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5.3. EL ADVENIMIENTO DEL FASCISMO Italia había salido vencedora de la primera guerra mundial, pero el coste de la victoria había sido elevado, no sólo en términos de vidas humanas (seiscientos mil caídos), de destrucciones materiales y de quiebra económica interna y externa, sino también, y sobre todo, en términos de crisis política ysocial. Durante el conflicto y a causa de éste el sistema de poder había sufrido un proceso de rápida transformación, en el sentido, por un lado, de una mayor concentración y compenetración de los aparatos estatal y económico por otro, de una disgregación debida a la proliferación de órganos y funciones diversos que a menudo escapaban a cualquier control. De ello resultaba un estado más autoritario y al mismo tiempo más ineficaz, y un personal dirigente heterogéneo, integrado por políticos, militares e industriales unidos por sus comunes aspiraciones autoritarias y todos ellos muy poco dispuestos a satisfacer las expectativas y las reivindicaciones que la guerra había generado en el país. En efecto, también en Italia la guerra había despertado la conciencia y la participación política de masas que hasta entonces habían permanecido alejadas o pasivas: las mujeres, que habían entrado masivamente en las fábricas; los campesinos, que al volver del frente reclamaban la tierra que se les había prometido; una clase obrera más numerosa, más joven y más radical, pero también los pequeños burgueses y los oficiales desmovilizados, para los que el fin de la guerra significaba la vuelta a las frustraciones del anonimato, los estudiantes, que de la guerra sólo habían conocido la retórica, los supervivientes y los inadaptados. En este magma de aspiraciones confusas y en contraste, el factor principal de diferenciación seguía siendo el de la postura hacia la guerra, entre los que la habían buscado y exaltado y los que la habían sufrido y odiado. Volvía a producirse, ya terminada la guerra, la misma contraposición entre «intervencionistas» y «neutralistas» que se había producido en las semanas precedentes al conflicto, pero con la diferencia de que esta vez dicha contraposición no sólo afectaba a las minorías «activas», sino también a amplísimos estratos sociales. Cuando, en abril de 1919, la delegación italiana en la conferencia de paz abandonó la mesa de negociaciones para protestar en contra del rechazo de sus propuestas acerca de la fijación de la frontera oriental, y cuando, en junio, el «ministro de la victoria» V. E. Orlando dimitió y le sucedió Francesco Saverio Nitti, Gabriele d'Annunzio, a la cabeza de un puñado de incondicionales, ocupó en septiembre de 1919 la ciudad de Fiume para reivindicar su pertenencia a Italia y protestar contra la decisión en sentido contrario de la conferencia de París. Pero fueron mucho más numerosos los italianos que se preguntaron si el precio pagado por la victoria que ahora se definía «mutilada» no había sido demasiado alto, y la balanza de la opinión pública se inclinó ahora a favor de los neutralistas. Italia fue el único país vencedor que renunció a celebrar el primer aniversario de la victoria y el único en que las primeras elecciones de la posguerra, que tuvieron lugar en noviembre de 1919, vieron el triunfo -favorecido por la introducción del sistema proporcional y del escrutinio de lista– de aquellos partidos que parecían los menos comprometidos con las responsabilidades de la guerra: el Partido Socialista, que se había opuesto a la intervención y, una vez declarada la guerra, se había ceñido a la fórmula de «no sumarse ni sabotear», y que obtuvo el 32,5% de los votos; y el Partido Popular, una formación política recién fundada y de inspiración católica, dirigida por un sacerdote –don Luigi Sturzo– que había compartido con el pontífice el horror por la «inútil masacre», y que obtuvo el 20,2 %. UNTREF VIRTUAL | 1 Texto. Historia General del Siglo XX Autor. Giuliano Procacci

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  • 5.3. EL ADVENIMIENTO DEL FASCISMO

    Italia haba salido vencedora de la primera guerra mundial, pero el coste de la victoriahaba sido elevado, no slo en trminos de vidas humanas (seiscientos mil cados), dedestrucciones materiales y de quiebra econmica interna y externa, sino tambin, y sobretodo, en trminos de crisis poltica ysocial. Durante el conflicto y a causa de ste elsistema de poder haba sufrido un proceso de rpida transformacin, en el sentido, por unlado, de una mayor concentracin y compenetracin de los aparatos estatal y econmicopor otro, de una disgregacin debida a la proliferacin de rganos y funciones diversosque a menudo escapaban a cualquier control. De ello resultaba un estado ms autoritarioy al mismo tiempo ms ineficaz, y un personal dirigente heterogneo, integrado porpolticos, militares e industriales unidos por sus comunes aspiraciones autoritarias y todosellos muy poco dispuestos a satisfacer las expectativas y las reivindicaciones que laguerra haba generado en el pas.

    En efecto, tambin en Italia la guerra haba despertado la conciencia y la participacinpoltica de masas que hasta entonces haban permanecido alejadas o pasivas: lasmujeres, que haban entrado masivamente en las fbricas; los campesinos, que al volverdel frente reclamaban la tierra que se les haba prometido; una clase obrera msnumerosa, ms joven y ms radical, pero tambin los pequeos burgueses y los oficialesdesmovilizados, para los que el fin de la guerra significaba la vuelta a las frustraciones delanonimato, los estudiantes, que de la guerra slo haban conocido la retrica, lossupervivientes y los inadaptados. En este magma de aspiraciones confusas y encontraste, el factor principal de diferenciacin segua siendo el dela postura hacia la guerra, entre los que la haban buscado y exaltado y los que la habansufrido y odiado. Volva a producirse, ya terminada la guerra, la misma contraposicinentre intervencionistas y neutralistas que se haba producido en las semanasprecedentes al conflicto, pero con la diferencia de que esta vez dicha contraposicin noslo afectaba a las minoras activas, sino tambin a amplsimosestratos sociales.

    Cuando, en abril de 1919, la delegacin italiana en la conferencia de paz abandon lamesa de negociaciones para protestar en contra del rechazo de sus propuestas acerca dela fijacin de la frontera oriental, y cuando, en junio, el ministro de la victoria V. E.Orlando dimiti y le sucedi Francesco Saverio Nitti, Gabriele d'Annunzio, a la cabeza deun puado de incondicionales, ocup en septiembre de 1919 la ciudad de Fiume parareivindicar su pertenencia a Italia y protestar contra la decisin en sentido contrario de laconferencia de Pars. Pero fueron mucho ms numerosos los italianos que se preguntaronsi el precio pagado por la victoria que ahora se defina mutilada no haba sidodemasiado alto, y la balanza de la opinin pblica se inclin ahora a favor de losneutralistas. Italia fue el nico pas vencedor que renunci a celebrar el primer aniversariode la victoria y el nico en que las primeras elecciones de la posguerra, que tuvieron lugaren noviembre de 1919, vieron el triunfo -favorecido por la introduccin del sistemaproporcional y del escrutinio de lista de aquellos partidos que parecan los menoscomprometidos con las responsabilidades de la guerra: el Partido Socialista, que se habaopuesto a la intervencin y, una vez declarada la guerra, se haba ceido a la frmula deno sumarse ni sabotear, y que obtuvo el 32,5% de los votos; y el Partido Popular, unaformacin poltica recin fundada y de inspiracin catlica, dirigida por un sacerdote donLuigi Sturzo que haba compartido con el pontfice el horror por la intil masacre, y queobtuvo el 20,2 %.

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  • Durante casi un ao de noviembre de 1919 al otoo de 1920 la corriente predominanteen la vida pblica italiana fue la que proceda de las capas ms profundas de la sociedad,que aspiraban a un futuro mejor y ms justo. Fue un manantial impetuoso, pero nadiesupo canalizarlo y dirigirlo hacia objetivos precisos de renovacin poltica y social. No lolograron los distintos gobiernos que se sucedieron en aquel perodo, sometidos comoestaban a presiones diversas y naturalmente preocupados por contener la onda dechoque que se les vena encima; pero tampoco lo lograron los que ms hubieran debidohacerlo, es decir, los partidos que haban salido reforzados de las elecciones. Populares ysocialistas estaban divididos no slo por rencores histricos, sino tambin cada uno en suseno; los primeros, entre una derecha moderada y vinculada a las jerarquas vaticanas yuna izquierda sensible a las reivindicaciones de las poderosas organizaciones sindicales,entre participar en el gobierno y volver a la oposicin; los segundos, entre la minorareformista, que mantena las posiciones clave dentro del grupo parlamentario y de lossindicatos, y la mayora maximalista que haba salido vencedora del congreso de Boloniade noviembre de 1919 y que persegua el espejismo de una revolucin siempre anunciaday siempre aplazada.

    No es que en el desarrollo de este temblor general no se realizaran adquisiciones yconquistas. La jornada de ocho horas se conquist de golpe, los obreros obtuvieronaumentos de salario y contratos que sancionaban los nuevos derechos, los campesinos ylos ex combatientes se beneficiaron gracias a los decretos de los ministros Visocchi yFalcioni por la asignacin, aunque limitada, de tierras sin cultivar.

    La ocupacin de las fbricas en agosto-septiembre de 1920 termin con el reconocimientodel derecho de los trabajadores al control obrero sobre la produccin, un principio, porlo dems, que result inutilizado por el desarrollo sucesivo de la coyuntura y de losavatares polticos. Pero se trataba de conquistas no sostenidas por adecuadas garantaspolticas y que, como tales, fueron puestas en tela de juicio y con frecuencia anuladas aldesvanecerse la coyuntura favorable que en Italia as corno en otros pases europeoshaba caracterizado los primeros meses de la posguerra y al que sucedi, a partir delotoo de 1920, una poca de fuerte depresin. Los efectos de la crisis fueron tanto msdevastadores cuanto ms imprevistos: a medida que los ndices de desempleoaumentaban, disminuan los de los afiliados a los sindicatos y de los participantes en losconflictos laborales. Tampoco faltaron reflejos polticos: en enero de 1921, el PSI vivi,como se ha visto, su primera escisin, la que dio origen al Partido Comunista de Italia, a laque sigui, en octubre de 1922, la del ala reformista de Filippo Turati y Giacomo Matteotti.Simultneamente, la Confederacin General del Trabajo se distanci del PartidoSocialista, relajando un vnculo histricamente consolidado. En cuanto al Partido Popular,los congresos de Npoles (abril de 1920) y Venecia (octubre de 1921) confirmaron lasdivergencias y las divisiones de su grupo dirigente y entre los afiliados.

    Para las fuerzas de la conservacin y del orden haba llegado, as, la hora de la revancha,pero tambin esta vez la seal y el empuje vinieron desde abajo. Fue en la provinciadonde, a partir del otoo de 1920, cundi el movimiento escuadrista, en el queconfluyeron clases sociales y motivaciones polticas y psicolgicas muy diversas, desde eldeseo de revancha de los propietarios agrcolas y de los industriales a las frustraciones delos supervivientes y de los estudiantes; del resentimiento de los comerciantes para conlas cooperativas rojas, a las vagas esperanzas de palingenesia de los jornaleros en paro.Su radio de accin, inicialmente limitado al valle padano, se extendi poco a poco portoda la Italia centroseptentrional, llegando, en el transcurso de 1921 y 1922, a los grandescentros urbanos. Los objetivos de las expediciones punitivas de las escuadras de

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  • accin eran las sedes de los partidos de izquierda, de los sindicatos, de las cooperativas yde los ayuntamientos regidos por administraciones socialistas o tambin populares, yfueron objeto de sus persecuciones y de sus avisos los hombres que los dirigan.Frente a esos abusos las autoridades locales, civiles y militares cerraban los ojos,mientras que los propietarios agrarios y algunos industriales no escatimaban apoyos.

    Los escuadristas tenan corno punto de referencia poltico la figura de Benito Mussolini,quien en marzo de 1919 haba fundado en Miln el primer fascio de batalla, sobre la basede un programa heterogneo y radicalizante; de ah que sus integrantes se llamaranfascistas. Hasta entonces el fascismo haba sido un movimiento con pocos seguidoresen las elecciones de noviembre 1919 haba presentado una lista slo en lacircunscripcin de Miln, obteniendo poco ms de cuatro mil votos y la popularidad desu jefe era sin duda inferior a la de Gabriele d'Annunzio, el protagonista de la empresa deFiume. El propio Mussolini qued sorprendido por el xito del movimiento escuadrista,pero tan pronto corno ste comenz a imponerse no dud en reivindicar su paternidad yasumir su direccin poltica, logrando con habilidad capitalizarlo y administrarlo, aflojandoo tensando sus riendas segn las circunstancias. En mayo de 1921, Mussolini acept laoferta de Giolitti, quien en junio de 1920 haba sucedido a Nitti, de entrar a formar parte dela lista de concentracin nacional que se present a las elecciones, logrando as quefuesen elegidos treinta y cinco diputados fascitas y adquiriendo un primer reconocimientode respetabilidad poltica, aunque inmediatamente despus devolvi plena libertad deaccin a sus escuadras. Pero cuando, en julio, una expedicin punitiva se estrell porprimera vez contra la reaccin contundente de las fuerzas del orden, l tens de nuevo lasriendas y sell, bajo los auspicios del nuevo presidente del gobierno, Ivanoe Bonomi, unpacto de acificacin con los socialistas.

    La iniciativa levant las protestas de los caciques locales, pero Mussolini contestpresentando su dimisin en la comisin ejecutiva. Esta fue rechazada v Mussolini,fortalecido por este xito, convoc en Roma un congreso del que lo que hasta entonceshaba sido un movimiento heterogneo y disperso sali convertido en un partido, delque l era el lder o, mejor dicho, el Duce reconocido e indiscutible. Mientras tanto, nocesaba de lanzar seales tranquilizadoras y guios en direccin a los varios sectores delestablishment: haia los industriales, dejando caer las propuestas de socializacin v de unimpuesto progresivo, contenidas en el programa de 1919, y profesando conviccionesliberalistas; hacia la monarqua, renunciando a la declaracin de principios republicanosdel programa; hacia los militares, muchos de los cuales simpatizaban con el fascismo; yfinalmente hacia la Iglesia, de la que exaltaba la misin universal.

    Se determin, as, una situacin de incertidumbre v de inestabilidad poltica: entre ladimisin del gobierno de Giolitti, en junio de 1921, y octubre de 1922, tuvieron lugar trescrisis y se sucedieron dos gobiernos, presididos, respectivamente, por Bonomi y Facta. Elcaos lleg a su cspide en verano de 1922, cuando la Alianza de Trabajo, en la que seintegraban algunas de las mayores organizaciones sindicales, proclam una huelgalegalista para exigir al gobierno una poltica de firmeza hacia las nuevas violenciasfascistas. La huelga tuvo un xito parcial, y una nueva oleada de represalias se extendipor todo el pas. La situacin ya estaba madura para un giro poltico y el advenimiento deun gobierno de orden. Entre los fascistas de las provincias tom cuerpo, en aquellos das,la idea, ya avanzada por D'Annunzio, de una marcha sobre Roma, con el objetivo deimponer al rey y al gobierno aquella solucin que por s solos eran incapaces de tomar.En Roma, en cambio, se trabajaba por una solucin que se mantuviera dentro de loslmites de la praxis constitucional y parlamentaria, como poda ser un gobierno presidido

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  • por Giolitti o Salandra con la participacin de ministros fascistas. Y tambin en este tranceMussolini dio prueba de una consumada habilidad tctica: mientras las columnasescuadristas se concentraban a la espera de moverse hacia la capital, l mantenacontactos frenticos con el mundo poltico romano. La hora de la verdad lleg la noche del27 y la maana del 28 de octubre, cuando el rey, tras alguna vacilacin, se neg a firmarel decreto de estado de sitio, obligando a Facta a la dimisin. Las escuadras fascistasobtuvieron as luz verde para marchar sobre Roma y Mussolini, que haba esperadoprudentemente en Miln el desarrollo de los acontecimientos, pudo acudir ante el rey pararecibir el encargo de formar el nuevo gobierno.

    Algunos estudiosos (Nolte, Furet) han visto en los acontecimientos italianos de los aos1921-1922 el primer acto de una guerra civil europea en la que comunistas y fascistasse enfrentaran en un duelo a muerte cuya conclusin sera slo en 1945. Que losfascistas fuesen anticomunistas est fuera de duda; pero ello no significa y no implicaque, como ellos decan, en Italia existiera una situacin revolucionaria anloga a la rusa.Los nicos que lo crean (o tenan esa ilusin) eran los comunistas, y ni siquiera todos.Pese a su maximalismo, el Partido Socialista, como tambin hemos visto, se habanegado a aceptar las veintiuna condiciones impuestas por Mosc. Por lo que concierne alos sindicatos, cuyos dirigentes eran en gran medida reformistas, una delegacin queacudi a Rusia en 1920 no dej de hacer pblicas sus perplejidades. En realidad, elanticomunismo de los fascistas no era ms que un pretexto para justificar susexpediciones punitivas ante una opinin pblica desorientada y asustada. El objetivode la guerra civil, si as se la quiere llamar, que perseguan las escuadras de accineran las ligas ampesinas, ya fuesen rojas o blancas, las Cmaras del Trabajo, losrepresen tantes polticos antifascistas, en resumen, la democracia.

    La fecha del 28 de octubre de 1922 ser celebrada, durante los veinte aos de fascismo,como la de la revolucin fascista. En realidad, se trat de una revolucin hecha posiblepor la complacencia y la complicidad de los poderes constituidos y que formalmente seresolvi segn las reglas constitucionales. A pesar de la arrogancia con la que Mussolinise dirigi al Parlamento en su discurso de presentacin del nuevo gabinete, se trataba deun gobierno de coalicin en el que el nmero de ministros fascistas o profascistas eraexactamente igual al de ministros procedentes de otras formaciones polticas: populares,nacionalistas, liberales, sin cuyo apoyo no dispondra de la mayora parlamentaria.Sin embargo, aunque en un plano estrictamente formal se haban salvado las apariencias,un profundo desgarro se haba producido y se haba emprendido un camino muy difcil dedeshacer. Los hechos no tardaron en demostrarlo.

    Entre los primeros actos del gobierno de Mussolini, al que en noviembre de 1922 laCmara de diputados haba concedido plenos poderes hasa el 31 de diciembre de1923, los ms relevantes fueron la institucin de la Milicia Voluntaria para la SeguridadNacional (MVSN), en la que confluyeron los hombres de las escuadras de accin, y ladecisin de hacer permanente el Gran Consejo del fascismo, fijando un calendario dereuniones mensuales. Nacan, as, un ejrcito paralelo y una suerte de gobierno en lasombra, y comenzaba un perodo de interregno constitucional (Lyttelton,1970) que seprolongar hasta la crisis generada por el asesinato de Matteotti.

    Las posteriores etapas de esta involucin autoritaria fueron fusin con los nacionalistas,en febrero de 1923, por medio de la cual el fascismo se asegur la colaboracin dehombres competentes como Alfredo Rocco y Luigi Federzoni que gozaban de laconfianza de los ambientes industriales y militares y propugnaban una concepcin

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  • orgnica del estado-, y la ruptura con los populares, que se vieron obligados a dimitir enabril. Este ltimo acontecimiento fue facilitado por los contactos que Mussolini habaestablecido con el Vaticano y por las presiones que ste ejerci sobre el Partido Popularpara que no adoptara la lnea de la oposicin, que don Sturzo haba defendido en elcongreso de Turn en abril de 1923.

    Con la salida de los populares de la mayora, el gobierno se encontraba todava msexpuesto al riesgo de una crisis. La salida de este atolladero la indic el Gran Consejo, aladoptar una nueva ley electoral, cuya elaboracin fue confiada a Giacomo Acerbo. Suproyecto lleg al Parlamento y se aprob con la abstencin de los populares y el votocontrario de la oposicin de izquierda. En l se contemplaba la asignacin de dos terciosde los escaos a la lista que recogiera el mayor nmero de votos en el colegio niconacional, mientras que el tercio restante se distribuira entre las dems listas.

    La listona, que haba congregado, adems de a los fascistas, a numerososrepresentantes de la vieja clase poltica liberal, entre ellos Salandra y Orlando, obtuvo el64,9 % de los votos y 374 diputados (de los que 275 eran fascistas), mientras que laslistas de la oposicin obtuvieron 145. En Piamonte, en Lombarda, en Liguria y en Vneto,regiones en donde los partidos de la oposicin estaban ms arraigados, stos obtuvieronresultados ligeramente superiores a los de la listona, que en cambio resultampliamente mayoritaria en la Italia central y meridional.

    Los fraudes y las violencias que tuvieron lugar durante las elecciones fueron denunciadosel 30 de mayo por el diputado socialista Giacomo Mattetotti en un apasionado discursoante el Parlamento. Diez das despus el 10 de junio un grupo de escuadristas almando de Amerigo Dumini lo raptaban cerca de su casa romana, y el 16 de agosto sucuerpo fue encontrado en un campo cerca de Roma. La conmocin en el pas fue enormey la oposicin parlamentaria se hizo eco de ella abandonando el aula de Montecitorio ynegndose a volver hasta que no se aclaran el episodio y se disolviera la milicia. Fue lallamada secesin del Aventino. Los diputados aventinianos, cuyo miembro msrepresentativo y escuchado era Giovanni Amendola, no llegaron, como proponan loscomunistas, hasta la convocatoria de una huelga general, porque teman que se repitierael fracaso de la huelga legalista de agosto de 1922 slo hubo un paro en el trabajodurante diez minutos, al que se adhirieron tambin los sindicatos fascistas sino queprefirieron apostar por la intervencin de la Corona. En el frente opuesto, los dirigentes delfascismo radical de las provincias, el ms extremista de los cuales era el cremonsRoberto Farinacci, invocaban una segunda oleada que barriera las resistencias a lainstauracin de un rgimen fascista. Volva a perfilarse, as, el riesgo de una recada en laguerra civil, pero tambin en esta ocasin Mussolini, cuyas responsabilidades en elasesinato de Matteotti eran probablemente slo polticas, supo maniobrar con habilidad,alternando la firmeza con la flexibilidad.

    En junio procedi a una remodelacin del gobierno y confi a Federzoni, notoriamente unhombre de orden y cercano a la monarqua, la cartera de Interior, que hasta entonceshaba ostentado el propio Mussolini, que haca as un gesto dirigido a tranquilizar a losbienpensantes. Sin embargo, inmediatamente despus, en julio, hizo aprobar un decretoque limitaba la libertad de prensa. Y tambin en esta ocasin pudo contar con el discretoapoyo del Vaticano: en septiembre, el cardenal Gasparri adverta en una circular al cleroque no participara en la lucha poltica. La admonicin estaba dirigida, en particular, a donSturzo, al que en octubre se inst, con igual discrecin, a que abandonara el as. As, stafue la primera personalidad poltica obligada a tomar el camino del exilio. Tambin la

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  • patronal se declar a favor de la estabilidad de gobierno, y lo mismo hizo elPartido Liberal.

    Envalentonado por los apoyos recibidos, Mussolini pudo as presentarse ante lasCmaras el 3 de enero de 1925 y pronunciar un discurso en el que asuma toda laresponsabilidad de lo que haba pasado, hasta desafiar al Parlamento a llevarle ante laAlta Corte, un desafo que l saba muy bien que no sera aceptado.

    La Alemania Nazi

    Hasta las elecciones de septiembre de 1930, en las que el Partido Nacional-socialistaobtuvo un xito tan clamoroso como inesperado, muy pocos fuera de Alemania y no todosen la misma Alemania estaban al corriente de la existencia o conocan el nombre de AdolfHitler, un ex combatiente condecorado de la guerra que en la poltica haba encontrado larealizacin personal que haba estado buscando en la actividad artstica durante suinquieta juventud en Viena. Tras trasladarse a Mnich, se haba puesto a la cabeza, enfebrero de 1920, de un pequeo grupo extremista de derecha fundado por el herreroAnton Drexler la Deutsche Arbeitspartei (DAP), estrenando as su carrera poltica. Suprimera iniciativa fue la de cambiar el nombre del partido por el de NacionalsozialistischeDeutsche Arbeits Partei (NSDAP, Partido Obrero Alemn Nacionalsocialista) y redactar unprograma en el que, conforme a la nueva denominacin del partido, elementossocialistas como la nacionalizacin de todas las empresas de carcter monopolista yuna borrosa eliminacin de la esclavitud del inters se acompaaban y seentremezclaban con elementos de carcter nacional, como la abrogacin del tratado deVersalles, la formacin de una gran Alemania y la sustitucin del derecho romano conun Gemeinrecht alemn. Este eclecticismo haca que el programa del NSDAP tuvieramucho en comn con el de los fasci italianos de 1919, hacia cuyo jefe Hitler nutra unagran admiracin, y ambos se podan considerar subproductos de la posguerra. Por otraparte, lo que caracterizaba la orientacin poltica del NSDAP respecto de los demsgrupos de derecha alemanes y extranjeros era el antisemitismo del que estabaimpregnado y que constitua su Leitmotiv: a los judos, en su programa, Hitler les negabael derecho a ser miembros de la comunidad nacional alemana (Volksgenosse) y cerrabael acceso a cualquier cargo pblico.

    La primera salida pblica del nuevo partido tuvo lugar en 1923, en la atmsfera candenteque sigui a la ocupacin francesa del Ruhr y al estallido de la hiperinflacin, cuando,junto con el general Ludendorff, Hitler organiz y promovi en Mnich un Putsch quehubiera tenido que ser el punto de partida de una marcha sobre Berlin, corno la deMussolini sobre Roma.

    Pero al fallarle los apoyos polticos y militares con los que contaba, el intento pasado ala historia con el nombre de Putsch de la cervecera fracas miserablemente y Hitler fuedetenido y condenado a cinco aos de reclusin. De hecho, slo pas en la crcel nuevemeses, durante los cuales escribi la primera parte de su Mein Kampf(Mi lucha).

    Pero de esta experiencia sac la conclusin de que el nico camino realmente practicablepara conquistar el poder pasaba por aceptar las reglas del juego y utilizar sin escrpulos y

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  • de forma instrumental la legalidad republicana, y a esta conviccin se aferr al retomar laactividad poltica, una vez salido de la crcel.

    Los ambiciosos proyectos que persegua hubiesen sido irrealizables y el NSDAP sehubiese quedado como una reliquia de la posguerra (en las elecciones de 1928 no sacms que el 2,8% de los votos) si la gran depresin no hubiese de nuevo precipitado aAlemania en la atmsfera de radicalizacin y exasperacin propia de la posguerra. Laviolencia y los enfrentamientos entre las varias formaciones paramilitares volvieron a seruna forma habitual de lucha poltica y en ella los nazis no se encontraban para nadaincmodos.

    En abril de 1932 el gobierno de Brning, con una de sus ltimas medidas, intent apagarel fuego de la violencia ilegalizando las Sturmabteilungen (SA) nazis, pero dos mesesdespus, en junio, el nuevo gobierno del canciller Von Papen retir esta medida y lasluchas callejeras pudieron as reanudarse. Slo en Prusia se contaron en pocas semanasnoventa y nueve mueros y ms de mil heridos. En este clima de total crispacin lasconsignas ms extremistas se hacan crebles y el NSDAP se converta en un poderosopolo de atraccin para los rencores y las frustraciones de los que haban conocido lostiempos amargos de la posguerra y de la inflacin y para las aspiraciones de muchosjvenes que slo conocan la desolacin del presente y esperaban confusamente unaregeneracin. Humores y reacciones psicolgicas de este tipo existan en todos losestratos sociales y eso explica la composicin extremadamente heterognea quecaracterizaba al NSDAP respecto de todos los dems partidos polticos alemanes. A laaltura de 1930, entre sus afiliados el 28,3% eran obreros, el 25,6 % empleados, el 14 %campesinos, el 20,7% trabajadores independientes y el 8,3 % funcionarios. Cierto que unconsenso caracterizado por un nivel tan alto de emotividad poda evaporarse tanrpidamente como se haba formado, pero Hitler saba cmo cimentarlo y capitalizarlo.

    No slo era un orador capaz de enfervorizar a su audiencia, sino un maestro en el uso y lacombinacin de cualquier tcnica de agregacin y movilizacin, tanto las bienexperimentadas propias del movimiento obrero y de sus organizaciones de masas comolas del fascismo italiano o del comunismo sovitico, o tambin las menos llamativas, peroms eficaces, de la gradual infiltracin en asociaciones profesionales y recreativas hastaalcanzar su control. Sobre todo, estaba convencido del valor movilizador de la accinejemplar y de ello se encargaban sus SA, que siempre figuraban en primera fila en losdesfiles y en las manifestaciones de masas del NSDAP, inspirando en los participantes unsentimiento de seguridad y de inalibilidad de la victoria. Cuando, en agosto de 1932, untribunal conden a muerte a cinco nazis culpables de haber matado a un comunista en sucasa y ante su familia, Hitler no dud en expresarles su solidaridad y estigmatizar la faltade patriotismo de los jueces.

    Con las dimisiones del gobierno de Brning en mayo de 1932 el edificio de la Repblicade Weimar ya se tambaleaba. Otro fuerte golpe lo recibi de la decisin que en julio tomVon Papen de desautorizar al gobierno prusiano encabezado por el socialdemcrata OttoBraun. Por una de esas paradojas de las que la historia es tan generosa, la misma Prusiaque haba sido el baluarte y el smbolo de la conservacin, ahora acababa siendo laltima fortaleza de una democracia asediada.

    Los meses que mediaron entre julio de 1932 y enero de 1933 se caracterizaron por unaactividad poltica intensa e incluso frentica. Los alemanes fueron llamados dos veces alas urnas, a finales de julio y a principios de noviembre, y dos gobiernos se sucedieron, el

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  • de Von Papen, un aristcrata rac que casi por casualidad era miembro del Zentrum y deste fue expulsado al convertirse en canciller, y el del general Kurt von Schleicher, el msescuchado, despus de la dimisin de Grner, de los consejeros de Hindenburg. Elprimero dur pocos meses y el segundo, pocas semanas. En realidad, este sucederse deelecciones y gobiernos no era sino el indicio de cmo los mecanismos de la democraciaweimariana ya giraban en el vaco, casi una pantomima a la espera de que el teln bajaradefinitivamente. El juego poltico real, en el que se decida el destino del pas, sedesarrollaba en los bastidores, en una espesa trama de contactos y encuentros, y susinterlocutores y protagonistas eran los que de verdad contaban, la camarilla que se habaformado alrededor de Hindenburg, cada vez ms ausente y desorientado, los altosmandos militares, la poderosa Liga Rural Alemana, desde siempre expresin y portavozde los intereses de la nobleza agraria del lado oriental del Elba, algunos sectores yexponentes de las finanzas y de la industria y, naturalmente, el incmodo Adolf Hitler.Durante estos contactos y negociaciones, varias hiptesis se sucedieron. Von Papenavanz una solucin autoritaria que pusiera fin al rgimen de los partidos, incluidos losnacionalsocialistas, y sin excluir a este fin la posibilidad de un golpe de estado.

    Su sucesor, Von Schleicher, contando con la posible escisin del NSDAP de su alaizquierda encabezada por Georg Strasser, apost en cambio por la formacin de ungobierno basado en la colaboracin entre organizaciones sindicales y jerarquas militaressimilares a la que se haba producido durante los aos de la guerra.

    Ambas soluciones demostraron ser ilusorias, al prescindir de la posicin de fuerza de losnacionalsocialistas, que, aunque haban retrocedido en las elecciones de noviembrerespecto de las de julio, seguan representando a un tercio del electorado y se habanconvertido en el primer partido. Hitler, quien haba rechazado repetidas veces el cargo devicecanciller, insista, en efecto, en reclamar para s la cabeza del gobierno y al finalHindenburg, que nutra hacia l sentimientos de animadversin, tuvo que aceptarlo.

    El 30 de enero Hitler asuma el cargo de canciller, con Von Papen corno vicecanciller. Delnuevo gobierno formaban parte slo dos ministros nazis y Hitler haba tenido quecomprometerse a despachar con Hindenburg slo en presencia del vicecanciller. De estemodo el presidente y sus consejeros pensaban tenerlo controlado y esperaban a que supopularidad se deshinchara y a que quedara claro que no poda cumplir con suspromesas demaggicas para liberarse de el. El resultado de las elecciones de noviembre,en que, como se ha visto, los nazis haban perdido dos millones de votos, sustentabanesta persuasin y esta previsin. Por otra parte, sta era la opinin ms generalizada enlos ambientes diplomticos y entre los estadistas europeos. Ms sorprendente es el hechode que esta miopa poltica estuviese difundida tambin entre los adversarios msenconados de Hitler. Muchos comunistas, por ejemplo, crean que el ascenso de Hitler alpoder era una etapa necesaria en el camino de la instauracin de la dictadura delproletarriado por la que luchaban y el Partido Comunista Alemn, al hilo de esta lgicaperversa, no dud en empearse en acciones convergentes con las de los nazis. Cuando,tras la llegada de Hitler al poder, los comunistas lanzaron el llamamiento a la huelgageneral, ya haban perdido su credibilidad y su invitacin no fue secundada por lossocialdemcratas, desesperadamente aferrados a la idea, tambin carente deperspectivas, de salvar lo salvable. La izquierda alemana, que en las elecciones denoviembre haba sumado el 36 % de los votos, pagaba as con una derrota sin gloria suserrores y sus divisiones. A pesar del precedente italiano, no se haba percatado de que unmovimiento contrarrevolucionario, corno era el nazismo, era cualitativamente distinto delos tradicionales movimientos reaccionarios o conservadores y que posea un arraigo y

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  • una fuerza muy superior a la de stos. Que eso no lo comprendieran los viejosaristcratas como Von Papen no puede sorprender. En cambio, sorprende el que no locomprendieran los que, como los comunistas, haban dedicado su vida al movimientorevolucionario.

    En las negociaciones para formar su gobierno, Hitler, superando la oposicin del lder delos populares Hugenberg, haba obtenido que en breve trmino se celebrasen nuevaselecciones, confiando en el efecto de arrastre que tendra su ascenso al poder. La fechase fij en el 5 de marzo y la campaa electoral estaba en pleno desarrollo cuando lanoche del 27 de febrero el edificio del Reichstag fue destruido enun incendio.

    Cualquiera que fuese el que prendi el fuego, si el desequilibrado holands que fuedetenido o, ms probablemente, una unidad de las SA, lo cierto es que esta circunstanciabrindaba a Hitler la ocasin para reforzar su poder personal y dar otro apretn de tuercas.La responsabilidad se dej recaer sobre los comunistas y cuatro il de ellos, incluidoGeorgi Dimitrov, el futuro dirigente de la Internacional Comunista, fueron detenidos.Acabaron en la crcel tambin muchos opositores e intelectuales, entre ellos Karl vonOssietzky, el director de la revista Weltbhne, que terminar sus das en un campo deconcentracin tras haber sido galardonado con el premio Nobel de la Paz. Al da siguienteal incendio del Reichstag, Hindenburg, presionado por Hitler, firmaba un decreto endefensa del pueblo alemn que suspenda todos los derechos y las libertadesconstitucionales y prescriba la pena de muerte por una serie de atentados contra elestado. En esta atmsfera de terror se celebraron las elecciones del 5 de marzo.

    El NSDAP, con el 43,9 % de los votos, y los partidos de derechas aliados obtuvieron lamayora absoluta, pero no la de dos tercios necesarios para reformar la constitucin yatribuir a Hitler los poderes absolutos que reclamaba. Pero igualmente alcanz su objetivogracias a la anulacin de la eleccin de los 81 diputados comunistas y a la debilidad delZentrum. En el momento del voto, el 23 de marzo, los nicos que se opusieron fueron 94de los 120 diputados del SPD. A los diputados comunistas e les prohibi participar en elvoto. As terminaba la Repblica de Weimar y se iniciaba la Gleichschaltung(sincronizacin) nazi.

    Esta implic a todo el sistema politico e institucional sobre el que se haba sostenidoAlemania en la posguerra: los partidos, desde los comunistas hasta los nacionalistas,fueron disueltos, con la obvia excepcin del partido nacionalsocialista, que en julio seconvirti en el nico partido legal; los sindicatos fueron unificados en el DeutscheArbeiterfront Frente alemn de los trabajadores, DAF); en los Lnder, unosplenipotenciarios enviados desde el centro (Reichsstatthalter) sustituyeron a losorganismos electivos; en las universidades los rectores tambin fueron nombrados desdearriba; la prensa y los dems medios de comunicacin fueron puestos bajo el estrictocontrol de un ministerio de nueva formacin, el ministerio para la informacin popular y lapropaganda, encabezado por el ms intolerante entre los jerarcas nazis, JosephGbbels; la propia gloriosa academia prusiana, fundada por Federico II, fue purgada ynormalizada: dejaron de formar parte de ella, entre otros, Heinrich Mann y Kate Klwitz.La Gleichschaltung no perdon tampoco a las Iglesias protestantes. Apoyndose en elmovimiento de los alemanes cristianos, para los que Jesucristo era un ario y San Pabloun rabino, un judo, el rgimen intent unificar en una Iglesia nacional bajo la gua de unReichsbischofy bajo control del Ministerio de AsuntosEclesisticos.

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  • Sin embargo, al constatar cun fuertes eran las resistencias a este intento de politizacinpor parte de la mayora de los creyentes y de prestigiosos representantes religiosos, comoel pastor berlins Martin Niemller, el rgimen modific su postura y renunci al proyecto,pero al mismo tiempo alent al movimiento de los creyentes en Dios (Gottglaubi ger) ydejando rienda suelta a la propaganda de las teora neopaganas de Alfted Rosenberg. Encuanto a la Iglesia catlica, las relaciones con ella fueron reguladas por un tratado entre elReich y la Santa Sede en julio de 1933, segn el cual, como en el concordato italiano de1929, sta se comprometa a no interferir en la vida poltica a cambio de garantas acercade la libertad de culto y de las escuelas catlicas.

    La interpretacin y la aplicacin de estas garantas por parte de las autoridades nazis notard en revelarse muy restrictiva y en marzo de 1937 el pontfice Po XI formul suprotesta en la encclica Mit brennender Sorge, en la que se denunciaban no slo lasviolaciones del tratado, sino tambin la ideologa racista y las persecuciones delos judos.

    Pero exista una institucin que, por su prestigio y por su fuerza no poda sersincronizada: el ejrcito. Si entre los jvenes oficiales haba muchos simpatizantes delnazismo, los altos mandos seguan fieles al principio, enunciado en su tiempo por VonSeekt, del apoliticismo de la Wermacht como un cuerpo separado, autntico estado dentrodel estado.

    Adems, algunos de ellos, como el general Von Seeck, futuro jefe de estado mayor, o elcoronel Von Stauffenberg, quien en julio de 1944 protagonizar un atentado contra Hitler,pensaban que el ejrcito tena el deber moral de oponerse al gobierno en caso de queresultase claro que ste arrastraba al pas a la ruina. En todo caso, era general lapreocupacin por la creciente intromisin de las SA, integradas por un milln de hombresy a cuya cabeza se encontraba un personaje, Erich Rhm, que no ocultaba susambiciones polticas e invocaba una segunda revolucin. La hostilidad o inclusosimplemente la frialdad de la Wermacht era algo que Hitler no poda permitirse y por esodecidi actuar a su manera, de forma quirrgica. En la madrugada del 30 de juno de1934, unidades de la polica y de las SS, un cuerpo de incondicionales nacido en origencomo guardia personal del Fhrer, tornaron por sorpresa y mataron a Rhm, Strasser y unnmero indeterminado de sus seguidores, aprovechando la ocasin para liberarsetambin del general Schleicher y de su ayudante de campo. A pesar del asesinato de unode sus ms altos xponentes, la Wermacht, que haba proporcionado los medios detransporte para la operacin, no rechist: su objetivo, la liquidacin poltica de las SA,haba sido conseguido. Pocas semanas ms tarde, el 2 de agosto, mora Hindenburg yHitler convocaba un plebiscito para pedir la unificacin de los cargos de canciller ypresidente, obteniendo una mayora aplastante.

    Ahora era, ms que nunca, el Fhrer y con este ttulo, adems del de comandante en jefede las fuerzas armadas, la Wermacht, en aquel mismo da 20 de agosto, le jur fidelidad.Por su parte, l se comprometi, con una carta dirigida al ministro de la Guerra Blomberg,a reconocer en la Wermacht la nica fuerza armada de la nacin.

    Sin embargo, ello no le impidi mantener vivas y en servicio a las SS y posteriormentepotenciar sus efectivos.

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  • As, la Gleichschaltung estaba terminada. Por otra parte, no cabe pensar que el Reichfuese una mquina perfectamente engrasada y en funcionamiento. Como sucedi enotros estados totalitarios, la centralizacin del poder conllevaba la formacin de una seriede burocracias paralelas, cuyas competencias se entrecruzaban y con frecuenciaentraban en conflicto, dando pie a una especie de policracia que sobrevivi inclusodurante la guerra, perjudicando notablemente la eficacia del aparato productivo.

    Lo que diferenciaba el tercer Reich de las dems dictaduras era la legitimacin ideolgicaque reclamaba para s. En efecto, se defina a s mismo como una unin popular oVolksgemeinschaft de la que formaban parte como ciudadanos (Reichsbrger) todos losmiembros del estado de sangre alemana, quienes con su comportamiento den pruebade estar dispuestos a adoptar y servir fielmente al pueblo y al Reich. Semejantedefinicin exclua a los opositores del rgimen y a los quinientos mil judos alemanesquienes, en su calidad de Staatsgehari ge, es decir, miembros del estado pero no desangre alemana, no gozaban de los derechos de los ciudadanos.

    A stos se les prohibi no slo contraer matrimonio con judos, sino tambin mantenercon ellos relaciones extramatrimoniales. As estaba escrito en las leyes de Nrembergde septiembre de 1935, que pueden definirse como la macabra guinda en la tarta delnazismo. En el momento de su promulgacin los campos de concentracin haca tiempoque estaban en funcin Dachau lo estuvo desde 1933, mientras que Auschwitz, el mstristemente famoso, fue abierto en 1941 y su poblacin estaba en constante aumento.

    El mundo de los aos treinta conoca otros ejemplos de totalitarismos basados en laprctica de las expulsiones, las represiones y el exterminio de masas, y en brevevolveremos sobre ello. Pero ninguno de ellos asuma como principio de su legitimacin elconcepto biolgico y brbaro de la raza y de la desigualdad de las etnias.

    El ascenso de Hitler al poder coincidi con el principio de la superacin de la depresin.En enero de 1933 el nmero de los desempleados era todava espantosamente alto, peroya a finales de ao haba comenzado a descender.

    Tambin la produccin industrial daba seales de recuperacin. Pero haca falta alentareste principio de mejora de la coyuntura y a este fin el gobierno nazi lanz un planimponente de obras pblicas, que prevea, entre otras cosas, la construccin de una redde autopistas. Las inversiones pblicas, que entre 1928 y 1932 haban descendidollamativamente, volvieron a aumentar y ello contribuy a la disminucindel desempleo.

    Esto se vio facilitado tambin por las medidas dirigidas a excluir a las mujeres de todoslos sectores de la administracin pblica para devolverlas al papel de madres y esposasque, segn la doctrina nazi, les perteneca. Conforme a esta misma doctrina y al mito dela defensa de los caracteres originales del pueblo alemn y de su sanidad moral, el jefede los campesinos del Reich, Walter Darr promulg una ley de herencia de lasfactoras que sancionaba la inalienabilidad y la indivisibilidad de un nmero considerablede propiedades rurales. De esta forma, se pretenda frenar el flujo de inmigracin hacialas ciudades, pero la ley no dio los resultados esperados.

    A medida que el nivel de la vida econmica se reanimaba, tambin aumentaba lanecesidad de las materias primas petrleo en primer lugar, pero tambin goma,minerales ferrosos, bauxita, etc. de las que Alemania careca o era pobre. Tambin

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  • desde el punto de vista alimentario, el pas no era del todo autosuficiente y la polticaagrcola de Darr no haba contribuido a mejorar la situacin, sino todo lo contrario. Labalanza comercial, que hasta 1932 haba permanecido ampliamente en activo, registr, apartir del primer cuatrimestre de 1934, una creciente pasividad. Dada la escasez dereservas de oro y de divisas extranjeras de las que dispona el Reich, esto representabaun riesgo para la estabilidad del marco y amenazaba con reactivar la espiral de lainflacin, con consecuencias negativas para el nivel de las rentas, de los consumos y dela propia ocupacin. La salida a este impasse la indic Schacht, que Hitler, paratranquilizar a los ambientes financieros e industriales, haba vuelto a colocar a la cabezade la Reichsbank y que en 1934 fue nombrado ministro de Economa. En el discurso quepronunci para la inauguracin de la Feria de otoo de Leipzig de 1934, el nuevo ministroesboz las lineas de su Neuer Plan (nuevo plan; el trmino remedaba el New Deal deRoosevelt), que consista esencialmente en un intento de reglamentar el comercio exteriorsobre la base de principios de complementariedad y, segn la expresin del propioSchacht, del trueque. En otras palabras, a partir de ahora Alemania importara slo deaquellos pases que estuviesen dispuestos a importar a su vez mercancas alemanas,segn un criterio de compensacin. Naturalmente, semejante plan comportaba lareorientacin del comercio exterior alemn y la bsqueda de nuevos socios, como lospases balcnicos y los de Latinoamrica: con ellos, corno se ha visto, el volumen de losintercambios registr un fuerte crecimiento. Pero acuerdos satisfactorios decompensacin se estipularon tambin con Inglaterra y con la propia Francia. Mientrastanto, se impulsaba la investigacin y la experimentacin de nuevos materiales sintticos,capaces de sustituir las materias primas importadas. En este campo se empeespecialmente el gran complejo "industrial de la 1. G. Farben.

    Pero se trataba de un modelo de desarrollo econmico artificial y precario y en todo casoincompatible con las importantes inversiones en el rearme que pedan el partido y elejrcito, y en particular los ministros Gring y Blomberg. Schacht era plenamenteconsciente de ello y se esforz para resistir a las presiones que se ejercan sobre l. Siquera rearmarse, la nica solucin practicable era la de encontrar los fondos necesariosoperando una eestructuracin econmica general que privilegiara los sectores industrialesvinculados a la produccin blica respecto de los de bienes de consumo y que llevara acabo una severa reglamentacin del trabajo, incluidos los horarios y las retribuciones.Este era el camino por el que se pronunciaba y luchaba el coronel Georg Thomas,responsable de la seccin para la movilizacin econmica de la Wermacht, Hitler se nega elegir entre mantequilla y caones, en el sentido de que quiso las dos cosas. A partirde 1936, los gastos en armamentos conocieron un drstico incremento, pasando decuatro mil millones de marcos en 1934 a dieciocho en 1938 y en octubre de 1936 sepromulg un plan cuatrienal que tena el objetivo de realizar un ambicioso programa deexpansin econmica orientada al rearme, cuya realizacin se confi a Gring, al que seotorgaron poderes muy amplios. En noviembre de 1937, Schacht fue destituido de sucargo ministerial y posteriormente fue tambin apartado del Reichshank. Mientras, lostrabajadores, en particular los especializados, continuaron percibiendo salarios adecuadosy en 1938 ciento ochenta mil de ellos disfrutaron de sus vacaciones pagadas en loscruceros organizados por la Kraft durch Freude, la organizacin recreativa del DAF. En1937 arranc la produccin del Volkswagen y para muchos alemanes poseer un automvilpareci un objetivo al alcance de la mano. El desempleo haba bajado hasta un nivelinsignificante y a pesar de los prejuicios antifeministas del rgimen, la misma ocupacinfemenina haba aumentado. La gente volva a tener confianza y volva a tener hijos:Alemania fue el pas blanco que conoci en los aos treinta el mayor incrementodemogrfico. En suma: haba mantequilla y habra caones.

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  • Pero Hitler y sus colaboradores se daban cuenta de que una poltica econmica de estetipo no era sostenible a medio plazo y que los recursos internos tenan un lmite. Noobstante, en su opinin la solucin de la que en trminos econmicos era una cuadraturadel crculo se poda encontrar en trminos polticos, y especialmente de poltica exterior.

    Se trataba de ransformar el Lebensraum econmico en el que viva Alemania en unLebensraum poltico. sta es la idea bsica que se encuentra en un memorndum queHitler redact en el verano de 1936 en su retiro de Berchtesgarten v de cuyo contenidoinform slo a Gring y Blomberg. La idea de una expansin hacia el este, mucho msall de los territorios perdidos en Versalles, era su Leitmotiv. Para conseguir este objetivoera necesario, sin embargo, desvincularse de las obligaciones y los condicionamientosinternacionales a los que Alemania estaba sometida.

    El primer paso en este camino fue la decisin, ya mencionada, de abandonar laconferencia del desarme y la SDN, decisin que Hitler se apresur a someter a plebiscito,obteniendo tambin en este caso una mayora aplastante. Esta primera medida, que encierto sentido poda parecer obvia, si no obligada por su propia demagogia, no fueseguida, en el transcurso de 1934-1935, por otras iniciativas capaces de suscitarparticular alarma en la comunidad internacional. Si el tratado de no agresin con Polonia,en enero de 1934, despert inquietudes en Francia, tradicionalmente aliada y protectorade Polonia, y todava ms en la Unin Sovitica, otros, en cambio, lo juzgaron corno unarenuncia, por lo menos provisional, a la revisin de las fronteras orientales. Mayorespreocupaciones suscit el Putsch promovido por elementos pronazis en Viena, en julio de1934, pero Hitler se apresur a declarar su desvinculacin de los hechos y a llamar aconsulta a su embajador en Viena. La reaccin ms resentida fue la de Italia, que envisus tropas a la frontera con Austria. La temida perspectiva de una convergencia entre losdos dictadores pareca as alejarse, lo que constitua otro elemento de tranquilidad. As seexplica cmo, al vencer el trmino previsto por el tratado de Versalles, en enero de 1935,pudo celebrarse el referndum para decidir el destino del Sarre. sta era una regincatlica caracterizada por una fuerte presencia obrera; no obstante se expres conaplastante mayora en favor de la anexin al Reich.

    A partir de 1935, a medida que el nuevo curso econmico y el plan cuadrienal ibandesarrollndose, la poltica exterior del nazismo cambi de registro y de tono. Pero de esonos ocuparemos ms adelante. En ese momento, a raz de la llegada del nazismo alpoder en Alemania y a pesar de las rencillas pasajeras entre Hitler y Mussolini, elfascismo haba dejado de ser un fenmeno italiano para convenirse en un fenmenointernacional. Partidos y movimientos fascistas o profascistas se haban formado e ibanconsolidndose en muchos pases europeos: en la Austria de Dollfuss, en los pases de laEuropa oriental, en Blgica, con los rexistas de Degrelle, en Francia, con el movimientofrancista, en Espaa, con la Falange de Jos Antonio Primo de Rivera, en Finlandia y enlos pases blticos, y en la misma Inglaterra, con Mosley.

    Paralelamente, tambin el antifascismo se convirti en un fenmeno internacional, unaorientacin general en la que se reconocan y convergan no slo los partidos de laizquierda obrera, sino tambin amplios sectores de la opinin pblica europea einternacional. A la formacin de esta orientacin antifascista contribuy notablemente lamasiva emigracin de polticos e intelectuales desde Alemania. La lista de sus nombreses de masiado larga como para no correr el riesgo de omisiones: bastar con recordar losnombres ms conocidos, como los de los hermanos Mann, de Albert Einstein, Walter

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  • Cropius y Bertold Brecht. Entre los polticos, recordemos a los dirigentessocialdemcratas que reconstituyeron en Praga el partido que Hitler haba disuelto y aWilly Mnzenberg, que orquest la campaa de solidaridad hacia Dimitrov, quien,acusado de haber participado en el incendio del Reichstag, lleg a transformar su procesoen un acto de acusacin contra el nazismo.

    As pues, la instauracin del nazismo en Alemania estuvo en el origen de una de lasmayores migraciones de intelectuales de la historia contempornea. Una de susconsecuencias fue la disgregacin de lo que quedaba de la comunidad cientfica que laprimera guerra mundial haba puesto en crisis, pero no destruido. Tampoco la ciencia selibraba de la compartimentacin y la divisin del mundo. Los avatares de los fsicos,quienes, como Einstein o Szilard, se fueron a Norteamrica y quienes, como Heisenberg yVon Weiszcher, siguieron trabajando en Alemania, avatares que tuvieron su eplogo enHiroshima, son demasiado conocidos para que sea necesario recordarlos. Tambin estadisgregacin y esta instrumentalizacin de la ciencia forman parte del precio que lahumanidad ha pagado por el nazismo y tambin ste fue un aspecto no secundario deltriste inventario y del balance desolador que tienen que hacer quienes evoquen la historiade los aos entre las dos guerras.

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