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LA SPIRA MIRABILIS Con Entusiasmo, en Alegría, desde el Disfrute

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LA SPIRA MIRABILIS

Con Entusiasmo, en Alegría, desde el Disfrute

Eadem Mutata Resurgo

“Mutante y Permanente, vuelvo a Resurgir Siendo la Misma”

La Espiral como Símbolo

La Espiral es uno de los símbolos más antiguos y se encuentra en todos los continentes, habiendo jugado un papel fundamental en el simbolismo desde su aparición en el arte

megalítico. Actualmente, la espiral también es empleada como símbolo para representar el pensamiento cíclico en diversas propuestas filosóficas, estéticas y espirituales, por lo que puede hablarse en rigor de cierto espiralismo o concepción espiralista de la evolución de nuestro pensamiento. La Espiral es un círculo

espiritualizado. En la forma espiral, el círculo, desenrollado, devanado, ha dejado de ser vicioso... Y el principal símbolo dinámico es una espiral logarítmica o equiangular presente en el Arte como Símbolo Dinámico Arquetípico. Una espiral logarítmica cumple la condición del movimiento uniforme. Es la única curva plana que tiene la propiedad de la equiangularidad. Esto significa que corta todos sus vectores de radio en un ángulo constante.

La espiral es una formación natural frecuente en el reino vegetal: evoca la evolución de una fuerza, de un estado. Es una figura cargada de significaciones simbólicas, presente en todas las culturas. La espiral es y simboliza emanación, extensión, desarrollo, continuidad cíclica pero en progreso y rotación creacional. La forma

helicoidal es un signo universal de la temporalidad,

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representando la permanencia del ser a través de las fluctuaciones del cambio. En el símbolo de la espiral confluyen el arte, la naturaleza, la ciencia y la espiritualidad. La espiral, como variación de la figura del círculo, denota en el plano una salida de la reincidencia y, por lo tanto, manifiesta la evolución a otros planos más elevados. La espiral hecha hélice en los pozos iniciativos es, por lo tanto, un símbolo de descenso-ascenso y un medio de comunicación entre los planos subterráneos, el terrestre y los celestes, recorrido que se efectúa en cualquier iniciación y en toda génesis (la del día, la del mes, la del año, etc.) donde se debe morir a un estado para nacer a otro, regenerando una vez más el proceso cósmico del que derivan los diferentes procesos y de los que participan los astros, dioses de la tierra, y el inframundo.

La espiral manifiesta simbólicamente un proceso arquetípico presente en toda creación, la de una energía centrípeta y una fuerza centrífuga coexistiendo en cualquier organismo, lo cual es también ejemplificado por las trombas, ciclones, tornados (o deidades benéficas-maléficas de los vientos), entre multitud de otros objetos y

fenómenos.

La espiral evoca la evolución de una fuerza. Representa la extensión, el desarrollo, la creación. Es símbolo de fecundidad, de los ritmos repetitivos de la vida, la permanencia del ser en los cambios de la vida. Es el equilibrio en el cambio, el lazo entre el interior y el exterior.

En biología son frecuentes las estructuras aproximada-mente iguales a la espiral logarítmica, por ejemplo, las telas de araña y las conchas de moluscos. Hace millones de años,

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antes de la aparición de los peces, en la familia de los cefalópodos había muchas especies de animales con concha en forma de espiral. Los amonites iban taponando los espacios redundantes del caparazón a cada vuelta del caracol hacia la madurez. Los amonites vivieron en el Cretácico y el Jurásico, pero todavía hoy existen moluscos del género nautilus. Los nautilus, como hacían los amonites, van sellando los tabiques de las cámaras a medida que construyen otra mayor para albergar su cuerpo que va creciendo, y ese caparazón sin bicho, lleno de gas más ligero que el agua, lo utilizan a modo de boya para flotar. Si damos un corte transversal a la concha del nautilius veremos que está formada por compartimentos separados por tabiques y comunicados por un sifón. El animal ocupa el compartimento más externo, que es de mayor tamaño. Al ir creciendo el molusco abandona el compartimento anterior y crea uno con la misma forma pero más grande. Su borde exterior describe una curva que es siempre igual a sí misma. Es una espiral logarítmica o equiangular (pero no es la espiral logarítmica áurea)

El halcón se aproxima a su presa según una espiral logarítmica, su mejor visión está en ángulo con su dirección de vuelo; este ángulo es el mismo del grado de la espiral.

Los insectos se aproximan a la luz según una espiral logarítmica porque acostumbran a volar con un ángulo constante a la fuente

luminosa. Normalmente el Sol es la única fuente de luz y volar de esta forma consiste prácticamente en seguir una línea recta.

El origen del estudio de esta espiral tiene que ver con la navegación. A lo largo de los siglos XVI y XVII miles de barcos surcan los océanos. Los navegantes sabían que sobre la superficie terrestre la distancia más corta entre dos puntos es un arco de

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círculo máximo. Pero para seguir un rumbo que encaje con este arco es necesario realizar continuos cambios de rumbo. Por ello sustituían este rumbo óptimo por otro en el ángulo que formaba la trayectoria del barco con todos los meridianos que atravesaba. El rumbo se mantenía constante. Los rumbos de este tipo dibujan en la esfera terrestre una curva llamada loxodrómica. Pero los navegantes no trabajaban sobre una esfera, sus mapas eran planos, proyecciones de la esfera. La proyección de la esfera sobre un plano convierte a la loxodrómica en una espiral equiangular: una curva creciente con una propiedad similar a la de la circunferencia, que la tangente en cada punto corte el radio vector siempre con el mismo ángulo.

El ángulo es proporcional al logaritmo del radio. Se construye trazando sucesivos triángulos rectángulos semejantes, de tal forma que la hipotenusa de uno es un cateto del siguiente; y uniendo los vértices consecutivos. Mientras el ángulo de giro crece en progresión aritmética –sumando siempre la misma cantidad-, el radio correspondiente crece en progresión geométrica –multiplicando siempre el radio anterior por un mismo número-.

La espiral logarítmica es la única curva que verifica que su evoluta, su involuta, su cáustica y su podaria son, a su vez, una espiral logarítmica. Por ello “eadem mutata resurgo” significa que aunque me cambien, es decir, si trazan mi evoluta, mi involuta, mi cáustica de reflexión o de refracción... siempre volveré a aparecer

semejante a mí misma. La autosemejanza relaciona directamente esta espiral con los objetos fractales. La propia construcción de esta espiral nos sugiere el motivo de su abundante presencia como forma que rige el crecimiento de numerosos organismos vivos. Las dos ideas que inspiran este Spira Miriabilis: LA CONSTRUCCIÓN DE UN SÍMBOLO Página 5 de 19

crecimiento son las de rotación más dilatación: el crecimiento aditivo autosemejante con enrollamiento.

Cuando los fenómenos de rotación y expansión se unen, dan lugar a una espiral, que es una curva que surge a partir de un punto que gira y que al mismo tiempo se aleja del punto de origen. Comenzando en un punto y moviéndose hacia dentro a lo largo de la espiral, hay que rodear el origen infinitas veces antes de alcanzarlo; sin embargo, la distancia total de este camino es finita. El nombre de spira mirabilis (espiral maravillosa) se lo debemos a Jacob Bernouilli (matemático suizo del siglo XVII), que la estudió en profundidad quedando cautivado por esta espiral hasta el punto de dejar escrito en su testamento que en su lápida debería figurar una espiral logarítmica con la inscripción “eadem mutata resurgo” (resurjo cambiada pero igual).

La espiral logarítmica posee la notable propiedad de crecer de una manera terminal, sin modificar la forma de la figura

total y ser así permanente en su forma a pesar del crecimiento asimétrico. En este caso, según nos vamos alejando del centro, la espiral se va haciendo cada vez más ancha. Y este aumento se produce de una manera continua y uniforme. Su borde exterior describe una curva que es siempre igual a sí misma. La separación de las espiras aumenta al crecer el ángulo, es decir, el radio vector crece de

forma exponencial respecto del ángulo de giro. Por eso también recibe el nombre de espiral geométrica.

Matemáticamente, incluyéndola en la categoría de curvas mecánicas, es decir aquellas cuya ecuación no es un polinomio, fue descrita por primera vez por Descartes.

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El número e es la base de los logaritmos naturales o neperianos. Es el único número real cuyo logaritmo natural es 1. El número e fue descubierto por Leonhard Euler, matemático suizo del siglo XVIII. Es el límite de la sucesión de término general (1+1/n)n. Es un número irracional: posee infinitas cifras decimales no periódicas que no siguen ningún patrón repetitivo (e = 2, 71828...). También es un número trascendente o trascendental: no proviene de una simple relación algebraica sino que se define como una propiedad fundamental de las matemáticas. Es trascendente porque no es raíz de ningún polinomio (no nulo) con coeficientes racionales. La espiral logarítmica está generada por el número e, la constante de Euler, desde una fórmula abierta que crece exponencial-mente hacia el infinito en progresión geométrica.

La espiral como la clave de la creación y de la

existencia

Como si fuesen la firma de una inteligencia suprema estas formas están inscritas a todos los niveles del espacio y el tiempo. Las hallamos en las galaxias, en el sistema solar, en el código universal de la vida (ADN), en la religión y en el arte de todas las culturas humanas. Pero, ¿cuál es su significado más profundo…? ¿Cuál es el sentido último del mensaje que nos transmiten y qué relación tienen

con nuestra propia existencia como hijos de las mismas estrellas que iluminan nuestro destino…?

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La Tierra nació a partir del movimiento en espiral de una nube de gas y polvo cósmico. Desde entonces, las espirales forman parte de nuestro entorno cotidiano. Podemos contemplarlas en todas las escalas posibles, tanto en el espacio como en el tiempo. La propia naturaleza eligió dicha forma para su crecimiento y desarrollo. La forma helicoidal está presente en lo más recóndito de los seres vivos, como en la doble hélice del ADN (ácido desoxirribonucleico) que codifica nuestra herencia.

El cuerpo humano también contiene la triple hélice del cordón umbilical –formado por dos arterias y una vena–. Tenemos remolinos en el pelo, rizos o tirabuzones. Las huellas dactilares, las glándulas sudoríparas y los folículos pilosos, así como la estructura torsionada de algunos huesos y el caracol de nuestro oído interno –una de las espirales más perfectas– también

evocan la misma forma, que asimismo observamos en las olas que culminan enroscándose, en las conchas de los caracoles, el movimiento de los ciclones o tornados y las curvas espirales divergentes o centrífugas de las galaxias. Todos estos casos constituyen ejemplos de cómo la naturaleza repite una y otra vez este motivo que nos acompaña desde que nació el sistema solar. Al fin y al cabo, éste es una espiral que integra otra mucho mayor: el inmenso remolino de la Vía Láctea, que gira vertiginosamente en el espacio repitiendo el mismo motivo.  Tal vez por ello, dicha forma se convirtió desde tiempos remotos en uno de los símbolos más universales de la Humanidad y la encontramos en todas las civilizaciones como un leitmotiv omnipresente.

En las culturas precolombinas, el dios de la lluvia, Tlaloc, era representado

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saliendo de la boca de un caracol gigante, y Quetzalcóatl estaba estrechamente relacionado con caracoles marinos. Para los mayas, el solsticio de invierno era el momento cero en su cosmología y la espiral simbolizaba ese origen. La Venus de Milo fue representada girando sobre sí misma en movimiento ascendente, con su parte superior desnuda y la inferior cubierta, como si estuviese abandonando el ropaje de la materia en su ascenso en espiral.

El caduceo hermético, con el doble enroscamiento de las serpientes, reproduce la misma forma que el doble movimiento de los Nâdi, unos canales situados a ambos lados de la columna vertebral que ciertas prácticas yóguicas ponen en movimiento a fin de lograr el despertar de la Kundalini, para que ésta ascienda hasta el chakra (vórtice energético) situado en la cabeza. Todas estas configuraciones serpentinas reiteran idéntico leitmotiv.

El antiquísimo símbolo del Yin y Yang, es también una forma de espiral que carece de principio y fin. Todo se expande y multiplica, dando origen a la dualidad, para regresar de nuevo a la divinidad, una vez finalizado el proceso. En el Hinduísmo, la doble espiral representa la evolución, partiendo de su centro, y la involución, regresando al mismo. Es el Kalpa y el Pralaya, nacimiento y muerte. Para numerosos pueblos africanos, esta forma simboliza la dinámica de la vida y la expansión de los seres dentro de lo manifestado. Entre los Dogón, representa la semilla de Amma; es decir, el verbo

o palabra de Dios. Este concepto se expresa mediante una espiral de cobre rojo que da tres vueltas en torno a una vasija de barro. Entre los germanos, el mismo signo rodeaba el ojo de un caballo unido a un carro solar, que representaban la fuente de toda luz.

La Espiral de Durero

La Espiral de Durero o Espiral Áurea es una curva que surge de dibujar arcos de circunferencia en el interior de los sucesivos cuadrados que se obtienen al construir sucesivos rectángulos áureos. Fue Alberto Durero quien la descubre y la estudia.

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No es una espiral puramente logarítmica (Spira Mirabilis), pero apunta a ella.En la figura adjunta se aprecia la mínima diferencia entre la espiral de Durero (en rojo) y la espiral logarítmica áurea (en verde).

Siendo tan parecida a la espiral logarítmica áurea, no es de extrañar su relación con la sucesión de Fibonacci, tal como

se aprecia en las figuras de abajo. Esto explicaría su relación con Φ, con la Belleza y con la Armonía.

Espiral celta

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Simbolizaba la creación y el giro constante de las estrellas en el cielo de la noche. Las estaciones cambiaban y retornaban cada año como puntos de una rueda gigante, y las estrellas de los cielos parecían rodar arriba, girando en un eje que era el de la Estrella del Norte. En efecto, los celtas creían que la Estrella del Norte era la localización del cielo, y el movimiento, evidente, de las estrellas alrededor de este eje, formaba una trayectoria espiral, o escalera, en la cual las almas ascendían hacia su vida futura.

El continuo y expandente movimiento de la espiral también simbolizaba la siempre expandible naturaleza de la sabiduría y el conocimiento

La espiral en la simbología druida

El elemento más definitorio y más potente de una espiritualidad son los símbolos que la definen. Toda la ideología, toda la esencia de una religión, de una espiritualidad debe quedar reflejada en el símbolo o símbolos que la definen. Cuando nos adentramos profundamente dentro del mundo espiritual nos encontramos con estos elementos que representan de manera invariable tanto a la propia espiritualidad como a aquellos conceptos que representa dicha filosofía. 

Un símbolo se define como la imagen o figura con que materialmente o de palabra se representa una idea, concepto o sentimiento. Eso sí, todo símbolo necesita de una interpretación y sin ella, el símbolo pierde su significado. 

Un símbolo es una representación de un concepto o idea que es perceptible por medio de al menos uno de los sentidos.  Del latín simbolum, y éste del griego síµßolon, el símbolo es

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la forma de exteriorizar un pensamiento o idea más o menos abstracta, así como el signo o medio de expresión al que se atribuye un significado convencional y en cuya génesis se encuentra la semejanza, real o imaginada, con lo significado. Afirmaba Aristóteles que no se piensa sin imágenes, a lo que podríamos añadir que tampoco sin el símbolo que es su sustituto.  En cuanto al símbolo dentro de la espiritualidad, en las formas exteriores de las religiones semíticas como la asiria y fenicia, en la hindú y en las indoeuropeas, como la greco-latina, impera el símbolo pues en ellas se dio la representación de los fenómenos de la naturaleza personificados en seres mitológicos que terminaron por encarnar los valores morales de la sociedad. 

En el “Diccionario de Símbolos” podemos leer: “El símbolo, por lo tanto, no sólo representa, sino que, en cierto, modo exige una cierta realización y deviene en el centro sobre el que gravita la actividad intelectual que él mismo desencadena. Por valernos de un ejemplo, unas alas estampadas sobre el uniforme de un aviador serán tan sólo un signo; en cambio, esas mismas alas, en el talón de mercurio, constituyen el símbolo del viajero nocturno, del anhelo del viaje. Con el signo, en suma, nos desenvolvemos en un terreno firme, continuo e inequívoco, mientras que con el símbolo nos adentramos en una ruptura del plano, en una discontinuidad que nos sitúa en una dimensión preñada de recovecos.”

  También añade lo siguiente en esta introducción al concepto de símbolo: “Buceando en la historia del símbolo, constatamos que todo objeto puede revestirse de cierto valor simbólico, ya se trate de un objeto natural (piedras, metales, frutos, animales, ríos y océanos, todos ellos símbolos figurativos) o abstracto (formas geométricas, conceptos, números)”. 

El uso de símbolos nos permite adentrarnos en la parte más recóndita de nuestro subconsciente, nos ayuda a navegar a través de los conceptos arquetípicos para conocer más sobre nuestros propios pensamientos. Uno de los psiquiatras que más han indagado en este aspecto de los arquetipos, que no son más que la esencia, el modelo original de algo, de una idea o arte, ha sido Jung,

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que comenta respecto al símbolo: “El Símbolo no es ni una alegoría ni un simple signo, sino más bien una imagen para designar lo mejor posible la oscura naturaleza, apenas sospechada del espíritu (es decir, lo consciente y lo inconsciente), una imagen que concentra las producciones religiosas, éticas y estéticas del hombre y que confiere vivacidad y dinamismo a las actividades intelectuales, imaginativas y emotivas del individuo, por cuanto supone a la naturaleza biológica y mantiene en constante tensión los contrarios que se hayan en la base de nuestra vida psíquica”. Para aclarar el concepto indica Jung que “el símbolo no explica, sino que se proyecta más allá de sí mismo, hacia un sentido aún en el más allá, inasible, apenas presentido que ninguna palabra de la lengua que hablamos podría expresar de forma satisfactoria”.  Bajo estas premisas intentamos descifrar lo que los antiguos druidas nos trasmitían. De esta manera, a través de los símbolos podemos acercarnos a las enseñanzas de nuestros ancestros de tradición y ver el uso y significado de los distintivos de su espiritualidad, que es la nuestra. 

Hay conceptos e ideas inherentes e inseparables de la definición de druidismo y si nos atenemos al sistema trinario druídico, podemos definir precisamente tres símbolos que definen al druidismo. Estos son, enumerados del más simple al más complejo, la Espiral, el Laberinto y el Triskel. Estos tres símbolos, tanto por separado como en un estudio conjunto de ellos, nos muestra este camino druídico, este triple camino definido por sus respectivos conceptos. 

El triple camino druídico, el camino de ascensión celta viene dado por estos elementos: Naturaleza, Verdad y Conocimiento. A través de estas tres nociones podemos acercarnos al corazón del camino druídico hacia la Ascensión, hacia la Awen. Y a cada uno de estos conceptos se le puede asignar, y le define, uno de los símbolos mencionados anteriormente. Así pues, podemos relacionar a la Naturaleza con la Espiral, el Laberinto

con la Verdad y el Conocimiento con la triple espiral, con el Triskel. 

La Naturaleza es la Gran Maestra del Druida, su mayor fuente de conocimiento. Se dice que para saber si algo es adecuado o

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no, los maestros druidas decían que se observara en la naturaleza y si se daba en ella, si la naturaleza mostraba ese aspecto bajo alguna de sus formas, es que ese concepto era bueno, esa idea era correcta. La naturaleza es venerada y preservada por los druidas y a ella acuden como fuente de inspiración.  Y la naturaleza es una espiral. Desde lo más grande que conoce el ser humano, las galaxias, al más pequeño elemento definitorio de la vida, la espiral se hace presente en forma y presencia. La elipse de la tierra y del resto de los planetas alrededor del sol es una espiral. El ADN es una doble espiral. Y de nuevo se hace realidad la máxima de: cómo es arriba, es abajo. Macrocosmos y microcosmos. El universo y el ser humano.  El druidismo nos invita a conocer la naturaleza y a través de su estudio, a nuestro conocimiento interno, a una comprensión de nuestro yo más íntimo y por lo tanto de nuestra conciencia. 

Y es a través de la espiral como un druida se acerca a la naturaleza y a través de esta naturaleza a la misma esencia del Todo, del Increado. Y es por esta razón por la que una de las formas que el druidismo tiene de representar a la Fuente de Todo es precisamente con una espiral.  Pero la vida, la existencia del hombre en el universo no es algo tan simple como una espiral. Se retuerce y se complica hasta formar el siguiente símbolo de nuestro estudio: el Laberinto. El Laberinto es la complicación de la espiral. Antiguamente se creía que el Laberinto era la representación del camino hacia la divinidad, que se hallaría en su centro en el modelo neoplatónico que asemeja la vida de los hombres como un retorno al centro de este laberinto, que no sería sino el regreso al Todo.

El laberinto es un símbolo poderoso, utilizado por muchas culturas. Desde oriente, en donde se usaba como protección y distracción frente a los malos espíritus, hasta el norte de Europa, en Escandinavia, donde se utilizaba en rituales paganos. Cuando un druida se acerca al concepto de verdad recorre un laberinto. Cuando un druida vive, recorre un laberinto. Spira Miriabilis: LA CONSTRUCCIÓN DE UN SÍMBOLO Página 14 de 19

Es a través de la Verdad como un druida se acerca a la Naturaleza, lejano de artificios, lejano de apariencias. Es a través de la verdad como un druida intenta desentrañar el Laberinto de la Vida. Camina a través de los senderos en espiral del laberinto, alejándose en ocasiones del centro, acercándose en otras ocasiones, observando en definitiva el centro, o la Verdad, o en definitiva el Todo, desde todos los puntos de vista posibles, sin prejuzgar, sabiendo que en cada vuelta del laberinto la visión de ese centro, de esa Verdad puede ser diferente y sin ninguna duda, lo recorre sabiendo de antemano que el camino emprendido puede ser el erróneo y puede haber transitado por un sendero inane o por caminos que no comprende.

 Pero eso no impide que un druida siga caminando por la Espiral Laberíntica. Y eso nos lleva a la sublimación de la espiral. La triple espiral o Triskel. Porque para un druida no existe una realidad en su existencia, sino tres: el mundo físico, el mundo psíquico y el espiritual. Así pues, un druida sabe que para llegar al centro de ese Laberinto, para recorrer la Espiral, no solo debe recorrer una única espiral sino que debe seguir el camino marcado por el Triskel y adentrarse en el conocimiento

completo. La comprensión es el arma que utiliza un druida para avanzar a través del Laberinto vital.

El druida hace suyo el triskel como símbolo final de su espiritualidad.

Este es el reto al que se enfrenta el druida: el discernimiento del mundo y por tanto en el conocimiento de sí mismo. Es dicho conocimiento el motor y el objetivo del druida. Solo recorriendo esta espiral y haciéndolo de manera triple, desde una concepción holística de la existencia y a través del triskillion, de la triple espiral, como el druida llega al centro del Laberinto, como recorre la espiral. 

Y así, invierte el viaje y desde el conocimiento accede a la verdad y a través de la verdad es como llega a la

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unión con la Naturaleza y por lo tanto como se hace uno con la Awen, la fusión con el Todo. 

La Escala de Jacob

Se trata de la escalera que aparece en el célebre sueño de Jacob, relatado en el capítulo 28 del Génesis: “una escalinata que estaba apoyada sobre la tierra y cuyo extremo superior tocaba el cielo. Por ella subían y bajaban ángeles de Dios” (Gén 28, 12).  Al despertar, Jacob pronuncia estas palabras: “¡Qué temible es este lugar! Es nada menos que la casa de

Dios y la puerta del cielo” (Gén 28, 17). En el simbolismo tradicional de las diferentes  Escuelas de los Misterios, La Escala de Jacob representa un camino de ascenso-descenso por los Planos de la Realidad. Y los ángeles, o seres divinos, que suben y bajan por sus peldaños, simbolizan los

distintos estadíos o Grados en la Evolución de la Consciencia Humana.

Maravillosamente recreada en los pozos iniciativos de los jardines de la Quinta de Regaleira en Sintra (Portugal), de quince en quince escalones y en forma de espiral, se

descienden nueve plataformas que nos hacen bajar al abismo o subir al cielo. Las nueve plataformas son una referencia a los nueve círculos del Infierno, las nueve secciones del Purgatorio y los nueve cielos del Paraiso de la Divina Comedia de Dante. En el fondo está la Cruz de los Templarios gravada en marmol rosa sobre una rosa de los vientos, que era el indicativo de la Orden Rosacruz.

La Pentaflor

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Dos familias de curvas se dice que son ortogonales cuando en un punto común en el que coincida una curva de cada familia, las tangentes forman ángulos rectos. Las familias de  espirales logarítmicas         

                 y          

                    o sea, las levógiras y las dextrógiras, forman haces de curvas ortogonales, que no sólo es un motivo ornamental muy utilizado, sino que es también una pauta de crecimiento para algunos tipos de flores.

La Geometría Sagrada  es un concepto planteado por el esoterismo y el gnosticismo. La creencia básica es que existen ciertas relaciones entre la geometría  matemática  y diversos conceptos místicos.

La Pentaflor es la imagen de poder más acabada de la Geometría Sagrada. Refleja la vista superior de la molécula dodecaédrica del ADN y es una imagen que

nos sirve para generar punto de implosión y ordenar la energía, las ondas y la materia de manera armónica.

La Pentaflor es una bella fusión del Pentagra, la Espiral Áurea, la Autosemejanza y el Infinito. Es un símbolo construido con diez espirales de proporción áurea ordenadas sobre un pentágono, de las cuales cinco giran hacia la derecha y cinco a la izquierda, creando una imagen de poder que hace referencia a la energía femenina de la creación (el Pentáculo)

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Su base matemática, como se ha visto en apartados anteriores, es el crecimiento homotético y la secuencia numérica de Fibonacci o la secuencia de la vida.

EpílogoQuede esto así, escrito para

ti.

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