Se dice que los niños son losverdaderos filósofos. Tienen unacuriosidad incontenible y suspreguntas hacen titubear muchasveces a los adultos. ¿Cómo explicarel mundo a los niños? El reconocidofilósofo Richard David Precht paseópor Berlín durante un verano con suhijo Oskar. Fueron, entre otrossitios, al zoo, al Museo de CienciasNaturales o a los restos del famosomuro. Durante esas visitas, Prechtrespondió a numerosas preguntascomo «¿Soy yo realmente yo?»,«¿Por qué los seres humanos tienenpreocupaciones?» o «¿Qué es

belleza?».

Este es un libro de filosofía paraniños y jóvenes que quieren sabermás sobre los grandes temas quenos mueven a todos en la vida, sinimportar la edad que tengamos.

Richard David Precht

¿Por qué haytodo y no hay

nada?Un paseo por la filosofía

ePub r1.0Titivillus 22.5.15

Título original: Warum gibt es alles undnicht nichts? Ein Ausflug in diePhilosophieRichard David Precht, 2011Traducción: Isidoro RegueraDiseño de cubierta: Titivillus

Editor digital: TitivillusePub base r1.2

Para Oskar y Far

Introducción

Sobre cosas de adultos, cosasde lagartos y cosas de niños

Un día, hace aproximadamente unaño, Oskar y yo observábamos en elAquarium de Berlín la anguila eléctrica.Las anguilas eléctricas son espantosas ybastante desagradables, parecen gruesassalchichas de color rosa grisáceo. Estepez, de diminutos ojos opacos y ciegos,posee una fuerte carga eléctrica. Ante

nuestros ojos teníamos, pues, a unauténtico monstruo que se deslizabadespacio entre las plantas acuáticas.

A Oskar los monstruos le parecenhorribles, pero a la vez le resultanfascinantes. ¿Y si escribiéramos un libroinfantil con una anguila eléctrica,increíblemente gigantesca, comoamenaza? ¿Un monstruo que emitadescargas eléctricas mortales? Entre loslibros preferidos de Oskar hay unacolección que protagoniza un jovenhéroe de la Edad Media que se enfrentaa toda una serie de seres extraños. ¿Porqué no habríamos de escribir también unlibro sobre una anguila eléctrica?Científicamente ese animal se llama

Electrophorus. El cartel seríaestupendo: «Electrophorus, el horror delAmazonas». El título ya lo tendríamos.

Pero de repente Oskar se quedó muypensativo. Le surgían dudas.

—Papá, eso no se puede hacer —dijo apenado—, en la Edad Media aúnno había electricidad.

Hoy Oskar tiene un año más. Y yasabe, naturalmente, que en la EdadMedia sí había electricidad, porsupuesto. Pero entonces nadie sabía loque era; en la Edad Media losrelámpagos también eran descargaseléctricas. De todos modos, de algunamanera, Oskar tenía razón: electricidady Edad Media no casan muy bien.

Que algo sea exacto objetivamentees una cosa y creer que algo tienecoherencia es otra muy diferente. En estelibro se tratará de ambas. De aquello delo que sabemos con exactitud que escierto y de las muchas cosas de las quesolo podemos decir de formaaproximada que son ciertas; cosas de lasque, sin embargo, consideramos que soncoherentes o que no lo son.

Se dice a menudo que los niños sonlos verdaderos filósofos. Son curiosos yquieren saber todo con exactitud; y en elmundo existen infinitas cosas que sepueden saber. Algunas cuestiones sepueden responder fácilmente y otras sondifíciles de responder, o no se pueden

responder de modo definitivo oabsoluto. Estas son normalmentecuestiones filosóficas.

Muchas de esas preguntas yrespuestas, que resultan fascinantes paralos niños, también lo son, naturalmente,para los adultos. A menudo plantean lasmismas cosas: ¿De dónde vienerealmente la vida? ¿Por qué los sereshumanos a veces están tristes? ¿Cómopuede reconocerse verdaderamente quelo que se hace es correcto o incorrecto?

En mis tres últimos libros paraadultos me ocupé de estas cuestiones.Ahora, he recogido algunos de los temaso historias tratados en ellos y los hereelaborado para que también los niños

puedan comprenderlas. Oskar, mientrastanto, ya tiene suficiente edad paraentender muchos aspectos de todo esto.

Además hay ciertas cosas que sonespecialmente sugestivas para los niños.El filósofo Martin Heidegger dijo unavez que, para los lagartos, lo quepiensan los seres humanos esaburridísimo y totalmente inconcebible.En su mundo no existe ningún asuntohumano, solo «asuntos de lagartos».Pero ¿cuáles son los asuntos delagartos? Heidegger no lo explicó,lamentablemente. ¿Quizá sean insectoscrujientes, piedras calientes yagradables y cuevas acogedoras yprotectoras?

Del mismo modo que existen «cosasde lagartos», también hay «cosas deniños»; por ejemplo, pasillos largos porlos que es imposible andar despacio,solo se puede correr; pisos lisos sobrelos que irremediablemente hay quedeslizarse en calcetines. Terrenos queinvitan a hacer equilibrios. Cojines oalmohadas que solo sirven para luchar.Sofás que están ahí para brincar sobreellos. También existen preguntas deniños, y estas cuestiones son tandiferentes de las de los adultos comoandar despacio o deslizarse rápidamentepor un pasillo liso. Aunque los adultos—cuando están de muy buen humor, algobebidos o recién enamorados—

recuerdan que deslizarse es realmentemás divertido que caminar despacio…

Por eso las cosas de niños son enmuchos casos parecidas a las cosas deadultos, pero la mayoría de las vecesresultan más espontáneas, másdivertidas y más sinceras. Casi todos losniños saben que no saben muchas cosas.Los adultos, al contrario, siempre creenque tienen que tener una respuesta paratodo. Quizá porque piensan que, si no,se les consideraría tontos. Ynaturalmente nadie quiere ser tonto, nilos adultos ni los niños. Pero enrealidad tontos son sobre todo los sereshumanos que creen que lo saben todo…

Para nuestros diálogos filosóficos

Oskar y yo hemos elegido Berlín. Es unade nuestras ciudades preferidas. Haymuchísimas cosas que ver, que visitar yque hacer.

Como algunos filósofos famosos,que tuvieron sus mejores ideas mientrascaminaban, dimos muchos paseos. Demodo que pudimos sentirnos un poquitocomo Jean-Jacques Rousseau, comoMartin Heidegger o como ImmanuelKant, cuyos paseos eran tan regulares ypuntuales que parece incluso que losvecinos ponían en hora sus relojes…

Yo y yo

En el Museo deCiencias Naturales

¿Por qué hay todo y no nada?

Desde que tiene memoria, Oskar seinteresa por los dinosaurios, pormamíferos extinguidos como los tigresdientes de sable y por los tiemposprimitivos de la Tierra. Por eso nuestraprimera estación en Berlín es siempre elMuseo de Ciencias Naturales, en laInvalidenstrasse, la calle de los

inválidos.Ya por fuera es solemne e

impresionante. Un gran edificio antiguo,de la época del Imperio, con unafachada algo desconchada que hace queel museo parezca tan viejo como es. Enel vestíbulo de la entrada nos recibe lagran osamenta del braquiosaurio, elmayor esqueleto de dinosauriocompletamente reconstruido con huesosauténticos. Aunque hoy se sabe que en eljurásico había saurios más grandes queel braquiosaurio, por ejemplo, elsupersaurio y el argentinosaurio, siguecausando una sensación impresionantesituarse bajo ese viejo esqueleto, que esel doble de alto que una jirafa y casi tan

largo como una ballena azul. Al lado hayesqueletos de otros dinosauriosjurásicos como el diplodocus y losalosaurios. Y se puede hacer quevuelvan a vivir, por decirlo de algunamanera, con simulaciones de ordenador.Naturalmente también está ahí la valiosahuella fósil del ave originariaarqueópterix en su piedra caliza.

En el hueco de la escalera hay unaacogedora zona de descanso con unaespecie de gran colchón redondo queinmediatamente invita a arrojarseencima. Este es el lugar preferido deOskar en el museo. Si uno se tumba deespaldas se ve en el techo unainstalación multimedia sobre el origen

del universo, el big bang, la historia delcosmos y de la Tierra. Distendidos yconcentrados vemos y escuchamos cómosurgen y desaparecen las galaxias, cómobrillan y se apagan las estrellas. Hastaque al final aparece un espejo en el quenos vemos a nosotros mismos, tumbadosen el colchón y mirando hacia arriba.Dos criaturas diminutas pero muydivertidas en un pequeño planeta deluniverso gigantesco. Cuando subimos lavieja y distinguida escalera hasta elprimer piso, Oskar pregunta de repentemuy serio:

—Papá, ¿por qué hay todoesto?

—¿Qué quieres decir,Oskar?

—Quiero decir que por quéexiste todo esto. ¿Por qué haytodo y no nada?

—¿Quieres decir que porqué hay estrellas, planetas,plantas, animales y sereshumanos?

—Sí, ¿por qué está ahí todoesto?

¿Por qué hay todo y no nada?Los seres humanos se hanpreguntado eso a menudo, una yotra vez. Probablemente sea lapregunta más antigua de la filosofía

en general, la cuestión anterior atodas. Desde siempre,repetidamente, y en todos lospaíses, han intentado darrespuestas a esa pregunta. Y lamayoría de las veces han inventadohistorias para responderla.

Los antiguos chinos hablan delcaos como estado originario en elLibro de los montes y los mares. Elcaos es un ave multicolor sin rostro,que baila sobre seis pies. Losgermanos llamaban al caosGinnungagap: el abismobostezante. Los judíos lo llamabanTohuwabohu: el gran desorden.(Todavía hoy muchos padres utilizan

la palabra cuando piensan que loshijos han creado en las habitacionesde la casa un tohuwabohu. Peropodéis explicarles tranquilamenteque no se trata de un tohuwabohusino de un ginnungagap…).

Para los antiguos egipcios surgióal principio el agua primordial, de laque se levantó un día el montículoprimitivo: la tierra. En otra historiadel antiguo Egipto los dioses surgendel barro primitivo. El primero quese libera de él es Atum, el dioscreador. Él crea el mundogenerando al dios del aire y a ladiosa del fuego. La historia delmontículo primitivo o monte del

mundo se encuentra también entrelos sumerios, que construían sustemplos según el modelo figuradodel monte del mundo.

Otra narración elegida pormuchas culturas es la que cuentaque el mundo surgió de un huevo.Historias así hay en Europa oriental,en Asia del Norte, entre los griegos,persas y egipcios. También losantiguos chinos creían que el mundonació a partir de un huevo. Se tratadel relato del Pangu Gigante.Primero era un enano diminuto ynació de un huevo primitivo, hace18.000 años, aproximadamente. Dela mitad de abajo de la cáscara del

huevo surgió Yin, la tierra; y de lamitad de arriba, Yang, el cielo.Aprisionado entre ambos, Pangu seconvirtió en un gigante y se partió ennumerosos trozos pequeños: la luna,el sol, las montañas, los ríos, elaire, etc. A las pulgas que habitabanen su piel les correspondió undestino muy especial, pues de ellassurgieron los seres humanos.

—Pero, papá, ¡esashistorias son absurdas! Todosesos dioses y huevos sonridículos.

—Sí.

—¿Por qué me las cuentasentonces? ¿Contar historiasequivocadas es filosofía?Entonces también podemosimaginarnos historias como lade La guerra de las galaxias uotras así…

—Sí, así es. Cada uno puedeinventar su propia historiasobre cómo surgió el mundo. Y¿sabes por qué? Porque nuncase descubrirá la verdad.

—Pero lo que hemos visto esla verdad. El universo surgió dela explosión primitiva.

—Bueno, eso suponemos,pero, en cualquier caso, hasta

donde alcanza nuestro saberhoy día. Quizá surja pronto unanueva teoría y dentro de cienaños se vuelva a ver la cuestiónde otro modo. Nunca losabremos con certeza.

—Si se produjo la explosiónprimitiva, de la que todo surgió,también tuvo que haber algoantes de ella.

—Sí, una bola gigantesca.—Y ¿de dónde viene esa

bola?—Ese es precisamente el

problema. Si el mundo surgió deun huevo, ¿de dónde proveníaentonces el huevo? Y si al

comienzo existía una bola, ¿dedónde venía la bola? Losantiguos filósofos griegos ya seocuparon de esa cuestión ehicieron constar: «¡De la nadano proviene nada!».

—Papá, ¿quiere decir esoque no hay ninguna respuesta?

—Creo que estás en locierto, Oskar. ¿Te acuerdas deque una vez te dije que lasauténticas preguntas filosóficasson aquellas para las que nohay una respuesta cierta…?

—Y ¿a mi pregunta no hayninguna?

—Bueno, hay cuestiones

para las que AÚN no se conoceuna respuesta cierta. Porejemplo, durante mucho tiempono se supo qué era laelectricidad. Así que tampoco sepodía explicar qué era un rayo.Se pensaba que había un diosen una nube oscura y que desdeella lanzaba relámpagos, o algoparecido. Hoy sabemos más ypodemos explicar con exactitudcómo se producen los rayos.Pero también hay cuestiones alas que siempre resultará difícildar una respuesta firme. Y esasson las auténticas cuestionesfilosóficas.

—¿Por ejemplo mi pregunta,papá?

—Exactamente. Tu preguntani siquiera es una preguntafilosófica cualquiera. Es lagran pregunta filosófica y lamás difícil de responder. Peroquizá me vuelvas a recordaresto al final de nuestro libro.Pues cuando hayamosreflexionado sobre todo lo quequeremos reflexionar juntos,¿quién sabe?, quizá se nosocurra una respuesta queincluso nos deje mediosatisfechos…

En cualquier caso ya hemosconseguido un primer esclarecimientofilosófico:

No toda pregunta filosófica puedecontestarse. Hay muchas que solotienen respuestas aproximadas. Ymuchas de ellas, a su vez, llevaninmediatamente a nuevas preguntas.

Si no se puede saber por qué existetodo y no nada, ¿es posible, al menos,explicar por qué hay seres humanos?

= ¿Por qué existo yo?

En el Museo deCiencias Naturales

(2)

¿Por qué existo yo?

En una sala algo oscura del museohay una vitrina de cristal gigantesca, tangrande como la pared. En ella se puedenver desde los más pequeños escarabajoshasta las panteras nebulosas y losleopardos; los animales más variados de

nuestro planeta: un gran cicónido, elpico de zapato, al lado de espátulas,grullas, águilas calvas y bucerótidos.Cada uno de esos picos tiene una formadiferente y sirve para algo distinto. Encada grupo de animales se aprecia cómola evolución ha desarrollado numerosasy diversas formas.

Todo comenzó de modo muysencillo. Hace mucho tiempo, tanto quees imposible imaginarlo,aproximadamente 3.500 millones deaños, se desarrolló la vida por primeravez y desde entonces siempre ha idoadoptando nuevas formas. Cuando sellega al ala lateral del museo nosencontramos con una sala especial en la

que solo pueden entrar un númeroreducido de visitantes al mismo tiempo.Dentro hace frío, resulta tétrica y untanto fantasmal. En vitrinas altas seconservan cientos de miles de grandes ypequeños recipientes de cristal conpeces, arañas, cangrejos, anfibios ymamíferos.

—¿Te acuerdas, Oskar, de loque te conté sobre de dóndeprovienen los seres humanos?

—De los monos.—¿Y por qué se sabe eso?—Porque se han encontrado

huesos y cabezas de homínidos.—¿Se sabía eso desde

siempre?—No, creo que no.—¿Sabes desde cuándo se

sabe, Oskar?—No exactamente.

Que los seres humanos y losmonos estén emparentados dealgún modo es algo que aquellossospechaban ya hace más de 2.000años. Los habitantes primitivos deIndonesia creían que losorangutanes eran seres humanos yque si no hablan es solo porque sondemasiado vagos. La palabraorangután significa «hombre de laselva». Los mayas describieron en

su libro sagrado Popol Vuh. El librodel consejo cómo los dioses crearona los primeros seres humanos. Pordesgracia no les salieron bien. Noeran inteligentes ni sensibles, notenían sentimientos. Entonces losdioses convirtieron en monos a suschapuzas humanas.

La Biblia, por el contrario, noconoce ninguna historia de lacreación en la que aparezcan losmonos. Por un motivo sencillísimo:en Israel, donde surgió la Biblia, nohay monos. Y no se pueden contarhistorias ni inventar explicaciones delo que no se conoce.

La ciencia sabe hoy que el

hombre proviene de antepasadossemejantes a los monos. Perotranscurrió mucho tiempo hasta quela mayoría de los seres humanos seconvencieron de ello. Cuando elfamoso naturalista Charles Darwinexplicó hace 150 años que todos losanimales que viven hoy díadescienden de animalescompletamente diferentes seburlaron de él. Hasta entoncesmucha gente prefería creer lo quedice la Biblia: que Dios creó a losanimales y a los seres humanos. Ytras el diluvio universal, el arca deNoé encalló en el monte Ararat, unvolcán de Turquía. Poco antes de

Darwin muchos naturalistas todavíacreían que las especies animaleshoy vivas habían emigrado desde elmonte Ararat hasta allí donde Diosquería que estuvieran.

Es difícil imaginarse que los osospolares pudieran emigrar a travésde Turquía y toda Europa hastaGroenlandia. ¡Qué calor! ¡Y sobretodo los pobres pingüinosemperador! Desde el monte Ararathasta el mar hay más de cienkilómetros. Y luego debían nadar através del mar Negro hasta elMediterráneo y desde allí hasta elPolo Sur a través del océanoAtlántico. Muy fatigoso. ¿Y cómo

llegaron hasta América del Sur yAustralia, recorriendo medio mundo,las ranas y los sapos, y, sobre todo,los caracoles?

La historia de la Biblia, pues, nopuede ser correcta. Hoy sabemosque las plantas y animales se handesarrollado paso a paso,transformándose en el transcursodel tiempo. Y lo mismo sucedió conel hombre, aunque todavía noconozcamos a nuestrosantepasados más antiguos. Lo quesí sabemos es que haceaproximadamente cuatro o cincomillones de años aparecieron enÁfrica oriental una serie de

homínidos diferentes: losaustralopithecus. En español esenombre significa «monos del sur».Se establecieron en semidesiertos,sabanas, bosques pequeños yparajes fluviales pantanosos. Vivíanjuntos en hordas y en algúnmomento estos monos del suraprendieron a andar erguidos.Tiempo después vivió en Áfricaoriental el Homo habilis, el «hombrehábil». Tenía un cerebro muchomayor que los «monos del sur» y yaera también mucho más parecido alser humano. Algo más tarde sedesarrolló el Homo erectus, elhombre que camina erecto. Como

primer antecesor del ser humano seextendió desde el África orientalhasta otros continentes y sedesplazó hasta el sudeste de Asia.Hace aproximadamente 200.000años se desarrolló el descendientede este, el Homo sapiens, elhombre inteligente. Y ese somosnosotros.

—¿Por qué existes tú,entonces, Oskar?

—Porque los seres humanosse han desarrollado a partir delos monos. En algún momentoevolucionaron hasta convertirse

en mi mamá y en mi papá, yellos me hicieron nacer.

—¿Crees que fuepremeditado que surgieran losseres humanos? ¿O fue el azar?

—Ni idea.—Imagínate que volviera a

haber monos del sur. ¿Crees queevolucionarían hastaconvertirse en seres humanoscomo los actuales? —Oskar seencoge de hombros—.Sinceramente, yo tampoco lo sé.Pero creo que no saldrían deahí los mismos seres humanos.¿Se trataría, quizá, de sereshumanos completamente

diferentes?—Quizá fueran pequeños y

encorvados y con pelaje enalguna parte del cuerpo. Ogigantescos y vestidos conjirones…,y se pelearanhorriblemente entre ellos. O talvez caminasen a cuatro patas…

—Eso suena a trolls y orcos.Podríamos habernos convertidoen auténticos monstruos.Imagínate cómo sería nuestravida si tuviéramos, por ejemplo,brazos mucho más largos ypiernas muy pequeñas.

—Entonces las mesas seríanmucho más bajas, papá.

Tampoco habría escaleras.—No, quizá solo rampas

como las que hay para personasque van en silla de ruedas…

—También los coches seríancompletamente diferentes.

—¡En el supuesto de queexistieran! Esos seres humanostampoco jugarían al fútbol.

—No, papá, solo abalonmano y a baloncesto. Porlos largos brazos.

—Sí, nadie sabe cómo sehabría desarrollado la vidasobre la tierra si el azarhubiera hecho todo diferente.

Nuestro segundo esclarecimientofilosófico:

El ser humano ha surgido demuchas casualidades. Y tenemos pocosmotivos para suponer que detrás hayaun sentido.

Para mucha gente aceptar esto no esfácil. En cualquier ocasión buscamos elsentido de nuestra vida. ¿Puede ser queno exista ese gran sentido? ¿Que nuestraexistencia solo dependa decasualidades? Normalmente es muyimportante para nosotros que todo tengaun sentido. Cuando hacemos algo lo

hacemos porque lo tiene. Comemos,bebemos y dormimos porque tienesentido hacerlo. Si no, nos moriríamos.También nos sentimos unidos a nuestrafamilia y a nuestros amigos porquesignifican algo para nosotros. Vamos ala escuela porque tiene sentido aprendermucho. Y trabajamos porque en nuestromundo es importante ganar dinero. Todojuego de pelota tiene reglas con sentido.Nuestras palabras tienen un significado.Y nuestras frases adquieren sentido.

El ser humano es quizá el únicoanimal que no puede vivir en absolutosin ningún sentido en su vida. Incluso alos animales, a los que no hemos creado,y que existían mucho antes que nosotros,

les damos significados con sus nombres.

= ¿De dónde les vienen susnombres a los animales?

En el Aquarium

¿De dónde les vienen susnombres a los animales?

Nuestra segunda estación en Berlínes siempre el antiguo gran acuario delzoo. Fue fundado por Alfred Brehm, alque llamaban «padre de los animales», ysu aspecto es bastante antiguo eimponente. En las paredes de la fachadahay unos relieves con figuras dedinosaurios. Y dentro también hay

algunas criaturas espantosas. El tiburónalfombra, por ejemplo, tiburonesmartillo cabeza de pala, un tiburónguitarra y nuestra vieja amiga peligrosa,la dama tiburón tigre de arena, «Nicki».

También esta vez visitaremosprimero el Aquarium. Comprobamos sinuestros escamosos amigos siguen en lasgrandes piscinas de agua marina. Luegovamos a los acuarios de agua dulce. Enestos nos interesan especialmente lasnumerosas especies de peces con trompaeléctricos, de los que tenemos toda unacolección en nuestra casa de Colonia.De todos los animales del mundo estosson los que tienen el cerebro más grandeen relación con su masa corporal y, sin

duda, son realmente muy inteligentes.Hoy había peces con trompa nuevos,

los peces trompa tamanduá de Áfricaoriental. En la naturaleza esos pecesnadan en el río Congo y alcanzan supresa con un apéndice táctil eléctricoque parece una trompa. Pero los pecestamanduá, además del apéndice táctil,tienen una pequeña trompa. Suapariencia es como la de los delfines, omás bien como la de coatís que nadan o,efectivamente, como la de ososhormigueros. El oso hormiguero al quemás se parecen es el tamanduá de laselva tropical suramericana. Lostamanduás no tienen una trompa tan largacomo sus parientes más famosos, los

grandes osos hormigueros, y no son decolor marrón grisáceo, como susgrandes primos, pues en su pielaparecen manchas blancas y negras. Yeso mismo sucede con el pez trompatamanduá: tiene una nariz de medianalongitud y manchas marrones y blancasen la piel.

Después de explicarle todo esto,Oskar me preguntó de repente:

—Papá, ¿de dónde lesvienen sus nombres a los peces?

—Pero, Oskar, te lo acabode explicar, el pez trompatamanduá se llama así porquesu aspecto es parecido al de

un…—No, papá, no me refiero a

eso.—¿No?—No, quiero saber por qué

cuando se descubre un pez sesabe que se llama así.

—¿Que se llama así? ¿Quéquieres decir?

—Quiero decir que, cuandose descubre un nuevo pez,¿cómo se averigua cuál es suverdadero nombre? ¿Cómo sesabe que no se llama de otromodo?

—¿De otro modo? ¿Quéquieres decir?

—Sí, que en realidad no sellama de otro modo, porejemplo, en lugar de pez trompatamanduá, ¿por qué noquajakougou o algoparecido…?

En ese momento entendí lo quequería decir Oskar. Piensa que todoanimal —y quizá también una planta ytodo lo demás, una roca, etc.— deberíatener un nombre propio, un nombre quequizá no tenga nada que ver con cómollaman a las cosas los seres humanos…

¿De dónde les vienen sus

nombres a los animales? Ya en laBiblia se dice que Adán pusonombre a los animales. Y eso no escompletamente falso. Los nombresque tienen los animales se los hanpuesto los hombres. En todaspartes del mundo los habitantes decada país dan nombres a losanimales que viven en él. Pero losinvestigadores de otros países amenudo han llamado a los animalescon nombres nuevos y diferentes.De modo que la gran mayoría de losanimales tienen muchos nombresmuy diferentes. A las suricatas losalemanes las llaman Erdmännchen(«hombrecillos de tierra»). Los

ingleses las llaman Meerkat, que porsu origen holandés significapropiamente «gato de agua» (enlatín se llaman cercopithecus) yresulta muy equívoco, pues lassuricatas no pertenecen a losmonos, como los cercopithecus,sino a las civetas, como por ejemplolos mungos. Esto sucede muchasveces porque las personas quedieron nombre a los animales nosupieron hacerlo bien. Tampoco elhipopótamo es un caballo, sino queestá emparentado con los cerdos.Pero los antiguos griegos que vieronpor primera vez a esos animales losllamaron hippopótamos, y eso en

griego significa «caballo de río».Sucede lo mismo con el oso

hormiguero, que no estáemparentado con los osos, sino quejunto con el perezoso o el pangolínpertenece a la familia de los«desdentados» porque su largohocico trompa no tiene dientes.Respecto a otros animales, por elcontrario, resulta fácil lo del nombre.La serpiente cascabel, querepiquetea con el final de la colacuando siente peligro, en casi todaslas leguas se llama así, más omenos. También los pingüinos sellaman así en muchas lenguas,aunque su nombre sea un tanto

absurdo. La palabra penguinproviene de Gales y significa«cabeza blanca». Y quien haya vistode cerca alguna vez un pingüinosabe que los pingüinos no tienencabezas blancas. El nombre depingüino fue originariamente elnombre de otra ave, a saber, delalca gigante, que ya hadesaparecido. Y esta sí tenía unagran mancha blanca en la cabeza.Cuando los primeros pingüinosllegaron a Gran Bretaña la gente demar se acordó del alca gigante.Pensaron que esas aves tenían queestar emparentadas con el alca. Yasí fue como el pingüino llegó a

tener ese nombre.Algunos nombres de animales,

por el contrario, no solo están malelegidos, sino que no tienen ningúnsentido. Un ejemplo divertido es elglotón (en alemán Vielfrass). Es lamayor marta del mundo y tiene laestatura de un perro fuerte detamaño mediano. Los glotones vivenen el norte de Europa. Y en ellenguaje de los lapones se los llamafjellfräs. La palabra fjell significa«monte» o «roca», y la palabra frässignifica «gato». Y fjellfräs significa,pues, «gato de roca» o «gatomontés». Está claro que losinvestigadores alemanes, que dieron

su nombre al glotón (Vielfrass), noentendieron bien la palabra. Y comoen el juego de los «susurros»(whispers), en el que unos susurranpalabras al oído de otros, y al finalresulta una cosa completamentediferente, el fjellfräs se convirtió enVielfrass, es decir, el gato montés ode roca se convirtió en el glotón. EnInglaterra, por otra parte, al glotónse le llama de modo completamentediferente, wolverine, porque a losinvestigadores ingleses lesrecordaba a un lobo (wolf), a pesarde que el glotón no se parece ennada al lobo.

Pero el glotón no es el únicoanimal cuyo nombre se basa en unmalentendido. Otro ejemplo famosoes el aye-aye. Se trata de uncamarada muy extraño, que trepade noche cautelosamente por losbosques tropicales de Madagascar,cazando insectos y gusanos en lacorteza de los árboles con suslargos dedos. De todos los animaleses el que más se parece a unalienígena, a un ser extraterrestre.Durante mucho tiempo no estuvonada claro cómo ese animal llegó allamarse aye-aye. Algunos librosantiguos afirmaban que el nombreprovenía de los sonidos estridentes

que emitía en sus excursionesnocturnas y que se asemejaban a unay-ay. Pero ninguno de losdiferentes sonidos que emite esteanimal suena así. Es más probableque su nombre tenga un origencompletamente diferente.

Mucho más convincente es lasiguiente historia: cuando en 1863los primeros exploradores europeosrecorrían la selva tropical deMadagascar en busca de animalesdesconocidos, uno de sus guíasnativos señaló de repente al ramajey gritó: «¡Aiee! ¡Aiee!». Se tratabade un grito de alegría y sorpresa ysignificaba algo así como «¡mirad

allí!». Pero los exploradorespensaron que ese era el nombre delanimal. Y desde entonces se llamaaye-aye.

Otra historia cuenta que losnativos de Madagascar creían queel aye-aye poseía poderes mágicos.El animal teje coronas de ramajecomo cama y los habitantes de laisla cuentan que no solo lo hacepara sí mismo, sino que a vecesdesliza esa cama también bajo lacabeza de una persona mientrasduerme. Cuando eso sucede, dicen,significa que el afortunado se va ahacer muy rico en poco tiempo.Pero si el aye-aye coloca su cama

bajo los pies del durmiente, quieredecir que esa persona está poseídapor poderes malignos y que morirápronto. Por eso los nativos noquisieron revelar a los exploradoresel nombre del aye-aye. Y cuandoestos vieron por primera vez eseanimal y preguntaron qué clase deextraño ser era, los nativoscontestaron «heh heh», que significa«ni idea». Los investigadorescreyeron que era el nombre delanimal, y como no entendían bienlas palabras eso se convirtió en«aye-aye».

Así pues, el aye-aye se llamapropiamente «¡mirad!» o «ni idea».

Pero no todo nombre exótico deanimal, que suene extraño, se basaen una confusión. El emú, un avecorredora australiana, parecida alavestruz, recibió ese nombre porqueen la época de celo los machosgritan: «eeemuu». Y al tiburónalfombra, que vive en el Aquariumde Berlín y cuyo hábitat natural seencuentra propiamente en los maresalrededor de Australia, se le llamatambién wobbegong, que en lalengua de los aborígenes, loshabitantes originarios de Australia,significa «barba áspera». El nombrees muy apropiado a causa de lasmuchas pestañas que el tiburón

alfombra tiene en su boca y con lasque tienta el fondo del mar en buscade presa.

Nuestra última mirada en elAquarium se la dirigimos al wobbegong,que permanece casi inmóvil como unaalfombra sobre la blanca arena decorales en el arrecife de su piscina.Hemos aprendido que todos losanimales reciben su nombre de los sereshumanos. Oskar se ha quedado un tantodecepcionado. ¿No sería más bonito situvieran nombres «propios»? Un nombreque solo sepan ellos. Nos consolamoscon la idea de que muy probablementesea así y que los peces se susurran

secretamente sus verdaderos nombresuno a otro cuando los seres humanos hanabandonado el Aquarium. Y que sedivierten riéndose de los nombresequivocados que estos les han dado…

Que los nombres de los animalesprovengan de los seres humanos no estodavía un conocimientoverdaderamente filosófico. Pero sí quees un primer paso hacia uno importante.Pues, además de los animales, tambiéntodo lo demás en el mundo posee unnombre dado por los seres humanos,expresado en lenguaje humano. De modoque el tercer esclarecimiento filosóficoreza:

Todo lo que vemos, oímos, olemos,tocamos y creemos saber recibe unnombre de nosotros, los sereshumanos. Y creemos que es realmentetal como lo llamamos.

Pero ¿es eso correcto?

= ¿Por qué las ratas sin nombreson más simpáticas?

En el zoo

¿Por qué las ratas sin nombreson más simpáticas?

En la parte de atrás del Aquariumestá el zoo. Salimos a la luz y dejamos aun lado el viejo y poderoso dinosaurio,un iguanodón de piedra, que haceguardia y vigila muy serio a losvisitantes del zoo. Iguanodón significa«diente de iguana». También ese nombrees un accidente o un malentendido.

Cuando los científicos desenterraronhace más de cien años los huesos delprimero de esos animales encontraronentre otras cosas dos triángulos agudosduros, cada uno de ellos casi tan grandecomo una mano humana. «Esto solopueden ser dientes», pensaron. Y comoesos dientes les recordaron a los dientesde la iguana —aunque, naturalmente,mucho más grandes—, llamaron alanimal iguanodón. Solo mucho más tardese descubrió que se habían equivocadototalmente. Los triángulos agudos noeran en realidad dientes, sino los durosdedos pulgares del dinosaurio. Con suspulgares puntiagudos probablementerepelía a sus enemigos y podía herirlos

seriamente. Sus dientes eran, por elcontrario, pequeños y romos,apropiados para triturar plantas. Perocomo el nombre de «iguanodón» yaestaba en todos los libros decidieronconservarlo sin más.

Todo esto lo sabe Oskar desde hacemucho tiempo, puesto que es unauténtico experto en dinosaurios, y mecorrige cuando no sé exactamente lascosas como él. Al adentrarnos en el zoonos llama la atención el poco tiempo quemuchos visitantes se detienen antedeterminados animales. Los ciervos, porejemplo, no parecen nada interesantespara muchos visitantes del zoo. Sinembargo, los monos, los leones marinos

y los felinos les llaman bastante laatención. ¿Qué razones existen realmentepara que encontremos más interesantes aunos animales que a otros? Está claroque un motivo es el aspecto: cuanto másespectacular, más grande, más graciosoo más peligroso, mejor. Sonespecialmente populares sobre todo losanimales que se mueven mucho y jueganunos con otros y los que se alborotan,como las nutrias o las suricatas. Perohay otra cosa que decide si un animalnos resulta simpático o no…

Uno de los zoos más antiguos seencuentra en Londres en Regent’sPark. Fue fundado hace casi 200

años, de modo que es algo másviejo que el zoo de Berlín. Todavíase conservan hoy algunas de lasviejas casas de fieras. Hay animalesmuy raros, como los dragones deKomodo, los lagartos más grandesdel mundo. Y en un viejo pabellóncon rocas artificiales se puede veruna colección impresionante deserpientes venenosas mortales,como las mambas verdes y negras ydos cobras reales realmenteintimidatorias.

Puesto que es cierto que a lagente le gusta pararse muchotiempo delante de algunos animalesy sin embargo en otros ni se fija, la

Sociedad Zoológica de Londresquiso saber exactamente qué es loque atrae a los visitantes del zoo. Yllevó a cabo un experimentoplanteando la siguiente pregunta:¿qué animales encuentransimpáticos los visitantes del zoo ycuáles antipáticos? Los empleadosdel zoo londinense hicieron más decincuenta tarjetas postales. En cadauna de ellas se veía la foto de unanimal del zoo, por ejemplo, de unmono, un oso o una serpiente.

La gente del zoo invitaba a losvisitantes a ordenar las imágenes.La foto del animal más simpático secolocaba arriba del todo. Luego la

del segundo más simpático y asísucesivamente. Y la del másantipático debía colocarse abajo deltodo.

Los numerosos visitantes queacudieron al zoo londinense esebonito domingo participaron congusto en el juego. Y sucedió algo unpoco sorprendente: todos estuvieronbastante de acuerdo. El pequeño ygracioso roedor, por ejemplo, ocupóuno de los primeros puestos. Elmono, que aparecía un poquitodivertido pero también un poquitofeo, quedó en el medio. Y ladesagradable serpiente gigantescaaterrizó bastante abajo. El resultado

fue más o menos el que losorganizadores habían supuesto.

Al día siguiente repitieron elexperimento. Volvieron a enseñar alos visitantes las postales con lasfotos de los animales, pero esta vezcon una diferencia importante:debajo de cada imagen habíanescrito el nombre del animal, puesen muchos casos los visitantes nosabían exactamente de qué animalse trataba. ¿Quién conoce, porejemplo, el aspecto de un aye-aye?¿O de un mono lechuza? ¿O de unglotón?

Esta vez los participantescolocaron los animales en un orden

de preferencia completamentediferente. El gracioso roedor, que eldía antes había alcanzado uno delos primeros puestos, bajó hasta losúltimos. Pues en la foto aparecía«rata marsupial» (la zarigüeya). Lamayoría de los visitantes encontróesto bastante desagradable yrepugnante. El día anterior muchosvisitantes del zoo habíanconsiderado simpática a esa rata,pero no sabían que ese animal erauna rata. El segundo día losvisitantes pudieron leer en la foto lapalabra «rata» y vieron al animal conojos completamente diferentes.¿Quién encuentra graciosas a las

ratas? (Quizá solo aquellos quetienen ratas como animalesdomésticos, y que por ello sabenque son colegas cariñosos, tiernos einteligentes).

También cambió el juiciorespecto a los demás animales. Ladesagradable serpiente gigantesca,que antes estaba muy abajo, cercade la araña pájaro y del jabalíverrugoso (facóquero), subió derepente muchos puestos. En la fotoaparecía: «pitón real». Y dado quelos ingleses creen especialmentevalioso y espectacular todo lo quetiene que ver con su reina y con lafamilia real, consideraron también

mucho menos abominable a esaserpiente real.

Pero el nuevo vencedor fue elmono, que antes solo habíaconseguido entrar en medio campo.Pues en la foto aparecía: «gato deagua Diana» (un cercopithecus,como sabemos). Entonces losingleses pensaron inmediatamenteen su querida princesa Diana, a laque querían tanto que la llamaban la«reina de los corazones». Y, claro,un mono que se llamaba como suquerida princesa de repente ya noles pareció nada feo a los visitantesdel zoo, sino muy, muy noble.Aunque al mono no se le había

puesto ese nombre por la princesaDiana, sino que se llamaba asídesde hacía más de cien años. Perolos visitantes del zoo no pensaron eneso, en absoluto; ellos pensaron: un«gato de agua Diana», qué animaltan magnífico y simpático…

—¿Puedes imaginarte,Oskar, el gran papel quedesempeña el nombre de losanimales?

—Sí, por ejemplo, suenamuy diferente decir «rocín» odecir «corcel». En el caso derocín se piensa en un caballofeo y en el de corcel en un

caballo noble.—Exacto. «El rey monta un

corcel» suena diferente de «Elrey monta un rocín».

—Salamandra tambiénsuena mejor que tritón.

—Sí, aunque ambas cosasson casi lo mismo. Salamandrasuena a príncipe persa, y tritóna algo peligroso.

Así reflexionamos juntos un rato,deambulando por el zoo y diciendotonterías…

Naturalmente, lo que sirve para los

nombres de animales sirve también paralos de cosas y personas. Cuandoescuchamos una palabra inmediatamentenos representamos algo. Si alguien sellama Sigfrido nos lo imaginamosprobablemente rubio, y si se llamaMohamed nos lo imaginamos con tezoscura. En los libros y en las películas,sobre todo, se hacen grandes esfuerzospara que el nombre de los malos suenerealmente mal y el de los buenos bien.Imaginemos que el Darth Vader de Laguerra de las galaxias se llamase Lorio Johnny. O que el nombre del Sauron deEl señor de los anillos fuese Heinz oBenjamín. O que Harry Potter se llamaseVoldemort y este se llamase Lord Harry.

Podría decirse que los nombres nos«hablan». Por eso también los padres seesfuerzan casi siempre en ponernombres «bonitos» a sus hijos. A vecesse consigue, a veces no. Porque ¿quiénsabe qué nombres sonarán bien o maldentro de veinte años? Nuestro cuartoesclarecimiento filosófico es elsiguiente:

Nuestro modo de nombrar lascosas influye en nuestro modo depercibirlas y en los sentimientos quedesencadenan en nosotros. Pues por elsonido de las palabras conformamossignificados y sentido.

Pero ¿somos los seres humanos losúnicos que hacemos esto? ¿No lo hacentambién los animales? También en elmundo de los animales hay significados,y quizá exista incluso un lenguajeanimal…

= ¿Qué se sentirá siendo un zorrovolador?

En el parquezoológico

¿Qué se sentirá siendo unzorro volador?

Desde el punto de vista de Oskar, lomás bonito de Berlín es que haya doszoos: el zoo de la ciudad en el oeste y ungran parque zoológico abierto en el este.La razón de que existan dos zoos es queAlemania se dividió tras la SegundaGuerra Mundial. El oeste de Berlín

pertenecía a la República FederalAlemana (RFA) y el este a la RepúblicaDemocrática Alemana (RDA). Dado queel zoo berlinés quedó en la RepúblicaFederal, el gobierno de la RepúblicaDemocrática decidió construir otro en laparte oriental de la ciudad. Y elresultado fue espectacular. El parquezoológico del este de Berlín es el zoourbano más grande del mundo y sin dudauno de los más bonitos. Especialmenteimpresionante es el poderoso edificioAlfred Brehm de depredadores. Peroaquí no solo viven grandes felinos, sinoque también hay un gran pabellóntropical de pájaros multicolores. Y dezorros voladores. Durante el día estos

extraños camaradas permanecencolgados de las hojas de las palmeras,con los pies firmemente agarrados aellas y la cabeza hacia abajo, envueltosen las alas de su piel. Pero cuandocomienza a caer el día vuelan dandovueltas por el pabellón, con aletazoslentos y pesados, como pequeñosdráculas.

—Oskar, ¿recuerdas que teconté que yo capturé zorrosvoladores?

—Sí, en Filipinas, conmamá.

—En una estación deinvestigación en la isla Panay.

Los investigadores habíanextendido una red al anocheceren un claro del bosque. Y por lanoche liberamos de la red a loszorros voladores. Después loscientíficos los analizaron.

—¿Eran simpáticos loszorros voladores?

—Algunos sí, parecíanpequeños animales de peluche.Pero otros eran realmenteauténticos dráculas. Sobre todolos negros pequeños. Gritaban ymordían con sus grandescolmillos.

—Pero los zorros voladoresno comen carne…

—No, necesitan loscolmillos para abrir frutas.Pero lo que quiero saberrealmente es esto: ¿Puedesimaginarte qué sentirías siendoun zorro volador?

—No sé…—Después de ver tus

películas de dinosaurios juegasa menudo a ser un dinosaurio,¿no?

—Sí.—Es decir, te metes dentro

de la piel de un dinosaurio, pordecirlo así. Andas encorvadohacia delante y ruges como losdinosaurios de las películas.

¿Podrías imaginarte lo mismocon un zorro volador?

—Volar sí, papá. Pero estarcolgado con los pies haciaarriba en una rama… No sé.Más bien no. Entonces todoestaría al revés. Y, papá, ¿loszorros voladores se orientantambién por el eco, como losmurciélagos?

—La mayoría no. Solo ungrupo especial: los rosette.Crean sus ecos haciendo ruidoscon la lengua como un clic, máso menos como chasquidos. Peroningún otro zorro voladornecesita orientarse por el eco.

Tienen grandes ojos y ademáspueden oler fantásticamentebien. Huelen un fruto maduro amuchos kilómetros de distancia.¿Puedes imaginarte poder olerasí de bien?

—No, papá, naturalmenteque no.

—¿Ves? Otra vez estamoscon el mismo problema. Muchascosas de las que son capaceslos animales apenas o nisiquiera podemos imaginarlas.¿Sabes que esta es una preguntamuy famosa de la filosofía? Laplanteó el filósofoestadounidense Thomas Nagel

—entonces yo tenía diez años—y el ensayo en el que locuestiona lleva por título:«¿Cómo es ser unmurciélago?».

En el año 1974 Thomas Nagel,hoy profesor en Nueva York, publicóun ensayo con el título «¿Cómo esser un murciélago?». Nagel no es,de todos modos, un naturalista, sinoun filósofo. No quería mostrar contoda exactitud cómo viven losmurciélagos, qué comen, cómo sereproducen, ni cómo funciona suorientación por el eco. Él quería

saber cómo se sentiría uno siendoun murciélago. ¿Qué sucede en lacabeza de los murciélagos? ¿Estántristes o alegres? ¿Tienen deseoslos murciélagos? ¿Tienen miedos?¿Llegan a tener ideas? ¿Se alegrande algo? ¿Sienten estados deánimo? ¿Puede estar un murciélagode mal humor?

En cualquier caso también losmurciélagos tienen vivencias. Pero¿cuáles? Los murciélagos sonmamíferos como los sereshumanos. No están tan lejos denosotros como las ranas, arañas uhormigas. Pero ¿podemosimaginarnos cómo siente el mundo

un murciélago?Bueno, naturalmente, podemos

imaginarnos cómo se sentiría uno si,con los ojos vendados y con unsistema de orientación por el eco,volara durante la noche y cazarainsectos. Aunque sea muy difícil, noslo podríamos imaginar. Pero ¿dequé valdría, al fin y al cabo, quetuviéramos una idea aproximada delo que siente un ser humanoimaginándose que es un murciélago?¿Sabríamos, por ello, algo sobre loque siente un murciélago siendo unmurciélago?

Para los seres humanos resultamuy extraño volar rápidamente en

zigzag sin ver nada, puesnormalmente no hacemos nadaparecido. Más bien caminamosdespacio y con los ojos abiertos.Pero para el murciélagoseguramente resulta completamentenormal y nada extraño volar enzigzag. No nos parece nadaexquisito comer mosquitos ymariposas nocturnas, pero almurciélago probablemente le gustecomer insectos. Al menos podemossuponer que no le da asco.

Así, pues, ser un murciélago esalgo completamente diferente paraun ser humano y para un murciélago.No sabemos cómo es ser un

murciélago para un murciélago. Yseguramente que los murciélagostampoco pueden imaginarse qué esser un ser humano. ¡Caminar, y conlos ojos abiertos! Un murciélago, porejemplo, no puede ver colores.¿Cómo va a imaginarse qué espoder ver colores?

Así que estamos ante un enigma.No tenemos ni idea de cómo es serun murciélago. Aunque sí podemosestar bastante seguros de que elmurciélago siente de algún modoque es él mismo. Pero ¿cómoexactamente? ¡Eso siempre será unmisterio para nosotros, los sereshumanos!

—¿Crees, Oskar, que losmurciélagos saben quiénes son?

—Tengo que pensarloprimero. Hummm…, no creo queun murciélago sea tan listocomo un mono.

—Los seres humanos puedenreflexionar sobre cosas que veny oyen…

—Es decir, un ser humanopuede pensar en un elefante.

—Además, los sereshumanos pueden reflexionartambién sobre cosas que no sepueden ver u oír. Por ejemplo,tú puedes reflexionar sobrecómo te has sentido hoy en el

parque zoológico.—Sí, puedo hacerlo, papá.—Puedes pensar en cosas

que sucedieron antes. O sobrelo que ocurrirá en el futuro.

—En mi cumpleaños, porejemplo. Y en lo que haré esedía…

—Exactamente. Perotambién puedes pensar en cosasque no hay ni habrá.

—En mi mil cumpleaños,por ejemplo.

—¿Puedes hacer eso…?—Bueno, por ejemplo,

puedo pensar en que solo hayinvitados viejos y en que luego

comemos algo que no existe. Yen que el mundo escompletamente diferente…

—¿Te imaginas algo así?—Sí, papá, lo hago por la

noche en la cama cuando nopuedo dormir.

—Es muy probable que loszorros voladores no hagan eso.Seguro que en su mundo no haycumpleaños con invitadosviejos. Recuerda los pecestrompa tamanduá. Se entiendenentre ellos mediante ondaseléctricas… Peroprobablemente nunca sabremosqué sienten y piensan al

hacerlo. Y, al contrario, a loszorros voladores les resultaigual de imposible,naturalmente, saber qué sucedeen las cabezas de los sereshumanos…

—Seguramente que notienen ni idea de ello.

—No, seguro que no. Estoytambién bastante seguro de quelos zorros voladores estánconcentrados en cuestiones queno tienen nada que ver con loque pensamos nosotros de ellos.Se interesan, por ejemplo, pordescubrir dónde hay fruta en unradio de muchos kilómetros. ¿Te

interesa a ti también eso…?—Bueno, quizá por los

melones. O las fresas. Pero no,papá, la mayoría de las vecespienso en algo diferente.

—Yo, por ejemplo, ahoramismo estoy pensando en quedebemos volver a casa. Nosqueda un largo camino. Y poreso pienso en el metro y no enfruta.

Nuestro quinto esclarecimientofilosófico reza:

Todo animal piensa en la medida

en que su cerebro se lo permite. Parael que puede oler bien, los olores sonimportantes, y el que puede ver biencomprende su mundo con los ojos. Hay«cosas de seres humanos» y «cosas dezorros voladores». Solo podemossuponer, pero no saber, lo que sienteny piensan otros seres vivos.

A veces, los seres humanos creemosque lo sabemos todo y que somosinfinitamente más listos que losanimales. Pero no somos en absoluto tanperfectos como creemos. Nosotros nosomos capaces de percibir de ningunamanera mucho de lo que experimentanlos animales. Y además con nuestro

cerebro humano no siempre podemospensar en todo a la vez. Pensamosúnicamente en algo determinado y no enotras cosas…

= ¿Por qué los gorilas pueden serinvisibles?

En el metro

¿Por qué los gorilas puedenser invisibles?

Cuando se vuelve del parquezoológico siempre se siente algoextraño. Es tan grande que se sumergeuno completamente en otro mundo. Ycuando se sale de él, el mundo se vuelvea ver de un modo completamentediferente. Una calle ruidosa de varioscarriles, con muchos coches, le recibe a

uno con su estallido. Y alrededoraparecen los grandes edificios de placasde cemento, fríos y grises, deFriedrichsfelde.

Rápidamente entramos Oskar y yo enla estación de metro y a través del largotúnel llegamos al andén. Unos cuantosmosaicos con animales en los azulejosdel túnel recuerdan aún nuestra visita alparque zoológico. Pero las imágenesmás fuertes son las que se han grabadoen nuestra cabeza. Cuando Oskar haexperimentado muchas cosas despuéssiempre necesita cierto tiempo paraasimilar lo sucedido. Se sienta en elbanco como soñando. Y cuando llega eltren del metro trota casi mecánicamente

hasta el vagón. Nos sentamos en silenciodurante un buen rato mientras el metrocircula por debajo de la larga avenidade Frankfurt y de la avenida Karl-Marx.El viaje dura casi media hora. Y Oskar,a mi lado, permanece embebido todo eltiempo, lleno de impresiones y casiintratable.

Cuando salimos en HackescherMarkt le pregunto:

—¿Has visto al hombre conla bicicleta que estaba connosotros en el vagón?

—¿Eh?—Me refiero al hombre con

camisa roja y bicicleta.

—No, papá.—¿Cuántas personas había

con nosotros en el vagón?—Ni idea.—Bien. Quizá esa sea una

pregunta equivocada. ¿Puedesdecirme los nombres de lasestaciones en las que hemosparado?

—¿Eh? No.—¿Por lo menos uno?—No, ninguno.—Pero si te hubiera dicho

que te fijaras en la gente quehabía en el vagón habrías vistoal hombre con la bicicleta.

—Seguro, papá.

—Y si te hubiera dicho queintentaras fijarte en lasestaciones seguramenterecordarías ahora alguna.

—Sí, seguro. Al menos dos otres. Quizá más incluso.

—Pero, dado que no te dijenada, ahora no puedesacordarte de muchas cosas. Yesto a pesar de que viste a lagente que había en el vagón yoíste el nombre de lasestaciones…

—Sí, pero no me fijé enellos. No me llamaron laatención.

—Así es. Uno tampoco se

fija en lo que no le llama laatención. Aunque lo haya vistou oído. Tu cerebro incluso lo haarchivado. Tu cerebro archivatodo lo que ves, oyes, hueles,gustas y tocas. Pero tú noaccedes a ello. Te lo puedesimaginar como un cajón que nose puede abrir. Las cosas estándentro, pero no se pueden coger.La causa de ello es realmente tuatención. ¿Sabes que a vecespueden suceder las cosas másraras sin que uno se dé cuenta?

Si nuestra atención estáconcentrada en algo determinado

puede suceder que el cerebro no sehaga cargo de ninguna otra cosa,aunque ocurran cosas rarísimas anuestro alrededor. Un famosoejemplo de ello es el experimento dedos investigadores estadounidensesde hace aproximadamente diezaños. Reunieron a muchosespectadores en una sala y lesmostraron una película en la que seveía cómo dos equipos jugaban albalón. Un equipo llevaba camisetasblancas y el otro negras. Ambosequipos se pasaban el balón, y estepegaba un bote en el suelo cadavez, como sucede en el baloncesto.Pidieron a los espectadores que

contaran cuántas veces botaba elbalón entre los blancos. No era nadaespecialmente difícil; la gente seconcentraba en el balón y contaba:uno, dos, tres, cuatro, cinco…Cuando acabó la película losestudiosos preguntaron a losespectadores cuántas veces habíabotado el balón. Y dado que estosse habían concentrado bien, casitodos dijeron el número correcto.

Los espectadores estaban muyorgullosos de haberlo hecho todobien. Pero los investigadores leshicieron otra pregunta: «¿Os hallamado la atención algo especialdurante el recuento?». La mayoría

negó con la cabeza. No, ¿por qué?¿Qué podría habernos llamado laatención? ¿Qué había de especial?Ellos habían visto dos equipos, unode camisetas negras y otro decamisetas blancas, y un balón quebotaba entre los jugadores. Nadamás.

Entonces les animaron a ver unasegunda vez la cinta. Pero esta vezno tenían que contar cuántas vecesbotaba el balón. Solo tenían queconcentrarse en la película,totalmente relajados. De repente losespectadores dieron un grito. ¡En elcampo de juego, entre los equipos,aparecía un gorila paseando! El

gorila se bamboleaba en el centrodel campo y golpeaba con lasmanos sobre su pecho.Naturalmente, no era un gorilaauténtico, sino una mujer vestida degorila. Pero lo sorprendente era quese trataba de la misma película ¡ycasi nadie había visto al gorila laprimera vez, cuando todos estabanconcentrados en contar!

Los investigadores hicieron unsegundo intento. Para ello buscaronnuevos espectadores. Lespropusieron la misma tarea que algrupo anterior: contar cuántos botesda el balón. Pero la gente delsegundo grupo tenía que

concentrarse en el equipo con lacamiseta negra. Y esta vez elresultado fue diferente. Solo untercio de los espectadores no vio algorila. Ahora, la mujer disfrazadallamó más la atención de losespectadores del equipo negroporque el disfraz de gorila tambiénera negro. Los espectadores delprimer grupo se habían concentradoen el balón y en todo lo que erablanco y, sencillamente, habíanpasado por alto al negro gorila.

—¿Puedes imaginarte,Oskar, que se pase por alto algotan espectacular como un

gorila?—No muy bien.—¿Sabes por qué?

Imagínate un coche que circulade noche por una carreteraprovincial. Los sitios donde caela luz de los faros se iluminanperfectamente. Pero el restoqueda en la oscuridad. Algoparecido sucede con nuestraatención. El hombre de antescon la bicicleta, por ejemplo, sequedó en la oscuridad. Comosucedió también con los letrerosde las estaciones.

—Estaba pensando en otracosa. En el parque zoológico y

cosas así.—¿Y te acuerdas de cuando

tuvimos tanta hambre en veranoen vacaciones…?

—Casi nos morimos dehambre. Yo me sentía realmentemal.

—Es decir, nosconcentramos solo en encontraralgo que comer. ¿O es que tefijaste en cuántos semáforospasamos?

—No. Eso no era importantepara nosotros.

—Exactamente. Cuanto másse concentra uno en un asuntodeterminado, menos se entera

de otras cosas. De todos modosnuestro cerebro las almacena ypermanecen ahí comoinvisibles. Por decirlo dealguna manera, en dos cajones:en el consciente y en elinconsciente. En el primero haycosas que uno ha captado conatención y en el segundo estánlas cosas de las que uno seentera sin darse cuenta de ello.Esto sucede en todas laspersonas normales. Excepto…

—¿Excepto?—¿Te acuerdas de que te he

contado que hay «locoslúcidos»?

—Sí, ¿como aquel hombrede Los Ángeles que podíamemorizar todo lo que veía? Elque voló en el helicóptero…

—Exactamente, la historiade Stephen Wiltshire. Voló sobreRoma en helicóptero duranteuna hora, una ciudad en la queno había estado nunca. Ydespués tuvo una semana enterade tiempo para dibujar todo loque había visto durante elvuelo. Dibujó una imagen deRoma tal como se ve desde elaire. Miles de casas. Y todo secorrespondía exactamente conla realidad. El número de

ventanas de cada casa, cadauno de los árboles, de lossemáforos…

—Eso es una lucidezrealmente loca, papá.

—Sí, tanto que ha de llevarsiempre gafas de sol muyoscuras, para no ver demasiadoy evitar así que le duela lacabeza. Además anda siemprepor ahí con un iPod y escuchamúsica, para no oír demasiadosruidos.

—No quiero ser un locolúcido, papá… Porque meenteraría de todas las cosashorribles. Y ya nunca podría

volver a ver el mundocorrectamente.

—No, tampoco yo quiero serun loco lúcido. Y no lo somos.Un loco lúcido ya no puededistinguir lo importante de lono importante, porquesimplemente se entera de todo.Y todo resulta igualmenteimportante.

—Entonces ni siquiera sepuede divertir.

—Es verdad, Oskar. Por esoestá bien que la grandísimamayoría de lo que registra tucerebro y el mío vayainmediatamente al cajón bien

cerrado. De todos modos sucedealguna vez que a uno se leocurre de repente algo quehabía olvidado completamente.A veces viene a la cabeza comoun rayo algo que parece que nose tenía dentro.

Creo que ya podemos escribirnuestro sexto esclarecimiento filosófico:

El ser humano es un animal conuna atención limitada. Nuestrocerebro almacena lo consciente y loinconsciente. Mientras que, a menudo,de lo consciente nos podemos acordar

bien, la mayoría de las veces notenemos acceso a lo inconsciente.

Mientras tanto hemos llegado a casa.Antes de abrir le digo a Oskar que echeuna mirada al rótulo del timbre en el quepone PRECHT.

—¿Quién vive aquí, Oskar?—Nosotros, papá.—¿Quién es «nosotros»?—Tú y yo.—¿Y por qué sabes quién es

yo? ¿Conoces a ese «yo»? ¿Osolo sientes de algún modo queeres «yo»?

=¿Quién es «yo»?

En el Museo de laTécnica

¿Quién es «yo»?

El Museo Alemán de la Técnica esun imponente edificio en Berlín-Schöneberg. Antes había aquí unaestación de ferrocarril de mercancías.Todavía se ven los raíles, y entre losviejos empedrados crecen plantas portodas partes. En el edificio principal hayaviones que cuelgan del techo y se

pueden visitar locomotoras fuera deservicio y viejos barcos.

Una atracción muy especial es elScience Center Spectrum en un edificioanexo. En él se explican cosascomplicadas como la electricidad o elmagnetismo. Además hay unidades deexperimentación, en las que uno mismopuede hacer sus propios experimentos.Esto resulta especialmente fascinante enla sala llamada «Percibir y ver». Este esotro de los lugares preferidos de Oskar,la llamada «casa de brujas». Consiste enun espacio cerrado, una cocina, en laque uno se sienta en un banco y derepente la casa comienza a girar. Se vecómo se mueven las paredes y cómo el

suelo desaparece bajo los pies. Yaunque el banco en el que uno estásentado no se mueve, se tienecontinuamente la sensación de caer alvacío. Oskar se divierte muchísimo en la«casa de brujas», sobre todo porque yome encuentro allí mucho menos cómodoque él.

Lo que muestran los experimentos«Percibir y ver» es que muchas cosas noson en absoluto como parecen. A veces,efectivamente, nuestros ojos nostransmiten una imagen del mundo que nose corresponde en absoluto con lo queven los investigadores. Se cree, porejemplo, que el cielo es azul, aunque noes así. Y en la «casa de brujas» parece

que el banco se inclina hacia atrás ohacia delante, y tampoco es así. Nuestraatención solo se dirige siempre a unaparte de la realidad, de la misma maneraque nuestros ojos ven solo una parte delmundo. Y a veces se engañan.

Nuestros cerebros siguen siendocerebros de monos, aunque, es verdad,de monos muy listos. Por eso podemosver, oír, oler y gustar como monos. Sinuestros parientes más próximos fueranlos tiburones, podríamos percibir lasnumerosas ondas electromagnéticas deque estamos rodeados. Pero nopodemos. Tampoco vemos la luzultravioleta como muchas aves. Un osopuede oler a kilómetros. Una lechuza

puede escuchar desde cien metros dealtura a un ratón que gatea bajo la capade nieve. Y una serpiente puede sentirdesde muy lejos el calor corporal de unanimal. Nosotros no podemos hacernada de eso. Pero sí hay algo que losseres humanos saben hacer mejor quelos demás animales: pueden imaginarsecosas que no existen en absoluto. Oreflexionar sobre hechos que nos hancontado y que han sucedido hacemuchísimo tiempo. No sabemos qué esser un zorro volador pero es muyprobable que los zorros voladorestengan mucha menos fantasía que losseres humanos. Probablemente el serhumano es el animal con mayor poder de

representación. Y la representación oidea más importante de todas las que sehacen los humanos es la imagen de símismo: el «yo».

Pero ¿cómo los humanos se hacenuna imagen así de sí mismos? ¿Qué eseso: un «yo»? Nada más entrar en elScience Center hay dos grandes espejosen los que la imagen se deformacontinuamente. Si el espejo se curva, elobservador se vuelve o pequeño ogrande, o aparece con pies gigantescos ybrazos infinitamente largos. A pesar deello nos reconocemos en el espejo,incluso aunque nos veamoscompletamente deformados. Sabemosexactamente que esa no es nuestra

apariencia real, pero está claro que ¡esesoy yo! ¿Podrán hacer eso también losdemás animales?

Desde hace aproximadamentecuarenta años los investigadoresrealizan con animales el llamado testdel espejo. Se coloca a un animalante un espejo y se intenta averiguarsi se reconoce a sí mismo. ¿Se veun perro a sí mismo en el espejo ove un perro extraño? Pero ¿cómoaveriguar eso si no sabemos quésucede en la cabeza del perro?

Normalmente los investigadoresutilizan para ello un truco.Simplemente pintan un punto rojo

sobre la frente o sobre el pecho delanimal. A continuación observan si elanimal se toca en el punto rojo o sise interesa por el punto rojo en laimagen del espejo. En el caso deniños pequeños humanos esosucede en el segundo año de vida.Un niño de un año no es capaz dereconocer todavía que el punto rojode su frente está en su propia cara.Cree que ve a un niño extraño conun punto rojo en la frente. Un niño dedos años, por el contrario, ya sereconoce en el espejo y es capaz detocar el punto rojo de su propiafrente; intenta, por ejemplo, hacerlodesaparecer.

¿Cómo reaccionan los animales?La mayoría de ellos no sereconocen. Un perro ladra a unperro extraño en la imagen delespejo, para jugar con él o paraahuyentarlo. Tampoco los gatos sereconocen en el espejo. Pero hayalgunos animales que se puedenreconocer igual que los sereshumanos. En el zoo de Nueva Yorklos empleados hicieron que unoselefantes se miraran a un espejo.Primero, los animales alargaban sutrompa hacia el espejo buscando suimagen, pero tras un cierto tiempo elprimero de los elefantes sereconoció a sí mismo, descubrió el

punto sobre la frente del elefante delespejo y acabó por tocarse con latrompa en su propia frente. Tambiénse reconocen en el espejo loscórvidos, por ejemplo, las urracas.Se les pintó sin que se dieran cuentauna mancha sobre su pecho blancoy se les colocó un espejo en lapajarera. En cuanto la descubrieronse interesaron inmediatamente porla mancha en su propio pecho, peroa la imagen del espejo apenas leprestaron atención.

Está claro que también losdelfines se reconocen en el espejo.Cuando observan su propia imagenen él comienzan a hacer muecas y

aspavientos. A los niños (y a vecesa algún adulto) también les gustahacer eso delante del espejo.

¿Y nuestros parientes máspróximos, los monos? En el caso delos monos capuchinos losinvestigadores no están muyseguros. Unas veces parecenreconocerse y otras no. Tampoco enlos monos rhesus la cosa está clara.Hasta hace poco se decía que no sepueden reconocer en el espejo. Sise les pintaba una mancha roja en lafrente sin que se enteraran y secolocaba un espejo ante susnarices, apenas reaccionabansignificativamente ante ello. Pero

hace poco los científicos hicieronotro experimento. Les pusieronauriculares y volvieron a hacer quemiraran al espejo. Y, mira pordónde, esta vez los monosreaccionaron y se tocaroninmediatamente la propia cabeza.

Por el contrario, en el caso delos orangutanes, bonobos (que sonchimpancés enanos) y chimpancés,los investigadores estáncompletamente seguros. Sin dudaalguna se reconocen en el espejo.Cuando ven su imagen reflejadahacen gestos como los niñoshumanos y se divierten exactamenteigual que ellos.

Un caso muy especial, por elcontrario, son los gorilas. Despuésde los chimpancés y los bonobosson nuestros parientes máspróximos, y por tanto también soninteligentes. Pero la mayoría de losinvestigadores afirman, a pesar deello, que ¡los gorilas no sereconocen en el espejo!

¿Cómo es posible si son tanlistos? Bueno, quizá sea verdad quelos gorilas no se reconocen en elespejo. Pero también podríasuceder algo completamentediferente. Los científicos que hanobservado gorilas durante muchotiempo comprobaron que esos

animales prácticamente nunca semiran uno a otro. Y si por casualidadlo hacen, vuelven a retirar la miradarápidamente. Los investigadoressuponen que con ello los gorilasintentan impedir peleas. Los gorilasson mucho más pacíficos que loschimpancés. Apenas hacen gestos ytampoco reaccionan a lasexpresiones faciales de otrosgorilas. Dicho brevemente: hacentodo para no acercarse demasiado,intentando así evitar cualquierconflicto.

Si está claro que a un gorila suimagen en el espejo le da igual,quizá sea, pues, porque no está

nada acostumbrado a reaccionarante otra cara de gorila y, por tanto,tampoco ante la suya. Y esosignifica que no sabemos enabsoluto si los gorilas se reconocenen el espejo. Lo único que podemosdecir es que el test les da igual, yquizá hasta les resulte un tantomolesto y desagradable.

—¿Te gusta mirarte en elespejo, Oskar?

—Sí, me gusta hacermuecas. Y poner caras raras…

—¿Puedes reconocerte en elespejo, Oskar?

—Naturalmente, papá.

—Sí, para los humanos esoes natural. Pero ¿por qué?

—Porque los humanospueden pensar sobre ellosmismos.

—Cierto. Pero, para poderpensar sobre uno mismo, ¿nohay que saber primero quién esuno mismo, es decir, que almenos hay un «uno mismo»?

—Eso no lo entiendo, papá.Es difícil.

—No, realmente no es tandifícil. Si te pregunto ahoraquién eres tú, ¿qué merespondes?

—Yo soy yo —Oskar duda.

—Sí, pero ¿cómo sabesquién eres tú?

—No se me ocurre por qué,así, de pronto.

—Aunque sabes con todaexactitud que tú eres tú, larespuesta te resulta difícil. ¿Noes extraño? Te voy a dar unapista. Yo diría que sé quién soyyo porque tengo determinadossentimientos y sé que sonsentimientos míos porque nadielos tiene exactamente así en elmismo momento. ¿No te sucedelo mismo a ti? ¿No eres aquel alque pertenecen tussentimientos?

—En mi caso son más bienlos pensamientos, creo.

—¿Qué quieres decir,Oskar?

—Pienso en algodeterminado que nadie máspiensa. Me construyo un mundoen la cabeza que ningún otroconoce.

—¿Y quién lo haconstruido?

—¡Yo!

Los hombres sabemos quiénessomos porque nuestros sentimientos,pensamientos y recuerdos tienen unaespecie de centro: precisamente nuestro

«yo». Y porque sabemos que somos«yo» somos capaces de hacer cosasincreíbles. Por ejemplo, podemosreconocernos incluso cuando nosdisfrazamos, cuando, por ejemplo,tenemos puesta una máscara de gorila.Nos reconocemos en espejos quedeforman. Nos reconocemos en fotos deniños, de hace mucho tiempo, incluso enla imagen ultrasónica de nosotrosmismos en el vientre de nuestras madres.Allí solo medimos algunos centímetros,pero sabemos con toda exactitud: ¡esesoy yo! Incluso a una radiografía denuestros huesos la consideramos unaimagen de nosotros mismos, aunquerealmente no podamos reconocernos en

ella por nada. Un médico podría habercambiado la placa sin que nosotros loadvirtiéramos. De modo que el yo noconsiste tanto como parece en unreconocimiento de semejanzas.Muchísimo de nuestro yo depende de loque hayamos oído sobre nosotrosmismos. Y de lo que sabemos sobrenosotros mismos.

Nuestro séptimo esclarecimientofilosófico reza:

Todos los seres humanos que nopadecen ninguna enfermedad psíquicagrave, o algún trastorno de ese tipo,

dicen «yo» para referirse a sí mismos.Pero no es nada fácil decir qué es eseyo.

Pues…

=¿Soy yo realmente yo?

En el jardínlaberíntico

¿Soy yo realmente yo?

Hoy hacemos una excursión aMarzahn. Mucha gente que no ha estadoallí cree, sin más, que en Marzahn todoes horrible. Piensan en edificios demuchos pisos, cemento, pobreza ycriminalidad. Sin embargo, en realidades una parte de la ciudad con muchascaras. No solo se encuentra allí la calle

que quizá tenga el nombre más bonito detodo Berlín, la «Avenida de loscosmonautas», sino que también hay unpequeño pueblo, el viejo Marzahn, y unparque de recreo gigantesco. En eseparque están los llamados «jardines delmundo». Consisten en un jardín chino,uno japonés, uno oriental y unorenacentista. Todos son maravillosos yestán proyectados según todas las reglasdel arte de la jardinería para servircomo oasis de tranquilidad. Esrealmente una sensación curiosa saberque se está en medio de un paisajeurbano de edificios altos cuando uno sedetiene, ensimismado, ante un templochino que se refleja en el agua. Y al

pasar por una casa de campo coreanadel siglo XV, un recinto de serenidad,uno se siente trasladado a un tiempocompletamente diferente y a otro lugar.Parece que en cualquier momento va aaparecer por la esquina un viejo y sabiofilósofo, con una coleta trenzada y unkimono blanco…

Pero el punto culminante para Oskares el gran jardín laberíntico en mediodel parque. Parece exactamente igualque el famoso jardín laberíntico delcontrovertido rey inglés Enrique VIII ensu palacio de Hampton Court, cerca deLondres.

En medio del laberinto le planteouna pregunta:

—Dime, Oskar, si ahora,detrás del próximo seto, teencontraras con un chico quetenga exactamente tu aspecto,¿cómo reaccionarías?

—Le preguntaría cómo sellama.

—Y si dice: Oskar JonathanPrecht, ¿cómo te sentaría? ¿Teparecería bien?

—¡Sería terrible!—¿Por qué?—Porque ser exactamente

como otro es un sentimientocompletamente extraño y nadaagradable.

—Sí, Oskar, creo que yo

sentiría lo mismo. Ya hablamosayer en el Museo de la Técnicasobre el «yo», cuandocomentábamos si nos podíamosreconocer en el espejo y porqué. Pero creo que a nuestro«yo» le corresponden aúnmuchas más cosas que elreconocernos a nosotros mismosen un espejo. ¿No le debemostambién el que nos sintamoscomo algo completamenteespecial, algo único…?

Imagínate que de pequeño tehubieran raptado unosextraterrestres. Digamos cuando

tenías un año. Los aliens teproporcionan todo lo que necesitaspara sobrevivir: te dan de comer ybeber. No pasas frío y tienes airesaludable para respirar. También unacama para dormir. Y si caesenfermo te atienden perfectamentedesde el punto de vista médico.

Pero los extraterrestres no teponen un nombre. Simplemente nohablan contigo. Si quieren que hagaso no hagas algo te hacen señas.Dado que no hablan contigo, notienes nombre ni apellidos. Noconoces a tus padres ni a tusabuelos. No sabes en qué ciudad nien qué país naciste. Ni siquiera

sabes de qué planeta procedes.Puede ser que la nave espacial en laque vives sobrevuele tu planeta deorigen sin que tengas la más mínimasospecha. Nadie te cuenta ningunahistoria sobre ti ni te informa decómo eras de bebé o de pequeño.Nadie te dice cuándo te reíste porprimera vez, ni las gracias quehacías, ni por qué eso era«característico» en ti. Lo«característico» en ti no lo sabestodavía hoy. En el mundo dellenguaje de signos que utilizan losaliens contigo solo existen las cosasque pueden verse y tocarse:habitaciones, ventanas, planetas,

estrellas, cama, comida. Señalar unvaso de agua significa «beber», yseñalar una cama significa «dormir».

¿Qué significaría todo esto parati? En ese lenguaje no hay ningúnsigno para mañana o para pasadomañana, tampoco para ayer oantes. No habría, pues, un pasado niun futuro. Y, dado que no haynombres, tampoco tienes nada en lacabeza para pensar sobre ello.Siempre vivirías únicamente en elaquí y el ahora. Tampoco te podríasinventar historias, pues te faltaríanlas palabras para ello. Porque sin unauténtico lenguaje no se puedehablar de cosas que no se pueden

ver ni tocar. Y mucho de lo quesientes difusamente no tendríaninguna forma concreta: ni el amor,ni la fidelidad, ni la añoranza, ni lasoledad. Probablemente no harías loque 7.000 millones de sereshumanos hacen cada día sobre latierra: no dirías «yo»…

—Es verdad, papá, no sepodría decir «yo». No se podríadecir nada.

—No recordarías palabrasni frases, solo signos. Noconoces otra cosa. ¿Qué harías,por ejemplo, si la comida no tegustara? ¿Cómo se lo

comunicarías a los demás?—¡Aaaaaaaj! —Oskar saca

la lengua.—Las palabras no tendrían

significado para ti. Tampoco lapalabra «Oskar».

—No existiría en absolutopara mí.

—En tu cabeza no habríaninguna idea de lo que es«Oskar», quizá solo unsentimiento de que no eres otrapersona. Pero no sabrías qué eslo que te caracteriza. Tampocotus intereses serían los que son.Tú te interesas por diferentescosas, ¿no?

—Por caballeros, por indiosy cowboys, aves de presa,dinosaurios, «La guerra de lasgalaxias», Tintín, Harry Potter,Kung Fu Panda, por el fútbol,los piratas, seres fabulosos,monstruos…

—¿Conoces a otro niño quese interese exactamente por lasmismas cosas?

—No.—¿Quiénes son tus mejores

amigos?—Jasper, Jan-Paul, Ole,

Lorenz, Luis, Nico.—¿Qué haces cuando estás

con ellos? ¿De qué habláis?

—Sobre «La guerra de lasgalaxias». Pero los otros notienen siempre los mismosintereses.

—Pero alguno sí locompartís, ¿no?

—A Nico le gusta el fútbol,también a Lorenz, a Jasper y aLuis.

—¿Qué sucede con losdinosaurios? ¿También losdemás se interesan por ellos?

—Nico. Pero no tanto comoyo.

—¿Y por las aves de presa?—Ninguno realmente.—Pero tú te interesas por

ellas. Tú conoces, por ejemplo,aves de presa muy raras, de lasque otros no han oído nihablar…

—El cóndor californiano, elhalcón aplomado, las águilasculebreras de Madagascar…

—¿Cuánta gente crees,Oskar, que conocerá esas aves,por ejemplo, en Berlín?

—¿Quizá diez personas?—Sí, puede ser. Quizá

incluso cien. Peroprobablemente no más. Y, por elcontrario, hay mucha gente quesabe cosas de las que nosotrosdos no tenemos ni idea. Algunos

conocen todos los modelos demóviles que se han construido,o todas las marcas de coches. Yhay especialistas que sabentodo sobre monedas o sellos; loque hay almacenado en sucabeza de saber y de ideas estásolo en su cabeza. Cada uno esuna mezcla muy rara,completamente propia.

—Es decir, ¿una especie enpeligro de extinción, como sidijéramos…?

—Sí, podríamos decirlo así.Eso me gusta mucho: ¡Todoindividuo es, como dices, unaespecie en peligro de extinción!

Pero sabemos que somos tanespeciales porque noscomparamos con otros. Y conello tenemos ya nuestro octavoesclarecimiento filosófico:

Sabemos que somos diferentes delos demás. Si no existieran otros,tampoco sabríamos que además somoscompletamente especiales, puesnuestro «yo» surge por comparación.

Ya es hora de que vayamos a casa yde que dos especies en peligro deextinción coman algo. Mañana nosespera una excursión todavía más larga.

Y además abriremos un gran capítulocompletamente nuevo del libro de lafilosofía. Reflexionaremosdetenidamente sobre qué es lo bueno ylo malo. Y por qué unas veces noscomportamos amistosa y amablementecon los demás y otras no…

El bien y yo

En la isla de laAmistad

¿Hay moral en el cerebro?

Una experiencia maravillosa en losalrededores de Berlín es el viaje enbarca por el lago de Templin. Riberasde vegetación salvaje se mezclan conviejos edificios de la época de los reyesprusianos. Se puede alquilar una canoa oun kayak y el recorrido comienza casisiempre en la isla de la Amistad, en

medio de Potsdam. La isla tiene unahistoria agitada. En tiempos del reyFederico Guillermo I fue dividida conuna alta empalizada. El soberanoprusiano, conocido como el «reysoldado», quería impedir con ello quehuyeran sus soldados, pues lainstrucción en el ejército prusiano eratremenda y ser soldado, un trabajohorrible. Más tarde, cuando quitaron laempalizada, se abrió allí un restauranteturístico con el bonito nombre de «Islade la Amistad». El famoso criador deplantas Karl Förster añadió más tarde unjardín en el que en cualquier estacióndel año hay algo que florece.

Hoy vienen muchos visitantes a la

isla de la Amistad, donde además seencuentra uno de los mejores parquesinfantiles de Potsdam. Cuando Oskar yyo venimos aquí no podemosimaginarnos que hace tiempo la isla ytodo su entorno estuviera completamentedestruida. Al final de la Segunda GuerraMundial todo el suelo estaba levantadoy atravesado por trincheras. La isla de laAmistad se había convertido de nuevoen una isla de soldados.

En octubre de 2010 los vecinos delos alrededores de la calle Babelsbergtuvieron que recordar otra vez la guerracuando 7.000 personas se vieronobligadas a abandonar sus casas. Secerraron los jardines de infancia y los

residentes del centro de ancianostambién tuvieron que cambiar su casa enun breve plazo de tiempo. Ningún trenentraba en la estación de Potsdam,situada cerca, y no pasaba ningún cochepor la calle.

El motivo: en el río cercano, elNuthe, se había encontrado una bombade 250 kilogramos. La bomba habíacaído en el río en la Segunda GuerraMundial y no había explotado. Ahoraera el momento de los especialistas delservicio de salvamento armamentísticode Brandeburgo. Normalmente lasbombas que han quedado de la SegundaGuerra Mundial se desactivan, pero estavez no era posible hacerlo. El peligroso

monstruo estaba a 1,30 metros deprofundidad.

¿Qué hacer? Si una bomba de esetamaño explota en tierra, origina uncráter de aproximadamente diez metrosde profundidad y quince de anchura. Unagujero más grande que el que senecesita para construir un edificio deviviendas. Con cuidado, losespecialistas sujetaron un artefactoexplosivo a la bomba. Después cogieroncuarenta pacas de paja y las llevaronpor el Nuthe en una balsa hasta el puntopeligroso. En total se colocaron 9.000kilos de paja sobre la bomba. Siexplotaba, los fragmentos de la bombadeberían permanecer bajo el agua y no

volar por el aire. Con mucho cuidadolos hombres activaron la explosión…

Un enorme estruendo hizo temblar elaire, acompañado por un surtidor deagua gigantesco y oscuro. Temblaron lasparedes de las casas en Potsdam yBabelsberg. Luego acabó todo. Losespecialistas habían hecho un buentrabajo.

Cuando le cuento esto, a Oskar leentra mucha curiosidad. Quiere saberlotodo sobre cómo se desactivan bombas ysobre lo que pueden causar lasexplosiones. Mientras se lo explico miromás allá del jardín de la isla de laAmistad, hacia la iglesia de San

Nicolás, cuya cúpula, desde lejos, merecuerda mucho al famoso Capitolio deWashington, en el que tiene su sede elparlamento de Estados Unidos, el«Congreso». Casi podría imaginar uno,pues, que estuviera en América. Y derepente se mezclan muchas cosas en micabeza. América, las «explosiones», laidea de que estamos en la «isla de laAmistad». Entonces se me ocurre unahistoria que tiene que ver con todo ello,una historia que resulta especialmenteinteresante también para filósofos…

El 13 de septiembre de 1848 esun día bonito. El sol de la tarde esluminoso y cálido, y Phineas Gage

está trabajando desde por lamañana temprano. Gage esespecialista en explosivos, elhombre más hábil y capaz de lasociedad de ferrocarriles.

Su cometido consiste en volar lasrocas que obstaculizan el trazado dela nueva línea de ferrocarril. Lostrabajadores están en Vermontcerca ya de la ciudad de Cavendish.Pronto los raíles estarán tendidospor los Estados de Nueva Inglaterray los pasajeros, expectantes,podrán viajar 300 kilómetros desdeRutland hasta Boston.

Para volar las rocas lostrabajadores taladran agujeros

estrechos y profundos en ellas.Después echan dentro pólvoranegra, altamente explosiva, ycolocan una mecha. Pero antes deque comience la voladura hay quetapar la pólvora con una capa dearena, para evitar que la presión dela explosión escape por el agujerotaladrado. La arena hace que laexplosión se produzca en todasdirecciones. Solo así puede volarserealmente la roca.

Pero ¿cómo se afirma la arenaen el estrecho agujero? Esa esprecisamente la tarea de PhineasGage. Con una barra de hierro dedos metros apisona la arena sobre

el agujero. Solo entonces puedeencenderse la mecha. Lostrabajadores se van a un lugarseguro y la roca explota.

Pero ese día de septiembre todoes diferente. Gage acaba de ponerpólvora y una mecha en un nuevoagujero taladrado. Y ha encargado asu ayudante taparlo con arena.Ahora coge la barra de hierro paraapisonar la arena sobre el explosivo.Entonces alguien le habla desdeatrás, Gage se vuelve e intercambiaunas palabras. De forma rutinaria,hunde su barra de hierro en el hoyosin darse cuenta de que su ayudantetodavía no había echado la arena.

Gage habla y ríe, y, mientras lohace, pega en el agujero con labarra directamente contra la roca yla pólvora; al ser de hierro, la barrahace saltar chispas de la roca, ¡yuna de esas chispas alcanza lapólvora…!

En ese instante estalla elexplosivo. La barra de hierrotraspasa la mejilla izquierda deGage hasta llegar a su cerebro,atraviesa la cabeza y sale volandopor la bóveda craneal y se estampa,a treinta metros, en el sueloembadurnada de sangre y tejidocerebral. Gage está en el suelo. Elsol de mediodía brilla sobre las

rocas. Los trabajadores delferrocarril se quedan mirandosobrecogidos y paralizados por elhorror. Solo unos pocos se atrevena acercarse y comprueban loinimaginable: ¡Phineas Gage vive!

Con un agujero que le traspasael cráneo Gage vuelve a tomarconciencia. A pesar de que salesangre incesantemente por la heridaabierta, él es capaz de explicar elaccidente a sus colegas. Lostrabajadores lo suben a un carro debueyes y, sentado con la espaldabien derecha, viaja un kilómetrohasta un hotel cercano. Es un tipotremendamente duro. Los demás

trabajadores del ferrocarril sesorprenden al ver que Gage se bajadel carro sin ayuda, se sienta en unasilla del hotel y espera. Cuando llegael médico lo saluda con estaspalabras: «Aquí tiene usted muchotrabajo, doctor».

El cráneo de Gage está hoy enel museo de la Universidad deHarvard y causa quebraderos decabeza a la ciencia. Phineas Gage,que tenía 25 años cuando ocurrió elaccidente, vivió aún 13 años con suterrible lesión en la cabeza.

Gage podía sentir, oír y ver. Nose quedó paralítico ni minusválido,solo había perdido su ojo izquierdo,

pero podía seguir caminando yhablando. De todos modos, ya no sele volvió a emplear como experto enexplosivos. Gage encontró trabajosen granjas de caballos, perosiempre terminaban echándolo. Ensu impotencia, se dedicó apresentarse como atracción enferias, y después en un museo,donde se exhibía con su barra.Finalmente emigró a Chile, dondetrabajó en fincas de caballos y comopostillón. En 1860 se fue a SanFrancisco y allí vivió como undesamparado, sin hogar ni techo.Sufría ataques epilépticos y murió ala edad de 38 años. Se le enterró

junto con su barra, de la que no sehabía separado nunca.

¿Por qué le fue tan mal en lavida a Gage tras el accidente? Larespuesta es tétrica: el trabajadorde ferrocarril cambió a causa delaccidente de un modo muy extraño.¡Su carácter se hizo completamentediferente! Antes pasaba por ser elmás amable de todos sus colegas,pero después del accidente nuncamás volvió a ser el mismo. Seconvirtió en una persona sórdida ydesalmada, mentía y engañaba sinescrúpulos, iniciaba enfrentamientosy le sobrevenían ataques de iraincontrolados. Y provocaba peleas

constantemente.¿Qué había pasado? ¿Es

posible que la lesión en el cerebroconvirtiera a una persona amable enun mentiroso, pendenciero ydelincuente?

Entre tanto el cráneo de Gageha sido analizado detalladamente.Los investigadores del cerebroHanna y Antonio Damasio estánseguros de que fueron destruidaspartes de su cerebro responsablesde cualidades humanas importantes.Creen que Gage había perdido tantoel sentimiento de responsabilidadfrente a sí mismo como frente a losdemás. Una determinada zona de su

cerebro, la región ventromedial,junto al ojo izquierdo, desaparecióentera por la explosión. Y PhineasGage, por ello, se convirtió en unasocial.

—Bueno, Oskar, ¿qué teparece esta historia?

—¡Brutal!—¿Puedes imaginar que una

barra de hierro vuele a travésde tu cabeza y te conviertas derepente en una personarealmente mala? ¿Qué crees quedebemos aprender de ello?

—Hummm…, ¿a no jugarcon explosivos? —Oskar ríe.

—Tienes razón. Pero ¿quédice esta historia sobre tucerebro?

—Que hay una zona, papá,es decir, esa región de laempatía o…

—Sí, la región ventromedial.Ese es un lugar importante en elcerebro, donde se procesan tussentimientos. Y ahí decides loque consideras bueno y lo quete parece malo y es mejor queno lo hagas. Pero ¿cómo realizaeso tu cerebro?

—Ni idea, papá.—Sinceramente, yo tampoco

lo sé con exactitud. No conozco

a nadie que lo sepaexactamente. ¿Te acuerdas deSnork?

—¿El de la familia Mumin?—Sí, Snork, el de los libros

de los Mumin, que tanto tegustan. En uno de ellos pide algran Mago una calculadorapara saber siempre lo que escorrecto o incorrecto, justo einjusto.

—Sí, me acuerdo.—¿Y?—No recibe ninguna.—Exactamente. Incluso el

gran Mago no puede hacernada. Porque si se quiere saber

lo que es justo y lo que esinjusto, hay que recapacitarsobre muchísimas cosas.

Pero, primero, nuestro nuevoesclarecimiento filosófico:

Los sentimientos surgen endeterminadas regiones de nuestrocerebro. Otras regiones sonresponsables más bien de lospensamientos. Aunque la mayoría delas veces se mezclan una cosa y otra.Una región importante, en la que lossentimientos se convierten enpensamientos, es la región

ventromedial, porque nos ayuda adecidir qué nos parece bien y qué mal.

Pero vamos ahora a las difícilescuestiones sobre lo que es justo oinjusto, bueno o malo. Por ejemplo…

= ¿Valen más cinco personas queuna?

En la estación central

¿Valen más cinco personasque una?

De vuelta de Potsdam Oskar y yonos apeamos en la estación central. AOskar le gusta la estación por lo grandeque es y porque en ella se puedencontemplar los trenes desde cuatro pisosdiferentes. A él le parece muy raro quela estación tenga pocos años. Hasta elaño 2006 la estación Zoo, mucho más

pequeña, era la estación más importantede Berlín. Comparada con la estacióncentral parece realmente diminuta.Oskar siempre quiere saber exactamenteel tamaño de todo, y también si laestación central es la más grande deAlemania o incluso de Europa o delmundo entero. No es tan fácilresponderle, porque ¿cómo se mide eltamaño de una estación?

La estación de ferrocarril alemanacon mayor número de pasajeros es la deHamburgo, unos 450.000 a diario. Perola estación central de Hamburgo poseerelativamente pocos andenes, las deBerlín y Frankfurt tienen muchos más.Los edificios de estaciones alemanas

más grandes están en Berlín y en Leipzigy, aunque sean enormes, no son los másgrandes del mundo. El mayor número devías —nada menos que 67— lo tiene elGrand Central Terminal de Nueva York;además es una de las estaciones másbonitas del mundo, con una preciosarepresentación de los signos del zodíacoen el techo. Pero la estación ya no estáen su apogeo; no se ven demasiadospasajeros en ella, porque a losestadounidenses les gusta más viajar encoche que en tren. La estación conmayor superficie del mundo esprobablemente la novísima estaciónShanghai Hongqiao en China. Y aquelladesde la que salen y a la que llegan más

pasajeros es la estación Shinjuku enTokio, aproximadamente 4 millones depersonas cada día. Si lo comparamoscon los 300.000 viajeros que trajinanpor la estación central de Berlín, estosson realmente pocos…

A pesar de todo, ese día de verano aOskar y a mí nos parece que la estaciónestá llena de gente. La ciudad estárepleta de turistas, y nos quedamos unrato contemplando el animado ajetreo.De repente se me ocurre hacerle unapregunta. Ya que Oskar siempre quieresaber qué es lo más grande y lo mejor ycuál es lo segundo más grande, etc.,ahora se tratará de saber qué es lo

mejor. Pero en este caso, dado que esuna cuestión filosófica, no se puedesimplemente contar y medir. Cuandodigo «mejor» no me refiero a másgrande, sino que quiero saber qué es«más correcto» desde su punto de vista.

—Bien, Oskar, imagínate lasiguiente situación: mira esavía que hay ahí delante, en laque cinco trabajadores reparanlos raíles. Y ahora imagínateque en ese vagón que está ahí sesueltan los frenos. Comienza aandar y va a toda velocidadsobre la vía, sin control alguno,directamente hacia los cinco

trabajadores. ¿Puedesimaginártelo?

—Sí, papá.—Bien, ves el vagón sin

control que va a toda velocidad.Ahora imaginemos que en la víade más allá hubiera un cambiode agujas…

—Pero no hay ninguno…—No, pero nos imaginamos

la situación como si lo hubiera.Y que al lado está la caja decambio. Si aprietas un botón, laaguja se desplaza, así quepodrías apretarlo con todarapidez y desplazar la agujahacia la derecha. Y con ello

salvarías la vida de esos cincohombres en el último segundo.El vagón se desviaría a la víade al lado. Pero hay unproblema. Si el vagón gira a laderecha, atropella igualmente aun trabajador de la vía, aunquesolo a uno. ¿Qué harías tú?

—Gritaría y chillaría paraque los trabajadores seapartaran.

—Buena idea. Pero ¡fíjate!Aquí hay tanto ruido que nadiete oiría.

—Es verdad, papá.—Entonces, ¿qué harías?—Entonces —Oskar duda

mucho tiempo—…, cambiaría laaguja, pero solo si no hayningún otro remedio. Porquecinco personas valen más queuna.

Durante nuestra conversación hemosido subiendo despacio las escaleras.Tres pisos. Desde arriba se ve muy bientoda la estación. Con cuidado, miramosdesde la barandilla hacia abajo, hacialas vías de la estación.

—Escucha, Oskar, tengo unasegunda pregunta. Dices quecinco vidas de personas valen

más que una.—Sí, eso he dicho.—Ahora, por favor,

imagínate otra vez la mismasituación. De nuevo el vagón vacorriendo sin frenos por ahíabajo; y de nuevo hacia loscinco trabajadores de la vía.Pero esta vez no estás tú en elcambio de agujas. Estás aquíarriba como en una especie depuente sobre la vía. ¿Cómopodrías parar el vagón?

—Podría arrojar algo sobrela vía para parar el vagón.

—Pero tendría que ser algomuy grande, Oskar. Y aquí no

hay nada alrededor que puedasarrojar. A no ser que…

—¿Qué, papá?—Bueno, mira a ese hombre

gordo que está a nuestro lado.Si lo empujáramos con fuerzacaería por encima de labarandilla y probablemente iríaa parar directamente a la víadelante del vagón y su pesadocuerpo lo pararía. Y los cincotrabajadores de la vía sesalvarían. ¿Harías eso?

—No soy tan fuerte comopara hacerlo.

—Yo te podría ayudar. Perotú tienes que decidir…

—¡No, papá! ¡Eso es unasesinato!

—Ya, pero antes dijiste quecambiarías de aguja, y si lohicieras también moriría untrabajador. Y ahora dices queeso sería un asesinato. Pero elresultado es el mismo en los doscasos, uno tiene que morir paraque cinco sobrevivan.

—No, no es lo mismo.Porque es una sensaciónhorrible empujar a alguienhacia abajo. Nadie quiere queotra persona haga eso con uno.

—Sí, lo entiendo, peroinsisto: tanto en el caso del

cambio de aguja como en el delempujón la cuestión es que omuere uno o mueren cinco. ¿Nosería correcto hacer lo mismo?

—Papá, ¿y qué harías tú?¿Empujarías al hombre gordo?

—¡Ah, no!—¿Y por qué no? —Oskar se

alegra secretamente—. ¡Se tratade uno o de cinco!

—Porque también para míes una sensación horrible la deempujar al hombre. Ni siquierapuedo matar una avispa sin queme dé pena.

—Yo tampoco, papá.—¿Quieres saber, Oskar, lo

que deciden la mayoría de lasdemás personas? ¿Sicambiarían la aguja oempujarían al otro señor?

Ambas preguntas, si cambiaríanla aguja o si empujarían a un hombregordo para salvar a cincotrabajadores de la vía, forman partede una famosa cuestión de lafilosofía. Más de 300.000 personashan respondido a esas dospreguntas. Investigadoresestadounidenses las plantearoncomo preguntas en un test eninternet. Y dejaron que la gente

decidiera on-line qué haría. Pero losinvestigadores no solo consultaron anavegadores de internet, sino queplantearon esas preguntas enEstados Unidos y en China, incluso apueblos nómadas del Sáhara e inuitdel Círculo Polar Ártico. Preguntarona niños y a adultos, a ateos y acreyentes, a mujeres y a hombres ya gentes de profesiones muydiferentes. Lo sorprendente fue quelas respuestas casi siempre eran lasmismas, y daba exactamente igualla religión, la edad, el sexo, laformación y el país de procedenciaque tuvieran las personas.

¿Y cómo fueron las respuestas?

Bueno, la mayoría de las veces nomuy diferentes a las de Oskar.

Pregunta 1: casi todos losinterrogados cambiarían la aguja.Asumirían la muerte de un únicohombre para salvar la vida de cinco.

Pregunta 2: solo uno de cadaseis empujaría al hombre gordo porencima del puente para salvar lavida de cinco hombres. La granmayoría no lo haría.

¿No es este un resultadoextraño? Se cambie la aguja o seempuje al hombre desde el puente,¡el resultado es en ambos casos elmismo! Muere un hombre y acambio se salvan cinco. Visto desde

el balance de los muertos y de lossupervivientes no hay diferencia. Y,sin embargo, sí parece que hay una.Pero ¿por qué?

Para Oskar y para mí hay una grandiferencia entre —como en el caso de laaguja— asumir la muerte de una personao —como en el caso del hombre gordo— coger directamente a alguien ymatarlo. Naturalmente, en ambos casos,como dice Oskar, se produce una«horrible sensación». Pero esesentimiento o sensación es mucho másfuerte en el segundo caso. No somoscomo Phineas Gage, al que seguramentele hubiera resultado fácil empujar al

gordo. Está claro que nuestra regiónventromedial funciona bien. Y está clarotambién que la mayoría de la gente en elmundo ve esto exactamente como Oskary como yo. De todos modos…

—Una pregunta más, Oskar.—¿Sí?—Si la persona de la vía de

al lado no fuera un trabajadorsino mamá o papá, ¿cambiaríasno obstante la aguja parasalvar a los cinco trabajadores?

—No, no lo haría.—¿Por qué no, Oskar?

Desde el punto de vista lógicoes exactamente lo mismo si se

trata de papá, de mamá o de untrabajador cualquiera. Soncinco frente a uno.

—No lo haría porque setrata de mamá. O de ti.Tampoco lo haría si se tratarade uno de mis amigos.

—Sí, yo tampoco lo haría sitú estuvieras en la vía. ¡Jamás!

Creo que con esto hemoscomprendido algo importante y ganadoun nuevo esclarecimiento filosófico:

Cuando tomamos decisionesmorales actuamos muy a menudo sin

ninguna lógica. Son más bien nuestrossentimientos los que toman nuestrasdecisiones sobre qué consideramoscorrecto o incorrecto en el trato conotras personas.

Y así llegamos a nuestro próximotema. Existe, pues, un derecho moral,que lo sentimos así, a poder matar encircunstancias muy precisas, como en elcaso en que decidimos cambiar la agujapara salvar a otras personas. Pero¿existe también la obligación moral dematar?

= ¿Se puede matar a tía Bertha?

Ante la Charité

¿Se puede matar a tía Bertha?

Un hospital no es un lugar muyapropiado para ir de excursión, a no serque haya que visitar a alguien. Pero laCharité de Berlín es algo muy especial.Aquí hay, por ejemplo, un museo dehistoria de la medicina, al que, porcierto, Oskar y yo no vamos porquetemo que después él duerma mal. Verfetos mal formados y cráneos

carcomidos por enfermedades seguroque no es lo más adecuado para él. Loque sí resulta interesante es que, al ladodel gran edificio nuevo de habitacionesde los tiempos de la RDA, que puedeverse ya desde lejos, hay muchas casaspequeñas de ladrillo. Esos edificiostienen más de cien años y cuentan milesde cosas de la historia de la Charité. Elhospital se fundó hace ya más detrescientos años, cuando la pesteazotaba a media Europa. El rey FedericoI mandó construir rápidamente unlazareto, ya que se temía que también enBerlín hubiera muchos afectados poresta plaga. Entonces el recinto de laCharité quedaba todavía fuera de las

murallas de la ciudad, ya que nadiequería tener en ella a personascontagiadas por la peste. Pero losberlineses tuvieron suerte y laenfermedad no entró en la ciudad. Asípues, el lazareto se convirtió en unauténtico hospital con el nombre deCharité y pronto ese hospital llegó a seruna de las mejores y más famosasclínicas de Europa. En la Charitétrabajaron muchos médicos famososcomo Christoph Wilhelm Hufeland,Rudolf Virchow o FerdinandSauerbruch. Robert Koch descubrió aquíel famoso bacilo de la tuberculosis, eltemido agente provocador de esaenfermedad. De esa época, de finales

del siglo XIX, son también los muchosedificios de ladrillo rojo con susalmenas y torrecitas.

Un hospital es propiamente un lugarde asistencia y paz, pero el tema que hepreparado para Oskar se las trae. Esrealmente muy cruel, dramático y quizátambién infame. Le contaré hoy lahistoria de mi tía Bertha…

¡Oh, mi tía Bertha! Vaya unavieja horrible. Toda su vida hatorturado a la familia de un modorepugnante. No tiene hijos, gracias aDios. Pero, a cambio, los vecinostuvieron que soportar su carácter, unteatro de varias décadas a causa de

los límites del solar, y a su perro,que hacía sus necesidades portodas partes en los jardines de lavecindad. ¡Sobre todo el perro! Unpequeño perro ladrador y mordedor,que ella soltaba siempre a loscarteros. Sí, la odiosa Bertha.

Se me había olvidado: es rica.Riquísima incluso. Albert, su marido,murió pronto y le dejó una inmensafortuna que ella invirtió bien:inmuebles, valores, acciones. La tíaabuela Bertha tiene muchosmillones, y lo mejor de todo es queyo soy su heredero. Por desgracia,la vieja Bertha tiene una naturalezade caballo; acaba de cumplir setenta

años y está sanísima. No bebealcohol, no fuma y ni siquiera legustan las tartas. A la tía Bertha nole gusta nada más que el dinero.Seguramente llegará a los noventa oa los cien años y, de hecho, si vivecien años yo tendré entonces másde setenta, y quién sabe qué seráde mí y si todavía podré utilizar sudinero. A veces me gustaría que latía Bertha muriera mañana. O mejoraún: hoy mismo.

Imaginemos que la vieja Berthatuviera que ir al hospital a causa deuna tontería, nada grave; quecasualmente yo conociera a uno delos médicos jefes y que fuese un

muy buen amigo mío. Ese mismodía le visito y me enseña la plantaen la que trabaja, la unidad paraniños enfermos de cáncer. La visitaes terrible. Hay muchas personitas,y algunas de ellas se van a morirdentro de muy poco. Cuando unocontempla a esos niños, acostadosen sus camitas o jugando unos conotros como si no pasara nada, laslágrimas afloran a los ojos. Launidad necesita urgentemente unagran cantidad de dinero paraadquirir nuevos instrumentosmédicos, que permitirán que lospequeños tengan másprobabilidades de vivir.

Por la tarde el médico jefe y yocharlamos en su despacho. Yo estoytodavía profundamente conmovido.Tras un cierto tiempo le hablo de latía Bertha, que está aquí mismo, enotra unidad de la Charité. Le cuentoque tiene mucho dinero y que yo soysu heredero.

Entonces le digo: «¿No seríaposible que a la tía Bertha se leechara algo en la comida…?».

«¿Qué quieres decir?», mepregunta.

«Bueno», digo, «un medicamentomortal, que no huela ni sepa a nada.Un veneno que mate a la tía Berthasin que lo note. Algo que

simplemente la haga morirsuavemente. ¿Hay algo así?».

«Sí», dice mi amigo, «claro quehay algo así, pero ¿qué es lo quepretendes hacer…?».

«Algo muy sencillo», digo. «Simatamos a la tía Bertha de esemodo, sin dolor, sin que se entere ysin que sufra, no hacemos nadaespecialmente malo. Cuando hayamuerto yo heredo sus millones. Peroyo no quiero el dinero, prefierodonárselo al hospital para quepodáis comprar nuevos aparatosmédicos para tu unidad infantil…».

«¿Quieres decir que tendríamosque cometer un crimen?», me

interrumpe.«Bueno, yo lo diría de un modo

más filosófico. Me he preguntado losiguiente: ¿cuándo es buena unacosa? Cuando hace felices a laspersonas. ¿Y cuándo es mala unacosa? ¡Cuando hace infelices a laspersonas! ¿No es verdad?».

«Sí, quizá. No parece falso».«¿Puedo hacer entonces algo

que solo haga infeliz a una persona,pero felices a miles de ellas?».

«Bueno, no sé muy bien…».«Apliquemos nuestra

consideración filosófica a la tíaBertha: la felicidad es algo bueno yel sufrimiento algo malo. En principio

puede constatarse que mi tía notrae ninguna alegría a este mundo.Solo causa sufrimientos, porejemplo, a los vecinos y a lospobres carteros. El dinero que tieneen el banco tampoco hace ningúnbien, pero si yo dono el dinero a laCharité con ello hago posible muchafelicidad. Todo lo que hay que hacerpara que ese sueño se convierta enrealidad es… No, no solo puedo,¡debo matar a la tía Bertha! ¿Acasono estoy incluso obligado a eliminara la vieja? Quién sabe, quizá hastapuede que tu medicamento mortalindoloro le libre de una muertedolorosa mucho peor. Nadie soltará

una lágrima por ella. Y decir eso esincluso demasiado amable. ¿Quiénno se alegraría si la vieja repugnanteya no existiera? Los vecinostendrían por fin su tranquilidad y susjardines limpios. Y el carteroentonces podría tener la esperanzade que fuesen a vivir a la casapersonas más amables. ¿No quedaasí claro y conciso el asunto…?».

—¿Tú qué crees, Oskar?¿Habría que matar a la tíaBertha?

—¿Morirían, si no, losniños del hospital?

—Sí, claro, quizá muera

algún niño que no deberíamorir.

—Entonces, papá, quizá seabueno que a la tía Bertha se ledé ese medicamento. Pero si esono ayuda a los niños delhospital no debería hacerse.

—Así pues, ¿crees que encasos excepcionales estájustificado matar a unapersona?

—Sí, en caso de legítimadefensa, por ejemplo. Cuandoalguien quiere matarme a mí. Ocuando un bandido quierematar a otra persona y yo tengoun arma en la mano; entonces

podría matar al bandido.—Pero ¿qué crees que

pasaría si, como en el caso dela tía Bertha, cualquierapudiese decidir por sí mismoque debe matar a esta o aaquella persona porque noproporciona felicidad anadie…?

—Habría guerra. O algoparecido. Y todos deberíancontar con que alguien losmatase…

—¿Y crees, Oskar, que esosería un gran problema?

—Sí, bastante grande.Pronto dejaría de haber mujeres

ricas y hombres ricos. Y quienmatase a alguien porque no daninguna felicidad deberíacontar con que es posible que aél también lo maten.

—¿Qué crees que podemosaprender de todo esto?

—… que quizá, quizá,después de todo, no se deberíamatar a la tía Bertha.

Creo que Oskar y yo estamostotalmente de acuerdo. Pues si matase ala tía Bertha para ayudar a niñosenfermos de cáncer, provocaría una grandesgracia. Millones de personas: tíasricas, gente desagradable, gente rica en

general, incluso muchos presos odisminuidos psíquicos, tendrían quecontar con que en cualquier momento lespueden matar sin dolor durmiéndolosdefinitivamente. Entonces se desataría elpánico en la sociedad y ese pánicocrearía mucha inquietud y desgraciaentre la gente. Bueno, quizá tuviesesuerte y no se descubriera mi asesinatode la tía Bertha. Pero si he de sentir quemi actuación es justa tendría que serlosiempre. Y si lo fuera siempre valdríatambién para cualquiera. Y quién sabe,algún día también podría alcanzarme amí, pues mis sobrinos podrían pensar demí lo mismo que yo de la tía Bertha. Yomismo tampoco podría estar seguro ya

de mi vida. No se puede, por tanto,calcular la pena y la alegría como si setratara de un problema de aritmética ydespués tomar decisiones sobre la viday la muerte de las personas.

Al mirar el edificio de habitacionesdel hospital, a Oskar y a mí nos resultabastante tranquilizador el hecho de queen nuestro país nadie tema que unmédico le vaya a matar en secretomientras duerme para que su dineropueda ser utilizado para una buenacausa.

Y así llegamos a nuestro próximoesclarecimiento filosófico.

El valor que tiene la vida de unapersona no puede medirse por lo útilque esta sea. Pues toda persona tienederecho a la vida sin límite alguno.

Que normalmente nos contengamos yrespetemos a otras personas tiene algoque ver con el hecho de que no nos gustaser personas malas o malvadas. Pero¿por qué no?

= ¿Por qué los espejos molestan alrobar?

En el lago Plötzen

¿Por qué los espejos molestanal robar?

A Oskar le apasiona nadar. Y Berlíntiene muchos sitios donde bañarse alaire libre. En los alrededores de laciudad es posible encontrar lagospintorescos en los que uno se puedebañar. Cuando no queremos ir muy lejos,Oskar y yo nos acercamos hasta elPlötzen, un lago que procede de la época

glacial. En el siglo XIX ya había aquíuna piscina.

La piscina al aire libre que vemoshoy es de los años veinte del siglopasado. En aquella época las familias detrabajadores con sus numerosos hijosacudían en tromba a la playa de arenaque se instaló y a bañarse en el aguaverde. Los viejos edificios aún pervivenhoy. Entre los redondos edificios deladrillo y pabellones, con sus voladizosy sus tejados cónicos, uno se sienteinmediatamente transportado a un tiempoanterior.

Si se nada hasta la otra parte dellago se llega a una gran terrazaescalonada. Y detrás, entre los grandes

árboles oscuros, se encuentra ¡un viejocementerio! La verdad es que todoresulta un tanto lúgubre. También hayuna antigua cárcel muy cerca del lago. Yun monumento que conmemora a laspersonas que fueron asesinadas aquí entiempos de Hitler. Encontrar una mezclaasí es normal en Berlín. Lo triste y loalegre están muy cerca, más que enninguna otra ciudad alemana.

A la playa se accede por una casetapintada de color turquesa donde secompran las entradas. Pero hoy, a mitadde semana y con el tiempo algo nublado,no hay nadie. No se ve un controladorpor ninguna parte.

Durante un rato Oskar y yo nos

preguntamos si el vendedor de lasentradas se habrá ausentado solo unmomento, o es que hoy no hay ningunoporque no se esperan visitantes.

Esperamos unos minutos y noapareció nadie. Entonces nosplanteamos qué hacer.

—¿Qué te parece, Oskar?¿Vamos sin más hasta el lago?

—¿Sin pagar, papá?—No hay nadie aquí a quien

podamos pagar. ¿Quizá hayaido al baño?

—De todos modos, nopodemos pasar sin más.

—¿Por qué no?

—Eso estaría mal, papá.—¿Por qué? ¿A quién le

parecería mal?—Bueno, al encargado de la

piscina y a las personas a lasque pertenece.

—¿A la ciudad de Berlín?La ciudad no se entera enabsoluto.

—A pesar de todo.—¿Y si dentro de un cuarto

de hora no ha llegado nadie?¿Qué hacemos entonces?

—Ni idea, papá.—Podemos dejar lo que

cuesta la entrada aquí, en lacaseta, en alguna parte…

—No. ¿Y si alguien lo roba?—¿Por qué tienes tantos

reparos en pasar simplemente?Nadie nos ve y nadie nosdescubrirá.

—Porque a uno mismo lecausa una mala sensación pasarsin más, sin haber pagado laentrada.

—Volvemos a lo mismo. Esese sentimiento horrible que setiene cuando al hacer algo queno es correcto…

—Exactamente, papá.

Tras un cuarto de hora convenzo aOskar para que de todos modos vayamos

al lago. Quedamos en que cuandoviéramos al encargado de la piscina lellamaríamos y le explicaríamos por quéno tenemos entradas. Poco después nosmetemos en el agua y nadamos entre lascarpas hasta el otro lado. Mientras tantome dirijo a Oskar insistiendo en nuestraconversación en la caseta de lasentradas. Se me ocurre un experimentoque se hizo en Estados Unidos…

El día de San Martín los niñosalemanes pueden ir pidiendo por laspuertas de las casas y en loscomercios. Llevan faroles y cantancanciones para que les dencaramelos como recompensa. Los

niños en Estados Unidos no haceneso en San Martín, pero enHalloween hacen algo muy parecido.

Hace algún tiempo dosinvestigadores comenzaron ainteresarse por la reacción de losniños ante determinada situación. Lacuestión que se plantearon no eranada lisonjera para los niños. Lointeresante para aquellos no era quepidieran, más bien querían saber enqué circunstancias los niños robabancaramelos y cuándo no lo hacían.

Los niños observados ibaninocentemente de puerta en puertapidiendo caramelos. Los habitantesde las casas de esta pequeña

ciudad estadounidense estaban alcorriente de este plan: losinvestigadores habían pedido a lasamas de casa que no les dieransimplemente unos cuantoscaramelos a los niños. ¡En lugar deello debían incitarles a robar!

Cuando llegaba un grupo deniños ante una casa la dueña lossaludaba y, en lugar de darles algo,les señalaba una cesta concaramelos situada ante la puerta deentrada, de la que cada uno podíacoger un único caramelo. La mujervolvía a entrar a la casa y los niñosse quedaban entonces solos ante lacesta repleta de caramelos. ¿Qué

harían? ¿Se aprovecharían de lasituación y se llenarían los bolsillosde esos caramelos que nadievigilaba?

Pues bien, el robo de caramelosdependió de algo curioso. Enalgunas casas se había colocado ungran espejo detrás de la cesta decaramelos y en otras no. Si losniños querían meterse caramelos enel bolsillo, en aquellas casas seveían en el espejo al hacerlo.

El resultado fue que cuando losniños tenían que verse a sí mismosrobando casi siempre seacobardaban y no lo hacían. Sinembargo, en las casas en las que no

había espejo, robaban carameloscon bastante frecuencia.

—¿Qué piensas de ello,Oskar? —Yo no robaría enningún caso.

—¿Puedes imaginarte quehaya una diferencia si miras alespejo o si no?

—No lo he hecho nunca —dice dudando—, así que nopuedo imaginármelo realmente.

—Piensa que eres uno deesos niños. Y que todos losdemás se llenan los bolsillos.¿Realmente serías el único enno hacerlo?

—Me lo estoy pensando,papá —reflexiona—. Creo quereprendería a los otros, pero nome chivaría.

—¿Porque también es unamala sensación delatar a otros?

—¡Delatar a alguien es deidiotas, papá!

—¿Y estás seguro de que túen ningún caso…?

—En ningún caso no diría.—¿En qué caso quizá sí lo

harías? ¿Cuándo estuvierastotalmente seguro de que no tedescubren y todos los demásniños también roban? ¿Inclusomucho?

—Pero yo cogería muypocos caramelos…, si es que lohago. Porque al robar cogescosas de otros, cosas quequieren tener ellos. Y entoncesse entristecen porque son suyas.Esa sería la causa de la malasensación que se tiene al robar.

—Describe esa malasensación.

—Se nota dentro de uno quese ha hecho algo malo.

—¿Por qué es eso tandesagradable?

—Porque entonces tequedas triste por dentro y teimaginas cómo te sentaría que

te robasen los caramelos a timismo.

—Hay gente que no tieneese problema. Pero a papá lesucede lo mismo que a ti. Unavez les quité una piedrasemipreciosa a otros niños, unapequeña amatista. Me parecíatan bonita que me la metí en elbolsillo sin que se dierancuenta. Tenía diez años. Aúnsigo teniendo hoy la piedra,pero cuando la miro no pienso:¡qué bonita es!, sino: realmenteno me pertenece. Pertenece ados chicos con los que jugabaentonces. Y se la robé.

Creo que hemos aprendido mucho.Primero, que no está bien robar, porquesi lo hacen todos nadie estará satisfechocon su vida. Si todos hacen trampas paraentrar en la piscina sin pagar, la ciudadno recibe dinero y tendrá que cerrar lapiscina algún día.

Pero también hemos aprendido otracosa. Cuando uno se observa a sí mismomientras roba piensa mucho más en loque está haciendo realmente, es decir, esmás difícil evitar la sensación de queuno está haciendo algo equivocado enese momento.

Lo tercero que hemos aprendido esque cuando otros hacen algo equivocadono nos resulta tan desagradable hacerlo

también nosotros, a pesar de que enrealidad es exactamente lo mismo querobe yo solo o que robe con los demás.Es y sigue siendo robar, pero no parecetan grave.

¿Por qué? Porque siempre secompara uno con los demás. Tú, Oskar,has dicho que no robarías. Y si todos losdemás lo hacen, probablemente tampocolo harías, pero solo probablemente,aunque la probabilidad sea muy poca. Yen ese caso robarías incluso menos quelos demás. Esto te ayuda a sentirte mejoraunque hayas hecho algo equivocado.

Esa «desagradable sensación» alrobar viene, a propósito, del hecho deque se puede reflexionar sobre uno

mismo y se hace una imagen de quéclase de persona es. A casi todas laspersonas les gustaría ser buenas, aunquea menudo no sean en absoluto tan buenascomo ellas mismas creen. Precisamenteporque evitan pensar en lo que hacen, yporque al compararse con este o conaquel piensan: no soy tan malo…

Nuestro nuevo esclarecimientofilosófico reza:

Las personas pueden reflexionarsobre sí mismas. Tienen una imagende sí mismas. La mayoría de las vecesintentamos vivir de modo que la

imagen que tenemos de nosotros nosufra merma. Pero a menudo tambiénnos engañamos a nosotros mismos porevitar pensar en lo que no nos gustade nosotros y por compararnos con losdemás.

Sin embargo, el hecho de que amenudo intentemos hacer el bien y nosesforcemos por conseguirlo no solodepende de nuestra autoimagen. Pues lamayoría de las veces pensamos tambiénque en la vida nos va mejor si nohacemos demasiadas cosas reprobables.Creemos que la vida nos premia porello. Pero…

= ¿Estropean las recompensas elcarácter?

En la zona RAW

¿Estropean las recompensasel carácter?

Lo que hace que Berlín sea diferenteson sus muchas superficies noedificadas. Por todas partes se encuentraalgo abandonado en la ciudad, restos deotros tiempos. A menudo se trata deviejas fábricas a través de las cualeshoy silba el viento. O de zonas dondeantes estaba el muro de Berlín y que

ahora han quedado vacías.Con frecuencia se reúnen en esos

sitios personas a las que les gusta darrienda suelta a su fantasía. Unosconstruyen sus talleres o estudios enviejas naves de fábricas, otros buscan enellas lugares de ensayo para hacermúsica, y los skaters se fabrican allí suspistas. Estas personas no hacen eso paraganar dinero, sino simplemente porquequieren desahogarse y divertirse con loque hacen.

Un lugar muy especial de este tipo esla zona RAW en la calle Revaler deFriedrichshain. RAW es la abreviaturade una palabra casi impronunciable:Reichsbahnausbesserungswerkstatt

(taller de reparación de los ferrocarrilesdel imperio). Hace casi 150 años sereparaban aquí locomotoras y coches detren. Pero hoy apenas se conserva nadade ese «Taller central real prusiano deferrocarril Berlín II» de la estación deleste. Los edificios que hay en el recintoson de finales del siglo XIX y de laépoca siguiente. En el momento de augedel transporte ferroviario en Berlíntrabajaban aquí más de mil personas.También la RDA utilizó esta factoría.Tras la reunificación alemana se cerróporque ya no se necesitaba y ahorafunciona un solo pabellón en un extremode la zona.

En el resto del RAW se instalaron

rápidamente personas con ideasfantásticas. Se creó un rastro y unaasociación cultural, y jóvenes y niñosconsiguieron tener aquí un espacio libre,frente al que casi cualquier parque dejuegos de la ciudad resulta aburrido. Lasdos atracciones más especiales delrecinto son el pabellón de skater y unantiguo búnker de la Segunda GuerraMundial, que con mucho esfuerzo ycuidado se transformó hace un par deaños en una torre de escalada de casiveinte metros. No hay una pared deescalada más alta en todo Berlín. Yninguna ofrece tantas posibilidadesdiferentes de llegar hasta la cima delbúnker. Y una vez que se llega se goza

de una vista fantástica sobre la ciudad.

Desgraciadamente Oskar es todavíademasiado joven para el búnker. Inclusoresulta difícil escalarlo a jóvenes decierta edad y a adultos. A cambio, a lavuelta de la esquina hay una pared deescalada para niños, pero tampoco esmuy fácil subirla. Oskar tiene queesforzarse al máximo para intentarascender uno o dos metros. Con la caramuy roja pende de los salientes paraagarrar las manos y sujetar los pies.Finalmente consigue subir un trozo.Después, mientras tomamos un helado enun patio que hay junto al búnker, lepregunto:

—Dime, Oskar, ¿te habríasesforzado aún más en subir si tehubiera prometido un heladopor hacerlo?

—Papá, entonces tú sí queno te merecerías un helado.

—¿Por qué no?—Porque no has escalado.—No puedo hacerlo. Y

menos en una pared así. O sea,te hubieras esforzado lo mismo.

—Claro, papá, yo queríasubir hasta arriba.

Claro, cuando se hace algo con

gusto, no se necesita ningunarecompensa por ello. Pero si no nosgusta hacerlo, entonces la recompensasirve como aliciente para esforzarse. ¿Ycómo funciona eso con la ayuda?Cuando hacemos un favor a otros quenecesitan nuestra ayuda, ¿lo hacemoslibre y gustosamente? ¿O lo hacemos porrecibir una recompensa?

Los investigadores FelixWarneken y Michael Tomaselloquisieron saberlo con exactitud.Para ello hicieron muchosexperimentos con niños pequeños ylos filmaron.

En uno de los experimentos hayun hombre que quiere colocar una

gran pila de libros en un armario.Tiene la pila de libros en las manos yestá delante del armario, pero laspuertas están cerradas. Lo intentaen vano varias veces golpeándosecontra el armario. Un niño pequeño,de 14 meses, que está empezandoa andar, contempla la situación. Derepente va decididamente hasta elarmario y abre las puertas. Acontinuación mira amablemente alhombre. «¡Ahí tienes!», parecepensar, «¡tus puertas ya estánabiertas!». El niño pequeño habíaayudado al hombre de los libros sinhaber recibido recompensa algunapor ello.

Los investigadores hicieron másexperimentos. A un hombre que sele cae de la mano un rotuladorfosforescente y no puede recogerlodesde su silla de nuevo le ayuda unniño pequeño que coge el rotuladory se lo da al hombre. A otro hombrese le cae una esponja y también leayuda un niño pequeño. Todos losniños pequeños se muestranespontáneamente dispuestos aayudar.

Lo mismo les sucedió a losinvestigadores con los chimpancés.También estos ayudaron en todo loque podían, libremente y sinrecompensa.

Los hombres y los chimpancésestán dispuestos a ayudar pornaturaleza. ¡Pero hay muchos niñosde más edad y muchos adultos queno lo están! ¿Por qué?

También a esa preguntaencontraron una respuesta losinvestigadores. En un segundoexperimento repartieron en tresgrupos diferentes a niños pequeñosde veinte meses. Cada vez que unniño del primer grupo se mostrabadispuesto a ayudar recibía unjuguete como recompensa. Si losniños del segundo grupo estabandispuestos a ayudar, se les alababa

mucho. Y los niños del tercer grupono recibían ninguna recompensa porsu ayuda. ¿Cuál fue el resultado?

Los niños del segundo y deltercer grupo siguieron mostrándosetodo el tiempo y del mismo mododispuestos a ayudar. Pero ¿quésucedió con los niños a los que serecompensó con un juguete? ¡Suinnata disposición a la ayuda fuearruinada casi por completo enpoquísimo tiempo! Es decir, ya soloayudaban a los adultos con lacondición de ser recompensadospor ello. Si no había recompensa losniños tampoco ayudaban. Unadisposición incondicional a ayudar

se había convertido en unadisposición condicionada.

A una conclusión parecida llegóel investigador Richard Fabes enEstados Unidos. Fue a una escuelade primaria y llevó un gran montónde papeles de diferentes colores.Entonces pidió a los niños que losclasificaran. Él vendería los papelesclasificados y daría el dinero a unhospital de niños con enfermedadesgraves.

A otro grupo de niños les puso lamisma tarea, pero esta vez no sehabló de dar el dinero a los niños

enfermos. En lugar de ello seprometió ofrecer un pequeño juguetea los niños de la escuela primariacomo recompensa por su trabajo deselección.

Ambos grupos cumplieroncelosamente la tarea. Cierto tiempodespués Fabes volvió a pedir ayudaa los niños, pero esta vez no dijonada de niños enfermos al primergrupo, ni prometió una recompensaal segundo.

El resultado fue el esperado:mientras que el primer gruposeleccionó los papeles con tantocelo como la primera vez, elsegundo actuó bastante

desmotivado. Los niños apenashacían esfuerzos y perdieronrápidamente las ganas…

El mensaje está claro: ¡lasrecompensas materiales estropean elcarácter! A quien está acostumbrado ahacer cosas mediando recompensa leresulta muy difícil después hacer lomismo sin ella. Es obvio que laconexión entre disposición a la ayuda yrecompensa material no es innata ennuestro cerebro. Más bien lo que sucedees que en nuestra niñez se nos educa detal modo que llegamos a acostumbrarnosa ello.

—¿Qué te parece, Oskar?¿Por qué los niños queseleccionaron el papel por elbien de los niños del hospitalestaban más dispuestos ahacerlo por nada que los otrosniños que habían recibido unjuguete por hacerlo?

—Bueno, porque tampoco laprimera vez habían ganadonada.

—Sí, al menos ningunarecompensa material. Quizásolo la satisfacción de ayudar.Pero, dime, también yo a ti teprometo a veces recompensas.¿Se te ocurren cuáles?

—Que me dejes ver unapelícula, por ejemplo. O mecompres un tebeo de Tintín.

—¿Es realmente bueno,Oskar, que te prometa cosas asípara motivarte? Que te diga,por ejemplo: si sacas un diez enmatemáticas conseguirás unjuego de construcción de «Laguerra de las galaxias»,digamos que el de la «Estrellade la muerte».

—Esa es una malarecompensa, porque resultaexagerada.

—¿Por qué exagerada?—Porque la «Estrella de la

muerte» cuesta mucho dinero yes gigantesca y todo por sacarun diez en matemáticas.

—¿Sabes por qué papánunca haría eso?

—Porque el juego de la«Estrella de la muerte» seríademasiado caro.

—Sí, es caro, pero quizá nodemasiado caro. Tengo unmotivo más importante. Tegustaría, por ejemplo, llegar aser un futbolista fantástico.¿Por qué realmente?

¿Por mí, paraimpresionarme?

—No, no.

—¿No?—No, sino porque yo mismo

lo quiero.—¿Porque te imaginas que

sería fantástico para ti ser unsuperfutbolista?

—Sí, exactamente. Seríafantástico.

—Existe entonces unasegunda razón por la que uno seesfuerza: porque uno mismoquiere.

Ya tenemos, pues, un nuevoesclarecimiento filosófico:

Existen dos razones diferentes porlas que uno se siente motivado a haceralgo. Una, porque uno mismo lo desea.Y otra, porque se le recompensa porello. Pero cuando siempre serecompensa a alguien en algúnmomento puede suceder que esapersona ya no sepa en absoluto lo quequiere.

A veces, lo que nos importa parahacer algo no tiene nada que ver conrecompensas, sino con que otros noscastiguen por no hacerlo. Por ejemplo,cuando no cumplimos reglas importantes

de convivencia o cuando no noscomportamos correctamente con losdemás. Pero, en realidad, ¿qué es ser«correcto»? Para reflexionar sobre esteasunto iremos mañana a un lugar en elque los niños pueden sentirse realmentea gusto…

= ¿Qué es correcto?

En el «Kolle 37»

¿Qué es correcto?

De todos los parques infantiles queOskar conoce en Berlín, su preferido,sin duda, es el «Kolle 37». Su nombreviene del lugar en el que se encuentra,en la calle Kollwitz, número 37, enPrenzlauer Berg, una zona del este deBerlín. No es un parque infantilcualquiera; es un parque de aventurasmodélico. Ya en la época de la RDA

aquí había coches de juguete en los quelos niños podían alborotar a gusto. Unaño después de la caída del muro sefundó una asociación que se encargó deque se creara un lugar de juego paraniños, en el que pudieran divertirse,hacer trabajos manuales y construirlibremente. No tenía que ser un parqueacabado, sino que se esperaba que losniños configurasen ellos mismos ellugar. Los adultos no pueden entrar en elespacio reservado a las obras; solo unoo dos tutores atienden un poco a losniños, proporcionándoles material deconstrucción y consejos. Provistos demaderas y martillos, puntas y serruchostrabajan aquí solos. El resultado hasta

ahora son cabañas fantásticas, lamayoría de ellas incluso de variospisos. Quien no quiera construir puedeperfectamente jugar al juego de PipiCalzaslargas: «Nadie puede tocar elsuelo»; este es el juego preferido deOskar: trepar de cabaña en cabaña sintocar el suelo. Pero en este parque haymuchas más ofertas: un lugar donde sepuede guisar y hornear, hacer alfarería,forjar hierro, hacer tareas de carpintería,trabajar con fieltro y tejer. También unose puede ocupar de algunos animales«apadrinándolos»: cobayas, liebres yconejos. Con todo ello la asociación quese encarga del «Kolle 37» quiere ayudara los niños a aprender a ser

responsables, pues aquí cada niño puedeser responsable de muchas cosas; nosolo de dar comida a los animales y deque los establos estén limpios, sinotambién de mantener buenas relacionescon los demás niños y no pelearse por elmaterial de construcción o entrometerseen las cabañas en las que trabajan otrosniños. Dicho brevemente: las madres ylos padres que cuidan del parque deconstrucción quieren que aquí todotranscurra correctamente, con buenasformas. Pero ¿qué es propiamente«corrección»?

—¿Sabes lo que significa lapalabra «correcto»?

—Bueno, no es correcto, porejemplo, que, si hay veintefutbolistas, diez buenos y diezmalos, los buenos jueguencontra los malos.

—¿Piensas que el que el FCBarcelona juegue contra el FCColonia es incorrecto?

—Sí, cuando juegan solobuenos contra malos. Estosería, por ejemplo, totalmenteincorrecto.

—Sí, sería incorrecto. Pero¿por qué saben las personasqué es correcto y qué no? Lospeces dorados seguro que no losaben. Pero las personas sí.

—Bueno, ya, pero no todaslas personas se comportancorrectamente…

—¿Podrían comportarsecorrectamente todos los sereshumanos? ¿Hay algo dentro delser humano que le hagacorrecto?

—No lo creo, papá.—Bueno, entonces te

contaré una historia…

¿Son los seres humanos«correctos» por naturaleza? Alguienque se ha ocupado durante muchotiempo de esa cuestión es elholandés Frans de Waal. Es un

investigador del comportamiento queobserva a los monos; pues sinuestros parientes más próximos enel reino animal son capaces de algo,quizá nosotros también. Realizó susexperimentos más famosos hacediez años y los hizo con monoscapuchinos, que son los monosestrella entre todos los monos deAmérica del Sur. Los espabiladoshabitantes de los árboles de la selvatropical del Amazonas tienen unavida especialmente larga; conaproximadamente cincuenta años devida llegan a tener más o menos laedad de los homínidos. El tamaño yel peso de sus cerebros son

extraordinarios y son muy amables ypacíficos. No extraña, pues, quesean apreciados desde hace muchotiempo por los humanos: comoanimales de casa, acompañantes deorganistas de manubrio, comoestrellas de cine y como ayudantesde personas minusválidas.

De Waal y su colega SarahBrosnan querían averiguar si loscapuchinos esperan que se les tratecorrectamente. Colocaron dosmonos en una jaula. Al principio elmundo todavía estaba en ordenpara los capuchinos. Losinvestigadores les echaron fichas dejuego en la jaula y, si los monos

devolvían esas fichas, recibían acambio un trocito de pepino o unauva. Los pepinos les gustan algo alos capuchinos, pero las uvas lesencantan. Es probable que a lamayoría de las personas les ocurraalgo parecido. Si recibiera una uvahabría suerte, pero si recibiese unpepino…, ¡bueno!

Después los investigadoreshicieron una nueva serie deexperimentos. Y esta vez sevolvieron incorrectos. Pues ahorauno de los dos monos recibíasiempre por sus fichas un trozo depepino, y el otro, por el contrario,recibía siempre una uva, mucho más

rica. Aquel al que se le despachabacon un trozo de pepino podíaobservar perfectamente que a sucompinche se le daba unarecompensa mucho mayor por lamisma prestación: devolver la ficha.

¿Qué sucedió? Ya al pocotiempo el mono que recibía elaburrido trocito de pepino perdió lasganas y se negaba a seguir jugando.Las fichas quedaban ahora sin másen la jaula. Pero cuando se pusorealmente de muy mal humor fue alcontemplar que a su compañero ledaban uvas sin hacer nada acambio, mientras que él debíaseguir trabajando si quería pepinos.

Entonces comenzó a chillarsalvajemente y a lanzar sus fichas alos molestos investigadores.

¿Cómo puede ser que un trozode pepino, que antes se deseaba,perdiera su valor en tan pocotiempo? Está bien claro que losanimales compararon su propiarecompensa con la de los otros. Yque esperaban recibir la mismaremuneración por la mismaactividad. Cuando esto no fue elcaso surgió en ellos un sentimientode disgusto: el sentimiento de no sertratados «correctamente», de nojugar limpio, podríamos decir.

Los monos capuchinos no son

nuestros parientes más cercanos,pero a pesar de todo podemosaprender algo de sucomportamiento. También ellossienten que deben ser tratados porlos demás de cierta manera.Nosotros, los humanos, sentimosque algo es «incorrecto», algo quetambién sienten los monos. En otraspalabras, esto significa que sentirque algo es injusto o incorrecto sebasa en nuestra naturaleza.

Y sin embargo hay una diferenciaimportante: es verdad que loscapuchinos mostraron un finosentido para lo que es incorrecto,pero ¿significa eso que saben

realmente también lo que escorrecto y justo?

¿No habría sido correcto que elmono al que se le daban uvashubiera dado al otro la mitad de susuvas? ¡Pero ninguno de los monoslas compartió voluntariamente!Nosotros, los humanos, sí lohacemos, al menos algunos denosotros. Los capuchinos no lohacen. Esa es la diferencia entreellos y nosotros. Los monos, aunquetengan un sentido para lo incorrecto,no tienen sentido alguno para locorrecto.

—¿Qué te parece todo esto?¿Saben los monos capuchinosqué es correcto?

—Creo que sí.—¿Crees que un sentido de

lo incorrecto es lo mismo queun sentido de lo correcto?

—El mono de los pepinosencuentra que eso es incorrecto.Pero el de las uvas lo encuentraperfectamente correcto.

—Eso me parece a mítambién. Si el mono al que se ledieron uvas sin que tuviera quehacer nada para ello poseyeraun sentido de lo que es correcto,¿qué haría?

—Pues el mono de las uvasle hubiera dado al otro, almenos, unas cuantas uvas.

—Exactamente. ¿Sabes aqué me recuerda esto?

—No.—A nuestras batallas con

almohadas. Cuando teníascinco años jugábamos con ellastodas las noches en la cama. Ysi yo estaba en una buenaposición y te había dado unabuena paliza con la almohada,¿sabes lo que gritabas?

—¿Hummm…?—¡¡¡Papá, eso no es juego

limpio!!! ¿Y sabes qué era para

ti juego limpio o lo correcto?¡Que fueras tú el que ganara!

Lo que consideramos incorrecto losabemos ya con cinco años. A esa edadsomos como los monos capuchinos,percibimos cuándo alguien nos trataincorrectamente, pero lo que es correctolo aprendemos más tarde. En laguardería y en la escuela aprendemosque lo que nos parece incorrectotambién es sentido así por otros niños. Ysolo entonces, cuando entendemos eso,aprendemos el comportamiento correcto.También aprendemos más tarde algunasotras cosas al respecto, pero no todo elmundo se hace después completamente

correcto y justo. Las personas que sonexactamente igual de sensibles ycorrectas con los demás que consigomismas, incluso de adultos, sonprobablemente muy escasas en todaspartes del mundo.

Nuestro siguiente esclarecimientofilosófico reza:

Los seres humanos tienen unsentido innato de lo que es incorrectocon respecto a sí mismos. Pero solomás tarde aprenden que los demásquieren ser tratados exactamenteigual que ellos mismos. Y eso en caso

de que aprendan bien.

Que los seres humanos sepancomportarse correctamente es muybonito. Pero ¿hemos de comportarnoscorrectamente solo con los sereshumanos? ¿No debemos intentar hacerlotambién con otros seres vivos? ¿Porejemplo, con los animales?

= ¿Se pueden comer animales?

Ante el puesto desalchichas Konnopke

¿Se pueden comer animales?

¿Quién inventó la salchicha consalsa de curry? Una cuestión difícil.Unos piensan que la inventó lavendedora de salchichas Lena Brücker,en Hamburgo. Otros creen que lainventora fue Herta Heuwer, en Berlín.Pero lo único que se sabe es quiénesregentaron el primer puesto que vendía

la salchicha al curry en Berlín Este. MaxKonnopke y su mujer Charlotte fueronlos que en 1960 inventaron sucurrywurst berlinesa-oriental segúnreceta propia. Antes, de jóvenes, seponían en la calle ofreciendo salchichasen una bandeja colgada del cuello (una«tienda de barriga») por las noches. Porel día estaba prohibido vendersalchichas. Durante la guerra, cuandoapenas había carne, vendían una especiede tortita de patatas, y después de laguerra los Konnopke pudieron comprarun puesto de salchichas móvil, unafurgoneta que colocaron bajo la víaelevada del tren de cercanías, en laesquina de la avenida Schönhauser con

la calle Danziger. Su hijo Günter, quetrabajaba en una carnicería en BerlínOeste, descubrió allí algo que no seconocía aún en el este de la ciudad: ¡lasalchicha al curry! Y así fue como losKonnopke comenzaron a producir lasalchicha al curry berlinesa-oriental,según una receta familiar celosamenteguardada. El puesto de salchichas en eleste de la ciudad se convirtió en unaatracción. Y la señora Waltraud, hija deGünter, fue considerada algo así como la«madre de la compañía» en elPrenzlauer Berg, y permaneció en elpuesto vendiendo la famosa currywursthasta su muerte en 2009.

Después de jugar en el parqueinfantil de construcción Oskar estárealmente hambriento, de modo que nosvamos a la avenida Schönhauser y nostomamos una salchicha. Hambrientos,devoramos nuestra comida de pie en unamesa alta ante el chiringuito. Perotambién aquí puede plantearse unacuestión filosófica. ¿Es realmentecorrecto lo que estamos haciendo?¿Comer una salchicha? ¿No se hacen lassalchichas de carne de cerdo? ¿Y no nosdeberían dar pena los pobres cerdos?¿Qué tal si cuento una breve historia…?

Imagínate que un día aterrizanen nuestro planeta seres extraños

que vienen del universo. Seres comolos de la película de HollywoodIndependence Day. Sonincreíblemente inteligentes ysuperan con mucho a los humanos,pero entre ellos no hay ningúnpresidente temerario en un avión decombate, ni un genio ignoradoparaliza los ordenadoresextraterrestres con virus terrestres.Por el contrario los aliens vencen ycercan a la humanidad en unperiquete. Comienza un dominio delterror sin parangón. Losextraterrestres utilizan a loshumanos para experimentosmédicos, hacen zapatos, asientos

de coche y pantallas para lámparascon su piel, explotan sus pelos,huesos y dientes. Además se loscomen, sobre todo a los niños y alos bebés, que son los que más lesgustan porque son blandos y sucarne muy tierna.

Una persona a la que acaban desacar de la cárcel para matarla yhacer salchichas con ella les grita aesos seres extraños: «¿Cómopodéis hacer algo así? ¿No veis quetenemos sentimientos, que noshacéis daño? ¿Cómo podéisquitarnos a nuestros hijos paramatarlos y comerlos? ¿No notáiscómo sufrimos? ¿No os dais cuenta

de hasta qué punto inconcebible soiscrueles y bárbaros? ¿No tenéiscompasión?».

Los extraterrestres asienten conla cabeza. «Sí, sí», dice uno deellos, «puede que seamos unpoquito crueles». «Pero, mirad»,continúa, «somos superiores avosotros. Somos más inteligentes yrazonables que vosotros. Somoscapaces de hacer muchas cosasque vosotros no podéis hacer.Pertenecemos a una especie animalmuy superior a la vuestra, muchomás desarrollada. Y por esopodemos hacer con vosotros lo quequeramos. ¡Observad nuestra

fantástica cultura, nuestras navesespaciales, con las que podemosviajar a la velocidad de la luz! ¡Yluego contemplad vuestra miserableexistencia! Comparada con lanuestra vuestra vida apenas tienevalor. Además, aunque nuestrocomportamiento no fuera del todocorrecto al provocaros dolor yangustias, hay algo mucho másimportante para nosotros: ¡estáistan ricos!».

—¿Qué piensas de esto,Oskar? ¿Crees que escomparable? Los seres humanosse comportan con los animales

con la misma crueldad que losaliens de la historia con loshumanos.

—Sí, quizá.—Y si eso es así,

¿deberíamos seguir comiendoanimales? ¿No es algoincorrecto y malvado?

—Hay algunos animales queyo no como, papá. Pulpos ocalamares, por ejemplo.

—¿Por qué no? ¿No tegustan?

—No, porque creo que no sedeben comer animales tanbonitos, listos y elegantes comoesos.

—¿Pero crees que sí sepueden comer otros animales?

—Por ejemplo, una vaca.—¿Por qué una vaca?—Las vacas no son tan

listas ni tan inteligentes nitampoco tan bonitas. Entre unpulpo y una vaca tú elegiríassiempre al pulpo como animaldoméstico.

—Y tú seguramente nocomerías nunca un animaldoméstico.

—No, nunca, papá.—O sea, dirías que los

motivos por los que no se debencomer ciertos animales son su

inteligencia y su belleza. Perola belleza es algo relativo. ¿Y sia alguien no le parecen bonitoslos pulpos…?

—Bueno, no todos no comenpulpo.

—Efectivamente.¿Prohibirías, si pudieras, comercalamares?

—Si todos estuvieran deacuerdo, me parecería bien.

—¿El motivo másimportante de por qué no comerdeterminados animales es, pues,su inteligencia?

—Sí, papá.—Bien. Así pues, no comer

ballenas, antropoides, monos,pulpos…

—Yo tampoco comeríatiburones. Ni elefantes.

—Pero los cerdos sontambién bastante listos. Y sinembargo sí te comes salchichashechas de carne de cerdo.

—¡Pero tú también comescerdo, papá!

—Muy astuto por tu parte.Pero aunque papá tambiéncoma carne de cerdo de vez encuando no tiene por qué sercorrecto… ¿Si yo dejara decomer carne de cerdo lo haríastú también?

—Bueno, los cerdos sabenrealmente buenos…

—Los humanos de lahistoria también les saben biena los aliens.

—Es verdad, tienes razón —piensa mucho tiempo.

—Cambiemos los papeles.Ahora intentaré defender elhecho de comer carne. Sinuestros antepasados en lasabana africana no hubierancomido carne, probablemente sehabrían extinguido. No habíasuficientes frutas y setas yalimentos parecidos para podercomer. En el paleolítico

cazaban bisontes y mamuts ycomían su carne. Y más tardelos pastores y labradorescriaban ovejas y cabras,terneras y cerdos paracomerlos. Los seres humanos dela prehistoria, así como muchospueblos primitivos, nuncahubieran sobrevivido si no sehubiesen alimentado también decarne, entre otras cosas. Esverdad que por naturaleza elser humano no es carnívoro,pero sí omnívoro, como el oso…

—O el tejón.—Exactamente. ¿No es esta

una razón convincente para que

podamos comer carne? Podríadecirse que la naturaleza nosha hecho así.

—Pero hoy ya no tenemospor qué comer carne. Hayverduras, frutas, pasta y tofu…

—Sí, es verdad, nosotros dosno tenemos por qué comercarne. Pero los inuit del Árticotienen que cazar focas, si no semueren de hambre.

—Pero en Alemania no,papá.

—Sí. Pero ¿qué vamos ahacer ahora?

—Creo que algunosanimales sí se pueden comer,

pero otros no.—Pero ¿dónde está el

límite?—Me parece que el cerdo

está en el límite. Lo que sepuede comer: vaca, cordero,cabra, todos los animales degranja, ¡excepto los caballos!

—Los caballos, sinembargo, son bastante tontos.¿Por qué no te los vas a comer?

—Porque son muy bonitos.—Ahora voy a decir algo

desagradable: no se debe matara las personas, en eso estamosde acuerdo. ¿Harías entoncesalguna diferencia entre una

persona que te parece guapa yotra que te parece fea?

—No.—¿Y por qué haces esa

diferencia con los animales?—Porque en el caso de los

animales se trata de variasespecies. De pulpos o caballoso cerdos.

—Pero el motivo por el queno se debe matar a sereshumanos no es solo porque seaninteligentes o bellos, sinoporque quieren vivir. Y porquepueden sufrir, y matarlos leshace mucho daño. Mira, unbebé recién nacido tiene menos

inteligencia que un cerdo, y apesar de ello no lo podemoscomer. Y tampoco podemosutilizar al lactante comoconejillo de indias paraexperimentar la acción de unnuevo champú, por ejemplo. Ycuando ves una joven terneraretozando en la pradera, bueno,no será muy lista peroseguramente sí muy feliz.

—Yo tampoco como crías deanimales, papá.

—Me parece que la cuestiónque nos ocupa es realmente muydifícil. ¿No lo crees tú también?

—Sí, también me parece a

mí.—Quizá las personas

deberían comenzar a comermenos carne. En eso podemosponernos de acuerdo. Hoy lagente come tanta carne porquees mucho más barata que antes.A cambio, los cerdos y lasterneras ahora viven enestablos gigantescos, casi sinluz. Se los mantiene en fábricasde animales y llevan una vidaabsolutamente horrible.También a los pollos se les meteen jaulas estrechas. ¿Te pareceeso bueno y correcto?

—¿Que estén tan solos en

una jaula estrecha? ¡Claro queno! Hay que pensar en cómosería el estar metido en unajaula tan estrecha…

—¿Esto sería lo mínimo quehabría que prohibir?

—¡Desde luego!—Pero a cambio las

personas tendrían que comermucha menos carne. Quizáalgunos pongan entonces unlímite y solo comandeterminados animales. Y otros,tal vez, ya no coman ninguno yse vuelvan vegetarianos. En esecaso se podría estar totalmenteseguro de que no se hace nada

equivocado…

El resto de nuestra salchicha al curryhace ya tiempo que ha quedado en elplato. Hemos perdido el apetito. Ya estiempo para nuestro siguienteesclarecimiento filosófico:

El valor de una vida no dependesimplemente de lo bello o inteligenteque alguien sea. Todo ser vivo quepueda sentir alegría, felicidad, miedo ydolor debería ser respetado. Si sereflexiona seriamente sobre ello,habría que decir que los argumentosen contra de comer carne

probablemente son mejores y másconvincentes que los argumentos afavor.

Pero acabamos de tocar un temasobre el que no hemos reflexionado nadaen absoluto hasta ahora: la felicidad…

Mi felicidad y yo

En Sanssouci

¿Por qué los seres humanostienen preocupaciones?

Hoy Oskar y yo volvemos a haceruna excursión a Potsdam. Queremos verel palacio y el parque de Sanssouci. AOskar le gustan mucho las historias dereyes, de antiguas guerras y de cómo erala vida en tiempos pasados. Al pasearpor los jardines de Sanssouci un día dediario parece que realmente nos

encontramos en una épocacompletamente diferente. El parque estan enorme que uno se cruza con pocaspersonas. Siempre hay algo quedescubrir; detrás de un seto aparece deimproviso un grupo de figuras de piedra,un pequeño palacio o una casa de té. Yen los antiquísimos árboles anidancernícalos, águilas ratoneras ygavilanes. Cuando Oskar curiosea por elparque le gusta pensar en uno de suslibros infantiles preferidos: Kásperle enel castillo de Altocielo. Se ha imaginadomuchas veces cómo sería vivir en unaépoca anterior, en la que aún había reyesy duques y condes. Por ejemplo, cómosería tener que vivir con un duque

huraño en un castillo, como Kásperle enla historia tragicómica de JosephineSiebe. Cuando leía en el libro que elduque se enfada con Kásperle, está demal humor y quiere castigarlo, Oskarpreguntaba muchas veces: «¿Por qué elduque está siempre de tan mal humor?».«¿Es malo el duque?».

¿Que por qué el duque tiene tan malhumor? Bueno, quizá he de contarle aOskar cosas de aquel rey que edificó yhabitó este maravilloso palacio. Fue unrey muy famoso y también estaba de malhumor a menudo. El nombre de este reyes Federico el Grande.

El rey Federico nació en 1712 en

el palacio real de Berlín, y fue elprimogénito de 14 hijos. Su padre,Federico Guillermo, era temido porsu dureza y rigor. Fue aquel «reysoldado» que hizo construir laempalizada en la isla de la Amistad.Y le gustaba todo lo que tenía quever con soldados: uniformes, durainstrucción y disciplina.

Su hijo Federico no respondió deninguna manera a sus expectativas;fue un niño frágil, delicado y consensibilidad artística. El rey dePrusia no se había imaginado así asu sucesor. El país tenía queconvertirse en un imperio poderosocon un soberano fuerte. Cuando

Federico tenía seis años su padreintervino en su educación. Le dejabaexactamente siete minutos paradesayunar y después comenzaba undía lleno de prescripciones y conmucho que aprender.

Federico, en cambio, rehuía todolo que podía las directrices de supadre. Hizo que le consiguieransecretamente libros, novelas yescritos sobre arte y música, inclusocomenzó a aprender a tocar laflauta. Cuando su padre se enteróse agravó la disputa. Una y otra vezel padre pegaba al hijo y le imponíacastigos brutales. Cuando tenía 18años Federico intentó escaparse de

noche y con niebla, pero su intentode huida fracasó. Durante un tiempoFederico Guillermo pensóseriamente en condenar a muerte asu propio hijo. Pero en lugar de ellohizo ajusticiar a su mejor amigo,porque no había delatado los planesde huida. La sentencia de muerte seejecutó ante los propios ojos deFederico.

Para calmar al padre, Federicose casó con una princesa queFederico Guillermo había destinadopara él. Nunca fueron felices juntos.

De joven Federico vivió en elRheinsberg, un castillo rodeado porun foso de agua, a cien kilómetros

de Berlín. Aquí, muy lejos de supadre, pasó los años más felices desu vida. Se dedicaba a la literatura,la música, el arte y la filosofía. Yescribió un libro sobre cómo un reydecente debía comportarse con lasdemás personas.

Poco tiempo después Federicotuvo la oportunidad de demostrarque él lo podía hacer mejor queotros reyes. En 1740 murió suodiado padre y Federico se convirtióen rey de Prusia. Inmediatamentepuso en práctica la primera de susideas. Prohibió torturar a personasen toda Prusia, dando así un nuevopaso: estableció que en su país

daría exactamente igual la religiónque uno tuviera. Un gran paso enaquella época, en la que sedisputaba y luchaba violentamentepor cuestiones religiosas. De todosmodos, esa regla no valía para losjudíos, que siguieron teniendo unavida dura en Prusia.

También en otro aspecto elnuevo rey defraudó rápidamente.¿No había declarado que laobligación más importante de un reyera mantener la paz? Apenasllevaba seis meses en su puestocuando Federico atacó Silesia consu ejército. La zona pertenecíaentonces a Austria y, tras una guerra

de cinco años, Silesia quedó enmanos de Prusia.

Como comandante en jefevictorioso Federico comenzó asatisfacer un sueño. Quiso volver aser tan feliz como lo había sido dejoven en el Rheinsberg, un lugar debelleza, de calma y de arte. Hizoconstruirse en Potsdam, segúndiseño propio, un pequeño palaciode verano. Y el nombre que le diofue: Sanssouci, una palabrafrancesa que significa «sinpreocupación».

En medio del actual parque dePotsdam Federico hizo que seinstalara un viñedo en pendiente,

dividido en seis terrazas, y en laparte de arriba situó el palacio.Recién cumplidos los 32 años el reyanotó también exactamente cómo ydónde deseaba encontrar sudescanso eterno: quería que leenterraran detrás de su palacio, enla terraza más elevada del viñedo.Desde allí se disfrutaba de una vistafantástica del parque. En la criptasolo le debían acompañar susperros preferidos. «He vivido comofilósofo y quiero ser sepultado comotal». No quería un gran entierro,nada de pompa y suntuosidad, solola luz de un único farol debíaacompañarlo en ese último viaje.

La vida del rey se desarrolló demodo muy diferente a lo planeado.Es verdad que Federico pasabamucho tiempo en Sanssouci durantelos meses de verano, pero el palaciono fue un lugar sin preocupaciones.Entre sus éxitos se cuenta el que elrey concediera más derechos alpueblo. Fundó varios centenares deescuelas. Ordenó que en suterritorio nacional se plantaranpatatas. Pero con el famoso filósofofrancés Voltaire, al que tuvo deinvitado durante dos años, casi loúnico que hacía era pelearse. Y elrey, que ya durante su vida recibió elsobrenombre de «el Grande», se

convirtió en un rey de las guerras.Invadió con su ejército Sajonia,

iniciando así una guerra sangrienta yterrible que duró siete años.Después de tres años Federico seencontraba al borde de una derrotaaplastante. En una carta desde elfrente describe su situación: «Miropa está agujereada por balas.Murieron dos caballos míos por tirosen el bajo vientre. Mi desgracia esque sigo viviendo. Nuestra derrotaes enorme. De un ejército de 48.000hombres ya no me quedan ni 3.000.En el momento en que escribo estotodos huyen, y yo ya no domino a migente. Es un revés terrible, no podré

sobrevivir a él. No tengo ningunareserva y, por no mentir, creo quetodo está perdido. No sobreviviré alhundimiento de mi patria. ¡Adióspara siempre! Federico».

Con mucha suerte, Federicoconsiguió dar vuelta a las cosas. Alfinal de la Guerra de los Siete AñosPrusia estaba mejor que antes deella, pero el rey había cambiadomucho. Él, que había amado una vezlas artes y la belleza, se convirtió enun hombre difícilmente accesible,adusto. La guerra había empeoradomucho su salud y su rostro; surcadode preocupaciones, apenas sonreía.Sus contemporáneos le llamaban el

«viejo Fritz».En lugar de dejarse acompañar

por personas prefería rodearse deperros. También dejó que el palaciose fuera arruinando, pues no se lomerecía ningún sucesor y determinóque solo se mantendría mientras élviviera. Federico murió a la edad de74 años en el verano de 1786. Peroel último deseo del rey no secumplió. ¡Nada de entierro filosóficoy nada tampoco de una últimamirada al jardín de Sanssouci!

A su sucesor, Federico GuillermoII, no le importaba mucho elromanticismo filosófico. Hizo que seenterrara a Federico en la iglesia de

la Guarnición de Potsdam,precisamente al lado de suaborrecido padre.

Pero esta historia no acaba aquí.Durante la Segunda Guerra Mundiallos féretros de los reyes prusianosfueron sacados de la iglesia paraprotegerlos de las bombas. 160años después de la muerte deFederico su ataúd se colocó primeroen un búnker, después en el pozoprofundo de una mina de sal y en1952 en el castillo Hohenzollern.Casi cuarenta años descansó el reyallí en una capilla. Parecía que yaera para toda la eternidad, puestoque entre tanto Sanssouci había

quedado en la zona de la RDA.Pero después de la reunificación

alemana pudo cumplirse finalmentela última voluntad de Federico. Setrajo a Potsdam el féretro del rey yse le enterró en la fosa, preparadapara ello, de la terraza del viñedo.¿Qué dijo una vez Federico, dejoven, al comienzo de laconstrucción de su mausoleo?:«Cuando esté ahí, no tendrépreocupaciones».

Mientras tanto hemos llegado a latumba del rey. Oskar mira meditabundola losa sepulcral en el césped, muysimple, sobre la que no hay más que el

nombre del rey.

—¿Qué piensas de Federicoel Grande?

—Cambió rápidamente demodo de ser después de laguerra.

—¿Por qué crees quecambió tanto?

—Porque vio muchas cosasbrutales.

—¿Solo las vio? ¿Quiéninició entonces la Guerra de losSiete Años?

—¡Él mismo!—¿Puedes imaginarte qué

sentimiento debe provocar eso?

¿Ser culpable de la muerte detantas personas?

—No me gustaría tener unsentimiento así.

—Y sin embargo el rey loque quería realmente era llevaruna vida sin preocupaciones. Siahora te pregunto por qué teníapreocupaciones el rey, ¿quédirías?

—Estaba preocupado porperder la guerra y porquemuriera toda su gente. Su vidano estuvo libre depreocupaciones.

—Las preocupaciones nocomenzaron con las guerras que

llevó a cabo el rey. Piensa en suniñez y en su juventud. Su padrele pegó repetidas veces. Y sumejor amigo fue ajusticiadoante sus ojos porque no le habíadelatado.

—Eso es horrible. Esodestrozó a Federico en lo másprofundo de su ser.

—Eso creo yo también,Oskar. Quien vive muchas cosashorribles jamás se libra deellas. Piensa en lo queaprendimos sobre nuestro cajóncerrado en el cerebro. ¿Te pasaa ti también eso? ¿Tienespreocupaciones algunas veces?

—A veces, por la escuela.Pero procuro quitar de micabeza las preocupaciones.

—Entonces te pregunto alrevés: ¿eres siempre feliz?

—No, no siempre.—¿Por qué no?—Porque durante nuestro

viaje del verano añorabanuestra casa, por ejemplo.

—¿Conoces a alguien quesiempre sea feliz?

—No.—¿Por qué piensas que

nadie es feliz siempre?—Todos tienen

preocupaciones alguna vez,

papá. Y entonces uno es infeliza veces. Eso es así.

—¿Por qué es así?—Porque a todos nos

inquieta algo y nos vienenmalos pensamientos a lacabeza.

Creo que hay mucho de verdad enello. Quien piensa mucho fácilmentetiene preocupaciones. Probablemente enesto resida el hecho de que los humanossean tan inteligentes comparados con losanimales. Nuestros cerebros pierdenmuy fácilmente el equilibrio. Cuandonos asaltan malos pensamientos fluyenmuchas sustancias químicas por nuestro

cerebro y se encargan de que seamosinfelices. Lo mismo pasa también,naturalmente, con los buenospensamientos y las sustancias químicasque nos hacen felices. Pero pocas vecesestamos realmente centrados. Y por esolos humanos, por su propia naturaleza,no pueden ser felices siempre. Aunquetodos nuestros deseos se cumplan, esono nos protege frente al mal humor. Elrey Federico había conseguido casitodos sus propósitos: ganó dos grandesguerras y logró muchas cosas que eranimportantes para él, pero no poralcanzar las metas se es feliz, ni muchomenos.

Nuestro esclarecimiento filosófico

es el siguiente:

Los seres humanos son taninteligentes que no pueden sersiempre felices, pues nuestroscerebros se desequilibran a menudo.Aunque uno cumpla sus deseos yalcance sus metas, no siempre es feliz.

Lo que Federico el Grande buscórealmente en su vida no lo encontró: supaz anímica. Lo que quería era una vidasin preocupaciones en medio de cosasbellas. Pero ¿qué son en realidad lascosas bellas?

= ¿Qué es belleza?

En el Nuevo Museo

¿Qué es belleza?

Esta mañana visitamos Oskar y yo laisla de los museos. Los museos están enmedio de la ciudad, como si se tratarade un trozo de la antigua Grecia. ElSpree fluye lentamente por delante consu agua verde y todo parece muy idílicoe intemporal.

Nuestra meta es el Nuevo Museo ysu atracción especial, el busto de

Nefertiti, esposa de faraones. El edificiofue durante mucho tiempo una ruina y sereformó hace pocos años. Hoy es unamezcla muy lograda de vieja y nuevaarquitectura y el edificio en sí mismo esuna obra de arte. Cuando se visitarealmente no es necesario ver el artegriego, romano o egipcio antiguo: ¡elmuseo mismo es tan bonito!

Pero naturalmente Oskar quiere vera la famosa Nefertiti. Aunque hoy no haymucha gente en el museo, hemos dehacer cola ante la sala del segundo piso.Pueden entrar solo unos pocos visitantesa la vez. Así que charlamos sobre lalegendaria soberana de Egipto y sobresu busto, igual de conocido…

El busto se encontró en Tell el-Amarna, en la ribera oriental delNilo, en el Egipto Medio. El faraónAjenatón hizo construir allí una nuevaciudad: Ajetatón. Fue un faraón muyimportante, que declaró que enrealidad no había tantos diosesdiferentes sino uno solo: Atón, eldios del sol. Su mujer Nefertitiprobablemente regía a su lado conbastante igualdad de derechos. Almenos parece que tenía el rango deuna gran sacerdotisa. También suhijo Tutankamón se hizo muyfamoso, no porque fuera unsoberano importante, sino porque

más tarde se habría de encontrar sutumba, con todos sus tesoros, en elValle de los Reyes.

En la época en que Ajenatón fuefaraón se produjeron en Egiptoduros enfrentamientos. Lospoderosos sacerdotes de la antiguacapital, Tebas, opusieron resistenciaal nuevo culto de Atón y Ajenatónhizo que los persiguieran. A la vezamenazaba al imperio egipcio unacompetencia poderosa en el este:los hititas, un pueblo belicosoprocedente del territorio que luegosería Turquía, intentaban construirun gran imperio y amenazaban conello la hegemonía de Egipto. Tras

diecisiete años de gobierno Ajenatónmurió en circunstancias poco claras.El destino de Nefertiti también esdesconocido.

La esposa del faraón fue sacadadel olvido cuando en 1912 unosarqueólogos alemanes encontraronsu busto en Amarna. Desde 1920está en Berlín y los berlinesespiensan realmente que ya es unaberlinesa más. Los egipcios, por elcontrario, ven el asunto de modocompletamente diferente y siguenexigiendo con insistencia que elbusto de Nefertiti sea devuelto atoda costa a Egipto.

El motivo de la disputa es fácil

de entender. Es verdad que el bustode la soberana egipcia ni siquieratiene medio metro de altura y quepesa exactamente veinte kilos. Perosu valor es incalculable. ¡El seguroconsidera que tiene un valor de 300millones de euros!

Un motivo de su valor es el buenestado en que se encuentra, solo lefalta el ojo izquierdo. Pero esonaturalmente no es todo. Porque entorno a la cabeza de piedra calizade la faraona rondan muchashistorias, mitos y leyendas. Ya elnombre da fe de su legendariabelleza. «Nefertiti» significa: «labella ha llegado».

El delgado rostro de la egipcia,de altos pómulos y rasgosarmónicos, fascina desde siempre amucha gente. El emperadorGuillermo II mandó hacer una copiadel busto para sus habitacionesprivadas. Y cuando hubo de abdicartras la Primera Guerra Mundial se lallevó consigo al exilio en Holanda.También Adolf Hitler estaba tanentusiasmado con Nefertiti quemandó que le hicieran una copia. Yalgunos piensan incluso que el bustodel Nuevo Museo no es el original,sino una réplica…

Pero enseguida podremos entrar ya

en la sala y ver de cerca por fin aNefertiti, unos pocos minutos más y loconseguimos. Respetuosamente nosacercamos Oskar y yo a la urna decristal situada en medio de la sala,donde está expuesta Nefertiti.

—Bueno, y ahora, Oskar,¿qué te parece?

—Nada especial.—¿No te gusta?—Bueno, sí. Pero no la

encuentro tan especial.—Pero todos dicen que es

bellísima.Oskar medita.—¡Mamá es mucho más

guapa!

Después de un rato estamos denuevo en la calle. Nos damos todavía unpaseo desde la isla de los museos hastala calle Unter den Linden. Al otro ladode la calle estuvo en su momento elpalacio real y más tarde, en tiempos dela RDA, el palacio de la república.Ahora hay allí un edificio provisional,el Humboldt Box. Si se sube en elascensor, desde arriba hay unas vistasfantásticas de Berlín. Nos sentamos enla terraza, bebemos algo y gozamos delpanorama.

—Vuelvo a Nefertiti. Asípues, tú no la encuentras guapa.

—No tan, tan guapa, papá.—¿Qué es, pues, lo que te

gusta? Fíjate en las iglesias,por ejemplo, entre esos muchosedificios que vemos. ¿Cuáles teparecen bonitas?

Oskar medita.—La sinagoga me parece la

más bonita.—¿Por qué? ¿Qué tiene que

las otras iglesias no tengan?—Porque tiene eso dorado.

La segunda más bonita es lacatedral, luego la iglesia deSión, luego la iglesia de Santa

Sofía y después las otras. ¿Yqué iglesias son para ti las másbonitas, papá?

—Hummm. Creo quetambién la sinagoga y despuésla iglesia de Santa Sofía. Lacatedral no me gusta tanto. Esverdad que es grande pero noparece realmente una iglesia.La encuentro además bastanterecargada y cursi…

—A mí me parece bien,papá.

—Ya ves qué diferenciaspuede haber en la apreciaciónde la belleza. ¿Sabes por qué?

—Ni idea.

—Mira esta mesa deterraza. ¿Qué dirías de suaspecto?

—Blanca. De esquinasredondeadas.

—Bien. ¿Y por qué sabeseso, Oskar?

—Porque puede verse.—Exactamente. ¿Y crees que

otros la ven exactamente comotú?

—Sí.—Y si ahora te pregunto si

es bonita la mesa, ¿también telo parece?

—Sí.—¿Y tienen los demás que

encontrarla bonita también?—No, papá.—¿Por qué no?—Porque cada uno tiene su

gusto.—Sí, es verdad, Oskar.

¿Crees que cuando seas mayorte seguirá pareciendo bonita lamesa?

—Eso no lo sé… —medita.—¿Cuál crees que es la

diferencia entre que yo diga lamesa tiene esquinasredondeadas o la mesa esbonita?

—La mesa tiene realmenteesquinas redondeadas. Y que

sea bonita es algo que te puedeparecer o no.

Eso está muy bien. Que la mesa esblanca es una propiedad de la mesa.Pero que sea bonita es una idea ennuestra cabeza. Creo que con ellohemos aprendido algo importante: labelleza no es una propiedad de lascosas, de las personas o de los paisajes.La belleza es algo que vemos en lascosas o en las personas, por esotampoco se puede medir. Naturalmente,algunas personas les parecen bellas amuchas otras personas. Hay modelos oactores que les parecen guapos a muchagente. Pero en otras épocas se

consideraban bellas a personascompletamente diferentes. Fue chic estarun poco más gordito y luego volvió aparecer que era más bello estar delgadoo muy delgado. Y es que nuestras ideassobre la belleza cambian. Lo que nosparece bello a los diez años no tiene porqué seguir pareciéndonoslo a loscuarenta. Nuestro esclarecimientofilosófico es este:

La belleza es una idea en nuestracabeza. Depende de nuestro gusto. Ynuestro gusto está a su vez influidopor la cultura en la que vivimos. Nohay una belleza objetiva.

Lo que molesta de la belleza, por lodemás, es que esté tan injustamenterepartida. Algunas personas les parecenbellas a muchos y otras no. Y la verdades que en este aspecto no se puede hacermucho para que los demás le encuentrena uno bello. ¿No es injusto?

Esto nos lleva a nuestro siguientetema filosófico, a saber, la cuestión dequé es justo. ¿Cómo debería ser laconvivencia de las personas para quetodo sucediera del modo más equitativoposible?

= ¿Qué es justo?

En el Plänterwald

¿Qué es justo?

Uno de los lugares más curiosos yfascinantes de Berlín es el Plänterwald,un bosque situado directamente a orillasdel Spree, al este de la ciudad. Despuésde pasear un rato entre los árboles, sellega a una zona muy especial. ¿Quésucede o, mejor, qué ha sucedido aquí?Vemos los restos oxidados de unvehículo oruga detrás de una valla, una

noria gigantesca que se eleva, torcida ycochambrosa, casi cincuenta metros enel aire. Y en un prado reposan volcadosunos dinosaurios de tamaño real. ¿Esque ha habido una guerra? ¿O unacatástrofe que haya llevado a laextinción de los seres humanos y de losdinosaurios? El escenario realmenteparece el de una película del fin de lostiempos. Bueno, una vez más, ¿qué hasucedido aquí?

El Plänterwald fue en un tiempo unparque de atracciones, el parque deatracciones de la RDA, para ser exactos.Unos dos millones de personas acudíancada año a visitarlo, casi tantas como alparque zoológico. Todos querían

montarse en la noria y en otras de lasmuchas atracciones de que disponía.Había casetas y sitios donde comer,como en cualquier gran feria.

Tras la reunificación alemana seplanteó la cuestión: qué hacer con elparque de atracciones. En la RDApertenecía al Estado, pero en Alemaniael Estado no administra atracciones deferia. Un nuevo propietario renovó elparque e instaló además nuevasatracciones, pero el número devisitantes de la feria era cada vez menory enseguida se arruinó. Desapareció dela noche a la mañana con algunas de susatracciones rumbo a América del Sur.

Después, no hubo mucho más. Desde

hace diez años el parque se estádesmoronando. Hierba y maleza llenanel recinto, e incluso la verja se ha vueltovieja y frágil, de modo que hoy se puedeentrar en ese paisaje de ruinas sin granesfuerzo. Los fines de semana seorganizan incluso visitas guiadas por eldesastrado parque. Y ahora se ha abiertotambién un pequeño café.

Oskar y yo nos sentamos en el caféMythos, con vistas a las ruinas delparque; naturalmente, él preferiría quelos tiovivos funcionaran en lugar deoxidarse. Tampoco tendría nada encontra del algodón de azúcar y lasalmendras. Pero, por otro lado, se da

cuenta de que es un lugar muy especial,con un extraño atractivo. Y por esodecido tomar este sitio como estímulopara un juego mental…

Imagínate que se cae un avión.Y que tú estuvieras dentro. Graciasa Dios todos los pasajeros sesalvan. El avión aterrizaviolentamente, a duras penas, enuna isla deshabitada del océanoPacífico. Aunque nadie estágravemente herido y todossobreviven, por el fuerte choquetodos tienen una conmocióncerebral. Cuando vuelven en sí yanadie sabe exactamente quién es, ni

qué profesión ha ejercido, ni lo quees capaz de hacer especialmentebien o mal.

Ahora, quieran o no, todos tienenque comenzar de nuevo en la isla.Es una zona salvaje y fascinante,como el Plänterwald. Hay colinas ymontañas, unas cuantas cabrassalvajes y también algunas plantas yfrutas comestibles. El entorno ofrecetodo lo que necesitan los humanos,lo suficiente para comer y beber,sitios calientes para dormir ybastante espacio para cada uno.

Las personas han de ver ahoracómo van a arreglárselas unos conotros en la isla. Necesitan reglas

para que no surja el caos y laanarquía. Naturalmente, cada unode ellos deseará, en primer lugar,tener satisfechas las necesidadeshumanas más importantes: querrádisponer de agua potable, comer lonecesario y dormir en un sitioadecuado. El resto de lasnecesidades todavía sondesconocidas para ellos. Laconmoción cerebral y la pérdida dela memoria les impiden pensar conclaridad sobre sí mismos y podervalorarse. De modo que se reúnen ypiensan en reglas que puedanayudar a personas que, como ellos,se encuentran completamente

inseguras.¿Qué reglas podrían establecer?

¿Qué se puede hacer y qué no? Noes nada fácil porque, al haberperdido la memoria, nadie sabequién es en realidad y ningunopuede presuponer qué es lo mejorpara él, ni desea correr ningúnriesgo en este aspecto, pues nopuede saber si es capaz o no deestar a la altura. De modo que elgrupo hace una lista con todas laspropuestas para compartir todos losbienes fundamentales. ¿Por quéreglas te decidirías? ¿Qué seríapara ti lo más importante? ¿Quépondrías en segundo y tercer lugar?

—Y bien, ¿qué piensas,Oskar? ¿Qué regla sería para tila más importante en el tratocon los demás?

—No se puede matar aotros, papá.

—Suena convincente. ¿Y lasiguiente regla?

—No se puede quitar nada alos demás, sobre todo comida.

—Suena bien también. ¿Y latercera?

Oskar reflexiona muchotiempo.

—Ahora esto se pone difícil.¿Cuál escojo…?

—Voy a pensar contigo. La

isla en principio no pertenece anadie. Lo primero que hay quehacer es tomar posesión de ella.

—Entonces nadie puedecomportarse como un tirano ydecir: «Esta isla me pertenece amí». El jefe no puede ser unaúnica persona.

—Está bien. Ahoraimaginémonos que hancomenzado a tomar posesión dela isla. Que ninguno es el jefe ycada uno recibe un trozo detierra del mismo tamaño. Unocría en él cabras, otro plantapatatas, otro lo intenta concereales y así sucesivamente.

¿Eso sería justo?—Sí, papá.—Pero ahora sucede lo

siguiente: la cría de cabrasfunciona estupendamente,porque se reproducen rápido, yel criador de cabras producemuchísima leche y queso. El delas patatas, en cambio, no tieneninguna suerte, porque laspatatas no crecen comodebieran; y además unatempestad destruye toda laplantación. Entonces el criadorde cabras le dice al cultivadorde patatas: «Mira, yo te puedoayudar. Si me das tu tierra

puedes cuidar de mis cabras. Ycomo retribución te doy algo demi leche y de mi queso». Y comotodos los cultivadores depatatas tienen el mismoproblema con su cosecha leshace la misma oferta a todos.Los cultivadores de patatasaceptan. Y después de un ciertotiempo, relativamente corto, lamitad de la isla pertenece alcriador de cabras. ¿Es esojusto?

—No, papá. Eso es injusto.Porque él entonces poseemuchísimo más.

—¿Hay que prohibir al

criador de cabras, pues, eseintercambio, Oskar?

—Los otros también puedenintentarlo con cabras. Y elcultivador de patatas puedeprobar otra vez con sus patatas.¿Y si no entrega toda la tierra,sino solo la mitad, y así lequeda terreno para seguirintentándolo?

—¿Cada uno ha de quedarsecon el mismo trozo de tierra quelos demás? ¿O puede poseermás si tiene éxito con suterreno?

—El criador de cabras nopuede ser el jefe.

—Pero ¿no puede conseguirmás tierra por intercambio? Loque quiero saber es si es másjusto que todos tengan lo mismoo que el que tenga más éxitoreciba más.

—Es más justo que todosreciban lo mismo. Y todos hande tener suficiente para comer.

—Sí, pero el criador decabras solo dice: «¡Dame tutierra!», para que el otro, elcultivador de patatas, no pasehambre. Eso es justo, ¿no?

—También le podría regalarun par de cabras.

—Sí, podría. Pero ¿y si no

lo hace y, en lugar de ello,propone ese intercambio, tierrapor comida?

—Bueno, sí, uno puede tenermás tierra. Pero no tanta comopara que los demás pasenhambre.

—Eso quiere decir que sí sepuede tener un terreno mayorque el de los demás, pero ¿solosi los demás también sacanprovecho de ello y pueden vivirpor su cuenta?

—¡Sí, no se puede hacerningún chantaje!

Creo que con esto hemos dado con

reglas bastante buenas. Son, por cierto,reglas semejantes a las que estableció undía el famoso filósofo estadounidenseJohn Rawls. Si se quiere tener reglasjustas, pensaba Rawls, hay quecolocarse siempre en la posición delmás débil, pues es probable que seaprecisamente eso lo que garantiza lamayor equidad. Las reglas de Rawls sonestas:

1. Todos tienen los mismos derechos.Y todos pueden desarrollarse contanta libertad como quieran,mientras eso no limite la libertadde los demás.

2. En el caso de que alguien consiga

más posesiones que otro, entoncesvalen las siguientes reglas:primera, todos han de tener laoportunidad de conseguir másposesiones; y segunda: quienestengan más han de ceder a los quetienen menos una parte suficientede sus bienes.

Creo que con ello hemos conseguidoun nuevo esclarecimiento filosófico:

Es justo lo que es más equitativopara todos y ofrece a todos las mismasoportunidades. Por eso hay quecolocarse siempre en el punto de vista

de los más débiles, de modo que nadiese aproveche.

Pero ¿con esto se han esclarecido yatodas las preguntas? La primera de lasreglas de Rawls dice que yo no puedocoartar la libertad de los demás. ¿Porqué no? ¿Qué es propiamente lalibertad? ¿Y por qué es importante lalibertad?

= ¿Qué es libertad?

En el Parque delMuro

¿Qué es libertad?

Que Berlín tenga un «Parque delMuro» hay que agradecérselo (como enel caso de la zona RAW) al esfuerzo y ala creatividad de mucha gente. Este granespacio verde se transforma, sobre todolos fines de semana de verano, en unamezcla colorista de gentes de todo elmundo. Hay un gran rastro en el que los

precios son módicos. Por todas partespuede uno tumbarse en la pradera y elolor a salchicha asada llena el aire. Losjugadores de petanca lanzan sus bolas,se hace malabarismo, se juega albaloncesto y al fútbol. Y en grandesanfiteatros compiten cantando en elkaraoke personas de diferentes culturas.El público es curioso y amable, ydomina un ambiente desenfadado.Parece que aquí todo el mundo puededisfrutar de la vida y hacer lo quequiera.

Pero no siempre fue así. El recintodel Parque del Muro, donde hoy seanima la vida, fue antes una zona demuerte. Originariamente —en el siglo

XIX— fue el solar de la estación delnorte, desde donde salían los trenes demercancías hasta Stralsund. Después dela Segunda Guerra Mundial, cuando lasfuerzas vencedoras se repartieron laciudad, pasaba por aquí la frontera entreel sector francés y el soviético. La zonaoccidental del actual parque, Wedding,fue ocupada por soldados franceses y lazona del lado este, Prenzlauer Berg, fuecontrolada por los soldados soviéticosdel ejército rojo.

El 13 de agosto de 1961 el gobiernode la RDA fortificó con un muro laanterior frontera sectorial, despuésfrontera estatal entre la RFA y la RDA.El muro pasaba por el recinto de la

estación. Lo que hoy es parque fuedurante casi treinta años una zona casivacía de gente, cubierta de malashierbas, pero estrictamente vigilada enel lado de la RDA. Nadie debía pasarpor encima del muro desde el BerlínEste al Berlín Oeste. Desde un miradorlos berlineses occidentales y muchosturistas podían ver la RDA desde el ladooccidental: la zona prohibida y lasinstalaciones de alta seguridad.

Tras el derrumbamiento de la RDA,Alemania volvió a unificarse, en octubrede 1990. Muchas de las personas quevivían en las casas y barrios dealrededor utilizaban esa zonaabandonada en su tiempo libre. Se

entabló una larga discusión sobre lo quehabía que hacer ahora con la zona. A laciudad le habría gustado vender ahíterrenos edificables para que seconstruyesen casas, pero hubo muchasiniciativas ciudadanas que mantuvierongrandes enfrentamientos con lasautoridades para defender «su» parque.Y hoy el Parque del Muro es quizá elsitio de reunión más importante de todala ciudad para gente joven de todas lasculturas.

Cuando Oskar y yo estuvimos allípor primera vez, él contemplaba concuriosidad el muro. Todavía hoy quedaen pie un largo trozo en mitad del

parque, pintado de colores y lleno degrafitis. Entonces mantuvimos estadivertida conversación:

—¿Qué es eso, papá?—Eso es un trozo del muro.—Es demasiado alto para

trepar por él hasta arriba.—Bueno, ¿sabes, Oskar?,

ese era precisamente el sentidodel asunto. Nadie debíaescalarlo.

—Pero ahora yo podríahacerlo.

—Me temo, Oskar, que no loconseguirías. Eres todavíademasiado pequeño para ello.

Oskar reflexiona.—Bueno, quizá cuando se

construya el próximo muro,papá…

No es de esperar, gracias a Dios,que en un tiempo previsible vuelva aconstruirse un muro que atravieseBerlín. De todos modos, para niños yjóvenes es casi inconcebible que Berlínfuera cortado por un muro. La historiadel muro es para ellos una historia caside la época de Astérix. Pero ¿cómo sellegó a eso?

Después de la Segunda Guerra

Mundial, las potencias vencedoras,Estados Unidos, Gran Bretaña,Francia y la Unión Soviética, serepartieron Alemania. En el territorioque ocuparon las «potenciasoccidentales» surgió la RepúblicaFederal Alemana. En el territorio queocupó la Unión Soviética surgió laRepública Democrática Alemana.Ambos estados eran muy diferentes.

En la RDA el sistema era«socialista». Las fábricaspertenecían no a individuosconcretos sino al Estado. Losalquileres de las casas eranbaratos. Y todos los trabajos debíanvaler lo mismo, de modo que

también todo el mundo ganaba máso menos lo mismo. Como ideasonaba bien. Pero el Estado nosuprimió la injusticia, sino que creónuevas injusticias. Los quepertenecían al partido socialistapodían conseguir ventajas frente aotras personas. Y dado que elgobierno desconfiaba de su pueblo,organizó un tremendo aparato deservicio secreto. Se vigilaba a lagente, se interceptabanconversaciones y se espiaba. Yquien criticaba al Estado tenía quecontar con castigos duros e injustos.La salida del país era casiimposible.

En la República Federal no regíael principio de que todos debíanganar lo mismo. Quien más producíao simplemente tenía más suerte yéxito (o padres más ricos) ganabamás dinero que otros. Y lasfábricas, excepto unas pocasexcepciones, no pertenecían alEstado, sino a individuos concretos.La sociedad de la República Federalen conjunto se hizo rápidamentemás rica que la de la RDA y fue asípor dos razones importantes.Primera: a muchas personas lesestimula tener posibilidades deconseguir más que otras por supropio rendimiento. Y segunda: la

República Federal perteneció desdeel comienzo a la parte más rica delmundo. Su reconstrucción fueapoyada por Estados Unidos.Comerciaba con América y con losdemás países de Europa occidental,que pertenecían a los más ricos delmundo. La RDA, sin embargo, casisolo podía intercambiar susmercancías con la Unión Soviética ylos demás países de Europaoriental, que eran mucho máspobres. Todo esto hizo que paramuchas personas la vida en laRepública Federal fuera másagradable que la vida en la RDA. Yla República Federal permitía a sus

ciudadanos muchas más libertadespara hacer y deshacer lo quequisieran.

Desde el comienzo, muchaspersonas de la RDA huyeron a laRepública Federal. Entonces, laRDA construyó poderosasfortificaciones y vallas deaislamiento para que no salieranadie, pero seguían produciéndosecontinuamente huidas. Tres millonesy medio de personas huyeron hasta1961 de la RDA al oeste. Hacer estoera bastante fácil en Berlín, porquela frontera en la ciudad tenía 45kilómetros de longitud y en algunaspartes se pasaba por calles

estrechas, así que resultaba muydifícil vigilarla. Por eso el gobiernode la RDA decidió, con elconsentimiento de la UniónSoviética, construir un muro paracercar definitivamente el este deBerlín. La noche del 12 al 13 deagosto comenzaron los trabajos.Algunos aprovecharon su últimaoportunidad de huida y sedescolgaron por las ventanas consábanas atadas, se tiraron por ellasdejándose caer en lonas debomberos y saltaron las barrerastodavía inacabadas.

La República Federal y EstadosUnidos contemplaron la construcción

del muro sin poder hacer nada. «Noes una buena solución», dijo elpresidente estadounidense John F.Kennedy, «pero sí mil veces mejorque la guerra». Sin embargo,durante los 28 años siguientes deexistencia del muro continuaronproduciéndose los intentos de huida.Pero el muro estaba vigilado muyestrechamente. Los soldados defronteras de la RDA tenían la ordende disparar a cualquier prófugo. Porlo que se sabe actualmente, 136personas murieron en el muro, lamayoría hombres jóvenes menoresde treinta años.

En el otoño de 1989 se

produjeron en la RDA fuertesprotestas contra el gobierno. El 9 denoviembre la dirección de la RDA diolectura a un acuerdo según el cualse permitía la libertad de circulaciónen la RDA. Entonces muchaspersonas de Berlín Este acudieronen masa al muro y exigieron que seles dejara pasar. Tras algunasdudas y gran confusión los guardiasfronterizos abrieron los pasos.Desde entonces el muro ya no fueuna amenaza. Airados ciudadanosde la RDA y cazadores derecuerdos lo hicieron pedazos,excepto en algunos tramos. Almismo tiempo que el muro iba

cayendo trozo a trozo, sederrumbaba la RDA. El 3 de octubrede 1990 la RDA se anexionó a laRepública Federal. Alemania era yaun único país de nuevo.

—Así que no fue nadadivertido lo del muro.

—En absoluto, papá. Allímurió mucha gente.

—Te acabo de contar cuáleseran las diferencias másimportantes entre la RepúblicaFederal y la RDA. ¿Dóndehubieras preferido vivir tú?¿Donde todos ganan lo mismopor su trabajo o en un país en el

que recibes más si rindes más?—Bueno, está bien eso de

tener una profesión, ganardinero y ser feliz. Pero a mí megusta más holgazanear. Esmejor que trabajar y no ganarmucho a pesar de ello.

—Y los que más trabajantampoco parecen estar muycontentos.

Oskar medita.—Es verdad.—Pero el mayor problema

era que el Estado era muysevero y desconfiado con susciudadanos. Los vigilaba yespiaba. A mucha gente eso no

le parecía nada bien. Muchosde los que vivían en laRepública Federal eran másricos y además allí había máscosas bonitas para comprar. Yen vacaciones se podía viajar aotros países, a España, Italia,Austria. Eso no lo podía hacerla gente de la RDA.

—¿Querían todos marcharsede la RDA, papá?

—No todos. Pero sí muchos.Sobre todo a la mayoría de losjóvenes la RDA les resultabademasiado aburrida.

—¿Realmente se trataba,pues, de dos países

completamente diferentes?—Sí, y además enemistados.

Siempre existía el temor de quese llegara a la guerra entreEstados Unidos y la UniónSoviética. Entonces loshabitantes de la RDA y los de laRepública Federal se hubierandisparado mutuamente. ¿Puedesimaginarte ahora por qué sequería salir de la RDA?

—¡Claro! En el otro ladorecibías más dinero, un trabajomejor y se te recompensabamás.

—¿Te importaría vivirdonde fuera con un muro que no

puedes traspasar?Oskar medita.—Sería algo muy tonto.—Imagínate si hubiera un

muro alrededor de Colonia y nopudieras visitar a la abuela y alabuelo.

—Sería algo muy triste.—¿Crees que la RDA tenía

derecho a construir el muro?Esta parte dijo: somos laAlemania más justa, entrenosotros cada uno recibe lomismo. Entonces tambiénpodemos construir un muro,para que esto se conserve…

—Más bien no, papá. No era

necesario un muro. Ni dospaíses.

—¿Qué es para ti lalibertad, Oskar?

—Poder hacer lo que sequiera. Y decidir por uno mismoa dónde ir.

—¿O sea, libertad es «poderdecidir por uno mismo»? Esosuena bien. Pero ¿basta coneso? ¿Preferirías, por ejemplo,vivir en un país pobre en el quese te permitiera todo o en unorico donde muchas cosasestuviesen prohibidas?

Oskar medita largo tiempo.—Creo que mejor en un país

rico. Pero, papá, lo mejor detodo es un país rico donde sepueda hacer todo.

—Así que la libertad ya noes tan valiosa cuando se espobre y por eso no se puedenemprender muchas cosas solocon la propia libertad. Para queuno pueda vivir realmente sulibertad, pues, tienen que estarsatisfechas ya otras muchascircunstancias. Por ejemplo,tener un cierto bienestar. Perose me ocurre una segunda cosa.Tú hablas de «un país donde sepueda hacer todo». ¿Crees esoen serio? ¿En una libertad sin

límites, en la que todos puedenhacer cualquier cosa? ¿Creesque eso es bueno?

—No, papá. Reglas tieneque haber.

—¿Y qué crees que sucede sino hay ninguna y todos puedenhacer o no hacer con plenalibertad lo que quieran?

—Entonces se mata a lagente. Y quizá se presente unhombre con un cuchillo por lamañana ante la puerta de casa.Porque aunque mate a alguienno le pasa nada.

—La libertad, pues, solotiene sentido en conexión con

una alta seguridad.—«Seguramente sobre las

nubes la libertad ha de serilimitada…» —canta Oskar.

—¿Sobre las nubes? Ahí esdonde se tiene precisamentemenos libertad. Ahí dependemosde que funcione el avión y no secaiga. Y el aire es tan fino queno contiene suficiente oxígeno.Y hace un frío tremendo ahíarriba… También por eso,Oskar, puedes darte cuenta deque la libertad es algo quedepende siempre de laseguridad. Ambas cosas vanjuntas. Sobre las nubes y

también entre los hombres.Realmente hay incluso doslibertades diferentes. Una espoder hacer algo.

—Ir al bosque y jugar. Ojugar al fútbol, o jugar al legoen la habitación…

—Exactamente. Y la otralibertad es que le dejen a unotranquilo.

—Sin deberes que hacer.—Sí, o sin que se le castigue

brutalmente por cosasintrascendentes. O que elEstado no se meta en todo.

Con esto ya podemos expresarnuestro próximo esclarecimientofilosófico:

Saber que se pueden hacer muchascosas hace felices a los seres humanos.Pero la libertad para hacer algo vienelimitada por la libertad de los demás,que también pueden hacer algo. Dondecomienza la libertad del otro allíacaba la mía. De modo que solo haylibertad en conexión con la seguridad.Si todos pueden hacer todo, laconvivencia se vuelve horrible.

Al abandonar el Parque del Muro

estoy seguro de que ahora Oskarcontempla el muro con otros ojos. Hoyhemos aprendido mucho. Por ejemplo,que el sentimiento de poder hacermuchas cosas es importante para losseres humanos. Forma parte de las cosasque importan en la vida. Incluso aunqueno se hicieran muchas cosas que sepueden hacer, a menudo basta con laidea de que se puede hacer algo. Pero¿cuáles son las cosas que importan…?

= ¿Qué es lo que importa en lavida?

En la torre de latelevisión

¿Qué es lo que importa en lavida?

¿Quién tiene la torre de televisiónmás alta? Parece que durante una épocaesa cuestión importaba. Cuando WalterUlbricht, el jefe de Estado de la RDA,decidió en 1964 construir la torre detelevisión de Berlín se trataba sobretodo de una cosa: de prestigio mundial.

La altura de la torre de televisión teníaque hacer visible a lo lejos la grandezadel socialismo de la RDA. ¡Quien escapaz de construir una torre así debetener los mejores ingenieros del mundo!Y esos ingenieros, soñaba Ulbricht, solopuede producirlos el mejor sistemaestatal.

Durante mucho tiempo se discutiósobre el aspecto definitivo que habría detener esa torre. Lo único claro era quedebía tener una esfera arriba, enrecuerdo del satélite esférico Sputnik,que la Unión Soviética había enviado alespacio, convirtiéndose así en el primerpaís del mundo en hacerlo. Y que esaesfera-Sputnik debía brillar en rojo, en

el color del socialismo. Cinco años mástarde la torre estaba acabada: con 368metros de altura, era la torre más altadel mundo. Solo el Empire StateBuilding de Nueva York era aún másalto. El 7 de octubre de 1969, justo parael 20 aniversario de la fundación de laRDA, se abrió al público. Pero la esferano relució en rojo. En lugar de ello elsol reflejaba en la torre y dibujaba en elacero plateado una cruz de luz clara. Losberlineses orientales lo tomaron conhumor y llamaron a la cruz «la venganzadel Papa». Y otros compararon la torrecon una iglesia y la llamaron divertidos«San Walter», por el nombre de supromotor, Walter Ulbricht.

Pero a quien menos gracia le hizo latorre no fue a la República Federal ni aEstados Unidos, sino a la UniónSoviética. Es verdad que ambos paísesestaban unidos políticamente porrelaciones amistosas. Pero que lapequeña RDA construyera una torre másalta que la de la gran Unión Soviéticanaturalmente era algo inaceptable…Antes de la apertura de la torre detelevisión de Berlín Este los sóvietsinauguraron su propia torre en Moscú,537 metros de altura, y con ello eledificio más alto del mundo. Pero estono gustó nada en absoluto a los paísesdel oeste. Poco después se construyó enToronto, Canadá, una torre de televisión

aún más alta: 553 metros de altura. Ymientras tanto ese récord también hasido superado. China y Japón mostrarondespués, a su vez, aquello de lo que erancapaces. Las torres de televisión másaltas están hoy en Cantón (Guangzhou),600 metros, y en Tokio, 634 metros.

Aunque la torre de televisión deBerlín hace ya mucho tiempo que no esla más alta del mundo, desde su bola sesigue gozando de una vista fantásticasobre Berlín. A Oskar le gusta esta torreporque con su forma futurista lerecuerda siempre un poco a La guerrade las galaxias. Así que miramos desdenuestra cápsula espacial imaginariahacia abajo, al mar de casas, a las

numerosas calles y a las muchas, muchaspersonas que deambulan como puntosdiminutos allí abajo en busca de sufelicidad…

—Dime, Oskar, ¿esrealmente importante tener latorre más alta?

—No.—¿Por qué crees entonces

que era tan importante para lospolíticos de la RDA tener latorre más alta?

—Porque estabanorgullosos. Porque con elloquerían decir: «¡Somos losmejores!». Vaya

presuntuosidad…—Quizá sea importante ser

un buen presuntuoso.—No.—¿Qué crees que es

importante en la vida?—Llevar una vida normal.

Tener padres agradables.Suficiente para comer. Que atoda la gente le vaya bien…

—Algo de verdad hay enello. ¿Y qué sucedería, Oskar, sino tuvieras amigos? A Ole, aLorenz…

—Me molestaría. Losamigos son importantes.

—¿Y te acuerdas todavía de

Benny, de la guardería, quetenía cáncer…?

—¡Estar sano! ¡Eso es muyimportante!

—¿Y te acuerdas de lo quete he contado de la SegundaGuerra Mundial? ¿Que elabuelo y la abuela tenían quesaltar de la cama por la nochepara refugiarse en el búnker ydel miedo que tenían?

—¡Paz, papá! La paz estambién importante.

—Y cuando te conté cosasde la Segunda Guerra Mundialtambién te hablé de Hitler. Y decómo los judíos fueron

perseguidos y asesinados.—Ah, sí, que a nadie se le

pueda perseguir por el color desu piel o por su religión.

—¿Qué más forma parte dela vida buena? ¿Quizá tambiénque no sea aburrida?

—Sí, divertirse.

Mientras tanto, ha oscurecido.Lanzamos aún una última mirada a lascasas, coches y personas diminutas.Después abandonamos el restaurante-mirador de la esfera y salimos deprisaen el ascensor hasta la calle. Nuestroúltimo esclarecimiento filosófico reza:

Hay, pues, muchas cosas queimportan en la vida cuando se quiereser feliz. Algunas es importante quesucedan, como, por ejemplo, divertirsey tener amigos. Y otras es importanteque no sucedan, como, por ejemplo, laenfermedad, las guerras o lapersecución.

Realmente con todo esto hemosdicho ya muchas cosas importantes. Perofalta algo todavía. Al comienzo del libroprometí dar aún una respuesta a lapregunta: ¿Por qué hay todo y no nada?Naturalmente, como sabes, no tengo unarespuesta exacta a esa cuestión. Pero sí

algo para recapacitar sobre ella.

—Oskar, ¿te acuerdas deque reflexionamos en el Museode Historia Natural sobre lacuestión de por qué hay todo yno nada?

—Sí, claro.—Y de que hablamos sobre

el big bang. Que quizá antesexistía algo así como unabola…

—Sí, pero ¿qué sucedía conla bola? ¿De dónde viene? ¿Yqué había alrededor?

—Como te dije, nadie losabe. Pero tengo aún una

pequeña historia para ti. Laúltima:

Un hombre cruza un bosque enChina. De repente sucede algocompletamente inesperado. Lealcanza una flecha y le hieregravemente. Y lo peor de todo esque la punta de la flecha estáenvenenada. Con dificultad searrastra hacia su casa. Sus amigosy parientes llaman rápidamente a unmédico. El médico apareceinmediatamente. Pero antes de quele pueda sacar la flecha el hombreherido dice:

—¡Alto, un momento! Antes de

que me saque la flecha dígame, porfavor, quién me la ha disparado.Quiero saberlo. ¡Inmediatamente!¿Fue un guerrero? ¿Fue unsacerdote? ¿Fue un ciudadano? ¿Ofue un campesino?

—Ni idea —dice el médico y sedispone a sacar la flecha de laherida.

—¡Alto! —grita el hombre—.Primero quiero saber a toda costade dónde proviene el hombre queme ha alcanzado. ¿Era pequeño,grande o de tamaño mediano?

—¿Cómo he de saberlo? —diceel médico—. Usted necesita ayudainmediata.

—¡No, no, primero responda amis preguntas! ¿Qué color de pieltenía el hombre? ¿Era negro? ¿Omoreno? ¿O amarillo? ¿De quépueblo procede? ¿O viene de uncastillo? ¿Y con qué ha disparado?¿Con un arco corto o con uno largo?

—¡Realmente no lo sé! —sequeja el médico—. Por favor,permanezca tranquilo y…

—¡Alto, stop! —grita el hombre—. Dígamelo inmediatamente. Es lomás importante para mí: ¿qué clasede cuerda tenía el arco? ¿Eratrenzada o metálica? ¿Y la punta dela flecha era curva o recta o…?

En ese momento al hombre le

abandonaron las fuerzas. El venenohabía producido su efecto y elhombre murió en las manos delmédico, al que no había permitidosacar la flecha.

De nuevo en la calle, cruzamos laAlexanderplatz. Se ha hecho de noche,en las casas brillan las luces pordoquier. Es hora de que volvamos acasa.

—Bueno, Oskar, ¿qué hizomal el hombre de la historia?

—Tenía que haber dejadoque le sacaran la flecha,

naturalmente.—Sí, más allá de sus

muchas preguntas, olvidó lomás oportuno e importante. Loque la historia nos quiere decires que en la vida quizá no seaen absoluto tan importante dedónde procede todo. Y quién lohaya creado. Y que no tiene enabsoluto tanta importanciasaber por qué existe todo. Lorealmente importante es ¡lavida misma! ¿Entiendes eso,Oskar?

—Claro que sí.

Caminamos deprisa, acompasados,

uno al lado de otro. Padre e hijo, dosbuscadores de la felicidad entre milesde millones de ellos.

—Papá, solo una preguntamás…

—¿Sí?—Pero, papá, ¿quién ha

disparado ahora la flecha…?

Bibliografía

Yo y yo

¿Por qué hay todo y no nada?Una panorámica sobre los diferentesmitos culturales de la creación laofrecen Dietrich Steinwede y DietmarFörst en Die Schöpfungsmythen derMenschheit, Patmos, 2004, y BenoîtReiss y Alexios Tjoyas,Schöpfungsgeschichten der Welt,Patmos, 2006.

¿Por qué existo yo?Dos buenos libros sobre la historia de laevolución del ser humano son: RichardE. Leakey y Roger Lewin, DerUrsprung des Menschen, FischerTaschenbuch, 1998 [Los orígenes delhombre, Aguilar, Madrid 1980], y JensReichholf, Das Rätsel derMenschwerdung. Die Entstehung desMenschen im Wechselspiel der Natur,dtv, 1997. Sobre el azar y la necesidaden la historia de la formación de lanaturaleza y del ser humano filosofa demodo muy legible Stephen Jay Gould enIllusion Fortschritt. Die vielfältigenWege der Evolution, FischerTaschenbuch, 3.ª ed., 2004 [La grandeza

de la vida, Crítica, Barcelona 2001].

¿Por qué las ratas sin nombre son mássimpáticas?El estudio sobre la simpatía quedespiertan los animales del zoolondinense apareció bajo el título «HowDiana climbed the ratings at the zoo»,Nature, 17-IX-1998, p. 213.

¿Qué se sentirá siendo un zorrovolador?El artículo de Thomas Nagel «¿Cómo esser un murciélago?» está en Peter Bieri,ed., Analytische Philosophie desGeistes, Beltz, 4.ª ed., 2007.

¿Por qué los gorilas pueden serinvisibles?El experimento con el «gorila invisible»lo hizo Daniel Simons y aparece en«Gorillas in our midst: sustainedinattentional blindness for dynamicevents», Perception, vol. 28, p. 1.059.También en el libro de ChristopherChabris, Daniel Simons y DagmarMallett, Der unsichtbare Gorilla. Wieunser Gehirn sich täuschen lässt, Piper,2011 [El gorila invisible. Cómonuestras intuiciones nos engañan, RBALibros, Barcelona 2011].

¿Quién es «yo»?

Una sinopsis del test del espejo conmonos y primates la ofrece Gordon G.Gallup en «Self-recognition in primates:A comparative approach to thebidirectional properties ofconsciousness», American Psychologist,32 (5), págs. 329-338. Ver tambiénsobre la capacidad de conocimiento delos monos y los primates: MichaelTomasello y Joseph Call, PrimateCognition, Oxford University Press,1997. Que los elefantes se reconozcanen el espejo lo piensan Frans de Waal,Joshua Plotnik y Diana Reiss en «Self-recognition in an Asian elephant»,Proceedings of the National Academyof Science, 103 (45), 2006, págs.

17.053-17.057.

El bien y yo

¿Hay moral en el cerebro?Sobre el caso de Phineas Gage y susdaños cerebrales informapormenorizadamente Antonio R.Damasio: Descartes’ Irrtum. Fühlen,Denken und das menschliche Gehirn,List Taschenbuch 2004 [El error deDescartes. La emoción, la razón y elcerebro humano, Crítica, Barcelona2010]. El deseo de Snork de una

calculadora se encuentra en ToveJansson, Eine drollige Gesellschaft,Benzinger, 6.ª ed., 1970, p. 146 [Elsombrero del Mago, Siruela, Madrid2006].

¿Valen más cinco personas que una?Para el ejemplo del vagón de tren y elpuesto de agujas, ver Marc D. Hauser,Moral Minds. How Nature DesignedOur Universal Sense of Righ andWrong, Little, Brown Book Group, 2008[La mente moral. Cómo la naturalezaha desarrollado nuestro sentido delbien y del mal, Paidós, Barcelona2008].

¿Se puede matar a tía Bertha?La discusión sobre matar a tía Bertha fueinspirada por la crítica de Tom Regan alutilitarismo de Peter Singer, en PeterSinger (ed.), Verteidigt die Tiere.Überlegungen für eine neueMenschlichkeit, Neff, 1986.

¿Por qué los espejos molestan alrobar?Sobre el experimento de Halloween,véase Thomas Shelley Duval y RobertA. Wicklund: A Theory of Objective SelfAwareness, Academic Press, 1972.

¿Estropean las recompensas el

carácter?Para el experimento con los chimpancésy los niños dispuestos a ayudar, véaseFelix Warneken y Michael Tomasello:«Altruistic Helping in Human Infants andYoung Chimpanzees», Science, 311 (3),2006, págs. 1.301-1.303. Vídeosrepresentativos del experimento seencuentran en http://email.eva.mpg/-warneken/ideo.htm.

¿Qué es correcto?Los experimentos con los monoscapuchinos los hicieron Sarah Brosnan yFrans de Waal: «Monkeys reject unequalpay», Nature, 425, 2003, págs. 297-299.Frans de Waal ofrece interpretaciones

de gran alcance sobre la corrección eincorrección humana en Primaten undPhilosophen. Wie die Evolution dieMoral Hervorbrachte, Hanser, 2008[Primates y filósofos. La evolución dela moral del simio al hombre, Paidós,Barcelona 2007].

¿Se pueden comer animales?Peter Singer da buenos argumentoscontra el consumo de carne basándoseen la capacidad de sufrimiento de losanimales en su clásico moderno AnimalLiberation. Die Befreiung der Tiere,Rowohlt, 1996 [Liberación animal. Elclásico definitivo del movimientoanimalista, Taurus, Madrid 2011].Tom

Regan argumenta que hemos de respetara los animales porque tienen interesesen The Case for Animal Rights,University of California Press, 2004 [Lacausa de los derechos de los animales,Distribuidora Resistencia Vegana]. Vertambién mi libro Noahs Erbe.Vom Rechtder Tiere und den Grenzen desMenschen Rowohlt Taschenbuch, 2000.

Mi felicidad y yo

¿Por qué los seres humanos tienenpreocupaciones?

La vida de Federico el Grande se narrasiguiendo a Johannes Kunisch enFriedrich der Grosse. Der König undseine Zeit, C. H. Beck, 2004.

¿Qué es belleza?La diferencia entre mesas angulosas ymesas bonitas la hace ya Immanuel Kanten la Crítica del juicio.

¿Qué es justo?Las reglas de John Rawls se hantomado, algo simplificadas, de su libroTeoría de la justicia.

¿Qué es libertad?

La distinción entre libertad comoderecho a no ser tutelado endeterminadas cosas («libertadnegativa») y el derecho a poseer, arendir («libertad positiva»), procede deIsaiah Berlin: Freiheit. Vier Versuche,Fischer Taschenbuch, 2006 [Cuatroensayos sobre la libertad, AlianzaEditorial, Madrid 1999].

¿Qué es lo que importa en la vida?La historia del hombre alcanzado poruna flecha envenenada se cuenta en eldiscurso 63 de la colección de losdiscursos medios de Buda, llamadaMajjhima Nikaya.

RICHARD DAVID PRECHT (Solingen,Alemania, 1964) es filósofo, periodistay escritor. Estudió Filosofía, FilologíaAlemana e Historia del Arte en laUniversidad de Colonia, donde sedoctoró en Filosofía en 1994. Hatrabajado para diferentes periódicos(Die Zeit, Chicago Tribune) y emisoras

de radio. Entre sus libros de divulgaciónpuede destacarse ¿Quién soy y…cuántos? Un viaje filosófico, unbestseller en Alemania que ha sidotraducido a numerosos idiomas; Amor.Un sentimiento desordenado y El artede no ser egoísta. Una reflexión sobrela moral y los obstáculos parapracticarla.