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Abanico de Lecturas Fomento a la Lectura P R E S E N T A C I Ó N En el material antológico que se presenta a continuación se recopilan textos de muy diversa índole y versatilidad temática, por ello se le ha denominado Abanico de Lecturas, ya que en él se encuentran textos literarios, informativos, de divulgación científica y divulgación tecnológica, así como textos periodísticos. Esta antología fue elaborada por el personal del Área de Fomento a la Lectura como respuesta a las acciones emanadas del Programa Nacional de Lectura, con la finalidad de apoyar y fortalecer las actividades que sobre esta fundamental y prioritaria competencia comunicativa, realizan las escuelas oficiales y particulares incorporadas de nuestro subsistema. En consideración a que en las Bibliotecas Escolares son escasos los títulos de lecturas recreativas, ya que, por lo general, predominan los libros de texto e informativos –particularmente diccionarios y enciclopedias– o bien, obras literarias cuya extensión no permite su lectura en tiempos reducidos, se creyó pertinente la elaboración de esta antología con textos breves pero completos y con lenguaje accesible, cuyo contenido responda a los intereses y niveles de comprensión de los 1

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Abanico de Lecturas Fomento a la Lectura

P R E S E N T A C I Ó N

En el material antológico que se presenta a continuación se recopilan textos de muy diversa índole y versatilidad temática, por ello se le ha denominado Abanico de Lecturas, ya que en él se encuentran textos literarios, informativos, de divulgación científica y divulgación tecnológica, así como textos periodísticos.

Esta antología fue elaborada por el personal del Área de Fomento a la Lectura como respuesta a las acciones emanadas del Programa Nacional de Lectura, con la finalidad de apoyar y fortalecer las actividades que sobre esta fundamental y prioritaria competencia comunicativa, realizan las escuelas oficiales y particulares incorporadas de nuestro subsistema.

En consideración a que en las Bibliotecas Escolares son escasos los títulos de lecturas recreativas, ya que, por lo general, predominan los libros de texto e informativos –particularmente diccionarios y enciclopedias– o bien, obras literarias cuya extensión no permite su lectura en tiempos reducidos, se creyó pertinente la elaboración de esta antología con textos breves pero completos y con lenguaje accesible, cuyo contenido responda a los intereses y niveles de comprensión de los lectores con quienes se trabajan y con la cual se incrementará el acervo destinado a la Biblioteca de Aula.

En su estructura, el Abanico de Lecturas se presenta en dos volúmenes debido a que se seleccionaron 200 textos diferentes, con la intención de que se lea uno diario y así se tenga material de lectura para los 200 días laborables del calendario escolar.Asimismo, la diversidad y versatilidad de textos y temáticas, permitirá que todos los docentes, no importando la asignatura que impartan, se involucren en este

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programa, coadyuven a fomentar la lectura e incidan, con las actividades que se desarrollen antes, durante o después de la realización de la lectura, a la formación de lectores activos.

Al respecto, cabe señalar que en cada una de las lecturas se identifican: el tipo de texto al que pertenecen y el autor, ubicando su nacionalidad y temporalidad. De la misma manera, se creyó conveniente incluir al final de la antología, un glosario en el que se conceptualizan y caracterizan los diferentes tipos de texto seleccionados.

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DIENTES

Texto literario: Cuento Ema Wolf (1948 - ),

Argentina.

Boris Dracul trabajaba de vampiro.Todas las noches se ponía su capa de seda negra –tenía otra de hule impermeable para los inviernos húmedos- y se largaba a vampirear por los caminos de Moldavia.

No es fácil ser vampiro en un pueblo de campesinos que se acuestan más temprano que las gallinas. Al menos no lo era para el conde Dracul, incapaz de atravesar paredes, de cruzar volando las ventanas convertido en murciélago y de toda otra acrobacia parecida.

Dracul tenía que conformarse con morder el pescuezo de algún enamorado tardío o de un aldeano insomne que estuviera fuera a esa hora paseando el perro. Para colmo, los habitantes del pueblo vivían de la cosecha del ajo, y quien más quien menos siempre andaba con un diente en el bolsillo.

El conde Dracul vivía, claro, en un castillo tenebroso.Durante el día dormía en la bañadera. (Créase o no, las bañaderas suelen ser los lugares más secos en esos viejos edificios). Durante la noche... La noche alentaba sus peores propósitos. ¿Quién ha visto alguna vez el despertar de un vampiro?

Cuando el cucú daba las doce se levantaba de un salto. Solía darse la nuca contra las canillas, pero eso jamás lo desmoralizó. Con los ojos todavía enlagañados se peinaba –de

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memoria, porque los vampiro no se reflejan en los espejos– y manoteaba la capa que colgaba del toallero. Después se deslizaba por el ventiluz del baño hasta el jardín. El rocío lo despabilaba ferozmente. ¡Y a comer!

Una noche de ésas, una tormenta maligna sacudía los muros del castillo. Afuera aullaban los lobos, las lechuzas, los hurones y animales varios. A pesar del vendaval, el conde Dracul se aprestaba a salir. Como siempre, se deslizó a través del ventiluz y marchó hacia el pueblo.

En las calles de la aldea, naturalmente, no había un alma. Con semejante tiempo había menos que nadie.

Dracul pisó varias baldosas flojas y maldijo en rumano. La panza le crujía y él ya imaginaba una desgraciada noche de ayuno.¡De pronto...!Pasos que se acercaban.Suspenso.– Scruich, scruich – hacían los pasos mojados.Dracul tensó todos los músculos del cuerpo.

Observó que una sombra se acercaba por la vereda. Miró bien. Por el rodete, parecía una señora. Parecía no, era una señora.

Dracul se agazapó detrás de un buzón y esperó a que la dama se acercara, listo para dar el gran salto.Más suspenso.Cuando la tuvo cerca, salió de su escondite, desplegó la capa y abrió la boca con un rugido exhibiendo los colmillos.La señora clavó los ojos en esa bocaza que tenía a veinte centímetros de su cara y lanzó un grito espantoso:– ¡AAAAAAAAAHHHH! ¡QUÉ HORROR!

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Lo que pasó después nadie pudo imaginarlo, ni siquiera el mismísimo conde.La mujer lo zamarreó por el cogote con unas manos robustas de sifonero y después lo derribó con un golpe de karateca.

¿Con quién se había topado el conde Dracul? ¿Quién era ella?Era nada menos que la temible doctora Carramela, la dentista-ortodoncista de la aldea. ¡El terror de las Caries! ¡El Azote de los Dientes Desubicados!El conde sintió que lo levantaban por el aire y cerró los ojos.

En pocos minutos se encontró sentado en el sillón de la dentista con la boca abierta. Las rodillas de la Carramela, apoyadas sobre el pecho, le trababan los movimientos. Estaba furiosa.

–¡Que barbaridad! –decía–. ¡Esto está a la miseria! ¿Cuándo aprenderán a cuidarse la boca? ¡PUERCO, PUERCO, PUERCO!

En un rato le emparejó los colmillos, le arregló seis muelas picadas, le sacó dos dientes que le sobraban y le hizo un tratamiento de flúor. Después lo fletó para su casa, no sin antes darle un sermón y prohibirle para siempre los merengues.Nunca más anduvo el conde Dracul vampireando solo de noche por los caminos de Moldavia. Es una pena.Desde entonces guarda su cepillo de dientes en un vaso, junto al tubo de pasta, al lado de la jabonera.

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LA ASAMBLEATexto literario: Apólogo Emilio Rojas

(1948- ), México.

Cierta ocasión, con más ahínco fui perseguido para, al fin, ser acorralado por las partes de mi cuerpo. Ante la imposibilidad de nuevamente escapar, como muchas veces lo había hecho, entonces me sentaron para escuchar, con sorpresa fingida, que cada una estaba descontenta del quehacer que le dictaba.

Con atropello, al querer hablar todas primero, el Oído empezó diciendo: Pequeño Hombre, “¡estoy cansado de oír tantas sandeces y ruido. Es necesario que me pongas donde la verdad sea vasta como el aire y donde el sonido sea belleza para no atrofiarme más!”

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La Boca le secundó: “¡Yo estoy cansada de decir halagos sin ton ni son a quienes no se lo merecen y también harta de decir zalamerías, mentiras y tantas cosas tontas que ni tú mismo comprendes!”

Continuaron las Manos: “¡Nosotras tampoco estamos conformes con tu alimento de apatía que nunca nos deja terminar lo que día a día comenzamos!” Los Pies, con mirada de tristeza dijeron: “Ten compasión de nosotros, no sólo por espinos y piedras sabemos caminar.”

La Mente, antes de hablar, me llevó a un gran espacio para luego decir: “La gravedad que acuso en mi desenvolvimiento es toda esta basura de años que nunca te encargas de tirar”.

Y siguió el Corazón: “¡Yo exijo que dejes de llevarme de un lado a otro haciéndome vivir efímeramente para después arrastrarme hacia distintas muertes! ¡Ordeno que me lleves, de una vez y para siempre, a ese lugar sin límites donde cada vez se es más grande y mejor, y siempre diferente!”

Aquel motín se convirtió en asamblea en que democráticamente estas y otras partes votaron por su destino. Desde entonces, dependiendo del asunto a tratar, la Mente y el Corazón gobiernan en sus reinos y a veces, lo hacen uniéndose para triunfar.

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¿POR QUÉ LOS PECES NO SE HUNDEN?

Texto: Divulgación Científica Anita Ganeri

La densidad es el peso de un objeto en relación con su tamaño. Las cosas que son más densas que el agua, se hunden. Pero las menos densas, flotan. Los peces no se hunden porque pueden variar la densidad de sus cuerpos.

La mayoría de los peces tienen una bolsa llena de gas en forma de globo alargado dentro de sus cuerpos, llamada vejiga natatoria. Los peces pueden cambiar la cantidad de gas para alcanzar la misma densidad del agua que los rodea. Si hay bastante gas en la vejiga natatoria el pez flotará más fácilmente. Los peces no se hunden aun cuando estén quietos porque la vejiga trabaja sin descanso.

¿Sabías que...?Como los tiburones no tienen vejiga natatoria

deben nadar sin interrupción para no hundirse.

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¡ Compruébalo ¡

El agua de mar es más densa que el agua dulce porque contiene sal. Esto hace que las cosas floten con más facilidad. Compruébalo. Llena la mitad de un vaso con agua. Ponle un huevo fresco y entero. ¿Flota o se hunde? Llena otro vaso por la mitad con agua y 3 cucharadas de sal. Revuelve bien para que se disuelva. Ahora pon el huevo en esta agua y mira los dos vasos. ¿En cuál flota mejor el huevo?

EL RESUCITADO

Texto literario: Crónica Ricardo Palma

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(1833 - 1919),Perú.

Crónica de la Época del Trigésimosegundo Virrey.

A principios del actual siglo XIX existía en la Recolección de los Descalzos un octogenario de austera virtud que vestía el hábito de hermano lego. El pueblo, que amaba mucho al humilde monje, conocíalo sólo con el nombre de El Resucitado. Y he aquí la auténtica y sencilla tradición que sobre él ha llegado hasta nosotros...

En el año de los tres sietes (número apocalíptico y famoso por la importancia de los sucesos que se realizaron en América), presentóse un día en el hospital de San Andrés un hombre que frisaba en los cuarenta agostos, pidiendo ser medicinado en el santo asilo. Desde el primer momento los médicos opinaron que la dolencia del enfermo era mortal, y le previnieron que alistase el bagaje para pasar a mundo mejor.

Sin inmutarse, oyó nuestro individuo el fatal dictamen, y después de recibir los auxilios espirituales o de tener el práctico a bordo, como decía un marino, llamó a Gil Paz, ecónomo del hospital, y díjole, poco más o menos:

– Hace quince años que vine de España, donde no dejo deudos, pues soy un pobre expósito. Mi existencia en Indias ha sido la del que honradamente busca el pan por medio del trabajo; pero con tan aviesa fortuna que todo mi caudal, fruto de mil privaciones y fatigas, apenas pasa de cien onzas de oro que encontrará vuesa merced en un cincho que llevo al cuerpo. Si como creen los físicos, y yo con ellos, su Divina Majestad se sirve llamarme a su presencia, lego a vuesa merced mi dinero para que lo goce, pidiéndole únicamente que vista mi cadáver con una buena mortaja del seráfico padre San Francisco, y pague algunas misas en sufragio de mi alma pecadora.

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Don Gil juró, por todos los santos del calendario, cumplir religiosamente con los deseos del moribundo, y que no sólo tendría mortaja y misas, sino un decente funeral.Consolado así el enfermo, pensó que lo mejor que le quedaba por hacer era morirse cuanto antes; y aquella misma noche empezaron a enfriársele las extremidades, y a las cinco de la madrugada era alma de otra vida.

Inmediatamente pasaron las monedas de oro al bolsillo del ecónomo, que era un avaro más ruin que la misma avaricia. Hasta su nombre revela lo menguado del sujeto: ¡Gil Paz! No es posible ser más tacaño de letras ni gastar menos tinta para una firma.Por entonces no existía aún en Lima el cementerio general, que, como es sabido, se inauguró el martes 31 de mayo de 1808; y aquí es curioso consignar que el primer cadáver que se sepultó en nuestra necrópolis al día siguiente fue el de un pobre llamado Matías Isurriaga, quien, cayéndose de un andamio sobre el cual trabajaba como albañil, se hizo tortilla en el atrio mismo del cementerio. Por tal, los difuntos se enterraban en un camposanto que tenía cada hospital, o en las bóvedas de las iglesias, con no poco peligro de la salubridad pública.

Nuestro Don Gil reflexionó que el finado le había pedido muchas gollerías; y que podía entrar en la fosa común sin asperges, responsos ni sufragios; y que, en cuanto al ropaje, bien vestido iba con el raído pantalón y la mugrienta camisa con que lo había sorprendido la flaca.– En el hoyo no es como en el mundo –filosofaba Gil Paz-, donde nos pagamos

exterioridades y apariencias, que mucho sirven por la tela del vestido. ¡Vaya ocurrencia la del difunto! No seré yo, en mis días, quien halague su vanidad, gastando los cuatro pesos que cuesta la jerga franciscana. ¿Querer lujos para pudrirse en la tierra? ¡Se ha visto tal presunción! ¡De milagro no le vino el antojo de que lo enterrasen con guantes de gamuza, botas de campana y gorguera de encaje! Que vaya al agujero como está el muy bellaco, y agradézcame que no lo mande en el traje que usaba el padre Adán antes de la golosina.

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Y dos negros esclavos del hospital cogieron el cadáver y lo transportaron al patio que servía de cementerio. En tanto que el sepulturero abría la zanja, una brisa fresca y retozona oreaba el rostro del muerto, quien ciertamente no debía estarlo en regla, pues sus músculos empezaron a agitarse débilmente, abrió luego los ojos y, al fin, uno de esos maravillosos instintos del organismo humano, hízose cargo de su situación. Un par de minutos que hubiera tardado nuestro español en volver de su catalepsia, y las paladas de tierra no le habrían dejado campo para rebullirse y protestar.

Distraído el sepulturero con su lúgubre y habitual faena, no observó la resurrección que se estaba verificando hasta que el muerto se puso sobre sus pies y empezó a marchar con dirección a la puerta. El búho del cementerio cayó accidentado, realizándose casi al pie de la letra aquello que canta la copla:

El vivo se cayó muertoY el muerto partió a correr.

Encontrábase don Gil en la sala de San Ignacio, vigilando que los cocineros no hiciesen mucho gasto de azúcar para endulzar las tisanas, cuando una mano se posó en su hombro y oyó una voz cavernosa que le dijo:– ¡Avariento! ¿Dónde está mi mortaja?Volvióse aterrorizado don Gil. Sea el espanto de ver un resucitado de tan extraño pelaje, o sea que la voz de la conciencia hubiese hablado en él muy alto, el hecho es que el infeliz perdió desde ese instante la razón. Su sacrílega avaricia tuvo la locura por castigo.

En cuanto al español, quince días más tarde salía del hospital completamente restablecido, y después de repartir en limosnas las monedas de oro, causa de la desventura de don Gil, tomó el hábito de lego en el convento de los Padres Descalzos, y personas respetables que lo conocieron y trataron nos afirman que alcanzó a morir en olor de santidad, allá por el año de 1812.

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LA CAMPESINA DISFRAZADA

Texto literario: Cuento Alejandro Pushkin

(1799 - 1837), Rusia.

En una de las provincias que baña el Volga, cerca del Cáucaso, vivía Ivan Petrovich Berestov, hombre honesto y trabajador que repartía su tiempo entre el cuidado de su hacienda, y la administración de una fábrica de tejidos que le rendía excelentes beneficios. Todos sus vecinos lo apreciaban menos el que vivía más cerca de él: Gregorio Ivanovich Muronsky.

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Era Muronsky el prototipo del barón ruso que no sabe administrar sus bienes. Viudo y con una hija pequeña, se vino a radicar en el último trozo de tierra que le quedó después de haber derrochado su fortuna en Moscú.

Obsesionado por todo lo inglés, gastó sus últimos recursos en el diseño y la realización de un jardín estilo británico.

Hombres tan distintos en su manera de ver la vida era natural que no simpatizaran y con frecuencia se expresaban mal uno del otro. Así estaban las cosas cuando llegó a la casa paterna Alejo, el hijo de Iván Berestov que trataba de vencer la oposición paterna para poder ingresar al ejército. Pero mientras esto sucedía, el joven paseaba a caballo por la aldea estremeciendo de ingenua admiración a las jóvenes campesinas del lugar.

Esta admiración de que era objeto Alejo Berestov despertó la curiosidad de Lisa, la única hija de Gregorio Muronsky, quien ante la imposibilidad de conocerlo de otra manera, se disfrazó de campesina, con la ayuda y complicidad de su criada Nastia. Con este atuendo una mañana muy temprano se apersonó en el bosque por donde acostumbraba pasar el joven Alejo. El encuentro, natural y poco convencional, despertó el entusiasmo del heredero de Iván Berestov por aquella joven tan bella, dulce, sencilla e ingenua. Tras un breve diálogo, la falsa campesina dijo llamarse Aculina y ser hija del herrero Basilio. A este primer encuentro siguieron una serie de entrevistas que hicieron surgir una sincera comprensión y un auténtico amor entre los jóvenes.

Un día ocurrió un suceso que había de torcer para siempre el rumbo de los amores de Lisa y Alejo. Ivan Petrovich Berestov salió de caza montado a caballo con una jauría y varios criados. Justamente a la misma hora, Gregorio Ivanovich Muronsky había salido a recorrer, montado en su yegua, sus britanizados dominios. Uno y otro, sin suponer que su rival anduviera por aquellos lugares, corrían animadamente por aquellas soledades, cuando inesperadamente se encontraron de manos a boca.

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Contrariando sus propios sentimientos, pero teniendo en cuenta que era un hombre civilizado, Ivanovich Muronsky se acercó cortésmente a su enemigo y lo saludó con delicadeza. Berestrov respondió al saludo con la amabilidad de un oso que saludase en el circo a los espectadores, bajo la mirada vigilante del domador. En esto, la liebre que iba persiguiendo Berestov salió de entre unas matas, y éste, sintiendo de nuevo renacer el ardor de la caza, echó a correr tras ella a toda rienda, sin despedirse siquiera de Ivanovich. Éste también, quiso correr detrás de la liebre, y picando espuelas a su yegua, echó asimismo a correr. Pero su cabalgadura no estaba acostumbrada a los incidentes de aquella caza, y desbocándose, cuando se hallaba ya junto a un barranco, dio un gran respingo, lanzando al suelo a su jinete.Petrovich Berestov, en cuanto se dio cuenta de lo ocurrido, corrió en ayuda de su odiado rival, pues entre gente bien nacida el deber de ayudar al prójimo es lo primero. Lo ayudó a levantarse y lo sostuvo con sus propios brazos para que pudiese volver a montar en la yegua. Al cabo de un rato, descabalgaron de nuevo y se pusieron a desayunar en pleno campo. Entonces entablaron una conversación bastante animada, en un ambiente ya de mayor cordialidad. Berestov se llevó al que hasta entonces había sido un rival a su misma casa, donde le prestó un pequeño coche para que regresara a su heredad más cómodamente. Ante estas inesperadas atenciones, Ivanovich Muronsky se creyó obligado a corresponder con igual delicadeza, invitando a su antiguo rival para que fuese a comer un día a su casa en compañía de su hijo Alejo.

Gregorio Ivanovich refirió a su hija lo ocurrido, añadiendo que había invitado a su mesa a los Berestov, padre e hijo.

– ¿De modo –exclamó– que tendremos aquí a comer a esos hombres? ¡Está bien! Usted, puede hacer lo que quiera; pero yo no apareceré por nada del mundo.

Gregorio Ivanovich, sin querer discutir con su hija, se marchó a descansar al interior de la casa.

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– ¿Qué pensaría Alejo cuando me reconociese comprobando que yo no soy Aculina? –pensaba sobresaltada la muchacha.

De repente una idea cruzó por su imaginación. Corrió, a exponérselo a Nastia y ambas quedaron entusiasmadas.

A la mañana siguiente, Gregorio Ivanovich preguntó a su hija si persistía en su decisión de no dejarse ver de los Berestov.– Papá –respondió Lisa–, los recibiré; pero con una condición: cualquiera que sea la manera que yo escoja para presentarme a ellos, cualquiera que sea mi comportamiento en presencia de los huéspedes, prométame que no ha de extrañarse ni decir nada.– Sin duda proyectas alguna diablura de las tuyas –le replicó, sonriendo, su padre–. Haz lo que te parezca.

A las dos en punto de la tarde. El viejo Berestov y el joven Alejo, subieron la granescalera de la casa, a cuyo pie ya les esperaba sonriente Gregorio Ivanovich. Juntos,pasaron a una sala donde se sirvieron algunas copas de licor, en prueba de cortesía.

Al cabo de un rato, la puerta se abrió e hizo su entrada Lisa. El viejo Ivanovich apenas pudo reprimir su asombro. Lisa, su morena Lisa, se había blanqueado la ambarina piel, se había pintado exageradamente las cejas y se había dibujado con carmín una boca que no era la suya. Con los cabellos había hecho el mismo disparate. En lugar de llevarlos peinados del modo sencillo que le era habitual, los había acaracolado como una dama de los tiempos de Luis XV.

Se había apretado el talle por manera que parecía el de una avispa, y de su cuello se colgó todos los brillantes y perlas que heredara de su madre.

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Después de un rato de charla, sentáronse a la mesa. Lisa, acentuó más su papel de niña boba, mientras Alejo se hacía el distraído, melancólico, pensando que aquella repintada muñeca que tenía enfrente no valía ni para descalzar a la hermosa atractiva muchacha que él suponía hija de un herrero.

Por fin, se levantaron de la mesa. Los huéspedes se fueron y Gregorio Ivanovich dio rienda suelta a sus carcajadas.A la mañana siguiente, Lisa se levantó muy temprano y fue al bosque para entrevistarse con Alejo.

– Ya sé, –le dijo Lisa en cuanto le vio– que ayer estuviste en casa de los señores de la aldea. ¿Qué tal te pareció la señorita?

– La verdad, es –contestó el joven– que no me fijé mucho en ella; pero me pareció muy poco interesante.

– ¡Qué pena! –dijo Lisa con aire de verdadero pesar.– ¿Por qué? ¿Qué te importa a ti que no me gustara la señorita?– Porque entonces no debe ser verdad, lo que dicen...– ¿Qué es lo que dicen? –inquirió Alejo.– Que yo me parezco a la señorita Ivanovich.– ¡Qué disparate! A tu lado parece el más repugnante de los monstruos.

A continuación, Alejo le juró formalmente que no la cambiaría a ella, Lisa, por aquella señoritinga estirada y cursilona.– ¡Sí; pero por muy ridícula que sea la señorita, yo siempre seré a su lado una

pobre lugareña sin gracia ni elegancia!– Eso nada me importa a mí, pues cuando tú seas mi mujer yo te enseñaré a ser

fina y distinguida como ella o más aún.– Pero yo no sé leer.– También a eso te enseñaré yo en muy poco tiempo.– Pues cuanto antes, mejor.

Empecemos mañana mismo.

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Derrochando paciencia y buena voluntad, Alejo empezó a enseñar a leer y escribir a la que creía inculta y rústica muchacha. Al cabo de un par de semanas, la falsa Aculina leía ya de corrido y pasados otros quince días, escribía con asombrosa corrección. Alejo contemplaba muy admirado los procesos de su discípula, lo que hacía aumentar más aún su amor por ella.Entre tanto, la amistad entre los dos viejos señores se había ido haciendo cada vez más cordial y más íntima. Y entonces, de un modo casi simultáneo, se dieron a pensar que sería una gran cosa para sellar definitivamente su renacida amistad casar a los dos jóvenes. Iván Petrovich Berestov puso manos a la obra, llamando un día a su hijo a su despacho.– ¿Cómo es, Alejo, que hace tiempo que no me hablas de tus proyectos de

ingresar en la Academia Militar?– Sé que era un proyecto que no le agradaba, he decidido abandonarlo por ahora.– Perfectamente. Sin embargo, hay una cosa que yo desearía que decidieses

ahora. Me refiero a tu matrimonio. Creo que ha llegado el momento de que te cases.

– La verdad, no había pensado todavía en eso...– Tú, no; pero yo, sí... Creo que Lisa Gregorio Ivanovich Muronsky sería para ti

una excelente esposa.– Papá, ¡por dios!, su proposición me sorprende. No había pensado en nada de eso.– Precisamente porque tú no pensabas en nada dejando pasar el tiempo como un

loco, lo he pensado yo por ti.– Como usted quiera; pero la verdad es que Lisa Muronsky no me agrada del todo.– Después te agradará. Es buena, bella e inteligente.– Sí, ciertamente, mas yo no me considero capaz de hacerla feliz.– Eso que dices no es más que un pretexto para esquivar lo que te pido –le replicó

ya bastante amoscado el enérgico viejo.– Pues bien, papá, puesto que usted me obliga, se lo diré perfectamente. No

quiero casarme con Lisa.– ¿Te atreverás a desobedecerme?

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– En esto que me pide, sí. Estoy dispuesto a acatar su voluntad en todo menos en casarme con una mujer que no amo.

– ¡Pues te casarás, aunque no quieras! ¡Y si te atreves a desobedecerme, te maldeciré, y mis bienes no irán jamás a tus manos! –exclamó en el colmo de la desesperación.

Aquella noche, Alejo, en la soledad de su alcoba, evocó la figura de Lisa y la de Aculina, y el contraste entre ambas evocaciones era tan intenso, que comprendía que amaba tanto a una como aborrecía a la otra. Estos pensamientos le afirmaron en su idea de continuar fiel al amor de la que él creía una humilde hija del pueblo.

Los jóvenes se escribían con frecuencia cartas apasionadas, valiéndose de la fiel Nastia. Un día, Alejo, en un momento de exaltada pasión, le escribió a Aculina una carta en la que le anunciaba su propósito de casarse con ella.

Enseguida puso en práctica la segunda parte de su plan, que consistía en ir a contarle lo que le ocurría al viejo Muronsky, en la seguridad de que éste no desearía para su hija un marido que estuviese enamorado de otra mujer... Y así llegó hasta la casa de los Muronsky, donde un criado salió a su encuentro muy ceremoniosamente.– ¿Está en casa Gregorio Ivanovich Muronsky? –preguntó el joven.– No, señor, Gregorio Ivanovich se marchó muy temprano – le replicó el criado.– ¡Qué contrariedad! –pensó Alejo. Pero reponiéndose, preguntó:– ¿Y la señorita Lisa Gregorio?– Sí, señor, está en casa, y si usted lo desea, puede recibir al señor.Alejo entró en la casa sin dar tiempo a ser anunciado. Así –pensaba- me explicaré con ella misma, y todo quedará resuelto de una vez.

Pero al entrar, la sorpresa le dejó como paralizado. En el gran salón de la casa, sentada junto a una ventana, vio a su amada Aculina, no a la estirada y antipática Lisa que él conocía, sino a la morena, encantadora y vivaz Aculina, que estaba

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absorta leyendo la carta que él le había enviado por medio de Nastia dos horas antes. Rehecho de la sorpresa, Alejo no pudo reprimir una exclamación de júbilo. Lisa, al oírlo, se levantó e intentó correr hacia el interior de la casa. Alejo se adelantó hacia ella para detenerla.– ¡Aculina, Aculina!...Lisa forcejeó para librarse de la mano que la sujetaba.Pero Alejo ya no podía engañarse. En aquel momento abrióse la puerta y apareció Gregorio Ivanovich Muronsky.– ¡Muy bien! –exclamó-. Veo que vuestro asunto es ya cosa resuelta... –y se

sonrió bonachonamente.Los lectores ya se figurarán el desenlace de la presente historia.

LOS MOTIVOS DE LA PRIMAVERA

Texto : Artículo de Divulgación Científica Revista semanal Día siete de El Universal

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Flores, trinar de pájaros y sol en abundancia son los ingredientes de una sabrosa primavera, inaugurada con la fecha del equinoccio. Desde sus inicios culturales, la humanidad ha reconocido en tal fenómeno un significado religioso, asociado al nacimiento de la vida.¿Qué más advertían los antiguos que asentaron tal fecha en monumentos y calendarios?

Un equinoccio es cualquiera de los dos momentos anuales en los que la noche dura lo mismo que el día (12 horas cada uno). En el hemisferio norte, el primer equinoccio, vernal (de primavera), ocurre entre el 20 y 21 de marzo, mientras que el equinoccio autumnal (de otoño) se produce cerca del 23 de septiembre, según el calendario enmendado por el papa Gregorio XIII en 1572.

Movidas de la tierra y del solEquinoccio ( del latín aequinoctium: aequs, igual; nox, noche). Días en los que el Sol visto desde la Tierra, en el hemisferio norte, sale exactamente por el Este y se pone por el Oeste.

Danza CósmicaLas estaciones (primavera, verano, otoño e invierno) resultan del recorrido de la Tierra alrededor del Sol (traslación) por el efecto gravitacional que la estrella ejerce sobre el planeta, andanza que dura cerca de 365 días. Al describir tal órbita, la Tierra rota sobre su propio eje inclinado cada 24 horas, una danza cósmica donde los equinoccios y solsticios sólo son instantes en los que coinciden rotación y traslación.

Ciclos cósmicos y terrenalesPara definir su existencia y destino, las culturas precolombinas descifraron el designio de los dioses reflejado en los cielos. Astros y fenómenos celestes fueron relacionados con los ciclos agrícolas, lo que obligó a registrar su aparición y a

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medir el tiempo de los ciclos en la bóveda celeste. Escritura, conceptos matemáticos y calendarios nacen de esa cosmovisión.

Para los mesoamericanos, los equinoccios eran inicio y fin, determinantes en la actividad agrícola: el vernal marcaba el ciclo de preparación de la tierra de cultivo y del secado de la semilla de maíz (previos a la temporada de lluvias), mientras que el otoñal decidía la cosecha de las mazorcas. Cosmos y maíz unidos por equinoccios.

Quetzalcóatl, mito equinoccialEntre elotes y astros nace Quetzalcóatl, el mito de la serpiente emplumada. Originado en el altiplano central, el culto a Quetzalcóatl se esparció hasta la zona maya (Kukulkan), convirtiéndose en el mito más importante de Mesoamérica, en cuyo honor se erigieron templos para rituales y estructuras arquitectónicas como instrumentos astronómicos.

Teotihuacan, Xochicalco, El Tajín, Palenque y Chichen Itzá edificaron su devoción para adorar, en los equinoccios, el momento cósmico en el que el dios de la trasmutación desciende a la Tierra para enseñar los ciclos agrícolas, dirigir el camino de la purificación y renovar el pacto entre los dioses y los hombres del maíz.

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