Poesía - Mujeres

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Anoche realicé el retorno; todo sucedió como lo preví. El plantío de hortensias. La Virgen -paloma de la noche- vuela que vuela, vigila que vigila. Pero, los plantadores de hortensias, los recolectores, dormían lejos, en sus chozas solitarias. Y mi jardín está abandonado. Las papas han crecido tanto que ya asoman como cabezas desde abajo de la tierra y los zapallos, de tan maduros, estiran unos cuernos largos, dulces, sin sentido; hay demasiada carga en los nidales, huevos grandes, huevos pequeñitos; la magnolia parece una esclava negra sosteniendo criaturas inmóviles, nacaradas. Toqué apenas la puerta; adentro, me recibieron el césped, la soledad. En el aire de las habitaciones, del jardín, hasta han surgido ya, unos planetas diminutos, giran casi al alcance de la mano, sus rápidos colores. Y el abuelo está allí todavía ¿sabes? como un gran hongo, una gran seta, suave, blanca, fija. No me conoció. Canción de la prostituta 1 Señores míos, con diecisiete años llegué al mercado del amor y mucho he aprendido. Malo hubo mucho, pero ése era el juego. Aunque hubo Cosas que sí me molestaron (al fin y al cabo también yo soy persona). Gracias a Dios todo pasa deprisa, la pena incluso; también el amor. ¿Dónde están las lágrimas de anoche? ¿Dónde la nieve del año pasado? 2

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Menjunje de poesía.

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 Anoche realicé el retorno; todo sucedió como lo preví. El plantío de hortensias. La Virgen -paloma de la noche- vuela que vuela, vigila que vigila. Pero, los plantadores de hortensias, los recolectores, dormían lejos, en sus chozas solitarias. Y mi jardín está abandonado. Las papas han crecido tanto que ya asoman como cabezas desde abajo de la tierra y los zapallos, de tan maduros, estiran unos cuernos largos, dulces, sin sentido; hay demasiada carga en los nidales, huevos grandes, huevos pequeñitos; la magnolia parece una esclava negra sosteniendo criaturas inmóviles, nacaradas. Toqué apenas la puerta; adentro, me recibieron el césped, la soledad. En el aire de las habitaciones, del jardín, hasta han surgido ya, unos planetas diminutos, giran casi al alcance de la mano, sus rápidos colores. Y el abuelo está allí todavía ¿sabes? como un gran hongo, una gran seta, suave, blanca, fija. No me conoció.

Canción de la prostituta

1Señores míos, con diecisiete añosllegué al mercado del amory mucho he aprendido.Malo hubo mucho,pero ése era el juego.Aunque hubo Cosas que sí me molestaron(al fin y al cabo también yo soy persona).Gracias a Dios todo pasa deprisa,la pena incluso; también el amor.¿Dónde están las lágrimas de anoche?¿Dónde la nieve del año pasado?

2Claro que con los años una vamás ligera al mercado del amory los abraza por rebaños.Pero los sentimientosse vuelven sorprendentemente fríossi se escatiman tanto(al fin y al cabo no hay provisión que no se acabe).Gracias a Dios todo pasa deprisa,la pena incluso; también el amor.

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¿Dónde están las lágrimas de anoche?¿Dónde la nieve del año pasado?

3Y aunque aprendas bien el tratoen la feria del amor,transformar el placer en calderillanunca resulta fácil.Pero, bien, se consigue.Aunque también envejeces mientras tanto(al fin y al cabo no siempre se tienen diecisiete.)Gracias a Dios todo pasa deprisa,la pena incluso; también el amor.¿Dónde están las lágrimas de anoche?¿Dónde la nieve del año pasado?

Canción de una amada

1. Lo sé, amada: ahora se me cae el pelo por mi vida salvaje,y me tumbo en las piedras. Me veis beber el aguardiente másbarato, y camino desnudo al viento.

2. Pero hubo un tiempo, amada, en que fui puro.

3. Tuve una mujer que era más fuerte que yo, como la hierbaes más fuerte que el toro: se vuelve a erguir.

4. Ella vio que yo era malo, y me amó.

5. No preguntó a dónde conducía el camino, que era su camino,y quizás iba hacia abajo. Cuando me dio su cuerpo, dijo:esto es todo. Y fue mi cuerpo.

6. Ahora ya no está en ningún lado, desapareció como unanube cuando ha llovido, la abandoné y cayó, pues ése era su camino.

7. Pero de noche, a veces, cuando me veis beber, veo su cara,pálida en el viento, fuerte y vuelta hacia mí, y me inclino anteel viento.

Quiero ir con aquel a quien amo...

Quiero ir con aquel a quien amo.No quiero calcular lo que cuesta.No quiero averiguar si es bueno.No quiero saber si me ama.Quiero ir con aquél a quien amo.

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Lección de amor

Pero chiquilla, te recomiendoalgo de seducción en los grititos:carnal me gusta el almay con alma la carne.

La castidad no puede rebajar la lujuria;si estuviese hambriento me gustaría saciarme.Me apetece que la virtud tenga traseroy que el trasero tenga sus virtudes.

Desde que el dios aquel cabalgó al cisnea más de una chica le da miedo,aunque también sufra con gustoque él se aferre al canto del cisne.

Epístola a los transeúntes

Reanudo mi día de conejoMi noche de elefante enDescanso.Y, entre mí, digo:Esta es mi inmensidad enBruto, a cántarosEste es mi grato peso,Que me buscará abajo paraPájaroEste es mi brazoQue por su cuenta rehusó ser ala,Estas son mis sagradas escrituras,Estos mis alarmados campeñones.Lúgubre isla me alumbrará continental,Mientras el capitolio se apoye en mi íntimoDerrumbeY la asamblea en lanzas clausure mi desfile.Pero cuando yo mueraDe vida y no de tiempo,Cuando lleguen a dos mis dos maletas,Este ha de ser mi estómago en que cupo miLámpara en pedazos,Esta aquella cabeza que expió los tormentos delCírculo en mis pasos,Estos esos gusanos que el corazón contó porUnidades,Este ha de ser mi cuerpo solidarioPor el que vela el alma individual;Este ha de ser mi ombligo en que maté mis piojos natos,Esta mi cosa cosa, mi cosa tremebunda.En tanto, convulsiva, ásperamenteConvalece mi freno,Sufriendo como sufro del lenguaje directoDel león;Y, puesto que he existido entre dos potestadesDe ladrillo,Convalezco yo mismo, sonriendo de mis labios.

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Por qué no simplemente no esperarA ser ocasión deUn vertedero de palabras.¿No es mejor abortar que ser estéril?Después de tu partida las horas son tan tristesSiempre empiezan a rastras demasiado prontoLos garfios desgarrando con ceguedad el lecho de miseriaRescatando los huesos los amores antiguosCuencas una vez llenas con ojos como tuyos¿Es mejor siempre demasiado pronto que jamás?Negra necesidad salpicando los rostrosDiciendo una vez más nunca flotó lo amado nueve díasNi nueve mesesNi nueve vidas.

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Diciendo una vez másSi no me enseñas tú no aprenderéDiciendo una vez más existe un últimoAtardecer de últimas vecesÚltimas veces de mendigarÚltimas veces de amarDe saber no saber simularUn último atardecer de últimas veces de decirSino me amas nunca seré amadoSi no te amo ya no amaré nunca.Un batir de palabras gastadas una vez más en el corazónAmor amor amor golpe de un émbolo antiquísimoMoliendo el suero inalterableDe las palabras.Una vez más aterradoDe no amar, de amarPero no a tiDe ser amado y no por tiDe saber no saber simularSimular.Yo y todos los otros que te amenSi te aman.

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A menos que te amen.

Mi abuela —que no era tuerta— me decía:

«Las mujeres cuestan demasiado trabajo o no valen la pena. ¡Puebla tu sueño con las que te gusten y serán tuyas mientras descansas!

»No te limpies los dientes, por lo menos, con los sexos usados. Rehúye, dentro de lo posible, las enfermedades venéreas, pero si alguna vez necesitas optar entre un premio a la virtud y la sífilis, no trepides un solo instante: ¡El mercurio es mucho menos pesado que la abstinencia!

»Cuando unas nalgas te sonrían, no se lo confíes ni a los gatos. Recuerda que nunca encontrarás un sitio mejor donde meter la lengua que tu propio bolsillo, y que vale más un sexo en la mano que cien volando».

Pero a mi abuela le gustaba contradecirse, y después de pedirme que le buscase los anteojos que tenía sobre la frente, agregaba con voz de daguerrotipo:

«La vida —te lo digo por experiencia— es un largo embrutecimiento. Ya ves en el estado y en el estilo en que se encuentra tu pobre abuela. ¡Si no fuese por la esperanza de ver un poco mejor después de muerta!...

»La costumbre nos teje, diariamente, una telaraña en las pupilas. Poco a poco nos aprisiona la sintaxis, el diccionario, y aunque los mosquitos vuelen tocando la corneta, carecemos del coraje de llamarlos arcángeles. Cuando una tía nos lleva de visita, saludamos a todo el mundo, pero tenemos vergüenza de estrecharle la mano al señor gato, y más tarde, al sentir deseos de viajar, tomamos un boleto en una agencia de vapores, en vez de metamorfosear una silla en transatlántico.

»Por eso —aunque me creas completamente chocha— nunca me cansaré de repetirte que no debes renunciar ni a tu derecho de renunciar. El dolor de muelas, las estadísticas municipales, la utilización del aserrín, de la viruta y otros desperdicios, pueden proporcionarnos una satisfacción insospechada. Abre los brazos y no te niegues al clarinete, ni a las faltas de ortografía. Confecciónate una nueva virginidad cada cinco minutos y escucha estos consejos como si te los diera una moldura, pues aunque la experiencia sea una enfermedad que ofrece tan poco peligro de contagio, no debes exponerte a que te influencie ni tan siquiera tu propia sombra.

»¡La imitación ha prostituido hasta a los alfileres de corbata!»