Posmodernidad y Desencanto

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Posmodernidad y desencanto Introducción El tema de los posmoderno es difícil de plantearse en países donde la pobreza , la exclusión y el analfabetismo son endémicos. Lo posmoderno puede aparecer como un lujo exótico; más cuando la dependencia estructural de nuestros países está fuertemente agudizada por el problema de la deuda externa . La emergencia de los cuestionamientos sobre lo posmoderno en América Latina indica el abandono de la "teoría de la dependencia", (y más que la "teoría " misma, la crítica a esa dependencia) justo en el momento en que la relación de dependencia estructural resulta más contrastable. Actualmente, uno de los hechos de mayor trascendencia para las ciencias sociales es el desencantamiento de la política . Es algo obvio mencionar que esta ya no mueve pasiones, ya la controversia peronistas/antiperonistas se ve tan lejana que pareciera carecer de sentido. Se habla de la caída de los grandes relatos (como si la historia fuera un cuento ), y en el supermercado se puede encontrar todo lo que se busca. ¿Es esto tan así, o se está atravesando una etapa de mutación de lo político a una forma que intuimos más o menos de una forma, pero no logramos vislumbrar del todo. Un fenómeno que caracteriza la situación política de varios países latinoamericanos es el desencanto. Ello puede afectar gravemente a los procesos de democratización al restarles arraigo a las instituciones políticas . Por esta razón el desencanto suele ser valorado negativamente. El peligro de un desencanto con la democracia existe (el masivo apoyo a Bussi en Tucumán, la reaparición en el poder de los señores feudales en Santiago del Estero). Respecto de estos acontecimientos es mi intención reflexionar acerca de los cambios de significación de lo político y aplicarlos a un caso: el de las movilizaciones en rechazo de la Ley de Educación Superior. Este es un escenario que conozco porque he formado parte de él. A pesar de haber estado tan cerca de los acontecimientos,

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Posmodernidad y desencanto

Introduccin

El tema de los posmoderno es difcil de plantearse en pases donde la pobreza, la exclusin y el analfabetismo son endmicos. Lo posmoderno puede aparecer como un lujo extico; ms cuando la dependencia estructural de nuestros pases est fuertemente agudizada por el problema de la deuda externa. La emergencia de los cuestionamientos sobre lo posmoderno en Amrica Latina indica el abandono de la "teora de la dependencia", (y ms que la "teora" misma, la crtica a esa dependencia) justo en el momento en que la relacin de dependencia estructural resulta ms contrastable.

Actualmente, uno de los hechos de mayor trascendencia para las ciencias sociales es el desencantamiento de la poltica. Es algo obvio mencionar que esta ya no mueve pasiones, ya la controversia peronistas/antiperonistas se ve tan lejana que pareciera carecer de sentido. Se habla de la cada de los grandes relatos (como si la historia fuera un cuento), y en el supermercado se puede encontrar todo lo que se busca.

Es esto tan as, o se est atravesando una etapa de mutacin de lo poltico a una forma que intuimos ms o menos de una forma, pero no logramos vislumbrar del todo.

Un fenmeno que caracteriza la situacin poltica de varios pases latinoamericanos es el desencanto. Ello puede afectar gravemente a los procesos de democratizacin al restarles arraigo a las instituciones polticas. Por esta razn el desencanto suele ser valorado negativamente. El peligro de un desencanto con la democracia existe (el masivo apoyo a Bussi en Tucumn, la reaparicin en el poder de los seores feudales en Santiago del Estero).

Respecto de estos acontecimientos es mi intencin reflexionar acerca de los cambios de significacin de lo poltico y aplicarlos a un caso: el de las movilizaciones en rechazo de la Ley de Educacin Superior. Este es un escenario que conozco porque he formado parte de l. A pesar de haber estado tan cerca de los acontecimientos, estimo que se pueden obtener algunas reflexiones no se si "objetivas", pero s demostrables.

Resignificacin de la poltica

Es evidente que el eje de discusin ha cambiado, las significaciones culturales sostenidas por los distintos sectores de nuestras sociedades no son idnticas a las de dcadas pasadas. Primero vino la oleada revolucionaria y luego las dictaduras militares; ahora asistimos a un momento donde esas experiencias han dejado sus consecuencias. La crtica de la cultura de militancia en las organizaciones populares y la revalorizacin de la democracia poltica y los derechos civiles, han establecido nuevos ejes polticos , los cuales, suponen una "secularizacin" de la poltica y un desencantamiento sobre los grandes modelos polticos.

El objetivo de los golpes militares no fue slo el derrocamiento de un determinado gobierno, sino ms que eso: establecer la fundacin de un nuevo orden. Se busca imponer una nueva normatividad mediante procedimientos propios a la "lgica de la guerra": la aniquilacin del adversario y a abolicin de las diferencias. de ah que un primer rasgo de la discusin intelectual durante el proceso (y posteriormente) fue la denuncia del autoritarismo en nombre de los derechos humanos. Los intelectuales no luchan en defensa de un proyecto, sino por el derecho a la vida de todos.

El desencanto en el ambiente intelectual

Aunque el marxismo influyera en el pensamiento econmico (estructuralismo) y sociolgico (dependencia) nunca alcanz a tener arraigo en la regin. Aunque se lo siga citando cotidianamente, el uso de Marx ha perdido su connotacin cuasireligiosa. Se critican aspectos centrales del marxismo y de una tradicin poltica:: una filosofa de la historia, a la idea de sujeto, al concepto de totalidad. Es una crtica que toma distancia, sin pretender elaborar un paradigma alternativo.

La posmodernidad es cierto desencanto con la modernidad; que a su vez ha sido definida por Weber como "desencantamento del mundo". Se tratara de una especie de desencanto con el desencanto". Frmula paradojal que nos recuerda que el desencanto es ms que una perdida de ilusiones, la reinterpretacin de los anhelos. De ser as, ese desencanto llamado posmodernidad no sera el triste final de un proyecto demasiado hermoso para hacerse realidad, sino, por el contrario, un punto de partida.

El desencanto con la modernizacin

En el clima poltico actual se evidencia un proceso de desencanto. Es notorio el desencanto de las izquierdas. stas ya no creen en el socialismo como meta predeterminada ni en la clase obrera como sujeto revolucionario y aborrecen una visin omnicomprensiva de la realidad .

El cumplimiento de la modernizacin se refiere a la realizacin de la "ltima etapa" de la modernidad y la secularizacin y tecnologizacin que le seran inherentes, segn la idea implcita de que hay "una" modernidad. Imponer ciertas normas "universales" de la racionalizacin hasta sus ltimas consecuencias en lo econmico, tecnolgico, poltico y cultural. Por tanto, la modernizacin no pretende la "entrada a la modernidad", sino el cumplimiento de sus posibilidades mximas, el impulso para la realizacin de tales posibilidades en sociedades en que no se han dado, y donde hay evidentes obstculos para ello.

Una primera dimensin del desencanto posmoderno es la prdida de fe en que exista una teora que posea la clave para entender el proceso social en su totalidad. Nuestra poca se caracteriza por un recelo frente a todo tipo de metadiscurso omnicompresivo. Esta desconfianza nace de una intencin totalitaria ; de homogeneizar lo que es extremadamente heterogneo.

El rechazo a la razn se apoya en la existencia de diversas racionalidades. Los distintos campos sociales se diferencian aceleradamente, cada cual desarrollndose de acuerdo a su lgica especfica.

Para los iluministas la modernidad era concebida como una tensin entre diferenciacin y unificacin dentro de un proceso histrico que tiende a una armona final. Hoy en da ha desaparecido el optimismo iluminista acerca de la convergencia de ciencia, moral y arte para lograr el control de las fuerzas naturales, el progreso social. La reconciliacin de lo bueno, lo verdadero y lo bello aparece como una ilusin de la modernidad.

El desencantamiento con esa ilusin sera la posmodernidad: la diferenciacin de las distintas racionalidades es vista como una escisin. La ruptura con la modernidad consistira en rechazar la referencia a la totalidad. El desencanto siempre tiene dos caras: la perdida de una ilusin y por lo mismo, una resignificacin de la realidad. La dimensin constructiva del desencanto actual radica en el elogio a la heterogeneidad.

La "heterogeneidad estructural" de Amrica Latina, ms all de haberla considerado un obstculo al desarrollo, podra considerarse para fomentar una interaccin mucho ms densa que la que sostiene al Estado como homogeneizador de la sociedad, ya que en nuestros pases ha desaparecido el halo metafsico que irradiaba el Estado, ya no es encarnacin de la unidad nacional. El Estado actual se reduce al Poder Ejecutivo. De imagen de colectividad, el estado pasa a ser una cierta unidad administrativa. En la medida que el estado deviene un "mercado poltico" de intereses particulares, a los ciudadanos les resulta difcil reconocer en el estado una "cosa publica". Aparece ahora guiado exclusivamente por una racionalidad formal instrumental.

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"Frecuentemente las demandas pueden ser absorbidas administrativamente por la burocracia estatal an antes de entrar a la arena poltica. Con lo cual el debate poltico/parlamentario aparece como un "teatro" frente al predominio absoluto de la racionalidad formal. Esta racionalidad es imprescindible, pero ella sola no asegura la articulacin del proceso social. Por eso fracasa una poltica que se gue exclusivamente por un clculo de medios y fines."(1)

Siendo esta forma de poltica racional/formal la amanera actual predominante, hay que referir a ella el desencanto. No es un desencanto con la poltica como tal, sino como con determinadas formas de hacer poltica y en concreto con una poltica incapaz de crear una identidad colectiva. (La poltica de estos tiempos tiene como referencia identidades acotadas -estudiantes, gremios, ecologistas, gays). Homogeneizacin anhelada. El discurso omnicomprensivo que algunos posmodernos atribuyen a una razn planificadora, controladora, esa razn totalizante, es la racionalidad formal.

Sobre la condicin posmoderna

Al hablar de la condicin posmoderna hay que analizar atentamente el traslado de esos conceptos a la situacin de Amrica Latina. Aqu lo posmoderno nunca podra darse aqu en "estado puro", no puede incorporarse sin modificaciones, porque las situaciones que lo han generado no son las mismas que experimentamos en nuestras sociedades. Aunque en estos ltimos aos los ndices del consumo han aumentado, no estamos en el paraso del consumo, no hemos llegado a hartarnos de los excesos de la productividad y el industrialismo, no se nos ha perdido la naturaleza ni la automatizacin ha encerrado todas nuestras rutinas. Lejos estamos de que as sea en todo su desarrollo para toda la poblacin. Sin embargo, habitamos grandes ciudades donde la contaminacin y la impersonalidad son omnipresentes, cosa que nos emparienta con las sociedades del norte.

Diramos que desde el punto de vista tecnolgico estamos afectados de hecho por algunos de los fenmenos que han dado lugar a la irrupcin de lo posmoderno en los pases "centrales". Lo que no implica decir que se est afectado "igualmente", ya que la situacin socioeconmica estructural en que el fenmeno se sita es diferente, lo que ofrece es una lectura diferencial del mismo fenmeno. Por supuesto que los sectores sociales concernidos ms directamente son sobre todo urbanos; en el caso de las poblaciones rurales, la situacin no se da del mismo modo.

Sin embargo, algo comn con aquellos pases es la desesperanza frente al modelo moderno, tanto en su vertiente funcional como en la revolucionaria, resulta evidente. Lo que produce, por causas diferentes y an opuestas un "efecto" similar al del mundo "cool" del capitalismo avanzado. Un "no future" distinto, no una sensacin de haberlo vivido todo, sino la de no poder llegar a vivirlo (al futuro). La proyectualidad ha desaparecido.

Latinoamrica no sera lo "otro" absoluto de los pases centrales, el lugar donde se da an el pintoresquismo de las culturas "puras", donde "est todo por hacer".(no est fuera de la historia como dice Hegel). Esto supone la idea de que estos pases se encuentran "fuera" de la influencia dominante del capitalismo occidental, y el romanticismo de la no contaminacin pensada como "atraso". Lo correcto sera ms bien interpretar modos diferentes de la modernidad, y en el caso de Latinoamrica no como diferente del europeo, en el sentido de incluir "restos" evidentes que salen fuera del esquema weberiano de la racionalizacin.

Podemos hacer nuestra la afirmacin de que en Amrica Latina la modernidad ha tenido (no implica que se haya terminado) consecuencias menos emancipatorias y mucho ms trunca, y que se estn produciendo situaciones de pos modernidad que gestan valores sobre bases diferentes de las del Centro.- pero con efectos similares-. Desde que llegaron a estas tierras , las promesas de la Ilustracin nunca dejaron de chocar con la realidad de nuestros pases, es as que podemos ver en el realismo mgico esa transgresin que fue el "boom" y que presenta un universo colorido y pintoresco irreductible a las categoras del pensamiento dominante en Occidente.

En el concepto de "modernizacin", la modernidad ha quedado reducida al despliegue de la racionalidad formal. El proceso social es pensado exclusivamente desde el punto de vista de la funcionalidad de los elementos para el equilibrio del sistema.

El desencanto actual se refiere a la modernizacin y en particular a un estilo gerencial-tecnocrtico de hacer poltica. Se podra decir que el desencanto emergente es ms efecto del proceso de modernizacin, que de la modernidad misma. Los objetivos que se plantearon los iluministas han sido los ms caros a toda la humanidad. El problema no estara en aquellos objetivos sino en los medios con los que se quera llegar a ellos. La liberacin del hombre a travs de la razn, la tcnica, ha terminado conviertindose en su opuesto. Lo que se pone en cuestin es la pretensin de hacer de la racionalidad formal el principio de totalidad. Esto sera una ilusin, ya que el "rompimiento de los lazos sociales" es un hecho, la atomizacin impide la formacin de criterios que puedan sustentar la conformacin de un nuevo todo social homogneo.

El desencanto de las izquierdas

Volviendo la mirada hacia pocas en las que uno no ha vivido (pero le han contado), pareca que el mundo estaba marcando hacia el socialismo. Entendiendo por esto una sociedad ms justa, no el socialismo real de los soviticos. Ahora , el panorama social es muy distinto de pocas pasadas. La izquierda ya no puede creer en una utopa cercana, de modo que existe un consiguiente "ablandamiento" de posiciones y una prdida de la adherencia al "gran relato" revolucionario. Paradoja de un momento donde a juzgar por la sola variable econmica las reacciones sociales y la radicalizacin, podran parecer altamente esperables. (Si nos guiramos desde un marco de interpretacin moderno).

Las izquierdas se replantean sus concepciones tradicionales, la lucha de clases no puede ser concebida ni como una guerra a muerte ni como una lucha entre sujetos preconstituidos. Slo abandonando la idea de una predeterminacin econmica de las posiciones poltico-ideolgicas se hace posible pensar lo poltico. Y uno de los rasgos especficos de la construccin de un orden democrtico es justamente la produccin de una pluralidad de sujetos

Las izquierdas atraviesan una crisis de proyecto. La idea de una sociedad socialista parece haber perdido actualidad. La construccin del orden social es concebida como la transformacin democrtica de la sociedad. El Vuelco de la discusin intelectual hacia la cuestin democrtica significa una importante innovacin en unas izquierdas tradicionalmente mas interesadas en cambios socioeconmicos.

Como dice Fernando Caldern "No se me ocurre mejor recurso que el de la astronoma para graficar el actual universo societal latinoamericano. Vistos desde el modernismo los movimientos sociales habran perdido su impulso vital y su orden constelar estara siendo reemplazado por una especie de big-bang; aquellos sujetos y actores que. construan la historicidad hoy estaran fragmentados y dispersos y las nuevas practicas y actores sociales seran mas expresivos y simblicos que polticos. El universo societal semejara como una gran galaxia en formacin, incandescente y embrionaria pero espasmdica, con identidades restringidas pero con gran cohesin tica, sera un conjunto de energas dispersas en torno de un hueco negro, pero que maana quizs sern estrellas."(2)

Fragmentacin de la sociedad

Podemos ver en la modernizacin un proceso de reduccin de la validez de algunas formas tradicionales de integracin social y que, al empujar hacia una creciente secularizacin en la cultura, debilita las viejas formas de legitimacin basadas en creencias religiosas. Lo anterior no significa, sin embargo, que la modernizacin no genere sus propias formas de integracin .

La cuestin en Amrica latina es si acaso la heterogeneidad cultural constitutiva de su propia y especifica modernidad hace posible todava el funcionamiento de los sistemas sociales en un mundo crecientemente secularizado.

El llamado a una secularizacin de la poltica puede apoyarse n la cultura posmoderna en tanto esta implica cierto desvanecimiento de los afectos, propiciando una conducta "cool" e irnica. La "moda" internacional contribuye a enfriar la carga emocional de la poltica, disminuyendo las presiones y por tanto permite al mbito poltico mayor autonoma. Tales tendencias probablemente favorezcan una consolidacin democrtica en nuestros pases. Pero no por eso entramos en la posmodernidad.

La cultura posmoderna no orienta un proceso de secularizacin; es su producto. Acepta la visin liberal de la poltica como "mercado": un intercambio de bienes.

La crtica posmoderna de la nocin de sujeto tiende a socavar las bases para repensar la poltica. Al identificar la lgica poltica con el mercado y el intercambio no puede plantearse el problema de identidad. Esta es una de las tareas mayores que enfrenta la cultura poltica democrtica.

Sobre el proceso de secularizacin

La democracia moderna nace junto al desencanto del mundo. En el origen del orden recibido se encuentra la religin, la anterioridad de la religin como principio constitutivo del orden hace de la sociedad un reino del pasado puro, inmutable. La posterior racionalizacin, socava el carcter trascendente del fundamento. Con el debilitamiento de la garanta exterior e indiscutible surge el problema moderno de la libertad y de la certidumbre.

El fin de la religin como principio constituyente del cuerpo social marca una ruptura total. La sociedad se sigue reconociendo y afirmando a "s misma" por medio de un referente exteriorizado, pero se trata de un dios sujeto presente en el mundo. El Estado.

"En una regin tan impregnada por la Iglesia y la religiosidad popular no es fcil renunciar a la pretensin de querer salvar el alma mediante la poltica. Ello explica muchos rasgos de la prctica poltica en Amrica Latina, lo que pareciera exigir una concepcin secularizada es renunciar la utopa como objetivo factible; sin por ello abandonar la utopa como el referente por medio de lo cual concebimos lo real y determinamos lo posible."(3)

La democracia supone la secularizacin. Slo una actitud laica que no reconoce ninguna autoridad o norma como portadora exclusiva y excluyente de la verdad permite a una sociedad organizarse segn el principio de la soberana popular y el principio de mayora. La secularizacin significa desvincular la legitimidad de la autoridad y de las leyes de las pretensiones de verdad absoluta. Al hacer de la fe religiosa y de los valores morales un asunto de la conciencia individual, la secularizacin traslada a la poltica la tarea de establecer normas de validez sobreindividual (a travs de criterios de racionalidad formal).

Perdido el encanto de un principio absoluto, desde siempre vlido para todos, las divisiones de la sociedad, lo diferentes intereses y experiencias dan lugar a mltiples principios reguladores. Puesto que la religin ya no opera como un mecanismo de neutralizacin de los conflictos, se produce una reestructuracin del conjunto de las relaciones sociales.

La secularizacin no abarca solamente un proceso de descontruccin. La misma descomposicin del orden recibido plantea la recomposicin. Esta reconstruccin ya no puede apoyarse en una legitimacin divina o orientarse por criterios de algn pasado ejemplar. En vez de restaurar un orden consagrado, se trata de instituir el orden a partir de la sociedad misma. As, la secularizacin hace de autoidentificacin el problema fundamental de la modernidad.

"La carga religiosa de la poltica asume la funcin integradora que antao cumpla la religin. La convivencia social es reinterpretada como comunidad a travs de una "teologa poltica". Esta ofrece a la sociedad una imagen de plenitud en la cual reconocerse venerarse en tanto orden colectivo y as estabilizarse en el tiempo. Pero no solo la nocin de bien comn, tambin el principio de la soberana popular contiene una promesa de armona final. Tanto en la interpretacin liberal como en la marxista, la voluntad popular remite a la felicidad."(4)

Esta utopa secularizada es denunciada hoy en da, en una alusin a una desproporcin entre los objetivos prometidos y los recursos disponibles. Lo que habra permitido a la poltica asumir la direccin integradora de la sociedad, hoy provoca una desconfianza generalizada en la poltica.

La secularizacin del principio religioso por parte de la poltica significa no slo fundar la integracin social en una "ltima instancia" (principio lgico y teleolgico) sino adems institucionalizar ese fundamento en un esquema centralizado. La sociedad constituye el sentido de orden a travs de una instancia fsicamente metafsica: el Estado. En adelante, el vrtice colectivo reside en el Estado donde confluyen el ordenamiento constitutivo de la vida social y su ordenamiento material-concreto.

La redencin

La posmodernidad expresara no slo un desmoronamiento de la idea de futuro, sino an de la historia misma. El desencanto con el futuro es fundamentalmente una prdida de fe en determinada concepcin del progreso: el futuro como redencin. La creencia en que podemos salvar nuestras almas por medio de la poltica es un sustituto al vaco religiosos dejado por la secularizacin. Esta da lugar a un proceso de "destrascendentalizacin" que traslada las esperanzas escatolgicas en la historia humana proyectndolas al futuro como la finalidad del desarrollo social. El futuro se condensa en utopas concebidas como metas factibles.

La idea de redencin opera fundamentalmente como un mecanismo de legitimacin: nos afirmamos a nosotros mismos, en contra de todas las vicisitudes existentes, proyectndonos a un futuro salvaguardado. En el marxismo ocurri algo similar, al poner en el futuro todas las esperanzas, se olvidaron de las penas del presente. (Que son las que movilizan hacia el futuro).

El encantamiento con las rupturas salvacionistas va a la par con una visin monista de la realidad social. Desde este punto de vista, la revolucin sera un salto a un orden nuevo, igualmente monoltico. El objetivo no es cambiar las condiciones existentes sino romper con ellas.

Si consideramos que el proceso social est cruzado por diferentes racionalidades, su transformacin ya no puede consistir en "romper el sistema", sino reformarlo. Reformar la sociedad es discernir las racionalidades en pugna y fortalecer las tendencias que estimamos mejores.

Cuando la secularizacin recupera como producto de los hombres lo que estos haban proyectado al cielo, la poltica asume aspiraciones anteriormente entregadas a la fe religiosa. Esta carga religiosa de la poltica suele ser considerada hoy una sobrecarga de expectativas.

De la salvacin al realismo

El realismo tiene una afinidad con la cultura posmoderna. Ambos rechazan las grandes gestas, exploran lo poltico en la vida cotidiana. As la cultura posmoderna alimenta un realismo poltico en tanto prepara una nueva sensibilidad sobre lo posible. El abandono de las grandes gestas puede hacer que la poltica mire lo cotidiano, lo micro. Soluciones efectivas de problemas cotidianos a los que no parece responder. Sin embargo la decisin no es tan sencilla. Tras esta posicin no se evidencia una nocin de la poltica como construccin de futuro.

Renuncia a una idea de emancipacin. Aparentemente la cultura posmoderna se libera de ilusiones iluministas, o tal vez realmente pierde capacidad para elaborar un horizonte de sentido. La posmodernidad presume un agotamiento de la secularizacin; la capacidad innovadora de la sociedad se habra extendido y acelerado a tal punto que rutiniza el progreso y finalmente lo vaca de contenido. "Es la inercia de todo lo existente. Las cosas siguen funcionando cuando su idea lleva mucho tiempo desaparecida. Siguen funcionando con una indiferencia total hacia su contenido. La idea de progreso ha desaparecido, pero su inercia contina."(5)

Se abandona una perspectiva futura que enfoca los problemas exclusivamente a travs de algn modelo de sociedad futura ( para muchos el mundo marchaba hacia el socialismo). Ni capitalismo ni socialismo, ni izquierda ni derecha ofrecen un "modelo" que resuma las aspiraciones mayoritarias. Los anhelos parecieran desvanecerse sin cristalizar en un imaginario colectivo.

Desencanto y movilizacin

Las recientes movilizaciones en contra de la Ley de Educacin Superior que logr sacar el P.E.N han sido de una concurrencia fuera de lo comn en estos tiempos. Inclusive se dice que se ha vuelto a niveles de movilizacin estudiantil de hace 20 aos. En este punto se debe tener cuidado al efectuar comparaciones. En el reclamo sobre la Ley se ve la demostracin de disgusto sobre un aspecto puntual de la poltica universitaria que se viene imponiendo. En pocas palabras, lo que moviliz fue la posibilidad (ahora real) del arancelamiento de los estudios de grado (de que les tocaran la billetera).

Solamente algunos militantes de agrupaciones y miembros de claustros que tenan injerencia en el gobierno de distintas universidades. Es decir quienes estaban en la arena poltica universitaria (sobrevivientes de una vieja concepcin de lo poltico?), realmente se fijaron en el trasfondo que presentaba la sancin de esta ley: la legalizacin de lo que ya se estaba implementando de hecho.

El estado de movilizacin prendi en el estudiantado a travs de la insistencia de las agrupaciones estudiantiles en el peligro del cobro de aranceles como una violacin a derechos adquiridos de larga data.

Es curioso que en esta insistencia estaba basada el discurso de muchas de las agrupaciones polticas universitarias desde alrededor del ao 1991, y sin embargo los altos niveles de movilizacin slo se dieron cuando el peligro no pareca, sino que era inminente.

Este discurso instrumentado por las agrupaciones se puede entender como un intento de volver a articular un estudiantado aptico, individualista -desencantado- a travs de un recurso efectista: golpear la billetera.

Lamentablemente el golpe a la billetera moviliz mucho ms que los golpes que se le venan dando a la universidad pblica. A partir de este caudal de gente, los dirigentes universitarios pudimos articular un tipo de discurso ms abarcativo en defensa de la universidad. Es decir que todo ese apoyo nos sustentaba nos permiti dedicarnos a problemas de poltica universitaria ms globales que el arancelamiento como reivindicacin de claustro. Con esto tratbamos de demostrar -y demostranos- que el inters de los estudiantes no era meramente corporativo. Quienes comprendieron que no era un slo inters de claustro fueron quienes tienen un proyecto poltico en la universidad, los cuales son muy pocos.

Se presenta aqu un problema para las organizaciones polticas estudiantiles con proyecto de poder (sobre todo las que son gobierno) : saciar el disgusto estudiantil y promover acciones tendiantes a consolidar una mejor baza en el terreno de la disputa. Muchas veces estos dos objetivos encierran un dilema, porque no son totalmente compati-bles. Los estudiantes no ven que las acciones que se pueden tomar en los rganos de gobierno universitario puedan tener eficacia poltica. La eficacia la ven en grandes demostraciones donde puedan hacer gala de su descontento. Entonces, para el resto de la sociedad, para los que nos estaban viendo, la discusin se arm en torno al arancelamiento, no en torno a los principios que tendra que tener una educacin pblica democratizadora.

Es as que la causa de la sbita adhesin estudiantil en masa un proceso de larga data, para decirlo en trminos weberianos, no fue una accin con arreglo a valores sino con arreglo a fines. En esto reside la caracterstica de todo este estado de movilizacin.

El momento actual es tal que los lugares polticos tradicionales han desaparecido. Han mutado. Se han hecho ms individuales, privados. En las movilizaciones se volvi a la calle. Sin embargo no tiene la misma significacin de antao. Parecido hecho emprico (movilizacin), pero causas diferentes. Segn lo que puedo interpretar de una poca en la que no viv, en las otras movilizaciones haban banderas, haba identificacin poltica. Ahora las banderas son de identificacin gremial (centros de estudiantes, federaciones). Sin idealizar un pasado, creo que la capacidad movilizatoria responda aspectos puntuales, pero tambin a aspectos ms generales de los problemas que estaba atravesando el pas.

La reivindicacin sigue estando presente, aunque puntual. Esto muestra la permanencia de lo poltico, aunque en transicin, mutacin hacia algn nuevo tipo de significacin.

No es la muerte de lo poltico. Es redefinicin. Se fija en trminos ms reducidos, es ms realista. Se siguen contemplando medios y fines (siguiendo las reglas de la racionalidad formal), pero se los contempla de manera ms acotada, en un sentido similar a lo ocurrido con la planificacin social. De planificacin centralizada a planificacin estratgica. Se le da importancia a los problemas que se vislumbran con posibilidad de solucin efectiva en un plazo prximo. Ciertamente esto no permite plantearse un escenario a futuro donde definir un proyecto.

Movilizacin poltica en un ambiente de desencanto.

Calificarla de "poltica" es cuestionable. Muchos de los que participaron juran que no lo ha sido. No fue entendida como relacionada a un proyecto alternativo. Los mismos estudiantes la sintieron ms como reaccin ante un ataque hacia ellos, pero no como un problema de poltica social. En muchos exista la idea de que este estado de movilizacin no tena rasgos "polticos", no era parte del juego poltico. Se evidenciaba un rechazo a las concepciones imperantes de lo poltico, intentado hacer notar que "esta lucha era pura". Aunque muchos de sus actores no pudieran verlo, fue (o es, todava no termina) una movilizacin poltica con objetivos bien reducidos, circunscriptos a reivindicaciones de claustro en peligro, que afuera de la isla que es la universidad, -en la calle- no se termin de comprender del todo.

Quedan lejos los das en que la humanidad se senta llamada a "transformar el mundo". El sentimiento de omnipotencia que reinaba en los 60s ha cedido el lugar a la impotencia. La ofensiva del neoliberalismo contra la Intervencin estatal, pero ms contra la idea de soberana popular, es un signo de la poca. Al cuestionar la construccin deliberada de la sociedad por s misma no se cuestiona slo a la democracia; se cuestiona toda la poltica moderna. La fe que antes depositaron en la fuerza de la voluntad poltica se diluido. Pero no slo desaparece el voluntarismo, se tiende a restar importancia a toda accin poltica.

Conclusion

Vivimos en Amrica Latina (y no slo aqu) una crisis de proyecto. Puede conllevar a una abdicacin a nuestra responsabilidad por el futuro. Pero tambin puede expresar una nueva concepcin del porvenir. Intuimos que el maana son mil posibilidades no menos contradictorias que las opciones de hoy e irreductibles en una visin coherente y armoniosa. Vislumbramos un futuro abierto que resulta incompatible con la nocin habitual de proyecto. Entonces, ms que un proyecto alternativo, lo que necesitamos es una manera diferente de encarar el futuro.

No es que existan menos posibilidades o menos anhelos; ellos crecen al igual que las necesidades, pero no encuentran un marco donde interpretarse.

La significacin instrumentalista de la poltica: el presente como "transicin" hacia la realizacin de una utopa. Que el futuro sea imaginado como mercado o como sociedad sin clases, se trata de un orden pospoltico. Y al concebir la "abolicin de la poltica" como una meta factible, la accin poltica presente tiene un carcter exclusivamente instrumental. Para superar este enfoque se ha propuesto reconceptualizar la utopa como una imagen de plenitud imposible, pero indispensable para descubrir lo posible, ya que la utopa al resumir los deseos imposibles de realizar en el presente, empuja hacia el futuro.

El debate en el primer mundo sobre posmodernidad contribuye a reflexionar precisamente la articulacin de un orden colectivo por medio de una cultura poltica democrtica. La dictadura no es un mero parntesis. No podemos repetir formas anteriores.

El ambiente posmoderno ayuda a desmitificar el mesianismo y carcter religioso de una "cultura de militancia", a relativizar la centralidad del Estado, del partido y de la poltica misma. Contribuye a replantear los lmites de la poltica, aunque no aporte criterios para acotar el campo.

El actual clima intelectual est marcado por las crticas neonietzcheanas al racionalismo iluminista. El debate sobre la modernidad tiene el mrito de replantear la dialctica de la secularizacin. Se abre aqu un camino frtil para repensar la democracia. Podemos considerarla una hija de la secularizacin en un doble sentido. Por un lado, la democracia proclama la incertidumbre al instituir la voluntad popular como principio constitutivo del orden. Por el otro, ha de hacerse cargo de las demandas e certidumbre que provoca precisamente una sociedad secularizada.

El desencanto posmoderno contempla como desafo valorar la articulacin de las diferencias sociales. Asumir la heterogeneidad social como un valor e interrogarnos por su articulacin como orden colectivo. No se puede concebir una poltica democrtica a partir de la "unidad nacional" sino a partir de las diferencias

El desencanto puede ser polticamente muy fructfero. La sensibilidad posmoderna fomenta la dimensin experimental e innovadora de la poltica:" el arte de lo posible". Pero esta revalorizacin de la poltica descansa sobre una premisa: una conciencia renovada de futuro. El problema no es el futuro, sino la concepcin que nos hacemos de l.

Entonces, el "pensar la derrota" es redefinir el significado de la propia poltica. En tal contexto considero favorable cierto "ambiente posmoderno" y su desencantamiento con las ilusiones de plenitud y armona. Las fantasas de omnipotencia se evaporan y nos descubrimos frgiles. El desencanto podra entonces ser una situacin frtil para la democracia o tal vez no. Depende de la capacidad de los actores sociales comprometidos para articular una propuesta superadora.