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    EDAD MEDIA.Rev. Hist., 9 (2008), pp. 157-192 2008. Universidad de Valladolid.ISSN: 1138-9621

    LA ESCRITURA DE LA HISTORIA

    Y EL OPTIMISMO HUMANISTA*

    The Writing of History and Humanistic Optimism

    Rafael G. PEINADO SANTAELLA**Universidad de Granada

    RESUMEN: Desde el incautamente profetizadofinal de la historia en 1989, y aun desdedos dcadas antes, la historiografa ha sufrido los embates de la ola de irracionalismo, deldeclive de las ideologas y del resurgimiento de los fundamentalismos religiosos queacompaan a la actual aceleracin de la historia, a resultas de lo cual se ha cuestionadotambin la funcin social del historiador. Frente a esas incertidumbres, que no son nuevas,el autor propone, en la lnea de otros historiadores del siglo pasado y del presente,alternativas basadas en una reforma audaz de la enseanza de la historia en la Universidady una mayor atencin a la divulgacin del saber histrico que en ella se produce, sin dejarde ser consciente de las rutinas institucionales y los comportamientos sociales que las

    obstaculizan. Con todo, y desde la conviccin marxista de que las sociedades son capacesde cambiar, el autor coincide con quienes consideran que el conocimiento de la historia esun instrumento insustituible para comprender y pensar el mundo y para afrontar el futurocon el optimismo humanista que acompa a otros historiadores y pensadores dentro yfuera del marxismo.

    PALABRAS CLAVE: Historia. Historiografa. Enseanza de la Historia. Divulgacinhistoriogrfica.

    ABSTRACT: Ever since the end of History was carelessly prophesied in 1989 and even a

    couple of decades before that historiography has been under attack as a result of the waveof irrationalism, the decline of ideologies and the rise of religious fundamentalisms whichunderpin the current feeling of historical acceleration. The outcome of it all has been the

    * Fecha de recepcin del artculo: 2008-01-06. Comunicacin de evaluacin al autor: 2008-02-13. Fecha de publicacin: 2008-09-01.

    ** Doctor en Historia. Profesor Titular de Universidad de Historia Medieval. Departamentode Historia Medieval y Ciencias y Tcnicas Historiogrficas, Facultad de Filosofa y Letras,Universidad de Granada, Campus de Cartuja s/n, 18071 GRANADA (Espaa). C.e.:[email protected].

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    Hartog, quien, en la estela de Reinhart Kosellek, ha sealado como uno de losefectos ms claros de la crisis del rgimen moderno de historicidad el que la

    historia ha dejado de ser escrita desde el punto de vista del futuro o en sunombre4.

    Pero el descreimiento en la historia es decir, en la realidad de lo histrico(Julio Arstegui); o mejor, en el proceso de cambio en la vida humana y en lasociedad (Eric Hobsbawm) viene de antiguo y no siempre ha cuestionado elvalor de la historiografa, esto es, la disciplina que estudia lo histrico (JulioArstegui)5. Valga como primer ejemplo de ello, la voz optimista que, a pesar detodo, hizo or Rafael Altamira cuando, en 1922, ingres en la Real Academia de laHistoria.

    En el discurso que entonces pronunci bajo un ttulo de suyo ya muyexpresivo, el gran historiador alicantino (y ovetense si nos fijamos en el espaciodonde despleg sus amplias y germinales iniciativas de extensin universitaria)dijo que hablar de reconstruccin del mundo o reconstruccin de Europapodra parecer exagerado:

    Es posible que la realidad presente no autorice en rigor ni una ni otrafrase, y estemos sencillamente en presencia de un nuevo momento, todo lograve que queris, pero no distinto ni fuera de la trayectoria normal, de la

    lucha secular por la civilizacin y el reinado de la justicia.De tal modo que, aunque all mismo subray que nadie podr negar que

    existen hoy problemas gravsimos de orden poltico, econmico y social que loshombres no aciertan a resolver, confiado en su oficio y haciendo buena lacondicin de apstol de la cultura con que lo adorn el duque de Alba en surespuesta, no se recat en proclamar sin tapujo que voces de todas lasprocedencias conceden a la Historiografa un papel sealadsimo en la obra de esareconstruccin6.

    4 HARTOG, F.,Le XIXe et lhistoire. Le cas de Fustel de Coulanges, Pars, Seuil, 2001, p. 15.5 Las aclaraciones entrecomilladas proceden de ARSTEGUI, J., La investigacin histrica:

    Teora y mtodo, Barcelona, Crtica, 1995, p. 18 y ss., en las que trata de la anfibologa deltrmino historia y los diversos significados con que se maneja la palabra historiografa, yHOBSBAWM, E., Guerra y paz en el siglo XXI, Barcelona, Crtica, 2007, p. 19.

    6 ALTAMIRA, R., Valor social del conocimiento histrico, Madrid, 1922 (Discursos ledosante la Real Academia de la Historia en la recepcin pblica del Excmo. Sr. D. Rafael Altamira yCrevea el da 24 de diciembre de 1922; discurso de respuesta del duque de Alba), pp. 11 y 12. Ensu respuesta, el duque seal tambin que el nuevo acadmico empezaba a ser de los que

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    Pocos aos despus, en 1935, el medievalista holands Johan Huizinga, trasconstatar que vivimos en un mundo enloquecido en el que todas las cosas que

    antes considerbamos ms slidas y sagradas empiezan a bambolearse, sepreguntaba si no haba estado la civilizacin durante todos esos veinte siglos, aopor ao, en crisis y si no es toda la historia humana algo sobre manera precario,pero retena, no obstante, el mensaje optimista de que no se haba perdido laesperanza7. Por su parte, el recordado y aorado Georges Duby, en una de susltimas obras, mezcla de autobiografa y testamento intelectual, nos confes eldescreimiento que l y los hombres de su generacin, posterior a la de Altamira,sintieron hacia la historia:

    [...] los hombres de mi generacin, marcados profundamente por lo que

    les haban contado de la Gran Guerra, asqueados por la nueva guerra, igual deabsurda, cuyo estallido prevean, y que en efecto estall y los aplast, noestaban tan firmemente convencidos de que la historia tuviese sentido. Lacrisis del progreso se haba abierto haca mucho tiempo y nosotroshabamos ido tomando conciencia poco a poco8.

    Pero no fue acaso en ese clima de incertidumbre y de autodestruccin enmasa que Europa se infligi a s misma en el que, como ha recordado Carlos A.Aguirre Rojas9, Marc Bloch acometi su Apologie pour lhistoire a partir de uncuaderno de notas en el que haba copiado la clebre sentencia de Michelet (creo

    empieza a desconfiar de todo, y que, al encararse con los pedagogos, tuvo el valor de decirlesque si se llega a la conclusin de que son irreductibles en la humanidad ciertas tendencias,apetitos y pasiones, todos los sistemas sobran; en una palabra, que si no se logra hacer buenos alos hombres, poco se consigue con hacerlos ilustrados. Y algo [aada con rotundidad] han debidoconfirmarle en esta opinin recientes experiencias al ver que ante la lucha por codiciada presa, elhombre civilizado no se distingue del salvaje sino en que utiliza los adelantos de la civilizacinpara acelerar la destruccin y hacer ms terribles los sufrimientos del contrario (ibdem, pp. 46-47).

    7 HUIZINGA, J., Entre las sombras del maana. Diagnstico de la enfermedad cultural de

    nuestro tiempo, Barcelona, Pennsula, 2007 (1935), pp. 15, 16, 25 y 27. Un ao antes se habahecho las siguientes preguntas: Cul es el sitio que ocupa la Historia en la vida espiritual ysocial de nuestros das? Cul es la funcin que en ella desempea? Puede llamarse la Historiaen el tiempo actual una ciencia floreciente? Ocupa un puesto honroso en la vida universal?Encuentra reconocimiento general, aplase a ella, desase su apoyo? (HUIZINGA, J., Sobre elestado actual de la ciencia histrica. Cuatro conferencias, Madrid, Revista de Occidente, pp.105-106).

    8 DUBY, G.,La historia contina, Madrid, Debate, 1992, pp. 87-88.9 AGUIRRE ROJAS,C.A.,Presentacin a la edicin en espaol, en BLOCH,M.,Apologa

    para la historia o el oficio de historiador, edicin crtica preparada por tienne Bloch, Mxico,Fondo de Cultura Econmica, 1996, pp. 33 y 36.

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    en el futuro, porque yo mismo participo en l) hasta dejarnos en ese inacabadolibro un acto completo de historia, como ha remachado Jacques Le Goff?10 Y

    no fue tambin en aquellos mismos convulsos aos cuando Lucien Febvre,recordando tal vez la dedicatoria que de dicha obra le hizo Marc Bloch (hemoscombatido, largamente, juntos por una historia ms amplia y ms humana11)recopil sus vibrantes textos bajo un ttulo que pasa claramente de la apologa alcombate? Y las palabras preadas de optimismo que cierran el prlogo a susCombates por la historia

    12, no fueron el esbozo de los argumentos que FernandBraudel, al sustituirle el 27 de noviembre de 1949 en la ctedra de Historia de laCivilizacin Moderna del Cllege de France, desarroll para trazar lasresponsabilidades de la historia, de una nueva historia, en una poca agitada enla que todos los conceptos intelectuales se han transformado o quebrado?13

    Del mundo enloquecido de Huizinga hemos pasado ahora, en el diagnsticode Eric Hobsbawm, al caos mundial, a un mundo peligroso, inestable y explo-sivo, en el que la historia se ha acelerado a [un] ritmo vertiginoso [...] queamenaza el futuro de la raza humana y del medio natural y que, por consiguiente,nos conduce a encarar el tercer milenio desde bases tan inciertas como noqueridas14. Guy Bois ha calificado esa aceleracin del tiempo histrico deespectacular y ha sealado que, entre otras consecuencias polticas y econmi-cas, ha acarreado el triunfo del pensamiento nico es decir, de esa especie deconformismo con vocacin mundial que ha degradado la Universidad comonunca antes (clientelismo galopante y ley de la mediocridad creciente)15. Y esaincertidumbre, que no es nueva como acabamos de ver, s que ha cuestionado, adiferencia de otra veces, el valor de la escritura de la historia y de los historiadores.El final de la historia tan incautamente profetizado por Francis Fukuyama haabierto el camino a la crisis de la historiografa.

    10 LE GOFF,J., Prefacio, en BLOCH,M.,Apologa..., p. 76.11Ibdem, p. 119.12

    Por encima de tantas tragedias y transformaciones, en el horizonte lucen ampliasclaridades. En la sangre y el dolor se engendra una humanidad nueva. Y por tanto, como siempre,una historia, una ciencia histrica a la medida de tiempos imprevisibles va a nacer(FEBVRE,L.,Combates por la historia, Barcelona, Ariel, 1970, pp. 10-11).

    13 BRAUDEL,F.,Las responsabilidades de la historia, traducido y recogido en BRAUDEL,F.,La historia y las ciencias sociales, Madrid, Alianza Editorial, 1968, pp. 19-46, y msrecientemente en su tambin libro recopilatorioLas ambiciones de la historia, Barcelona, Crtica,2002, pp. 101-126.

    14 HOBSBAWM,E.,Guerra y paz..., pp. 19, 32, 39 y 122.15 BOIS, G., Una nueva servidumbre. Ensayo sobre la mundializacin, Granada, Editorial

    Universidad de Granada y Servei de Publicacions de la Universitat de Valncia, 2004, p. 15.

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    Sin embargo, y para ser precisos, las primeras manifestaciones de esesentimiento son anteriores a 1989, ao que en todo caso, como bien ha subrayado

    Ralf Dahrendorf, no marca el fin de la historia sino su recomienzo16

    . KrzysztofPomian crey ver en la dcada de los sesenta el nacimiento de la perspectivaficcionalista de la historia, segn la cual sta no es sino una rama de la retrica17.Eric Hobsbawm percibi ya para los aos setenta que la nebulosidad intelectualempez a posarse sobre el paisaje historiogrfico18, referencia cronolgica queasimismo retiene Guy Bois, para quien el cambio intelectual ms importante delsiglo pasado ocurri entonces como una secuela de los sucesos de mayo de 1968y como reaccin contra el marxismo y el estructuralismo, propiciando lo quehistoriadores de diferente signo ideolgico han calificado de cambio antirraciona-lista, liberal, libertario e individualista19. Richard J. Evans, refirindose en

    concreto al mundo britnico, situ tambin a finales de esa dcada el cambio de laatmsfera liberal que vivieron los sesenta y cuya fibra sensible supo tocar EdwardH. Carr como consecuencia de la crisis del petrleo, el cese de la expansin de laUniversidad, las esperanzas defraudadas de los intelectuales radicales yprogresistas y la nueva hegemona del conservadurismo20. En su aportacin al libroprologado por Evans, David Cannadine ha fijado el umbral del revisionismo de lahistoria econmica y social en 1980 coincidiendo con la llegada al poder deMargaret Thatcher y Ronald Reagan. Segn Grard Noiriel, que no ha dejado derecordar que la cuestin enunciada en el ttulo mismo de su conocida obra es una

    16 DAHRENDORF, R.,El recomienzo de la historia. De la cada del muro a la guerra de Irak,Buenos Aires, Katz, 2007, p. 13.

    17 POMIAN, K., Histoire et fiction, Le Dbat, 1989, vol. 54, pp. 114-137, y Rivista distoria della storiografia moderna, 1993, vol. 3, pp. 425-466, traducido ahora (Historia yficcin) en el libro recopilatorio, que recoge otros de sus trabajos, Sobre la historia, Madrid,Ctedra, 2007, p. 18.

    18 HOBSBAWM,E., Sobre la historia, Barcelona, Crtica, 1998, p. 9 (prefacio).19 BOIS, G., Una nueva servidumbre..., p. 51. El pesimismo que ahora manifiesta el

    medievalista francs es tanto ms destacable si tenemos en cuenta la visin optimista con que, en

    1978, contemplaba el final del siglo XX. En su contribucin (Marxismo y nueva historia) allibro colectivo dirigido por Jacques Le Goff, Roger Chartier y Jacques Revel y en cuyaPresentacin el primero de los tres co-directores proclam tambin un idntico optimismo alcalificar la historia como una ciencia en marcha, una ciencia en la infancia, afirm que laconfluencia del marxismo y la nueva historia, dos corrientes poderosas [que] atraviesan lahistoriografa contempornea, [...] ser tal vez el gran acontecimiento historiogrfico de este finde siglo; y es ya un fenmeno fascinante, siquiera por la maraa de alianzas y conflictos queacarrea (La nueva historia, Bilbao, Mensajero, 1988 [1978], pp. 11-16 (para la cita de Le Goff) y432 (para la de Bois).

    20 EVANS, R. J., Prlogo, en CANNADINE,D.(ed.),Qu es la historia ahora?, Granada,Almed y Editorial Universidad de Granada, 2005, pp. 25 y 30-31.

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    constante que se repite desde hace dos siglos, no fue hasta finales de los ochentacuando la crisis de la historia se convirti en un tema privilegiado de las

    discusiones entre los historiadores, siendo entonces cuando el editorial del nmero6 de Annales E. S. C. de 1988 advirti de que haba llegado el tiempo de lasincertidumbres21. En fin, Georges Duby, que en 1980 haba reconocido que ladisciplina histrica [segua] estando en plena juventud en Francia, once aos mstarde cambi ese juicio para hablar de que la historia haba renunciado a buscar laobjetividad total y del flujo de irracionalidad que invade nuestra cultura desdehace tiempo22; para sealar en otro momento de este mismo libro que el declivede la escuela histrica francesa no era tan marcado como algunos se complacanen proclamar, pero que s se advertan signos indiscutibles de letargo y que, enparticular, el debate de ideas se haba enfriado debido en parte al derrum-

    bamiento de las ideologas23.

    Cuando, en 1980, Krzysztof Pomian reflexion sobre la crisis del futuro,llam la atencin no slo sobre la incapacidad de las ideologas para imaginar unfuturo a la vez plausible y atractivo, sino tambin sobre la taciturnidad de laciencia, cuyo papel ha sufrido, segn l, una notable inversin respecto al quedesempeaba a mediados del siglo XVII. Si entonces Occidente consideraba a laciencia como una fuerza revolucionaria capaz de generar confianza y esperanza,hoy en da la misma ciencia est en situacin de volverse conservadora, pues nohace sino avalar las imgenes del tercer milenio, esto es, el Apocalipsis lento ocataclismo final. Y para ilustrar ese cambio de papeles, Pomian recordaba cmofue a mediados de aquella decisiva centuria cuando por primera vez la cienciaayud a la religin a mitigar sus angustias 24. Esto no deja de ser, segn meparece, una manera de hablar metafricamente dado que la religin nunca se hadejado ayudar por la ciencia. Pero, si as hubiese sido, la religin es unadesagradecida. Pues qu si no, sino desagradecido orgullo teocrtico, es la crticaque empecinada en olvidar la parbola evanglica que saca los colores a quienesven la paja en el ojo ajeno y no la viga que llevan en el suyo propio no, porpremoderna e incluso cavernaria, deja de ser una especie de ltimo manifiesto

    posmodernista. Me refiero a la encclica Spe salvi (sobre la esperanza cristiana)

    21 NOIRIEL, G., Sobre la crisis de la historia, Madrid, Ctedra y Universitat de Valncia,1997, p. 38.

    22 DUBY,G.,La historia contina, p. 64, y Dilogo sobre la Historia. Conversaciones conGuy Lardreau, Madrid, Alianza Editorial, 1988, p. 204.

    23 DUBY,G.,La historia contina, p. 175.24 POMIAN,K., La crise de lavenir,Le Dbat, 1980, vol. 7, pp. 5-17, traducido ahora (La

    crisis del futuro) en Sobre la historia, pp. 151-153.

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    con la que Benedicto XVI ha fulminado lo poco que la Iglesia catlica conservabadel concilio Vaticano II. En ella, el otrora cardenal Ratzinger ataca el despertar de

    la ciencia moderna que propici el pensamiento de Francis Bacon: la sentencia delpensador ingls (victoria cursus artis super naturam) fue un paso desconcertanteque traslad la esperanza a la fe en el progreso y, por extensin, a la razn y a lalibertad, que luego desarrollaron la primera Ilustracin, la Revolucin de 1789 y elmarxismo, hasta tal punto que con este ltimo el progreso proceda ya no slo de laciencia sino tambin de la poltica, de una poltica pensada cientficamente.Ciencia, razn y poltica son para el encumbrado clibe alemn los dioses inciertosdel mundo moderno. Dioses inciertos que yerran por no aceptar que el hombre[slo] es redimido por el amor25; o acaso tambin, segn su ltimo descubri-miento, por la familia.

    El fundamentalismo de esta carta papal que, en todo caso, sirve parademostrar que la agobiante manifestacin de ese tipo de -ismo no anda escondidaen desiertos remotos, ni en montaas muy lejanas como se dira desde el msrancio de los neoconservadurismos26 hace buena la portada de la edicin espaola(Dios vuelve a la poltica) del nmero 16 (agosto-septiembre de 2006) de larevista Foreign Policy y de la que Fernando Savater se ha servido en su ltimolibro para ilustrar cmo Dios es decir, los dioses y sobre todo los creyentessigue (o siguen) ocupando la palestra, frente a la ilustracin racionalista en todassus formas y terrenos27. No es por aadidura un paradigma del cristianismoposmoderno que, como ha escrito Richard Rorty a propsito de Gianni Vattimo,quiere disolver el problema de la coexistencia de la ciencia natural con el legadodel cristianismo no identificando a Cristo ni con la verdad ni con el poder, sinoslo con el amor28? En fin, desde una perspectiva ms propiamente historio-grfica que filosfica, Giovanni Lvi, al reflexionar en 1993 sobre la relacin entrecrisis poltica e historiogrfica, advirti ya de la ligazn existente entre los

    25 Spe salvi, Carta Encclica del Sumo Pontfice Benedicto XVI a los Obispos, a los

    Presbteros y Diconos, a las personas consagradas y a todos los fieles laicos sobre la esperanzacristiana, Librera Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano, 30 de noviembre de 2007, captulos16-21, disponible en www.conferenciaepiscopal.es/documentos/benedictoXVI/enciclica/SpeSalvi.html. (enero de 2008).

    26 Cortes Generales. Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados, Comisiones deInvestigacin, Ao 2004, VIII Legislatura, nm. 21. Sesin nm. 34 de 29 de noviembre de 2004(intervencin de don Jos Mara Aznar Lpez), disponible en www.congreso.es. (enero de 2008).

    27 SAVATER,F.,La vida eterna, Barcelona, Ariel, 2007, p. 12.28 RORTY,R.,El futuro de la religin, Barcelona, Paids, 2006, pp. 56-57, cit. por SAVATER,

    F., La vida eterna, p. 102, dentro del captulo cuarto de este libro dedicado a El cristianismocomo mito de la posmodernidad (pp. 99-109).

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    acontecimientos de 1989, el colapso del comunismo y el final del sistema bipolar,y el renacimiento de los fundamentalismos religiosos y nacionalistas29; y ms

    recientemente ha sealado, en esa misma direccin, que el pretendido fin de lasideologas no es otra cosa que la suspensin de la razn histrica, que abre la va alirracionalismo, al neoliberalismo, al fundamentalismo religioso30.

    La crisis poltica, el declive de las ideologas, las incertidumbres de todo tipohan sembrado la duda en los propios historiadores. Hace ya tiempo que John H.Plumb lo advirti31, y en nuestros das Francisco J. Caspistegui ha insistido sobreeste punto en varios de sus trabajos hasta insinuar que tal vez pudiera hablarse deun giro histrico (historic turn), paralelo al que ha supuesto el posmodernismo, delque en buena medida depende32. Y ah radica quizs el hecho nuevo de que,

    espoleados por la escasa consideracin que la sociedad tiene de la historia comoactividad profesional, los historiadores reflexionen ms ahora sobre los principiosy fundamentos tericos de la historia y no slo sobre su oficio al estilo de MarcBloch33. Es una percepcin avalada por la aparicin de algunos libros recientes quesirven de hilo conductor a la reflexin del citado historiador navarro, pero nodemasiado extendida. Pues, por ejemplo, si, en 1997, Eric Hobsbawm pudoescribir que en la actualidad el inters se decanta hacia las cuestiones concep-tuales y metodolgicas de la historia, no dudaba en aadir que era una actividadextraa a los historiadores profesionales: tericos de toda clase dan vueltas

    29 LVI, G., Sobre a relacin entre crise poltica e historiografa, ponencia leda en elSimposio internacional Balance de fin de seculo. A Histoia ante o seculo XXI (1993), cit. porPEIR, I., La era de la memoria: reflexiones sobre la historia, la opinin pblica y loshistoriadores,Memoria y Civilizacin, 2004, vol. 7, p. 50.

    30 LVI,G., Le pass lointain. Sur lusage politique de lhistoire, en HARTOG,F. y REVEL,J.,Les usages politiques du pass, Pars, ditions de la EHESS, 2001, p. 37, citpor PEIR,I.,Laera de la memoria..., p. 250, n. 17.

    31 Son cada vez menos los historiadores que creen que el contenido de su ciencia tenga unafinalidad en la sociedad: una funcin de coordinacin del esfuerzo del pensamiento humano(PLUMB, J. H., El dilema del historiador, en PLUMB, J. H. (ed.), Crisis en las humanidades,Barcelona, Planeta, 1973 (ed. original 1964).

    32 CASPISTEGUI,F.J.,Ms all de su oficio: el historiador en sociedad,Alcores, 2006, vol.1, p. 65, y Sobre el papel social del historiador o para qu servimos?, Memoria y civilizacin,2003, vol. 6, p. 192.

    33 CASPISTEGUI,F.J.,Sobre el papel social del historiador..., pp. 191-192. Para ilustrar lareferida desconsideracin de la historia me remito al comentario que luego har de las encuestas,sobre Percepcin social de la ciencia y la tecnologa en Espaa. 2002, de la Fundacin Espaolade Ciencia y Tecnologa (FECyT).

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    alrededor de los mansos rebaos de los historiadores que pacen en los ricos pastosde sus fuentes primarias o rumian las publicaciones de sus colegas34.

    En este sentido me parece particularmente muy reveladora la escassimarespuesta que tuvo la encuesta internacional que, sobre El estado de la Historia,se realiz, mediante 467 preguntas, entre los aos 1999-2001 en el marco de losproyectos de investigacin El Estado de la historia y El cambio de paradigmashistoriogrficos, ambos financiados por la Xunta de Galicia y dirigidos por CarlosBarros35. Apenas respondi algo ms de un uno por ciento de los convocados, esdecir, 605, cifra que para Carlos Barros supera con creces las exigencias tcnicascontempladas por algunos cientficos sociales, pero que no le aleja del realismohasta concluir que:

    los que nos preocupamos por estas cosas somos una minora ilustradaaunque potencialmente determinante. Por mucho que democraticemos elesfuerzo de (auto) reflexin e investigacin sobre el mtodo y la historiografasiempre habr ms colegas, jvenes y menos jvenes, que dejan por omisinla tarea de pensar la historia en otras manos, consciente o inconscien-temente36.

    El anlisis geogrfico, profesional, de gnero y edad, de las respuestas cose-chadas no deja de iluminar realidades dignas de ser destacadas: dos de cada tres

    (412) proceden de Europa, siendo los historiadores espaoles los ms participa-tivos (255, o 40 por ciento del total); los profesores titulares de Universidad, conun 36 por ciento, colaboraron ms que los catedrticos de Universidad (tres porciento); los hombres (63 por ciento) casi duplicaron a las mujeres (34 por ciento);y los mayores de 50 aos slo alcanzaron el 10 por ciento. Sin que por mi partequiera hacer universal esta apreciacin entre otras poderosas razones porque lahara recaer sobre m mismo, cosa que est muy distante de lo que pienso, estedato debe acompaarse con lo expresado por Gore Vidal, quien, frustrado con lafalta de celo profesional, con el alineamiento con las tesis polticas ms conser-

    34 HOBSBAWM,E., Sobre la historia, p. 7 (prefacio).35 La encuesta est disponible en www.h-debate.com (enero de 2008), donde tambin

    aparece una primera valoracin de la misma del propio Carlos Barros, que asimismo ha publicadoen letra impresa (BARROS GUIMERANS, C., El estado de la historia. Encuesta internacional,Vasconia. Cuadernos de Historia y Geografa, 2005, vol. 34, pp. 9-21).

    36 Una encuesta similar, aunque con un cuestionario ms simple, fue promovida en 1904 porHenri Berr entre los profesores universitarios e investigadores de historia en Francia, con unresultado extremely disappointing (SIEGEL, M., Henri Berrs Revue de Synthse Historique,History and Theory, 1970, vol. 9, p. 329, y BERR, H., Nos enqutes: lenseignement suprieur delhistoire,Revue de synthse historique, 1904, vol. 5).

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    vadoras y con la falta de apasionamiento de los historiadores profesionales deEstados Unidos, ha escrito:

    [...] vemos ahora furtivos signos de recuperacin entre los historiadoresacadmicos ms jvenes [...] Con suerte podramos estar ahora a las puertasde una edad de oro para los historiadores que exima a los novelistas de volvera los temas verdaderamente apasionados37.

    El resumen conceptual que yo extraigo de dicha encuesta ofrece esta detalladainstantnea:

    Ms de la mitad de los encuestados presta inters a la encuesta y asus resultados.

    La historia no es una invencin de los historiadores, su sentido noes el progreso y la mueven ms las ideas que la lucha de clases.

    Con una confianza ciega en la interdisciplinariedad (95 por ciento),la mayora califica de positivo el balance de la historiografa del siglo XX(aunque una tercera parte no sabe o deja de responder), cree mucho obastante en la necesidad de la renovacin historiogrfica, en el inters de lahistoria y la teora de la ciencia para la historiografa y estima suficiente eldebate que actualmente mantienen los historiadores.

    Las polticas neoliberales afectan a nuestra disciplina y al conjuntode las ciencias humanas; el nacionalismo inventa la historia; y loshistoriadores tienen pocas salidas laborales.

    La actitud del historiador ante el compromiso tico, social y polticoproduce un alto porcentaje de indecisos (entre el 23 y el 30 por ciento segnlas matizaciones concretas), pero superan el 40 por ciento los que lo tienenbastante o mucho por la dimensin ms importante de la historia, queello afecta sobre todo a su condicin de ciudadanos (50 por ciento), que hay

    que asumirlo con vigor (63 por ciento) y que hay que hacer una historia mshumana (56 por ciento).

    Una quinta parte no tiene juicio formado respecto a la actualsituacin de la historiografa; dos de cada tres no creen que goce de buena

    37 VIDAL,G.,La edad de oro, Barcelona, Mondadori, 2002 [2000], p. 477, cita que tomo deun libro excelente y de lectura recomendada porque todo l rezuma pasin por la historia y lahistoriografa (CORRAL, J. L., GARCA HERRERO, C. y NAVARRO, G., Taller de historia. El oficioque amamos, Barcelona, Edhasa, 2006, p. 68).

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    prlogo de Richard J. Evans y el eplogo de Felipe Fernndez-Armesto no abonanprecisamente la tesis de la crisis de la historia, sino todo lo contrario.

    Cannadine, tras confesar la intencin de componer un volumen que pudiesellegar a un amplio pblico para el que la historia sigue siendo justamente (comodebe y tiene que ser) un elemento esencial en la ciudadana culta, en la culturapblica y en la vida nacional, proclama sin rodeos que todos los captulos dellibro dejan claro de manera meridiana [que] la historia que se practica durante laprimera dcada del siglo XXI atraviesa un periodo excepcionalmente vigoroso,vivo e innovador, pues se ha popularizado tanto dentro como fuera de laacademia hasta el punto de que, sin dejar de ser un tema serio con un poderosopropsito pblico, se le aclama ahora como a la nueva jardinera o el nuevo

    rock and roll y guarda un potencial masivo para el entretenimiento y el ocio[que] todava no ha sido explotado del todo39. De Evans me interesa recordar susobservaciones, no exentas de irona, sobre el posmodernismo, esa corriente queGuy Bois identifica con el pensamiento mundializado y de la que subraya suhostilidad radical a la disciplina histrica40:

    A comienzos de los aos dos mil, los tericos de la historia que, unospocos aos antes, haban estado ocupados proclamando la imposibilidad delconocimiento histrico y la muerte de la profesin histrica seguan haciendolo mismo: organizar conferencias para ellos mismos, fundar una revista

    (Rethinking History) y abandonar su original celo de cruzados a favor de uncmodo separatismo institucional. La profesin histrica, despus de todo, nose haba derrumbado. La gente no haba dejado de escribir historia. Losestudiantes y los lectores en general no haban dejado de creer que loshistoriadores les contaban algn tipo de verdad sobre el pasado. Elsentimiento de crisis en la profesin histrica se estaba alejando y los debatesque haba generado haban muerto.

    Aunque aade, eso s, que

    Los historiadores no haban salido de la batalla con el ultraescepticis-mo posmodernista sin experimentar ningn cambio. O mejor an, las tenden-cias generales que haban conducido al debate sobre la posibilidad delconocimiento histrico en los aos noventa haban tenido sus efectos en elmodo en que los historiadores pensaban y trabajaban. En primer lugar, haban

    39 CANNADINE,D.,Prefacio, ob. cit., pp. 10 y 16-17.40 BOIS,G.,Una nueva servidumbre..., p. 52.

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    destruido efectivamente el determinismo econmico que subyaca en tantosescritos histricos de los aos setenta y ochenta41.

    Fernndez-Armesto, por su parte, sin olvidar la irona, no deja de reconocer aese movimiento algunas incitaciones positivas:

    Por un momento, los historiadores temieron que los bibliotecarios delfuturo consignaran la historia a los mismos estantes que la ficcin. Esto nohabra sido, en mi opinin, una mala cosa: mis libros habran tenido tambinla compaa de la buena literatura. El posmodernismo, sin embargo, resultser un tigre de papel de espantosa asimetra. Los departamentos de historia dela Universidad britnica tienen posmodernistas simblicos, como una vez

    tuvieron mujeres y negros simblicos. Pero incluso cuando la marearetrocedi, el posmodernismo dej un rico residuo en la orilla, estimulando laola histrica. Las historias virtuales, las historias de lo contrafactual, loambiguo, lo implcito, lo liminal, lo transgresor, lo autoreflexivo, lo semi-tico, lo representativo, lo inconsciente y lo soado han llegado a ser fascinan-tes e irresistibles o, al menos, interesantes y aceptables para casi todos42.

    Y aunque no recurre a la palabra paradoja, que Grard Noriel utiliz pararelativizar, con similares argumentos, la pretendida crisis de la historia cuyosdiscursos, segn el historiador francs, provenan fundamentalmente de las disci-

    plinas que competan con ella43

    , hace hincapi en el dinamismo de la disciplina:La historia, en resumen, se ha multiplicado; ciertamente, ha estallado.

    El trabajo de los historiadores profesionales nunca ha sido tan diverso. [...]Sobre todo, el nmero de historiadores profesionales ha estallado con laexpansin de la educacin superior. Los resultados han sido mixtos. Incluyenla maldicin de la superespecializacin [...] La cantidad de produccin, comoes natural, es ahora francamente inmanejable. Es poco probable que inclusoun especialista bastante restringido sea consciente de y mucho menos quepueda leer todo lo que tenga relevancia. El consiguiente sentido de

    incertidumbre contribuye, sin duda, al desconcierto posmoderno y favorece elescepticismo desmesurado sobre nuestro dominio de los hechos del pasado.Inevitablemente, el crecimiento de la produccin significa el crecimiento de labasura. Pero tambin significa la disponibilidad de buenos trabajos. Ya no s

    41 EVANS,R.J., Prlogo, ob. cit., pp. 35-36.42 FERNNDEZ-ARMESTO,F.,Eplogo, en CANNADINE,D.,Qu es la historia ahora?, p.

    265.43 NOIRIEL,G.,Sobre la crisis de la historia, pp. 15-18.

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    lo que es ser joven, pero es maravilloso estar vivo en un amanecer como elnuestro, cuando ser historiador es ser parte de una comunidad productiva de

    eruditos sin precedentes, y cuando hay disponibles trabajos histricos msinteresantes e instructivos que nunca44.

    El barmetro britnico, a juzgar por lo que acabamos de ver, pronostica parala historiografa un cielo despejado tras el paso de los nubarrones que trajeronmenos tormentas de las esperadas. Puede decirse lo mismo en el caso espaol? Lapersistencia de la pregunta que da ttulo a este volumen deEdad Media. Revista de

    Historia parece sugerir por s mismo una respuesta negativa. Lo mismo que, demodo absolutamente explcito, advierten los antes citados trabajos de Francisco J.Caspistegui, en los que prevalecen las preguntas sobre la utilidad social de nuestro

    trabajo e incluso sobre el sentido de que la sociedad siga patrocinando desde lasarcas pblicas y privadas una actividad que tiene su origen y destinofundamentalmente en s misma, que implica la bsqueda del conocimiento sobre elpasado por s mismo, el arte por el arte en definitiva45. Ignacio Peir ha relacio-nado, en una de sus ltimas y siempre brillantes aportaciones, este escepticismoconturbado acerca del significado de la profesin no slo con las incertidumbresderivadas del presente de la disciplina, sino tambin con el rechazo de loshistoriadores espaoles contemporneos respecto a su propia tradicin46.

    De una tradicin por dos veces olvidada. La primera hora cero fue un

    fenmeno ms del holocausto general perpetrado por el Nuevo Estado nacido el1 de abril de 1939 que, con paradigmtica saa, propugn ngel GonzlezPalencia en su furor anti-institucionista en unos trminos que conviene recordarpara no olvidar qu planteamientos historiogrficos triunfaron en Espaa cuandoen Francia, por citar el ejemplo ms caracterstico e influyente de la renovacin,alumbraba la escuela deAnnales:

    Desbaratado el tinglado institucionista al dominarse la Revolucin paracuyo servicio se levantara pacientemente en el transcurso de varios lustros,habr el Estado espaol de resolver acerca de las piezas sueltas de aquel

    tinglado, construidas en su totalidad con dinero de la Nacin. La casa matriz,la escuela de nios que en la calle de Martnez Campos era el ncleofundamental de la secta, habr de sufrir la suerte de los bienes de todos

    44 FERNNDEZ-ARMESTO,F.,Eplogo, ob. cit., p. 266.45 CASPISTEGUI, F. J., Sobre el papel social del historiador..., p. 193.46 PEIR,I., Ausente no quiere decir inexistente: La responsabilidad en el pasado y en el

    presente de la historiografa espaola, Alcores, 2006, vol. 1, pp. 9-26 (Dossier sobre Las(s)responsabilida(es) del Historiador), p. 10.

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    aquellos que han servido al Frente Popular y a la Revolucin marxista. Comoen los das gloriosos imperiales, podra arrasarse la edificacin, sembrar de sal

    el solar y poner un cartel que recordase a las generaciones futuras la traicinde los dueos de aquella casa para con la Patria inmortal47.

    La segunda hora cero surgi con la Transicin. Peir la detecta en lacomplicidad de algunos profesionales con los miembros de la comunidad que leprecedieron, en el desarrollo de un territorio historiogrfico alejado de lacrtica contagiado por el virus del relativismo intelectual y que desde no hacemucho y no siempre mediante bufonadas extra-acadmicas48 est empeado entrivializar o negar la realidad del pasado de la guerra civil y el franquismo,mediante una valoracin igualitaria de los acontecimientos y las manifiestas teoras

    del caos, el desorden y la conspiracin republicana, no siendo ajeno tampoco alas inercias heredadas del modelo profesional franquista otra realidad no menosevidente del actual panorama historiogrfico espaol: la creciente politizacin dela historia y [...] el apasionado sentimiento de patrimonializacin particularista delpasado que ha invadido a la sociedad espaola contempornea49.

    Particularismo de los nacionalismos perifricos y particularismo del nacio-nalismo esencialista espaol que ha reavivado la difcil identidad de Espaa eimbricado la historia y la poltica con resultados a veces destacables, como hanadvertido Walter L. Bernecker y Sren Brinkmamm50. Pero, por lo general, esa

    confrontacin, reavivada por la misma derecha que ha alimentado la amnesia de

    47 PALENCIA,., La herencia de la Institucin Libre de Enseanza, en el libro colectivoUna poderosa fuerza secreta. La Institucin Libre de Enseanza, San Sebastin, EditorialEspaola, 1940, p. 273, quien tambin arremeti en esta misma obra contra El Centro deEstudios Histricos: En resumen, la obra del Centro result cara y sectaria, como todo lo quelleva el sello de la Institucin Libre de Enseanza, y sirvi para encaramar a las alturas a ciertospersonajes que se aprovecharon del esfuerzo de estudiantes y personas modestas, a quienesexplotaban con la sordidez del ms avaro editor, y a quienes a veces calificaban despectivamente,en lugar de agradecerles que, con el dinero de la nacin, les proporcionaran plumas para

    adornarse (ibdem, p. 196). De este libro existe una edicin digital disponible enhttp://www.filosofia.org/aut/ile (enero de 2008).

    48 Del estilo de la ultimsima Franco no aniquil a los rojos, los escarment, sentenciadapor un terrorista reinsertado en la nueva (?) derecha espaola y digital.

    49 PEIR, I., Ausente no quiere decir inexistente..., pp. 16-18. Vase tambin labibliografa citada en las notas 22 y 23, a la que ahora hay que aadir la muy reciente obra deBALFOUR, S., y QUIROGA, A.,La Espaa reinventada. Nacin e identidad desde la Transicin,Barcelona, Pennsula, 2007, en especial el captulo cuarto.

    50 BERNECKER, W. L. y BRINKMAMM, S., La difcil identidad de Espaa. Historia y polticaen el cambio de milenio, Ideas, 2005, vol. 1, disponible en http://www.ideas-heilbronn.org/artic.htm. (enero de 2008).

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    nuestra historia ms reciente, ha conducido ms a la metafsica que a la historia yno ha procurado sntesis lo suficientemente complejas como para recoger mni-

    mamente la pluralidad de una historia a la vez comn y diversa51

    . As lo hasealado Pedro Ruiz Torres en un artculo que termina evocando las peculiaridadesque la crisis de la historia presenta en Espaa. A ese primer rasgo aade otros tres:la escasez de estudios sobre economas, sociedades, sistemas polticos o culturasfuera de Espaa, ensimismamiento ste indudablemente conectado con laobsesin nacionalista que mucho antes el desaparecido Jos Mara Jovercalific de complejo de insularidad52; la falta de estudios metodolgicos ehistoriogrficos, salvo casos excepcionales y brillantes suficientemente conocidos,que tambin ha resaltado, como uno de los aspectos del panorama historiogrficoespaol, Juan Sisinio Prez Garzn calificndolo de viriatismo metodolgico,

    esto es, el individualismo en mtodos y temas de anlisis53; la ausencia de debatespblicos para recuperar la memoria histrica perdida, a diferencia de los ajustes decuentas democrticos que en otros pases de Europa se han llevado a cabo contra elfascismo y el comunismo, de tal modo que esa amnesia del pasado ms reciente noha impedido que en nuestro pas, como en otros, la fiebre de las conmemoracioneshaya convertido el pasado en terreno de atraccin para un jubileo constante54,alcanzado cotas excesivas y a veces grotescas. Julio Valden ya desbroz esacrtica cuando se refiri a los festivales histrico-patriticos, organizados porpolticos, que buscan ante todo sacar una rentabilidad a sus actuaciones55, y Jos

    Luis Corral, con mayor irona, ha comentado que:

    51 RUIZ TORRES,P.,La renovacin de la historiografa espaola: antecedentes, desarrollos ylmites, en ROMEO, M. C. y SAZ, I. (eds.),El siglo XX. Historiografa e historia, Valencia, Serveide Publicacions de la Universitat de Valncia, 2002, p. 74; las peculiaridades de la crisis de lahistoria en Espaa se tratan en las pp. 73-76.

    52 JOVER, J. M.a, Corrientes historiogrficas en la Espaa contempornea, en Onceensayos sobre la Historia, Madrid, Fundacin Juan March, 1976, recogido ahora enHistoriadoresespaoles de nuestro siglo, Madrid, Real Academia de la Historia, 1999, pp. 308-309.

    53 PREZ GARZN, J. S., El historiador en Espaa: condicionantes y tribulaciones de ungremio, en PELLISTRANDI,B.(ed.),La historiografa francesa del siglo del sigloXXy su acogidaen Espaa, Madrid, Casa de Velzquez, 2002, p. 414. Trabajo cuya lectura debe completarse conotro posterior e igualmente brillante y comprometido de este mismo historiador: Loshistoriadores en la poltica espaola, en CARRERAS ARES,J.J. yFORCADELL LVAREZ,C.(eds.),Usos pblicos de la Historia, Madrid, Marcial Pons Historia y Prensas Universitarias deZaragoza, 2003, pp. 107-144.

    54 RUIZ TORRES, La renovacin..., p. 76.55 VALDEN BARUQUE,J.,La Historia en Espaa. Historia Medieval, Revista de historia

    Jernimo Zurita, 1995, vol. 71, p. 27, volumen dedicado a La Historia en el horizonte del ao2000.

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    [...] y as, idiotas coronados como Carlos IV, sinvergenzas convulsoscomo Fernando VII o atolondradas soeces como Isabel II pueden pasar por

    obra y gracia del comisario de su correspondiente centenario a transformarseen grandes personalidades de Estado [...]56.

    Una de las ltimas sandeces en este sentido si se me permite el enfoquelocalista de esta observacin, que aun as me parece paradigmtica de lo que lahistoria significa para los polticos es la conmemoracin del milenario del Reinode Granada prevista por la Junta de Andaluca para 2013. En 1013, sin embargo, nipudo fundarse el califato an no haba desaparecido ni se fund reino alguno,sino que slo se produjo el asentamiento en la cora deIlbira de Zawi b. Zir, cuyanisba tribal dara nombre ms tarde, en torno a 1038, a la taifa zir, de corta

    existencia, pues desapareci ante el empuje almorvide; de modo que el verdaderoreino de Granada, como Estado de vasallo de Castilla, no naci como tal sino en1238. Pero, ciertamente, jugar con esta ltima fecha e incluso con la de 1038 aoen el que realmente se concret tan efmera entidad poltica significara aplazaren exceso el inicio de la superacin del dficit de infraestructuras que de maneracrnica padece la porcin oriental de Andaluca. Por lo que acaso convendraredactar la apreciacin antes citada de Julio Valden en trminos tales como que lahistoria puede ser inventada por los polticos para posponer sus actuaciones.

    El debate de los nacionalismos, por no salir del mbito historiogrfico, se ha

    manifestado sobre todo a propsito de la enseanza de la historia en los nivelesprimario y secundario57. Un debate que acaso es nuevo por esta orientacin, peroque ha existido desde que la historia se convirti en un saber social en el siglo XIX,y al que los historiadores, los grandes historiadores, nunca han sido ajenos comobien puede ilustrar el caso de tres de estos ltimos, Rafael Altamira, Marc Bloch y

    56 CORRAL LAFUENTE,J.L.,Historia y ficcin sobre la Edad Media, Aragn en la EdadMedia, 2004, vol. XVIII, p. 21.

    57 Recordar slo algunos trabajos recientes que lo han abordado, en los que se encontrarabundante bibliografa al respecto: el libro colectivo de PREZ GARZN, J. S.; MANZANO, E.;LPEZ FACAL,R. y RIVIRE,A.,La gestin de la memoria. La historia de Espaa al servicio delpoder, Barcelona, Crtica, 2002; varias de las aportaciones recogidas en CARRERAS ARES,J.J.yFORCADELL LVAREZ, C. (eds.), Usos pblicos de la Historia, FORCADELL, C.; PASAMAR, G.;PEIR I.;SABIO,A. y VALLS,R., Usos de la Historia y polticas de la memoria, Zaragoza, PrensasUniversitarias de Zaragoza, 2004; y el artculo, entre otros muchos de su vasta produccin sobreeste tema, de VALLS MONTS, R., La enseanza de la historia: entre polmicas interesadas yproblemas reales, en GMEZ HERNNDEZ, J. A. y NICOLS MARN, M.a E. (coords.),Miradas ala historia: reflexiones historiogrficas en recuerdo de Miguel Rodrguez Llopis, Murcia,Servicio de Publicaciones de la Universidad de Murcia, 2004, pp. 141-154.

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    Julio Valden58. El primero, convencido de que la sinceridad es lo ms fcil deperder en la historia, fij el verdadero fin de la enseanza de la historia en:

    la formacin de la personalidad del alumno, el despertamiento de suscualidades originales, representadas en la historia por el espritu crtico, elabsoluto respeto a la verdad y a lo real, la circunspeccin en el juicio y en lateora, el apartamiento de toda anticipacin no autorizada por la comproba-cin de los hechos [...]59.

    Marc Bloch, por su parte, dedic al menos dos artculos a un tema queconsideraba muy afn a los intereses deAnnales, digno de no quedarse en una meradiscusin profesional en crculos cerrados y en la que el profesor universitario

    pudiera interesarse por la enseanza secundaria

    60

    , mientras que, en La extraaderrota, confes sentirse inclinado a ser particularmente severo con la enseanzade la historia, por el presentismo con que los liceos hacan sus programas, por lacmoda complacencia en la que los enseantes tendan a instalarse en nidosconfortables y a aislarse en pequeas sociedades cerradas en las que no sepotencia el sentido de la corporacin, que no alienta ni la generosidad de espritu nila conciencia de ciudadano61. Y tampoco se olvid de pedir la reconstitucin deverdaderas Universidades divididas no en rgidas facultades que se consideran as mismas patrias estancas, sino en agrupaciones verstiles de disciplinas; y, des-pus, simultneamente a esta gran reforma, la abolicin de las escuelas especiali-

    zadas62.El hecho de que slo Altamira prestase una atencin concreta y amplia a la

    Universidad ilustra una realidad no menos evidente del debate social sobre laenseanza: la menor, por no decir ninguna, atencin que se presta al mbitouniversitario, algo que tal vez tenga mucho que ver con el aislamiento de unainstitucin que la sociedad percibe como lejana. El historiador alicantinocontempl adems ese problema con una actualidad de ideas, dicho sea al paso,que es tanto ms reseable en la medida que sus lcidas reflexiones han sidoolvidadas en los posteriores y muy recientes descubrimientos de mediterrneos

    58 VALDEN BARUQUE,J.,En defensa de la historia, Valladolid, mbito, 1988.59 ALTAMIRA,R.,La enseanza de la historia, Madrid, Akal, 1997 [1891 y 1894], pp. 88 y

    89.60 Acerca de los programas de historia en la enseanza secundaria (1921), y En favor de

    la renovacin de la enseanza histrica (1937, en colaboracin con L. Febvre), ambos en B LOCH,M.,Historia e historiadores, Madrid, Akal, 1999, pp. 297-299 y 300-320.

    61 BLOCH,M.,La extraa derrota, Barcelona, Crtica, 2003,pp. 150-151.62Ibdem, p. 205.

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    pedaggicos propios del tiempo de reformas al que estamos abocados, si noinmersos, en el futuro ms inmediato63. Y pienso en particular en la detallada

    mirada que dirigi, para escribir La enseanza de la historia, a la forma en questa se imparta en las Universidades de Estados Unidos, Rusia y los pases deEuropa Occidental, siguiendo, por tanto, una metodologa comparativa similar a laque ahora ha utilizado el amplio equipo que, en el mes de marzo de 2004 ycoordinado por Jorge Antonio Catal Sanz, redact elInforme para el diseo delttulo de grado de historia

    64, a partir del informe elaborado por el grupo deHistoria del Tuning Projectsobre la enseanza de la ciencia histrica en Europa65.Aunque no me resisto a aadir tampoco que la precocidad de Altamira no sloradica en sus propuestas pedaggicas, sino tambin en algunas de sus reflexionesde mayor calado terico a propsito, por ejemplo, del ensanchamiento de la nocin

    de fuente histrica y la relacin de la historia con otras ciencias (geografa,arqueologa, numismtica, derecho, etc.) a las que, segn apostill, no cabe mirarcomo ciencias auxiliares, sino como ciencias de objetos histricos; la necesidadde divulgar el conocimiento histrico; y el principio en que debe basarse laenseanza de primer grado y que no es otro que el de trasmitir la idea del cambiode las cosas y hacer palpable la diferencia de las pocas en civilizacin y carcter,como unos aos ms tarde, en 1921, volvera a recordar, con mayor xito deaudiencia, Marc Bloch: La historia es esencialmente el conocimiento delcambio, de tal modo que la comprensin de las diferencias en el tiempo [...]

    tambin debe servir para ayudarnos a apreciar las diferencias en el espacio66

    .La reforma de la enseanza de la historia en la Universidad debera ser un

    instrumento de primer orden para superar las incertidumbres que afectan a nuestradisciplina y a nuestro oficio. Pero el camino emprendido parece ms orientadohacia la innovacin pedaggica, necesaria sin duda y no exenta de ser contempladadesde modelos alternativos y nunca neutros como bien ha analizado Carlos Barros,

    63 As lo ponen de manifiesto, en su Presentacin al sugerente libro de Altamira,Raimundo Cuesta y Juan Maines (ALTAMIRA,R.,La enseanza de la historia, p. 9).

    64 Convertido, en 2005, en Libro blanco del Ttulo de Grado de Historia por la ANECA;disponible en la http://www.aneca.es/activin/docs/libroblanco_jun05_historia.pdf. (enero de2008)

    65 GONZLEZ, J. y WAGENAAR,R. (eds.), Tuning Educational Structures in Europe. FinalReport. Phase One, Bilbao, Universidades de Deusto y Groningen, pp. 147-159; disponible enhttp://www.relint.deusto.es/TUNINGProject/documentos/Tuning_phase1/Portada_listapart_mapa_indice%20page1a16.pdf. (enero de 2008).

    66 BLOCH,M.,Acerca de los programas de historia..., pp. 298-299.

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    que no hacia los contenidos67. Este ltimo olvido, a decir verdad, no es nuevo yacaso sea un reflejo ms del conservadurismo y la rutina que, por concretar a la

    nuestra el diagnstico que Georges Duby hizo de la francesa68

    , caracteriza a laUniversidad espaola, en especial a la hora de abordar las reformas de los planesde estudio69, con los resultados negativos a que se llega de manera irremediable. Yen este punto se me permitir reproducir la reflexin de Miguel ngel Ladero, quesuscribo en su totalidad porque es la misma idea que, de palabra y en diversosforos acadmicos, yo mantengo desde hace tiempo70:

    Pensemos, por un momento, en algunos planes de estudio universitariosactuales y slo en lo tocante a la Historia, aunque mis observaciones podrantal vez aplicarse a otros mbitos. Est claro que en ellos se ha producido una

    prdida de visin global y un deterioro de los criterios de jerarquizacin einterrelacin de conocimientos. Tambin lo est que la multiplicacin deasignaturas-migajas, que consumen de ocho a quince semanas de docencia yexmenes, produce una falta real de tiempo para el estudio reflexivo y laasimilacin y, al mismo tiempo, una tensin muy fuerte en los alumnos antela multiplicidad de los frentes de aprendizaje, la inminencia constante de losexmenes y la exigencia de mantener una competitividad elevada en laformacin de curricula. Se dira que el plan de estudios se presenta comouna especie de supermercado del saber que funciona en rgimen de autoser-

    67 BARROS,C., Propuestas para el nuevo paradigma educativo de la historia, disponible en

    http://www.h-debate.com/cbarros/spanish/articulos/nuevo_paradigma/npeducativo.htm. (enerode 2008). Versin escrita y ampliada de la ponencia presentada en el Seminari InternacionalTaula dHistria: El valor social i educativo de la histria, organizado por el Departament deDidctica de les Cincies Socials, Universitat de Barcelona, 9 de julio de 2007. Vanse tambinlas pginas que al tema de la renovacin pedaggica y a la experiencia concreta de los talleres dehistoria y sus orgenes se dedican en el libro ya citado de CORRAL, J. L.; GARCA HERRERO, C.; yNAVARRO, G., Taller de historia..., pp. 39 y ss. y 147-157.

    68 DUBY,G.,La historia contina, p. 70.69 En sentido contrario, cabra recordar, siquiera sea como un ejemplo de que las cosas

    pueden ser y hacerse de otra manera, lo que ha recordado Richard J. Evans a propsito delimpacto que en su da tuvieron las famosas conferencias de Edward H. Carr: inauguraron unlargo y cada vez ms apasionado debate entre los historiadores de su propia universidad,Cambrigde, que cinco aos ms tarde se concret en los primeros pasos provisionales hacia unareforma del plan de estudios universitario de historia de acuerdo con estas lneas (E VANS,R.J.,Prlogo, ob. cit., p. 26).

    70 Hasta el punto de que, sin conocer todava la experiencia relatada por Evans en la notaanterior, la ltima vez que tuve el honor de procurar la invitacin de Georges Duby a la Facultadde Filosofa y Letras de la Universidad de Granada fue despus de que publicara La historiacontina y con la ilusa pretensin de que pudiera iluminarnos ante la inminente y ensimareforma del plan de estudios!

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    vicio: toda apetencia superficial de curiosidad quedar satisfecha, perocualquier afn de saber resultar frustrado casi inevitablemente porque se han

    cegado los canales maestros que conducan a l71

    .Y unas pginas antes recordaba que

    lo propio del profesor universitario [...] no es slo el saber, la creacinde ciencia, sino el arte de comunicarla con las tcnicas precisas y, sobre todo,con una vocacin para hacerlo que nos lleve a aceptar algo en lo que nadapuede sustituir al imperativo moral: que ensear es lo primero, aun a sabien-das de que no siempre es lo ms importante para nosotros profesional ocientficamente. Equilibrar los deberes de investigacin, estudio y enseanza

    es un ejercicio dificilsimo para el que no suele haber muchas ayudas exterio-res y que mantiene al profesor universitario en estado de constante insatis-faccin, pero as debe de ser porque las alternativas son o bien la acomoda-cin excesiva o bien el desnimo destructor72.

    Las reflexiones de Juan Sisinio Prez Garzn, cuando habla de las tribula-ciones que afectan al historiador en Espaa73, no slo inciden en esta misma ideasino que incluso la refuerzan:

    [...] la docencia est infravalorada en una doble dimensin. Por unaparte, por la ruptura existente entre la universidad y el resto del sistemaeducativo; y por otra parte, por la propia desvalorizacin en el seno de launiversidad cuando a la enseanza se la califica oficiosamente como cargadocente [...] mientras que la investigacin es lo que otorga prestigio ymritos74.

    71 LADERO QUESADA,M..,Prembulo: algunas reflexiones breves sobre la Historia, ensu reciente libro recopilatorio Pases y hombres de la Edad Media, Granada, EditorialUniversidad de Granada, 2007, pp. 17-18.

    72Ibdem, p. 12.73 Para decirlo en pocas palabras, pueden resumirse en las siguientes: hiperespecializacin

    investigadora que se asla en crculos desconectados, proclamacin huera de la interdiscipli-nariedad, incomunicacin entre etapas histricas, y es que, en definitiva, la actual estructura delpoder universitario -remacha- fomenta la compartimentacin del conocimiento porque est basadatanto en las lealtades y jerarquas institucionales como en las rivalidades personales y en lascomodidades de nuestra condicin de funcionarios (PEREZ GARZN, J. S., El historiador enEspaa..., pp. 415-419.

    74Ibdem, pp. 417-418. Tambin Felipe Fernndez-Armesto cifr en la incomunicacin dela Universidad con el resto del sistema educativo uno de los peros de la situacin actual de laHistoria: hemos olvidado cmo defender con xito el lugar privilegiado de la historia en el

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    dano Pierre Vilar. Los miembros de muchos gobiernos, tambin piensan,como Vilar, que la enseanza de la historia es un tema importante. Si no lo

    pensaran no hablaran tan a menudo de la necesidad de reformarla y de incidiren ella. Ahora bien, el prototipo de profesor de historia imaginado por losministros de educacin se parece muchas veces al prototipo de historiadorreivindicado por Aron y denunciado por Valry y es muchas veces la imageninversa del prototipo ideal de historiador de Marc Bloch y Pierre Vilar78.

    Y no menos necesario me parece terminar con ese desmigajamiento al quehaca referencia Miguel ngel Ladero. Yo he clamado tambin contra l y sigoclamando todos los das cuando observo que y aqu el trmino es ms quepreciso la carga discente de mis alumnos, de nuestros alumnos, se desparrama a

    lo largo de toda la jornada, atrapndolos en el aula y alejndolos de la hemerotecay de la biblioteca, cuyo uso continuado y nocturno en poca de exmenes no dejade parecerme una imagen desoladora, siquiera sea porque los folios de apuntessuplantan en las mesas de lectura a los libros. Adems, esa fragmentacincurricular, no desdice en la prctica la creencia generalizada en la unidad de lahistoria tal como la formul Lucien Febvre en 1941 a los alumnos de la EscuelaNormal Superior de Pars79? Cuando programamos como asignaturas optativas yhablo de lo que conozco ms cercanamenteuna Historia Social y Econmica dela Edad Media: Historia Urbana e Historia Rural, una Historia de la CulturaMedieval, una Historia de la Iglesia en la Edad Media (cuya aberranteoptatividad yo comparo a que en la carrera de Medicina tuviese esa mismaconsideracin la asignatura de Anatoma), qu contenidos quedan para esatodava mal formulada Historia Medieval Universal (sic)?No estamos buscandoen esa absurda inflacin la forma menos idnea para mantener crditos palabrejade resonancias bancariasy dedicacin, sin pensar que sta puede garantizarse conel desdoblamiento de grupos y la organizacin de seminarios que profundicen en

    78 CONGOST, R., Una funcin social del historiador: pensar histricamente, en COHENAMSELEM,A.y PEINADO SANTAELLA,R.G.,Historia, historiografa y ciencias sociales, Granada,

    Editorial Universidad de Granada, 2007, p. 274. En este mismo sentido, Jos L. Corral traslada lapregunta que se hicieron al iniciar su Taller de Historia: Interesa a los grupos polticos yeconmicos dominantes [...] que la inmensa mayora de la humanidad acceda al conocimiento delpasado, que sepa discernir sobre las verdades y las mentiras, que aprenda a desprenderse de lostpicos culturales que le han sido falseados durante siglos, o que entienda los mecanismos depoder que rigen el presente a partir del estudio del pasado? (CORRAL, J. L.; GARCA HERRERO,C.; y NAVARRO, G., Taller de historia..., p. 15).

    79 [...] lo primero que debo deciros es que, hablando con propiedad, no hay historiaeconmica y social [...]. Hay la historia sin ms, en su unidad. La historia que es, por definicin,absolutamente social (FEBVRE,L.,Vivir la historia. Palabras de iniciacin,enCombates por lahistoria, pp. 38-40).

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    los contenidos enunciados por esas asignaturas-migajas? Seremos capaces desolucionar este problema en los futuros planes de estudio? Por lo pronto, la Ficha

    tcnica de propuesta de ttulo universitario de grado de historia contemplada porel real decreto 55/2005, de 21 de enero, distingue ya laHistoria de Espaa y delMundo Hispnico, la Historia de Europa y la Historia Universal. Lo que noes poco para iniciar el camino. Un camino, por otra y decisiva parte, en el que nodebemos olvidar esta advertencia de Manuel Gonzlez Jimnez: se debe huir delpeligro de subordinar la ciencia y su enseanza a la cambiante productividadinmediata del mercado laboral y a sus intereses80, cuyas consecuencias en lasUniversidades britnicas ha esbozado recientemente Peter Mandler81.

    En este mismo trabajo, el historiador britnico ha planteado cuestiones dignas

    de reflexin, por cuanto se salen de los tpicos que muchas veces se repiten porinercia, acerca de lo que deben ser y no ser las responsabilidades del historiador.Los historiadores deberan huir, segn l, del presentismo que no aleja la miradams all de medio siglo82, buscar y defender no las similitudes del pasado recientecon el presente, pues ello conducira a recetas simplistas propias de la creencia deque la historia se repite y de que recordar los crmenes del pasado nos rearmacontra su repeticin; y ser conscientes tambin de que su funcin no es ni la deproveer a la sociedad de una brjula moral, ni ser su juez y su jurado, nidecirnos quines somos, ni siquiera ser un buen ciudadano del Estado ynacin en que trabajan, ni proveer a las efmeras demandas del mercado. Locual, sin embargo, no es un argumento para que la historia permanezca en unatorre de marfil, despegada de la sociedad, cultivando una neutralidad falsa83.

    80 GONZLEZ JIMNEZ, M., Sociedad Espaola de Estudios Medievales. Informe tcnicosobre la tabla de perfiles/competencias enviada por el grupo de trabajo financiado por la ANECApara la elaboracin de un libro blanco sobre la reforma de la titulacin de historia, en Libroblanco del Ttulo de Grado de Historia, p. 127, disponible en la pgina web citada en la nota 65.

    81 MANDLER, P., La responsabilidad del historiador,Alcores, 2006, vol. 1, p. 57.82 Marc Bloch consideraba un pecado contra el espritu histrico la excesiva atencin que

    los programas de enseanza secundaria concedan a la historia contempornea, que podra pareceras como una especie de creacin ex nihilo que en nada se vincula con todo lo que le haprecedido; es decir, como un fenmeno que no tiene explicacin y rompe la nocin deevolucin histrica (BLOCH,M., Acerca de los programas de historia..., pp. 297-298. CarlosMartnez Shaw ha detectado tambin no hace mucho los tres enemigos fundamentales de lahistoriografa actual en el presentismo, el reduccionismo y el localismo, que acechan, vivenacantonados y estn infiltrados respectivamente en las instancias educativas oficiales, en losniveles inferiores de la enseanza y en los niveles medios y superiores de la misma (MARTNEZSHAW, C., La historia total y sus enemigos en la enseanza actual, en CARRETERO,M.y VOSS,J. F. (comps.),Aprender y pensar la historia, Buenos Aires, Amorrortu, 2004., pp. 25- 46).

    83 MANDLER, P., La responsabilidad del historiador,passim.

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    He aqu enunciada, con las matizaciones oportunas, una vieja aspiracin delos historiadores: la divulgacin, como parte esencial de nuestro compromiso

    profesional, del saber histrico, que, como precis Rafael Altamira, no es algosuperfluo que puede ser eliminado sin perjuicio alguno de la educacin de loshombres, tanto ms cuanto que, aada el historiador alicantino pensando enconcreto en la leyenda negra de Espaa,

    el saber vulgar de la Historia de un pueblo o de la Humanidad entera[...] ha sido utilizado constantemente por los intereses polticos y econmicosque actan como directores en cada pueblo, o buscan dentro de l laformacin de una corriente que les ayude a vencer84.

    Empezando por sta, el inventario de citas sobre el mismo propsito o suaplicacin prctica sera casi interminable. Por eso recordar slo a los historia-dores que mejor conozco y admiro. Entre los medievalistas, a Marc Bloch, cuandopidi perdn en plural por haber preferido recluirnos en la tranquilidad timoratade nuestros talleres y no haberse atrevido, en la plaza pblica, la voz que grita, alprincipio en el desierto85; a Georges Duby, que fue consciente de que para unbuen historiador hay que tener los ojos abiertos ante la propia poca, pues lahistoria neutra, la que se escribe encerrndose en las bibliotecas, siempre esapagada y dulzona86; a Miguel . Ladero, para quien es necesario encontrar elsentido y el valor profundo de nuestra profesin en el deber de proporcionar

    conciencia histrica a nuestros contemporneos87; sin olvidar a Julio Valden,que nunca ha dudado en saltar a la arena pblica para defender la historia,convencido de que sta es un arma poderosa a favor de la lucha por laracionalidad, la tolerancia y la libertad y un vehculo adecuado para la forja deuna concepcin progresista del mundo88. Y cmo no recordar a Pierre VidalNaquet, para quien su oficio de historiador tena ms de subversin que deconformismo y por eso nunca rechaz el espritu militante, condenando eso s elespritu partidario a sabiendas de que no hay una sola sino varias verdades?89. Oesta sincera reflexin de Josep Fontana:

    84 ALTAMIRA, R., Valor social del conocimiento histrico, pp. 12-16.85 BLOCH,M.,La extraa derrota, pp. 163-164.86 DUBY, G.,Dilogo sobre la historia..., p. 206.87 LADERO QUESADA,M..,Prembulo: algunas reflexiones breves sobre la historia, p.

    43.88 VALDEN BARUQUE,J.,En defensa de la historia, p. 6.89 SCHMITT PANTEL, P., Pierre Vidal-Naquet, en SALES,V.(coord.),Los historiadores, pp.

    339-356.

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    [...] una buena parte de mis colegas [...] han acabado por cerrar lasventanas de la Academia para aislarse del viento que sopla en la calle y han

    optado por sobrevivir en un reducto pleno de libros, escribiendo sobre todopara su propia tribu y convirtiendo en virtud el hecho de ignorar un mundoque, en justa compensacin, los ignora cada vez ms90.

    Reflexin, adems de sincera, o quizs por eso mismo, que resume losobstculos que se oponen a la divulgacin de la historia que escribimos en lasUniversidades, esas instituciones que, a pesar de todo, se han convertido en loslugares en los que es posible practicar con mayor facilidad una historia crtica [...]que puede sernos de utilidad en la sociedad contempornea91. La constatacin delgran historiador britnico hace acaso ms dolorosa la situacin a la que nos ha

    conducido la evaluacin de la actividad investigadora desde que estamosembarcados por una original derrota sindical de la que ya nadie se acuerda en loque, en un artculo periodstico, he denominado un atracn de calidad92. Pues,sin dejar de reconocer que la medicin de la calidad es una exigencia que se derivade la propia concepcin del saber humano, que es jerrquico por naturaleza, o notendran sentido ni el aprendizaje ni la investigacin, acaso no nos conduce a eseencerramiento tribal el hecho de que uno de los criterios fijados por la comisinde Historia y Expresin Artstica93 fije la no toma en consideracin de loslibros de texto, apuntes, obras y diccionarios de divulgacin o artculos deopinin? Toda una lindeza que rivaliza en cuanto tal con ese otro criterio de quese considerarn especialmente relevantes aquellos [trabajos] que no estnpublicados por la misma institucin en la que trabaja el investigador, salvo questa satisfaga los criterios especificados en el Apndice 1, salvedad de la que

    90 FONTANA, J., Actualidad de Pierre Vilar, actualidad del marxismo, en COHEN, A.,CONGOST, R. y LUNA, P. F. (coords.), Pierre Vilar: una historia total, una historia en cons-truccin, Granada, Editorial Universidad de Granada y Servei de Publicacions de la Universitat de

    Valncia, 2006, p. 19.91 HOBSBAWM, E., Qu puede decirnos la historia sobre la sociedad contempornea?(1997), en Sobre la historia, pp. 50-51.

    92 Grard Noiriel recoge tambin la inquietud y el descontento de los historiadores francesesante los sistemas de evaluacin seguidos en el pas vecino (NOIRIEL,G.,Sobre la crisis..., pp. 30-31).

    93 Denominacin que debera descalificar a su inventor para ejercer toda responsabilidad eneste campo, con la penitencia aadida de que se leyera el reciente y muy interesante por lasolidez de su anlisis y la racionalidad de sus propuestas Libro blanco de la investigacin enhumanidades, elaborado por la FECyT, y disponible en http://www.fecyt.es/fecyt/docs/tmp/-1054915226.pdf. (enero de 2008).

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    parecen exentas las editoriales de prestigio citadas poco antes y que todo elmundo identifica con las editoriales privadas94.

    Afortunadamente algo ha comenzado a cambiar. El mencionadoLibro blancode la investigacin en humanidades recoge ideas muy plausibles. As, la afirma-cin de que este mbito investigador, con escaso peso relativo en la financiacinpblica, nula en la privada y escasamente representado en el CSIC, desempea unafuncin social importante; la sensibilidad de que la investigacin y tambin, enconsecuencia, su sistema de evaluacin en este campo ofrece peculiaridades ydiferencias importantes respecto a otras reas de investigacin cientfico-tecnol-gica, as como de las difusas fronteras epistemolgicas entre las humanidades y lasciencias sociales, hecho que resulta particularmente manifiesto en la historia; la

    conviccin de que las humanidades proporcionan otro tipo de conocimiento quetambin contribuye a la calidad de vida de la ciudadana, porque son depositariasdel legado social en sus diversas formas y porque contribuyen a establecer elcanon social de comportamiento; o, por ltimo, esta enjundiosa apreciacin de ladivulgacin:

    Los investigadores en Humanidades han de efectuar un esfuerzo yasumir como parte de su tarea la comunicacin de los resultados de susinvestigaciones, y no slo a sus colegas acadmicos a travs de revistas yotras publicaciones especializadas, sino a la sociedad en su conjunto y a

    colectivos sociales especficos particularmente interesados en esos temas,incluidos los mbitos locales. La proyeccin social de la investigacin enHumanidades es necesaria, aunque no todos los investigadores tienen queocuparse de dicha tarea. Algunos consideran que la divulgacin carece derigor, sobre todo si se hace en medios de comunicacin. Otros renuncian ahacerla porque asumirla implica una inversin importante de tiempo yenergas, o porque acadmicamente no est reconocida. Pese a ello, es uncomplemento indispensable de la actividad investigadora en Humanidades.

    94 Es un ataque en toda regla a la edicin universitaria que produce hilaridad si nos paramosa pensar en que si esos criterios fuesen exportados al Reino Unido y a los Estados Unidos losprofesores de Cambridge y Harvard rehusaran publicar en Cambrige University Press y HarvardUniversity Press para no ser tildados de beneficiarios de prcticas endogmicas. Como tambin enmi opinin es una injusticia despreciar la edicin universitaria acusndola de que se nutre en granparte de las tesis doctorales, cuando stas marcan el umbral de la capacidad investigadora y hansido juzgadas por un tribunal, hecho que, por s solo, es ya un filtro de calidad. A no ser, claroest, que no se crea en ellas como de hecho se patentiz en la mayoritaria denegacin del primertramo de investigacin, en el que la gran aportacin era precisamente la tesis doctoral.

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    La divulgacin del conocimiento ha de realizarse desde el rigor de lainvestigacin previa. La capacidad o potencialidad manipulativa de algunos

    de estos argumentos (fundamentalmente todos aquellos que tienen que vercon la identidad y la memoria, con la construccin de la identidad y lalegitimacin de procesos identitarios) as lo exige. Buscar lenguajes y vas decomunicacin que hagan accesibles los resultados de la investigacin alpblico en general es un reto importante, al que muchos especialistas enHumanidades suelen responder adecuadamente.

    Divulgacin no es sinnimo de trivializacin. La presencia de lainvestigacin en Humanidades en la sociedad pasa no slo por la presentacinde resultados sino por mostrar el valor mismo del proceso de investigacin y

    su funcin social95

    .En estos tres prrafos resuenan casi todas las ideas expuestas y argumentadas

    por Manuel Barrios Aguilera en un penetrante artculo publicado precisamente enuna revista de divulgacin cultural, que edita la Universidad de Granada y que,desde su fundacin en 1999, siempre ha acogido en sus pginas interesantestrabajos e incluso dossieres temticos de historia. Pero en l evoca tambin lasrazones que hacen renuente al historiador profesional a la divulgacin,

    pues, no siendo fcil trazar una frontera ntida entre la buena y la mala

    en el marasmo publicstico que nos asola, se corre el riesgo de ser confundidocon lo peor de cada casa. Es decir, con esa fauna que forman al unsonoperiodistas sin vocacin y sin norte y, lo que es peor, animadores culturales,autoproclamados redentores de pequeas patrias, que bajo el disfraz de suapasionado amor a lo nuestro apenas ocultan su sed de notoriedad y domi-nacin. Unos y otros tienen algo en comn, la falta de preparacin historio-grfica y tcnica y la sobra de atrevimiento, en el fondo coartada que lespermite saquear, sin reparo ni respeto, el esfuerzo de cualquier historiadorantiguo o moderno en la fabricacin de engendros miscelneos casposos ysedicentemente emocionales, revoltijos indiscriminados de temas y datos sin

    orden ni jerarqua. Quizs es que nadie les ha explicado que toda obrahistrica, por modesta que sea, debe implicar un discurso, que es mucho msque precocinar noticias, en realidad curiosidades y ancdotas, tomadas deaqu o de all, para lectores incondicionales y subinteligentes. Desde estaperspectiva, quizs no extrae tanto que muchos historiadores acadmicos y

    95Libro blanco de la investigacin en humanidades, p. 47 y supra, passim, para lasrestantes apreciaciones recin comentadas.

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    ahora hablo de los buenos se sientan incmodos ante la posibilidad desemejantes compaas y que hagan cuanto puedan por marcar las diferencias

    replegndose a su trabajo de investigacin pura y dura, pues tambin a esossubproductos, en una peligrosa perversin del lenguaje, se les suele llamarhistoria96.

    Felipe Fernndez-Armesto ha comentado de manera no muy distinta a la delhistoriador granadino la relacin del historiador con los medios de comunicacin de la que yo particularmente no guardo tampoco muy buenos recuerdos97 apropsito de su experiencia en la serie televisiva Millennium, basada en unos desus libros:

    Sobre la base de experiencias como stas, no creo que en la actualidadtengamos la relacin adecuada con el enormemente poderoso e influyentemedio de la televisin. Esto es sintomtico de una crisis ms general, quesepara a la profesin histrica del pblico. Sin embargo, por qu deboquejarme? Si, como insist arriba, la historia es algo que todo el mundo puedehacer, entonces los directores de televisin pueden hacerla y sus audienciaspueden hacerla; los que bautizan a los muertos y los guardianes delpatrimonio nombrados por s mismos pueden hacerla. Los historiadores soninnecesarios. Mi respuesta a eso es que, aunque cualquiera pueda hacerla, laspersonas privilegiadas por su profesin para hacerla a todas horas y que se les

    paga por ello las personas con acceso privilegiado a las fuentes tienen unacierta obligacin de asesoramiento, incluso de liderazgo. En la actualidad,creo que, al menos, nos enfrentamos a una oportunidad perdida y quizs, en elpeor de los casos, a una responsabilidad fallida98.

    Menos pesimismo se adivina en la propuesta de Juan Sisinio Prez Garzn.Segn piensa, el oficio de historiador, contemplado desde la perspectiva univer-sitaria, puede revitalizarse reforzando en primer lugar la relacin con nuestroscolegas de enseanza primaria y secundaria, pero tratando tambin, de manera

    96 BARRIOS AGUILERA,M.,Sobre la novela histrica y la historia novelada, El fingidor.Revista de cultura, 2007 (enero-junio), vol. 31-32, pp. 36-37.

    97 El ltimo de ellos es el de haber desaparecido en el montaje final del reportaje que latelevisin autonmica de Andaluca hizo con motivo del quinto centenario de la muerte de Isabella Catlica, quizs por mi empecinamiento en hablar de procesos histricos (en particular, el quese inici en el reino de Granada a partir de 1492) y no del carcter de la reina, que parecadespertar mayor inters en la periodista que me entrevistaba, la cual tampoco crea que la cuestingranadina concordara con la visin general que persegua.

    98 FERNNDEZ-ARMESTO, F., Eplogo, ob. cit., pp. 284-285. Del libro referido existetraduccin espaola:Millennium, Barcelona, Planeta, 1995.

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    simultnea, de encontrar frmulas de conexin con los profesionales de losmedios de comunicacin de masas, autnticos intermediarios de las demandas

    sociales y decisivos divulgadores de historia frente a lo que se ensea en el sistemaeducativo. Pero no tanto, matiza, con la intencin de suplantarlos, sino paratransmitir lo que acaparamos en estrechos circuitos de especializacin, lo que enel fondo significa reconocer que en la actualidad los conocimientos sociales setransmiten ms mediante puntos de informacin y formacin que se encuentranfuera de las aulas99.

    El problema que acabo de abordar conduce a otro que no le es ajeno: el de loshistoriadores no profesionales, que es tanto como decir no pertenecientes a lasplantillas universitarias, porque algunos ciertamente pueden haberse formado en la

    Universidad. Qu actitud debe adoptar el historiador profesional hacia ellos? Larisa y el desprecio con que, como ha recordado Denis Crouzet, los trat LucienFebvre, que los consideraba historiadores novelescos, espritus brillantes yrpidos que surgen para pretender entender de una tacada lo que a otros les exigetoda una vida y consiguen fascinar con demagogia y demasiada facilidad a lamuchedumbre ingenua con sus grandes teoras o con la artificialidad de susrelatos?100 La condescendencia que hacia ellos ha mostrado Krzysztof Pomian,para quien lo contrario sera un acto vano y arbitrario, dado que, en nuestrassociedades democrticas, la definicin del contenido y de las fronteras de lahistoria no es tarea exclusiva de los historiadores profesionales?101 O la actitudvigilante que acaba de aconsejar Jean-F. Chanet contra las formas militantes deapropiacin particularista del pasado y la falsificacin que amenaza sobre todo ala historia contempornea mbito en el que, sin entrar en ningn tipo devaloracin, Krzysztof Pomian ve tambin el terreno preferido de los historiadoresno profesionales, ante la innegable realidad de que, en nuestros das, lacobertura meditica apenas deja algunos intersticios a las expresiones elabora-das del razonamiento crtico?102. En Espaa, donde algunos de esos historiadoresno profesionales parecen inspirados por el dictum de John Locke segn el cualtodo historiador es un mentiroso103, el espantajo falsario, jaleado desde las

    99 PREZ GARZN,J.S.,El historiador en Espaa..., p. 417.100 CROUZET,D.,Lucien Febvre, en SALES,V. (coord.),Los historiadores, p. 76.101 POMIAN,K.,Lirrductible pluralit de lhistoire, Le Dbat, 1999, vol. 104, pp. 171-

    178, traducido ahora (La irreductible pluralidad de la historia) en Sobre la historia, pp. 249-253.

    102 CHANET,J.-F.,El desencanto de la gran nacin, p. 100.103 Procedente del Ensayo sobre el entendimiento humano y citado por Jos L. Corral

    (CORRAL, J. L., GARCA HERRERO, C. y NAVARRO, G., Taller de historia..., p. 277).

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    RAFAEL G.PEINADO SANTAELLA

    EDAD MEDIA.Rev. Hist., 9 (2008), pp. 157-192 2008. Universidad de Valladolid.

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    combativas y bendecidas tribunas neoconsonservadoras, est reinventando nuestropasado ms reciente o invitando a su olvido, en el caso de los lderes polticos que

    ahora defienden un pacto constitucional que en su da aceptaron a regaadientesLas citas en tal sentido daran para un libro, pero valga, como botn de muestra, larespuesta de Manuel Fraga Iribarne a la periodista Mara Antonia Iglesias cuandosta le pregunt por la ley de la Memoria Histrica: Aqu hubo una amnista, yamnista quiere decir no solamente mutuo perdn, sino mutuo olvido. Amnistaquiere decir amnesia, y eso, insisto, quiere decir olvidar, olvidar (diario El Pas,12 de agosto de 2007); repuesta que mereci sendas rplicas, publicadas en elmismo peridico respectivamente tres y cuatro das despus: una de Emilio Lled,segn la cual de la misma manera que el experimentado poltico pontifica que,sobre la memoria de este pas, hay que olvidar, olvidar, uno podra pontificar, tal

    vez con ms razn: Recordar, recordar; la de Jos Beneyto recuerda los motivosdel lder derechista para invocar la amnesia y concluye que no hay identidad sinmemoria y renunciar a la memoria democrtica como pretenden los heredo-franquistas, sera, mal que le pese al antiguo ministro de Franco, debilitargravemente los principios y valores de la democracia espaola 104.

    Segn los informes que sobre el comercio interior del libro publica la Federa-cin de Gremios de Editores de Espaa105, algunos de los libros animados por talrevisionismo o salidos de la pluma de sus jaleadores aunque se refieran a pocaspretritas y de temtica tan diversa que ofrecen un argumento que desdice laobservacin expresada por Krzysztof Pomian106 se sitan entre los ms vendidos.Lo cual acaso se corresponda con otros resultados estadsticos que puedenconsultarse en las encuestas sobre la Percepcin Social de la Ciencia y laTecnologa en Espaa que, en 2002 y 2004, ha publicado la Fundacin Espaolade Ciencia y Tecnologa107:

    En la primera, la historia era la disciplina cientfica menos valorada(2,66), por encima de estudios de mercado (2,59), ndices econmicos(2,54) y la bolsa (2,41); en la segunda, superaba el umbral de regular (3,05),

    pero ocupaba el ltimo lugar, a distancia siempre de la ms valorada, la

    104 DiarioEl Pas, de 12, 15 y 16 de agosto de 2007.105 Disponibles en http://www.federacioneditores.org. (enero de 2008)106 La historia universitaria es incomparablemente ms amplia que la historia no

    profesional tanto en el tiempo como en el espacio, y se interesa por un nmero mayor de objetos(POMIAN,K.,La irreductible pluralidad de la historia, p. 253.

    107 Ambas estn disponibles en http://www.fecyt.es/fecyt/docs/tmp/-1827045103.pdfe dem/1596481055.pdf. (enero de 2008).

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    LA ESCRITURA DE LA HISTORIA Y EL OPTIMISMO HUMANISTA

    EDAD MEDIA.Rev. Hist., 9 (2008), pp. 157-192 2008. Universidad de Valladolid.

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    medicina (4,62 y 4,43)108, y en ambas la historia quedaba peor parada sicabe en el universo de jvenes y ad