Orientación Vocacional

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Orientación Vocacional y Adolescencia: tiempos y “elecciones” subjetivas La orientación vocacional, es una práctica que pone como objetivo la toma de decisiones trascendentales. Los procesos de orientación vocacional, en general, son demandados en determinado momento de la vida del sujeto: su adolescencia, y una de las principales problemáticas que se les presenta es la de realizar una elección: elegir una carrera para toda la vida. Justo en el momento menos adecuado para tomar decisiones es cuando debe realizarlas. Este momento, en general, ocurre cuando el sujeto concluye la escuela secundaria que al decir de Rascovan es algo más que el fin de una etapa educativa. “…Implica un proceso de cambio que requiere adaptación, reacomodamiento personal y también familiar. Finalizar la escuela es comenzar a transitar un camino que está marcado por el pasaje de la adolescencia a la adultez…” 1 . Se hace necesario entonces definir de qué se trata la adolescencia y los cambios que se producen en ella, ya que se trata de una etapa de crisis, un momento de transición. “La adolescencia (del latín adolescere: crecer, desarrollarse) es un continuo de la existencia del joven, en donde se realiza la transición entre el infante o niño de edad escolar y el adulto” 2 . La adolescencia es una 1 Rascovan, S. “Los jóvenes y el futuro. Y después de la escuela…¿Qué? 2 Disponible en http://es.wikipedia.org/wiki/Adolescencia.

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¿Se trata de una cuestión de vocación o de elección?

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Orientación Vocacional y Adolescencia:

tiempos y “elecciones” subjetivas

La orientación vocacional, es una práctica que pone como objetivo la

toma de decisiones trascendentales. Los procesos de orientación vocacional,

en general, son demandados en determinado momento de la vida del sujeto: su

adolescencia, y una de las principales problemáticas que se les presenta es la

de realizar una elección: elegir una carrera para toda la vida. Justo en el

momento menos adecuado para tomar decisiones es cuando debe realizarlas.

Este momento, en general, ocurre cuando el sujeto concluye la escuela

secundaria que al decir de Rascovan es algo más que el fin de una etapa

educativa. “…Implica un proceso de cambio que requiere adaptación,

reacomodamiento personal y también familiar. Finalizar la escuela es comenzar

a transitar un camino que está marcado por el pasaje de la adolescencia a la

adultez…”1.

Se hace necesario entonces definir de qué se trata la adolescencia y los

cambios que se producen en ella, ya que se trata de una etapa de crisis, un

momento de transición.

“La adolescencia (del latín adolescere: crecer, desarrollarse) es un

continuo de la existencia del joven, en donde se realiza la transición entre el

infante o niño de edad escolar y el adulto”2. La adolescencia es una etapa de

cambios, los cuales se producen tanto en el cuerpo como en el psiquismo. El

adolescente irá elaborando todos estos cambios a su manera, pero muchas

veces los trabajos psíquicos que debe ir transitando pueden verse detenidos o

no haberse iniciado.

R. Rodulfo en su texto “Estudios clínicos” plantea que el adolescente

iniciará, en el mejor de los casos, un recorrido exploratorio y pondrá en marcha

1 Rascovan, S. “Los jóvenes y el futuro. Y después de la escuela…¿Qué? “2 Disponible en http://es.wikipedia.org/wiki/Adolescencia.

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trabajos psíquicos propios de esta etapa. Las seis tareas fundamentales de la

adolescencia serán: el trabajo de metamorfosis de lo familiar a lo extrafamiliar;

el trabajo de pasaje del jugar al trabajar; el trabajo de pasaje de yo ideal a ideal

del yo; el trabajo de pasaje del desplazamiento a la sustitución (elección de

objeto); el trabajo en la repetición transformada de los tiempos del narcisismo;

el trabajo de pasaje de lo fálico a lo genital.3

Siendo la adolescencia una masa de acontecimientos, existe una

exigencia de trabajos que F. Dolto piensa como “castraciones simbólicas”

necesarias para la estructuración subjetiva, donde el propio sujeto es el

protagonista: él es agente allí de su propia castración simbólica.

Un adolescente tiene que realizar el trabajo de religar, desligar y volver a ligar

más cosas y de un modo distinto.

Se inaugura una nueva escritura de la subjetividad. Se produce una

transformación en el cuerpo. Lo que era, ya no es lo mismo. La pubertad y la

adolescencia, pérdida de lo que  antes acontecía en el sujeto, pero además en

una nueva combinatoria. Lo anterior está presente, pero no alcanza por sí 

mismo. En este sentido tendrá que dejar atrás el niño que fue para comenzar a

vivir nuevas experiencias que son propias de los adolescentes. Respecto a

esto Arminda Aberasturi4 enumeró tres situaciones por las que todo sujeto

humano atraviesa en el pasaje de la infancia a la adolescencia y los denominó

“duelos”. Se trata del trabajo psíquico que un sujeto realiza al perder un objeto

amado y que consiste en efectuar un desprendimiento paulatino del afecto. Los

duelos que define son: Duelo por el cuerpo infantil, Duelo por los padres de la

infancia y Duelo por el rol de niño.

En cuanto a lo corporal se abre un campo de exploración de su

sexualidad, el encontrarse en un nuevo cuerpo, la exploración de las

3 Rodulfo, Ricardo: “Estudios clínicos. Del significante al pictograma a través de la práctica

analítica.” Cap 10 “El adolescente y sus trabajos”. Editorial Paidós, Buenos Aires, 1992.

4 Aberastury A y Knobel M. “La adolescencia normal. Un enfoque psicoanalítico”.

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sensaciones que este produce, la masturbación y también el encuentro con el

otro sexo, la posibilidad de concebir. Se inaugura la genitalidad.

El adolescente tendrá que realizar el pasaje de lo familiar a lo

extrafamiliar, donde de a poco lo extrafamiliar irá cobrando un lugar más

importante que lo familiar, y este el punto que en que me interesa hacer más

hincapié. Según Rodulfo, más que de pasaje habría que hablar aquí de una

metamorfosis: de una transformación interna de estos polos (familiar y

extrafamiliar). La categoría simbólica de lo que no es familiar existe mucho

antes de la adolescencia; pero es en este momento cuando se producen

grandes diferencias internas. Pero esto no le viene regalado al adolescente. El

campo social en su plenitud, funciona como espacio transicional para el

adolescente. Si el sujeto se vuelca al campo social y lo conquista, se va

acercando al final del complejo de Edipo.

El amigo y su función es estructurante, no se trata sólo de que tenga

amigos, sino que disponga de esta categoría simbólica.

El amigo ayuda a atenuar los rigores del sujeto en formación.

Así como el extraño causaba angustia en lo familiar, la función del amigo se

puede pensar como una transformación muy importante del objeto transicional,

funciona como un articulador. El amigo funciona como un vínculo amoroso no

erótico, es un soporte identificatorio para soportar el desarraigo parental.

También aparecen algunos agentes de subjetivación no familiares que inciden

en los jóvenes como la banda o grupo de pertenencia; pares, amigos; las

nuevas tecnologías; otros adultos.

A su vez, es importante destacar que el adolescente varía en cada

comunidad, en cada momento histórico y en cada sujeto. No hay una única

manera de ser adolescente como tampoco una única forma de transitar los

caminos hacia la adultez. Esta transición puede consistir en la inclusión en el

mercado laboral o en el amplio circuito de la educación. El adolescente está

entre una metamorfosis puberal y una metamorfosis social. En esa

metamorfosis social hay conmoción de las certidumbres que recompone todo el

paisaje social. Aparecen preguntas tales como ¿qué hago? ¿hacia dónde voy?

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que expresan la búsqueda de un lugar subjetivo y son la posibilidad de ocupar

un lugar en lo social.

Es así que otra de las elecciones que se juegan en la adolescencia es la

de los nuevos modelos de identificación. En las sociedades más estables que

la nuestra, esos modelos son más evidentes, por eso las crisis de la

adolescencia son menos visibles. Cabe aquí hacer una pequeña disgresión

sobre las características de la sociedad posmoderna y sus imperativos. Hay un

imperativo social y cultural que comanda elegir, pero elegir ya, sin perder

tiempo y sin que haya lugar para la equivocación.  Uno de los rasgos más

salientes es, sin lugar a dudas, el de la fugacidad. Todo en la posmodernidad

es rápido, descartable, recargable, efímero. Lo posmoderno está destinado a

durar poco tiempo y a variar infinidad de veces. Este repercute a nivel subjetivo

en el escaso tiempo de la subjetivación, vivir en el instante sin detenerse a

pensar ni a pensarse.  Las relaciones sociales se han vuelto profundamente

líquidas, precarias, transitorias y volátiles. En este perpetuo fluir posmoderno

se produce una caída de los ideales que regían en la modernidad (estabilidad,

rigidez, perduración en tiempo y espacio, etc.). El Otro social presiona para el

goce del consumo, es decir hacia objetos metonímicos e ilusorios.

Es en este contexto que el adolescente se encuentra demandado a

elegir, en un momento subjetivo en que el registro del tiempo es dificultoso.

Cabe así preguntarse cómo registra el tiempo el adolescente. Es fundamental

comprender que el tiempo cronológico no es el mismo que el tiempo subjetivo.

Cada adolescente tiene un tiempo singular relacionado con la

subjetividad, que no siempre coincide con la ya nombrada demanda del “elegir

ya”. Sus dimensiones temporales se estructuran de otra manera, hay un

manejo del tiempo diferente. “…Los tiempos del sujeto de la adolescencia, los

trayectos que necesita realizar para elegir en función de su vocación no

coinciden con la pretensión de velocidad que el lazo social posmoderno

exige…”5. Hay un imperativo social y cultural que comanda elegir, pero elegir

ya, sin perder tiempo y sin que haya lugar para la equivocación, convirtiéndose

5 Guillermina Díaz, Rebeca Hillert. “El tren de los adolescentes”.

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de esta manera en una carrera contra reloj. “…Cuanto más apremiado se

encuentre el sujeto por una exigencia insensata, mayor será su inhibición,

mayor su angustia y también mayor la posibilidad de actuaciones más o menos

violentas o desesperadas…”6.

El sujeto no tiene otra opción que hacer apuestas. El futuro siempre es

una apuesta, porque se trata de un tiempo a construir. Toda elección implica

pérdidas, ya que para ganar hay que poder perder algo, pensando esto en

términos de la castración. Como en cualquier elección, se ponen en juego

todas las fantasmáticas del sujeto. Quizás esta sea una de las cuestiones más

dificultosas en los adolescentes: quieren elegir pero no perder nada en la

decisión. Elegir implica este doble juego de poder comprometerse con lo que

se decidió y tolerar la pérdida por lo que se deja en el camino.

Por la propia inmadurez del adolescente, podríamos decir que éste no

cuenta con los recursos necesarios para tomar una decisión tan importante, es

por esto que estas elecciones ya sean amorosas, laborales o de estudio son

inaugurales, iniciáticas.

Posibilitan la primera salida exogámica del núcleo familiar, un primer

esbozo de autonomía en un sujeto que está formándose, constituyéndose. El

momento de elección vocacional es un momento de crisis y de máxima

angustia donde se compromete toda la estructura de la personalidad del sujeto

ya que “…elegir es un proceso y a la vez, un acto. Es un proceso en tanto está

íntimamente vinculado con la historia personal de un sujeto, con un conjunto

muy variado de experiencias, anécdotas, objetos, personas y situaciones de

vida… Elegir es también un acto ya que implica la toma de decisión en un

momento y lugar determinado. Uno puede tomarse su tiempo si así lo necesita,

pero en el área del estudio hay un día en que se tiene que formalizar la

inscripción a la universidad, al instituto terciario, o de educación no formal, y

que si no se lo respeta, se queda afuera, al menos por ese año. Hay, por lo

tanto, una exigencia externa, que precipita el acto, aquel que materializa la

elección…”7

6 Ídem.7 Rascovan, S. “Los jóvenes y el futuro. Y después de la escuela… ¿Qué?”.

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El psicoanálisis, en este contexto, puede y debe ofrecer un lugar para

repensar, un tiempo suspendido. No se trata de una elección cualquiera, sino

de la elección de la carrera. Es necesario, entonces, crear un tiempo subjetivo.

Ante la problemática de presentársele al sujeto este tiempo anticipado al

momento en que verdaderamente puede decidir, se trata de que como

orientadores vocacionales podamos organizar una estrategia que contenga

este modo de incluir la dislocación temporal en el sujeto.

Las decisiones no son calculables, sino que luego de un proceso de

trabajo, análisis, de información, el momento de la decisión sobreviene como

un acto que irrumpe y sorprende, esto es cuando se adquiere la certeza de que

no se podrá conocer todo para tomar la decisión exacta.

Algunos adolescentes postergan la elección bajo la ilusión de la

“carrera perfecta” y esto los sostiene en un “todavía” que es la coartada para no

pensar, decidir ni elegir. Podemos ver que en algunos puede haber un

“agujero” en el campo del ideal, como así también en el otro polo encontrarnos

con un exceso. El reencuentro con los ideales de su familia y el lugar que tiene

el sujeto respecto de la novela familiar van a pesar en su decisión. A veces el

imperativo aparece bajo la forma “tengo que estudiar”, a veces la demanda por

parte de los padres es muy puntual como en el caso de las carreras que

cuentan con más prestigio en el imaginario social (abogacía, medicina).

La función del psicólogo consiste entonces en ayudar a pensar al

adolescente, es un “pensar con” y no un “pensar por o sobre” él. Brindarle

herramientas para que pueda decidir. Toda decisión es una apuesta subjetiva

desde el deseo. Nadie puede elegir por uno, lo cual es angustiante pero es

condición de posibilidad para apropiarse de la elección.

La decisión una vez tomada y efectuada, modifica al sujeto, y no

se podrá volver al momento anterior. En el caso de los jóvenes hay que tener

en cuenta que se trata de sujetos que están constituyéndose, en un momento

de la vida donde los cambios son continuos. Se trata de pensar la decisión

como un acto que sorprende, pero luego de un proceso de trabajo, de análisis,

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de información. En este sentido, va a ser diferente el trabajo del que ya transitó

por una experiencia de decisión, fallida o conflictiva, porque la misma pone en

juego otra problematización, y el trabajo a realizar puede contar con un mayor

grado de compromiso.

De esta manera lograr promover, a través de la orientación, un

proceso en el cual el sujeto sea protagonista y responsable de su propia

elección y que inaugure en el sujeto preguntas que sean motor de

pensamientos orientadores, y que logren responderse desde su propia

percepción y no desde modelos estructurados y universales como sucede

con los tests.

En este proceso se trata de que los sujetos puedan elegir por ellos

mismos su carrera y que nosotros acompañemos esa búsqueda, que hagamos

de continente. El orientador vocacional, debe oficiar como sostenedor de la

pregunta del sujeto como extranjero de la endogamia familiar. Se trata de

sostener la pregunta, no de responder a ella. Acompañar al sujeto, en este

caso el adolescente, a tramitar la complejidad de la elección.

La orientación vocacional, según Bohoslavsky, “son las tareas que

realizan los psicólogos especializados cuyos destinatarios son las personas

que enfrentan, en determinado momento de su vida –por lo general el pasaje

de un ciclo educativo a otro- la posibilidad y necesidad de ejecutar decisiones…

La orientación vocacional perseguiría dos tipos de objetivos, uno observable

que consistiría en la definición de una carrera o de un trabajo y dos no

observables directamente, que están referidos por un lado a la deuteroelección,

en el sentido de que la orientación vocacional permite al adolescente aprender

a elegir, y por el otro, a la promoción de la identidad vocacional, y por lo tanto,

de su identidad personal…”.8

Será función del orientador vocacional, entonces y como dijimos

anteriormente, acompañar en este proceso de búsqueda, ayudando a pensar al

8 Bohoslavsky. “Orientación vocacional: la estrategia clínica”.

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adolescente. Es un “pensar con” y no un “pensar por o sobre” él. Es preciso

brindarle herramientas para que el adolescente pueda decidir, ya que lo que se

pone en juego en toda elección es el deseo.

La elección de un proyecto de vida, es personal, pero está determinada

por un conjunto de factores, psicológicos, familiares, sociales, políticos,

económicos y culturales.

Tenemos, por ende, un sujeto sujetado a los deseos de muchos Otros:

madre, padre, la sociedad en que vive. Un sujeto amarrado a los significantes

del Otro, un discurso que insiste en él, y del cual es necesario que se despegue

para poder encontrar su propio deseo. Muchas veces esta cuestión se

encuentra mucho más interrumpida debido a las cuestiones socio-económicas

en que se encuentran viviendo estos adolescentes. A veces, desde la condición

socio-económica no tienen la posibilidad de elegir. Lo deseante de un sujeto se

inscribe en una trama social, y como orientadores, no podemos desconocerlo.

“…El grupo familiar constituye el grupo de pertenencia y de referencia

fundamental y es por ello que los valores de ese grupo constituyen anclajes

significativos en la orientación de la conducción del adolescente, tanto si la

familia opera como grupo de referencia positivo cuanto si opera como grupo de

referencia negativo…Las identificaciones con el grupo de pares operan de la

misma manera que el grupo familiar, pero a diferencia de él nunca es tomado

como grupo de referencia negativo…”9.

Los grupos de pares, integrados en general por los compañeros y

amigos de la escuela, son quienes permiten establecer nuevas formas de

pensar y vivir, constituyendo una gran fuente identificatoria por fuera del medio

familiar, lo cual les ayuda a realizar la salida exogámica del núcleo familiar.

A pesar de la importancia de los vínculos familiares en la construcción

del proyecto de vida, es necesario no quedarse apegado al deseo del Otro para

comenzar a preguntarse acerca del propio deseo, y esto es lo que debe

9 Bohoslavsky, R. “Orientación vocacional: La estrategia clínica”.

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propiciar el orientador vocacional. Probablemente, el adolescente llegará con el

mandato “tengo que estudiar algo”. Ahora bien, como orientadores debemos

tratar de implicarlo subjetivamente en su deseo interrogando, preguntando por

qué es lo que él quiere.

Esta elección implicará una búsqueda llena de tropiezos y aciertos, que

va a posibilitar la construcción paulatina de su identidad. “…La constitución de

la identidad es un proceso de síntesis e integración de múltiples

identificaciones. Favorece y permite la definición y consolidación de un

proyecto de vida…”10.

La elección de un proyecto de vida está sujeta y abierta al cambio. No

hay una elección de estudio y/o trabajo de hoy y para siempre.

10 Diana Aisenson y otros autores. “Orientación vocacional. Proyectos de vida, adquisición de

recursos personales y trabajo”.

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Bibliografía

Aberastury A y Knobel M. “La adolescencia normal. Un enfoque

psicoanalítico”. Editorial Paidós. México, 1988.

Aisenson, Diana y otros autores. “Orientación vocacional. Proyectos de

vida, adquisición de recursos personales y trabajo”. Revista Ensayos y

Experiencias. Ed. Novedades Educativas. Buenos Aires, 1999.

Bohoslavsky, Rodolfo: “Orientación vocacional: La estrategia clínica”,

Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 1984.

Guillermina Díaz, Rebeca Hillert. “El tren de los adolescentes”. Editorial

Lumen/Humanitas. Buenos Aires, 1998.

Ferrari, Lidia: “El tiempo, Psicoanálisis y Orientación vocacional” en Revista

Ensayos y Experiencias. Nro. 28, Buenos Aires,2000.

Firpo, Stella “A propósito de la adolescencia. Conmoción de las

certidumbres.” Diario Página 12, nota del 9 de octubre de 2008, Rosario.

Follari, Roberto: “¿Ocaso de la escuela?”, Editorial Magisterio del Río de la

Plata, Buenos Aires, 2000.

Rascovan, Sergio: “Los jóvenes y el futuro. Y después de la escuela…

¿Qué?”, Psicoteca Editorial, Buenos Aires, 2000.

Rodulfo, Ricardo: “Estudios clínicos. Del significante al pictograma a través

de la práctica analítica.” Cap 10 “El adolescente y sus trabajos”. Editorial

Paidós, Buenos Aires, 1992.

Sarlo, Beatriz: “Escenas de la vida posmoderna”, Editorial Ariel, Buenos

Aires, 1994.

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