Pedro Larrea y Cordero

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“GRAN CUADRO HISTÓRICO, POLÍTICO, GEOGRÁFICO, INDUSTRIAL Y RELIGIOSO DE L CIUDAD DE TLAXCALA Y DEL ESTADO DE SU MISNO NOMBRE” FORMADO POR: PEDRO LARREA Y CORDERO; 1886, DEL ESTADO DE TLAXCALA. MANDADO LEVANTAR POR EL GOBERNADOR DEL ESTADO Y DELINEADO POR PASCUAL ALMAZÁN. (TEXTO) PARTE RELIGIOSA.- La religión, la política y la economía, dice un escritor, son 3 elementos que principalmente forman el carácter de una nación; de modo que, sin conocerlos, es imposible tener una idea exacta del genio, de las inclinaciones y de la ilustración que la distinguen. La religión de los antiguos chichimecas o tlaxcaltecas, de que ligeramente voy a tratar en este lugar, era un tejido de errores, de ritos supersticiosos y crueles. Estas flaquezas del humano espíritu, son consiguientes a un sistema de religión cuyo origen es el miedo o el capricho: ejemplos de ello tenemos en las naciones más cultas de la antigüedad; pero si se comparan unas y otras, se observará que la de los tlaxcaltecas y mexicanos era menos supersticiosa y ridícula que la de los antiguos griegos y romanos; éstos multiplicaban excesivamente sus dioses a causa de la idea desventajosa que tenían de su poder; reducían a estrechos límites su imperio; atribuíanles crímenes los más atroces, y solemnizaban su culto con execrables impurezas. Los números de mexicanos y tlaxcaltecas era menos imperfecto, y en su culto aunque supersticioso no intervenía ninguna acción contraria a la honestidad. Tenían alguna idea, aunque imperfecta, de un ser supremo, sobrenatural, absoluto a quien creían debían tributársele obediencia, adoración y amor. No tenían 1

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“GRAN CUADRO HISTÓRICO, POLÍTICO, GEOGRÁFICO,

INDUSTRIAL Y RELIGIOSO DE L CIUDAD DE TLAXCALA Y DEL

ESTADO DE SU MISNO NOMBRE”

FORMADO POR: PEDRO LARREA Y CORDERO; 1886, DEL ESTADO

DE TLAXCALA. MANDADO LEVANTAR POR EL GOBERNADOR DEL

ESTADO Y DELINEADO POR PASCUAL ALMAZÁN.

(TEXTO)

PARTE RELIGIOSA.- La religión, la política y la economía, dice un

escritor, son 3 elementos que principalmente forman el carácter de una

nación; de modo que, sin conocerlos, es imposible tener una idea exacta

del genio, de las inclinaciones y de la ilustración que la distinguen.

La religión de los antiguos chichimecas o tlaxcaltecas, de que ligeramente

voy a tratar en este lugar, era un tejido de errores, de ritos supersticiosos

y crueles. Estas flaquezas del humano espíritu, son consiguientes a un

sistema de religión cuyo origen es el miedo o el capricho: ejemplos de ello

tenemos en las naciones más cultas de la antigüedad; pero si se

comparan unas y otras, se observará que la de los tlaxcaltecas y

mexicanos era menos supersticiosa y ridícula que la de los antiguos

griegos y romanos; éstos multiplicaban excesivamente sus dioses a causa

de la idea desventajosa que tenían de su poder; reducían a estrechos

límites su imperio; atribuíanles crímenes los más atroces, y solemnizaban

su culto con execrables impurezas. Los números de mexicanos y

tlaxcaltecas era menos imperfecto, y en su culto aunque supersticioso no

intervenía ninguna acción contraria a la honestidad.

Tenían alguna idea, aunque imperfecta, de un ser supremo, sobrenatural,

absoluto a quien creían debían tributársele obediencia, adoración y amor.

No tenían figura para representarlo porque lo creían invisible, ni le daban

otro nombre que el genérico de Teotl. Creían que había un espíritu

maligno al que llamaban Tlacaecolotl

Acerca del alma, creíanla inmortal y tenían 3 lugares para las almas

separadas del cuerpo: uno para los guerreros que morían peleando, otro

para los que caían en manos de los enemigos, y otro para las mujeres

que morían de parto. Creían, además, que las almas de los nobles

animaban después pájaros hermosos y canoros y cuadrúpedos

generosos; pero las de los plebeyos pasaban a los escarabajos y otros

animales viles. Creían que las almas de los niños sacrificados a Tlaloc

(dios del agua), iban a un sitio fresco y ameno, llamado Tlalohcan (con

este nombre se conoce un lugar poético y delicioso en la montaña

matlalcueitl o Malintzi, perteneciente a Tlaxcala).1

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Los dioses de los tlaxcaltecas eran trece, pero solo haremos mención,

aunque muy ligeramente, de los más notables.

Tezcatlipoca (espejo reluciente): era el dios mayor: dios de la providencia

y del mundo.

Quetzalcoatl (sierpe llena de plumas): dios del aire (en las cercanías de

Tlaxcala existe un árbol de célebres tradiciones; se dice que bajo de su

sombra predicó Quetzalcóatl y que con tener más de 400 años no se le ha

visto crecer ni secarse; este árbol lo hemos visitado). Los naturales le

llaman Yonocuahuitl, que quiere decir palo huérfano; y en efecto, no hay

árbol semejante por aquellos contornos.

Tlaloc (dios del agua): este ídolo se creía el más antiguo de todos los de

aquella tierra. Cuentan los historiadores nacionales que se hallaba en el

cerro Matlalcueitl, a donde iban en peregrinación no solo los tlaxcaltecas,

sino todas las naciones del Anáhuac, a implorar su protección.

Ya hemos dicho que hay un lugar llamado Tlalohcan donde hemos

visitado las ruinas grandiosas del templo dedicado a este dios, y cuyo

ídolo existió según Clavijero, hasta la época de la conquista; pues el

obispo Zumarraga lo mando hacer pedazos.

El dios más reverenciado de los tlaxcaltecas era Camaxtle, a quien hacían

solemnísimas fiestas, precedida de ayunos y grandes penitencias. “A este

ídolo (dice el padre Durán) lo tenían por el dios de la Caza y llamábanle

Camaxtle porque fue el primero que dio modos y manera de cazar y por

haber sido diestro y astuto en el arte, y el primer señor que los

Chichimecas Tuvieron; y así en México ni en Texcoco no tenían este ídolo

ni le celebraban Fiesta”, cuatro o seis años antes de la venida de los

españoles a la tierra del Anáhuac, pretendió el Rey Motecuzoma robar a

los huexotzincas y tlaxcaltecas este ídolo, pero no lo pudo conseguir.

Siguiendo en parte la relación del padre Duran, la efigie de este ídolo era

de madera preciosa, del tamaño natural de un hombre corpulento,

cabellera larga, frente y ojos negros y en la cabeza una corona de

plumas; en las narices tenía atravesada una piedra de un berilo y

brazaletes de plata en los molledos con tres flechas engastadas en oro;

debajo del brazo izquierdo unos cuernos de conejo y en la mano derecha

una esportilla de red, donde llevaba la comida al monte, y en la izquierda

el arco y flechas. Tenía puesto un braguero muy rico, y el cuerpo lo tenía

todo manchado de rayas blancas. El templo en que estaba este ídolo era

hermosísimo, de cien gradas de alto, y tan suntuoso y rico que excedía al

de la ciudad de México, así en hermosura y galanica como en riqueza.

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En la cúspide del cobertizo de dicho templo había una figura de mono. El

interior era suntuoso y estaba tapizado de ricas mantas de plumaje, y

joyas y aderezos. A los pies del ídolo estaba una canastilla que contenía

unos pedazos de flechas, unas plumas y un tizón, y era tan reverenciado

esto como el vaso de mirra de Aarón, la vara y las tablas de la ley de

Moisés que guardaban los Israelitas en el tabernáculo.

El pequeño espacio de que disponemos para esta relación, nos impide

seguir los curiosísimos detalles del padre Duran respecto al numen

Tlaxcalteca, y para terminar diremos que este hombre deidificado así,

influyó en el modo de ser de aquellos pueblos “formó” sus costumbres y

“determinó” su destino.

No podemos prescindir de consignar enseguida la curiosa relación que

hace Muñoz Camargo de la terrible batalla y cerco que los Huexotzincas y

sus aliados pusieron a los tlaxcaltecas.

Nuestro fin es demostrar más y más la influencia que el Numen

Tlaxcalteca ejercía sobre aquellos pueblos; pues esta sangrienta batalla

de que salieron triunfantes los tlaxcaltecas, determinó el asiento de su

república.

La curiosa relación dice así:

Dueños los Chichimecas del territorio de los olmecas y xicalancas, y

haciendo su asiento principal en el Tepeticpac, empezaron h hacerse

poderosos y temidos aún de las tribus sus aliadas que, envidiosas,

empezaron a conspirar contra ellos. Los que habitaban las tierras bajas,

haciéndose fuertes, pusieron tan fuerte cerco al Tepeticpac, que los

chichimecas tuvieron que pedir auxilio a los Texcocanos. Esta guerra

comenzó el año de 9 pedernales, y fue cuando se puso cerco a la

inexpugnable ciudad de Tlaxcala que hizo grandes fortalezas, fosos,

albarradas y defensas enormes en el cerro Tepeticpac, que inmortalizó su

nombre. Los chichimecas tenían fe ciega en su dios Camaxtle, que les

auguró debían vencer.

Entre tanto pasaba esta gran discordia y guerra civil entre los chichimecas

de las tierras bajas del Tepeticpac, el señor de Huexotzinco Huiteuctli se

confederó con los primeros pidiendo auxilio a los mexicanos, reinando en

México Matlalihuitzin; pero este rey envió sus fuerzas con orden de solo

presenciar el combate, dándoles aviso de esta disposición a los

tlaxcaltecas, de lo que se holgaron mucho, tomando mayor brío para

resistir a los Huexotzincas.

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Los tlaxcaltecas hicieron grandes penitencias retirándose al templo de

Camaxtle, quien les aconsejaba buscasen una doncella que tuviera una

teta más grande que otra la cual trajeron al templo, dándole un brebaje

que provoco la salida de una gota de leche que depositaron en un vaso

llamado de dios, hecho de una piedra como azabache que llamaban los

naturales teotetl, (piedra de dios), y puesto este vaso con la leche y

rodeado de arpones, cañas lengüetas, varas y nervios de venado, en

ofrenda delante del altar de Camaxtle.

Lo cubrieron con ramas de laurel e hicieron sacrificio de papel cortado,

espinas beleño y perfumes, codornices y conejos, y el gran sacerdote

incensaba el altar día y noche por espacio de tres días durante el sitio.

Viendo que los sitiadores avanzaban más sobre ellos y que Camaxtle no

obraba el milagro, se afligieron los chichimecas, hasta que una noche

presenciaron que los arpones se armaban solos, que se emplumaban las

saetas y el contenido del vaso se derramaba en torrentes de espuma

blanca corriendo sobre el altar.

En estos momentos ya el cerco de los Huexotzincas y aliados se había

estrechado de tal manera, que los chichimecas estaban rodeados por

completo de enemigos. Los campos y cerros de Xolotempan, que es junto

al barrio de S.Nicolás y en Totolac (iglesia de S.Juan), y todo el llano

hasta la fuente de Panotlan y el barrio de Teotlalpan donde está la emita

de la purificación y el barrio que es ahora de S. Marcos Cotlanzinco, y

finalmente, toda la redondez de la tierra de Tepeticpac estaba cerca de un

anillo de escuadrones.

Comenzó el combate con gran alarde y gritería: los chichimecas se vieron

muy apurados con tan gran número de enemigos; horrible fue la matanza,

y tal el numero de saetas, piedras y dardos, que se oscureció el sol en

aquel lugar. Entretanto el gran sacerdote seguía orando y animando a los

capitanes, hasta que levantándose tomo un arco y una flecha y saliendo a

la puerta del gran templo, la disparó a los enemigos y luego sobrevino una

espesa niebla y oscuridad espantosa y se mataban los enemigos unos a

otros; entonces el sacerdote derramó el último contenido del vaso sobre el

cuerpo exánime de un prisionero sacrificado, y los sitiadores se vieron

acometidos con tanto denuedo por sus enemigos que empezaron a huir

despeñándose en las barrancas y fosos que quedaban llenos de

cadáveres y casi no escapó uno de los huexotzincas.

Los mexicanos que presenciaron llenos de pavor esto, se retiraron al

cerro Tlamacaztlal lo cual pasó el año de 9 pedernales. Terminada esta

sangrienta guerra, los comarcanos se apresuraron a formar alianza con

los chichimecas, y desde esta época empezó su grandeza. Fundaron su

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asiento principal en el célebre cerro de Tepeticpac, donde aún se

conservan vestigios de las inexpugnables fortalezas de los chichimecas.

Quetzalcóatl (dios del aire): el que según las tradiciones afirman era un

hombre blanco, barbudo y que usaba túnica alba como la nieve (por lo

que algunos historiadores creen que el apóstol santo tomas, y otros un

obispo cristiano) había determinado la venida de los hombres como él,

que debían sojuzgar a todas las naciones de aquel nuevo mundo, y que

empezaron a cumplirse de una manera inexplicable y misteriosa.

Según afirman las tradiciones de principios del siglo XVI, aparece una

cruz brillante en el cielo; los tlaxcaltecas se azoran, preguntan a sus

oráculos el significativo de tales señales; pero los oráculos enmudecen y

los numenes pierden su poder por completo...... de allende los mares

surge una flota misteriosa...... aparecen los hombres barbudos, y como

impelidos a cumplir un mandato misterioso, penetran en las selvas

vírgenes y en los olvidados desiertos del nuevo mundo.

Aquellos hombres son tenidos por dioses que manejan el rayo, y en sus

estandartes y armas traen un signo misterioso que esta formado para

estar sobre todas las eminencias..... la cruz, pero ellos vienen con mirada

codiciosa y sobre moustros que todo lo atropellan.... se atraen por el

halago o por la amenaza a todas las naciones cuyo territorio pizan... la

casualidad les ha dejado abiertas las puertas del territorio de la República

Tlaxcalteca. (La única entrada que tenían la muralla que resguardaba los

confines de la república con Ixtacanaztitlán, estaba desguarnecida).

Ellos entran a las poblaciones azoradas e indefensas; los ofrecimientos

de paz, el fuego, la sangre, la destrucción y el engaño les habrían pasta

hasta llegar a la ciudad capital de la nación, que por decretos

inescrutables debía ser el azote y la causa de destrucción del imperio más

poderoso del Anáhuac... fuera de aquella falange destructora, ¡cosa

extraña! viene un elemento de paz........ el origen del crucificado,

representado por un humilde fraile cuyas palabras de mansedumbre y

seguridad, desarman muchos golpes contra la raza inocente sojuzgada

terriblemente. Este ministro de paz, es conocido en la historia con el

nombre de padre Olmedo.

Los descendientes de Camaxtle se hallan fascinados y doblegan la cerviz

al suave yugo de una religión que aunque traída entre los horrores de la

devastación del fuego y de la sangre, toda ella es paz y caridad...

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Los ídolos caen al golpe del hacha del conquistador, y en cada parte que

cae un soberbio ídolo, se levanta sencilla y humilde la insignia de la

redención del género humano, se levanta una cruz.

El amor y la caridad del evangelio del evangelio conmueven el corazón de

aquel pueblo y la noble cabeza de la hija del hombre más poderoso de

aquella nación, se baña con las aguas regeneradoras del bautismo

cristiano. Los guerreros y el pueblo se doblegan ante los conquistadores

por la promesa tentadora de vengar antiguos agravios, contra lo que por

espacio de largos años les privan de sal, cacao, de plumas, de oro... y se

someten ciegos a la esclavitud ante estos hombres sin corazón, sirviendo

de instrumento a grandiosos designios...

Aquel pueblo presta ciego un gran contingente de sangre; caen sus

ídolos, se destruyen sus templos, y hasta las suntuosas moradas de sus

grandes señores... Muere el único héroe que tenía aquel pueblo:

¡Xicohténcatl!.

La conquista de México se consuma. Entonces el pueblo instrumento,

desechado y diseminado por toda la tierra... las cenizas del dios Camaxtle

son también esparcidas a los cuatro vientos.

He aquí como refiere Muñoz Camargo este acontecimiento D. Gonzalo

Tlachpanquizcatzin, inmediato descendiente de Tlahuexolotzin, tenía

escondidas en su casa las cenizas de Camaxtle, ídolo muy venerado

entre los naturales de esta provincia y teníales cubiertas en su casa en un

oratorio que tenía, pasaba con ellas gran inquietud y trabajo,

sucediéndole grandes alteraciones y desgracias, y grandes calamidades

en sus haciendas porque el demonio lo fatiga y el no osaba descubrirse a

nadie ni decir el mal que tenía en su casa, escondido con hacerle tan mal

vecindad y compañía; mas viniéndose a confesar una semana santa con

el reverendo padre Don Diego Olarte de la O. de S.F. descubrió a este

santo varón cómo tenía escondidas en su casa las cenizas del ídolo

Camaxtle, y que no lo había osado descubrir por su reputación y porque

no le tuvieren por mal cristiano, e que agora que había conocido a dios y

extendiendo la burla y engaño en que vivían y en la que vivieron sus

antepasados y que por eso agora se lo descubría y que mirase y viere

que le mandaba hacer de aquellas reliquias de su idolatría, que el estaba

muy obediente a todo lo que mandase.

El buen religioso le mandó que se las trayere y que no le quería absolver

ni bendecir hasta traellas; ansi dice fue dicho Don Gonzalo

Tlachpanquizcatzin y las entregó y luego l padre Olarte en su presencia y

de muchas gente las quemó y derramó por el suelo con gran menosprecio

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de ello y predicó con grandes exhortaciones al D. Gonzalo, el cual tuvo

gran dolor y arrepentimiento, y llanto y lloró de sus culpas y pecados, y

ansi aquella semana propia, jueves santo, estando disciplinándose ante

una imagen de nuestra señora, expiró y dio el anima a dios N.S. después

de haber confesado y comulgado lo hayaron muerto y de rodillas ante la

imagen de nuestra señora en el hospital de la asunción, y este es el fín

que tuvieron las cenizas de este ídolo.

Humillado y pesaroso murió el último depositario de las cenizas de tan

reverenciado dios de aquellas naciones, y este fue el fín que tuvieron las

reliquias del que había sido caudillo, padre y dios de los chichimecas.

HISTORIA ECLESIÁSTICA

Sabido es y afirmado por los historiadores que en el pequeño ejercito de

Hernán Cortés venía de capellán del mismo ejército el padre Juan Díaz,

del que solo se ocupa la historia al hablar de los bautizos de los primeros

neófitos americanos, hablando de la noble hija de Maxixcatzin que tomó al

recibir la nueva religión el nombre de Elvira, pareciendo ser que ésta

noble joven fue la primera que se bautizó en la Nueva España; pero de

quien se ocupa más la historia de la conquista el del padre Olmedo, varón

santo, prudente y virtuoso que comenzó la verdadera conquista espiritual

de los naturales de Tlaxcala y México, y que según Orozco Berra, fue el

que catequizó e inició por convencimiento a Maxixcatzin y al viejo

Xicohténcatl a abrazar la religión cristiana. Ponemos en seguida al insigne

varón illmo. Sr. Fray Julián Garces, primer obispo de Tlaxcala y de Nueva

España.

Informada la corte de España de los descubrimientos hechos en la

península de Yucatán por D. Francisco Hernández Cordoba en 1517,

ocurrió a la santa sede para que erigiese en ella un obispado con el título

de “Carolense”, accediendo el Sr. León X, que entonces gobernaba la

iglesia a solicitud del emperador en 27 de enero de 1513; escribió la bula

“Sacri Apostolatus Ministerio”, haciendo aquella erección en la iglesia

parroquial de nuestra señora de los remedios, bajo la misma advocación.

Electo para esta sede el ilustrísimo señor D. Fray Julián Garcés, primer

obispo de Cuba, no llegó a tomar posesión de ella por haber abandonado

los españolas este lugar; pero siguiendo los españoles sus correrías por

el nuevo mundo y hecha la conquista del Anáhuac por Hernán Cortés,

Carlos V, en virtud de las facultades que les concedió el Sr. Clemente VII

en sus letras de 13 de octubre de 1525, despacho provisional real con

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fecha 19 de septiembre de 1526 señalando en Tlaxcala y su distrito, los

límites de la iglesia carolense de que ya se ha hablado.

Concluyo la rección de esta diócesis su primer obispo el ilustrísimo Sr...

Fray Julián Garces, estando para embarcarse en granada a 3 de octubre

de 1526. Se dio por titular la inmaculada concepción de María con arreglo

al concilio III mexicano.

En el año de 1527 el día 3 de diciembre, en la santa e improvisada

catedral de aquella diócesis de Tlaxcala, consagró el Sr. Garcés al Sr.

Juan Zumarraga primer obispo de México.

La primera escuela que hubo en las “indias” fue puesta por el illmo. y V.

prelado, lleno de virtudes y que todo mexicano debe bendecir su

memoria, murió el año del señor de 1524, sus cenizas descansan en el

convento de santo Domingo de Puebla. De uno de los más célebres

santuarios de México, nos vamos a ocupar en seguida: Al O. de la ciudad

de Tlaxcala se halla el santuario de Ocotlán, donde antes estuvo el

pequeño templo de S. Lorenzo, sobre la sima de las colinas que circuyen

la ciudad.

El templo es de un cañón y un crucero, el presbiterio tiene de alto 14

varas, 9 de ancho y 6 de fondo; la capilla mayor 9 vs. cuadradas, los

costados de fondo 3 vs. y 14 de alto: somborrio o cúpula 21 vs.; esta

tallada y dorada, tiene en las pichinas cuatro columnas y ángeles de

cuerpo entero.

Esto es del templo antiguo; y desde la concha es lo que hizo el Lic. D.

José Manuel Ponce de León; el cañón tiene 18 vs. de largo y 32 de

ancho, los pilastros y cornisas son talladas y tienen canastillas de flores

graciosamente sueltas. La concha con que se amplia el cañón está

dorada y repartida en 4 óvalos, y abajo de las pinturas, repisas que sirven

de altar a estas; tienen 17 ventanas. Las torres de esbelta figura

filigranadas y de orden churrigueresco, tiene 46 varas de alto hasta el

remate de las veletas: la portada del santuario es un perfecto colateral; en

medio tiene una ventana que la tapa en parte una estatua de San

Francisco que sostiene tres grandes globos y en uno de los cuales esta la

imagen de la Purísima; tiene asimismo estatuas de los santos arcángeles:

y en el remate entre resplandores un triangulo, su fabrica es de talla con

perfectos tamaños.

El camarín es un ochavo que se entiende en 9 vs., tiene zoclo y de veces

sirven unas repisas a las 8 columnas que sustentan otros tantos arcos, y

esos a la cúpula o clave; entre las calles y lienzos que representan la vida

de la virgen; bajo el trono un zoclo con 4 nichos en los que están los

evangelistas, cuyas cabezas son de marfil, y en medio un sagrario, la

cornisa vuela todo el ochavo y ensima de las columnas y el remate de

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ellas hay tres Ángeles con los atributos de la virgen. En medio de los

puntos 7 ventanas y otras al presbiterio, y sobre ella la cornisa que

sustenta la cúpula, en la que están 8 imágenes de santos doctores

marianos. Remata con un cielo dorado y finos colores de rocicler. Ha

sufrido reformas de importancia este templo que contentan perfectamente

con el gusto moderno que fueron costeadas por la señora Josefa Zavalza,

vecina de México.

La inauguración del templo reformado por la Sra. Zavalza se celebró el

día 27 de octubre de 1854, con asistencia del obispo de Puebla, ulmo. Sr.

D. José M. Luciano Becerra, que hizo la solemne consagración, y

depositando las reliquias de los cuerpos de San Lorenzo y San Crecencio.

La imagen de la virgen de Ocotlán es muy venerada no por solo de los

Tlaxcaltecas que la declararon patrona de la ciudad de Tlaxcala, sino de

infinidad de ciudades y pueblos en sus contornos de más de 40 leguas.

Está colocada sobre una paena, cincelada como también el trono: figura

estar colocada en un repisón que representa un floripondio despuntado,

todo de 7 varas de altura terminado en un sagrario cuya puerta representa

el nacimiento de Jesús debajo de nieve delicadamente trabajado todo

esto es de plata con peso de 600 marcos.

Sigue la puerta baja un Cristo, ramilletes, estabanco, blandones atriles y

frontales, todo de plata. El colateral sube hasta la bóveda, es de buen

gusto y obra de Francisco Miguel.

Para concluir daremos en seguida la noticia de los capellanes que han

servido el magnífico santuario. 1670 Lic. D. Juan Escobar.- 1691 Lic. D.

Francisco Fernández de Silva.- 1716 Lic. D. Manuel Loaizaga.- 1758 Lic.

D. Manuel Ponce de León.- 1767 Dr. D. José Meléndez.- 1784 Lic. D.

Juan Antonio Miranda.- 1787 Lic. D. Antonio Pineda.- 1791 Lic. José

Muñoz Siliceo.- 1803 Dr. D. Juan Vázquez.- 1803 Lic. D. Andrés Fajardo.-

1828 D. Mariano Ramiro.- 1829 D. Pedro Rodríguez Lantea.- 1834 D.

Manuel Mariano Soto.- 1843 D. Pablo José de Lira.- 1846 D. José de

Jesús Ochoa.- 1862 D. José Trinidad Mayorga.- 1868 D. Manuel Ramírez

Arellano.- 1875 a 1876 Fray Manuel Salamanca; y de 1876 a nuestros

días el Señor Don Ignacio Rodríguez Rebollado.

NOTA:

FALTAN: la parte histórica en seis apartados romanos; las notas; Las

biografías de tlaxcaltecas célebres; los Monumentos antiguos; Gobierno;

y la relación de gobernantes. –se tiene, todo, en proceso de captura-.

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