Panorama etnográfico de Veracruz

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104 Enrique Hugo García Valencia* Panorama etnográfico de Veracruz a investigación etnográfica en Veracruz cuenta ya con una tradición centenaria, incitada por una gran diversidad de pueblos de tradición me- soamericana, crónicas y descripciones de viajeros, y fascinantes descubri- mientos arqueológicos. A las discusiones decimonónicas acerca de la pree- minencia de Teotihuacan o Tenochtitlan, en el desarrollo de las primeras civilizaciones en este continente, le sucedió el descubrimiento de civiliza- ciones igualmente antiguas como la maya y olmeca, asentadas precisamen- te sobre la vertiente oriental del Golfo de México. Los huastecos y popolucas, indígenas residentes del estado de Veracruz, atrajeron la atención de importantes etnógrafos y viajeros que vieron en ellos los descendientes directos de las antiguas civilizaciones maya y olme- ca. La investigación de estos grupos resultaba crucial para poner orden y entender la creciente complejidad que manifestaban las civilizaciones de Mesoamérica. De igual manera, los hablantes de lengua nahua y totonaca abrieron nuevas posibilidades de investigación, habida cuenta de su más bien re- ciente presencia en Veracruz. Estos dos grupos se asentaron en territorios que, se pensaba, fueron habitados en otros tiempos por huastecos y olme- cas, produciendo importantes transformaciones culturales antes de la con- quista española. Entre esos cambios se encuentra la separación de los hablantes de len- guas mayas de Campeche, Yucatán y Chiapas de los huastecos, confinados éstos últimos al norte de Veracruz, Tamaulipas, San Luis Potosí e Hidal- go, situándose en parte de sus antiguos dominios los totonacos, nahuas, tepehuas y otomíes. Solamente en las inmediaciones de Zongolica, los nahuas asentados antes de la conquista española, después de la caída de Tula, han conserva- do con cierta vigencia su antiguo establecimiento; este grupo dominó a los otros pueblos que le antecedieron, de manera que en esta región actual- mente tenemos nahuahablantes . L E T N O G R A F Í A * Centro INAH Veracruz. Karl Nebel, Gente de tierra caliente entre Papantla y Misantla, siglo XIX, litografía (de- talle). Boletín Oficial del INAH. Antropología, núm. 66, abril-junio de 2002

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Enrique Hugo García Valencia*

Panorama etnográfico

de Veracruz

a investigación etnográfica en Veracruz cuenta ya con una tradicióncentenaria, incitada por una gran diversidad de pueblos de tradición me-soamericana, crónicas y descripciones de viajeros, y fascinantes descubri-mientos arqueológicos. A las discusiones decimonónicas acerca de la pree-minencia de Teotihuacan o Tenochtitlan, en el desarrollo de las primerascivilizaciones en este continente, le sucedió el descubrimiento de civiliza-ciones igualmente antiguas como la maya y olmeca, asentadas precisamen-te sobre la vertiente oriental del Golfo de México.

Los huastecos y popolucas, indígenas residentes del estado de Veracruz,atrajeron la atención de importantes etnógrafos y viajeros que vieron enellos los descendientes directos de las antiguas civilizaciones maya y olme-ca. La investigación de estos grupos resultaba crucial para poner orden yentender la creciente complejidad que manifestaban las civilizaciones deMesoamérica.

De igual manera, los hablantes de lengua nahua y totonaca abrieronnuevas posibilidades de investigación, habida cuenta de su más bien re-ciente presencia en Veracruz. Estos dos grupos se asentaron en territoriosque, se pensaba, fueron habitados en otros tiempos por huastecos y olme-cas, produciendo importantes transformaciones culturales antes de la con-quista española.

Entre esos cambios se encuentra la separación de los hablantes de len-guas mayas de Campeche, Yucatán y Chiapas de los huastecos, confinadoséstos últimos al norte de Veracruz, Tamaulipas, San Luis Potosí e Hidal-go, situándose en parte de sus antiguos dominios los totonacos, nahuas,tepehuas y otomíes.

Solamente en las inmediaciones de Zongolica, los nahuas asentadosantes de la conquista española, después de la caída de Tula, han conserva-do con cierta vigencia su antiguo establecimiento; este grupo dominó a losotros pueblos que le antecedieron, de manera que en esta región actual-mente tenemos nahuahablantes .

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E T N O G R A F Í A

* Centro INAH Veracruz.

Karl Nebel, Gente de tierra caliente entrePapantla y Misantla, siglo XIX, litografía (de-talle).

Boletín Oficial del INAH. Antropología, núm. 66, abril-junio de 2002

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En el sur de Veracruz también se asentaron los na-huas, contribuyendo a la configuración de un área cul-tural de gran complejidad etnolingüística. Ahí habitanconjuntamente con popolucas, zapotecos y hablantesde otras lenguas procedentes de Oaxaca y del norte deVeracruz.

Este mosaico cultural atrajo la atención de los pri-meros investigadores que trataban de entender la con-figuración del altiplano y su influencia hacia otras re-giones. Más recientemente, los grupos indígenas de Ve-racruz han despertado el interés de un núcleo de estu-diosos que han tratado de destacar sus peculiaridades almargen o conjuntamente con su importancia dentrodel concierto de culturas indígenas de México, y sobretodo sus contribuciones a la configuración cultural me-soamericana.

Así, el estudio de términos de parentesco entre huas-tecos y popolucas ocupó y ocupa todavía un lugar im-portante en algunos de los estudios más antiguos, yotros recientes, habida cuenta de la filiación lingüísticamaya de la lengua huasteca y de una de las variantespopolucas conocido como zoque-popoluca.

De alguna manera, los términos de parentesco dancuenta de similitudes en la forma de clasificar a los fa-miliares, que puede inducir a pensar en formas comu-nes o parecidas de organización matrimonial y de esta-blecimiento de alianzas parentales; de reconocer a loshijos y a otros parientes; de organizar la sucesión a lospuestos y a la propiedad, además de poder entender al-gunas formas de utilización del territorio y de organi-zación de la producción agrícola.

Los arreglos domésticos han recibido alguna impor-tancia, ya sea por su relación íntima con la forma enque conviven o no lo hacen; parientes reconocidos porgrados, la manera organizada y sistemática en que se re-ciben y se dan miembros de la casa en un intercambiocontinuo entre casas, o también por su importancia

económica como unidad de producción, dentro de lacual y también de manera organizada se produce y seconsumen los productos, principalmente agrícolas. Deahí que la composición de la casa ha sido también unelemento importante de investigación en los estudiosetnográficos.

Entre todos los arreglos domésticos destaca la fami-lia extensa, en la cual conviven varias familias precedi-das por un par de ancianos, o a menudo por una solaanciana. En estos casos los hijos casados llevan a sus es-posas a vivir a casa de sus padres, por lo menos hastaque nazca el primer hijo, y a partir de ese momentopueden buscar un lugar propio en donde vivir. En mu-chos casos uno de los hijos, a menudo el menor, per-manece con los padres hasta que estos mueren, suce-diéndolos en su residencia.

Los hijos que se apartan de la casa de los padrespueden construir su propio hogar en algún lote pro-porcionado por el padre, o en alguno otro que ellosconsigan. A pesar de esa separación, se conservan lazosreconocibles de ayuda mutua entre primos o entre her-manos, siendo más estrecha esa relación entre hermanosque comparten la misma madre, en caso de medios her-manos, o a veces entre primos, hijos de hermanas.

La unidad doméstica es también una unidad de pro-ducción, en donde el número de los parientes que lacomponen puede ser determinante en su calidad de vi-da, pues de manera directa su capacidad y organizaciónproductiva reditúa en los logros o fracasos dentro de laslabores agrícolas, las cuales en la mayoría de los casos sedesarrollan ante condiciones de adversidad extrema.Llama la atención que las recurrentes, o ya prevalecien-tes crisis agrícolas, hayan ocasionado que los jóvenesindígenas modernos se muevan en un cierto impassecultural. Las comunidades y aldeas indígenas cercanasa los centros urbanos como Xalapa, Poza Rica, Oriza-ba, Minatitlán u otras de las ciudades medias con las

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que cuenta el estado, posibilitan la apertura de espaciosde contacto con modelos y formas de vida presentadoscomo deseables o sofisticados, generados por el apara-to mediático circunscrito al cine, la radio y la televi-sión, principalmente. De allí que las aspiraciones de lapoblación tradicionalmente rural ya no se encuentrenen el campo, sino en las ciudades, hacia donde emigrancada vez más, compelidos por necesidades económicasy sociales.

En algunos pueblos indígenas totonacos, como porejemplo Chumatlán, encontramos cholos indígenas, conpantalones de mezclilla amplios, camisas holgadas,collares, aretes, pelo largo, inclusive algunos de ellos con-sumiendo drogas; en otros casos, la indumentariatradicional indígena ha cedido su lugar a la forma devestimenta más bien mestiza y urbana. En uno u otrocaso se puede predecir, de alguna manera, hacia dóndemigran los indígenas por el tipo de indumentaria queadoptan. Los que migran hacia Monterrey, Laredo o elDistrito Federal tienden a vestirse como cholos, mien-tras que los que se dirigen a las ciudades próximasadoptan más bien la indumentaria urbana mestiza.

Algunos padres se han visto en la necesidad de verpor sus nietos, en ausencia de sus padres, quienes emi-gran hacia otros lugares. En consecuencia, la forma tra-dicional de la casa indígena se ve fuertemente alteradapor estos movimientos migratorios, un fenómeno re-ciente en Veracruz, pero cada vez más frecuente.

En lugares más apartados, todavía tenemos la migra-ción estacional, por la cual los campesinos migran unavez terminadas las labores agrícolas y regresan para le-vantar la cosecha. A veces permanecen en su lugar deorigen hasta terminar las labores del campo, para au-sentarse nuevamente durante varios meses. En estos ca-sos, muchas de las fiestas tradicionales se vuelven mássuntuosas y concurridas por el retorno de los migran-tes, quienes a menudo no sólo traen grandes cantida-des de dinero en pesos, sino también en dólares. Hay

pueblos en donde los efectos de la migración se notanen la construcción misma de las casas. Las paredes demadera y los pisos de tierra ceden su lugar al uso delmosaico y del ladrillo. Los techos de paja o teja dejan sulugar a los de colado. Las antiguas casas indígenas care-cían de ventanales, o si acaso contaban con pequeñosportillos. Ahora cuentan con estructuras de aluminio, amenudo dorado o plateado con vidrios polarizados uoscurecidos. Es cada vez más frecuente ver estacionadasfrente a las casas camionetas o carros con placas de Es-tados Unidos, también conocidos como chocolates.

En muchos pueblos se empieza a difundir el mode-lo común de otros lugares de migrantes. Pueblos conresidentes niños, ancianos y esposas con hijos peque-ños, en donde la mano de obra de jóvenes y adultos seencuentra en otros lugares, regresando de forma perió-dica, particularmente cuando se trata de las fechas másimportantes, relativas a las fiestas y celebraciones den-tro de las comunidades.

A pesar de los cambios inducidos por la moderni-dad, los indígenas persisten en sus formas de organiza-ción tradicional comunitaria. Entre éstas se encuentranla adscripción al pueblo, por la cual periódicamente re-gresan para hacer valer sus derechos sobre la propiedadcomunal de las parcelas, o para insertarse en el ceremo-nial y los rituales pueblerinos.

Al retornar al pueblo regresan a sus antiguas casas,en donde todavía encuentran a sus parientes, padres ohermanos, y en donde se hospedan o reclaman propie-dades abandonadas. También es frecuente, particular-mente en lugares de rápido cambio cultural, como enla región Xalapa-Misantla, que gran número de casas,y a veces la tierra misma, se encuentren abandonadaspor los migrantes que nunca regresaron a reclamarlas.

De igual manera, en muchos casos, las antiguas tra-diciones asociadas con los ritos católicos han cedido sulugar a nuevas manifestaciones culturales relacionadascon las iglesias protestantes. Destaca la proclividad de

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ciertos grupos indígenas de Veracruz para adscribirse anuevos cultos, protestantes en su mayoría. De ahí quela identidad indígena se distancie, en no pocos casos,de la religión católica. Con todo, el catolicismo siguesiendo la religión predominante, y los rituales indíge-nas vistosos y distintivos todavía están asociados conesta religión, por el momento.

Sobresalen entre tales manifestaciones religiosas laorganización ritual, que en otros tiempos llegó a incluirla organización ceremonial, religiosa y cívica. En la ac-tualidad estas formas organizativas se encuentran diso-ciadas, aunque en algunos casos todavía las autoridadesciviles cumplen funciones en la organización ceremo-nial indígena.

Por ejemplo, el culto a los santos patrones es comúna todos los indígenas que profesan la religión católica.

En torno del culto al santo existe una organización ce-remonial, que excede a menudo las puras funciones ri-tuales. La mayordomía es la forma que asumen talesorganizaciones, que varía grandemente de comunidada comunidad, pero que tiene en común el constituir laforma en como el pueblo se organiza para celebrar a susanto de manera vistosa y suntuosa. Pero mas allá de lapura celebración se encuentran las redes de ayuda mu-tua, que surgen como respuesta a la convocatoria delmayordomo, para sufragar los gastos de la fiesta. Y másallá de la celebración festiva, a menudo los mayordo-mos salientes conforman, en su conjunto, una especiede consejo de ancianos cuya opinión es buscada, a ve-ces, inclusive por las autoridades civiles mismas.

La conformación de las mayordomías responde, sinembargo, a una manera indígena de concebir el mun-

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Antonio García Cubas, Carta etnográfica (detalles), 1885,litografía, en Atlas pintoresco e histórico de los Estados UnidosMexicanos.

Karl Nebel, Indígenas de Papantla y voladores, siglo XIX, litografía.

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do, y a los principios ordenadoresde la realidad social.

Un principio fundamental esaquel relacionado con la nociónambigua del mal y del bien, comodos realidades adversas pero com-plementarias. Otro principio sonlas acciones de los hombres, lasque sólo pueden ser eficaces siconcitan las fuerzas de la natura-leza y de las divinidades. De ahíque en los ritos el hombre trate deconciliar fuerzas naturales, o deconcitarlas en su favor.

Por tanto, lo que nosotros con-sideramos como la naturaleza, noes más que el dominio de fuerzasciegas y brutales que pueden serconcitadas en beneficio de los hu-manos. El trueno, los rayos, loshuracanes, todos están personifi-cados en divinidades. Éstas a suvez tienen control sobre tales ele-mentos, mientras que otros seresespirituales lo tienen sobre lacreación: la agricultura, el agua,los peces, los animales del monte.

Los seres que controlan los elementos viven en losmontes, las cuevas, los ríos o el mar. Los controladoresde la naturaleza viven también en el río, los lagos, lagu-nas, el mar, pero principalmente en el monte, un lugarambiguo de donde proceden cosas buenas para el hom-bre, como los animales de caza, frutos, vegetales, peroque están bajo el dominio de dueños celosos y venga-dores, quienes se ensañarán sobre los humanos si éstosno obtienen sus frutos bajo las debidas condiciones.De ahí que haya rituales para apaciguar a los dueñosdel monte, de las siembras, de los ríos, de las lagunas,para antes de salir a cazar, o antes de pescar. Incluso sedebe pedir permiso al dueño del monte para despojar-lo de su vestidura silvestre, si se busca vestirlo con suindumentaria más preciosa: el maíz.

El maíz es el producto de la conjunción de los es-fuerzos humanos y divinos para crear lo que eventual-

mente se convierte en la carne de los hombres,por ser mitológicamente el alimento prototipode los humanos.

El abandono del cultivo del maíz, ocasio-nado por la improductividad creciente de latierra y la especulación sobre la misma, que seha desarrollado recientemente, hace que talescreencias se vean abandonadas por algunosindígenas, mientras que en otros casos se ur-banizan. Tenemos, por ejemplo, tanto en lasciudades como en el campo, la celebración ca-si universal de “Todos Santos”, una fiesta agrí-cola urbanizada. Asimismo están, entre otras,las creencias en los chaneques, pequeñosduendes que habitan los montes, y que ahorarondan algunos jardines de Xalapa y cumplenfunciones de duendes urbanos y domésticos.

La creciente globalización no es ajena a losindígenas, sujetos a las acciones de organiza-ciones no gubernamentales, políticas de desa-rrollo social emprendidas por el Estado o pro-gramas diseñados desde el Banco Mundial, y auna presencia cada vez más difundida por losmedios de comunicación nacionales e interna-cionales, en torno a la reivindicación de susderechos étnicos, de sus formas de organiza-ción y del derecho a la manifestación de su

cultura.Tampoco son ajenos a las múltiples manifestaciones

de las fuerzas mercantiles, que incluyen la amenaza queel uso de maíz transgénico representa para la reproduc-ción de su cultura; la adaptación de sus productos cul-turales a las necesidades de un mercado urbano y amenudo, trasnacional, y el acecho permanente a sus tie-rras por parte de alguna fracción del Estado y del capital.

Las posibilidades etnográficas que el territorio vera-cruzano ofrece hoy al investigador son amplias, entanto que una serie de procesos y sujetos sociales nohan sido percibidos aún con fines de estudio, y sinembargo guardan una importancia elemental paracomprender lo que está sucediendo en el campo y enla ciudad, al tiempo que pueden ser considerados co-mo prioritarios dentro de una agenda de discusión, almenos de nuestra disciplina: la etnografía.

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