Políticas de La (in) Visibilidad. La Construcción Social de La Diferencia

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Clase 7. Políticas de la (In) visibilidad. La construcción social de la diferencia. Rossana Reguillo Clase 7. Políticas de la (In) visibilidad. La construcción social de la diferencia. Rossana Reguillo Sitio: FLACSO Virtual Curso: Educación, imágenes y medios Cohorte 11 Clase: Clase 7. Políticas de la (In) visibilidad. La construcción social de la diferencia. Rossana Reguillo Impreso por: Virginia Naffa Día: domingo, 2 de agosto de 2015, 16:09

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Clase 7. Políticas de la (In)visibilidad. La construcciónsocial de la diferencia.Rossana Reguillo

Clase 7. Políticas de la (In) visibilidad. La construcción social de la diferencia. Rossana Reguillo

Sitio: FLACSO VirtualCurso: Educación, imágenes y medios ­ Cohorte 11

Clase: Clase 7. Políticas de la (In) visibilidad. La construcción social de la diferencia.Rossana Reguillo

Impresopor: Virginia Naffa

Día: domingo, 2 de agosto de 2015, 16:09

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Tabla de contenidosIntroducción

I. De la imaginación colonial al imaginario global: auto y hetero representación

II. Los dispositivos de la mirada

III. Visibilidad: el poder de la representación

IV. Tecnologías de la proximidad

V. In­visibilidad situada (análisis I)

VI. In­visibilidad situada (análisis II)

VII. Conclusiones

Bibliografía

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Introducción

En esta clase virtual se abordará el problema de la in­visibilidad como herramienta deconocimiento, como dispositivo de poder y como mediación para la interacción social, teniendocomo núcleo analítico el proceso de auto y heteroreconocimiento que toda identidad socialcomporta. Para ello, es importante señalar, de entrada, que esta clase abreva en tres tradicioneso escuelas de pensamiento: la antropología, la comunicación y la semiótica; se trata de tresperspectivas que entrelazadas en una lógica interdisciplinaria permiten colocar la pregunta porla in­visibilidad sin reducirla a su carácter "técnico" o, mejor aún, sin eludir la pregunta por lamirada que mira y las consecuencias (sociopolíticas) de esa mirada sobre lo que es mirado.

En síntesis, los regímenes de visibilidad no son neutros ni naturales. Se trata de complejasconstrucciones socio­históricas que se articulan a:

1. Formaciones históricas particulares, por ejemplo: Occidente/Oriente; Europa/AméricaLatina; Modernidad/Tardomodernidad; Centro/Periferia. Lo que significa que la in­visibilidad está siempre situada.

2. Instituciones socializadoras e intermediarias que la modelan y modulan: la familia, laescuela, las iglesias, los medios de comunicación, las industrias culturales. Se aprende aver y ello tiene repercusiones culturales y sociopolíticas.

3. Lógicas de poder político que deviene poder cognitivo. Quié(nes) determina ( n ) qué eslo visible y lo invisible, configuran lo cognoscible y enunciable del mundo.

Sin embargo, es importante señalar que todo régimen de in­visibilidad comporta una franja deindeterminación potencialmente transformadora. Aquello que era in­visible de un modo dadopor las lógicas del poder se transforma en virtud de la acción de algunos actores en situacioneshistóricas particulares (por ejemplo, los indígenas zapatistas en México trastocaron losregímenes de in­visibilidad que ordenaban la representación y percepción del mundo indígena).Y es esta condición, la de su potencial transformador, la que vuelve amenazantes los mundos dela visibilidad. Mirar de otro modo, ser mirado de otro modo, implica movilizar los cimientosmismos en los que reposa un orden asimétrico, excluyente y estigmatizador.

Políticas de in­visibilidad alude a ese conjunto de tácticas y estrategias* que, de maneracotidiana, gestionan la mirada, esa que produce efectos sobre el modo en que percibimos ysomos percibidos, esa que clausura y abre otros caminos, esa que reduce o esa que restituyecomplejidad. Políticas de la vida cotidiana que "no vemos" porque a través de ellas, vemos.

Esta clase está organizada en VII apartados más esta introducción, 6 de ellos presentan ydesarrollan la discusión, y el último contiene, a manera de conclusión, una síntesis de lodiscutido. Cada uno de estos apartados aborda, desde diferentes ángulos y con analizadoresdistintos, la cuestión de la in­visibilidad. Cada una de estas partes, aunque se articula al resto,guarda una cierta autonomía relativa y en cada una de ellas se cita la bibliografía que seconsideró más relevante para la discusión específica. Al final, el estudiante encontrará, ademásde la bibliografía citada, un listado de bibliografía clave.

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I. De la imaginación colonial al imaginarioglobal: auto y hetero representación

En primer término es importante entender que el ensanchamiento del mundo derivado de losprocesos de expansión colonial va a producir ­entre varios de sus efectos­ la crisis de "lopropio" frente a las noticias de otras formas de vida, otras realidades, otros esquemasorganizativos. Ahí, en ese contexto, y pese a su herencia etnocéntrica (blanca, masculina,europea) la antropología buscará dotar de un enfoque científico a la mirada sobre un otro lejanoy diferente, y para ello recuperará, transformándola, la obsesión por la diferencia que había sidopensada por la mitología y "estudiada" por la historia natural, la literatura de viajes, la teología.

En este sentido la antropología puede ser entendida como continuidad y como ruptura, lo quesignifica que, por un lado, se trata de la constitución de un campo de saberes que recoge laspreguntas que se han formulado los grupos sociales como constantes históricas acerca de laexistencia de otras formas de vida; pero de otro lado, se levanta como un movimiento que tratade romper con la imaginación colonial y construir un método (la etnografía (Ref: Estudiodescriptivo del modo de vida de grupos humanos. )) que permita penetrar en la opacidad de lacultura material y simbólica de "otros grupos humanos".

En su “Systema Naturae”,Linneo (1707­1778)presentó su clasificacióncientífica de la especiehumana. Identificabadistintas subespeciessegún zonas geográficas:americanos, asiáticos,africanos y europeos. Yagregaba el Homo sapiensmonstruosus, quecomprendía a las personasafectadas pormalformacionescongénitas.

En la medida en que se afirma la modernidad con su ideal de progreso y la conquista sobre unanaturaleza a la que es posible someter a los dominios del hombre, se instala la preocupación delos europeos sobre sí mismos y sobre la historia. En ese proceso la alteridad* juega un papelfundamental, y la mirada sobre otras culturas (primitivas) es una manera de construir larepresentación sobre la identidad como co­relato de la heterorepresentación. Dicho en otraspalabras, para pensarse a sí mismas las culturas europeas requieren de la presencia de un otrodiferente y diferenciado.

Si bien es cierto que el pensamiento sobre los diferentes hunde sus raíces en la historia de lahumanidad y que no son pocos los relatos que dan cuenta de la existencia del otro, la diferenciaquizás estriba en el tránsito de una "geografía fantástica" ­capaz de nutrir los sueños de la EdadMedia, por ejemplo­ a una "geografía positiva" que, revestida de objetividad, apela a lacientificidad en su proyecto de ubicación, clasificación y nominación del otro. Los fantasmas yla innumerable galería de seres monstruosos o divinos ceden su lugar, por la mediación de la

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mirada científica, a un otro al que se dota de contornos precisos. Ello detona un procesoinevitable.

Como ha sido planteado e impecablemente argumentado por Mary Louise Pratt (2003), a lospueblos subyugados les resulta difícil controlar lo que emana de la cultura dominante perosiempre pueden determinar, en grados diversos, lo que absorberán y para qué lo usarán. En suanálisis sobre el contacto entre las metrópolis imperiales y las periferias a través de la literaturade viajes, Pratt propone el concepto de "autoetnografía" para referirse a los casos en los que lossujetos colonizados se proponen representarse a sí mismos, y señala: "si los textos etnográficosson un medio por el que los europeos representan ante ellos mismos a sus (usualmentesometidos) otros, los textos autoetnográficos son aquellos que los otros construyen en respuestaa las mencionadas representaciones metropolitanas o en diálogo con ellas" .

De este planteamiento, dos cuestiones me parecen claves para la discusión que aquí nos ocupa.De un lado, la posibilidad de pensar al "sujeto colonizado" de Pratt como un otro antropológico­bajo mi propia perspectiva­ capaz de apropiación y resistencia frente a la cultura dominante(metafóricamente "los hijos de Sánchez frente a Oscar Lewis" o, "los primitivos frente aMalinowski"). Y de otro lado, la posibilidad de pensar al observado y clasificado como un otroantropológico como alguien capaz de producir su propio relato etnográfico, es decir, un otrodotado de voz propia que, si bien puede producir estos relatos de acuerdo a las representacionesque se han fijado sobre él, es también potencialmente capaz de oponerse a la representaciónasignada. Esto, me parece, inaugura una nueva fase en la historia del pensamiento sobre ladiferencia, que se acelera en el siglo XX principalmente por las transformaciones en ladistribución social del conocimiento.

El avance en los dominios tecnológicos, que no es contingente ni externo a la dinámica social,vuelve posible la circulación no­controlada de los relatos de autorepresentación, lo quepaulatinamente erosiona los cimientos en los que se asientan los saberes legítimos y elmonopolio de la representación del otro.

El mundo se achica y al achicarse se complejiza. La comunicación, a la que de manera laxapodemos entender como el intercambio intersubjetivo de significados en un marco histórico ydesnivelado de poder, adquiere otro estatuto por la expansión de los mecanismos de visibilidad,que por su dimensión masiva son menos susceptibles de vigilancia y control. Junto a larepresentación oficial de lo otro, se filtran las versiones y visiones de las que esos otros sonportadores. Y ello no significa que esto no sucediera antes, pero es indudable que hay unadistancia abismal entre el registro asentado como "nota al pie" del "testimonio del salvaje" en lacrónica metropolitana y la circulación masiva de imágenes, sonidos y palabras capaces, por unlado, de alterar el sentido atribuido a la verosimilitud y, por el otro, de "contestarsilenciosamente", con su sola presencia, la representación monopólica.

Pensemos, por ejemplo, en el caso de la representación de lo indígena, en el libro paradigmático"Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia" ­que continúa hoy levantandopolémicas­. Éste alcanzó una resonancia planetaria no sólo por el indudable valor de untestimonio en "primera persona", sino por el soporte de un dispositivo cultural: el de unaindustria editorial capaz de distribuir masivamente una narración que, entre otras de susvirtudes, pone en cuestión la supuesta incapacidad del "salvaje" y opone a las visiones"consagradas" ­es decir, canónicas­ sobre "lo otro", el poder de la autoetnografía.

La comunicación de la diferencia con estos alcances constituye un momento fundacional en lahistoria reciente de la modernidad. Ello no anula el conflicto ni representa la abolición de lavisión dominante, pero coloca la disputa (por la representación legítima) en otro plano deresolución al introducir, en un espacio público expandido, contrapesos a la voz monocorde de ladominación.

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Los analizadores culturales a los que se puede acudir para argumentar este razonamiento sonvarios y de distinta índole. La world music (música del mundo) por ejemplo, de la mano de laindustria musical, es potencialmente capaz de romper la versión estereotipada y folklorizante dela dimensión estética de las culturas otras, al contar no sólo con un espacio para la distribuciónmasiva sino, de manera especial, por la posibilidad de negociar en otros términos lo que seconsidera "digno" de transitar por los circuitos internacionales de producción musical.

Tal es el caso también, que me parece especialmente relevante, de los rumores "cientificistas"del siglo XVIII y XIX, que ofrecían relatos asombrosos sobre el hombre diferente: el queposeía cola (los manghiens de Manila); el que estaba más cerca del mono que del humano (elsalvaje de Borneo); o incluso el salvaje argentino que pasó de medir 7 pies a convertirse en un"pigmeo de treinta y una pulgadas de altura" (los patagones y los enanos de las montañas).Todos ellos configuraron la galería de otros ­siempre inferiores­ que alimentaban las fantasíasdel hombre occidental "normal" y otorgaban la coartada tranquilizadora (y científica) de losafanes colonizadores. La irrupción de la tele­imagen, aún la de los circuitos oficiales ycontrolados, dificultó mantener en su sitio el imaginario sobre la alteridad; se rompió elprivilegio del saber clasificatorio.

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II. Los dispositivos de la mirada

Lo uno y lo diverso, lo único y lo múltiple, lo idéntico y lo diferente, lo conocido y lodesconocido, forman parte del pensamiento social que ha venido organizando, en fórmulasbinarias de oposición, tanto la comprensión como la nominación del mundo. Rastrear losmodos en que la diferencia ha sido pensada y construida implica, a mi juicio, de maneraineludible, colocar la pregunta por la otredad*.

Lo Otro que es fuente de riquezas y temores, de aprendizajes y recelos, ha sido en distintosperíodos de la historia una obsesión. ¿Cómo entender lo otro en esta contemporaneidad quepresume de haber develado el misterio de la diferencia y hoy cuenta con expertos paragestionarla, y a veces también, para "reducirla" a producto para consumos diversos?

Quizás valga la pena colocar aquí dos preguntas estrechamente vinculadas: la pregunta por lamirada y la pregunta por las tecnologías que una sociedad se da a sí misma para potenciar sumirada. Mirada y tecnología están profundamente imbricadas, se condicionan una a la otra.

Cuando pensaba en cómo abordar esta cuestión me asaltó una duda: ¿qué se inventó primero, eltelescopio o el microscopio? Es decir, ¿se buscó primero la tecnología para mirar y acercar lolejano, o fue primero la pregunta por la amplificación de lo próximo y pequeño? Encontré queambos inventos databan del siglo XVII y que en términos históricos la diferencia entre uno yotro de sus desarrollos conocidos resultan irrelevantes: 1608 para el telescopio y 1665 para elmicroscopio. Lo que no resulta irrelevante es el desarrollo de ambas "tecnologías de la mirada";en todos los tratados especializados se destaca la velocidad con la que se desarrolló la"telescopía" ­desde Galileo y su hereje teoría heliocéntrica hasta las sofisticadas tecnologías dela NASA­ frente a la lentitud del avance de la "microscopía".

Jules Verne, “Un drama en los aires”,1874.

"Hay una ambigüedad enesta ilustración. Para ver(en los dos sentidos de lapalabra) tenemos queestar cerca y lejos. Des­distanciarse promete unavisión cercana yescrutinizadora de detallesmínimos, sin dejar de vertodo el conjunto. Los doshombres están mirando enla misma dirección, perosus vistas/visiones secomplementanmutuamente. Por un lado,la magnificación óptica;por otra, una vistageneral."(Tomado de:Fullerton, J., SöderberghWidding, A., MovingImages: From Edison tothe Webcam, Sidney, JohnLibby & Co., 2000.).

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Mirar y entender "lo lejos" atrajo los esfuerzos científicos de una sociedad que buscaba sucamino hacia la modernidad. No sobra decir que la etnografía, la geografía, las florecientessociedades exploradoras, la literatura de viajes, se corresponden en diferentes planos y en elmismo período con la pregunta por lo "lejos", que no es otra cosa que la pregunta por laotredad.

Lo otro, se pensaba, estaba situado en un más allá de los límites de la ciudad, del país, delcontinente, del planeta. Para el tema que aquí nos ocupa es importante señalar que la búsquedadel "hombre diferente" (Boia, 1997) instauró tempranamente la asociación de la diferencia conla lejanía y al mismo tiempo contribuyó a la afirmación de la "normalidad" de la cultura queobservaba y se erigía a sí misma en parámetro, en la unidad de medida válida para establecerlas clasificaciones entre lo idéntico (el nosotros excluyente) y lo diferente (ustedes, ellos,lejanos). Todos estos procedimientos (tecnologías) que se mantienen aún en estado latente enlos sótanos sociales generaron quizás de manera mucho más importante, pero menos visible, laemergencia de una oposición binaria de la que aún hoy, en pleno desarrollo globalizador, cuestasalir; me refiero a la oposición centro­periferia.

Si Galileo fue castigado por su herejía al desplazar el "centro" del universo de la tierra hacia elsol y ofrecer una explicación alternativa al orden de las cosas fue en buena medida porque suteoría atentaba contra las seguridades de un pensamiento blanco y eurocentrado, fundamentadoen una mitología religiosa y militar que no toleraba ninguna teoría o creencia disruptiva en subien organizado sistema de verdades auto evidentes.

El centro del mundo se ubicaba en Europa y, para ser más precisos, en las metrópolis europeas.Afuera, en las periferias urbanas con sus peligrosos caminos poblados de bandoleros; afuera, aleguas marítimas plagadas de monstruos y sirenas, se ubicaban los otros, los salvajes, losdiferentes, noción que se configuró rápidamente como un adjetivo para eufemizar la idea deanomalía, de monstruosidad, de la "incomplitud" que las criaturas, habitantes de la periferia,acusaban como rasgos distintivos, siempre leídos desde un centro atemorizado y autoritario.

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Grabado tomado de “Rosa Ursina” (1630),libro del astrónomo y matemáticoChristoph Scheiner (1573­1650),

contemporáneo de Galileo. En la imagen serepresentan astrónomos usando

telescopios.

Aunque mucho puede ser dicho a este respecto, lo que aquí interesa enfatizar es la estrecharelación ­históricamente construida­ entre "diferencia" y "lejanía", cuyas implicaciones para elanálisis y gestión de la interculturalidad en un mundo fuertemente interconectado resultan hoycruciales, en tanto, pienso, se trata de uno de los nudos conflictivos en el tema de la in­visibilidad y la diferencia como:

a) una amenaza por su proximidad (crecientemente inevitable)

b) un objeto de consumo banalizado que se reduce al inventario de rasgos "distintivos" del exo­grupo o cultura diferente

c) un objeto de tematización mediática que suele elevar a rango de explicación de la"diferencia" las determinaciones geopolíticas (es decir, la pertenencia a ciertas regiones comocausalidad de la diferencia incómoda o admirable, según sea el caso).

Al rastrear algunos de los pasajes de la historia como estrategia para encontrar los puntos deinflexión que han venido organizando el pensamiento y sus tecnologías frente a la diferencia,hay que acudir de manera inevitable a los "teóricos" que proporcionaron los principales ejes delectura que estarían presentes, sin aparente incomodidad, hasta bien entrado el siglo XIX. Sólode manera enumerativa y bajo la premisa de que la "teoría" (en las distintas formas en que ellase presenta) es una forma particularmente relevante de tecnología de la mirada, podemos citar:Los tratados de historia natural que proliferaron a partir del descubrimiento del "nuevo" mundo;las primeras crónicas o relatos del "otro" mundo, a manos generalmente de religiosos queofrecieron las primeras explicaciones desde un marco conceptual normalizado (el de la religión

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católica dominante) en torno a las culturas profanas y su (evangelizable) salvajismo; los diariosde guerreros y cruzados que consignaban sus encuentros ­casi siempre peligrosos­ con laotredad; y, de manera especial, los diccionarios, tratados, sumas, enciclopedias, que sededicaban a consignar "científicamente" los hallazgos de una diferencia, que en términosgenerales servía para ratificar las certezas de las culturas metropolitanas.

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III. Visibilidad: el poder de la representación

Si el número y la estadística adquieren centralidad en los saberes fundamentales para hacerfrente a los desafíos de la modernidad, es en buena medida porque se trata de instrumentos quese revisten de una cierta neutralidad y de objetividad incuestionable. Los "índices" que miden lapobreza, el desarrollo, la corrupción, el crecimiento, entre otros, son más que diagnósticos;constituyen poderosas cartografías contemporáneas para orientar la percepción sobre el lugarpropio en el mundo y sobre el mundo mismo. A la manera de Kafka, los "contables" producendesde la zona gris en la que están ubicados un gigantesco espejo que devuelve la imagen deaquello que se le pregunta: "espejo, dime qué país es el más violento, el más corrupto, el mássubdesarrollado" y la maquinaria produce con eficacia matemática el relato terrible deldeterioro.

Cotidianamente, por el espacio público expandido, avanza ­incontenible­ la evidencia numéricade la tragedia y la disolución; día con día, crecen las referencias a la "maldad intrínseca" de lascomunidades de migrantes que han logrado con su sola presencia trastocar el paisaje conocido;constantemente aparecen en la escena local, los retratos hablados del enemigo que acecha desdesu supuesta anormalidad la última defensa de los valores; y con cierta frecuencia se fortalece laidea de que no hay escapatoria posible, pues los portadores de los números "somos nosotros".

La evidencia aumenta, la zozobra también, y a la estadística se le acompaña con el relatoetnográfico contemporáneo; la voz en off del periodista en turno que nos acerca ­peligrosamente­ a la escena proscrita y nos hace "ver", mediante los dispositivos tecnológicos,la realidad: los hombres con cola, el hombre­simio, el gigante o el enano. Ahí están,conformando la galería monstruosa de la otredad o devolviendo, de manera incuestionable, laprueba de que "los otros somos nosotros".

Visibilidad travestida de inocencia por la mediación de unos instrumentos cuya vocación no esla de mentir, se dice. Los viajeros coloniales pudieron dar rienda suelta a su imaginación pero,hoy, ¡se advierte!, la capacidad de registro es inocente, es científica, como científico fue en sutiempo el registro del Homo mostruosus, agrupados por el sueco Carl Von Linneo, y elprocedimiento que ­según consigna el historiador Lucian Boia­ por la misma época de Linneosiguió el científico Buffon para dirimir la polémica en torno a la estatura de algunos hombresdiferentes y que vale la pena citar en extenso: "Retomando estos rumores trasmitidos de bocaen boca, a Buffon le parecía estar procediendo como un sabio responsable, no solamentededicado a recoger hechos sino también y más que nada a analizarlos. La razón le sugería quela talla de estos personajes podía haber estado un tanto sub o sobre estimada. Zanjó la cuestiónhaciendo crecer a los quimos hasta los cuatro pies y reduciendo a los patagones a siete u ochopies. El hombre diferente se había salvado, y también el prestigio de la razón", concluye Boia.

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En: “Obras completas” de GeorgesLouis Leclerc, conde de Buffon. Cap.III: “Variedades entre la especiehumana. Sobre los monstruos.”

Hoy se sigue preservando "la razón". El prestigio de la razón y la neutralidad de la cienciareposan en buena medida en los dispositivos de visibilidad en que se han convertido los mediosde comunicación, cuya importancia no radica solamente en ser correas de transmisión de lasrepresentaciones dominantes, son además productores ­impunes­ de esas representaciones,despliegan todo su poder clasificatorio y estigmatizador bajo la coartada de su exclusivamediación tecnológica.

Pensemos por ejemplo en la técnica llamada "racial profiling" (en buen castellano, "delito deportación de cara") que acompañó la estrategia contra la delincuencia llamada “toleranciacero”* que fue exportada por las autoridades de Nueva York (por el alcade Rudolph Giuliani ysu jefe de policía William Bratton) a varios países de Latinoamérica en los comienzos de ladécada de los noventa, cuya cientificidad consiste en cruzar los datos provenientes del perfilracial del presunto delincuente para establecer, entre otras cosas, su grado de peligrosidad.

Los medios de comunicación, especialmente la televisión, (discípulos aventajados de lo que yahabía intentado el "ABC para la raza aria" cuya función era enseñar a los pequeños a descifrar ­mediante un golpe de observación­ los rasgos degradados de una identidad no pura) construyeny ayudan a construir cotidianamente el relato de la otredad monstruosa a través de diferentesgéneros y estrategias narrativas: "colombianización" significa adentrarse en las aguasturbulentas de la delincuencia, sinónimo de ilegalidad; "argentinización" es precipitarse en elvacío de una corrupción endémica y del colapso económico; Afganistán no es un paísbombardeado y en extrema pobreza, es un criadero de terroristas y asesinos; los fabelados o losvilleros (habitantes de los cinturones de miseria de Brasil y Buenos Aires) son delincuentes a

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priori, amenaza constante para la gobernabilidad; las artistas latinoamericanas, como ha sidofinamente analizado por Aníbal Ford, se convierten en la industria del espectáculo, en "labomba del Caribe", el "huracán del pacífico", "el terremoto del sur", metáforas que alimentan elimaginario del desborde y del exceso; las comunidades indígenas en resistencia en el sur deChiapas, cuyo exotismo resulta irresistible, son la "última esperanza" frente al neoliberalismo.Y así, en "el paisaje mediático", el OTRO queda interceptado por la fuerza de un imaginarioglobal que reedita la producción de la diferencia.

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IV. Tecnologías de la proximidad

Si la figura del telescopio permite construir metafóricamente la pregunta por lo lejos, la figuradel microscopio nos acerca a lo que me voy a permitir nombrar como "tecnologías deproximidad".

Kaiserpanorama, Berlin, 1880.

"El ex científico, luego empresario óptico,August Fuhrmann diseñó un aparato devisión mecánico, llamado elKaiserpanorama, para mostrar al públicosu inmensa colección de fotografíasestereoscópicas de vidrio. Este era, dehecho, una especie de peep­showestereoscópico. Mostraba escenasilusorias tri­dimensionales cuyos efectosde realidad estaban aumentados porefectos de iluminación y pinturastraslúcidas." (Tomado de: Crary,Jonathan, Suspensions of perception.Attention, Spectacle and Modern Culture,Cambridge, MIT, 1999.)

El dispositivo microscópico amplifica no sólo lo pequeño sino lo próximo, lo cercano. Lamirada "microscópica" significa la posibilidad de producir "extrañamiento" frente aquellocercano con lo que convivíamos y que éramos incapaces de ver. Claro, la imagen puedereducirse a los ámbitos médicos o epidemiológicos, pero me parece que es mucho más potentey que, en la figura de la mirada "micro" y su tardío pero acelerado desarrollo en el siglo XX,encierra un conjunto de "enseñanzas" posibles sobre la mirada que mira lo cercano: el salvajeadentro, la otredad interior que habita no ya en una isla lejana o en la activa imaginación de losviajeros, sino esa diferencia que está situada en el centro mismo de la sociedad que se asumemetropolitana. La idea que quiero colocar aquí es la dificultad, para las sociedades que seconvirtieron en polos hegemónicos, para la codificación y circulación de clasificaciones delmundo, para colocar la pregunta al interior de sus propias fronteras, de sus propios límites.

Si la telescopía hacía de la diferencia un elemento exógeno, la microscopia ubicaba ladiferencia misma como un elemento endógeno, que venía a alterar radicalmente las imágenes ydiscursos dominantes sobre lo otro.

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Diagramas de la edición de principios del sigloXVIII del libro de Descartes, La dioptrique,

donde expone su teoría de la visión.

La proliferación de comunicaciones científicas, el debate público, el acelerado proceso deinstitucionalización de las "ciencias de proximidad" (la biología, la medicina, la epidemiología,la psiquiatría y posteriormente la psicología) y el giro en la mirada de algunas de las cienciasconsagradas a la lejanía (la etnografía principalmente), indican una transformación de losconceptos y categorías orientadoras para mirar "lo diferente" que está ahora instalado en casa,adentro, sin la protección que significa una distancia cuantificable en kilómetros. Sin embargo,pese a la consolidación paulatina de la mirada "interior", sigue existiendo una especie desolución de continuidad en el pensamiento que piensa la diferencia: la anomalía, la diferenciacomo ruptura de la normalidad.

La mujer histérica de Freud, el hombre criminal de Cesare Lombroso*, el enfermo "interior" ysus múltiples patologías, derivan en una fuerte tendencia, vigente en nuestros días, a la"medicalización de la diferencia". Los diferentes son anormales, argumentación que se fortaleceal amparo de una ciencia profundamente normativa que no visualiza otra opción que reducirla através de medicinas, tratamientos, controles, vigilancia, disciplina. El "salvaje interior" es deotra manera, pero afín a los criterios de la diferencia lejana, confinado a los límites de unageografía de la normalidad: los virus, los genes defectuosos, la enfermedad femenina, laspatologías psiquiátricas se incorporan así al pensamiento que nombra, codifica, clasifica ladiferencia.

En otras palabras, la mirada y sus tecnologías persisten en su tendencia a ubicar "lo diferente"en las antípodas de la sociedad normalizada, disciplinada, medicalizada, que se esfuerza enresistir las contaminaciones de un mundo otro que amenaza con poner en cuestión el sistema dedoxas que la cientificidad de una sociedad en busca de la modernidad se da como parámetrospara alcanzar el sueño de la autonomía y el desarrollo. El pensamiento que piensa la diferenciase configura a partir de un "topos", de una geografía domesticadora.

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V. In­visibilidad situada (análisis I)

De maneras cada vez más complejas, las contradicciones entre "el orden" del neoliberalismo yel fortalecimiento de un neoconservadurismo a nivel mundial parecen indicar, cada vez conmayores evidencias, que este será el punto de fricción, la zona de crisis, de la fase actual de lamodernidad. Puesto en simple, mientras el neoliberalismo apela a la desregulación, a la aperturade mercados, al intercambio (desigual) entre países y regiones y especialmente al individuocomo epicentro y motor del proyecto que impulsa; el neoconservadurismo apela al cierre defronteras, a la regulación rígida y altamente normativa de las identidades y a los valorescomunitarios, al regreso a lo "colectivo­primigenio", al nosotros fundacional.

En la ríspida interface entre estas dos propuestas igualmente poderosas (en términos políticos yeconómicos) se levanta la cruzada contra el terrorismo, la guerra en Irak y, de maneraespecialmente relevante, la instauración de políticas de seguridad nacional que apelando a unenemigo "anómalo" justifica cualquier exceso o violación de los derechos humanos.

Indudablemente la tortura no es para los latinoamericanos ningún tema nuevo y el uso del terrorsobre el cuerpo es una práctica de larga data que ha sido tematizada amplia y brillantemente enla región. Sin embargo, tanto Abu Ghraib como Guantánamo abren una perspectiva distinta. Setrata de emplazamientos y lógicas que saltan de la escena nacional a la escena global,desestabilizando la noción de "autoría" y aparentemente la de sujeto torturado. Quiero decir quemientras que en los casos de la tortura en Argentina, Chile, Brasil, Nicaragua, El Salvador,México, puede ser claramente ubicado un autor estatal, un gobierno, una dictadura, en el casode Abu Ghraib y Guantánamo, se desdibuja el Estado y su lugar es ocupado por un llamado"eje del bien" y una convergencia de actores difíciles de asir, aunque sea indudable laresponsabilidad central de los Estados Unidos. De un lado, el sujeto torturado en la historialatinoamericana es un "subversivo", "guerrillero", "sospechoso", "izquierdista", "enemigo delrégimen" en cuestión; mientras que el sujeto torturado en los "centros de detención"(pornográfico eufemismo) es uno solo, solamente uno: terrorista, al que no se le reconoceningún otro tipo de adscripción identitaria y es convertido en "enemigo de la humanidad". Laescala es distinta.

Además, en el primer caso, los testimonios ­aún pendientes en muchos casos­ sonfundamentalmente fragmentos discursivos que aún con toda su potencia narrativa pertenecen aun tipo registro hoy fuera de época. Quizás por ello, las fotografías, videos y grabacionesobtenidas en Abu Ghraib y los testimonios cronicados de Guantánamo parezcan operar comotextos "fundacionales" de la barbarie civilizada (como la llamaría Löwry). Lo que quieroseñalar es que "la época", la episteme* en términos foucaultianos, otorga a los acontecimientossu especificidad y proporciona sus propias claves de lectura.

Y aunado a la cuestión del registro, dato no residual en este análisis, está la categoríasociocultural representada por el cuerpo torturado. El cuerpo torturado de Abu Ghraib es uncuerpo anónimo, una bolsa en la cabeza que impide cualquier posibilidad de interacción en elque su identidad proviene de la operación, ejercida por el poder instituyente, de borrar cualquierposibilidad de identificación: terrorista, hombre o mujer, iraquí, español, inglés, no importa suafiliación nacional. La mirada que mira con terror y asombro el registro de la tortura, mira uncuerpo sometido cuyo anonimato favorece el imaginario de la anomalía, es decir, la categoríasubsidiaria a la de diferencia, capaz de despertar nuestra empatía en la forma de indignante"ternura" o de "aprobación" por su extrema alteridad, justo porque a ese cuerpo se le niega laposibilidad de auto­representar su diferencia y, en este caso, ha sido despojado de su condiciónpolítica.

En el centro de la interface problemática entre neoliberalismo y neoconservadurismo, la tortura

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sobre el cuerpo cuya alteridad es hetero­asignada se banaliza porque la primera fuerza, elneoliberalismo, apela a la centralidad inevitable de su propio relato, a sus bondades amenazadaspor esos otros anómalos y anónimos sin proyecto alterno y, del lado del neoconservadurismo, elconflicto se dramatiza, ya que ese cuerpo se convierte en el epicentro de las amenazas a unorden "natural" y primigenio, que justo por su proyecto alterno, "amenaza a la libertad" (enpalabras de Bush). Ambas operaciones anulan cualquier posibilidad de debate político y sitúanel problema en una doble y esquizofrénica clave: banalización y extrema dramatización, peroambas terminan por difuminar el conflicto. En el primer caso, porque se trata apenas de unaoperación de costo­beneficio; en el segundo, porque se trata de una profunda amenaza a loscimientos del orden conocido.

A principios de 2004, la cadena CBS presentó una serie de fotografías y videos que mostrabanel trato que los prisioneros iraquíes estaban recibiendo en el ex centro de detención de SadamHussein; con una dosis de necesario humor frente a lo inenarrable, podríamos decir que el"cambio de administración" en Abu Grhaib no significó ninguna mejoría para los huéspedes".Abu Grhaib, bautizado por sus nuevos operadores nada menos que como "Camp Redention",no ha significado más que un pequeño temblor en la geopolítica de esta guerra. George W.Bush ganaba las elecciones de 2004, con comodidad. Bush consiguió 31 de 50 estados y 286votos electorales. Un récord de asistencia de votantes le reportaron más votos populares quecualquier candidato presidencial anterior (62.040.610 votos, 50,7%). El senador y oponente,John Kerry (demócrata), obtuvo 20 estados y 251 votos electorales (59.028.111 votos, 48,3%);pero no hay que llamarnos a engaño, ya que el propio ex candidato demócrata John Kerry enlos momentos más fuertes del debate internacional declaró su "malestar por el tratamientovergonzoso de los prisioneros iraquíes" para concluir "pero no podemos permitir que lasacciones de unos pocos ensombrezcan el tremendo y buen trabajo que miles de soldados estánhaciendo en Irak y en otros lugares del mundo" .

Diecisiete soldados fueron implicados en los casos de tortura, de los que destacan por suespecial porno­sadismo, Lynndie England, Sabrina Harmon, Charles Graner e Ivan ChipFrederick, éste último el sargento a cargo de la mazmorra.

Las fotografías de Abu Ghraib circularon planetariamente detonando un intenso debate público.La mayoría de las fotos en las que aparecen los propios soldados posando al lado de su víctimaindican que estamos, no frente a lo que en fotoperiodismo se llama "la foto cándida", la que setoma cuando la gente no se percata de que está siendo fotografiada. El fotógrafo anónimo, lamirada que mira, hace parte del escenario, participa junto con el cuerpo del torturador y elcuerpo torturado de una macabra escenificación cuyo propósito es registrar, guardar, preservarel momento, la situación. Sebastiâo Salgado nos dice que "la fotografía contiene información yésta es "el puente más evidente entre causa y efecto" (Salgado, 2000:10). Así, la informaciónprincipal que nos dan estos documentos fotográficos es precisamente la de su efecto mássobrecogedor, el de la complicidad del ojo que mira y la ausencia de causalidad, o mejor, unacausalidad que por absurda es grotesca: los cuerpos torturados están a merced del torturador yéste o ésta resulta ser la sobrina de alguien, la hija de alguien, el esposo de alguna de"nosotros". Es decir, el estatuto de visibilidad propone un pacto de lectura: todos los presentes,aún los lectores de diarios o televidentes, estamos involucrados en la escena y solo es posibleresistirla mediante el recurso de transformar al cuerpo torturado en una anomalía, suspendiendocualquier posibilidad conferir humanidad al cuerpo sometido.

Ahí está la performance, la clave estética/ética, el punto límite de la dramatización. Una políticadel miedo que borra información contextual mediante la saturación textual. Tomemos dos delas fotografías disponibles, no la clásica del sujeto con túnica negra y capucha en el rostro enequilibrio precario sobre una caja de cartón, cuerpo al que se le ha hecho saber que, demoverse, los "cables" a los que está conectado lo electrocutarán inmediatamente. Aíslo dosespecialmente dramáticas:

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Una de los soldados arrastra por el cuello a un prisionero desnudo con una correa, como si fueraun perro. Las sábanas y trapos en las rejas de las celdas indican que éstas están ocupadas,sorprende entonces que estas celdas estén abiertas. La poca tensión en la cuerda y la miradaindiferente de la mujer indican que el prisionero es dócil, que no opone resistencia a lasmaniobras de su "ama"; es decir, la información que la foto nos da es que no hay fuerza "bruta"y, sin embargo, el brazo del prisionero revela un pequeño gesto mediante el que ejerce fuerzapara sostener su cabeza y que ésta no llegue al suelo. La luz artificial impide saber si es de día ode noche y los papeles o basura esparcidos por el piso completan el encuadre. Hasta aquí lainformación de la que habla Salgado, puente evidente entre causa y efecto.

Ahora, invocando a Roland Barthes, podríamos decir que hay en esta fotografía un punctum, esdecir ese "azar en la foto que punza", se trata de "un detalle, un objeto parcial que jala mimirada, el detalle aparece en el campo de lo fotografiado como un suplemento inevitable"(Barthes, 1989:79), no reflejando el arte del fotógrafo sino el encontrarse ahí, y en eso consistela videncia del fotógrafo, que lo lleva a tomar al objeto total sin poder separar a ese objetoparcial (punctum) de la escena. El punctum en esta fotografía es ese gesto del brazo, esa mínimamueca de humanidad, ese guiño casi imperceptible de resistencia y que el "arte" del fotógrafono puede aislar.

Ese punctum se convierte a su vez en una "información" incómoda. Pese a la escenografía, lacalma aparente de los sujetos fotografiados, el brazo del prisionero sugiere que hay unexcedente de sentido: la dominación no es total y ello re­introduce al sujeto dominado en larelación de dominación. Es decir, la anomalía no logra instaurarse del todo porque el sujetoapela, mediante un gesto mínimo, a su diferencia.

Mientras que en la segunda fotografía que aíslo para este análisis pasa todo lo contrario: se tratade cuerpos que apilados, unos encima de otros, obturan la dimensión relacional de la diferenciasituada. En este segundo ejemplo no hay espacio para el conflicto porque el cuerpo otro ha sidoreducido a la condición de cosa­que­se­domina y se posee.

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Una pirámide de cuerpos desnudos y cabezas emplasticadas y, atrás, un hombre y una mujersonrientes que, de nueva cuenta, borran de la imagen la representación de la fuerza bruta. Unmontón de ropa apilada a la derecha del encuadre fotográfico y, al fondo, una reja que da a lasituación su especificidad, y a la gravedad de la imagen, su envergadura. La "información" enesta fotografía está armada de ausencias, no hay posibilidad de entender la escena si nointroducimos a los terceros presentes y al tercer ausente: los que hacen posible el ejercicio depoder que este macabro montaje supone.

En la fotografía en cuestión, la ropa apilada en el recuadro derecho se constituye en el punctum,en un símil grotesco con los cuerpos desnudos y apilados; la ropa habla del poder "previo", eseque es capaz del primer acto de sometimiento que esta fotografía documenta: despojarse de laropa coloca al cuerpo en situación de extrema vulnerabilidad. La ropa representa en este caso laderrota de la cultura, la instauración de un orden desigual en el que el cuerpo otro ha sidoreducido a su extrema naturaleza. Así, propongo que hay aquí una ausencia fotográfica perodensamente presente en la fotografía: la de la cultura, que nos lanza a preguntarnos por lasrepresentaciones que esta fotografía pone en juego, tanto para los participantes de la escenacomo para los "testigos" a posteriori. Dice Diego Lizarazo (mimeo) que "las imágenesconvocan un choque de visiones y una operación política del sentido, en que unas se imponenneutralizando la cadencia de las otras. Pero si una lógica social produce, sostiene e interpretasus imágenes, también las icónicas contribuyen a la articulación de las formas del mundo. Elconflicto icónico es el rostro de la contienda por inventar la realidad, en el diseño de susimágenes un pueblo instituye su experiencia y su concepción del mundo. Conflictos decisivospor la articulación de nuestra experiencia cultural, que marcan la tesitura del poder de lasimágenes y la forma social de las imágenes del poder".

La contienda por inventar la realidad, es decir, "in­venire", hacer venir, traer la realidad. ¿Dequé realidad habla esta fotografía y las otras 999 que conforman el archivo Abu Ghraib? Segúnlo que he planteado hasta aquí, estaríamos frente a la disyuntiva que instaura el eje de laanomalía­monstruosidad y el de la diferencia políticamente situada. Mientras en las fotografíaaisladas parece haber un "conflicto icónico", el material visto de conjunto parece indicar que latortura y la dominación total se mueven hacia la ausencia de conflicto, es decir hacia lareducción del cuerpo otro a la anomalía, apenas excrescencia de lo cultural, donde lajustificación de los excesos no logra ser sometida a los marcos de la cultura acordada. SabrinaHarmon y Charles Graner, posan orgullosos detrás de los cuerpos apilados y en sus rostros nohay reflejo de que algo de la "cultura", esa gran ausente, los incomode. De hecho, ellos pareceninmunes a la humillación del otro, al olor del otro, al sometimiento del otro. "Todo ha sidosuspendido" es el signo de estas fotografías; no hay falta porque el cuerpo otro es, si acaso,motivo de divertimento y ejercicio de autoridad absurda.

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VI. In­visibilidad situada (análisis II)

Y es quizás lo absurdo, la parodia de lo real en ese conflicto "icónico" por inventar la realidad,lo único que puede explicar que meses después de los estremecedores documentos de AbuGhraib la tienda chilena, ¡nada menos que chilena! Ripley (aunque usted no lo crea), unalmacén de ropa, utilice en su catálogo de anuncios de jeans una publicidad que cabalga alomos de la densa memoria de la dictadura y de las entonces recientes revelaciones de loscentros de detención inaugurados en la guerra contra el terrorismo. Estas fotografíaspublicitarias aparecieron en una separata en las ediciones de El Mercurio y La Tercera, enChile, el domingo 5 de marzo de 2006, el último domingo de la presidencia de Ricardo Lagos.Utilizando las imágenes de la tortura con fuertes reminiscencias a Abu Ghraib constituyen nosólo una evidencia más sino una síntesis perfecta del trabajo de la maquinaria simbólica quebanaliza y estetiza el horror, además de "normalizar" imágenes y discursos que se instalan en elpaisaje social como aspectos constitutivos del momento histórico que atravesamos.

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Estas imágenes, al decir de Marcial Godoy (en una comunicación personal), constituyen, cito:"formas suaves que muestran escenarios de o hacen guiños hacia la tortura. Como todo elmundo sabe, este gobierno (el norteamericano) ha proclamado la legalidad de la tortura y susfuncionarios no desperdician oportunidad para avanzar sus argumentos a través de los medios.Después de las fotos de Abu Ghraib, los noticieros y los talk shows estuvieron repletos deentrevistas e informes especiales que le planteaban la tortura a los ¡degradados! ciudadanos deeste país como un dilema. "La tortura: ¿si o no?". Con este contundente análisis sobra decir queenfrentamos algo mucho más grave que la "fuerza bruta", y que la banalización, estetización,normalización de la tortura de los cuerpos otros, toma fuerza en la fisura que instaura la disputaentre los grandes poderes fácticos: la que encabeza el mercado neoliberal y la que sostiene,contra viento y marea, la fuerza radical de las derechas conservadoras. Es ese gozneproblemático el que, a mi juicio, posibilita que el cuerpo torturado se banalice al extremo y queno logre convocar mayor y eficiente poder de contestación.

El terrorismo y de manera especial la figura del terrorista ­aunados a la producción de miedodisciplinante, como el que es posible inferir de las fotografías analizadas­, afloja los cimientosde nuestros precarios sistemas políticos y, en aras de una democracia con soportes tan masivoscomo desinformados, tan atemorizados como pragmáticos, abonan el terreno para justificarcualquier exceso: "Guantánamo es una zona libre de derechos humanos", declaraba el ex fiscalAschcroft , paladín, como pocos, de la guerra contra "el eje del mal".

La incómoda irrupción de los cuerpos torturados de Abu Ghraib, los testimonios deGuantánamo, parecen encontrar "performativamente*" su solución en la publicidad: de cuerposconsumibles, donde la estética del sometimiento opera para escamotear la politicidad necesariaal apelar, de manera inédita en la historia, a la "normalidad" consumidora (de tortura, de jeans,de candidatos, de decisiones límites) enfrentada a la irrupción anómala (reductible, molesta,innecesaria, redundante, sometible). Si Abu Ghraib logró pasar apenas como un escándalomediático, affaire grotesco y mantenido a escalas individuales, es decir, de los individuos

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implicados individualmente, la aceptación de que "eso es así" obliga a aceptar la derrota de laperformance de contestación, del cuerpo ciudadano, de la inutilidad de nuestros ejercicioscotidianos frente al poder descarnado. Si Ripley puede, sin menoscabo de su éxito de venta,reproducirse frente a nuestra mirada extasiada por la belleza anónima y perfecta de los cuerpostorturados, significa que nada en la agencia ciudadana, electoral o performativa ha tenidoconsecuencias. La sargento x podrá seguir paseando a su prisionero­cuerpo­perro sin ejercerfuerza mayor porque no hay pacto cultural ni político. La "simpática" soldado y su room mateque se extasían ante los cuerpos rotos habrán de ratificar que, frente al vacío de la experiencia,es posible encontrar en el abismo de la tortura un divertimento propicio, una ratificación de lo"normal" frente a los otros "anómalos" que irrumpen en el callado ejercicio de una ciudadanía,de una contemporaneidad, de una humanidad ad hoc, la que se ejerce al margen o en suspensiónde los criterios que otorgaban a cada cuerpo humano un emplazamiento, una diferencia situaday, por ende, un conflicto inteligible.

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VII. Conclusiones

1) Toda diferencia es una diferencia situada, diría García Canclini (2004) y en tal sentido, yoañadiría que es también una diferencia relacional, es decir, para que ella, la diferencia, opere, esnecesario que el diferente sea conciente de su condición y tenga la competencia de auto­representarse en el proceso de interacción cultural.

2) La politología más clásica nos ha enseñado a mirar el conflicto, el nudo denso que ata lasrelaciones entre desiguales; la politicidad, propongo, debe ayudarnos a entender la aparente"ausencia de conflicto" por la paradójica invisibilidad del poder instituyente.

3) Restituir politicidad implica volver visible no solo la dimensión relacional de la diferencia,sino en el otro extremo hacer­ver hacer­saber la ausencia de relación que excluye al otroimplicado convertido en objeto pasivo del poder de institución (es decir de control y dedominio) y de nominación (su dimensión simbólica).

4) La diferencia en un sentido denso se convierte en clave analítica cuando la "in­visibilidad"logra interpelar a la policiticidad, es decir, una mirada otra, capaz de desmontar unarepresentación, una "doxa*" montadas sobre una supuesta ética universal, capaz de restituir lacrítica reflexiva sobre el orden, la realidad, el mundo.

5) Las políticas de in­visibilidad constituyen un tema clave para nuestra contemporaneidad: elde los contextos sociopolíticos que transforman la diferencia situada en anomalía y lasaturación textual/visual en descontextualización política. Y en esa tensión, la perspectiva, lamirada no neutra de la que nos habla Lechner, debe ser capaz de atender simultáneamente loque se condensa y lo que se desplaza.

Hay que desprenderse del quehacer cotidiano para poder levantar la mirada más allá de loinmediato. La perspectiva supone […] un punto de vista desde donde mirar. No existe unamirada neutra; toda perspectiva está situada, es interesada. Norbert Lechner (2002)

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