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Presentación del Manual “Curso
Básico de Doctrina Social de la
Iglesia para Universidades
Católicas de América Latina”
Bogotá, 10. de noviembre del 2011
Módulos Política y Ecología
Dr. Juan Souto Coelho, Fundación Pablo VIMadrid - España
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Introducción
En el principio existía el Logos y el Logos era Dios. Y dijo Dios:
hagamos el Oikós para el hombre. Y el Logos creó la “Casa” (oikós) y
la dotó de todos los bienes necesarios en cantidad y calidad
suficientes para que todos vivieran felices.
Después dijo: hagamos el ser humano. Y creó al varón y a la mujer
que, distintos y complementarios, realizan plenamente lo humano. Y
les dijo: vuestra es la “Casa”, multiplicaos y llenadla de vida, de amor
compartido y de alegría infinita… Y vio Dios que todo era bueno y
estaba bien hecho. Pero el hombre y la mujer introdujeron el
desorden en su relación y en la “casa” que Dios les entregó…
Estoy seguro de que estas palabras les suenan en otra versión, en
efecto, evocan el relato del Génesis.
El beato Juan XXIII, en la encíclica Pacem in terris 1-5, al referirse al
don de la Paz, une el Logos y el orden en el Oikós en un canto a la “La
paz en la tierra, suprema aspiración de toda la humanidad a través de
la Historia, que no puede establecerse ni consolidarse si no se respeta
fielmente el orden establecido por Dios”. Porque “Dios hizo de la nada
el universo, y en él derramó los tesoros de su sabiduría y de su
bondad (…). Resulta, sin embargo, sorprendente el contraste que con
este orden maravilloso del universo ofrece el desorden que reina entre
los individuos y entre los pueblos. Parece como si las relaciones que
entre ellos existen no pudieran regirse más que por la fuerza. Sin
Construir “una ciudad digna para el
hombre” en la Tierra, nuestra “casa
común”
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embargo, en lo más íntimo del ser humano, el Creador ha impreso un
orden que la conciencia humana descubre y manda observar
estrictamente”.
Estos relatos nos remiten necesariamente a la convicción de que la
DSI, en su sentido amplio, sobre “ecología” y “política”, es muy
antigua; y que, además, ecología y política son realidades humanas
interdependientes. El Papa Benedicto XVI, en el Mensaje para la
Jornada Mundial de la Paz del 1 de enero de 2010, dice: “La creación
es el comienzo y el fundamento de todas las obras de Dios y su
salvaguarda se ha hecho hoy esencial para la convivencia pacífica de
la humanidad”.
Hablamos de “convivencia pacífica” de la humanidad…, sin embargo,
constatamos que, al inicio del siglo XXI, nos dicen que en esta “casa
común”, hay una parte pequeña llamada Norte, rica, desarrollada y
democrática; y otra inmensa llamada Sur, rica en recursos naturales y
materias primas y, sin embargo, empobrecida y en vías de desarrollo,
donde existen más de 1.020 millones de personas que se mueren de
hambre, más de 1.800 millones no tienen acceso a agua potable, cada
minuto mueren 9 niños por desnutrición, y 21 por causas evitables
derivadas de aguas contaminadas, falta de vacunas, etc…
Esto me lleva, de entrada, a plantear algunas preguntas: ¿qué gestión
del planeta, qué sentido de la responsabilidad ha guiado a los
gobernantes para que el desarrollo esté beneficiando, prácticamente,
sólo a un tercio de la humanidad?
- ¿Es posible alcanzar una justicia social en el planeta sin cambiar los
patrones actuales de convivencia entre los seres humanos, entre los
pueblos y las naciones, y la relación con la naturaleza?
- ¿Es posible lograr la sostenibilidad de la explotación de los recursos
del planeta sin cambiar los modelos de relación de poder Norte-Sur,
la relación al interior de los países entre las zonas urbanas y las
rurales?
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- ¿Existe una relación entre la injusticia entre los pueblos y la
destrucción de la naturaleza? Observemos el mundo: ¿dónde está el
dinero, dónde el poder político, y dónde el hambre y la miseria?
- ¿Tienen los gobiernos de los países ricos una mayor responsabilidad
frente al deterioro del capital natural del planeta?
- ¿Qué políticas educativas hay que implantar, para que ciudadanos
cuyas necesidades están sobre-satisfechas, cuyos deseos están
permanentemente estimulados e insatisfechos, se integren de una
manera positiva y constructiva en la sociedad en la que viven?
- ¿Cómo es posible que, siendo conscientes de que lo que estamos
haciendo tiene efectos mortales para el planeta y para las personas,
sigamos haciendo lo mismo?
Como podemos comprobar, las preguntas, en conjunto, remiten a
cuestiones interdependientes, planetarias y de gran complejidad. Yo
me limitaré a reflexionar, de manera general, sobre algunas
cuestiones actuales que me parecen nucleares a la hora de plantear,
desde la política y la ecología, cómo comprometerse con el
advenimiento de “un cielo nuevo y una tierra nueva” al inicio del siglo
XXI. Hablaré, como es obvio, desde la misma Iglesia, como
comunidad religiosa, “en cuanto que existe en este mundo y vive y
actúa con él” (GS 40), desde la independencia y la autonomía (GS
75), desde la distinción y la complementariedad o ámbito de la
laicidad (Benedicto XVI, CV), en relación con la comunidad política o
el Estado, acompañando al hombre con su discernimiento de la DSI.
Esta doctrina que, en su sentido estricto, ha empezado a adquirir una
formulación propia, a finales del siglo XIX con León XIII, en el caso de
la política, y a mediados del siglo XX, en los años sesenta con Pablo
VI, en el caso de la ecología.
I.- Hablamos de “la política”
Pero ¿qué es “la política”?
Muchas son las respuestas que se dan hoy a esta pregunta, que son
reflejo de las experiencias menos exitosas.
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Política es el modo de repartir el dinero.
Un hijo pregunta a su padre: - ¿Qué es gobernar? El padre le
contesta: Tratar de impedir que gobiernen los otros.
La corrupción es una rama de la política.
La corrupción es el pecado político. (Dios)
Creo que una de las cosas que no inventé bien fue la política.
(Dios)
Los ciudadanos tenemos los políticos que nos merecemos y a ellos
les pasa lo mismo con nosotros.
Cada uno a lo suyo. ¡Qué gran proyecto colectivo!
No toda la realidad es así. San Juan de Ávila (1500-1569) decía: "La
política es profesión de hacer el bien a muchos aún con daño propio;
y quien no sea rico en amor, vuélvase de esta guerra, que no es para
él”.
La “política” es, ante todo, una vocación de amor; es la ciencia y el
arte noble que se han dado los pueblos para organizar la convivencia
entre sí, en sus naciones, entre las demás naciones y en la comunidad
mundial sin acudir al uso de la violencia. La política es esencial: una
sociedad que la menosprecie se pone en peligro. Resulta urgente
rehabilitarla y replantearse en todos los ámbitos (educación, familia,
economía, ecología, cultura, sanidad, protección social, justicia...) una
relación activa entre la política y la vida cotidiana de los ciudadanos,
para que se oriente a su verdadera finalidad, a saber:
Llevar a cabo la convivencia
En efecto, la ambición de la política es la "convivencia" de personas y
de grupos que, sin ella, permanecerían ajenos los unos a los otros y a
su ambiente natural.
Pretender alcanzar el bien común
La organización política existe por y para el bien común, que es algo
más que la suma de intereses particulares, individuales o colectivos, a
menudo contradictorios y competitivos entre sí.
Buscar la justicia, crear una sociedad justa
La justicia es el objeto propio de la política y también su medida. La
tarea principal de la política debe ser el establecimiento de un orden
justo dentro de la sociedad y del mismo Estado (Benedicto XVI, Deus
caritas est, 28-29).
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Controlar la violencia
La violencia se encuentra en el núcleo de la condición humana. Uno
de los objetivos de la política consiste en controlarla allí donde se
presente: delincuencia, criminalidad, toma de rehenes, injusticias
flagrantes, conflictos de intereses, guerras en resurgimiento,
amenazas a la paz interior o exterior...
La Iglesia, a lo largo de la Historia, ha hecho, su propio
aprendizaje y, como experta en humanidad, hoy puede ofrecer,
en diálogo con el mundo, un rico patrimonio de servicio a la
verdad, para regenerar la política. La Iglesia ha tenido
siempre una doctrina propia sobre las cuestiones del ámbito
político, una doctrina siempre renovada…
La DSI fue “doctrina política” antes que “socioeconómica”. León XIII
(1878-1903) centra los trece primeros años de su pontificado en los
temas políticos, y da fe de ello en RN cuando afirma:
“(…) Así, pues, debiendo Nos velar por la causa de la Iglesia y porla salvación común, creemos oportuno, venerables hermanos, ypor las mismas razones, hacer, respeto de la situación de losobreros, lo que hemos acostumbrado, dirigiéndoos cartas sobre elpoder político, sobre la libertad humana, sobre la cristianaconstitución de los Estados y otras parecidas, que estimamosoportunas para refutar los sofismas de algunas opiniones.(…). (RN 1)
Podemos decir que las grandes cuestiones sobre las cuales sepronunció, siguen siendo las grandes cuestiones políticas actuales.- 1884: en Humanum Genus, destaca los principios fundamentales
de la moral social cristiana.- 1885: en Inmortale Dei habla sobre la constitución cristiana de los
Estados.- 1888: en Libertas Praestantissimum, sobre la libertad y el
liberalismo, se opone al agnosticismo y a sus consecuencias, a las“libertades modernas” y al laicismo integral del Estado y de laescuela.
- 1890: Sapientiae Christianae está dedicada a los deberes delciudadano cristiano, al que llama a participar en las institu-ciones políticas para realizar, en y desde ellas, las exigenciascatólicas.
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- 1891: Diuturnum illud es una encíclica sobre la autoridad políticaque no dimana de un contrato social, sino de Dios mismo, que la haestablecido en la dimensión social misma de la naturaleza humana.
- 1892: en la encíclica Au milieu des sollicitudes, invita a loscatólicos franceses a que reconozcan una posibilidad y libertad parael sistema democrático, junto con los demás sistemas políticos.
Los Pontífices que sucedieron a León XIII recogieron su Magisterio, loactualizaron, profundizando en cada época en las “nuevas realidades”que acaecían…
Benedicto XV (1914-1922)
Es el Pontífice de la Primera Guerra Mundial. León XIII había intentado
reconciliar las clases enfrentadas; este Papa, la reconciliación de los
pueblos.
1914: En Ad Beatissimi escribe que la guerra es consecuencia de la
crisis moral que vive Europa. Por eso desborda el marco político y
económico y se introduce en las conciencias. Propone como remedio la
caridad cristiana en las relaciones humanas, acepta el origen divino de
la autoridad, la obediencia debida, la justicia como base de la
convivencia y un recto concepto de la felicidad. Esta doctrina contiene
las premisas que culminarán con una propuesta para constituir una
comunidad internacional.
1917: Envía una nota -Dès le Début - a todos los gobiernos en guerra
haciéndoles consideraciones prácticas, ya que habían fracasado otras
iniciativas. Para una paz justa y duradera propone un desarme, el arbi-
traje, vías de comunicación libres, reparación de los daños ocasionados
por la guerra, liberación de los territorios ocupados y el arreglo pacífico
del conflicto surgido por la ocupación de territorios.
1920: Su encíclica Pacem Dei tiene como centro la caridad cristiana.
En ella llama a los individuos a la reconciliación e invita a los Estados a
la paz. Caridad es benevolencia, perdón y beneficencia para todos.
Niega después la existencia de una doble moral, la del individuo y la del
Estado. Termina pidiendo “una sociedad, o mejor dicho, una familia de
naciones” y ofreciendo la colaboración de la Iglesia para todas las
tareas justas de esa sociedad.
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Pío XI (1922-1939)
Enseña sobre la concepción cristiana del Estado, cuando los
totalitarismos ocupan el poder político. Reafirma el lugar insustituible
que corresponde a los poderes públicos en la prosecución del bien
común y clarifica los límites de la actuación del Estado.
1931: Destaca el lugar fundamental de las sociedades intermedias y de
un derecho natural anterior y superior al Estado en Non Abbiamo
Bisogno, donde condena la estatolatría, la agresión política a las
conciencias y el monopolio estatal en materia de enseñanza. En
general, rechaza todo lo que en el estado fascista es contrario a la
doctrina católica.
1937: La encíclica Mit Brennender Sorge condena el racismo del
Estado nazi. En nombre de un orden sobrenatural, de la razón natural,
de la libertad y de la dignidad de la persona humana condena que el
derecho pueda ser entendido como una función de utilidad nacional.
Advierte también sobre el peligro que encierra el uso que deforme los
contenidos de la misma.
1937: En Divini Redemptoris presenta consideraciones sociales y
políticas. Condena el comunismo, con el que no se puede colaborar por
su concepción atea y materialista, tanto de la vida como de la historia.
Enlaza su exposición con la doctrina política de León XIII y con la
misma Quadragesimo Anno donde, al formular el principio de
subsidiariedad, marca un hito en la teoría y en la práctica política del
presente siglo.
Pío XII (1939-1958)
En el contexto de la II Guerra Mundial, desarrolla en su rico magisterio
político, que se encuentra básicamente en sus Radiomensajes de
Navidad de manera primordial, una síntesis doctrinal semejante a la
que León XIII estructuró en el orden de los sistemas políticos
nacionales. He aquí algunos de ellos y su contenido:
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1939: In questo giorno (1939) expone cinco puntos fundamentales
para una paz justa y honrosa: garantizar la independencia de las
naciones, tanto grandes como pequeñas; la importancia decisiva del
desarme mutuo, orgánico y progresivo, material y espiritual; la
necesidad de instituciones jurídicas que garanticen el cumplimiento de
los tratados de paz, que serán revisados cuando se considere
necesario; respetar las exigencias justas de las naciones, pueblos y
minorías étnicas; la responsabilidad, la justicia y el amor como lo único
que puede dar vida a la letra de los tratados internacionales.
1940: Grazie presenta las bases fundamentales para construir un
nuevo orden internacional basado en los principios de la sana moral: la
verdad vencedora del odio, que la deforma; la fidelidad, base del
derecho internacional, frente a la desconfianza; el derecho, que no nace
de la fuerza ni de la utilidad; la equidad económica, que supera las
diferencias estridentes; la solidaridad jurídica y económica, que vence al
egoísmo; y la necesidad de una declaración teórica de derechos
jurídicos imprescriptibles.
1941: Nell’alba expone los presupuestos que requiere el orden
internacional nuevo: “En el campo de un nuevo orden fundado sobre
principios morales no hay lugar para...” la agresión contra la libertad y
la vida de los pequeños Estados más débiles y contra las minorías
nacionales y sus peculiaridades culturales; para el acaparamiento
injusto de los recursos económicos y materiales por parte de ciertas
naciones, en detrimento de otras; para la guerra total y la desenfrenada
carrera de armamentos; para la persecución contra la religión y contra
la Iglesia.
1942: Con sempre expone el fundamento del orden interno de los
Estados: la dignidad y los derechos de la persona humana; la defensa
de la sociedad como unidad social articulada, y especialmente de la
familia; la dignidad del trabajo derivada de su función para el
perfeccionamiento de la persona. El restablecimiento del ordenamiento
jurídico, que sólo es posible estrictamente en el interior de un Estado
soberano, es otra de sus grandes aportaciones. Finalmente, la
concepción del Estado según el espíritu cristiano.
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1944: Benignitas et humanitas es un radiomensaje muy concreto y
esperanzador. Valora la democracia y se enfrenta a los estados
totalitarios. El concepto de familia lo aplica al Estado tal como late en
Inmortale Dei (León XIII), y apuesta decididamente por la democracia
ante la experiencia histórica de los totalitarismos. Porque es el régimen
más coherente con la DSI sobre la persona como centro de la vida
social. Expone las condiciones morales de una organización
internacional capaz de garantizar la paz en el mundo y resolver los
conflictos.
Juan XXIII (1958-1963)
El Papa Juan XXIII destaca en el magisterio político por su encíclica
Pacem in terris (1963) en la cual practica este sentido de la política.
Es un gran documento sobre la política, en vista a construir un orden
mundial basado en la justicia y en el respeto de los derechos humanos.
Se dirige también a “todos los hombres de buena voluntad”.
Las cuestiones principales son: la persona humana, sus derechos y
deberes, en un listado, el más amplio, pero no completo, de todos los
documentos pontificios. Las comunidades políticas y sus relaciones:
naturaleza de la autoridad, su función, el bien común, formas de
gobierno, el comportamiento ciudadano... Una autoridad política
mundial, establecida por acuerdo entre las naciones, para solucionar
los problemas de dimensiones mundiales. Evalúa la actuación de la
ONU... El cristiano y la política, de manera activa, en todos los campos
de la actividad pública. Es interesante la distinción entre “filosofías
erróneas” y “colaboraciones concretas”.
“Son estas leyes las que enseñan claramente a los hombres, primero,
cómo deben regular sus mutuas relaciones en la convivencia humana;
segundo, cómo deben ordenarse las relaciones de los ciudadanos con
las autoridades públicas de cada Estado; tercero, cómo deben
relacionarse entre sí los Estados; finalmente, cómo deben
coordinarse, de una parte, los individuos y los Estados, y de otra, la
comunidad mundial de todos los pueblos, cuya constitución es una
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exigencia urgente del bien común universal (PT 7). Los fundamentos
de esta construcción, añade el Papa en la misma encíclica, son la
verdad, la justicia, el amor y la libertad.
El Concilio Vaticano II vive en este ambiente de optimismo… La
Constitución Pastoral Gaudium et Spes (1965) del Concilio Vaticano II
dedica un capítulo a “la comunidad política” (73-76), en el que
analiza la realidad de la vida política en la actualidad, su naturaleza, fin
y características. Pone la participación, libre y activa de todos los
ciudadanos, como base moral de la vida pública. También incluye las
relaciones mutuas entre la Iglesia y el Estado.
También es importante en esta cuestión la declaración Dignitatis
Humanae sobre la libertad civil en materia religiosa.
Pablo VI (1963-1978)
En pleno Concilio Vaticano II, visita la Sede de la ONU y pide en ella
que la paz del hombre, en sus derechos y los deberes fundamentales
LAS PERSONAS, LOS ESTADOS Y LA
COMUNIDAD MUNDIAL
LOS ESTADOS Y LASNACIONES ENTRE SÍ
LOS CIUDADANOSY SUS ESTADOS
LASPERSONAS
VERDAD – JUSTICIA – AMOR - LIBERTAD
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(su dignidad, libertad y libertad religiosa) sea servida por la ciencia, la
técnica y la organización política.
Su carta apostólica Octogesima Adveniens (1971) permite conocer la
coherencia de Pablo VI con las grandes e innovadoras opciones del
Concilio. Expone la acción de la Iglesia como buscadora de nuevos
caminos para el logro de la justicia. Afirma el pluralismo de los
cristianos en la acción y en el compromiso social ante la diversidad de
situaciones. Reconoce que la DSI carece de una propuesta única y
definitiva de carácter universal. Y amplía el tratamiento de Juan XXIII
sobre las ideologías (liberalismo y marxismo) y los correspondientes
movimientos históricos que generan, - capitalismo, socialismo, co-
munismo-, para que los cristianos sepan discernir en sus compromisos
políticos sin poner en peligro su fe cristiana.
Juan Pablo II (1978-2005)
Dedica al tema político el Mensaje a las Naciones Unidas
(2.10.1979) que, como búsqueda de libertad en nuestro tiempo, tiene
su fundamento en los derechos universales.
En Centesimus Annus (1991) dedica el capítulo titulado escuetamente
“1989” a estudiar la democracia. Defiende con pasión los derechos
humanos, como lo había hecho en su primera encíclica Redemptor
Hominis (1979), se opone a los totalitarismos y rechaza la violencia
como camino para solucionar los conflictos entre clases sociales y entre
naciones.
Tiempo después vuelve a la ONU (5.10.95) y ofrece una “clave”
doctrinal para la comunidad internacional: el carácter planetario de los
derechos humanos, en los cuales se reflejan las exigencias objetivas e
imprescindibles de una ley moral universal. Falta un acuerdo inter-
nacional que afronte de modo adecuado los derechos de las naciones.
Esta situación lleva consigo cuestiones de justicia y libertad.
Benedicto XVI (2005-…)
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La primera encíclica de Benedicto XVI, Deus caritas est, en la segunda
parte, dedica una atención especial a la DSI, y, dentro de ella, a la
cuestión de la justicia y el orden político (28-29).
Es en Caritas in veritate (2009), su encíclica social, donde Benedicto
XVI expone su Magisterio político sobre las cuestiones actuales en la
era de la globalización:
El Estado (comunidad política) y el desarrollo: Corrupción en los sujetos políticos……………….. 22 Nuevas limitaciones al Estado………………………. 24b, Red de seguridad social y mercado……………… 25ª, Cuando el Estado promueve el ateísmo…….… 29 El justo papel del Estado en economía…………. 39ª, La unión mercado-Estado……………………………… 39b, El Estado y un nuevo orden económico……….. 41b, Articulación de la autoridad política……………… 41b Los Estados deben promover la familia………... 44b, Distinción entre sindicato y política……………….. 64 La religión en la vida pública…………………………. 56
La comunidad internacional La ONU, necesidad de reforma…………………….. 67 Necesidad de una Autoridad política mundial. 67 … funciones y organización…………………………… 67 Ayuda de los medios de comunicación………… 73
Los conflictos y la paz: Acabar con el hambre, objetivo de paz…………. 27 El terrorismo fundamentalista………………………… 29 El fanatismo religioso…………………………………….. 29 Por acaparamiento de los recursos………………… 49ª, 51ª, La paz no es sólo producto de la técnica………. 72, La paz y los valores de la verdad de la vida….. 72, Las guerras devastan recursos naturales………. 51ª, La paz salvaguarda la naturaleza……………………. 51ª,
Cambio de paradigma
Durante mucho tiempo, tuvimos la convicción de que la construcción
de las comunidades nacionales, regionales y de la comunidad mundial
estaba bien delineada… Los “actores” en los escenarios políticos
eran previsibles, estaban bien definidos y también estaba bien
delimitado su poder.
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En los países democráticos, nos hemos acostumbrado a vivir bajo este
marco conceptual del “poder político”. Sin embargo, desde los años
1970 a esta parte, no es así, los escenarios de la política han
cambiado… Pablo VI lo advirtió en el año 1971 en la Carta Apostólica
Octogesima adveniens con las siguientes palabras:
“Bajo el impulso de los nuevos sistemas de producción están abriéndose
las fronteras nacionales, y se ven aparecer nuevas potencias económicas,
las empresas multinacionales, que por la concentración y la flexibilidad
de sus medios pueden llevar a cabo estrategias autónomas, en gran parte
independientes de los poderes políticos nacionales y, por consiguiente,
sin control desde el punto de vista del bien común. Al extender sus
actividades, estos organismos privados pueden conducir a una nueva
forma abusiva de dictadura económica en el campo social, cultural e
incluso político. La concentración excesiva de los medios y de los
POTENCIASMUNDIALES
GRANDESPOTENCIAS
INDIVIDUOORGANIZACIONESINTER-GUBERNAMENTALES(ONU, UNICEF, OMS,OMC, UNESCO, FAO,OEA, OCDE...)
LOS ESTADOSSOBERANOSPueblo/Territorio/Instituciones
PERSONA
DISPERSO
ASOCIADOSector
LUCRATIVO
Sector NO
LUCRATIVO
OPINIÓNPÚBLICA DERECHOS
DEBERES
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poderes, que denunciaba ya Pío XI en el 40 aniversario de la Rerum
novarum, adquiere nuevas formas concretas” (OA, 44).
La pregunta es: ¿los Estados, los sujetos del poder político, son
realmente “soberanos”? Los Estados ¿son realmente el pueblo
políticamente organizado en ejercicio de su soberanía?
El Papa Benedicto XVI, comparando la época de Populorum progressio
de Pablo VI (1967) y la actual, en Caritas in veritate, 24, profundiza
en este análisis:
“El mundo que Pablo VI tenía ante sí, aunque el proceso de
socialización estuviera ya avanzado y pudo hablar de una cuestión social
que se había hecho mundial, estaba aún mucho menos integrado que el
actual. La actividad económica y la función política se movían en gran
parte dentro de los mismos confines y podían contar, por tanto, la una
con la otra. La actividad productiva tenía lugar predominantemente en
los ámbitos nacionales y las inversiones financieras circulaban de forma
bastante limitada con el extranjero, de manera que la política de muchos
estados podía fijar todavía las prioridades de la economía y, de algún
modo, gobernar su curso con los instrumentos que tenía a su
disposición. Por este motivo, la Populorum progressio asignó un papel
central, aunque no exclusivo, a los « poderes públicos ».
En nuestra época, el Estado se encuentra con el deber de afrontar
las limitaciones que pone a su soberanía el nuevo contexto
económico-comercial y financiero internacional, caracterizado
también por una creciente movilidad de los capitales financieros y
los medios de producción materiales e inmateriales. Este nuevo
contexto ha modificado el poder político de los estados”.
La cuestión ecológica presenta dos problemas paradigmáticos
que definen estos nuevos contextos para el ejercicio del poder
político de los estados: el cambio climático y el fenómeno de la
concentración de tierras con el afán de dominio sobre las
materias primas y las fuentes de energía.
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II.- La Cuestión ecológica y el poder político
Vivimos y crecemos con ideas equivocadas: que los bienes del planeta
son inagotables y que son nuestros. Sólo tenemos un planeta y
estamos “gastando más de lo que poseemos”. La “tarta” común que
tenemos que compartir, no está hecha de dólares y euros, que
garantizan los poderes políticos a través de sus bancos centrales, sino
de los bienes y servicios que proporciona nuestro planeta, que son
limitados, y ante los cuales la ambición humana, sin embargo, es
ilimitada.
El impacto de estas equivocaciones en el rumbo del planeta conduce a
que, sobre todo los pobres…: tengan menos productividad agrícola y
más inseguridad alimentaria; carezcan de agua potable; estén más
expuestos a fenómenos climáticos extremos, como sequías
prolongadas y lluvias escasas e irregulares; soporten efectos
irreversibles sobre los ecosistemas que son sus medios de vida; y
sean más vulnerables a las enfermedades y a poner en riesgo su
propia salud por el exceso de calor o de humedad y como
consecuencia de la contaminación del agua.
Naturalmente, estamos hablando del “clima”.
Las cuestiones del cambio climático son una muestra del desorden y
el egoísmo que dominan las relaciones entre las personas y los
pueblos, de las que habla Juan XXIII al inicio de Pacem in terris.
Científicos, políticos, economistas, organizaciones medioambientales y
periodistas, entre otros, están enzarzados en la discusión sobre las
verdades y las mentiras del cambio climático y han contagiado a la
población de escepticismo, en unos casos, y de radicalismo ecologista
en otros. En este escenario, existe el peligro de ocultar el verdadero
problema humano del clima; es un problema que deben afrontar los
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Estados, que son los primeros obligados a defender los “bienes
públicos” y a promover el bien común.
El cambio climático no es un tema nuevo en la agenda política
nacional e internacional; desde finales del siglo pasado hay estudios
científicos, reuniones y congresos que denuncian la cada vez más
alarmante situación. Prácticamente, desde el año 1968, el año de la
“Gran Divisoria” como lo calificó el Club de Roma, el ambiente ha
estado siempre entre las preocupaciones de los políticos y de la
Iglesia.
Algunos hitos: en 1987, la Comisión Mundial para el Medio Ambiente y
el Desarrollo, liderada por Gro Brundtland, definió el desarrollo
“sostenible”; en la “Cumbre de la Tierra” (Rio de Janeiro, 1992), se
empezó a hablar de “cambio climático”; en 1997, se firmó el Protocolo
de Kyoto sobre algunos compromisos para frenar las causas del
calentamiento global; en 2002, se celebró la Cumbre Mundial para el
Desarrollo Sostenible en Johannesburgo; en diciembre de 2009, en
Copenhague, tuvo lugar la Cumbre sobre el cambio climático de la
cual salió el nuevo acuerdo que sustituirá los compromisos del
Protocolo de Kyoto a partir del año 2012, y hace algunos meses, en
diciembre de 2010, se celebró la Cumbre de Cancún; y la próxima en
Durban. Los resultados no son alentadores… y no disminuyen las
consecuencias nefastas sobre nuestras condiciones de vida. Pero no
afecta a todos por igual. El Sur siempre es el más desfavorecido, y los
más pobres, quienes más lo sufren, por ser los más vulnerables.
Indudablemente, esta situación tiene que ver con los problemas
energéticos, que Benedicto XVI trata como “una responsabilidad
global, porque concierne a toda la creación, para no dejar a las
nuevas generaciones empobrecidas en sus recursos”. (Caritas in
veritate, 49)
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Los países en vías de desarrollo, por lo general, tienen materias
primas, no disponen de tecnología ni de recursos para su explotación,
pero pagan el deterioro de su medio ambiente y sufren el expolio de
sus recursos. En manos de políticos corruptos, los beneficios salen al
exterior y estos países, empobrecidos, padecen las nefastas
consecuencias ambientales. El principio de “responsabilidad común,
pero diferenciada”, una de las bases del marco de Kyoto, implica a
todos, pero debe exigirse de manera equitativa1.
Estados Unidos y Europa ven los agrocombustibles como la respuesta
al cambio climático, a las crisis en el campo y a los problemas con los
Estados dueños del petróleo. Se concretan acuerdos que deciden
dónde se producirán los agrocombustibles, por quiénes y para
quiénes, y cómo se van a comercializar. Esta es, por ejemplo, la
evolución del mercado mundial para el etanol de la caña de azúcar.
Una vez más y, sobre todo, en este caso, se plantea la misma
cuestión: si esas tierras se destinan a la producción de estos
combustibles, ¿cómo podrá alimentarse la población actual y futura?
Para enfrentarnos a un problema de esta magnitud, hemos de
plantearlo no sólo desde las posibilidades técnicas de desarrollarlo,
sino también desde las exigencias de la razón y la ética en cuanto es
un problema que afecta a la vida de las personas; y ver de qué
manera constituye una oportunidad para afrontar, por un lado, la
forma de garantizar el derecho a la energía de los países en
desarrollo; y, por otro, cómo resolver la necesidad de sustituir y
reducir el consumo de energías sucias no renovables por energías
limpias renovables.
1 PNUD, Informe sobre el desarrollo humano 2007-2008. La lucha contra el cambio
climático: solidaridad frente a un mundo dividido.
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La narración bíblica evoca que la Tierra nos precede, nos ha sido dada
por el Creador como ámbito de vida y que ella y nosotros formamos
una única realidad; además, que los seres humanos no sólo
habitamos la tierra sino que somos tierra y a la tierra volvemos.
El Papa Benedicto XVI dice claramente: el agua, los bosques, los
recursos energéticos, los campos… no pueden dejarse en manos del
que primero llega o depender de la lógica del más fuerte2. Un
principio así debe impulsar a los poderes públicos a ejercer su
responsabilidad coactiva, bajo el principio de autoridad, en defensa
del bien común.
Por otro lado, las políticas del verdadero desarrollo están abiertas a la
vida3. Defender la Tierra no es sólo garantizar la existencia de los
recursos materiales, vivos e inanimados, sino también la vida de los
hijos de la Tierra. Es un contrasentido otorgar derechos a la Tierra y
denegárselos a los seres humanos. Los deberes que tenemos con la
Tierra están relacionados con los que tenemos para con la persona
considerada en sí misma y en su relación con los otros. No se pueden
exigir unos y conculcar otros. (Benedicto XVI, CV)
En el mensaje con motivo de la Jornada Mundial de la Paz 2008,
Benedicto XVI afirma que “la familia necesita una casa a su medida,
un ambiente donde vivir sus propias relaciones. Para la familia
humana, esta casa es la tierra…. Hemos de cuidar el medio ambiente:
éste ha sido confiado al hombre para que lo cuide y lo cultive con
libertad responsable, teniendo siempre como criterio orientador el
bien de todos”. Es una responsabilidad para con los pobres, las
generaciones futuras y toda la humanidad.
Concentración de la propiedad de la tierra
2 Benedicto XVI, Caritas in veritate, 493 Benedicto XVI, Caritas in veritate, 28
20
Uno de los obstáculos actuales es el proceso de concentración de la
propiedad de la Tierra, con ánimo de lucro y como instrumento de
poder en detrimento de los países más pobres4. Países desarrollados o
con altas necesidades energéticas están comprando, en países con
niveles de desarrollo menor, tierras aptas para el cultivo de especies
que se puedan destinar a la producción de alimentos o a la producción
de agrocombustibles. Esta tendencia está sustituyendo el cultivo de
millones de hectáreas destinadas al cultivo de productos para la
alimentación, por otros cultivos, cuyo fin es la producción de energía,
lo cual está afectando a las comunidades rurales que trabajan en
ellas, provocando, a su vez, el desplazamiento de miles de
campesinos y sus familias, la destrucción de la producción agrícola
local y la necesidad de importar los alimentos que necesitan. La vida
de la inmensa mayoría de los 1.020 millones de personas que pasan
hambre depende del sustento que les aporta el cultivo y el cuidado de
pequeñas hectáreas de tierra.
La utilización de la tierra como mercancía ha sido una práctica
habitual, en mayor o menor medida, a lo largo de la Historia de la
humanidad. En los últimos años, la compra o arrendamiento de tierras
fértiles en naciones pobres, principalmente de África, por parte de
países ricos, se ha incrementado por varias razones, pero,
fundamentalmente, para asegurarse el suministro de alimentos. La
escasez de agua, la subida de los precios de los productos básicos, el
crecimiento de la población y el alto coste de la energía están detrás
de unas operaciones que, sin ser nuevas, están adquiriendo grandes
proporciones y tienen consecuencias económicas, sociales y políticas
cada vez más profundas.
Según un estudio publicado en mayo de 2009 por el Instituto
Internacional para el Medio Ambiente y el Desarrollo, un organismo de
4 MANOS UNIDAS, Boletín 180 (2010) p. 3
21
investigación radicado en Londres (IIED, sus siglas en inglés)5, la
apropiación de tierras es un fenómeno que se está intensificando y
que comporta el riesgo de que los campesinos pobres acaben siendo
expulsados de sus tierras o pierdan el acceso al agua y a otros
recursos.
En unos casos, los compradores son los Estados. China, India y Corea
del Sur encabezan la lista, pero les siguen de cerca países del golfo
Pérsico como Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Qatar, que
tienen dinero para comprar alimentos en el mercado mundial, pero
cuya escasez de agua les impide producirlos. En todos los casos, se
están dedicando a arrendar o comprar grandes extensiones de tierra
cultivable en países como Rusia, Ucrania, Brasil, Pakistán, Filipinas,
Indonesia, Sudán, Mozambique y otros africanos, para conseguir
alimentos básicos (maíz, trigo, arroz) o materias primas para
agrocombustibles. (Último Informe de FAO 2011: más del 50% de las
tierras se compran en África; en América Latina, el 8,8%).
La apropiación y concentración de tierras de cultivo en pocas manos
amenaza aún más las deterioradas condiciones de subsistencia de
millones de familias; dedicar esas tierras a la agricultura
industrializada y a otros fines, en muchos casos ha dejado a las
poblaciones desposeídas, sus condiciones de supervivencia alteradas,
su cultura y sus vidas destruidas; han desalojado y desplazado a los
agricultores locales o incluso los han sustituido por trabajadores del
país que explota las tierras.
Para muchos millones de personas en los países en desarrollo, la
tierra es fundamental. Su dependencia de la agricultura y de los
recursos naturales convierte a la tierra en la fuente de su vida, la
5 Lorenzo Cotula, Sonja Vermeulen, Instituto Internacional para el Medio Ambiente y
el Desarrollo (IIED), “Apropiación de tierras en África”. Septiembre de 2009.
22
base de su seguridad alimentaria e incluso en el vínculo más fuerte de
su identidad. El fenómeno creciente de la adquisición y concentración
de tierras es complejo; para el desarrollo, puede ser un arma de doble
filo. Pero, ante un conflicto de intereses, debe prevalecer, ante todo,
la finalidad original de la tierra: ha sido dada para todo el mundo, de
modo que “no hay ninguna razón para reservarse en uso exclusivo lo
que supera a la propia necesidad cuando a los demás les falta lo
necesario” (Pablo VI).
Para algunos países, que sobreviven gracias a los recursos vinculados
al suelo y a la agricultura, su pérdida supone perder los niveles de
subsistencia. Además, en otros casos los lleva a situaciones de
hambruna, de pobreza, de inestabilidad social y política, y provoca
migraciones y desplazamientos forzosos de población.
La Amazonía es el caso paradigmático de los atropellos a las
comunidades indígenas y al patrimonio natural de un pueblo y de la
humanidad6. La Declaración del III Encuentro Regional sobre
Amazonía, celebrado en Manaus (Brasil), del 1 al 4 de octubre de
2009, dice que son tres las presiones que ponen en peligro su
integridad: la del crecimiento económico extractivista, la del
crecimiento económico bio-ambiental latente, y la del crecimiento
urbano vertiginoso. Los tres aspectos comparten las mismas
amenazas: deforestación, contaminación de ríos y biomasa,
desplazamientos de los pueblos indígenas y aniquilamiento de la
biodiversidad” (4).
Unido a las presiones anteriores, el documento antes citado habla del
fenómeno del crecimiento urbano: Durante las últimas décadas el
movimiento interno de personas ha influido decisivamente en el
vertiginoso crecimiento de las ciudades de la Amazonía, que hoy
6 CELAM, Declaración del III Encuentro Regional sobre Amazonía. Manaus (Brasil), del 1 al 4 deoctubre de 2009, núm 4-6.
23
cuentan con más del 70% de la población de la región. Esta tercera
vía de presión sobre la Amazonía, deteriora, no sólo la calidad de las
aguas de los ríos y la selva circundante, sino también las condiciones
de vida de las personas que en su mayoría viven en las periferias más
empobrecidas de las ciudades, perdiendo su memoria y tradiciones
históricas. El tráfico de seres humanos, la drogadicción y la trata de
personas, son los mayores sufrimientos que se experimentan en todas
estas áreas” (6).
Un imperativo natural resuena en la conciencia de cada ser humano:
la primera tarea que Dios le encomienda al hombre se refiere a la
actitud que debe tener con la Creación y con todos los recursos
naturales. Hoy, creyentes y no creyentes están de acuerdo en que la
tierra es esencialmente una herencia común, cuyos frutos deben ser
para beneficio de todos. El Concilio Vaticano II traduce este principio
diciendo que “Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para
uso de todo el género humano”7. Juan Pablo II lo comenta y afirma:
“Es injusto que pocos privilegiados sigan acumulando bienes
superfluos, despilfarrando los recursos disponibles, cuando una gran
multitud de personas vive en condiciones de miseria, en el más bajo
nivel de supervivencia. Y es la misma dimensión dramática del
desequilibrio ecológico la que nos enseña ahora cómo la avidez y el
egoísmo, individual y colectivo, son contrarios al orden de la creación,
que implica también la mutua interdependencia”8.
“La Iglesia tiene una responsabilidad especial respecto a la
creación y la debe hacer valer en público. Y, al hacerlo, no sólo
debe defender la tierra, el agua y el aire como dones de la creación
7 CONCILIO VATICANO II, Constitución Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el
mundo actual, 69.8 JUAN PABLO II, Paz con Dios Creador, Paz con toda la Creación”. Mensaje para la
celebración de la Jornada Mundial de la Paz, 1 de enero de 1990, n. 8.
24
que pertenecen a todos. Debe proteger, sobre todo, al hombre contra
la destrucción de sí mismo” (Benedicto XVI: Caritas in Veritate, 51).
Esta responsabilidad se extiende no sólo a las exigencias del presente,
sino también a las del futuro. En esto consiste nuestra solidaridad con
la justicia climática: todos somos responsables de todos.
El cambio climático no es una cuestión puramente técnica y
económica, ligada a la producción y al consumo; es una cuestión
política. “El aspecto de conquista y de explotación de los recursos ha
llegado a predominar y a extenderse, y amenaza hoy la misma
capacidad de acogida del medio ambiente: el ambiente como
“recurso” pone en peligro el ambiente como “casa”.” Nuestra propia
experiencia confirma que, cuando el ser humano se comporta de este
modo, “en vez de desempeñar su papel de colaborador de Dios en la
obra de la creación, el hombre suplanta a Dios y con ello provoca la
rebelión de la naturaleza, más bien tiranizada que gobernada por él”.
Sobre todo, hay que considerar al ser humano "sujeto" en un
mundo de objetos y de números.
En primer lugar, hay que superar la visión de la naturaleza
únicamente como objeto de provecho y de interés para el hombre,
visión que, hasta ahora, ha propiciado inmensas desigualdades,
injusticias y violencia para la mayoría de la humanidad.
En segundo lugar, toda la creación debe considerarse como la unidad
de las relaciones de todo lo que la integra, incluido el ser humano,
como “centro y cima” al cual deben ordenarse todos los bienes de
la tierra. El ambiente sin el hombre es sólo “medio” ambiente.
Esta responsabilidad se expresa en un auténtico compromiso por la
justicia. En justicia, todos somos depositarios de los bienes que deben
asegurar una vida digna para todos; este bien común de la
humanidad debe cuidarse y no despilfarrarse.
25
Un renovado sentido de la responsabilidad global. Benedicto
XVI, en Caritas in veritate, proclama: “En nuestra tierra hay lugar
para todos: en ella, toda la familia humana debe encontrar los
recursos necesarios para vivir dignamente, con la ayuda de la
naturaleza misma, don de Dios a sus hijos, con el tesón del propio
trabajo y de la propia inventiva. Pero debemos considerar un deber
muy grave el dejar la tierra a las nuevas generaciones en un estado
en el que puedan habitarla dignamente y seguir cultivándola”.
Además, apunta algunas orientaciones prácticas: que la
comunidad internacional y cada gobierno sepan contrarrestar los
modos nocivos de utilizar la tierra; que los costes económicos y
sociales que se derivan del uso de los recursos ambientales comunes
se reconozcan de manera transparente y sean sufragados totalmente
por aquellos que se benefician, y no por otros o por las futuras
generaciones; que todos los responsables internacionales actúen
conjuntamente y de buena fe, respeten la ley y la solidaridad con las
regiones más débiles y hagan un uso eficaz de los recursos, no el
abuso (50).
Hoy más que nunca, urge llevar a cabo una verdadera “conversión
ecológica”. “Los graves problemas ecológicos requieren un efectivo
cambio de mentalidad que lleve a adoptar nuevos estilos de vida”.
Hay que hacer más operativo el principio del derecho universal al uso
de los bienes; para ello, “el principio del destino universal de los
bienes ofrece una orientación fundamental, moral y cultural, para
deshacer el complejo y dramático nexo que une la crisis ambiental
con la pobreza”. En consecuencia, “la programación del desarrollo
económico debe considerar atentamente la necesidad de respetar la
integridad y los ritmos de la naturaleza, porque los recursos naturales
son limitados y algunos no son renovables”9.
9 Cf Compendio DSI
26
El coste de no actuar es que continuará la espiral de degradación; y,
como dice el Papa, hay que considerar que “los deberes que tenemos
con el ambiente están relacionados con los que tenemos para con la
persona considerada en sí misma y en su relación con los otros. No se
pueden exigir unos y conculcar otros”.
Hoy, el poder político de los Estados o su grado de corrupción
están determinados por el control y la posesión de materias
primas, flujos de agua o fuentes de energía.
El fenómeno de la concentración y del dominio de las tierras, a
través del arrendamiento y la compra, plantea serias
interrogantes sobre los límites del poder político, la soberanía
de los Estados se difumina, incluso se disuelve el concepto de
“territorio”…
África es el ejemplo más dramático de un continente a la
intemperie en todos los frentes. Uno de los grandes líderes
africanos de los años 60-70 del siglo XX, dijo: “Cuando vinieron los
primeros blancos a África, nosotros teníamos las tierras y ellos la
Biblia. Nos enseñaron a rezar con los ojos cerrados. Cuando volvimos
a abrirlos, ellos tenían las tierras y nosotros la Biblia”.
El Sínodo de los obispos africanos, celebrado el mes de octubre de
2009, ha puesto sobre la mesa su dramática realidad. “África –dice el
Mensaje final-- es rica en recursos humanos y naturales, pero muchos
en nuestro pueblo se debaten en medio de la pobreza y la miseria, de
guerras y conflictos, entre crisis y caos. Muy raramente todo esto es
causado por desastres naturales. Se debe, más bien y en gran
medida, a decisiones y acciones humanas de personas que no tienen
ninguna consideración por el bien común, y esto, con frecuencia,
debido a la trágica complicidad y conspiración criminal entre
responsables locales e intereses extranjeros”. Y denuncian: “Las
compañías multinacionales tienen que detener la devastación criminal
27
del ambiente para su codiciosa explotación de los recursos naturales.
… ¿Es posible que nadie sea capaz de interrumpir, y quiera hacerlo,
estos crímenes contra la humanidad?”
III.- Construir la convivencia en la “casa común”
Ante la situación descrita, la pregunta es:
¿Quién es quién en el mundo, quién manda aquí, quién nosgobierna y hacia dónde nos conducen?
Esta es la pregunta obligada sobre el “poder” ante el entramado
actual de múltiples poderes y del poder difuso, hechos constatados en
cada país, región, ciudad y en la comunidad mundial…
Los cuatro elementos siguientes tienen un peso específico en la
distribución del poder:
Existen los Estados: hay grandes desigualdades entre losEstados, Estados influenciados por oligarquías, corrupción de los“poderes“ (poder legislativo, ejecutivo y judicial).
Las organizaciones internacionales; el poder de las instituciones(FMI, BM, OMC) es reflejo del poder de los Estados y empresasmás poderosas...
Las empresas multinacionales y los grupos financierosdeterminantes;
Los medios de comunicación y los dueños de la innovacióntecnológica...
Después, existe también un grupo que forma lo más parecido a la“conciencia crítica” de las sociedades:
Los especialistas y los innovadores Los teóricos La sociedad civil y sus Organizaciones Las Iglesias y las religiones Los sindicatos
Además, hay que tener en cuenta el “otro mundo” tan real y activocomo los anteriores, incluso llegan a contaminar a algunos de loselementos anteriores:
El poder del inframundo: las mafias internacionales que realizanactividades ilícitas: comerciales, financieras, de trata depersonas, de tráfico de drogas, armas y órganos humanos...
Las “cloacas” de los Estados…
28
Vinculadas a
Unos y otros sondueños de
En los Estados se instalan
Las Organizaciones Internacionales son la simbiosis y laprolongación de lo público y lo privado
Al final, los Estados
quedan condicionados
¿Cuáles son las consecuencias políticas de esta dinámica? La primacía
de lo económico sobre lo político y lo cultural reside en el primado de
tres factores10: el poder del Mercado, el poder de la Empresa, el
poder del Capital. El resultado: el descrédito de la política, de lo
público y el absentismo estatal.
Vías de solución
La DSI está capacitada para hacer aportaciones y poner orden
en este cáos... ¿Dónde está hoy la mirada iluminadora de la
DSI? Hago 5 propuestas de solución.
(1) Benedicto XVI, en Caritas in veritate 41, dice que, ante
esta dinámica, urge recuperar el papel del Estado, es decir, de
la primacía del poder político.
10 PETRELLA, Riccardo: “Los principales retos de la globalización actual”. En AA. VV.: Los desafíos dela globalización. Ediciones HOAC. Madrid, 2004, pp. 85-104.
LOS
ESTADOS
SOBERANOS
EMPRESAS
MULTINACIONALES
GRUPOS
FINANCIEROS Y
TECNOLÓGICOS
GRUPOS
MEDIÁTICOS
LAS
ORGANIZACIONES
INTERNACIONALES
29
“Al igual que se pretende cultivar una iniciativa empresarial diferenciada en el
ámbito mundial, también se debe promover una autoridad política repartida y
que ha de actuar en diversos planos. El mercado único de nuestros días no
elimina el papel de los estados, más bien obliga a los gobiernos a una
colaboración recíproca más estrecha. La sabiduría y la prudencia aconsejan no
proclamar apresuradamente la desaparición del Estado. Con relación a la
solución de la crisis actual, su papel parece destinado a crecer, recuperando
muchas competencias. Hay naciones donde la construcción o reconstrucción
del Estado sigue siendo un elemento clave para su desarrollo. La ayuda
internacional, precisamente dentro de un proyecto inspirado en la solidaridad para solucionar
los actuales problemas económicos, debería apoyar en primer lugar la consolidación de los
sistemas constitucionales, jurídicos y administrativos en los países que todavía no gozan
plenamente de estos bienes. Las ayudas económicas deberían ir acompañadas de
aquellas medidas destinadas a reforzar las garantías propias de un Estado de
derecho, un sistema de orden público y de prisiones respetuoso de los derechos
humanos y a consolidar instituciones verdaderamente democráticas. No es
necesario que el Estado tenga las mismas características en todos los sitios: el
fortalecimiento de los sistemas constitucionales débiles puede ir acompañado
perfectamente por el desarrollo de otras instancias políticas no estatales, de
carácter cultural, social, territorial o religioso. Además, la articulación de la
autoridad política en el ámbito local, nacional o internacional, es uno de los
cauces privilegiados para poder orientar la globalización económica. Y también
el modo de evitar que ésta mine de hecho los fundamentos de la democracia.”
“Cuando la lógica del mercado y la lógica del Estado se ponen de
acuerdo para mantener el monopolio de sus respectivos ámbitos de
influencia, se debilita a la larga la solidaridad en las relaciones entre los
ciudadanos, la participación y el sentido de pertenencia, (… …). El
binomio exclusivo mercado-Estado corroe la sociabilidad, mientras que las
formas de economía solidaria, que encuentran su mejor terreno en la sociedad civil aunque no
se reducen a ella, crean sociabilidad. El mercado de la gratuidad no existe y las actitudes
gratuitas no se pueden prescribir por ley. Sin embargo, tanto el mercado como la política tienen
necesidad de personas abiertas al don recíproco.” (Benedicto XVI, CV 39).
Benedicto XVI, en CV n. 24, dice que el Estado debe afrontarnuevas limitaciones:
“(…) Hoy, aprendiendo también la lección que proviene de la crisis
económica actual, en la que los poderes públicos del Estado se ven llamados
directamente a corregir errores y disfunciones, parece más realista una
30
renovada valoración de su papel y de su poder, que han de ser sabiamente
reexaminados y revalorizados, de modo que sean capaces de afrontar los
desafíos del mundo actual, incluso con nuevas modalidades de ejercerlos. Con
un papel mejor ponderado de los poderes públicos, es previsible que se
fortalezcan las nuevas formas de participación en la política nacional e
internacional que tienen lugar a través de la actuación de las organizaciones de
la sociedad civil; en este sentido, es de desear que haya mayor atención y
participación en la res publica por parte de los ciudadanos.”
(2) Hay una necesidad urgente de proyectar una autoridadmundial (Caritas in Veritate n. 67):
“Ante el imparable aumento de la interdependencia mundial, y también en presencia de una
recesión de alcance global, se siente mucho la urgencia de la reforma tanto de la Organización
de las Naciones Unidas como de la arquitectura económica y financiera internacional, para que se dé
una concreción real al concepto de familia de naciones. Y se siente la urgencia de
encontrar formas innovadoras para poner en práctica el principio de la
responsabilidad de proteger11 y dar también una voz eficaz en las decisiones
comunes a las naciones más pobres.” Y enumera las cuestiones más
importantes que la reclaman: “Esto aparece necesario precisamente con
vistas a un ordenamiento político, jurídico y económico que incremente y
oriente la colaboración internacional hacia el desarrollo solidario de todos los
pueblos. Para gobernar la economía mundial, para sanear las economías
afectadas por la crisis, para prevenir su empeoramiento y mayores
desequilibrios consiguientes, para lograr un oportuno desarme integral, la
seguridad alimenticia y la paz, para garantizar la salvaguardia del ambiente y
regular los flujos migratorios, urge la presencia de una verdadera Autoridad
política mundial, como fue ya esbozada por mi Predecesor, el Beato Juan
XXIII.” A continuación, dice cómo puede ser instituida: “Esta Autoridad
deberá estar regulada por el derecho, atenerse de manera concreta a los
principios de subsidiaridad y de solidaridad, estar ordenada a la realización del
bien común,12 comprometerse en la realización de un auténtico desarrollo humano integral
inspirado en los valores de la caridad en la verdad. Dicha Autoridad, además, deberá
11 Benedicto XVI, Discurso a los Miembros de la Asamblea General de la Organización de las NacionesUnidas (18 de abril de 2008).12 JUAN XXIII, Carta enc. Pacem in terris, 293; CONSEJO PONTIFICIO JUSTICIA Y PAZ, Compendiode la doctrina social de la Iglesia, 441.
31
estar reconocida por todos, gozar de poder efectivo para garantizar a cada uno
la seguridad, el cumplimiento de la justicia y el respeto de los derechos.13
Obviamente, debe tener la facultad de hacer respetar sus propias decisiones a
las diversas partes, así como las medidas de coordinación adoptadas en los
diferentes foros internacionales. En efecto, cuando esto falta, el derecho internacional,
no obstante los grandes progresos alcanzados en los diversos campos, correría el riesgo de
estar condicionado por los equilibrios de poder entre los más fuertes. El desarrollo integral
de los pueblos y la colaboración internacional exigen el establecimiento de un grado
superior de ordenamiento internacional de tipo subsidiario para el gobierno de la
globalización14, que se lleve a cabo finalmente un orden social conforme al orden moral, así
como esa relación entre esfera moral y social, entre política y mundo económico y civil, ya
previsto en el Estatuto de las Naciones Unidas.”
(3) Benedicto XVI, en Caritas in veritate 38-39, insta adesarrollar un sistema basado en tres pilares: Estado –Mercado – sociedad civil
38. En la Centesimus annus, mi predecesor Juan Pablo II señaló esta
problemática al advertir la necesidad de un sistema basado en tres instancias: el
mercado, el Estado y la sociedad civil.15 Para ello, es indispensable hacer operativos
los principios de subsidiariedad y solidaridad en orden a la consecución del
bien común.
(4) Urge recuperar al ciudadano, el sujeto político. Hemos
llegado al punto del inicio: la cuestión antropológica.
Ante las redes y telarañas de poder antes descritas, parece como si la
política se hubiera convertido en algo ajeno e imposible para el
ciudadano. La pregunta obligada es: ¿dónde está la persona?
¿Dónde el ciudadano, el sujeto político originario de la
construcción de “una ciudad digna para el hombre”?
De la recta concepción de la persona se sigue una justa visión de lasociedad (CA 13). La acción política debe estar apoyada en unproyecto de sociedad coherente en sus medios concretos y en suaspiración (OA 25). Frente al descrédito de la política, debe florecer lasignificación e importancia de la acción política (OA 46).
13 CONCILIO VATICANO II, Const. Past. Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, 82.14 JUAN PABLO II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 43.15 JUAN PABLO II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 35.
32
El Documento de Aparecida (2007)16, al referirse al compromiso
sociopolítico, echa una mirada a la realidad y apunta respuestas en orden a
desarrollar el compromiso socio-político del cristiano.Tres grandes líneas de acción El área de la política dentro de la máxima participación ciudadana e
impulsando los valores de la democracia: solidaridad, justicia social,igualdad, honestidad, fraternidad, libertad… etc
El área de lo económico, buscando el mayor bienestar material paratoda la población, con una distribución equitativa de los ingresos,impulsando un desarrollo sostenible y otorgando a todos igualdad deoportunidades.
El área del desarrollo humano, con los servicios básicos, como salud yeducación para toda la población, sin discriminación alguna, impulsando yhaciendo realidad los valores culturales, éticos y religiosos.
La DSI parte del conocimiento de que todas las sociedades, en
todos los tiempos, han organizado la vida y la convivencia de
las personas en torno a grandes ámbitos que responden a la
satisfacción de las necesidades humanas:
El quehacer de la DSI debe atender, en cada momento, a las “nuevas
realidades” (rerum novarum) que interpelan de manera decisiva en
cada ámbito. Hoy, existen palabras clave que conceptualizan el
16 CELAM, Documento de Aparecida, núm., 33-82: Mirada a la realidad; núm., 74-82: Dimensión socio-
política.
LAS
PERSONASÁMBITO
POLÍTICO
JURÍDICO
ÁMBITO
SOCIOCULTURAL
SIMBÓLICO
RELIGIOSO
ÁMBITO
TÉCNICO
ECONÓMICO
DEMOCRACIA
MERCADO
PLURALISMO
33
dinamismo de cada ámbito como un sistema (sistema económico,
político, cultural…) y configuran las sociedades en general, como
sugiero en el siguiente diagrama.
Los resultados esperados de la interacción de todos los sujetos
sociales, individualmente o asociados, en cada ámbito, han sido
diferentes en cada época. No obstante, como acabamos de ver en
esta misma exposición, he aquí algunas hipótesis vividas
históricamente, imprescindibles para comprender algunos cambios y
procesos sociales:
- ¿Qué procesos de cambio social se generan si el “mercado” lo
invade todo?
- ¿Y qué pasa si “lo político”, bajo la apariencia de “democracia”, lo
invade todo y se alía con el “mercado”?
- ¿Qué procesos de cambio cultural, social y político se producen si
la persona (los sujetos sociales de derechos y deberes) se queda a
merced de lo que le impongan el “mercado” y el “estado”?
- Además, ¿qué sucede si la interacción de los actores dentro de
estos ámbitos se realiza de manera globalizada, en todo el mundo?
(5) Hoy, igual que ayer, dando respuestas a este desafío está
la DSI. No necesitamos buscar y elaborar un nuevo corpus
doctrinal para el discernimiento del ámbito político.
Necesitamos rehabilitar la política y repensar las
expresiones democráticas de su quehacer y su finalidad
desde el protagonismo de la dignidad de la persona,
sujeto de derechos y deberes (Juan XXIII, PT) y de deberes y
derechos (Benedicto XVI, CV).
Los partidos políticos no son todas las expresiones del sistema
democrático… Y todos los ámbitos de la vida de la sociedad deben ser
democratizados.
Retomando la cuestión ecológica como paradigma de estudio,
digamos que esta cuestión es un problema real de primer orden, sea
cual sea el sistema político y la ideología que le fundamenta. Se
puede afirmar, de manera simplificada, que el liberalismo, el
capitalismo y el sistema democrático han gestionado el planeta desde
la libertad condicionando la igualdad; el materialismo dialéctico, el
34
colectivismo y el sistema autoritario fundado en ellos, han gobernado
el planeta desde el ideal de la igualdad, controlando y a costa de la
libertad.
No está demostrado que la cuestión ecológica reciba mejor
tratamiento en un sistema que en el otro; quizá podemos decir que el
sistema democrático, desde los fundamentos del Estado de Derecho,
es el que mejor puede garantizar la solución adecuada: en primer
lugar, porque, como dice Juan Pablo II, la democracia “asegura la
participación de los ciudadanos en las opciones políticas y garantiza a
los gobernados la posibilidad de elegir y controlar a sus propios
gobernantes, o bien la de sustituirlos oportunamente de manera
pacífica. Por eso mismo no puede favorecer la formación de grupos
dirigentes restringidos que, por intereses particulares o por motivos
ideológicos, usurpan el poder del Estado.
Una auténtica democracia es posible solamente en un Estado de
derecho y sobre la base de una recta concepción de la persona
humana. Requiere que se den las condiciones necesarias para la
promoción de las personas concretas, mediante la educación y la
formación en los verdaderos ideales, así como de la "subjetividad" de
la sociedad mediante la creación de estructuras de participación y de
corresponsabilidad.“ (CA 46).
En segundo lugar, porque el desarrollo sostenible, como solución a la
cuestión ecológica, tiene como centro, principio y fin al ser humano,
fundamento y sujeto de todo proceso democrático.
Vivimos tiempos difíciles y desafiantes pero esperanzados para
el sistema democrático.
Para este desafío actual Benedicto XVI dice que “El desarrollo
es imposible sin hombres rectos, sin operadores económicos y
agentes políticos que sientan fuertemente en su conciencia la
llamada al bien común. Se necesita tanto la preparación
profesional como la coherencia moral.” (CV, 71).
Igualmente, el Papa Benedicto XVI, en su discurso a los participantes
en la 24ª asamblea plenaria del Consejo Pontificio para los Laicos,
habló en estos términos:
35
“Hay que recuperar y vigorizar de nuevo una auténtica
sabiduría política; ser exigentes en lo que se refiere a la propia
competencia; servirse críticamente de las investigaciones de
las ciencias humanas; afrontar la realidad en todos sus
aspectos, yendo más allá de cualquier reduccionismo
ideológico o pretensión utópica; mostrarse abiertos a todo
verdadero diálogo y colaboración, teniendo presente que la
política es también un complejo arte de equilibrio entre ideales
e intereses, pero sin olvidar nunca que la contribución de los
cristianos sólo es decisiva si la inteligencia de la fe se
convierte en inteligencia de la realidad, clave de juicio y de
transformación. Hace falta una verdadera «revolución del
amor». Las nuevas generaciones tienen delante de sí grandes
exigencias y desafíos en su vida personal y social”.17
ANEXO
Un testimonio de actualidad para comprender “la primavera árabe”:
Ver “Manifiesto por una Democracia Nueva“, de Mohamed Chahid:
“El ideal democrático no está aquí en tela de juicio. Es la barrera más
segura contra todas las formas de dictadura. Desgraciadamente, lademocracia practicada, desde hace más de un siglo, no es más que unprincipio, un ideal noble. En su aplicación se convierte en una inmensaimpostura.
El modelo democrático universal permite que un mismo partido políticoguarde a la vez el poder legislativo y el poder ejecutivo durante el tiempo deuna legislatura. La mayoría que tiene la Asamblea representativa, se suponeque controla un gobierno salido de sus filas, como si fuera independiente deella. Se supone que esta mayoría vela por que el gobierno aplique la ley deuna manera imparcial a todos sin distinción, por que el interés general estépor encima de todos los intereses particulares”.
“¿Es acaso para reproducir este modelo de sociedad que se quiere, a todocosta, democratizar el mundo urbi et orbi? Bajo la máscara engañosa deprincipios nobles, el sistema político que rige estas sociedades es la matrizoriginal de todos los males, tal como está concebido y, una vez más, siendoel hombre lo que es, este sistema no puede producir más que corrupción,
17 Benedicto XVI, Discurso a los participantes en la 24ª asamblea plenaria del
Consejo Pontificio para los Laicos, 21 de mayo de 2010.
36
nepotismo, colisión de intereses, tendencias oligárquicas, “dinastizacion” delas funciones políticas...”
Por consiguiente no es la democracia lo que se quiere propagar a través delmundo. Es el “democratismo”, es decir una nueva religión que tiene sus ritosy sus dogmas, sus misioneros y sus inquisidores y que sabe manejaralternativamente el sable y el hisopo, la zanahoria y el bastón.
No hay que engañarse. Esta diligencia frenética para propagar esta nuevareligión no es humanista y moral, más que en apariencia. En realidad, notiende más que a uniformar todo, a estandarizar todo en el campo políticouniversal. Así, los mecanismos de gobernación a través del mundo seráncompatibles y obedecerán a las mismas normas para el mayor provecho delos mismos poderosos beneficiarios.
El democratismo aparece de este modo como el nuevo medio de conquistade regiones no integradas todavía o no sometidas totalmente. En efecto, escomo si se dijera a todos esos pueblos actualmente en ebullición: “Venid,entrad en nuestra religión. Abrazad el democratismo. Daos parlamentos,aunque tengáis que empezar por mataros un poco los unos a los otros.Ahora ya lo sabéis: el democratismo político engendra el liberalismoeconómico que engendra desigualdades sociales, pero eso no tieneimportancia, porque os convertiréis en países “emergentes” y después enpaíses desarrollados. Os ayudaremos económicamente. ¡Estad seguros!Podéis dormir tranquilos”.
Cuando se despierten, es seguro que tendrán parlamentos, pero suseconomías habrán sido acaparadas un poco más. Esto reanudaextraordinariamente una reflexión de un viejo jefe africano desaparecidohace medio siglo. El decía: “cuando vinieron los primeros blancos a África,hace mucho tiempo, nosotros teníamos las tierras y ellos la Biblia. Despuésnos enseñaron a rezar con los ojos cerrados. Cuando volvimos a abrirlos,ellos tenían las tierras y nosotros la Biblia”.
Los tiempos han cambiado. Desde hace algunos meses la Historia en marchavive una fuerte aceleración. Están en curso grandes mutaciones, sudesencadenamiento y sus consecuencias han escapado y continúanescapando a todas las precisiones. El periodo agitado que vivimos esfavorable pues a todas las interrogaciones y a todos los replanteamientos.
Para los pueblos que se despiertan hoy de un largo letargo, la era delmimetismo fascinado está superada. La voz de la renovación pide ante todoponer la revolución en el corazón mismo del sistema democrático, unarevolución pacífica que afectará a sus mecanismos tradicionales y que alfinal acabara por generar sociedades humanas más justas, más solidarias ymejor inspiradas.
(En los “países jóvenes” que se intenta convertir al democratismo, no sematan los unos a los otros ferozmente por la democracia, sino por el poder.En los “países viejos” los unos asesinan a los otros a fuerza de pequeños ode revelaciones escabrosas).
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Otra democracia es posible. Una democracia basada en las proposicionesprecedentes es perfectamente practicable, pero el campo de la investigacióndebe quedar abierto. Lo importante es encontrar un modelo auténticamentedemocrático que se reconcilie con el humanismo cuna del ideal, un modeloque libera la sociedad de la tiranía de las potencias financieras, un modelo,en fin, que no solamente instruya sino que también eduque las jóvenesgeneraciones para formar sociedades más creativas, más civilizadas, mássolidarias, en una palabra más humanas. En esta revolución democráticatodos los actores de la vida política saldrán ganando formalmente: lospueblos, los partidos y lo que queda como monarquías del mundo.”