Poemas de Cuyo c

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ROMANCE DE LA SERRANA ENAMORADA ROMANCE DE LA SERRANA ENAMORADA Raquela, la más donosa muchacha de la montaña, se muere de mal de amores llorando penas amargas. En su casuca de pirca Raquela llora sus lágrimas, y entre llantos y suspiros el corazón se le apaga. Y aulla el viento en el valle entre morros y quebradas; los chañares y los molles desnudas tienen sus ramas. Un sol amarillo vierte en el valle su luz trágica, y el río dice un responso entre espinudas añaguas. II Llora y llora la Raquela, blanquita como las sábanas. Piadosamente la alumbra la dulce luz de una lámpara. Por el camino desierto, bajo la noche estrellada, con su siniestra sonrisa la Muerte viene a buscarla.

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ROMANCE DE LA SERRANA ENAMORADAROMANCE DE LA SERRANA ENAMORADA

Raquela, la más donosa muchacha de la montaña, se muere de mal de amores llorando penas amargas. En su casuca de pirca Raquela llora sus lágrimas, y entre llantos y suspiros el corazón se le apaga. Y aulla el viento en el valle entre morros y quebradas; los chañares y los molles desnudas tienen sus ramas. Un sol amarillo vierte en el valle su luz trágica, y el río dice un responso entre espinudas añaguas.

II

Llora y llora la Raquela, blanquita como las sábanas. Piadosamente la alumbra la dulce luz de una lámpara.Por el camino desierto, bajo la noche estrellada, con su siniestra sonrisa la Muerte viene a buscarla.

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Blancos vestidos flotantes; horribles órbitas vacuas; crispados dedos de sombra y reluciente guadaña.Dios la ve desde los cielos; Dios la ve, provecta y rauda, andando por el camino bajo la noche callada. Pasa por sobre los quiscos, cruza por sobre las aguas, anda entre espinas hirsutas y atraviesa las montañas.Dios ve también a la niña junto a la luz de la lámpara; ve el llanto angustioso y mudo que por la cara le baja; y ve que allá en lo más hondo, en lo más hondo de su alma, arde una luz que Raquela quisiera trocar en llama, i Oh dulce cirio celeste; oh cirio de la esperanza!

IV

Grises se ponen los cielos; silban agudas las rachas; se ensombrecen los caminos y no se ven las montañas.Cae la nieve; la nieve terca, fina, muda, pálida. Todo se cubre del trémulo vellón que del cielo baja desprendido del rebaño que allá los Angeles guardan. La Muerte llegó a la choza de la Raquela y,

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cansada, echóse sobre la nieve antes de entrar a llamarla. Y allí se quedó dormida; la nieve, en tanto, bajaba, y la fue cubriendo toda con su inefable mortaja.

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Blanco estaba el valle todo; blancas todas las montañas.Cuando el sol del nuevo día iluminó las quebradas, a la puerta de la choza, de entre la nieve, asomaba reluciente, fina, rígida la hoja de una guadaña.

VI

A la donosa Raquela volvió el Amor a buscarla, jinete en corcel de oro, y se la llevó en las ancas.

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N O M B R E S

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NOMBRES

Chachingo! ¡Lunlunta! ¡Panquehua! Epicos nombres sonoros, hechos como de lanzas y trabucos y tremolar de banderas y ponchos, y silbidos de lazos, y profundos galopes de potros.¡Tabaleste! ¡Guaymare! ¡Ocoyunta! Uno solo, no más que uno solo de estos nombres, gritado en las montañas o entre los montes hoscos, levantaba a las huestes de fieros y broncíneos rostros, y fuertes cuerpos musculosos,como raíces de alpatacos y tocones de algarrobos.¡Ñacuñán! ¡Guaymallén! Agudos, cortantes, roncos vientos entre los desfiladeros siniestros, oscuros y torvos.¡ Nombres de guerra y de malones! ¡Nombres que tienen color rojo y el gutural sonido que la piedra arranca al caer a las aguas del pozo!i Nombres! [Musicales corceles indómitos galopando a través de los siglos, las crines al viento y el casco de oro!Fin de "Poemas de Cuyo"