PRIMERA PARTE: EL AVIVAMIENTO PENTECOSTAL … · Los componentes variables de una iglesia a otra...

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i Indice general Indice general i Proemio v Exordio: Una primera aproximación a la arquitectura pentecostal chilena 1 PRIMERA PARTE: EL AVIVAMIENTO PENTECOSTAL EN CHILE 9 Síntesis sinóptica del contexto, precursores, hechos y protagonistas La Fiesta de Pentecostés en la Biblia 13 La pentecostalidad como expresión universal de la fe cristiana 15 El principio pentecostal como rechazo a la absolutización 15 Pentecostalismo 16 Primeros antecedentes del avivamiento pentecostal en el mundo 17 El avivamiento metodista de Wesley o El Primer Gran Despertar 17 El despertar en Estados Unidos y la penetración del protestantismo en Chile 18 El Tercer Gran Despertar “hasta lo último de la tierra” 20 En Chile, no hay una sola primera congregación pentecostal 64 El movimiento neo-pentecostal: para evitar confusiones 65 El error de la Iglesia Metodista Episcopal 66 SEGUNDA PARTE: ELEMENTOS 77 Capítulo 1. La pentecostalidad chilena: Breve caracterización 81 La fractalidad pentecostal 81 Las raíces cristianas de la fractalidad pentecostal 83 Las rupturas en el movimiento pentecostal chileno 89 La diversidad pentecostal 92 Capítulo 2. El discurso acerca del templo 99 La santidad del templo: Pasajero clandestino en la predicación pentecostal 99 El templo corporal 99 El templo material 101 Capítulo 3. El templo pentecostal 107 La preponderancia del templo en la santificación del creyente. 107 Edificios en permanente mutación 108 Una primera aproximación al templo pentecostal 110 ¿Cuál es el templo pentecostal fundacional? 111 El templo de calle Olivar 115 Templo de Pitrufquén 135

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Entender el templo pentecostal Rodrigo Vidal Rojas

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Indice general

Indice general i Proemio v

Exordio: Una primera aproximación a la arquitectura pentecostal chilena 1 PRIMERA PARTE: EL AVIVAMIENTO PENTECOSTAL EN CHILE 9 Síntesis sinóptica del contexto, precursores, hechos y protagonistas

La Fiesta de Pentecostés en la Biblia 13 La pentecostalidad como expresión universal de la fe cristiana 15 El principio pentecostal como rechazo a la absolutización 15 Pentecostalismo 16 Primeros antecedentes del avivamiento pentecostal en el mundo 17 El avivamiento metodista de Wesley o El Primer Gran Despertar 17 El despertar en Estados Unidos y la penetración del protestantismo en Chile 18 El Tercer Gran Despertar “hasta lo último de la tierra” 20 En Chile, no hay una sola primera congregación pentecostal 64 El movimiento neo-pentecostal: para evitar confusiones 65 El error de la Iglesia Metodista Episcopal 66

SEGUNDA PARTE: ELEMENTOS 77 Capítulo 1. La pentecostalidad chilena: Breve caracterización 81

La fractalidad pentecostal 81 Las raíces cristianas de la fractalidad pentecostal 83 Las rupturas en el movimiento pentecostal chileno 89 La diversidad pentecostal 92

Capítulo 2. El discurso acerca del templo 99

La santidad del templo: Pasajero clandestino en la predicación pentecostal 99 El templo corporal 99 El templo material 101

Capítulo 3. El templo pentecostal 107

La preponderancia del templo en la santificación del creyente. 107 Edificios en permanente mutación 108 Una primera aproximación al templo pentecostal 110 ¿Cuál es el templo pentecostal fundacional? 111 El templo de calle Olivar 115 Templo de Pitrufquén 135

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Templo de calle Retamo 721, en Valparaíso 141 Templo de calle Sargento Aldea 982, hoy esquina de Arturo Prat, en Santiago 155 Templo de calle Santa Inés 28 C en el Cerro Larraín de Valparaíso 170 Templo de calle Jotabeche N° 40 en Santiago 188 Catedral de Jotabeche, en Alameda entre Jotabeche y Obispo Umaña, en Santiago 198 Catedral de Curicó, en Manuel Rodríguez 1155 216 Templo de calle General Freire 952, Comuna de La Cisterna, Santiago 232 Una importante diversidad de variantes arquitectónicas 248

TERCERA PARTE: FUNDAMENTOS 255 Capítulo 4. Acceso, ordenamiento jerárquico, eje procesional y altar

en la arquitectura religiosa universal 259 Coincidencias entre las distintas concepciones religiosas 260 Distinciones fundamentales 262 Los componentes universales de la arquitectura religiosa 275

El altar, lugar sagrado donde la deidad se hace presente 275 Un eje procesional, representación del peregrinaje del individuo 281 Ordenamiento jerárquico en torno al altar 291 El acceso, la transición entre lo profano y lo sagrado 295 Durabilidad de los materiales 299

Las constantes en la arquitectura religiosa universal 301 Capítulo 5. Del aposento alto a la ostentosa basílica católica romana 305

El templo familiar: los hogares de los primeros cristianos 305 El templo mortuorio paleocristiano antes de Constantino: las catacumbas 313 El Edicto de Milán en 313 y el nuevo estatus de la iglesia cristiana 317 El origen de la basílica paleocristiana 319 La basílica paleocristiana 322 Elementos centrales de la arquitectura cristiana pre-Reforma. 332 La herencia de la arquitectura basilical 338 Concilio Vaticano II 341

Capítulo 6. Iconoclasia y austeridad formal en la iglesia

protestante europea 347 La Reforma protestante europea 347 Los cambios que provoca la Reforma protestante europea del siglo XVI 348 Arquitectura protestante en Holanda, Inglaterra, Suiza y Alemania 352 Arquitectura reformada en Europa del Este 374 La pervivencia de la configuración basilical en la arquitectura reformada 380 La arquitectura reformada y protestante se acerca a América a través de

Estados Unidos 381 Transformaciones de la configuración basilical del templo protestante

a partir de mediados del siglo XX 396

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Capítulo 7. La diversidad arquitectónica de la iglesia evangélica chilena 403

Los precursores de la fe protestante en Chile 403 Ingleses anglicanos 406 Congregacionalistas y puritanos estadounidenses, además de un bautista escocés 412 De la Union Church a la Iglesia Evangélica Chilena y el primer templo 417 Se constituye la Misión Presbiteriana de Chile 425 Alemanes luteranos y reformados calvinistas 431 Metodistas estadounidenses 440 La iglesia evangélica se esparce en Chile 458

Capítulo 8. La discreción pentecostal frente a la canutofobia y a la

precariedad de recursos 467 La adversidad religiosa como constante 467 Antecedentes pre-pentecostales de la hostilidad anti-evangélica 468 El movimiento pentecostal hereda la intolerancia católica y agrega la adversidad

metodista episcopal 470 La precariedad de los presupuestos eclesiales 474 El impacto de la canutofobia y de la precariedad de recursos en la arquitectura

pentecostal 477 Capítulo 9. La frágil correspondencia entre acto y espacio arquitectónico.

El culto pentecostal 479 El culto, como acto de comunión con Dios, prevalece por sobre el lugar donde

se lleva a cabo 479 La concepción del culto en la comunidad pentecostal 485 El orden subyacente del culto pentecostal 488 Las singularidades del culto general del domingo 492 Los cultos temáticos semanales 494 Los componentes variables de una iglesia a otra 495 El rompimiento inminente del orden subyacente 597 Componentes de identidad del culto pentecostal 598

Capítulo 10. Las fuentes inspiradoras del pensamiento arquitectónico del

pastor pentecostal 503 El Pastor Willis Collins Hoover, primer arquitecto pentecostal 504 El templo en el centro de las preocupaciones del pastor contemporáneo 508 El pastor, el principal diseñador del edificio 510 La pertenencia congregacional del templo 510 La procedencia religiosa y social como fuente primigenia de inspiración 513 Una reducida experiencia arquitectónica evangélica 517 La santidad del templo 522 Las ideas de configuración espacial del templo según el pastor-arquitecto 527 Ideas convergentes en el pensamiento del pastor-arquitecto 541

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CUARTA PARTE: SIGNIFICADOS 545 Capítulo 11. Construcción progresiva de la arquitectura del templo

pentecostal 549 Progresiva incubación de una arquitectura de identidad pentecostal 549 El templo velado que pasa desapercibido: La Iglesia perseguida 550 El templo discreto pero que no busca pasar desapercibido: La Iglesia tolerada 565 El templo descubierto que se muestra para hacerse presente: la Iglesia dialogante 578 El templo exhibido que se manifiesta audazmente en el espacio urbano 593 El templo concordante con la liturgia del culto 611

Capítulo 12. Las invariantes del templo pentecostal 620

Un primer intento de construcción de tipologías de templos 621 Las invariantes configuradoras del templo pentecostal 627 Un intento de explicación desde la Arquitectura universal 646 Un intento de explicación desde las realidades y prácticas vernáculas 650 Las características arquitectónicas en transición 653

Conclusiones 657

Anexo 1: Encuesta por cuestionario a los pastores 665 Referencias bibliográficas 677 Fuente de ilustraciones 684 Epílogo 693

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Exordio. Una primera aproximación a la arquitectura pentecostal chilena Este libro es una primera aproximación,tendiente a abrir una nueva línea de investigación centrada en la arquitectura pentecostal chilena. La vasta producción inmobiliaria de esta comunidad se encuentra en un sostenido crecimiento. Entre 1909 y 2011, se han habilitado modestos locales de culto; se han construido casas pastorales; se han edificado miles de templos; se han habilitado antiguas bodegas, cines, teatros, gimnasios y templos para ser ocupados como casas de predicación; se han construido salas de clases, comedores, centros comunitarios, jardines infantiles, hogares de ancianos y edificios de oficinas; se han construido catedrales y, últimamente, hasta cementerios. Se trata de un significativo e innumerable conjunto de edificios de todos los tipos, categorías y destinos, que constituyen un valioso patrimonio religioso arquitectónico hoy casi inexplorado. En este patrimonio, todos los estudiosos y amantes de la arquitectura y la construcción encontrarán un valioso y extenso campo de investigación. Entender el templo pentecostal es la primera etapa de una puesta en situación de este campo hasta aquí desconocido, al menos en Chile, y no una respuesta a todas las preguntas en torno a este nuevo tema. Dentro de este vasto campo, y con el objeto de abrir esta línea de investigación, estimulando y provocando positivamente a muchos otros, este libro se focaliza en el estudio de una muestra representativa y significativa de templos chilenos, con una finalidad bien precisa: intentar entender la construcción progresiva y las invariantes arquitectónicas del templo pentecostal. Los templos que sirvieron de base a este estudio fueron escogidos durante varios años de entre aquellos producidos por las actuales Iglesia Metodista Pentecostal de Chile, Iglesia Evangélica Pentecostal, Iglesia Pentecostal de Chile, Corporación Iglesia Metodista Pentecostal y Primera Iglesia Metodista Pentecostal, desde 1909. El alto número de pastores y congregaciones entre estas cinco corporaciones; la importante significación nacional de algunos de sus templos; la indiscutible importancia y arraigo que ellas tienen en el movimiento pentecostal chileno, además de la cercanía del autor con todas ellas y la necesidad de acotar la muestra, motivó la elección. Estas cinco corporaciones totalizan alrededor de 1.200 pastores y sus congregaciones representan alrededor del 40% de los pentecostales chilenos, es decir más del 30% de la población evangélica chilena. No obstante, será necesario, muy pronto, extender el estudio a muchas otras corporaciones

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pentecostales, en cuyos templos existen, sin lugar a dudas, ejemplos construidos que enriquecerán este primer estudio.En ese sentido, este libro, intentando saldar una deuda con la arquitectura pentecostal, ha contraído una mayor: Desde sus primeras páginas, los lectores informados advertirán su aporte al naciente estudio de la arquitectura pentecostal, pero advertirán también todo aquello que aún falta por investigar. Conviene añadir que, este estudio, es, también, un primer paso para un estudio más amplio acerca de la arquitectura evangélica y protestante nacional. Cautivados por la Iglesia Católica, los estudios acerca de la arquitectura religiosa chilena han desconocido la riqueza innegable de la arquitectura de otras expresiones religiosas, si bien minoritarias en volumen, no por ello menos significativas y valiosas. En el capítulo 7 se mostrará, de manera muy sucinta, aspectos generales de esa arquitectura protestante y evangélica, del período 1855-1910, como una manera de estimular a profesionales e investigadores del tema a iniciar estudios sistemáticos de una arquitectura diversa, rica y llena de significados, que puede aportar valiosos elementos para entender, de manera más integral, el fenómeno religioso nacional, tanto en sus aspectos arquitectónicos, como sociales y culturales. Un libro de arquitectura, entre trascendencia religiosa yrigurosidad científica Este texto es un libro de arquitectura que intenta aportar datos, conocimientos e ideas que permitan entender mejor los templos construidos por los pentecostales chilenos. No tiene otra pretensión. Para enriquecer el análisis arquitectónico ha recurrido al conocimiento histórico, a la identificación del contexto social, a las condiciones teológicas y religiosas, a la información jurídica institucional y a herramientas cuantitativas. Pero no es un libro de historia, de sociología, de religión, de política o de estadística, ya que no recurre necesariamente al método específico de cada una de esas disciplinas. Solamente se apoya en ellas para entender mejor el hecho arquitectónico, con rigurosidad científica. En el campo de la religión, el recurso al mito, a la creencia y a la aceptación legitimadora de la leyenda urbana es una constante. Sin duda que el rico imaginario colectivo que de allí emerge, y que permite construir cosmovisiones particulares que determinan, por ejemplo, la concepción formal de un templo, posee una alta significación que permite entender ciertas decisiones arquitectónicas. Así entonces, cuando alguien plantea que un templo surge de una iluminación divina que ha recibido el pastor, no tenemos ni los argumentos ni la voluntad de colocar en duda la legitimidad y veracidad de dicha afirmación. Ella permite explicar parcialmente el templo en cuanto se constituye como dato relevante.

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No obstante, en virtud de la rigurosidad que este estudio requiere, hemos confrontado siempre este tipo de datos, intangibles, con otros datos, tangibles. Las otras explicaciones, técnicas, económicas, históricas, sociales, sociológicas, además de la religiosa, son igualmente válidas. Si, por ejemplo, un informante clave ha explicado que alguien recibió la visión de que debía construir un templo angosto y largo, se ha tomado registro de ese antecedente y se ha confrontado a las condiciones prediales de un terreno largo y angosto, y a las concepciones religiosas de jerarquización de los fieles en el desarrollo del culto, para entender en su complejidad el templo resultante. En consecuencia, esperamos que ni el creyente convencido de sus argumentos trascendentes, ni el científico racional para quien solo existe lo que puede ser empíricamente demostrado, se sientan ofendidos. Para entender el templo, ha sido necesario reunir todos los antecedentes fundadores, colocándolos en interacción, por dispares que ellos puedan parecer. La investigación sobre la que se sustenta este libro Los resultados que aquí se exponensurgieron de la investigación que fundó este libro y que se tituló: “Espacio y doctrina en la arquitectura pentecostal en Chile”, financiada por la Dirección de Investigación Científica y Tecnológica de la Universidad de Santiago de Chile, entre 2009 y 2011. Dicha investigación se orientó hacia tres objetivos centrales: 1. Lograr un conocimiento, una aproximación y una comprensión, lo más

objetiva posible, de los templos más significativos del movimiento pentecostal.

2. Identificar los fundamentos explicativos de esos templos. 3. Evaluar la posible existencia de una tipología espacial-constructiva de la

arquitectura religiosa propia o característica del movimiento pentecostal chileno.

La investigación incluyó una continua observación participante, la que fue posible gracias a la cercanía cultural y a las relaciones personales del autor con el pentecostalismo. Por cierto, esta cercanía a veces dificultaba la necesaria toma de distancia respecto de los hechos observados y de su interpretación, pero permitió acceder siempre a fuentes de primera mano. La principal de esas fuentes fue la selección de una muestra representativa de templos, siguiendo los criterios detallados en el capítulo 3. La localización, la dependencia denominacional, la envergadura, la antigüedad, los materiales, la importancia simbólica, fueron algunas de las variables utilizadas para la selección. La opinión de obispos, superintendentes, pastores, líderes laicos, arquitectos y constructores pentecostales, fue muy importante para seleccionar los templos que debían ser visitados y conocidos antes de seleccionar la muestra. El estudio de los templos permitió realizar

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fichas con información relevante, sobre cuya base se elaboró el análisis correspondiente. Este estudio incluyó un extenso trabajo de campo, desde Iquique hasta Quellón, con levantamiento de planimetrías, análisis de textos, investigación en fuentes, entrevistas y revisión de álbumes fotográficos. La investigación bibliográfica, en fuentes y en ensayos, como también en la información disponible en Internet, ocupó un lugar privilegiado en el esfuerzo por entender el contexto en el que surgieron los templos. No obstante, se tuvo siempre la precaución de cotejar la información encontrada en la red, con otras fuentes, de modo de validar su veracidad. También se llevó a cabo una encuesta a los pastores, a través de un cuestionario, con la intención de obtener informaciones cuantificables que pudiesen fácilmente ser graficadas, y de la cual pudiesen extraerse conclusiones de alto grado de confiabilidad, permitiendo de paso corroborar la información obtenida en las entrevistas. El contenido de la encuesta surgió de la necesidad de entender el templo Pentecostal en cuanto a su historia, su arquitectura, su forma, su emplazamiento, sus materiales, sus modos de construcción. La encuesta buscó conocer las ideas, opiniones y experiencias que los pastores tienen respecto de los templos en que ejercen su ministerio para probar que el espacio arquitectónico responde a una concepción religiosa tradicional del templo cristiano y al pensamiento excluyente del pastor. De este modo, el acto Pentecostal es consecuente con el discurso doctrinal pero está inmerso en una concepción y forma arquitectónica que la naturaleza del acto Pentecostal no produjo y a la cual debe adaptarse. La manera en que la encuesta fue diseñada y aplicada como el contenido de la misma, se encuentra en el anexo de este libro, mientras que las principales conclusiones se detallan en el capítulo 10. Finalmente, la bibliografía, presentada al final de este libro, da cuenta de los textos que permitieron dar consistencia a este trabajo. Las partes del libro El texto se compone de cuatro partes. La primera ofrece una síntesis del movimiento pentecostal en Chile, en sintonía con los avivamientos pentecostales que paralelamente ocurrían en otros lugares del mundo. Se trata de una síntesis sinóptica, desde los inicios de la iglesia primitiva, hasta la fundación de la Iglesia Metodista Pentecostal chilena en Valparaíso-Santiago, hacia fines de mayo de 1910. La segunda parte, Elementos, entrega tres informaciones fundamentales para entender la arquitectura pentecostal: Una breve caracterización de la pentecostalidad chilena (cap. 1), elementos claves del discurso pentecostal acerca del templo (cap. 2) y una exposición detallada de 9 templos significativos del movimiento pentecostal (cap. 3), los que son descritos tras su puesta en contexto. En este mismo capítulo se entrega una importante cantidad de información histórica, técnica,

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planimétrica y fotográfica acerca de estos 9 templos, gran parte de ella inédita en los textos de arquitectura, teología, historia, sociología y religión. La tercera parte, Fundamentos, ofrece siete argumentos centrales, a manera de siete dimensiones explicativas de la arquitectura del templo: Los elementos de la arquitectura universal (cap. 4), los componentes de la arquitectura católica romana (cap. 5), la herencia protestante europea (cap. 6), la influencia de la arquitectura evangélica y protestante chilena (cap. 7), la precariedad de recursos ligada a la canutofobia chilena (cap. 8), las características del culto (cap. 9) y el pensamiento arquitectónico del pastor (cap. 10).La cuarta parte, Significados, es un ensayo de interpretación de la evolución arquitectónica de los templos, en cinco etapas sucesivas (Cap. 11) y de la identificación de las invariantes configuradoras que distinguen a un templo pentecostal de templos de otras religiones (Cap. 12). Lo anterior permite identificar de manera inequívoca ciertos componentes invariantes propios de los templos pentecostales. En esta tarea de interpretación se ha evitado, cuando es posible, indicar la pertenencia corporativa de los templos ya que, más allá de las diferencias institucionales y de propiedad, los edificios pertenecen a un patrimonio arquitectónico pentecostal común. Por ello, hemos decidido distinguir los templos por sus apelaciones comunes (por ejemplo, Catedral de Curicó) o por su ubicación (por ejemplo, templo de calle Jotabeche 40) La referencia a la corporación de pertenencia se hace solo cuando ella constituye un aporte al estudio. Tres comentarios antes de iniciar la lectura Antes de iniciar la lectura del texto, tres comentarios se imponen: El primero es que, eventualmente, este texto ha obviado hechos, lugares, templos y personas, que pudieron jugar un rol importante en el desarrollo del movimiento pentecostal y en la constitución de su arquitectura. Sepa el lector y todos aquellos que de una u otra forma se sientan perjudicados por ello, que ese error es completamente involuntario. Las principales instituciones pentecostales chilenas fueron interpeladas por el autor, para tener acceso a la información de primera fuente de los lugares y templos fundacionales, antiguos y contemporáneos, como de los hechos y personas que protagonizaron su existencia. La información analizada y que sustenta este libro es aquella que pudo efectivamente obtenerse y que entrega garantías de objetividad y verosimilitud. De cualquier modo, el lector puede tener la garantía de que toda la información fundamental que permite entender el templo pentecostal ha sido obtenida y está contenida en este libro. Aquella que pudiese faltar, por importante que pueda ser, constituye solo un complemento de ésta. Además, sin lugar a dudas, otros estudiosos vendrán a enriquecer grandemente lo que aquí se expone. Toda obra humana es perfectible lo que no le resta validez sino que enaltece la inteligencia y voluntad de hacer bien las cosas, dentro de las limitaciones de nuestra humanidad.

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El segundo comentario es que, eventualmente, algunas de las frases y afirmaciones de este libro pudiesen leerse, erróneamente, como juicios valóricos a las iglesias evangélicas pre-pentecostales, en especial a la Iglesia Metodista Episcopal y Presbiteriana de Chile. No ha sido la voluntad del autor emitir juicios acerca de los hechos históricos y, menos aún, de las personas y de las instituciones, las que merecen todo nuestro respeto y consideración. Entender la historia que finalmente provoca el nacimiento del pentecostalismo no ha sido la finalidad de este libro. Sí hemos citado fuentes fidedignas para intentar situar el contexto en el que emerge la arquitectura pentecostal, pero hemos dejado en dichas fuentes y autores la responsabilidad de las aseveraciones. Lo que si nos interesa afirmar es que la arquitectura pentecostal, por asimilación o por contradicción, es en alguna medida, heredera de la tradición de diversas iglesias protestantes y evangélicas en especial de las dos denominaciones antes mencionadas. Finalmente, insistir en que la finalidad de este libro es entender el templo pentecostal, para colaborar con pastores y laicos a una mejor comprensión y concepción de la arquitectura que diseñan y construyen. En este sentido, en el estudio de los templos, hemos privilegiado el análisis arquitectónico crítico tendiente a comprender el templo, desde la concepción de los diseñadores y desde la percepción del usuario y del observador. Ese análisis permite identificar cualidades positivas y negativas en los edificios estudiados, cualidades que han sido todas mencionadas aquí. Esto provoca que, de cada edificio, se haya destacado aquello que constituye un aporte a la arquitectura y al destino de la obra, como también aquellas decisiones de diseño menos logradas. En ese contexto, este autor espera que ningún ministro o laico pentecostal se sienta menoscabado por la crítica arquitectónica aquí propuesta, ya que para comprender una obra construida es absolutamente necesario poner en relieve todas las dimensiones de ella y no solo sus aspectos positivos. La crítica arquitectónica puede ser mal recibida considerando el tremendo, valioso y singular esfuerzo de las congregaciones, en su mayoría de bajos ingresos, para construir sus edificios de culto. No obstante, esta crítica no resta valor a ese significativo esfuerzo sino que añade una visión tendiente a que ese esfuerzo tenga cada día mejores frutos, sin olvidar, una vez más, que toda obra humana es y será siempre perfectible. Tres afirmaciones centrales De ese modo, este libro intentará revelar las dificultades para identificar una tipología arquitectónica propia de los templos de la iglesia pentecostal, en el marco diverso y rico de la arquitectura evangélica nacional. Elementos aparentemente propios, provienen en realidad de la arquitectura evangélica, esta última tributaria en gran medida de la arquitectura religiosa católica,

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concretamente basilical y, en último término, de la arquitectura ceremonial de diversas culturas y religiones ancestrales. En consecuencia, el espacio arquitectónico responde en esencia a una concepción religiosa tradicional del templo cristiano, adaptada por las exigencias propias de los predios alos que las comunidades pueden acceder. De este modo, el acto pentecostal es consecuente con el discurso doctrinal pero está inmerso en una forma arquitectónica que la naturaleza del acto pentecostal no produjo y a la cual debe acomodarse forzosamente. No obstante, se develarán los elementos criollos incorporados a la arquitectura pentecostal, elementos que responden al carácter abstracto, desocupado y cotidiano del espacio del templo. Lo cual plantea la tesis de un espacio imaginario, mental, ritualizado y sagrado, como espacio adjunto al espacio ordinario y despojado del templo, y donde el cuerpo celebrante y el discurso bíblico adquieren la función de generadores de imagen, en la ausencia voluntaria de una iconografía material. Desde la historia real, que funda un saber hacer en el emplazamiento, implantación y construcción de templos, y desde el discurso teológico o bíblico, que funda la espacialidad de los templos, en relación a esa historia y a ese discurso, este libro propone algunas claves para entender el espacio arquitectónico de los templos pentecostales en Chile, situándolos siempre en el contexto en el que emergen. Para ello, se pretende demostrar tres cosas: primero y contrariamente a la imagen de edificio precario, sin valor arquitectónico aparente, de cuestionable estética y confinado en sitios marginales de la ciudad, el templo pentecostal constituye en realidad un elemento de incuestionable valor patrimonial, para entender el fenómeno religioso más importante acaecido en Chile y en el mundo, durante al menos los últimos doscientos años: el avivamiento pentecostal surgido desde el corazón del protestantismo, simultáneamente en diversos lugares del planeta. En segundo lugar, se demostrará que el templo pentecostal contiene en él, al mismo tiempo, toda la tradición ética de la arquitectura religiosa universal y toda la especificidad cultural y estética de la fe pentecostal. En otras palabras es, por una parte, tributario de más de 5.000 años de arquitectura religiosa a través de la cual los seres humanos han intentado construir una relación de comunidad con una entidad superior o divina, a través de las más diversas modalidades y formas construidas, relacionadas todas por la búsqueda de la perfección y de la trascendencia. Por otra parte, desde su origen, la configuración de su arquitectura depende fuertemente de las condiciones económicas, religiosas, culturales y materiales concretas en que se desarrolla. En tercer lugar, se demostrará que existen invariantes arquitectónicas singulares que en su forma material de expresión, en la manera en que son concebidas y usadas y en su conjunto, hacen del templo pentecostal un

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edificio único e irrepetible en el contexto de la arquitectura religiosa. Algunas de esas invariantes, como por ejemplo el eje procesional o la importancia del altar, son reinterpretaciones de elementos pre-existentes en otras religiones. Otras, como la constitución del púlpito-altar, la concepción de la fachada principal, la forma del volumen o la mixtura de materiales, son creaciones pentecostales más autóctonas, a pesar de los ancestros reformados europeos de algunas de ellas. Pero también se observan elementos decorativos y de mobiliario que provienen de una arquitectura más bien cotidiana, específicamente residencial. Es en la combinación de estos componentes, sean ellos reinterpretación de culturas ancestrales, creación propia a partir de una herencia confesional o adaptación de elementos cotidianos, que surge la especificidad arquitectónica del templo pentecostal. Es el orígen, la transmisión, la adaptación y el desarrollo de esta especificidad arquitectónica del templo, la que se intentará entender a continuación.

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PRIMERA PARTE

EL AVIVAMIENTO PENTECOSTAL EN CHILE:

Síntesis sinóptica del contexto, precursores, hechos y protagonistas

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“Y después de esto derramaré mi espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñaran sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días”. Joel 2: 28-29 (alrededor de 800 a.C.) “Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen”. Hechos 2: 1-4 (33 d.C.) “Todos a una voz rompieron en oración fuerte, como por un plan concertado. Era como si la oración de un año hubiere sido encerrada y llegado ese momento ya no se podía más sino romper el vaso y derramarla toda”. Hoover & Gómez, 2002: 23-24 (3 de enero de 1909)

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Es posible afirmar con certeza que la iglesia pentecostal chilena, en tanto movimiento religioso, surge durante la primera década del siglo XX y que los gérmenes de su institucionalidad se van a afirmar progresivamente desde 1910 hasta fines de los años ’20. No obstante, no hay certezas respecto de cuándo ni dónde nace exactamente el movimiento pentecostal. Como lo manifiesta el mismo Willis Hoover, líder del movimiento de emancipación pentecostal chileno conocido como avivamiento, es muy difícil fijar una fecha definitiva que identifique los inicios de este cisma religioso en Chile cuando, en 1926, se pregunta: “¿Dónde está el comienzo de este avivamiento que ha causado tanto ruido, no solamente en Chile, sino en otras muchas partes del mundo? Además, respecto del lugar donde nace el pentecostalismo chileno, existe una doble discusión. La primera, que otorga al avivamiento en la calle Azuza, en Los Ángeles, Estados Unidos, en 1906, una significación histórico-religiosa primordial e influyente sobre los avivamientos ocurridos con posterioridad en otros lugares del mundo. La segunda, plantea la interrogante respecto de cuál es la ciudad y la iglesia evangélica madre donde nace el movimiento pentecostal en Chile: Valparaíso (Iglesia Metodista Episcopal), Santiago (Primera o Segunda Iglesia Metodista Episcopal) o Concepción (Iglesia Presbiteriana). La síntesis que, a continuación, se expone intentará aclarar estas dudas, ofreciendo un panorama general de los avivamientos pentecostales en el mundo y en Chile, a través de una presentación sinóptica que pretende entregar relaciones temporales entre esos diversos eventos. La Fiesta de Pentecostés en la Biblia Pentecostés es el nombre que recibe una de las tres más importantes fiestas celebradas por los judíos, durante las cuales los varones israelitas debían presentarse en el santuario. Proviene del griego Πεντηκοστή, que significa el día quincuagésimo, en referencia a que la fiesta tenía lugar cincuenta días después de la Fiesta de la Pascua. La Fiesta de Pentecostés es la Fiesta de Shavuot mencionada en el Pentateuco o Torá, durante la cual el agricultor lleva como ofrenda los primeros frutos del año. Entre La Fiesta de la Pascua (pésaj), el primer día de la Fiesta de los Panes sin Levadura el 15 del mes de Nisan (que en el calendario Gregoriano corresponde al 19 de abril) y la Fiesta de Pentecostés (Shavuot), el día 6 del mes de Siván (que en el calendario Gregoriano corresponde al 8 de junio) transcurren siete semanas de intensa y difícil labor, finalizando con el séptimo día de reposo, el día 49. Pentecostés se celebrará al día siguiente de ese día de reposo, el día número 50: “Hasta el día siguiente del séptimo día de reposo, contaréis cincuenta días; entonces ofreceréis el nuevo grano a Jehová" (Levítico 23: 16). Ese día es el Festejo de las Semanas, conocida también en el Antiguo Testamento

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como Fiesta de la Cosecha (Éxodo 23:16), Fiesta de las Semanas (Éxodo 34: 22), Día o Fiesta de la Primicias (Números 28: 26), o también Fiesta de la Maduración (Jag Habikurim). Es el mismo día de Pentecostés o Shavuot, que simboliza la libertad del trabajador, siendo su duración de un solo día en Israel. La Fiesta de la Pascua (pésaj) se celebró por primera vez el día anterior a la salida del pueblo de Israel desde la tierra de Egipto (en 1.250 a. de C.) que corresponde al primer mes del año judío (Éxodo 12: 2). En la noche del día 14 del mes de Abib o Nisan, cuando comenzaba el día 15, siendo jueves, Jesucristo cenó con sus discípulos. El 15 de Nisán, siendo viernes, al inicio de la fiesta de los panes sin levadura, Jesucristo es entregado y crucificado. Cincuenta días más tarde, el 6 de Siván (8 de junio), mientras los judíos celebraban la Fiesta de Pentecostés, los 12 apóstoles – tras varios días de perseverar “unánimes en oración y ruego” (Hechos 1: 14) – “estaban todos unánimes juntos”, cuando “de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados […] y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen […] y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos […] atónitos y maravillados […] Más otros, burlándose, decían: Están llenos de mosto [borrachos]” (Hechos 2: 1-13). Mientras los judíos se presentaban en el santuario trayendo los primeros frutos de la cosecha de las siete semanas, cuenta la Biblia que ese día de la Fiesta de la Cosecha o Pentecostés, los apóstoles, tras la predicación de Pedro que siguió a esta manifestación extraordinaria, cosecharon tres mil personas que se unieron a la fe de Cristo, constituyendo la primera iglesia cristiana (Hechos 2: 41-47). Alrededor de 1.900 años más tarde, desde el 15 de enero de 1909, tras varios años de manifestaciones carismáticas, cinco personas comenzaron a reunirse todos los días, en casa del pastor de la Iglesia Metodista Episcopal, Rvdo. Willis Hoover, esperando ser bautizados con lenguas de fuego. Paralelamente, desde el 20 de febrero, unas 30 personas comenzaron a congregarse en reuniones de vigilias todos los sábados en el templo para esperar el bautismo del Espíritu Santo. Las manifestaciones extraordinarias (“risas, lloro, gritos, cantos, lenguas extrañas, visiones, éxtasis en las que las personas caían al suelo y se sentían trasladadas a otra parte – al cielo, al Paraíso, a campos hermosos, con experiencias variadas – hablaban con el Señor, con ángeles, o con el diablo”) que comenzaron a surgir, fruto de estas acciones, se hicieron cada vez más frecuentes, visibles y evidentes a partir del 29 de junio. Estos hechos se registraron también en Concepción y Santiago, hasta que, a comienzos de junio de 1910 nace, la Iglesia Metodista Pentecostal de Chile, fruto de este proceso conocido como avivamiento pentecostal.

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SEGUNDA PARTE

ELEMENTOS

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Para intentar una explicación que permita entender el templo pentecostal, a partir de los siete fundamentos que se revisarán en la tercera parte, se hace necesario conocer con un suficiente grado de profundidad, los tres elementos centrales que constituyen el núcleo del estudio de los templos pentecostales. Por ello, la finalidad del primer capítulo es develar aquello que se entiende por iglesia pentecostal, a través de la comprensión del concepto de pentecostalidad y del estudio de sus principales características en el caso chileno. El segundo capítulo ofrece una lectura del contenido y significado que el pentecostal otorga al templo, a partir de una revisión de la forma en que se tejen, en el discurso, los principales textos que fundan la teología pentecostal acerca de la Casa de Dios. El objetivo del tercer capítulo es elaborar en el imaginario del lector lo que se entiende por templo pentecostal, por medio de un recorrido arquitectónico de los templos más significativos, incluyendo templos fundacionales de los que se tiene registro gráfico, como también templos más contemporáneos y significativos. Pentecostalidad chilena, discurso bíblico y templo son, en consecuencia, los tres elementos constitutivos del núcleo de este libro, sobre cuya comprensión se intentará posteriormente una explicación y una caracterización.

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Capítulo 1. La pentecostalidad chilena: Breve caracterización La fractalidad pentecostal La división o ruptura, es la característica más reiteradamente destacada del pentecostalismo, entendido como un movimiento de enorme atomización, por parte de diversos autores y muchos observadores externos, llegando incluso a sugerir que la separación es un estigma del pentecostalismo. Sin refutar del todo esta idea, parece más ajustado a la realidad afirmar que, a la luz del concepto de pentecostalidad mencionado al comienzo de la primera parte, la ruptura, como cualidad evidente del movimiento pentecostal, es un signo permanente de rechazo contra cualquier mediación religiosa o cultural que oculte lo que es percibido como el verdadero evangelio de Jesucristo, observado durante toda la historia del cristianismo y no solo durante la historia del pentecostalismo. En otras palabras, la ruptura religiosa, como mecanismo de emancipación tendiente a preservar los valores genuinos del evangelio, es un patrimonio de todo el cristianismo que, el pentecostalismo, ha utilizado con una frecuencia poco usual. Atribuir al pentecostalismo la propiedad del divisionismo o rupturismo es negar o ignorar que la historia del Cristianismo es una historia de permanente ruptura, la que ha dado lugar a la existencia, hoy en día, de varios cientos de iglesias cristianas mayores y muchos miles de congregaciones cristianas menores independientes en el mundo. Entender esta precisión es clave para entender el pentecostalismo. Sin esta precisión, se cae en el grave error de pensar que la ruptura o separación es un mecanismo de reproducción institucional y de crecimiento creado por los pentecostales para sus fines singulares, sin conexión con la tradición del cristianismo. Por consiguiente, se puede percibir erróneamente, que las iglesias pentecostales buscan diferenciarse de otras iglesias pentecostales, lo que necesariamente debería tener un impacto, por ejemplo, en la diferenciación de sus templos. No obstante, como se mostrará en el capítulo 3, se fundamentará en la tercera parte de este libro y se detallará en la cuarta parte, eso no tiene sustento en la realidad. Los templos pentecostales, aún cuando pertenezcan a las más diversas corporaciones, no buscan diferenciarse sino que tienden a parecerse. Para mayor claridad, y respecto de esta resistencia a la separación, y a la necesidad involuntaria de ruptura, observadas también en otros momentos del cristianismo, las palabras del pastor Hoover, dirigidas a la congregación de la Iglesia de Valparaíso, cuando anuncia su renuncia, de las que citamos algunos extractos, son

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notables: “[…] Estoy rompiendo relaciones con la organización de la Iglesia que he servido toda mi vida. Sin embargo, quiero que mis hermanos sepan que no he dejado de ser metodista. Sigo a Wesley con toda fidelidad. No me he apartado de las doctrinas de Wesley, ni de la Iglesia […] Esta separación no es una guerra. Es una separación, no del Metodismo, sino sencillamente del gobierno de la Iglesia Metodista, por causa de la conciencia […] Esto no es hostilización contra la Sociedad Misionera tampoco, ni las misiones extranjeras […] Esto no es obra de capricho ni de entusiasmo. No es falta de amor […] Nuestro propósito es seguir sirviendo a Dios de todo corazón, buscando el Bautismo del Espíritu Santo para toda carne […]”. Las palabras de Hoover son elocuentes del espíritu que anima el pensamiento de quienes deben, involuntariamente, optar por el camino de la ruptura institucional y la separación congregacional. Por cierto, habrá excepciones donde rupturas pentecostales, en particular, y cristianas, en general, tuvieron una motivación diferente. No obstante, la excepción confirma la regla y la ruptura es una experiencia que, quienes la han vivido, pueden dar fe de que no constituye un paso deseado por nadie, por los riesgos que ella conlleva. En consecuencia, la fractalidad, es decir, la capacidad de mantener constantes los mismos principios básicos genuinos y también su aspecto externo visible, independientemente de la envergadura de la congregación, de su antigüedad fundacional, de su pertenencia denominacional, del momento en que se observe y de la escala de que se trate (congregación de una catedral, templo central, local o avanzada), es la gran cualidad de las iglesias pentecostales, no importando de qué división o ruptura provenga. Es muy usual escuchar al pastor que diga: “Hermanos, Dios es el mismo en todo lugar donde se alabe su nombre”, o “El Dios que está en tal lugar o que actuó en tal época está también hoy con nosotros”, recordando consciente o inconscientemente, las palabras de Jesús: “Porque el que no es contra nosotros, por nosotros es” (Marcos 9: 40). El principio de fractalidad es el que explica que las iglesias pentecostales sean tan numerosas y diversas pero, sin embargo, tan similares unas de otras. Incluso, como se verá en el capítulo 9, el culto tiene una diversidad tan grande que ni siquiera es posible identificar una estructura única para el culto de una misma corporación, a pesar de lo establecido en los respectivos manuales litúrgicos, pero si es posible identificar un orden subyacente único para todas las iglesias pentecostales, pero muy distinto a otras iglesias cristianas. El origen del principio fractal, en la perspectiva de la pentecostalidad ya aludida, está en la búsqueda permanente por volver a los principios de la Iglesia Cristiana Primitiva, gestada con la vida de Jesús y materializada a partir del Pentecostés cristiano. Esta búsqueda del evangelio genuino es protagonizada por grupos de personas que, desde el seno de una iglesia, intentan, primeramente, transformar la iglesia desde dentro y luego, cuando no lo logran, encuentran en la separación o ruptura el camino que los puede llevar de regreso al evangelio genuino de la iglesia primitiva. Es lo que ha

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ocurrido a lo largo de toda la historia del Cristianismo y que se ilustra muy brevemente a continuación.

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Capítulo 2. El discurso acerca del templo La santidad del templo: Pasajero clandestino en la predicación pentecostal El papel que le corresponde al templo en el servicio a Dios, en la tradición pentecostal, no es discutido por las diversas congregaciones, a pesar de la importante diversidad antes vista. El papel del templo se funda principal y directamente en una comprensión literal de la enseñanza bíblica, tanto antigua como nueva testamentaria. No obstante, sería un error deducir de ello que exista necesariamente un consenso respecto de una construcción inequívoca del discurso pentecostal acerca del espacio material del culto divino en la Palabra de Dios. El análisis de los templos, la observación del culto, la comprensión del discurso y los argumentos para concebir de una determinada manera los edificios consagrados a Dios, revelan que no existen certezas y, menos aún, visiones comunes explícitas acerca de qué son los templos y cómo deben concebirse. Complementariamente, adelantamos la hipótesis según la cual la diversidad arquitectónica del templo pentecostal se debe en parte a la variedad y precariedad de los lugares de culto donde se inició el movimiento pentecostal. Orellana explica que “hacia 1920 los pentecostales continuaron celebrando sus cultos mayoritariamente en espacio alquilados o facilitados gratuitamente por su integrantes […] en la periferia de las principales ciudades […] otros […] al interior mismo de los conventillos”. Para intentar conocer un poco mejor el sentido y lugar que ocupa el concepto de templo en el discurso pentecostal, revisaremos brevemente aquellos textos bíblicos comúnmente evocados, como fundamentos bíblicos de la concepción del edificio sagrado.

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Capítulo 3. El templo pentecostal La preponderancia del templo en la santificación del creyente. La arquitectura de los edificios para la celebración del culto de las diversas congregaciones que surgen del movimiento pentecostal, media entre la impactante búsqueda individual y colectiva de la divinidad, por medio de la manifestación del Espíritu Santo y la absoluta convicción del rol evangelizador en la tierra que tiene cada pentecostal. Se trata de una doble militancia, como ciudadano del Reino de Dios y ciudadano de este mundo, lo que responde a la estricta obediencia del pensamiento de Jesús, cuando orando a Dios Padre por sus discípulos expresa: “No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal” (Juan 17: 15). Una doble militancia perfectamente armónica en el pensamiento del pentecostal, pero que es percibida como una de las varias paradojas notadas por diversos observadores, como André Droogers, citado por Bonino: “Los pentecostales rechazan este mundo y se apartan de él. Pero a la vez son vistos como ciudadanos y trabajadores ejemplares”. Lalive explica que el concepto de mundo en el pentecostal no es exactamente teológico o filosófico sino fruto de una experiencia concreta: el mundo “es ante todo y de manera sensible, el mundo de la miseria, de la enfermedad y de la muerte […] del cual el nuevo cristiano, pobre entre los pobres y marginal entre los marginales, sólo ha recibido decepciones y sufrimientos”. Desde los primeros precarios e improvisados recintos que albergaron a estos pioneros fieles apartados de la Iglesia Metodista Episcopal y de la Iglesia Presbiteriana, hasta los grandes edificios actuales, los templos juegan un rol preponderante en la inserción de los creyentes en el mundo, a través de la pertenencia a una comunidad. Los pentecostales, y especialmente sus pastores, no conciben una comunidad cristiana, por pequeña que sea, desprovista de un templo. El servicio a Dios, la vida de piedad, la comunión de los fieles, adquiere sentido en este lugar consagrado. Los templos de la tradición pentecostal tienen, en el imaginario colectivo, la misión de elevar a los creyentes ante la presencia del Espíritu de Dios, sin evadirlos de este mundo. En otras palabras, permitir que estén en el mundo, pero apartados del mundo, lo que hace del pentecostal una suerte de rara avis, como lo propone Tennekes, explicando que por una parte, el pentecostal no hace lo que hacen los demás, haciendo que sus semejantes lo califiquen de farsante que hace el ridículo, pero que a su vez le reconozcan como alguien honrado, laborioso, buen esposo y padre, lo que inspira sentimientos muy contradictorios “en los

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que se mezcla el menosprecio con el respeto”. En consecuencia, los pentecostales reconocen tener esta doble militancia o ciudadanía: una, que los mantiene en cohabitación física con lo profano, lo mundano, lo terrenal, lo material, lo corpóreo. Otra, que los vincula eternamente con lo sagrado, lo divino, lo trascendente, lo celestial, lo espiritual. Como lo sugiere Durkheim, “la cosa sagrada es, por excelencia, aquella que el profano no debe, no puede tocar impunemente”. Y por la mediación de los rasgos característicos de su concepción doctrinal de Dios y de su devenir histórico e inserción socio-económica, esta ambivalencia de dos ciudadanías se expresa en templos cuya arquitectura posee componentes propias de lo sagrado y de lo profano. Edificios en permanente mutación Los templos de la iglesia pentecostal chilena constituyen un testimonio patrimonial construido de la nueva forma de devoción religiosa, que surgió en Chile en torno a 1909, en el seno de la iglesia evangélica, en un país marcadamente católico-romano. Se revisarán aquí algunos de los más significativos exponentes de la arquitectura pentecostal, para que el lector visualice con precisión a que se alude cuando se habla de templo pentecostal. Desde sus orígenes, los templos pentecostales son recintos y edificios no solo comunes y corrientes, sino además muy humildes, muy sencillos, muy simples: casas de hermanos, antiguas bodegas, carpas, piezas contiguas a edificios con otros usos, etc. La experiencia de 1895 del pastor metodista episcopal José Torregrosa, quien arrendó una pieza en el peor barrio de esa época en Valparaíso para comenzar su obra misionera con sus primeros 12 fieles, es un hecho recurrente en la historia del movimiento pentecostal. Del mismo modo, la construcción del templo de Retamo, en Valparaíso, en 1919, con el aporte de los fieles y alguna ayuda externa, es el mecanismo de financiamiento tradicional de la casi totalidad de templos evangélicos, especialmente pentecostales: tras largos años de ofrendas y donaciones voluntarias de los fieles y de amigos de la congregación, a veces con alguna ayuda de otras iglesias nacionales o internacionales, se erigen edificios de culto, en una experiencia constructiva que puede durar varios años. La mayoría de veces esos edificios comienzan a ser utilizados en obra gruesa, para aprovechar de realizar ofrendas durante el culto, de manera de ir realizando paulatinamente las terminaciones y adquirir el mobiliario. Esta fue la experiencia del pastor Hoover y su congregación, cuando el 31 de diciembre de 1908 se reúnen en el templo del Olivar, aún en obra gruesa para esperar juntos en un culto el nuevo año. La necesidad de estar unidos, juntos, en armonía sobrepone a los fieles a las precariedades de utilizar un edificio no terminado. Dadas las precarias condiciones en que se construyeron los primeros templos, muchos de ellos se deterioraron rápidamente, se incendiaron o

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quedaron gravemente dañados con los diversos terremotos que sacuden periódicamente el país, muchos de ellos debiendo ser derribados. Por esas razones, pero también por el crecimiento explosivo de los miembros de cada iglesia, tras cada siniestro, cada templo se ha vuelto a reconstruir, más grande, más firme, más durable. Los templos crecen, se transforman, se agrandan, se reconstruyen o se trasladan de sitio, en un proceso de relocalización espiral en el territorio de las ciudades. Esto provoca que bodegas de desechos se transformen en templos, templos fundacionales se reconstruyan o remodelen, templos originales se transformen en locales de nuevos templos matrices, templos antiguos pequeños desaparezcan de un sitio enajenado dada la imposibilidad de ampliarse hacia sus costados, todo en un movimiento de espiral, a partir del primer templo, recorriendo la ciudad en todos sus sentidos, alcanzando desde sus primeros emplazamientos periféricos a toda la ciudad, incluso conquistando las nuevas periferias y el campo. Todo lo anterior provoca que no contemos hoy con ningún templo pentecostal fundacional, en su estado original. Han sobrevivido hasta hoy templos nuevos en terrenos originales (como el de calle Simón Bolívar, en Valparaíso); templos transformados sobre la base de su estructura y medidas originales (como el de Pitrufquén, en calle 12 de febrero 538, o el de calle Retamo en Valparaíso); templos nuevos que acogen aún parte de la estructura del templo original; templos originales reciclados en nuevas funciones (como el de calle Fuenzalida Urrejola en La Cisterna); templos nuevos en terrenos originales ampliados (como la Catedral de Jotabeche); nuevos edificios no religiosos con nuevos propietarios en terrenos donde antiguamente una morada acogió el movimiento pentecostal naciente, entre otras muchas variantes. Todos estos templos surgieron durante los primeros 24 años del movimiento pentecostal, entre la vigilia del año nuevo de 1909, hasta la primera gran división de la Iglesia Metodista Pentecostal, junto a un gran número de otros pequeños locales consagrados para el culto. En consecuencia, se revisarán algunos de los más importantes y significativos edificios, incluyendo las pocas imágenes originales a las que se ha tenido acceso, a partir de la descripción verbal de testigos oculares y sobre la base de imágenes del estado actual de dichos templos. Cabe añadir que la dinámica del crecimiento poblacional de las iglesias pentecostales, su expansión por el territorio nacional, las constantes divisiones y separaciones que provocan el nacimiento de nuevas congregaciones y las mayores libertades de culto, permitieron a lo largo de ya más de cien años de historia la construcción de una cantidad de templos hoy prácticamente incontables, cuyo número estimado supera los 10.000 edificios.

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En consecuencia, las iglesias pentecostales están en reinvención permanente, lo que implica el nacimiento de nuevas congregaciones al interior de una denominación, o el nacimiento de nuevas denominaciones escindidas de una iglesia madre. De allí también el surgimiento de cientos de templos, de las más diversas formas, tamaños, materialidades y emplazamientos, lugares ordinarios devenidos sagrados mediante el extraordinario hecho de la manifestación sobrenatural del Espíritu Santo. Es de esta experiencia de 100 años de edificación de los más diversos lugares de culto que comienza a surgir una cierta arquitectura pentecostal.

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Figura 3.4. Probable planta del templo de 1908 de la Iglesia Metodista Episcopal en Valparaíso, elaborada a partir de relatos de testigos, de descripciones escritas y de

fotografías.

Figura 3.5. Probable corte del templo, elaborado a partir de relatos de testigos, de descripciones escritas y de fotografías.

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Figura 3.85. Vista desde la galería sur hacia la galería norte.

Figura 3.86. La esquina anónima del templo.

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Figura 3.150. Elevación acceso principal (calle) templo.

Figura 3.151. Elevación nor-poniente templo.

Figura 3.152. Frontis principal sobre calle General Freire 952.

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TERCERA PARTE

FUNDAMENTOS

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Al cabo de más de 100 años de cultura pentecostal, de una notable producción de templos y de la afirmación de un discurso legitimante acerca de la sacralidad del espacio congregante, cabe preguntarse: ¿Cuál es el origen de los templos pentecostales que permite entenderlos como edificios pertenecientes a una tipología arquitectónica común, a pesar de sus grandes diferencias y en razón de sus importantes similitudes? En otras palabras, ¿cuáles son los elementos fundantes de la arquitectura del templo pentecostal? Es difícil identificar una tipología arquitectónica propia de los templos de la iglesia pentecostal, únicamente en el marco diverso y rico de la arquitectura evangélica nacional. Elementos aparentemente propios provienen, en primera instancia, de la arquitectura ceremonial de diversas culturas y religiones ancestrales, con quienes la arquitectura pentecostal mantiene al menos, cuatro elementos comunes: el altar, el eje procesional, el ordenamiento jerárquico de los recintos y la significación del acceso (capítulo 4). Sin embargo, el referente cristiano más próximo es la arquitectura religiosa católica, concretamente basilical, de la cual nace desde el doble punto de vista religioso y arquitectónico (capítulo 5). No obstante, este origen católico se encuentra mediado por la Reforma protestante europea y los principios de configuración arquitectónica que desde allí se establecen (capítulo 6), indudablemente influenciado por los templos evangélicos y protestantes estadounidenses y chilenos (capítulo 7). Además, la particular concepción del templo en la teología pentecostal, responde también a las condiciones específicas del desarrollo histórico del movimiento pentecostal en Chile, en cuanto a la adversidad del contexto social y religioso en que se gesta y a la precariedad de recursos disponibles para la construcción de sus edificios (capítulo 8). Las características del culto, como acto predominante en la vida de la comunidad de los creyentes, condicionan desde la liturgia la significación del espacio arquitectónico y del mobiliario, si bien el culto pentecostal en su singularidad carismática no ha logrado aún configurar el espacio arquitectónico (capítulo 9). Finalmente, el pensamiento del pastor, como expresión sintetizada y compleja de la concepción cultural y religiosa del edificio consagrado que posee el líder espiritual, es absolutamente central en el diseño del templo y es considerado una piedra angular en la toma de decisiones (capítulo 10). Finalmente, será la compleja interacción de este conjunto de fundamentos la que entregue las condiciones de comprensión del templo pentecostal.

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Capítulo 4. Acceso, ordenamiento jerárquico, eje procesional y altar en la arquitectura religiosa universal La arquitectura pentecostal es una expresión contemporánea de ciertos principios de configuración espacial presentes en la arquitectura religiosa universal. Al menos, los principales elementos que componen los templos de diversas religiones, están también presentes en los templos pentecostales. Según van Gennep, refiriéndose a los ritos de entrada, el cristiano ha recibido tantos préstamos de los misterios egipcios, sirios, asiáticos y griegos que resulta difícil comprender aquél sin tener en cuenta éstos”, subrayando la herencia que la arquitectura cristiana ha recibido de religiones más antiguas. Siguiendo esta idea, se presentan a continuación los fundamentos que revelan la herencia que la arquitectura pentecostal ha recibido de religiones precedentes, reflexiones de las que subyace una idea fuerte: los templos pentecostales son una forma de continuidad de la arquitectura religiosa en general, incluso de aquellas expresiones religiosas no cristianas, pero contextualizada al medio histórico, social y territorial particular de nuestro país y a la concepción doctrinal de Dios propia del movimiento pentecostal. No se intenta probar que la arquitectura pentecostal esté fundada sobre los lineamientos de la arquitectura religiosa universal. A partir del estudio acerca de la configuración de los templos de diversas religiones en el mundo, se intenta demostrar que los componentes esenciales de la arquitectura religiosa, son siempre los mismos: el altar, un eje procesional, un sentido de ordenación jerárquica y la sublimación del acceso. Para alcanzar el objetivo, y sin desmedro de otras religiones de importancia indiscutible (como, por ejemplo, las religiones de Mesopotamia; el politeísmo griego; la religión romana antigua; el confucionismo y el taoísmo chino; el sintoísmo y el budismoMahayana de Japón; el jainismo y el sijismo de la India; el zoroastrismo iraní; o la religión Baha’i, nacida del Islam chiíta iraní) se revisarán estos cuatro elementos de configuración arquitectónica en cinco expresiones religiosas significativas, que representan los más diversos contextos históricos y culturales, a saber: el hinduismo, el politeísmo egipcio, el judaísmo, el budismo y el islam. Juntas representan alrededor de 4 mil millones de adeptos en todo el mundo. Por cierto, la estética formal de los templos de estas diversas religiones difiere mucho con la estética de los templos cristianos, dadas las particularidades de cada visión teológica, doctrinal y litúrgica. Pero además, se observan diferencias entre templos de la misma denominación religiosa. No obstante la ética trascendente

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concuerda. Por ejemplo, el interior de la capilla de los Benedictinos en Las Condes, Santiago, es estética y formalmente muy distinto al interior de la capilla de los Benedictinos en Samos; no obstante, los mismos componentes y la misma trascendencia que los connotan están presentes. En su texto “Arquitectura Religiosa en Chile”, León Rodríguez, tal vez con un objetivo distinto, explica lo que consideramos un buen argumento para esta coincidencia de elementos esenciales en la arquitectura religiosa universal: “… al hablar de arquitectura religiosa, ni sustantivamos ni adjetivamos especialmente la parte religiosa, sino que entendemos que dentro del requerimiento humano de arquitectura, hay una instancia que llamamos religiosa, en la cual comprendemos todos aquellos lugares en que el acto humano, de un modo consciente y deliberado enfrenta un poder no humano, normalmente entendido como superior…”. Del mismo modo, se asume aquí la tesis de Carl Gustav Jung, según la cual existe en el inconsciente humano una forma de relacionarse con la divinidad, que interpela los mismos componentes, porque se encuentra radicada en lo que Jung llamaba el si mismo calificándolo como la imagen de Dios en el hombre. Esta relación trascendente, cuando ella es reconocida como una necesidad, provoca la generación de prácticas culturales diversas de vinculación con ese poder no humano, divino o sagrado, en lo que llamamos religión, del latín re-ligare o volver a unir, a relacionar, y que se expresa a través de creencias intangibles, de prácticas litúrgicas y, físicamente, a través de recintos dedicados al desenvolvimiento de esta relación moral y espiritual. Se asume que esta instancia religiosa común a todos los individuos, este si mismo como imagen de Dios en el hombre, provoca una comunidad patrimonial universal de recintos, espacios, formas, elementos y objetos, que responden de manera estéticamente diversa pero éticamente equivalente a una necesidad compartida. Para entender el templo pentecostal, desde esta comunidad patrimonial universal, se revisarán primeramente las concepciones religiosas comunes a las diversas creencias más importantes. Luego, se mencionarán las distinciones fundamentales, para enseguida revisar la expresión material de los cuatro componentes principales en cada una de las religiones.

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Figura 4.6. Templo de Melqart, de arquitectura similar al templo de Salomón.

Figura 4.7. Segundo templo judío: templo de Zorobabel.

Figura 4.8. Tercer templo judío: templo de Herodes el Grande.

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Capítulo 5. Del aposento alto a la ostentosa basílica católica romana El templo familiar: los hogares de los primeros cristianos Las domus ecclesiae o casas-templo fueron los primeros lugares para la celebración del rito cristiano. No tenían una forma especial ni única debido a que se empleaban normalmente viviendas normales y diversas, habitualmente de dos pisos, adaptándola a las funciones que el sencillo acto litúrgico requería, por medio de la reorganización del espacio con tabiques y mobiliario. Esta experiencia de los orígenes del cristianismo, durante el primer siglo de nuestra era, se repetirá muchas veces cada vez que una nueva congregación nacerá de una institución religiosa mayor y precedente. Hoy no parece haber duda respecto a que la primera domus ecclesiae debió ser la sala del aposento alto (Fig. 5.1), donde los apóstoles reunidos “perseveraban unánimes en oración y ruego”, estando “todos unánimes juntos” (Hechos 1: 14 y 2:1) esperando el cumplimiento de la promesa de Jesús, cuando les anunció: “recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo” (Hechos 1: 8). Es aquí donde nació la iglesia cristiana y desde aquí se expandió a todo el mundo. Ahora bien, existe una discusión acerca de si quienes recibieron el Espíritu Santo fueron solo los apóstoles, que moraban en el Aposento Alto, o las 120 personas a quienes Pedro habló en Hechos 1: 15 y entre quienes eligieron al apóstol que reemplazaría a Judas. Clarificar cuántos fueron los que recibieron el Espíritu Santo es importante ya que nos da una luz del tamaño probable de esa primera casa-templo. Lucas, en su evangelio (24: 52-53), explica que los apóstoles con un grupo de discípulos “después de haberle adorado” y tras la ascensión de Jesús “volvieron a Jerusalén con gran gozo; y estaban siempre en el templo, alabando y bendiciendo a Dios…”. Respecto de quienes y cuántos eran estos discípulos, Lucas utiliza el prenombre “Ellos”, en alusión a un grupo de personas de las que viene hablando con anterioridad. En el mismo capítulo 24, a partir del versículo 13, narra la experiencia de dos discípulos que escucharon la noticia de la resurrección de Jesús y que se encontraron luego con Jesús camino al poblado de Emaús, que estaba a sesenta estadios (10, 8 km.) de Jerusalén. Después de ocurrido este hecho, volvieron a Jerusalén “y hallaron a los once reunidos [los Apóstoles], y a los que estaban con ellos”, indicando claramente que los Apóstoles estaban siempre en compañía de otros discípulos de Jesús y que los dos que se encontraron con Jesús camino a Emaús no eran de los apóstoles. Entre el versículo 37 y 49 se narra la visita que Jesús les hace a este grupo,

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ordenándoles que se queden en la ciudad de Jerusalén “hasta que seáis investido de poder desde lo alto” (49). Claramente, cuando Lucas dice “ellos”, se está refiriendo a los Apóstoles más un grupo de otros discípulos de Jesús, quienes lo vieron ascender, y luego entraron juntos a Jerusalén. El evangelista explica que, de regreso de contemplar la ascensión de Jesús, los discípulos “volvieron a Jerusalén con gran gozo; y estaban siempre en el templo, alabando y bendiciendo a Dios” (52-53). En su otra versión, en Hechos de los Apóstoles, respecto de este regreso a Jerusalén, Lucas explica que “entrados [a Jerusalén], subieron al aposento alto donde moraban Pedro y Jacobo, Juan, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas hermano de Jacobo”, añadiendo que: “Todos estos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos” (Hechos 1: 12-14). De sus dos explicaciones se pueden concluir dos cosas: primero, que tras la ascensión de Jesús, los apóstoles más un grupo de discípulos, junto a María, otras mujeres y hermanos de Jesús, acudían al templo asiduamente, seguramente durante las tres oraciones diarias propias del judaísmo. En segundo lugar, aprendemos que en el aposento alto moraban los Apóstoles, y que de regreso de Jerusalén llegaron allí, probablemente para descansar y alimentarse, junto a otros discípulos, indicando que se trataba de un lugar no muy grande pero donde podían caber los Apóstoles más algunas otras personas. Este lugar se hizo rápidamente estrecho para cualquier tipo de reunión deliberativa de los apóstoles junto a otros discípulos ya que el número aumentaba rápidamente: “Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos…” (Hechos 6: 2) para elegir a algunos diáconos.

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Capítulo 6. Iconoclasia y austeridad formal en la iglesia protestante europea La Reforma protestante europea La Reforma protestante europea fue un movimiento religioso, social y político, liderado por sacerdotes, intelectuales y príncipes, quienes al no poder provocar un cambio profundo y generalizado de las prácticas y costumbres de la Iglesia Católica Romana Occidental, conformaron nuevas comunidades que intentaron revitalizar el cristianismo primitivo, a partir del siglo XVI. El cambio deseado fue considerado inaceptable por la jerarquía católica romana, lo que significó que muchos de estos reformadores fueran perseguidos, asesinados o excomulgados. Desde un punto de vista cultural, el Renacimiento reaccionó contra toda forma de subordinación directa a la religión, reivindicando la autonomía de las actividades humanas, lo que permitió un rápido entendimiento entre intelectuales renacentistas y reformadores. Desde un punto de vista político, como los nobles y los campesinos alemanes atravesaban por una crisis económica, los primeros vieron en los bienes usurpados por la Iglesia Católica una manera fácil de recuperar su estatus e influencia en la región. Por su parte, los burgueses (comerciantes que acumulaban riqueza) consideraron que la Iglesia Católica era un obstáculo para la extensión de sus negocios mercantiles y apoyaron la formación de iglesias nacionales. Desde un punto de vista religioso, los primeros intentos reformadores se observan durante el siglo XV, debido a los numerosos problemas de corrupción del clero romano y una declarada falta de piedad religiosa. Los tres “juan”, John Wycliffe, John Huss y John Wessel, fueron los precursores religiosos de este movimiento, instando a la creación de una iglesia visible, espiritual y pobre, sin poderes, lujos ni estructuras complejas y atemorizantes. Los obispos provenían exclusivamente de la nobleza, llevaban una vida mundana y estaban preocupados de acumular riquezas. Los sacerdotes eran numerosos, más bien pobres, poco instruidos, algunos ni siquiera sabían leer, ejercían en zonas rurales y en su mayoría no practicaban el celibato. El punto culmine de este movimiento fue la venta de indulgencias: bajo el pretexto de que al comprar una indulgencia se podían eliminar pecados cometidos y por cometer, el clero romano buscó financiar el término de la construcción de la Basílica de San Pedro, en Roma, engaño que provocó la fuerte oposición de algunos reformadores, entre los cuales destacó sin contrapeso, Martín Lutero. Tras varios años intentando reformar la Iglesia católica desde dentro, y habiéndose dado cuenta de que eso no sería posible,

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el 31 de octubre de 1517, Lutero clavo sus 95 tesis en la puerta de la Iglesia del Castillo de Wittemberg, a través de las cuales denunció la corrupción del clero, los errores doctrinales de la Iglesia y la estafa de las indulgencias. Este acto detonó definitivamente el inicio de la Reforma protestante en Alemania y en el resto de Europa, provocando, finalmente, la división de la cristiandad occidental. Una, fue liderada por la Iglesia Católica Romana, la cual, a través del Concilio de Trento (1545-1563) reafirmó sus principios fundamentales, a saber: el valor de la tradición como uno de los dos fundamentos de la fe; la importancia de los dogmas y prácticas; medidas para garantizar la moralidad e instrucción de los sacerdotes; y fortalecimiento del principio de jerarquía, afirmando enérgicamente la supremacía del papa. La otra facción, el movimiento protestante de carácter nacional, fundó diversas comunidades eclesiales (luterana, reformada, anglicana, etc.), a través del trabajo paralelo de Lutero, Calvino, Zwingli y muchos otros, pero habiendo adherido todos a cinco doctrinas genéricas fundamentales que fundaron toda su teología: Solo la Escritura; Solo la Gracia; Solo la Fe; Solo Cristo y Solo a Dios la Gloria. Cabe añadir que el término protestante surgió en 1529, cuando los príncipes alemanes protestan durante la Dieta de Spira, contra las decisiones religiosas incluidas en el Edicto de Worms, que proscribían y prohibían las enseñanzas de Martín Lutero. Los cambios que provoca la Reforma protestante europea del siglo XVI A partir de la Reforma y, muy especialmente, con la Reforma en Alemania liderada por Martín Lutero, el templo evangélico se despoja de la iconografía interior y de los confesionarios, reorganiza el altar otorgando la preeminencia al púlpito, instala bancas para la mejor disposición de los fieles, simplifica progresivamente la forma del templo, elimina en muchas partes la cruz como símbolo y, cuando se comienzan a construir nuevos templos, se modifica su exterior salvo excepciones, en función de la teología evangélica dominante: Solo la Escritura; Solo la Gracia; Solo la Fe; Solo Cristo y Solo a Dios la Gloria. El templo es concebido como el lugar de encuentro personal y directo entre el hombre y Jesús; entre el hombre y su prójimo; y entre el hombre consigo mismo, sin la ayuda de imágenes externas. La principal función del templo es permitir ese triple encuentro, teniendo como centro de la liturgia, la palabra predicada desde el púlpito.

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Figura 6.39. Arriba: Primera Iglesia Metodista, en Monroe, Wisconsin, consagrada en 1887.

Abajo: Templo Iglesia Anglicana Santa Trinidad, en Temuco, foto de 1987.

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Capítulo 7. La diversidad arquitectónica de la iglesia evangélica chilena Los precursores de la fe protestante en Chile Con anterioridad a la constitución de la República independiente, algunos pioneros protestantes intentaron instalarse en Chile y ser fieles a su fe, pero sufrieron la represión brutal del catolicismo colonial, religión oficial excluyente hasta 1925. “Entre los siglos XVI y XVIII, los piratas (navegantes que actuaban por cuenta propia) y los corsarios (navegantes que servían intereses reales) expresaban el interés de las potencias europeas protestantes – desde 1540 – por romper y apropiarse el comercio monopólico establecido por los reinos de España y Portugal con las colonias latinoamericanas”. En este proyecto de penetración protestante, en el caso chileno, destaca el corsario inglés Francis Drake (Inglaterra 1544 – Panamá 1596), hijo de Edmund Drake, pastor anglicano, ordenado durante el reinado de Isabel, y quien desde niño profesó la fe protestante y los sentimientos antiespañoles. La Reina tuvo noticias confirmadas que la política secreta y determinada de España era “destruir la flota inglesa, pilotos, capitanes y marineros, por medio de la Inquisición” y como no podía declarar formalmente la guerra contra España, “dio a sus nobles y a sus navegantes la autorización de molestar a los hispanos y vengarse como pudieran. De esta forma, la piratería llegó a ser ocupación honorable para los hijos de familias protestantes, que querían servir a Dios, a la Reina, a su país y a sus propios fines”. En la primavera de 1578, Drake llegó por primera vez a Valparaíso a bordo del Pelícano, acompañado, entre otros, por el Reverendo Francis Fletcher, capellán anglicano. En el puerto, saqueó el Galeón de Pedro de Sarmiento, con un botín de 600.000 libras de peso de oro; de la Iglesia Católica de Valparaíso extrajeron un cáliz, dos angarillas y una sabanilla del altar, las que fueron entregadas a Fletcher para mejorar sus útiles de Santa Comunión y, más tarde, en Tarapacá, extrajo lingotes de platas apilados en el puerto por un valor en torno al medio millón de ducados. Finalmente, en Arica, tomó cincuenta bloques de plata y se apoderó del tesoro que llevaban varios barcos españoles perseguidos por Drake en alta mar, hasta que la cala del Pelícano no podía recibir más oro, plata y piedras preciosas. Los protestantes, anticatólicos y antiespañoles, habían llegado a Chile de la mano del corsario anglicano Francis Drake. En los relatos de Don José Toribio Medina, leemos de la presencia de otros protestantes en Chile durante la Colonia. Por ejemplo, el caso de Juan Bernal, de origen flamenco y de confesión luterana, que fue muerto en la

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hoguera el 29 de octubre de 1581, acusado de hereje y luterano pertinaz; Víctor Sepúlveda da cuenta también del enjuiciamiento de 41 corsarios anglicanos que, en 1592, murieron ahorcados o quemados, o fueron condenados a galeras perpetuas. Estos casos, entre otros menos documentados, hicieron que la Iglesia Católica endureciera su represión contra quienes pretendieran confesar una fe diferente En esas condiciones, los pocos extranjeros de fe protestante que llegaron a Chile durante la Colonia, fueron asesinados, debieron renunciar a su confesión o debieron quitar el Reino. Claramente la confrontación europea, católica-protestante, encontró en Chile una nueva tierra de disputa, como tierra de evangelización. Primeramente, la conversión de los aborígenes; luego, la de los mismos españoles y mestizos; más tarde, la de los miembros más desfavorecidos de la sociedad y, finalmente, la de la sociedad entera, fue la misión asumida por los católicos dominantes y los protestantes disidentes. Diversos representantes de la reforma protestante europea, liderada ésta por Lutero (Alemania), Zwingli (Suiza), Calvino (Francia y Suiza), Wesley (Inglaterra) y muchos otros, se abren dificultosamente paso en Chile, hasta mediados del siglo XIX, por iniciativas personales y profesionales más que por proyectos misioneros evangelizadores. Gracias a esta penetración lenta, silenciosa y progresiva de la fe protestante en Chile, se generaron algunas condiciones mínimas de tolerancia política, para el arribo de la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera y la Iglesia Luterana, que fueron dos instituciones clave en el proceso de envío a Chile de misioneros evangelizadores. La Sociedad Bíblica Británica y Extranjera, había sido fundada en Londres, en 1804, con el propósito de incrementar la disponibilidad de Escrituras en Inglaterra y Gales. No obstante, esto resultó en un gran impulso que la llevó a actuar como promotora de una amplia visión misionera, que se extendió rápidamente al resto de Europa, a Estados Unidos y, con el nacimiento de las jóvenes Repúblicas emancipadas de España, hacia América latina. Además, rápidamente se desarrollaron otras Sociedades Bíblicas nacionales ansiosas de operar en una dimensión internacional, como por ejemplo, Países Bajos en 1814; Estados Unidos en 1816; Rusia en 1821. Las Sociedades Bíblicas inglesa y extranjera, al igual que la estadounidense, jugaron un rol central en el envío a Chile de los primeros misioneros evangelizadores, cuya labor fue continuar el trabajo iniciado por los precursores antes señalados. En forma paralela, las principales iglesias protestantes europeas, nacidas de la Reforma, tras un primer período de consolidación en sus propios países de nacimiento, comienzan un proceso de expansión hacia el nuevo continente, ya sea a través de personalidades destinadas con fines profesionales, comerciales o consulares o ya sea por esfuerzos misioneros embrionarios. Lo importante para este libro es subrayar el hecho de que con cada uno de estos precursores, y de los edificios que ellos construyen, se incuba en Chile una arquitectura protestante y evangélica que se adapta a las condiciones

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religiosas, económicas, culturales y políticas del país, arquitectura que tendrá una cierta influencia formal y estética en la arquitectura pentecostal.

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Figura 7.10. Exterior del templo de la Union Church en la Quebrada de San Agustín, en Valparaíso, primer templo evangélico construido en Chile.

Figura 7.11. Vista de la Quebrada de San Agustín, en Valparaíso. Se aprecian los

árboles que había a la entrada del templo.

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Capítulo 8. La discreción pentecostal frente a la canutofobia y a la precariedad económica La adversidad religiosa y social en que surge, lo que la obliga a un cierto repliegue inicial, como también la poca disponibilidad de recursos, producto del origen humilde de gran parte de sus miembros, lo que disminuye fuertemente las posibilidades de inversión en infraestructura y equipamiento, son dos elementos que condicionan el desarrollo de la iglesia pentecostal en sus comienzos. La obstinación, consecuencia y valentía de sus pastores y miembros ayudaron a mitigar la adversidad inicial. El aporte de amigos y familiares de los pastores, extranjeros y nacionales, como el esfuerzo mancomunado de los fieles, permitieron generar los recursos mínimos para arrendar, en una primera etapa y adquirir, en una segunda etapa, precarios edificios y periféricos sitios donde la iglesia pentecostal comenzó a congregarse y a reclutar a sus fieles, gracias a su fervor proselitista y apologético. La adversidad religiosa o canutofobia, unida a la precariedad de sus presupuestos eclesiales, son dos características centrales que identifican a la iglesia pentecostal en sus inicios, las que impactarán directamente la arquitectura de sus primeros templos, cuya tipología resultante influenciará durablemente la gran mayoría de sus edificios hasta bien entrada la década de los ’70, con la sola excepción de algunos edificios matrices y algunos templos de las principales ciudades chilenas. En este capítulo se explica el carácter de estas dos características y la manera en que ellas impactan la arquitectura pentecostal.

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Capítulo 9. La frágil correspondencia entre acto y espacio arquitectónico: El culto pentecostal El culto pentecostal es bien singular, no sólo en la forma sino, sobre todo, en su esencia de la que emana la forma. Mientras la misa católica se orienta a renovar el sacrificio del calvario al celebrar el sacramento de la eucaristía (siguiendo la doctrina de la transubstanciación, según la cual, gracias a una fórmula sacramental que pronuncia el sacerdote celebrante, toda la substancia del pan se transforma en la substancia del Cuerpo de Cristo y toda la substancia del vino, en la substancia de la Sangre de Jesús), el culto pentecostal es la búsqueda colectiva y deliberada de una experiencia directa con Dios, a través de la manifestación del Espíritu Santo. Así, mientras la misa católica es la renovación del sacrificio mortal de Cristo, el culto pentecostal es la reanudación constante del compromiso con el Cristo resucitado y ascendido. El culto pentecostal es por tanto una fiesta de música, cantos, danzas, alabanzas, arrepentimiento, color y alegría, “un proceso gradual y ascendente tendiente a lograr el éxtasis”. Mientras, en la misa, el católico lamenta, en el culto el pentecostal celebra.

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Capítulo 10. Las fuentes inspiradoras del pensamiento arquitectónico del pastor pentecostal La arquitectura de los templos pentecostales es, en última instancia, obra del pastor. Es el pastor quien tiene la última palabra en la concepción, diseño y construcción o remodelación del edificio. Es un hecho que puede resultar curioso para quien no está familiarizado con la cultura pentecostal, pero que es absolutamente normal para las congregaciones. Es el pastor quien decide la necesidad de la construcción de un templo, el lugar donde se construirá, la forma que tendrá, su tamaño, sus características e, incluso, su materialidad. La mayor parte del tiempo, además, es él quien realiza o guía las acciones tendientes al saneamiento de los terrenos y a la regularización de las construcciones. Por cierto, en función del momento histórico, de los recursos financieros disponibles, de la existencia en la congregación de personas calificadas en la construcción, de la personalidad del pastor y de la complejidad del proyecto, el pastor se hará asesorar por diversas personas. No obstante, siendo él el líder espiritual y religioso excluyente de la iglesia, asume una responsabilidad similar a la que tiene la clase sacerdotal de la tribu de Leví, en el judaísmo, o a la de los monjes en relación con el cuidado del monasterio y de las stupas, en el budismo. Así entonces, a diferencia de lo que ocurre con el sacerdote católico u ortodoxo y con el pastor protestante tradicional, salvo excepciones, el pastor pentecostal, independientemente de su formación y de sus conocimientos, es el arquitecto por excelencia del templo. Quizás sea esa la explicación más certera de por qué, a diferencia de lo que ocurre en otras religiones, los templos pentecostales en su gran mayoría no tienen autoría de arquitecto conocido. Con la excepción de lo observado en los últimos 30 años, donde algunos arquitectos han incursionado en el diseño de algunos templos pentecostales, pero incluso en esos casos, el arquitecto del templo es el pastor, en tanto inspirador de su configuración espacial y material, y respecto de los elementos litúrgicos que lo contienen. Su nombre no aparece inscrito en una placa recordatoria en la fachada, pero su rostro está presente en el púlpito durante todos los cultos, o en el recuerdo de toda la congregación. Quien converse con un pastor pentecostal acerca del templo que él construyó o remodeló, se sorprenderá del detallado conocimiento y manejo de los aspectos legales del terreno, de la decisión de los materiales, de las motivaciones acerca de la configuración espacial y de la forma, del presupuesto que se administró, de la manera en que se obtuvieron los fondos y de la forma en que se lograron los permisos municipales y se sanearon los terrenos correspondientes. Se trata de un

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manejo sorprendente de los aspectos materiales terrenales, del líder espiritual de los pentecostales.

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Gráfico 10.18. Las intervenciones en el templo, como respuesta a la pregunta

N° 15: ¿De qué manera debería expresarse en el espacio interior del templo el hecho de que la principal característica (o una de las más importantes) de las iglesias

pentecostales sea la manifestación visible del Espíritu Santo? Las ideas de configuración espacial del templo según el pastor-arquitecto Las consideraciones hechas hasta aquí han tenido el propósito de intentar develar la manera en que se configura el pensamiento arquitectónico del pastor, desde su procedencia socio-económica hasta sus concepciones teológicas profundas. Es tiempo de observar las consecuencias de ese pensamiento en el diseño del templo. Lo primero es recordar que las iglesias pentecostales poseen un sistema de organización episcopal: una de sus características es la organización jerárquica, a partir de iglesias locales, nacionales y extranjeras, bajo la presidencia de uno de los pastores locales, elegido por sus pares, y que ostenta el título de obispo o superintendente o presidente, según sea el caso. No utilizan vestiduras sagradas o cuello clerical, como si lo hacen luteranos y anglicanos. En las iglesias pentecostales se les da bastante honra a quien ostenta el máximo cargo. En la Iglesia Evangélica Pentecostal, la autoridad máxima es el superintendente quien no posee un templo matriz específico. En la Iglesia Pentecostal de Chile existe un obispo y un presidente. El primero es la autoridad espiritual máxima de la iglesia y gobierna desde la Catedral de Curicó. El presidente es la máxima autoridad de la Corporación en el ámbito administrativo y

Un altar muy amplio para que los hermanos puedan danzar, cantar, orar, etc.Pasillos más amplios para los hermanos tomados por el Espíritu de Dios.Las bancas en torno al altar y púlpito, para rodear el lugar de manifestación.Iluminando el altar para contemplar mejor a los hermanos que allí se manifiestan.Mejor acústica para escuchar el mensaje durante las manifestacionesOtra: Mejorar la luz natural

Otra: Que las punturas interiores sean claras, no lúgubres

Otra: En cualquier espacio

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CUARTA PARTE

SIGNIFICADOS

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Tras conocer el objeto de estudio, a través de los tres elementos esenciales de la primera parte, y de visualizar los siete fundamentos que ofrecen un campo explicativo integral de los orígenes y de la configuración del templo, es posible ahora intentar una explicación que permita entender la arquitectura pentecostal, desde esos fundamentos. En el capítulo once se ofrece una construcción conceptual orientada a entender la progresiva configuración del templo, desde su primera etapa de edificio velado, en un contexto de adversidad social, económica y religiosa, hasta su cuarta etapa, contemporánea, de edificio exhibido en un contexto de legitimación social, de mayor disponibilidad económica y de alta tolerancia religiosa. Se trata de cuatro etapas historiográficas que surgen sucesivamente entre 1909 y 2011. No obstante, cada nueva etapa arquitectónica, con sus templos y la correspondiente inserción de la iglesia en el contexto social, cohabita en el tiempo y en el territorio con las etapas anteriores. Hoy en día, templos exhibidos, con congregaciones altamente emancipadas, cohabitan con templos velados, discretos y descubiertos, cuyas congregaciones revelan conductas propias de cada una de esas etapas anteriores. Entonces, desde el punto de vista de su configuración arquitectónica, los templos pentecostales, quizás por su gran diversidad, no son necesariamente contemporáneos entre ellos. Por lo mismo, es posible avisorar desde ya el surgimiento de una quinta etapa, en la que los templos acogen de manera cada vez más adecuada el acto litúrgico. Entendida esta configuración progresiva de la arquitectura pentecostal, desde los orígenes de los templos hasta hoy en día, la finalidad del capítulo doce es demostrar que existen elementos configurativos que aparecen reiteradamente en el templo pentecostal, independientemente de la etapa historiográfica en la que éste se sitúe y de la localización territorial en la que se encuentre. Estos elementos son las invariantes que hacen de la arquitectura pentecostal una arquitectura única. Invariantes que son variantes cuando se deben adaptar a una situación muy específica de un determinado templo, pero que son inmutables en el sentido de que, independientemente de su adaptación formal y estética, es el mismo elemento el que se hace presente en los diversos templos.

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Capítulo 11. Construcción progresiva de la arquitectura del templo pentecostal Progresiva incubación de una arquitectura de identidad pentecostal No obstante la claridad de la configuración arquitectónica de los templos de la Iglesia Metodista, desde Wesley hasta nuestros días, como referente del templo pentecostal chileno, este último sufre tres cambios fundamentales en su concepción, que se observan ya en la construcción de los primeros templos. Primeramente, pierde el torreón o campanario. En segundo lugar, cobija exclusivamente el auditorio donde se desarrolla el culto. Y, en tercer lugar, su materialidad deviene más precaria. Además, respecto de muchos templos protestantes y evangélicos, deja de ser un templo aislado y se confina entre medianeros. Estos cambios hacen del templo pentecostal un edificio discreto y poco visible, al menos hasta los años ’50, a diferencia de su ancestro metodista episcopal, más visible y evidente. Desde allí, la arquitectura pentecostal ha atravesado por diversas etapas de historicidad a través de las cuales, por efecto de influencia recíproca, las expresiones de la devoción religiosa y la naturaleza de los fieles, han ido provocando un cambio en la configuración de los templos, del mismo modo como estos últimos han condicionado la expresión de la fe. En otras palabras, el recorrido arquitectónico de los templos pentecostales es el testimonio construido de un siglo de instalación, crecimiento, maduración y emancipación de una singular cultura religiosa en Chile. Los templos principales, que han trascendido a las adaptaciones circunstanciales, expresan el recorrido histórico de una experiencia constructiva que, desde sus orígenes, busca incubar una arquitectura de identidad propia y singular. Una búsqueda a veces consciente y, la mayor de las veces, inconsciente de aquello que es propio y diferenciador de la arquitectura pentecostal, respecto de otras expresiones construidas de la fe y de la religiosidad. El conjunto de templos pentecostales que se han construido en Chile, expresan un proceso de incubación progresiva de una identidad arquitectónica propia que trasciende a sus raíces católicas y protestantes y que comienza a instalar una tipología propia. Esta progresiva construcción se encuentra directamente vinculada a los procesos sociales que se han sucedido en Chile, pero constituyen también la expresión de los cambios internos que se han producido en la Iglesia. Aún consciente de la subjetividad subyacente a todo esfuerzo por dividir un recorrido histórico en etapas distintas, se propone entender la progresiva

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incubación de la arquitectura pentecostal, a partir de cuatro momentos sucesivos. En función de la subjetividad señalada, una advertencia se impone: estas etapas son solo referenciales y surgen de la interpretación hecha a partir de los antecedentes estudiados. Esta construcción de cuatro etapas se apoya en el método historiográfico acuñado por Andrés Bello, como lo explica Dager: “Las opiniones que emitió Andrés Bello sobre las posteriores memorias universitarias contribuyen a aclarar el tipo de método historiográfico que quiso inculcar: paciente investigación de los hechos e interpretación serena de un pasado que se proyectaba en el presente, por lo que ambas condiciones servirían para construir con bases sólidas un futuro estable”. Una interpretación que, en este caso, busca situar en su adecuado contexto el tipo de templo que se estudia. Cada templo debe mucho al contexto histórico en que emerge, por lo que la caracterización, incluso somera, de ese contexto es esencial para comprender de mejor forma el templo. Por ello se insiste en que se trata de una construcción sucinta, referencial e interpretativa de cada etapa, orientada a entender la progresión de la arquitectura pentecostal. El lector constatará que, como todo proceso histórico, esta construcción de etapas posee dos características principales: primero, las fronteras de cada etapa son aproximativas, no pudiendo establecer fechas definitivas de transición entre ellas. Y, segundo, las particularidades de cada etapa, tanto la influencia del contexto condicionante como el tipo de templo resultante, trascienden al tiempo cronológico de la etapa en que esas particularidades surgen y se manifiestan con mayor fuerza. Por ese motivo, templos característicos de una determinada etapa precedente, son construidos en etapas posteriores y coexisten en el territorio con templos propios de una nueva etapa. Hecha la advertencia, se caracteriza a continuación cada una de las etapas historiográficas del movimiento pentecostal para, en seguida, ilustrar el tipo de templo que surge de cada una de ellas, y que coexisten en la ciudad.

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Figura 11.35. Diversos templos del período 1990-2010.

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Figura 11.54. Elevación poniente (acceso principal) Catedral de Maipú.

Figura 11.55. Corte transversal de la Catedral de Maipú.

Figura 11.56. Elevación norte Catedral de Maipú.

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Capítulo 12. Las invariantes del templo pentecostal La arquitectura pentecostal se concibe desde sus comienzos con una fuerte influencia de la arquitectura católica y evangélica. Pero al cabo de más de 100 años de historia; de miles de años de arquitectura religiosa y fundados sobre una concepción bíblica del templo como espacio sagrado de vínculo entre Dios y el hombre, los templos pentecostales expresan cada vez más ciertas configuraciones arquitectónicas invariantes que permiten reconocer esos templos diferenciándolos de aquellos de otras entidades evangélicas y católicas. Mantienen además intactos los valores ligados al rol potenciador que el templo ha adquirido progresivamente en la vida litúrgica colectiva y logra, por ese hecho, la consolidación explicada en el capítulo anterior. Progresivamente, la arquitectura del templo pentecostal se aparta de la arquitectura ancestral más directa. Sin embargo, sobre la base de estas configuraciones centrales o invariantes, que le otorgan unicidad, las iglesias pentecostales se caracterizan por su alta diversidad y diferenciación. Los templos pentecostales chilenos parecen diferir fuertemente entre sí, con su entorno y en relación a los actos que acogen, pero también en su orientación, emplazamiento, forma, dimensión, materialidad, espacialidad, organización del recinto, mobiliario y elementos litúrgicos. No existe un templo pentecostal igual a otro, salvo que sea una copia de un templo de referencia. En este punto conviene recordar que una cualidad sine qua non, que caracteriza casi sin excepción la construcción de todos los templos pentecostales es el modus operandi pentecostal. Este se refiere a que los templos pentecostales son casi siempre construidos por los pastores con los mismos fieles, quienes actúan como arquitectos, gestores, constructores, obreros, pionetas, choferes, guardias, cocineros, etc., muchos de los cuales poseen, como único capital cognitivo arquitectónico o imaginario, otros templos pentecostales. En consecuencia, la tendencia a repetir ciertas formas o a inspirarse en ciertos templos precedentes, ha sido una constante en la historia de la arquitectura pentecostal. No obstante, cada vez más las congregaciones construyen sus edificios buscando innovar en las formas concebidas y diferenciarse de otros templos y de otras denominaciones. Esto contribuye a una cada vez mayor diversidad de formas construidas. Además, esta diversidad tiene que ver con que los edificios se construyen sobre la base de ofrendas y donaciones de los mismos fieles, sin recurrir a fondos externos de ningún tipo. Esto genera que los edificios son, en gran medida, resultado de los predios, materiales, presupuesto y mano de obra,disponibles. Finalmente, producto de lo anterior, tanto los métodos de

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concepción del edificio como su construcción ofrecen modalidades bien sui generis, como se pudo apreciar en el capítulo 10. Pero, sin desmedro de lo anterior y sin obviar las permanentes excepciones, los templos pentecostales, dentro de su gran diversidad formal o estética, guardan una gran proximidad tipológica, metodológica y formal, que se intentará revelar a continuación.

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Figura 12.7. La diversidad formal de los templos pentecostales, expresada en su fachada principal. Templo IEP de Ancud; Templo IMP de Penco; Templo IMP de Quellón; Templo IEP de Valdivia; Templo IMP de Collipulli; Templo IEP de La Cisterna; Templo IMP de Puerto Montt; Templo IPCH en Talca.

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Figura 12.14. Algunas de las diversas ubicaciones del coro: Detrás del púlpito, en la Primera Iglesia Metodista Pentecostal de Chile, en la Catedral de Jotabeche.

Junto al púlpito, frontal a la asamblea, en la Iglesia Metodista Pentecostal de Chile, de calle Purén 264, en Chillán. Junto al púlpito pero de frente a él, en la Iglesia Pentecostal de Chile de Rodríguez 1151, en Curicó. Delante del púlpito, confrontando coro polifónico con banda instrumental, en la Corporación Iglesia Metodista Pentecostal, de Vicente Reyes 440 en Villarrica

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Conclusiones En la introducción se explicó que este libro pretendía demostrar tres ideas centrales: primero, el incuestionable valor patrimonial del templo, para entender el fenómeno religioso conocido como avivamiento pentecostal; segundo, que el templo contiene en él toda la tradición ética de la arquitectura religiosa universal y toda la especificidad cultural y estética de la fe pentecostal; finalmente, que contiene invariantes arquitectónicas que hacen del templo pentecostal un edificio único e irrepetible en el contexto de la arquitectura religiosa. Al finalizar este trabajo, es posible identificar con certeza una serie de conceptos que han sido demostrados y que hacen válidas las tres ideas centrales. El valor patrimonial del templo Respecto del incuestionable valor patrimonial del templo, ha quedado demostrado que el largo, dramático e internacional movimiento pentecostal se caracterizó por un quiebre religioso e institucional entre los grupos proclives al avivamiento del Espíritu Santo y las jerarquías de las instituciones protestantes establecidas. En Chile, este quiebre, que en lo material fue perjudicial para los grupos pentecostales, obligó a líderes y congregaciones a inventar las más diversas y novedosas estrategias para mantener la dinámica espiritual alcanzada; reinventarse como nueva iglesia; coexistir un tiempo en el anonimato con las iglesias evangélicas y católicas establecidas; sobrevivir sin recursos externos y con precarios recursos internos; peregrinar arrendando lugares efímeros para, finalmente construir exclusivos edificios consagrados. Todos estos templos, en todos sus estados, son reveladores de las diversas etapas del movimiento pentecostal chileno, desde los primeros recintos prestados en casas de fieles, para capear la exclusión institucional, hasta las actuales catedrales que revelan el reconocimiento de la existencia del pentecostalismo y la búsqueda incesante de protagonismo social y religioso por parte de las distintas iglesias. Las innovaciones del templo pentecostal están inscritas en las transformaciones institucionales, sociales y económicas de la pentecostalidad chilena A partir de esta identificación entre una historia intangible y un templo tangible, que se explican recíprocamente, ha sido posible descubrir tres concepciones fundamentales que del templo tienen los pentecostales. Primero, el templo, que para el pentecostal es un lugar santificado, permite la afirmación de la identidad pentecostal. Los pentecostales se autodefinen implícitamente en función del templo que tienen, como lo revela su propio

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discurso. En la cultura chilena, a diferencia de otras culturas, del mismo modo que la casa propia juega un papel de arraigo y pertenencia social más fuerte que el papel que juega el vínculo laboral, el sentimiento de pertenencia a una iglesia es tanto más fuerte, cuanto más el templo sea reconocido como propio. Ir al templo o ir al culto son sinónimos que juegan un rol salvífico en el pentecostal. Estar en el templo es hacer la voluntad de Dios, es estar en paz con Dios. Desde esa primera concepción, la segunda es evidente: a diferencia de lo que ocurrió en los primeros años de la iglesia cristiana, la iglesia pentecostal entiende su existencia a partir de un templo consagrado. Sin templo no hay consagración comunitaria, no hay por tanto santidad congregacional. El edificio no es una necesidad, es una obligación. Y mientras más hermoso, más grande y más visible sea, mejor servirá a los fines de la evangelización y de la santificación. Para el pentecostal el templo es un instrumento de predicación y como predicar es un mandamiento de Cristo, el templo es una exigencia divina. La tercera concepción tiene que ver con la idea arquitectónica deseada para el templo: siempre buscada, siempre presente, siempre condicionante, esa idea anhelada no se hace necesariamente forma revelada en el discurso. Pero siempre aparece como un sello imborrable. Esta idea trasunta en algunos principios compositivos reiterados: la fuerza escenográfica de la fachada o frontis principal o único de acceso; la existencia de un eje procesional interno, bajo la forma de un pasillo estructurador del espacio y el mobiliario, que permite además el ordenamiento jerárquico de los fieles; la preponderancia del púlpito, el lugar desde donde se predica la Palabra, como el foco de atracción de todo el espacio; el necesario altar, delante del púlpito, donde los fieles puedan permitir libremente que el Espíritu Santo fluya por sus vidas; la incesante aspiración de acceder a materiales constructivos suficientemente durables y nobles para construir templos imperecederos e incorruptibles (maderas impecables, revoques irreprochables, pisos relucientes, etc.,); una gran diversidad formal que busca la distinción, la diferenciación, a menos que se busque la identificación formal con el templo matriz, copiando su estética exterior o convocando algunos elementos reconocibles (básicamente, el diseño del frontis y la forma del púlpito). Además, la progresiva emancipación urbana y compositiva se asume hoy, en las iglesias pentecostales, como una oportunidad vinculada a la paz social en la que vive y que se expresa en la visibilidad de sus nuevos templos.

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Epílogo Como objeto material, este libro culmina aquí. Pero, como se indicó en el Exordio, este texto tiene la aspiración de ser el inicio de una línea de investigación amplia sobre la arquitectura pentecostal, incluyendo muchos otros templos, muchas otras denominaciones pentecostales y muchos otros tipos de edificios pertenecientes a la comunidad pentecostal. Sin ir más lejos, el autor de este libro acaba de adjudicarse el financiamiento de un nuevo proyecto de investigación por parte del Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (FONDECYT), orientado a entender las relaciones existentes entre la arquitectura poblacional de la periferia de las ciudades de Santiago, Valparaíso y Concepción con los primeros edificios religiosos construidos por los pentecostales, entre 1909 y 1930, en dichas poblaciones. En consecuencia, se extiende una amplia invitación a obispos, superintendentes, pastores, arquitectos, constructores, laicos y estudiosos de la arquitectura pentecostal chilena e internacional, que lo deseen, a tomar contacto con el autor para contribuir con textos, fotos, planos, testimonios y objetos que permitan entender de la mejor forma posible la arquitectura pentecostal. Esta recopilación permitirá profundizar de manera cada vez más precisa el conocimiento de los edificios, además de crear progresivamente un archivo patrimonial arquitectónico del pentecostalismo chileno. Entender la arquitectura de los edificios pentecostales constituye un elemento fundamental para comprender la historia, la identidad y la importancia religiosa, social y cultural del pentecostalismo chileno, como expresión de fe y como un actor privilegiado en la construcción de la sociedad chilena, a partir del siglo XX. Del mismo modo, se abre una invitación a pastores, historiadores y profesionales de la arquitectura vinculados a las iglesias protestantes y evangélicas nacionales en general, a tomar contacto con el autor para echar las raíces de un estudio sistemático de los templos de dichas denominaciones, abriendo así un más amplio y colaborativo campo de investigación acerca de la arquitectura chilena heredera de la Reforma protestante.