Perfil del apóstol de hoy

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    Jacques Loew

    Perfil del apstol de hoy

    Como si viera al Invisible (Hb 11, 27)

    1966

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    (CONTRAPORTADA)

    Perfil del apstol de hoyJacques Loew

    Convertido a los 25 aos, alternativamente y a veces al mismotiempo cargador de muelle y cura prroco, ocupado desde 1941 en lastareas de catequesis misionera, responsable de la Misin Obrera de SanPedro y San Pablo, el sacerdote obrero Jacques Loew, ante la herida

    originada por la incredulidad, se pregunta: qu tipo de apstol dar hoyDios al mundo? Cmo situarse a la altura requerida para tener amor a estemundo y a sus glorias y no dejarse arrollar por l? Cmo semejarse a ly ser diferente? Empearse a fondo y manifestar que Dios es el soloAbsoluto?

    Para esta urgente labor San Pablo se muestra el maestro ms actual.

    Partiendo de la frase de san Pablo: Como si viera al Invisible,

    persever firme en su propsito (Heb 11, 27), el autor elabora su libro. Entorno a esta idea giran sus pensamientos y conclusiones. Pretende devolvera la palabra apstol su riqueza y grandeza, su nitidez y vigor y, por lomismo, planta jalones irremovibles en el itinerario de los apstoles de hoy, porque la palabra apostolado va vinculada hoy da a tantas realidadesdiversas, que corre el riesgo, a los ojos de muchos y aun de los mismosapstoles, de perder su genuino sentido.

    Una obra nacida de la experiencia de un autntico apstol de masas.

    Uno de los cincuenta mejores libros seleccionados en Francia en 1964.

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    Nihil obstat:

    P. Antonio Roweda. SVD, Censor

    Imprimatur:

    Lic. Juan Ollo, Vicario General

    Pamplona, 13 de Abril de 1966

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    NDICE

    PRLOGO...................................................................6

    PARTE PRIMERA..........................................................8

    EL LLAMAMIENTO DEL EVANGELIO...............................8

    1. ELHOMBREDELAFE, DELAESPERANZAYDELAPOBREZA...........................92. EVANGELIZAR............................................................................143. ELLLAMAMIENTO.........................................................................194. LAPRESENCIACRECIENTEDEL SEOR.................................................285. ELENVOALOSPAGANOS..............................................................35

    PARTE SEGUNDA.......................................................43

    LOS RASGOS DISTINTIVOS DEL APSTOL....................43

    1. UNAORACININSISTENTE...............................................................442. COMOEL PADREMEENVI.........................................................503. IMITADORESYPROTOTIPOS..............................................................554. SEMEJANZAYDESEMEJANZA.............................................................595. ELCULTOALAVERDAD.................................................................686. SENTIDOYRESPETOALAPERSONA....................................................737. LACONSTANCIA..........................................................................808. ELGOZNEUNIFICADORENTRELACONTEMPLACINYLAACCIN: ELINSTANTE

    PRESENTE.............................................................................................84PARTE TERCERA........................................................90

    LAS PERSONAS Y LOS TIEMPOS..................................90

    1. LOSTRESLLAMAMIENTOSDEL SEOR.................................................912. ELEQUIPO, INSTRUMENTODEAPOSTOLADO.........................................1003. MURMURACINYMURMURADORES...................................................1164. ELTIEMPOYLOSTIEMPOSDELAMISIN............................................1245. SITUARLEMISINALAALTURADEBIDA.............................................131

    CONCLUSIN...........................................................139

    POR ELACEPTPERDERLOTODO.....................................................140

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    PRLOGO

    Este libro tiene un solo objeto: devolver a la palabra apstol: suriqueza y su grandeza, y por qu no decirlo? su exclusivismo. Noporque no pueda haber otras espiritualidades apostlicas, excelentes ymejores que la aqu descrita, sino porque la palabra apostolado vavinculada hoy a tantas realidades diversas, que corre el riesgo, a los ojos

    de muchos y aun de los mismos apstoles, de perder su genuino sentido.No nos referimos al sentido trivial, que no es el ms peligroso y que,

    tal como lo escuchamos por todas partes, apenas merece ms que unabenvola sonrisa. En la Sainte-Baume, una lpida de mrmol recuerda a un buen hombre, cuyo nombre he olvidado, pero cuyo sobrenombre eraVelocio y su ttulo de gloria Apstol del Ciclo-Turismo. Hay cosasms serias: no toda generosidad, por heroica que sea, es apostolado, nitoda obra realizada en la Iglesia, por excelente que sea, es forzosamente

    apostlica, como no lo es tampoco cualquier presencia en el mundo.Para san Pablo, esta palabra se aplicaba en primer lugar y plenamente

    al apstol y pontfice de nuestra confesin, Jess (Heb 3, 1), porqueJess es por excelencia el Enviado del Padre, el que le manifiesta (Jn3, 17, 34). En El solo tiene su fuente el apostolado.

    Este Cristo, por un amor extraordinario, enva a su vez a los docecomo su Padre le envi a l. Ellos son los mensajeros por excelencia,los apstoles. En la eternidad, dice el Apocalipsis, el muro de la Jerusalnceleste tiene doce hiladas, y sobre ellas los nombres de los doce apstolesdel Cordero (Ap 21, 14). Pablo, el abortivo, el perseguidor, no les cede ennada. Tambin l ha visto, en su carne, a Cristo resucitado y ha recibido deEl la misin de ser su testigo.

    Con la muerte del ltimo apstol se extingue un privilegioincomunicable: la Revelacin, de la que ellos eran instrumento personal,queda concluida. Oh Timoteo!, guarda el depsito a ti confiado, evitando

    las vanidades impas y las contradicciones de la falsa ciencias (1 Tim 6,20). Nada se le podr aadir, pero este tesoro, la perla ms preciosa de lahumanidad, deber ser transmitido, comunicado, explicado y, en cada

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    generacin, vivido en la Iglesia: Timoteo, Tito y, hasta el fin de lostiempos, nuestros obispos han recibido del Seor este encargo, comoapstoles sucesores de los apstoles.

    Pero a esta gran obra de anunciar el mensaje del Seor, todos estn

    llamados a participar, ya sea por el solo ttulo de su bautismo y de suconfirmacin, ya sea por especial mandato de la jerarqua. Este envo almundo de todo cristiano es una de las grandezas de nuestra poca. Y heaqu que algunos hombres se ofrecen para convertirlo en el objeto nico, elgozo y el tormento de su vida: Heme aqu, envame (Is 6, 8). A estosltimos va dirigido especialmente este libro, pero al mismo tiempoquisiera recordar a todos la grandeza de esta realidad, contribuyendo asituar la misin en su altura propia, que es sobrenatural.

    Esta obra no pretende ser perfecta, completa. Sin embargo, no se lepodr reprochar ser transmisora de reflexiones apresuradas: desde 1947,haba sido anunciada como continuacin de En Mission Proltarienne,bajo el ttulo Jalons spirituels. Han transcurrido dieciocho aos y, si elcontenido del libro ha variado, ciertamente, lo mismo que su ttulo, no porello pretende aportar mtodos o experiencias apostlicas, abundantementedescritas en elJournal d'une Mission Ouvrire 1941-1959.

    Las pginas que siguen llevan, empero, y forzosamente, la impronta

    del contexto en el que han nacido: el papel y el puesto del equipo, porejemplo, la eleccin de tal opcin, podrn desconcertar a algunos. El lectortendr la bondad de considerar que esas indicaciones se ofrecen comoejemplos e ilustraciones prcticas, no como modelos ejemplares.

    Devolver a la palabra apstol su nitidez y su vigor y, por lomismo, plantar algunos jalones inamovibles en el itinerario de losapstoles de hoy: tal sigue siendo el fin de este libro y lo que me hainducido a escribirlo.

    En un mundo que dilata sus dimensiones hasta el punto de sentirse lmismo dominado por el vrtigo, el apstol recuerda lo nico verdadero:Jesucristo y nada ms.

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    PARTE PRIMERAEL LLAMAMIENTO DEL EVANGELIO

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    1. El hombre de la fe, de la esperanza y de la pobreza

    La misin es un misterio. Afirmar esto no es una trivialidad, ni unrefugio para los das de fracaso. El misterio pertenece a la naturalezamisma de la misin: participacin del hombre en la obra de Dios, sumisinal Espritu, que sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes dednde viene ni adnde va (Jn 3, 8); es, pues, una marcha forzosamentemisteriosa y, en sentido literal, desviadora, por caminos que no son losnuestros: Mis caminos no son vuestros caminos (Is 55, 8). Es un lgebra perpetua, por la que se avanza de incgnita en incgnita, una extraaalquimia en la que la salvacin surge del destierro; las certezas, de laprueba; la luz, de la oscuridad.

    Si la marcha de los hebreos por el desierto durante cuarenta aos

    contiene ya en germen y describe la historia permanente de la humanidaden ruta hacia Dios hasta el fin del mundo, sus fatigas, sus incredulidades,la historia misma de Moiss es la de cada apstol durante los cuarenta aosde su propia vida. Ahora bien, esta historia de Moiss la resume san Pabloen una frase extraordinaria: Como si viera al invisible, persever firme ensu propsito (Heb 11, 27).

    Jams se dar una descripcin ms exacta del misterio delapostolado: el apstol es uno que hace profesin de guiar a los hombres

    hacia el invisible. Esta meta oculta la ve l mejor que los dems? Direc-tamente no. Es, entonces, uno de esos guas ciegos de que nos habla elSeor, que conduce a la hoya a los que pretende dirigir? Ni mucho menos.Qu es, pues?

    Es el hombre de la fe: no ve, no sabe, cree. Todo su ser estcomprometido en la confianza absoluta en Dios, que no puede engaarseni engaarnos, segn la frmula del acto de fe. Cristo le ha dado suPalabra, y l ha cimentado su vida en esta Palabra del Verbo hecho carne:

    S a quin me he confiada (2 Tim 1, 12). Cuando se dice del apstol quees el hombre de la Palabra, lo que se quiere dar a entender, en primer

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    El apstol no ve al invisible mejor que los dems, pero persevera

    firme como si le viera. Es un hipcrita? De ninguna manera. No ve,pero ha comprendido la palabra del salmo, anunciadora del Evangelio: Tupalabra es para mis pies una lmpara, la luz de mis pasos (Sal 119, 105).

    El apstol es pues, el hombre que en la noche espera la luz: Almundo del Antiguo Testamento le era cara la bella expresin de vigas dela gracia: Espera mi alma a Yav ms que al alba los centinelasnocturnos (Sal 130, 6).

    El mundo de hoy nos ha familiarizado con las telecomunicaciones; el

    apstol no dirige a los hombres por el sistema de visin directa:habindose situado en la longitud de onda de Dios, su fe le gua con msgaranta que el radar ms seguro.

    El cielo y la tierra pasarn, pero mis palabras no pasarn... (Mt 24,35). A pesar de las apariencias y de las contradicciones, en medio de lasarenas movedizas y el fango del pantano, la palabra de Cristo es la rocasobre la cual se yergue el apstol, porque Cristo es el Verbo del Padre.

    Ante el misterio de la eucarista, santo Toms de Aquino cantaba:

    La vista, el tacto, el gusto nada revelan de Ti;

    Solamente escuchndote tenemos la certeza de la fe.

    Creo cuanto ha dicho el Hijo de Dios:

    Nada hay ms veraz que esta Palabra de verdad.

    El apstol extiende esta misma actitud a toda su vida: En tu palabra,

    Maestro, echar las redes (Lc 5, 5).As, pues. el misterio del apostolado brota de su misma naturaleza:ensear a los hombres a iluminar su vida con la Palabra divina.

    Y, si existe algn gozo para el apstol de hoy, ese gozo consiste endescubrir que nunca como en esta segunda mitad del siglo XX la misin hasido delimitada en su funcin esencial.

    Porque la misin ha asumido muchas formas desde hace dosmilenios: Los falsos dioses no han faltado nunca, pero lo que hoy se

    rechaza es la idea misma de Dios. Hoy no luchamos para mostrar al ver-dadero Dios; lo que se rechaza es la religin misma. Para los hombres que

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    Pero esa nada opuesta a Dios no est vaca, sino que est cargada conel peso de todas las riquezas de un mundo en expansin. Elegir la nada,

    para los hombres de hoy, no es aceptar el vaco, es poseerlo todo: losautos, los viajes, el confort electrodomstico, la cultura, el pensamientoy el amor, los amores, liberados al fin de las barreras de que el cristianismolos haba rodeado.

    Los prestigios humanos, los vnculos con la ciudad, el ejemplo de losgrandes, las tradiciones que antao aureolaban a las religiones,cualesquiera que fuesen, caen y desaparecen: la causa de Dios no tienems que a Dios para defenderse. No estamos ya en las escaramuzas de

    vanguardia del anticlericalismo y la persecucin aun cuando tambinexistan, ni en las guerrillas de retaguardia.

    David est de nuevo frente a Goliat, el de la armadura invencible.Comprendemos bien la actualidad tpica de este episodio. En el combatesingular con que Goliat est seguro de acabar con el Israel de Dios, elapstol acepta el reto: David obtiene de Sal permiso para salir a lucharcontra el gigante filisteo: un nio contra un hombre avezado a la guerradesde su juventud (1 Sam 17, 33). Se enfrenta al guerrero con slo su

    honda y cinco guijarros del torrente, pero su apoyo es Dios. A los insultosdel filisteo responde: T vienes contra m con espada y lanza y venablo,pero yo voy contra ti en el nombre de Yav... (1 Sam 17, 45).

    Sabido es el desenlace, pero conviene recordar el episodio,frecuentemente olvidado, que precede al combate. Sal haba queridorevestir a David con sus arreos militares: Le puso sobre la cabeza uncasco de bronce y le cubri de una coraza. Despus David se ci laespada de Sal sobre sus ropas y prob de andar, pues nunca haba

    ensayado la armadura; y dijo a Sal: "No puedo andar con estas armas, noestoy acostumbrado"; y, deshacindose de ellas, cogi su cayado... (1Sam 17, 38-40).

    De modo similar, el apstol, si quiere afrontar el combate singularcon la incredulidad de hoy, debe renunciar a encajarse la armadura propiade Sal y de Goliat: sus armas son totalmente diversas, y la primera detodas es su pobreza. Frente a la incredulidad masiva, la fe. Frente a lasriquezas, el prestigio y la tcnica, la pobreza. Porque la pobreza es la con-secuencia visible de la fe, la actividad de quien lo espera todo de otro y elsigno de quien se apoya nicamente en Dios.

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    Fe y pobreza hay que escribirlo y subrayarlo sin cesar son larespuesta propia y eminentemente apta para el tiempo actual, el remedioverdaderamente especfico para afrontar y curar la herida de la

    incredulidad de esta mitad de sigo.Ser pobres de hecho, ser pobres de corazn, una nica y doble pobreza como la caridad a la cual slo podremos acercarnoslentamente, y yo dira que pobremente, es decir, poco a poco, paso a paso.No es fcil despojarse de un golpe, pero se puede tender cada da a lasencillez, al desprendimiento, a la confianza en Dios solo. Hoy ms queayer y menos que maana: se trata de una simple divisa amorosa o, msexactamente, es la divisa de todos los amantes del mundo, incluidos los de

    Dios y los de la santa pobreza?La pobreza exterior sin la humildad de corazn conduce al peor

    farisesmo que pueda amenazar al apstol. El relajamiento de la pobrezaefectiva esteriliza el apostolado; buscar la comodidad no sera lo msgrave, pero lleva a buscar apoyo en algo fuera de la sola palabra de Dios:es volver a la armadura de Sel.

    As, pues, el misterio de la participacin del apstol, firme como siviera al invisible, en la obra de Dios; el apoyo del apstol en esta sola

    Palabra; la pobreza, que le despoja de todo cuanto podra ocultar que sunico recurso est en ella: he ah tres realidades ligadas la una a la otra,que se exigen, que se completan.

    En otros tiempos era un bien, era un mal?el combate apostlicoestaba circunscrito menos netamente; en otros tiempos era, tambin, unsimple hecho, ni bueno ni malo, los medios apostlicos eran msdiversos. El rostro maternal de la Iglesia, reflejo del rostro de Dios, semostraba a travs de mil solicitudes: las obras para la juventud, los hos- pitales, las escuelas, las bibliotecas populares... Un sacerdote generosopoda agrupar, en torno a aquellas obras, numerosas buenas voluntades.Hoy da, en nuestras modernas ciudades, hay una oficina municipal quedetenta las llaves de las nuevas viviendas, y en todo caso la esperanza deobtener una, y el municipio financiar locales para la juventud y el estadiode florido csped. Sera fcil prolongar la lista.

    Qu nos queda? Nada...; es decir, nada inmediato que pueda tocarse,

    que pudiera servir de sostn material de la fe. Una sola cosa nos queda: unnio desvalido, pobre, desnudo, pero este nio del pesebre es Dios! Y estobasta. En cierto modo, nos hemos visto reducidos qu maravilla! a

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    no tener ms que una religin religiosa, incluso sin los ngeles queavisaban a los pastores de las cercanas o a los magos del Oriente. Lagrandeza del papel misionero queda as centuplicada: David acepta el retode Goliat y no tiene por armas ni siquiera unos guijarros, sino nicamente

    stas de que habla san Pablo: Aunque vivimos en la carne, no militamossegn la carne. Pues las armas de nuestra milicia no son carnales, perotienen, por la virtud de Dios, el poder de derribar las fortalezas (2 Cor 10,3-5).

    Jess naci desvalido y pobre, ciertamente, para testificar su amor alos desvalidos y a los pobres del mundo entero hasta el fin del mundo, perosu humilde nacimiento tiene una motivacin todava ms profunda. Nadaes digno de Dios, nada est a su altura para recibirle, ningn ornato,

    ningn palacio, ninguna sabidura humana. Por eso Dios eligi lo que noera nada, porque all no hay ninguna ridcula competencia ni falsasseudoriquezas. Dios acude solamente all donde l lo es todo, al pesebre,en la pobreza de hecho; a Mara, en la pobreza de corazn.

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    2. Evangelizar

    Desde el da memorable y nico en la historia, en que un hombreque respiraba amenazas de muerte contra los discpulos del Seor (Hech9, 1) se vio envuelto en una luz que sumaba su resplandor al del plenomedioda, traspasado hasta el alma por esta voz: Yo soy Jess, a quien t persigues (Hech 9, 5), y derribado en el camino de Damasco, esimposible pronunciar las palabras apstol y evangelizar, sin volversehacia san Pablo. Quin podra rivalizar con l? Su conversin, suspalabras, sus gestos, su vida, el fuego que le abrasa hacen de l el nicodespus del nico... Pero tenemos algo ms, porque el mismo Seor haautentificado a su apstol: Este es para M vaso de eleccin, para quelleve mi nombre ante las naciones y los reyes y los hijos de Israel (Hech9, 15). El discpulo ser llevado en adelante por el Maestro, y por la vareal: Yo le mostrar cunto habr de padecer por mi nombre (Hech 9,16).

    La vocacin del apstol la buscaremos, pues, en san Pablo, y lepreguntaremos qu es lo que l entiende por evangelizar: Ay de m si noevangelizare (1 Cor 9, 16). Esta frase es inolvidable en su brevedad, perotodo su vigor consiste en que es, en labios de san Pablo, un gritodesgarrador surgido de lo ms hondo de sus entraas. Evangelizar, para l,es ante todo una necesidad, no algo potestativo, no algo as como: serapara m una pena no anunciar el Evangelio; lo que l quiere decir es esto:mi desgracia es segura si no lo anuncio.,,

    Porque l sabe, y lo dice inmediatamente, que: Predicar elEvangelio no es para m un ttulo de gloria, sino una necesidad que me hasido impuesta (1 Cor 9, 16). Por qu? Porque la iniciativa de esta tareano viene de m dice, ...es un encargo que me ha sido encomendado(1 Cor 9, 17). Y el grito de Pablo no es ya el del hombre que era antes,

    libre respecto a todos, sino el de alguien que se ha hecho esclavo detodos para ganarlos a todos (1 Cor 9, 19); y si aade que: castigo micuerpo y lo esclavizo, lo hace, nos explica l mismo, para que no suceda

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    que, habiendo sido heraldo para los otros, resulte yo descalificado (1 Cor9, 27).

    Nunca podr decir otra cosa que esto: Pablo, apstol de Jesucristopor la voluntad de Dios... (Ef 1, 1). Esta es su tarjeta de visita, y no la

    cambiar. A los romanos les dir lo mismo: Pablo, siervo de Cristo Jess,apstol por vocacin, puesto aparte para anunciar el Evangelio de Dios(Rm 1, 1). Escribiendo a Tito, se presenta del mismo modo: Pablo, siervode Dios, apstol de Jesucristo para llevar a los elegidos de Dios a la fe y alconocimiento de la verdad, pero aqu la tarjeta de visita se transforma encatequesis, y contina: esa verdad ordenada a la piedad en la esperanzade la vida eterna... (Tit 1, 1-2). Pablo no sale de aqu, y cuando concluyesus cartas siente la necesidad de repetirlo: Lo he llenado todo del

    Evangelio de Cristo, escribe a los romanos (Rm 15, 19); y a los efesios:Orad tambin por m, para que al hablar se me pongan palabras en laboca, con que anunciar con franca osada el misterio del Evangelio, delcual soy mensajero, en cadenas, a fin de que halle yo en l fuerzas paraanunciarlo con libre entereza, como debo (Ef 6. 19-20). De este modo, sehace eco fiel del envo de los apstoles el da de la Ascensin: Id,hacedlos discpulos a todos (Mt 28, 19).

    Podra servirnos de conclusin una frase del pintor Braque: Con la

    edad, el arte y la vida acaban formando una sola cosa, para san Pablo,evangelizar y vivir se funden en un todo.Lo que os digo al odo, predicadlo sobre los terrados (Mt 10, 27),

    haba dicho el Seor: habiendo recibido la inteligencia del misterio deCristo (Ef 3, 4), sabiendo que ese secreto debe ser manifestado hoy atodos, el Apstol se siente sobrecogido de respeto ante la grandeza delhecho:

    Revelacin de un misterio tenido en secreto en los siglos eternos,

    pero manifestado ahora... dado a conocer a todas las naciones para que serindan a la fe (Rm 16, 25-27). Y la desproporcin entre el heraldo y elmensaje le asombra ms an: A m, el menor de todos los santos, me fueotorgada esta gracia de anunciar a los gentiles la incalculable riqueza deCristo, y darles luz acerca de la dispensacin del misterio (Ef 3, S). Secomprende, pues, su exclamacin: Y para esto quin es idneo? (2 Cor2, 16). Cmo osara l ser apstol, a no ser llevado por esa necesidadimperiosa que ha penetrado su persona y su vida?

    Esta actitud del Apstol por excelencia debe ser la del discpulo: Teconjuro delante de Dios y de Cristo Jess...: Predica la palabra... haz obra

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    de anunciador del Evangelio, cumple tu ministerio... (2 Tim 4, 1-5). Yesta intimacin que san Pablo dirige a Timoteo resulta an ms solemnepor el momento en que fue pronunciada: es la ltima carta del Apstol;poco despus ser decapitado.

    Cul es el contenido de este misterio? Pablo no puede decirlo sindoblar las rodillas ante el Padre: Que Cristo habite por la fe en vuestroscorazones y, arraigados y fundados en la caridad, podis comprender enunin con todos los santos cul es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, y conocer la caridad de Cristo, que supera todoconocimiento, para que seis llenos de toda la plenitud de Dios, (Ef 3, 14,17-19).

    Se comprende que la Iglesia haya elegido este pasaje como

    leitmotiv de la misa del Sagrado Corazn, fiesta del amor de Dios atodos los hombres, puesto que los gentiles han sido admitidos a la mismaherencia (Ef 3, 6). La misin del evangelizador es, pues, evidente:anunciar a tiempo y a destiempo, ese amor inmarchitable y sinexclusivismos que supera todas nuestras categoras, esa verdadera buenanueva en la que todo lo dems no es sino marcha de aproximacin oconsecuencia.

    Ahora bien, este anuncio fundamental es la verdad que generalmente

    nos ocupa menos en la accin diaria. Un sacerdote recin ordenadocontaba que, habiendo cometido la imprudencia de ir a visitar a una tasuya en un convento de contemplativas, stas le pidieron una plticaimprovisada: Pero si no he preparado nada! No importa, hblenosdel amor de Dios! El joven sacerdote aada, no sin humor: El amor deDios, el amor de Dios...! Me qued de una pieza!

    Esta ancdota no pretende ser un argumento, pero no deja de ser unrisueo smbolo de una situacin mucho ms seria: el nmero de

    anunciadores del amor de Dios es, en fin de cuentas, muy reducido.Echemos la cuenta de los sacerdotes, religiosos, militantes seglares, queconocemos. En serio, cuntos son, entre ellos, los apasionados de eseanuncio? Cul es su porcentaje? El diez por ciento? No me atrevo aafirmarlo.

    Al lado de ellos, cuntos apasionados por los mtodos deapostolado, los problemas sociales, intelectuales, sicolgicos, artsticos,polticos, que s yo? Y, sin ir tan lejos, yo mismo, tan persuadido de la pri-maca de este anuncio del Dios-Amor, qu mnima es la parte que leconcedo cada da! Lo mismo en los grandes acontecimientos que en las

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    cosas ms menudas.

    * * *

    San Pablo, por el contrario, no se desva jams de esta misin. Cuatroo cinco aos antes de su ltima declaracin a los efesios, les explica lomismo a los glatas, y, gracias a estos hombres verstiles, podemos contarcon la doctrina ms completa relativa a la evangelizacin. El apstol essiempre el hombre que transmite la revelacin recibida de Jesucristo: Oshago saber, hermanos, que el Evangelio por m predicado no es dehombres, pues yo no lo recib o aprend de los hombres, sino porrevelacin de Jesucristo (Gl 1, 11-12). .

    Este texto, en pleno rigor, no es aplicable ms que a los doce y a sanPablo: solamente ellos recibieron directamente del Seor la revelacin y,despus de su muerte, nadie podr aadir nada a su contenido Estarevelacin que les fue hecha a los apstoles se transmite en la Iglesiamediante el magisterio, que cuenta con la asistencia divina. Perocorresponde a cada cual adherirse personalmente a esa Palabra divinamediante la fe viva ilustrada con los dones del Espritu Santo. En esta luzde la fe y de los dones el alma encuentra verdaderamente a Dios. As,

    pues, no deja de ser cierto que nuestra evangelizacin no puede ser otracosa que el fruto directo de la unin personal e ntima que tenemos con elSeor. Cualquiera que sea nuestra formacin, es necesario en cierto modoque podamos repetir por nuestra cuenta la frase de san Pablo: porrevelacin de Jesucristo, o lo que los samaritanos decan a la mujer quelos haba guiado hasta el Seor: Ya no creemos por tu palabra, puesnosotros mismos hemos odo y conocido que ste es verdaderamente elSalvador del mundo (Jn 4, 42). Esta es el alma del apostolado: Lo que

    hemos odo, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos...os lo anunciamos, escribe san Juan a las primeras Iglesias (1 Jn 1, 1).

    Pero san Pablo no lo ha dicho todo an: algunos versculos msadelante, a pesar del estremecimiento interior que se apodera de l cadavez que habla de la gracia del apostolado, va a mostrarse ms didcticotodava. En una frase, resume los tres elementos de la vocacin de apstol:al contacto directo con el Seor, que revela su misterio, aade la certezadel llamamiento y del envo a los paganos:

    Pero cuando plugo al que me segreg desde el seno de mi madre y mellam por su gracia (he aqu el llamamiento),

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    para revelar en m a su Hijo (he aqu el contacto), anuncindole a losgentiles (he aqu el envo) (Gl 1, 15-16).

    Estos tres elementos son una constante de la vocacin apostlica; losencontramos reunidos desde la primera convocacin de los doce por el

    mismo Jess:Llamando a los que quiso (el llamamiento),

    vinieron a l, y design a doce para que le acompaaran (el contacto)

    y para enviarlos a predicar (el envo) (Mc 3, 13). Llamado, penetrado, enviado por el Seor para anunciarle: tres

    gracias iniciales cuya iniciativa parte totalmente del Seor (a los quequiso... desde el seno de mi madre), pero tres gracias inseparablemente

    unidas que van a exigir del apstol la ms alta fidelidad y constancia.La misma frase de Ananas, la primera que Pablo escuch, debepoder ser aplicada en cierto modo a cada apstol: El Dios de nuestrospadres te ha elegido para que conocieras su voluntad y vieras al Justo yoyeras la voz de su boca; porque t le sers testigo, ante todos loshombres, de que le has visto y odo (Hech 22, 14-15).

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    3. El llamamiento

    Responder a l resulta a veces fcil: Heme aqu, dice Samuelinmediatamente al escuchar la voz misteriosa que se deja or en la noche;pero Samuel es todava un nio, y tiene la espontaneidad del nio.

    Isaas reacciona tambin con prontitud: la voz del Seor le llama:A quin enviar y quin ir de nuestra parte? Y yo le dije: Hemeaqu, envame a m. Y l me dijo: Ve... (Is 6, 8).

    Otras veces, por el contrario, el profeta se siente sobrecogido deespanto:

    Me lleg la palabra de Yav, que deca: "Antes que te formara enlas maternas entraas te conoc; antes que t salieses del seno materno teconsagr y te design para profeta de pueblos."

    Conocida es la temerosa respuesta de Jeremas:Ah, Seor, Yav! No s hablar. Soy todava un nio. Y me dijo:

    No digas: soy todava un nio, pues irs a donde te enve Yo, y dirs loque Yo te mande. No los temas... (Ser 1, 4-8).

    Pero la respuesta raramente resulta difcil al primer llamamiento. Ladificultad llega ms tarde, cuando los errores, el cansancio, los fracasos yel decaimiento han invadido el alma del apstol. Se haba disparado como

    una fecha: Vais a ver lo que vais a ver. Ellos (los viejos) nocomprendieron nada; pero un da, como el profeta Elas, se comienza amurmurar: Basta, Yav! Lleva ya mi alma, que no soy mejor que mispadres (1 Re 19, 4).

    Jeremas expresa estos sentimientos. Recuerda la alegra de losprimeros das: T me sedujiste, oh Yav!, y yo me dej seducir. T erasel ms fuerte, y fui vencido (Ser 20, 7).

    Pero la tarea es demasiado dura, y el profeta no puede ms:

    Siempre que les hablo tengo que gritar, tengo que clamar: Ruina,devastacin! Y todo el da la palabra de Yav es oprobio y vergenza para

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    m. Y me deca: No pensar ms en ello, no volver a hablar en sunombre (Jer 20, 8-9).

    Y este grito terrible, preludio de la vocacin renovada:

    Ha de ser perpetuo mi dolor, est gangrenada mi herida y se ha

    hecho incurable? Ah! Vas a ser para m arroyo falaz, con cuyas aguas nose puede contar? Y Yav respondi: Si t vuelves, Yo te har volver a miservicio. Si sabes distinguir lo precioso de lo vil, seguirs siendo mi boca(Ser 15, 18-19).

    Al apstol le sucede lo mismo que al profeta: su verdadera respuesta,su verdadero compromiso no vienen sino en un segundo tiempo. Lejos deser una contraindicacin, la prueba del acerbo descubrimiento de nuestraincapacidad fundamental constituye el autntico punto de partida: lo

    anterior no haba sido ms que un galope de ensayo, cuyo aspecto brillanteocultaba su fragilidad. Dios tiene su mtodo; y raramente lo cambia.Moiss, ante el egipcio que maltrataba a un hebreo, a uno de sushermanos (Ex 2, 11), escoge el papel de defensor de su raza y pasa a laaccin con la espontnea vehemencia que todos sabemos. Pero, si Dios lequiere efectivamente en este servicio, no es sta todava la hora, ni tam-poco habr de realizarlo, por supuesto, de esa manera: necesitar variasdecenas de aos de espera, de purificacin en el desierto, y cuando Dios,

    que le haba llamado desde el principio, le enve, es sobradamenteconocido el espanto del hombre y el extraordinario dilogo en que Moisslucha por verse libre de ese peso apostlico: Y quin soy yo para ir alFaran? Yo estar contigo... Y si me preguntan cul es tu nombre?Esto dirs a los hijos de Israel: Yav, el Dios de vuestros padres, memanda a vosotros... ...No van a creerme; me dirn que no se me haaparecido Yav...

    Yav hace entonces dos prodigios extraordinarios, pero Moiss

    persiste en su negativa:Seor, yo no soy hombre de palabra fcil... y, aun ahora que estoy

    hablndote, se me traba la lengua.

    Y quin ha dado al hombre la boca, y quin hace al sordo y almudo, al que ve y al ciego? No soy por ventura Yo, Yav? Ve, pues; Yoestar en tu boca y te ensear lo que has de decir.

    Ah, Seor!, manda tu mensaje, te lo pido, por mano del que

    debas enviar (Ex cap. 3 y 4).Es capital para los apstoles comprender la necesidad de esta

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    purificacin: Dios prende en nosotros una llama, pero es preciso que staconsuma primero lo ms humano de cuanto hay en nosotros, nuestrasatracciones, nuestra naturaleza, nuestras inclinaciones. No es que lanaturaleza y la inclinacin de nuestras actitudes sean malas; Dios elige a

    sus servidores y los califica, pero es necesario que todo eso desaparezca enuna alquimia misteriosa hasta tener como nico motivo de accin elllamamiento de Dios que enva: In nomine Domini (la divisa de PabloVI).

    Mientras la naturaleza y la gracia coinciden, la accin es agradable yfcil: sigue siendo todava demasiado humana, y Dios sabe mejor quenosotros hasta qu punto la entorpecen nuestros repliegues sobre nosotrosmismos y nuestras complacencias. Como en el caso de Geden, cuyos

    soldados redujo Yav en ms del 99 por ciento (de treinta y dos mil a tres-cientos, cfr. Jue 7), por temor a que el pueblo se imaginase ser el propioartfice de la victoria, Dios quema el 99 por ciento de nosotros mismos,pero con ese uno por ciento restante har maravillas!

    Mons. Journet, en la mina inagotable de suEglise du Verbe Incarn,cita hermosos textos a este propsito. Same permitido transcribirlos parael da en que alguno de nosotros sea sometido a la operacin Geden. Es preciso que nos persuadamos de ello por anticipado, a fin de que se

    convierta para nosotros en un reflejo el da que entremos en esta puri-ficacin: porque, y por definicin, esta purificacin se realizar en talmomento bajo apariencias completamente diferentes. El texto es del P.Clrissac a propsito de Newman:

    Cuando el hombre que suea con una gran obra religiosa es un gransensitivo, acaricia esta obra como fruto de su arte personal; comoverdadero artista pone en ella sutiles exigencias y ardores febriles. Ahorabien, las obras de Dios y de la Iglesia son frutos de razn y de sabidura; y,

    adems, no es conveniente que se las pueda atribuir al capricho, ni siquieraal genio de un artista humano. Dios, pues, hace al artista el honor depresentir y de anunciar la obra, pero reserva a su Iglesia el realizarla, aveces mediante instrumentos ms humildes. Esta prueba, esta ley depurificacin de lo individual y de lo humano, les es impuesta a las ideas lomismo que a las obras1.

    Esta prueba, noche oscura del apstol, es inevitable. Un vivo smbolode esta realidad lo encontramos en los vuelos de los cosmonautas: sabido

    es que en los momentos de aceleracin y desaceleracin intensos, no1 JOURNET, tomo I, p. 485, citandoLe mystre de lEglise, p. 131.

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    pueden contar ms que con los reflejos pacientemente elaboradosanteriormente: el velo negro existe para el apstol como para losconquistadores del espacio.

    El P. Clrissac contina:

    Se ha dicho que es preciso saber sufrir no solamente por la Iglesia,sino tambin a causa de la Iglesia. Si hay alguna verdad en esta expresin,es en el sentido de que a veces necesitamos ser tratados enrgicamente, sermantenidos en la sombra, en el silencio y bajo todas las apariencias de ladesgracia, y tal vez por no haber aprovechado suficientemente los favoresy los avances de la Iglesia en otros tiempos.

    Por otra parte, no lo dudamos, este trato enrgico, hacindonoscooperar eficazmente al orden y a la santidad de la Iglesia, nos ser el

    equivalente sobrenatural de una misin. En todo caso, el signo cierto deque conservamos la plenitud del Espritu consiste en no admitir jams quepodamos sufrir a causa de la Iglesia de distinta manera a cmo podemossufrir a causa de Dios.2

    Poseemos el texto en que el mismo Newman se explica: Hay untiempo para cada cosa; ms de un hombre desea la reforma de un abuso, eldesarrollo ms completo de una doctrina, o la adopcin de una medidadisciplinaria particular, pero olvida preguntarse a s mismo si ha llegado el

    tiempo conveniente para realizar esos proyectos, y, sabiendo que nadie ensu tiempo har nada para la realizacin de sus deseos a menos que lo hagal mismo, no escuchar la voz de la autoridad y estropear en su siglo unaobra til, de tal modo que otras, que an no han nacido, no encontrarn yaen el siglo siguiente ocasin favorable para llevar aquella obra a felizperfeccin. Este hombre puede parecer a los ojos del mundo un audazcampen de la verdad y un mrtir de la libre opinin, cuando en realidades uno de esos hombres a quienes la autoridad competente debe imponer

    silencio.

    * * *

    Dios llama, como quiere y para lo que l quiere. Pero antes prepara asu enviado, y el corazn del apstol queda secretamente herido inclusoantes de que se sepa llamado: Dios le ha hecho adquirir conciencia de una

    miseria particular, de un vaco que es preciso llenar. Segn la forma de2 ID., Tomo II. p. 507. citando a Clrissac, p. 134.

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    sensibilidad que Dios haya dado a ese corazn, la vocacin adquirir unmatiz diferente y conducir a compromisos diversos: el hambre, el fro, laenfermedad, y la muerte son otros tantos llamamientos permanentes; elsubdesarrollo, la injusticia social, la ausencia de promocin humana, el

    desprecio a la persona son igualmente necesidades apremiantes. Y tantasotras!

    El discpulo de san Pablo, por su parte, ha sido llamado a adquirirconciencia de la espantosa miseria a sus ojos la ms espantosa de todas que es la ausencia y la ignorancia de Dios: Recordad que un tiempoestuvisteis sin Cristo, alejados de la sociedad de Israel, extraos a laalianza de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo (Ef 2, 12).Esta miseria le parece que llega a su paroxismo cuando se abate sobre el

    pequeo y el pobre. No slo porque el pobre se ve privado de otros bienes,sino porque, estando en los umbrales mismos de Dios, permanece desviadode l. Estar sin Dios ni esperanza en el mundo es para el apstol lamiseria absoluta: l, que se sabe pecador a pesar de la claridad de Dios queilumina su ruta, se pregunta con angustia cmo avanzarn los que caminanen las tinieblas y en la sombra de la muerte.

    Esta experiencia de la ms profunda miseria del hombre conoceel buey a su dueo y el asno el pesebre de su amo; pero Israel no entiende,

    mi pueblo no tiene conocimiento (Is 1, 3) es insustituible. Quien se hasentido herido por la miseria de la incredulidad y del atesmo no necesitaleer muchos textos de los tericos para convencerse de ello, ni acumularlas tesis de sociologa: el llamamiento del Seor al apostolado penetra porsu herida y, segn la profundidad de sta, seremos ms o menos pro-fundamente apstoles.

    No debemos dejar que esta herida cicatrice, y lo que ante laincredulidad se nos pide no es una excitacin artificial, sino una mirada

    siempre alerta.Esta ausencia de Dios la encontramos por todas partes: en el tren, en

    el autobs, en las conversaciones o en un saln de t, en el taller ruidosode la fbrica lo mismo que en el ambiente confortable de los cuadros demando o en los grupos de jvenes que petardean sobre sus motos. Pero, enciertos lugares y ante ciertos contrastes, nos hiere ms an.

    Pienso en las bases de extraccin de petrleo, y no me atrevo a aadiren el Sahara, porque los aviones de todo tipo, los camiones gigantes, laelectricidad, las piscinas, los climatizadores, lo convierten en una realidad

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    que en nada se parece al desierto que esta palabra evoca.

    Ciertamente, uno queda literalmente deslumbrado por la belleza deeste pas: una luz envolvente que con su esplendor hace adivinar lo que esla presencia de inmensidad y de intimidad de Dios, una gradacin de

    matices en la arena que representan todos los tonos posibles del gris, desdeel ms claro hasta el malva, y cada tono diversificado an por los relieves,los altibajos, las dunas y hasta las ondulaciones que el viento forma en elsuelo.

    Es una delicia contemplar morosamente un paisaje tal, en su vastaamplitud lo mismo que en sus detalles. Y si por ventura ha llovido, bastaaraar la arena para descubrir tallos de algunos milmetros que hangerminado de minsculas semillas. Todo esto es maravilloso y est lleno

    de Dios!Bella y admirable es tambin la tcnica del petrleo. Las torres de

    exploracin, de cuarenta y cinco metros de altura, con su rbol detransmisin y su trpano, que penetra hasta tres o cuatro kilmetros bajotierra; las antorchas, extraordinarias de violencia y de color, que iluminanla noche. Las autopistas, cuyos carteles limitadores de velocidad piden queno se tome la curva a ms de cien por hora y que, en pleno desierto, tienencambios de direccin y trboles dignos de Amrica. Todo esto es

    tambin hermoso y bueno, como lo es la magnificencia de una industriacuya herramienta ms modesta vale 80 100 millones, en que el avinsustituye al taxi para llevar un sondeador a su trabajo o repatriar a unherido incluso no muy grave.

    Pero qu desierto espiritual!Jams fue tan actual la palabra del Evangelio: Qu aprovecha al

    hombre ganar todo el mundo (del oro negro), si l se pierde y secondena? (Lo 9, 25). Generosamente pagados, abundantemente alimenta-dos, hbilmente distrados, esos obreros e ingenieros que viven lejos de lossuyos no conocen, durante nueve semanas, ni domingo ni Navidades, nifiesta alguna: Ah, s!; el domingo deca un muchachoes el da enque, a medioda, se hace el ensayo de las sirenas. Todo est pensado,organizado fuera de Dios: Dios est all socialmente ausente; no haysiquiera anticlericalismo, sino una indiferencia fra y corts: Dios? Yqu quiere usted decir con eso? Porque Dios ha venido a ser una cosaparecida a esas cartas que nos devuelven con la indicacin: Desconocido,no vive en la direccin indicada.

    En este sentido, esta industria, la ms moderna, se presenta como una

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    tierra de misin en estado puro. En efecto, no existe esa mezcla deproblemas polticos, sindicalistas y otros que conocemos; pero es msangustioso an, por lo vivamente que se percibe el desnivel entre el planode las extraordinarias tcnicas puestas en accin y el plano espiritual tan

    bajo. El desierto geogrfico ha sido sustituido por el desierto espiritual.All se palpa con la mano que el honor de Dios necesita servengado, como diran los salmos; quitando a esta expresin todo lo quepudiera tener de agresividad, digamos: ser vengado con un amor tanto msinterior y fiel. El llamamiento al apostolado apremia entonces al discpulo:Habr muerto Cristo en vano?

    * * *

    Queda por franquear una nueva etapa, una nueva herida que sufrir,cuando el apstol descubre que la ausencia de Dios no es una simpleactitud de hecho, sino que esta indiferencia se apoya en una doctrina.

    Esteban Borne, en su vigoroso libritoDieu n'est pas mort, describe lanovedad del atesmo actual. Un mundo sin Dios no es cosa nueva y, ya enel salmo, dijo el necio en su corazn: No hay Dios (Sal 53, 2). Pero consus mismas palabras daba la prueba de su insensatez. Ahora bien, esto hasido cierto hasta Nietzsche y Marx, los geniales discpulos de Feuerbach,pero a partir de ellos el mundo cree no poder crecer sino en la proporcinexacta en que se desembaraza de la idea de Dios: Si lo positivo, loesencial en la determinacin de la naturaleza de Dios est tomado de lanaturaleza del hombre, el hombre quedar despojado de todo lo que se led a Dios. Para enriquecer a Dios, hay que empobrecer al hombre.3

    Todo est dicho en esa frase, y la tesis se presenta en su desnudezcasi matemtica. Segn su genio particular, Marx, Nietzsche o Sartre larevestirn con su propia seduccin. El hombre, dir Marx, no puede sersu propio dueo sino cuando se debe la existencia a s mismo... El atesmoes una negacin de Dios, y con esta negacin de Dios echa las bases de laexistencia del hombre.4 A partir de ahora, Marx, analista tan profundo delas taras del siglo XIX, va a hacer de este pensamiento el hilo conductorque permitir construir el mundo nuevo.

    El pensamiento de Nietzsche lo resumen seis lneas: Hombres

    3 FUERBACH,La esencia del cristianismo, citado por BORNE, p.31.4 MARX,Economie politique et philosophie, citado por BORNE, pp. 27-28.

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    superiores, ese Dios ha sido vuestro mayor peligro. No habis resucitadosino desde que El yace en la tumba. Solamente ahora viene el granmedioda; ahora el hombre superior se convierte en dueo... Solamenteahora la montaa del porvenir humano va a parir. Dios ha muerto, ahora

    queremos que el superhombre viva.

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    Ahora bien, estos pensamientos, deformados, diluidos, perorealmente subyacentes, los encontramos en muchos de nuestros vecinos,amigos o conocidos... En la esquina de cada calle beben este veneno comoagua, asombrados y orgullosos de que no por ello les va mal.

    Quien ha sido herido en su amor a Dios, vindole mofado, relegadoal cuarto de los trastos, olvidado, se est presto a escuchar el llamamientodel Seor. Quien presiente, en su amor a sus hermanos de humanidad, la

    miseria sin nombre que brotar algn da de lo ms profundo de esoshombres y esas mujeres vacos de Dios, se est tambin presto para es-cuchar el llamamiento del Seor. El amor que ese hombre siente haciaDios, que no vacil en entregar su propio Hijo a esta humanidad taningrata, el amor que ese hombre siente hacia sus hermanos, a los que havisto mutilarse de su ms bella paz y correr ansiosos hacia lostranquilizantes farmacuticos o las drogas, ese doble amor ante tantainmundicia, le har escuchar el llamamiento del Seor. Monje, se consa-

    grar ms exclusivamente a vivir ante Dios solo en nombre de todos loshombres y por ellos, compensando, invirtiendo su locura; apstol, ir amezclarse con la muchedumbre para recordarla sin cesar, con su vida ycon su palabra, lo nico esencial.

    Mientras los hombres estn infectados de esta plaga de laindiferencia para con Dios, mientras dentro de s mismos una doctrina, ricacon todo el dinamismo del mundo moderno, mantenga su incredulidad enuna apacible certeza, el apstol llevar esta herida abierta en su propio ser.

    Pero, al mismo tiempo que sufre este mal, el apstol est seguro con unacerteza de fe, y por lo tanto absoluta e inquebrantable, del trabajopermanente de Dios en las almas, de sus secretas llamadas dentro de loscorazones. Cuanto ms el mundo actual, con sus ritmos y sus tcnicas,tiende a relegar la fe al margen de la sociedad, tanto ms el apstol,respondiendo al llamamiento del Seor, segrega, por su misma herida, laantitoxina victoriosa, su fe: Dios es ms grande que todo, y la indiferenciay el atesmo no son ms que una gota de roco ante el calor de su sol.

    De ah nuestra alegra y la certeza de la utilidad de nuestras vidas de5 NIETZSCHE,As habl Zaratustra, citado por BORNE, p. 28.

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    siervos, aunque seamos siervos intiles. As, pues, hermanos mos muyamados, manteneos firmes, inconmovibles, abundando siempre en la obradel Seor, teniendo presente que vuestro trabajo no es vano en el Seor (1Cor 15, 58).

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    4. La presencia creciente del Seor

    El apstol ha escuchado el llamamiento y emprende la partida: elcontacto con los hombres, las conversaciones, las amistades no le faltarn.De todo eso tenemos, lo tendremos para dar y vender, ms de lo queseamos capaces, pero el gran negocio de nuestras vidas consiste en serhombres de Dios, que viven de l, con l, por l. Y esto es lo que loshombres esperan de nosotros: Por dondequiera que pasa un santo,siempre deja algo, deca el Cura de Ars.

    Qu aprovecha al hombre ganar todo el mundo, si l se pierde y secondena? (Lo 9, 25). Estas palabras tienen aplicacin tanto a la gananciasrdida del avaro, a la investigacin exclusiva del sabio, como alapostolado cuando va acompaado del olvido del Dios vivo y personal.

    Moiss conduce a su pueblo en esa marcha hacia la Tierra Prometida querepresenta la historia de toda la humanidad. Ahora bien Moiss es elhombre a quien Dios habla como u amigo habla a su amigo (Ex 33, 11).La vida cristiana jams ser otra cosa que una amistad del hombre conDios, y si hay alguna definicin de la caridad hacia la cual debamos volversin cesar como al manantial de nuestra juventud y de nuestro asombro es lade santo Toms de Aquino: la caridad es una amistad con Dios. Estabreve frase sin brillo es ms fulgurante, si la hacemos estallar en su plenosignificado, que mil soles atmicos.

    Nosotros, sin duda, hubiramos pronunciado la palabra amor, msvigorosa a primera vista; pero es otra palabra de amistad recogida de loslabios de Seor: Yo os llamo amigos (Jn 15, 15) nos lleva ms lejos.Dios-Seor, dueo eterno, temible, Dios-Padre fuente de nuestro ser,ternura infinitamente dadivosa: qu abismos, pero que se mantienen en undireccin nica! Dios-Amigo, y hemos entrado en la reciprocidad. Con unaintuicin teolgica genial, santo Toms de Aquino nos va a hacer penetrar

    ms adentro en esta sorprendente realidad: no solamente se toma en seriola palabra del Seor, sino que, despus de preguntar al viejo Aristtelesqu es la amistad, santo Toms aplica la nocin humana que de l recibe al

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    encuentro recproco y prolongado del hombre con Dios.

    Una amistad es, en primer lugar, lo opuesto al egosmo: es poner alamigo delante de uno mismo, querer su bien, y he aqu al hombre que, paraser amigo de Dios, se eleva hasta querer el bien de Dios para el mismo

    Dios. Se alegra de que Dios sea Dios, y esto le importa ms que su propiamiseria de hombre. Quiere que Dios sea lo que es, y se adhiere a lo queDios quiere, puesto que es nuestro amigo. Es imposible aadirle nada,darle nada quin podra aadirle un rayo al sol?, pero se desea ser eltrozo de vidrio o la gota de roco que reflejan el sol y reciben su luz: Sedmejor conocido en todas partes, ms amado, mejor servido: la oracinjocista lo expresa admirablemente.

    Si la amistad se opone radicalmente al egosmo, exige a cambio

    reciprocidad. Carmen puede cantar en todos los teatros del mundo: Si nome amas, yo te amo, y si yo te amo, ten cuidado de ti; Carmen noconocer la amistad, que exige ese mutuo cambio de dar y recibir. SantoToms tiene esta frase admirable: Porque un amigo ama en su amigo aalguien que tambin le ama a l. Entre Dios y nosotros, nosotros y Dios,existe una perpetua reciprocidad: Dios me ama, yo Le amo, nosotros nosamamos, y, si alguna triste circunstancia de mi vida me hace ser traidor aeste amor de Dios, no puedo dudar del amor sin quiebra de Dios a m.

    Pero tercera exigencia de la amistad segn Aristteles el don des y la reciprocidad exigen, para asentarse, un terreno comn. Se trata dealgo mucho ms que una simpata nacida de un parecido talante espiritual,o que una afinidad, por profunda que sea: simpata, afinidad, enriquecen lareciprocidad de la amistad, pero no la crean. La comunin-comunicacinde la amistad tiene que enraizarse en un suelo nutricio comn a los dosamigos: este terreno comn es un fondo indiviso de ser y de vida, unacomunidad en una semejanza.

    Pero, entre Dios y yo, puede haber un terreno comn, quepertenezca en propiedad a Dios y que me pertenezca a m tambin, y sobreel cual podra edificarse nuestra amistad? Lo imposible se hace realidad enla comunicacin que Dios me hace de su propia vida: lo que l es en sumisterio, me lo da a m, para que ambos, a partir de esta comunidad de ser,podamos realizar la comunin de la amistad. As, el hombre de Dios esaqul que ha renunciado a todas las dems cosas para no ser ms que elhombre de la amistad con Dios. A esto estn llamados todos, no es cosa

    reservada a algunos especialistas; pero hay quienes un da se han sentidotan deslumbrados por ello que ya no pueden que ya no quieren

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    conocer ni vivir otra cosa. Un hombre de Dios es un hombre orientadohacia Dios y que Le encuentra en todas sus presencias. La primera de ellases la creacin misma, porque la creacin es ya un signo que hace presentira Dios.

    No hace mucho tiempo, en uno de los ms grandes procesos denuestro tiempo, en el banquillo de los acusados, un hombre hacia ladeclaracin siguiente: Mi familia no me dio una orientacin, y ni en laBiblia ni en Carlos Marx acert a descubrir ese orden de movilizacinmoral que yo buscaba. Tal vez cre percibirlo a travs de Nietzsche; tenaque buscar mi camino... No estoy hastiado ni amargado. Sin ser uncreyente, yo s que existe algo, algo que puede descubrirse en la sonrisa deun nio, en un ramo de rosas o en un concierto de Bach.

    El hombre de Dios sabe descubrir ese lazo de unin entre el rostro deun nio, el perfume de la rosa y Dios. Su facultad de asombro queda asagrandada sin lmites: un grano de polen le basta para descubrir a sucreador.

    El hombre de Dios posee un secreto: Dios le ha revelado su nombre,Yo soy. Mejor an, le ha revelado sus nombres: Padre, Hijo, Espritu deamor, y a travs de esas palabras humanas el hombre se acerca al ntimomisterio de Dios. A travs de esas palabras que balbucea y que

    permanecen cargadas de oscuridad, entra en comunicacin con cada unade las personas divinas: en ellas encuentra su alegra ms honda, su pacificacin, no un refugio, una evasin, sino el centro mismo,infinitamente sereno, en el que todo se recapitula. Si viviera lejos de todoesto, no se sentira a gusto, como tampoco si dejara de ser un perpetuoamador de su amigo-Dios.

    Es un hombre orientado hacia Jesucristo, la gran presencia de Diosque habit entre nosotros. Ese Dios de la creacin, ese Verbo igual al

    Padre, se puso a nuestro alcance para que la reciprocidad, la comunicacin,la comunin entre Dios y el hombre sean totales. Me am y se entregpor m (Gl 2, 20) y yo, a mi vez, Le doy mi vida: Se la doy no a travsde una ideologa, sino con un vnculo de persona a Persona. Este Cristo estan hombre que, al igual que Yo, y segn la expresin del salmo, fuetejido en el seno de una madre (Sal 139, 13); y a esa madre, la suya, yo laamo, yo la quiero entraablemente, yo la elijo como madre ma, y El me lada. Y su nombre es Mara.

    Y Jesucristo y la Iglesia son un todo inseparable: el hombre de Dioses un hombre de la Iglesia. Cmo podra ocurrrseme ser un reformador

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    de la Iglesia? Voy yo a reformar a Dios? Pero ese Cristo me llama amucho ms: esa Iglesia por la cual El muri en la cruz es la humanidadentera desde Adn hasta el Apocalipsis. l la quiere sin mancha, sinarrugas, esplendorosa como una esposa en la maana de sus bodas, y he

    aqu que mi amigo me llama a continuar lo que El hizo, es decir, acompletar lo que falta a su pasin, en mi propio cuerpo, por la porcin dela humanidad de hoy.

    El hombre de Dios es el hombre de un gran amor: Dios le embelesa,Dios le deslumbra, gusta de Dios, su bondad le asombra ms cada da. Ycuanto ms insensibles permanecen los hombres en torno suyo, tanto msse siente l llamado a esto en nombre de todos: La caridad cubre lamuchedumbre de los pecados (1 Pe 4, 8), un solo amor pesa ms que mil

    ingratitudes. Por eso, en nombre de todos los hombres, se vuelve cada vezms hacia Dios para que tampoco ellos se vean privados de esta alegra,para que, a travs de l, al menos entre la multitud en la que forma un todocon sus hermanos, Dios deje de ser despreciado. Nada en el mundo es taninfinitamente atractivo, tan maravillosamente distinto y totalmente sencillocomo Dios: el ser ms amado se agota; a Dios jams se acaba dedescubrirlo, y el hombre de Dios ir siempre de gozo en gozo.

    * * *

    No basta haberse dicho y repetido a s mismo, haber predicado,explicado, que el cristianismo no es solamente una doctrina, sino elencuentro con alguien, la adhesin a una persona, la del Seor, Jess, conquien nos une un vnculo real, misterioso y fuerte, y que todo esto haceque nuestra fe se diferencie de cualquiera otra religin; no por eso deja deser nfima la proporcin de los apstoles que viven en s mismos el

    misterio de Cristo y no se contentan con predicarlo. La terrible enfermedadprofesional del misionero consiste en creer que puede desempear unafuncin al mismo tiempo que deja, ms o menos, de vivir en s mismo elmisterio que anuncia.

    Todos nosotros estamos amenazados de esto: convertirnos en unprofesional de la misin, en un profesional del apostolado, en unespecialista de la liturgia o de la catequesis, en un funcionario de esto o deaquello, en un profesional de la Accin Catlica, incluso tal vez en un

    profesional del episcopado, y decir profesionalmente todo lo que hagafalta, con satisfaccin incluso; pero esa funcin ha prescindido de lo nico

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    necesario: vivir, sufrir en Cristo.

    Se ha acabado por ser un hombre del apostolado, se ha dejado de serun bautizado que vive su bautismo. Se anuncia a Cristo, pero la unin conl es dbil Y con intermitencias. Se Le ha dado la propia vida, como un

    marido que un da entreg su vida a su joven esposa ante el juez y el cura,pero ahora se contenta con vivir simplemente al lado de ella. No se espositivamente infiel, pero la arteria a travs de la cual corre la gracia estobstruida por los posos.

    A quin de nosotros no le ha ocurrido, un da, decirse: En fin decuentas, yo hago por Dios tanto como el Cura X o el Padre Y?, S, mitrabajo est mejor organizado, he percibido mejor las tendencias actualesde la juventud, he cado ms en la cuenta del papel del laicado, y todo lo

    que quiera aadirse..., es posible incluso que, con relacin al pobre cura,simple encargado, yo tenga la categora de jefe de un secretariado; peroestemos alerta, uno y otro, si no somos ms que funcionarios y noapasionados de Cristo. Estemos alerta, no seamos de esa gente quedesciende del Calvario diciendo: Ha sido una hermosa ceremonia, habamucha gente...

    Basta mirar a un recin convertido: el Seor, para l, ha sido eldescubrimiento de su vida. El Seor le habla de verdad, Cristo Jess le da

    consignas precisas: Si tu ojo te escandaliza, si miras a una mujer con maldeseo, si te acuestas con algo en tu corazn contra tu hermano... Vende loque tienes, compra la perla nica; ora en lo secreto a tu Padre; tena ham-bre y me diste de comer... Todo se lleva a cabo directamente entre Cristoy su discpulo, entre el discpulo y su Seor. Se sacia la sed en la fuente deagua que salta hasta la vida eterna. Entre el convertido y Cristo no se hainterpuesto toda esa serie de presas y trasvases que transforman el aguaviva en agua de grifo y al apstol en un soldador especialista en caeras.

    Yo no digo que las presas de decantacin sean intiles: si nosfijamos, por ejemplo, en el problema del hambre en el mundo, hacen faltauna F. A. O., organizaciones, mquinas estadsticas electrnicas, revistas,macro y micro-realizaciones, hay que despertar la opinin pblica, y, antela plaga que azota a mil millones de hombres, no podemos contentarnoscon hacer que recen los nios de la catequesis y que den unos cntimospara los pobres nios que mueren de hambre. Todo esto es evidente.

    Pero al mismo tiempo que aumentan los medios puestos en accin,debe crecer, en proporcin geomtrica, la fe del cristiano que, en lapersona del subdesarrollado de Amrica, de Asia, de frica o del suburbio

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    prximo, alimenta conscientemente a Jess de Nazaret, a El mismo, alVerbo hecho carne, al deseado de los collados eternos.

    Vivir a Cristo es esto: estar directamente "injertado en Aqul quenaci en un pesebre, creci en Nazaret, predic en los campos de Galilea,

    se declar Hijo del hombre e Hijo del Padre, Aqul que dijo: "Antes queAbraham naciese, Yo soy (Jn 8, 58) y que, con la misma verdad, dijo:"Tengo sed (Jn 19, 28). Es proyectar, en la pantalla de televisin de nues-tra vida, a Jess presente.

    Ahora bien, nosotros diluimos a ese Cristo, si no nos precavemoscontra ello, en esas organizaciones que nos asaltan por todas partes, tanvastas y numerosas que invaden nuestro tiempo y nuestro espritu.

    Se las puede citar todas, y si olvido alguna, que no se me acuse de

    tener hacia ella una secreta preferencia: un cristianismo enrolado en unmovimiento sindicalista o en una accin social, litrgica o bblica,misionera o de Accin Catlica; el favorecedor de Tmoignage Chrtien, ode la France Catholique, o de L'Homme Nouveau, el teilhardiano quedescubre las dimensiones csmicas del alfa y la omega, etc., en unapalabra, todos aqullos que se han puesto en movimiento en nombre delSeor, todos ellos estn en peligro de traicin y de ineficacia final si no seaferran celosamente a lo nico necesario: el encuentro personal, silencioso,

    sentados a los pies del Seor, escuchando su Palabra (Lc 10, 39) ante su persona real, llamndole por su propio nombre: Jess, Seor, yescuchndole llamarnos tambin por nuestro nombre.

    Ahora bien, vivir a Cristo es encontrarle en sus misterios, a l y a suMadre, y unirnos sin cesar a todos los episodios de su vida, uno tras otro,hacindolos desfilar en una meditacin que les dar ms consistencia realque todas las idealizaciones que los ilustrados derraman en nosotros. Espracticar los retornos a Dios, que son como un flash suyo a lo largo

    de nuestras jornadas. Es, asimismo, hacer ciegamente eso que Jess llamaamar, practicar como nios pequeos sus lecciones sobre el amor, laslecciones personales que Jess da en su propio nombre: Pero yo os digo...;remachar en nosotros, incorporar a nosotros esas actitudes de obediencia aJess. De este modo, con actitudes concretas ofrecer la mejilla izquierdadespus de la derecha, las peticiones del padrenuestro, el amor a losenemigos, Jess dar a nuestro corazn la forma, el mpetu de lacaridad...

    Vivir a Cristo es, tambin, encontrarle en sus modos actuales depresencia, los sacramentos, pero a condicin de que stos sean realmente

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    modos de presencia y no unos ejercicios a los que nos sometemos ms omenos generosamente. Es tpico, a este respecto, el sacramento de lapenitencia. Qu frases se han inventado para designarlo! Vaciar el saco,hacer la colada, y, en el mejor de los casos, tengo que ir a confesarme.

    Nos hemos olvidado de que es un encuentro con el Seor, la renovacinde nuestra amistad con l, y, si hemos pecado gravemente, la repeticindel gesto del hijo prdigo, que se levanta y se encamina a su Padre, queperdona y borra el pecado?

    Del mismo modo, una misa, habitualmente no preparada, quenosotros, los sacerdotes, celebramos saltando de la vespa o del 2 CV ala sacrista y al altar, una comunin hecha, de prisa y corriendo, por el fiel,cmo pueden ser presencias fecundas que crean y dan amor?

    Y que nadie me objete: Nosotros no somos monjes, sacando delbolsillo una agenda atiborrada de ocupaciones cada cuarto de hora. Diosno nos ha llamado para que seamos hombres de negocios: nos pide queseamos contemplativos de su misterio y que el misterio contemplado se lotransmitamos a los dems.

    El Padre Peyrigure deca a unos futuros sacerdotes: Poned sumocuidado para que, en el servicio a la Iglesia, no seis un apstol ms, quehabla simplemente de Cristo. Cuntos dan a Cristo sin hablar de l?

    Cuntos, que hablan de l sin vivirle, no Lo dan? Cristo est harto deapstoles que hablan Y tiene sed de apstoles que Lo vivan.

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    5. El envo a los paganos

    El llamamiento, el vivirlo con el Seor, el envo a los paganos: trestiempos de un mismo movimiento, cada uno de ellos inseparable de losotros dos. Griegos y judos, ateos y creyentes, todos, sin distincin, hansido llamados por Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos loshombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad (1 Tim 2, 3-4). Este es el extraordinario Evangelio, que es el asombro de san Pablodesde el principio al fin de sus cartas, el ecumenismo de la riqueza de Diosofrecida a todos los hombres: Que son los gentiles coherederos ymiembros todos de un mismo Cuerpo, copartcipes de las promesas porCristo Jess mediante el Evangelio (Ef 3, 6).

    A los paganos recin convertidos de Roma san Pablo les recuerda

    esta cadena divina de eslabones irrompibles, o, ms exactamente, estareaccin en cadena que no puede menos de producirse. Para sersalvos espreciso invocara este Seor; para invocarle es necesario creer; para creeres necesario or; para or es necesario un anunciador; para ser anunciadores necesario ser enviado (cf. Rm 10, 14-17). As, el envo invisible delmensajero es el signo de que Dios, invisiblemente, est en accin parasalvar: Enviado anunciador or creer invocar salvar.

    Hay aqu una certeza que es la fuerza ms poderosa del apstol: si

    Dios me enva, es que l ha decidido salvar. No todos, ay! y san Pablolo diceobedecern a la Buena Nueva, pero el enviado sabe que su solapresencia es ya un signo de la voluntad de Dios, que ama a aqullos aquienes les enva su mensajero. Si es cierto que toda oracin hecha ennombre del Seor es escuchada a causa de la Palabra divina, con mayorrazn todo acto hecho, inspirado y movido por el Seor ha de serciertamente eficaz. Esto se apoya en una verdad metafsica: Dios creadorno puede hacer nada en vano; desde el momento en que llama a una

    criatura a la existencia es para obrar en ella y para atraerla hacia l. Y suProvidencia se sirve de sus criaturas para obrar. A condicin, na-turalmente, de ser verdaderamente enviado en nombre del Seor, y no

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    por nuestra propia fantasa o nuestra necesidad de actividad:

    Yo no enviaba a los profetas y ellos corran. No les hablaba yellos profetizaban. Acaso han asistido a mi consejo? (Jer 23, 21-22).

    La garanta ms segura de la autenticidad del envo es la autenticidad

    con que hemos permitido al Seor que se apodere de nosotros, de todonuestro ser. Pero este para m el vivir es Cristo (Flp 1, 21), este esmenester que l crezca y yo menge va a verse sometido a ruda pruebaen esta tercera fase. La rutina, los mtodos, las empresas apostlicasmismas, en lo que implican de material, son como una vegetacin pa-rasitaria que poco a poco ahoga el vivo amor del mensajero a su Seor.Esta fase ha sido ya descrita en la parbola del sembrador, en que laszarzas ahogan la semilla cada al borde del camino, invadiendo a la larga la

    tierra buena del campo propiamente dicho.El mal, hoy da, es ms prolifero an que en la parbola del

    sembrador, porque las espinas no son solamente las complicacionesinherentes a toda vida, o las seducciones propias de todas las pocas. Unfenmeno apostlico nuevo se ha producido hoy, con la explosindemogrfica, la civilizacin industrial, la urbanizacin y lademocratizacin de la instruccin. Se han inventado palabras terriblementefeas, pero que traducen una realidad innegable: el mundo se ha

    masificado, existen efectos de masa semejantes a la ley de laatraccin universal, y la existencia de una masa va a desempear un papelproporcional a su grandeza para aglutinar a los hombres en ella. Y se hablaincluso de una masa media, para designar a los medios intelectuales decomunicacin.

    Ahora bien, desde los tiempos de Constantino, el apstol llegaba conese triunfalismo de que hablaba Mons. de Smedt en el concilio, y latriple corona de la tiara del papa era la transcripcin visible del poder, no

    nicamente espiritual, que, de rechazo, respaldaba a cada misionero: elnmero y la civilizacin estaban de su parte a los ojos de los cristianos deEuropa y a los de los paganos ms o menos salvajes de Amrica y defrica. A la vista estaba, desde luego, la dificultad de penetracin de estecristianismo en las viejas civilizaciones de la China, de la India y delJapn, pero este fracaso no lo interpretaba el misionero como un caso enque el efecto de masa trabajaba ya en contra suya, privndole de in-fluencia.

    Hoy da, cuando el misionero se mezcla con las masas, estterriblemente solo, sin prestigio ni poder: se ve clasificado como un

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    vestigio del pasado y, en el mejor de los casos, como un extrao, un ser deotro mundo. Esto puede parecer que est en contradiccin con el espacioque a las ceremonias vaticanas dedican la radio, la televisin y la prensa,pero es un hecho que ningn misionero negar. Una vez ms, no a ttulo de

    prueba, sino como simple ilustracin, cito esta ancdota: el da de lacoronacin de Pablo VI, alguien pregunt por la noche quin era elganador de la Vuelta a Francia, y la buena mujer que haba estado viendola televisin respondi: Esta tarde no ha habido noticias de la Vuelta aFrancia, porque durante toda la tarde la televisin no ha hecho ms quepresentar a una especie de cannigo... Este cannigo era Pablo VI y sucoronacin en Roma!

    Aislado, hombre de poco peso hablo humana y sociolgicamente

    eso es hoy da el misionero en medio de los hombres, y el efecto demasa, proporcional a la respectiva magnitud de las aglomeracioneshumanas, trabaja ahora en contra de l.

    En este terreno, nada puede sustituir a la experiencia personal: delmismo modo que el apstol descubre el llamamiento del Seor a travs dela herida que recibe de la incredulidad, as tiene que descubrir esta ley dela humanidad de hoy da en la miseria de su propia impotencia.

    Pienso ahora en una de las ciudades ms nuevas de Alemania, donderadica la fbrica Opel. Es sin duda, una de las fbricas ms americanizadasde Europa. Hay all muchas cosas hermosas y buenas: mquinasadmirables, una enfermera modelo, un fichero sanitario impresionante,duchas, lavapis con jabn desinfectante incorporado al agua, y hasta unencantador depsito de cadveres, color lila, para caso de accidente. Lossalarios son buenos, la gente parece tranquila, libre de apasionamientos. Ala salida del trabajo, es imposible distinguir a un simple obrero de un jefe.

    Pero, una vez franqueada la monumental puerta de la fbrica, se leencoge a uno el corazn ante la inexpresable y punzante desproporcinentre esta perfeccin de la fabricacin, estos geniales inventos que funden,comprueban, retocan los motores, levantan y estampan una plancha delatn convirtindola en una carrocera, entre toda esta riqueza de mediosdesplegados y no enfrente de todo esto, ni siquiera al lado, sino relegadaa un rincn de la antigua aldea, conservada intacta desde los tiempos deAdam-Opel, la pequea iglesia de la aldea, que data de 1880. Limpia,desde luego, nada fea, pero tan apartada de todo lo que constituye la vidamoderna, tan anacrnica como una vieja caja de msica en medio de una

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    orquesta sinfnica tocando a toda potencia, tan poco conquistadora enapariencia ante una industria que extiende por todo el mundo sus agencias,como indica el mapa luminoso del mundo instalado en el vestbulo deentrada de la Opel.

    Por supuesto, nuestras armas no son las de este mundo, y la Opeldejar de existir, mientras que la Iglesia permanecer siempre viva. Viva,s; pero frente a esta gigantesca y genial fbrica, ella, la iglesia del lugar,est en letargo. Y, sin embargo, sus excelentes sacerdotes son dignos detodos los elogios.

    Es evidente que ni el jabn desinfectante, ni el depsito de cadveresde suaves colores, ni tampoco los miles de coches que esperan a la puerta asus propietarios obreros no pueden llenar por mucho tiempo un corazn

    humano. Pero es no menos evidente que el prroco ms digno, el msvenerable, es impotente ante la Opel: en otros tiempos, el campanario seelevaba sobre los tejados de la aldea como un signo de la grandezatranscendente de Dios. Pero qu campanario puede elevarse hoy porencima de la torre de la General Motors?

    Y entonces, sin que yo lo buscara, se me impuso, como se imponen alos sentidos un ruido o un olor, esto: solamente equipos vivientes, alegres,dinmicos en su fe, en su acogida, en su rigurosa rectitud, y tambin en su

    fantasa y en su alegra de hijos de Dios, pueden colocarse frente algigantismo de hoy como testigos de la libertad y de la gozosa juventud deDios.

    * * *

    A travs de estos hechos, se comprueba mejor el carcter arduo, quesiempre habr de tenerse presente, de la tentativa apostlica: la levaduramezclada con la masa. Esta es precisamente la orden del Seor y, bajo supalabra, desde hace dos mil aos, tan pronto como se descubra un rincnde tierra, los misioneros partan para infundir la levadura nueva de laIglesia en la masa de los hombres. Pero hoy da, y de una manera aceleradaen estos ltimos veinte aos, he aqu que la misma masa del mundo hafabricado y contiene su propia levadura! En el dinamismo, en la grandezay en los descubrimientos del mundo actual hay una fe que es una religin.Y los ms pobres de esta masa se sienten ante ella tan deslumbrados comolos que la crean. Desde luego, la levadura del mundo no nos molesta:porque la inteligencia del hombre ha sido creada a semejanza de Dios y

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    san Ireneo resume acertadamente a san Pablo cuando escribe: La gloriade Dios es el hombre viviente. Pero estas hermosas y grandes realidades,aun cuando no sean opuestas a Dios, son naturales y se mantienen al niveldel hombre. Invaden poco a poco al misionero, tanto ms cuanto que, al

    querer darles su plena significacin, no toma respecto a ellas la actitud deoposicin con que se enfrenta a los dolos enemigos. l quiere dar al Csarlo que es del Csar, rindiendo a Dios, al mismo tiempo, el homenaje de sucreacin.

    En este momento, no entra en juego solamente el efecto de masa. Ensu proximidad con los hombres, el misionero se encuentra sometido a lasinteracciones, a las tensiones y a los intercambios que tienden a vaciarle deDios y a llenarle de todas las glorias del mundo. Entra en juego otra ley

    universal, que gobierna todos los intercambios vivos, la ley de la presinosmtica que, mediante el juego de las presiones mutuas, tiende a vaciarlede Dios y a llenarle del ambiente que le rodea.

    La Iglesia ha conocido siempre casos en que los hombres han sufridouna especie de perfusin espiritual, que les quitaba su propia sustancia y lasustitua por otra; algunos de estos casos son llamativos y sintomticos,aqullos en que, sin pasin poltica ni defeccin de la carne, ha bastado lasimple influencia del ambiente y la voluntad de ser a toda costa como ese

    ambiente. Reduciendo la altura de las barreras de sus costumbres y de sushbitos, el hombre de Dios puede irse transformando, hasta el da en queno quede de l nada de lo que era en el momento de la partida. Todoparece permanecer intacto, pero el alma ha cambiado: Cristo no es ya msque un elemento en medio de tantos otros, ya no se es ciudadano del cieloy conciudadano de los santos, se es de la tierra, que ha invadido elcorazn: donde est tu tesoro, all estar tu corazn (Mt 6, 21).

    No se trata de un fenmeno nuevo: Loisy y los dems sacerdotes que

    abandonaron la Iglesia a finales del siglo XIX debieron sufrir la mismasmosis, pero el asunto se ventilaba entonces en el plano de la inteligenciay afectaba, por tanto, a unos cuantos hombres aislados. Hoy da estaatraccin de la mentalidad de una masa se ejerce sobre todo nuestro ser ysobre todo el comportamiento de nuestra vida: la cabeza, las piernas, elcorazn.

    Los viejos relatos de las Vidas de los Santos narranfrecuentemente el episodio de la mujer de mala vida que se presentaba ante

    ellos para apartarlos de su vocacin. Qu hacan en aquellas pocas losque no han sido canonizados? Y qu haramos nosotros? Sin embargo, la

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    lucha era en cierto modo igual: una mujer, un hombre. Hoy da, el apstolse enfrenta con una multitud en la que todos piensan de distinta maneraque l, y llaman en su auxilio a las ciencias ms modernas: sociologa,sentido de la historia, sicologa. Ya no es tentada solamente la carne, sino

    tambin el espritu.

    * * *

    Busca verdaderamente a Dios?, se pregunta san Benito ante unpostulante que llama a las puertas del monasterio. Hacemos nuestra sufrase, pero aadiendo a continuacin: desea verdaderamente anunciar aDios entre los paganos? Por qu, por ejemplo, rehusar la accin

    temporal al hombre consagrado a Dios y encargado de anunciar elmensaje? Por dos series de razones, que afectan, por un lado, al misionero,y por otro a aqullos a quienes somos enviados.

    Por parte del misionero, existen en primer lugar aun cuando esto lemoleste un poco razones de prudencia: el hombre se deja dominar por lapasin poltica en el sentido ms noble de la palabra, porque el hombre,quiero decir el varn, est hecho para esto tanto como para procrear. Enambos casos se encuentra ante una tarea que absorbe todo su ser, cuerpo y

    alma. Del mismo modo que el que se ha hecho eunuco por amor alSeor sabe que su fidelidad exige una delicadeza mayor y hasta en terre-nos que para otros careceran de peligro, as el que, para mejor dartestimonio del Invisible, debe renunciar a la gestin de los asuntoshumanos. Corre ms peligro que los dems de sumergirse en ellos, y conuna intemperancia tanto ms viva cuanto que ha estado apartado de ellosdurante ms tiempo y ha descubierto su grandeza un poco tarde.

    Aun cuando supiera detenerse a tiempo, queda el hecho de que la

    vida espiritual es una cosa muy exigente para aqul que hace profesin deella, para s mismo y para llevar a ella a los dems. La seguridad de pulsoque necesita el cirujano le prohbe hacer trabajos que exijan esfuerzosmusculares, la cantante cuida de sus cuerdas vocales, el hombre queescruta lo invisible debe proteger su mirada: el cine y la oracin, latelevisin y la adoracin no pueden cohabitar en el mismo hombre, lomismo que los juegos del circo de antao. Aceptemos este lmite devulnerabilidad ms grande para nosotros que para el hombre casado. La

    custodia del depsito que nos ha sido confiado exige la dedicacin detodas nuestras energas para l solo. Esto lo saba muy bien David cuando

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    deca a Dios: Hacia Ti miro, fortaleza ma (Sal 58, 10).

    No se trata de costumbres de un alma coqueta, que cuida de lafrescura espiritual de su tez. Por parte de aqullos a quienes somosenviados y que deben escuchar el mensaje, es necesario un choque, y este

    choque ser el resultado del exclusivismo que pongamos en la custodia yel crecimiento de aquel mensaje, y por lo tanto en la constancia para tradu-cirlo en actos de vida a lo largo de aos. La clausura no tiene el finexclusivo de proteger a los contemplativos, es un signo, difcilmentecomprensible, pero vigoroso, de que su felicidad viene de Dios solo.

    Ahora bien, para nosotros, este exclusivismo en el anuncio delEvangelio es del mismo orden. San Pablo muestra bien este vnculocuando escribe a Timoteo: No descuides la gracia que posees, que te fue

    conferida en medio de buenos augurios, con la imposicin de manos de lospresbteros. Esta sea tu ocupacin, ste tu estudio, de manera que tuaprovechamiento sea a todos manifiesto (1 Tim 4, 14-15).

    El hombre interior hay que insistir en elloengendra otroscristianos a la par que crece l mismo. Contina el mismo Pablo: Velasobre ti, atiende a la enseanza, insiste en ella. Haciendo as te salvars a timismo y a los que te escuchan (1 Tim 4, 16).

    Del mismo modo que en la caridad debe ser respetado el orden de los

    mandamientos, as el ministerio apostlico tiene sus races en la graciaque posees.

    Para que los espritus distrados de los hombres, atrapados por losensible, se vuelvan hacia Jesucristo, es necesario adaptar los mismosmtodos de la moderna publicidad, aqullos de los que habla san Pablo alos glatas (3, 1): Ante vuestros ojos han sido presentados6 los rasgos deJesucristo en la cruz.

    Si presentamos a Cristo en medio de toda una serie de artculos sobretemas sociales, polticos, artsticos, literarios, como hacen las revistasilustradas, esta presentacin le destrona de su categora de Seor nico ycontradice todo cuanto podemos afirmar de l, a saber: Que no hay otronombre, fuera del suyo, en el cielo y en la tierra. Debe morir, porque seha hecho Hijo de Dios, dicen los judos a Pilato (Jn 19, 7); es indudableque nuestra afirmacin de la misma verdad nos acarrear desprecios, pero

    6 La Biblia de Jerusaln traduce pintados; ha puesto ante sus ojos una

    especie de cuadro, escribe L. CERFAUX,Le Chrtien dans la thologie paulinienne,p. 46. La palabra griega significa pintar, dibujar.

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    en qu parte del Evangelio est escrito que el discpulo haya de ser mejortratado que su Maestro?

    En el inmortal Marius de Pagnol, el capitn Escartefigue, a bordo desu ferry-boat, durante la travesa del Puerto Viejo, al or cmo su

    segundo hace sonar prolongadamente la sirena, grita: Va a acabar contodo mi vapor. El capitn Escartefigue tena muy vivo el sentimiento deque l representaba a la Marina Nacional, pero sus medios eran limitados,lo saba y sacaba las consecuencias. Nuestros medios son, tambin,limitados: no podemos accionar la sirena del mundo y al mismo tiempoconsagrar todo nuestro vapor al anuncio de la Palabra de Dios. Vamos enel mismo barco que los dems, pero, dentro del barco, nuestra misin esdistinta.

    Si el apstol quiere presentar ante los ojos de los hombres de hoylos rasgos de Jesucristo en la cruz, es necesario que contemple l mismocon sus propios ojos este modelo y diga tambin l: No he venido aanunciaros el testimonio de Dios con el prestigio de la palabra o de lasabidura. No. Nunca entre vosotros me preci de saber cosa alguna, sino aJesucristo, y ste crucificado (1 Cor 2, 1-2).

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    PARTE SEGUNDA

    LOS RASGOS DISTINTIVOS DEL APSTOL

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    1. Una oracin insistente

    Desde hace veinte aos hemos estado buscando explicaciones a ladescristianizacin de los hombres. Hemos encontrado en primer lugar la pobreza, la inseguridad, la miseria, pero ahora aadimos a todas esascausas la riqueza, la seguridad, la comodidad, que nos parecen msdescristianizadoras an: la Polonia pobre, el Brasil miserable en sus masasconocen a Dios y viven en su presencia.

    Hemos ido acusando por turno al marxismo, a la injusticia en laempresa y en su organizacin; pero en la Alemania Federal el marxismo esinexistente, la empresa est superiormente organizada y, sin embargo, loshombres estn completamente apartados de Dios.

    El conformismo cristiano, los sacerdotes mediocres? Pero all donde

    la Iglesia est mejor establecida, materialmente hablando, es donde se lacritica menos y donde son ms numerosas las vocaciones sinceras. Haypases donde una tupida red de propaganda niega a Dios oficialmente, estigualmente olvidado en ciertas naciones que se gloran de su libertad, peroen las cuales los sentidos lo han invadido todo.

    Finalmente, ninguna explicacin parece suficiente, ni siquiera losterribles tiranos del capitalismo o del comunismo. La ausencia de Diosadopta formas diferentes, segn los lugares, pero el mal es el mismo y el

    remedio hay que buscarlo ms all de las causas inmediatas y aparentes.Solamente Dios puede tocar un corazn humano: ni la ciencia, ni lasabidura humana, ni la elocuencia, ni el arte, ni ningn prestigio puedenabrir a Dios el corazn de un incrdulo. Hay demasiadas escapatorias,demasiados atajos. Hay demasiadas seducciones, nobles o rastreras,demasiadas presiones sociales, consignas. Todos somos demasiadoinconstantes, tanto en lo mejor como en lo peor. El ambiente en que sedebate un corazn humano es tal, que ese corazn nunca encontrar

    estabilidad, pos s mismo, a menos que alguna cosa o alguien le fijevigorosamente. La voluntad slo cesa de buscar cuando es seducida por

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    una pasin o un amor.

    Hay otra razn, no ms sicolgica, pero que nace de la naturalezamisma de la conversin: un alma que ha abandonado a Dios o que no leha conocido nunca no puede introducirse por s misma en la amistad

    divina. Nos lo dice Jess: Nadie puede venir a M si el Padre no le trae(Jn 6, 44). El retorno de la conversin no es una empresa de hombres:solamente Dios conoce los caminos que, desde dentro, conducen a l; o,ms exactamente, solamente Dios puede penetrar en un corazn yestablecer all su morada. Si el Seor no edifica la casa, en vano trabajanlos que la construyen. Si no guarda el Seor la ciudad, en vano vigilan suscentinelas (Sal 127).

    Lo hemos experimentado cien y mil veces. Nos es preciso, pues,

    comprender que nuestra primera tarea y nuestra primera eficacia consistenen una oracin insistente y constante ante Dios para que El obre en elsecreto de los corazones.

    No ha habido ningn gran misionero que no haya sido un hombre deoracin y de intercesin. Seguid adelante, y pensemos en nuestroSalvador, deca santo Domingo a sus compaeros de viaje: Y se le oagemir y suspirar. En cualquier parte que se encontrase, hablaba sin cesarde Dios o con Dios, y exhortaba a sus frailes a hacer lo mismo, dicen los

    que viajaban con l.7 Durante sus plegarias nocturnas, se le oa gemir:Seor, tened piedad de vuestro pueblo! Qu va a ser de laspecadores?8 Y cuando celebraba la misa, las lgrimas corran por surostro con tanta abundancia que una gota no esperaba a la otra.9

    San Ignacio de Loyola no tuvo otras armas: su extraordinariocuaderno de notas, que, ms que diario espiritual, podra titularse librode cuentas, registra con una taquigrafa algebraica sus lgrimas durante lamisa y la oracin.10 Cuando el texto de san Ignacio se hace ms claro, nos

    descubre su secreto: A lo largo de toda la misa, grandsima y prolongadadevocin y muchas lgrimas, perdiendo frecuentemente la palabra, y todaslas devociones y sentimientos desembocan en Jess.

    Ahora bien, en el momento en que derraman esas lgrimas, lo mismosan Ignacio que santo Domingo estn en plena madurez, multiplican lasfundaciones, los trabajos apostlicos y las misiones lejanas. No hay nada

    7 P. VICAIRE,Historia de Sto. Domingo, Cientfico-Mdica.8

    Ibid.9 Ibid.10 ALAIN GUILLERMOU, San Ignacio de Loyola, Aguilar.

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  • 8/3/2019 Perfil del apstol de hoy

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    que pueda hacer pensar en un enternecimiento senil. Su actitud es la nicaactitud lgica: oran para obtener de Uno ms grande lo que saben que nopueden alcanzar por s mismos. La mies es mucha, pero los obreros sonpocos, dijo Jess; nosotros aadiramos, sin lugar a dudas: por lo tanto,

    hay que trabajar el doble. Pero el Seor concluye inmediatamente:Rogad, pues, al dueo de la mies que enve obreros a su mies (Mt 9, 37-38). Ese pues bastara por s solo para sumergirnos en la oracin y en lapalabra de Jess; su vida, sus noches de oracin despus de sus jornadas detrabajo, son todo un comentario vivo.

    La vulgar objecin: Acaso mi oracin va a hacer cambiar a Dios,va a obligarle a querer lo que antes no quera? ayuda a situarnos en la

    verdadera perspectiva, incomparablemente ms alta. Yo no har que Dioscambie, por supuesto, pero cuando oro me convierto en el instrumentovivo y verdadero, querido por Dios desde toda la eternidad para esta hora yque realiza en este momento preciso lo que Dios quiere que sea efecto demi oracin. Y si Dios quiere mi oracin y quiere que esa oracin produzcatal fruto, cmo no habra de ser eficaz y estar se