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Historia de las doctrinas filosóficas Unidad I Origen e Idea de la Filosofía Profesor Jesús Zúñiga García

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Historia de las doctrinas filosóficas

Unidad I

Origen e Idea de la Filosofía

Profesor Jesús Zúñiga García

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…pobre grácil universo hijo de la nada,

todo lo que somos y hacemos se te asemeja.

Italo Calvino.

Las Cosmicómicas.

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I El Asombro

Problema teórico y problema prácticoIntentemos definir la actitud mental en que aparece un problema

práctico. Estamos rodeados, cercados por la realidad cósmica, dentro de la cual vamos sumergidos. Esa realidad envolvente es material y es

social. Sentimos de pronto una forzosidad o un deseo que, para

satisfacerse, requeriría una realidad circundante distinta de la que es: una piedra, por ejemplo, estorba nuestro avance por el camino. El problema

práctico consiste en que una realidad diferente de la efectiva sustituya a ésta, que haya un camino sin piedra –por tanto, que algo que no es llegue

a ser-. El problema práctico es aquella actitud mental en que

proyectamos una modificación de la realidad, en que premeditamos dar ser a lo que aún no es, pero nos conviene que sea.

Nada más diverso de esta actitud que aquélla en que surge un problema

teorético. La expresión del problema en el lenguaje es la pregunta:

“¿Qué es tal o cual cosa?” Noten lo peregrino de este hecho mental, de

demanda pareja. Aquello de quien nos preguntamos: “¿Qué es?” está

ahí, es –en uno u otro sentido-; si no, no se nos ocurriría preguntarnos

nada acerca de ello. Pero resulta que no nos contentamos con que sea y

este ahí- sino, al revés, nos inquieta que sea y que sea tal y como es, nos

irrita su ser. ¿Por qué? Evidentemente porque eso que es, tal y como está

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ante nosotros, no se basta a sí mismo sino que, al contrario, vemos que le

falta su razón de ser, vemos que si no es más que lo que parece ser, si no hay tras lo aparente algo más que lo complete y sostenga, su ser es

incomprensible o, dicho de otro modo, su ser es un no ser, un pseudoser, algo que no debe ser. De donde resulta que no hay problema teorético si

no se parte de algo que es, que está indiscutiblemente ahí y, no obstante

o por lo mismo, se lo piensa como no siendo, como no debiendo ser. La teoría –conviene recalcar la extravagancia del hecho- empieza, pues,

negando la realidad, destruyendo virtualmente el mundo, aniquilándolo:

es un ideal retrotraer el mundo a la nada, a la ante-creación, puesto que es un sorprenderse de que sea y un rehacer hacia atrás el camino de su

génesis. Si, pues, el problema práctico consiste en hacer que sea lo que

no es –pero conviene-, el problema teórico consiste en hacer que no sea lo que es –y que por ser tal- irrita al intelecto con su insuficiencia.

Para mí esta audacia del hombre que le lleva a negar

provisionalmente el ser y al negarlo convirtiéndolo en problema, crearlo como problema, es lo característica y esencia de la actividad teorética

que, por lo mismo, considero irreductible a toda finalidad práctica, sea

del orden que sea. Esto significa que hay dentro del hombre biológico y utilitario otro hombre lujoso y deportivo, que en vez de facilitarse la vida

aprovechando lo real, se la complica suplantando el tranquilo ser del

mundo por el inquieto ser de los problemas. Esta raíz o dimensión teorética del ser humano es un hecho último que hallamos en el cosmos

y que es vano querer explicar como consecuencia del principio utilitario,

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usado para comprender casi todos los otros fenómenos de nuestro

organismo viviente. No se diga, pues, que la necesidad o problema práctico nos obliga a plantearnos problemas teóricos. ¿Por qué no

acontece esto en el animal, que tiene y siente, sin duda alguna, problemas prácticos? Ambas clases de problematismo tienen origen

radicalmente distinto y no toleran una mutua reducción. Porque,

viceversa, un ser sin deseo, sin necesidad, sin apetito –un ser que fuese sólo intelecto y que tendría problemas teóricos- no llegaría nunca a

percibir un problema práctico.

José Ortega y Gasset.

¿Qué es filosofía? pp. 36-37

Los dos infinitosTodo este mundo visible no es más que un trozo imperceptible en el

amplio seno de la naturaleza... Es una esfera infinita cuyo centro está en

todas partes y la circunferencia en ninguna...

Que el hombre viviendo así considere lo que él es en comparación de lo

que existe; que se mire como perdido en esta esquina extraviada de la

naturaleza, y que desde este pequeño calabozo donde se halla alojado… aprenda a estimar la tierra, los reinos, las ciudades y a sí mismo en su

justo valor. ¿Qué es el hombre en el infinito?

El silencio eterno de estos espacios infinitos me asusta.

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Blaise Pascal. Escritos escogidos. pp. 127-135.

El hombre no es más que una paja, la más débil de la naturaleza, pero es una paja que piensa.

Blaise Pascal. Pensamientos. p. 94

La Pregunta¿Por qué existe algo y no más bien nada? Esta es la pregunta. Presumiblemente ésta no es una pregunta cualquiera “¿Por qué existe

algo y no más bien nada?” Ésta es, evidentemente, la primera de todas

las preguntas. Naturalmente, la primera no en el orden temporal en que se suceden una a otras las preguntas. El hombre aislado, así como los

pueblos, pregunta mucho en su andar histórico, explora, mira y examina

muchas cosas antes de toparse con la pregunta: “¿Por qué existe algo y no más bien nada?”. Muchos jamás se topan con esta pregunta, si esto no

significa sólo oír y leer la oración en tanto enunciada, sino preguntar la pregunta, es decir, alcanzarla, plantearla, colocarse en la circunstancia de

este preguntar.

Martin Heidegger. Introducción a la metafísica. p. 3

Acto de fe

CUANDO la luz se busque en nuestros ojos, sin saberlo.

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Y no se halle ya en ellos, sin saberlo.

Y las manos en agua, sin peso, como en agua. Y como aves llamadas ya del árbol y el viento, al abandono sean, de un agua abandonada, abandonadas.

Y los pies, separados del corazón, diverjan.

Cuando la gota baje, y de inocencia deseosa y luciente no consiga encenderse, marchito ya, un espejo; el cual le hable del sabor de ella misma.

Y en vano el fulgurante cosmos que en sí asumió inocente entregue a un esposo desierto, al cuenco ingrato de un vaso derramado, que no paga.

Cuando, bengalas táctiles, los besos del increíble adiós, enloquecidos reclamos no atendidos, sobre ruinas estallen, y la plaza una noche siga siendo, una noche sin alma, en una plaza sin ánima, sin fiesta y sin bengalas.

Cuando el llanto no moje, y los gemidos por un tonel sin fondo se derramen;

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y en caracol exangüe, desmedido e inmemorial, en mutismo, en tinieblas y sordedad sin dueño, se deshagan.

Cuando un viento ya calvo busque nuestros cabellos, y ellos cuelguen a oscuras.

Cuando el dolor se estrelle, y sus espumas reboten sobre montes de ignorancia.

Cuando el tiempo, su frente de cansancio, sus alas doloridas y sus pies sin reposo, vuelva, al fin, a la casa de sus padres.

Y en el rincón secreto, ¡más interno!, al lecho más profundo se entregue, y ya ni él mismo atestigüe el silencio del recatado soplo con que apague y devuelva al misterio un universo.

Oh, vosotros, oh, aquellos, los que estáis en camino, en trabajos y asombro, todavía: contemplad entretanto las estrellas, entretanto, y pensad: Cuando la luz se busque en nuestros ojos...

Pues en verdad venimos de lejos, y en verdad vamos lejos.

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Tan lejos, que no puede llegar el pensamiento tan lejos. Y tampoco nuestras más negras lágrimas, y antiguas, e infinitas, y enormes, que nosotros.

Más lejos, aún más lejos que aquel monte, casi fuera del mundo, que ya se mira azul, está la luna; más que la luna, el sol, y más lejano que la más tenue estrella, está el instante cuyos talones pisa este nuevo que ahora en sólo imagen señalar intento y, a su vez, huye ya.

Y, sin embargo, insistid en pensar: El vano instante, ni el rosedal perjuro de las horas, ni el olmo de los días, ni el parque de los años, ni la asolada parte de las taladas selvas de los siglos, pueden estar más lejos que aquel punto en que, aún en tinieblas, concertaron en cita inmemorial su encuentro indeclarable el ojo y las estrellas.

Efrén Hernández

El nacimiento de eros

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Cuando nació Afrodita, los dioses celebraron un banquete y entre ellos

estaba también el hijo de Metis (la Prudencia), Poro (el Recurso). Una vez que terminaron de comer; se presentó a mendigar, como era natural

al celebrarse un festín, Penía (la Pobreza) y quedóse a la puerta. Poro, entretanto, como estaba embriagado de néctar -aún no existía el vino-,

penetró en el huerto de Zeus y en el sopor de la embriaguez se puso a

dormir. Penía entonces, tramando, movida por su escasez de recursos, hacerse un hijo de Poro, del Recurso, se acostó a su lado y concibió al

Amor. Por esta razón el Amor es acólito y escudero de Afrodita, por

haber sido engendrado en su natalicio, y a la vez enamorado por naturaleza de lo bello, por ser Afrodita también bella. Pero, como hijo

que es de Poro y. Penia, el Amor quedó en la situación siguiente: en

primer lugar, es siempre pobre y está muy lejos de ser delicado y bello, como lo supone, el vulgo; por el contrario, es rudo y escuálido, anda

descalzo y carece de hogar, duerme siempre en el suelo y sin lecho,

acostándose al sereno en las puertas y en los caminos, pues por tener la condición de su madre, es siempre compañero inseparable de la pobreza.

Mas por otra parte, según la condición de su padre, acecha a los bellos y

a los buenos, es valeroso, intrépido y diligente; cazador temible, que siempre urde alguna trama; es apasionado por la sabiduría y fértil en

recursos: filosofa a lo largo de toda su vida y es un charlatán terrible, un

embelesador y un sofista. Por su naturaleza no es inmortal ni mortal, sino que en un mismo día a ratos florece y vive, si tiene abundancia de

recursos, a ratos muere y de nuevo vuelve a revivir gracias a la

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naturaleza de su padre. Pero lo que se procura, siempre se desliza de sus

manos, de manera que no es pobre jamás el Amor, ni tampoco rico. Se encuentra en el término medio entre la sabiduría y la ignorancia. Pues he

aquí lo que sucede: ninguno de los dioses filosofa ni desea hacerse sabio, porque ya lo es, ni filosofa todo aquel que sea sabio. Pero a su vez los

ignorantes ni filosofan ni desean hacerse sabios, pues en esto estriba el

mal de la ignorancia: en no ser ni noble, ni bueno, ni sabio y tener la ilusión de serlo en grado suficiente. Así, el que no cree estar falto de

nada no siente deseo de lo que no cree necesitar.

Platón. Banquete. 203b-204a.

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II. La filosofía y otras áreas de la cultura y el saber

Mito y filosofía

La noche de alas negras ...la Noche de alas negras... fue cortejada por el Viento y puso un huevo de plata en el seno de la Oscuridad...de este huevo salió Eros y puso en movimiento el Universo... La Noche vivía con él en una cueva y se revelaba en forma de tríada: Noche, Orden y Justicia... Eros creó la tierra, el cielo y la luna, pero la triple diosa gobernaba el Universo hasta que su cetro pasó a manos de Urano.

Robert Graves. Los mitos griegos. p. 10

Átomos, vacío y movimiento(...) En primer lugar, nada nace de la nada. Pues en tal caso cualquier cosa podría nacer de cualquiera, sin necesidad de ninguna simiente.

Y si lo que desaparece se destruyera en la nada, todas las cosas habrían perecido, al no existir aquello en lo que se disolvían.

Desde luego el todo fue siempre tal como ahora es, y siempre será igual. Porque nada hay en lo que vaya a cambiarse. Pues al margen del todo no hay nada en lo que pudiera ir a parar en su cambio. Por lo demás, el todo consiste en átomos y vacío. Pues la existencia de cuerpos la atestigua la sensación en cualquier caso, y de acuerdo con ella le es necesario al entendimiento conjeturar lo imperceptible, como ya antes he dicho.

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Si no existiera lo que llamamos vacío, espacio y naturaleza impalpable, los cuerpos no tendrían dónde estar ni dónde moverse, cuando aparecen en movimiento. Más allá de esto nada puede pensarse, ni por medio de la percepción ni por analogía con lo percibido... Por lo tanto, de los cuerpos los unos son compuestos, y los otros aquellos (elementos) de los que se forman los compuestos. Estos son indivisibles (átoma) e inmutables, so pena de que todo fuera a destruirse en el no ser, y permanecen firmes en las disgregaciones de los compuestos, al ser ellos compactos por naturaleza, de forma que no tienen manera ni lugar de disolverse. De ahí que es forzoso que los principios indivisibles

(los átomos) sean los elementos originales (physeis) de los cuerpos. Además, el todo es infinito. Pues todo lo limitado tiene un límite. Y este límite se percibe al lado de lo otro. De modo que (ya que al margen del todo no se percibe nada) no teniendo límite, y no teniendo final, ha de ser infinito y no limitado.

Epicuro, "Carta a Herodoto”, citado en:

García Gual, Carlos. Epicuro. pp. 91-92.

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III. Sabiduría y Conocimiento

...la filosofía es el hombre mismo en

estado de autoposesión y de potencia.

M. F. Sciacca

Mil muertes […] temer la muerte no es otra cosa que creer ser sabio sin serlo, pues es lo mismo que creer saber lo que no se sabe. Nadie sabe ni siquiera si la muerte es, para el hombre, el mayor de todos los bienes. Así pues, a la vista de los males, no temeré ni rehuiré nunca lo que no sé si son bienes. Y, si vosotros me absolvieses, aun en el caso de que, desoyendo a Anito, que dijo que o yo no debí en modo alguno comparecer o, ya que comparecí, no es posible dejar de condenarme a muerte, y afirmó ante vosotros que si yo salía absuelto, vuestros hijos se dedicarían en adelante a cultivar lo que Sócrates enseña y todos por entero serían víctimas de la corrupción; si, con relación a esto, me dijerais: “Sócrates, no vamos a hacer caso a Anito, sino que te absolvemos, pero con esta condición: con la condición de que dejes esos diálogos examinatorios y ese filosofar; pero si eres sorprendido practicando eso todavía, morirás”; pues bien, si, como decía, me absolvierais con esa condición, yo os respondería.: “Agradezco vuestras palabras y os estimo, atenienses,... pero mientras tenga aliento y pueda, no cesaré de filosofar, de exhortaros y de hacer

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demostraciones a todo aquel de vosotros con quien tope con mi modo de hablar acostumbrado”... “Atenienses: tened presente que yo no puedo obrar de otro modo, ni aunque se me impongan mil penas de muerte; con este pensamiento, haced caso a Anito o no lo hagáis, absolvedme o no me absolváis.”

Platón. Defensa de Sócrates. 29a-e

El absurdo y el suicidioNo hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar que la vida vale o no vale la pena de que se la viva es responder a la pregunta fundamental de la filosofía. Las demás, si el mundo tiene tres dimensiones, si el espíritu tiene nueve o doce categorías vienen a continuación. Se trata de juegos; primeramente hay que responder. Y si es cierto, como quiere Nietzsche, que un filósofo, para ser estimable, debe predicar con el ejemplo, se advierte la importancia de esta respuesta, puesto que va a preceder al gesto definitivo. Se trata de evidencias perceptibles para el corazón, pero que deben profundizarse a fin de hacerlas claras para el espíritu.

Si me pregunto para qué voy a juzgar si tal pregunta es más apremiante que tal otra, respondo que pone en juego los actos. Nunca vi a nadie morir por el argumento ontológico. Galileo, quien defendía una verdad científica importante, la abjuró con la mayor facilidad del mundo, cuando puso su vida en peligro. En cierto sentido, hizo bien . Aquella 1

verdad no valía la hoguera. Es profundamente indiferente quien gira alrededor del otro, si la tierra o el sol. Para decirlo todo, es una cuestión baladí. En cambio, veo que muchas personas mueren porque estiman que la vida no vale la pena de que se la viva. Veo a otras que, paradójicamente, se hacen matar por las ideas o las ilusiones que les dan

Desde el punto de vista del valor relativo de la verdad. Por lo contrario, desde el punto de 1

vista de la conducta viril, la fragilidad de este sabio puede hacer sonreír.

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una razón para vivir (lo que se llama una razón para vivir es, al mismo tiempo, una excelente razón para morir). Opino, en consecuencia, que el sentido de la vida es la pregunta más apremiante.

Albert Camus

El mito de Sísifo. pp. 13-14.

La racionalidad concreta...La ciencia es conocimiento en su más estricta acepción. El hombre de ciencia aplica un método de investigación a determinado fenómeno; se guía tan sólo por la observación y el razonamiento; todo sentimiento queda excluido. No pasa así en la filosofía, que fundamentalmente es racionalidad concreta, vale decir racionalidad que implica al hombre íntegro, total, incluyendo a la razón, la voluntad, el sentimiento, el corazón. Aun cuando la filosofía es puramente nocional, razón descarnada, alienta en esa pura razón filosófica una vida que es presencia de humanidad... Al revés, la ciencia hace abstracción del sentimiento, de la humanidad del hombre... la filosofía es ciertamente objetividad – búsqueda de su absoluta verdad objetiva...-, pero tiene una subjetividad propia: la verdad universal y objetiva es también mi verdad, la verdad que buscando y amando hago mía... la página filosófica... a menudo, bajo la helada vestidura de las fórmulas, tiene una vida pujante y un alma íntegra...

...Todo filósofo es una fórmula, pero su fórmula no es una abstracción: es la riqueza total y radical de su vida... El hombre de ciencia, en cambio, formula una hipótesis, y esta hipótesis puede ser demostrada falsa o demostrada verdadera o quedar como simple hipótesis. En los tres casos... su vida prosigue tal cual era. No así con el filósofo: que Dios exista o no, que el bien sea una realidad o una ilusión, que el mundo tenga un fin o sea el resultado de combinaciones mecánicas, la verdad de una u otra de estas hipótesis compromete toda su vida de

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forma entera, implica ver el universo de un modo radicalmente opuesto a otro modo dado.

Michele F. Sciacca.

La filosofía y el concepto de la filosofía. pp. 19-21.

Diferencia entre filosofía y cienciaLa «verdad científica» se caracteriza por su exactitud y el rigor de sus previsiones. Pero estas admirables calidades son conquistadas por la ciencia experimental a cambio de mantenerse en un plano de problemas secundarios, dejando intactas las últimas, las decisivas cuestiones. De esta renuncia hace su virtud esencial, y no sería necesario recalcar que por ello sólo merece aplausos. Pero la ciencia experimental es sólo una exigua porción de la mente y el organismo humanos. Donde ella se para no se para el hombre. Si el físico detiene la mano con que dibuja los hechos allí donde su método concluye, el hombre que hay detrás de todo físico prolonga, quiera o no, la línea iniciada y la lleva a terminación, como automáticamente, al ver el trozo del arco roto, nuestra mirada completa la área curva manca.

La misión de la física es averiguar de cada hecho que ahora se produce su principio, es decir, el hecho antecedente que originó aquél. Pero este principio tiene a su vez un principio anterior, y así sucesivamente, hasta un primer principio originario. El físico renuncia a buscar este primer principio del Universo, y hace muy bien. Pero repito que el hombre donde cada físico vive alojado no renuncia y, de grado o contra su albedrío, se le va el alma hacia esa primera y enigmática causa. Es natural que sea así: Vivir es, de cierto, tratar con el mundo, dirigirse a él, actuar en él, ocuparse de él. De aquí que sea al hombre materialmente imposible por una forzosidad psicológica, renunciar a poseer una noción completa del mundo, una idea integral del Universo. Delicada o tosca, con nuestra anuencia o sin ella, se incorpora en el espíritu de cada cual esa fisonomía transcientífica del mundo y viene a gobernar nuestra

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existencia con más eficacia que la verdad científica. Violentamente quiso el pasado siglo frenar la mente humana allí donde la exactitud finiquita. Esta violencia, este volverse de espaldas a los últimos problemas se llamó "agnosticismo".

...He aquí lo que ya no está justificado ni es plausible. Porque la ciencia experimental sea incapaz de resolver a su manera esas cuestiones fundamentales no es cosa de que, haciendo ante ellas un gracioso gesto de zorra hacia uvas altaneras, las llame "mitos" y nos invite a abandonarlas. ¿Cómo se puede vivir sordo, a las postreras, dramáticas preguntas? ¿De dónde viene el mundo, adónde va? ¿Cuál es la potencia definitiva del cosmos? ¿Cuál es el sentido esencial de la vida? No podemos alentar confinados en una zona de temas intermedios, secundarios. Necesitamos una perspectiva íntegra, con primero y último plano, no un paisaje mutilado, no un horizonte al que se ha amputado la palpitación incitadora de las postreras lontananzas. Sin puntos cardinales, nuestros pasos carecerían de orientación. Y no es pretexto bastante para esa insensibilidad hacia las ultimas cuestiones declarar que no se ha hallado manera de resolverlas. ¡Razón de más para sentir en la raíz de nuestro ser su presión y su herida! ¿A quién le ha quitado nunca el hambre saber que no va comer? Aun insolubles, seguirán esas interrogaciones alzándose patéticas en la comba faz nocturna y haciéndonos sus guiños de estrella; las estrellas, como Heine decía, son, inquietos pensamientos de oro que tiene la noche. El Norte y el Sur nos orientan, sin necesidad de ser ciudades asequibles para las cuales quepa tomar un billete de ferrocarril.

Quiero decir con esto que no nos es dado renunciar a la adopción de posiciones ante los temas últimos: queramos o no, de uno u otro rostro se incorporan en nosotros. La «verdad científica» es una verdad exacta, pero incompleta y penúltima, que se integra forzosamente en otra especie de verdad, última y completa, aunque inexacta, a la cual no habría inconveniente en llamar "mito". La «verdad científica» flota, pues, en mitología, y la ciencia misma, como totalidad, es un mito, el admirable mito europeo".

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José Ortega y Gasset.

¿Qué es filosofía? pp. 28-29.

IV. Historia y presente

La feliz memoria

El pasado histórico no es pasado simplemente porque no está ya en el presente, sino porque le ha

pasado a otros hombres de los cuales tenemos memoria y, por consiguiente, nos sigue pasando a

nosotros que lo estamos de continuo repasando.

El hombre es el único ente que está hecho de pasado, que consiste en pasado, si bien no

sólo en pasado. Las otras cosas no lo tienen porque son sólo consecuencias del pasado: el efecto

se deja atrás y fuera la causa de que emerge, se queda sin pasado. Pero el hombre lo conserva en

sí, lo acumula, hace que, dentro de él, eso que fue siga siendo “en la forma de haberlo sido”.

Este tener el pasado que es conservarlo (de aquí que lo específicamente humano no es el llamado

intelecto, sino la “feliz memoria”) equivale a un ensayo, modestísimo sin duda, pero, al fin, un

ensayo de eternidad -porque con ello nos asemejamos un poco a Dios, ya que tener en el presente

el pasado es uno de los caracteres de lo eterno. Si, en parejo sentido, tuviésemos también el

futuro, sería nuestra vida un cabal remedo de la eternidad.

Origen y epílogo de la filosofía

José Ortega y Gasset

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Muerte florida

El recién nacido era saludado [en el antiguo México] por la partera con

estas palabras:

“… habéis venido a este mundo donde vuestros parientes viven en trabajos

y fatigas, donde hay calor destemplado y fríos y aires… no es aquí tu casa

donde has nacido, porque eres soldado y criado, eres

ave que llaman quecholli, eres ave que llaman

zaquan, porque eres ave y soldado del que está en

todas partes; pero esta casa donde has nacido, no es

sino un nido, es una posada donde has llegado, es

tu salida en este mundo… tu propia tierra, y tu

heredad, y tu padre, es la casa del sol, en el

cielo… por ventura merecerás y serás digno de morir en este lugar y recibir

en él muerte florida.”

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