Por Su Normotipo

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INTRODUCCION

La evaluación se ha ido transformando y de esta manera ha ido

incorporando nuevos elementos a su definición, esta aparece por

primera vez en el campo laboral.

En el campo educativo se pretende medir el progreso de los alumnos

cuantificando lo aprendido y en la actualidad el concepto de

evaluación se maneja a nivel teórico y la practica real de las aulas, no

se enseña para aprobar se enseña y se aprende para alcanzar una

plena e integral formación como persona

A su vez la forma como se evalúa a los estudiantes, es de gran

importancia puesto que depende del resultado de la misma si

verdaderamente en si se ha obtenido el objetivo propuestos por

los docentes y así detectar el error de aprendizaje en el momento en

que se produce, de manera que surta efectos para la aclaración de

determinadas cuestiones no comprendidas adecuadamente y el

alumno pueda continuar avanzando en su formación sin rémoras por

conceptos mal adquiridos, procedimientos no utilizados

o actitudes negativas en el grupo o frente al trabajo.

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POR SU NORMOTIPO

El normotipo es el referente que nos sirve para evaluar un objeto o

sujeto. Para propósitos de evaluación de los aprendizajes, el

normotipo será aquel que nos servirá de comparación a la hora de

establecer un juicio de valor en el alumno evaluado. (Casanova, 1999)

Dependiendo de que el referente sea externo o interno, la evaluación

se denominará nomotética o ideográfica respectivamente.

Evaluación Nomotética, es aquella que emplea un referente externo

de comparación. Dentro de ella pueden distinguirse dos tipos: la

evaluación normativa y la evaluación criterial.

La evaluación normativa es la evaluación que supone la valoración de

un sujeto en comparación al nivel o rendimiento del grupo al que

pertenece.

La curva normal de rendimiento que presentamos a continuación

representa un buen ejemplo de este tipo de evaluación y hasta hace

algún tiempo era la proyección que se esperaba sobre el rendimiento

de los alumnos.

Como podemos apreciar, se esperaba que la mayoría de tos alumnos

(70%) aprenda en forma parcial lo transmitido, que un 15% fracase

en el logro del aprendizaje y que el otro 15% restante tenga éxito o

alcance el aprendizaje totalmente. Muchos docentes han incorporado

esta concepción y muestran una tendencia a evaluar de tal forma que

los resultados se ajusten a la curva normal.

De otro lado, puede suceder que un docente elabore su propia curva

normal cuando, al trabajar con un grupo de elevado rendimiento

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evalúa negativamente a un alumno cuyo rendimiento realmente es de

nivel promedio; lo contrario sucederá si se trata de un grupo con bajo

rendimiento. En conclusión, las posibilidades reales del alumno no son

valoradas con exactitud frente a los referentes externos empleados

por el docente.

Otra situación frecuente se da cuando el docente corrige los

exámenes de los alumnos de un mismo grupo. Generalmente

empieza con criterios estrictos y desaprueba al alumno si no domina

los contenidos de manera mínima. Igual suerte corren los siguientes

alumnos hasta que el docente encuentra a alguien que explica

medianamente los conceptos, y se siente aliviado porque por lo

menos alguien ha aprendido algo, y por lo tanto aprueba a dicho

alumno.

De esta manera el docente va flexibilizando sus criterios y puede

terminar aprobando a un alumno que respondió de forma casi similar

al primer alumno desaprobado. Una práctica evaluativa desarrollada

de esta forma carece de criterios claros y preestablecidos que

faciliten el análisis de contenido del ejercicio y no permite establecer

normas justas para la valoración del rendimiento del grupo.

La evaluación normativa es válida cuando se pretende determinar en

qué posición se encuentra el alumno con respecto al grupo; en este

caso las normas de valoración estarán en función directa de lo que el

conjunto de alumnos domina o deja de dominar. Si bien esto nos da

un orden de los resultados de aprendizaje, la ordenación de los

alumnos como el “primero” o “último" de la clase no es precisamente

el más recomendable al carecer de referencia válida y fiable tanto

para el alumno que se forma como para el profesor que valora.

La evaluación Criterial, es la evaluación que se realiza tomando en

cuenta criterios e indicadores los cuales deber ser concretos, claros y

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prefijados con anticipación.

El diseño curricular de educación secundaria plantea competencias

que el alumno debe desarrollar al finalizar un grado. Para evaluar el

logro de estas competencias necesitamos apoyarnos de criterios ya

determinados y especificados los cuales nos permitirán valorar en

forma homogénea a los alumnos y determinar el grado de dominio

alcanzado para la competencia planteada. Los procedimientos para

elaborar criterios e indicadores se explicarán en las secciones

siguientes del material.

Fabián, profesor de Comunicación desea que sus alumnos culminen el

año escolar, elaborando un reportaje escrito con el fin de que el

próximo año tengan una mayor participación en el periódico de la

escuela. Planteó a sus alumnos la participación en el proyecto y les

comunicó los criterios de evaluación:

Elaboración de un reportaje periodístico

Criterios de evaluación:

- Argumento (selección de información, fuente,

coherencia)

- Secuencia Lógica (orden, temporalidad)

- Redacción/ ortografía (uso adecuado del idioma)

- Riqueza verbal (uso de palabras nuevas)

En este caso, los alumnos Rosely y Misael, obtuvieron los siguientes

resultados:

Nombre: Rosely Nombre: Misael

Criterio Calificación Criterio Calificación

Argumento muy bueno Argumento bueno

Secuencia Lógica bueno Secuencia Lógica

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regular

Redacción/ortografía regular Redacción/ortografía deficiente

Riqueza verbal deficiente Riqueza verbal muy bueno

Resultado aprobado Resultado aprobado

Si bien ambos aprobaron el reporte, el establecer una evaluación por

criterios permite al docente y al alumno identificar cuáles son sus

principales recursos y sus dificultades para alcanzar la competencia

planteada.

La evaluación criterial es la evaluación que se realiza tomando en

cuenta criterios e indicadores los cuales deben ser concretos, claros y

prefijados con anticipación. El diseño curricular de educación

secundaria plantea competencias que el alumno debe desarrollar al

finalizar un grado. Para evaluar el logro de estas competencias

necesitamos apoyarnos de criterios ya determinados y especificados

los cuales nos permitirán valorar en forma homogénea a los alumnos

y determinar el grado de dominio alcanzado para la competencia

planteada.

Aunque el profesor inmerso en este tipo de evaluación no sea

consciente de su forma de valorar, la descrita es una situación

absolutamente generalizada. En efecto, hay que reconocer que es

muy difícil –prácticamente imposible- mantenerse al margen del clima

generado en un grupo por su nivel de aprendizaje y que se valora por

encima de sus potencialidades reales al alumno que demuestra

dominar algo más que el resto de los objetivos previstos en una

programación.

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Esta situación se demuestra objetivamente mediante la aplicación de

pruebas estándar a una muestra significativa de alumnos y alumnas,

obteniendo su valoración con unos criterios fijados de antemano y

contrastando los resultados con las “calificaciones” anteriores dadas

por el profesorado a esos alumnos. Un ejemplo, experimentado por

mi parte en 1983, fue la aplicación de las pruebas elaboradas por el

Ministerio de Educación y Ciencia para evaluar las enseñanzas

mínimas del ciclo inicial de la Educación General Básica.

Fueron seleccionados los centros donde debía realizarse la aplicación

y, entre otros, resultó elegido uno público (Colegio A) de un barrio

marginal, con la mayoría de su población en paro y una clase

sociocultural nítidamente baja; a la vez, también apareció en la

muestra un segundo (Colegio B) del centro de la ciudad, privado

subvencionado -en aquel momento- y cuyos alumnos pertenecían

claramente a una clase sociocultural media/alta.

Los datos obtenidos de la aplicación aludida se volcaron en unos

registros diseñados homogéneamente, en los que aparecía una

columna con la valoración obtenida por cada niño en la prueba

estándar y otra paralela donde se reflejaba la valoración que se había

dado al niño al final del curso anterior. En una comprobación

superficial, seleccioné varios niños y niñas que habían sido valorados

con “5” en la prueba estándar, pertenecientes a los dos colegios, y,

mientras en el Colegio A eran alumnos “sobresalientes” por sus

calificaciones anteriores, en el Colegio B eran solamente “aprobados”

o, incluso en el caso de una niña, estaba reprobada y permanecía en

el ciclo. Otra situación muy frecuente es la que se presenta a todo

profesor cuando corrige los ejercicios o pruebas realizados por los

estudiantes de un mismo grupo.

Cuando comienza, de forma estricta, y un alumno no ha respondido a

los objetivos que se pretendían y no domina un mínimo de contenidos

previstos, le reprueba. El segundo, tercero, cuarto corren la misma

suerte. Cuando ese mismo profesor está leyendo el ejercicio

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duodécimo, y encuentra dos cuestiones medianamente explicadas, da

un respiro porque ya alguien se ha enterado de algo, y aprueba a ese

alumno. A partir de ahí, los criterios (?) se van ampliando y

flexibilizando y es probable que el ejercicio trigésimo apruebe con el

mismo contenido con el que ha reprobado el primero.

Pongo el interrogante al lado de criterios porque, efectivamente, de lo

que está adoleciendo esta evaluación es de falta de criterios claros,

únicos, prefijados..., que sirvan de referente para analizar el

contenido del ejercicio y, por lo tanto, para establecer unas normas

medianamente “justas” en la valoración de todo el grupo. Evaluación

nomotética Dentro de la evaluación nomotética podemos distinguir

dos tipos de referentes externos, que nos llevan a considerar la

evaluación normativa y la evaluación criterial.

Es válida la evaluación normativa cuando se pretende determinar la

posición ordinal de un sujeto dentro de un grupo, en cuyo caso las

normas de valoración estarán en función directa de lo que el conjunto

del alumnado (u otro tipo de población) domina o deja de dominar.

Pero la ordenación de los estudiantes como “primero” o “último” del

salón no me parece, precisamente, ni recomendable ni educativo, por

lo que considero que este tipo de evaluación no resulta apropiada

para nuestros fines, ya que carece de referencia válida y fiable tanto

para la persona que se forma como para el profesorado que la valora.