POESÍA ESPAÑOLA DEL SIGLO DE...

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ELEGÍA La elegía es un subgénero de la poesía lírica que designa por regla general a todo poema de lamento. En las elegías, la voz poética muestra su dolor por cualquier cosa que se ha perdido: la ilusión, la vida, el tiempo, un sentimiento... Son especialmente significativas las composiciones en que un autor se duele por la muerte de un ser querido. Quizá la más famosa composición de este género en la literatura castellana sean las Coplas a la muerte de su padre, de Jorge Manrique (siglo XV). En ellas, el poeta, antes de entrar en el asunto, compone una impresionante reflexión acerca de la brevedad de la vida. Solo después de haber expresado de forma abstracta el sentimiento de fugacidad, Manrique hace una reseña en alabanza del padre, a quien acoge una buena muerte en atención a los méritos que ganó durante la vida virtuosa. En la escena final la Muerte, personificada, entra en la alcoba donde el caballero, rodeado de su familia, espera apaciblemente su llegada. En honor al célebre poema, la estrofa utilizada es conocida como “manriqueña”.

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ELEGÍA La elegía es un subgénero de la poesía lírica que designa por regla general a todo poema de lamento. En las elegías, la voz poética muestra su dolor por cualquier cosa que se ha perdido: la ilusión, la vida, el tiempo, un sentimiento... Son especialmente significativas las composiciones en que un autor se duele por la muerte de un ser querido. Quizá la más famosa composición de este género en la literatura castellana sean las Coplas a la muerte de su padre, de Jorge Manrique (siglo XV). En ellas, el poeta, antes de entrar en el asunto, compone una impresionante reflexión acerca de la brevedad de la vida. Solo después de haber expresado de forma abstracta el sentimiento de fugacidad, Manrique hace una reseña en alabanza del padre, a quien acoge una buena muerte en atención a los méritos que ganó durante la vida virtuosa. En la escena final la Muerte, personificada, entra en la alcoba donde el caballero, rodeado de su familia, espera apaciblemente su llegada. En honor al célebre poema, la estrofa utilizada es conocida como “manriqueña”.

JORGE MANRIQUE COPLAS A LA MUERTE DE SU PADRE

I

Recuerde el alma dormida avive el seso y despierte contemplando cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte tan callando, cuán presto se va el placer, cómo, después de acordado, da dolor; cómo, a nuestro parecer, cualquiera tiempo pasado fue mejor.

II Pues si vemos lo presente cómo en un punto se es ido y acabado, si juzgamos sabiamente, daremos lo no venido por pasado. No se engañe nadie, no, pensando que ha de durar lo que espera mas que duró lo que vio, pues que todo ha de pasar por tal manera.

III

Nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar, que es el morir, allí van los señoríos derechos a se acabar y consumir; allí los ríos caudales, allí los otros medianos y más chicos, y llegados, son iguales los que viven por sus manos y los ricos.

IV Dejo las invocaciones de los famosos poetas y oradores; no curo de sus ficciones, que traen yerbas secretas sus sabores; aquel solo me encomiendo aquel sólo invoco yo de verdad, que en este mundo viviendo el mundo no conoció su deidad.

V Este mundo es el camino para el otro, que es morada sin pesar; mas cumple tener buen tino para andar esta jornada sin errar. Partimos cuando nacemos andamos mientras vivimos, y llegamos al tiempo que fenecemos; así que cuando morimos descansamos.

VI Este mundo bueno fue si bien usásemos dél como debemos, porque, según nuestra fe, es para ganar aquel que atendemos. Aun aquel Hijo de Dios, para subirnos al cielo, descendió a nacer acá entre nos, y a morir en este suelo do murió.

VII Ved de cuán poco valor son las cosas tras que andamos y corremos, que, en este mundo traidor aun primero que miramos las perdemos: de ellas deshace la edad, de ellas casos desastrados que acaecen, de ellas, por su calidad, en los más altos estados desfallecen.

VIII Decidme: La hermosura, la gentil frescura y tez de la cara, la color y la blancura, cuando viene la vejez, ¿cuál se para? Las mañas y ligereza y la fuerza corporal de juventud, todo se torna graveza cuando llega al arrabal de senectud.

IX Pues la sangre de los godos, y el linaje y la nobleza tan crecida, ¡por cuántas vías y modos se pierde su gran alteza en esta vida! Unos, por poco valer, ¡por cuán bajos y abatidos que los tienen!; otros que, por no tener, con oficios no debidos se mantienen.

X Los estados y riqueza, que nos dejen a deshora ¿quién lo duda? no les pidamos firmeza, pues son de una señora que se muda. Que bienes son de Fortuna que revuelven con su rueda presurosa, la cual no puede ser una ni estar estable ni queda en una cosa.

XI

Pero digo que acompañen y lleguen hasta la huesa con su dueño: por eso no nos engañen, pues se va la vida apriesa como sueño; y los deleites de acá son, en que nos deleitamos, temporales, y los tormentos de allá, que por ellos esperamos, eternales.

XII

Los placeres y dulzores de esta vida trabajada que tenemos, no son sino corredores, y la muerte, la celada en que caemos. No mirando a nuestro daño, corremos a rienda suelta sin parar; desque vemos el engaño y queremos dar la vuelta, no hay lugar.

XIII Si fuese en nuestro poder hacer la cara hermosa corporal, como podemos hacer el alma tan gloriosa, angelical, ¡qué diligencia tan viva tuviéramos toda hora, y tan presta, en componer la cautiva, dejándonos la señora descompuesta!

XIV

Esos reyes poderosos que vemos por escrituras ya pasadas, con casos tristes, llorosos, fueron sus buenas venturas trastornadas; así que no hay cosa fuerte, que a papas y emperadores y prelados, así los trata la Muerte como a los pobres pastores de ganados.

XV

Dejemos a los troyanos, que sus males no los vimos, ni sus glorias; dejemos a los romanos, aunque oímos y leímos sus historias; no curemos de saber lo de aquel siglo pasado qué fue de ello; vengamos a lo de ayer, que también es olvidado como aquello.

XVI ¿Qué se hizo el Rey Don Juan? Los Infantes de Aragón ¿qué se hicieron? ¿Qué fue de tanto galán, qué de tanta invención que trajeron? ¿Fueron sino devaneos, qué fueron sino verduras de las eras, las justas y los torneos, paramentos, bordaduras y cimeras?

XVII ¿Qué se hicieron las damas, sus tocados y vestidos, sus olores? ¿Qué se hicieron las llamas de los fuegos encendidos de amadores? ¿Qué se hizo aquel trovar, las músicas acordadas que tañían? ¿Qué se hizo aquel danzar, aquellas ropas chapadas que traían?

XVIII

Pues el otro, su heredero, Don Enrique, ¡qué poderes alcanzaba! ¡Cuán blando, cuán halaguero el mundo con sus placeres se le daba! Mas verás cuán enemigo, cuán contrario, cuán cruel se le mostró; habiéndole sido amigo, ¡cuán poco duro con él lo que le dio!

XIX Las dádivas desmedidas, los edificios reales llenos de oro, las vajillas tan fabridas, los enriques y reales del tesoro; los jaeces, los caballos de sus gentes y atavíos tan sobrados, ¿dónde iremos a buscallos? ¿qué fueron sino rocíos de los prados?

XX Pues su hermano el inocente, que en su vida sucesor le hicieron, ¡qué corte tan excelente tuvo y cuánto gran señor le siguieron! Mas, como fuese mortal, metiole la Muerte luego en su fragua. ¡Oh, juicio divinal, cuando más ardía el fuego, echaste agua!

XXI Pues aquel gran Condestable, maestre que conocimos tan privado, no cumple que de él se habla, mas sólo cómo lo vimos degollado. Sus infinitos tesoros, sus villas y sus lugares, su mandar, ¿qué le fueron sino lloros? ¿Qué fueron sino pesares al dejar?

XXII Y los otros dos hermanos, maestres tan prosperados como reyes, que a los grandes y medianos trajeron tan sojuzgados a sus leyes; aquella prosperidad que en tan alto fue subida y ensalzada, ¿qué fue sino claridad que cuando más encendida fue matada?

XXIII

Tantos duques excelentes, tantos marqueses y condes y varones como vimos tan potentes, di, Muerte, ¿do los escondes y traspones? Y las sus claras hazañas que hicieron en las guerras y en las paces, cuando tú, cruda, te ensañas, con tu fuerza las aterras y deshaces.

XXIV Las huestes innumerables, los pendones, estandartes y banderas, los castillos impugnables, los muros y baluartes y barreras, la cava honda, chapada, o cualquier otro reparo, ¿qué aprovecha Cuando tú vienes airada, todo lo pasas de claro con tu flecha.

XXV Aquel de buenos abrigo, amado por virtuoso de la gente, el maestre Don Rodrigo Manrique, tanto famoso y tan valiente; sus hechos grandes y claros no cumple que los alabe, pues los vieron, ni los quiero hacer caros pues que el mundo todo sabe cuáles fueron.

XXVI Amigos de sus amigos, ¡qué señor para criados y parientes! ¡Qué enemigo de enemigos! ¡Qué maestro de esforzados y valientes! ¡Que seso para discretos! ¡Qué gracia para donosos! ¡Qué razón! ¡Qué benigno a los sujetos! ¡A los bravos y dañosos, qué león!

XXVII En ventura Octaviano;

Julio César en vencer y batallar; en la virtud, Africano; Aníbal en el saber y trabajar; en la bondad, un Trajano; Tito en liberalidad con alegría, en su brazo, Aureliano; Marco Atilio en la verdad que prometía.

XXVIII Antonio Pío en clemencia; Marco Aurelio en igualdad del semblante; Adriano en elocuencia, Teodosio en humanidad y buen talante; Aurelio Alejandro fue en disciplina y rigor de la guerra; un Constantino en la fe, Camilo en el gran amor de su tierra.

XXIX No dejó grandes tesoros, ni alcanzó muchas riquezas ni vajillas; mas hizo guerra a los moros, ganando sus fortalezas y sus villas; y en las lides que venció, cuántos moros y caballos se perdieron; y en este oficio ganó las rentas y los vasallos que le dieron.

XXX Pues por su honra y estado, en otros tiempos pasados, ¿cómo se hubo? Quedando desamparado, con hermanos y criados se sostuvo. Después que hechos famosos hizo en esta misma guerra que hacía, hizo tratos tan honrosos que le dieron aun más tierra que tenía.

XXXI Estas sus viejas historias

que con su brazo pintó en juventud, con otras nuevas victorias ahora las renovó en senectud. Por su grande habilidad, por méritos y ancianía bien gastada, alcanzó la dignidad de la gran Caballería de la Espada.

XXXII Y sus villas y sus tierras ocupadas de tiranos las halló; mas por cercos y por guerras y por fuerza de sus manos las cobró. Pues nuestro rey natural, si de las obras que obró fue servido, dígalo el de Portugal y en Castilla quien siguió su partido.

XXXIII Después de puesta la vida tantas veces por su ley al tablero; después de tan bien servida la corona de su rey verdadero; después de tanta hazaña a que no puede bastar cuenta cierta, en la su villa de Ocaña vino la Muerte a llamar a su puerta

XXXIV diciendo: -«Buen caballero dejad el mundo engañoso y su halago; vuestro corazón de acero muestre su esfuerzo famoso en este trago; y pues de vida y salud hicisteis tan poca cuenta por la fama, esfuércese la virtud para sufrir esta afrenta que os llama. XXXV «No se os haga tan amarga la batalla temerosa

que esperáis, pues otra vida más larga de la fama gloriosa acá dejáis, (aunque esta vida de honor tampoco no es eternal ni verdadera); mas, con todo, es muy mejor que la otra temporal perecedera.

XXXVI «El vivir que es perdurable no se gana con estados mundanales, ni con vida delectable donde moran los pecados infernales; mas los buenos religiosos gánanlo con oraciones y con lloros; los caballeros famosos, con trabajos y aflicciones contra moros.

XXXVII «Y pues vos, claro varón, tanta sangre derramasteis de paganos, esperad el galardón que en este mundo ganasteis por las manos; y con esta confianza, y con la fe tan entera que tenéis, partid con buena esperanza, que esta otra vida tercera ganaréis.» XXXVIII [Responde el Maestre] «No tengamos tiempo ya en esta vida mezquina por tal modo, que mi voluntad está conforme con la divina para todo; y consiento en mi morir con voluntad placentera, clara y pura, que querer hombre vivir cuando Dios quiere que muera, es locura. XXXIX [Oración] Tú, que, por nuestra maldad, tomaste forma servil

y bajo nombre; tú, que a tu divinidad juntaste cosa tan vil como es el hombre; tú, que tan grandes tormentos sufriste sin resistencia en tu persona, no por mis merecimientos, mas por tu sola clemencia me perdona.»

XL [Cabo] Así, con tal entender, todos sentidos humanos conservados, cercado de su mujer y de sus hijos y hermanos y criados, dio el alma a quien se la dio (el cual la dio en el cielo en su gloria), que aunque la vida perdió, dejonos harto consuelo su memoria.

ÉGLOGA

La égloga es un subgénero de la poesía lírica donde se dialoga a veces como una pequeña pieza teatral en un acto. De tema amoroso, uno o varios pastores lo desarrollan en un ambiente campesino donde la naturaleza es paradisíaca. Se desarrolla a veces mediante un monólogo pastoril o, más frecuentemente, con un diálogo. Había sido un género muy querido por los poetas grecolatinos, especialmente Virgilio (s. I). El Renacimiento reencontró el género que permitía a los poetas recrear temas y tópicos de la lírica clásica. Son especialmente reconocidas en la literatura española las tres églogas que escribe el poeta toledano Garcilaso de la Vega (1498-1536). Transcribimos a continuación el conocido inicio de la primera

Égloga I de Garcilaso de la Vega

(Fragmento inicial)

El dulce lamentar de dos pastores, Salicio juntamente y Nemoroso, he de contar, sus quejas imitando; cuyas ovejas al cantar sabroso estaban muy atentas, los amores, (de pacer olvidadas) escuchando. Tú, que ganaste obrando un nombre en todo el mundo y un grado sin segundo, agora estés atento sólo y dado el ínclito gobierno del estado Albano; agora vuelto a la otra parte, resplandeciente, armado, representando en tierra el fiero Marte; agora de cuidados enojosos y de negocios libre, por ventura andes a caza, el monte fatigando en ardiente jinete, que apresura el curso tras los ciervos temerosos, que en vano su morir van dilatando; espera, que en tornando a ser restituido al ocio ya perdido, luego verás ejercitar mi pluma por la infinita innumerable suma de tus virtudes y famosas obras, antes que me consuma, faltando a ti, que a todo el mondo sobras.

En tanto que este tiempo que adivino viene a sacarme de la deuda un día, que se debe a tu fama y a tu gloria (que es deuda general, no sólo mía, mas de cualquier ingenio peregrino que celebra lo digno de memoria), el árbol de victoria, que ciñe estrechamente tu gloriosa frente, dé lugar a la hiedra que se planta debajo de tu sombra, y se levanta poco a poco, arrimada a tus loores; y en cuanto esto se canta, escucha tú el cantar de mis pastores. Saliendo de las ondas encendido, rayaba de los montes al altura el sol, cuando Salicio, recostado al pie de un alta haya en la verdura, por donde un agua clara con sonido atravesaba el fresco y verde prado, él, con canto acordado al rumor que sonaba, del agua que pasaba, se quejaba tan dulce y blandamente como si no estuviera de allí ausente la que de su dolor culpa tenía;

y así, como presente, razonando con ella, le decía:

Salicio: ¡Oh más dura que mármol a mis quejas, y al encendido fuego en que me quemo más helada que nieve, Galatea!, estoy muriendo, y aún la vida temo; témola con razón, pues tú me dejas, que no hay, sin ti, el vivir para qué sea. Vergüenza he que me vea ninguno en tal estado, de ti desamparado, y de mí mismo yo me corro agora. ¿De un alma te desdeñas ser señora, donde siempre moraste, no pudiendo de ella salir un hora? Salid sin duelo, lágrimas, corriendo. El sol tiende los rayos de su lumbre por montes y por valles, despertando las aves y animales y la gente: cuál por el aire claro va volando, cuál por el verde valle o alta cumbre

paciendo va segura y libremente, cuál con el sol presente va de nuevo al oficio, y al usado ejercicio do su natura o menester le inclina, siempre está en llanto esta ánima mezquina, cuando la sombra el mondo va cubriendo, o la luz se avecina. Salid sin duelo, lágrimas, corriendo. ¿Y tú, de esta mi vida ya olvidada, sin mostrar un pequeño sentimiento de que por ti Salicio triste muera, dejas llevar (¡desconocida!) al viento el amor y la fe que ser guardada eternamente sólo a mí debiera? ¡Oh Dios!, ¿por qué siquiera, (pues ves desde tu altura esta falsa perjura causar la muerte de un estrecho amigo) no recibe del cielo algún castigo? Si en pago del amor yo estoy muriendo, ¿qué hará el enemigo? Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.

ODA La oda es un subgénero lírico y una composición poética de tono elevado o cantado, que recoge una reflexión del poeta. Según el tema que se cante, puede ser religiosa, heroica, filosófica, amorosa. En general se aplica a todo poema destinado a ser cantado. Se utiliza también para hacer alabanzas a cualidades que poseen personas u objetos que el poeta quiere destacar positivamente. Antiguamente se cantaba con el acompañamiento de un instrumento musical.

Una de las más populares odas escritas en castellano se la debemos al poeta renacentista Fray Luis de León. Su “Oda a Salinas” expresa cómo el alma del poeta se eleva hasta olvidar el mundo al dejarse llevar por la melodía que ejecuta Salinas.

FRAY LUIS DE LEÓN

ODA A FRANCISCO DE SALINAS (Catedrático de Música de la Universidad de Salamanca)

El aire se serena y viste de hermosura y luz no usada, Salinas, cuando suena la música estremada, por vuestra sabia mano gobernada. A cuyo son divino el alma, que en olvido está sumida, torna a cobrar el tino y memoria perdida de su origen primera esclarecida. Y como se conoce, en suerte y pensamientos se mejora; el oro desconoce, que el vulgo vil adora, la belleza caduca, engañadora. Traspasa el aire todo hasta llegar a la más alta esfera, y oye allí otro modo de no perecedera música, que es la fuente y la primera. Ve cómo el gran maestro, aquesta inmensa cítara aplicado, con movimiento diestro produce el son sagrado, con que este eterno templo es sustentado.

Y como está compuesta de números concordes, luego envía consonante respuesta; y entrambas a porfía se mezcla una dulcísima armonía. Aquí la alma navega por un mar de dulzura, y finalmente en él ansí se anega que ningún accidente estraño y peregrino oye o siente. ¡Oh, desmayo dichoso! ¡Oh, muerte que das vida! ¡Oh, dulce olvido! ¡Durase en tu reposo, sin ser restituido jamás a aqueste bajo y vil sentido! A este bien os llamo, gloria del apolíneo sacro coro, amigos a quien amo sobre todo tesoro; que todo lo visible es triste lloro. ¡Oh, suene de contino, Salinas, vuestro son en mis oídos, por quien al bien divino despiertan los sentidos quedando a lo demás amortecidos!

LA MÍSTICA La palabra “mística” viene del griego μυστικός mystikós ‘misterioso’, ‘enigmático’, propiamente ‘relativo a los misterios religiosos’; otro derivado de myein (μυεῖν) ‘cerrar los ojos y quedar mudo’. Es un movimiento que se produce en todas las religiones monoteístas y está presente desde épocas tempranas en el cristianismo, entendido como conocimiento experimental de la presencia divina, en el que el alma tiene, como una gran realidad, un sentimiento de contacto con Dios. Tres vías establecen los tratadistas para alcanzar la unión beatífica:

La Vía Purgativa: El alma se purifica de sus vicios. La Vía Iluminativa: El alma, libre de sus anteriores defectos, comienza ya a gozar

de la presencia de Dios. La Vía Unitiva: Se llega a la completa unión con Dios. El alma queda a solas con la

divinidad y está en absoluta entrega amorosa. El ascetismo tiene amplios precedentes en la Edad Media, pero la mística del Siglo de Oro español aparece como una absoluta novedad. La Contrarreforma había generado una nueva búsqueda de experiencias espirituales que generaron un fuerte movimiento de renovación religiosa. Los carmelitas Teresa de Jesús y Juan de Yepes acercaron el movimiento espiritual a las formas tradicionales de la literatura –desde la prosa autobiografía hasta la lírica renacentista. San Juan de la Cruz –Juan de Yepes- relaciona directamente la experiencia mística con la tradición de la poesía amorosa, desde el Cantar de los Cantares bíblico hasta los tópicos de Petrarca (florentino, siglo XIV). Para el poeta, la experiencia mística es idéntica a una relación amorosa. Cabe añadir que su obra es mínima: tres poemas mayores y un puñado de romances y letrillas de menor importancia. El argumento de sus poemas místicos nos presenta la soledad de una muchacha que sale en busca del amado hasta dar con él en medio de una naturaleza idílica. Como aliciente, sus versos admiten una curiosa lectura doble: al no incluir claves para hacer una interpretación espiritual, pueden leerse como una recreación llena de musicalidad de la poesía amorosa. A su vez, el lector puede buscar por su cuenta una interpretación espiritual que no aportan los versos –aunque sí los comentarios en prosa escritos a posteriori.

LA NOCHE OSCURA  

  En una noche oscura, con ansias en amores inflamada, (¡oh dichosa ventura!) salí sin ser notada, estando ya mi casa sosegada.    A oscuras y segura, por la secreta escala disfrazada, (¡oh dichosa ventura!) a oscuras y en celada, estando ya mi casa sosegada.    En la noche dichosa, en secreto, que nadie me veía, ni yo miraba cosa, sin otra luz ni guía                               sino la que en el corazón ardía.    Aquésta me guïaba más cierta que la luz del mediodía, adonde me esperaba quien yo bien me sabía, en parte donde nadie parecía.    ¡Oh noche que me guiaste!, ¡oh noche amable más que el alborada!, ¡oh noche que juntaste amado con amada, amada en el amado transformada!      En mi pecho florido, que entero para él solo se guardaba, allí quedó dormido, y yo le regalaba, y el ventalle de cedros aire daba.     El aire de la almena, cuando yo sus cabellos esparcía, con su mano serena en mi cuello hería, y todos mis sentidos suspendía.    Quedéme y olvidéme, el rostro recliné sobre el amado, cesó todo, y dejéme, dejando mi cuidado entre las azucenas olvidado. 

POESIA METAFÍSICA

El término poesía metafísica se aplica a un tipo de poemas donde se mezclan la pasión y el raciocinio, y donde el pensamiento se convierte en una experiencia que modifica la sensibilidad. La esencia de la poesía metafísica estriba en su capacidad de integrar racionamientos y sensaciones, con el objetivo de hallar equivalencias verbales para expresar estados de ánimo y sentimientos. Los problemas metafísicos, aparecen en cualquier aspecto de la vida cotidiana; así que lo relevante no es el tema sino la manera de enfocarlo. Es habitual, por ejemplo:

- Un comienzo abrupto en el que la voz lírica habla a su amante, o interpela a Dios, o presenta una escena, o apela al lector para que preste atención. - Razonamientos del hablante consigo mismo, debatiendo con sus dudas para ilustrar el dilema o la perplejidad que le ocupa. - La inserción de palabras representativas de situaciones de la vida ordinaria - Una conclusión en los versos finales, donde el poeta asume su desengaño y su incapacidad para resolver sus problemas morales más allá de su pensamiento.

La poesía metafísica surge de la necesidad de expresar las contradicciones de la experiencia humana, las paradojas de la naturaleza humana, la caducidad de la pasión amorosa; la dualidad alma-cuerpo; etc. Todo ello se resuelve en la angustia existencial, la brevedad de la vida y el desorden de las pasiones, violentas pero transitorias. Los temas propiamente metafísicos son, fundamentalmente, la unión del espíritu y el cuerpo, el misterio de la unión de dos seres por el amor y el conflicto entre la mortalidad del cuerpo y la inmortalidad del espíritu. Fue especialmente cultivada en la Europa del siglo XVII, por lo que es frecuente encuadrarla como subgénero de la lírica barroca. En la literatura española, un número importante de los poemas de Francisco de Quevedo se pueden considerar ejemplos de este tipo de poesía. Son especialmente conocidos sus sonetos sobre sus temas obsesivos: la degradación por efecto del paso del tiempo, la sabiduría, la fugacidad de la vida y el conflicto entre el amor y la muerte.

Enseña cómo todas las cosas avisan de la muerte 

Miré los muros de la patria mía, si un tiempo fuertes, ya desmoronados, de la carrera de la edad cansados, por quien caduca ya su valentía. 

Salíme al campo, vi que el sol bebía los arroyos del hielo desatados; y del monte quejosos los ganados, que con sombras hurtó la luz al día. 

Entré en mi casa: vi que amancillada de anciana habitación era despojos; mi báculo más corvo, y menos fuerte. 

Vencida de la edad sentí mi espada, y no hallé cosa en qué poner los ojos que no fuese recuerdo de la muerte. 

 

       ***     

 

  Desde la torre. 

  

Retirado en la paz de estos desiertos con pocos, pero doctos libros juntos, vivo en conversación con los difuntos y escucho con mis ojos a los muertos. 

Si no siempre entendidos, siempre abiertos, o enmiendan o fecundan mis asuntos, y en músicos callados contrapuntos al sueño de la vida hablan despiertos. 

Las grandes almas que la muerte ausenta, de injurias de los años, vengadora, libra, ¡oh gran don Iosef!, docta la emprenta. 

En fuga irreparable huye la hora, pero aquella el mejor cálculo cuenta que en la lección y estudio nos mejora. 

  

    ¡Ah de la vida! 

«¡Ah de la vida!»… ¿Nadie me responde? ¡Aquí de los antaños que he vivido! La Fortuna mis tiempos ha mordido; las Horas mi locura las esconde. 

¡Que sin poder saber cómo ni adónde la salud y la edad se hayan huido! Falta la vida, asiste lo vivido, y no hay calamidad que no me ronde. 

Ayer se fue; mañana no ha llegado; hoy se está yendo sin parar un punto: soy un fue, y un será, y un es cansado. 

En el hoy y mañana y ayer, junto pañales y mortaja, y he quedado presentes sucesiones de difunto. 

 

    *** 

 

Amor constante más allá de la muerte 

Cerrar podrá mis ojos la postrera  sombra, que me llevaré el blanco día;  y podrá desatar esta alma mía  hora, a su afán ansioso linsojera;   mas no de esotra parte en la ribera  dejará la memoria en donde ardía;  nadar sabe mi llama la agua fría,  y perder el respeto a ley severa:   Alma a quien todo un Dios prisión ha sido,  venas que humor a tanto fuego han dado,  medulas que han gloriosamente ardido,   su cuerpo dejarán, no su cuidado;  serán ceniza, mas tendrán sentido.  Polvo serán, mas polvo enamorado. 

EL CULTERANISMO Aun cuando el culteranismo es una corriente particular del barroco español, frente a la más general del conceptismo, tiene unos rasgos tan marcados que se acerca a lo que entendemos por género, por cuanto implica un retorcimiento especial del lenguaje literario que, iniciado por un autor, acabó creando escuela y su influencia es indudable en la poesía española del siglo XX. La denominación «culteranismo» surgió como término despectivo, creado desde la palabra «luteranismo» para parangonar los culteranos con herejes de la verdadera poesía Comparte con el conceptismo la intención de intensificar la expresión separándola del equilibrio y claridad, pero en lugar de condensar el significado, prefiere el adorno exuberante, la imaginación, la perífrasis y el alejamiento del lenguaje común mediante hipérbatos y cultismos, metáforas puras –no se cita el término real-, y la presuposición en el lector de amplios conocimientos en materia de de mitología clásica. Se conoce a esta estética también como gongorismo a causa de su mayor exponente español, el poeta cordobés Luis de Góngora, que contribuyó a formarla y le dio su forma definitiva. Hay dos poemas mayores que podemos considerar como la cumbre de esta escuela: La fábula de Polifemo y Galatea y Las Soledades –incompleta. Los poemas culteranos se convierten en un desafío para el lector, que requiere una preparación y una motivación especial para interpretar el sentido del poema. Sus principales características son:

Ornamentación sensorial del verso (aliteraciones, epítetos, etc.). Sintaxis laberíntica llena de incisos y perífrasis (rodeos). Violentos hipérbatos que obligar a recolocar mentalmente las frases. Palabras extraídas sin cambios del latín. Metáforas puras, a veces insólitas. Referentes mitológicos y culturales.

LUIS DE GÓNGORA: LAS SOLEDADES (Fragmento inicial de la “soledad I”)  Era del año la estación florida  en que el mentido robador de Europa  (media luna las armas de su frente,  y el Sol todos los rayos de su pelo),  luciente honor del cielo,  en campos de zafiro pace estrellas,  cuando el que ministrar podía la copa  a Júpiter mejor que el garzón de Ida,  náufrago y desdeñado, sobre ausente,  lagrimosas de amor dulces querellas  da al mar, que condolido,  fue a las ondas, fue al viento  el mísero gemido,  segundo de Arïón dulce instrumento.  Del siempre en la montaña opuesto pino  al enemigo Noto,  piadoso miembro roto,  breve tabla, delfín no fue pequeño  al inconsiderado peregrino,  que a una Libia de ondas su camino  fió, y su vida a un leño.  Del Océano pues antes sorbido,  y luego vomitado  no lejos de un escollo coronado  de secos juncos, de calientes plumas,  alga todo y espumas,  halló hospitalidad donde halló nido  de Júpiter el ave.  Besa la arena, y de la rota nave  aquella parte poca  que le expuso en la playa dio a la roca;  que aun se dejan las peñas  lisonjear de agradecidas señas.  Desnudo el joven, cuanto ya el vestido  Océano ha bebido,  restituir le hace a las arenas;  y al Sol lo extiende luego,  que, lamiéndolo apenas  su dulce lengua de templado fuego,  lento lo embiste, y con süave estilo  la menor onda chupa al menor hilo.   No bien pues de su luz los horizontes,  que hacían desigual, confusamente,  montes de agua y piélagos de montes,  desdorados los siente,  cuando, entregado el mísero extranjero  en lo que ya del mar redimió fiero,  entre espinas crepúsculos pisando,  riscos que aun igualara mal volando  veloz, intrépida ala,  menos cansado que confuso, escala.  

Vencida al fin la cumbre,  del mar siempre sonante,  de la muda campaña  árbitro igual e inexpugnable muro,  con pie ya más seguro  declina al vacilante  breve esplendor del mal distinta lumbre,  farol de una cabaña  que sobre el ferro está en aquel incierto  golfo de sombras anunciando el puerto.  «Rayos, les dice, ya que no de Leda  trémulos hijos, sed de mi fortuna  término luminoso.» Y recelando  de invidïosa bárbara arboleda  interposición, cuando  de vientos no conjuración alguna,  cual haciendo el villano  la fragosa montaña fácil llano,  atento sigue aquella  (aun a pesar de las tinieblas bella,  aun a pesar de las estrellas clara)  piedra, indigna tïara,  si tradición apócrifa no miente,  de animal tenebroso, cuya frente  carro es brillante de nocturno día:  tal, diligente, el paso  el joven apresura,  midiendo la espesura  con igual pie que el raso,  fijo, a despecho de la niebla fría,  en el carbunclo, Norte de su aguja,  o el Austro brame, o la arboleda cruja.  El can ya vigilante  convoca, despidiendo al caminante,  y la que desvïada  luz poca pareció, tanta es vecina,  que yace en ella robusta encina,  mariposa en cenizas desatada.   Llegó pues el mancebo, y saludado,  sin ambición, sin pompa de palabras,  de los conducidores fue de cabras,  que a Vulcano tenían coronado.  

LA SÁTIRA La sátira es un género literario que expresa indignación hacia alguien o algo, con propósito moralizador, lúdico o meramente burlesco. Se puede escribir en prosa o verso o alternando ambas formas. Estrictamente la sátira es un género literario, pero también es un recurso que encontramos en las artes gráficas y escénicas. En la sátira los vicios individuales o colectivos, las locuras, los abusos o las deficiencias se ponen de manifiesto por medio de la ridiculización, la farsa, la ironía y otros métodos. Aunque en principio la sátira está pensada para la diversión, su propósito principal no es el humor en sí mismo, sino un ataque a una realidad que desaprueba el autor, usando para este cometido el arma de la inteligencia. Es muy común, casi definiendo su esencia, que la sátira esté fuertemente impregnada de ironía y sarcasmo; además la parodia, la burla, la exageración, las comparaciones. Aunque frecuentes en todas las épocas de la literatura son especialmente conocidas las punzantes composiciones que escribieron los grandes poetas del siglo de Oro, a menudo enfrentándose unos contra otros (Quevedo-Góngora-Lope de Vega-Cervantes); otras veces, criticando la sociedad decadente y corrupta del Imperio. Se presentan a continuación dos de los poemas satíricos más populares. En uno de ellos, Góngora se burla de las preocupaciones mundanas –la riqueza, el poder, el amor- que impiden a la gente ser feliz con pequeñas satisfacciones, En el otro, Quevedo presenta como adivinanzas situaciones absurdas creadas por la corrupción económica.

LUIS DE GÓNGORA:  Ándeme yo caliente /  Y ríase la gente.      Traten otros del gobierno  Del mundo y sus monarquías,  Mientras gobiernan mis días  Mantequillas y pan tierno,  Y las mañanas de invierno  Naranjada y aguardiente,    Y ríase la gente.   Coma en dorada vajilla  El príncipe mil cuidados,  Cómo píldoras dorados;  Que yo en mi pobre mesilla  Quiero más una morcilla  Que en el asador reviente,    Y ríase la gente.   Cuando cubra las montañas  De blanca nieve el enero,  Tenga yo lleno el brasero  De bellotas y castañas,  Y quien las dulces patrañas  Del Rey que rabió me cuente,    Y ríase la gente. 

 Busque muy en hora buena  El mercader nuevos soles;  Yo conchas y caracoles  Entre la menuda arena,  Escuchando a Filomena  Sobre el chopo de la fuente,    Y ríase la gente.   Pase a media noche el mar,  Y arda en amorosa llama  Leandro por ver a su Dama;  Que yo más quiero pasar  Del golfo de mi lagar  La blanca o roja corriente,    Y ríase la gente.   Pues Amor es tan cruel,  Que de Píramo y su amada  Hace tálamo una espada,  Do se junten ella y él,  Sea mi Tisbe un pastel,  Y la espada sea mi diente,    Y ríase la gente 

  

F. DE QUEVEDO: LA POBREZA. EL DINERO  Pues amarga la verdad, quiero echarla de la boca; y si al alma su hiel toca, esconderla es necedad. Sépase, pues libertad ha engendrado en mí pereza la pobreza.  ¿Quién hace al ciego galán y prudente al sin consejo? ¿Quién al avariento viejo le sirve de río Jordán? ¿Quién hace de piedras pan, sin ser el Dios verdadero? El dinero.  ¿Quién con su fiereza espanta, el cetro y corona al rey? ¿Quién careciendo de ley merece nombre de santa? ¿ Quién con la humildad levanta a los cielos la cabeza? La pobreza. 

 ¿Quién los jueces con pasión, sin ser ungüento, hace humanos, pues untándolos las manos los ablanda el corazón? ¿Quién gasta su opilación con oro, y no con acero. El dinero.  ¿Quién procura que se aleje del suelo la gloria vana? ¿Quién siendo tan cristiana, tiene la cara de hereje? ¿Quién hace que al hombre aqueje el desprecio y la tristeza? La pobreza.  ¿Quién la montaña derriba al valle, la hermosa al feo? ¿Quién podrá cuanto el deseo, aunque imposible, conciba? ¿Y quién lo de abajo arriba vuelve en el mundo ligero? El dinero.