Problemas de la política - alainet.org · ción que el ecuatoriano Agustín Cueva dio al ascenso...

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Problemas de la política económica progresista

Gustavo Codas

La reciente derrota del kirchnerismo en la Argentina y las dificultades político-econó-

micas por las que atraviesan otros países go-bernados por fuerzas de izquierda (Venezuela, Brasil, Ecuador), han estimulado la tesis del fin del ciclo progresista iniciado en 2003 en América Latina.

Eso fue saludado tanto por la derecha que cree que se abre un nuevo período de “tiem-pos conservadores” – para usar la denomina-ción que el ecuatoriano Agustín Cueva dio al ascenso neoliberal en los ´80 – pero también por diversos sectores de la izquierda críticos del progresismo por motivos diferentes tales como: (i) su falta de voluntad de hacer una transición al socialismo o (ii) el uso de recur-sos del extractivismo para financiar las polí-ticas sociales o (iii) lo que consideran serían rasgos autoritarios frente a los sectores po-pulares que le hacen oposición. Aquí vamos a trabajar una tesis diferente, que reconoce impasses en la estrategia progresista – en ge-neral, resultantes de sus éxitos sociales en un contexto adverso del capitalismo globalizado – a la vez que apunta a las potencialidades para seguir hacia adelante.

Políticas comunes

Hay que partir reconociendo una gran hetero-geneidad que dificulta el tratamiento de los problemas desde un punto de vista general. En el mismo ciclo están incluidos “pequeños países periféricos” (ej. Bolivia, El Salvador, Nicaragua) hasta uno del grupo de los “emer-gentes” (el caso de Brasil) pasando por otros

considerados intermedios, en tamaño e indus-trialización (como Argentina y Venezuela).

Sin embargo, hay rasgos comunes relevantes. En casi todos los casos hubo un rescate del papel económico del Estado. El menú ha sido variado: nacionalizaciones de empresas trans-nacionales, fortalecimiento de empresas que habían permanecido públicas; mayor presión fiscal para capturar una parte adicional de las rentas extraordinarias de empresas producto-ras-exportadoras de commodities agrícolas, minerales o energéticas; reglas más rigurosas en las concesiones de servicios públicos al sec-tor privado, entre otras medidas.

En general, esos países desarrollaron fuertes políticas sociales buscando retirar directamen-te de la extrema pobreza a segmentos impor-tantes de la población con resultados signifi-cativos e inéditos en términos históricos. Y verificaron una disminución de la desigualdad en la distribución del ingreso monetario – única región del mundo que registró ese fenómeno en el período que estamos tratando –. Hubo países con aumentos de salarios reales – o sea, por sobre la inflación registrada – y por encima de los aumentos de la productividad del trabajo.

Fases del ciclo económico

En términos económicos, el ciclo debe ser des-glosado en, por lo menos, tres fases: (i) hasta el 2008, cuando hay condiciones externas muy favorables – entre otras, el denominado “su-perciclo” de commodities, que se reflejó en mejoras substanciales de los términos de in-tercambio del comercio exterior de la región. Luego, (ii) el primer momento de impacto de Gustavo Codas es economista paraguayo.

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la crisis del capitalismo desarrollado que tiene su epicentro en EE.UU. y Europa al que los paí-ses progresistas latinoamericanos responden con medidas contra-cíclicas con buenos resul-tados. Finalmente hacia 2012-13, (iii) hay un agotamiento de esa respuesta que combinada con una reversión de los precios del mencio-nado “superciclo” constituyen el terreno de la disputa que hoy está en curso. Esta terce-ra fase registra no solo problemas de desace-leración fuerte llegando a la recesión, como también reflejos en el empeoramiento de la situación social – por ejemplo, vuelve a cre-cer en números absolutos el total de pobres extremos–.

Hay un “telón de fondo” de esas fases que atra-viesa el ciclo progresista: la globalización eco-nómica capitalista que alcanzó desde los años 1990 niveles inéditos, históricos, resultado de los “trabajos de Hércules” emprendidos por el neoliberalismo en respuesta a la crisis general capitalista de los años 1970. Se abrió un nuevo escenario de mayor liberalización del comercio en todos los países que se tradujo rápidamente en las estrategias de deslocalización produc-tiva que permitían a las empresas migrar las inversiones al país que ofrecía más bajos costos – impositivos y laborales – desde donde se po-dría vender a cualquier mercado alrededor del mundo. Un viejo comunista europeo sintetizó el siglo XX así: “lo que (el miedo a) la URSS nos dio en la post Segunda Guerra Mundial (el Estado de Bienestar), la (competencia de bajos costos de) China nos lo quitó en los años 1990-2000”. Pero la globalización no fue sólo de la producción (la aclamada “fábrica mundial”) sino del comercio (con sus tratados de libre comercio y la OMC).

El gobierno de los EE.UU. tomó una serie de medidas desde inicios de los años 1970 e im-puso a través del FMI y el Banco Mundial otras tantas que resultaron en lo que conocemos hoy como la “financierización” capitalista. Un crecimiento monstruoso de la dimensión financiera – con mercados que especulan con tasas de cambio, tierras, inmuebles, produc-ción futura de commodities, acciones de com-pañías, expectativas en relación a esas accio-

nes, etc. – en una frenética escalada que no corresponde a la economía capitalista real, sus tasas de lucro, etc. Esa riqueza financiera provoca periódicamente “burbujas” especula-tivas de las que los gobiernos deben salvarlas – como quedó patente en la crisis del 2008 –. Vivimos un período histórico donde en el capi-talismo mundial no hay un “modo de regula-ción” que tienda mínimamente a estabilizarlo – como fue el fordismo-keynesianismo en los “30 gloriosos años” de la post guerra –.

Progresismo y globalización

Considerando que todos nuestros países mantu-vieron su inserción en el mercado mundializa-do, ¿es posible desarrollar políticas económicas progresistas – como las reseñadas arriba – en ese contexto de globalización capitalista?

Hasta los años 1980 era posible que un país definiera un patrón diferente de desarrollo y acudiera a la URSS en busca de tecnología, mercado y apoyo para inversiones. El desa-rrollo del socialismo en Cuba desde los años 1960 estuvo marcado por esa opción. En 2006 defendimos la tesis de que la integración re-gional podría ser un sucedáneo a la ausencia de la retaguardia estratégica de la URSS que había desaparecido en 19911. Esa estrategia avanzó – en relación al histórico latinoameri-cano – pero fueron progresos insuficientes o lentos en relación a las necesidades urgentes de nuestras economías – nos referimos al co-mercio intra-regional con monedas naciona-les, el Banco del Sur, la complementación pro-ductiva regional, entre otras iniciativas de una “nueva arquitectura” regional.

Pero volvamos a la pregunta sobre política económica del progresismo en la globaliza-ción. En 1966 el economista marxista he-terodoxo polaco M. Kalecki afirmaba, en un artículo titulado “La diferencia entre los pro-blemas cruciales de las economías capitalistas desarrolladas y subdesarrolladas”, que en el primer caso se trataba de la “adecuación de la demanda efectiva”, mientras que en el se-

1 Ver: http://bit.ly/1l5xIU0

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gundo sería “el aumento considerable de la inversión (…) para acelerar la expansión de la capacidad productiva indispensable al rápido crecimiento de la renta nacional”.

El progresismo trató de resolver el desafío ka-leckiano con un mix de utilización de divisas del boom de las exportaciones, aprovecha-miento fiscal de las rentas extraordinarias del superciclo y atrayendo a capitales internacio-nales. Pero, al mismo tiempo, y esto fue un di-ferencial del período, buscó hacer del mercado interno (o regional) de masas, impulsando me-jores estándares socio-laborales y la expansión de políticas sociales dirigidas a los más pobres, la principal palanca de la demanda efectiva. El ciclo progresista invirtió el adagio conservador (de “hacer crecer la torta para luego repar-tirla”) afirmando que era necesario y posible “distribuir para crecer”. Lo hizo.

Necesitaríamos realizar un análisis más deta-llado de cada caso nacional. Pero, si habla-mos del país con mayor peso y liderazgo en la región, el Brasil, fue de esas fuentes de re-cursos que vino el estrangulamiento, cuando cambió el mercado mundial de commodities y los capitales decidieron presionar contra las medidas gubernamentales que reducían sus tasas de lucro – y favorecían a los trabajado-res –. Fue en ese momento, hacia el 2013, que las medidas contra-cíclicas dejaron de funcionar y el país cayó en la estagnación – mientras el gobierno buscaba mantener en ex-pansión el mercado interno –. La respuesta de los industriales paulistas a la continuidad de los esfuerzos gubernamentales contra-cíclicos fue convertirse en importadores de manufac-turas provocando un gigantesco déficit en la balanza comercial industrial. Bajo el ropaje de dilemas de la política económica se trataba de pura lucha de clases en torno a la tasa de lucro de las empresas, es decir, a la apropia-ción del producto neto de la sociedad que a lo largo del ciclo progresista había sido favorable a los trabajadores (a fines del 2014 el país to-davía tenía la tasa de desempleo más baja de su historia)2.

2 Ver: http://bit.ly/1O1kXQU

Profundizar el debate

No es posible una estrategia progresista con los resultados sociales y laborales como los antes reseñados sin alterar la relación entre nuestros países y el mercado mundial globali-zado, porque éste es el escenario construido por las fuerzas del capital a lo largo de déca-das de iniciativa neoliberal sobre la derrota de los trabajadores y para continuar derrotándo-los. Pero por las características capitalistas periféricas y dependientes de nuestros países se hace necesario que tal respuesta sea dada con procesos de integración regional – justa-mente una de las materias pendientes del ci-clo – para tener peso en las disputas políticas globales y escala en la estrategia económica. Parafraseando otro debate ocurrido hace ya casi cien años: “no es posible el progresismo en un solo país”.

No estamos en los años 1980 para que vuel-van los sombríos “tiempos conservadores”. El pueblo y sus organizaciones han probado que es posible mejorar las condiciones de vida y trabajo de las mayorías. La derecha que ha asomado ruidosamente la cabeza no tiene un programa económico alternativo al del pro-gresismo capaz de conquistar a la población – aunque en una primera elección se puede beneficiar del desgaste de los impasses pro-gresistas, acto seguido no consigue mantener la adhesión popular con sus recetas retrógra-das –. Todo indica que a Macri en Argentina le espera el camino del acelerado desgaste sufrido por Sebastián Piñera, en Chile y Hora-cio Cartes, en Paraguay, que de empresarios exitosos y profetas neoliberales eufóricos ter-minan como políticos fracasados.

Las izquierdas, para retomar la iniciativa, deben profundizar el debate estratégico más allá de la gestión macroeconómica de corto plazo y responder la cuestión de cómo conse-guir un “aumento considerable de la inver-sión” continuando la estrategia de “distribuir para crecer” en la actual coyuntura histórica capitalista.

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La identidad de los progresismos en la balanza

Eduardo Gudynas

La situación de los progresismos está bajo un intenso debate. Se suman evidencias

de problemas en varios frentes, se extienden los desencuentros con movimientos sociales, y asoman resultados electorales negativos, como acaba de ocurrir en Argentina. Debatir sobre los progresismos está muy bien, pero no siempre es sencillo.

Es que abundan las posturas dogmáticas refu-giadas en los extremos, donde unos atacan a los progresismos buscando revanchas y acu-sándolos de todos los males, y otros los de-fienden ciegamente como si representaran a los paraísos que soñamos. Propongo, en cam-bio, un examen más mesurado y riguroso.

Precisar los conceptos

El primer paso es evaluar la situación actual de los progresismos frente a esas posiciones extremas. Hay quienes sostienen que se han derechizado o que expresan un nuevo neolibe-ralismo. Eso es un error, ya que los progresis-mos están muy lejos de esas prácticas, aunque para dejar esto en claro es necesario precisar el sentido de la categoría “neoliberalismo”.

En sus formulaciones estrictas (inspiradas en L. von Mises y F. Hayek), se refieren a defen-sas extremas del mercado, la ampliación de la mercantilización, remoción del Estado de mu-chos sectores, rechazo de la idea de justicia, e incluso una anulación de la democracia para defender un régimen distinto, la demarquía.

La ampliación de la mercantilización encierra otros tantos extremismos, tales como conver-tir a casi todo en mercaderías, asignándoles un valor económico y derechos de propiedad. Buscan un Estado mínimo que debe asegurar algunas funciones básicas y el funcionamiento del mercado.

Obviamente cualquiera de los progresismos actuales, desde los moderados a los más radi-cales, están lejos de ese extremo neoliberal. En los progresismos, el Estado está presente en varios sectores, se regulan segmentos del mercado, se reivindican medidas para la justi-cia social, y todos actúan bajo regímenes de-mocráticos formales. Sin duda se discutirá, por ejemplo, si esas empresas estatales son eficientes o si los programas contra la pobreza son exitosos, pero el punto es que ninguna de esas prácticas serían posibles bajo administra-ciones neoliberales en sentido estricto.

Buena parte de esa confusión se debe a que muchos analistas y la prensa han inflado el concepto de neoliberalismo, sumándole tam-bién a conservadores, liberales y neoconser-vadores. De la misma manera, parecería que cualquier instrumento económico sería neoli-beral. Y por si faltara algo más, los propios progresismos acusan de ese mismo mal a cual-quier crítica. Se llega así al estado actual, donde progresistas y opositores se acusan mu-tuamente de neoliberales.

Los progresismos

Al abordar las posiciones contrarias, como los que proclaman que los progresismos son la mejor y más pura izquierda, también se debe

Eduardo Gudynas es analista en temas de desarrollo en Montevideo (Uruguay); twitter: @EGudynas

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reconocer que ese no es el caso. Dejando en suspenso qué se quiere decir por “izquierda”, está claro que los progresismos están profun-damente insertados en los capitalismos, tanto a nivel nacional como local. Mantuvieron, e incluso incrementaron, su papel económico como proveedores de materias primas, acep-taron las estructuras y dinámicas de la globa-lización, y en casi todos esos países el sector bancario no ha dejado de crecer. Insistieron tanto con las compensaciones económicas que mantuvieron, por otras vías, la mercantiliza-ción de la vida social y de la naturaleza.

Es cierto que se ensayaron emprendimientos que buscaron desengancharse del capitalismo, como pueden ser algunas empresas naciona-lizadas o circuitos económicos locales (por ejemplo, en Venezuela). Pero todo indica que fueron dependientes de inyecciones de capi-tal, solo posibles en esos tiempos de altos pre-cios de las materias primas.

En realidad, los progresismos expresan regí-menes políticos heterodoxos, donde coexisten novedades que podrían identificarse como de izquierda, junto a otras más conservadoras; se hicieron algunas innovaciones pero a la vez permanecieron componentes que se arrastran desde las décadas neoliberales.

También es necesario considerar que los pro-gresismos no son estáticos y cambiaron mucho en la última década. Por ejemplo, el progre-sismo inicial en Argentina, con un Néstor Kir-chner devolviendo los dineros adeudados al FMI para liberarse de sus condicionalidades, es muy distinto de las acciones finales de Cristina F. de Kirchner, tales como el contrato secreto por explotación de hidrocarburos que firmó con Chevrón. Aquellos progresismos iniciales, con todo su entusiasmo, tenía mucho de las izquierdas, pero en su forma actual son más contradictorios y aparecen fatigados.

Discurso y práctica

Finalmente, es indispensable analizar tanto los discursos como las prácticas. Los progre-

sismos han desplegado discursos floridos con elementos de la izquierda, como citar repeti-damente a Marx o Lenin, y con reivindicacio-nes de enorme importancia, como invocar a los pueblos indígenas. Eso tiene muchos as-pectos positivos; por ejemplo, contribuir a un pensamiento propio latinoamericano o derri-bar los miedos a citar autores marxistas.

Pero las prácticas concretas, lo que realmente hacen esas administraciones o sus integrantes, pueden ser muy distintas. Hay ejemplos don-de las medidas gubernamentales terminaron sirviendo a intereses empresariales, cobijaron la corrupción, manipularon a sectores como los indígenas, e incluso los reprimieron.

También hay pequeñas historias que, como se repiten en todos los países, tienen grandes efectos. Es el caso de empresarios o funciona-rios (o sus familiares) convertidos en “nuevos ricos” al amparo del Estado, o gobernantes que exhiben con ostentación costosas vesti-mentas y alhajas. Todo eso sin dudas está re-ñido con los ideales de la izquierda.

Siguiendo este tipo de análisis se llega a una conclusión clave: los progresismos actuales son una postura política distinta de las iz-quierdas que le dieron origen a finales de los años noventa. Ha tenido lugar una gran diver-gencia, y eso ha desembocado en los progre-sismos como una expresión política distintiva y con identidad propia.

La denominación de “progresista” es muy apropiada porque estas administraciones se llaman a sí mismas de esa manera, pero además porque son enérgicos defensores del “progreso”, expresado en su compromiso con el crecimiento económico, aumento de expor-taciones y captación de inversiones.

Izquierdas y progresismos

Las izquierdas de finales de 1990, eran abier-tas, lo que permitió la coparticipación de am-plios sectores sociales, y plurales al aceptar distintos énfasis sin rechazarlos o demonizar-

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los. Entre otras cosas, también cuestionaban las concepciones del desarrollo, apostaban a extender los derechos y radicalizar la de-mocracia, y tenían una visión ampliada de la justicia. Como se acaba de repasar, los progresismos poco a poco se apartaron de ese sendero, y maduraron hacia otras estrategias y posturas.

Es importante advertir esta distinción entre izquierdas y progresismos para no caer en de-bates que son tanto confusos como estériles. Es necesario poder llevar adelante un balance de los progresismos, identificando en su pro-pia heterodoxia, que tendrán aspectos positi-vos y otros negativos.

Entre los efectos positivos se cuentan su éxito en detener la ola de las reformas de mercado y refortalecer al Estado, mantener mecanis-mos democráticos básicos y sostener algunos avances en la integración continental. En al-gunos casos se han apoyado derechos ciudada-nos (incluyendo novedades como el casamien-to igualitario en algunos países), libertades sindicales y se redujo la pobreza. Otros ele-mentos se señalaron arriba.

Pero también tienen impactos negativos, tales como su dependencia de los extractivismos y los inversores internacionales, sus programas sociales muy dependientes de compensa-ciones económicas y el consumismo. Se han conformado “Estados compensadores” que oscilan entre ceder al capital para asegurar exportaciones, inversiones y crecimiento eco-nómico, y restringirlo, para poder implantar algunas medidas sociales.

De esa manera, el Estado lleva adelante estra-tegias de desarrollo apelando una y otra vez a distintas compensaciones para amortiguar al-gunos impactos sociales y controlar la protes-ta ciudadana. Son gobiernos que han quedado atrapados en la lucha por los excedentes. Por esto, han caído en restricciones de los dere-chos ciudadanos cuando la movilización social

cuestiona, por ejemplo, a los extractivismos, y han llegado a usar la represión (por ejemplo en Bolivia y Ecuador).

La democracia no se radicalizó ni profundizó, pero en cambio se fortaleció un hiperpresi-dencialismo ensimismado en personalismos (obsesionados en conservar todos los espacios de poder estatal, como se aprecia en Vene-zuela). Todo esto desembocó en crecientes rupturas y enfrentamientos con movimientos sociales (como campesinos, indígenas, muje-res, ambientalistas, etc.). En todos los países, nos dejan un legado ambiental muy negativo y enormes pérdidas del patrimonio ambiental.

Agotamiento

Establecidos estos claroscuros, se puede con-cluir que no nos encontramos ante un “final” de los progresismos. Buena parte de ellos se mantienen en sus gobiernos, e incluso si pier-den una elección presidencial, como ocurrió en Argentina, tendrán su representación par-lamentaria. En cambio, lo que se observa es un agotamiento en sus capacidades de innova-ción, de buscar alternativas y en radicalizar la democracia. Escasean las explicaciones con-vincentes sobre muchas medidas recientes, y entonces se refugian en sostener que no existe una izquierda más allá de ellos mismos, ca-yendo en una nueva versión del “no hay alter-nativas” que antes solo se escuchaba en labios de los defensores del “pensamiento único”.

El debate que ahora necesitamos no está tan-to en insistir en lo bueno o malo de los pro-gresismos, sino en analizar las implicancias de su agotamiento. Por un lado, está el riesgo que las actitudes progresistas más recientes alimenten reacciones ciudadanas que desem-boquen en gobiernos conservadores. Por otro lado, hay que analizar las posibilidades y lí-mites que nos heredan los progresismos para retomar transformaciones comprometidas con unas izquierdas abiertas, plurales e indepen-dientes.

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La historicidad del “ciclo progresista” actual

Cinco tesis para el debateRoger Landa

¿Cómo se relacionan los procesos políticos de América Latina y el Caribe con los mecanis-mos de acumulación global, la dinámica de poder internacional y las resistencias popula-res ante la exclusión capitalista?

Con esta pregunta enmarcaré las reflexiones siguientes sobre el supuesto “fin de ciclo” de los llamados gobiernos “progresistas” o “posneoliberales” en América Latina y el Ca-ribe1. Para ello, voy a esbozar algunas tesis de discusión para divisar posibles escenarios que permitan salir al paso a las polarizaciones teóricas y políticas innecesarias que dividen las fuerzas de la izquierda, desdibujando el proyecto de transformación conjunto que en-carnan sus diversas expresiones.

La construcción de nuestra unidad política pasa también por el debate sincero, abierto y crítico, con argumentos e ideas, enfrentando tensiones y contradicciones que sólo podrán resolverse en la praxis misma. Como dicen por ahí, la derecha la “tiene fácil”, porque sus intereses mezquinos nunca varían; por su par-te la izquierda debe mantener los mismos ob-jetivos históricos, pero con diversas tácticas y estratégicas particularizadas que responden a distintas visiones dentro de la misma lucha. El reto está en la conjugación de éstas en los puntos fundamentales para el avance analó-gico hacia aquellos objetivos, y no en la frag-

1 Versión elaborada para ALAI en base a la re-flexión en tres artículos titulada: “La historicidad del actual ciclo progresista. Sus nudos problemáticos”, disponibles en: http://www.humanidadenred.org.ve/?autor=roger-landa

mentación según las opciones individuales. “¡Unidad, unidad, o la anarquía os devorará!”, sabias palabras del Libertador.

1. El período de hegemonía del modelo neoli-beral a nivel mundial en la actualidad se en-cuentra en pleno proceso de consolidación2.

Esto implica que las vinculaciones con los procesos de acumulación global ejercen una atracción sobre los procesos nacionales que no pueden evadirse con esquemas de control le-gales. Con lo cual, antes de existir gobiernos puramente neoliberales o posneoliberales, existe más bien una disputa entre fuerzas, no siempre definidas, que conllevan un conflicto permanente entre las clases nacionales e in-ternacionales, pero el terreno de esta dispu-ta continúa siendo el terreno de acumulación capitalista signado por el modelo neoliberal.

Este conflicto alcanza el ejercicio del poder en los gobiernos llamados de izquierda que ocupan una parte del Estado, como también al metabolismo de las bases sociales, con lo cual, las dinámicas de lucha anti-neoliberal arriban a nuevas confrontaciones a lo interno de las mismas fuerzas de la izquierda, expre-sadas en tensiones entre los modos de redis-tribución de la renta, los mecanismos de acu-mulación que sostienen dicha redistribución y la permanencia de los procesos políticos a nivel gubernamental vía elecciones. La agu-

2 Esta relación debe ser enmarcada dentro de la construcción histórica desde la cual se lee la his-toricidad de los procesos de lucha de la región, así como la comprensión del proceso de expansión del neoliberalismo, en cuya fase de consolidación nos encontramos en la actualidad. Véase: http://www.humanidadenred.org.ve/?p=951Roger Landa es filósofo venezolano

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dización de dichas tensiones no significa ni un “fin de ciclo” o un “retroceso”, tampoco la incomprensión del momento histórico por par-te de las corrientes “ultraradicales”. Implica, sí, un auge de las confrontaciones hacia ten-siones entre la desarticulación de la base or-ganizada, el movimiento de las correlaciones de fuerzas y el mantenimiento de la unidad en la corrección de los errores cometidos para la actualización de las estrategias.

2. En la actualidad, los gobiernos latinoa-mericanos, en general, lograron una estabi-lización del capitalismo en la región, pero con signos políticos distintos que causan disputas en la dirección que se debe seguir3.

Para los gobiernos conservadores, se trata de una estabilización mediante la gobernabili-dad, es decir, la represión sistemática a tra-vés de métodos legales o ilegales con diversos niveles de violencia, que permiten la máxima acumulación de capitales con las menores trabas sociales posibles. Para los gobiernos de izquierda y centro-izquierda, se trata de apalancar la estabilidad política como espa-cio necesario para la construcción de nuevas alternativas. Dicha estabilidad política es ne-cesaria como margen de acción que permita avanzar en dirección a transformaciones más radicales, pero implica una tensión permanen-te con el mismo modelo capitalista en que se basa, así como el asedio continuado de las cla-ses económicas dominantes en alianza con el imperialismo estadounidense.

Sin la dirección adecuada la estabilidad po-lítica también puede significar un “favor” al capitalismo, al mantener las condiciones de acumulación. El ¿cómo hacer? (más que el “qué hacer”) retoma aquí una prioridad estra-tégica, puesto que implica la discusión sobre la instrumentación de las mediaciones necesa-rias que permitan una acumulación de fuerza

3 El dilema entre estabilidad política y gobernabi-lidad que planteamos se enmarca en el giro conser-vador que impulsó la estabilización del capitalismo en la región. Véase: http://www.humanidadenred.org.ve/?p=951

suficiente para avanzar en dirección a un ho-rizonte postcapitalista.

3. El actual orden global está signado aún por la hegemonía imperialista de Estados Unidos, única potencia que tiene alcance mundial a nivel financiero, político, cultu-ral y militar de manera simultánea.

La crisis global del capitalismo está lejos de implicar un desplome del sistema o de su cen-tro imperialista; la acumulación global vie-ne siendo apuntalada por los nuevos ejes de acumulación en el pacífico y euroasia, pero dichos ejes aún no cuentan con la capacidad de subordinar y controlar la totalidad del me-tabolismo social mundial, por lo que la fun-cionalidad de Estados Unidos continúa siendo determinante.

4. El sistema internacional en la actualidad está organizado en base a la permanente desestabilización de la periferia como con-trol necesario para la estabilidad de los centros de acumulación.

Ello demuestra la poca probabilidad de una confrontación abierta entre las grandes po-tencias y el imperialismo estadounidense en sus propios territorios, pero conlleva a la con-frontación con otras fuerzas en la periferia. En la actualidad, Oriente Medio es la principal zona de conflicto de la periferia; sin olvidar la sangrante África subsahariana. Estas con-frontaciones en la periferia toman diversas expresiones y no son “evitadas” por algún otro polo de poder, sino negociadas entre las po-tencias mundiales cuando se tensan sus inte-reses estratégicos. América Latina y el Caribe se divisa como una zona que, por su dimensión geoestratégica, en las próximas décadas esta-rá en el centro de los conflictos periféricos, cuya intensidad no disminuirá sino, por el con-trario, aumentará en el mediano y largo plazo histórico.

Por su parte, las fuerzas internas del sistema: mecanismos de producción-apropiación-rea-lización del valor, y externas: la resistencia/

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subordinación del trabajo vivo, que dan movi-miento a todo el sistema, estarían entrando, así, en la consolidación de una dinámica com-pleja cuya expresión en la actualidad, parece estar apuntando a un fetichismo geopolítico mundial radicalizado, es decir, a la emergen-cia de una dinámica de poder mundial radi-calmente separada (fetichizada) de las rela-ciones conscientes de sus propios creadores, sobreponiéndose sobre la propia voluntad de los mismos.

Las grandes potencias continúan actuando como vigilantes de los mecanismos de acumu-lación, los Estado-Nación como sus garantes; y los procesos de producción (económica), or-ganización (cultura) y control (política) de los valores de uso en todo el mundo, están en su totalidad subordinados a la lógica de acumula-ción del capital, teniendo como fin e inicio del mismo proceso metabólico la propia subordi-nación del consumo de dichos valores de uso. Esto supone la revisión de las categorías con que pensamos la totalidad de las relaciones del sistema-mundo actual para la compresión de sus procesos y de los actores que en ellas intervienen con una perspectiva geohistórica que vaya más allá de la actual coyuntura4.

5. Los procesos políticos continentales denominados de izquierda que tienen una base material en el extractivismo, aunque requieran mantener esta base por un perío-do de tiempo prolongado, deben reconocer que los límites de dicho modelo impiden la consolidación del proyecto emancipatorio que los grupos dirigentes adelantan desde los gobiernos5.

Los límites del extractivismo atentan contra los mismos logros que se hacen posible en

4 Esta constatación de un fetichismo geopolítico mundial radicalizado, supone la discusión con dos posturas, las que argumentan que nos dirigimos hacia una “balanza de poder mundial”, y las que afirman que nos movemos hacia un “mundo multipolar”. Véase: http://www.humanidadenred.org.ve/?p=1063

5 Esto implica retomar la discusión sobre la econo-mía política en la transición, así como lo que se ha llamado el dilema sobre el desarrollo.

determinado momento. Es decir, pese a que este modelo permite una redistribución social de la renta hacia sectores más excluidos, con la recuperación previa de la soberanía política del Estado-Nación, no elimina la polarización inherente al capitalismo y, tarde o temprano, su dinámica encuentra un tope en la misma redistribución y las necesidades de la pobla-ción que no puede suplir. En este sentido, di-cho período no puede ser concebido a manera de “etapismo” porque, pese a la posible nece-sidad de sostener el extractivismo en un mo-mento dado, este no constituye el paso previo hacia otra forma de acumulación no mercantil (postcapiatlista), sino la condición propia de la dependencia económica de la región con respecto a los centros de acumulación.

Asimismo, se debe recordar que los gobiernos de izquierda o centro-izquierda que han ac-cedido electoralmente al ejercicio del poder desde el Estado, nunca ocupan en totalidad dicho Estado. Es comprensible que la lógica de los Estados, sumergido en el fetichismo geopolítico global, imponga y mantenga -di-recta o indirectamente- relaciones de sub-ordinación a los mismos gobiernos que sean funcionales a la acumulación global. En este sentido, la lucha a lo interno de las mismas instituciones es relevante por cuanto la con-centración histórica de poder que poseen los Estados-Nación es fundamental para poder enfrentar las expresiones más agresivas del capitalismo.

Por su parte, tampoco se puede pretender ver a los “movimientos sociales” como organiza-ciones monolíticas que en sí mismas ejercen un poder liberador. El mismo metabolismo capitalista subordina también las relaciones de estos movimientos, y no siempre sus luchas particulares avanzan más allá de los límites impuestos por el capital, por más necesarias y loables que estas reivindicaciones sean. Por lo demás, la alienación entre Estado (como ins-titucionalización moderna del poder histórico de una comunidad) y Pueblo (entendido como el conjunto de las clases populares trabajado-ras, asalariadas o no), es impuesta y sostenida

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por el fetichismo del metabolismo capitalista; con lo cual, su mantenimiento como premisa práctica, sea desde el mismo Estado o desde las Organizaciones de Base, es, a todas luces, funcional al mismo sistema capitalista.

Igualmente, la permanencia de las condicio-nes de producción mercantil, como la inver-sión extranjera y la propiedad privada (así sea en forma cooperativista), imposibilita la cons-trucción de relaciones poscapitalista, puesto que su presencia afianza la subordinación feti-chista a la lógica de acumulación y, bajo ella, no hay decisión “autónoma” que valga. La limitación del sector privado por parte del Es-tado no limita la acumulación capitalista y la exclusión/dominación que le acompaña. Por

ello, el proceso de construcción de un mundo poscapitalista va más allá de las dicotomías con las que se enfrentan los diversos sujetos políticos y la interpretación que se hacen de las coyunturas

Podría enumerar muchas otras tesis, pero considero que lo expuesto en estas tres en-tregas me permite entrar en la primera ronda de debates. Por cierto, habiéndose cumplido un nuevo año del asesinato del Che, valdría la pena recuperar la discusión que él impulsó en torno a la posibilidad de establecer un control planificado de la producción de valores de uso suprimiendo las categorías mercantiles. Allí, considero, hay unas cuantas claves para los problemas actuales.

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¿Fin de ciclo? La disputa por el relato

Katu Arkonada

El cambio de época en América Latina y el Caribe, que desde una mirada de la memo-

ria larga comienza en 1959 con el triunfo de la revolución cubana, y desde la memoria corta lo hace en 1998 con la victoria electoral de Hugo Chávez en Venezuela, vive una disyunti-va entre la necesidad de profundizar el cam-bio, o la restauración conservadora.

Esta disyuntiva cristaliza sobre todo en dos sucesos importantes, por no decir claves, del momento histórico: la muerte del Comandan-te Chávez en 2013, y la derrota sufrida por el kirchnerismo en la Argentina en fechas recien-tes.

Hasta entonces, veníamos inmersos en un ciclo ascendente de victorias sobre el neoli-beralismo que se traducían en triunfos elec-torales de la izquierda y los proyectos nacio-nal-populares por toda la región. Los avances se sucedían, la recuperación de la soberanía política y económica, que permitía el regreso del Estado y una redistribución de la riqueza sin precedentes, a la vez que se recuperaban y aumentaban derechos sociales, tiene un valor incalculable sobre todo si comparamos esta realidad con lo sucedido en otras latitudes, como por ejemplo el sur de Europa, y espe-cialmente Grecia.

Pero además, entre esos logros debemos des-tacar la resignificación de la democracia que

el ciclo progresista produjo, ampliando los márgenes y modificando los límites de la mis-ma para profundizar en una democracia ple-beya que por primera vez, hacía coincidir los intereses de un país con los intereses de sus clases populares y mayorías sociales.

Sin embargo, hay que reconocerle a la nueva derecha latinoamericana un logro, el haber conseguido a su vez resignificar la idea del cambio, idea con la que han ganado las elec-ciones en Argentina.

Argentina, punto de inflexión

La resignificación del cambio en la Argentina podemos visualizarla en un Macri convertido en gigantesco significante vacío donde caben, más que las demandas insatisfechas de las mayorías sociales –cumplidas en su mayor par-te durante la década ganada por el kirchneris-mo-, las aspiraciones y anhelos de las nuevas clases medias.

Pero el triunfo de la anti-política en Argenti-na nos deja otra imagen simbólica, la de Li-lian Tintori, esposa del terrorista venezolano Leopoldo López, festejando en Buenos Aires con Macri el triunfo electoral. Imagen que, junto con las declaraciones bravuconas de Ma-cri pidiendo la aplicación de la “Cláusula de-mocrática” del Mercosur a Venezuela, remite a las conexiones internacionales de esta nueva derecha, que ha encontrado en Macri un lide-razgo del siglo XXI.

Porque errábamos caracterizando a Capriles como la nueva derecha del siglo XXI. Mirába-mos a Venezuela cuando en Argentina se esta-

Katu Arkonada es diplomado en Políticas Pú-blicas. Ex asesor del Viceministerio de Planifi-cación Estratégica, de la Unidad Jurídica Espe-cializada en Desarrollo Constitucional y de la Cancillería de Bolivia.

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ba gestando la contra-revolución del siglo XXI, camuflada bajo miles de globos de colores. Esta nueva derecha tiene que agradecer sus conexiones internacionales a nefastos gurús del marketing político como el venezolano-mayamero J.J. Rendón y en el caso argentino, Jaime Durán Barba.

La nueva derecha, la contrarrevolución en marcha

Hoy en día en América Latina, detrás de todo líder importante de la derecha hay un gran asesor de marketing político, que le ayuda no solo a construir discurso, sino a articular a las elites económicas y oligopolios mediáticos en el plano nacional, y a construir alianzas en el plano internacional.

Esta nueva derecha construye un escenario post-político donde el conflicto inherente a toda forma de hacer política desaparece en beneficio de la tele-política; donde la correla-ción de fuerzas al interior del Estado desapa-rece en beneficio de la gestión tecnocrática; donde el pueblo que construye, aun con di-ficultades, la izquierda, se fragmenta e indi-vidualiza en forma de “familias” o “ciudada-nos”; en definitiva, donde la ideología da paso a la aireología.

Las dos principales características de esta nueva derecha son, por un lado, el no impug-nar los avances sociales conseguidos por los gobiernos progresistas –no hay un clima propi-cio ni en los niveles nacionales ni internacio-nales para tal impugnación-. Pero en segundo lugar, sí atacan y explotan las grietas y puntos débiles de nuestros procesos, sean la inseguri-dad, la inflación o la corrupción.

Además de la importancia que la victoria elec-toral de Macri, si juega bien sus cartas, puede suponer para la derecha trasnacional, tampo-co podemos perder de vista la injerencia im-perialista que, vía golpes de Estado clásicos como en Honduras, parlamentarios como en Paraguay y el intento de impeachment en Bra-sil, o vía revoluciones de “colores” violentas

como en Venezuela, conforma una arista más del turbulento escenario que vivimos en Amé-rica Latina y el Caribe.

La disputa por el relato

Y en este escenario, nos encontramos con que intelectuales de una izquierda “Pro-gre”, por hablar en términos argentinos, insisten con un fin del ciclo progresista construido sobre po-pulismos de alta intensidad1.

Esta crítica es, que Marx me perdone, tre-mendamente mecanicista. Estos académicos critican nuestras economías extractivistas, realidad innegable a pesar de que en sus aná-lisis suelen dejar de lado los 500 años de co-lonialismo y 30 de neoliberalismo que profun-dizaron este modelo. En cualquier caso, el planteamiento es simple; tenemos economías extractivistas; hubo un “boom de las commo-dities”; se generó una redistribución parcial a partir del alto precio de los recursos natura-les; llegó la crisis del 2007/2008 y con ella el descenso de los precios y las importaciones/exportaciones; no se pueden mantener las ta-sas de redistribución y por lo tanto se termina el ciclo progresista.

Debemos precisar, en primer lugar, que el auge y caída del precio de las commodities fue el mismo para todos los países de América Latina y el Caribe, pero no es lo mismo en que se em-pleó la plusvalía obtenida en México, Colombia o Perú, que en Venezuela, Bolivia o Ecuador.

En segundo lugar, todos estos teóricos progres analizan muy bien los problemas de las eco-nomías extractivistas, y podemos coincidir en una buena parte de su diagnóstico. El proble-ma llega a la hora de ofrecer alternativas. Si tomamos a uno de los gurús del post-extrac-tivismo como Eduardo Gudynas2, resulta que como solución al “extractivismo depredador”

1 Termina la era de las promesas andinas http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/Termina-prome-sas-andinas_0_1417058291.html

2 El nuevo extractivismo de la “izquierda” no lleva al desarrollo http://www.envio.org.ni/articulo/4779

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propone una transición al “extractivismo sen-sato”, para después pasar al “extractivismo indispensable”. Es decir, que la salida al ex-tractivismo es…¡el extractivismo! Eso sí, sa-quemos las pancartas de “Otro extractivismo es posible” para desgastar todo lo posible a los gobiernos progresistas.

En definitiva, no hay tal “fin del ciclo” porque el proyecto de las izquierdas y los gobiernos nacional-populares en América Latina sigue vigente. La soberanía y reconquista de dere-chos, la redistribución de la riqueza y la uni-versalización de los servicios, no pueden ser impugnados por una derecha que tiene que esconder su proyecto pro-mercado y pro-ne-gocios, aunque luego en la intimidad de la Em-bajada de Estados Unidos puedan decirlo sin ambigüedades3. Es más, hasta el momento el único gobierno en este ciclo que se ha perdido a manos de la derecha mediante la vía elec-toral ha sido el gobierno de centro izquierda de Bachelet a manos de un Piñera que pasó sin pena ni gloria por el gobierno chileno.

Es por eso que, a pesar de que tras la derro-ta en Argentina, muchos se sumen a las tesis del “fin del ciclo”, sería mucho más adecuado ahora hablar de un empate catastrófico entre la necesidad de la izquierda de reactualizar su proyecto para volver a seducir a las mayorías sociales, y la necesidad de la nueva derecha de desarrollar exitosamente su proyecto en la Argentina para desde ahí poder irradiar e im-plementarse en otros países de nuestra región.

En ese sentido, no debemos preocuparnos por lo que haga el enemigo, ayudado por el fuego amigo de cierta intelectualidad progresista, sino por lo que hacemos desde las izquierdas latinoamericanas y caribeñas. Y para ello el primer paso es construir un diagnóstico común que contenga los avances de este cambio de época, los posibles retrocesos, las tensiones y

3 Wikileaks reveló la sentencia pronunciada por Macri en la Embajada de Estados Unidos: ““Somos el primer partido pro mercado y pro negocios en cerca de 80 años de historia argentina que está listo para asumir el poder” http://www.pagina12.com.ar/dia-rio/elpais/subnotas/162783-52119-2011-02-21.html

los desafíos que tenemos por delante.

Avances

En este ámbito es donde más consenso hay pues aunque algunos analistas afirmen que “el progresismo no fue un avance”4, las mayorías sociales realmente han visto cómo el ciclo pro-gresista permitía una irrupción plebeya en el Estado y la configuración de un horizonte na-cional-popular que redistribuía y a la vez iba más allá de un capitalismo de Estado, como no se cansa de explicar el Vicepresidente de Bolivia Álvaro García Linera, en la medida en que el excedente de los recursos naturales, que por primera vez pertenecen al pueblo, se utiliza para necesidades sociales, éste consti-tuye valores de uso.

Todo lo anterior bajo el marco de un nuevo constitucionalismo transformador en el caso de los países que conforman el “núcleo duro bolivariano”, que además en el caso de Bo-livia y Ecuador, impulsa una ruptura episte-mológica con el capitalismo y la modernidad marcando el Buen Vivir como complemento al socialismo, y permite visualizar un horizonte poscapitalista más allá del actual escenario posneoliberal.

Y sin duda en este breve recuento no puede faltar el ámbito geopolítico. A 10 años de la derrota del ALCA en Mar del Plata, la región ha avanzado en el ámbito de la integracion latinoamericana y caribeña, primero a nivel interno, constituyendo mecanismos de inte-gracion política como el ALBA, la Unasur o la CELAC; y después hacia afuera, impulsando un relacionamiento Sur-Sur, donde América Lati-na tiene más protagonismo que nunca en el nuevo mundo multipolar.

Retrocesos

Probablemente si en algo no se ha avanzado, y supone no solo un freno, sino un ancla que im-

4 Hacer balance del progresismo http://www.rebelion.org/noticia.php?id=201832

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pide navegar más veloz y a más profundidad, ha sido en derrotar la hegemonía neoliberal en el ámbito cultural. El escenario posneo-liberal y por lo tanto la posibilidad de ir más allá no va a terminar de completarse mientras persista el american way of life. La reducción de la pobreza y de la desigualdad, a partir de la distribución de la riqueza, fruto de la re-cuperación de la soberanía sobre los recursos naturales, ha permitido democratizar el con-sumo y generar en millones de personas-elec-tores unas ansias y anhelos de consumo que no se ha sabido traducir en alternativas más allá de democratizar también el acceso al mall, shopping o centro comercial.

A lo anterior se le une una pérdida de la mís-tica que acompañó el surgimiento de nuestros procesos. La gestión no es sexy. La izquierda se construyó sobre una ética, pero también estética, de la resistencia; pero una vez que se abrió el cambio, hay que mantenerlo, ges-tionarlo, gobernar y transformarlo en políticas públicas, y eso no es tan atractivo para una buena parte de la izquierda como la resisten-cia en la barricada. Necesitamos reconstruir una cosmovisión nuestroamericana del mo-mento histórico actual que venga acompaña de una nueva mística.

Construcción de nuevos imaginarios que debe venir acompañada de un refuerzo de los me-dios de comunicación contrahegemónicos que venimos impulsando en los últimos años. La batalla de ideas es fundamental en la cons-trucción de nuevos imaginarios posneolibera-les y poscapitalistas.

Tensiones

Probablemente la principal de las tensiones que viven nuestros procesos la escenifica el debate en torno al extractivismo y al modelo de desarrollo. Podemos constatar la incapaci-dad de un sector de la izquierda para construir alternativas más allá de la crítica a los gobier-nos progresistas, sobre todo cuando una buena parte de las luchas contra el neoliberalismo tenían que ver con solucionar o exigir la satis-

facción de necesidades inmediatas, demandas cumplidas en su mayor parte. Hemos consta-tado así mismo la incapacidad de otro sector de la izquierda progre en proponer alternati-vas al extractivismo.

Podemos incluso coincidir con la visión de al-gunos analistas que plantean un “extractivis-mo transitorio posneoliberal5”, pero debemos ser conscientes de que las únicas iniciativas que trataron de ir más allá del extractivismo sin rehuir el debate de fondo, como la inicia-tiva Yasuní en Ecuador, fracasaron por la hi-pocresía imperante en este debate. Y el de-bate de fondo es precisamente cómo lograr un equilibrio entre el derecho al desarrollo, a “crecer” para poder continuar contrarres-tando los efectos de la larga noche neoliberal, el hambre y la pobreza, y los Derechos de la Madre Tierra.

Es un hecho la catástrofe ambiental y climá-tica que padecemos, y más cuando incorpora-mos en la ecuación del desarrollo a China y la India, y su necesidad de sacar de la pobreza a cientos de millones de personas. Pero o cons-truimos colectivamente una nueva ecuación que incluya tanto la justicia social como la justicia ambiental, o la humanidad está con-denada a su extinción, probablemente mucho antes que siquiera alcancemos a divisar el fin del capitalismo.

Desafíos

Para definir los desafíos del momento actual, es necesario pensar con un intelectual que, este sí, combina teoría y praxis revolucionaria desde el barro de la gestión pública-estatal. Nos referimos a Álvaro García Linera, marxis-ta, matemático, sociólogo y Vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia.

Es imprescindible escuchar o leer la conferen-

5 ¿Fin de ciclo? Los movimientos populares, la crisis de los “progresismos” gubernamentales y las alternativas ecosocialistas http://cadtm.org/Fin-de-ciclo-Los-movimientos

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cia magistral6 que dio en el Encuentro Latino-americano Progresista de Quito en septiembre de 2015, donde además de hacer una brillante crítica a la izquierda lightberal, a la que defi-ne como una izquierda “de cafetín” o “deslac-tosada”, nos deja una crítica para los agoreros del fin del ciclo: “Al no impulsar la movili-zación de las clases subalternas, ni ser alter-nativa de poder real, estos pseudo radicales trabajan para los restauradores del neolibe-ralismo, son los ideólogos del fin del relato del progresismo latinoamericano”.

Pero poco después, en el mes de octubre en Montevideo, García Linera introdujo 5 pro-puestas7 para contrarrestar las vulnerabili-dades de los procesos progresistas. Vamos a revisarlas y tratar de ir un poco más allá, desarrollando estas propuestas a modo de de-safíos para las izquierdas latinoamericanas y caribeñas.

La primera propuesta sería “reconocer y ana-lizar en qué decisiones nos equivocamos”. Siendo importante la autocrítica, que siempre es revolucionaria si se hace desde el compro-miso y la lealtad con los procesos de cambio, necesitamos ir más allá y no pensar solo en los errores cometidos, ni siquiera en los acier-tos de esta nueva derecha del siglo XXI, sino pensar sobre todo en el “electorado del siglo XXI”, al que debemos volver a seducir con un proyecto político renovado. Cuando teníamos las respuestas, nos cambiaron no ya las pre-guntas, sino el entrevistador y sobre todo, el público al que iban dirigidas. Este electora-do, compuesto en una buena parte por clases medias e importantes segmentos de la juven-tud, ya ha dejado atrás el neoliberalismo en el imaginario, aunque como hemos visto, el

6 Conferencia magistral de Álvaro García Linera en la ELAP 2015 http://www.alianzapais.com.ec/wp-content/uploads/2015/10/CONFERENCIA-MAGISTRAL-ALVARO-GARCIA-LINERA-EN-ELAP-2015.pdf

7 García Linera recomendó cinco pasos para contrarrestar la vulnerabilidad de los procesos progresistas http://www.vicepresidencia.gob.bo/Garcia-Linera-recomendo-cinco-pasos-para-contra-rrestar-la-vulnerabilidad-de-los

mismo nos impregne por completo en el ám-bito cultural. O reactualizamos el proyecto, profundizando y haciéndolo seductor para este electorado del siglo XXI, o esta vez sí de-beremos hablar de fin de un ciclo.

En segundo lugar, García Linera nos desafía a luchar para “mantener la unidad del bloque social que fue el constructor del proceso de democratización continental”. Siendo cla-ve la unidad del bloque social de apoyo a los procesos, esto nos remite a una discusión más amplia sobre el sujeto del cambio y, yendo aún más lejos, a una trilogía necesaria entre el sujeto –por muy fragmentado que esté-, proyecto político –también a veces difuso pero siempre con algunas certezas en cuanto a horizonte y líneas rojas que no traspasar- y la importancia de los liderazgos –que cohesionan y articulan tanto el sujeto como las deman-das-. Si uno de los tres componentes de la ecuación falla, sujeto, proyecto o líder, no hay posibilidades de llevar adelante un proyecto emancipador.

La tercera recomendación del Vicepresidente de Bolivia para contrarrestar las vulnerabili-dades de nuestros procesos es la capacidad de gestión económica, que va unida a una cuarta recomendación, que es que esta gestión bene-ficie al núcleo duro de cada proceso, “a aquel que no nos va a abandonar nunca, a los más pobres, a los más humildes, a los más maltra-tados”. Siendo correcta la afirmación, ¿qué hacemos cuando llegamos al límite de la capa-cidad de redistribución dentro del capitalismo como parece que están llegando algunos de nuestros procesos que no terminan de definir un horizonte socialista claro y por lo tanto se desnudan los límites, y más ante la arremeti-da de la derecha con su disfraz de gestores-tecnócratas? Uno de los primeros pasos para profundizar la transformación de los modelos económicos debería ser una reforma del ré-gimen impositivo/fiscal, pero ahí tenemos el ejemplo de lo sucedido en Ecuador cuando Correa intentó una reforma para que pagaran más los que más tienen, y las clases medias salieron a la calle a movilizarse en defensa del 2% más rico en algún tipo de paradoja socioló-

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gica por el que esperan algún día ser parte de ese pequeño porcentaje.

En quinto lugar, García Linera apuesta por la “repolitización y reideologización” de la sociedad. Es de sobra conocida la fórmula Lenin+Gramsci, derrotar e incorporar, que vie-ne proponiendo el Vicepresidente. Y si bien en el ámbito electoral podemos tener alguna discrepancia, si hablamos de la construcción de hegemonía, no hay nada más cierto en que solo con Lenin nos quedamos en fuerza sin irradiación y solo con Gramsci en ternura sin victoria. Pero el debate teórico sobre la hege-monía va a aterrizar de manera abrupta en la Argentina, donde vamos a ver cuánta irrever-sibilidad han construido los procesos nacional-populares durante el cambio de época en el continente. Argentina es la prueba de fuego para saber cuánto de lo conquistado durante la década ganada en derechos sociales, políti-

cos, económicos, culturales, etc., puede ser revertido, y cuanto ya es irreversible porque el sentido común construido, es decir, la he-gemonía posneoliberal, lo ha convertido en irreversible.

Y como el ciclo electoral nunca termina, en un futuro inmediato, con la celebración de las elecciones legislativas en Venezuela el 6 de di-ciembre y el referéndum constitucional por la repostulación de Evo Morales en Bolivia el 21 de febrero, vamos a tener más indicadores del tamaño de la crisis o profundidad del reflujo que atraviesa el cambio de época en Nuestra América. Entre medio, una cumbre del Mer-cosur (Asunción, 21 de diciembre) y una de la CELAC (Ecuador, 28 y 29 de enero), donde el principal desafío de los gobiernos progresistas será mantener la unidad ante el caballo de Troya que representará la presencia de Macri en los mecanismos de integración regional.

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Retos y perspectivas de la izquierda latinoamericana

Valter Pomar

La situación brasileña, el resultado de la re-ciente elección presidencial argentina y los

pronósticos sobre las elecciones parlamenta-rias venezolanas intensificaron el debate so-bre si estaríamos o no ante el “fin de ciclo” abierto, entre 1998 y 2003, por los triunfos electorales de Hugo Chávez, Luis Inácio Lula da Silva y Néstor Kirchner.

Las posiciones en debate son variadas, pues no hay consenso sobre la existencia de tal ci-clo ni sobre su naturaleza. Además, hay tanto los que afirman su terminación, como los que defienden la posibilidad de su continuidad con profundización de los cambios, etc. Debate que se combina con el análisis de la situación mundial y la discusión acerca de la estrategia de la izquierda.

Debate similar se registró en el marco del Gru-po de Trabajo del Foro de Sao Paulo, cuando analizamos los impactos de la elección de Oba-ma y de la crisis de 2007-2008 sobre América Latina y el Caribe. Varios integrantes del Foro señalaban la existencia, en aquella época, de signos evidentes de una contraofensiva de la derecha latinoamericana y sus socios externos.

No obstante, por motivos diversos, y a veces opuestos, diversos sectores discreparon con esta caracterización.

Algunos, por lo general no participantes del Foro, consideraban que los gobiernos “progre-sistas y de izquierda” hacían parte de la arqui-tectura neoliberal e imperialista, por lo que no tenía sentido hablar de “contraofensiva” de quienes nunca habían sido efectivamente derrotados.

Otros consideraban, como característica fun-damental del momento, la crisis del capitalis-mo y la desmoralización del neoliberalismo, sobrestimando las posibilidades y minimizando las amenazas, tanto estratégicas como tácti-cas, que la situación ofrecía a las izquierdas.

Había incluso quienes parecían trabajar con el supuesto de que la “fórmula” (económica y política) adoptada por los gobiernos “progre-sistas y de izquierda” era en lo fundamental inmune a retrocesos y no debía sufrir alte-raciones. Curiosamente, esta tesis de la in-munidad a retrocesos provenía de sectores tanto ultra radicales, como de sectores radi-calmente moderados.

Un argumento usado en el debate, para contra-decir a quienes hablaban de la contraofensiva de la derecha, era de que, por lo menos hasta entonces, ningún gobierno “elegido por la iz-quierda” había sido derrotado electoralmente por la derecha.

El caso de Piñera y las elecciones en Guate-mala, los golpes de Estado en Paraguay y en Honduras se utilizaron en favor del argumento anterior, en los dos primeros casoS por no ser considerados como gobiernos integrantes del ciclo de 1998, en los dos últimos casos por la vía no electoral adoptada por la derecha.

Valter Pomar es profesor de economía políti-ca internacional en la Universidad Federal de ABC. Y militante del Partido de los Trabajado-res (Brasil). Entre 1997 y 2013 fue dirigente nacional del PT, asumiendo entre otras tareas la secretaría de relaciones internacionales y la secretaría ejecutiva del Foro de Sao Paulo. Contacto: [email protected]

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Independientemente de cómo este debate fue resuelto, en la época y posteriormente, sea en los documentos del Foro, sea en la ac-ción de los partidos, movimientos y gobiernos “progresistas y de izquierda” existentes en la región, lo cierto es que la contraofensiva de las derechas continuó.

En el ámbito económico-social, presionando, saboteando y revertiendo procesos y conquis-tas. En el campo ideológico, conteniendo, desmoralizando y dividiendo a los oponentes de izquierda. Y con respecto a la actuación político-electoral, parte de la derecha regio-nal aprendió las lecciones de las derrotas su-fridas desde 1998 y, siempre “combinando for-mas de lucha” (inclusive el paramilitarismo), casi gana las elecciones presidenciales en Bra-sil en 2014 y ahora triunfa en las elecciones presidenciales en Argentina.

La victoria de Macri –independientemente de lo que suceda en las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre 2015 en Venezuela– coloca la contraofensiva de la derecha en otro plano.

Argentina, junto con Brasil y Venezuela, cum-plieron hasta ahora un papel decisivo en el pro-ceso de integración regional, que constituye la retaguardia estratégica de cada una de las izquierdas que opera en los países de la región. Es evidente que la situación se tornará más di-fícil a partir de ahora, sea por efecto demostra-ción-emulación que la victoria de Macri tendrá sobre las derechas de otros países, sea por los efectos prácticos en todos los ámbitos de la in-tegración regional.

Esto, por supuesto, si dejamos de lado el opti-mismo de Pollyanna según el cual un gobierno Macri causará daños tan intensos y tan rápida-mente, más allá de provocar una contundente reacción popular, que se transformará en una victoria pírrica para la derecha. Ciertamente los daños serán intensos, sin duda habrá reac-ción, pero hay que tener en cuenta que estamos frente a una ola, no ante un episodio aislado.

Independientemente de los motivos específi-

cos, tácticos, coyunturales, episódicos y, a ve-ces “personales”, involucrados en cada situa-ción nacional, hay un proceso regional y global que se debe tener en cuenta. Es esto, por cierto, lo que nos permite comprender mejor la aparente contradicción entre lo que sucede con la izquierda europea y la latinoamericana.

A escala mundial, las principales variables son: la defensiva estratégica de la clase obrera des-de el fin de la URSS; la resultante hegemonía capitalista, con una intensidad mayor que en otros períodos de la historia; la profundidad de la crisis capitalista, consecuencia combinada de las otras dos variables; el declive de la hege-monía estadounidense y el esfuerzo brutal que están haciendo para detener y revertir este declive; la disputa entre diferentes formas de capitalismos, y no entre el capitalismo y el so-cialismo, como el hilo conductor de las grandes disputas mundiales; la formación de bloques regionales, principalmente como una reacción defensiva de los procesos mencionados; y, por último pero no menos importante, una tenden-cia a la inestabilidad, a las crisis y conflictos cada vez más profundos.

Siendo este el escenario mundial, es evidente que la izquierda latinoamericana corre contra el tiempo, como señalé en 2012 en un artículo titulado “Ensayo sobre una ventana abierta”, publicado en la antología La Izquierda Lati-noamericana a 20 años del derrumbe, de la editorial Océano Sur1. A continuación la parte final de este artículo.

Hay que considerar, en primer lugar, la inci-dencia sobre la región de macro variables so-bre las cuales no tenemos incidencia directa: la velocidad y la profundidad de la crisis inter-nacional, los conflictos entre las grandes po-tencias, la extensión e impacto de las guerras. Destacamos, entre las macro variables, aque-llas vinculadas al futuro de los Estados Unidos: ¿Recuperará su hegemonía global? ¿Concentra-rá energías en su hegemonía regional? ¿Agota-rá sus energías en el conflicto interno de su propio país?

1 http://bit.ly/1PvWZU7

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Hay que considerar, en segundo lugar, el com-portamiento de la burguesía latinoamericana, en especial, de los sectores transnacionali-zados: ¿Cuál es su conducta frente a los go-biernos progresistas y de izquierda? ¿Cuál es su disposición con respecto a los procesos re-gionales de integración? ¿Cuál es su capacidad de competir con las burguesías metropolitanas y aspirar a un papel más sólido en el esce-nario mundial? Del «humor» de la burguesía dependerá la estabilidad de la vía electoral y la solidez de los gobiernos pluriclasistas. O, invirtiendo el argumento, su «falta de humor» radicalizará las condiciones de la lucha de cla-ses en la región y en cada país.

En tercer lugar, está la capacidad y disposición de los sectores hegemónicos de las izquierdas – partidos políticos, movimientos sociales, in-telectualidad y gobiernos.

La pregunta es: ¿Hasta dónde estos sectores hegemónicos están dispuestos y conseguirán rebasar los límites del período actual, y con qué velocidad? Dicho de otra manera, cuánto conseguirán aprovechar esta coyuntura políti-ca inédita en la historia regional, para profun-dizar las condiciones de integración regional, soberanía nacional, democratización política, ampliación del bienestar social y del desarrollo económico. Y principalmente, si van a lograr o no alterar los patrones estructurales de depen-dencia externa y concentración de la propie-dad imperantes en la región hace siglos.

Considerando estas tres grandes dimensiones del problema, podemos resumir así las pers-pectivas: potencialidades objetivas, dificulta-des subjetivas y tiempo escaso.

Potencialidades objetivas: sin olvidar las alter-nativas negativas, el escenario internacional y las condiciones existentes hoy en América Latina, en especial en América del Sur, hacen posibles dos grandes alternativas positivas, a saber, un ciclo de desarrollo capitalista con trazos socialdemócratas y/o un nuevo ciclo de construcción del socialismo.

En cuanto a esta segunda alternativa, esta-mos, desde el punto de vista material, rela-tivamente mejor que la Rusia de 1917, que China de 1949, que Cuba de 1959 y que la Ni-caragua de 1979.

Dificultades subjetivas: hoy, los que tienen la voluntad no tienen la fuerza, y los que tie-nen la fuerza no han demostrado la voluntad de adoptar, a una velocidad y con una inten-sidad adecuadas, las medidas necesarias para aprovechar las posibilidades abiertas por la situación internacional y por la correlación re-gional de fuerzas. Un detalle importante: no hay tiempo ni materia prima para formar otra izquierda hegemónica. O bien la izquierda he-gemónica que tenemos aprovecha la ventana abierta, o será la pérdida de una oportunidad.

El tiempo está escaseando: la evolución de la crisis internacional tiende a producir una cre-ciente inestabilidad que sabotea las condicio-nes de actuación de la izquierda regional. La posibilidad de utilizar gobiernos electos para hacer transformaciones significativas en las so-ciedades latinoamericanas no va a durar para siempre. La ventana abierta a final de los años noventa todavía no se cerró. Pero la tempes-tad que se aproxima puede hacerlo.

Concluyo reafirmando que el juego aún no ha terminado, motivo por el cual debemos traba-jar para que las izquierdas latinoamericanas, en especial aquellas que están gobernando, y dentro de ellas la izquierda brasileña, haga lo que debe y puede hacer. Si ello sucede, po-dremos superar con éxito el actual período de defensiva estratégica de la lucha por el socia-lismo. En resumen, la ventana sigue abierta.

Hasta aquí cité literalmente el texto de 2012. Concluyo diciendo que la ventana sigue abier-ta, pero se está cerrando. Lo que vaya a pa-sar con el “ciclo” abierto en 1998 depende, en gran medida, de saber si el Partido de los Tra-bajadores y el gobierno de Dilma Rousseff van a mantener o alterar su estrategia.

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Gobiernos populares de América Latina, ¿fin de ciclo o nuevo tiempo político?

La clave del protagonismo popular

Isabel Rauber

Recientemente algunos intelectuales que se autodefinen de izquierda o centro-izquier-

da, anunciaron que estábamos a las puertas del fin del ciclo de los gobiernos progresistas, caracterizado por el agotamiento de sus pro-gramas neodesarrollistas –que incluyen el ex-tractivismo-, y su “ineficiente” capacidad de gestión. Es de esperar entonces, según ellos, una avanzada de la derecha en la región, si-tuación que configuraría un nuevo mapa polí-tico en Latinoamérica. Con este discurso “vi-sionario”, apuntalado por el conocimiento de los planes geopolíticos del imperio para la re-gión, tales intelectuales contribuyeron a ins-talar y “naturalizar” en la opinión pública el advenimiento del fin de los gobiernos popula-res y su reemplazo “inevitable” por gobiernos de derecha, presentándolos incluso como una “saludable alternancia”. Vale entonces com-partir reflexiones acerca de este diagnóstico y su sentencia.

El recuento crítico de los acontecimientos po-líticos de los últimos años revela que las pro-puestas políticas que caracterizaron el queha-cer de los gobiernos populares en tiempos de proyección posneoliberal, están cumplidas. Y ello anuncia la apertura de un nuevo tiempo,

con nuevas problemáticas, tareas, sujetos y desafíos. Pero además de tareas y agendas, los primeros años de los gobiernos populares significaron también para los pueblos transitar por un conjunto de aprendizajes.

- Quedó al descubierto –en los hechos- que gobierno y poder no son sinónimos, que no es posible, enfrentarlos al mismo tiempo ni del mismo modo. Las revoluciones de-mocráticas no son sinónimos de la otrora “vía pacífica”, suponen la profundización del conflicto político como vehículo de la lucha de clases, anudada fuertemente con una profunda batalla político-cultural de ideas.

- Se evidenció que no basta con poner “bue-nos gobernantes” a ocupar puestos institu-cionales que responden al sistema que se busca cambiar.

- El crecimiento económico es importante, pero insuficiente. La educación política, la batalla ideológica es central. Y está anudada a la participación política, al em-poderamiento. Nadie puede empoderar a otro/s y mucho menos desde arriba. El em-poderamiento germina con la participación consciente y protagónica de los sujetos en los procesos sociotransformadores.

- Se agotó la concepción de la política desde arriba y a “dedo”, propia del siglo XX; la “bobería”, el romanticismo anodino acerca

Isabel Rauber es Doctora en Filosofía; educa-dora popular; militante social; estudiosa de los movimientos sociales latinoamericanos empe-ñados en procesos participativos de construc-ción de poder popular desde abajo.

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de la democracia, la subestimación de la política, y las viejas modalidades de la re-presentación política que suplantan el pro-tagonismo popular y fragmentan lo político de lo social.

- Fin del maximalismo teórico y el minima-lismo práctico propio de sectores (ultra)izquierdistas.

- Fin del vanguardismo, del pensamiento li-beral de izquierda y de las prácticas que, en virtud de ello, aíslan a la militancia iz-quierdista de los procesos concretos de los pueblos, sus actores y sus dinámicas, posi-cionándolas fuera de los escenarios concre-tos de las contiendas políticas.

Desafíos centrales del nuevo tiempo politico

Marcados por los procesos políticos que sa-cudieron el continente en los últimos veinte años, pueblos, organizaciones sociales y polí-ticas, y gobiernos populares, revolucionarios y progresistas necesitan hacer un alto en el camino, dar cuenta de los logros, las limita-ciones y las nuevas tareas del presente. Esto es: replantearse tanto las preguntas iniciales como las respuestas que guiaron los pasos del quehacer político, económico, social y cultu-ral por más de una década, preparándose para enfrentar nuevos desafíos. Entre ellos desta-caré aquí los siguientes:

Conservar lo logrado implica profundizar el proceso de cambios

La consolidación de actores de oposición po-lítica de signo neoliberal colocó a algunos go-biernos a la defensiva. Conservar los logros se convirtió entonces en una prioridad del ac-cionar político en la actual coyuntura. Pero lo que no estuvo -ni está- claro es que para conservar lo conquistado y sostener los proce-sos de cambios es necesario profundizarlos, radicalizarlos. Y esto no se logra con acuerdos de cúpulas ni buscando alianzas con sectores

del poder opuestos a los cambios; el ejemplo de Brasil es muy elocuente al respecto.

La clave radica en anclar los procesos a la par-ticipación protagónica de los pueblos. Se ha construido un nuevo tiempo social, político, cultural. Y este trae consigo nuevas tareas cuya realización está anudada al protagonis-mo popular. Esto implica también fortalecer los procesos de concientización y organización colectiva que vigoricen la determinación de los pueblos para sostener los logros alcanzados y traccionar el proceso hacia mayores trans-formaciones. Y esto no puede ser espontáneo; librados los acontecimientos a la “espontanei-dad” no hay que sorprenderse ante el adve-nimiento de sucesiones políticas de derecha.

La actual coyuntura política continental colo-ca a los gobiernos populares, las fuerzas pro-gresistas o revolucionarias de la región en la disyuntiva de profundizar las transformacio-nes o sucumbir ante ellas, si optan por con-servarlas solo “desde arriba”.

La participación protagónica del / los pueblo/s es neurálgica para que los gobier-nos populares sean también un camino de construcción de poder popular

La profundización de la democracia en este nuevo tiempo reclama asumir el decisivo im-perativo político del protagonismo del pueblo para profundizar las transformaciones, en-tendiendo que ellas anudan, simultáneamen-te, los derroteros políticos de los gobiernos populares con los diversos procesos de cons-trucción y afianzamiento de poder popular desde abajo que los pueblos desarrollan en cada país. En esto radica, centralmente, la profundización de los procesos sociotransfor-madores iniciados. Pensarla como un simple aggiornamento de la agenda pública deja a los gobiernos populares a merced de la voracidad política de los opositores.

Las realidades objetivas y subjetivas han cam-biado; las subjetividades políticas de los suje-tos participantes de los procesos de cambio se

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han radicalizado, hay un pueblo que reclama nuevos y mayores protagonismos. Ese prota-gonismo necesita hoy reorganizarse y rearti-cularse, conformando nuevas confluencias de los quehaceres de la militancia social y políti-ca, dentro y fuera de lo institucional, actuali-zando el horizonte estratégico de los cambios.

En este sentido, apostar a la construcción del protagonismo colectivo de los pueblos para su constitución en la fuerza político-social de li-beración es el factor neurálgico que marcará el rumbo y las dinámicas políticas del presen-te y el futuro inmediato en los procesos popu-lares en curso en cada país y en la región. Ello es vehículo también para la construcción de la unidad de los pueblos.

Reconocer a la participación popular orgánica como un factor clave para el afianzamiento y la profundización de los procesos de cambio en curso, no está reñido con el reconocimien-to al papel de los liderazgos individuales. Pero esto no significa aceptar que la continuidad de los líderes a la cabeza de los gobiernos popu-lares, es el factor que da estabilidad y solidez a los procesos. Al contrario, cuando hay líde-res que sustituyen el protagonismo político de los pueblos, en realidad, lejos de garantizar continuidades, anuncian el cortoplacismo del camino emprendido.

Pueblos sin autonomía y auto-convencimiento poco pueden hacer para sostener y/o profundi-zar procesos que en realidad no sienten como propios. Por ese camino, el extrañamiento de los mismos anidará silenciosamente entre las filas populares y abrirá cauces a previsibles derrotas. Esto no es: “sí o no”; hay muchos matices. En no pocas coyunturas se ha visto que los pueblos y sus organizaciones concen-tran mayor madurez y responsabilidad que sus dirigentes y si bien no logran a veces evitar el desenlace negativo, con su presencia protagó-nica en las calles lo aminoran bastante. Los líderes son importantes y en algunas coyun-turas decisivos, pero nunca para sustituir la participación protagónica de los pueblos, sino para desencadenarla y potenciarla.

Hugo Chávez, ejemplo de líder carismático y gran creador y conductor del proceso revolu-cionario boliviariano de Venezuela, no centró el proceso revolucionario en su persona. Tenía claro que el pueblo autoconstituido en suje-to revolucionario es el protagonista creador, constructor y sostén del poder popular de nue-vo tipo que germina desde abajo en los conse-jos comunales y comunas. En ellos la revolu-ción bolivariana abre cauces hacia la creación de una nueva civilización, al orientarse -vía empoderamiento colectivo- hacia la construc-ción del Estado comunal. Tan claro lo tenía que su lema fue (y es) “comuna o nada”.

Construir un nuevo modo de producción y reproducción (sociedad-naturaleza)

Una de las mayores limitaciones de lo que po-dría definirse sin grandes rigores, como “mo-delo económico neodesarrollista” es que se ajusta a los marcos del modo de producción capitalista, sosteniendo el circuito de la muer-te. Esto marca como una tarea importante de este nuevo tiempo: crear y articular procesos productivos alternativos existentes y promo-ver la búsqueda de nuevas bases económicas que hagan posible la coherencia social entre el ciclo de producción y la reproducción.

Se trata de avanzar hacia la conformación de un sistema productivo que sea socialmente responsable del ciclo reproductivo que gene-ra. Esto es: aportar a la creación de un nue-vo modo de producción-reproducción sociales con lógica circular, que abra cauces a una nue-va economía, que además de enfrentar con éxito la lucha contra el hambre, la pobreza, el analfabetismo y las enfermedades curables, sea el sustrato de un nuevo modo de vida y una nueva civilización, la del buen vivir y con-vivir.

Salir del cerco ideológico, político, cultural y mediático del poder hegemónico

- Desplegar la batalla político cultural en to-dos los terrenos y dimensiones, en particu-lar las redes sociales.

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- Atender al desarrollo de la subjetividad y espiritualidad de los pueblos poteciando sus identidades, culturas, cosmovisiones…

- Desarrollar sostenidamente procesos inte-ractivos de formación política.

- Abrir cauces a un nuevo pensamiento crí-tico latinoamericano, descolonizado, in-tercultural y multicosmovisivo, plurívoco, anclado a las prácticas de los pueblos.

- Promover procesos articulados de descolo-nización, interculturalidad y despatriarca-lización en la construcción del poder popu-lar desde abajo.

- Desarrollar un nuevo tipo de intelectual or-gánico, que descubra, promueva y poten-cie el pensamiento de los pueblos en toda su diversidad, amplitud y riqueza.

Trabajar por el fortalecimiento y desarro-llo de las articulaciones regionales y con-tinentales de los movimientos y organiza-ciones sociales populares, particularmente ampliar y profundizar el espacio ALBA de los movimientos. Y también impulsar la creación de espacios de encuentro, intercambio y coor-dinación de organizaciones sociales y políticas continentales, regionales y en el ámbito de cada país.

Apostar a la creación y construcción de una nueva izquierda política, social y cultural

Es vital comprender las nuevas dimensiones de lo político, de la acción y organización polí-ticas; dar cuenta de las nuevas realidades y sus nuevos sujetos/as: los/as desplazados/as de diversos orígenes, los/as precarizados/as permanentes, los movimientos indígenas, las mujeres, los/las jóvenes, los niños y las niñas, los y las adultos/as mayores, los LGTB… abrir espacio a las diversas identidades, cosmovisio-nes, saberes, sabidurías y corrientes de pensa-miento: los saberes ecológicos, la biopolítica, la bioética, el feminismo político y la despa-

triarcalización como crítica raizal del poder del capital…

Construir la ofensiva estratégica popular revolucionaria

Una de las resultantes más recurrentes de la división del campo popular, y particularmen-te entre la izquierda latinoamericana, es que las protestas y luchas sociales terminan siendo funcionales a los intereses de los poderosos. Marcado el campo popular por disputas inter-nas de “poder”, por divisiones multicolores de todo signo entre las fuerzas políticas y su co-rrelato en los movimientos sociales populares, los conflictos sociales terminan subordinados a los intereses intestinos del poder, fortale-ciéndolo como recambio, en vez de lograr –co-lectivamente- subordinar a los poderosos a los intereses del pueblo y proponer una agenda política para concretar los objetivos populares (ofensiva). El caso de Argentina es muy elo-cuente al respecto, visible tanto en los acon-tecimientos recientes como en la trayectoria histórica de las izquierdas.

A esta gran debilidad política y cultural hay que sumar la instalación de un pensamiento binario (lo uno o lo otro, blanco o negro…), el desarrollo de la guerra mediática para conquistar y anestesiar las mentes del “gran público”, sin que las organizaciones políticas y sociales –ocupadas en sus peleas internas-, asuman las tareas de la batalla de ideas como una de las disputas centrales de las luchas po-líticas de nuestro tiempo.

La falta de convergencia y unidad de los diver-sos actores sociales y políticos, aunada con la escasa formación política, las sectorialización y el corporativismo… coloca a las organizacio-nes sociales y políticas de los pueblos en si-tuación de subordinación a los intereses de los poderosos. En función de ello, estos pueden manipularlos para alcanzar sus propósitos, debilitando y resquebrajando la base social de los gobiernos populares para reagruparse como bloque de poder opositor con capacidad de recuperar su hegemonía. Esta recuperación

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es en realidad una nueva toma de posiciones de los poderosos quienes -haciéndose cargo de las nuevas realidades políticas recientemente vividas con los gobiernos populares-, una vez en los gobiernos, buscarán destruir las bases democráticas de las sociedades para impedir cualquier intento futuro de reeditar gobiernos progresistas, populares o revolucionarios en el continente. Y para ello no están solos, cuen-tan con el apoyo imperial del Norte, de las instituciones del poder global del capital y de sus cañoneras mediáticas locales y globales.

El arribo de gobiernos de derecha en la región no es una simple “vuelta al pasado”, tampoco responde a una “enriquecedora alternancia” de gobiernos y gobernantes. Se trata de una

vuelta de hoja, un giro raizal en la orientación de los procesos emprendidos, que se produce para articular los procesos locales con las ne-cesidades hegemónicas y lógicas del poder glo-bal del capital: saqueo, dominación y muerte… Es importante no subestimarlo. Y preparar las nuevas resistencias anclándolas en la coordina-ción y unidad a partir de la participación arti-culada social y política de los sectores popula-res en su diversidad. A ello debe encaminarse el fortalecimiento de la formación política y de los procesos orgánicos de convergencia colecti-va de organizaciones sociales y políticas hacia objetivos comunes, enmarcados en la creación y construcción colectivas de un nuevo horizon-te civilizatorio.

www.alainet.org/es/revistas/500

www.alainet.org/es/revistas/495

www.alainet.org/es/revistas/475

www.alainet.org/es/revistas/482

www.alainet.org/es/revistas/483

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La guerra por los corazones y las mentes

y el “fin de ciclo”Silvina M. Romano

Hace un par de semanas en una de las Co-munas de Caracas, una integrante afir-

mó “Nosotros no somos lo que tenemos en la mano sino lo que tenemos en la cabeza y el corazón”, refiriéndose a su compromiso con la Revolución Bolivariana. Esta alusión va a la médula de la guerra “por los corazones y las mentes” que desde hace décadas han libra-do el sector privado y público estadounidense con el apoyo de las elites y clases medias lo-cales. El objetivo es imponer qué es lo que deben “contener” los corazones y las mentes en América Latina. Hoy por hoy, esta batalla se encarna en el poder blando –pilar funda-mental de las estrategias de desestabilización para justificar la injerencia– encargado de generar y anclar la idea de caos, de incerti-dumbre total para crear el escenario propicio que justifique una intervención para la “es-tabilización” (generalmente en el marco de una fachada legal), a través de una coalición de actores externos e internos que se auto-atribuyen el rol de garantes del orden. No se trata de una “vil conspiración”, sino de una red de poder conformada por instituciones gubernamentales, fundaciones, think-tanks, ONGs, organismos internacionales, empresas y trayectorias personales que contribuyen a la construcción de sentido sobre instituciones y prácticas específicas, por ejemplo, las refe-ridas a la democracia. De esta forma, tales sentidos, conceptos, definiciones, se propa-

gan a través de la prensa, la presión-asisten-cia económica, los intercambios estudiantiles, el financiamiento de ONGs y la producción académica.

En el contexto del ascenso de los gobiernos progresistas esta discusión ha sido una de las más destacadas, teniendo como eje las críti-cas al populismo, al clientelismo, al “abuso” del poder estatal, etc., y resurge en un esce-nario en el que se vislumbra una rearticulación de las derechas a nivel regional1. El epicentro sobre la “democracia” ha sido y es Venezue-la. Varios think-tanks estadounidenses “inde-pendientes” pero vinculados de modo directo o indirecto al gobierno estadounidense, em-presas, ONGs y medios de comunicación, han trabajado permanentemente para fortalecer diversas concepciones negativas sobre Vene-zuela. Por ejemplo, el concepto difundido por Levitsky & Way (2002) de “régimen autoritario competitivo” para definir la democracia ve-nezolana, señalando que si bien se trata de un gobierno elegido por la mayoría, tiende a “desestabilizar las instituciones democráticas mediante abusos selectivos”. Esto fue publi-cado en el Journal on Democracy, financiado por la National Endowment for Democracy y la John Hopkins University y luego reproduci-do por la academia latinoamericana2. La NED es un organismo del gobierno estadounidense

1 http://bit.ly/1ODCzoI

2 Levitsky, S. y Way, L. (2004) “Elecciones sin de-mocracia. El surgimiento del autoritarismo competi-tivo”. Estudios Políticos N. 21, enero-junio. Medellín, Colombia, pp. 159-176.

Silvina M. Romano es investigadora del Insti-tuto de Estudios de América Latina y el Caribe, UBA, CONICET, Argentina.

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cuya participación en procesos de desestabili-zación en la región es bien conocida3.

Otro ejemplo es un evento organizado hace un par de semanas por la Brookings Institution y el Wilson Center de EEUU, en el marco del In-ter American Dialogue y del IDEA (Instituto In-ternacional para la Democracia y la Asistencia Electoral, organismo sueco)4 sobre las eleccio-nes que se llevarán a cabo el 6 de diciembre en Venezuela, advirtiendo que (según ellos) está en duda la transparencia y la justicia del proceso eleccionario. Vale recordar que el Inter American Dialogue es un organismo del que forma parte lo más selecto de las elites técnico-académicas y políticas latinoameri-canas y estadounidenses, como: Moisés Naím, Mario Vargas Llosa, Fernando Henrique Cardo-so, Enrique Iglesias, Jesús Silva-Herzog, etc5. Los dos primeros, son figuras de gran impacto en la opinión pública, con tribunas privilegia-das en medios de comunicación de importan-te alcance entre las clases medias del mundo hispano, como El País. Cardoso e Iglesias tie-nen amplia trayectoria en organismos inter-nacionales y Silva-Herzog es un reconocido académico. De este modo, lo que se decide en esos foros, puede fluir con facilidad hacia organismos internacionales y plantearse en la academia a la vez que se difunde en la prensa.

Por otra parte, en el encuentro se hizo alusión a las dificultades económicas y al descontento en Venezuela, que podrían llevar a trastornos políticos en un futuro cercano, así como a “la posibilidad de violencia luego de las eleccio-nes…”. Esto es una evidente provocación que alimenta ideas y escenarios de caos generando en la ciudadanía la necesidad de “más seguri-dad”, “orden” y “estabilidad” (léase: apertura del mercado, normalización de las relaciones con organismos internacionales, alineamiento con la Seguridad Hemisférica y privatismo ci-vil). Recordemos que en los procesos de des-

3 Allard, G. y Golinger, E. (2009) USAID, NED y CIA. La agresión permanente. Caracas: Ministerio del po-der Popular para la Comunicación y la Información.

4 http://bit.ly/1OqAuwl

5 http://www.thedialogue.org/experts/

estabilización-estabilización del gobierno de Arbenz en Guatemala (1954), de Goulart en Brasil (1964), de Allende en Chile (1973), las principales herramientas utilizadas fueron de guerra psicológica y guerra económica6.

Vemos entonces que la red de poder como ma-terialización del poder blando opera de modo permanente, solo que a veces obtiene éxitos inmediatos y otras encuentra una fuerte opo-sición y avanza lentamente, pero no se retira (caso Venezuela y Bolivia). Del otro lado, la lucha por la emancipación en América Latina, al menos desde una perspectiva de mediano plazo y considerando incluso esta búsqueda en el marco de la democracia liberal-procedi-mental, es un proceso en constante construc-ción, con avances y estancamientos, no hay un “principio” o un “final”. Hay momentos de mayor fortaleza y unión latinoamericana –con mayor o menor intensidad, homogeneidad y visibilidad– frente al imperialismo y al capital; y momentos de mayor arremetida de las fuer-zas del mercado y el capital anclado en las decisiones de unas elites locales y transnacio-nales que se reorganizan y refuerzan.

Colocar fechas de inicio o de finalización pue-de llevarnos a falsas simplificaciones como considerar que un gobierno o una persona son los responsables últimos y hacedores de un largo proceso colectivo. No se trata de negar la incidencia de los liderazgos y la contunden-cia de las decisiones de tal o cual gobierno, sino de rescatar los múltiples actores, facto-res y correlaciones de fuerza que trabajaron en conjunto para un reforzamiento de los me-canismos emancipatorios. Por otro lado, sen-tenciar el “inicio o fin” puede ser parte del entramado de construcción de sentido desde los sectores hegemónicos, que tratan de ir-haciendo-realidad-la-idea de que el impulso latinoamericanista, la búsqueda de justicia social y dignidad soberana “llegó a su fin” (recordemos “el fin de la historia” luego de la desarticulación de la Unión Soviética) y no sólo eso, sino que “se terminó porque ‘fraca-só’”. Cuando triunfó el No al ALCA, desde los

6 http://bit.ly/1IBy2yE

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sectores hegemónicos no se habló de “fraca-so”, sino que hubo una rearticulación de es-trategias para seguir adelante, luego materia-lizadas en los TLCs. Desde la visión imperial está prohibido hablar de “fracaso”. Así, desde la perspectiva Nuestroamericana, –enfatizan-do la necesidad de una permanente autocríti-ca–, insistimos en que es igual de importante evaluar estos procesos desde nuestros pará-metros, sin caer en la tentación de medirnos

con los indicadores y conceptos elaborados por la red de poder, que busca legitimar con-cepciones de “democracia y libertad” siempre respaldadas por un poder duro (militar) que pone los límites reales y deja en evidencia la enorme brecha entre discurso y prácticas im-periales7.

7 http://www.alainet.org/es/articulo/173823

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Cómo se ve el panorama del futuro próximo

Oscar Ugarteche

El problema de la economía internacional está centrado en el impacto de las políticas

de ajuste en las economías líderes: Japón, Es-tados Unidos y Europa. La caída del consumo en estas economías tiene un efecto depresivo en la demanda de materias primas y de co-mercio internacional en general.

Lo que eso significa es que los precios de las materias primas son precios débiles, sujetos a vaivenes financieros y que los exportadores de materias primas la están pasando mal, con tasas de crecimiento menores de lo que eran hace cinco años.

El otro lado de los precios de las materias pri-mas son las tasas de interés que, estando en niveles negativos desde hace casi ocho años, están impactando sobre los niveles de arbitra-je que se están llevando a cabo. Esto es serio porque levantó exageradamente los precios y ahora los deprime, mucho más allá de lo que lo harían la oferta y demanda reales.

Al otro lado, el consumo de bienes finales ha bajado en los tres espacios mencionados y eso ha impactado sobre el comercio exportador de China, que crece liderado por exportacio-nes. Todos han indicado que las exportaciones no lideran más el crecimiento pero el tiempo de virar las políticas de exportadoras orien-tadas al mercado interno no es corto ni sen-cillo. Para virar se necesita que los salarios

suban, el empleo crezca y la tasa de inversión se mantenga alta, orientada a actividades in-ternas.

China tiene una tasa de crecimiento muy alta, no obstante lo que dice la prensa occidental, pero el largo enfriamiento mundial está afec-tando su comercio. No hay nada que indique que este largo enfriamiento occidental vaya a recuperarse, a pesar de que la prensa oc-cidental habla del auge europeo cuando pasa de 0.3 a 0.4% de crecimiento y de recesión cuando la economía china desciende de 7.1% a 7%. Ese tipo de manejo desinformativo lo que hace es encubrir el desconcierto que hay con lo que pasa y con las teorías que lo sostienen. Si todo estuviera bien, Estados Unidos no ha-bría pasado al segundo lugar en la economía mundial medido en paridad de poder adqui-sitivo (PPP, por sus siglas en inglés) según el CIA World Factbook, ni Gran Bretaña hubiera descendido del segundo lugar en el mundo al décimo primero entre 1975 y 2015.

Hay un problema de incomprensión y de des-concierto de cómo hacerlo. Si Janet Yellen anuncia que el FED (Reserva Federal esta-dounidense) sube la tasa de interés, el consu-mo en Estados Unidos se cae, y el PIB con él. La tasa de crecimiento del consumo es frágil y muy volátil. Si no lo hace, los bancos se meten en un lío. No pueden estar más tiempo con tasas de interés cero que no les permi-te prestar. Les permite invertir y hacer arbi-traje, pero no prestar y sin préstamos no hay inversión real ni recuperación de la tasa de inversión. Quizás por esto es que se ha visto tanto fraude en los mercados cambiarios, de commodities y de tasas de interés. Es la des-

Oscar Ugarteche, economista peruano, es investigador titular del Instituto de Investiga-ciones Económicas UNAM (México), SNI/CO-NACYT, Coordinador del proyecto Obela www.obela.org.

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esperación por tener ganancias a toda costa, aunque deban pagar multas multimillonarias. Pero eso no puede ser indefinido. Los nueve bancos más grandes han pagado 300 mil millo-nes de dólares en multas en los últimos tres años. Eso equivale a la suma del PIB del Perú más Ecuador más Panamá; o Colombia más Ecuador.

Las tasas de interés

Nunca en la historia la tasa de interés ha sido negativa por tanto tiempo. Esto no pasaría de ser un dato anecdótico si no fuera porque tarde o temprano debe regresar a su nivel his-tórico del 6%. ¿Se puede sostener una tasa tan alta con crecimientos que rondan entre 0 y 2% en las economías líderes? O diremos, las ex economías líderes. Hay un problema allí. Si Estados Unidos sube su tasa y no Europa ni Japón, entonces el dólar se fortalece aún más y se debilita más a Europa y a Japón. Como Estados Unidos casi no exporta en relación a su PIB (11% del PIB), no le interesa mucho el asunto. A la inversa, comprar barato en dóla-res es mucho más importante sobre todo si se compra la planta productiva del mundo, que es la idea del TPP y TTIP (Acuerdo de Asocia-ción Transpacífico y Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión, respectiva-mente); y los derechos para brindarle los ser-vicios al mundo.

Si se mira el PIB de Estados Unidos, es más fuerte que el crecimiento de Europa o Japón, pero es como decir que un paciente con cán-cer al páncreas está mejor que uno con leu-cemia, o alguna otra enfermedad muy grave.

El resto del mundo empresarial que ha tomado dinero prestado en dólares, euros y yenes a tasas cero va a resentir cuando éstas suban a, digamos, 3%. La cartera de los bancos en ese momento va a sentir el peso de operaciones efectuadas en un mercado distorsionado. Por eso los bancos prestan muy poco para produc-ción y lo hacen más para consumo a tasas muy altas

El negocio de la guerra

La escalada de la guerra es evidente. Lo que comenzó como la invasión a Irak, montada como una película sobre una gran aventura para ver si Estados Unidos conseguía agilizar el mul-tiplicador fiscal, no lo logró. Sí logró agilizar los índices precio/ganancias de las empresas que cotizan en bolsa que están relacionadas a las actividades de defensa y alta tecnología de comunicaciones y transporte. Así, los índices financieros suben, mientras el PIB no va a nin-guna parte y el desempleo se maquilla detrás de las personas que dejaron de buscar empleo.

La política de sembrar vientos ha dejado una cosecha de tempestades que ha regresado a casa y Europa se ha convertido en el primer blanco. Como en Siria, Europa es un blanco para Estados Unidos, que se lo quiere sacar de encima para quedarse en una relación bilate-ral con China; y es un blanco para los secto-res musulmanes más radicales, que son gente joven, pobre, que no tiene nada que perder. Todos recordamos que fue la CIA quien inven-tó Al Qaeda para frenar la presencia rusa en Afganistán hace treinta años. Se les fue de las manos. La multiplicidad de grupos derivados de ese radicalismo ha abierto una guerra de guerrillas mundial que es fenomenal para las empresas de alta tecnología, pero fatal para la vida cotidiana en Europa, hasta ahora. Esto es, fuera de Oriente Medio, donde en nombre de la democracia ahora hay regímenes religiosos in-tolerantes en casi todas partes donde se produ-jo una de esas insurrecciones “democráticas”. Extraña definición de democracia.

Lo que está claro es que el multiplicador fiscal de estas guerras de guerrillas es inexistente. Los PIB no crecen en ninguno de los países occi-dentales metidos en la guerra, arrastrados por el gasto en defensa. En cambio, los efectos sobre desplazamientos poblacionales deriva-dos de la guerra están a la vista. Hay tantos desplazados como en la segunda guerra mun-dial. Estados Unidos sembró vientos en Medio Oriente y las tempestades llegaron a las costas europeas. La mitad de Siria está desplazada.

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América Latina

La navegación por instrumentos de los bancos centrales de América Latina parece estarse alineando con la próxima reconversión del Banco Central de la República Argentina a la línea “correcta”. El único problema es que si el mundo no crece, por lo dicho al inicio, América Latina tampoco, y se puede retornar a las políticas que tenía Argentina antes y que la llevaron a la crisis del 2001, y eso no va a garantizar crecimiento económico.

Esa es la desesperación en el Perú en la cam-paña electoral. Los tres candidatos de dere-cha que podrían ganar están atados al mantra de la eficiencia del mercado, a pesar de haber pasado por el 2008 con los ojos abiertos y ha-ber visto cómo el “mercado” fue rescatado. México es un caso patético donde la falta de crecimiento va acompañada por la necesidad de darle un margen de ganancia a los inversio-nistas de corto plazo en un mercado desregu-lado e integrado con Estados Unidos. Así, las

probabilidades que suban la tasa de interés en América Latina cuando suba en Estados Unidos son todas, con el impacto negativo sobre el consumo mexicano y del resto. Los efectos en Brasil están a la vista.

Sea quien sea el gobernante, no va a haber mucho crecimiento económico. Lo peligro-so es que dejemos de pensar y se sienten los bancos centrales sobre teorías que no están teniendo resultados en las economías más avanzadas. El proceso crítico que se inició en el 2008 ya llegó a América Latina y está para quedarse hasta que se relance la economía mundial, salvo que alguien retome la idea de mercados internos en América Latina, como lo ha hecho Bolivia.

En suma, no se ve bien ni está claro el horizon-te. Lo cierto es que marchamos hacia el futuro con la derecha a pie firme, y con la garantía de mayor concentración del ingreso y tasas muy bajitas de crecimiento que podrían converger con las europeas en el mediano plazo.