como una de las más brillantes de los últimos tiempos, tratando de ajustarla y refinarla

    numerosas respuestas de los teóricos del rational choice, y también

    contribuciones de sus críticos, incluyendo la de Green y Shapiro. Ver también

    Mario Bunge, "Rational Choice Theory: A Critical Look at its Foundations", en J.

    Götschl, comp., Revolutionary Changes in Understanding Man and Society , Boston,

    Kluwer Academic Publishers, 1995, pp. 211-227. En la compilación de Jane J.

    Mansbridge, Beyond Self-Interest, Chicago, Chicago University Press, 1990, se

    incluye el muy importante artículo de Amartya K. Sen, "Rational Fools: A Critique

    of the Behavioral Foundations of Economic Theory", originalmente publicado en

    1978; y una apretada síntesis, por Jon Elster, "Selfishness and Altruism", de las

    tesis que desarrolla en sus libros Nuts and Bolts for the Social Sciences,

    Cambridge, Cambridge Univerity Press, 1989, y The Cement of Society , de la misma

    editorial y año.

    3. Entre ellos John Roemer, de quien se puede ver el desafiantemente titulado A

    General Theory of Exploitation and Class, Cambridge, Mass, Harvard University

    Press, 1982. En una versión más moderada de ese enfoque, Adam Przeworski,

    Capitalism and Social Democracy , Cambridge, Cambridge University Press, 1985.

    4. Kenneth Arrow, Social Choice and Individual Values, New Haven, Yale University

    Press, 1951.

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    para casos en que las actitudes no se despliegan sobre una línea sino en un espacio de varias

    dimensiones, y cuando hay más de dos grupos de políticos.5 

    Ya en un enfoque más complejo, Mancur Olson, otro economista, escribió un tratadosobre la lógica de la acción colectiva, en que sistematizó y aclaró algunas de estas tesis. Luego,en un trabajo más histórico, buscó explicar con esos instrumentos la prosperidad y ladecadencia de las naciones. La decadencia, para él, está muy ligada a la proliferación de

    asociaciones de intereses que bloquean las decisiones que se necesitan para facilitar lasinnovaciones, y sobre todo la operación de un mercado libre y competitivo.

    La teoría neoclásica, como es sabido, insiste en las características "racionales" delhombre, lo que significa que está permanentemente calculando su propio interés, y raramente

    se lo ve preocupado por el de los demás, de manera que bien se lo puede bautizar como homo pérfidus. Los más modernos enfoques no hacen más que extender este tipo de motivación aotras esferas no económicas, o aparentemente no económicas, de la vida diaria. Como diceJames S. Coleman, "en la concepción simplificada [ parsimonious] del sistema de acción quedeseo establecer, los tipos de acción disponibles [...] se llevan a efecto con un único propósito:

    el de incrementar la realización de los intereses del actor".7 

    Desde ya, existen diversas versiones, "duras" y "blandas" (thick , y thin) de lo queconstituye una acción racional. Algunos pretenden que se trata siempre de la maximización de la

    utilidad económica, material, del actor (versión dura). Otros admiten que el actor puede tenertoda una gama de objetivos, no necesariamente materiales. Esto es más realista, pero entoncesse dificulta el cálculo de las consecuencias de sus acciones, ya que no se sabe qué es lo que losactores quieren, salvo si se estudia empíricamente el terreno, lo cual es muy complicado.Suponer que quieren siempre maximizar su utilidad material es por cierto más simple, pero elproblema es ver hasta qué punto esto permite sacar deducciones verdaderas.

    Toda teoría social se basa, primero que nada, en la inspección de regularidadesempíricas. Estas regularidades, sin embargo, son despreciadas por los teóricos del rationalchoice, porque no son suficientemente deductivas. Según ellos el observar una regularidadempírica no sirve para explicarla, puesto que para eso habría que deducirla   de otras leyes o

    hipótesis más generales. Además, para que una explicación sea convincente, hay que mostrarcómo la regularidad empírica observada se deduce no sólo de otras regularidades empíricas,sino de hipótesis básicas sobre comportamientos humanos volitivos, o sea intenciones.

    Así, William Riker dice que una regularidad empírica nunca puede ser "prueba devalidez", porque "no revela la razón de la regularidad". Y Bruce Bueno de Mesquita agrega que

    "no debemos engañarnos por éxitos empíricos aparentes y creer que el conocimiento científico

    puede ser obtenido sin el ejercicio abstracto y riguroso de la prueba lógica".8  Más realista, sin

    embargo, y más congruente con la práctica científica común, sería afirmar que aunque porcierto una explicación debe incluir algún mecanismo causal, ella bien puede apelar a otras

    proposiciones empíricas, con lo que se obtiene un sistema hipotético deductivo interligado, pero

    5. Anthony Downs, An Economic Theory of Democracy , New York, Harper and Row,

    1957.

    6. Mancur Olson, The Logic of Collective Action: Public Goods and the Theory of

    Groups, New York, Schoken, 1968; y su The Rise and Decline of Nations: Economic

    Growth, Stagflation, and Social Rigidities, New Haven, Yale University Press,

    1982. Ver también Duncan R. Luce y Howard Raiffa, Games and Decisions, New York,

    Wiley, 1957.

    7. James S. Coleman, Foundations of Social Theory , Cambridge, Mass, Belknap

    Press, 1990, p. 32.

    8. William Riker, "Political Science and Rational Choice", en James E. Alt y

    Kenneth A. Shepsle, comps, Perspectives on Positive Political Economy , Cambridge,

    Cambridge University Press, 1990; y Bruce Bueno de Mesquita, "Toward a Scientific

    Understanding of International Conflict: A Personal View", International Studies

    Quarterly  29 (1985):121-136.

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    sin necesariamente llegar a "axiomas" que se consideren casi como evidentes.9 

    El enfoque del rational choice, con su excesivo énfasis en la elegancia y matematicidadde las deducciones, deja de lado la preocupación por verificar los resultados. En esto secontrapone a la posición más pragmática de Milton Friedman, para quien no importa tantocuáles sean las suposiciones iniciales de un sistema teórico, o sea que no es muy central su

    validez o realismo, con tal de que las consecuencias que predice sean efectivas.10

     

    El "axioma" de las variantes principales del rational choice es que el individuo opera conun comportamiento racional en busca de utilidades, o beneficios materiales, o eventualmente derealizar las cosas que quiere, cualesquiera ellas sean. Las afirmaciones de menor nivel degeneralidad deben ser deducibles  de ese axioma, teniendo en cuenta además las condiciones

    externas iniciales o de contorno.Así, por ejemplo, no sería explicativo decir que con el mayor desarrollo económico

    aumenta el nivel de participación en asociaciones, hecho empírico bruto, basado cierto es en ungran número de observaciones, pero al final de cuentas bruto pues no nos dice por qué esoocurre. Para que la explicación convenza es preciso no sólo deducirla de otra, sino deducirla --

    directa o indirectamente -- de la operación de motivaciones individuales claramentereconocibles. Esto ha dado nueva validez a las explicaciones "teleológicas", pero a nivel deindividuos. O sea, se debe establecer cuáles son las motivaciones, las intenciones, de los

    individuos; y los sucesos o fenómenos sociales deben deducirse de esas actitudes, dentro de lasrestricciones existentes. No es que las cosas ocurran porque la gente lo quiere, puesto que hay

    muchas cosas distintas que diversos grupos de gente quieren. Pero lo que ocurre porque alguienlo quiere, y a ese mecanismo volitivo hay que referirse para entender lo que sucede.

    Al pasar de las motivaciones individuales a los hechos sociales se plantea el problema delos niveles de emergencia, que ha dado mucho trabajo a los filósofos de la ciencia, tanto de lasduras como de las blandas, y al que los teóricos del rational choice  en general no prestan

    suficiente atención.11

      Sin embargo, James Coleman, en una posición algo ecléctica, aunque

    9. Es mejor evitar la palabra "axioma", a pesar de su uso frecuente en las obras

    de metodología o filosofía científica. El término, al menos en nuestra habla

    común, se refiere a algo que no se discute, por ser evidente. En su uso

    científico un axioma es una proposición, o hipótesis, que no se deduce de otrassino que se toma como inicial en un sistema deductivo, y que como hipótesis se

    supone correcta, pero su continuo uso dependerá de que las deducciones

    ("teoremas") que de ella provengan sean válidas. Ocurre sin embargo que las

    deducciones se basan en una combinación de varios axiomas, o de ellos más

    condiciones iniciales de entorno, todos los cuales pueden ser inválidos o mal

    medidos, así que nunca es claro, cuando una conclusión no se verifica

    empíricamente, quién es el culpable. De manera que siempre es posible "salvar" a

    los axiomas introduciendo nuevas variables, o hipótesis auxiliares. A menudo un

    axioma relaciona términos teóricos, o inobservables, o variables latentes, cuya

    legitimidad se sostiene por la validez empírica de las consecuencias deducidas.

    Ver, respecto de la idea de los teóricos neoclásicos de que sus hipótesis básicas

    son "evidentes", Jeffrey Friedman, "Introduction: economic approaches to

    politics", en The Rational Choice Controversy , p. 9; y Kenneth A. Bollen,

    Structural Equations with Latent Variables, New York, Wiley, 1989, para quien "la

    precisión formal de los modelos de rational choice  sobrepasa por mucho la

    capacidad de los politólogos de medir" (p. 41). Sobre términos teóricos, Gregorio

    Klimovsky, Las desventuras del conocimiento científico: una introducción a la

    epistemología, Buenos Aires, A-Z Editora, 1994, cap. 20.

    10. Milton Friedman, "The Methodology of Positive Economics", artículo incluído

    en sus Essays in Positive Economics, Chicago, Chicago University Press, 1953. Ver

    al respecto también Oscar Cornblit, "Acontecimientos y leyes en la explicación

    histórica", en la obra compilada por él mismo, Dilemas del conocimiento

    histórico: argumentaciones y controversias, Buenos Aires, Sudamericana, 1992.

    11. Ver Geoffrey M. Hodgson, "The Return of Institutional Economics", en Smelser

    y Swedberg, The Handbook of Economic Sociology , pp. 58-76, pp. 61-62, para una

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    adopta el individualismo metodológico, acepta que como resultado de la interacción entreindividuos se dan fenómenos emergentes a nivel del sistema, que no habían sido esperados nideseados por los individuos. Lo cual, a decir verdad, es bastante evidente, y en una versión algo

    extrema es la base de la estrategia durkheimiana de explicar lo social sólo por lo social.El enfoque del rational choice está en el extremo opuesto, aunque Coleman admite que al

    desmenuzar la sociedad en sus componentes, en busca del individuo, no es necesario llegar

    siempre a ese nivel, pero que es necesario "bajar" lo más que se pueda desde el nivel macro,hasta llegar, si no a individuos, por lo menos a grupos sociales de quienes se pueda suponer

    (aunque sea metafóricamente) que tienen motivaciones y voliciones, como las de los

    individuos.12

     Una vez que los objetivos (goals) son conocidos, las acciones son las que el actor percibe

    como más eficientes para obtenerlos. Pero el cálculo de costo-beneficio es feroz. Si el beneficioque le toca a uno de un bien público que requiere acción colectiva es menor que el costo parauno mismo de la acción necesaria para generar el bien público, esa acción no se realizará (porejemplo no se pagarán los impuestos, ni mucho menos las cuotas del sindicato) salvo si se estáobligado.

    ¿Pero cómo se explica que existan acciones "irracionales", autodestructivas, impulsivas, oexpresivas? Ocurre que si se conoce mejor el punto de vista del actor, sus acciones,aparentemente irracionales, resultan racionales. En todo caso, se estudiará sólo la parte racionalde la acción, dejando como residual el resto. Y en última instancia, "otra forma de ver una teoríabasada en actores racionales es especificar que es una teoría construida para un conjunto de

    actores racionales abstractos. Si una teoría construida de esa manera puede reflejar elfuncionamiento de sistemas sociales reales, que involucran a personas reales, es entonces un

    problema empírico".13

     También cuando uno se enamora es como resultado de un rápido cálculo de

    conveniencias y desventajas; y lo mismo hacía San Francisco de Asís cuando predicaba a lospájaros, y también Hayek al escribir sus libros. En realidad, ya Dostoyevski le hacía decir a unode los personajes de Los poseídos que cuando uno acaricia a un gato no lo hace por hacerle unbien al gato sino por su propio placer.

    Todo esto es muy esprit fort , y supongo que más de un petimetre debe haber probado

    este tipo de argumento en los salones de las damas parisinas del siglo de las luces. Es bueno

    para escandalizar al interlocutor bienpensante, sea de comunión diaria o de lectura asidua de losmanifiestos de izquierda. Pero el problema es que no va suficientemente a fondo en el análisisde la miseria humana.

    En épocas más recientes Karl Marx también trató de "desenmascarar" la hipocresía, pero

    se concentró en los cálculos de los burgueses, creyendo que a los proletarios las generales de laley no se les aplicarían. Más a fondo en esta disgustante exploración fue Sigmund Freud, querealmente no dejó títere con cabeza. Los más sublimes sentimientos esconden motivosinconfesables, y por lo tanto inconfesados. Pero justamente aquí, en esta "inconfesabilidad",

    radica el aporte realista del creador del psicoanálisis. Porque en nuestra vida diaria no actuamoscon el brutal egoísmo con que en cambio se maneja nuestra líbido. ¿Pero entonces nuestralíbido no somos nosotros mismos? Sí y no, y aquí está el quid de la cuestión.

    Nuestros instintos básicos, líbido, o pulsiones, como más científicamente se las conoce,actúan todo el tiempo, pero de manera bastante ciega, y distorsionadas por todo género de

    represiones, desviaciones y sublimaciones. De manera que el hombre, en esta percepción, es unegoísta consumado, cierto es, pero a nivel de su inconsciente. Este inconsciente no tiene

    distinción entre el individualismo ontológico (a su juicio aceptable) y el

    metodológico, que ignora el hecho de los niveles de emergencia. Ese mismo tema es

    tomado, en un trabajo reciente, por Paul Krugman, The Self-Organizing Economy ,

    Cambridge, Mass., Blackwell, 1996, quien da como ejemplo el hecho de que a nivel

    atómico no se puede predecir que el agua sea líquida.

    12. Coleman, Foundations of Social Theory , p. 3.

    13. Coleman, Foundations of Social Theory , p. 18.

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    suficiente claridad de percepción como para hacer grandes cálculos racionales, aunque algunoshace, pero groseros, y a menudo equivocados. Es así como el egoísmo del comportamientohumano está recubierto por una capa de formaciones adicionales, concretadas en la cultura y en

    las convenciones sociales, que sólo permiten su expresión parcial. Esta expresión parcial ydistorsionada del egoísmo raramente lleva a actos desinteresados o solidarios (aunque a vecesellos se dan, por más pies de barro que tengan) sino más bien a una acción un poco tonta,

    resultado de presiones sociales, convenciones, costumbres, y confusos recuerdos de lo que nosdecían en la infancia.

    Individuos así formados son los que tienen que competir en el mercado, a menudo sinmuch claridad acerca del ambiente en que deben moverse. La simple y crasa ignorancia es, porcierto, un factor en esta situación. Dicho de otra manera: el hecho de que los actoresindividuales, en el mercado o en su casa, actúan con egoístas cálculos racionales, podrá ser

    cierto si se lo toma al nivel del inconsciente, aunque a menudo esos cálculos se basan eninformación deficiente o fantasiosa. Cuando tomamos al individuo al nivel consciente, encambio, el cálculo racional sólo opera en contadas ocasiones, pues está limitado por el conjuntode normas, valores y otros aspectos de la cultura, esa costra que es tan difícil, y seguramenteindeseable, romper. Además, el responsable final de las decisiones, la libido, es un dictador

    despótico y egoísta, pero bastante ciego. De manera que cualquier cosa puede resultar de suspoco razonables cálculos.

    Algunos teóricos del rational choice  se han dado cuenta de que a menudo no actuamoscon la brutal claridad del cálculo de intereses, y han agregado una serie de hipótesis auxiliares y"ruidos", lo que es legítimo como cualquier otro intento de salvar una teoría, pero cuando los

    ruidos son excesivos ya no es posible escuchar la melodía de las fórmulas matemáticas, por máselegantes que sean.

    James Coleman, cultor algo revisionista de las teorías del rational choice, llega hasta elpunto de dedicar un entero capítulo de sus Foundations of Social Theory  al análisis del Yo (Self ),pues "algunas de las desviaciones de la racionalidad parecerían deberse a que la organización

    del Yo es más compleja que lo que se supone para el actor unificado de la teoría del rationalchoice". En su análisis, por cierto valioso, resulta que el Yo está usualmente dividido, y tiene unaserie de censores internos y otras distorsiones de sus cálculos egoístas.

    Este tema del análisis del Yo está ligado también al de las normas, "parte del más amplio

    proceso llamado socialización", cristalizadas en una sociedad por encima de lo que quieran ocalculen los individuos, y que implica la "instalación de un superyó". Si alguien pensaba que lasnormas son simplemente guías a la acción sin las cuales toda sociedad se desintegraría, esbueno enterarse que ellas son "dispositivos para controlar las acciones en el interés de personasdistintas al actor", lo que es una forma bastante dura de mirar el revés de la trama,posiblemente cierta, pero un poco pobre en describir el fenómeno en su total complejidad. Por

    otra parte, el homo pérfidus, aun dándose cuenta de que le quieren meter unas normas que nole convienen, puede tratar de evitar humillaciones a través de llegar a creer realmente en esasnormas, lo que exige "modificar el Yo cuyos intereses el actor trata de maximizar a través desus acciones".

    O sea, que hay una alternativa a sentirse forzado por las normas, que dudo sea

    consciente: "[El actor] puede actuar de manera de reestructurar el mundo externo, obteniendocontrol sobre ciertos eventos que son importantes para él; o bien puede reestructurar su Yo,

    desarrollando un interés en ciertos eventos, y perdiendo interés en otros. [...] El actor obtienesatisfacción, no actuando para cambiar el mundo, sino cambiándose a sí mismo para estarsatisfecho con el mundo". No es una estrategia demasiado heroica, pero cada uno se las arregla

    en esta feria como puede.Pero hay más: uno puede "expandir" el propio Yo, de manera que lo que le pasa a otros

    es como si le pasara a uno. Esa expansión del Yo se hace en la expectativa de que ello traerábeneficios. Uno se convierte en hincha de gente o de equipos exitosos, porque comparte comopropios sus éxitos:

    La identificación puede ocurrir como consecuencia del proceso de entregar el control aotro. Una persona entrega a otra el control sobre cierto sector de sus propias acciones,y entonces se produce un cierto grado de identificación. En el caso extremo, si un actor

    entrega el control de sus acciones a un líder carismático, en general terminará

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    identificado con ese líder.14

     

    Lo cual es interesante como descripción de un mecanismo, pero más interesante es sabercómo y cuándo y dónde cantidades grandes de gente lo usan.

    Las asociaciones, esas confabulaciones... 

    Es realmente sorprendente la atención que los teóricos del rational choice dan a lo que

    llaman paradoja del voto. Con gran despliegue de fórmulas matemáticas y de gráficos dicen queel ciudadano racional no debería ir a votar, porque la posibilidad de que su voto sea decisivo estan baja que no compensa el esfuerzo de salir de casa. Tan es así que "una premisa básica en lateoría del  public choice es que el voto es irracional como actividad de inversión"; por lo tanto, se

    lo explica como "actividad de consumo".15

     

    Parecería ser que el hecho de que sólo la mitad de la gente vota en los Estados Unidos esel que ha dado inicio a esta teorización. Pero resulta que para los asombrados teóricos cuyasobras estamos considerando, demasiados votantes concurren a las urnas en ese país, por nohablar de otros como los europeos, donde tampoco hay sanciones al no votante (como las hay

    en cambio en la Argentina, lo que explicaría nuestra alta concurrencia). Hay que traer entonces

    hipótesis auxiliares: quizás sea beneficioso ser visto por los vecinos votando, o bien uno cree(equivocadamente) que el voto propio será decisivo, o le divierte ir a las urnas, o lo consideracomo un paseo, o -- ¡extrema irracionalidad! -- uno puede hacerlo por sentido del deber cívico.Pero en este último caso se obtiene un beneficio psíquico, con lo que el voto se vuelve racional,

    aun cuando en su inicial estudio Downs negaba la validez de ese recurso psicológico, pues con él

    se podía afirmar cualquier cosa.16

      Afinando más la teoría, Bernard Grofman predice que lagente tiene menos tendencia a votar cuando hay mal tiempo, mientras que en forma másrealista John Aldrich sostiene que el cálculo racional no se aplica a casos en que los costos o

    beneficios de la acción son muy bajos, o cuando son muy altos y tensos, en cuyo caso interviene

    la acción emocional. ¿Pero entonces qué queda de la teoría original?17

     Para máximo escándalo de los discípulos de Sarmiento, en este corpus teórico ha

    reaparecido bajo nueva forma la tesis de la "santa ignorancia", esgrimida por los sectoresmenos progresistas de la Iglesia Católica en tiempos ya superados. Se trata nada menos que dela "rational ignorance hypothesis" , que para Gordon Tullock es la mayor contribución del rationalchoice. Consiste en que "el buscador de información continúa invirtiendo recursos para obtenerdatos hasta que el beneficio marginal de la información sea igual al costo marginal de

    obtenerla".18

     

    14. Para todas estas citas, de Coleman, Foundations of Social Theory , ver su cap.

    19, y pp. 505, 294-295, 517, 519.

    15. Roger L. Faith y Robert D. Tollison, "Expressive versus Economic Voting", en

    la antología preparada por W. Mark Craig y Robert D. Tollison, comps, Predicting

    Politics: Essays in Empirical Public Choice, Ann Arbor, University of Michigan

    Press, 1990, p. 231.

    16. William Riker y Peter C. Ordeshook, "A Theory of the calculus of voting",

    American Political Science Review  62 (1968):25-42. Ver también Peter Ordeshook,

    "Engineering or Science: What is the Study of Politics?", en Friedman, The

    Rational Choice Controversy , quien acepta "desde adentro" muchas de las críticas

    que se hacen a la teoría del rational choice.

    17. Bernard Grofman, "Is Turnout the Paradox that ate Rational Choice Theory?",

    incluído en la obra compilada por él, Information, Participation and Choice, Ann

    Arbor, University of Michigan Press, 1993; y John H. Aldrich, "Rational Choice

    and Turnout", American Journal of Political Science 37 (1993):246-278.

    18. Gordon Tullock, "Public Choice in Practice", en Clifford S. Russell, comp.,

    Collective Decision Making: Applications from Public Choice Theory , Baltimore,

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    Alexis de Tocqueville, para quien si un pueblo "va a permanecer civilizado, o llegar a serlo, elarte de asociarse debe crecer y mejorar en la misma medida en que se hace más notoria la

    igualdad de las condiciones."22

     

    Pero ahora Mancur Olson nos dice que la principal causa de decadencia de ciertos paísesoccidentales es la proliferación de asociaciones que defienden sus intereses, aunque los otrosteóricos del rational choice se sorprenden de que alguien participe en ellas. En realidad, ya antes

    uno podría haberse dado cuenta de que las asociaciones pueden llegar a tener objetivos aviesos,como afirmaba Adam Smith, para quien "gente del mismo ramo raramente se junta, aunque seapara diversión, sin que la conversación termine en una confabulación contra el público, o en un

    acuerdo para aumentar los precios".23

      Dentro de esta línea de pensamiento, el mismo autor

    veía con cierta desconfianza las actitudes de los comerciantes e industriales, cuyas propuestaslegislativas debían ser examinadas con la máxima cautela, pues en general "tienen interés en

    engañar y aun oprimir al público" mediante sus "artimañas y su rapacidad".24

      Esto es asíporque para Adam Smith el hombre -- y también la mujer -- son malos, movidos por

    sentimientos tales como "el interés, la emoción, el prejuicio, el orgullo, la ambición, el

    resentimiento, el temor, el terror, el entusiasmo y la rabia."25

      Todo lo cual es compatible con lahipótesis del homo pérfidus, pero no con la del cálculo racional. Con este tipo de materiales es

    que había que construir una sociedad medianamente potable, que es lo máximo a que se puede

    aspirar.Esa sociedad no puede menos que estar llena de asociaciones de representación de

    intereses "neocorporativos", empresarios o sindicales, o aun meramente culturales, justo las queMancur Olson considera responsables de la decadencia de Gran Bretaña y otros países, porque

    con su "búsqueda de rentas" entorpecen el libre juego del mercado, que por hipótesis es elmejor de los adjudicadores de recursos.

    Sin embargo, un análisis del funcionamiento de cualquier democracia modernadocumenta lo que un observador sociológicamente inclinado puede palpar, o sea, el predominiode instituciones profesionales, sea a nivel técnico, empresarial, o sindical, que entre ellas se

    reparten el poder. En este trasfondo los intereses organizados están siempre dispuestos a entraren confabulaciones a favor del propio interés; y del común que se ocupen los demás.

    Esta es la base del sistema social y político europeo, y no se puede decir que le haya idotan mal desde la posguerra. También lo es, quizás en alguna menor medida, tanto del de los

    Estados Unidos como del de Japón, y de los países latinoamericanos más desarrollados.26  Si a

    alguno de ellos le ha ido mal, no es realista pensar que sea por la aplicación de un régimen debloques internos de poder, que se equilibran, aproximadamente y en el largo plazo, sino por una

    22. Alexis de Tocqueville, Democracy in America, 2 vols, New York, Vintage Books,

    1961, vol. 2, p. 118.

    23. Adam Smith, Wealth of Nations, 2 vols, Londres, J.M. Dent and Sons, 1934,

    vol. 1, p. 117. Aquí el autor usa el término "trade", que puede referirse a

    empresarios o a trabajadores asalariados. Por el contexto, se deduce que piensa

    más bien en artesanos, que manejan "precios" de sus mercaderías, aunque también

    puede referirse a trabajadores asalariados, y por cierto a empresarios de más

    calibre.

    24. Donald Winch, Adam Smith's Politics, Cambridge, Cambridge University Press,

    1979, p. 140.

    25. Winch, Adam Smith's Politics, pp. 168-169.

    26. Suzanne Berger, comp., Organizing Interests in Western Europe: Pluralism,

    Corporatism and the Transformation of Politics, Cambridge, Cambridge Univerity

    Press, 1981; Gerhard Lehmbruch y Philippe Schmitter, comps, Patterns of

    Corporatist Policy Making , Sage Modern Politics Series, vol. 7, Beverly Hills,

    Sage, 1982; Philippe Schmitter y Gerhard Lehmbruch, comps, Trends Toward

    Corporatist Intermediation, Londres, Sage, 1979.

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    gran cantidad de factores. De todos modos, la hipótesis acerca del rol negativo de lasasociaciones no está necesaria ni lógicamente ligada a los presupuestos de la teoría del rationalchoice, pues no se puede deducir de la premisa de que la gente actúa racionalmente. Lo que

    hay que examinar es cómo actúan las asociaciones en diversos contextos sociales, y entoncesentramos de lleno en el estudio de regularidades empíricas, no deducibles -- todavía, y quizás

    nunca -- de unos pocos axiomas iniciales.27

     

    Es preciso entonces estudiar concretamente los casos de mala aplicación del llamadopluralismo corporativo, excesos de algunos de sus componentes, mala administración, debilidaddel sistema de partidos, inseguridad generalizada, tanto para el capital como para las personas,y así siguiendo. Lo que se impone como evidente es que no hay una variable única -- ni elmercado libre, ni las agrupaciones empresarias o sindicales, ni el proteccionismo

    neocorporativista -- que sea suficiente para explicar un proceso. Su rol puede, incluso, ser hastaopuesto en casos distintos, como el del proteccionismo, que operó resultados muy diversos enlas industrializaciones tempranas de los Estados Unidos, Alemania, Japón, o América Latina, porla simple razón de que se combinó con otros factores.

    El mismo Olson, más abierto a la diversidad del mundo real que algunos de sus

    discípulos, admite que "sería tonto buscar una explicación monocausal" del ascenso y caída dediversos países o civilizaciones. Según él las teorías monetaristas y de lo que llama rationalexpectations equilibrium  suponen comportamientos individuales racionales, pero no explican la

    desocupación involuntaria; suponen que el desempleo es voluntario.28 

    Por otra parte, en un trabajo más reciente Olson afirma que en sociedades atrasadas "lasnegociaciones necesarias para crear sociedades eficientes, de hecho no tienen lugar. [...] Enmuchos casos esas negociaciones son inclusive incompatibles con el comportamiento racionalindividual. [...] La racionalidad individual está por cierto muy lejos de ser suficiente para la

    racionalidad social".29

     

    Los instintos "animales" (en inglés suena mejor: animal spirits) de los empresarios son labase de la competitividad que hace que todos seamos más eficientes. Pero esos mismosinstintos los llevan a agremiarse, a reunirse y tener conversaciones que, como Adam Smith

    preveía, no pueden menos que derivar en un aumento de honorarios. ¿Es eso bueno o malo?Quizás sea malo, pero también inevitable, y sobre todo muy difícil de evitar en un régimendemocrático.

    La teoría económica, por lo menos la que está à la mode, parece ser más que nada unaserie de exhortaciones contra el mal comportamiento de la gente, al menos de la gente en

    sociedad. Lo que deberían hacer los agentes económicos, para tener contentos a estos teóricos,y para mejorar las perspectivas vitales de sus sociedades (aunque no está muy claro por quédeberían preocuparse por ello) es desatar sus animal spirits  en su actuación individual, peroabstenerse de actuar colectivamente, salvo para fines benéficos. Tigres en lo individual, conejosen lo colectivo. ¿Existió eso alguna vez en algún lugar del mundo?

    Realmente sería una gran casualidad que el conjunto de decisiones de actores más omenos egoístas y en general poco informados y escasamente razonables, resultara en el mayorbien del mayor número. Más lógico es pensar que esto resulte de la acción de un dictadorbenévolo. Pero ni lo uno ni lo otro es cierto. Lo del dictador benévolo, en que mucha gente hacreído, desde la antigüedad hasta ayer nomás, hoy ya no tiene muchos adeptos. En cuanto al

    mercado, la peregrina idea de que la libre competencia redunda en el mayor bien del mayornúmero, ha tenido una cierta validación empírica, al menos en muchos casos y a grandesrasgos. Hay gruesas excepciones, de las que la más dramática es la crisis iniciada en el año

    27. Para una crítica del método deductivo usado por los teóricos del rational

    choice, ver Terry More, "On the Scientific Status of Rational Choice Theory",

    American Journal of Political Science 23 (1979):215-243.

    28. Olson, The Rise and Decline of Nations.

    29. Mancur Olson, "Big Bills Left on the Sidewalk: Why Some Nations are Rich,

    Others Poor?", Journal of Economic Perspectives 10, 2, (1996):3-24, p. 23.

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    1929. Hay quienes dicen que esa crisis no se resolvió en breve plazo por culpa de las tarifasprotectivas sancionadas por los Estados Unidos, aunque Paul Krugman, economista bastante

    cercano a algunas tesis neoliberales, les responde que esa interpretación es "nonsensical".30

     

    La fragmentación del poder, dentro de un Estado, o entre Estados vecinos, ha promovidola capacidad innovativa y el desarrollo científico y económico de Occidente. Pero llevado aexcesos puede ser también un factor de estancamiento, como en Italia antes de la unificación, y

    como amenazaba serlo en Alemania. Es que los procesos de desarrollo son multidimensionales,y por lo tanto inevitablemente multicausales, y las mismas variables pueden tener efectospositivos o negativos según la manera en que se combinan con otras. Así, en China, durantegran parte de su historia, la centralización del poder ahogó las iniciativas innovativas; pero enJapón su fragmentación en manos de los daymios feudales no ayudó particularmente a su

    desarrollo, y éste se vio estimulado al unificarse el país de manera bastante autoritaria en 1868.En realidad un Estado fuerte es muy conveniente para un desarrollo económico, y no sólo

    para salir del subdesarrollo. Pero Estado fuerte no es lo mismo que Estado autoritario: se tratade dos variables que no siempre van juntas. Así, por ejemplo, los actuales Estados de Alemaniay de Japón son fuertes, pero democráticos. Claro está que su democracia está basada en el

    mutuo equilibrio de "confabulaciones" que quizás puedan ser interpretadas como "contra elinterés público", pero que de hecho son "a favor del propio", y el resto se negocia. Su secreto,entonces, está en cómo se negocia, lo que depende de multitud de factores, algunos heredadosde generaciones anteriores, otros basados en una lectura de la propia o la ajena historiareciente, y todos cambiables o ajustables mediante el aprendizaje colectivo.

    A veces se critica el uso de variables sociales o culturales, porque ellas son difíciles decambiar mediante la acción humana. Por ejemplo, el argumento de que "los japoneses son porsu cultura disciplinados, colaborativos, etc, etc", nos deja con la boca abierta, pero al mismotiempo nos deprime ante la imposibilidad de adquirir esas virtudes en menos de cuatro o cincogeneraciones. La persistencia y muy lenta cambiabilidad de muchos aspectos sociales y

    culturales es un hecho; pero los factores políticos pueden, en cambio, actuar de manera másrápida, por una combinación de acción orientada a fines, y circunstancias favorables. El cambiode la Cuarta a la Quinta República en Francia es un caso, y lo mismo los episodios de finalizaciónde los regímenes dictatoriales en América Latina, o para ir a un caso más histórico, la formaciónde una elite política en la Argentina de la generación del ochenta. Esta generación barrió con

    muchas trabas al mercado interno y externo; pero su presencia y su accionar deben serexplicados como resultado de una combinación de circunstancias acerca de las cuales la teoríadel rational choice  tiene muy poco que decir que no sea analizable desde una perspectiva másclásica. A veces la creación de un mercado libre ha sido producto de un Estado nada liberal,como en Chile. Y algo parecido, pero para crear un sistema con mucha más intervención estatal,

    ha ocurrido o está ocurriendo en los Tigres asiáticos.En la actualidad, se observa que de los tres grandes sistemas económico-políticos

    dominantes, el norteamericano es el más "liberal", y eso que los lobbies están muy activos tantoen el poder legislativo como en el ejecutivo, y sin duda en el judicial. Claro está que en estascosas todo es relativo. En el sistema europeo los controles gubernamentales son mucho más

    intensos, y lo mismo ocurre con las presiones que generan los lobbies y las asociacionesprofesionales. Estas últimas, especialmente los sindicatos, y en la misma onda los partidospopulares, son mucho más fuertes que en el caso norteamericano. ¿Deberá pensarse entonces

    que Europa está condenada a la parálisis, a la "euroesclerosis" de que algunos hablan? Esto noparece ser el caso, aunque se pueden citar cientos de ejemplos de interferencias de los gruposde interés sobre el proceso productivo, algunos de los cuales bien pueden tener efectosnegativos sobre el bienestar general. Quizás uno de ellos sea que la fuerza del sindicalismo y dela legislación social impide la rebaja excesiva de los salarios, y por lo tanto -- a igualdad deotras condiciones -- aumenta el desempleo. Pero las "otras condiciones" no siempre son iguales,

    y por otro lado no parece que, exhortaciones aparte, los europeos estén dispuestos a reducir losbeneficios de su Estado de Bienestar Social a los niveles que la teoría neoliberal exigiría paradarles un certificado de buena conducta. Y en el Japón la situación se parece más a la europea

    30. Paul Krugman, The Age of Diminished Expectations, Cambridge, Mass., MIT

    Press, 1995, p. 125.

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    que a la norteamericana, incluso se puede decir que las barreras a la libre circulación de losfactores son aun mayores.

    La problemática social que encara un país en desarrollo es vastamente más amplia que la

    meramente económica, y no se puede pensar que la liberación de las fuerzas del mercado va adar siempre resultados positivos. De hecho, los grupos de presión están aquí para quedarse, omejor dicho siempre existieron aun antes de que se les diera ese nombre. Se precisa desarrollar

    una convivencia entre ellos, la que constituye la base del pluralismo político.No sólo los economistas, sino gran parte de la opinión pública mundial, han llegado a la

    conclusión de que, dentro de ciertos límites, la competencia en un mercado libre es beneficiosa,aun cuando hay mucho campo para disentir acerca de cuáles son esos límites. Pues bien, latarea de los sociólogos y politólogos es la de estudiar las condiciones bajo las cuales lacompetencia -- si se quiere usar esa palabra -- entre grupos de interés o de presión, puede

    llevar a una esclerosis, o por el contrario a un fortalecimiento del tejido social, de la solidaridad,y de la calidad de vida.

    Así, por ejemplo, es argumentable que en Gran Bretaña el poder de los sindicatos, y lasactitudes dominantes entre muchos de sus dirigentes y activistas, fueron durante los añossesenta y setenta en parte responsables de la decadencia industrial del país (que, por otra

    parte, sin duda tiene muchas otras causas, como por ejemplo la herencia de un imperioperdido). Pero en otro contexto social, como el de Alemania, los sindicatos han sido

    posiblemente más poderosos que en Gran Bretaña, y han contado con una legislación que les hadado mayor ingerecia en el manejo de las empresas, en base a la codeterminación. Pero esepoder no se reflejó en decadencia industrial, y si Alemania tiene hoy problemas económicos,

    ellos tienen otra etiología. Hay quienes dicen que parte del problema está en la resistencia de lapoblación trabajadora a reducir sus ingresos a valores medios internacionales. Pero másproblemas tendría Alemania si su población trabajadora realmente llegara a esos niveles.

    El equilibrio de poderes: sus efectos económicos

    En una sociedad con libertades públicas el equilibrio de poderes es la base no sólo de la

    política sino también de la economía. En otras palabras, no es posible tener una sociedad sin"confabulaciones contra el interés público". Entonces, if you can't beat them, join them. De

    hecho, toda sociedad democrática -- y aun muchas no del todo o para nada democráticas -- esun conjunto de grupos de interés que se mantienen más o menos en jaque mutuo. Si hoy díaparece que el poder se ha desplazado excesivamente hacia uno de los lados, ello no se debe a

    que deje de existir la trama de intereses encontrados, sino a que se ha dado una peculiarcoyuntura, a nivel mundial, que debilita a algunos de los competidores, dando inusitadasventajas al capital internacional y a sus ramificaciones. Esto está produciendo suficientes efectosnegativos como para generar una reacción, no necesariamente pacífica.

    Nuestra sociedad actual, pero también cualquier otra imaginable con realismo, es una

    verdadera morada de fieras, y a ese hecho tenemos que ajustar nuestro comportamiento, tantoindividual como colectivo. No es un Areópago ateniense en que cada cual hace sus "cálculosracionales", y aun en ese augusto concierto de sabios debe haber habido alguna "confabulación"decididamente contraria al interés público, como las hay en el Senado norteamericano.

    La búsqueda del propio interés, a menudo velado por la ignorancia o las pasiones, lleva a

    la gente a agruparse, como ya lo señalamos repetidamente, usando los recursos que tiene a sudisposición. Se da entonces, en los países económica y culturalmente avanzados, una fuerteasociación entre la estructura neocorporativa de los intereses, y la estructura de los partidos.Esto no es exactamente la lucha de clases como la visualizaba Karl Marx, pero es sin duda unconflicto con importantes dimensiones clasistas. Ahora bien, a estos grupos de interés,

    estructurados y entrelazados con los partidos y con el sistema institucional, no es posibledecirles "¡ hands off the economy !" Van a meter la mano, no se puede esperar otra cosa, y es elrol de la justicia y de la policía evitar los peores excesos de esa metida de mano. Dentro delímites razonables, y con una opinión pública medianamente alerta, la ligazón entre los interesessectoriales y el sistema partidario y representativo es legítima y ética. Es ella, y no la anónima

    interacción de millones de individuos aislados, racionales o no, la que constituye la base del

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    funcionamiento democrático.31

     

    Así como la teoría económica ha llegado al concepto de mercado, como institución quecompatibiliza los actos egoístas de los productores, la teoría sociológica ha desarrollado elconcepto de pluralismo, como expresión del equilibrio, ya no entre individuos, sino entre gruposasociativos del más diverso tipo, dispuestos cada uno a sacar la mayor tajada posible. Esa luchapuede terminar -- a menudo ha terminado -- en violencias civiles, dictaduras hobbesianas, o

    parálisis por "empate social" no legitimizado. Pero también puede producir un tipo deconvivencia que permite alcanzar un grado de civilización mayor, como el que se ha dado en laparte más próspera del mundo desde la última posguerra.

    De la misma manera en que la búsqueda de la ganancia por millones de agentesindividuales, en un mercado competitivo, produce a menudo un resultado favorable al bienestar

    general, sin que nadie se lo proponga, también puede ocurrir lo mismo con la lucha entreasociaciones y grupos de presión. En este proceso, el intento de los sectores populares deproteger su nivel de vida mediante intervenciones que signifiquen controlar las fuerzas delmercado, es un comportamiento tan egoísta, y por lo tanto legítimo, como el del empresario queaprovecha las oportunidades de comprar barato y vender caro, o "vota con los pies" y se va a

    otra parte cuando lo molestan.

    Conclusiones 

    Las ciencias sociales han estado por bastante tiempo en crisis, debido en buena parte alcolapso de algunos de sus paradigmas, especialmente el marxista, que cayó en una verdaderaescolástica, y el estructural funcionalista, cuya aberración se puede ver en algunos de los textos

    de Talcott Parsons. El sistema inventado por Sigmund Freud también ha mostrado suvulnerabilidad cuando pretende sacar conclusiones demasiado apresuradas, como cuando derivael estallido de guerras de los instintos de muerte de los individuos. Más suerte ha tenido eldarwinismo, que también reduce todo a las variaciones genéticas y a la lucha por lasobrevivencia, pero que al aplicarse a las sociedades humanas deja de ser convincente y se

    transforma en ideológico. El reemplazar estas "terribles simplificaciones" con otra, como hace lateoría del rational choice, es poco útil, y absorbe excesivamente el cerebro de gente muyinteligente con un devaneo en torno de fórmulas matemáticas, en general innecesarias, que los

    distraen de otros trabajos más rendidores.El esfuerzo por establecer un sistema hipotético deductivo, que en realidad hace tiempo

    ha sido vindicado para las ciencias sociales, toma con los teóricos del rational choice un ímpetumayor. Esta puede ser una contribución de esta escuela, y cuando pase su furor adolescentequizás quede el residuo de muchos científicos sociales familiarizados a fondo con lasmatemáticas, dispuestos a usar esa capacidad en el diseño de sistemas deductivos que serán almismo tiempo menos ambiciosos pero más complejos, más cercanos a la realidad empírica.

    El objetivo de la unificación científica está lejos, muy lejos; y también está lejos el de launificación interpretativa de la misma ciencia política o de la sociología, incluso dentro de áreascircunscriptas bastante pequeñas, como la de los sistemas de partidos y sus efectos en lasinstituciones del poder.

    Es común decirles a los artistas noveles que lo que ellos necesitan es apenas un 1% de

    inspiración, y un 99% de transpiración. Los teóricos del rational choice necesitan urgentemente

    que alguien les recuerde este "axioma" y los ponga a trabajar en la recolección y análisis dedatos. De lo contrario corren el riesgo, como dicen Green y Shapiro, de oscilar

    31. Ver, para diversos enfoques acerca de este problema, Claus Offe,

    Ingovernabilità e mutamento delle democrazie, Bologna, Il Mulino, 1982; del

    mismo, con Helmut Wiesenthal, "Two Logics of Collective Action: Theoretical Notes

    on Social Class and Organizational Form", en Maurice Zeitlin, comp., Political

    Power and Social Theory , vol. 1, Greenwhich, Conn., JAI Press, 1980; P. Bachrach,

    "Interests, Participation and Democratic Theory", en J.R. Pennock y J.W. Chapman,

    comps., Participation and Politics, New York, Everton Press, 1975; e I. Balbus,

    "The Concept of Interest in Pluralist and Marxian Analysis", Politics and

    Society , vol. 1, 1971, pp. 151-177.

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    interminablemente, de la manera más arrowiana posible, entre decir cosas "interesantes pero

    poco plausibles" y otras "plausibles pero banales".32

     

    32. Green y Shapiro, Pathologies, p. 29.