Piramidacion politica. Gabriel Hidalgo Andrade
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Diario La Hora, domingo 26 de mayo de 2013
Sección de Opinión, p. A5
Piramidación
política Es posible que la piramidación de
capitales tenga su equivalente en la
política. El diseño denominado
correctamente como "esquema de
Ponzi" fue un sistema que permitió
al italiano Carlo Ponzi, en los años
20 del s. XX, levantar un enorme
pero insostenible negocio de pago
de intereses. Para recordarlo mejor
es el esquema que aplicó el falleci-
do notario Cabrera en Machala. El
juego consiste en recibir en depósito
cantidades variables de dinero y
pagar un atractivo interés prove-
niente de los nuevos depósitos.
He dicho que este esquema podría
tener un equivalente en la política
porque la confianza electoral,
aunque no es de ninguna manera
fraudulenta, puede colapsar un
sistema que es sostenido por pro-
mesas irrealizables. El esquema de
Ponzi es siempre una estafa, pero el
mandato representativo no es ni
fraudulento, ni obligatorio, aunque
exista la revocatoria del mandato.
Pero esa es otra discusión. ¿Cuáles
son las posibilidades de una
"piramidación política" en la
coyuntura ecuatoriana? Haré un
ejercicio imaginario para evitar
confusiones.
El presidente Correa se posesionó
después de alcanzar una victoria
electoral contundente. Su enorme
éxito tuvo resonancia en las elec-
ciones legislativas y el balance entre
ambos poderes refleja una histórica
mayoría. Ya no quedan enemigos
internos y ahora la excusa será el
imperialismo y los capitales finan-
cieros internacionales. Siempre
habrá culpables. Sin embargo, en
realidad el principal enemigo del
gobierno del presidente Correa será
su propia estructura de incentivos
legislativos. Con una mayoría tan
grande existen dos posibilidades: 1)
que los legisladores sean disciplina-
dos y voten por el partido (pero A P
ni es partido, ni tiene una disciplina
militante y partidista sólida); y, 2)
que las exigencias de los legislado-
res se incrementen clientelarmente
porque "querrán llevar" obra pública
a sus parcialidades electorales.
Existe una enorme posibilidad de
que los votos en la legislatura sean
cambiados por partidas para obras,
por cargos públicos, o por influen-
cia política en cada lugar de origen.
Pero los recursos no son ilimitados
ni los actores homogéneos. Las
arcas del Estado recaudan cantida-
des finitas de dinero mientras que
los legisladores provienen de pro-
vincias con diferentes necesidades y
con distintas formas de presionar al
poder. Los 100 de 137 asambleístas
no tienen otra opción que votar a
favor de la agenda legislativa
oficialista. Sin recibir nada a
cambio esto entra en frontal
conflicto con sus aspiraciones de
incrementar la base de apoyo
electoral en sus provincias y de
cumplir con sus ofertas proselitistas.
Muchos ignoran todavía que no
pueden construir escuelas u
hospitales, y algunos hasta tuvieron
el desparpajo de ofrecerlos en
campaña. La necesidad de
negociación podría progresivamente
incrementarse mientras se va
comprobando el favor a unos
asambleístas más que otros, y la
cotización de los votos por lo tanto
irá en aumento. Sin quererlo se
habrá producido el efecto más
perverso del capitalismo salvaje que
los oficialistas dicen combatir con
tanta pasión, "la ley de la oferta y la
demanda".
En este punto imaginario se habrá
creado una pirámide política.
Siempre quedará la opción de la
disciplina partidista. Ya lo veremos.
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