Poesía Camëntsá: un diálogo con Lacan: Ponencia para el Congreso SOLAR 2014
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La aproximación al texto literario conoce, entre varios otros problemas, de la dificultad de
manejarse con una herramienta interpretativa única a infinidad de textos. Ciertamente, fue
pretensión del estructuralismo establecer un mecanismo interpretativo que desnudase las
estructuras comunes a todo relato, tanto desde la superficie como en lo profundo del
texto. Sin embargo, diversas aproximaciones post estructuralistas han demostrado que
existen relativizaciones en los textos que saltan por encima de este redil estructuralista
porque desnudan las emociones en el texto. Como prueba de ello, menciono el desarrollo
de la semiótica tensiva, originada en el descubrimiento de esta carencia en el análisis que
no involucra la afectividad.
En la lectura de textos propios de sociedades no occidentales, la aplicación de categorías
propias de la realidad textual occidental constituye un forzamiento que no llega a discernir
los sentidos ocultos en el texto, tampoco la referencia cultural, que es el gran constructor
de sentido en el caso de los texto producidos desde la cultura originaria. La complicación
es mayor si confirmamos que los autores que actualmente escriben desde el universo de
las culturas originarias se insertan en el circuito de la literatura occidental y, en general, en
la cultura occidental.
Para proponer un ejemplo de esta inadecuación proponemos el caso de la topología
lacaniana, especialmente a nivel de “lo simbólico” y la ecocosmología Kamëntsá, tomando
como caso de estudio los poemas de Hugo Jamioy Juanjibioy en su poemario Danzantes
del viento:
La ventaja de trabajar con este texto radica esencialmente en su naturaleza bilingüe, la
misma que se manifiesta por la mano del mismo autor, Hugo Jamioy.
Desde la perspectiva lacaniana, el sujeto se construye como una triada, un nudo
borromeo que involucra tres órdenes, el imaginario (que corresponde a las figuras
percibidas y que se define en la más tierna infancia a partir del reflejo de la propia imagen
en el espejo), lo simbólico (que corresponde a la nominalización, al encuentro de un
imaginario con un significante abstracto, nacido de la convención pre existente que Lacan
denomina el Otro) y lo Real, que es el orden de lo que escapa a toda simbolización,
aquello que no puede ser definido por el lenguaje y, en última instancia realiza la juntura,
la costura que integra el sentido construido por los tres órdenes.
De Lacan se ha dicho que es estructuralista, post estructuralista deconstruccionista, post
moderno avant la lettre. Para ser justos hay que reconocer que existen etapas en el
pensamiento de Lacan, que, dicho sea de paso, se formula en clases dictadas en sus
seminarios, con la marchas y contramarchas, cuestionamientos y reafirmaciones que esto
supone. En términos generales, su esfuerzo central es construir un aparato de análisis
clínico integrando el psicoanálisis freudiano y el marxismo o materialismo histórico.
El sujeto lacaniano es un sujeto tachado, escindido porque se encuentra separado de su
objeto de deseo, la separación se actualiza por la imposición de lo simbólico que es
nominado como La Ley, Ley del Padre, algunas veces el acceso a lo simbólico se
denomina El Nombre del Padre. El acceso a la cultura se da a través de la aceptación de
lo simbólico, del reconocimiento del nombre del padre como personificación de la ley. El
padre separa al sujeto de su deseo porque el sujeto reconoce que su deseo es el del
padre.
Para entender las diferencias entre este modelo y la ecocosmología Kamëntsá, debemos
partir, al igual que lo hemos hecho respecto a Lacan, de premisas culturales básicas y,
primero, de una aclaración básica del significado de la nominalización, específicamente
de la cultura conocida como Kamëtnsá. Nominar es otorgar presencia simbólica al ente
externo, al otro, y a uno mismo. Como vimos, en la teoría psicoanalítica lacaniana, la
nominalización es el primero de los procesos para acceder a la dimensión simbólica, que
supone la sujeción a la ley del padre o de la sociedad; el segundo es la pronominalización
como abstracción suprema, el pronombre reemplaza al nombre como una generalidad.
Mediante la simbolización se crea la red de relaciones de significado que permiten
interpretar el mundo o que lo interpretan directamente.1
Sirva esta introducción meramente como llamada de atención sobre una generalidad
propuesta como universal, salvando la distancia que media entre una lectura eurocéntrica
del mundo latinoamericano y la propiamente originaria, generada desde nuestros mismos
pueblos ancestrales. En realidad, es la base estructuralista Levi Straussiana (pidiendo
perdón por el neologismo) la que permite esta lectura en paralelo.
En el prólogo de “Danzantes del viento / Bínÿbe oboyejuayëng” (Jamioy, 2015) el autor
dice que
El hombre extranjero (squená) ha designado a su pueblo durante siglos
como coches, sinbundoyes, camsás, Kamsá, entre muchos otros nombres;
y sin embargo estas palabras no han dado cuenta con exactitud del nombre
primordial de su pueblo (Sánchez 2010)
Contra todos estos nombres, añade Sánchez, Jamioy precisa la naturaleza y significado
del nombre: “Camuentsá Cabëng Camëntsá Biya, de aquí mismo, de nosotros mismos y
que así mismo habla, es decir, ‘Hombres de aquí con pensamiento y lengua propia’ ”
(Jamioy 2005, p. 20).
Primera imposición de un nombre que no es el nombre primordial. Sobre el nombre
original del pueblo de Jamioy, occidente coloca una etiqueta distinta que esconde el
verdadero y extenso sentido del nombre original. La simbolización se propone como
imposición sobre la primera simbolización. El cambio del nombre oculta un proceso de 1 Véase Jameson (1982), quizá la mejor interpretación de la topología lacaniana del individuo y del acceso a lo simbólico.
renominalización común y generalizado en todo el continente Americano durante la
conquista y posterior colonización.2
El nombre original del pueblo que el colonizador denomina Camentsá se construye en
base a tres referencias: lugar de origen (de aquí mismo), indentificación comunitaria (de
nosotros mismos) y capacidad de discurso o agencia lingüística (que así mismo habla). La
construcción del nombre en el pensamiento Camentsá está vinculada a la descripción,
mientras la del español (para el caso de nuestra América) solo construye una identidad
fonética entre palabra y un genérico gentilicio.
El lector lacaniano diría, “Ahí lo tienen, lo imaginario y lo simbólico en el nombre de los
Kamëntsá” pero la semejanza externa no logra superar las diferencias de fondo que
tienen origen en la ya referida ecocosmología de los Camuentsá Cabëng Camëntsá Biya.
Pasemos a revisar algunos componentes de la misma.
2 No se trata únicamente de una demostración de “flojera verbal” o de acomodo a la lengua propia del colonizador de aquello a lo que sonaba el nombre autóctono. Bajo este desinterés por el nombre original se esconde una actitud subalternizante que se inserta al nivel mismo del proceso de significación de la lengua original.