Paseo Literario por la Sevilla del Romanticismo

16
PASEO LITERARIO POR LA SEVILLA ROMÁNTICA 1. Tras los pasos de Bécquer. Parque de María luisa No puede hablarse de Romanticismo español sin nombrar a un genial poeta nacido en Sevilla, aunque se da la paradoja que la producción de Bécquer es tardía respecto al movimiento romántico. a) Averigua la fecha de nacimiento, la casa donde nació y el lugar donde estudio Gustavo Adolfo Bécquer. b) Escribe un texto recreando la vida en Sevilla de Bécquer, donde recojas edificios y costumbres de la época. En sus Rimas cantó a la mujer, a la belleza, a la poesía, al misterio de lo inalcanzable: RIMA XXXIX ¿A qué me lo decís? Lo sé: es mudable, es altanera y vana y caprichosa; antes que el sentimiento de su alma, brotará el agua de la estéril roca. Sé que en su corazón, nido de sierpes, no hay una fibra que al amor responda; que es una estatua inanimada..., pero... ¡es tan hermosa! RIMA XXX Asomaba a sus ojos una lágrima y a mi labio una frase de perdón; habló el orgullo y se enjugó su llanto, y la frase en mis labios expiró. Yo voy por un camino; ella, por otro; pero, al pensar en nuestro mutuo amor, yo digo aún: —¿Por qué callé aquel día? Y ella dirá: —¿Por qué no lloré yo? RIMA XLVIII Como se arranca el hierro de una herida su amor de las entrañas me arranqué; aunque sentí al hacerlo que la vida ¡me arrancaba con él! Del altar que le alcé en el alma mía, la voluntad su imagen arrojó; y la luz de la fe que en ella ardía ante el ara desierta se apagó. Aún para combatir mi

description

Recorrido con actividades por lugares de Sevilla relacionados con obras literarias del Romanticismo

Transcript of Paseo Literario por la Sevilla del Romanticismo

Page 1: Paseo Literario por la Sevilla del Romanticismo

PASEO LITERARIO POR LA SEVILLA ROMÁNTICA

1. Tras los pasos de Bécquer. Parque de María luisa

No puede hablarse de Romanticismo español sin nombrar a un genial poeta nacido en Sevilla, aunque se da la paradoja que la producción de Bécquer es tardía respecto al movimiento romántico.

a) Averigua la fecha de nacimiento, la casa donde nació y el lugar donde estudio Gustavo Adolfo Bécquer.

b) Escribe un texto recreando la vida en Sevilla de Bécquer, donde recojas edificios y costumbres de la época.

En sus Rimas cantó a la mujer, a la belleza, a la poesía, al misterio de lo inalcanzable:

RIMA XXXIX

¿A qué me lo decís? Lo sé: es mudable, es altanera y vana y caprichosa; antes que el sentimiento de su alma, brotará el agua de la estéril roca.

Sé que en su corazón, nido de sierpes, no hay una fibra que al amor responda; que es una estatua inanimada..., pero...           ¡es tan hermosa!

RIMA XXX

Asomaba a sus ojos una lágrima y a mi labio una frase de perdón; habló el orgullo y se enjugó su llanto, y la frase en mis labios expiró.

Yo voy por un camino; ella, por otro; pero, al pensar en nuestro mutuo amor,

yo digo aún: —¿Por qué callé aquel día? Y ella dirá: —¿Por qué no lloré yo?

RIMA XLVIII

  Como se arranca el hierro de una herida su amor de las entrañas me arranqué; aunque sentí al hacerlo que la vida         ¡me arrancaba con él!

  Del altar que le alcé en el alma mía, la voluntad su imagen arrojó; y la luz de la fe que en ella ardía ante el ara desierta se apagó.

  Aún para combatir mi firme empeño viene a mi mente su visión tenaz... ¡Cuánto podré dormir con ese sueño         en que acaba el soñar!

Page 2: Paseo Literario por la Sevilla del Romanticismo

RIMA XXIV

[Dos y uno]

Dos rojas lenguas de fuego que a un mismo tronco enlazadas se aproximan y, al besarse, forman una sola llama.

Dos notas que del laúd a un tiempo la mano arranca, y en el espacio se encuentran y armoniosas se abrazan.

Dos olas que vienen juntas a morir sobre una playa y que al romper se coronan con un penacho  de plata.

Dos jirones de vapor que del lago se levantan y, al juntarse allá en el cielo, forman una nube blanca.

Dos ideas que al par brotan; dos besos que a un tiempo estallan, dos ecos que se confunden; eso son nuestras dos almas.

c) Investiga qué otros poetas destacan en el romanticismo español

2. El romanticismo social: el artículo de costumbres. Jardines de Murillo

El movimiento romántico destaca, además de por su individualismo y su espíritu rebelde, por su carácter de crítica social. Este rasgo se materializa en un género característico del romanticismo, el artículo de costumbres, generalmente críticos con las costumbres de la sociedad de la época; fruto de la unión de periodismo y literatura.

d) Averigua que autores destacan en este género

Bécquer, poeta al que ya hemos conocido, también cultivará este género. Como así lo recuerda el azulejo que encontraremos al principio de los Jardines de Murillo.

e) ¿Cómo se titula el artículo de Bécquer?f) Busca el texto y explica qué critica

Bécquer. Haz una comparación de la fiesta actual con la descrita por el escritor. Puedes encontrar el texto en http://www.galeon.com/juliodominguez/2005b/becfe.html

Como curiosidad podrás leer que cita el pueblo de nuestro instituto:“Cuando el sol, suspendido sobre las lomas de San Juan de Aznalfarache, hiere la ciudad con sus oblicuos rayos y prolonga sobre la llanura que la rodea la sombra de sus murallas y sus torres, la multitud comienza nuevamente a dar señales de vida encaminándose al Prado de San Sebastián.”

3. La ciudad de los mitos: Don Juan y Carmen. Barrio de Santa Cruz – Antigua Fábrica de Tabacos.

Siguiendo con nuestro paseo, avanzamos hacia el edificio de la Universidad de Sevilla, antigua fábrica de tabacos; donde tiene su origen otra figura que ha traspasado nuestras fronteras, sobre todo gracias a la ópera – aunque tiene un origen literario en la obra de Prosper Merimee-: es Carmen. Carmen fue una gitana cigarrera y trianera, cuya vida y muerte, entre el primer cuarto del siglo pasado, generó una leyenda popular. Cuando Mérimée escribe Carmen, en 1845, a los quince años de escuchar de la boca de la Condesa de Montijo la popular leyenda, lo más probable es, tratándose de la imaginación de un novelista, que personajes, paisaje, formas y costumbres de un entorno cultural lejano al suyo, en el que vivió de paso en 1830, se le mezclen en los recuerdos y pasen a protagonizar una historia cuyos puntos de partida fueron austeros e insólitos, y de ninguna manera típicos ni tópicos; y de ahí que por ser hechos inhabituales en la vida de esa sociedad donde se

Page 3: Paseo Literario por la Sevilla del Romanticismo

produjeron, conmocionaran al medio y se convirtieran en leyenda. Recordemos su historia:

José de Lizarrabengoa –”don José”– nace en Elizondo, localidad navarra. Desade pequeño muestra mayor inclinación por el deporte y la pendencia que por los estudios. Se alista en el ejército francés donde llega a sargento y es destinado en Sevilla

Un día estaba José de guardia a la puerta de la fábrica de tabacos de Sevilla cuando, al entrar las trabajadoras, se fijó en una gitana que llamaba la atención por su gracia y su belleza: Carmen. Rápidamente se enamora de ella. Más tarde José es llamado porque ha habido una riña en la fábrica: Carmen ha herido a otra trabajadora en la cara con una navaja. José tiene que detenerla y conducirla a la cárcel; en el camino Carmen lo engatusa y José permite que ésta escape de una manera tan evidente que es declarado culpable, sufriendo la degradación y siendo condenado a la cárcel. Carmen se apena de la situación de soldado y le facilita la huida, pero José no acepta debido a su honor de soldado.

Tras cumplir condena es destinado como centinela en la puerta del coronel, donde un día llega Carmen en coche acompañada de otras gitanas. Tras la juega que se celebra en casa del coronel, Carmen se las arregla para citarse más tarde con José en Triana. Ambos se reúnen y disfrutan de las atracciones de la ciudad, encandilándose el soldado de la gitana.

Una noche Carmen se le acerca para pedirle que facilite la entrada de contrabando por la muralla de la ciudad. Enamorado, José acepta. Días más tarde

aparece Carmen con un teniente y se produce una riña con el soldado, como consecuencia José lo mata y Carmen tiene que ponerlo a salvo, convenciéndolo para que forme parte de la banda de contrabandistas de Dancaire.

Todo va bien hasta que un día José se entera de que Carmen está casada y de que ha ayudado a salir de la cárcel a su marido, celoso José reta al marido de

Carmen y lo mata. La gitana confunde constantemente al soldado sobre sus sentimientos; a veces lo corresponde, a ratos lo evita. Hasta que le confiesa que no se quiere ir con él a América y que no lo ama. José la mata y se entrega en Córdoba al cuerpo de guardia.

Dejando los recuerdos de Carmen avanzamos al encuentro de un personaje singular: don Juan Tenorio. Si hay una creación española que ha traspasado nuestras fronteras, dejando a un lado a Don Quijote, esa es la del libertino Don Juan. El personaje sevillano creado por Tirso de Molina ha sido protagonistas de óperas, entre la que destaca la compuesta por Mozart, o ha sido recreado en la literatura francesa o inglesa, a través de Byron o Moliere. Quizás la versión más conocida del personaje es la que resulta de la obra de un escritor de esta época José Zorrilla. El argumento de la obra es bien conocido:

Parte Primera (Transcurre en la noche del carnaval)

Hace un tiempo Don Juan y Don Luis Mejía habían apostado para ver «quién de ambos sabía obrar peor, con mejor fortuna, en el término de un año». La historia inicia un año después de esa apuesta, por lo tanto, Don Luis y Don Juan se vuelven a encontrar en la hostería de Buttarelli donde comparan sus hazañas. La apuesta se ha vuelto un gran escándalo en Sevilla, sin embargo, nadie sabe a ciencia cierta lo que sucede. Durante la noche, arriban a la Hostería del Laurel, propiedad de Butarelli, en busca de conocer a fondo los detalles de dicha apuesta. Don Gonzalo, padre de doña Inés, la prometida de don Juan, se ha enterado de la apuesta, y va a la hostería a cerciorarse de lo que ha oído. Igualmente don Diego, padre de don Juan, quiere ver "el monstruo de liviandad a quien pude dar el ser". Los rivales cuentan los muertos en batalla y las mujeres seducidas, al finalizar Don Juan queda como vencedor, sin embargo Don Luis lo vuelve a desafiar diciéndole a Don Juan que lo que le falta en la lista es «una novicia que esté para profesar», entonces Don Juan le vuelve a apostar a Don Luis que conquistará a una novicia, y que además, le quitará a su prometida, Doña Ana de Pantoja. Don Juan y don Luis, ante las palabras del otro, envían a sus pajes: Ciutti y Gastón, respectivamente a avisar a la policía.

Page 4: Paseo Literario por la Sevilla del Romanticismo

Al oír el desafío, el comendador Don Gonzalo de Ulloa, padre de Doña Inés, que llevaba en un convento desde su infancia y estaba destinada a casarse con Don Juan, deshace el matrimonio convenido, y don Diego entierra en vida a don Juan. A la hostería llegan dos rondas de alguaciles que ponen bajo arresto a los dos nobles.

Don Luis logra salir de la cárcel y va con doña Ana para suplicarle que se mantenga firme ante don Juan, que irá tras ella. Don Juan también sale, y en la calle de la casa de doña Ana, hace encerrar a don Luis. Luego, conversa con Brígida, la beata comprada del convento, que le explica como entrar en el convento sin ser visto. La última acción de don Juan, para asegurar la apuesta, es llamar a Lucía, la sirvienta de doña Ana, para pedirle que abra las puertas de la casa a cambio de dinero y a las diez de la noche. Lucía accede. En tanto, doña Inés lee una carta de don Juan, en la que declara abiertamente su amor hacia ella. Cuando ha concluído, don Juan penetra en la celda, lo que provoca que se desmaye. Don Juan la toma y la lleva a su casa. Don Gonzalo llega tiempo después, a contarle a la madre abadesa que la dueña de doña Inés está comprada, y teme por su bienestar. Aparece entonces la hermana tornera, anunciando la desaparición de doña Inés.

En la casa de don Juan, doña Inés cae en las redes del galán. Unidos por su amor, están dispuestos a todo. En ese momento, llega don Luis, que quiere matar a don Juan. Casi después, llega don Gonzalo, con gente armada. Don Juan manda a don Luis a una habitación contigua para que espere. Don Juan se humilla ante don Gonzalo suplicando que le conceda a su hija a cambio de pruebas que él mismo dispone. Don Gonzalo se niega. Don Luis sale del cuarto y trata de aliarse con el comendador para matar a don Juan, pero éste es el matador, dándole un balazo a don Gonzalo y una estocada a don Luis. Don Juan huye de Sevilla en un bergantín hacia Italia.

Parte Segunda (Cinco años después)

Cinco años más tarde, Don Juan regresa a Sevilla y visita el cementerio donde está enterrada Doña Inés, que murió de amor. Doña

Inés también ha hecho una apuesta, pero con Dios: si logra el arrepentimiento del joven, los dos se salvarán pero, si no lo consigue, se condenarán eternamente. Al cementerio llegan don Rafael de Avellaneda y el capitán Centellas, que saludan a don Juan por haber pasado tanto tiempo ausente. Ante la tumba de Don Gonzalo, Don Juan invita al comendador a cenar y éste lo invita a su vez a compartir la mesa de piedra con él en el panteón.

En tanto, don Juan cena con Centellas y Avellaneda, contando su historia de cómo volvió a España. Durante la cena, toquidos a la puerta los interrumpen y sobresaltan cuando Ciutti declara que los toquidos vienen desde dentro de la casa. La estatua de don Gonzalo aparece y Centellas y Avellaneda caen desmayados. El comendador avisa a don Juan que le queda un sólo día de vida, y que deberá arrepentirse para no condenar su alma. Tiempo después llega la sombra de doña Inés, que le dice que cuanto dijo el comendador es cierto.

Centellas y Avellaneda despiertan y se muestran enfadados con don Juan. Creen que se ha querido divertir a costa suya y lo retan a duelo. Don Juan aparece en el cementerio, donde don Gonzalo le informa que Centellas lo mató en la puerta de su casa, y que por fin todo ha terminado. Cuando el espíritu del Comendador está a punto llevarse a Don Juan al infierno, Doña Inés interviene y le ruega que se arrepienta.

Page 5: Paseo Literario por la Sevilla del Romanticismo

La joven gana la apuesta y los dos suben al cielo rodeados de cantos e imágenes celestiales.

g) ¿Qué lugares de Sevilla están relacionados con Don Juan?

h) ¿Qué otra obra del romanticismo tiene Sevilla como escenario?

4. Romances y Leyendas. Monasterio de Santa Inés – Cabeza del rey Don Pedro

Uno de los autores románticos por excelencia, el Duque de Rivas, recoge en un romance -otro de los géneros recuperados por los románticos por la carga popular que contiene- una conocida tradición sevillana. Nos cuenta una de las múltiples leyendas protagonizadas por el rey Don Pedro I, que en un recorrido nocturno por la ciudad, según algunos, motivado por un lío de faldas, descargó su ira con el hijo del Conde de Niebla, con el cual se batió hiriéndole de muerte, ya que este era partidario del hermano bastardo del rey para que ocupara el trono. El batir de las armas despertó la curiosidad de una anciana, vecina de la calle donde ocurría la acción. Al alumbrar con el candil observó al protagonista, que se destacaba por ser blanco, rubio, ceceaba al hablar y les sonaban las rodillas al andar. Estos rasgos eran conocidos en la ciudad, por lo que no dejaban dudas. La anciana, ante el estupor de lo visto se apresuró a cerrar la ventana cayendo el candil a la calle junto el cadáver, lo que motivó que las autoridades la llevaran a la presencia del rey, que en acción de justicia prometida a los Guzmanes, familiares del fallecido, les dejó claro que cortaría la cabeza al malhechor y la expondría públicamente. Ante las preguntas hechas en interrogatorio a la anciana, aunque era reacia a contar

lo sucedido por aludir al rey, terminó confesando lo que presenció, y cuando llegó la pregunta de que dijera su nombre contestó "El Rey". El asunto se liquidó cortando la cabeza a una estatua del rey, que fue expuesta públicamente tal como se prometió. La cabeza estuvo depositada en una hornacina que actualmente existe en la denominada desde entonces calle de Cabeza del Rey Don Pedro. Así mismo la calle cercana donde tuvieron protagonismo los hechos recibió el nombre de Candilejo, en recuerdo al candil que propició el encuentro de un testigo para aclaración del desenlace. Leamos la versión que el Duque de Rivas hace del hecho:

UNA ANTIGUALLA DE SEVILLA  ROMANCE PRIMERO  EL CANDIL

Al Excmo. Sr. D. Manuel Cepero.

Más ha de quinientos años, en una torcida calle, Que de Sevilla en el centro, Da paso a otras principales,

Cerca de la media noche, Cuando la ciudad más grande Es de un grande cementerio En silencio y paz imagen,

De dos desnudas espadas Que trababan un combate, Turbó el repentino encuentro Las tinieblas impalpables.

(…)Y al gemido: ¡Dios me valga! ¡Muerto soy! Y al golpe grave De un cuerpo que a tierra, vino, El silencio y paz renacen.

        * * *

Al punto una ventanilla De un pobre casuco abren, Y de tendones y huesos, Sin jugo, como sin carne,

Una mano y brazo asoman, Que sostienen por el aire Un candil, cuyas destellos Dan luz súbita a la calle.

(…)Se vió en medio del arroyo, Cubierto de lodo y sangre, El negro bulto tendido De un traspasado cadáver.

Y de pie a su frente un hombre, Vestido negro ropaje, Con una espada en la mano, Roja hasta los gavilanes.

El cual en el mismo punto, Sorprendido de encontrarse Bañada de luz, esconde La faz en su embozo, y parte,

Aunque no como el culpado Que se fuga por salvarse, Sino como el que inocente Mueve tranquilo el pie y grave.

Page 6: Paseo Literario por la Sevilla del Romanticismo

        * * *

(…)Suelta el candil, que en las piedras Se apaga y aceite esparce, Y cerrando la ventana De un golpe, que la deshace,

Bajo su mísero lecho Corre a tientas a ocultarse, Tan acongojada y yerta, Que apenas sus pulsos laten,

Por sorda y ciega haber sido Aquellos breves instantes, La mitad diera gustosa De sus días miserables,

(…)Pues lo que ha visto la abruma, Y la aterra lo que sabe, Que hay vistas que son peligros Y aciertos que muerte valen.

ROMANCE SEGUNDO  EL JUEZ

(…)En un sillón de respaldo Sentado está el Rey Don Pedro, Joven de gallardo talle, Mas de semblante severo.

A reverente distancia, Una rodilla en el suelo, Vestido de negra toga, Blanca barba, albo cabello,

Y con la vara de Alcalde Rendida. al poder supremo,

Martín Fernández Cerón Era emblema del respeto.

Y estas palabras de entrambos Recogió el dorado techo, Y la tradición guardólas Para que hoy suenen de nuevo:

—«¿Con que en medio de Sevilla Amaneció un hombre muerto, Y no venís a decirme Que está ya el matador preso?»

(,,,)»¿No me habéis, Alcalde, dicho, Que un candil se halló en el suelo Cerca del cadáver?... Basta, Que el candil os diga el reo».

—«Un candil no tiene lengua». —«Pero tiénela su dueño. Y a moverla se le obliga Con las cuerdas del tormento.

»Y ¡vive Dios! que esta noche Ha de estar en aquel puesto O vuestra cabeza, Alcalde, O la cabeza del reo».

        * * *

El Rey, temblando de ira, Del sillón se alzó de presto, Y el juez alzóse de tierra Temblando también de miedo.

Y haciendo una reverencia, Y otra después, y otra luego,

Salióse a ahorcar a Sevilla, Para salvarse, resuelto.

Síguele el Rey con los ojos, Que estuvieran en su puesto de un basilisco en la frente, Según eran de siniestros;

Y de satánica risa, Dando la expresión al gesto, Salió detrás del Alcalde A pasos largos y lentos.

(…)Fué a Triana, vió las naves Y marítimos aprestos; De Santa Ana entró en la iglesia Y oró brevísimo tiempo;

Comió en la Torre del Oro, A las tablas jugó luego Con Martín Gil de Alburquerque; A caballo dio un paseo.

Y cuando el sol descendía, Dejando esmaltado el cielo De rosa, morado y oro, Con nubes de grana y fuego,

Tornó al Alcázar, vistióse Sayo pardo, manto negro, Tomó un birrete sin plumas Y un estoque de Toledo,

Y bajando a los jardines Por un postigo secreto, Do Juan Diente le esperaba Entre murtas encubierto,

Page 7: Paseo Literario por la Sevilla del Romanticismo

Salió solo, y esto dijo Con recato al ballestero: «Antes de la media noche Todo esté cual dicho tengo».

Cerró el postigo por fuera, Y en el laberinto ciego De las calles de Sevilla Desapareció entre el pueblo.

ROMANCE TERCERO  LA CABEZA

Al tiempo que en el ocaso Su eterna llama sepulta El sol, y tierras y cielos Con negras sombras se enlutan.

De la cárcel de Sevilla, En una bóveda obscura, Que una lámpara de cobre Más bien asombra que alumbra,

Pasaba una extraña escena, De aquellas que nos angustian Si en horrenda pesadilla El sueño nos la dibuja.

(…)Una vieja miserable, De ropa y carne desnuda, Como un cuerpo que las hienas Sacan de la sepultura,

Pues sólo se ve que vive Porque flacamente lucha Con desmayados esfuerzos, Porque gime y porque suda.

Arrástranla los sayones; La confortan y la ayudan Dos religiosos franciscos, Caladas sendas capuchas,

Y la algazara y estruendo, Con que satánica turba Lleva un precito a las llamas, Por la bóveda retumba.

        * * *

(…)Tienden en el triste lecho, Ya casi casi difunta A la infelice; la enlazan Con ásperas ligaduras,

Y de hierro un aparato A su diestra mano ajustan, Que al impulso más pequeño Martirio espantoso anuncia.

Dice un sayón al Alcalde: «Ya está en jaula la lechuza, Y si aun a cantar se niega, Yo haré que cante o que cruja».

Silencio el Alcalde impone; Quédase todo en profunda Quietud, y sólo gemidos Casi apagados se escuehan.

«Mujer —prorrumpe Cerón—, Mujer, si vivir procuras, Declárame cuanto viste, Y te dará Dios ayuda».

«Nada vi, nada —responde La infeliz—: por Santa Justa Juro que estaba, durmiendo; No vi ni oí cosa alguna».

Replicó el juez: «¡Desdichada, Piensa, piensa lo que juras». Y tomando de las manos Del Notario que le ayuda

Un candil: «Mira —prosigue— Esta prenda que te acusa. Di quién la tiró a la calle, Pues confesaste ser tuya».

La mísera se estremece, Trémula toda y convulsa, Y respondió desmayada: «El demonio fue, sin duda».

Y tras de una, breve pausa: «Soy ciega, soy sorda, y muda.

Page 8: Paseo Literario por la Sevilla del Romanticismo

Matadme, pues; lo repito: Ni vi ni oí cosa alguna».

El juez, entonces de mármol, Con la vara al lecho apunta; Ase una cuerda el verdugo, Rechina allá una garrucha,

La mano de la infelice Se disloca y descoyunta, Y al chasquido de los huesos Un alarido se junta.

«¡Piedad, que voy a decirlo!» Grita con voz moribunda La víctima, y al momento Suspéndese la tortura.

«Declara», el juez dice; y ella, Cobrando un vigor que asusta, Prorrumpe: «El Rey fue...» Y su lengua En la garganta se anuda.

Juez, escribano, verdugos, Todos con la faz difunta, Oyen tal nombre temblando, Y queda la estancia muda.

        * * *

En esto, el desconocido, Que, tras el pilar se oculta, Hacia el potro del tormento El firme paso apresura,

Haciendo sus choquezuelas, Canillas y coyunturas,

El ruido que los dados Cuando se chocan y juntan.

Rumor que al punto conoce La infeliz, y se espeluzna, Y repite : «El Rey; sus huesos Así sonaron, no hay duda».

Al punto se desemboza Y la faz descubre adusta, Y los ojos como brasas Aquel personaje, a cuya

Presencia, hincan la rodilla Cuantos la bóveda ocupan, Pues al Rey Don Pedro todos Conocen, y se atribulan.

Este saca de su seno Una bolsa, do relumbran Cien monedas de oro, y dice: «Toma y socórrete, bruja.

»Has dicho verdad, y sabe Que el que a la justicia oculta La verdad es reo de muerte Y cómplice de la culpa.

»Pero, pues tú la dijiste, Ve en paz; el cielo te escuda. Yo soy, sí, quien mató al hombre, Mas Dios sólo a mí me juzga.

»Pero por que satisfecha Quede la justicia, augusta, Ya la cabeza del reo Allí escarmientos pronuncia».

Y era así; ya colocada Estaba la imagen suya En la esquina do la muerte Dio a un hombre su espada aguda.

DEL CANDILEJO la calle Desde entonces se intuía, Y el busto del rey Don Pedro Aun allí está y nos asusta.

i) Busca en el texto los rasgos que se aplican al rey, ¿son positivos o negativos?

j) Identifica elementos narrativos y dramáticos en los fragmentos del romance.

Además de por su obra en verso, Bécquer es también conocido por sus leyendas, género muy del gusto de los románticos, amantes de lo misterioso y de lo desconocido. En el convento de Santa Inés sitúa una de sus más conocidas leyendas, Maese Pérez el organista. En el patio de dicho convento hay un azulejo que lo recuerda.

Maese Pérez es un espléndido organista, al que todos van a oír tocar

(…)Pero, vamos, vecina, vamos a la iglesia, antes que se ponga de bote en bote..., que algunas noches como ésta suele llenarse de modo que no cabe ni un grano de trigo... Buena ganga tienen las monjas con su organista... ¿Cuándo se ha visto el convento tan favorecido como ahora?... De las otras comunidades

Page 9: Paseo Literario por la Sevilla del Romanticismo

puede decirse que le han hecho a maese Pérez proposiciones magníficas. Verdad que nada tiene de extraño, pues hasta el señor arzobispo le ha ofrecido montes de oro por llevarlo a la catedral... Pero él, nada... Primero dejaría la vida que abandonar su órgano favorito... ¿No conocéis a maese Pérez? Verdad es que sois nueva en el barrio... Pues es un santo varón pobre, sí, pero limosnero, cual no otro... Sin más pariente que su hija, ni más amigos que su órgano, pasa su vida entera en velar por la inocencia de la una y componer los registros del otro... ¡Cuidado que el órgano es viejo!... Pues nada; él se da tal maña en arreglarlo y cuidarlo, que suena que es una maravilla... Como que lo conoce de tal modo, que a tientas... Porque no sé si os lo he dicho, pero el pobre es ciego de nacimiento... ¿Y con qué paciencia lleva su desgracia!... Cuando le preguntan que cuánto daría por ver, responde: Mucho, pero no tanto como creéis, porque tengo esperanzas. ¿Esperanzas de ver? Sí, y muy pronto -añade, sonriendo como un ángel-. Ya cuento setenta y seis años. Por muy larga que sea mi vida, pronto veré a Dios:

(...)En fin, ¿para qué tengo que ponderarle lo que esta noche oirá? Baste ver cómo todo lo más florido de Sevilla, hasta el mismo señor arzobispo, vienen a un humilde convento para escucharlo. Y no se crea que sólo la gente sabida, y a la que se le alcanza esto de la solfa, conoce su mérito; sino que hasta el populacho.

(…)Era hora de que comenzase la misa. Transcurrieron, sin embargo, algunos minutos sin que el celebrante apareciese. La multitud comenzaba a rebullirse demostrando su impaciencia (…)

-Maese Pérez se ha puesto malo, muy malo y será imposible que asista esta noche a la misa de medianoche.

Esta fue la respuesta del familiar.

La noticia cundió instantáneamente entre la muchedumbre. Pintar el efecto desagradable que causó en todo el mundo sería imposible. Baste decir que comenzó a notarse tal bullicio en el templo, que el asistente se puso en pie y los alguaciles entraron a imponer silencio confundiéndose entre las apiadas olas de la multitud.

En aquel momento, un hombre mal trazado, seco, huesudo y bisojo por añadidura, se adelantó hasta el sitio que ocupaba el prelado.

-Maese Pérez está enfermo -dijo-. La ceremonia no puede empezar. Si queréis, yo tocaré el órgano en su ausencia, que si maese Pérez es el primer organista del mundo, ni a su muerte dejará de usarse este instrumento por falta de inteligente.

El arzobispo hizo una señal de asentimiento con la cabeza, y ya algunos de los fieles, que conocían a aquel personaje extraño por un organista envidioso, enemigo del de Santa Inés, comenzaba a prorrumpir en exclamaciones de disgusto, cuando de improviso se oyó en el atrio un ruido espantoso.

-¡Maese Pérez está aquí!... ¡Maese Pérez está aquí!...

A estas voces de los que estaban apiñados en la puerta, todo el mundo volvió la cara.

Maese Pérez, pálido y desencajado, entraba, en efecto, en la iglesia, conducido en un sillón, que todos se disputaban el honor de llevar en sus hombros.

Los preceptos de los doctores, las lágrimas de su hija, nada había sido bastante a detenerle en el lecho.

-No -había dicho-. Esta es la última, lo conozco. Lo conozco, y no quiero morir sin visitar mi órgano, esta noche sobre todo, la Nochebuena. Vamos, lo quiero, lo mando. Vamos a la iglesia.

Sus deseos se habían cumplido. Los concurrentes lo subieron en brazos a la tribuna y comenzó la misa. En aquel punto sonaban las doce en el reloj de la catedral. Pasó el Introito, y el Evangelio, y el Ofertorio; llegó el instante solemne en que el sacerdote, después de haberla consagrado, toma con la extremidad de sus dedos la Sagrada Forma y comienza a elevarla. Una nube de incienso que se desenvolvía en ondas azuladas llenó el ámbito de la iglesia. Las campanas repicaron con un sonido vibrante y maese Pérez puso sus crispadas manos sobre las teclas del órgano.

Las cien voces de sus tubos de metal resonaron en un acorde majestuoso y prolongado, que se perdió poco a poco, como si una ráfaga de aire hubiese arrebatado sus últimos ecos.

A este primer acorde, que parecía una voz que se elevaba desde la tierra al cielo, respondió otro lejano y en un torrente de atronadora armonía. Era la voz de los ángeles que, atravesando los espacios, llegaba al mundo.

en sus angostos ajimeces.

Page 10: Paseo Literario por la Sevilla del Romanticismo

(…)El órgano proseguía sonando; pero sus voces se apagaban gradualmente, como una voz que se pierde de eco en eco y se aleja y se debilita al alejarse, cuando de pronto sonó un grito en la tribuna, un grito desgarrador, agudo, un grito de mujer.

El órgano exhaló un sonido discorde y extraño, semejante a un sollozo, y quedó mudo.

La multitud se agolpó a la escalera de la tribuna, hacia la que, arrancados de su éxtasis religioso, volvieron la mirada con ansiedad todos los fieles.

(…)-¿Qué hay?

-Que maese Pérez acaba de morir.

En efecto, cuando los primeros fieles, después de atropellarse por la escalera, llegaron a la tribuna, vieron al pobre organista caído de boca sobre las teclas de su viejo instrumento, que aún vibraba sordamente, mientras su hija, arrodillada a sus pies, lo lloraba en vano entre suspiros y sollozos.

…Pasa el tiempo hasta una nueva nochebuena, en que un nuevo organista acude a tocar:

(…)Ya se había dado principio a la ceremonia. El templo estaba tan brillante como el año anterior. El nuevo organista, después de atravesar por en medio de los fieles que ocupaban las naves para ir a besar el anillo del prelado, había subido a la tribuna, donde tocaba, unos tras otros, los registros del órgano con una gravedad tan afectada como ridícula. Entre la gente menuda que se apiñaba a los pies de la iglesia se oía un rumor sordo y confuso, cierto presagio de

que la tempestad comenzaba a fraguarse y no tardaría mucho en dejarse sentir.

(…)Al fin llegó el esperado momento, el momento solemne en que el sacerdote, después de inclinarse y murmurar algunas palabras santas, tomó la Hostia en sus manos... Las campanillas repicaron, asemejando su repique una lluvia de notas de cristal. Se elevaron las diáfanas ondas de incienso y sonó el órgano. Una estruendosa algarabía llenó los ámbitos de la iglesia en aquel instante y ahogó su primer acorde.

(…)Cantos celestes como los que acarician los oídos en los momentos de éxtasis, cantos que percibe el espíritu y no los puede repetir el labio, notas sueltas de una melodía lejana que suena a intervalos, traídas en las ráfagas del viento; rumor de hojas que se besan en los árboles con un murmullo semejante al de la lluvia, trinos de alondras que se levantan gorjeando de entre las flores como una saeta despedida de las nubes; estruendos sin nombre, imponentes como los rugidos de una tempestad; coros de serafines sin ritmo ni cadencia, ignota música del cielo que sólo la imaginación comprende, himnos alados que parecían remontarse al trono del Señor como una tromba de luz y de sonidos..., todo lo expresaban las cien voces del órgano con más pujanza, con más misteriosa poesía, con más fantástico color que lo habían expresado nunca.

...

Cuando el organista bajó de la tribuna, la muchedumbre que se agolpó a la escalera fue tanta y tanto su afán por verlo y admirarlo, que el asistente, temiendo, no sin razón, que lo ahogaran entre todos, mandó a algunos de sus ministriles para que, vara en

mano, le fueran abriendo camino hasta llegar al altar mayor, donde el prelado lo esperaba.

-Ya veis -le dijo este último cuando lo trajeron a su presencia-. Vengo desde mi palacio aquí sólo por escucharos. ¿Seréis tan cruel como maese Pérez, que nunca quiso excusarme el viaje tocando la Nochebuena en la misa de la catedral?

-El año que viene -respondió el organista- prometo daros gusto, pues por todo el oro de la tierra no volvería a tocar este órgano.

-¿Y por qué? -interrumpió el prelado.

-Porque... -añadió el organista, procurando dominar la emoción que se revelaba en la palidez de su rostro-, porque es viejo y malo, y no puede expresar todo lo que se quiere.

(…) Y pasa otro año, y llega otra nochebuena:

Había transcurrido un año más. La abadesa del convento de Santa Inés y la hija de Maese Pérez hablaban en voz baja, medio ocultas entre las sombras del coro de la iglesia. (…)

-Ya lo veis -decía la superiora-: vuestro temor es sobre manera pueril; nadie hay en el templo; toda Sevilla acude en tropel a la catedral esta noche. Tocad vos el órgano, tocadlo sin desconfianza de ninguna clase; estaremos en comunidad... Pero... proseguís callando, sin que cesen vuestros suspiros. ¿Qué os pasa? ¿Qué tenéis?

-Tengo... miedo -exclamó la joven con un acento profundamente conmovido.

Page 11: Paseo Literario por la Sevilla del Romanticismo

-¿Miedo? ¿De qué?

-No sé..., de una cosa sobrenatural... Anoche, mirad, yo os había oído decir que teníais empeño en que tocase el órgano en la misa, y, ufana con esta distinción, pensé arreglar unos registros y templarlo, a fin de que os sorprendiese... Vine al coro... sola..., abrí la puerta que conduce a la tribuna... En el reloj de la catedral sonaba en aquel momento una hora..., no sé cuál..., pero las campanas eran tristísimas y muchas..., muchas..., estuvieron sonando todo el tiempo que yo permanecí como clavada en el umbral, y aquel tiempo me pareció un siglo.

La iglesia estaba desierta y oscura... Allá lejos, en el fondo, brillaba como una estrella perdida en el cielo de la noche, una luz moribunda...: la luz de la lámpara que arde en el altar mayor... A sus reflejos debilísimos, que sólo contribuían a hacer más visible todo el profundo horror de las sombras, vi..., lo vi, madre, no lo dudéis; vi a un hombre que, en silencio, y vuelto de espaldas hacia el sitio en que yo estaba, recorría con una mano las teclas del órgano, mientras tocaba con la otra sus registros..., y el órgano sonaba, pero sonaba de una manera indescriptible. Cada una de sus notas parecía un sollozo ahogado dentro del tubo de metal, que vibraba con el aire comprimido en su hueco y reproducía el tono sordo, casi imperceptible, pero justo.

Y el reloj de la catedral continuaba dando la hora, y el hombre aquel proseguía recorriendo las teclas. Yo oía hasta su respiración.

El horror había helado la sangre de mis venas; sentía en mi cuerpo como un frío glacial, y en mis sienes fuego... Entonces quise gritar, quise gritar, pero no

pude. El hombre aquel había vuelto la cara y me había mirado...; digo mal, no me había mirado, porque era ciego... ¡Era mi padre!

-¡Bah! Hermana, desechad esas fantasías con que el enemigo malo procura turbar las imaginaciones débiles... Rezad un paternóster y un avemaría al arcángel San Miguel, jefe de las milicias celestiales, para que os asista contra los malos espíritus. Llevad al cuello un escapulario tocado en la reliquia de San Pacomio, abogado contra las tentaciones, y marchad, marchad a ocupar la tribuna del órgano; la misa va a comenzar, y ya esperan con impaciencia los fieles... Vuestro padre está en el cielo, y desde allí, antes que daros sustos, bajará a inspirar a su hija en esta ceremonia solemne, para el objeto de tan especial devoción.

La priora fue a ocupar su sillón en el coro en medio de la comunidad. La hija de maese Pérez abrió con mano temblorosa la puerta de la tribuna para sentarse en el banquillo del órgano, y comenzó la misa.

Comenzó la misa y prosiguió sin que ocurriera nada notable hasta que llegó la consagración. En aquel momento sonó el órgano, y al mismo tiempo que el órgano, un grito de la hija de maese Pérez. La superiora, las monjas y algunos de los fieles corrieron a la tribuna.

-¡Miradlo! ¡Miradlo! -decía la joven, fijando sus desencajados ojos en el banquillo; de donde se había levantado, asombrada, para agarrarse con sus manos convulsas al barandal de la tribuna.

Todo el mundo fijó sus miradas en aquel punto. El órgano estaba solo, y, no obstante, el órgano seguía

sonando...; sonando como sólo los arcángeles podrían imitarlo... en sus raptos de místico alborozo.

k) Resume el contenido de la leyenda.

l) Distingue los personajes que aparecen y haz una descripción de ellos.

m) ¿Qué elementos sobrenaturales aparecen?

5. La memoria del romanticismo: principio y fin de una vida. Panteón de sevillanos ilustres. Casa natal de Bécquer.

En la céntrica calle Laraña, donde hoy está la facultad de Bellas Artes estuvo durante mucho tiempo la Universidad de Sevilla. A ella pertenece una de las visitas más curiosas de la capital: el panteón de sevillanos ilustres; donde reposan los restos de los hermanos Bécquer o escritores como Rodrigo Caro o Fernán Caballero.

No muy lejos de aquí, cerca de la plaza de San Lorenzo está la casa donde nación Bécquer y el colegio donde estudio; en sendos lugares hay placas que lo recuerdan y que puedes visitar.

Page 12: Paseo Literario por la Sevilla del Romanticismo