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Para el alma del maestro

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Para el alma del maestro

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Carta del editor

Prof. Roque Vizael Hernández Cruz

“No se necesita gente extraordinaria para alcanzar el éxito, se necesita gente ordinaria que haga las cosas extraordinariamente bien”

Como Profesores hemos tenido el deseo de tener una guía que nos ofrezca la oportunidad para solucionar los problemas que enfrenta-mos con nuestros alumnos día con día, desearíamos encontrar la fór-mula que resuelva el complejo problema de educar: “abracadabra” y pum hágase el aprendizaje en el alumno… Como si educar pudiera ser un conjuro o una simple receta de cocina. Es cierto que las recetas son excelentes, ya que nos garantizan como resultado un delicioso platillo si seguimos cuidadosamente las instrucciones, solo es cuestión de comprar los ingredientes adecuados y seguir los pasos al pie de la letra para preparar una buena comida. Como quisiéramos hacer eso con nuestros estudiantes, conseguir el recetario para cocinar al alumno ideal; nos puede parecer gracioso, pero cuántas veces hemos pensado que educar es eso: “aplicar una receta al alumno”. El verdadero proble-ma se presenta cuando nos damos cuenta que, al aplicar dicha receta en nuestro salón de clases, el resultado es diferente en cada estudian-te, esto se debe a que cada uno de ellos es único e irrepetible.

Por esta razón comparo al proceso educativo con el arte culi-nario: pensemos en el sabor del pollo con mole que prepara nuestra mamá, y luego lo comparemos con el sabor de la mole de la abuela, con el que hemos probado en las fiestas y en el mejor restaurante… ¿por qué no saben igual si en todos los casos se utilizan por lo general los mismos ingredientes? ¿Por qué el sabor es tan distinto, si se utili-zan casi las mismas recetas?, la respuesta es simple, no saben igual porque a pesar de utilizar los mismos ingredientes y muchas veces la misma receta es el cocinero el que da ese toque mágico que hace de su sazón algo único y especial. En nuestras aulas contamos con todos estos elementos de los que hablamos, tenemos nuestros ingredientes (alumnos), nuestra receta (planes y programas) y al cocinero (el maes-tro) que debe de combinar y mezclar cada una de las partes para darle un toque, una sazón especial a su platillo, sin embargo, cualquier error en la cocción, o la mala combinación de las especias producirá un plati-llo insípido… ¿cuántos platillos insípidos hemos preparado como do-centes? ¿Cuántas veces hemos combinado incorrectamente nuestros ingredientes formando alumnos inseguros, carentes de valores y des-motivados para seguir aprendiendo?

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“Dicen que la inmortalidad es solamente la permanencia de lo que uno ha podido enseñar, dar y dejar en otros”. Si esto es verdad, la inmortali-dad está al alcance de nosotros, en todo lo que como educadores he-mos dejado en nuestros alumnos: nuestro conocimiento, optimismo, amistad, la mano siempre tendida para ellos, nuestro humor, la lucha por alcanzar nuestros ideales y todas nuestras acciones nos dicen que esta-mos vivos en el corazón de cada una de las personitas con las que com-partimos educación ese es el verdadero elixir de la vida eterna.

La chispa que motivó la publicación de “pozolito de cacao para el alma del maestro” ocurrió durante una de mis caminatas por la escuela, pasaba por un salón y escuché claramente la instrucción de un maestr@ (muy acorde a su plan de trabajo, por cierto): -Tendrán una semana para poder inventar un cuento, lo deben ilustrar y como evaluación lo leere-mos frente a todos y elegiremos al mejor-… en ese momento retrocedí años atrás cuando estudiaba en la secundaria y me dejaron la misma actividad… ¡pobres niños¡ los compadezco, a esa edad nos gusta escu-char historias pero “hacerlas”, si representaba sin duda un verdadero reto. Reflexioné sobre dicha actividad (yo también la dejé innumerables veces), pero jamás como maestro “inventé un cuento” … como director de escuela muchas veces nos enfocamos a la labor administrativa y olvi-damos que debemos de ser líderes pedagógicos. En una junta de Con-sejo Técnico Escolar propuse a los docentes la inquietud de elaborar una convocatoria para la elaboración de cuentos que se enfocarían al quehacer diario del maestro, alguna experiencia exitosa en el grupo, o el aprendizaje compartido que se da con los alumnos en donde podrían echar a volar su imaginación agregándole fantasía y realidad a los escri-tos; invitaría a algunas personalidades con experiencia en el ámbito lite-rario para poder darnos sugerencias de los escritos y aprender también de ellos, tomando en cuenta la premisa que el verdadero maestro es aquel que busca el aprendizaje diario con todas sus acciones a través del ejemplo. Mi compromiso es la impresión de la revista que hoy queri-dos lectores tienen en sus manos; pero de ¿dónde surge el título?

Uno de los libros que más ha impactado mi vida es el de “caldo de pollo para el alma” de Jack Canfield, son pequeñas historias de gente común, que a pesar de las adversidades han salido adelante “historias que inspiran”; cuenta el autor que tituló así su libro inspirado en los con-sejos de las abuelitas “el caldo de pollo” alimenta, cura gripes y reanima enfermos, una antología de textos de la vida real que inspiran acciones positivas era como un “caldo de pollo, pero para el alma”.

Se me ocurrió con las historias de los maestros hacer algo pare-cido “historias que inspiren y que motiven a otros los profesores”, pero no podía pensar en caldo de pollo, porque casi la mitad de las escuelas de Chiapas están en zonas de alta marginación, y por ende no hay dine-ro ni para el pollo, pero eso sí, nunca falta la bebida indispensable de la cultura chiapaneca “el pozol”: frío, al tiempo, fresco, blanco, de cacao, con azúcar o sin ella, con chile, miel de dedo, con manguito verde o pa-nela y hasta agrio, pero con esa deliciosa bebida, en las comunidades

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más marginadas se quitan la sed, se alimentan, les reanima y hasta curan la cruda, por tal razón “compartir una pequeña selección de textos elaborados por mis profesores” sería como un pozolito de cacao para el alma del maestro… expresar a través de las palabras lo que siente el corazón con la interacción de los alumnos.

Al leer los cuentos te das cuenta de que detrás de cada alumno existe una historia digna de ser contada, existen brujas, demo-nios, hechizos, pasadizos, monstruos, pero también podemos hallar esperanza, hadas madrinas, amuletos de la suerte y demás seres fan-tásticos… los maestros podemos ser héroes o villanos en la vida de nuestros alumnos la decisión depende se la entrega y vocación.

Invito al lector a disfrutar de esta deliciosa bebida literaria que alimenta el corazón de alumnos y maestros, sacia la sed de quien bus-ca un oasis en medio del sin fin de vicisitudes que el magisterio de hoy en día demuestra ante la sociedad.

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Índice

6 Las flores del jardín

9 ...para el alma del

maestro

10 El mejor día de mi

vida

14 ...para el alma del

maestro

15 El poder de los

sueños

19 ...para el alma del

maestro

20 Entre selvas y

montañas

23 ...para el alma del

maestro

24 Momento colorado

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28 ...para el alma del

maestro

29 Una manera de

lucir

32 ...para el alma del

maestro

33 Y colorín colorado…

estos son los cuentos del

abuelo

39… para el alma del

direc.

40 Café con leche

41 Box

43 El que lee, vive.

44 Agradecimientos

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Prof. Luis Fernando Valeriano C.

¿Qué miras? Dijo Juanito a Rodrigo, Estoy mirando esa flor de allá afuera, tiene un color muy bonito. Juanito miró por fuera del salón buscando tan esplendida planta, pero había tantas flores de varios colores y a decir verdad todas eran bonitas, así que insistente pregun-tó - ¿Cuál de todas? Esa de color rojo como anaranjado, respondió Rodrigo. ¡Ah, sí! ya la veo, tiene dos colores, se parece al sol.

Así estaban ambos, conversando con la cabeza asomándose por encima de la ventana, de pronto, se escucho una voz furiosa – ¡Juan y Rodrigo, guarden silencio y pónganse a hacer su tarea! Era el maestro “R”, quien con el seño fruncido vigilaba por encima de la ca-beza de los estudiantes a aquellos que estaban distraídos con los ojos fura del libro y cuaderno.

Los niños, espantados, rápidamente comenzaron a escribir. Así, el señor “R” caminaba por el salón buscando señales de movi-miento, como un águila buscando a un ratón. Pasó un rato, pero Juan no podía dejar de pensar en las flores del jardín así que murmurando le preguntó a Rodrigo – Psst psst oye ¿tú sabes qué comen las plan-tas?

Su compañero no quería ser castigado como el día anterior así que le insistió – cállate, nos van a escuchar y nos van a regañar, haz tu tarea. Rodrigo siguió haciendo su tarea, pero no podía concentrar-se porque un pensamiento le invadía, ¿qué comen las plantas? Algo deben comer ¿no? Después de todo son seres vivos.

De pronto Elena sintió que alguien le tocaba la espalda con el borrador de un lápiz. Ella volteó y en voz baja preguntó -¿Qué quieres Rodrigo?- oye tengo una duda ¿tú sabes qué comen las plantas? re-plicó el niño. Elena se quedó pensando ¿eso qué tiene que ver con la tarea de matemáticas?, pero aun así le causó inquietud y dijo- No sé, la plantas no comen o ¿sí?

Rodrigo y Elena comenzaron a debatir en murmullos pero el señor R tenía un oído tísico y al menor ruido reaccionaba diciendo – En silencio por favor, la tarea es individual el que este platicando se quedará en receso a limpiar el salón. Y cada vez que el señor R habla-ba el silencio volvía al salón. Pero Elena aún tenía mucho que decirle a Rodrigo, por una extraña razón era una conversación que no podía tratarse en otro momento.

Así que comenzaron a escribirse notas donde teorizaban so-bre el asunto, y en aquel pequeño trozo de papel se podía leer:

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“comen tierra, estoy seguro” “claro que no, nadie come tierra, yo creo solamente toman agua” “pero el agua es solo para cuando tienes sed” “Si pero las plantas no tienen boca”

Mientras tanto Toño le preguntaba a Juan cuál era el motivo de tanta plática, porque a lo lejos se podía notar la frustración de una discusión, al menos una discusión muda. Juan dijo - estamos tratan-do de saber qué es lo que comen las plantas, ¿a caso tú lo sabes?- Toño se quedo meditando- realmente nunca lo había pensado, pero en la tele vi un programa donde salían unas plantas que comían moscas y otros insectos.

Juan entrecerró los ojos y volteó a ver a Toño – como eres de mentiroso, las plantas no comen carne- dijo. No dije carne, dije insectos. ¿Acaso no has visto que las abejas y las mariposas se po-nen en el centro de las flores? Ahí es donde las plantas aprovechan para chuparlas como si fueran aspiradoras, además hay plantas que tienen dientes – Insistió Toño.

Juan incrédulo les cuestiono – ¿Ah sí? ¿Y cómo son? Dibúja-me como son. Toño, cual experto dibujante se puso manos a la obra. Rodrigo volteó hacia Juan y le dijo – las plantas comen tierra, pero Elena dicen que comen pura agua, ¿verdad que tengo razón? El niño respondió – no estoy seguro, Toño dice que se comen a las abejas y mariposas que se paran sobre ellas. Elena curiosa ante los murmullos de sus amigos le escribió una nota a Rodrigo:

“¿De qué tanto hablan?

“espera, ahora te digo…”

Elena solo podía ver como Toño le pasa-ba un papel a Juan y a Rodrigo, quienes asombrados se secreteaban aún más, ella no lo podía resistir, quería saber qué provocaba tanto alboroto, así que co-menzó a picar con su lápiz a Rodrigo. El señor R se encontraba ayudando a Mar-tin a hacer algunas sumas y restas, pero escuchaba al otro extremo del salón un pequeño barullo y poco a poco comen-zaba a perder la paciencia.

Ante la insistencia de Elena, Rodrigo le mostró el dibujo que había hecho Toño y escribió al pie de la imagen:

“Dice Toño que las plantas comen moscas”

Dice Toño que las

plantas comen moscas

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Le quitó aquel papel y dijo – Aquí no es lugar para mandarles cartitas a los novios así que los cuatro se quedan en receso a limpiar el salón.

El señor R dobló el papel y lo guardó en su bolsillo. Los estu-diantes quedaron desanimados, pero Elena y Rodrigo estaban aver-gonzados ante las burlas que el comentario del maestro provocó. Lle-gó el receso y el señor R se encontraba calificando algunas tareas y escuchó que los alumnos seguían discutiendo acerca de qué comen las plantas mientras barrían.

Al señor R le causaba gracia las hipótesis formuladas por sus alumnos, pero no decía nada. Cuando el salón quedó limpio los niños se fueron a jugar. Se quedó pensando en aquella conversación y re-cordó aquel papel, lo saco de su bolsillo. Lo vio y se sintió tan apena-do por su reacción, en especial porque después del receso, en la cla-se de biología, él hablaría sobre la fotosíntesis.

La frustración que sintió fue tan grande que reflexión sobre la curiosidad de los jovencitos y lo contagiosa que puede ser. Al fin y al cabo hay tantos temas de clase que se pueden hablar tan solo vol-teando a ver en el jardín. De pronto, en los días venideros los niños se sorprendían al ver llegar al señor R jugando con un trompo y expli-carles una clase de física o hablar de áreas y perímetros haciendo papalotes.

También hablaba con sus alumnos cuando era receso o a la salida, aparentemente de cosas triviales, pero él sabe que próxima-mente vendrán algunos temas de clase, incluso, hay estudiantes que le preguntan acerca de esas cosas en la que los niños son curiosos y él tiene una forma de explicarlas que en pocos minutos hace que ha-ya más de uno escuchando curioso de que hablan. Hay quienes di-cen que le llaman señor R por “regañón”, pero estoy seguro de que ahora lo llaman así por ser el “señor respuesta”.

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...para el alma del maestro

La dedicación de un maestro se refleja en la felicidad de sus alumnos

No es mejor maestro el que más habla sino el que más escucha.

Los maestros definitiva-mente aprendemos de los alumnos, a veces más de lo

que pensamos

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Nunca imaginé que el mejor día de mi vida llegara después de lo que ha sucedido en los, para mí, largos 15 años de vida. No intentaré contarte el final de esta historia de buenas a primeras; antes dejaré que me conozcas y con ello espero que, al menos, pases un agradable rato.

Mi nombre es Oscar, mi vida ha sido algo peculiar, mis padres no estuvieron conmigo desde que nací, decidieron irse para siempre y yo, pues simplemente no tuve otra elección que crecer de esa forma. Sin embargo, mi hermana se hizo responsable de mí y ha hecho todo lo que puede, y hasta lo que no puede para apoyarme. No te preocupes, no te contaré toda mi vida porque incluso a mí me hastía.

No vayas a pensar que soy una horrible persona, casi nunca he tomado buenas decisiones y las malas de verdad han sido las peores; me han llevado a consumir cosas que me hacen mal, me ponen triste y alegre a la vez, en muchas ocasiones lo hice y en cada una de ellas me arrepentí. Aunque no puedo borrar eso de mi pasado, ahora sé que puedo diseñar algo o todo de mi futuro.

Hay algo raro con la secundaria; me gusta y me disgusta, ¿puedes creerlo?, apuesto a que sí, porque a casi todas las personas les pasa lo mismo, es posible, ¿cierto? Me gusta ir a la escuela porque mis compas, mis amigos, pues, son súper divertidos y me olvido casi de todo lo que pasa en casa, ellos son mi segunda familia, pasamos el rato juntos y con frecuencia nos regaña el profesor porque en clase nos dis-traemos, aunque sé que él también disfruta la broma porque regaña y luego sonríe.

Hay muchas personas a las que quiero, aunque no lo demuestre como ellos desearían, entre ellos están mis amigos, mi hermana y a varios de mis profesores, en especial al profe Emilio quien me deja ser y me trata como a todos. Me tranquiliza porque permite que sea como quiero y permite que las consecuencias de mis actos vengan a mí para que aprenda a diferenciar entre el bien y el mal.

En la escuela, hasta hace poco era imparable, hacía lo que que-ría y no tenía que rendirle cuentas a nadie, eso era bueno aunque tuvie-ra que pagar con regaños, malas caras y desprecios de algunos adultos por mi manera de ser. Lo extraño es que encontraba cierta satisfacción cuando hacía enojar a alguien.

Hace un año llegaron nuevos maestros, entre ellos el mío, una persona extraña porque no es el clásico profesor que se para a hablar, incluso no es la figura que todos imaginamos cuando mencionan la pa-labra “maestro”.

Prof. Jorge Javier Chanona Barrios

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Cuando comenzamos las clases con él, fui con un amigo al río, a nadar; se me ocurrió saltar de una cascada y caí sobre una piedra fisu-rándome el tobillo. Con el dolor y sabiendo que mi hermana me pega-ría, se me ocurrió echarle la culpa al profesor porque, supuestamente, él nos había mandado a hacer tarea al río. Qué preocupante y gracioso fue encontrar a mi hermana enojada regañando al profesor al día si-guiente.

Recuerdo estar en el salón de clases, calladito y temeroso por-que suponía que una vez que el profesor Emilio regresara iba a darme el sermón de mi vida, y así fue, estaba muy enojado conmigo; me dijo lo mucho que había querido llegar a la comunidad a darnos clases y a

pasar buenos momentos con nosotros, que le decepciona-ba mucho el que por falta de valentía hubiera decidido echarle la culpa de una tonte-ría mía. Debiste ver mi cara de vergüenza porque de ver-dad me arrepentía de haberlo hecho pasar por eso con mi hermana.

Si algo reconozco del profesor Emilio es que, con él, lo que haces lo pagas, me asignó tareas de aseo en la

escuela durante varios meses. Una travesura de la que me arrepiento pero con la que ahora bromeamos todo el grupo, apenas hablé con el profesor durante esos dos meses pero creo que ya hicimos las paces con ese asunto, al menos eso espero.

¡Ah, qué maestro! Se preocupa por nosotros, toma algunos minu-tos al día para platicarnos sobre cómo es la ciudad, cómo podemos lle-gar a trabajar en ella como doctores, arquitectos y otras cosas. Yo no me la creo, es puro cotorreo para hacernos trabajar, aunque no negaré que nos hace sentir bien. De pronto veo que todo mundo se concentra y hace tareas, por supuesto que no me quiero quedar atrás porque el pro-fesor ya no me saludaría por las mañanas ni haría bromas conmigo. Esto que te diré no se lo digas a nadie, mi forma de agradecerle es lle-varle de mi desayuno para que él también coma.

En el último año he aprendido mucho, más de mí que de la es-cuela. Me costó adaptarme a mi nuevo profesor, a él no le importa si lo que dice nos hiere, no nos tiene lástima ni mucho menos es con noso-tros, únicamente le interesa que aprendamos y nos divirtamos mientras lo hacemos, eso fue duro para mí porque, como te dije, el hacer enojar a los adultos con mis travesuras me daba cierta satisfacción, ¿cómo era posible que ahora el profesor no se inmutara por mis travesuras? sim-plemente recibía mi castigo y listo, volvíamos a hacer la normalidad.

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He perdido la cuenta de cuántas veces he perdido y recuperado mi carta de buena conducta. Cuando la pierdo intento de cualquier ma-nera tenerla de vuelta y no volverla a perder. Creo que ni siquiera sé qué tanto valga, pero dicen que mucho y no pienso arriesgarla. Mis días en la escuela han sido muy malos porque he hecho enojar mucho al maestro, pero al siguiente día intento mejorar y sé que él lo nota, tengo la esperanza que los demás adultos se den cuenta de lo mucho que quiero cambiar para bien y puedan darme las oportunidades que necesi-to para demostrarlo.

A pesar de lo anterior, ¡cómo me divierto en la escuela! El profe-sor nos enseñó a no tomarnos las bromas en serio, a reírnos hasta de nosotros mismos y a apoyarnos cuando lo necesitemos. Recuerdo có-mo teníamos una cuota económica cada vez que nos portábamos mal. Un día olvidé llevar lo que sabía que debía y fue chistoso porque hasta vendí mis Sabritas con los compañeros del salón para poder pagar la travesura que anteriormente había hecho, todos reímos mucho.

Hace unos meses nos presentó un ábaco, al principio todos pen-samos que no servía, pero no soy muy bueno casi en nada de la escue-la y descubrí que en ese ábaco soy bastante bueno y eso de verdad se siente muy bien. He aprendido a usarlo y hasta siento que soy más inte-ligente. Cuando practicamos con los ellos sentimos que estamos en hora libre, es nada más un juego.

Al principio me aburría; en realidad era pésimo usándolo, como siempre, como en todo. Pero el profesor se toma la molestia de practi-car casi individualmente con nosotros así que comencé a comprenderlo y con los días comencé a mejorar, el maestro nos ha confiado que lleve-mos el ábaco a casa, ¿puedes creerlo? ¡Confía en mí! En una ocasión nos dio ejercicios para resolverlos con el ábaco y terminé bien todos ellos, todos los del salón me aplaudieron por hacerlo correctamente ¡Nadie nunca me había aplaudido! Y no pude evitar sonreír, algo apena-do, pero contento porque mi acción había alegrado a todos.

Por eso me gusta ir a clases, dejo de pensar un momento en mis padres, en los castigos que tengo pendientes en casa, en el “¡Deja eso, Oscar!”, “Ya cambia, Oscar!”, “Bla, bla, bla”. Y es que quizá que la per-sona que cuida de ti te diga cara a cara “No sé para qué te recogí” sea una de las cosas más hirientes que tuve que pasar, sinceramente espe-ro que no suceda de nuevo y aunque no soy lo que quisiera, al menos sé que voy avanzando, “paso a pasito” dijera mi profesor.

Han pasado apenas dos semanas desde que el profesor se fue de la comunidad, dijo que tenía que acercarse a su casa, que también extrañaba a su familia pero que confiaba en que nosotros estaríamos bien. Todos lo extrañamos mucho, aunque sabemos que las experien-cias, risas y bromas seguirán en nuestra memoria. Hoy más que nunca quisiéramos que estuviera acá, haciéndonos reír para olvidar que esta-mos nerviosos, quisiera tenerlo justo aquí.

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Soy el alumno de cada profesor, soy el que se sienta hasta atrás del salón, soy el que sabe todas las respuestas, soy el alumno que más confianza tiene y el más introvertido también, soy el alumno del que no se espera nada y también soy el que más deseos tiene de so-bresalir. Soy Oscar, pero soy todos los alumnos de las escuelas; Nun-ca imaginé que el mejor día de mi vida llegara después de lo que ha sucedido en los, para mí, largos 15 años de vida, pero acá estoy, a unos metros en la cancha de la secundaria de la que hoy me gradúo y, aunque aún no sé el final de esto, estoy seguro de que me espera algo grande.

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...para el alma del maestro

El trabajo en equipo refuerza habilida-des de aprendizaje colectivo.

El aprendizaje se construye también con la creación de lazos afectivos.

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El día de hoy Mariana salió de su casa muy angustiada pues resulta que era otro día más de clases en primer grado de la escuela Telesecundaria, el hecho de empezar un nuevo nivel educativo la te-nía muy angustiada y con muchos temores, no estaba acostumbrada a conocer nuevas personas pues había estudiado en una comunidad muy pequeña solamente con seis compañeros en la primaria y que conocía casi desde que tenía uso de razón.

Su vida tendría un cambio totalmente diferente porque para po-der estudiar la secundaria se enfrentaría a varios monstruos. Primero se enfrentó a un ser persistente que colocaba una distancia entre ella y sus sueños, pues para seguir estudiando tenía que caminar mínimo una hora para llegar a la escuela, pensaba que no lo lograría puesto que este ser caminaba siempre detrás, arrojándole sus brazos largos envolvién-dola y tirando de ella, haciendo su caminar más extenso y pesado. Los primeros días de clases fueron eternos debido a este monstruo que car-gaba consigo.

Pensaríamos que este monstruo era el más temible sin embar-go no era así. Llegando a clases el primer día se enfrentó a otro de sus temores el monstruo de la multitud que hacía que mariana se sintiera sola entre una gran ola de personas desconocidas, ella al ver esta situación se sentía pequeñita entrando a un salón enorme totalmente

lleno, a donde volteara había gente gigante, por eso prefería no voltear y quedarse en su lugar sentada durante todo el día de clases esperan-do a que terminara el martirio diario para así poder alejarse de ese personaje y seguir su ca-mino de regreso a casa.

Un día se percató lo difícil que era estudiar en la Telesecundaria pues resulta que su antigua

escuela era bilingüe donde aprendió a hablar en español, claro no per-fectamente, en ese momento se confronto con un espécimen muy raro el cual cambiaba palabras en sus trabajos y tareas, revol-viéndolas a modo que no fueran comprensibles, sentía que si hablaba en público se le escaparía alguna palabra en su lengua de origen el tzotzil y todos se reirían, por ello el monstruo le cubría la boca cada vez que ella que-ría participar haciéndola sentir temor de hablar en público.

Profra. Ludy Seidy Argüello González

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Ya no quería cargar con todos estos seres en su vida diaria, sin embargo, seguían apareciendo cuando menos se lo esperaba.

Lo peor de esta historia es que no solo en la escuela Mariana se en-contraba con monstruos sino que también en su casa se aparecían haciendo más difícil su vida diaria, pues existían dos seres temibles para ella, a los cuales veía como ogros en esta historia, el primero era un ogro varón, un ser enorme con mucha fuerza que la maltrataba cada vez que estaba en un estado inconveniente, el segundo ser era silencioso pues no hablaba mucho, dejaba que el ogro varón le pegara y no trataba de ayudar a Mariana cuando ella la necesitaba. Tenía que lidiar con ambos en cuanto regresaba a casa por ello Mariana se desesperaba , pues no encontraba un lugar donde estuviera tran-quila disfrutando de su vida, a veces pensaba buscar salidas fáciles como dejar la escuela y poder tener una cosa menos de la cual preo-cuparse.

Una ocasión se encontró caminando por la escuela con una compañera, ella quiso platicar con Mariana pero apenas escucho la voz de esta compañera salió huyendo de ahí, refugiándose en su sa-lón de clases como era su costumbre cada que tenía algún miedo, na-die se le acercaba porque ella se escondía en una esquina dentro del salón.

Todos estos miedos y temores se fueron acumulando haciendo que Mariana se desanimara por completo de la escuela, aunque ella quisie-ra seguir estudiando, en algún momento tomo una decisión algo apre-surada, dejando de asistir a clases, en alguna parte de su trayecto el ser malvado de la lejanía la detenía a mitad del camino antes de llegar a la escuela haciéndola esperar por horas escondida entre la maleza a que terminara el horario de clases y así poder regresar a su hogar sin que los ogros le pidieran explicaciones.

Uno de esos días decidió subir por última vez a la escuela, quería decirle a la profesora que dejaría de estudiar desafortunadamente los ogros no sabían nada porque la obligaban a no dejar la escuela y no querían escuchar las razones, de hecho casi nunca le ponían atención, cuando ella lo único que quería era tener un refugio donde poder platicar sus miedos y temores más profun-dos.

En esta ocasión resulta que la profesora estuvo platicando con sus alumnos en la materia de Formación cívica y ética sobre el tema superación personal en la cual comento la siguiente reflexión:

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“Hubo un tiempo en que pensé que no podía, y no pude. Creí que no sabía nada, y nada supe. Pensé que no tendría fuerzas y flaquee. Creí que era demasiada carga y me caí. Subestime mi capacidad y no fui capaz. Luego aprendí: Que si creo, puedo; Que sé más de lo que imagino. Que tengo las fuerzas que decido tener. Que no hay carga que mis hombros no puedan soportar Y que puedo llegar a donde yo me lo proponga” Esta reflexión llamo mucho la atención de Mariana sin embargo siguió con su apatía en el salón de clases, la profesora al percatarse de la actitud de Mariana y el hecho de que había faltado varios días, se acercó a ella terminando las clases cuando todos se iban a un receso, busco la manera de platicar con ella, al principio Mariana se mostró tími-da, sin embargo la maestra fue persistente y logro por lo menos sacarle una sonrisa para que obtuviera su confianza, platicando con ella se per-cató de los monstruos con los que cargaba Mariana y decidió ayudarla dándole algunos consejos y diciéndole la siguiente frase: “Nunca dejes que tus miedos ocupen el lugar de tus sueños”. Mariana encontró en la profesora ese refugio que andaba bus-cando, diariamente se acerca a ella para platicar acerca de esos seres que a ella daban tanto temor, llegaron al acuerdo de ser amigas y lu-char contra todos estos monstruos que evitaban que Mariana fuese una niña plena y segura.

Un día se armó de valor y decidió no temer más a aquellos personajes que le hacían la vida imposible decidió caminar a la escuela como de costumbre pen-sado en que quería alcanzar sus metas, en ese tenor la profesora le dijo que lo tomara como una carrera que al llegar a la escuela tendría su recompensa, por

ello Mariana caminaba con más ganas hacia la escuela, caminaba tan rápido que el monstruo de la lejanía nunca lograba alcanzarla. Conforme pasaron los días Mariana se enfrentó al monstruo de la multitud pues la profesora comenzó a realizar trabajos cooperativos donde todos se apoyaban mutuamente y se iban conociendo más pro-fundamente, sus compañeros fueron tomando su tamaño normal al igual que el salón de clases, gracias a estas actividades mariana tam-bién dejo de temerle a la amistad.

Se dio cuenta que los problemas se vuelven más grandes si tú te enfocas en ellos, aprendió que aunque en su casa existan ogros, hay que ayudarlos a cambiar. La maestra en las reuniones de padres de familia se aproximaba a los padres pidiendo el apoyo de ellos para que

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ellos estén tranquilos en casa y no los vean como ogros, Mariana de igual manera se acercó a sus padres pidiéndoles comprensión y apoyo en sus futuras decisiones.

Gracias al apoyo de la maestra y de sus compañeros, Mariana comenzó a realizar sus trabajos con mayor facilidad, hablando correc-tamente en español, exponiendo temas de su interés y comprendiendo más las lecturas, sin perder su lengua natal entregando algunos traba-jos especiales usando palabras en su lengua

Cada que Mariana quería volver a desanimarse la profesora le recordaba aquella frase “Nunca dejes que tus miedos ocupen el lugar de tus sueños” y que se fijara metas en su vida para que luchara con-tra todos para poder alcanzarlas.

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… para el alma del maestro

“Los adolescentes quieren jugar, necesitan jugar y deben jugar para divertirse, pero no olvidemos que también para aprender, crecer y desarrollarse”

“Hay que cambiar de ambientes de aprendizaje,

para cambiar de mentalidades “

“Tus valores no te definen por tus pala-bras, si no por tus actos”

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Profra. Tania A. Serrano Guzmán

En la oscuridad inmensa habitaba su alma pura. Es la historia de un jovencito con tan sólo13 años que estudiaba la secundaria, su nom-bre es Santiago. Vivía en un sitio del cual normalmente no se escucha, un nombre poco común, un lugar llamado Los Moyos, como las histo-rias de Santiago. Como era de costumbre, el joven llegaba a la escuela 10 minutos después de la hora de entrada. Siempre era lo mismo, siempre los mismos regaños por la misma acción.

Su profesora lo identificaba precisamente por eso, podía desco-nocer u olvidar el nombre de 20 alumnos, pero el de Santiago, ¡Jamás!. Su maestra estaba tan acostumbrada a ver todos los días sus ojos hin-chados, que ya no preguntaba la razón del por qué su impuntualidad, conocía la respuesta.

Santiago tan risueño como siempre, de un momento a otro, dejó de llegar tarde, empezó a interesarse más por aprender, por ayudar, por siempre estar. Raro, pero quien, en un principio, todos los días ha-cia enojar a la maestra era el mismo que después le haría sonreír todas las mañanas, y es que Santi tiene una chispa tan latente que contagia hasta al mundano más pobre.

Sus compañeros de clases cotidianamente lo molestaban y en el fondo, él se lo ganaba. Los meses transcurrían y la maestra dejó de prestarle atención a Chanti, ocupo su tiempo en quienes tenían pési-mas calificaciones, para esto, Santiago había cambiado de mal hábito y nadie se había dado cuenta. Resulta que ahora iba 10 veces al baño durante el horario escolar.

Maestra: ¡Santiago! ¿A dónde crees que vas?

Santiago: Maestra, ¿me permite ir al baño?

Maestra: Pero si hace media hora te dirigiste a los baños.

Santiago: pero es que tengo ganas maestra, ¡de verdad!

Abrumada, la maestra no tuvo más opción que acentuar con la cabeza indicándole que sería la última vez que iría al baño.

Se acercaban las fechas decembrinas, en las que las montañas se ti-ñen de humo blanco, y la selva es más húmeda que el mismo mar. Mo-yos era una comunidad que se encontraba rodeado de montañas y de selva, por lo tanto, era un lugar muy frío. Tan frío como el alma de quien hace mal y no se arrepiente. En la escuela estaba en puerta un evento cultural, un concurso de baile moderno. Paola, Elisa y Sofía (compañeras de Santi) fueron las primeras en anotarse, posteriormente

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Chanti. Sin embargo, por alguna extraña razón, el chico dejó de llegar a la escuela. Su maestra lo notó hasta que llegó la hora del ensayo y el único varón no estaba ahí. -¿Qué le pasa a Santi?- preguntaba la maestra, - nadie sabía, - no había respuesta.

Sus compañeros, quienes lo veían todas las tardes, le comenta-ron la inquietud de la maestra, por ello, al siguiente día asistió a la es-cuela. Su profesora notaba que algo andaba mal. Que había algo que sus ojitos alegres olvidaron. Algo pasó, sus ojos dejaron de tener el brillo tan particular de un ruiseñor perfecto, sus ojos guardaban ya una enorme tristeza, un vacío que inundaba el alma del joven.

La profesora se acercó en el momento oportuno a preguntarle qué pasaba, a lo que él respondió –nada-, ella insistió tanto que de pronto vio venir palabras que la quebraron por dentro. Santiago le con-tó que desde muy pequeño ha vivido sin sus padres, porque ellos así lo quisieron, una tía muy cercana se había hecho cargo de él pero por ser un poco mayor y vivir con su esposo, no podía cubrir todas las necesi-dades que el joven requería, debido a esto, su hermana Ana se com-prometió a hacerse cargo de él, llevándoselo consigo a la casa de la suegra. En días atrás, el joven se había ausentado porque la familia del cuñado lo corrió de esa casa y su hermana no pude hacer nada.

Mientras le contaba eso a su maestra, Chanti no podía evitar derramar lágrimas tan sólo de recordar la historia que le marcó la vida sin haberla buscado. Este pequeño ser había estado entre penumbras desde hace días pensando en que, si sus propios padres fueron capaces de abandonarlo y desintere-sarse de él como si no existiera, las demás personas con menos razón se tocarían el corazón con él.

Él entendía muy bien que Ana no era la culpable y no quería que ella se sintiera mal por algo que no le corresponde. Su profesora le hizo ver que él tampoco tenía la culpa de padecer esa his-toria. Con voz entrecortada, ella le dijo que él no debía cargar la cruz de malas acciones ajenas, por el contrario, tenía que ser mejor para demostrarle a esas personas que era capaz de hacer y ser muchas cosas valiéndose por sí mismo, con la compañía de su propia alma alentadora, con un alma que no era fría y por el contrario, era capaz de sacar una sonrisa en el peor momento y salir a flote. También le pre-guntó dónde estaba viviendo y el respondió que regresó a la casa de su tía.

Las lágrimas de Santiago habían cesado, sin embargo, la angus-tia en el corazón de ella estaba compenetrada por una historia tan cruel que jamás imagino le tocaría vivir con un alumno o al menos no tan pronto. Definitivamente, la maestra tenía tan poca experiencia que no se había encontrado un caso como esté. Caso en el que dos padres te engendran y una vez nacido, te echan a la borda, como si se tratase de un objeto inservible.

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Los días pasaron y la maestra fue buscando actividades escola-res en las que él se sintiera importante, en el que se reconfortara por lo menos en el mismo sitio donde ella estaba. El chico se inscribió en un club de poetas que se planeó en el interior del salón de clases. Durante los ensayos veía el ímpetu que él le ponía a la poesía, pero también notaba su interés por un trabajo de la asignatura de Artes. A partir de esto, ella notó que algo estaba haciendo bien y ocupaba la mente del joven en un horario escolar.

El club organizó un concurso de poesía entre los integrantes, prepararon lo necesario para que éste saliera bien. El día llegó y San-tiago sería el último en dar su participación, estaba muy nervioso. Era hora de su turno. Recitó de una forma tan linda; se valió de su voz y de sus sentimientos para ponerle algo de sí mismo en esa poesía. Sin embargo, en todo momento, no quitó la mirada de la maestra. Ella asintió con la cabeza para darle seguridad porque en realidad lo es-taba haciendo bien; pero, tampoco quería ser la única con quien sus ojos encontra-ran cobijo, con esto, la maestra sintió sa-tisfacción y angustia a la vez. La obra ter-minó y todos sus compañeros aplaudie-ron, no se imaginaron verlo así. Ella lo felicitó y él sonrió como siempre, como el color del sol brillando.

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… para el alma del maestro

De lo textual a lo real con los viajes de Gulliver.

Enseñar con espíritu es la causa del aprendizaje.

¿Cómo desestrezar a tus alumnos? Con la técnica String art o Hilorama.

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Profra. Gpe. Gisela Espinosa Moreno

Había una vez en la ciudad de VILLARATON, un linda y tierna ratoncita llamada Sia, ella era muy amable e inteligente, solo que tenía un problema, era demasiado tímida y por eso no tenía muchos amigos en la escuela.

Un día la maestra Belli, anunció que próximamente se jubilaría y tendrían una nueva maestra, ella era considerada una de las profesoras más estrictas y malas de la escuela, porque siempre castigaba a cual-quiera que hablara o hiciera algo sin pedir permiso, nunca dejaba parti-cipar a menos que fueran sus alumnos favoritos.

Sia siempre llegaba a su casa triste por no te-ner amigos y que su maestra no pudiera darse cuen-ta que a pesar de sus calificaciones no la considerara parte de sus favoritos, aunque de cualquier manera ella tendría mucha pena para participar y sobre todo, miedo a equivocarse, así que comenzó a llorar, a lo que su madre al darse cuenta de lo que pasaba le dijo- ¿Qué tienes hijita?- nada- contestó Sia, -sabes que puedes confiar en mí y que si te puedo ayudar lo haré con gusto mi vida- dijo mamá- es que soy muy penosa y nunca puedo participar en clase porque la maestra me da mie-do y no quiero que me regañe- dijo Sia- a lo que su mamá le respondió- ¡ay hijita!, ¿Cómo puedes saber eso? Si como dices, nunca has partici-pado, no sabes lo que puede pasar, mira, mañana cuando tengas la oportunidad de participar en clase, tú alza la mano con mucha seguri-dad y demuéstrales a todos que eres la ratoncita más lista de todos- la mamá abrazó y le dio un beso en la frente, Sia se quedó más tranquila y se fue a la cama.

Pasaron varios días después, en los cuales Sia intentó participar en su clase y lejos de beneficiarla solo causo que su actitud tímida au-mentara.

A la mañana siguiente…

El timbre sonó y la maestra entró al aula:

Belli: buenos días niños, hoy es un día especial, ya que les presentaré a la que será su nueva maestra durante este tiempo que no podré estar con ustedes, denle la bienvenida a la maestra Luna.

Todos los ratoncitos se pararon y le dieron los buenos días a la maestra Luna, ella era una docente muy dulce, creativa, alegre, inteli-gente y sobre todo compresiva y joven:

Luna: ¡hola chicos!, muy buenos días, pues yo seré su nueva maestra espero conocerlos y que trabajemos muy bien juntos.

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La maestra le entregó todos los papeles a la maestra Luna y se despidió de los alumnos, no sin antes decirles que obedecieran a la maestra y que se portaran bien.

La maestra Luna se quedó callada un rato revisando los papeles, viendo las calificaciones y aprovecho a pasar lista, después de eso, hizo que cada uno se presentara y dijera su comida favorita, y así lo hicieron hasta llegar al turno de Sia:

Luna: a ver la compañera que sigue, por favor, ponte de pie, dime tu nombre y tu comida favorita.

Inmediatamente se empezaron a escuchar pequeñas risas que venían de los demás compañeros.

Luna: a ver chicos, ¿por qué se están riendo?

Sia: mi nombre en Sia y me gusta el Queso (parándose y sentándose lo más rápido posible).

Luna: ¡wow!, que rápida, está bien, ¿seguimos?...

La maestra Luna claro que se dio cuenta que algo raro pasaba con la alumna Sia, pero decidió que era demasiado pronto como para preguntar qué pasaba, siendo que no los conocía bien, ni ellos tenían la suficiente confianza para contarle.

La maestra rápidamente se convirtió en la adoración de todo el grupo por sus diversas estrategias en clase, los ponía a participar, a cantar, pintar, saltar, jugar, etc. Algo que nunca pensaron que se podía hacer en clase, pero la maestra Luna siempre tenía la mirada pensativa siempre que miraba que Sia se comportaba callada, triste y con pena en todas las actividades que hacía, pero más al momento de pedirle pasar al pizarrón, ella rotundamente se negaba a pasar.

Al finalizar las clases, la maestra quiso hablar con Sia, pero sin darse cuenta, ella se fue rápidamente para evitar platicar con ella, Luna no se iba a quedar con los brazos cruzados y seguiría tratando de ha-blar con ella, decidió quedarse a revisar las calificaciones y se dio cuenta que Sia era una excelente estudiante, por lo que aún no lograba entender, es porqué si siendo tan buena, no tenía el valor de participar en clase.

Así pasaron los días y la maestra nunca podía hablar con Sia, por una u otra situación, ya sea alguna junta, una duda o simplemente que Sia corría muy rápido.

Llegó un nuevo día, y la maestra Luna pidió a sus alumnos reali-zar unos problemas matemáticos que anotaría en el pizarrón, así apro-vecharía a pedirle a Sia que saliera un momento, la maestra Luna pa-saba en los lugares revisando si estaban resolviendo correctamente los problemas, en ese momento la maestra le pidió a Sia si podía acompa-ñar la un momento al jardín, Sia lo pensó, pero al final decidió obedecer a la maestra y las dos se dirigieron hacia el jardín:

Luna: Hola Sia, no creo que sepas porque te pedí que me acompañaras o tal-vez sí Sia: sí profe, creo que se porque quiere hablar conmigo

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Luna: a pues que bien, entonces déjame y te explico bien, como sabes pues ya tengo varios días aquí con ustedes y me he dado cuenta que en todas las acti-vidades tú eres como la más tímida, pero eso no es raro, sino que cuando te pido participar, por lo regular siempre pasa que escucho a tus compañeros reír y murmurar, yo quisiera que me tuvieras la confianza para contarme lo que pa-sa y ayudarte si lo necesitas.

Sia permaneció callada un tiempo, pero al final comenzó hablar sobre lo sucedido hace días.

Sia: bueno (suspirando), lo que pasa es que antes de que usted viniera, un día en la clase de matemáticas iba a pasar al pizarrón y tuve un accidente…

Luna: ¿un accidente? ¿qué fue lo que te pasó?

Sia: mi falda se atoró con un tornillo de la silla y se me rompió…

Luna: ¡ay no! ¡qué mala suerte!

Sia: y pues todos se burlaron de mí, hasta la maestra, desde ahí no he vuelto a querer participar.

Luna: por miedo a que se burlen de ti ¿no?

Sia: así es profesora, así que no se moleste conmigo sino participo, ahora ya sabe por qué.

Luna: ¿sabes cómo puedes lograr que tus compañeros dejen de burlarse de ti y empiecen a respetarte y valorarte?

Sia: no, ¿cómo?

Luna: pues demostrándoles que eres una persona inteligente, con la que pue-den contar y esperar ayuda si la necesitan, he notado que tienes mucha facili-dad para resolver problemas que los demás no pueden resolver, tu podrías ayudarlos y ganarte su respeto y tal vez hasta puedas tener amigos y amigas, porque también he notado que debido a esta situación no tienes a alguien con quien trabajar o platicar ¿o sí?

Sia: no, no tengo amigos, y no creo que funcione lo que dice.

Luna: pues eso no lo puedes saber ya que nunca lo has intentado, créeme, inténtalo, ya verás que no te vas arrepentir, ¿sí?, piénsalo, no te presionaré, cuando estés lista para participar, yo con gusto te daré la palabra, ahora entre-mos al salón ¿sí?

Sia: está bien maestra.

Así, las dos volvieron al salón a continuar con sus actividades, al finalizar la actividad, la profesora dejo un problema en el pizarrón, y pre-guntó si alguien deseaba pasar a resolverlo, la maestra volteó a ver a Sia, esperando que esta decidiera pasar, pero ella solo agacho la cabe-za, la maestra no quiso presionarla y siguió preguntando, hasta que el ratoncito Max levanto la mano.

Max: ¡yo maestra!, quiero pasar a resolver el problema.

Luna: claro Max, adelante.

Max comenzó a resolver el problema, la maestra y todos observaban atentamente hasta que obtuvo un resultado, el cual estaba erróneo:

Luna: gracias Max, puedes tomar asiento. Ok muchachos, vamos a revisar si esto está bien resuelto, ¿alguien encuentra algún error?

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Todos los pequeños ratoncitos se miraban entre sí, y Sia sabía exactamente donde se encontraba el error, la maestra volteó la mirada hacia Sia esperando de nuevo que se decidiera a participar, Sia dudosa, al final levanto la mano a lo que sus compañeros comenzaron a murmu-rar.

Luna: silencio por favor, la compañera Sia ha levantado la mano.

Asentando la cabeza, la profesora cedió la palabra a Sia:

Sia: el procedimiento está mal elaborado.

Luna: muy bien, podrías pasar a resolverlo.

Dijo la maestra señalando el pizarrón. Sia paso y resolvió el pro-blema correctamente, lo que provocó admiración en sus compañeros, la maestra la felicito y preguntó a sus compañeros si existía una duda, va-rias manos se alzaron y la profesora le pidió a Sia que por favor resol-viera las dudas, a lo que Sia dudo por un segundo, pero en seguida, con una mirada de su maestra, sintió confianza y se desenvolvió como pez en el agua.

Terminaron las clases y Sia se quedó para platicar con la maestra:

Luna: ¿Qué paso Sia?

Sia: Le quiero agradecer por volver a recobrar la confianza en mí, ahora mis compañeros me respetan y hasta unas compañeras me invitaron a jugar con ellas.

Luna: me alegro mucho, que bueno que pude ayudarte.

Sia: si usted no hubiera confiado en mí, no me hubiera atrevido a participar nun-ca.

Luna: Es como aquel dicho que dice “más vale un momento colorado, que mil descoloridos”, quiere decir, que más vale pasar un momento de vergüenza o de pena, que pasarte toda la vida preguntándote ¿Qué hubiera pasado? Y el hubie-ra no existe, en esta vida hay que aprender a superar nuestros miedos y volver-los nuestra fortaleza.

Sia: algo parecido me dijo mi mama un día.

Las dos comenzaron a reírse por la gran coincidencia, Sia tuvo nuevos amigos y nunca tuvo miedo de participar, aunque existiera la posibilidad de equivocarse, así que ya sabes, “más vale un momento colorado, que mil descoloridos”.

En ocasiones uno como docente no sentimos empatía con los alumnos, ya que para nosotros parecen cosas sin relevancia, pero olvi-damos que para ellos es una parte importante de su círculo social el no pasar vergüenzas, y no hablamos con ellos para evitar que sufran, cai-gan en la depresión e incluso hasta llegar a la deserción.

Es por eso que en cuanto notemos comportamientos extraños aprovechemos la situación para acercarnos y ayudarlos, y no dejar que un momento colorado, haga los demás momentos descoloridos.

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… para el alma del maestro.

Alumnos orgullosos y contentos de su primera expo-pulseras trabajando

en equipo.

Alumnos realizando una dinámica de inglés.

Alumnos aprendiendo a elaborar trenzas para bailables folclóricos.

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Prof. Erick Ruiz Alegría

Ella lucía como una estrella. Tenía la sutileza de sonreír y con sus carcajadas hacer brillar el espacio que ocupara; como todos, una personita desconocida para el nuevo profesor que llegaba a la escuela. Ocupaba un lugar que parecía ser solamente suyo; con toda naturali-dad tenía miedo, las cosas no eran iguales, no sabía cómo reaccionar ante los cambios, se escondía entre una libreta realizando quién sabe qué, intentaba seguir siendo desapercibida como producto de una con-dición marcada por los demás; no por sí misma. Aun así, seguía lucien-do por su pureza.

Las cosas eran diferentes, no sólo para aquella pequeña, aunque se unía ante la defensa interna generalizada que provocaban los cam-bios y la incertidumbre a lo desconocido. Iba mencionando sus nom-bres; la niña sólo sonrió y con eso asintió su presencia en el grupo. Se-guía escribiendo en su libreta, ¡qué raro!, los demás realizaban la tarea instruida por el profesor, en cambio, esa chiquilla continuaba en su lu-gar escapándose del ajetreo de sus compañeros. Con demasiada suti-leza huía de ellos. A pesar de esto, iba luciendo su inocencia.

Tomó la libreta entre sus brazos y con paso quedito se dirigió hacia el profesor. Él la esperaba, sonrieron y pactaron una especie de complicidad por las cosas nuevas que estaban por venir. Él entendió que había algo único, había fijado su atención y pensó en todas las co-sas que había por hacer con el grupo. Era nuevo y tenía mucho que aprender (por si no se han dado cuenta, la mejor experiencia de apren-dizaje es siendo profesor, pues aprendes más que los alumnos), cada uno es un libro que por su originalidad, se meten en tu cabeza; vaya de aquellos tan nobles que también abren su corazón. Con un paso hacia adelante, continuaba luciendo tan radiante.

¿Quién había pensado en él y los suyos? ¿Cuál era su misión? Ella estaba en su mundo y alguien ajeno, desconocido, diferente, esta-ba intentando entrar en su vida. Al revisar la libreta, se dio cuenta de que todo ese tiempo había hecho unos garabatos. -¿Pero qué cosa es esto, niña? ¿A caso no sabes escribir?, y después de expulsar esas palabras ella solamente agachó la cabeza sin poder decir algo. Luego comprendió que aquellos garabatos no eran más que el intento por agradarle al profesor. El primer contacto verbal había fallado por parte de él, entonces, ya no supo si lo que le causaba, a partir de ese mo-mento, era angustia o pena por sí mismo. A pesar de esto, ella iba lu-ciendo jubilosa.

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El día continuaba y el maestro se preguntaba qué hacer con ella. Él no estaba preparado para eso, era de secundaria y en ningún mo-mento le habían dicho que tenía que enseñar a leer y a escribir. Sin em-bargo, ella necesitaba más que eso, necesitaba aprender pero no única-mente de su profesor. Era parte de un grupo pero estaba alejado de ellos. Qué tan inhumanos somos que nos empeñamos en marcar las diferencias. Cómo podía él saber lo que realmente quería. El día termi-nó y ella se fue luciendo alegría.

El profesor se quedó pensando en lo que le esperaba a él y a ella. Evidentemente no sería algo fácil, pero un estado de ánimo y su-peración se había apoderado de él para luchar poco a poquito. Creyó que sería un buen comienzo enseñarle a escribir su nombre. Después de varios intentos se dio cuenta de que no era suficiente. Pretendió con-tinuar con las vocales y se empeñó una y otra vez en mencionarle cada una de ellas. Comenzó una por una hasta seguirse percatando que te-nía más cosas por hacer. Entre el ajetreo de sus compañeros, del pase de lista, de realizar algunas actividades, de ir a deportes, a la sala de computación, él olvidaba muchas de las cosas que pretendía hacer con ella; pero, empeñada en hacerse notar no se olvidaba de su profesor y siempre con dos ligeros golpecitos con sus dedos le tocaba las costillas para pedir su atención. La demanda era constante que en muchas oca-siones el profesor tuvo que pedirle un poco más de tiempo para aten-derla a ella. Con toda calma esperaba su turno, pero al ver que se vol-vía a distraer con sus diversas ocupaciones nuevamente le pedía un poco de su cuidado. Aun así, seguía luciendo una profunda paciencia.

El maestro tomó una hoja, realizó unos círculos y le pidió que re-pitiera nuevamente los trazos. El primero no logró hacerlo, pero esta alumna le estaba enseñando a su profesor que la paciencia es una vir-tud que mejora los procesos. Siguió intentado hasta que logró hacer un círculo. Cuánta felicidad había en el profesor pues había logrado dar su primer paso, ese pasito tan diferente a los demás, tan pequeño con res-pecto a lo que se espera de los alumnos de su edad, ese logro tan gi-gante a la vez que impulsaba el deseo de seguir poquito a poquito. Lue-go tomó unos crayones y le enseñó cómo podía colorear cada uno de ellos; sin andarlo buscando, pudo hacer que distinguiera la diferencia entre los colores y debajo de cada círculo dibujó y pintó otro del mismo color. Esto hizo que siguiera luciendo tan colorida.

Un día, el profesor tenía que presentar junto con sus alumnos una coreografía para la ceremonia de clausura; para esto, había seleccionado a aquellas estudiantes con una habilidad corporal desarrollada para el baile y se habían ido a otro espacio de la escuela para ensayar mientras los demás se quedaron en el salón haciendo algu-nas tareas. Mientras él y sus alumnas repetían

los pasos por hacer, la pequeña se asomó por una ventana para verlas bailar, saliéndose del aula tan sólo para ser testigo del ensayo.

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El maestro se percató de eso y la invitó a pasar, diciéndole que repitiera los pasos para que también participara en el baile. Apenada y emocionada aceptó ser parte de la coreografía, aunque sus compañe-ras realizaron un gesto de desacuerdo. Con una mirada desaprobó la actitud de sus alumnas, aunque eso le provocaba una tristeza, pues constantemente la relacionaba en el trabajo de grupo para generar mayor convivencia. Al terminar el tiempo destinado para el ensayo, pidió que únicamente la niña regresara al salón y así él se quedaba con sus compañeras para hablar de lo acontecido. Con toda naturali-dad, seguía luciendo tan animosa.

El día había llegado y todos se preparaban para el evento. To-dos los alumnos que iban a participar se encontraban listos para dar inicio, sin embargo, hacía falta una persona que también iba a ser par-tícipe de la coreografía. Impecablemente todas lucían con sus trajes y era momento de iniciar con el programa. El maestro miraba por todos lados intentando buscar a esa alumna que tenía el deseo tan grande de bailar. Aunque no coordinaba como las demás y olvidaba hacia dónde tenía que moverse, hacía algo nuevo en su vida. Él siguió bus-cándola por muchas partes esperando que apareciera de repente lu-ciendo con su traje. Llegó la hora de la presentación y Lucía no bailó.

Estaba en su casa. Siempre se creyó tan diferente que no po-día imaginarse bailando ante los demás. Era la primera oportunidad que había tenido en sus años de vida que nuevamente tuvo miedo al rechazo.

Hoy, no lucía por su pureza, tampoco por su inocencia, ni se miraba radiante, mucho menos jubilosa. No estaba alegre y había per-dido la paciencia, el color de su risa y el ánimo se habían apagado. No lucía como alumna, sólo era una humana más embargada por el miedo; sólo pedía una libreta para seguir trazando garabatos, esos pequeños poemas. Solamente esperaba de nuevo a su profesor para tocarle las costillas y esperar a dar pequeños pasitos luciendo con una so

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… para el alma del maestro.

“Involúcrate y aprenderás con ellos”. En un concurso de baile, los alumnos le pidieron a su profesor bailar. Aquí el resultado de ello.

La convivencia fortalecen las relaciones positivas. Excursión realizada por los estudiantes y el profesor de grupo.

“Adopta un libro”, es la campaña realizada por este grupo para fo-mentar la lectura y escritura

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Prof. Roque Vizael Hernández Cruz

En un lugar muy muy lejano, en donde aún no llegaba la ener-gía eléctrica, no había televisión, ni celulares, mucho menos whats app; existía una pequeña comunidad a orillas de un riachuelo en medio de valles y montañas, vivía ahí el hombre más noble y sabio que he conocido, tan respetado como querido por todos los habitantes del pueblo; a pesar de su avanzada edad todas las tardes acostumbraba sentarse a los pies de un frondoso y verde limonero que se encontraba en el centro del pueblito rodeado de niñas y niños de todas las edades que se reunían para escuchar algunas de sus increíbles historias: Abuelo: -Había una vez un príncipe que debía matar a un terrible dra-gón para salvar a su aldea de la destrucción… Cuenta la historia que una pareja de enamorados quería unirse en matrimonio, sin embargo, una mala hechicera enamorada del apuesto muchacho decidió formu-lar un hechizo que impidiera la felicidad de los jóvenes…. Hace mucho, mucho tiempo, cuando el hombre aún no era inventado por Dios, el mundo estaba lleno de espíritus y existía en la tierra una eterna lucha entre el bien y el mal…. En esta ocasión les contaré la curiosa historia de un conejito y un astuto zorro que tenía una gran discusión sobre quién de ellos era el animalito más astuto del bosque...-

Este hombre tenía en la mente más de mil historias de todos

los colores, sabores, olores; con la misma intensidad y pasión contaba historias de amor y alegría, así como de suspenso y terror… Ese hom-bre era mi abuelo, un anciano de bigote largo, cabellos de nieve y una carita lle-na de arrugas que no hacían pasar desapercibidos sus profundos ojos ne-gros tan enigmáticos como la noche, sin olvidar un par de cicatrices que tenía en la frente que demostraban su experien-cia en la vida… todos en el pueblo le decían de cariño “abuelito”.

Lo curioso de las historias del abuelo era que nos mantenían a

todos en suspenso de principio a fin, estas historias fantásticas nos divertían, nos hacían teletrasnportarnos a distintos mundos y realida-des con su cautivante voz… cuando parecía que cada cuento culmina-ría con el clásico “y vivieron felices para siempre… o el colorín colora-do este cuento ha terminado” el abuelo interrumpía y decía: Abuelo: - ¡Momento!... Colorín colorado este cuento aún no ha termi-nado…-

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Verdaderamente nadie entendía el sentido de su frase ya que en cada cuento sucedía lo esperado, los buenos les ganaban a los malos, los dragones eran derrotados por los valientes caballeros, los apuestos príncipes lograban conquistar a las hermosas princesas… el pobre se volvía rico, el malo se arrepentía y se convertía en bueno, ¿qué más le podía impedir a las historias del abuelo para que sus cuentos no termina-ran con el “colorín colorado, este cuento ha terminado”, todos le pregun-tábamos: Niños: -Abuelito, entonces qué significa la frase “colorín colorado este cuento aún no ha terminado- A lo que el abuelo respondía: Abuelo:-Obvio mi hijito… que el cuento aún no termina- Entonces… agregó uno de los niños más traviesos de todos Julián: -si los cuentos que nos cuentas no han terminado… ¿cuándo nos terminarás de contar todas y cada una de las historias que has dejado sin terminar? Abuelo: -Algún día, hijito… algún día… pero mientras tanto ahora dígan-me ustedes ¿qué le entendieron al cuento de hoy? - Todos los niños que estábamos presentes comentábamos emocio-nados nuestras impresiones: Angy: -Yo entendí de la historia que debemos de luchar por el amor de nuestra vida- Frank: -Debemos enamorarnos con el corazón y no sólo por las riquezas- Dori: -Yo aprendí que debemos de ser más astutos, más amigables, me-jores personas- Y así un sinfín de comentarios y alegría al término de cada historia… el abuelo solo se carcajeaba con nuestras participaciones, como si le divir-tiera todo lo que decíamos… en más de una ocasión enojados le decía-mos: Niños: -No se vale abuelo, tú solo te ríes de lo que decimos como si nuestras frases te divirtieran- El abuelo solo respondía con otra carcajada Abuelo: -jajaja algún día entenderán hijitos… nos vemos mañana a la misma hora bajo el limonero de siempre- y se metía a su casa.

Desde que volvió a la aldea, luego de su viaje de más de 40

años, después de la inesperada muerte de la abuela, nadie, a excepción de mi papá podían entrar a su casa, nadie sabía lo que guardaba ahí, cerraba cada vez que salía y cargaba la llave colgada de su cuello cerca de su corazón… y cuando alguien le preguntaba qué era lo que guardaba con tanto recelo en su casa, el abuelo respondía: Abuelo: -jajaja un tesoro capaz de cambiar al mundo- Y no decía más…-

A pesar de que teníamos mucha curiosidad por saber cuál era ese grandioso tesoro, respetábamos la privacidad del abuelo.

Cada día, al atardecer, el abuelo salía de su casa para sentarse

debajo de aquel limonero y esperar a sus hijitos, como él nos llamaba de

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cariño a todos. nos divertíamos, soñábamos e imaginábamos todos y cada uno de los personajes salidos de sus historias… y también terminábamos enojados porque nunca daba fin a sus cuentos, cuando parecía que todo iba bien: Abuelo: - ¡Momento¡ Colorín colorado, este cuento aún no ha terminado- Niños: -Abueloooooo…. ya pues, dinos, cuéntanos por qué aún no termi-na el cuento- Abuelo: -Algún día hijitos, algún día-…

Una tarde de otoño, mis amigos y yo acudimos como de costum-bre al limonero, pero esta vez…. Fue tan diferente, el abuelo nunca llegó: Julian: -Creo que el abuelo se quedó dormido- Angy: -Tal vez sintió frío- Frank: -Yo creo que recibió alguna visita…. Pero eso estaría muy extra-ño porque nunca faltaría a su cita con nosotros- argumento el más gran-de de todos. Dori: -Yo opino que vayamos a su casa a ver que sucedió- Estando frente a su casa gritamos todos juntos: Niños: -Abueloooo, abuelooooo, ¿estás ahí? - No hubo respuesta alguna, seguimos gritando, tocamos insistentemente la casa hasta que finalmente se abrió la puerta, pero para nuestra sorpre-sa, era mi padre, con una cara de tristeza, como pocas veces la había visto Papá: -Lo siento muchachos…. El día de hoy no habrá cuento (mientras le escurría una lágrima por la mejilla) Niños: -Pero qué pasa con el abuelo… dinos qué pasa con él- Papá: -Lo siento muchachos… hoy que entré a casa para darle su comi-da de siempre, lo encontré en la biblioteca tirado, está en cama, aún no logra reaccionar y…. ya no puedo decir más-

En ese momento llegó el doctor y todos juntos esperamos a que saliera, solo recuerdo que, a su salida, abrazó a papá y le pidió resigna-ción; Aún recuerdo esa tarde como una de las más tristes de mi vida, nos quedamos viendo desconcertados unos a otros, era extraño que el abue-lo se enfermara y más que nos dejara de contar sus magníficas histo-rias…. Me puse de acuerdo con mis amigos para escribir algunas notas de aliento para el abuelo: Alíviate pronto… recupérate abuelito… te extra-ñamos; le hicimos llegar a mi padre las notas que le escribimos al abuelo. Papá: -La salud del abuelo empeora cada día más, creo que le hará bien leer sus cartitas de cariño para él. -

Diariamente estábamos al pendiente de lo que pasaba con la salud del abuelo, sin tener mayor avance… hasta que un día cuando pa-pá salía de la casa, Julián (el niño más travieso y el que se enojaba todos los días cuando le preguntaba al abuelo ¿por qué colorín colorado este cuento aún no ha terminado?), aprovechó para suplicarle a papá que le leyera en voz alta su cartita al abuelo: Julián: -Abuelito, te hemos extrañado mucho, y más los cuentos que nos compartes a diario, espero que te recuperes lo antes posible, le pediré mucho a Diosito para que pronto llegue el día en que cumpla su promesa de contarnos por qué “colorín colorado, este cuento aún no se ha termi-nado, y con mayor razón comparta con todos nosotros cuál es ese gran

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tesoro que esconde tan celosamente en su casa y que es capaz de cam-biar al mundo entero…. – Ante nuestra sorpresa, papá salió de casa del abuelo emocionado y con júbilo exclamó: Papá: -El abuelo ha reaccionado y quiere que todos sus hijitos pasen a su casa, finalmente se ha decidido a compartirnos su secreto-

Todos nos quedamos viendo y saltamos de alegría, no tanto por-que finalmente conoceríamos la casa, o que el abuelo compartiría su secreto con nosotros, sino porque había reaccionado, el abuelo, había reaccionado finalmente. Luego de saltar de emoción, papá pidió que lo siguiéramos al interior de la casa… nuestro corazón latía más rápido que de costumbre. La casa, estaba muy bien ordenada, papá pidió que espe-ráramos en la sala mientras el abuelo se ponía cómodo para recibirnos; las paredes estaban tapizadas de fotografías, fotografías del abuelo cuando era joven, no resistimos la tentación de observarlas, el abuelo tenía fotos de las diferentes ciudades que había visitado, en las pirámi-des de Egipto, en la gran muralla China, en la montaña más grande del mundo, nadando con delfines, tirándose de un paracaídas, manejando un barco, un carro, una bicicleta, innumerables fotos con animales y los personales más importantes del mundo… todos estábamos boquiabier-tos viendo todas y cada una de las fotos, cuando papá nos pidió que pa-semos a la alcoba del abuelo.

Entramos a la alcoba, el abuelo estaba en cama, pálido, ojeroso y con gran dificultad para respirar, nos dijo: Abuelo: Hijitos, ya se va acercando el momento en el que por fin me reuniré con el amor de mi vida, pero antes quiero que vean a su alrede-dor (la habitación estaba repleta de libros, libros de diferentes tamaños, colores, algunos gruesos, otros más delgados, podría jurar que eran cientos, tal vez miles de libros) les presento uno de mis mayores tesoros “mis libros”, todas y cada una de las historias que les he compartido por todo este tiempo han salido de acá, les he compartido obras de diversos autores, géneros de terror, románticos, poesías, de todo y como heren-cia para ustedes les dejaré mis libros para que puedan seguir compar-tiendo con sus hermanitos, con sus padres estas maravillosas historias que los harán soñar….- Julián: -Abuelitooo, cuéntanos pues ¿por qué colorín colorado este cuento aún no ha terminado? - Abuelo:-Déjenme contarles una última historia: Había una vez un niño muy, pero muy pobre, con un futuro poco prometedor, pidió a su padre que le diera estudios pero cruelmente su padre le dijo:-¿para qué estu-dias?, no te servirá de nada, si tanto tú como yo, estamos destinados a servir, a trabajar nuestra tierra de sol a sol para poder comer, esto mis-mo que yo te enseño le deberás enseñar a tus hijos y será una costum-bre que deberás compartir de generación en generación “ese es tu des-tino”; curiosamente esté niño nunca se conformaba y a pesar de trabajar en el campo todas las mañanas, por las tardes aprendió a leer con un pequeño libro que un extranjero perdido en el bosque le había obsequia-do a cambio de orientarlo por aquellos caminos… aprendió a leer con una frase remarcada en aquel texto “persigue tus sueños”.

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Esta frase se metió en la mente y corazón del niño, y un buen día deci-dió ir en contra de su destino y con su libro bajo el brazo se dispuso a perseguir su sueño, luego de caminar por días enteros llegó a una pe-queña ciudad en donde a cambio de su alimento diario limpiaba un chi-quero lleno de cerdos, luego se empleó como cuidador de un establo trabajando así por un par de años, a pesar de sus esfuerzos no alcanza-ba su sueño “ser alguien en la vida”, todas las tardes luego de sus labo-res leía la frase “persigue tus sueños”, el dueño del establo un buen día se dio cuenta que el ahora joven era diferente a los demás trabajadores, porque el sí sabía leer, decidió nombrarlo su mandadero y poco a poco se ganó la confianza del granjero quien era generosamente rico y lo convirtió en su mano derecha. Luego de años de trabajar para él, fue adoptado casi como un hijo por él, y le regalo un libro “atlas del mundo”, al leerlo algo más grande se encarnó en el corazón del muchacho “persigue tus sueños” …. Ha-bían pasado los años y el muchacho no pasaba de ser un simple em-pleado, resignado a regresar con la cabeza abajo se despidió de su pa-trón, pero este le entrego un cofre y le dijo: Quiero hacer por ti lo que un día alguien hizo por mí, y le entregó un cofre tallado en madera con unos enigmáticos dibujos, en este cofre está un secreto, un tesoro ca-paz de cambiar al mundo entero, ábrelo y “persigue tus sueños”… inme-diatamente aquel joven abrió el cofre, se sorprendió tanto de su conteni-do que al día siguiente en lugar de regresar a su pueblo emprendió de nuevo su camino para alcanzar su sueño…. Poco a poco el joven fue escalando posiciones, primero compró unas ovejas, se convirtió en pastor, luego compró una casita, contrató a algunos empleados, compró vaquitas, cerdos, caballos, poco a poco se convirtió en un comerciante, luego en un exitoso empresario y con es-fuerzo y dedicación se volvió inmensamente rico “persigue tus sueños”, fue la frase que no se iba de su corazón, recordó las páginas del libro atlas del mundo que un día tuvo en sus manos, y decidió conocer todos y cada uno de los lugares que en él se describían, viajó por el mundo, vivió un sin fin de aventuras…. Y finalmente se enamoró de una hermo-sa joven, se casó…. Lleno de éxito, decidió por fin regresar a su tierra, establecerse, formar una familia, decidió invertir buena parte de su ri-queza en libros, y guardar la otra parte para su hijo producto del amor con su amada esposa…. “Persigue tus sueños” …. Yo… soy ese niño que al perseguir su sueño luchó contra su destino y les puedo decir: comí, reí, lloré, disfrute, conocí, experimenté un sinfín de aventuras y no me arrepiento porque ese era mi sueño y “colorín colorado este cuento aún no se ha termina-do” …. Y el día de hoy, así como un día me compartieron ese tesoro capaz de cambiar al mundo, hoy hijitos míos se los comparto a todos ustedes, vayan todos juntos el cofre del tesoro está en la biblioteca, acá está la llave, los esperare, vayan, vayan hijitos y cuando vuelvan les ter-minaré de contar el final de mi cuento. -

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Sin pensarlo fuimos todos a la biblioteca, en el escritorio se encontraba un cofre tallado en madera, con enigmáticas figuras dibujadas, mi pa-dre lo abrió y se asomó, luego todos y cada uno de nosotros…. No se imaginan “el tesoro más grande de todos, capaz de cambiar el mundo y cada una de nuestras vidas…. Cuando vimos lo que el cofre contenía no pudimos evitar la nostalgia, lágrimas escurrían por nuestras mejillas por tan valioso tesoro. Cuando todos los presentes vimos el contenido del cofre, regre-samos para que el abuelo terminara su historia, cuando volvimos a la habitación, nuestro abuelito había dejado de respirar… Todos lloramos, nos tomamos de la mano por que nuestro abuelito se había ido a reunir con el amor de su vida… Al ver las manos del abuelo y fiel a su tradi-ción un sobre con unas letras mayúsculas “PERSIGUE TUS SUEÑOS”, mi padre lo tomó y al abrirlo leyó en voz alta: Abuelo: -Cuando estén leyendo esto, estaré ya reunido con mi amada, pero antes de despedirme, seguramente quien nos escucha querrá saber cuál es el contenido del cofre…. Sonara absurdo pero el cofre solo contiene un “ESPEJO”, para que quien lo abra se vea reflejado y comprenda que el mayor tesoro capaz de cambiar al mundo eres TÚ, TÚ y nadie más que tú eres un tesoro, solo falta que te descubras. No me olvido de ti Juliancito, siempre termino mis cuentos con el colorín colorado este cuento aún no ha terminado, porque quiero demostrarles que así como ese niño que un día luchó por ir en contra su destino por perseguir sus sueños “no hay nada escrito en esta vida y cada día es una oportunidad para escribir una página más en este cuento de la vi-da……Con el cariño de siempre “El abuelo” … y colorín colorado… este cuento aún no ha terminado.

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… para el alma del direc.

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Como director seré la cabeza de la escuela, pero los maestros son el cuerpo y muchas veces la cabeza se dirige hacia donde el cuerpo termina por guiarla. (Roque Hernández)

“Yo hago lo que tú no puedes, y tú haces lo que yo no puedo. Juntos podemos hacer grandes cosas. (Madre Teresa de Calcuta)

“Puedes diseñar y crear, y construir el lugar más maravilloso del mundo, pero se necesita gente para hacer el sueño realidad" (Walt Disney)

“Si estamos juntos no hay nada impo-sible. Si estamos divididos todo falla-rá" (Winston Churchill)

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Desde la ventana veo las calles llenarse de agua. Pienso: “Esta tarde no me dejaran salir a jugar con el patio inundado”. Nana Ape me abraza, me conoce muy bien, sabe que los rayos y los true-nos me dan miedo. Para tranquilizarme me pide repita en voz alta: “Santa Bárbara doncella, que en el cielo fuiste estrella, líbranos de tu centella como libraste a Jonás en el vientre de ballena”. Luego me tapa la cabeza con una toalla y me pide que sigamos diciendo en voz alta la oración.

Repetimos la plegaria para que me sienta protegida. Nana Ape me dice que pronto pasará la tormenta, cuando eso suceda me dará de cenar. Sigo repitiendo la oración con más fervor. Veo a papá que duerme, yo también siento que mis ojitos se cierran.

No sé cuánto tiempo repetí la oración, pero surgió efecto por-que la tormenta paró. Escucho voces en la cocina, me levanto y ca-mino hasta el comedor, veo a papá sentado en la mesa, me siento con él y espero me sirvan algo para cenar. Ponen frente a mí un de-licioso tamal de elote, con bastante crema y queso. Pido mi café con pan, y me doy cuenta de lo feliz que estoy por cenar junto a él.

Nana Ape me sirve el café. Cuando estoy a punto de beber descubro dentro de la taza a una niña que se parece a mí, pero ella es del color del café y yo soy de color café con leche. Ella se ríe y me hace señas invitándome a jugar. Siento el impulso de entrar a la taza, pero soy muy grande para caber. Ella extiende sus manitas, yo quie-ro tocarla. Meto mi dedo en el café, al tiempo que escucho a papá dar un grito. No alcanzo a escuchar lo que dice. Parece que llora. Quiero regresar para consolarlo pera la niña me jala y ya no escuchó nada, y grito: “¡Papá, te amo!”.

Dra. Haide Zúñiga Pineda Antes Miss X la Amorosa de Sabines, ahora Miss K del mundo Kafkiano, asegura que sufrió una metamorfosis.

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Mtro. Hugo Antonio Montaño Lòpez (a veces Jack)

Detective Còsmico Especialista en Sueños Doppler

¿Y cuándo escribís otro libro pue chito? ¡O ya techaste! Me acorrala “J” al finalizar otro asalto entre un aguerrido boxeador tapatío y uno tijua-nense. A punto de responder, “J” me ataja. No vayasestar como El Zo-rro de Monterroso, porque eso tienen de malo los que publi-can, sechan a la güeva, y así, pa’qué pictes. La voz del mejor libra por libra, chingando a Lamazón, me distrae. “J” tiene ganas de pendejear pero yo no. Bebo el tercer tequila y agradezco la prescripción de mi doctor y compadre Josué Harrison, de un chingadazo de tequila al día, “para los triglicéridos”. Yo, por supuesto, acato la orden con una ligera modificación, algo así como “licencia del achacoso”. Entonces me sirvo el cuarto “caballito”. En esas estoy cuando “J” me lleva contra las cuer-das. Tampoco testés creyendo mucho, chito, que no sos la gran cosa. ¿Cuál es tu gracia? ¿Escribir? Eso cualquier pendejo lo hace. De segu-ro andás necesitado de atención, ¿verdá verguis? ¿O qué, ya no vasescribir? La pelea es a quince asaltos, el tapatío es rústico pero aguantador. Decido boxear a “J”. Le digo que escribir lo que es escribir, lo hago casi a diario, es más, le advierto escribiré una historia donde él será el protagonista. Jajaja, tas pendejo, gordo, de verdad… yo, jaja-ja… ¿y qué vasescribir? Le digo que escribiré sobre escribir, que ya se me ocurrirá algo más, porque cualquier pendejo escribe, y yo no seré la excepción. El “Barreta” desnuda la falta de recursos del tapatío, quien tira el jab pero no termina la combinación de gancho y volado de dere-cha. No te ofendás pue chito, que no se trata deso, aunque llamar “libro” a lo tuyo se me hace exagerado. Libro el Quijote, Los Misera-bles, Los hermanos Karamasov, Otelo, Crimen y Castigo… lo tuyo es más bien un libritillo, ¿o no? Me muevo a los costados marcando rectos de izquierda. Le digo que tiene razón, esos pendejos que escribieron sendos libros pendejeaban chingón. Le digo que también tiene razón sobre mi “libritillo”, y que por eso lo regalo, aunque más de uno me in-sista en venderlo. Intenta meterse en mi guardia. ¿Y por qué no lo vendéspue? Lo amago con un volado, “porque soy pendejo”. Reí-mos. La tarjeta de Lamazón es implacable: 10 puntos para el tijuanen-se, 8 para el tapatío. El fronterizo se regodea tundiendo al obtuso con-trincante, quien, desesperado, saca un gancho de izquierda que hace trastabillar a su verdugo. Intercambian golpes macizos arriba y abajo, sin tregua. La sangre aparece en ambos rostros. Suena la campana.

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J.C. grita “¡Hay tiro, Carlitos! ¡Hay tiro!” Me zampo el cuarto tiro de te-quila. ¡Tengan, pinches triglicéridos, chínguense! La euforia me invade y el brazo izquierdo se me adormece. Animado, me sirvo otro “ reposa-do”. Oí chito, si vascontar sobre mí, escribí que siemprémos sido ami-gos, y que nos la pasamos a toda madre, ¿o no? El tequila me calienta el hocico, igual al tapatío a quien, según Vargas, ya se le calentó la quijada. Algo es cierto, el púgil ha sido vapuleado pero no ha caído. J.C. grita emocionado “¡Las balas perdidas existen, Carlitos!” Le digo a “J” que hablaré bien de él, sin mencionar su pasado. Se pone serio. El tapatío ve frenada su euforia con un volado de derecha que lo cimbra, mientras Carlitos grita “¡Se la comió todita y de un solo bocado!” El desenlace llega con una tromba de golpes arriba y abajo, sin respues-ta. El réferi detiene la pelea y yo, agradecido, me zampo el enésimo tequila, mientras Sylvester Gardenzio Stallone insiste en que nos hace falta ver más “bax”.

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Mtro. Ornan Gómez

El que lee, viaja. Y yo, como promotor de lectura, me gustan ambas cosas. Leer y viajar van de la mano, porque quien lee, a su manera, viaja. Se pierde en ciudades, pueblos, calles, mares, selvas, bares, en tanto avanza en la lectura de una novela. Sin embargo, si la lectura lo lleva a recorrer lugares geográficos distintos, el placer es completo, porque leer es una actividad para aventureros. Y quien se aventura a viajar y a leer, su vida adquiere matices diferentes. Y viajar a lugares distintos de Chiapas es lo que hago, desde que promuevo talleres de fomento de lectura y escritura en las escuelas de Educación Básica y Media Superior. Así que mientras me pierdo por caminos angostos, custodiados por cerros oscuros, donde corren arroyitos de aguas cristalinas, medito sobre lo que hago. ¿Qué sentido tiene promover la lectura? ¿Por qué dejo mi casa, esposa e hijos, y me aventuro a lugares desconocidos, para compartir lecturas con estudiantes, papás y profesores? Y por allí sigo, pensando mientras dejo atrás potreros con vacas pastando, mientras las garzas les arrebatan garrapatas, además de árboles frondosos. Alguien tiene que hacerlo, porque gracias a los libros te cuestionas sobre muchas cosas, me digo. Para empezar, las preguntas que te haces ahora mismo son resultado de tus lecturas. ¿Te imaginas a los alumnos de una escuela haciéndose preguntas al estilo de para qué estudio? ¿O qué sentido tiene venir a la escuela? ¿O qué deseo de la vida? Una pregunta conlleva a otras, y éstas a otras más. Y preguntarse, ya es un acto de rebeldía, pues son los cuestionamientos quienes originan cambios. ¿Te imaginas que todos empezaran a preguntarse por qué una sociedad funciona como lo hace? Como resultado de esas preguntas, los jóvenes podrían escribir sus razonamientos. Y eso sería fantástico. Sueño con ello, porque entonces no habría necesidad de escuelas que moldeen el pensamiento, pues la lectura libera la imaginación. Lo hace libre como el vuelo de un pájaro. Sin embargo, la promoción de la lectura no sería completa sin el apoyo de instituciones como el Coneculta, a través de su Dirección de Publicaciones, quien me ha apoyado con libros editados por ellos. Si yo promuevo la lectura, justo es que lleve libros a las escuelas a donde voy. Y así sucedió con escuelas que están en comunidades cercanas a Comitán de Domínguez, Palenque, Benemérito de Las Américas, Huixtla, Tapachula, Pichucalco, Arriaga, Tonalá, a donde, además de talleres, ofrecí libros que el Coneculta me ofreciera para los estudiantes. Y eso es de valorarse, pues en la actualidad la producción de libros gratuitos para las escuelas, es nula. A algunas autoridades de la SEP, se les ocurrió que deberían desaparecer los libros del Rincón, que era quien proveía a las escuelas de acervos. Pese a ello, sigo promoviendo la lectura de libros, porque es necesario hacerlo. La escuela, dicen los programas de estudio, debe producir lectores y escritores. Y allí está el detalle. ¿Cómo le hacemos? Como ejemplo, pondré mi experiencia. De niño, en la escuela no descubrí el gusto por los libros, porque ningún maestro los promovía. Lo aprendí de mi abuelo Gabriel, que todas las mañanas —en vacaciones—, me leía en voz alta historias bíblicas. Mi abuelo no tiene profesión, pero sí un corazón como baúl donde caben sonrisas y consejos. Tampoco terminó la primaria, por lo que apenas lee. Aún así, el me enseñó a disfrutar las historias...

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Agradecimientos

Sin estas grandes personalidades, la revista no se hubiera logrado, contribuyeron con su experiencia a poder mejorar los cuentos de los maestros, al mismo tiempo de compartir de su tiempo para poder ex-presar con letras, los sentimientos que salen del corazón.

DRA. HAIDE ZUÑIGA PINEDA Destacada profesional en el ámbito de organización de bibliotecas escolares y de fortalecimiento a la lectura en el programa Nacional de Lectura (PNL) por muchos años.

MTRO. HUGO MONTAÑO Escritor Chiapaneco: Billie Jean no es mi amante (almada broders 2012); Aquí yace un viejo cadáver de niño (public pervert 2014). Mediador del Programa Nacional de Salas de Lectura y facilitador del taller de creación literaria no convencional en El Ingenio, proyecto de Germinalia A.C.

MTRO. ORNAN GÓMEZ Profesor de telesecundaria y escritor chia-paneco reconocido con las novelas: “Anoche mataron a mi nahuala” (2016) y “Fuego en la Sangre (Notas para salvar al alma); promotor de la lectura a través del grupo AMARTE, un gran visionario que comparte a través de las letras.

DR. JULIO ENRIQUE RUEDAS ZEPEDA Supervisor escolar de telesecundaria, gran experiencia profesional en el ámbito de la escritura a nivel universitario y pos-grados; una personalidad preocupada por

Autores revisando correcciones.

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Los Moyos, Sabanilla, Chiapas

Primera Edición

2018

contacyo