Primeras Paginas Verde Fue Mi Selva

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La guerra eset, meset, meset! ¡Guerra! ¡Guerra! ¡Guerra!, pensó asustada Tetsém mientras escuchaba escondi- da en la oscuridad. ¡Meset! ¡Guerra! La palabra fue repetida varias veces por el brujo que discutía junto con los otros hom- bres dentro de la cabaña. A Tetsém le pare- cía que el brujo la pronunciaba con tanta ira, con tanta fuerza, que rebotaba de un la- do al otro como una pelota de caucho. La puerta se abrió y dejó ver la silueta a media luz del brujo Kamantán. Tetsém pudo jurar que vio salir, por la puer- ta entreabierta, una bola roja de fuego, como un carbón encendido, que se metió volando entre los árboles. El corazón de Tetsém empezó a latir aloca- damente y sintió un frío pegajoso en todo su cuerpo. 11 ¡M

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Cuento infantil

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  • La guerra

    eset, meset, meset! Guerra! Guerra! Guerra!,pens asustada Tetsmmientras escuchaba escondi-

    da en la oscuridad. Meset! Guerra!

    La palabra fue repetida varias veces por elbrujo que discuta junto con los otros hom-bres dentro de la cabaa. A Tetsm le pare-ca que el brujo la pronunciaba con tantaira, con tanta fuerza, que rebotaba de un la-do al otro como una pelota de caucho. Lapuerta se abri y dej ver la silueta a medialuz del brujo Kamantn.

    Tetsm pudo jurar que vio salir, por la puer-ta entreabierta, una bola roja de fuego, comoun carbn encendido, que se meti volandoentre los rboles.

    El corazn de Tetsm empez a latir aloca-damente y sinti un fro pegajoso en todosu cuerpo.

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  • Era meset, la palabra guerra! Estaba segura!

    Las palabras son muy importantes y hayque saber tratarlas con cuidado. Especial-mente una palabra como... guerra! Seguroque cuando los adultos la pasaron de bocaen boca, obtuvo vida y ahora se ira por to-dos los rincones de la selva.

    Eran las tres de la maana, hora de la gua-yusa, momento en que los Achuar se sien-tan a discutir asuntos importantes mientrasbeben esa agua medicinal.

    Tetsm sali de entre el montn de leacortada, donde se haba escondido para po-der escuchar a los mayores. No es que ellafuera cobarde. No, ella era tan valiente co-mo cualquiera de sus hermanos. Pero otraguerra! A la nia no le gustaba la idea.

    Camin lentamente hacia el otro lado de lacasa, hasta el ekent, la parte reservada alas mujeres, donde varias de ellas ya esta-ban preparando el desayuno. Recin ha-ban puesto nuevos leos en el fuego y lahabitacin se haba llenado de humo. Tet-sm mir distradamente el techo de pajacubierto de holln. Qu bueno!, pens,ningn insecto se atrevera a vivir all.

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  • Entr y se sent en el suelo, junto al fogn.Pedazos de yuca frita, dorada y deliciosaestaban servidos sobre hojas de pltano.Tom el ms grande y se puso a comermientras pensaba.

    Hace dos das haba fallecido el hermanomayor del brujo Kamantn. Esa misma no-che, el brujo haba soado que su hermanohaba muerto por culpa de un hechizo rea-lizado por el jefe de otro grupo de Achuar,y ahora su espritu peda venganza.

    Las mujeres se haban puesto a preparar lapintura que luciran los hombres en su pieldurante la guerra. Molan en un mortero depiedra pepas de achiote mezcladas con gra-sa, mientras entonaban canciones guerreras.

    Au, au, au, au. Ya habla el pjaro Tiinks-hikia, todo tiembla, todo se oscurece. Au,au, au, au. La guerra llega. Au, au, au.

    Afuera los guerreros estaban ya listoscon sus carabinas, bodoqueras, flechas ylanzas. Ese da nadie saldra de cacera nia trabajar. Empezaron a pronunciar eldiscurso de los valientes:

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  • Wi, wi, wi, uuuuuuu, uuuuu, uuuuu, jai,jai, jai... Wi, wi, wi. Yo, yo, yo no conozcoel miedo...

    Tetsm, dnde estabas?, por qu no es-ts ayudando? le reproch su mam acer-cndose con una canasta en la mano.

    Tetsm no dijo nada.

    Toma, mastica esta yuca que vamos a ne-cesitar mucha chicha para que se lleven loshombres continu la madre.

    La nia, todava en silencio, se puso a mas-ticar la yuca hasta sentirla blanda y suave,luego escupa la pulpa dentro del recipientedonde la mezclaran con agua para elaborarla bebida tradicional. En una casa Achuarpoda faltar comida, pero no poda faltarchicha. Tetsm se arrim a la pared de caa.A su lado haba una rendija por la cual po-da ver hacia afuera, donde estaban loshombres alistndose para empezar el cercode la guerra. Su padre ya tena el rostro pin-tado con lneas de un rojo intenso que leatravesaban de lado a lado, y estaba colo-cando curare, el veneno mortal, a las pun-tas de sus flechas. Otros hombres tenan una

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  • expresin seria y preocupada, mientras seajustaban cintillos de plumas en sus cabe-zas. Tetsm rasp la madera con su ua,agrandando el agujero para ver mejor. Ahestaban sus hermanos menores que afilabanlos machetes. El metal lanzaba chispas rojasal tocar la piedra. Tetsm record la bola defuego que viera horas antes. Qu pasara sise la pudiera detener en su camino? Se po-dra detener la guerra? Pero quin lo hara?Con los preparativos tan avanzados, nadiese atrevera a decir nada en contra de la gue-rra, sera acusado de cobarde.

    Tetsm pens intensamente. Ella, ella podaintentarlo. Solo tena que buscar el caminoque haba seguido la bola de fuego y dete-nerla. Tetsm vaci la canasta que contenala yuca, se la puso a la espalda y sali de lacabaa. Ech a correr pasando de largo porlas chacras de pltano hasta internarse en laselva. Saba que no contaba con muchotiempo, quiz un da y una noche. Los hom-bres solo esperaran a terminar de construirel wenuk, fortn de guerra, para marcharse.

    Cuando vio que nadie la segua y que se en-contraba a una buena distancia de su casa,par de correr y mir a su alrededor. Ahora

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  • lo importante era decidir por dnde conti-nuar. Estaba a punto de decidirse cuando dela maleza sali una cierva de grandes ojossabios.

    Tetsm, mi pequea colibr, dijo la cier-va dulcemente.

    Tetsm mir a la cierva sorprendida. Seraposible que fuera el espritu de su abuelita?Solo ella la llamaba as. Pero claro, todossaben que cuando los Achuar mueren seconvierten en ciervos!

    Nukuchiru, Nukuchiru, abuelita, abueli-ta! exclam la nia abrazando a la ciervapor el cuello.

    Puedo ver en tu corazn lo que te pasa ylo que tratas de hacer dijo la cierva. A mtampoco me gust nunca la guerra.

    Entonces... me vas a ayudar a detenerla?

    Lo primero que tienes que hacer es encontrara meset, la palabra guerra, y luego llevarla deregreso al lugar en donde se origin. Soloellos, los que le dieron vida al pronunciarla,pueden destruirla... asegur la cierva.

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  • Pero... todos ellos quieren la guerra!grit Tetsm.

    No ests tan segura, mi pequea colibr,repuso suavemente la cierva. No eststan segura.

    Caminaron por la selva durante un buen ra-to y se detuvieron en un claro.

    Escucha pidi la cierva. sa es la araay est molesta por algo.

    Volver a empezar, volver a empezarrepeta la araa mientras teja su telaentre las ramas.

    Qu sucede araa? Qu pas con tu ca-sa? pregunt Tetsm.

    Qu sucede? Pues vers, yo tengo mu-chos enemigos, pero a m nadie me cazacon la vara de fuego de los humanos. Estavez yo estaba tranquilamente sentada, espe-rando la visita de algn mosquito, cuandopuuummm, pas volando una bola de fuegoy se llev toda mi casa de un tirn. Por suer-te, yo me qued agarrada de una hoja.

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  • Vamos sugiri la cierva, no debe estarmuy lejos.

    Bajaron por un camino lodoso y llegaron aun ro blanquecino que pareca cubierto porun manto de lana.

    Con el viento se escuch un lamento, elulular de los rboles de wawa, de balsa, quecrecan en la orilla.

    Nuestras flores, nos quit todas nuestrasflores y las ech al ro! se quejaron losrboles.

    Tetsm mir al ro. Ahora comprenda porqu se vea as. Las flores de las wawas, se-mejantes a copos de lana, arrastradas por lacorriente eran las que le daban ese aspectotan extrao.

    Quin hizo esto? pregunt Tetsm.

    No era un hacha, no era un machete, no eranada conocido.Vino con fuerza y nos golpeuna y otra vez, antes de cruzar a la otra orilla.La cierva y la nia cruzaron el ro que noera muy profundo.

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  • Anocheca rpidamente y en pocos mo-mentos oscureci. En las cercanas escu-charon las voces de un casero.

    Oh, no! Debemos evitar que meset, laguerra, llegue all. Exclam Tetsm preo-cupada. Pero, dnde estar?

    Mira entre los rboles susurr la cierva.

    La nia dirigi su mirada hacia la tupidamaleza. Algo se prenda y apagaba ema-nando una luz roja.

    Meset! grit Tetsm aterrada. Huyamos!

    Espera la detuvo la cierva cerrndole elcamino. Recuerda que viniste a buscar labola de fuego.

    S, pero ahora tengo miedo. Qu puedohacer yo, Nukuchiru?

    La cierva se acerc donde la nia y le aca-rici con su cabeza.

    Atrpala en tu pitiak dijo, mirando elcanasto que la nia llevaba colgado a suespalda.

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  • Peer-r-o, cmo voy a poder... ?

    T puedes insisti la cierva con firmeza.

    Tetsm, sentndose en el suelo, se abrazde sus rodillas y escondi el rostro. Pasaronvarios minutos antes de que la nia se le-vantara. Las rodillas le temblaban.

    Acrcate con cuidado y mantn tu bocacerrada Tetsm, no sea que meset se intro-duzca en ella y te haga cambiar de opinin,le advirti la cierva.

    Tetsm camin cuidadosamente hacia don-de vena la luz roja. Pareca estar situada enunos arbustos cercanos. Cada vez el colorse acentuaba. Y, all estaba! Era una bolacomo de fuego, que se mova rtmicamenteinflndose y desinflndose. Daba la impre-sin de estar descansando para recuperarfuerzas antes de continuar.

    Tetsm se agach y sigui caminando casia gatas. Cuando estuvo suficientementecerca, cerr con fuerza sus labios, de unsalto puso su canasto sobre la bola que em-pez a moverse alocadamente de un lado alotro tratando de escapar.

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  • La nia apret con fuerza al canasto contrasu pecho.

    Rpido, sube a mi espalda, te llevar in-mediatamente a tu casa, orden la cierva.

    Mientras galopaba, hojas gigantes golpea-ban el rostro de la nia, y algunos de suscabellos se quedaban en las ramas de losarbustos. Esto no pareca importarle aTetsm, ella soportaba todo con su bocaapretada, sin emitir un solo ruido.

    Llegaron bien pasada la media noche.

    Me marcho, mi pequea colibr. No pue-do quedarme contigo, ahora pertenezco a laselva susurr la cierva y desapareci en laoscuridad.

    Dentro de la cabaa se escuchaban lospreparativos para tomar la guayusa. Tet-sm camin hacia la puerta, pero antes deque ella pudiera abrirla, la figura del brujoKamantn apareci tapando la entrada.

    Qu haces aqu, nia? pregunt molesto.

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  • Tengo algo que ensear a los mayores,repuso Tetsm indicando su canasta.

    El brujo fij la mirada en ella.

    Bueno, entra. Pero ms te vale que sea al-go importante.

    All estaban reunidos los hombres y algu-nas mujeres atizaban el fuego. Entre ellos,Tetsm distingui la figura de su pap.

    Qu tienes en tu pitiak? pregunt sor-prendido a su hija al ver el singular brillorojo que sala de la canasta.

    Tetsm abri la canasta y meset, la palabraguerra, sali disparada.

    Meset, meset, guerra, guerra se escuchcomo un eco en todos los rincones de la ca-baa. Luego, la palabra se qued colgadadel techo como un vampiro en espera desus vctimas.

    Todos retrocedieron asustados.

    Por qu la has trado? demand el brujo.

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  • Para as evitar la guerra contest Tetsm.

    Evitar la guerra? se burl el brujo.Criatura ignorante, no te fijas que ya es-tamos preparados para ella?, que todosqueremos la guerra?

    No todos replic una voz. Tetsm mirsorprendida a su hermano mayor que seplant delante del brujo con gesto altivo.

    Yo tampoco repitieron otras voces. Ymuchas otras se unieron.

    Mientras esto pasaba, meset, la bola roja dela palabra guerra, perda cada vez ms subrillo y su color hasta que qued converti-da en un pedazo negro y arrugado que cayal suelo.

    Tetsm la recogi y la coloc en la palmade su mano, luego la apret haciendo pu-o y se dirigi hacia afuera. Antes de salirregres a mirar. Los hombres rean dndo-se palmadas en las piernas, y las mujeresservan el agua de guayusa con rostros alegres.La nia se sent en el wenuk, el fortn deguerra. Qu bueno!, pens, ya no tendrnque utilizarlo. Lentamente abri su mano.

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  • Un puado de cenizas volaron en el viento.Tetsm las vio perderse mezcladas con lashojas secas y sonri.

    Wi, wi, wi, wi, yo, yo, yo cant Tetsm.Wi, wi, uuu, uuu, jai, jai, jai.

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