LAPICITO DESCONSOLADO

ALICIA ESAÍN

Los lápices de colores estaban, nuevos y brillantes, dentro de su caja. Esperaban que Tomasito

quisiera estrenarlos… ¿Quién seria el primero en salir?. Esa mañana, él se levanto con ganas de dibujar. Su abuela le alcanzó un montón de hojas en blanco y, entonces, abrió

la caja…¡Qué emoción!

Al rato ya había dibujado el coche de su vecino, que le gustaba mucho, y

saco el lápiz azul para pintarlo. ¡Estaba estrenando sus lápices

nuevos!Luego necesitó el amarillo para el sol,

el azul claro para el cielo, el verde para el césped del jardín… Uno a uno

fueron saliendo todos.

Solo quedo sin

usar el lápiz gris.

¡Qué triste se sintió el pobre lápiz gris!

Para colmo, Tomasito siguió con su tarea hasta la hora de almorzar y pintó flores, manzanas, fresas, el vestido más lindo de su mamá, una camiseta deportiva.Usó tanto el rojo que debió sacarle punta muchas veces…

El lápiz gris estaba cada vez más triste, solito y largo… a la izquierda de la caja.

¡Nadie parecía verlo… se

estaba enojando y,

entonces, tuvo una idea:

Él no se quedaría callado. Cada vez que un lápiz saliera de la caja, él le cantaría una canción para burlarse:

-¿A dónde vas tan apurado? ¡Vas a volver acortado!

¡Era su forma de expresar lo sólo y lo inútil que se

sentía…!

Esa tarde Tomasito fue a la escuela y llevó la nueva caja de lápices. Sus

amigos se quedaron encantados, ya que era muy bonita. Cuando la

maestra los hizo dibujar, Tomás y su compañero de mesa desplegaron los lápices. Querían colorear muy bien

todo y, además compartir esos lápices tan hermosos.

Sólo quedó dentro de la caja, a la izquierda, largo y solo, el lápiz gris…

¡Llorando lágrimas grises, cantando bajito

y con rabia:

-¿A dónde vas tan apurado? ¡Vas a volver

acortado!

¡Sus compañeros primero se sintieron

ofendidos, pero después

cuando Tomasito y su amigo

tuvieron que escribir letras y números,

Los lápices pudieron descansar y discutir la situación: -¿Ese qué se cree? – preguntó el lápiz negro, que se consideraba muy importante.- ¡Qué se yo! Debe pensar que quedarse alto es mejor – opinó en tono elevado el lápiz rosa, que había pintado algunas flores y cohetes de Amalita, la hermana de Tomás.

-¡Peleando no se consigue nada! – comentó el lápiz café, que había trabajado con los troncos de los árboles de la plaza.-¡Si supiera cómo me canso!... – se lamentó el anaranjado, que había pintado casi dos kilos de mandarinas.- Pobre, si no tiene nada que colorear! –dijo el rojo, que estaba quedando bajito, bajito, de tanto que Tomás lo había usado.

En ese momento, pasó por el patio un pajarito. Los lápices lo llamaron y le hablaron en secreto. Nadie se dio cuenta porque la maestra estaba contando un cuento. Al rato, ella propuso:-¡Vamos a representar a los personajes del cuento en esta hoja de papel! –y repartió a sus alumnos una hoja casi tan grande como la mesa.

¡Cómo trabajaron

todos!

Al final, colgaron las láminas en la pared.¡Quedó precioso!¿Saben cuál era la más linda? ¡La de Tomás y su compañero…!

Allí habían dibujado un pajarito y un enorme gato, los dos del mismo color: gris, gris como las nubes de tormenta, gris como la tristeza, gris como las plumas de algunos pájaros cantores, gris como el pelaje de los gatos mimosos…¿Y el lápiz gris?... ¡Feliz!, casi tan bajito como sus compañeros y cantando:

¿A dónde vas tan apurado? ¡Vas a volver acortado!