Práctico 4 - Eghinardo, Vita Karoli

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Eginhardo Vita karoli (fragmentos) (Fuentes para la Historia de Carlomagno, Memoria Inédita, UCV, 1966, Valparaíso, pp. 27 y ss) Prefacio de Eginhardo. Habiendo resuelto escribir un libro sobre la vida, las costumbres y las principales gestas del reino del señor que me ha alimentado, el muy excelente rey Carlos, tan justamente famoso, lo he hecho con la mayor sobriedad que he podido, ateniéndome siempre a no omitir nada de lo que ha alcanzado mi conciencia y a no fatigar con la extensión de mi relato el espíritu de aquellos a quienes repugna todo aquello que es nuevo -si es de algún modo posible, verdaderamente, proponer, sin disgustarlo, un libro nuevo a un público al que fastidian también las obras de los mejores y doctos escritores. Más de alguno de entre ellos, lo sé, que ha consagrado su tiempo libre al culto de las letras estimará que la época que vivimos no merece ser considerada como indigna de todo recuerdo y ofrecida en masa al olvido; más de uno también, celoso de pasar a la posteridad, se inquietará menos por la calidad de sus escritos que por su deseo de asegurar a las generaciones futuras, narrando las grandes gestas de sus contemporáneos, la gloria de su propio nombre. No he creído por lo tanto deber renunciar a esta obra, consciente de que yo podía aportar más de verdad que otra persona, porque participé en los acontecimientos que relato, he sido, como se dice, el testigo ocular y porque, además, no puedo saber de una manera positiva como sería el cuadro si fuese trazado por otro. He juzgado, en fin, que más valía en mi exposición respetar en otros términos las cosas ya dichas que dejar la vida ilustre del mejor y más grande rey de esta época y sus hazañas, hoy casi inimitables, perderse en las tinieblas del olvido. A estos motivos para componer mi libro se agrega otro -razonable, pienso, y que podría bastar con él solo: el reconocimiento hacia el hombre que me alimentó y a la amistad indefectible entablada tanto con él como con sus hijos desde que comencé a vivir en su corte. La deuda que he contraído así hacia él y hacia su memoria es tal que sería justo que se me juzgase como un ingrato si, olvidando todos los bienes con los que fui gratificado, mantuviera silencio acerca de los hechos gloriosos e ilustres de aquel con quien tengo tantas obligaciones y si soportara que su vida permaneciera, como si no hubiera existido, ignorada y privada de las alabanzas que le son debidas. Para contarla y expresarla, haría falta algo mejor que mi pobre espíritu, débil casi hasta la nulidad; haría falta la elocuencia de un Cicerón. Sin embargo, de todos modos, he aquí este libro destinado a perpetuar la memoria del célebre gran hombre. Fuera de sus grandes hechos, nada hay allí que pueda impresionar al lector, sino tal vez la audacia de un bárbaro que, apenas iniciado en la frase latina, ha creído sin embargo poder escribir de forma decente o conveniente en esta lengua y que ha llevado la impudicia hasta el desprecio de aquel precepto de Cicerón, en el primer libro de sus Tusculanas, donde hablando de los autores latinos, se expresa en estos términos: : "Consignar por escrito sus pensamientos cuando se es incapaz de ordenarlos, de darles valor y de procurar el menor agrado al lector es el acto de un hombre que abusa sin medida de sus horas libres y de las letras". Tal precepto del célebre orador habría podido apartarme de escribir si no hubiese resuelto arriesgar mi reputación sometiendo este ensayo al juicio del público, antes que narrar la historia de un tan gran hombre a fin de arreglarla.

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Transcript of Práctico 4 - Eghinardo, Vita Karoli

  • Eginhardo

    Vita karoli (fragmentos)

    (Fuentes para la Historia de Carlomagno, Memoria Indita, UCV, 1966, Valparaso, pp. 27 y ss)

    Prefacio de Eginhardo.

    Habiendo resuelto escribir un libro sobre la vida, las costumbres y las principales gestas del

    reino del seor que me ha alimentado, el muy excelente rey Carlos, tan justamente famoso,

    lo he hecho con la mayor sobriedad que he podido, atenindome siempre a no omitir nada

    de lo que ha alcanzado mi conciencia y a no fatigar con la extensin de mi relato el espritu

    de aquellos a quienes repugna todo aquello que es nuevo -si es de algn modo posible,

    verdaderamente, proponer, sin disgustarlo, un libro nuevo a un pblico al que fastidian

    tambin las obras de los mejores y doctos escritores.

    Ms de alguno de entre ellos, lo s, que ha consagrado su tiempo libre al culto de las letras

    estimar que la poca que vivimos no merece ser considerada como indigna de todo

    recuerdo y ofrecida en masa al olvido; ms de uno tambin, celoso de pasar a la posteridad,

    se inquietar menos por la calidad de sus escritos que por su deseo de asegurar a las

    generaciones futuras, narrando las grandes gestas de sus contemporneos, la gloria de su

    propio nombre. No he credo por lo tanto deber renunciar a esta obra, consciente de que yo

    poda aportar ms de verdad que otra persona, porque particip en los acontecimientos que

    relato, he sido, como se dice, el testigo ocular y porque, adems, no puedo saber de una

    manera positiva como sera el cuadro si fuese trazado por otro. He juzgado, en fin, que ms

    vala en mi exposicin respetar en otros trminos las cosas ya dichas que dejar la vida

    ilustre del mejor y ms grande rey de esta poca y sus hazaas, hoy casi inimitables,

    perderse en las tinieblas del olvido.

    A estos motivos para componer mi libro se agrega otro -razonable, pienso, y que podra

    bastar con l solo: el reconocimiento hacia el hombre que me aliment y a la amistad

    indefectible entablada tanto con l como con sus hijos desde que comenc a vivir en su

    corte. La deuda que he contrado as hacia l y hacia su memoria es tal que sera justo que

    se me juzgase como un ingrato si, olvidando todos los bienes con los que fui gratificado,

    mantuviera silencio acerca de los hechos gloriosos e ilustres de aquel con quien tengo

    tantas obligaciones y si soportara que su vida permaneciera, como si no hubiera existido,

    ignorada y privada de las alabanzas que le son debidas.

    Para contarla y expresarla, hara falta algo mejor que mi pobre espritu, dbil casi hasta la

    nulidad; hara falta la elocuencia de un Cicern. Sin embargo, de todos modos, he aqu este

    libro destinado a perpetuar la memoria del clebre gran hombre. Fuera de sus grandes

    hechos, nada hay all que pueda impresionar al lector, sino tal vez la audacia de un brbaro

    que, apenas iniciado en la frase latina, ha credo sin embargo poder escribir de forma

    decente o conveniente en esta lengua y que ha llevado la impudicia hasta el desprecio de

    aquel precepto de Cicern, en el primer libro de sus Tusculanas, donde hablando de los

    autores latinos, se expresa en estos trminos: : "Consignar por escrito sus pensamientos

    cuando se es incapaz de ordenarlos, de darles valor y de procurar el menor agrado al lector

    es el acto de un hombre que abusa sin medida de sus horas libres y de las letras". Tal

    precepto del clebre orador habra podido apartarme de escribir si no hubiese resuelto

    arriesgar mi reputacin sometiendo este ensayo al juicio del pblico, antes que narrar la

    historia de un tan gran hombre a fin de arreglarla.

  • Ascendencia de Carlos.

    La familia de los merovingios, de la cual los francos acostumbraban a escoger sus reyes,

    rein hasta Childerico. Este, con el consentimiento del pontfice romano, fue depuesto y

    encerrado en un monasterio despus de haberle cortado los cabellos. Pero si la familia

    termin con l, desde haca mucho tiempo que haba perdido el vigor y no se distingua ms

    que por el ttulo real. La fortuna y el poder pblico estaban en manos de los jefes de su

    casa, que se llamaban mayordomos de palacio y a quienes perteneca el poder supremo;

    adems del ttulo, el rey no tena otra satisfaccin que ocupar el trono, con su larga

    cabellera y su barba colgante. Desde all figuraba como soberano, dando audiencias a los

    embajadores de los diversos pases y encargndoles a su regreso que transmitiesen en su

    nombre las respuestas que se le haba sugerido o dictado. Salvo este ttulo real que haba

    llegado a serle intil, y los precarios medios de subsistencia que le conceda el mayordomo

    de palacio, no posea sino un dominio propio, de escaso provecho, con su casa y algunos

    reducidos servidores a su disposicin para proveerlo de lo necesario.

    En sus viajes empleaba una carreta tirada por bueyes y dirigida rsticamente por un

    carretero. As acostumbraba ir a palacio, dirigirse a la Asamblea Pblica de su pueblo que

    se reuna anualmente para tratar asuntos del reino, y regresar a su residencia. La

    administracin y todas las decisiones y medidas referentes a lo interno y externo del reino,

    eran de exclusiva incumbencia del mayordomo de palacio.

    Este cargo, en la poca de la deposicin de Childerico, le perteneca a Pipino, padre del rey

    Carlos, en virtud de un derecho ya casi hereditario. En efecto, antes que l, dicho cargo lo

    haba desempeado en forma brillante otro Carlos, del cual era hijo, y que se haba

    distinguido derrotando a los tiranos cuyo poder intentaban imponer en toda Francia, y

    obligando a los sarracenos -mediante dos grandes victorias: una en Aquitania, en Poitiers;

    la otra cerca de Narbona- a renunciar a la ocupacin de las Galias y a replegarse a Espaa.

    Y ste lo haba recibido de manos de su propio padre, tambin llamado Pipino. Pues el

    pueblo se haba acostumbrado a no confiarlo sino a quienes se distinguan por el brillo de

    su nacimiento o la extensin de sus riquezas.

    Campaa contra los sajones.

    Ninguna fue tan larga, ms atroz, ms penosa para el pueblo franco. Pues los sajones, como

    casi todos los pueblos germnicos, eran de una naturaleza feroz; practicaban el culto a los

    demonios, se mostraban enemigos de nuestra religin y no consideraban deshonroso violar

    o transgredir las leyes divinas o humanas. El trazado de las fronteras dejaba cada da la paz

    a merced de un incidente; siendo llanas, excepto en algunos puntos, donde bosques y

    montaas forman una separacin neta, las fronteras eran escenario constante de muertes,

    rapias e incendios, respondindose recprocamente...

    Una vez declarada la guerra, fue llevada por ambas partes con igual animosidad, aunque

    con mayores prdidas de los sajones, y mantuvo una duracin de treinta aos consecutivos.

    No pudo terminar pronto por la perfidia de los sajones.

    No dej de vengar su perfidia e imponerles un justo castigo, marchando l mismo contra

    ellos o enviando tropas dirigidas por sus condes. Habiendo terminado por triunfar sobre los

    ms intransigentes, reducindolos a su merced, deport con sus mujeres y sus hijos a dos

    mil que habitaban las dos riberas del Elba, y los dispers en pequeos grupos por las Galias

    y Germania. Y se sabe que la guerra, despus de tantos aos de lucha, no termin sino

  • cuando los sajones hubieron aceptado las condiciones exigidas por el rey; abandono del

    culto a los demonios y de las ceremonias nacionales, adopcin de la fe y sacramentos de la

    religin cristiana, fusin con el pueblo franco en un solo pueblo.

    Vida privada de Carlos.

    Quiso que sus hijos, los varones como las nias, fuesen desde el comienzo iniciados en las

    artes liberales, estudios a los cuales l mismo se aplicaba; despus a sus hijos, cuando les

    lleg la edad, hizo ensear a montar a caballo, siguiendo la costumbre franca, a manejar las

    armas y a cazar; en cuanto a sus hijas, para evitarles embotarse en la ociosidad, las hizo

    aprender el trabajo de la lana as como el manejo de la rueca y el huso e hizo que se les

    enseara todo lo que permita formar una mujer honesta.

    De todos sus hijos, no perdi ms que dos hijos y una hija: Carlos, el primognito; Pipino,

    que haba hecho rey de Italia; y a Rotruda, la ms vieja de sus hijas, que haba sido

    prometida al emperador griego Constantino. Pipino dej un hijo -Bernardo- y cinco hijas -

    Adelaida, Atula, Gondrada, Bertraida, Teodrada- a las cuales el rey testimoni su afecto

    decidiendo que el hijo sucediera a su difunto padre y que las hijas fueran educadas con las

    suyas propias. Soport la muerte de sus hijos y de su hija con menos resignacin de la que

    se hubiera esperado de su extraordinaria fortaleza de espritu: su corazn era tan bueno que

    no pudo contenerse y se deshizo en llanto.

    Asimismo, cuando se le anunci el deceso del pontfice romano Adriano, su amigo

    predilecto, llor como si hubiera perdido un hermano o un hijo querido. Puesto que, en la

    amistad, era perfectamente equilibrado: dndose fcilmente, con una fidelidad a toda

    prueba, prometindose a aquellos con los que lo ligaba el afecto ms sagrado.

    Tom en la educacin de sus hijos tal cuidado que, cuando estaban con l, no cenaba nunca

    sin ellos y que, sin ellos, nunca se pona en marcha. Sus hijos cabalgaban a su lado; sus

    hijas les seguan cerrando la marcha, con algunos guardias encargados de velar por ellas.

    ()

    Llevaba el vestido nacional de los francos: sobre el cuerpo, una camisa y un calzoncillo de

    lino; encima, una tnica bordada de seda y un pantaln; unas cintillas alrededor de las

    piernas y los pies; un chaleco de piel de nutria o de rata le protega en invierno la espalda y

    el pecho; se envolva en un sayo azul y tena siempre colgando a un costado una espada

    cuya empuadura y vaina eran de oro o plata. Algunas veces cea una espada decorada con

    pedreras, pero slo los das de grandes fiestas o cuando tena que recibir a embajadores

    extranjeros. Si embargo, desdeaba los vestidos de otras naciones, incluso los ms bellos,

    y, cualquiera que fuesen las circunstancias, se rehusaba a ponrselos. No hizo excepcin

    sino en Roma donde, una primera vez a peticin del Papa Adriano y una segunda vez a

    instancias de su sucesor Len, visti la larga tnica y la clmide y calz zapatos a la moda

    de los romanos. Los das de fiesta llevaba un vestido tejido de oro, calzados decorados con

    pedreras, una fbula de oro para abrochar su sayo, una diadema del mismo metal y

    decorada tambin con pedrera; pero los dems das, su vestimenta difera poco de las de

    los hombres del pueblo o del comn.

    ()

    Se mostraba sobrio en el comer y el beber, sobre todo en el beber: ya que la embriaguez,

    que proscribi tanto para l como para los suyos, le causaba horror en quienquiera que

  • fuese. En la comida, le era difcil limitarse tanto, y se quejaba con frecuencia por serle

    incmodos los ayunos.

    Se regalaba con banquetes muy raramente, y solamente en las grandes fiestas, y siempre

    con gran compaa. Normalmente, la cena no se compona sino de cuatro platos, fuera del

    asado que los monteros tenan costumbre de poner en la asadera y que era su plato

    predilecto. Durante la comida, escuchaba un poco de msica o alguna lectura. Se le lea la

    historia y los relatos de la Antigedad. Le gustaba tambin hacerse leer las obras de San

    Agustn y, en particular, aquella titulada La Ciudad de Dios.

    Era tan sobrio en el vino y en toda clase de bebidas que beba raramente ms de tres veces

    por comida. En verano, despus de la comida del medioda, tomaba algunas frutas, se

    volcaba una vez ms a beber, despus, desvistindose y descalzndose cuando ya era de

    noche, reposaba dos o tres horas. En la noche su sueo era interrumpido cuatro o cinco

    veces, y no slo se despertaba, sino que se levantaba cada vez.

    Una vez vestido, reciba diversas personas fuera de sus amigos. Si el conde de palacio le

    sealaba un proceso que reclamaba una decisin de su parte, haca rpidamente introducir a

    palacio a los litigantes y, como si estuviera en un tribunal, escuchaba la exposicin del

    asunto y pronunciaba sentencia. Era tambin el momento cuando regulaba el trabajo de

    cada servicio y daba sus rdenes.

    ()

    Tena una elocuencia copiosa y exuberante, expresando con suma facilidad todo lo que

    quera. No contento con su lengua, se afan en aprender extranjeras. Aprendi el latn tan

    bien que se expresaba indiferentemente en esa lengua o en la lengua materna. No fue lo

    mismo con el griego, que poda comprenderlo mejor que hablarlo. Ms encima, tena una

    soltura de palabra que rayaba casi en el exceso.

    Cultivaba con pasin las artes liberales y, lleno de veneracin hacia quienes las enseaban,

    los colmaba de honores. En el estudio de la gramtica, segua las lecciones del dicono

    Pedro de Pisa, entonces en su vejez; en las otras disciplinas, su maestro fue Alcuino,

    llamado Albinus, dicono tambin, un sajn originario de Bretaa, el hombre ms sabio que

    exista entonces. Consagr mucho tiempo y esfuerzo en aprender junto a l la retrica, la

    dialctica y sobre todo la astronoma. Aprendi el clculo y se aplic con atencin y

    sagacidad a estudiar el curso de los astros. Quiso tambin aprender a escribir y tena el

    hbito de colocar bajo el almohadn de su cama tablas y hojas de pergamino, con el fin de

    aprovechar sus instantes de ocio para ejercitarse dibujando letras; pero como se aplic

    tardamente, el resultado fue mediocre.

    ()

    Practic escrupulosamente y con gran fervor la religin cristiana, en la cual haba estado

    imbuido desde su ms tierna infancia. Incluso construy en Aquisgrn una baslica de gran

    belleza, que adorn de oro y plata y candelabros, como tambin de balaustradas y de

    puertas de bronce macizo; y, como no poda procurarse de otra parte las columnas y los

    mrmoles necesarios para su construccin, los hizo traer de Roma y Ravenna.

    No dejaba nunca, cuando gozaba de buena salud, de ir a aquella Iglesia maana y tarde;

    volva para el oficio de noche y para la misa. Velaba con solicitud en todo lo que all

    pasaba con el ms grande decoro, y frecuentemente recomendaba a los sacristanes velar en

    lo que all se aportaba para no dejar nada impropio o indigno de la santidad del lugar. La

    provey ampliamente de vasos sagrados de oro y de plata y de una cantidad suficiente de

  • vestidos sacerdotales para que nadie -ni los porteros, que estn en el ltimo escaln de la

    jerarqua eclesistica- se encontrara en la necesidad de ejercer su ministerio en vestidos

    comunes.

    Se emple tambin con diligencia en corregir la manera de leer y de salmodiar, siendo l

    mismo muy experimentado en la materia, aunque no lea en pblico y no cantaba sino a

    media voz con el resto de la concurrencia.

    ()

    Solcito en socorrer a los pobres y en hacer aquellas larguezas desinteresadas que los

    griegos llaman "limosnas" (eleemosyne), no la emple solamente en su patria y su reino,

    sino que tena la costumbre de enviar dinero ms all de los mares: a Siria, a Egipto y a

    Africa -a Jerusaln, Alejandra y Cartago, donde l haba sabido que vivan en la pobreza

    cristianos en quienes la miseria excitaba su compasin; y si busc la amistad de los reyes de

    ultramar, fue sobre todo para procurar a los cristianos que se encontraban bajo su

    dominacin algn alivio y algn consuelo.

    Ms que todos los otros lugares santos y venerables, la Iglesia del bienaventurado apstol

    Pedro en Roma era objeto de su devocin. Consagr para dotarla cantidades de oro, de

    plata y de piedras preciosas; envi a los pontfices ricos e innumerables presentes; y en

    ningn momento de su reinado nada le agrad ms a su corazn que el trabajar con todos

    sus medios y emplear todas sus fuerzas en restablecer el antiguo renombre de Roma y

    asegurar por su generosidad a la Iglesia de San Pedro, adems de la seguridad y la

    proteccin, los ornamentos y una fortuna que la colocaran por sobre todas las otras. Y, sin

    embargo, l no fue sino cuatro veces en el curso de los cuarenta y siete aos de su reinado

    para cumplir con sus votos y hacer sus devociones.

    ()

    El ltimo viaje que Carlos hizo a Roma tuvo, pues, otras causas. Los romanos haban

    colmado de violencias al pontfice Len -saltndole los ojos y cortndole la lengua- y le

    haban constreido a implorar la ayuda del rey. Viniendo pues a Roma para restablecer la

    situacin de la Iglesia, fuertemente comprometido por estos incidentes, pas all el

    invierno. Fue entonces que recibi el ttulo de emperador y de augusto. Se mostr al

    principio tan descontento que habra renunciado, afirmaba, a entrar en la Iglesia ese da,

    bien que era da de gran fiesta, si hubiera sabido de antemano el plan del pontfice. No

    soportaba sino con una gran paciencia la envidia de los emperadores romanos, que se

    indignaron por el ttulo que haba tomado, y gracias a su magnanimidad que tanto lo

    elevaba por sobre ellos, lleg, envindoles numerosas embajadas y dndoles el ttulo de

    "hermanos" en sus cartas, a vencer finalmente su resistencia.

    ()

    Cuando hubo adquirido el ttulo imperial, observando que haba en las leyes de su pueblo

    mltiples lagunas -pues los francos tenan dos leyes, muy diferentes entre s en muchos

    puntos- se propuso completarlas, hacindolas concordar al mismo tiempo que corrigiendo

    los errores y las faltas de redaccin; pero no llev a cabo su proyecto, sino que se content

    al menos con insertar en el texto, sin tampoco acabarlo, un pequeo nmero de artculos

    adicionales. Al menos hizo reunir y consignar por escrito las leyes, transmitidas hasta

    entonces por tradicin oral, de todos los pueblos que estaban bajo su dominio.

  • Transcribi tambin, para que el recuerdo no se perdiera, los ms antiguos poemas brbaros

    que cantaban la historia y las guerras de los viejos reyes. Concibi, por otra parte, una

    gramtica de la lengua nacional.

    A todos los meses dio nombre en su lengua materna, y hasta ahora entre los francos se les

    designa a unos por su nombre latino y a otros por su nombre brbaro; lo mismo hizo para

    cada uno de los doce vientos, de los cuales cuatro a lo ms eran designados antes que l en

    su lengua. Para los meses los nombres elegidos fueron los siguientes: enero, wintarmanoth;

    febrero, hornung; marzo, lentzinmanoth; abril, ostarmanoth; mayo, winemanoth; junio,

    brachmanoth; julio, heuvimanoth; agosto, aranmanoth; septiembre, witumanoth; octubre,

    windumemanoth; noviembre, herbistmanoth; diciembre, heilagmanoth. Para los vientos,

    decidi que el viento del este sera llamado ostroniwint, el del sudeste ostsundroni, el del

    sudsudeste sundostroni, el del sur sundroni, el del sudsudoeste sundwestroni, el del

    sudoeste westsundroni, el del oeste westroni, noroeste westnordroni, el del nornoroeste

    nordwestroni, el del norte nordroni, el del nornordeste nordostroni, el del nordeste

    ostnordroni.

    La muerte de Carlomagno

    Al final de su vida, cuando ya se encorvaba bajo el peso de la enfermedad y la vejez, hizo

    llamar cerca de s al rey Luis de Aquitania, el nico hijo que le quedaba de su matrimonio

    con Hildegarda, y, en presencia de los principales de todo el reino franco, reunidos en

    asamblea general, con el consentimiento de todos, lo asoci al gobierno del conjunto del

    reino y lo design como heredero del ttulo imperial; despus, habindole puesto la

    diadema sobre la cabeza, prescribi llamarle en adelante emperador y augusto. La decisin

    fue recibida muy favorablemente por toda la concurrencia, pues pareca inspirada por Dios

    para el bien del reino. Su majestad se acrecent entonces y las naciones extranjeras

    experimentaron un gran terror. Despus, envi a su hijo a Aquitania y, en cuanto a l, a

    pesar de su edad, parti, como de ordinario, a la cacera en los alrededores de su palacio de

    Aquisgrn, empleando as el otoo, para volver enseguida a Aquisgrn hacia las calendas

    de noviembre.

    Como pas all el invierno, fue presa, en el mes de enero, de una fuerte fiebre y debi

    guardar cama. Inmediatamente, como haca habitualmente en caso de fiebre, se puso a

    dieta, pensando poder as eliminar la enfermedad o al menos atenuarla. Pero la fiebre se

    complic con un dolor al costado -lo que los griegos llaman pleuresa- y como continuaba

    observando la dieta y no sostena su cuerpo ms que con ciertas raras bebidas, el sptimo

    da despus de haberse acostado, habiendo recibido la santa comunin, muri a los setenta

    y dos aos y en el cuadragsimo sptimo de su reinado, el cinco de las calendas de febrero,

    en la hora tercia del da.

    ()

    Su cuerpo, siguiendo el rito, una vez lavado y amortajado, fue llevado a la iglesia e

    inhumado en medio de la desolacin del pueblo todo. Se dudaba primero sobre el lugar

    donde debera reposar, ya que, en vida, nada haba prescrito al respecto. Finalmente se

    acord reconocer que ningn emplazamiento podra convenir mejor para su tumba que la

    baslica que l mismo haba construido a su costa en Aquisgrn por amor de Dios y de

    Nuestro Seor Jesucristo y en honor de su Santa Madre, eternamente virgen. Se le enterr

  • el mismo da de su muerte y se puso su tumba bajo un arco dorado con su retrato y una

    inscripcin, cuyo texto era ste:

    BAJO ESTA PIEDRA REPOSA EL CUERPO DE CARLOS, GRANDE Y ORTODOXO

    EMPERADOR, QUE NOBLEMENTE ACRECENTO EL REINO DE LOS FRANCOS Y

    DURANTE XLVII AOS LO GOBERNO FELIZMENTE. MURIO SEPTUAGENARIO

    EL AO DEL SEOR DCCCXIV, INDICCION VII, EL V DE LAS CALENDAS DE

    FEBRERO

    Numerosos presagios haban marcado la aproximacin de su fin, no dejando duda alguna a

    nadie -a l mismo ms que a ningn otro- sobre la inminencia del instante decisivo.

    Los tres aos antes, en los ltimos tiempos de su vida, hubo frecuentes eclipses de sol y de

    luna; durando siete das, se not en el sol una marca de color negro. Un prtico que el rey

    haba hecho levantar con gran cantidad de materiales entre la baslica y el palacio se

    derrumb sbitamente por completo el da de la Ascensin del Seor. Despus, habiendo el

    fuego tomado por azar el puente de madera que l haba puesto sobre el Rhin en Maguncia

    -ese puente que haba demandado ms de diez aos de ruda labor y que haba sido tan

    admirablemente construido que pareca iba a ser eterno- el incendio creci tan rpido que al

    cabo de tres horas, excepcin hecha de aquellas partes cubiertas por el agua, se consumi

    por entero y de l no qued ni una tabla.

    Carlos mismo fue vctima de un accidente significativo en el curso de una expedicin a

    Sajonia contra el rey dans Godefrido. Un da que haba dejado el campo y se haba puesto

    en marcha antes de que el sol se levantara, vio repentinamente una antorcha descender

    milagrosamente desde un cielo sereno y atravesar el aire de derecha a izquierda. Y mientras

    se preguntaba qu es lo que significaba ese fenmeno, el caballo que montaba baj

    bruscamente la cabeza y cay precipitndolo a tierra con tal violencia que la fbula de su

    manto se rompi y la vaina de su espada fue arrancada. Cuando sus servidores, testigos del

    accidente, se precipitaron para levantarlo, le encontraron sin armas, sin manto, y se recogi

    al menos a veinte pies de distancia un venablo que se le haba escapado de las manos en el

    momento de su cada.

    A ello se vinieron a sumar frecuentes sacudidas que remecieron el palacio de Aquisgrn y

    continuos crujidos en el techo de las habitaciones donde l estaba. Despus un rayo cay

    sobre la baslica donde ms tarde fue enterrado, arrancando el remate de oro que pasaba por

    encima del techo y lo proyect sobre la casa vecina, que serva de residencia al obispo. Por

    otra parte, haba all en la baslica, sobre el contorno de la parte del muro comprendida

    entre los arcos de la base y aquellos de la parte superior, una inscripcin en letras rojas

    indicando el nombre del fundador de la iglesia. En el ltimo verso se lean las palabras

    "...KAROLUS PRINCEPS" ("...el prncipe Carlos"). Pues bien, ciertas personas hicieron

    notar que el ao mismo de su muerte, algunos meses antes, las letras de la palabra

    PRINCEPS estaban de tal forma borradas que no se podan descifrar.