Politicas de La Etnicidad - Christian Gros

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    ColeccinAntropologa en la ModernidadInstituto Colombiano de Antropologa e Historia

    Polticas de laetnicidad

    Identidad, Estado y modernidad

    Christian Gros

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    POLTICAS DE LA ETNICIDAD:IDENTIDAD, ESTADO Y MODERNIDAD

    CHRISTIANGROS

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    Gros, Christian Polticas de la etnicidad : identidad, Estado y modernidad / Christian Gros.-- Bogot : InstitutoColombiano de Antropologa e Historia (ICANH), 2012 216 p.-- (Coleccin Antropologa en la Modernidad)

    Nota: Versin digital en PDFsolo lectura

    978-958-8181-94-3

    CDD/ 306.08998

    1. Identidad indgena - Amrica Latina. 2. Etnologa. 3. Derechos indgenas AmricaLatina. 3. Globalizacin. I. Tt.

    Catalogacin en la Fuente Biblioteca ICANH

    Instituto Colombiano de Antropologae Historia

    Fabin Sanabria Snchez

    Director general

    Ernesto Montenegro

    Subdirector cientfco

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    Coordinadora Grupo de Antropologa Social

    Mabel Paola Lpez Jerez

    Responsable del rea de Publicaciones

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    Catalina Sierra Rojas

    Correccin de texto e-book

    Marco Fidel Robayo Moya

    Ajustes de diseo e-book

    Primera edicin impresa, 2000

    Primera edicin e-book, 2012

    ISBN: 958-96930-0-8

    ISBN: 978-958-8181-94-3

    Instituto Colombiano de Antropologa e HistoriaCalle 12 n.o 2-41, Bogot D. C.

    Tel.: (57-1) 4440544 Fax: ext. 144www.icanh.gov.co

    Todos los derechos reservados. Esta publicacin no puede ser reproducida, ni en todo ni enparte, por ningn medio inventado o por inventarse, sin permiso previo por escrito del ICANH.

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    Descripcin de la obra

    Diez aos despus de su libro Colombia indgena,

    el socilogo francs Christian Gros publica una

    nueva seleccin de textos escritos alrededor de la

    temtica indgena y sobre su prctica como soci-

    logo dedicado a temas latinoamericanos. La mayor

    parte de ellos fueron editados en revistas y libros dedifcil acceso para un lector colombiano. Es por ello

    que se han reunido en el presente volumen editado

    por el antroplogo Eduardo Restrepo.

    En este texto, conclusin de un itinerario construido

    a partir de muchos ires y venires, Gros intenta res-

    ponder mltiples preguntas decantadas en ms de

    tres dcadas de trabajo: Cmo y por qu se cons-

    truye o se reconstruye una identidad indgena y cul

    puede ser el contenido de esta identidad bien pre-sente en diferentes escenarios sociales, culturales

    y polticos de Amrica Latina? Se puede disol-

    ver el indgena en la modernidad? Cul es el peso

    de la globalizacin sobre la formacin y raticacin

    de nuevos actores y discursos tnicos? En reas de

    poblacin indgena el fenmeno del protestantismo

    es, en s mismo, incompatible con la armacin de

    una solidaridad tica y con el reclamo de nuevos

    derechos? Cmo construir, entre el universalismo

    y el comunitarismo, un espacio de convivencia que

    permita reconocer los derechos culturales propios

    de quienes se identican a s mismos como indge-

    nas, sin encerrar a los individuos y grupos en forta-

    lezas comunitarias?

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    Agradecimientos

    Un libro no puede llegar a la luz sin la voluntad y el trabajo de varias personas. Quisieraagradecer a Mara Victoria Uribe y Mauricio Pardo, quienes me abrieron las puertasdel ICANHy le apostaron a esta publicacin; a Eduardo Restrepo, quien dedic parte desu tiempo y de su talento como editor a la revisin del manuscrito; a Nicols Moralesy Mara de la Luz Vsquez, quienes terminaron con este trabajo colectivo y llevaron ellibro hasta su edicin. Deseo tambin sealar mi reconocimiento a Carlos Efrn Agudelopor su siempre difcil trabajo de traduccin y a Martine Dauzier, Stephen Hugh-Jones,Jean Jackson, Jon Landaburu, Yvon Le Bot, David Lehman, Roberto Pineda Camacho,Margarita Serge y Astrid Ulloa por haber ledo partes de este libro o haberme ayudado aelaborar algunos problemas. Agradezco tambin la colaboracin del Centro de EstudiosSociales (CES) de la Universidad Nacional de Colombia.

    Y por n, me gustara nombrar a mis amigos, estudiantes y colegas que participaron de

    las numerosas y enriquecedoras discusiones desarrolladas en el marco del seminarioorganizado por el grupo de investigacin sobre las sociedades indgenas y campesinas(Ersipal) del Iheal-Credal (Universidad de Pars III).

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    CONTENIDO

    INTRODUCCIN 7

    1. Itinerario: diario de un latino-europeo 13

    2. Identidades indgenas, identidades nuevas. Algunas reexiones a partir

    del caso colombiano 59

    3. Puede el indgena disolverse en la modernidad? O algunas

    consideraciones sobre las Amazonias indgenas 85

    4. Ser diferente por (para) ser moderno, o las paradojas de la identidad.

    Algunas reexiones sobre la construccin de una nueva fronteratnica en Amrica Latina 97

    5. Proyecto tnico y ciudadana en Amrica Latina 117

    6. Fundamentalismo protestante y poblaciones indgenas-campesinas:

    algunas hiptesis 127

    7. Poder de la escuela, escuela del poder: proyecto nacional

    y pluriculturalismo en la poca de la globalizacin 169

    BIBLIOGRAFA 203

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    INTRODUCCIN

    Diez aos despus de Colombia indgena, mi primer libro publicado en Colombia,presento al lector una nueva seleccin de textos escritos alrededor de la temtica

    indgena o sobre mi prctica como socilogo dedicado a temas latinoamericanos.La mayor parte de estos fueron editados en revistas o libros de difcil acceso paraun lector colombiano. El orden de presentacin no tiene en cuenta el ao en quefueron publicados, sino ms bien responde a la necesidad de ordenar este materiala partir de algunos hilos conductores. El lector encontrar para cada texto la fechay el lugar de la primera publicacin.

    Dud en presentar el primer captulo, intitulado Itinerario, ya que por su estilo y sucontenido puede parecer fuera de lugar al lado de textos que, como suele ser el caso entrabajos de corte universitario, no dejan mucho espacio a la subjetividad del autor. Sidecid incluirlo y romper con esta forma de autocensura que conforma el habitusdelsocilogo, es poque este relato evidencia la deuda que con el tiempo he acumulado conColombia y sus habitantes, ya que mi experiencia como investigador, que fue tambinuna experiencia de vida, empez y se desarroll por muchos aos en este pas. Adems,escrito apenas un ao despus de la publicacin de Colombia indgena, este captulopresenta a su manera elbackgroundsobre el cual me apoy en mis textos ms recientes.Por tanto, puede dar al lector algunas pistas tiles para la comprensin de mi actualtrabajo. Lo paradjico es que presento este itinerario ahora que trato de ampliar mivisin y anlisis de Amrica Latina tomando cierta distancia del caso colombiano,

    bien particular en muchos aspectos. Dir que hasta cuando me alejo posiblemente deColombia soy consciente de que mi percepcin de la temtica indgena quedar porsiempre fuertemente sesgada por lo que ha sido este itinerario; este fue para m, valela pena decirlo, particularmente enriquecedor y feliz, a pesar de la zozobra y del lutoque por desgracia afectan crecientemente a Colombia y a sus habitantes.

    Una de las temticas importantes del libro es la identidad, explcita en los tressiguientes captulos, pero tambin subyacente en los ltimos. Cmo y por qu seconstruye o se reconstruye una identidad indgena y cul puede ser el contenidode esta etnicidad bien presente en diferentes escenarios sociales, culturales y

    polticos de Amrica Latina? Plantear esta pregunta, que ya estaba formuladaen mi anterior libro, signica que no se confunde la identidad con lo que se de -nomina la cultura, o con cualquiera de los tems que pueden ser escogidos como

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    Polticas de la etnicidad: identidad, Estado y modernidad

    objetivacin de una cultura o de una etnia (la lengua, el vestido, el territorio, unconjunto de instituciones, etc.). Signica tambin que no se toma el discurso de losactores como la mera realidad, sino como un elemento de esta realidad que mereceanlisis y discusin. Esto no es siempre fcil ya que a los actoresno les gusta queuno se interrogue y cuestione sus discursos identitarios. Existe una manera dehablar sobre hacer cultura sin hacer enemigos?, se preguntaba J. Jackson (1991)en un sugestivo artculo redactado con base en su experiencia de investigacin enel Vaups. Relativizar el discurso tnico, adoptar una perspectiva constructivista,o insistir sobre la dimensin altamente psicolgica, subjetiva, de la identidad t-nica tal como lo haca Max Weber (1946) no signica que se desconozca lafuerza objetiva del imaginario identitario. Esta puede ser devastadora, como bienlo sabemos en Europa con la historia pasada y presente de los etnonacionalismos.Sobre esta cuestin existe una bibliografa inmensa y que no para de crecer.

    Trat de aportar a este debate tomando unos casos concretos de reetnicizacin quellamaron mi atencin en la poca en que Colombia acababa de disear una nuevaConstitucin. En 1992 estuve en un congreso indgena sentado al lado de dos repre-sentantes de los kankuamo y escuch cmo argumentaban sobre sus races indgenasla metfora del rbol es una de las ms utilizadas en este contexto y no poda sinoacordarme de la lectura de The People of Aritama,un libro en el que dos antroplogosde tan reconocida y merecida fama como Alicia Dussn y Gerardo Reichel-Dolmatoffdaban por denitiva la asimilacin de los kankuamo a la cultura campesina-mestiza.Qu haba pasado para que aparentemente se revirtiera la historia de una asimilacin

    anunciada? Como ya haba conocido otros casos similares en otras regiones, trat portanto de avanzar en algunas explicaciones. Desde entonces pude leer nuevos trabajosque apuntan hacia el mismo fenmeno, en Mxico, Brasil, Bolivia, Ecuador, Per...Remanentes de indios, caboclosdel nordeste brasileo, ribereos de la Amazonia yde sus auentes, poblaciones campesinas de los Andes o de Mesoamrica, y hastamigrantes de origen indgena en diferentes metrpolis de Amrica hoy en da hacenexplcita sus aliaciones al mundo indgena, su pertenencia a una nueva comunidadimaginada que rebasa las fronteras de la colectividad local que hasta ahora los ence-rraba. Y las conclusiones de los estudiosos del tema apuntan ms o menos en la mismadireccin. Se trata de la politizacin de una identidad como indgena y miembro deun grupo tnico especco que es congruente con la nueva coyuntura en la cual estinvolucrada Amrica Latina. Y, por lo que se entiende, este reclamo no signica elabandono de otras adscripciones identidarias, ni el rechazo de una pertenencia a unasociedad mayor (para no decir una nacin) como miembro deplein droitde una ampliacomunidad poltica.

    Est claro, entonces, que el indiono se disuelve fcilmente en la modernidad, ms toda-va cuando existe una fuerte demanda en el plano internacional para que se mantenga,a pesar de la globalizacin imperante, una diversidad tnica pensada positivamente

    como la expresin de una diversidad cultural. Esta discusin sobre la existencia deuna demanda externa y su impacto sobre las demandas tnicas es el tema del captu-lo 4 que trata de lasparadojas de la identidad. El captulo puede ser ledo como la

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    Introduccin

    prolongacin del texto Indigenismo y etnicidad: el desafo neoliberal que presenten el libroAntropologa en la modernidadpublicado por el ICANH(Gros, 1997). Si elprimer texto haca particular nfasis sobre el papel del Estado neoliberal en la cons-truccin de un actor tnico, el que presentamos aqu analiza ms en detalle el pesode la globalizacin sobre la formacin y la raticacin de un nuevo discurso tnico.Una de las sorpresas de las ltimas dcadas fue la posibilidad de algunas poblacionesindgenas consideradas como arcaicas de conectarse con potentes redes supranacionalesque podan aportar importantes recursos (retricos, jurdicos, organizativos, nancie-ros, etc.) y presionar a los gobiernos. Los kayapo del Brasil, estudiados por L. Turner,constituyen un ejemplo particularmente llamativo de esta habilidad para adoptar unanueva tecnologa y para comunicarse con el resto del planeta. Pero no son los nicos:ms conocido sin duda es el caso de la poblacin indgena de Chiapas aglutinadaalrededor del EZLNy de la gura altamente mediatizada del subcomandante Marcos.

    La otra sorpresa fue ver cmo, con el acceso a la modernizacin, no se disolvan lasidentidades tnicas en el mbito nacional. W. Connor ya haba sealado este fenmenoen contra de las teoras de K. Deutsch quien pensaba que estas identidades se mantenanen el seno de las naciones por un dcit de comunicacin interna y una falta de mo-dernizacin. Ahora bien, si consideramos que las identidades tnicas se alimentan delujo de comunicacin y de una interaccin con un otro (un otro lejano y cada vez mscercano), es por tanto bien probable que se expresen por medio de nuevas construccio-nes discursivas y sobre la base de perpetuas negociaciones con el otro. Es signicativover cmo a la par con este inters creciente por la construccin de nuevas identidades

    proliferan estudios que enfatizan la fuerza del mestizaje y de la hibridacin cultural.Es que las identidades tnicas se construyen alrededor de culturasque nunca fuerontan hbridas o mestizas como ahora. Reconocer este fenmeno y sealar la presenciade una retrica de la alteridad, segn la expresin de Gruzinski, no debera conducira descalicar a los que reivindican el derecho a la diferencia1, ms an cuando estereclamo viene de pueblos2que fueron sistemticamente estigmatizados y dominadospor ser considerados de ascendencia indgena. En este caso, es bien evidente que elderecho a la diferencia se combina con una reivindicacin de la igualdad. Al famosoqueremos un mundo en el cual quepan varios mundos, las organizaciones indgenasde Mxico aaden: Nunca ms un Mxico sin nosotros!

    Ahora bien, la movilizacin tnica no es la nica que cuestiona la visin que tena-mos del mundo indgena. La expansin del protestantismo en reas de poblacinindgena maniesta otra forma de movilizacin y de construccin de nuevas iden-tidades (en este caso religiosas) que nos muestra que algo est pasando en el senode las comunidades. Como bien se ha dicho, el protestantismo puede provocar unaruptura en el seno mismo de las comunidades (y a veces en las mismas familias),

    1

    Si bien todo es mestizaje e hibridacin, no todos los mestizajes y las hibridaciones son iguales.2 La utilizacin del trminopueblosen vez depoblacionesno es un reclamo fortuito por parte de lasorganizaciones indgenas.

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    ya que adems de romper con el credo catlico favorece nuevas conductas en elcampo econmico, social y poltico. El protestantismo congura tambin nuevaslealtades y aliaciones que cuestionan las modalidades tradicionales de controlsocial. Provoca un cambio en las formas de articulacin y de mediacin que exis-tan entre las familias, las comunidades y el mundo exterior. As, su presencia ysu dinamismo son considerados como una amenaza tanto por quienes deendenun orden tradicional como por quienes buscan la reconstruccin de la comunidadindgena alrededor de un nuevo proyecto tnico fuertemente politizado. En el ca-ptulo dedicado a este tema trat, apoyndome sobre casos concretos, de cuestionaruna visin a veces bien reduccionista del asunto. Si bien es cierto que la adhesina esta heterodoxia religiosa no puede suceder sin provocar fracturas, podramosdecir igualmente que genera la politizacin de una identidad tnica ya que estatiene por propsito explcito el cuestionar las fuerzas que dentro o fuera de las

    comunidades trabajaban en la reproduccin de un orden tradicional consideradocomo injusto y discriminatorio. Hay que entender el xito del protestantismo (oen otros lugares, de la teologa de la liberacin) como otro indicador de una gene-ralizada voluntad de cambio; y preguntarse por qu y cmo hombres y mujeres, aveces comunidades enteras, buscan una modicacin de sus condiciones de vidapor esta va. Y considerar tambin si esta conversin es en s misma incompatiblecon la armacin de una solidaridad tnica y el reclamo de nuevos derechos.

    Ahora bien, cuando se tiene en cuenta quines son los que encabezan las nuevas orga-nizaciones indgenas y se hacen los mediadores y portavoces de los intereses tnicos

    en los foros nacionales e internacionales, observamos que se trata de una nueva liteindgenaque tuvo acceso a una educacin formal (a menudo mediante las escuelasde los curaso de los evanglicos) y pudo, en una proporcin cada vez mayor, seguirsu formacin hasta la universidad: son profesionales. Por tanto, los ms destacadosdefensores de los derechos culturales indgenas constituyen un grupo reducido, cul-turalmente mestizo y que se puede considerar como culto segn los parmetros dela sociedad dominante. De all se deriva parte de su poder, de su legitimidad y de sucapacidad mediadora. Pero la dirigencia indgena no fue la nica que pudo accederrecientemente a la escuela, hasta cuando su nivel educativo sobrepasaba con muchoal del indgena raso. Uno de los cambios ms signicativos de estas ltimas dcadasfue la penetracin del sistema escolar en las ms remotas comunidades indgenas,todava dbil los indgenas siguen constituyendo el sector de la poblacin con losms bajos niveles educativos pero real. La escuela representa para ellos, antes quetodo, castellanizacin y alfabetizacin; el acceso a una tecnologa y un saber indis-pensables para poder manejarse adecuadamente en la gran sociedad. Es un vectorineludible de la modernidad. Obviamente, su introduccin rompe con cierta formade aislamiento cultural y/o con el control ideolgico ejercido por algunos sectores dela sociedad interesados en mantener al indgena en su atraso, en su ignorancia.Pero la educacin es tambin la base sobre la cual una cultura dominante y moderna

    puede ejercer su hegemona sobre otras culturas. Para bien o para mal, su introduccinabre profundas grietas en lo que se dena (con poco rigor) como una cultura ind-gena tradicional. Grietas que, aparentemente, son consideradas por la mayora de la

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    Introduccin

    poblacin indgena como el precio que hay que pagar por un cambio de situacin: nohay duda de que la presencia de la escuela es uno de los reclamos ms sentidos de lascomunidades y hace parte del programa defendido por las organizaciones tnicas. ElEstado no lo puede ignorar. Pero surge una pregunta: de qu escuelas se trata? Delas que son organizadas por el Estado, de las que son soadas por las organizacionestnicas, o de la escuela reclamada y vivida por las comunidades y sus familias?

    El sexto captulo, escrito para este libro, analiza la escuela como una cuestin de po-der. Poder desigual entre los grupos y las culturas que conforman una sociedad dehecho, quin decide la lengua, los programas? Quines acceden a la escuela y hastadnde, etc.? as como el poder que conere la escuela a quien pudo penetrar enella y ver sus conocimientos raticados por un diploma. Analizo en particular cmo,en el proyecto nacional diseado por la lite criolla desde el siglo pasado que ser

    desarrollado ms tarde en la poca nacional-populista, la escuela tena que cumplirun papel central en el proceso de mestizaje cultural y de modernizacin; un procesoque deba permitir, entre otras cosas, la nacionalizacin del indio. Y me pregunto:qu pasa con la escuela y este proyecto, hoy en da, cuando el Estado se comprometeocialmente a defender la diversidad cultural? y qu signican las propuestas deeducacin bilinge promovidas por los movimientos tnicos? Concluyo volviendoa una de las temticas esenciales de este libro: cmo construir entre universalismo ycomunitarismo un espacio de convivencia que permita reconocer los derechos cultu-rales propios de quienes se identican a s mismos como indgenas, herederos de losprimeros habitantes, sin encerrar por tanto a los individuos y los grupos en fortalezas

    comunitarias. Si Amrica Latina en un acto que le perteneca decidi asumir su pluri-culturalidad y reconocer como legtimo promover un proyecto de educacin bilingey bicultural, no ser que el aprendizaje de la interculturalidad mediante la escuela esuna obligacin para toda la sociedad?

    Hablando de nuevos derechos, impacta cmo Amrica Latina en el espacio de unadcada modic su ordenamiento jurdico para incluir en sus constituciones nuevosderechos colectivos para la poblacin indgena (y afroamericana). En total rupturacon la tradicin constitucional, catorce pases se reconocen hoy en da como nacionespluritnicas y multiculturales. Este reconocimiento cuestiona la visin histrica ylosca segn la cual no poda existir otra forma de nacin en Amrica Latina quela nacin mestiza, visin que alimentaba el proyecto asimilacionista que fue desde elsiglo pasado un pilar del indigenismo latinoamericano. Frente a este revolcn no faltanlas voces que nos alertan sobre los peligros que implica la aceptacin del multicultu-ralismo. Habra una incompatibilidad entre los fundamentos liberales de una nacindemocrtica pensada como compuesta por individuos libres de todas las aliacionescomunitarias y el reconocimiento de derechos colectivos vlidos nicamente para unaparte de sus ciudadanos. Se tratara as de regresar a una sociedad estamentalabolidacon la independencia; la cohesin social necesaria para una convivencia pacca

    dentro de las fronteras nacionales sera fuertemente amenazada; la aceptacin de uncomunitarismo tnico podra desembocar en la conformacin de nuevas fronteras entregrupos de poder desigual, etc. Tales crticas se formulan tanto por parte de autores

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    que se ubican en el mbito liberal, como por otros que no renuncian al proyecto mo-vilizador de integracin social de tipo nacional-populista. Para estos ltimos, resultaparticularmente sospechoso que esta aceptacin de una historicidad de los pueblosindgenas aparezca precisamente cuando los Estados, bajo la presin internacional (esdecir, de los pases del Primer Mundo) se orientan hacia un neoliberalismo econmicomuy poco favorable a las poblaciones en situacin de vulnerabilidad, lo que es el casode la gran mayora de la poblacin indgena.

    Sin duda alguna, estas observaciones merecen ser tomadas en serio. Sealan la impor-tancia de las conquistas democrticas fundadas sobre el universalismo, los derechosdel hombre y la idea del bien comn; nos hablan de la necesidad de un Estado pro-tector (pero no necesariamente autoritario) y del riesgo que representa un holismosin contrapoder para el individuo. Pero tampoco se puede olvidar que la aceptacin

    del pluriculturalismo interviene como parte de un proceso de democratizacin; quecorresponde a una demanda explcitamente formulada por las organizaciones ind-genas; y que, de hecho, la anterior poltica de asimilacin no resolvi la cuestinindgena. Importante tambin es observar, ms all de la disputa axiolgica, culesson las orientaciones concretas que toma la movilizacin tnica en diferentes pases,y si la aparicin de un actor indgena que deenda derechos culturales signica porsu parte una voluntad de aislarse de otras luchas desarrolladas por varios sectores dela sociedad alrededor de intereses colectivos, nacionales.

    En el ltimo captulo, intitulado Proyecto tnico y ciudadana, retomo esta discusin

    y me pregunto por qu, a diferencia de lo que ha sucedido en otras regiones del mundo,lapoltica de las identidadesno ha desembocado (hasta ahora) en Amrica Latina enun comunitarismo tnico propicio a la violencia. Considero de primera importanciaque precisamente las demandas tnicas pudieron encontrar una repuesta en el campolegal ya que esto permite institucionalizar la expresin de las contradicciones socialesque fcilmente alimentan el fundamentalismo tnico. Me parece signicativa la volun-tad que tienen los actores tnicos de intervenir como tales dentro de la sociedad civilapropindose de la ley y del debate democrtico como suele ocurrir en una sociedadde derecho. Si bien no hay duda de que pueden aumentar en el futuro las contradic-ciones entre un reconocimiento de los derechos colectivos (derechos territoriales, a laproteccin del medio ambiente, a formas particulares de autonoma y de consulta, etc.)y otros aspectos de la poltica neoliberal implementada por los gobiernos latinoameri-canos, tambin es cierto que las poblaciones indgenas ya no estn tan desprovistas delas capacidades (legales, organizativas, discursivas, etc.) para defender sus interesesy participar au dbat public(en el debate pblico).

    Ciesas, Mxico, octubre de 2000

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    1. ITINERARIO:DIARIODEUNLATINO-EUROPEO

    Le temps de vie pass a rverCombien dannes a-t-il dur?

    Trop souvent mon passNe fut que la vie mentie

    Dun futur imagin.

    F. Pessoa

    He aqu un difcil ejercicio: presentar veinte aos, cerca de un cuarto de siglo, deactividades profesionales. Librarme de ser observado y pedir a mis lectores, misjueces, seguirme en este terreno... El procedimiento de habilitacin1 exige un textode sntesis. Este puede ser entendido como un ejercicio de estilo en el que se hacenaparecer (o se dejan ver) las lneas fuertes de un trabajo, la coherencia, el equilibriode una produccin, y en el que no todo es tan simple. Se trata del discurso sobre undiscurso que le evite al lector apurado o muy ocupado, perderse en los meandros de laobra, y le proporcione a la vez un resumen y un hilo conductor. La casa ha sido aseada,cada objeto est en su lugar, todo es orden, calma y voluptuosidad. Esta manera deproceder tiene sus mritos, y lejos estoy de negar su inters.

    He escogido un ejercicio algo distinto. No decirlo todo como Jean-Jacques, peroocultar lo menos posible. Esto supone tambin aceptar pasearse entre bastidorese incluso visitar en ocasiones las cocinas. Pero en las cocinas no todo es bello, notodo huele bien. Se trata de restituir as un itinerario (el mo), con su coherencia pero

    1

    La habilitacin en Francia es un concurso nacional que reemplaza a la antigua tesis de Estado. Obtenerlaotorga la facultad de dirigir tesis doctorales y de concursar para alcanzar el grado de professeur(elnivel ms alto en la enseanza superior).

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    Polticas de la etnicidad: identidad, Estado y modernidad

    tambin con sus rupturas, con sus ires y venires, y buscar aquello que fue del dominiode lo contingente, de lo improvisado y de lo voluntario para restituir esta experienciaen su siglo. Una trayectoria individual, por modesta que sea, es el testimonio de unapoca. Un grano de arena para la historia de las ideologas, de las mentalidades y delas instituciones, en benecio, quin sabe, de algn investigador futuro (bella tareaque consistira en el estudio sistemtico de los trabajos de sntesis escritos para la ha-bilitacin en sociologa). Reanuda adems, con algunas decenas de pginas, aquelloque podra pasar por una tradicin familiar, como lo atestiguan miles de pginas msdejadas por un ancestro cuidadoso, mientras que en el mundo se declaraba la guerra(la grande, de 1914 a 1918), la tradicin de dejar el testimonio de lo que pensaba yviva un burgus reaccionario(con sus propias palabras).

    Esta decisin me conducir a hablar en primera persona, algo poco habitual para un

    investigador acostumbrado a un poco ms de pudor y quien aprendi en la univer-sidad la conveniencia de borrarse delante (o esconderse detrs?) de su sujeto. Nonos ensearon acaso la neutralidad cientca y la objetividad del investigador comoimperativos categricos? Es verdad que en las aulas universitarias mis maestros eraneconomistas (o juristas) y que la economa pretenda ser una ciencia dura, lejos detoda ideologa y desprovista de sentimientos subjetivos. La subjetividad y el yo eranodiados. Y as lo siguieron siendo cuando, al trabajar sobre lo social, se trataba de pre-sentar los resultados de estudios realizados sobre el terreno, luego de una confrontacincon sujetos de carne y hueso, de la que nunca se sale indemne. Con el tiempo, todoinvestigador se pregunta si su propio trabajo es un medio de encontrarse a s mismo

    y se confunde con una experiencia de vida. l sabe que la eleccin de su sujeto, delos temas, de las pocas, de las regiones y de los mtodos no es inocente y con mayorrazn en la universidad, probablemente porque all la libertad de eleccin es mayor.Pero eso le corresponde nicamente a l, y no es en ese terreno en donde se le pedirncuentas. Poco importan las razones que lo hayan conducido a privilegiar tal sujeto o talmtodo y que su vida haya cambiado. Es suciente con que el sujeto encuentre quinlo asuma y con que el mtodo sea bueno. En esta regla implcita, en este juego noexisten juegos sin reglas que busca que elyono tenga lugar, nos hemos acomodadohasta el momento. Despus de todo, sin la separacin de lo pblico y de lo privadola vida no sera soportable. Y se soportaba. Que no nos critiquen entonces si, en elespacio de algunas pginas, pretendemos ir en contra de ello.

    Acabamos de hablar de la eleccin y de sus mviles. La libertad de la que hemos po-dido disfrutar en la universidad ese raro privilegio de poder decidir, prcticamentesolos, sobre qu va a estudiarse y cmo dedicarse a ello tiene su precio. La liber-tad nos hace responsables. Y como se trata aqu de presentar veinte aos de trabajo,asumamos entonces esa libertad y nuestra eleccin. Pero como esa vida se confundeampliamente con la nuestra, nos perdonarn si pasamos con frecuencia de una a laotra y si hablamos de ella. Es cierto que esta decisin no deja de tener riesgos y que

    puede cansar al lector o chocarlo. La tomamos porque ella puede tambin suscitar suinters y porque en todo caso debera proporcionarle algunos medios suplementariospara comprender y juzgar con todo el conocimiento de causa.

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    Itinerario: diario de un latino-europeo

    PARTIREMOSDEBIENATRS

    1968: el descubrimiento de lo socialHasta esta poca, la clave de mi inters por lo que era entonces el Tercer Mundo sehaba alimentado con la poltica extranjera de Francia, incluyendo las guerras colo-niales. La guerra de Argelia, la descolonizacin, el retiro de la OTAN, el Tratado deRoma, el reconocimiento de China, la gira latinoamericana del general De Gaulle,el Brasil de Goulart y, antes, la epopeya de Fidel, la invasin de Santo Domingo,Kennedy y Khrouchtchev, la crisis de los misiles, la Alianza para el Progreso, laIndia de Nehru y de Tibor Mende, el frica negra poco dotada y ambigua, y luegoel Vietnam cito en desorden aquello que para m tena sentido. Pero los colores

    tambin: primero los delParis Matchde Dien Bien Phu, del canal de Suez y Budapest(tena entonces trece aos). Luego, la tinta negra de Le Mondey delNouvel Obsy,tardamente, las actualidades del noticiero televisado. Ver el mundo desde Franciaera lo ms natural. Escucharlo a travs de las conferencias de prensa de el Generalno lo era menos. Y se comprender esta atraccin por el gaullismo si le agregamosaquello que en el plano interior me motivaba: la restauracin de la Repblica y delEstado, la defensa de las instituciones, el artculo 16 y el referndum.

    Reclamarse del gaullismo antes del 68 no mostraba una gran originalidad. En este casoes un medio para situarse en un campo ideolgico y poltico y para proporcionar dos

    pistas: la primera trata de la cuestin social. Se entender que ella no estaba muypresente: la intendencia deba continuar, el dinero no era un valor, nos encontrbamosen el IV Plan, y progresivamente la situacin de Francia era oreciente. La segundaseala el lugar adonde se diriga mi imaginacin. Luego de mis lecturas de Julio Ver-ne, Oliver Curwood, Jack London, Fenimore Cooper, haca muchos aos, Francia mepareca muy pequea frente al vasto mundo, y era sobre este ltimo que, de maneraconfusa, yo planeaba trabajar.

    En 1967, como estudiante de economa, mi memoria de DES2estuvo dedicada al estudiodel Pays Viganais. En esta regin situada sobre las mesetas catlicas, lugar de grandestierras de cra de ganado, y sobre los Cvennes protestantes en donde dominaba lapequea propiedad y una produccin basada en una estrecha complementariedad entreagricultura y pequea industria, la economa pereca. Esta decadencia irreversible tenalugar luego de una serie de crisis, la ltima de las cuales fue la de los textiles. Parael Pays Viganais el turismo (poco desarrollado en esa poca) se presentaba como lanica solucin. Esa era al menos la tesis que yo defenda para la parte cvenoleluegode haber intentado reconstruir el presupuesto de las familias campesinas y su evolu-cin (en las mesetas no tenan ni las mismas posibilidades ni los mismos problemas).En la eleccin de lo que fue mi primera investigacin se podr desde ya percibir un

    2 Diploma de Estudios Superiores en Economa, equivalente a un diploma de DEA.

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    inters por las sociedades rurales en transformacin. Y en el mtodo escogido paratratarlas, un gusto no desmentido por el trabajo de terreno (poco apreciado por loscamaradas de entonces) y un tratamiento de las cuestiones econmicas que permitedar una mayor relevancia a la sociologa. Todo aquello era bien modesto, pero esetrabajo tendra como resultado la publicacin de un artculo, un premio y un puestode asistente en economa.

    La vida pareca ya trazada. La preparacin de un segundoDES(en ciencias pol-ticas) constitua la etapa siguiente en los estudios que, con la tesis de economa,hubieran podido conducirme a presentar la Agregacin3.El tema de la tesis ha-ba sido ya acordado con mi director, Robert Badouin: se trataba de estudiar elconcepto de etapaen la teora econmica; cmo se plantea la cuestin del pasode un estado de desarrollo a otro. La obra de Rostow tena algn eco en Francia,

    as como tambin la controversia entre Lewis y Hisrchman sobre los modelos decrecimiento (equilibrado, desequilibrado). Para algunos, las simplificaciones abu-sivas de Rostow y su visin unilineal de la historia eran la respuesta de un pastorliberal y yankee a las simplificaciones de una pastora marxista. Yo acumulabafichas de lectura cuando trabajaba sobre las nociones de punto de equilibrio, detransicin, de ruptura, sobre la oposicin entre crecimiento y desarrollo, el pasode lo cuantitativo a lo cualitativo, etc. Admiraba a Franois Perroux, pero J. K.Galbraith tena mejor humor. Estbamos en 1968.

    En el ao de 1968 fui asistente en una universidad de provincia en el seno de una

    facultad de derecho y de ciencias econmicas bastante conservadora (diremos mejor,reaccionaria). Fui adems estudiante; yo preparaba un certicado de etnologa en lafacultad de letras y unDESde ciencias polticas en mi propia universidad. Esto pordecir que particip de diversas formas en lo ocurrido. Tena un pie en cada lado de labarrera y, en la poca, la barrera era alta. El movimiento social atraa al estudiante desociologa; la crisis poltica, al de ciencias polticas; el cuestionamiento de los valores,de las jerarquas y de las instituciones de la autoridad, al joven asistente (23 aos)en economa. Debo decir que all, como muchos otros, yo encontraba mi inters.Elhombre rebeldede Camus haba sido mi referencia en los cursos de losofa; reforzabalo que pasaba, segn mi familia y mis maestros, por un inconformismo de principio.La sociologa y sobre todo la etnologa me haban convencido de lo arbitrario de losocial. Si la norma no conduca a alguna trascendencia y si las sociedades no podanprescindir de ella, poda cambiarse. Me pareca entonces que el relativismo cultural, elfuncionalismo e incluso el estructuralismo, todos esos ismos, defendan esa idea a sumanera. El momento de la crtica haba llegado. Marcuse y Foucault se encontrabanen nuestros escritorios junto conEl 18 brumario,El izquierdismo,Enfermedad infantil(y senil)del comunismoy el Qu hacer. Ms tarde me di cuenta de que la crtica tienetambin sus razones que la razn ignora...

    3 Agregacin en economa: concurso nacional para el profesorado universitario en economa.

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    1968 fue el descubrimiento de lo social. Pero tambin signicla muerte del padre.Siguiendo al movimiento estudiantil las multitudes se movilizaban pero sin violencia.En una universidad en ebullicin, lo que ayer era imposible, entonces estaba supera-do. Yo descubra en tiempo real los sindicatos, Billancourt, la Rhodiaceta, Chartley yGrenelle, y participaba en la creacin de una seccin del Sne-Sup4en la facultad deeconoma. Era la revolucin! Escrita en caliente, mi memoria para elDESde cienciaspolticas, se titulaba La actitud de los sindicatos durante los sucesos de mayo-juniode 1968. Se trataba, en efecto, de los sindicatos obreros y de la traicin de laConfederacin General de los Trabajadores (CGT)que, contra los izquierdistas, habaescogido el recibo de pago y las reivindicaciones cuantitativas. Linda pretensin lama: yo descubra el movimiento obrero en marcha, la historia se adelantaba a mislibros. Este texto empezaba con una bella cita de Rosa Luxemburgo que prometa alos sindicatos un amanecer de cnticos. Yo no conoca del marxismo ms que algunos

    lugares comunes y algunas verdades a medias, necesarias para mis estudios: Marxno guraba en el programa, ni siquiera en el curso dedicado a la historia de las ideaseconmicas. Agreguemos, sin embargo, que aunque se refera bastante a la cuestinde 1848 y a la Comuna, me costaba mucho trabajo identicar a De Gaulle con Na -polen. Este trabajo escrito al calor de la lucha y sustentado en octubre cuando sepoda todava creer en que, pasadas las vacaciones, la entrada a clases no sera menoscaliente, me vali la aprobacin del jurado, lo que dice mucho sobre la poca. No nosavergoncemos ni despreciemos a nuestros maestros. El trabajo era honesto, o digamossincero, y ellos haban sido sometidos a una dura prueba.

    El hecho es que mi atencin se haba vuelto a centrar de manera brutal sobre la me-trpoli, y que las sociedades rurales, fuertemente ausentes del movimiento, fueronprovisionalmente abandonadas en benecio de las masas(urbanas) y del movimientoobrero. Yo volvera a tratar a un sujeto similar diez aos ms tarde, cuando, en relacincon la Fdration Gnrale de la Mtallurgie (FGM)de la Confdration Franaise D-mocratique du Travail (CFDT), realizara una investigacin sobre la empresa Renault enColombia (condiciones de reclutamiento, organizacin del taller, gestin de la fuerzade trabajo, poltica salarial y accin sindical) (Gros, 1981). Yo deba encontrar all, enel Tercer Mundo (en la periferia), entre esa clase obrera en situacin de privilegiorelativo, un estado de nimo, reivindicaciones y un compromiso izquierdista que mellevaran a algunos aos atrs. Tal vez volveremos a hablar de ello. Por el momento,abandonemos una universidad en pleno desbarajuste, la Francia del gran miedo y delcuarto azul horizonte, la ley Edgar Faure, Marcellin, y hagamos nuestras maletas:la hora de la cooperacin haba sonado.

    4 Sydicat National de lEnseignement Euprieur, el cual jug un papel activo en 1968.

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    1970, AMRICALATINA, PRIMERASRUPTURAS, PRIMERASOPCIONES

    Para ser reclutado como cooperante en vez de prestar el servicio militar, solicit viajara Amrica Latina: a Bolivia por el Che y los mineros; a Mxico y Per, por las grandescivilizaciones precolombinas. Pero me enviaron a Colombia, al Liceo Francs LouisPasteur. De este ltimo hablaremos poco. All hice amigos que todava conservo. Alldescubr tambin el mundo de lospetits blancspues ocupaba el cargo de intendente,aquel de los pequeos trcos, de las monedas de cambio, de la gestin de personaly de la burocracia administrativa. Una experiencia, en resumidas cuentas, bastanteenriquecedora...

    Hablemos ms bien del pas que desde entonces no he podido dejar. Llegaba yo en

    pleno Frente Nacional y Lleras Restrepo terminaba su presidencia. La memoria dela Violencia (guerra civil que haba destrozado al pas) estaba an muy viva, pero elpas estaba en paz. Es verdad que de vez en cuando la guerrilla haca hablar de ella,pero, mantenida en los connes, no pareca amenazadora. El narcotrco no existatodava como problema social, poltico y econmico, y an menos el narcoterrorismo.Camilo Torres estaba muerto, algunos de sus alumnos de sociologa de la UniversidadNacional haban perecido con l y otros comenzaban como profesores. El presidente,gura de primer plano en la Comisin Econmica para Amrica Latina (Cepal), tratabade modernizar el Estado para hacer de l un instrumento ms ecaz al servicio de unapoltica de desarrollo autocentrado. Esto no resultaba evidente en un pas en donde

    la economa encontraba su origen en la accin de grupos privados slidamente orga-nizados bajo la forma de gremios (la federacin de productores de caf, la burguesaindustrial de Medelln, los ganaderos, los azucareros, etc.) y donde el Estado estabaal servicio de los partidos (era clientelista). El Instituto de Fomento Industrial ( IFI),que era un instrumento de esta nueva poltica, acababa justamente de rmar un con-trato con la Renault. Se hablaba mucho tambin de reforma agraria. Lleras Restrepo,quien haba sido instigador de la Ley de Reforma de 1961, haba prometido acelerarsu ejecucin. El Instituto Colombiano de la Reforma Agraria (Incora) encargado derealizarla dispona de un presupuesto importante y sus funcionarios promovan unaorganizacin campesina la Asociacin Nacional de Usuarios Campesinos de laReforma Agraria (ANUC) encargada de canalizar las aspiraciones de los beneciariospotenciales o reales de la reforma. Las organizaciones que representaban los interesesde los grandes propietarios manifestaban violentamente su oposicin.

    Todo esto despertaba mi curiosidad, pero mis horarios de trabajo (recargados) en elliceo casi no me permitan profundizar en ello. Pasaba el tiempo libre por las carreteras(en mal estado) del pas... y leyendo El capital(versin Pliade). Fue un descubri-miento. Es verdad que era la primera vez que yo estudiaba a profundidad sin ayudaun texto terico. Decir que fue un descubrimiento no signica que estaba de acuerdo

    con todo.El capitalfue ledo con la medida del neomarginalismo que me haba sidoenseada en la universidad. La teora del valor me pareci esencial, aunque no fueraverdaderamente nueva (Ricardo...) y, con ella, la de la plusvala en la que se basaba

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    el anlisis de la explotacin. Pero en cuanto a la teora de los precios, la cosa eradistinta. Me gustaba mucho el anlisis de la acumulacin originaria y del desarrollodel capitalismo ingls. Sobre la baja tendencial de las tasas de benecio, la pauperi-zacin absoluta (es verdad que poda ser relativa), la crisis inevitable del capitalismo,yo tena profundas reservas. Poco importa. LeerEl capitalen Bogot signicaba, allevantar la vista del libro, tener delante no un pas industrial o posindustrial inmersoen la sociedad de consumo de masas, sino un pas subdesarrollado y dependiente.Volver ms adelante a hablar sobre la teora de la dependencia que no se encontrabaen la obra de Marx (ni de Lenin) pero oreca en los escritos de la izquierda marxistalatinoamericana (y pronto alimentara los mos). Si en la Francia oreciente de losaos sesenta, y para un estudiante de origen burgus, la explotacin a la Villermhaca parte de la historia, en Colombia la acumulacin capitalista, las conquistassindicales y el fordismo no haban tenido impacto sustancial en las condiciones de

    vida de las clases trabajadoras. Las escenas de la vida cotidiana proporcionaban unasorprendente ilustracin de las relaciones de dominacin y de explotacin descritaspor Marx. Y viajar por el pas, visitar el campo, era un buen medio para apreciar sobreel terreno la presencia de modos de produccin diversos y, as se deca, articulados.

    Pero si el marxismo poda dar algunas luces sobre las relaciones sociales de producciny su evolucin en el pas, la brutalidad de la explotacin, la violencia de la miseria ylas injusticias, la distancia considerable que separaba la oligarqua (clase dominante)de las masaspermitan comprender mejor la atraccin ejercida por el marxismo sobrelos intelectuales de la regin, fascinacin que, salvo excepciones notables, no ser muy

    desmentida en los aos siguientes. Hoy en da, cuando se produce un gran reujo, esms fcil encontrarle un sentido. Salidos casi todos de la pequea burguesa, miem-bros de las clases medias pero alejados del poder, su radicalismo se alimentaba con elespectculo de la miseria, de la humillacin ante la arrogancia imperial y, en muchoscasos, con un sentimiento de culpabilidad por su situacin privilegiada frente a lasmasas. No siendo ni ricos ni verdaderamente pobres en un pas en donde las distanciassociales son ms marcadas que en Francia, ellos soportaban, como lo seala FranoisBourricaut (en el caso del Per), una posicin doblemente negativa. No nos burlamos,pues muchos de ellos eran mis amigos. Y la idea de que era necesario construir unanacin moderna, democrtica, independiente y ms igualitaria, el rechazo a la exclu-sin y a la fatalidad de la miseria son valores que merecen respeto. Es entendible,entonces, su exasperacin en una sociedad en donde el egosmo y el cinismo de lasclases poseedoras no encuentran igual. De ah la tentacin de la violencia. Muchoscedieron a ella.

    Agreguemos que el marxismo latinoamericano profesado por algunos de mis cama-radas era sobre todo un leninismo que daba no solo una dimensin cientca a lacrtica social y la seguridad de estar en el sentido de la historia, sino que tambinjusticaba las aspiraciones al poder de los intelectuales orgnicos. No era a ellos,

    dueos de la razn, a quienes corresponda conducir a las masas? Todo eso fuedicho muchas veces, pero mi propsito no es el de ayudar a quienes se encarnizantardamente con el pasado. Hago mencin de ello al hablar del marxismo y de mi

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    descubrimiento, y para anticipar algo de lo que sucedi cuando, algunos aos mstarde, comenc un trabajo sobre las organizaciones campesinas y el movimientoindgena. Yo pasaba de la teora a la prctica y deba observar de cerca el funcio-namiento de algunos dirigentes de la izquierda poltica y sindical. De este anlisisderiv un pequeo artculo, algo crtico, en el que intentaba resumir mi experiencia.De eso hablaremos luego.

    Volvamos ahora algunos aos atrs. Recordemos un debate que operaba entoncescomo diferenciador poltico en el seno de la izquierda: a la visin de una AmricaLatina feudal, en aras de realizar su revolucin burguesa, ya promovida por la IIIInternacional, se opona otra no menos reductora pero ms provocadora: la de lassociedades atravesadas completamente por el capitalismo desde sus orgenes. AndrsGunder Frank y Martha Harnecker, Paul Baran, Paule Sweezy y algunos otros daban

    argumentos simples y ecaces que alimentaban una lucha ideolgica que se prestaraahora a risa si no fuera porque algunos de sus alumnos perdieron la vida por ello.Toda la teora de la dependencia no se limitaba a esta simplicacin que llegaba a sercaricaturesca. Reconozcamos, sin embargo, que Fernando Henrique Cardoso y lostericos brasileos del Centro de Anlisis de la Realidad Brasilea (Cebrap) eran me-nos ledos que otros. En la opinin de muchos, la teora de la dependencia presentabauna visin radical de las conclusiones cepalinas sobre los obstculos estructuralesque enfrentaba la bsqueda de la industrializacin sustitutiva: el deterioro continuode los trminos cambiarios, la entrada masiva de capitales extranjeros bajo la formade monopolios, la ausencia de reformas estructurales para ampliar el mercado interno,

    etc. Teniendo como base algunas verdades, se construa un discurso cuya ecacia meparece hoy sobre todo poltica.

    La gran poca de los regmenes nacional-populistas (segn la expresin de AlainTouraine) haba terminado. El sueo de una Amrica Latina que dirigiera su destinose alejaba. La segunda independencia prometa ser ms difcil y ms larga que laprimera, salvo si la accin poltica lograba romper el nudo. Para asegurar el desarrollono se trataba ya de anar polticas econmicas, de revisar su copia, de hacer crecer elahorro productivo o de intervenir en las tasas de cambio. Todo eso no era ms que lacarabina de Ambrosio. Ninguna reforma de las estructuras era posible sin cambiar lasreglas del juego y la naturaleza del poder. Y para cambiar el poder haba que tomrselo,simplemente. Tomar el poder equivala a enfrentar inevitablemente al imperio, cortarel hilo de la dependencia... La lgica era implacable, la alternativa estaba claramentedibujada: o bien seguir con el modelo actual, lo que no se hara sin una represinferoz contra las masas, la puesta en marcha de regmenes autoritarios encargados decuidar los intereses de la oligarqua y del imperio y el desarrollo del subdesarrollo;o bien la revolucin (de hecho, la toma del poder por parte de un ejrcito de libera-cin nacional) y el riesgo de enfrentar el imperialismo americano. Quin entonces,cuando la revolucin sandinista no haba todava triunfado, imaginaba una salida a

    travs de regmenes democrticos encargados de aplicar una poltica neoliberal? Y,ms an, quin poda pensar que ello se producira en medio de una crisis econmicasin precedentes?

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    Agreguemos que la ecacia del modelo dependentista era tambin ideolgica. El mal sehaba encontrado y era exterior. El gran Satn estaba en el norte luego de haber pasadopor Occidente. La oligarqua cmplice se comportaba como una burguesa extranjera.El pueblo y los intelectuales, las clases medias e incluso las burguesas nacionales nopodan considerarse responsables del subdesarrollo. La nacin estaba indemne. Era eldestino. Tal era el clima que reinaba a mi llegada y que se mantuvo durante los aossiguientes. Gino Germani y su teora de la modernizacin ya no eran la frmula (lamodernizacin era realmente posible?), como tampoco lo eran las teoras dualistas(reducidas en muchos casos a la caricatura). Y ni hablar del estructural-funcionalismonorteamericano sospechoso de trabajar para la CIA... Allende acababa de ser elegido,eran los tiempos de la dependencia y de la revolucin.

    MIGRACINYMARGINALIDAD:ELCASOLASMUJERESDELASCIUDADESYDELCAMPO

    Para Colombia, que esperaba una hipottica revolucin, quedaba entonces la depen-dencia. La literatura que trataba sobre el tema era ms que todo extranjera, pero yaexistan algunos libros de produccin nacional en el mercado, no tan numerosos y pocovoluminosos, pero que inuyeron durante mucho tiempo sobre sus lectores. Saludemosa algunos de esos precursores locales: Antonio Garca, Luis Eduardo Nieto Arteta,Orlando Fals Borda, Francisco Posada, etc. Algunas revistas presentaban tambin

    textos tericos de valor muy desigual, artculos en forma de programas polticos yestudios histricos en los que el pasado era repensado a la luz de este nuevo anlisisy, para algunos, de Althusser. No es de extraar que, habiendo decidido aprovechar eltiempo de mi cooperacin para realizar una investigacin, la teora de la dependenciame inuenciara y me procurara una gran parte de sus argumentos: yo no era el nico,esta teora rompa con el optimismo desarrollista y deca algunas buenas verdades, ya la hora de la crtica an no haba sonado.

    Hablemos mejor de esta investigacin y de su razn de ser. Mi futura tesis de econo-ma pretenda tener inspiracin terica (obligatoria para la Agregacin) y la idea eraaprovechar ese ao pasado fuera de Francia para continuar por el lado de la sociologay del trabajo de campo. Pero en cuanto al ao sabtico, yo estaba dedicado a lashoras de ocina, a la contabilidad y la gestin del personal. El sujeto escogido habasido dictado por el peso de las circunstancias y del azar. Una vasta encuesta haba sidorealizada en el pas por el Centro Latinoamericano de Demografa (Celade) con elobjetivo de determinar, a partir de un gran nmero de variables, cules eran los cono-cimientos, la actitud y la prctica de las mujeres de las ciudades y del campo ante ladimensin ptima de la familia y la planicacin de los nacimientos. Grandes mediosse haban movilizado con tal n: el cuestionario tena ms de cien preguntas y tres

    mil mujeres haban sido encuestadas. Uno de los responsables del proyecto, RamiroCardona, buscaba un socilogo que quisiera explotar un material que haba quedado,como sucede regularmente en estos casos, bastante inexplorado. Y l se comprometa

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    a dar las facilidades para el tratamiento informtico necesario. Mi proposicin, acep-tada, consista en retomar los cuestionarios para estudiar las diferencias de actitud yde comportamiento entre el campo y la ciudad en materia de prcticas sexuales, salud,educacin, expectativas profesionales, diversiones, proyectos migratorios y cruzarlosa partir de variables tales como los ingresos, el nivel de educacin formal, el lugar deresidencia, la edad, etc. Comenc entonces a trabajar, en Colombia primero y luegoen Francia (Gros, 1974).

    La eleccin del tema fue casual. La manera de tratarlo tena que ver con un compromiso.Yo heredaba un material tpico de esas grandes encuestas promovidas por la sociologanorteamericana y nanciadas por las poderosas maquinarias internacionales. Era en-tonces para m la oportunidad de acercarme a los mtodos de la sociologa cuantitativay de familiarizarme con el uso de las tcnicas informticas en materia de investigacin

    (estbamos en 1970). Pero me encontraba lejos de lo cualitativo y del procedimientoantropolgico que hubiera querido aplicar; y lejos tambin del marxismo, o, mejor,de las teoras de la dependencia que haba descubierto. El hecho es que en mi tesis yomezcl los gneros. Robert K. Merton haba mostrado bien la dicultad en el uso de losdatos cuantitativos. Lazarsfeld y Boudon tambin. Las causalidades reveladas puedenperfectamente ser engaosas e incluso inversas. Se escucha con frecuencia que se puedehacer decir a las cifras lo que se quiera, que una botella medio llena puede estar mediovaca, etc. Es verdad que existen datos indiscutibles, cruces slidos, procedimientos paravericar el sentido de una causalidad. De resto, casi todo es un asunto de interpretacin,de comentario. Es all en donde la imaginacin sociolgica apreciada por Wright Mills

    es solicitada, en donde lo cualitativo la comprensinde Weber retoma sus derechos,y es all tambin en donde no podemos prescindir de utilizar un marco terico basadol mismo en algunas hiptesis.

    Para lo cualitativo, yo no dispona ms que de una experiencia difusa de la sociedadcolombiana y de algunas buenas lecturas. De ella solo citar una en forma de home-naje,Familia y cultura en Colombiade Virginia Gutirrez de Pineda. Esta obra, pococonocida en la poca, presentaba con talento la diversidad de las culturas regionalesdescubiertas por la autora a travs de una institucin: la familia. Yo la utilic ampliamen-te y lamentaba que no existieran otras del mismo calibre. Escrita en los aos sesenta,ella daba testimonio de una Colombia que se alejaba al ritmo de su modernizacinsin por ello desaparecer.

    En cuanto al marco terico, mi trabajo estaba bien fechado. Y doblemente. He habladoun poco sobre la teora de la dependencia y sobre cmo ejerca su hegemona. Elladebera procurarme el marco general que diera cuenta de la estructura de la sociedadcolombiana y de sus transformaciones. En particular, de la razn de ser del movimientomigratorio, la forma adoptada por el proceso de urbanizacin y de industrializacin.Debo hablar ahora de mi eleccin de las teoras de la marginalidad. Entre quienes

    utilizaban la dependencia como teora general para explicar las formas adoptadas porlas sociedades del Tercer Mundo, exista una querella muy fuerte sobre el empleodel concepto y de la teora de la marginalidad. En el centro del debate estaban las

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    poblaciones de origen rural que en nmero creciente llegaban a apiarse en los tugu-rios y otras villas miserias para formar lo que se llamaba comnmente los barriosmarginales. Estas poblaciones estaban mal integradas a la produccin (no se hablabatodava de sector informal), parecan portadoras de modos de comportamiento y devalores venidos del campo (se evocaba la ruralizacin de las ciudades) y constituan dealguna manera una variante de las clases peligrosas que Europa haba conocido en losprincipios de la industrializacin. Pero aqu se prefera calicarlas como marginalesde acuerdo con un vocabulario ampliamente utilizado por la escuela de Chicago. Lossocilogos norteamericanos (Parks, Lee...), dedicados a las modalidades del desarrolloen las grandes ciudades, utilizaban en efecto este trmino para dar cuenta de la difcilinsercin de los migrantes y de la formacin de guetos en su pas. De manera msgeneral, la teora de la marginalidad se presentaba como una teora de la desviacinfuertemente marcada por el nominalismo.

    Al sur del ro Grande el concepto tomaba una geometra variable y reinaba unaenorme confusin en cuanto a su utilizacin. En algunos trabajos tena un valormeramente descriptivo. Se hablaba de los marginales como poda hablarse de lospobres, resaltando un cierto nmero de atributos considerados como caractersticaspropias de ellos. Dentro del uso trivial el trmino poda tener un doble empleo juntocon aquel depobladores, invasores opoblacinlumpen. Pero, con ms frecuencia,desbordaba esa dimensin descriptiva para convertirse en un concepto analtico.La marginalidad remita entonces a diferentes teoras que se podan calicar segn elcaso de estructural-funcionalistaso de culturalistas. En este ltimo caso, se explicaba

    la no-integracin de los individuos migrantes por el choque cultural que supona elpaso brutal de una cultura rural (tradicional,folk) a una cultura urbana (moderna).A partir de dicho choque deba nacer en los individuos incapaces de asumirlo todauna patologa social (desviacin, delincuencia, anomia...) y deban formarse cultu-ras especcas (ms que todo subculturas). Se consideraba que estas culturas de lapobrezao de la marginalidad encerraban al migrante en su gueto y constituan unobstculo para su integracin futura. La marginalidad como problema social remitaa una accin teraputica de parte del Estado, a una poltica asistencialista. Por otraparte, la Alianza para el Progreso y sus Cuerpos de Paz podan contribuir a ello.Recordemos los programas de lucha contra la pobreza que la Amrica de Johnsonse propona poner en marcha en la misma poca en su propio pas, para conquistaresa nueva frontera. Recordemos tambin cmo ms al sur, en Chile, la democraciacristiana alcanzaba cierto xito en ese campo (con el apoyo de algunos jesuitas comoVeckemans, quien se haba labrado una cierta reputacin en ese terreno, y se encon-traba por esa misma poca en Colombia).

    Para los dependentistas esta teora no era aceptable. El individuo dependa de laestructura y de su funcionamiento. La no integracin, cuando tena lugar, no remitaa mecanismos culturales y a individuos, sino a la forma adoptada por el proceso de

    acumulacin, el modelo aceptado para asegurar el desarrollo. Este ltimo, llegado delexterior, introduca rupturas brutales, desajustes, bloqueos, una forma particular dedesarticulacin que explicaba a la vez la amplitud del proceso migratorio en el campo

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    y el carcter excluyente del mercado de trabajo en las ciudades. En este anlisis, losmarginales eran primero tomados en cuenta por la modalidad de su insercin en laactividad econmica. Ellos no eran necesariamente migrantes enfrentados a un choquecultural. Y si se poda observar la presencia de comportamientos desviados y de unaforma particular de patologa social, ello no explicaba la no integracin de los margi-nales sino que era ms bien su consecuencia. Los marginales eran el producto directode la dependencia y la ilustracin de sus perjuicios. Para algunos, la dialctica haraque ellos se convirtieran algn da en los sepultureros de dicha situacin.

    Entre los partidarios del enfoque estructural-marxistados lneas se enfrentaban. Deun lado, estaba la que planteaba que hablar en trminos de marginalidad no intro-duca nada nuevo, a no ser la confusin, por lo que propona un retorno al arsenalconceptual del marxismo ortodoxo para explicar este fenmeno. De otro lado, se en-

    contraba aquella lnea que vea en esta situacin una particularidad de las sociedadeslatinoamericanas contemporneas y propona hacer de la marginalidad un conceptocoherente que tuviera su lugar en el seno de la teora de la dependencia. Yo me situabaen esta ltima, tratando de crear un vnculo entre el anlisis de Anbal Quijano, quienhablaba en trminos de polo marginal (convertido hoy en sector informal), y la teorade Jos Nun, que me pareca la ms coherente desde el punto de vista estrictamenteconceptual. Desde esta perspectiva, el modo de desarrollo adoptado converta a lapoblacin marginalen parte excedente, no funcional, de la sobrepoblacin relativa,que no poda ser nicamente asimilada a un ejrcito industrial de reserva. Aunquepudiera considerarse como resultado de dicho modo de desarrollo, yo no rechazaba en

    bloque toda una serie de anlisis propuestos por los partidarios del enfoque culturalis-ta, y alimentaba la ms grande admiracin por la obra de Oscar Lewis (Los hijos deSnchez,La vida..., etc.) que era vilipendiada entonces por la mayora de mis amigoslatinoamericanos. Por otra parte, si hubiera deseado rechazar dichos anlisis, mehubiera enfrentado a un contrasentido al utilizar el material emprico que constituael punto de partida de mi trabajo.

    Si doy tanta importancia a una tesis que puede parecer lejana, es por muchas razones.Lo he dicho ya: tanto el tema de la investigacin como su origen y el marco conceptualutilizado, todo es fcilmente datable. Adems, en la presentacin de este itinerariome parece importante dar fechas, porque dicho trabajo deba determinar tambin mu-chas de las cosas: mi retorno a Francia, los sobresaltos de mi carrera universitaria, laentrada, para bien o para mal, en el estrecho crculo del latinoamericanismo.

    ASISTENTEDESOCIOLOGAENMONTPELLIER

    Habiendo viajado a Colombia como economista, deba volver a Francia dos aos ms

    tarde como socilogo. Esto signicaba para m una ruptura, aunque si se vea desdeel punto de vista institucional tendra su propia lgica. Primero, haba llevado a cabo

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    estudios paralelos a la economa (pero en un menor grado) y haba establecidorelaciones con los profesores y estudiantes de la facultad de letras. Por otra partese encontraban el choque de 1968 y luego aquel de 1969: la orientacin hacia unaeconoma cercana a las ciencias sociales en la que yo militaba haba sido dejada delado en benecio de la econometra por la cual no tena ni el gusto ni probable-mente se contaba con los medios que era muy importante en una universidad quepareca preocupada por cerrar sus suras (la toga nunca haba sido tan utilizada comoen aquella poca por mis colegas juristas...). Y para nalizar, recib una propuestaoportuna y adecuada para un puesto de asistente en sociologa. Renunciaba entoncesa mi universidad para encontrar nuevos colegas. La verdad sea dicha, yo no conocagran cosa sobre la sociologa, pero no era el nico. Porque en Montpellier se podaperfectamente obtener una licencia en esa materia sin haber jams ledo un clsico niun manual. Mi curso de sociologa general haba tratado sobre los utopistas, solamente,

    porque Jean Servier, quien enseaba con talento, estaba escribiendo una obra sobreel tema. Fuera de ello, no haba visto otras cosas. Y luego, como estudiante, me habadedicado sobre todo a obtener el certicado en etnologa... Debo a mi trabajo de tesisy a un curso de metodologa-epistemologa, novatada clsicamente atribuida a losrecin llegados, el saber un poco ms. He hablado algo sobre la tesis. Digamos algosobre mi iniciacin como socilogo de carrera. Fue una novatada til: yo trabajabaduramente para llenar mis lagunas, lo que fue tambin un placer. Este aprendizaje erasimultneo con un seminario experimental de introduccin al trabajo de campo. Escogcomo tema un estudio de los bailes y estas de pueblo en la regin de Montpellier y,al ao siguiente, un trabajo sobre los bailes y estas de barrio en la ciudad. No sobra

    decir que la observacin era frecuentemente participante... Este trabajo colectivo, quesupona un paso constante del mtodo a la prctica, fue sucientemente exitoso. Dosinformes fueron redactados, y por lo que s todava son citados.

    Luego del trabajo realizado en Amrica Latina, esta primera investigacin realizadaen Francia hubiera podido ser el principio de una nueva orientacin hacia una socio-loga centrada en la regin. Yo lo deseaba en parte, porque no quera romper con miregin de origen para dedicarme de tiempo completo a las investigaciones que mecondujeran lejos de Francia. Fue dentro de ese espritu que algunos aos ms tarde,cuando ya tena un cargo en Pars, deb responder junto con mis amigos economistasdel Centro Regional de Productividad y de Estudios Econmicos (CRPEE), creado porJules Milhau, a una licitacin del Centro Nacional de Investigacin Cientca (CNRS)sobre el cambio social que deba conducirme a los pueblos de la regin5. Eso erasobre todo lo que hubiera querido mi director de tesis, quien deseaba que yo abando-nara el trabajo comenzado en Colombia. Yo me negaba. Abandonar mi tesis con elpretexto de que su inspiracin era marxista (hemos visto de qu manera) y ser el deesta manera a lo que quera la escuela de sociologa de Montpellier no correspondana la idea que yo tena de la universidad. No hablar ms de ello, sino para decir quele debo a Alain Touraine el haber podido terminar mi tesis, que gan mucho con ello

    5 Vase Gros (1974: 195).

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    y que se lo agradezco. Ser asistente en un departamento creado alrededor de unapersona y por ella y rechazar, con o sin razn, el juego que eso supone, es unasituacin muy poco cmoda y que no puede mantenerse. Esto sucedi durante cuatroaos. Superemos esto. Un puesto de maestro asistente acababa de crearse en el Institutdes Hautes Etudes de lAmrique Latine (Iheal). Deba a mi tesis el haber conocido aAlain Touraine, y a mi gusto inmoderado por los indgenas y por la Amazonia el haberencontrado a Pierre Monbeig6.Ambos me aconsejaron presentar mi candidatura. Yodudaba. Viviendo en Montpellier y siendo padre de familia (tres hijos), ello no erasencillo. Pero me decid. Mi candidatura fue aceptada. Dejaba mi vieja universidadcon alivio. No saba todava que iba a convertirme en un latinoamericanista.

    AMAZONIA:ATENCIN, UNINDGENAPUEDEESCONDEROTRO!

    He citado ya a Fenimore Cooper. Hubiera podido citar a otros, pero era el mejor. A losdiez aos yo realizaba tiroteos en las llanuras y fumaba la pipa de la paz. Contra loscowboys, brutales y groseros, ladrones de tierras, yo estaba con mis hermanos pielesrojas. Admiraba su silencio, su coraje y su ferocidad. Imaginaba que me haban secues-trado, lejos de la escuela y de mi familia. Yo soaba.

    Diez aos ms tarde, encontraba a mis amigos en otros libros y en las aulas de la uni-versidad. No eran todos rojos, pero poco importaba: en frica, en Oceana o en lasAmricas ellos me hablaban de un mundo distinto y de otros valores. La etnologa enMontpellier pretenda ser la herencia de Griaule. Al lado delDios del agua,Do kamotena tambin su lugar. Eran obras bellas. La antropologa marxista era el diablo. Elestructuralismo tambin. Poco importan las censuras, la Pequea Biblioteca Payotofreca a precios imbatibles algunos buenos autores de antropologa anglosajona, yLvi-Strauss, ledo bajo el abrigo, no poda ser mejor. La coleccin Terres Humainesexista ya. Don C. Talayesva nos hablaba de los hopi; Huxley, del Xingu; Metraux,de la antropofagia ritual; y Lvi-Strauss, del pensamiento salvaje. En resumen, el hilo

    no haba sido cortado.

    En 1970, Robert Jaulin public La paix blanche. Si cito esta obra es porque ellaseala una poca y una generacin. La generacin de la que Lizot, Clastres y Mo-nod forman parte. La poca en la que una enseanzapirataosalvajepropona unacrtica de la antropologa sabia a los estudiantes que no tenan casi el tiempo o elgusto de estudiarla. En los Cvennes, las comunidades se proponan vivir da a dauna contracultura, una utopa en la que el buen salvaje tena diplomas y preferahacer el amor y no la guerra. Otras tribus optaban por establecerse en fbricas. La

    6 Gegrafo, fundador y director del Iheal.

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    endogamia era ms bien la regla. En mi caso, como era profesor y padre de familia,practicaba la utopa de medio tiempo.

    Jaulin fustigaba la pretensin del Occidente materialista y consumidor de erigirse comomodelo exclusivo. Denunciaba la negacin del otro, el etnocidio del que eran vctimaslas poblaciones indgenas. l militaba con otros por una antropologa comprometida.La paix blanchehablaba tambin de los indgenas bari. Y all, el etnocidio, o sea elgenocidio, era algo bien concreto. Los bari vivan en la frontera colombo-venezolana,en la sierra de Perij, llamada tambin sierra de los Motilones. Sus tierras suscitabanla codicia de las compaas petroleras y de los colonos. Su fuerza de trabajo era tantode unos como de otros. Su alma era de los misioneros, protestantes y catlicos. Losindgenas bari no eran sino un ejemplo entre otros de la situacin vivida por las pobla-ciones amerindias en la regin. Y, desde ese punto de vista, Colombia no era el peor

    pas. Ni el mejor. En la misma poca, la masacre impune de los guahibo, habitantesde la regin de Planas (departamento del Meta), haba originado un gran escndalo.Era 1970 y yo estaba all. Tuve la posibilidad de viajar en compaa de amigos etn-logos por el Vaups, ms precisamente por el ro Piraparan. Volv de la expedicindecidido a regresar. El Vaups era entonces un paraso para un etnlogo. Un parasoampliamente inexplorado. Los tucano orientales que lo pueblan estn subdivididos enuna veintena de grupos que poseen su propia lengua, su territorio, su identidad y susmitos. Bajo el impulso de G. Reichel-Dolmatoff, quien tras las huellas de Rivet puedeser considerado como el fundador de la antropologa colombiana moderna, muchosetnlogos comenzaban a interesarse en ellos. De tal suerte que esta tierra prometida

    funcionaba como una especie de laboratorio internacional en donde se codeabanfranceses, suizos, alemanes, ingleses, americanos y... colombianos. Haba lugar paratodo el mundo y mucho trabajo por hacer.

    Tres aos ms tarde mi proyecto deba concretarse. No pudiendo esperar una ayuda demi universidad, fui a Pars para ver a Pierre Monbeig. No lo conoca. Me recibi con suhabitual cortesa. Mi proyecto le gust y decidi ayudarme. Gracias a su intervencin,obtuve una misin (sin viticos) del CNRS. Yo no aspiraba a ms. Maurice Godelier,a quien encontr, me anim tambin. He aqu mis apoyos. Ellos me fueron tiles.

    En la introduccin de mi libro Colombia indgena: identidad cultural y cambios so-cialesexplico mi tema y las condiciones de mi investigacin. Resumamos. Viajandocon Patrice Bidou quien, bajo la direccin de Lvi-Strauss, tena ya bien avanzadasu tesis sobre los tatuyo, decid apoyarme en las investigaciones en curso sobre lasestructuras sociales, la mitologa, el chamanismo, etc., entre los indgenas tucano(los tatuyo forman uno de los grupos tucano) para explorar una cuestin bien precisa:cules eran las consecuencias de la introduccin de las nuevas herramientas (esen-cialmente el hacha, el machete y la carabina) sobre la produccin y las formas deorganizacin social de los tatuyo? A esta primera cuestin se agregaban otras: cmo

    se resolva el problema del aprovisionamiento?, qu signicaba la introduccin dela mercanca?, no habra all elementos para una nueva e irreversible dependencia?Yo me situaba entonces en un doble campo: el de la economa en las sociedades

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    donde la economa no se presenta separada de otras relaciones sociales que parecendeterminarla, en particular el parentesco y el de un anlisis de los cambios sociales.Mi enfoque introduca de nuevo la historia ya que pretenda trabajar sobre sociedadesque haban dejado de serfrasy quera explicar el cambio social bajo el efecto de suinclusin en el seno de una sociedad dominante.

    En este aspecto, y aunque modesta, mi investigacin ocupaba un lugar particular entrelos trabajos que constituan entonces lo esencial de la investigacin en esta regin.Porque la gran mayora de mis colegas no haban ido tan lejos, a la selva, para estudiarlo que llegaba a transformar (destruir?) el mundo indgena. La tendencia era msbien comportarse como un arquelogo que, despojando el terreno de todo lo que lahistoria reciente ha podido aportar, intenta reconstituir por medio de excavacioneslos aspectos de las culturas desaparecidas actualmente. Digamos tambin que la

    antropologa, sobre todo aquella de inspiracin estructuralista, tena otras preocu-paciones, y agreguemos que en el Vaups, ms que en otra parte, se poda mantenerla ilusin de que las sociedades indgenas eran grosso modo eles a su pasado.M. Sahlins acababa de publicar Stone Age Economics, obra en la que defenda laidea de que la fuerte productividad de los sistemas tradicionales de produccinasociados a la limitacin de necesidades provocaba un estado de abundancia pri-mitivaentre las sociedades consideradas hasta entonces como las ms precarias. Siera cierto que el tiempo de trabajo utilizado en satisfacer las necesidades del grupoera mnimo entre las poblaciones de cazadores nmadas y aquellas que practicabanla horticultura de quema en el marco de una sociedad sin Estado, qu pasaba

    cuando una nueva tecnologa era introducida? En qu sentido las opciones ibana operarse y con qu lgica? Curiosamente el trabajo de campo me hizo poner eldedo sobre una desigualdad de condicin, una forma de dominacin en la que nohaba casi pensado: aquella que preside en toda sociedad la relacin entre sexos.Por un azar que remite aqu a la forma adoptada por la divisin sexual del trabajo(los hombres son predadores, desbrozadores de la selva, cazadores y pescadores;las mujeres son agricultoras), encontr que eran las personas de sexo masculino losgrandes beneciados de esta nueva herramienta en su actividad tradicional. Qu ibaa resultar de ello? Yo observ que, por no querer cambiar la reparticin tradicionalde los roles entre sexos, un nuevo desequilibrio se introduca entre el tiempo detrabajo cumplido por cada uno. Las mujeres deban compensar con un aumento deactividad una productividad ms fuerte de parte de sus maridos. El recurso a unaserie de mecanismos secundarios atenuaba, sin embargo, lo que para ellas era laconsecuencia mayor de esta revolucin tecnolgica.

    Pero la historia puesta en marcha de esta manera no se detena all. La herramienta dehierro, que no era producida por ellos, estaba destinada a convertirse en una mercanca(nueva categora en el seno de la economa indgena), y como tal no llegaba sola. Lapresencia de la mercanca manifestaba la prdida de la autonoma del mundo indgena.

    Qu dar ahora a cambio de los objetos que se desean, que no se saben producir y delos cuales no se puede prescindir? Los hombres, los brazos, los productos, el alma?Los misioneros y tambin los comerciantes, los agentes del Gobierno o los patrones del

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    caucho aprovechaban la existencia de esta superioridad tecnolgica, de su capacidadde disponer de mercancas, y de la dependencia que ella provocaba, para establecersu empresa e intervenir brutalmente en las sociedades indgenas.

    He aqu un resumen del objeto de esta primera investigacin realizada luego de mitesis, investigacin que fue publicada en los Cahiers des Amriques Latinesy que de-bera orientarme en forma duradera en direccin de una sociologa de las poblacionesindgenas.

    FLASHES

    En 1976 deba volver a Colombia en el marco de una misin nanciada por el Centrede Recherche et de Documentation sur lAmrique Latine (Credal). Haca ya dos aosque trabajaba en el Iheal y viajaba cada semana de Montpellier a Pars. Gastaba dosnoches en tren en cada viaje (durante ms de diez aos). Yo era un turbo-profesor(todava no exista el TGV), pero en sentido contrario: yo suba a Pars (para las gentesdel sur, el norte est arriba como en los mapas), me quedaba tres das, o a veces ms,y volva a ver a mi familia. ramos bastantes los que vivamos as una doble vida.Algunos pensaban que eso no era vida... En el tren, yo imaginaba viajes ms largos ymenos montonos. Mi mente trabajaba en eso.

    En mi proyecto de misin yo trazaba las lneas principales de una investigacin que meocupara en los aos venideros. Pensaba que como mximo me llevara dos o tres aos.El proyecto nunca se realiz tal como lo haba imaginado y la investigacin durarams de diez aos al ritmo de las oportunidades aprovechadas para visitar el terreno:idas y venidas. Pero, mirando en detalle los diferentes temas que yo pretenda tratar,namente los investigu (en orden disperso y a veces yendo ms lejos de lo que habaimaginado). Por eso, incluso si hoy veo las cosas de otra manera, no me arrepientoen nada de la propuesta que realic entonces. Este proyecto dene bien un punto departida para un conjunto de estudios sobre la Colombia agraria, campesina e indgena.Y conlleva una decisin: aquella de otorgar una gran importancia en mi investigacinal anlisis de los movimientos sociales.

    Evocar un anlisis de los movimientos sociales tena un sentido sensiblemente di-ferente segn se encontrara uno en Francia, bajo la inuencia de Alain Touraine, oen Amrica Latina, bajo aquella de la tradicin norteamericana. Para los socilogosformados en Estados Unidos se trataba todava de situarse ampliamente en el campoabierto por la escuela de Chicago y Smelser, de una sociologa conservadora queconsideraba los comportamientos colectivos como una suma de los individuales,y que vea en el movimiento social menos un factor de cambio que una respuesta,

    casi siempre irracional, provocada por este ltimo: de alguna manera se trataba deuna conducta de crisis producida por las transformaciones estructurales insepara-bles del proceso de modernizacin. Para los funcionalistas, el movimiento social

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    representaba el fracaso del sistema institucional en la regulacin de los conictos.Tambin era el reejo de la necesidad de ir ms lejos en la puesta en marcha de unorden racional en donde el individuo deba encontrar su lugar. En efecto, los desarro-llos ms recientes de la sociologa norteamericana ilustrados por autores como Olsono Salisbury (Tilly no haba publicado todavaFrom Mobilization to Revolution) notenan, hasta donde yo saba,muchos mulos. Sin embargo, la teora del paradigmamovilizacin de recursos, que propona analizar la accin colectiva en trminos dela lgica de la interaccin estratgica y acentuaba el carcter instrumental y racio-nal de las organizaciones colectivas, era ciertamente prometedora (el movimientosocial como una accin colectiva encargada de defender los intereses individualesejerciendo su accin sobre los sistemas de decisin y sobre el poder, ya fuera delEstado y sus instituciones o de la empresa). Pero, frente a una sociologa compro-metida que prefera la denuncia crtica y el estudio de la dependencia al anlisis de

    los movimientos sociales, no pareca haber lugar para los estudios empricos nan-ciados por organismos pblicos guiados por imperativos de gestin (cmo absorberal menor costo las poblaciones migrantes, cmo disminuir la violencia urbana y laanomia, cmo organizar los barrios marginales, etc.). De ah el rol casi nico deAlain Touraine quien en su profesorado de la Escuela de Altos Estudios en CienciasSociales (lehess) lleg a formar a una generacin de socilogos latinoamericanos (lamayora exiliados en Pars) alrededor de una visin exigente del movimiento socialen ruptura con los esquemas historicistas (marxistas) y con el enfoque funcionalista.

    Mientras que en las ciencias sociales, al menos en Amrica Latina, el determinismo

    econmico pareca dirigir el estudio de las sociedades agrarias ya se tratara de lanaturaleza de clase del campesinado, de su inevitable descomposicin, del carctercampesino de las poblaciones indgenas, de las lgicas que conducan las polticaspblicas, o de las formas adoptadas por la acumulacin y el desarrollo, etc., yo pensabaque el estudio de los movimientos sociales campesinos deba permitir al investigadorvolver a introducir en la escena social los conictos con sus verdaderas dimensiones yllamar a un espacio de libertad en cuyo seno la accin social retomara sus derechos. Elmovimiento social era a la vez el medio de comprender a los grupos en sus mltiplesdimensiones, en sus relaciones con los otros y en una totalidad atravesada por la historia,que no estaba predeterminada. El estudio de las formas de las acciones colectivas, delas movilizaciones, ofreca tambin la ventaja de hacer or una palabra que no estabaescrita, que era rechazada, negada: aquella de los oprimidos, de los pobres, de lostrabajadores, de los campesinos, de los colonos, de los indgenas, una multitud quellenaba la escena y sus bastidores, una escena cada vez ms inestable y en movimiento.

    Y, ya que hablo en trminos teatrales, prolonguemos esta metfora. Cuando se sigueuna accin en el tiempo durante muchos aos, habr algo ms apasionante que veren cada acto a una multitud de actores moverse, cambiar de mscaras y de vestidos,envejecer, desaparecer y ser reemplazados al ritmo de la accin: aqu los terratenien-

    tes, los comerciantes, los villanos capitalistas; all las comunidades campesinaso indgenas con sus asesores; ms all las instituciones, los sindicatos, la Iglesia,el Estado bajo diferentes hbitos (el juez, el polica, el militar, el tcnico, el alto

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    funcionario...); y luego, la multitud, los hombres, los jvenes y los viejos, aquellosque estn a favor de la modernidad y el cambio; aquellos que deenden la tradicin, laregla, las jerarquas, los usos; aquellos que quieren romperlo todo, los traidores y losconciliadores? Entonces la vida atraviesa la estructura y la anima. La dependencia delcapital, la dominacin del rico sobre el pobre, de las ciudades sobre el campo, de losblancos sobre los indios, aparecen como lo que son: las relaciones de dominacin enlas cuales el dominante domina, pero no es el nico: l debe acomodarse con otros, yprimero con quien le permita ser lo que es (alguien fuerte, un poderoso, un capitalista,un cacique, un citadino, etc.); y as podra, siguiendo el ritmo de la accin, perder algode su soberbia, es decir, algo de su poder...

    Yo propona entonces partir de la accin social, pero sin abandonar un enfoque dela sociedad colombiana a travs del concepto de dependencia. Dena una sociedad

    dependiente por la presencia de un agente de desarrollo extranjero que intervenadirectamente sobre la forma adoptada por el proceso de acumulacin y el sistema derelacin de clases. La hiptesis era que en Amrica Latina el cambio social era a la vezmodernizador y conservador, y actuaba sobre ciertos elementos pero sin tocar otros, loque provocaba el dualismo y la desarticulacin. Pensaba en particular que la teora dela dependencia proporcionaba elementos adecuados para explicar el desarrollo desigualy combinado del campo, el mantenimiento de una forma de dominacin oligrquica yla permanencia de un colonialismo interno. Yo avanzaba tambin en la idea de que lalucha por la tierra, constituida en el centro de las movilizaciones campesinas e indge-nas, signicaba tanto una exigencia de integracin para las categoras sociales en va

    de marginalizacin, como un rechazo a las formas de dominacin social y de explota-cin prevalecientes en la sociedad. De esta manera, pona en duda que el movimientocampesino fuera de naturaleza revolucionaria, aun cuando tomaba formas violentas,incluso si el discurso a veces radical de los dirigentes o de sus asesores, dejara pensarlo contrario. Mi hiptesis pretenda, sin embargo, que dicho movimiento se presentaracomo una respuesta a una crisis social que desbordaba la crisis de la economa campe-sina y amenazaba las bases de la dominacin oligrquica. Esta crisis se agudizaba porcausa de la debilidad del Estado dependiente. En el caso del campesinado indgena, lacuestin era ms compleja. La hiptesis era que la lucha por la tierra estaba fuertementedeterminada por una reivindicacin identitaria y, contra quienes pensaban que estaltima funcionaba necesariamente como una trampa que reproduca las condicionesde dominacin y de explotacin, yo planteaba que la realidad deba ser ms compleja,ms dialctica, que el campo de las posibilidades era ms amplio.

    Volveremos sobre las hiptesis que luego evolucionaron bastante. Mi propsito esnicamente dar una luz, unash. Es verdad que la fotografa est algo amarillenta,pero ella proporciona un punto de observacin: un punto de llegada y uno de partida.Esto nos ser til porque en adelante tendremos que avanzar en un orden disperso.Casi todos los caminos siguen los trazos de las mismas llanuras, y a veces se cruzan.

    Uno de estos ser la cuestin de las poblaciones indgenas-campesinas y sus movi-mientos. Ese camino viene de lejos, y lo emprenderemos primero. Otro nos llevarms abajo al seno mismo de las explotaciones campesinas o al mercado del trabajo.

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    Un ltimo sendero nos conducir hacia las alturas, all donde el Estado decide, entrelos meandros de las polticas agrarias. Habr tambin, digmoslo, algunas escapadas,algunas aventuras fuera del camino recto. Porque cmo resistir todo el tiempo alllamado del sentido?

    INDGENASOCAMPESINOS?

    Entre las tres regiones del occidente colombiano en donde propona el estudio en1976 estaba el Cauca. El Cauca es un departamento atrasado cuya capital, Popayn,es la sede de una vieja aristocracia terrateniente que vive de la renta obtenida en susdominios, as como de las sinecuras otorgadas por el Estado. Este departamento estambin el lugar de residencia de una gran poblacin indgena-campesina que habitalas tierras altas, en donde subsiste con bastantes dicultades. Desde hace algunos aos,esta poblacin era conocida por la determinacin con la que realizaba la recuperacinde sus tierras comunitarias y eso era lo que me interesaba. Yo conoca la regin, puesla haba visitado en muchas oportunidades y tuve que volver mucho despus con eln de emprender un estudio sobre la reconstruccin de su capital destruida en plenaSemana Santa por un terremoto: cmo ira a reaccionar la clase dominante para man-tener el control del poder, reconstruir su ciudad y hacer frente a la aparicin de un actorpopul