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algunos poemas de cernuda

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Adolescente fui en das idnticos a nubes...

Adolescente fui en das idnticos a nubes,
cosa grcil, visible por penumbra y reflejo,
y extrao es, si ese recuerdo busco,
que tanto, tanto duela sobre el cuerpo de hoy.

Perder placer es triste
como la dulce lmpara sobre el lento nocturno;
aquel fui, aquel fui, aquel he sido...
era la ignorancia mi sombra.

Ni gozo ni pena; fui nio
prisionero entre muros cambiantes;
historias como cuerpos, cristales como cielos,
sueo luego, un sueo ms alto que la vida.

Cuando la muerte quiera
una verdad quitar de entre mis manos,
las hallar vacas, como en la adolescencia,
ardientes de deseo, tendidas hacia el aire.

Amando en el tiempoEl tiempo, insinundose en tu cuerpo,
tal la nube de polvo en fuente pura,
aquella gracia antigua desordena
y clava en m una pena silenciosa.

Otros antes que yo vieron un' da,
y otros luego vern, cmo decir
la amada forma esbelta, recordando
de cunta gloria es cifra un cuerpo hermoso.

Pero la vida slo la aprendemos,
y placer y dolor se ofrecen siempre
tal mundo virgen para cada hombre.
As mi pena inculta es nueva ahora.

Nueva como lo fuese al primer hombre,
que cay con su amor del paraso
cuando viera, tal cielo ya vencido
por sombra, envejecer el cuerpo amado.

Cmo llenarte, soledad...

Cmo llenarte, soledad,
sino contigo misma...

De nio, entre las pobres guaridas de la tierra,
quieto en ngulo oscuro,
buscaba en ti, encendida guirnalda,
mis auroras futuras y furtivos nocturnos,
y en ti los vislumbraba,
naturales y exactos, tambin libres y fieles,
a semejanza ma,
a semejanza tuya, eterna soledad.

Me perd luego por la tierra injusta
como quien busca amigos o ignorados amantes;
diverso con el mundo,
fui luz serena y anhelo desbocado,
y en la lluvia sombra o en el sol evidente
quera una verdad que a ti te traicionase,
olvidando en mi afn
cmo las alas fugitivas su propia nube crean.

Y al velarse a mis ojos
con nubes sobre nubes de otoo desbordado
la luz de aquellos das en ti misma entrevistos,
te negu por bien poco;
por menudos amores ni ciertos ni fingidos,
por quietas amistades de silln y de gesto,
por un nombre de reducida cola en un mundo fantasma,
por los viejos placeres prohibidos
como los permitidos nauseabundos,
tiles solamente para el elegante saln susurrado,
en bocas de mentira y palabras de hielo.

Por ti me encuentro ahora el eco de la antigua persona
que yo fui,
que yo mismo manch con aquellas juveniles traiciones;
por ti me encuentro ahora, constelados hallazgos,
limpios de otro deseo,
el sol, mi dios, la noche rumorosa,
la lluvia, intimidad de siempre,
el bosque y su alentar pagano,
el mar, el mar como su nombre hermoso;
y sobre todo ellos,
cuerpo oscuro y esbelto,
te encuentro a ti, t, soledad tan ma,
y t me das fuerza y debilidad
como el ave cansada los brazos de la piedra.

Acodado al balcn miro insaciable el oleaje,
oigo sus oscuras imprecaciones,
contemplo sus blancas caricias;
y erguido desde cuna vigilante
soy en la noche un diamante que gira advirtiendo a los hombres,
por quienes vivo, an cuando no los vea;
y as, lejos de ellos,
ya olvidados sus nombres, los amo en muchedumbres,
roncas y violentas como el mar, mi morada,
puras ante la espera de una revolucin ardiente
o rendidas y dciles, como el mar sabe serlo
cuando toca la hora de reposo que su fuerza conquista.

T, verdad solitaria,
transparente pasin, mi soledad de siempre,
eres inmenso abrazo;
el sol, el mar,
la oscuridad, la estepa,
el hombre y su deseo,
la airada muchedumbre,
qu son sino t misma?

Por ti, mi soledad, los busqu un da;
en ti, mi soledad, los amo ahora.

Contigo Mi tierra?
Mi tierra eres t. Mi gente?
Mi gente eres t. El destierro y la muerte
para mi estn adonde
no ests t. Y mi vida?
Dime, mi vida,
qu es, si no eres t?


Dans ma pniche

Quiero vivir cuando el amor muere;
muere, muere pronto, amor mo.
Abre como una cola la victoria purprea del deseo,
aunque el amante se crea sepultado en un sbito otoo,
aunque grite:
Vivir as es cosa de muerte.

Pobres amantes,
clamis a fuerza de ser jvenes;
sea propicia la muerte al hombre a quien mordi la vida,
caiga su frente cansadamente entre las manos
junto al fulgor redondo de una mesa con cualquier triste libro
pero en vosotros an va fresco y fragante
el leve perejil que adorna un da al vencedor adolescente.
Dejad por demasiado cierta la perspectiva de alguna nueva tumba solitaria.
An hay dichas, terribles dichas a conquistar bajo la luz terrestre.
Ante vuestros ojos, amantes,
cuando el amor muere,
vida de la tierra y la vida del mar palidecen juntamente;
el amor, cuna adorable para los deseos exaltados,
los ha vuelto tan lnguidos como pasajeramente suele hacerlo
el rasguear de una guitarra en el ocio marino
y la luz del alcohol, aleonado como una cabellera;
vuestra guarida melanclica se cubre de sombras crepusculares
todo queda afanoso y callado.

As suele quedar el pecho de los hombres
cuando cesa el tierno borboteo de la meloda confiada,
y tras su delicia interrumpida
un afn insistente puebla el nuevo silencio.

Pobres amantes,
de qu os sirvieron las infantiles arras que cruzasteis,
cartas, rizos de luz recin cortada, seda cobriza o negra ala?
Los atardeceres de manos furtivas,
el trmulo palpitar, los labios que suspiran,
la adoracin rendida a un leve sexo vanidoso,
los ay mi vida y los ay muerte ma,
todo, todo,
amarillea y cae y huye con el aire que no vuelve.

Oh, amantes,
encadenados entre los manzanos del edn,
cuando el amor muere,
vuestra crueldad; vuestra piedad pierde su presa,
y vuestros brazos caen como cataratas macilentas,
vuestro pecho queda como roca sin ave,
y en tanto despreciis todo lo que no lleve un velo funerario,
fertilizis con lgrimas la tumba de los sueos,
dejando all caer, ignorantes como nios,
la libertad, la perla de los das.

Pero t y yo sabemos,
ro que bajo mi casa fugitiva deslizas tu vida experta,
que cuando el hombre no tiene ligados sus miembros
por las encantadoras mallas del amor,
cuando el deseo es como una clida azucena
que se ofrece a todo cuerpo hermoso que fluya a nuestro lado,
cunto vale una noche como sta, indecisa
entre la primavera ltima y el esto primero,
este instante en que oigo los leves chasquidos del bosque
nocturno. Conforme conmigo mismo y con la indiferencia
de los otros,
solo yo con mi vida,
con mi parte en el mundo.

Jvenes stiros
que vivs en la selva, labios risueos
ante el exange Dios cristiano,
a quien el comerciante adora para mejor cobrar su mercanca
pies de jvenes stiros,
danzad ms presto cuando el amante llora,
mientras lanza su tierna endecha
de: Ah, cuando el amor muere.
Porque oscura y cruel la libertad entonces ha nacido;
vuestra descuidada alegra sabr fortalecerla,
y el deseo girar locamente en pos de los hermosos
cuerpos que vivifican el mundo un solo instante.


Deseo

Por el campo tranquilo de septiembre,
del lamo amarillo alguna hoja,
como una estrella rota,
girando al suelo viene.

Si as el alma inconsciente,
Seor de las estrellas y las hojas,
fuese, encendida sombra,
de la vida a la muerte.

Dir cmo nacisteis, placeres prohibidos...

Dir cmo nacisteis, placeres prohibidos,
como nace un deseo sobre torres de espanto,
amenazadores barrotes, hiel descolorida,
noche petrificada a fuerza de puos,
ante todos, incluso el ms rebelde,
apto solamente en la vida sin muros.

Corazas infranqueables, lanzas o puales,
todo es bueno si deforma un cuerpo;
tu deseo es beber esas hojas lascivas
o dormir en ese agua acariciadora.
No importa;
Ya declaran tu espritu impuro.

No importa la pureza, los dones que un destino
levant hacia las aves con manos imperecederas;
no importa la juventud, sueo ms que hombre,
la sonrisa tan noble, playa de seda bajo la tempestad
de un rgimen cado.

Placeres prohibidos, planetas terrenales,
miembros de mrmol con sabor de esto,
jugo de esponjas abandonadas por el mar,
flores de hierro, resonantes como el pecho de un hombre.

Soledades altivas, coronas derribadas,
libertades memorables, manto de juventudes;
quien insulta esos frutos, tinieblas en la lengua,
es vil como un rey, como sombra de rey
arrastrndose a los pies de la tierra
para conseguir un trozo de vida.

No saba los lmites impuestos,
lmites de metal o papel,
ya que el azar le hizo abrir los ojos bajo una luz tan alta,
adonde no llegan realidades vacas,
leyes hediondas, cdigos, ratas de paisajes derruidos.

Extender entonces la mano
es hallar una montaa que prohbe,
un bosque impenetrable que niega,
un mar que traga adolescentes rebeldes.

Pero si la ira, el ultraje, el oprobio y la muerte,
vidos dientes sin carne todava,
amenazan abriendo sus torrentes,
de otro lado vosotros, placeres prohibidos,
bronce de orgullo, blasfemia que nada precipita,
tendis en una mano el misterio.
Sabor que ninguna amargura corrompe,
cielos, cielos relampagueantes que aniquilan.Abajo estatuas annimas,
sombras de sombras, miseria, preceptos de niebla;
una chispa de aquellos placeres
brilla en la hora vengativa.
su fulgor puede destruir vuestro mundo.

Donde habite el olvido...Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo slo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.

Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.

En esa gran regin donde el amor, ngel terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia area mientras crece el tormento.

All donde termine este afn que exige un dueo a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin ms horizonte que otros ojos frente a frente.

Donde penas y dichas no sean ms que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de nio.

All, all lejos;
Donde habite el olvido.

El viento y el alma

Con tal vehemencia el viento
viene del mar, que sus sones
elementales contagian
el silencio de la noche.

Solo en tu cama le escuchas
insistente en los cristales
tocar, llorando y llamando
como perdido sin nadie.

Mas no es l quien en desvelo
te tiene, sino otra fuerza
de que tu cuerpo es hoy crcel,
fue viento libre, y recuerda.

Eras, instante, tan claro...

Eras, instante, tan claro.
Perdidamente te alejas,
dejando erguido al deseo
con sus vagas ansias tercas.

Siento huir bajo el otoo
plidas aguas sin fuerza,
mientras se olvidan los rboles
de las hojas que desertan.

La llama tuerce su hasto,
sola su viva presencia,
y la lmpara ya duerme
sobre mis ojos en vela.

Cun lejano todo. Muertas
las rosas que ayer abrieran,
aunque aliente su secreto
por las verdes alamedas.

Bajo tormentas la playa
ser soledad de arena
donde el amor yazca en sueos.
La tierra y el mar lo esperan.

Escondido en los muros...Escondido en los muros
este jardn me brinda
sus ramas y sus aguas
de secreta delicia.
Qu silencio. Es as
el mundo?... Cruz al cielo
desfilando paisajes,
risueo hacia lo lejos.
Tierra indolente. En vano
resplandece el destino.
Junto a las aguas quietas
sueo y pienso que vivo.
Mas el tiempo ya tasa
el poder de esta hora;
madura su medida,
escapa entre sus rosas.
Y el aire fresco vuelve
con la noche cercana,
su tersura olvidando
las ramas y las aguas.

La sombra

Al despertar de un sueo, buscas
Tu juventud, como si fuera el cuerpo
Del camarada que durmiese
A tu lado y que al alba no encuentras.

Ausencia conocida, nueva siempre,
Con la cual no te hallas. Y aunque acaso
Hoy t seas ms de lo que era
El mozo ido, todava

Sin voz le llamas, cuntas veces;
Olvidado que de su mocedad se alimentaba
Aquella pena aguda, la conciencia
De tu vivir de ayer. Ahora,

Ida tambin, es slo
Un vago malestar, una inconsciencia
Acallando el pasado, dejando indiferente
Al otro que t eres, sin pena, sin alivio.

Las islas

Recuerdo que tocamos puerto tras larga travesa,
y dejando el navo y el muelle, por callejas
(entre el polvo mezclados ptalos y escamas),
llegu a la plaza, donde estaban los bazares.
Era grande el calor, la sombra poca.

Con el pecho desnudo iba, distrado
como si familiares fuesen la villa y sus costumbres,
y mir en un portal al mercader de sedas
que desplegaba una, color de aurora, fra a los ojos,
sintiendo sin tocarla la suavidad escurridiza.
Ante un ciego cantor estuve largo espacio,
nico espectador, y pareca cantar para m solo.
Compr luego a una nia un ramo de jazmines
amarillentos, pero en su olor ajado tuvo alivio
la dejadez extraa que empezaba a aquejarme.

Desanudada la faja en la cintura,
unos muchachos que pasaban, rean,
volviendo la cabeza. Acaso me creyeron
Ebrio. Los ojos de uno de ellos eran
como la noche, profundos y estrellados.

La humedad de la piel pronto se disipaba
por el aire ardoroso, a cuyo influjo
mi pereza creca. Me detuve indeciso,
acariciando el cuerpo, sintiendo su tibieza
lisa, como si acariciara un cuerpo ajeno.

Segu, por parajes nunca vistos,
mas presentidos, igual a quien camina
hacia cita amistosa. Depona la tarde
su fuerza, cuando al fin quise
buscar reposo ante un umbral cerrado.

Era un barrio tranquilo. Mis prpados pesaban
(acaso dorm mucho), y al abrirlos de nuevo
ya el sol estaba bajo en el muro de enfrente.
Una presencia ajena pareci despertarme,
porque al volver la cara vi una mujer, y sonrea.

Como si de mi anhelo fuese proyeccin, respuesta
ante demanda informulada, me miraba, insegura;
aunque yo nada dije, con gesto silencioso,
invitndome adentro, me tom de la mano.
La segu, con recelo ms dbil que el deseo.

La sala estaba oscura (ya caa la tarde).
Sobre la estera haba almohadas, un cestillo
anidando manojos de magnolias mojadas,
de excesiva fragancia. filtr la celosa
unas palabras de la calle: Le encontraron muerto.

Las pens referidas a un camarada,
quiz presagio de mi sino. Pero ella,
atrayndome a s, sobre la alfombra
el ropaje tir, como cuchillo sin la vaina,
fra, dura, flexible, escurridiza.

Mis manos en sus pechos, su cintura
quebrarse pareci al extenderme sobre ella,
y en el silencio circundante, al ritmo
de los cuerpos, o su brazalete,
queja del ave fabulosa que escapaba.

La oscuridad llen la sala toda
cuando saciado y satisfecho quise irme.
En la puerta (ella como mi sombra me segua),
al cruzar su dintel, sent que entre mis dedos
quedaba el brazalete, ahora inerte y mudo.

Mucho tiempo ha pasado. No aceptara
revivir otra vez esta existencia.
Mas no s qu dara por slo aquel instante
revivirlo. Bien s que apenas tengo con qu tiente
al destino, ni el destino tentarse dejara.

Cuando el recuerdo as vuelve sobre sus huellas
(no es el recuerdo la impotencia del deseo?).
Es que a l, como a m, la vejez vence;
y acaso ya no tengo lo nico que tuve:
Deseo, a quien rendida la ocasin le sigue.

Limbo


A Octavio Paz

La plaza sola (gris el aire,
negros los rboles, la tierra
manchada por la nieve),
pareca, no realidad, mas copia
triste sin realidad. Entonces,
ante el umbral, dijiste:
viviendo aqu seras
fantasma de ti mismo.
Inhspita en su adorno
parsimonioso, porcelanas, bronces,
muebles chinos, la casa
oscura toda era,
plidas sus ventanas sobre el ro,
y el color se esconda
en un retablo espaol, en un lienzo
francs, su bro amedrentado.
Entre aquellos despojos,
proyecto, el dueo estaba
sentado junto a su retrato
por artista a la moda en aos idos,
imagen fatua y fcil
del diletante, divertido entonces
comprando lo que una fe creara
en otro tiempo y otra tierra.
All con sus iguales,
damas imperativas bajo sus afeites,
caballeros seguros de s mismos,
rito social cumpla,
y entre el dilogo moroso,
t oyendo alguien me dijo: "Me ofrecieron
la primera edicin de un poeta raro,
y la he comprado", tu emocin callaste.
As, pensabas, el poeta
vive para esto, para esto
noches y das amargos, sin ayuda
de nadie, en la contienda
adonde, como el fnix, muere y nace,
para que aos despus, siglos
despus, obtenga al fin el displicente
favor de un grande en este mundo.
Su vida ya puede excusarse,
porque ha muerto del todo;
su trabajo ahora cuenta,
domesticado para el mundo de ellos,
como otro objeto vano,
otro ornamento intil;
y t cobarde, mudo
te despediste ah, como el que asiente,
ms all de la muerte, a la injusticia.
Mejor la destruccin, el fuego.



Los espinos

Verdor nuevo los espinos
tienen ya por la colina,
toda de prpura y nieve
en el aire estremecida.

Cuntos cielos florecidos
les has visto; aunque a la cita
ellos sern siempre fieles,
t no lo sers un da.

Antes que la sombra caiga,
aprende cmo es la dicha
ante los espinos blancos
y rojos en flor. V. Mira.

Los fantasmas del deseo

Yo no te conoca, tierra;
con los ojos inertes, la mano aleteante,
llor todo ciego bajo tu verde sonrisa,
aunque, alentar juvenil, sintiera a veces
un tumulto sediento de postrarse,
como huracn henchido aqu en el pecho;
ignorndote, tierra ma,
ignorando tu alentar, huracn o tumulto,
idnticos en esta melanclica burbuja que yo soy
a quien tu voz de acero inspirara un menudo vivir.

Bien s ahora que t eres
quien me dicta esta forma y este ansia;
s al fin que el mar esbelto,
la enamorada luz, los nios sonrientes,
no son sino t misma;
que los vivos, los muertos,
el placer y la pena,
la soledad, la amistad,
la miseria, el poderoso estpido,
el hombre enamorado, el canalla,
son tan dignos de m como de ellos yo lo soy;
mis brazos, tierra, son ya ms anchos, giles,
para llevar tu afn que nada satisface.

El amor no tiene esta o aquella forma,
no puede detenerse en criatura alguna;
todas son por igual viles y soadoras.
Placer que nunca muere
beso que nunca muere,
slo en ti misma encuentro, tierra ma.
Nimbos de juventud, cabellos rubios o sombros,
rizosos o lnguidos como una primavera,
sobre cuerpos cobrizos, sobre radiantes cuerpos
que tanto he amado intilmente,
no es en vosotros donde la vida est, sino en la tierra,
en la tierra que aguarda, aguarda siempre
con sus labios tendidos, con sus brazos abiertos.

Dejadme, dejadme abarcar, ver unos instantes
este mundo divino que ahora es mo,
mo como lo soy yo mismo,
como lo fueron otros cuerpos que estrecharon mis brazos,
como la arena, que al besarla los labios
finge otros labios, dctiles al deseo,
hasta que el viento lleva sus mentirosos tomos.

Como la arena, tierra,
como la arena misma,
la caricia es mentira, el amor es mentira, la amistad es mentira.
T sola quedas con el deseo,
con este deseo que aparenta ser mo y ni siquiera es mo,
sino el deseo de todos,
malvados, inocentes,
enamorados o canallas.

Tierra, tierra y deseo.
Una forma perdida.

Los marineros son las alas del amor...

Los marineros son las alas del amor,
son los espejos del amor,
el mar les acompaa,
y sus ojos son rubios lo mismo que el amor
rubio es tambin, igual que son sus ojos.

La alegra vivaz que vierten en las venas
rubia es tambin,
idntica a la piel que asoman;
no les dejis marchar porque sonren
como la libertad sonre,
luz cegadora erguida sobre el mar.

Si un marinero es mar,
rubio mar amoroso cuya presencia es cntico,
no quiero la ciudad hecha de sueos grises;
quiero slo ir al mar donde me anegue,
barca sin norte,
cuerpo sin norte hundirme en su luz rubia.

No deca palabras...No deca palabras,
acercaba tan slo un cuerpo interrogante
porque ignoraba que el deseo es una pregunta
cuya respuesta no existe,
una hoja cuya rama no existe,
un mundo cuyo cielo no existe.

La angustia se abre paso entre los huesos,
remonta por las venas
hasta abrirse en la piel,
surtidores de sueo
hechos carne en interrogacin vuelta a las nubes.

Un roce al paso,
una mirada fugaz entre las sombras,
bastan para que el cuerpo se abra en dos,
vido de recibir en s mismo
otro cuerpo que suee;
mitad y mitad, sueo y sueo, carne y carne,
iguales en figura, iguales en amor, iguales en deseo.

Aunque slo sea una esperanza,
porque el deseo es una pregunta cuya respuesta nadie sabe.

No es el amor quien muere...

No es el amor quien muere,
somos nosotros mismos.

Inocencia primera
Abolida en deseo,
Olvido de s mismo en otro olvido,
Ramas entrelazadas,
Por qu vivir si desaparecis un da?

Slo vive quien mira
Siempre ante s los ojos de su aurora,
Slo vive quien besa
Aquel cuerpo de ngel que el amor levantara.

Fantasmas de la pena,
A lo lejos, los otros,
Los que ese amor perdieron,
Como un recuerdo en sueos,
Recorriendo las tumbas
Otro vaco estrechan.

Por all van y gimen,
Muertos en pie, vidas tras de la piedra,
Golpeando la impotencia,
Araando la sombra
Con intil ternura.No, no es el amor quien muere.

No intentemos el amor nunca

Aquella noche el mar no tuvo sueo.
Cansado de contar, siempre contar a tantas olas,
quiso vivir hacia lo lejos,
donde supiera alguien de su color amargo.

Con una voz insomne deca cosas vagas,
barcos entrelazados dulcemente
en un fondo de noche,
o cuerpos siempre plidos, con su traje de olvido
viajando hacia nada.

Cantaba tempestades, estruendos desbocados
bajo cielos con sombra,
como la sombra misma,
como la sombra siempre
rencorosa de pjaros estrellas.

Su voz atravesando luces, lluvia, fro,
alcanzaba ciudades elevadas a nubes,
cielo Sereno, Colorado, Glaciar del infierno,
todas puras de nieve o de astros cados
en sus manos de tierra.

Mas el mar se cansaba de esperar las ciudades.
All su amor tan slo era un pretexto vago
con sonrisa de antao,
ignorado de todos.

Y con sueo de nuevo se volvi lentamente
adonde nadie
sabe de nadie.
Adonde acaba el mundo.

No quiero, triste espritu, volver...

No quiero, triste espritu, volver
por los lugares que cruz mi llanto,
latir secreto entre los cuerpos vivos
como yo tambin fui.

No quiero recordar
un instante feliz entre tormentos;
goce o pena es igual,
todo es triste al volver.

An va conmigo como una luz ajena
aquel destino nio,
aquellos dulces ojos juveniles,
aquella antigua herida.No, no quisiera volver,
sino morir an ms,
arrancar una sombra,
olvidar un olvido.


Orillas del amor

Como una vela sobre el mar
resume ese azulado afn que se levanta
hasta las estrellas futuras,
hecho escala de olas
por donde pies divinos descienden al abismo,
tambin tu forma misma,
ngel, demonio, sueo de un amor soado,
resume en m un afn que en otro tiempo levantaba
hasta las nubes sus olas melanclicas.

Sintiendo todava los pulsos de ese afn,
yo, el ms enamorado,
en las orillas del amor,
sin que una luz me vea
definitivamente muerto o vivo,
contemplo sus olas y quisiera anegarme,
deseando perdidamente
descender, como los ngeles aquellos por la escala de espuma,
hasta el fondo del mismo amor que ningn hombre ha visto.

Oscuridad completa

No s por qu, si la luz entra,
Los hombres andan bien dormidos,
Recogiendo la vida su apariencia
Joven de nuevo, bella entre sonrisas,

No s por qu he de cantar
o verter de mis labios vagamente palabras;
Palabras de mis ojos,
Palabras de mis sueos perdidos en la nieve.

De mis sueos copiando los colores de nubes,
De mis sueos copiando nubes sobre la pampa.

Pas

Tus ojos son de donde
la nieve no ha manchado
la luz, y entre las palmas
el aire
invisible es de claro.

Tu deseo es de donde
a los cuerpos se ala
lo animal con la gracia
secreta
de mirada y sonrisa.

Tu existir es de donde
percibe el pensamiento,
por la arena de mares
amigos,
la eternidad en tiempo.

Peregrino

Volver? Vuelva el que tenga,
tras largos aos, tras un largo viaje,
cansancio del camino y la codicia
de su tierra, su casa, sus amigos,
del amor que al regreso fiel le espere.

Mas t? volver? Regresar no piensas,
sino seguir libre adelante,
disponible por siempre, mozo o viejo,
sin hijo que te busque, como a Ulises,
sin Itaca que aguarde y sin Penlope.

Sigue, sigue adelante y no regreses,
fiel hasta el fin del camino y tu vida,
no eches de menos un destino ms fcil,
tus pies sobre la tierra antes no hollada,
tus ojos frente a lo antes nunca visto.

Qu ruido tan triste el que hacen dos cuerpos cuando se aman...Qu ruido tan triste el que hacen dos cuerpos cuando se aman,
parece como el viento que se mece en otoo
sobre adolescentes mutilados,
mientras las manos llueven,
manos ligeras, manos egostas, manos obscenas,
cataratas de manos que fueron un da
flores en el jardn de un diminuto bolsillo.Las flores son arena y los nios son hojas,
y su leve ruido es amable al odo
cuando ren, cuando aman, cuando besan,
cuando besan el fondo
de un hombre joven y cansado
porque antao so mucho da y noche.Mas los nios no saben,
ni tampoco las manos llueven como dicen;
as el hombre, cansado de estar solo con sus sueos,
invoca los bolsillos que abandonan arena,
arena de las flores,
para que un da decoren su semblante de muerto.

Quiero, con afn sooliento...Quiero, con afn sooliento,
Gozar de la muerte ms leve
Entre bosques y mares de escarcha,
Hecho aire que pasa y no sabe.

Quiero la muerte entre mis manos,
Fruto tan ceniciento y rpido,
Igual al cuerno frgil
De la luz cuando nace en el invierno.

Quiero beber al fin su lejana amargura;
Quiero escuchar su sueo con rumor de arpa
Mientras siento las venas que se enfran,
Porque la frialdad tan slo me consuela.

Voy a morir de un deseo,
Si un deseo sutil vale la muerte;
A vivir sin m mismo de un deseo,
Sin despertar, sin acordarme,
All en la luna perdido entre su fro.

Quisiera estar solo en el surQuiz mis lentos ojos no vern ms el sur
de ligeros paisajes dormidos en el aire,
con cuerpos a la sombra de ramas como flores
o huyendo en un galope de caballos furiosos.

El sur es un desierto que llora mientras canta.
Y esa voz no se extingue como pjaro muerto;
hacia el mar encamina sus deseos amargos,
abriendo un eco dbil que vive lentamente.

En el sur tan distante quiero estar confundido.
La lluvia all no es ms que una rosa entreabierta;
su niebla misma re, risa blanca en el viento.
Su oscuridad, su luz, son bellezas iguales.


Quisiera saber por qu esta muerte...

Quisiera saber por qu esta muerte
al verte, adolescente rumoroso,
mar dormido bajo los astros ciegos,
an constelado por escamas de sirenas,
o seda que despliegan
cambiante de fuegos nocturnos
y acordes palpitantes,
rubio igual que la lluvia,
sombro igual que la vida es a veces.

Aunque sin verme desfiles a mi lado,
huracn ignorante,
estrella que roza mi mano abandonada su eternidad,
sabes bien, recuerdo de siglos,
cmo el amor es lucha
donde se muerden dos cuerpos iguales.

Yo no te haba visto;
miraba los animalillos gozando bajo el sol verdeante,
despreocupado de los rboles iracundos,
cuando sent una herida que abri la luz en m;
el dolor enseaba
cmo una forma opaca, copiando luz ajena,
parece luminosa.

Tan luminosa,
que mis horas perdidas, yo mismo,
quedamos redimidos de la sombra,
para no ser ya ms
que memoria de luz;
de luz que vi cruzarme,
seda, agua o rbol, un momento.

Razn de lgrimas

La noche por ser triste carece de fronteras.
Su sombra en rebelin como la espuma,
rompe los muros dbiles
avergonzados de blancura;
noche que no puede ser otra cosa sino noche.

Acaso los amantes acuchillan estrellas,
acaso la aventura apague una tristeza.
Mas t, noche, impulsada por deseos
hasta la palidez del agua,
aguardas siempre en pie quin sabe a cules ruiseores.

Ms all se estremecen los abismos
poblados de serpientes entre pluma,
cabecera de enfermos
no mirando otra cosa que la noche
mientras cierran el aire entre los labios.

La noche, la noche deslumbrante,
que junto a las esquinas retuerce sus caderas,
aguardando, quin sabe,
como yo, como todos.

Remordimiento en traje de noche

Un hombre gris avanza por la calle de niebla;
No lo sospecha nadie. Es un cuerpo vaco;
Vaco como pampa, como mar, como viento,
Desiertos tan amargos bajo un cielo implacable.

Es el tiempo pasado, y sus alas ahora
Entre la sombra encuentran una plida fuerza;
Es el remordimiento, que de noche, dudando;
En secreto aproxima su sombra descuidada.

No estrechis esa mano. La yedra altivamente
Ascender cubriendo los troncos del invierno.
Invisible en la calma el hombre gris camina.
No sents a los muertos? Mas la tierra est sorda.

Si el hombre pudiera decir lo que ama...Si el hombre pudiera decir lo que ama,
si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
como una nube en la luz;
si como muros que se derrumban,
para saludar la verdad erguida en medio,
pudiera derrumbar su cuerpo,
dejando slo la verdad de su amor,
la verdad de s mismo,
que no se llama gloria, fortuna o ambicin,
sino amor o deseo,
yo sera aquel que imaginaba;
aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
proclama ante los hombres la verdad ignorada,
la verdad de su amor verdadero.

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
cuyo nombre no puedo or sin escalofro;
alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina
por quien el da y la noche son para m lo que quiera,
y mi cuerpo y espritu flotan en su cuerpo y espritu
como leos perdidos que el mar anega o levanta
libremente, con la libertad del amor,
la nica libertad que me exalta,
la nica libertad por que muero.

T justificas mi existencia:
si no te conozco, no he vivido;
si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.

Sombras blancasSombras frgiles, blancas, dormidas en la playa,
dormidas en su amor, en su flor de universo,
el ardiente color de la vida ignorando
sobre un lecho de arena y de azar abolido.

Libremente los besos desde sus labios caen
en el mar indomable como perlas intiles;
perlas grises o acaso cenicientas estrellas
ascendiendo hacia el cielo con luz desvanecida.

Bajo la noche el mundo silencioso naufraga;
bajo la noche rostros fijos, muertos, se pierden.
Slo esas sombras blancas, oh blancas, s, tan blancas.
La luz tambin da sombras, pero sombras azules.

Te quiero...

Te quiero.

Te lo he dicho con el viento
jugueteando tal un animalillo en la arena
o iracundo como rgano tempestuoso;

te lo he dicho con el sol,
que dora desnudos cuerpos juveniles
y sonre en todas las cosas inocentes;

te lo he dicho con las nubes,
frentes melanclicas que sostienen el cielo,
tristezas fugitivas;

te lo he dicho con las plantas,
leves caricias transparentes
que se cubren de rubor repentino;

te lo he dicho con el agua,
vida luminosa que vela un fondo de sombra;
te lo he dicho con el miedo,

te lo he dicho con la alegra,
con el hasto, con las terribles palabras.
Pero as no me basta;
ms all de la vida
quiero decrtelo con la muerte,
ms all del amor
quiero decrtelo con el olvido.

Todo esto por amor

Derriban gigantes de los bosques para hacer un durmiente,
derriban los instintos como flores,
deseos como estrellas
para hacer slo un hombre con su estigma de hombre.

Que derriben tambin imperios de una noche,
monarquas de un beso,
no significa nada;
que derriben los ojos, que derriben las manos como estatuas vacas.

Mas este amor cerrado por ver slo su forma,
su forma entre las brumas escarlata,
quiere imponer la vida, como otoo ascendiendo tantas hojas
hacia el ltimo cielo,
donde estrellas
sus labios dan otras estrellas,
donde mis ojos, estos ojos,
se despiertan en otro.

Tres misterios gozosos

El cantar de los pjaros, al alba,
cuando el tiempo es ms tibio,
alegres de vivir, ya se desliza
entre el sueo, y de gozo
contagia a quien despierta al nuevo da.

Alegre sonriendo a su juguete
pobre y roto, en la puerta
de la casa juega solo el niito
consigo, y en dichosa
ignorancia, goza de hallarse vivo.El poeta, sobre el papel soando
su poema inconcluso,
hermoso le parece, goza y piensa
con razn y locura
que nada importa: existe su poema.

Tristeza del recuerdoPor las esquinas vagas de los sueos,
alta la madrugada, fue conmigo
tu imagen bien amada, como un da
en tiempos idos, cuando Dios lo quiso.

Agua ha pasado por el ro abajo,
hojas verdes perdidas llev el viento
desde que nuestras sombras vieron quedas
su afn borrarse con el sol traspuesto.

Hermosa era aquella llama, breve
como todo lo hermoso: luz y ocaso.
Vino la noche honda, y sus cenizas
guardaron el desvelo de los astros.

Tal jugador febril ante una carta,
un alma solitaria fue la apuesta
arriesgada y perdida en nuestro encuentro;
el cuerpo entre los hombres qued en pena.

Quin dice que se olvida? No hay olvido.
Mira a travs de esta pared de hielo
ir esa sombra hacia la lejana
sin el nimbo radiante del deseo.

Todo tiene su precio. Yo he pagado
el mo por aquella antigua gracia,
y as despierto; hallando tras mi sueo
un lecho solo, afuera yerta el alba.

Un muchacho andaluz

Te hubiera dado el mundo,
muchacho que surgiste
al caer de la luz por tu Conquero,
tras la colina ocre,
entre pinos antiguos de perenne alegra.

Eras emanacin del mar cercano?
Eras el mar an ms
que las aguas henchidas con su aliento,
encauzadas en ro sobre tu tierra abierta,
bajo el inmenso cielo con nubes que se orlaban de
rotos resplandores.

Eras el mar an ms
tras de las pobres telas que ocultaban tu cuerpo;
eras forma primera,
eras fuerza inconsciente de su propia hermosura.

Y tus labios, de bisel tan terso,
eran la vida misma,
como una ardiente flor
nutrida con la savia
de aquella piel oscura
que infiltraba nocturno escalofro.

Si el amor fuera un ala.

La incierta hora con nubes desgarradas,
el ro oscuro y ciego bajo la extraa brisa,
la rojiza colina con sus pinos cargados de secretos,
te enviaban a m, a mi afn ya cado,
como verdad tangible.

Expresin amorosa de aquel mismo paraje,
entre los ateridos fantasmas que habitaban nuestro mundo,
eras t una verdad,
sola verdad que busco,
mas que verdad de amor, verdad de vida;
y olvidando que sombra y pena acechan de continuo
esa cspide virgen de la luz y la dicha,
quise por un momento fijar tu curso ineluctable.

Cre en ti, muchachillo.

Cuando el amor evidente,
con el irrefutable sol del medioda,
suspenda mi cuerpo
en esa abdicacin del hombre ante su dios,
un resto de memoria
levantaba tu imagen como recuerdo nico.

Y entonces,
con sus luces el violento Atlntico,
tantas dunas profusas, tu Conquero nativo,
estaban en m mismo dichos en tu figura,
divina ya para mi afn con ellos,
porque nunca he querido dioses crucificados,
tristes dioses que insultan
esa tierra ardorosa que te hizo y te hace.



Unos cuerpos son como flores...

Unos cuerpos son como flores,
otros como puales,
otros como cintas de agua;
pero todos, temprano o tarde,
sern quemaduras que en otro cuerpo se agranden,
convirtiendo por virtud del fuego a una piedra en un hombre.

Pero el hombre se agita en todas direcciones,
suea con libertades, compite con el viento,
hasta que un da la quemadura se borra,
volviendo a ser piedra en el camino de nadie.

Yo, que no soy piedra, sino camino
que cruzan al pasar los pies desnudos,
muero de amor por todos ellos;
les doy mi cuerpo para que lo pisen,
aunque les lleve a una ambicin o a una nube,
sin que ninguno comprenda
que ambiciones o nubes
no valen un amor que se entrega.

Ventana hurfana con cabellos habituales...Ventana hurfana con cabellos habituales,
Gritos del viento,
Atroz paisaje entre cristal de roca,
Prostituyendo los espejos vivos,
Flores clamando a gritos
Su inocencia anterior a obesidades.

Esas cuevas de luces venenosas
Destrozan los deseos, los durmientes;
Luces como lenguas hendidas
Penetrando en los huesos hasta hallar la carne,
Sin saber que en el fondo no hay fondo,
No hay nada, sino un grito,
Un grito, otro deseo
Sobre una trampa de adormideras crueles.

En un mundo de alambre
Donde el olvido vuela por debajo del suelo,
En un mundo de angustia,
Alcohol amarillento,
Plumas de fiebre,
Ira subiendo a un cielo de vergenza,
Algn da nuevamente surgir la flecha
Que abandona el azar
Cuando una estrella muere como otoo para olvidar su sombra.

Yo fui...Yo fui.
Columna ardiente, luna de primavera.
Mar dorado, ojos grandes.

Busqu lo que pensaba;
pens, como al amanecer en sueo lnguido,
lo que pinta el deseo en das adolescentes.
Cant, sub,
fui luz un da
arrastrado en la llama.

Como un golpe de viento
que deshace la sombra,
ca en lo negro,
en el mundo insaciable.

He sido.